Primera parte

A 100 años del fallido “Octubre Alemán”

Las responsabilidades del KPD, la Internacional y el estalinismo en el fracaso de 1923

Después de Octubre parecía que los acontecimientos se desarrollarían en Europa por sí solos y con tal rapidez que no nos dejarían el tiempo de asimilar teóricamente las lecciones de entonces. (Trotsky, Lecciones de Octubre, Pág. 15). Esta línea fue escrita por Trotsky poco más de seis años después de la toma del Palacio de Invierno. Si bien no sobraba tiempo para poder examinar científicamente las lecciones de octubre ruso, es igualmente cierto que no pudieron balancearse otras experiencias victoriosas más allá de la soviética. En 1924, Trotsky no sólo salda –en el balance histórico planteado en “Lecciones de Octubre”- cuentas pendientes con la “troika”, o al menos con aquellos bolcheviques “vacilantes” en octubre de 1917, sino que busca en su folleto reivindicar al partido como factor de dirección decisivo de cualquier revolución obrera triunfante. Alemania de 1923 vino a demostrar que sin un partido capaz de dirigir la revolución proletaria, ésta se torna imposible. (Ídem, Pág. 15) 

Tanto Lenin como Trotsky, daban a la revolución alemana un lugar determinante para el futuro de la experiencia soviética y la revolución mundial. Nada podía definir más a la dictadura proletaria, y la lucha contra las desviaciones de todo tipo que empezaban a aflorar en Rusia, que la toma del poder del poderoso proletariado alemán. Los comunistas europeos y rusos, anoticiados sobre los preparativos revolucionarios alemanes, comprenden que los sucesos que se aproximan tendrán una significación histórica mundial. Pasado algún tiempo, cada uno verá que este otoño del año 1923 marca un viraje, no sólo para la historia de Alemania, sino para la de la humanidad toda. (Broué, Revolución en Alemania, Pág. 225). Cientos de miles de obreros habían sido educados en las secciones comunistas europeas bajo esta decisiva premisa histórica. Esto explica cómo se vivió en Petrogrado la crisis revolucionaria. La ciudad está cubierta de afiches que invitan a la juventud rusa a aprender alemán para servir a la revolución que viene. En fábricas, escuelas, universidades, cotidianamente se realizan reuniones apasionadas sobre la ayuda necesaria para los obreros alemanes. (…) En las asambleas generales en las fábricas se votan resoluciones que anuncian que los obreros rusos están dispuestos a renunciar a aumentos e incluso a aceptar reducciones de salarios para acudir en ayuda a la revolución alemana. (…) Se han creado dos fondos especiales: reservas de oro y reserva de cereales. (Broué, Revolución en Alemania, Pág. 205) 

En la primera parte de este trabajo, intentaremos resumir la etapa que va de la revolución de noviembre de 1918 a los preparativos de 1923. Este interludio resulta decisivo para comprender cómo cada una de las orientaciones y políticas adoptadas por los comunistas alemanes, en general pendulares, condicionaron los eventos del Octubre Alemán. A su vez, se tendrá en cuenta la decisiva influencia de la Internacional Comunista (IC) a lo largo de este período, proyecto de partido internacional que se desarrolló al calor de la revolución europea, siendo decisiva la experiencia de Alemania, y terminó siendo abortado en el fallido Octubre alemán.

En la segunda parte, analizaremos qué fue el fiasco alemán de octubre de 1923 y las consecuencias de todo tipo que esta experiencia trajo. El Octubre Alemán fue una demostración clásica de la manera en que puede desaprovecharse una situación revolucionaria excepcional y de importancia histórica mundial. (Trotsky, Pág. 14) ¿Qué responsabilidades tuvo el KPD? ¿Cómo actuó Brandler y la ultraizquierda? ¿Cómo intervino el Komintern (IC)? ¿Era posible la victoria? ¿Qué consecuencias trajo la derrota? 

Después de noviembre de 1918 y el nacimiento del KPD 

La débil República de Weimar fue la salida que tuvo la burguesía a la crisis de poder que se abrió tras la derrota en la guerra frente al bando aliado y la insurrección obrera de noviembre de 1918. El movimiento revolucionario que, por medio de levantamientos de marineros y soldados así como de huelgas generales obreras, pusieron en pie organismos de doble poder: consejos y milicias, fue desbaratado a partir de la intervención de la burguesía alemana en abierta colaboración con el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y los sectores conservadores militaristas, unidos todos ellos por el temor al fantasma que volvía a recorrer Europa. La revolución alemana fue una insurrección espontánea de los trabajadores en noviembre de 1918 (que) no hizo sino transmitir el poder a manos de la burguesía.(Trotsky, Pág. 15).

Tras la navidad de 1918, la socialdemocracia no dudó en apelar a la represión de los sectores revolucionarios como defensa última de la democracia burguesa. El asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht resultó icónico para todo el movimiento revolucionario, sin embargo su nueva y aún más evidente traición a la clase obrera no liquidó las posiciones del SPD, la “mayoría”, en el movimiento obrero. No sólo en los sindicatos sino también en los consejos, los socialdemócratas tuvieron una ubicación de mando que les permitió seguir maniobrando a buena parte de los obreros, conteniendo en los momentos de mayor algidez revolucionaria para intentar luego liquidar los propios órganos obreros en momentos de menor turbulencia. Las debilidades de los espartaquistas (socialdemócratas revolucionarios, organizados por Rosa Luxemburgo en la Liga Espartaco) y los izquierdistas radicales de Berlín, Bremen y Hamburgo (organizado durante algunos meses bajo el nombre de Comunismo Internacionalista de Alemania, IKD) explican en parte la desfavorable resolución del proceso revolucionario, sin haber podido conquistar un lugar de dirección o mayoritario en las organizaciones obreras ni antes, ni durante ni después de noviembre. 

La lucha abierta entre la revolución y la contrarrevolución alemana desde fines de 1918 no hizo más que confirmar uno de los problemas que Lenin y los bolcheviques habían señalado tempranamente a Luxemburg: la necesidad de tener una organización revolucionaria separada de los socialpatriotas y centristas. Claro está, si bien no debe ser ignorado el peso propio que aún tenía el aparato del SPD en el movimiento obrero, no existía en Alemania una organización política que supiese establecer un marco propio, con una estrategia y tácticas claramente delimitadas que permitieran a los revolucionarios abrirse paso en medio de la confusión reinante. El espartaquismo no pudo ser la dirección del proceso revolucionario de noviembre de 1918, reduciéndose a ser una minoría incluso dentro de los propios consejos revolucionarios de obreros y soldados, y adoptando una política putschista en enero de 1919, en un llamado a la toma del poder desoído por las masas obreras que terminó en la sangrienta represión de las tropas de Noske. 

El triunfo de la burguesía no significó el aplastamiento de la clase, ni mucho menos. La revolución proletaria era una posibilidad latente, siendo las jornadas de 1918/1919 la confirmación de la marea insurreccional pronosticada por los bolcheviques como inevitable consecuencia de la guerra. Tanto el primero como el segundo congreso de la flamante Internacional Comunista, alentados también por los sucesos húngaros en 1919 y la creación de los consejos de fábrica en Italia en 1920, definieron esta etapa abierta tras el octubre ruso como revolucionaria, de ofensiva para la clase obrera europea. Sin embargo, poco iban a poder hacer los revolucionarios alemanes si no tenían su propio partido y mucho menos si no abandonaban ciertos vicios del pasado. 

La participación de los espartaquistas en el Partido Socialdemócrata Independiente Alemán (USPD, ruptura centrista del Partido Socialdemocrata, SPD) era justificaba por ellos a partir del elevado número de obreros que había en sus filas. Conscientes del carácter centrista e incluso oportunista que tenía el ala derechista del USPD, con Hasse y Dittmann a la cabeza, la Liga Espartaco igualmente hacía sopesar el contenido de masas del socialismo alemán. Resignarse a ello equivalía a caer en el aislamiento. Mucho tiempo tardó, siendo el tiempo siempre un factor decisivo, el espartaquismo para comprender que el aislamiento para los revolucionarios no proviene de ser o no parte de una organización de masas, sino que provenía centralmente de una política equivocada, la cual oscilaba entre un espontaneísmo exacerbado que condicionaba cualquier preparación política y un rechazo, casi por principio, a la intervención en los sindicatos dominados por las burocracias. El conservadurismo organizativo lejos de ser un factor que allane el camino de los espartaquistas, terminaba siendo un pesado condicionante que tenían los revolucionarios, mucho más en momentos insurreccionales como los que se estaban viviendo. 

La ruptura espartaquista con el USPD surge a partir del momento en que Hasse se pronuncia en línea con el SPD por la convocatoria a una Asamblea Constituyente, (con la que trataba de bloquear el desarrollo del masivo, pero naciente movimiento de los Consejos Obreros). Por otro lado, los radicales agrupados en el IKD a su vez tienen recelos con el espartaquismo, al haber sido integrante del partido independiente. En cualquier caso, días antes de que termine el año 1918 nace el Partido Comunista Alemán (KPD), pero no de la mejor manera. Al clima radicalizado de estas jornadas se suma una tendencia firmemente ultraizquierdista que se impone en la orientación política del nuevo partido: el rechazo a participar en las elecciones por la Asamblea Constituyente (y en general) y la negación principista a la intervención de los revolucionarios en los sindicatos se completa con un “luchista” planteo de poder callejero. Al mismo tiempo, los aspectos organizativos no son considerados, siendo la necesidad de un partido centralizado poco menos que una mala palabra. El KPD ha nacido, pero más como un sentimiento de adhesión al comunismo ruso que como una herramienta revolucionaria de la vanguardia. Las indicaciones y la autoridad espartaquista no prevalecen frente a los elementos ultraizquierdistas, que abundan como reacción a la experiencia y la nueva tanda de traiciones socialdemócratas.

El intento de corrección de las desviaciones alemanas, la unificación y la Internacional Comunista

Tras el ascenso represivo de Noske se consolida el gobierno de coalición entre los partidos burgueses y el SPD, mientras que el USPD se retira tras una corta colaboración. El flamante KPD había sufrido un fuerte golpe por el asesinato de sus dos más importantes dirigentes y el encarcelamiento de otros tantos, entre ellos Leo Jogiches quien además será asesinado en marzo de 1919. La desmoralización reina dentro de sus filas. 

Paul Levi es quien queda al mando del partido, hombre cercano a Lenin en el exilio de la década anterior que trabajará de forma conjunta con Karl Radek, enviado desde Moscú. Ambos advierten que la acción, descoordinada e indisciplinada, de enero de 1919 debe ser considerada como un acto putschista, inadmisible en un partido comunista que se plantea la insurrección de las masas obreras como único medio disponible para tomar el poder. El partido debe reorientar su intervención si no quiere liquidarse en el aislamiento. El nacimiento del KPD trajo bajo su manga una serie de orientaciones ultraizquierdistas, empezando por el boicot a elecciones del ‘19 que tuvieron finalmente el 83% de participación, el rechazo a los sindicatos y un desprecio a los dirigentes socialdemócratas que muchas veces se trasladaba mecánicamente a sus bases, explicándose así la falta de apoyo a los planteos, y mucho más a las acciones, de los comunistas. 

La nueva dirección comunista que también incluye a Clara Zetkin y a Heinrich Brandler, acuerda en que la ruptura con la USPD fue una política correcta, sin embargo muchos cuadros revolucionarios, su vanguardia obrera, ha quedado dentro del partido centrista. Con ellos se comparte no sólo el rechazo al oportunismo del SPD y de los dirigentes centristas, y algo más, de la derecha del USPD, sino también la oposición a los sectores ultraizquierdistas que, paradójicamente, son mayoría en el KPD.

Del mismo modo, Levi (que quedo al frente de la dirección del KPD, luego de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht) y el Ejecutivo de la Internacional Comunista criticaron la falta de reacción del KPD en las jornadas golpistas de marzo de 1920. Tomándolos por sorpresa, la derecha militar impulsó un putsch encabezado por Kapp, intento golpista que buscaba restaurar dictatorialmente el orden previo a la revolución de noviembre. Esta intentona golpista es derrotada por la movilización obrera impulsada por los sindicatos y los consejos obreros en distintos puntos del Reich. La huelga general reunió 22 millones de trabajadores, con enfrentamientos armados de milicias obreras en la cuenca del Ruhr. El KPD intervino tarde y con menos decisión que la propia clase obrera, para luego sí luchar codo a codo con el resto de los partidos obreros. Esta experiencia puso por primera vez la discusión del “gobierno obrero”, la misma proviene paradójicamente de un cuadro más bien conservador de sindicalismo socialdemócrata: Carl Legien. 

Tras las jornadas golpistas de marzo de 1919, un sector del KPD rompe y forma el Partido Comunista de Izquierda Alemán (KAPD). Desde hace tiempo Levi quiere sacarse de encima a los ultraizquierdistas que desvían el curso del comunismo. En el II Congreso del partido en Heidelberg, Levi supo, al menos formalmente, reorientar táctica y estratégicamente al partido, separándolo del infantilismo izquierdista de su nacimiento. La lucha en Alemania lejos de decaer, confirma la orientación ofensiva de la clase obrera definida al nacer la Internacional Comunista. Lenin se enfoca en los problemas del ultraizquierdismo, al que define en un folleto como una “enfermedad infantil del comunismo”. Las posiciones antiparlamentarias, antisindicalistas y putchistas europeas (Italia, Austria, Holanda, etc.) y la aún más relevante intervención alemana preocupan al dirigente bolchevique, que busca en el II Congreso de la IC discutir con los ultraizquierdistas al mismo tiempo que se eviten las escisiones partidarias en momentos de ascenso. Su palabra tiene un enorme poder para la militancia comunista europea, pero muchas veces ni siquiera es suficiente para la impaciencia de los ultraizquierdistas.

Como resolución del congreso internacional se dictan 21 condiciones para el ingreso a la IC de los partidos o grupos europeos. Éstas son dirigidas al USPD con el objeto de que sus cuadros revolucionarios rompan con sus dirigentes y se unan abiertamente al comunismo local e internacional. En octubre de 1920, con la presencia de Zinoviev como presidente de la IC, se realiza el congreso extraordinario del USPD en Halle que finalmente votó de forma dividida, poco más del 60% de sus delegados, a favor del ingreso a la Internacional Comunista. Se abre el camino de la unificación con el KPD, el cual se concreta en diciembre, sumando el USPD la mitad de sus miembros (unos 400.000) al naciente Partido Comunista Alemán Unificado (VKPD), regresando parte de la mitad restante al viejo y oportunista SPD.

La “acción de marzo” y el fin de la ofensiva

El fortalecimiento del comunismo alemán, ahora sí como un partido indiscutiblemente de masas, con posiciones de dirección en Sajonia, Turingia, pero también en Berlín, Hamburgo, la cuenca del Ruhr, y con presencia en todo el país, parece estar en absoluta sintonía con una ofensiva de la clase obrera internacional. La caracterización de ascenso obrero descripta en el II Congreso de la IC se conforma por elementos concretos, como lo son el avance del Ejército Rojo en Polonia y la ocupación de las fábricas en el norte italiano, entre el verano y el otoño de 1920. Levi no acuerda con la caracterización de ofensiva obrera, lo que sumado a la negativa a que el KAPD sea adherente a la IC, lo llevarán a enfrentarse con Radek como enviado del Kominterm y con gran parte del Ejecutivo. Desde un primer momento, Levi acusa al Ejecutivo de querer dirigir desde Moscú el destino del KPD y no ser lo suficientemente severo con la ultraizquierda.

El conflicto crecerá en enero de 1921, cuando Levi impulsa desde la Central del KPD una “carta abierta” que busca unificar –a través del desarrollo de una política de frente único- a la clase obrera en función de la lucha por sus condiciones de vida, organizar la autodefensa, solidaridad con la Rusia Soviética y la derrota de la derecha golpista. Radek acompañará esta iniciativa, mientras que los izquierdistas iniciarán una campaña contra el “oportunismo de Levi”, acusándolo de crear ilusiones en la dirección socialdemócrata. El Buró de la Internacional Comunista, impulsado por Zinoviev y Bujarin, rechazará abiertamente esta iniciativa de frente único, mediados por su creciente desconfianza en Levi. La discusión por la ruptura del partido italiano profundiza el distanciamiento y desencadena una nueva lucha. Levi había condenado junto con Clara Zetkin la resolución de la IC de expulsar al grupo de Serrati, acusado de centrismo, al considerar inconveniente la ruptura en ese momento. Las acusaciones y las disputas llegarán al propio Comité Central alemán, en el que Levi se ve cercado por sus camaradas y decide renunciar a la dirección del partido. Heinrich Brandler asume el puesto de dirección local, y Zinoviev envía a Alemania a Bela Kun, resistido por Lenin por su oportunismo en la República de los Consejos de Hungría. 

Bela Kun es la manifestación mecánica de la teoría de la “ofensiva revolucionaria”: plantea la acción de los comunistas como medio para modificar la relación de fuerzas existentes en un clima de ascenso revolucionario en Europa. Es un ultraizquierdista y, al ser desplazado Levi, su más franca oposición, tanto la izquierda como sus promotores moscovitas de la IC tendrán allanado el camino para ejecutar sin obstáculos la famosa y decisiva “acción de marzo”. Vayamos a este episodio, decisivo para el movimiento obrero alemán y para el KPD.

Bajo la iniciativa del funcionario socialdemócrata Horsing, el gobierno anuncia que la policía va a intervenir militarmente la zona industrial de Sajonia con el objetivo de desarmar a los obreros, que aún conservan los fusiles desde el golpe de Kapp. Es la oportunidad que el KPD estaba esperando. Brandler impulsa, inspirado por Bela Kun, un ultimatista llamamiento a la huelga y al enfrentamiento armado de los obreros, acusando de “amarillos” a quienes no se plieguen. Son el KPD y el KAPD las organizaciones que inician el levantamiento el 21 de marzo, sin ninguna adhesión por fuera de la zona central de Alemania y con pobres resultados dentro de la propia Sajonia. La huelga es forzada bajo un substituimos sostenido por la militancia, y sin ningún tipo de respuesta de las masas en la propia Berlín. 

El fracaso fue total, los comunistas no sólo no pudieron llevar al proletariado a la acción, sino que muchos de sus propios militantes tampoco actuaron. Hubo despidos, encarcelamientos y el partido perdió su vínculo con las masas obreras. El CC del KPD, en línea con el planteo del Ejecutivo de la IC, echan culpas a los socialdemócratas mayoritarios y la propia clase por su pasividad. La acción de marzo es celebrada por la Komintern y se critica a los dirigentes oportunistas que vacilaron en aquel momento. Levi publicó “Nuestro camino. Contra el Putchismo”, donde acusa a la dirección de haber llevado adelante una política suicida, arrastrada por la intromisión de la IC y su lugarteniente Bela Kun. La dirección partidaria se define por la expulsión de Levi, al considerar que su crítica no sólo no estuvo sometida a discusión interna sino que resulta un puñal por la espalda, como señala la prensa comunista Die Rote Fahne: La posición de Paul Levi no constituye una crítica sobre la base del partido y del combate, sino un apoyo abierto a sus enemigos (Broué, Pág. 494). 

Clara Zetkin se muestra solidaria con Levi, quien acude a Lenin. Mal informado y a destiempo, el dirigente bolchevique le recomienda que no renuncie del CC y que no haga públicas sus diferencias, justamente todo lo que ya había hecho su excompañero de exilio. La acusación de Levi será abiertamente contra Zinoviev, quien sacó en nombre del Ejecutivo el siguiente texto: La Internacional Comunista les dice: ‘han actuado bien’. La clase obrera no ha podido vencer en un sólo asalto. Han escrito una nueva página en la historia de la clase obrera alemana. Prepárense para nuevos combates. (Broué, Pág. 493) Finalmente Levi termina siendo expulsado, arribando meses más tarde a las filas del SPD y siendo considerado un “traidor” por el Ejecutivo de la IC, con la firma no sólo de Zinoviev y Bujarin, sino también de Trotsky y el propio Lenin, quien le recomienda aguardar un tiempo para reintegrarse. 

El acuerdo unánime a la expulsión de Levi no resuelve las diferencias internas sobre la acción de marzo. Un fuerte debate atraviesa el VKPD, la IC y el propio partido ruso. Thalheimer junto con los izquierdistas alemanes y Bela Kun justifican la acción, ubicando la responsabilidad de la derrota en el SPD, mientras que Brandler en prisión se distancia de este balance. En Rusia, Lenin explica que la expulsión de Levi es correcta por su indisciplina, lo que no equivale a apoyar el balance que se hizo de la acción. La defensa de Bela Kun y los izquierdistas de la acción encoleriza aún más a Lenin. No sólo la acción fue un error por caer en la provocación del gobierno alemán, sino que impulsar esta acción en nombre de la “teoría de la ofensiva” de Bela Kun implicaba apartarse del lineamiento y orientación revolucionaria definida por el congreso de la IC, el cual no planteaba la creación artificial de un escenario insurreccional. El KAPD, aún más infectado de izquierdismo, critica al KPD por su tibieza. Lenin se arrepiente de incentivar su adhesión a la IC. Zetkin define la acción como putchista. Zinoviev debe revisar los elogios al KPD y su apoyo incondicional al izquierdismo. 

En cualquier caso, el fracaso de marzo implica revisar algo más que la intervención ultraizquierdista del KPD. De cara al III Congreso, la IC debe balancear una serie de derrotas sufridas por la clase obrera. La incursión polaca fracasó, lo mismo que el movimiento de consejos en Italia, y siendo la acción de marzo un golpe duro no sólo para los comunistas alemanes sino de todo el continente. Trotsky sentencia: En marzo de 1921 se produjo una situación que impulsó a la Internacional Comunista a decir que la relación entre los partidos y las clases, entre los partidos comunistas y las clases trabajadoras, en todos los países de Europa, no estaban todavía maduras para una ofensiva inmediata, para una batalla inminente por la conquista del poder. Es necesario proceder a una educación esmerada de las filas comunistas en un sentido doble: en primer lugar, en el sentido de fusionarlas y templarlas; y en el segundo para conquisten la confianza de la mayoría de la clase trabajadora. Tal fue el lema propuesto en un momento en que los acontecimientos de marzo en Alemania aún estaban frescos.(Trotsky, “Informe sobre el IV Congreso Mundial”, Pág. 627). 

La caracterización cambió y con ella las tareas de los partidos comunistas, estos ahora deben ganarse a las masas para poder impulsar la lucha por el poder con la llegada de las próximas crisis. En la misma sintonía, Lenin aprueba el norte de la Internacional Comunista, siendo este el último congreso en que participó. 

El frente único obrero, el KPD a la “defensiva”

La derrota de 1921 trajo consigo una serie de replanteos en el KPD. Ya no sólo debía ajustarse su política en función de los errores del pasado, sino que el partido debía tener la suficiente capacidad para adaptarse a la nueva orientación de la Internacional. El KAPD ultraizquierdista es expulsado de la IC, mientras que dentro del KPD se forma una oposición de derecha. Tras la expulsión de Levi, que antes de ingresar a las filas del SPD conforma el Colectivo Comunista de Trabajo (KGD), se gesta un agrupamiento interno que sostiene la necesidad de que el KPD guarde una mayor distancia con el Ejecutivo de la IC. Friesland y un puñado de adherentes constituyen esta oposición de derecha que finalmente será expulsada. En el lado izquierdo se consolida el lugar dirigente de Ruth Fischer, Arkadi Maslow y Ernst Thälmann, quienes renegando de cualquier lección, no aprueban la condena de la acción de marzo.

Es exagerado e incorrecto decir que tras el desastre de 1921, que valió la pérdida de cientos de miles de militantes, el KPD sea un nuevo partido. Sin embargo, es justo plantear que tras la experiencia de marzo muchos de los dirigentes que tuvieron puestos de conducción en los años previos, ahora estarán fuertemente condicionados por el temor a nuevos y fatales errores. Pierre Broué sostiene que los dirigentes del KPD tendrán una actitud prudente en forma sistemática, serán precavidos contra la tentación putchista e inclusive contra el simple reflejo izquierdista. (…) pierden confianza en su capacidad de pensar por sí mismos y a menudo renuncian a defender su propio punto de vista para adherir al de los bolcheviques, quienes, al menos, han sabido triunfar. (Broué, Pág. 34) 

El peso del Ejecutivo de la IC será mayor de ahora en más, Ernst Meyer será el principal dirigente hasta la liberación de Brandler, bajo el acompañamiento de Karl Radek. Serán tiempos de Frente Único Obrero como política central: los comunistas deben impulsar la organización y movilización de las masas no comunistas. Una continuidad con la criticada “Carta Abierta” de un par de años atrás, pero con el aval e impulso absoluto de la IC. Esta línea política tuvo su correlato internacional con las fallidas conferencias que unieron a la II Internacional y a los centristas, junto con la III Internacional Comunista. Mientras que a nivel local el ensayo frentista tendrá resultados disímiles en algunas luchas económicas y otros episodios defensivos frente al ascenso de la derecha nacionalista, teniendo en cualquier caso como resultado el mejoramiento de las posiciones comunistas de cara al conjunto de la clase obrera. 

La consigna que coronará la política de frente único de los partidos obreros y los sindicatos es la de “Gobierno obrero”, entendida como un planteo de transición de cara a la dictadura del proletariado que tendría por objetivo separar a los partidos obreros de la burguesía y al mismo tiempo separar a las bases obreras de los dirigentes socialdemócratas que tarde o temprano iban a ensayar una nueva traición. Como dirigente del partido, Brandler será su mayor intérprete, y abrirá la discusión sobre la participación de los comunistas en los gobiernos socialdemócratas, apoyado por Radek, como forma de motorizar a las masas de cara a la toma del poder de los consejos obreros. Sin embargo, las propuestas hechas por el SPD en Turingia y Sajonia en dos estados con mayoría de partidos obreros y siendo los socialdemócratas una variante de izquierda, serán en un primer momento rechazadas por el KPD.

La política de la dirección alemana será revalidada por el IV Congreso de la Internacional Comunista, apoyando no sólo el frente único obrero sino la política del gobierno obrero que puede constituirse bajo ciertas condiciones. Tanto Bujarin como Zinoviev desestiman que “gobierno obrero” sea otra cosa que la “dictadura del proletariado”. El VIII Congreso del KPD en febrero de 1923 en Leipzig tuvo una fuerte reacción por parte de la izquierda, que rechazó la consigna de “gobierno obrero” y presentó un contrainforme al realizado por Brandler y Meyer. Ruth Fischer acusa a la dirección de “pasivos, revisionistas y oportunistas”, mientras que Maslow señala que su política de gobierno obrero no es más que una expresión de “parlamentarismo”. El oficialismo triunfa en sus planteos, pero la izquierda consigue el apoyo de más de un tercio del congreso. Brandler tendrá el explícito apoyo del Ejecutivo de la IC. Sin embargo, esta crisis se profundizará antes, durante y después del Octubre Alemán. 

(Continuará en la 2da. Parte que será publicada el sábado 21 de octubre, en un adelanto de la edición digital de En Defensa del Marxismo)


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