¿Qué fue la “Promoción Lenin”?

La falsa proletarización stalinista de 1924

La muerte de Lenin el 21 de enero de 1924 despertó un suspiro de alivio en Stalin, Zinoviev y Kamenev, la llamada “troika”. El secretario general, Stalin, venía siendo fuertemente cuestionado por el gran líder revolucionario, quien en su Testamento aconsejó desplazarlo de su cargo. Con su muerte, el Politburó encontró la libertad que anhelaba para profundizar su orientación burocrática, en línea con los intereses de la ascendente camarilla soviética. El primer gran anuncio luego del funeral fue la llamada “Promoción Lenin”, que buscaba incorporar una enorme masa de obreros al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Stalin deseaba estructurar la organización de una manera distinta, garantía última de un poder burocrático que debía ser asimilado acríticamente por una nueva base partidaria. Así, la troika organizó el funeral de Lenin y, en un mismo movimiento, la sepultura del partido de combate ideado por este veinte años atrás.

La “Promoción Lenin”

El “culto a la personalidad” combatido por Lenin durante toda su vida fue finalmente ignorado por la troika tras su fallecimiento. Stalin y compañía no dudaron en exaltar a Lenin como una figura celestial que guardaba una directa vinculación en la “tierra” con la dirección partidaria. Nadezhda Krúpskaya se horrorizó ante la veneración exagerada que le rendía el partido y el Estado a su difunto compañero. La ausencia de Trotsky en el funeral, por encontrarse de viaje en tierras georgianas, recetado por sus médicos para recuperarse de una enfermedad, facilitó la tarea a la burocracia. Frente a las masas, la sucesión de Lenin se presentó en la troika, en el aparato del partido, la misma camarilla que el propio Lenin combatió los últimos meses de su vida consciente.

La XIII Conferencia, acontecida una semana antes de la muerte de Lenin, le sirvió a la camarilla para confirmar su puesto de indiscutible conducción partidaria. Las críticas fueron aplacadas. Inicialmente por medio de maniobras que dejaron a la oposición con escasos representantes en la conferencia, mientras que en la instancia plenaria los opositores y la figura de Trotsky (ausente por enfermedad) fueron atacados sin piedad, bajo una lluvia de falsas acusaciones: “divisionistas”, “mencheviques”, “enemigo de los campesinos”, “pequeñoburgueses”, etc. La parodia del “Nuevo Rumbo”, propuesto por la dirección partidaria, tuvo como broche de oro la “proletarización” del partido. Frente a las acusaciones de burocratización, la troika aplicó burdamente la receta de engrosar la organización bajo una masiva incorporación obrera que funcionara como contrapeso de las presiones burocráticas.

Lejos de impulsar un reclutamiento sobre la base de la discusión política y la selección de una nueva camada de obreros a “ganar”, Stalin y compañía forzaron el ingreso de doscientos cuarenta mil nuevos “militantes”, en su mayoría provenientes de la clase obrera. Tomados a mansalva de las fábricas, la “Promoción Lenin” terminó siendo una leva oficial, que en cuestión de semanas sumó a una masa militante que representaba el 50% de los miembros existentes hasta ese momento. Incluso, la nueva camada adquirió plenos derechos desde el momento en que ingresó al partido. Así, se evitaban los períodos de prueba definidos durante el bolchevismo e ingresaban bajo mínimos requisitos políticos. Los nuevos “comunistas” podían votar y participar en los congresos, e incluso ser elegidos en puestos de dirección intermedia desde el momento en que ingresaban al PCUS.

Como apunta Pierre Broué: “Los recién incorporados carecen por completo de instrucción o la poseen en un grado ínfimo. (…) En manos del aparato se convierten en una dócil masa de maniobra que siempre sigue a los dirigentes, considerablemente alejada del espíritu revolucionario del obrero bolchevique, y que va a aplastar con su número a los militantes rebeldes”. (Broué, Pág. 238). En un mismo sentido, Isaac Deutscher reflexiona: “La promoción leninista les procuró de hecho a los triunviros una devota clientela a la que posteriormente recurrirán en la lucha contra la oposición”. (Deutscher, Pág. 133).

Ya no era requisito ser parte de la probada vanguardia del movimiento obrero para integrar las filas comunistas. Una masa heterogénea de miembros fue incorporada, dejando la puerta abierta a un buen número de arribistas, carreristas, pero sobre todo inmediatos seguidores de Stalin y compañía. La troika necesitaba engrosar la fila de acríticos militantes para acorralar aun más a los críticos oposicionistas, encabezados por Trotsky. Bastaba un simple movimiento vertical de mentón para pertenecer verdaderamente al partido.

La proletarización de Lenin

El stalinismo se encargó de propagandizar que su política se inspiraba en la promoción proletaria que el gran líder ruso había defendido en los últimos años de su vida. Esto era falso. Los planteos de Lenin no contenían el ingreso a mansalva, indiferenciado, de obreros al partido. Sin dudas, Lenin hubiera protestado rabiosamente ante una campaña de estas características.

En 1921, Lenin estaba convencido de que los comunistas no dirigían el aparato estatal, sino que el aparato estaba dirigiendo a los comunistas. Los peligros de que la burocracia estatal se infiltraran dentro del partido y su dirección eran señalados por Lenin, por lo que la mejor forma de contrarrestarlo era dotar a la clase obrera de una fuerza de conducción decisiva dentro del partido y el propio Estado. Al mismo tiempo, se debía bloquear la llegada de arribistas a la organización comunista, los cuales aparecían por todos lados en el marco de las políticas de apertura comercial y cierta liberalización económica que promovía la llamada “Nueva Política Económica” (NEP).

En marzo de 1922, en uno de los últimos debates dados sobre las condiciones de admisión de nuevos miembros al partido, Lenin discutía en los siguientes términos: “Zinoviev propone que el período de prueba sea de medio año para los obreros y de un año para los restantes. Propongo un período de medio año solo para los obreros que hayan trabajado efectivamente no menos de diez años en las grandes empresas industriales. Para todos los demás obreros, un año y medio; dos años para los campesinos y miembros del Ejército Rojo; y tres para los restantes”. (Obras Completas XXXVI, Lenin, Pág. 187). Más allá de cuál fuera el plazo conveniente para los ingresos al partido, queda a la vista bajo qué estrictos criterios Lenin abordaba el problema de las incorporaciones.

Durante este debate sostenido en el Comité Central, Lenin afirmaba:“No hay duda de que ahora nuestro partido no es, por la mayoría de sus componentes, lo suficientemente proletario. Creo que nadie podrá discutir esto, pues la simple consulta de la estadística lo confirmará. Desde la guerra, los obreros industriales de Rusia son mucho menos proletarios de lo que eran antes, pues durante la guerra todos aquellos que querían eludir el servicio militar entraron en las fábricas. Por otra parte (…) nuestro partido tiene ahora una educación política mucho menor que la necesaria para una genuina dirección proletaria en esta situación difícil.(…) Además, debe tenerse en cuenta que en la actualidad es muy grande la tentación de ingresar en el partido gobernante.(…) De esto saco la conclusión de que debemos establecer períodos de prueba mucho más prolongados.(…) determinar con mucho detalle en qué consiste el paso de candidato en el período de prueba, cuáles deben ser las prácticas concretas y prácticas en que se realiza el control para saber si el candidato pasa en verdad por un período de prueba o se trata de una mera formalidad”. (Lenin, Pág. 189-190).

Estas reservas estaban encuadradas en el tipo de partido que Lenin había pensado tiempo atrás, al que incluso debía complementar nuevos recaudos, propios de tiempos en los que abundan los arribistas. La “Promoción Lenin” se dio en ese mismo marco de emergencia de elementos que guiados por intereses personales se mostraban deseosos de posar con la hoz y el martillo. Sin embargo, la troika hizo de las puertas del partido verdaderos portones que, abiertos de par en par, permitían el ingreso de casi cualquier ciudadano soviético. Dentro de esa liviana selección se privilegiaba a aquellos que menor experiencia política tuvieran, resultando esto aun más conveniente para la camarilla.

Lenin amplió en 1922 su crítica a la propia dirección del partido, cada día más cercana y dependiente a los intereses de la emergente burocracia soviética. Poco a poco entendió que existía una simbiosis entre las cúspides del partido y el Estado. Fue así que, a fin de año, apuntó contra el Rabkin (el Comisariato de Inspección Obrera y Campesina dirigido fallidamente por Stalin), proponiendo la proletarización de este organismo. Así, Lenin buscaba mejorar el funcionamiento del principal órgano de control de las instituciones y organismos soviéticos. Al mismo tiempo, sostuvo que la dirección partidaria -Comité Central- y sus organismos de vigilancia -Comité Central de Control- rompieran con la hegemonía burocrática que les imprimía la troika.

“Conviene recordar cómo procedimos en los momentos más críticos de la guerra civil (…) cómo recurrimos a la vanguardia obrera del partido. (…) de nuestros intentos de reorganizar la Inspección Obrera y Campesina, surge la conclusión de que aún nos falta realizar una tentativa: no hemos intentado confiar esta tarea en nuestros obreros y campesinos, poniéndolos al frente de nuestro partido como miembros del CC”. (Lenin, Pág. 511). Mientras se incentivaba la disminución de miembros en el Rabkin, reemplazando los hombres de gris por formados cuadros obreros, para la dirección partidaria Lenin proponía la ampliación de sus miembros, incluyendo a un buen número de obreros como nuevos miembros del CC, reserva política y moral contra la burocratización. “La incorporación de numerosos obreros al Comité Central ayudará a mejorar nuestro aparato, que es verdaderamente defectuoso. (…) Los obreros miembros del Comité Central deben ser preferentemente obreros de una capa más baja que los promovidos en estos cinco años al trabajo en los organismos soviéticos (…) simples obreros y campesinos”. (Lenin, Pág. 477).

Es así como Lenin pensaba la proletarización: como una forma de contrarrestar el poderío que venía acumulando en el partido una camarilla que respondía a la ascendente burocracia soviética. Ahora bien, esa burocracia no solo estaba compuesta por exfuncionarios zaristas y profesionales pequeñoburgueses, sino que también había obreros que en su ascenso al Estado terminaron separándose de sus propios intereses de clase. De ahí, su obsesión por incorporar al partido a verdaderos obreros, con comprobados años de trabajo fabril, y la promoción de cuadros proletarios no burocratizados, ni contaminados por tareas administrativas en los últimos años, a los puestos de dirección estatal y partidaria.  

Un golpe de muerte al partido de Lenin

Poco más de veinte años antes de la “proletarización” stalinista, Lenin había establecido las bases que definieron el partido de combate revolucionario. Entre fines de 1901 y principios de 1902 delineó en su folleto ¿Qué hacer? qué características debería tener la organización partidaria. Cómo intervenir frente a las presiones y desviaciones que surgen de los movimientos de masas, particularmente los economicistas o sindicalistas. Cómo formar militantes profesionales en la lucha preponderantemente ilegal contra el zarismo. La obsesión de Lenin en términos organizativos giraba en torno a cómo pasar de una actividad artesanal e improvisada, que predominaba en Rusia, a una férrea disciplina militante que estuviera centralizada, bajo una dirección única y un periódico político central.

El II congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), celebrado entre julio y agosto de 1903, trajo consigo la discusión sobre qué tipo de organización debía tener la socialdemocracia. El famoso art. 1 del estatuto del POSDR propuesto por Lenin terminó siendo nodal no solo de cara a este congreso, sino también para la historia del socialismo ruso e internacional. El texto original de Lenin afirmaba: “Se considerará miembro a quien acepte su programa y apoye al partido, tanto financieramente como mediante su participación personal en una de sus organizaciones”. Mártov lo rechazó en un sentido aperturista y flexibilizador, ya que donde Lenin definía que era miembro quien “participara personalmente” en las organizaciones del partido, Mártov lo rebajaba a quien “cooperara personal y regularmente bajo la dirección de una de las organizaciones socialdemócratas”.Los bolcheviques o mayoritarios se alineaban con los planteos leninistas, formulados previamente en el ¿Qué Hacer?, mientras que los mencheviques o minoritarios se organizaron con Mártov.

Esta fisonomía partidaria fue una de las causas que llevó a Lenin a su temprana separación con los mencheviques en 1903. Este modelo partidario pronto asomó como el tipo de organización revolucionaria militante, preparada para la acción directa y la lucha revolucionaria por el poder, que se impuso frente a una socialdemocracia europea cada vez más corrompida políticamente. Los amplios y difusos márgenes organizativos eran una expresión concreta del tipo de programa que la socialdemocracia defendía en aquel momento: tendencia al apoyo de sus propias burguesías y negación estratégica del poder obrero.

Ahora bien, ¿qué cambios operaron a partir del fallecimiento de Lenin en 1924? La muerte del gran líder bolchevique le permitió a la camarilla sostener su actividad burocrática y conspirativa con mayor facilidad. No solo por su ausencia, sino por haber construido un relato en que Lenin estuviera por continuidad presente en la figura de Stalin y la camarilla. Su muerte le permitió desplegar un demagógico manto de homenaje y veneración lo suficientemente grueso como para ocultar las políticas y métodos que iban en absoluta contradicción con el pensamiento de Lenin. La troika pudo impulsar una política de reestructuración partidaria interna que, en nombre del “leninismo”, acallara la crítica y al mismo tiempo revisara tanto los métodos como los principios políticos y organizativos del bolchevismo. Así, se tiró por la borda el ¿Qué hacer? y los años de lucha interna con los mencheviques, el oportunismo y el centrismo socialdemócrata.

Stalin publicó Los fundamentos del leninismo en 1924, más por necesidad de señalar con su autoría quién era el verdadero sucesor de Lenin que por el interés de dejar por escrito algún tipo de “aporte”. La revisión, más allá del “socialismo en un solo país” teorizado por la burocracia meses después, en muchos casos se ejecutó directamente en el terreno práctico. Esto sucedió con el partido. En un marco de absoluta impunidad, combinación de tristeza y dolor popular por la desaparición del líder, junto con la consciente política revisionista de la burocracia, apareció la llamada “Promoción Lenin”. Tildada oficialmente como una “brillante manifestación de la unidad irrompible de la clase obrera y su partido” (Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética, Pág. 396), la “Promoción Lenin” no era más que la negación del bolchevismo y del pensamiento del propio Lenin.

La historia comunista “oficial” (stalinista) se encargó de plantear que “la promoción leninista llevó al partido a los mejores obreros, a los obreros avanzados, forjados en los combates revolucionarios. (…) seleccionar para las filas comunistas a los trabajadores de vanguardia, a los hombres más fieles a la revolución proletaria”(Historia del PCUS, Pág. 396). Pero en los hechos fue todo lo contrario: las puertas del partido se abrieron de par en par, desprovisto el ingreso militante de cualquier criterio leninista.

La leva de una nueva masa “militante” iba completamente en línea con la selección a dedo de los secretarios y distintos puestos partidarios que realizó la propia camarilla. Cual patrones de estancia, los responsables se ubicaban fuera de las fábricas y apuntaban a aquellos obreros que quisieran sumarse al partido. Así, se dejaban de lado los requisitos necesarios para ser militante comunista, mientras que los organismos de base del partido, la militancia real, no cumplían ningún papel en esta selección. Al mismo tiempo, frente a la crítica imperante de la oposición sobre la necesidad de resolver todo en las instancias plenarias, la burocracia se valdría ahora de una nueva, más disciplinada y dócil mayoría que mecánicamente alzara la mano a favor del Buró. Es por eso que la “Promoción Lenin” también incluía plenos derechos militantes para los recién llegados.

Trotsky ante la leva stalinista

La “promoción proletaria” fue defendida por Trotsky usando términos similares a los de Lenin. El ex jefe del Ejército Rojo tenía un preciso diagnóstico sobre la camarilla burocrática: “El burocratismo del partido no es un resabio del período anterior en vías de desaparecer sino, por el contrario, un fenómeno esencialmente nuevo, originado por nuevas tareas, nuevas funciones, nuevas dificultades y nuevos errores del partido”. (Trotsky, “El Nuevo Curso”, Pág. 11). Frente a una burocracia que se alejaba cada vez más de la base partidaria, entendía que la participación de los obreros debía ser un eje central del “nuevo curso” que debía asumir el comunismo soviético. Trotsky “se había referido a la debilidad de las células proletarias como causa principal de la deformación burocrática del partido y había instado al partido a reclutar más miembros de la clase obrera”. (Deutscher, Pág. 133).

Para la enorme mayoría de la base partidaria el debate estaba cercenado, ya sea por no tener acceso al mismo o por preferir no emitir opiniones que luego valieran la represión del aparato. En este sentido, junto a la proletarización, Trotsky apelaba a la restauración democrática partidaria. “La base debe expresar las razones de su descontento en el mismo seno del partido, debe poder participar realmente en la constitución del aparato organizativo, conforme a los estatutos y, sobre todo, al espíritu de nuestro partido”. (Trotsky, “Nuevo Curso”, Pág. 67.) La democratización, la apertura de la discusión, a su vez era pensada en función de luchar por una orientación industrialista, que Trotsky entendía como tarea estatal inaplazable en ese momento de estancamiento económico. Así, la recuperación de la democracia partidaria y el incentivo industrial, permitirían una verdadera inserción obrera en la vida social y política rusa, condición fundamental para desarrollar la discusión y participación proletaria en el PCUS.

La ”Promoción Lenin” se dio en medio de una campaña de deslegitimación absoluta del gran opositor que aún podía dar batalla en tierras soviéticas. Trotsky era acusado de menchevique a partir de su posición en el debate congresal de 1903. En ese momento Trotsky bregó por la unidad del Partido Socialdemócrata, pero al poco tiempo rompió con los mencheviques y emprendió un camino de clara delimitación política con el oportunismo de Mártov y los suyos. La camarilla burocrática intentaba encuadrarlo como un menchevique de toda la vida, usando esta acusación como un argumento concluyente de cara a cualquier crítica o cuestionamiento que este pudiera hacer en el presente. La campaña de deslegitimación se sostuvo también en los debates que durante más de una década cruzaron a Lenin y Trotsky bajo notas y artículos polémicos, como era normal en las discusiones dentro de la socialdemocracia. Este pasado de pretendida disputa con Lenin sería utilizado en el “carpetazo” stalinista y su revisión deformada de la historia.

La burocracia estalinista recicló los planteos de Lenin y Trotsky incentivando, en forma deformada, la incorporación de obreros al partido como una forma de acrecentar su clientela personal, su séquito. La crítica al contenido de la “Promoción Lenin” resultó muy dificultosa para el propio Trotsky, quien de hacerlo iba a ser rápidamente acusado de “elitista”, “antiobrero” o cualquier epíteto empleado por la burocracia en el marco de una campaña sinigual contra su persona. Debía seleccionar qué batallas dar y cuáles no. Fue así que inicialmente Trotsky, presionado, elogió la promoción proletaria del stalinismo: “El hecho político más importante de los últimos meses (…) ha sido el ingreso de obreros industriales en las filas de nuestro partido”. (Deutscher, El profeta desarmado, Pág. 134).

En tiempos posteriores, de exilio, Trotsky se rectificará, explicando que el verdadero objetivo de la promoción proletaria de Stalin era aprovecharse de la muerte de Lenin en función de fortalecer a la propia burocracia. “Las puertas del partido, hasta entonces bien vigiladas, se abrieron de par en par a todo el mundo: los obreros, los empleados, los funcionarios, entraron en masa. Políticamente se trataba de disolver la vanguardia revolucionaria en un material humano desprovisto de experiencia e independencia, pero acostumbrado, en cambio, a obedecer a las autoridades. El plan tuvo éxito. Al liberar a la burocracia del control de la vanguardia proletaria, la “Llamada de Lenin” dio un golpe mortal al partido de Lenin”.(Trotsky, La Revolución Traicionada, Pág. 103 y 104).

El control del partido debía ser absoluto para la troika, por lo que los viejos y más capaces militantes opositores debían ser removidos a cargos inferiores, alejados a puntos geográficos de menor trascendencia política o directamente ser expulsados por falsas acusaciones de indisciplina. Trotsky debía quedar lo más aislado posible. Sin embargo, con eso solo no bastaba: la troika se propuso transformar el carácter del partido para así extirpar el tumor de la oposición y la crítica de manera definitiva.

Si bien las mayorías en los congresos y conferencias eran conquistadas por la dirección a fuerza de maniobras y propagando miedo, en el fondo subsistía el propio temor de la burocracia dirigente a sus propios militantes. Las demandas del aparato militar y político soviético, producto del comunismo de guerra, sin dudas, habían golpeado a muchos cuadros medios bolcheviques, transformándolos en pasivos agentes administrativos o acríticos ejecutantes de políticas llevadas adelante sin discusión. Sin embargo, el carácter revolucionario del viejo militante profesional no había desaparecido y amenazaba con volver a despertarse frente a tantos atropellos. Ese militante crítico podía empalmar con la genuina emergencia de una clase obrera que daba muestras de cansancio hacia la burocracia y el lugar usurpado por ésta. Eran estas las reservas obreras y comunistas a las que apostaba la Oposición en su lucha contra la burocratización stalinista.


Bibliografìa:

Broué, P. (2007). El Partido Bolchevique. Buenos Aires: Alternativa.

Deutscher, I. (1985). Trotsky. El profeta desarmado. Madrid: Era.

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Trotsky, L. (1990). Mi Vida. Buenos Aires: Antídoto.

Trotsky, L. (2015). El Nuevo Curso (y anexos). Valencia: Ediciones Sedov.

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