Este libro es obra de dos periodistas brasileños, encargados de cubrir los acontecimientos que conmovieron a Polonia a partir de la huelga del astillero Lenin en 1980, trabajo en el cual se destacaron no sólo por el volumen de información sino también por saber distinguir los aspectos claves de la dinámica del movimiento.
Este libro es una especie de compilación de la información y la experiencia realizada en ese período. El hecho de que haya encabezado la venta de libros de Brasil, demuestra la importancia que el tema tiene para las masas de todo el mundo, en la medida que el movimiento de las masas polacas se ha convertido en un símbolo de la lucha de todos los trabajadores por librarse de sus viejas direcciones traidoras.
El principal aporte de los autores es el de mostrar el carácter soviético de Solidaridad, al poner de relieve su capacidad para tomar en sus manos el funcionamiento de los servicios esenciales, el orden público y el abastecimiento, como sucedió durante la huelga general de advertencia del 27/3/81 en respuesta a la represión sufrida por los miembros de Solidaridad en la ciudad de Bydgozcz.
Otro punto importante del libro es que ilustra abundantemente sobre el rol frenador de la dirección del sindicato orientada por sectores de la Iglesia, que aprovechándose del “apoliticismo” de Walesa lo van elevando a la categoría de personalidad oficial, rodeándolo de asesores. Esto es acompañado por una “especialización” de Walesa en el arte de vaciar y dar vuelta asambleas obreras, trabajo para el cual la burocracia colocaba un helicóptero a su disposición.
Pero, evidentemente, una buena información no es garantía de un análisis político correcto. Es obvio que no es ésta la intención de los autores, pero es importante detenerse en algunas de las conclusiones, para ver la confusión que se introduce en las mejores cabezas cuando se carece de la teoría marxista de análisis.
Waack y Castilho plantean que una de las grandes barreras colocadas al sindicato es la existencia de un sistema incapaz de regenerarse. En realidad, la burocracia stalinista no es “una barrera” al desarrollo de Solidaridad sino que es la razón misma por la cual los trabajadores polacos se plantean la necesidad de organizarse en forma independiente. Sólo después de haber constatado a través de su experiencia histórica que las ilusiones en uno n otro sector de la burocracia siempre conducen a la derrota es que las masas perciben que el único camino es acabar definitivamente con ella y tomar el poder en sus manos. Lo que los autores no entienden es que lo que había en Polonia, una situación revolucionaria, en la cual el movimiento asume un carácter nítida mente político de lucha contra la burocracia apropiada del Estado.
La segunda conclusión que sacan y que se deriva de la anterior, es que como sistema no es reformable sería preciso borrarlo del mapa pero no se puede porque están los soviéticos. Aquí no sólo desconoce la experiencia histórica, que tampoco se toman en consideración los datos que el propio libro ofrece, marxismo enseña y la historia demuestra hasta el cansancio que toda revolución engendra la contrarrevolución. Ante esta disyuntiva no existen soluciones parciales: ella sólo se resuelve con el triunfo de una sobre la otra.
La Invasión.
Existe una amplia tendencia a analizar los movimientos y conflictos sociales utilizando el sentido común. La realidad es reducida a un tablero de ajedrez de donde se elimina con la lógica matemática las situaciones contradictorias que influyen sobre los sectores sociales en juego.
Esta es la línea de raciocinio que lleva a creer en la inevitabilidad de la derrota de todo movimiento que se atreva a desafiar a un poder militar técnicamente superior.
Si esto fuese cierto, ninguna revolución en la historia habría podido resultar triunfante. Tanto la Revolución Francesa de 1789, como la Revolución Rusa, China, Cubana y Vietnamita enfrentaron ejércitos muchísimo más poderosos, pero que debilitados por divisiones internas y por las presiones sociales a que estaban sometidos resultaron incapaces de detener el avance revolucionario de las masas.
En Polonia el peligro de una invasión rusa estaba planteado y continuo planteado aun después del golpe de Jeruzelski. Pero no fue – como lo piensan los autores – la amenaza imperialista de colocar los Misiles en Alemania, el principal factor de freno a la invasión directa durante tantos meses. Los que sólo analizan la realidad unilateralmente acaban creyéndose que las presiones imperialistas pueden actuar como un verdadero apoyo al movimiento de masas. Así es como terminan aplaudiendo una u otra medida que el imperialismo toma en nombre de valores “humanitarios” o de derechos humanos, pero cuyo objetivo real es profundizar la opresión allí donde este. En el caso de los Estados obreros trata de sentar las bases para una mayor penetración vía una mayor dependencia económica.
Tanto para el imperialismo como para la burocracia, el punto fundamental es ahuyentar el fantasma de la revolución y cada uno intenta hacerlo a través de la forma que mejor preserve sus intereses. La fórmula encontrada fue la de la intervención indirecta que recibió el apoyo de todos los sectores del imperialismo, incluyendo al Papa y la socialdemocracia alemana.
Para frenar el avance de la contrarrevolución existe un solo camino: llevar hasta sus últimas consecuencias las tareas 9ue la situación revolucionaria colocaba objetivamente, es decir, la toma del poder por solidaridad. Que esto era posible lo demuestra no sólo su carácter absolutamente mayoritario y su capacidad para hacerse cargo de todas las funciones estatales, sino también el reclamo explícito de los trabajadores para que así lo hiciese, como fue el caso de los obreros de la fábrica “Ursus” a fines del mes de marzo. Esto habría posibilitado la quiebra del ejército, cosa muy temida por la burocracia rusa. El propio libro muestra que existía un importante sector que podía convertirse en punta de lanza contra una invasión, sobre todo si se considera que el 73 por ciento de los soldados son conscriptos. En la medida que la dirección de Solidaridad se negaba a tomar el poder dislocando al ejército y unificando a la tropa atrás de sí, dejó caer la iniciativa en manos de la reacción que, por el momento, logró aglutinar a las FFAA en función de sus objetivos de derrota del movimiento obrero.
Un poder centralizado por Solidaridad habría sido una barrera imbatible contra la burocracia. Su potencialidad se demuestra en el hecho de que Jaruzelski se vio obligado a convertir el país en un gran campo de concentración prohibiendo desplazamientos y cortando de Europa del Este se aceleraría a ritmos nunca vistos, lo que a su vez, sería la mejor defensa del Estado obrero polaco frente a las amenazas de invasión externa y el talón de Aquiles de la burocracia.
La gran diferencia de Polonia con Checoslovaquia del 68 o Hungría del 56 es que las ilusiones en una u otra ala de la burocracia estaban agotadas, el stalinismo estaba en una bancarrota total y los trabajadores llegaron a gestar una organización de masas tan poderosa como nunca se vio después del período de posguerra.
¿Reforma o Contrarreforma?
Los que creen en el carácter todopoderoso de una invasión rusa a Polonia y al mismo tiempo no entienden que lo que estaba planteado era una situación revolucionaria con todo lo que ella implica, comienzan la búsqueda de un tercer camino que evite el dilema de revolución o contrarrevolución. Es así como se trata de formular una política de “lo posible”.
En Polonia esto se tradujo en una constante política de freno a las masas cuando en los momentos de crisis éstas colocaban en peligro el precario statu quo que la dirección de Solidaridad trataba de mantener con la burocracia. Un ejemplo de esto es el levantamiento de la huelga general, prevista para el 31/3, por parte de Walesa contrariando los reclamos de amplios sectores de trabajadores y de los líderes más combativos del sindicato.
Frente a esto, Waack y Castilho dicen que aunque Walesa resultase antipático había que darle la razón porque para el gobierno ya no era posible hacer mayores concesiones.
En esta misma línea es que se plantea que “lo nuevo”, es decir, un salto cualitativo de Solidaridad, es el inicio de discusión de proyectos de "salvación nacional” y propuestas endebles que tratan de congeniar el interés de los trabajadores con el de la burocracia. Esta es la concepción que predominó en la dirección de Solidaridad y que hizo, entre otras cosas, que sus dirigentes fueran sacados de sus camas absolutamente desprevenidos frente al golpe que ya estaba lanzado.
Aparentemente, esto reflejaría una ilusión en la "reforma” del sistema político de los Estados obreros. Pero ¿en qué consistiría una reforma auténtica? En la conquista de la democracia obrera, la sustitución de policía y ejército por milicias obreras, la libertad política que permita efectuar el más amplio debate sobre la política a seguir en todos los ámbitos. Evidentemente, esto es incompatible con la existencia de la burocracia. Por lo tanto aquellos que alegan que no se puede enfrentar un poder más fuerte y proponen una supuesta reforma del sistema, en realidad están consciente o inconscientemente apostando al triunfo de la burocracia. Esta es una enseñanza fundamental que el proletariado debe extraer de la experiencia polaca para la tarea de forjar una dirección dispuesta a llevar la lucha de las masas hasta el final, es decir, el triunfo de la revolución.