Resulta difícil destacar una obra de Trotsky por sobre las demás. Un valor propio que tienen las grandes obras marxistas (aquellas que se convierten en clásicos) es que de las coyunturales polémicas se extraen aportes fundamentales, valiosos por su definición de toda una época. Obras que permiten extraer conclusiones, leyes, más allá del debate en cuestión, y que deben ser recuperadas diariamente para entender y actuar en la actualidad. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels es el programa de los comunistas de mediados del siglo XIX, sirviendo en la actualidad por ser la más clara y necesaria delimitación estratégica de la clase obrera. ¿Qué hacer? (1902) fue el aporte de Lenin al tipo de partido ilegal que debía funcionar en Rusia frente al zarismo, convirtiéndose al mismo tiempo en la más precisa descripción del partido revolucionario de combate, único instrumento que permite la intervención revolucionaria de los obreros de Occidente y Oriente en nuestra época.
Lecciones de Octubre, escrito en septiembre de 1924 como Prólogo a una recopilación de artículos y notas de Trotsky elaborados en 1917, será sin dudas una de sus obras más importantes. En ella no sólo se hace un estudio pormenorizado de la revolución rusa de 1917, sino que establece un enorme aporte al estudio de las fuerzas actuantes en el momento de la insurrección obrera, exponiendo al mismo tiempo la teoría de la Revolución Permanente. A cien años de su publicación, por el impacto que tuvo en su momento y el valor que guarda en el presente, no es desmesurado ubicarlo como uno de los clásicos de la teoría marxista.
Más allá de destacar en varios pasajes del Prólogo que a siete años de la revolución no existía un estudio pormenorizado de los propios hechos acontecidos en 1917, el texto viene a responder y ajustar cuentas con la burocrática dirección del partido que, muerto Lenin, se encargó de profundizar una campaña contra Trotsky y la naciente Oposición de Izquierda.
Hacer frente a la campaña antitrotskista
Tras la muerte de Lenin en enero de 1924, la campaña de la burocracia partidaria contra la figura de Trotsky no tuvo ningún tipo de reparo. El método empleado por la troika, con Zinoviev como principal interlocutor antitrotskista, fue un intento de desacreditación absoluta apelando al pasado no bolchevique del gran dirigente revolucionario. A nivel internacional, la propaganda de la troika hizo de Trotsky un “cuco” del que siempre convenía despegarse. Guardar una prudente distancia del trotskismo y sus posiciones permitía evitar las irracionales y facciosas acusaciones que terminaban en desplazamientos, corrimientos y expulsiones en cada partido, dirigidas desde Moscú. El operativo de la camarilla burocrática se completaba con el llamamiento a la “bolchevización” que no era otra cosa que alinearse a la política de la troika y, en ese momento en particular a Zinoviev, presidente del Ejecutivo de la Internacional Comunista.
A nivel local, la burocracia supo en el XII congreso desactivar la “bomba” que Lenin había dejado en manos de Trotsky: fuertes acusaciones contra Stalin y compañía por su manejo autoritario y “granruso” (chauvinista) sobre la cuestión nacional georgiana. El siguiente congreso del PCUS, ya con Lenin fallecido, fue “zona liberada” para la burocracia, quien celosamente guardó bajo siete llaves el Testamento del líder: en él se apuntaba contra el poder de Stalin, a quien se recomendaba desplazar de la secretaría general por los peligros burocráticos que representaba.
Con el terreno despejado, impune e infundadamente la troika pudo tildar a Trotsky de “menchevique”, “anticampesino”, calificando al trotskismo como una corriente “pequeñoburguesa”. Si bien muchos opositores aún resistían frente al sistema de calumnias del aparato burocrático, gran parte de ellos caían en la resignación tras un amañado XIII congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en mayo de 1924, momento en que la camarilla afianzó su lugar de conducción partidaria a fuerza de maniobras, engaños y ataques a las voces críticas.
Fue así que Trotsky sorprendió a la burocracia en un contexto por demás adverso para ejercer una crítica al rumbo burocrático del partido y el Estado. Con Lecciones de Octubre, Trotsky dejó atrás la relativa tregua que venía sosteniendo contra la troika, dando continuidad al debate abierto poco menos de un año atrás sobre el Nuevo Curso. Recordemos que antes de la publicación de este Prólogo, en las sesiones del V congreso de la Internacional Comunista, Trotsky rechazó debatir con Zinoviev y la mayoría de la dirección sobre la situación interna del comunismo ruso frente a los delegados internacionales, a quienes la burocracia había envenenado de calumnias contra el trotskismo. La excusa fue que debía disciplinarse a lo resuelto en la discusión interna del XIII congreso del PCUS, pero Trotsky entendía que era imposible dar un debate real en ese contexto donde se plantaba un falsificado currículum del ex jefe del Ejército Rojo.
Ya sin posibilidades de impedir su publicación, al abordar un “problema histórico” era más difícil aplicar la censura por parte de la troika, ya que no constituía una prueba de indisciplina, el Prólogo a la edición oficial del tercer volumen de los escritos de Trotsky tuvo su aparición en octubre de 1924. A siete años de la revolución, Lecciones de Octubre analizó algo que nadie había hecho hasta el momento: el desempeño de la dirección bolchevique en todas las etapas de la revolución, desde febrero hasta luego de la toma del poder en octubre de 1917. Kamenev y Zinoviev eran nominalmente apuntados por Trotsky como dos opositores resueltos a la línea insurreccional de Lenin desde el mes de abril hasta octubre. Trotsky activó la bomba que tiempo atrás le delegó el fallecido Lenin.
Los opositores a la insurrección de Octubre en 1917 estaban al frente del partido y el Estado proletario en 1924
Hasta el momento, la troika legitimaba su lugar de dirección mostrando las credenciales de ser parte de la “vieja guardia” bolchevique. No había mejor garantía de continuidad del legado de Lenin que haber militado junto a él durante décadas. Ni que hablar de haberlo hecho a lo largo de todo el año 1917. En Lecciones de Octubre, Trotsky arremete contra la supuesta coherencia partidaria de la actual dirección, demostrando que en el partido existían distintas tendencias y que los integrantes de la troika eran, sin dudas, parte integrante de su “ala derecha”. Lejos de ser una acusación liviana e infundada, Trotsky documentó las posiciones de los actuales líderes del partido de cara a octubre de 1917, al hacerlo puso en discusión el capital político más preciado que la troika creía disponer: ser herederos del pensamiento y acción de Lenin, cuando en verdad habían luchado contra éste en el momento más importante para todo revolucionario: la toma del poder.
Pocos conocían las posiciones contrarias a la toma del poder de Kamenev y Zinoviev sostenidas en 1917, y al mismo tiempo no había mayores interesados en que estos hechos no sean públicos que los propios implicados. En medio de una ráfaga de falsas acusaciones recibidas, las más duras giraban en torno a la esencia “menchevique” de su militancia, Trotsky no tuvo otra opción que desoír las recomendaciones apuntadas por Lenin en su Testamento. En las líneas finales de este breve texto se instaba a no remover los fantasmas del pasado en función de sostener la unidad partidaria, protección que valía tanto para Kamenev y Zinoviev como para el propio Trotsky. Es cierto que si bien Lenin llamaba a no hacer “imputaciones personales”, él mismo al señalar estas “imputaciones”, reconocían que estos “errores del pasado” no estaban en condiciones de igualdad. Mientras a Trotsky le remarcaba a secas “su pasado no bolchevique”, no mucho más que un dato biográfico superado con su actuación posterior, a Zinoviev y Kamenev les recordaba “el episodio de octubre” (nada menos que su oposición a la toma del poder), remarcando que “no fue por cierto un hecho accidental.” (Lenin, Testamento, Pág. 12)
Hasta el momento nadie había removido el pasado de los bolcheviques opositores a la toma del poder en 1917, pasado desconocido para gran parte del partido. Así como Stalin no quería que se conozca la recomendación de Lenin a ser relevado del cargo de secretario general, Zinoviev y Kamenev también deseaban que se silencien las páginas del Testamento en que quedaban señalados como opositores a la insurrección de octubre de 1917. En cambio, Lenin contó con el decidido apoyo de Trotsky a lo largo de 1917. Quien era acusado de menchevique no vaciló frente a las tareas insurreccionales, mientras que sus más fervientes detractores, viejos compañeros bolcheviques de Lenin, fueron un fuerte escollo para la toma del poder. Trotsky toma muy en serio la aclaración que hace Lenin en su testamento sobre la actitud de Kamenev y Zinoviev: “no fue un hecho accidental”. Entre abril y octubre se pusieron en juego profundas diferencias entre Lenin y la “derecha del partido”. Es momento de explicar qué sucedió en aquellos meses.
Trotsky removió el polvo de viejos números de Pravda y dejó al conocimiento de todo el mundo qué planteaban Kamenev y Zinoviev. Tras la revolución de febrero surge la primera prueba para estos dirigentes bolcheviques. ¿Qué lugar debía ocupar el partido frente al poder democrático burgués y el gobierno provisional de Kerenski? Reconociéndose como una revolución democrática, tanto los eseristas como los mencheviques lucharon por el afianzamiento de la democracia burguesa. La derecha bolchevique asume que el partido debe actuar como el instrumento de presión por izquierda de este mismo marco democrático burgués, en lugar de preparar las condiciones para su derrocamiento.
No es casual que la “defensa revolucionaria de la patria” sostenida por las corrientes pequeñoburguesas termine siendo también una política defendida por el bolchevismo en las semanas posteriores a la caída zarista de febrero. Al respecto, Trotsky resalta unas líneas del Pravda publicadas en marzo de 1917: “Nuestra línea es presión (!) sobre el gobierno provisional con el objetivo de constreñirlo a tomar posición incondicional y abiertamente ante toda la democracia mundial. (…) Si la democracia alemana y austríaca no escuchan nuestra voz (o sea la voz del gobierno provisional y los soviets oportunistas, L.T.), entonces defenderemos la patria hasta la última gota de sangre.” (Trotsky, Lecciones de Octubre, Pág. 42 y 43)
Citando a Kamenev y Zinoviev, quedan al desnudo sus planteos cercanos a los históricos postulados del menchevismo, o al menos a las posiciones de “presión por izquierda” que desde hacía décadas sostenían como línea para una futura revolución burguesa. Todos se corrieron a la derecha. Mientras los mencheviques terminaron ingresando al gobierno burgués, los bolcheviques, durante el primer mes y medio posterior a febrero, adoptaron la posición que los mencheviques sostenían de palabra, siendo efectivamente una organización obrera de “presión por izquierda” en los marcos del naciente régimen burgués.
Ya Lenin venía alertando contra este tipo de apoyo en sus Cartas desde Lejos. Esta postura de sostén democrático colisiona con Lenin al momento de llegar éste a Rusia en abril y publicar sus famosas Tesis. Frente a ciertos reclamos por izquierda que los bolcheviques hacían al gobierno, Lenin entiende que llegó el momento de desenmascarar totalmente los intereses defendidos por Kerenski. El rechazo de la derecha bolchevique a la consigna de poder leninista, “Todo el poder a los soviets”, no devino de una caracterización coyuntural (“no es el momento” o “no hay relación de fuerzas para derrotar al gobierno”) sino que vino de un rechazo estratégico, fundado en que la revolución democrática, “dirigida” por la burguesía, debía culminar primero para luego, en algún momento futuro, analizar las posibilidades del poder obrero. La derecha bolchevique no estaba dispuesta a levantar posiciones de toma del poder, considerando el propio Kamenev esta tentativa como una verdadera “aventura”.
En octubre el debate entre una y otra tendencia del partido alcanzó los máximos niveles de tensión. Dos semanas antes de la toma del poder, Zinoviev y Kamenev presentaron una carta titulada El Momento Presente, en la que a partir de la sobreestimación del enemigo, la subestimación de las fuerzas obreras y, principalmente, viendo enormes posibilidades de conquista de bancas en las elecciones de cara a la Asamblea Constituyente, afirmaban que “estamos profundamente convencidos de que proclamar hoy la insurrección armada significa poner en peligro no sólo el destino de nuestro partido, sino también el destino de la revolución rusa e internacional.” (Trotsky, Lecciones de Octubre, Pág. 58) El choque de ambas tendencias internas es total. Mientras Lenin se desespera por no dejar pasar la oportunidad de tomar el poder, la derecha bolchevique se opone en los términos ya citados. Lenin, junto con Trotsky recientemente incorporado al partido, se impondrá sobre quienes se oponen y quienes vacilan, acumulando en estos meses el apoyo decidido de la militancia de base y la clase obrera en su planteo insurreccional. Zinoviev y Kamenev hacen pública y militan su oposición a organizar la insurrección para terminar con el gobierno de Kerensky e instaurar el poder de los soviets, rompiendo la disciplina del centralismo democrático. Lenin, plantea la expulsión de ambos por “esquiroles”. Luego de una fuerte lucha política en el Comité Central, Kamenev y Zinoviev retroceden y terminan disciplinándose.
Alemania, una vez más: las vacilaciones frente a la toma del poder
En Lecciones de Octubre Trotsky retomó la discusión sobre la fallida insurrección en Alemania, acontecida un año atrás a la escritura de este Prólogo. “Durante la segunda mitad de 1923, observamos en este país una demostración clásica de cómo se puede desaprovechar una situación revolucionaria del todo excepcional y de importancia histórica.” (Trotsky, “Lecciones de Octubre”, Pág. 28) La crítica a la dirección del Partido Comunista Alemán (KPD) alcanzaba al mismo tiempo al zinovievista Ejecutivo de la Internacional Comunista, que más allá de su intento por desmarcarse de sus responsabilidades, había sido parte decisiva de las vacilaciones, la falta de preparación y, en definitiva, la fallida (no ejecutada) insurrección alemana de 1923. Era inocultable: los comunistas alemanes no daban un paso sin la aprobación de la troika y a lo largo de todo el año 1923 actuaron de forma conjunta, ya sea con reuniones en Moscú, con enviados a distintas ciudades de Alemania y sosteniendo reuniones recurrentes. (Ver https://revistaedm.com/edm-23-10-08/a-100-anos-del-fallido-octubre-aleman/)
En definitiva, el Zinoviev de 1917 y el de 1923 era la misma persona, pensaba igual y abordaba del mismo modo vacilante el problema de la toma del poder. Seis años después, su dilación y conservadurismo no pudo ser combatido por la persistencia y resolución revolucionaria de Lenin, postrado en ese momento, ni de Trotsky, el otro gran contrapeso con enorme autoridad, quien alegó abiertamente por organizar la insurrección alemana, pero tuvo vedada su presencia y participación en Alemania (donde la dirección del PC alemán había solicitado su presencia directa), por orden explícita de la troika burocrática. Al mismo tiempo, con la derrota consumada, Zinoviev contó con la maquinaria partidaria soviética e internacional en su poder, encubriendo así sus responsabilidades e iniciando al mismo tiempo una campaña contra otros sin necesidad de ser apuntado. Así, logró que en el V congreso de la Internacional Comunista los delegados de distintos países señalasen al dirigente alemán Brandler y al polaco Radek como los únicos culpables de la derrota alemana. La burocracia rusa, desplazó a la dirección brandlerista del KPD poniendo a la ultraizquierda de Fischer en su lugar, acríticamente afín –en ese momento- a las necesidades de la troika.
En Lecciones de Octubre, contra la versión oficial y las resoluciones de culpabilidad ajena que se votaron en el citado congreso, Trotsky se encargó de señalar la fatalidad de los errores cometidos en Alemania, bajo la conducción comunista ruso-germana. “Pueden existir situaciones en las cuales se den todos los presupuestos para una revolución, excepto una dirección del partido clarividente y decidida, basada en la compresión de las leyes y los métodos de la revolución. Precisamente esta era la situación existente en la Alemania de 1923.” (Trotsky, Pág. 30)
Si bien en ningún momento exculpó a Brandler y Cía. de sus responsabilidades en el fallido octubre alemán, Trotsky apuntó los cañones a la política de la dirección zinovievista y de la troika rusa. En definitiva, los obstáculos y retrasos de la línea insurreccional fueron el resultado de una visión conservadora por parte de la dirección partidaria (alemana e internacional) que impidieron romper con los viejos métodos y hábitos del partido alemán. Al igual que en el octubre ruso, la troika no supo, ni quiso, dejar a un lado el trabajo preparatorio hacia las masas para dar un salto a la lucha por la toma del poder. Vaciló, una vez más, por lo que la revolución fracasó.
En Alemania, al igual que en Rusia, los Brandler, los Zinoviev y los Kamenev, no comprendieron el momento revolucionario que se vislumbraba frente a sus narices. En tiempo real, mejor dicho poco menos de un mes antes del fallido octubre alemán de 1923, Trotsky debatió con la dirección alemana, más precisamente con Brandler, sobre si ¿Es posible hacer una revolución o una contrarrevolución en una fecha fija? Bajo este título, y respondiendo positivamente, Trotsky revalorizó la importancia que posee el partido a la hora de conducir correctamente una insurrección. “Cuando los elementos básicos para dicha situación están dados, entonces el partido dirigente, como lo hemos visto, escoge con antelación el momento favorable, sincroniza en función de éste sus fuerzas políticas, organizativas y técnicas, y -salvo un error de cálculo- asesta un golpe victorioso.” (Trotsky, “¿Es posible hacer una revolución o una contrarrevolución en una fecha fija?”, Pág. 661) Respondiendo a lo que entendía que era un razonamiento liberal de la dirección alemana, “las revoluciones ocurren, jamás se hacen, es imposible fijar fecha”, Trotsky señala que hay un cambio de situación, por lo que ameritaba en Alemania “concentrar todos sus esfuerzos en la preparación del golpe, subordinar toda la política y la organización al objetivo militar, para asestar ese golpe con la máxima potencia.” (Trotsky, Pág. 663)
No fue caprichoso el hilo de continuidad que marcó Trotsky entre el comportamiento de Zinoviev en 1917 y su accionar en la reciente derrota alemana. Era acertada la definición expuesta por Lenin en su Testamento: la actitud antinsurreccional de Zinoviev y Kamenev en octubre de 1917 no fue “un hecho no accidental”, volvió a repetirse seis años más tarde. El problema de la revolución alemana reveló errores tácticos seguramente, pero de fondo, tanto los alemanes como el Ejecutivo de la IC, se toparon frente a un problema de orden estratégico, frente al que terminaron vacilando.
“El viraje más decisivo surge cuando el partido del proletariado pasa de la preparación, de la organización de la propaganda y la agitación, a la lucha inmediata por el poder, a la insurrección armada contra la burguesía. Todos los elementos escépticos, dispuestos a la conciliación, a la sumisión, todos los elementos mencheviques que aún existen en el partido, buscan motivaciones teóricas para su oposición; y las halla bien y pronto en el campo de los enemigos de ayer, en el campo de los oportunistas.” (Trotsky, “Lecciones de Octubre”, Pág. 33) En definitiva, si en la revolución rusa de 1917 se hubiera llevado la política de los Zinoviev, Kamenev o del propio Brandler, esta también hubiera fracasado
La Revolución Permanente
Con Lecciones de Octubre Trotsky puso sobre la mesa una vieja discusión: la teoría de la Revolución Permanente. Eran conocidos los debates sostenidos sobre este tema con bolcheviques y mencheviques en los años previos a octubre de 1917. La Teoría de la Revolución Permanente fue usada por la troika burocrática para acusar a Trotsky de “pequeñoburgués” y “anarquista”. A poco de publicarse el Prólogo, harán cola sus viejos, nuevos y más obsecuentes detractores, quienes deformando las viejas fórmulas bolcheviques plantean el carácter etapista de la revolución. La troika se valió de usar citas de Lenin descontextualizadas.
Antes de 1905, Trotsky expuso sus lineamientos generales de la Revolución Permanente: la clase obrera dirigirá al resto de las clases oprimidas, destacándose el campesinado, no sólo en la toma del poder sino en la edificación de un nuevo orden económico y social, completando las tareas burguesas de la revolución al mismo tiempo que se introducirán profundas transformaciones socialistas. La indistinción de las etapas es lo que le otorgaba a la revolución su carácter “permanente”. La derrota de la revolución rusa de 1905, confirmó para el dirigente del Soviet de Petrogrado la justeza de su teoría revolucionaria, detallada en su libro Resultados y Perspectivas, escrito y publicado un año después.
Lenin entendía que la fórmula que mejor se condice con países atrasados como Rusia, era la “Dictadura Democrática de Obreros y Campesinos”. Bajo esta formulación, los bolcheviques batallaban contra la tendencia menchevique que apelaba a una revolución dirigida por la burguesía, en la que el partido proletario sólo iba a esperar la maduración del régimen político republicano capitalista para en un futuro indefinido se abriera paso armónicamente al socialismo. El planteo de Lenin era, aunque impreciso, abiertamente revolucionario.
La revolución de febrero de 1917 vino a cerrar las diferencias en este punto entre Lenin y Trotsky. Al tomar conocimiento del comportamiento del partido una vez derrocado el gobierno del Zar e instalado el gobierno provisional, desde el exilio y directamente en la propia Rusia, Lenin entendió que era momento de dar un golpe de timón. Lenin vislumbró la oportunidad revolucionaria que se estaba abriendo, por lo que había que denunciar al gobierno e impulsar una nueva lucha por su derrocamiento y el paso del poder a la clase obrera. Bajo este contenido se establecieron las Tesis de Abril de Lenin, donde su autor pasó de estar en minoría dentro del partido a conquistar su mayoría, frente a la contraria y persistente ala derechista del partido. “La coalición democrática de los obreros y los campesinos podía considerarse, cual una formación inmadura que no alcanza el poder real, simplemente como una tendencia que no se realiza en los hechos.” (Trotsky, Pág. 39)
“Toda la Conferencia de Abril estuvo dedicada a este problema fundamental. ¿Pasamos a la conquista del poder en nombre de la revolución socialista o ayudamos a completar la revolución democrática? Por desgracia, aún no han sido publicadas las actas de la Conferencia de Abril, a pesar de que jamás en la historia de nuestro partido hayamos tenido un congreso que tuviese una importancia tan excepcional e inmediata para la suerte de la revolución.” (Trotsky, Pág. 47) Así, en sus Lecciones de Octubre, Trotsky explica cómo Lenin tiraba por la borda la vieja polémica sobre la Revolución Permanente y asume los posicionamientos de una dictadura obrera en alianza con los sectores campesinos como urgente e indiscutible tarea, que en los hechos no tendrá tiempo ni motivos para escalar en etapas. Lenin caracterizó que desde su ingreso al Partido Bolchevique, Trotsky se transformó “en el mejor de los bolcheviques”.
Respuesta de la camarilla burocrática
La respuesta no se hizo esperar. Kamenev, quien mayor número de citas tuvo en la obra de Trotsky, fue el primero que se encargó de definir a Lecciones de Octubre como “una falsificación de la historia del partido bolchevique en los días de octubre”. (Carr, “El socialismo en un sólo país”, Pág. 22) A pocos días de publicarse, en noviembre de 1924, Bujarin responde en el Pravda, dirigido por él, con un artículo sin firma titulado Cómo no escribir la historia de octubre. En él destacaba que Trotsky escribió una historia de la revolución en dónde su figura se encontraba exaltada por sobre la de Lenin, al tiempo que denuncia una serie de falsificaciones, que transforman su texto en “una caricatura de marxismo” (Carr, Pág. 22).
Bujarin se encargará, en una reunión de propagandistas de Moscú donde realiza un informe sobre la Revolución Permanente, de arremeter contra Trotsky a quien acusa de querer presentarse como “el principal leninista” cuando en verdad no representa “el bolchevismo histórico, sino el trotskismo etiquetado como leninismo.” (Bujarin, “La Revolución Permanente”) Al mismo tiempo, continúa con el debate sobre la teoría de la Revolución Permanente, acusando a Trotsky de no comprender la cita original de Marx sobre el tema, y afirmando que el sentido permanente de la revolución se constituye como un proceso intercalado por distintas etapas.
Bajo el mismo ángulo de acusar a Trotsky de “impostor” y hombre ajeno al bolchevismo, Zinoviev emprende el ataque contra Lecciones de Octubre. En Bolchevismo o Trotskismo, publicado en mayo de 1925, Zinoviev se muestra afectado y contesta que su oposición a la insurrección fue un error ya aclarado en el pasado. Para justificarse plantea que el grado de tensión vivido en aquel entonces explica su comportamiento opuesto a la toma del poder. Al mismo tiempo, define a éste como un hecho aislado en décadas de trabajo común con Lenin. Justamente, es bajo este ángulo que despliega su defensa: él siempre estuvo del lado de Lenin en las filas del partido, mientras que Trotsky no era un verdadero bolchevique, sino un enemigo del leninismo. Zinoviev continuará con la campaña que venía encabezando desde hace años. Al mismo tiempo, contesta que no existió ninguna “ala derecha” en 1917, pero “sí, actualmente se está intentando crear tal ala derecha en el Partido Comunista Ruso y en la Comintern. La figura principal en estos esfuerzos es el camarada Trotsky.” (Zinoviev, “Bolchevismo o Trotskismo”) Tanto Kamenev y Zinoviev hablaban del sentido menchevique que tuvieron en todo momento los planteos de Trotsky. Sin sonrojarse, Kamenev lo definía como “agente menchevique en la clase trabajadora” (Carr, Pág. 24), mientras que Zinoviev lo calificaba de menchevique no asimilado en el partido bolchevique. Los ríos de tinta utilizados en la campaña contra Trotsky serán más tarde reconocidos por los propios triunviros, ya desplazados por Stalin, como “invenciones” que sólo buscaban destruir al ex jefe del Ejército Rojo.
La crítica desarrollada por Trotsky contra el “ala derecha del partido” apuntaba sólo a Kamenev y Zinoviev, quedando afuera de la acusación Stalin, en aquella época una figura gris, a quien el propio Trotsky en 1924 señaló por “haber luchado bien en octubre” (Carr, Pág. 27). Pero Stalin (igual que en 1917) salió en defensa de Kamenev y Zinoviev. Al mismo tiempo que estableció la más dura crítica a Trotsky, ubicando al trotskismo como el opuesto absoluto del leninismo. En ese momento activó un efectivo carpetazo: las cartas enviadas en 1913 por éste a Chjeidze y a Olminski, que habían sido interceptadas por la Policía zarista. En ellas Trotsky, molesto con Lenin, decía que “el leninismo se basa en la mentira y en la falsificación” (Carr, Pág. 27). Estas cartas tendrán una difusión mil veces superior a las Lecciones de Octubre.
En un mismo movimiento, Stalin supo cobijar a los otros miembros de la troika (demostrando así su superioridad y primacía en el tridente), estableciendo una cerrada defensa de Kamenev y Zinoviev, y al mismo tiempo estableció la más dura campaña contra Trotsky, con acusaciones descontextualizadas, evitando así caer en la discusión política y la fundamentación teórica, terreno en el que tenía todas las de perder. Sin dudas, quien más se benefició en esta disputa fue Stalin. Más tarde, será él quien retome la actuación de Zinoviev y Kamenev en 1917 como argumento para justificar sus desplazamientos y la persecución política a nuevos opositores.
Tras la publicación de Lecciones de Octubre, la maquinaria burocrática inició una nueva fase en la campaña antitrotskista, lo que incluyó no sólo múltiples artículos y respuestas. “Es necesario que el Partido se asegure contra una repetición de los «ataques» al leninismo. Es necesario que el Partido garantice seriamente que las decisiones del Partido serán vinculantes para el camarada Trotsky. El Partido no es una sociedad de debates, sino un Partido, que, además, se encuentra en una situación muy complicada. La consigna de hoy es: ¡Bolchevización de todos los estamentos del Partido! ¡Lucha ideológica contra el trotskismo!”. (Zinoviev, “Bolchevismo o Trotskismo”)
También llovieron una serie de resoluciones contra Trotsky desde los distintos niveles de dirección, con llamados a disciplinarse. En el Comité Central, junto a la Comisión Central de Control, se dio la discusión sobre si debía ser expulsado del CC, del Politburó y del Consejo Militar. Las opiniones de la propia troika eran cruzadas sobre de qué puestos debía ser expulsado. Finalmente, con las solitarias negativas de Rakovski y Piatakov, se resolvió la expulsión de Trotsky sólo del Consejo Militar, junto con una resolución que impulsaba dentro de las filas partidarias y no partidarias una campaña que explique el contenido no bolchevique del trotskismo.
¿Fue un golpe o una respuesta tardía?
No hay discusiones sobre el aporte que significó Lecciones de Octubre de cara al estudio de la Revolución Rusa, e incluso más allá: el valor que posee como tratado que busca analizar las leyes y métodos que se imponen en el desarrollo de una revolución. Trotsky analiza magistralmente por qué sin partido no hay victoria, e incluso cómo dentro del partido en el momento decisivo se activan las vacilaciones e inseguridades de ciertos dirigentes, que en caso de imponerse conducirán a la derrota. Ahora bien, confirmando esto, queda por dilucidar si la publicación de este Prólogo asestó un verdadero golpe a la burocracia entre fines de 1924 y principios de 1925.
Una primera respuesta es que, más allá del debate que se abrió con Lecciones de Octubre, la burocracia pudo asimilar sin grandes dificultades el golpe, que en otro contexto hubiera significado un tren de frente para cualquier dirección o facción que detente el poder. En un partido ya burocratizado, y con una oposición profundamente diezmada, la acusación de Trotsky tuvo múltiples respuestas de la troika y sus aliados, y casi un nulo acompañamiento por fuera de los seguidores de Trotsky. Incluso, Nadezhda Krúpskaya, que venía chocando con la troika por la no publicación del Testamento de su compañero Lenin, consideró que Trotsky estaba incurriendo en “exageraciones susceptibles de polémicas” y que su Prólogo “subestimaba a los campesinos” (Carr, Pág. 30)
Ahora bien, más allá del carácter burocrático que había asumido la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética y la propia Internacional Comunista, constituyendo Trotsky y la oposición una pequeña minoría: ¿Por qué otras razones el debate no caló hondo en la militancia comunista? ¿No generaba ninguna contradicción que quienes se opusieron a la insurrección de Octubre dirijan siete años después el partido? ¿Por qué resultaba más efectivo ventilar los cruces entre Trotsky y Lenin en cartas -fuera de contexto- del pasado que la denuncia política de la posición anti-insurreccional en 1917 de dos de los máximos dirigentes del partido?
El historiador británico Edward Hallet Carr entiende que “al arremeter directamente contra Zinoviev y Kamenev, la disputa llegaría a su punto de ruptura en condiciones menos favorables para él. Lo súbito del golpe lo hizo más demoledor.” (Carr, Pág. 38) En un sentido similar, el historiador francés Pierre Broué interpreta la ofensiva de Trotsky contra la troika como un “un paquete de trapos sucios que, en definitiva, termina por desacreditar a todos los que de esta forma se empeñan a demoler mutuamente sus respectivas leyendas de bolcheviques de hierro y fieles lugartenientes de Lenin”. (Broué, “El Partido Bolchevique”, Pág. 246) Al mismo tiempo, entiende que esta “bomba” termina siendo activada con demasiada demora, conformándose una relación de fuerzas completamente desfavorable para Trotsky y la oposición. Al momento de publicarse Lecciones de Octubre, la troika no para de acumular “triunfos” que consolidan su lugar como camarilla burocrática al frente del Estado, el Partido y la Internacional. Amplía así la base militante comunista que avala la desacreditación y persecución del trotskismo.
Como bien caracteriza Broué, la relación de fuerzas a fines de 1924 es muy distinta a la existente poco menos de dos años antes, aún con Lenin postrado. Sin embargo, Trotsky mismo comprende que esa relación de fuerzas existente entre la camarilla burocrática y la oposición revolucionaria no es otra cosa que la expresión de un proceso mucho más profundo, que se venía gestando entre las propias masas rusas. El historiador italiano Giuliano Procacci, en su estudio sobre las Lecciones de Octubre, entiende que “su aislamiento y la escasa audiencia que tuvieron sus tesis fuera de círculos distinguidos” se explica, más allá de las posibilidades del propio Trotsky, en que “aún prescindiendo del partido, era el país golpeado por diez años de guerra, de revolución, de guerra civil, de escasez y de dificultades de todo tipo, el que se mostraba refractario y reticente a la perspectiva de una recuperación revolucionaria que hubiera comportado nuevos sacrificios y nuevas luchas.” (Procacci, “I. La Revolución Permanente”, Pág. 13)
Otro aspecto, no menor, que debe ser considerado para analizar a las bases comunistas, receptoras de Lecciones de Octubre, es que la propia base militante había sufrido ya una fuerte transformación. No sólo importantes cuadros habían sido desplazados, expulsados o estaban bajo efecto de la desmoralización, sino que con la “Promoción Lenin” (Ver ¿Qué fue la “Promoción Lenin”? – En Defensa del Marxismo) se había incorporado en el partido un enorme número de militantes, sin haber estos sido seleccionados o discutidos en los círculos y organismos de base. Estos nuevos militantes contaban con una escasa formación política. Como destaca Deutscher: “En 1924, quienes habían pertenecido al Partido Bolchevique desde los primeros días de 1917 constituían ya menos del 1% de la suma total de miembros. Para la masa de miembros jóvenes, la revolución era ya un mito tan impreciso como heroico. Las luchas políticas anteriores, con todos sus complicados alineamientos, parecían aún más remotas e irreales.” (Deutscher, “El profeta desarmado”, Pág. 147) Así, las posibilidades de manipular a la base militante por parte de la burocracia eran mayores, lo que los habilitaba a plantear delirios tales como que “la Revolución Permanente revelaba el carácter menchevique de Trotsky”, algo que a la comprensión de cualquier marxista con un mínimo de formación resultaba por demás ridículo.
La propia troika era consciente de las debilidades en las que estaba inmerso Trotsky para fines de 1924. “Durante la discusión del año pasado, el número de seguidores de Trotsky era ya mucho menor, pero, sin embargo, todavía había cientos de camaradas dispuestos a defender consecuentemente su plataforma. En el actual ataque del camarada Trotsky contra la C.C. se pueden contar con los dedos de la mano los camaradas que defienden la plataforma del camarada Trotsky. Y esto no es una mera casualidad.” (Zinoviev, “Bolchevismo o Trotskismo”) Al mismo tiempo que Zinoviev es consciente del relativo aislamiento que le venían propiciando a Trotsky y la oposición, en ese mismo folleto caracteriza que el estado de ánimo de las masas choca con el de Trotsky y su propuesta política. Sin embargo, dos años después, en 1927, en oportunidad del 10° aniversario de la revolución, la oposición organizó una importante movilización con pancartas contra la burocracia y su represión sobre Trotsky y la izquierda. Hizo falta una fuerte represión contrarrevolucionaria para que la burocracia pudiera consolidarse.
En Bolchevismo y Stalinismo Trotsky explicará detalladamente las dificultades de impulsar una lucha política para la Oposición en tiempos termidorianos de dominio de la troika. A las dificultades ya explicitadas en el terreno local se debe sumar el durísimo golpe que para la vanguardia comunista europea significó la derrota de la revolución alemana, que a su vez vendrá acompañada algunos años después con el ascenso del nazismo. En síntesis, el stalinismo crecerá y se afirmará en el poder a razón del desgaste interno de la propia revolución rusa y el golpe que significó la derrota alemana para la propia vanguardia comunista local e internacional. Es lógico que en ese contexto de reflujo político, pero sobre todo de retroceso ideológico, el certero golpe de Trotsky, al llegar a destiempo, resulte menos eficaz que la simple y vulgar difamación personal a la que apeló la troika durante estos años.
Bibliografía:
Broué, Pierre; “El Partido Bolchevique”, Alternativa, Buenos Aires, 2007.
Bujarin, Nikolai; “La teoría de la Revolución Permanente”, Communist Review, Vol. 5 Nro 10, Marxist Internet Archive.
Carr, Edward Hallet; “El Socialismo en un sólo país (1924-1926). Tomo 2”, Alianza Editorial, Madrid, 1975.
Deutscher, Isaac; “Trotsky. El profeta desarmado”, Era, Madrid, 1985.
Lenin; “Testamento Político”, Anagrama, Buenos Aires, 2011.
Trotsky; “Bolchevismo y Stalinismo”, El Yunque, Buenos Aires, 1975.
Trotsky, Bujarin y Zinoviev; “I. La Revolución Permanente. El gran debate 1924-1926”, Siglo XXI, Madrid, 2015.
Trotsky; “Los primeros cinco años de la Internacional Comunista”, IPS, Buenos Aires, 2017.
Zinoviev, Grigori; “Bolchevismo o Trotskismo. Hacia dónde se dirige la línea del trotskismo”, Editorial Partido Comunista de Gran Bretaña, Marxist Internet Archive.