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Bancarrotas en Italia


Las crisis económicas que han sacudido a Italia en los últimos años han golpeado al gran capital y por sobre todo a los bancos. La larga lucha entre el Banco Central Europeo y el Banco de Italia tuvo un desenlace provisional a favor del primero: ha logrado una reforma que suprime la injerencia de la banca privada italiana en el Banco de Italia y abre el camino a los bancos europeos para participar del festival de adquisiciones y concentraciones que se desatará en el mercado italiano. La cabeza del “governatore” de Bankltalia, Antonio Fazio, cayó por su fallido intento por defender la “italianidad” de los bancos peninsulares. Fazio se defiende diciendo que renunció (“tengo la conciencia tranquila”) por haberse opuesto a los “poderes fuertes”, pero no a los del imperialismo italiano, sino a los del más fuerte capital financiero europeo, representado por el BCE. Ultra-católico y paladín de la “finanza ética”, Fazio está bajo la lupa de los jueces acusado por “favorecimiento” y difusión de información confidencial.

 


Más allá de los escándalos y cruces de acusaciones entre diputados y operadores políticos del gobierno y de la oposición (y entre ellos mismos), el episodio deja al descubierto una crisis política que se cargará a unos cuantos.




Cuando Fazio, hace unos meses, quiso frenar al banco holandés ABN Amro en su intento de comprar a la Antonveneta italiana, y luego al español BBVA en sus apetitos sobre la Banca Nazionale del Lavoro (BNL), la burguesía italiana salió a defenderlo contra las acusaciones del BCE y las insinuaciones de que favorecía a grupos locales.




La puja de los grandes bancos europeos por entrar en el mercado italiano puso en evidencia la debilidad de los bancos de ese país y la necesidad de una “protección” por parte de las autoridades centrales. Mientras en los últimos años los precios de los productos industriales subieron un 15%, los costos de los servicios bancarios lo hicieron en un 42%. Este “impuesto” sobre el ahorro, y los costos que representa para las empresas, desataron polémicas por parte de los industriales que son muchas veces rehenes de esos bancos y que no verían mal una concentración del sector para que sus créditos sean menos caros y con menos extorsiones.




Ya las quiebras de los gigantes alimentarios Cirio y Parmalat (detrás de las cuales estuvo presente Fazio) habían demostrado cómo los bancos “apretaban” a los dueños para quedarse con la propiedad de estas empresas, exigiendo los créditos sin fondos que les otorgaban sin parar, hasta ponerlos en “custodia” de los mismos bancos.




El caso Fazio es, sin embargo, el más significativo porque sólo logró evitar la quiebra (por ahora) obligando a los acreedores a convertir sus créditos incobrables en acciones de la Fiat.


 


Con el tema de los “tango bond” argentinos, la expropiación de los ahorros involucró a decenas de miles de pequeños burgueses, jubilados y asalariados italianos. Los bancos emisores vendieron bonos basura meses antes del Argentinazo, y el Banco Central, con Fazio a la cabeza, salió a respaldar la operación de colocación de estos bonos sabiendo sin dudas que esos papeles no valían nada. Fue un pequeño “corralito” para salvar a los expuestos bancos italianos que tenían miles de millones en títulos que no teman ningún valor, y así se los pasaron a sus clientes, descargando sobre ellos sus créditos incobrables.




Los intentos por bloquear la entrada del capital extranjero apuntaron a favorecer a un grupo de “financistas” y “riders” que buscaban escalar posiciones dentro de las altas finanzas. En ese grupo no sólo había “desarrolladores inmobiliarios” sino también la dirección política del ex Partido Comunista, la DS, y de la derechista Liga del Norte. Fazio buscaba favorecer una concentración del capital bancario en manos de capitalistas italianos advenedizos. Los favorecidos estaban políticamente vinculados con la Liga Norte (Fiorani), por un lado, y con las cooperativas y sus bancos (Consorte, Unipol) controlados por el ex Partido Comunista, hoy DS, por el otro.




Más allá de la compleja trama judicial que involucra a decenas de personajes importantes, lo que quedó al descubierto es la culminación de un período de explosiones financieras iniciadas hace unos años, y el inicio de una etapa más inestable aun porque ahora los bancos europeos (detrás de muchos está escondido el capital estadounidense) tienen vía libre para hacer compras en Italia y quedarse con buena parte del atomizado sector bancario peninsular.




Pero, ¿por qué los bancos italianos tenían que ser defendidos de este modo? El sistema bancario italiano está protegido por leyes escritas y no escritas que contradicen a las de la Unión Europea y las del Banco Central Europeo. Lo que se esconde atrás de esto no es el interés por los “clientes” sino el control de miles de millones de euros y paquetes accionarios de grandes empresas industriales. No queriendo perder sus posiciones de privilegio y los miles de hilos que los atan a las camarillas políticas regionales, los “raquíticos” bancos italianos no están en condiciones de financiar a la gran industria en crisis, que a su vez no puede devolver los préstamos recibidos por estos mismos bancos. Es decir que detrás de la crisis bancaria se esconde una colosal crisis industrial. La creciente concentración bancaria impulsada por la penetración extranjera empujará a la concentración industrial y en consecuencia a la expropiación de la pequeña burguesía, por un lado, y la expulsión de mano de obra, por el otro.




Esta lucha por el control del ahorro y del plusvalor producido por los trabajadores italianos, que afecta al sector terciario y de las aseguradoras (Unipol), tiene también que ver con los intentos de privatizar el sistema de jubilaciones y así direccionar más ahorro obligatorio hacia los bancos y las aseguradoras que gestionarán las futuras pensiones privadas -como sabemos, una torta hecha con trabajo obrero que ningún “vampiro” capitalista se quiere perder.


 


Por el momento, los resultados particulares de esta crisis son que la elección del “governatore” del Banco Central italiano recaerá en un “europeísta” del grupo financiero norteamericano Goldman Sachs. También el rol de control sobre la competencia y las fusiones pasará al “antitrust”, lo que implica el fin de la tutela del Banco Central.




La lucha recién está empezando, y la burguesía, en sus luchas intestinas, utiliza también a los partidos y las burocracias sindicales para conseguir el apoyo de amplios sectores de los trabajadores. Para los trabajadores italianos se acercan días con aún más “lágrimas y sangre”, sea que siga Berlusconi, sea que suba el gobierno de centroizquierda de Prodi en 2006.




Es necesario un partido independiente de los trabajadores que defienda los intereses antagónicos con todos los sectores burgueses y luche por la nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores, sin indemnización, y por un gobierno de los trabajadores que ponga fin a la expropiación permanente del esfuerzo de todos los trabajadores italianos.


 

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