Internet, la red que permite enlazar computadoras a través de todo el mundo, continúa creciendo a ritmos espectaculares que contrastan con los de la mayoría de las demás ramas industriales y comerciales.
El número de usuarios de Internet en todo el mundo ha "explotado" como consecuencia de la masiva aparición de servicios de conexión gratuitos.
En cada segundo de 1999 se abrió un nuevo "sitio" en Internet, un ritmo que más que duplica el registrado en 1998. El año pasado se crearon 29 millones de "sitios", una cifra equivalente a todos los creados desde los inicios de Internet hasta 1998 (1).
La expansión territorial de la red es también impresionante, aun en países como Japón, que registran una recesión extremadamente prolongada. "Los constructores de redes de teléfono para Internet crecen el 15% anual", incluso a pesar de que las mejoras tecnológicas permiten que "la capacidad de transmisión de las fibras ópticas crezca vertiginosamente" (2).
La red fue inicialmente diseñada para uso militar y luego extendida al ámbito educativo. Tanto si se considera el número de compradores como los volúmenes de ventas, el comercio electrónico continúa creciendo a tasas de dos dígitos. Al mismo tiempo, se desarrollan nuevas líneas del comercio electrónico como el llamado "B2B" ("business to business"). A diferencia del comercio electrónico clásico, dedicado principalmente a la venta minorista de artículos de consumo masivo, el "B2B" está orientado a transacciones de compra y venta de insumos entre las grandes empresas.
También continúan a todo vapor las adquisiciones y fusiones. America On Line (AOL), el principal proveedor norteamericano de conexión telefónica con la red, con 21 millones de abonados, ha protagonizado la mayor adquisición de toda la historia del capitalismo: la compra del monopolio Time-Warner, propietario de revistas, canales de cable, la CNN y estudios en Hollywood.
Internet continúa creciendo… pero ya nada es igual. La caída de la Bolsa de Wall Street del pasado 14 de abril y la pinchadura de la burbuja Internet *el crecimiento salvaje y aparentemente sin fin de los valores de las acciones de Internet* han puesto fin a muchas ilusiones.
Estas ilusiones fueron generosamente infladas en la época en que las acciones de Internet subían batiendo cada día nuevos récords. Se decía que había nacido una "nueva economía", una "economía virtual" que había logrado superar las contradicciones inherentes al capitalismo y que nos auguraba un futuro sin crisis y en perpetuo crecimiento.
Se han terminado, sobre todo, las esperanzas de que Internet, el comercio electrónico y la "economía virtual" produjeran una completa reorganización comercial e industrial, que supuestamente daría una salida a la crisis capitalista. Pero Internet no ha podido superar las contradicciones propias del capitalismo ni aminorar la envergadura de la crisis mundial. Al revés, son estas contradicciones y esta crisis las que han atrapado a Internet.
La pinchadura de la "burbuja"
El viernes 14 de abril se derrumbó la Bolsa de Nueva York y la "economía virtual". El índice Nasdaq, que mide la valorización de las acciones tecnológicas y de Internet, sufrió una caída de 616 puntos, la mayor de toda su historia. En términos porcentuales, la caída llegó al 10%. Para encontrar una caída similar hay que retroceder hasta octubre de 1987, cuando Internet apenas se encontraba en su prehistoria.
Con la caída del viernes 14, el Nasdaq acumulaba una pérdida del 25% en una semana y del 35% en un mes. Como la valorización total de las casi cinco mil empresas incluidas en ese índice alcanzaba a 6,6 billones de dólares, el derrumbe accionario significa que, en el curso de un mes, se "evaporaron" 2,3 billones de dólares, una cifra superior a toda la deuda externa latinoamericana. Sólo para mencionar algunas de las empresas que cotizan en el Nasdaq, la valorización de Microsoft cayó en 235.000 millones; la de Cisco en 160.000 millones y la de Intel (el mayor fabricante de chips para computadoras) en 112.000 millones. Pocas veces el concepto de capital ficticio (que no tiene contrapartida productiva) tuvo un significado tan concreto.
Entre 1998 y 1999, el índice Nasdaq saltó de 1.000 a 4.800 puntos, es decir que casi se quintuplicó en dos años. Como consecuencia de una especulación que parecía no tener fin, los valores de las empresas de Internet alcanzaron "precios que dan vértigo" (3): a mediados del año pasado, la valorización de AOL había superado a la de General Motors; la de Yahoo!, uno de los más importantes "portales", superó a la de Boeing-Mc Donnell, y la de Amazon, que vende libros y música por Internet, era mayor que la de Texaco. Incluso las acciones de empresas nuevas y totalmente desconocidas se valorizaban hasta dos y tres veces en sus primeras jornadas cotizando en la Bolsa. Algunas de las acciones Internet más calientes llegaron a valorizarse un 1.200% en el curso de un solo año. No en vano la burbuja Internet fue calificada como "la burbuja especulativa más salvaje de este siglo" (4). Desde que esta caracterización fue escrita ha transcurrido todo un año, en que los valores de las acciones Internet continuaron creciendo desaforadamente.
Este sostenido crecimiento de los valores de las acciones de Internet permitió la financiación casi gratuita de numerosas "dot.com". En muchos casos se trataba de empresas simplemente inviables que se pusieron en marcha para aprovechar la Internet-manía y enriquecer a sus iniciadores. De las 29 millones de páginas creadas en 1999, apenas 20% se encuentran funcionando; el resto sólo fueron registradas. La inmensa mayoría de esas empresas jamás logró obtener un centavo de beneficios.
La proliferación de las empresas de Internet aparece, entonces, como un reflejo del movimiento de la especulación financiera. La caída de la Bolsa, en consecuencia, deberá llevar a la quiebra a la mayoría de estas "dot.com", cuyo capital propio es casi nulo.
La valorización bursátil ha servido para esconder un proceso de enorme significación desde el punto de vista capitalista: la tendencia a la caída de los beneficios en la industria informática, no ya de las empresas de comercio electrónico que nunca obtuvieron beneficios, sino de los grandes pulpos del sector. Un ejemplo es Microsoft, el gigantesco monopolio del software de computadoras. Ritualmente, a mediados de enero pasado había anunciado un nuevo récord de beneficios para el último trimestre del 99, pero la noticia fue recibida con "decepción en Wall Street". La razón es que "por primera vez, el aumento de los beneficios del grupo se debe en gran medida a su considerable portafolio financiero": más del 30% de sus beneficios fueron originados por la valorización bursátil de las acciones de empresas de terceros que Microsoft tiene en su poder (5). Los beneficios financieros de Microsoft fueron en ese período más del doble de los registrados en el mismo trimestre del año anterior; sin ellos, "el resultado operacional no resulta sino en un crecimiento mucho más modesto" (6).
Pero si esto ocurre con Microsoft, cuya "tasa de beneficio no reposa sobre competencias técnicas fuera de lo común, sino sobre un mecanismo análogo a un impuesto sobre el equipamiento informático mundial", basado en una posición monopólica (7), ¿qué queda para el resto de las empresas de este rubro? Tomando en conjunto las 444 mayores empresas mundiales de software (sin considerar a Microsoft e IBM), apenas 199 empresas (menos del 45%) obtienen beneficios; las pérdidas consolidadas de las 245 restantes superan los 2.000 millones de dólares al año. Lo mismo puede decirse de la industria de fabricación de computadoras personales y de chips, como consecuencia de la aparición de modelos a precios extremadamente bajos (menos de mil dólares).
La burbuja Internet ha servido, por sobre todo, para aceitar el proceso de centralización de capitales *es decir, de compra y adquisición de empresas por los grandes pulpos* que se desarrolla, en lo fundamental, fuera de la Bolsa. Este movimiento especulativo acompañó a cada una de las invenciones que fueron revolucionando el modo de producción capitalista; rara vez, sin embargo, las compañías pioneras en una nueva rama fueron las que acabaron dominándola tras su copamiento monopólico por el capital financiero. Es precisamente esa especulación la que permite el copamiento de una rama nueva por los grandes monopolios. Un especialista explicaba, hace ya un tiempo, que "alguien va a ganar y alguien va a perder en Internet; pero mientras tanto ambos tienen la oportunidad de ganar un montón de dinero" (8). Ese montón de dinero *los beneficios especulativos producidos por la ciber-burbuja* sirvió para lubricar y facilitar el proceso de la cen tralización de capitales y de copamiento monopólico de Internet.
Las cumbres alcanzadas por la Internet-manía de los especuladores no dejan ver un límite previsible a la caída. Con la caída de marzo/abril, los valores de las acciones de Internet retrocedieron a los de diciembre pasado. Pero entonces ya hacía varios meses que se venía alertando contra el "peligro" de su sobrevaloración.
Según un comentarista porteño, "el piso de las cotizaciones recién llegaría cuando los valores de mercado de esas empresas tengan otra vez una relación creíble con la facturación que puedan tener en el futuro" (9). Lo que esto significa, simplemente, es que hay un abismo por delante. Entre las grandes empresas, como GM o Wal-Mart, la valorización bursátil no alcanza el 1% de sus ventas anuales; entre las empresas de Internet, esa relación llega a superar el 150%. En otras palabras, los valores de las acciones Internet podrían llegar a perder el 99% de su valor actual antes de alcanzar "una relación creíble con la facturación".
Todo esto significa que no estamos frente a una caída circunstancial o episódica de los valores de las acciones de las empresas de Internet; al contrario, el derrumbe se ha ido incubando durante un tiempo prolongado.
Ya a comienzos de año se cortó "el flujo de fondos de capital de riesgo que corría libremente hacia minoristas en Internet (…). Ahora, muchos de estos comerciantes electrónicos se están quedando sin dinero o no están obteniendo ninguno para empezar" (10). Esta fuga de inversores alcanzó incluso a algunas de las estrellas de Internet, como la librería on line Amazon, el mayor vendedor comercial de la red. Ya en enero sus acciones comenzaron a caer, marcando una tendencia que, tres meses más tarde, alcanzaría a toda la "economía virtual". La caída comenzó como resultado de sus propios anuncios en el sentido de que había fracasado en recortar los costos, que resultaron "mayores de lo esperado". Esto "desalentó a muchos analistas, que comienzan a mostrar impaciencia ante la incapacidad de muchas empresas de Internet para generar beneficios sobre ventas crecientes" (11).
Debido a esta "incapacidad para generar beneficios", algo mortal desde el punto de vista capitalista, muchas de esas compañías se habían convertido en verdaderas pirámides (12), que pagaban sus deudas contrayendo nuevas deudas: "La única forma en que estas compañías pueden hacerlo (generar el efectivo suficiente para pagar los préstamos) es emitiendo nuevas acciones" (13). Por eso no extrañó que "la emisión de febrero de Amazon fuera calificada en un grado extremadamente bajo por el servicio de inversionistas Moodys" (14): la deuda de la "reina" del comercio electrónico era calificada por los grandes financistas como más "riesgosa" que los más riegosos países tercermundistas. ¡Qué tal!
Poco antes de que comenzara la onda depresiva que se manifestó abiertamente en el derrumbe del Nasdaq del 14 de abril, un suplemento dedicado al comercio electrónico de una revista financiera británica alertaba que "cerca de las tres cuartas partes de las acciones relacionadas con Internet lanzadas desde 1995 se cotizan hoy a precios inferiores a la oferta inicial. En el curso del último año, las acciones de varias grandes compañías norteamericanas de comercio electrónico se han derrumbado: por ejemplo, eToys (el 80% desde su máximo), Priceline (el 69%) y E*Trade (el 66%). Parece seguro que la burbuja Internet en Europa y en Asia será seguida por colapsos similares" (15).
La "economía virtual" ha entrado en quiebra como consecuencia de su propio carácter ficticio. Su brutal sobreacumulación de capitales contables o escriturales (entre 1998 y 1999, la valorización total del índice Nasdaq pasó de 1,3 a 6,6 billones de dólares) rápidamente entró en contradicción con las limitaciones que presenta el comercio electrónico. Poco menos de un año atrás, cuando la euforia y la Internet-manía lo invadían todo, en esta misma revista se pronosticaba que "la razón de esta inevitable pinchadura (de la burbuja Internet) no es sólo el todavía escaso desarrollo alcanzado por el comercio electrónico sino, sobre todo, sus inciertas perspectivas capitalistas" (16), es decir su incapacidad para producir beneficios.
Que el capital que se ha "evaporado" con la caída de las acciones de Internet sea ficiticio no significa, por cierto, que esas pérdidas no sean reales. Esas pérdidas dejarán sus huellas en el balance de los fondos inversores y en el sistema financiero y bancario. Los bancos financiaron con préstamos la compra masiva de acciones de Internet por parte de los especuladores y las familias de altos ingresos, tomando esas mismas acciones como garantía. Mediante este mecanismo, obtuvieron grandes beneficios y comisiones. Para los inversores, la valorización de las acciones debería pagar, con creces, las deudas tomadas para su compra. En esta bicicleta se apoyó el mito de que una "economía virtual" produciría fenomenales rendimientos especulativos sin incrementar la riqueza social. Pero, ahora, con la caída de los valores accionarios, las garantías ya no cubren el valor de las sumas adeudadas. Los bancos se apresuraron a ejecutar una parte de esas garantías, es decir liquidar sus tenencias de acciones, acelerando la caída de los precios de éstas y mandando a la ruina a sus clientes. Los bancos que financiaron el auge especulativo serán los que sufrirán por la pinchadura de la burbuja.
No es ocioso señalar que el derrumbe de la burbuja especulativa japonesa de mediados de los 80 (en la cual las acciones y los bienes raíces ocupaban el lugar que ocupan hoy las acciones de Internet) cargó a los bancos japoneses con una montaña de créditos incobrables, varias veces superior a sus patrimonios; provocó la mayor crisis bancaria del Japón y condenó al país a un estancamiento económico que ya lleva una década (17).
"Internet ha acentuado enormemente la sobrevaluación de las acciones y de la Bolsa neoyorquina tomada como un todo. Es decir que ha agudizado exponencialmente su volatilidad y su fragilidad. Toda esta especulación significa una mayor acumulación y sobreacumulación de capital ficticio. Tomando a la economía norteamericana en su conjunto, Internet ha agudizado la contradicción entre la masa de capital acumulado y la masa de plusvalía que la burguesía norteamericana arranca de la clase obrera mundial, agravando, por lo tanto, la tendencia declinante de la tasa de beneficio media. Internet es, entonces, un factor de agudización de la crisis" (18).
La caída de los valores de las acciones Internet ha confirmado esta caracterización y ha puesto sobre el tapete todos los elementos de la crisis capitalista.
Comercio electrónico
Junto con el derrumbe de las acciones de Internet ha caído también la euforia del comercio electrónico. No casualmente las empresas dedicadas a la venta minorista on line fueron las primeras en sentir el cimbronazo de la baja de las cotizaciones y de la fuga de inversores, y las que han sufrido las mayores pérdidas.
Es que, por encima de la bambolla armada por la especulación financiera, la experiencia ha demostrado que no todo se puede vender por Internet (las empresas dedicadas a la venta de calzado on line, por ejemplo, han debido cerrar, sepultadas por una montaña de devoluciones).
Tanto o más importante, la experiencia demuestra que tampoco todos pueden vender por Internet. Las empresas de comercio electrónico minoristas han comenzado a chocar con las limitaciones que les imponen su porte reducido, la carencia de una marca establecida y, por sobre todo, la competencia del comercio tradicional que ha establecido sus propias divisiones on line, con la enorme ventaja de poseer una marca, una clientela establecida y canales de distribución debidamente aceitados. Un estudio publicado por un semanario de negocios norteamericano muestra que "a pesar de haberse gastado 17.000 millones de dólares en publicidad para las empresas de ventas minoristas que se inician en Internet, las firmas tradicionales de ladrillo y cemento, como Best Buy y Toys R Us, son las que se abren camino en la red. Sus sitios se encuentran entre los cincuenta más populares compilados por Media Metrix. MotherNature.com, un vendedor minorista que ha gastado un estimado de 15 millones en publicidad en el cuarto trimestre (del año pasado), no forma parte de la lista" (19). Frente a las empresas que venden exclusivamente por Internet, el comercio tradicional cuenta con una ventaja adicional: la posibilidad de armar un sistema de venta mixta que sus rivales no tienen; así, utilizan sus páginas Web para publicitar sus productos, precios, características y formas de pago, pero la venta final se realiza en el comercio tradicional. Esta modalidad tiene un enorme desarrollo en productos de alto precio unitario, como los automóviles (aunque sólo el 1% de los autos se vende en Estados Unidos por medio de Internet, el 40% de los compradores realiza consultas previas a través de la red), o altamente personalizados, como ropa o calzado.
Aunque las ventas de la Navidad del 99 marcaron un nuevo récord para el comercio minorista on line (las órdenes de compra superaron los 10.000 millones de dólares), muchas empresas salieron de ellas severamente golpeadas. Inundadas de pedidos que no podían entregar debido a problemas de distribución, algunas simplemente colapsaron y debieron salir del negocio. Otras, como Amazon, lograron realizar sus entregas pero incurriendo en un aumento excepcional de sus costos y pérdidas. Los problemas de distribución con que han chocado las minoristas on line ha llevado a Fred Smith, presidente de Federal Express, uno de los grandes pulpos del correo privado en los Estados Unidos, a sostener que "muchos de los modelos de comercio electrónico minorista on line están basados en un mito" (20).
Muchas de las empresas de comercio electrónico, dice otro especialista, "han llegado a un techo" (21) en sus posibilidades de venta, sin producir un centavo de beneficios. Por eso, poco después de la Navidad que demostró la fragilidad del comercio electrónico minorista, comenzó la caída de sus acciones, que está lejos de haber terminado. "Algunos valores de Internet caerán 90 ó 50%, alarmó esta semana Mark Mobius, el jefe de inversiones del Templeton Fund" (22). Aunque lograron sobrevivir a la crisis de la Navidad, algunas de las grandes vendedoras minoristas on line han sido declaradas "inviables", como Cdnow.com, la mayor cadena de venta de discos por Internet. Lo mismo podría pasar con la promocionada Amazon, que cuanto más vende, mayores pérdidas arroja. "Las empresas de venta minorista por Internet deberán revisar sus estrategias", aconseja un analista, y advierte inmediatamente: "Muchas no vivirán lo suficiente para hacer que esos esfuerzos rindan sus frutos" (23).
La consecuencia de todo esto es que, aunque crece el comercio minorista por Internet (las ventas del 99 triplicaron las del año anterior), tienden a desaparecer las empresas que se dedican exclusivamente al comercio minorista on line. Algunas, carentes de fondos propios y de inversores, están condenadas a desaparecer. Otras están siendo absorbidas por el comercio tradicional, que las convierte en una "división on line" de su negocio principal. Un ejemplo es el de la Federal Department Stores, un gran pulpo comercial, que ha comprado el 40% de Roxy.com, un sitio dedicado a la venta de artículos electrónicos, y que se encuentra a "la búsqueda de empresas de Internet asfixiadas financieramente para comprar". No es la única empresa tradicional que ha salido de compras: se espera una ola de fusiones y adquisiciones de minoristas on line en los próximos meses.
Mientras el comercio minorista on line choca con dificultades insospechadas que desmienten el futuro rosa que pintaban sus apologistas, ha comenzado a desarrollarse en gran escala el llamado "B2B", el comercio electrónico entre grandes empresas. Internet permite realizar por medios electrónicos las transacciones que por miles de millones efectúan regularmente las empresas entre sí, comprando y vendiendo materias primas, insumos intermedios y servicios de todo tipo.
En 1999, el 80% del comercio electrónico fue realizado entre empresas y se plantea que el volumen de ventas inter-empresariales por Internet podría ser cien veces superior al del comercio minorista on line. Recientemente, Ford y General Motors han comenzado a aplicar masivamente este sistema para la compra de autopartes para su producción; lo mismo ha hecho otro gigante como Unilever para sus insumos, y General Electric ha comenzado una completa reorganización de sus negocios para incorporar la tecnología on line tanto a sus ventas como a sus compras. Que estos gigantes se muevan hacia Internet significa que también deberán hacerlo sus proveedores y los proveedores de éstos. En otras ramas menos monopolizadas, como las de la construcción o el vestido, se han montado sitios donde los proveedores de la industria pueden presentarse a licitación para vender sus insumos.
A diferencia del comercio minorista, el comercio electrónico inter-empresas no choca con problemas crediticios, de conocimiento o de distribución; simplemente se trata de reemplazar una forma de compra por otra. En este terreno, las ventajas del comercio electrónico son formidables porque permite una drástica reducción de costos, una rebaja sustancial de los llamados "costos laborales" y la eliminación de intermediarios. Un directivo de la General Electric cuantifica esta reducción: "Realizar una compra por el sistema tradicional cuesta entre 50 y 200 dólares por transacción a causa del papeleo involucrado; el costo de realizar la misma compra on line es de alrededor de 1 dólar" (24). Una publicación de negocios estima que el comercio electrónico podrá reducir los costos un 10%; esa reducción podría llegar al 20% en algunas ramas como el transporte de cargas e incluso al 30% en la de componentes electrónicos (25).
Tan potente aparece esta herramienta para reducir los costos que un semanario británico no teme afirmar que "para sobrevivir (…) el conjunto de los negocios de una empresa necesita ser rediseñado alrededor de las obvias propiedades de la red como reductora de costos" (26). La advertencia tiene un valor adicional: proviene de una publicación que se ha caracterizado por señalar sistemáticamente la estrechez del comercio minorista on line y sus escasas posibilidades como negocio capitalista.
El desarrollo del comercio electrónico, en conjunto, tiene perspectivas mucho menos "revolucionarias" que las que pintaban sus apologistas. Se trata, simplemente, de un sistema que permitirá reducir los costos de producción (como, en otro plano, las tercerizaciones) pero que de ninguna manera desplazará a los grandes pulpos industriales y comerciales ya establecidos. Al contrario, serán éstos los que se apropien de las ventajas que reporta la introducción del comercio electrónico.
La importancia que adquiere el comercio electrónico pinta por entero el cuadro económico que espera al gran capital en el próximo período. "Internet, dice un especialista, representa el más poderoso motor de deflación en la era moderna" (27). Aunque omite señalar otro "gran motor deflacionario de la era moderna" *la entrada en el mercado de la mano de obra extremadamente barata de la China restauracionista*, la idea es meridianamente clara: la importancia del comercio electrónico radica en que se adapta a la perfección a las tendencias generales que desarrolla la crisis capitalista: deflación, caída de los precios y de los beneficios. Que para sobrevivir, como dice The Economist, las empresas deban reorganizar sus negocios en esta dirección, significa que el gran capital se prepara para un largo "invierno" depresivo. Es toda una caracterización de las perspectivas de la economía mundial.
Ciber-explotación: la nueva línea de producción
Un aspecto poco conocido del comercio electrónico es la explotación a que son sometidos los trabajadores empleados en las empresas del ramo. Un artículo titulado "Cómo escapé al culto de Amazon", aparecido recientemente en una revista de la ciudad de Seattle (donde tiene su sede la empresa), firmado por Richard Howard, uno de sus ex empleados (28), y otros (29), echan luz sobre esta importante cuestión.
En Amazon, más de un centenar de empleados, "habitualmente jóvenes, solteros y cultos", trabajan en "cubículos minúsculos y compartidos. Con los auriculares ajustados a la cabeza y la nariz contra la pantalla de la computadora, año tras año procesan millones de correos electrónicos con pedidos de libros. Algunos directivos amazónicos los llaman "peones electrónicos". Cada empleado debe atender un mínimo de doce mensajes por hora; el despido espera al que tenga un rendimiento inferior a los siete mensajes y medio. La superexplotación es tan brutal que "más de la mitad de los trabajadores no espera a terminar el año para irse de la empresa". En otras palabras, Amazon y las empresas de comercio electrónico son, desde el punto de vista de las relaciones laborales, una versión "digital" de los conocidos McDonalds y sus sistemas de explotación.
Otra muestra de superexplotación. En setiembre del año pasado, Amazon organizó una "teclamaratón de locura de medianoche", anunciado a través de un correo electrónico que tenía el sugestivo título de "ustedes dormirán cuando estén muertos". La participación de los empleados en el "evento" era obligatoria y su objetivo era procesar una importante cantidad de pedidos atrasados. Naturalmente, no se pagaron horas extras pero sí hubo un premio para el "ganador": un billete de cien dólares…
Los intentos de los empleados de Amazon de poner en pie un sindicato fueron sistemáticamente perseguidos por la patronal con el argumento de que "el ritmo puede decaer".
A mediados de la década pasada, cuando la difusión masiva de Internet estaba en pañales, era frecuente escuchar teorías que afirmaban la capacidad de Internet para cambiar de arriba abajo la organización del trabajo e, incluso, de sustituir al capitalismo por la organización espontánea de la producción. Tempranamente, desde estas mismas páginas se refutaron esas pretensiones: "Que el progreso técnico podría servir para hacer menos brutales y más llevaderas las condiciones de trabajo es un argumento que se viene usando desde que existe el capitalismo. La experiencia práctica de millones de trabajadores ha demostrado, sin embargo, que el progreso técnico ha endurecido las cadenas de la explotación, ha descalificado el trabajo obrero y ha hecho más terribles las condiciones de trabajo. En los albores del capitalismo, la aparición del maquinismo llevó a un alargamiento brutal de la jornada de trabajo y, en la actualidad, el uso masivo de computadoras y robots lleva a los patrones a exigir la flexibilización y la precarización de las condiciones de trabajo, incluida la rebaja de los sueldos. Es que el progreso técnico ofrece una base material para permitir condiciones de trabajo menos penosas pero no modifica las condiciones sociales que son propias de la sociedad capitalista. El progreso tecnológico disminuye la participación del trabajo vivo del obrero en el total del capital desembolsado para la producción, lo que exige una intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo para obtener tasas de beneficio elevadas" (30).
La experiencia de la línea de producción de la promocionada Amazon confirma esta caracterización. La "economía digital" es el reino de la superexplotación moderna. Como afirma Richard Howard, el trabajador de Amazon que denunció públicamente las condicones de trabajo en la empresa: "Se habla constantemente del papel revolucionario de Internet en la conducción de los negocios. Sin embargo, en esencia, realizamos un trabajo repetitivo, siempre con gente detrás de uno. ¿Qué hay de revolucionario en todo esto? La única diferencia es que muchos de nuestros supervisores usan aritos y se visten con ropa de cuero" (31).
Centralización capitalista
Al calor de la "burbuja" especulativa (y, en parte, gracias a ella), se desarrolló un vasto proceso de centralización capitalista de Internet que fue dejando a los pioneros e innovadores fuera del negocio, el cual pasó a ser completamente dominado por el capital financiero.
Microsoft, el gigante del software para computadoras, adquirió decenas de empresas por un valor de 20.000 millones de dólares; America On Line absorbió Netscape, la empresa que desarrolló los primeros programas para navegar en la red; grandes grupos como General Electric, AT&T y Disney entraron en el negocio de Internet comprando algunas de las empresas que la iniciaron. Al mismo tiempo, se desarrollaron poderosas asociaciones monopólicas, como la de Microsoft-Intel o la de AOL-Sun Microsystems-Oracle-IBM, enfrentada a la anterior.
Todo esto palidece ante la noticia, anunciada a mediados de enero, de la fusión entre America On Line, el mayor distribuidor de servicios de conexión telefónica a Internet de Estados Unidos, con Time Warner, la cadena norteamericana de medios más antigua y con mayor valorización bursátil.
En lo que fue la mayor fusión de la historia del capitalismo, AOL pagó 183.000 millones de dólares por Time Warner, un 70% por encima de su valor de mercado. Pero como no lo hizo con efectivo sino con acciones de la nueva compañía, la operación fue posible sólo como consecuencia de la hipervaluación de sus acciones. Más aún, su destino final "se basa enteramente en la confianza de Wall Street en que AOL continúe encabezando la revolución de Internet" (32). Bastaría que esta "confianza" desaparezca, por ejemplo como consecuencia del desarrollo de nuevas formas de acceso a Internet que superen a la telefonía fija o al cable, en las que AOL tiene una posición dominante, para que los accionistas de Time adviertan que "vendieron" por nada activos reales multimillonarios (revistas de circulación masiva; canales de cable, entre los que se cuenta la CNN; estudios de cine y casas editoras de música). Desde ya, el derrumbe de la Bolsa neoyorquina del 14 de abril es un serio aprieto para el éxito de la fusión.
La nueva compañía, que se inicia con una valorización bursátil conjunta de 335.000 millones de dólares e ingresos anuales de 30 billones, será dominada por AOL, que contará con el 55% de las acciones (aunque sólo genera el 20% de los ingresos). El monopolio que se ha creado le permite a AOL acceder a una serie de "contenidos" (revistas, programas de TV, música y películas) para distribuir en exclusividad a través de sus "portales"; le brinda una vía de entrada a América Latina (donde hasta ahora había jugado un papel de segundo orden); y, por sobre todo, le permite acceder al mercado de ingreso de Internet vía TV-cable (Time Warner tiene la mayor red de abonados de los Estados Unidos). Al mismo tiempo, le permite a Time encontrar un acceso a Internet para dar salida a sus "contenidos".
Los medios han hecho notar que, a pesar de su potencia, las dos empresas habían fracasado anteriormente en sus intentos de traspasar la barrera que separa a Internet del "mundo real". AOL había fracasado en sus intentos de ingresar en el mercado de distribución de Internet por cable por la oposición de AT&T y la propia Time Warner; esta última había fracasado estrepitosamente en sus intentos de poner en pie sus propios "portales" con un costo de varios cientos de millones.
La fusión AOL-Time Warner ha planteado a otras empresas de Internet y de medios la necesidad de encaminarse al mismo tipo de integración para presentarle batalla al nuevo gigante. Ya se ha planteado públicamente la adquisición de Disney (que es propietaria del portal Go) por la AT&T, y el establecimiento de una "alianza estratégica" entre esta última y Microsoft. Se trata de movimientos de los grandes grupos capitalistas para ocupar espacios antes de que lo hagan sus competidores en un negocio a desarrollar de vastas proporciones, en particular en lo que se refiere a los métodos de conexión a la red (cable módem, telefonía de "banda ancha", telefonía celular, conexión desde aparatos hogareños distintos a las computadoras).
El acuerdo sirve para confirmar en la práctica la sobrevalorización de las empresas de Internet. "En esta llamada fusión de iguales, cada dólar de valorización accionaria de AOL vale menos de tres cuartos de cada dólar de valorización de Time Warner. El dinero de Internet no es lo mismo que el dinero de la economía real …" (33).
A pesar de que este reconocimiento explícito de la diferencia de valores entre las empresas de Internet y las restantes "abre las puertas a una fusión entre la vieja y la nueva economía" (34), el acuerdo fue "recibido con reserva y cautela por Wall Street" (35): pocos días después del anuncio de la fusión, la valorización bursátil conjunta de ambas empresas era inferior a la que tenían antes del mismo.
La explicación, según una revista de negocios norteamericana, es que "AOL está pagando un alto precio para ganar acceso al sistema de TV-cable, justamente cuando se están desarrollando sistemas de conexión telefónica de banda ancha, vía satélite y sin cables (que permiten una mayor velocidad de conexión que la línea telefónica normal e, incluso, que el cablemódem). El acceso móvil inalámbrico puede plantear el mayor desafío al permitir que la gente se conecte con la red mediante teléfonos celulares y computadoras de bolsillo. Los inversores se están preguntando qué hay de lógico en que AOL pague un precio tan alto por una plataforma que sólo alcanza a una fracción de los Estados Unidos" (36).
Para decirlo en otras palabras: los especuladores castigan las acciones de la nueva empresa porque, aunque AOL ha logrado mediante la fusión ocupar muchas de las "esquinas" del "barrio Internet", no ha ocupado todas, no ha ocupado las más importantes ni ha ocupado, tampoco, las que tienen mayor potencial de desarrollo. Los especuladores temen que el enorme pulpo surgido de la fusión pueda desvalorizarse drásticamente si alguno de estos métodos de conexión alternativos a la red logra un desarrollo técnico capaz de ser aplicado masivamente. Sus grandes rivales, como Microsoft y AT&T, están trabajando en esta dirección y se especula con que unan sus fuerzas para dar batalla.
La lucha por la monopolización de Internet es a muerte y está lejos de haber terminado.
Crisis política
En el cuadro de esta creciente centralización monopólica de Internet, donde cada día aparecen pulpos más grandes y potentes sobre la ruina de los más débiles, ¿cómo se explica que el gobierno norteamericano impulse un juicio contra Microsoft por "prácticas monopólicas"?
El juicio forma parte de esta batalla por la dominación de Internet y fue impulsado por sus rivales (AOL, Netscape, Sun, IBM) para impedir que Microsoft monopolizara el comercio electrónico y el ingreso a Internet, de la misma manera que en el pasado había monopolizado los mercados de sistemas operativos de computadoras, de programas de oficinas y de programas para la navegación de la red: mediante adquisiciones hostiles, robo de ideas, contratación de ingenieros de la competencia, empaquetamiento de los programas que impiden la utilización de algunos de sus productos sin la utilización de los restantes y, sobre todo, acuerdos monopólicos con los vendedores de computadoras para excluir a la competencia.
Una gran parte de esta batalla, sin embargo, se desarrolló fuera de los tribunales: AOL compró Netscape y se alió con Sun e IBM para combatir a Microsoft. Poco después, AOL compró Time Warner, y la batalla parece haberse emparejado.
A dos años de iniciado el juicio, el fallo estableció que Microsoft actuó como "un depredador monopólico". Como las negociaciones para un acuerdo extrajuidicial fracasaron, habrá que esperar todavía varios meses para ver cuáles son los "remedios" que propone el juez. Cualquiera sea el resultado, las apelaciones a instancias judiciales superiores pueden durar años. Entonces, como declaró con sorna un competidor, "con 15 años de apelaciones, Microsoft será dueño de la industria y ya no importará nada" (37).
Entre los "remedios" que puede dictar el juez se encuentra la aplicación de un "código de conducta" costoso e incontrolable, para impedir el comportamiento monopólico de Microsoft; otra alternativa sería la de dividir la empresa en varias partes, como se hizo en la década del 20 con Standard Oil, y en la del 60 con la telefónica Bell.
Por razones obvias, los competidores de Microsoft respaldan esta última posibilidad, con el apoyo de un sector de la prensa financiera, que ve en el monopolio de Microsoft un factor de retraso para la innovación en una industria en rápido crecimiento y una amenaza para el resto del gran capital, incluso fuera del campo de la informática.
Pero los comentaristas afirman que difícilmente Microsoft sea dividida después del excepcional espaldarazo político que obtuvo Bill Gates, el fundador, presidente y mayor accionista de Microsoft. Fue recibido en la Casa Blanca por el propio Clinton, con quien compartió una conferencia sobre "la nueva economía" y, poco después, fue recibido en triunfo en el Congreso, tanto por los demócratas como por los republicanos. Allí se escucharon cosas como que "antes de dividir a Microsoft hay que dividir al Departamento de Justicia" (Dick Armey, jefe de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes) o que "no es en interés de los Estados Unidos tener dividida a esta compañía" (Robert Torricelli, jefe de la bancada demócrata del Senado). En el Congreso, Gates fue tratado por estos hombres "como un icono de la nueva economía" (38).
Por cierto que estos hombres responden a los "incentivos" que les ha proporcionado Microsoft, que en poco tiempo pasó a convertirse en el mayor contribuyente financiero para los fondos de campaña, dividiendo equitativamente su aporte entre oficialistas y opositores. Pero, además, responden a un interés más general del capital norteamericano: dividir a Microsoft, sostiene este sector, podría poner en juego la hegemonía norteamericana en el campo de los programas de computación y de Internet.
"La industria de la alta tecnología está dividida al medio acerca del futuro de Microsoft", sostiene un legislador demócrata (39). Pero también lo está el régimen político norteamericano: mientras el Departamento de Justicia lo condena, el Congreso lo respalda; es decir que hay un choque abierto de las instituciones del Estado. La guerra monopólica por el dominio de Internet está planteando ya la crisis política en el aparato del Estado capitalista más poderoso del planeta.
Estados Unidos y Europa
Uno de los campos de batalla más feroces por la monopolización de Internet se encuentra en el territorio europeo.
Internet, que fue desarrollada en Estados Unidos, llegó a Europa como un producto importado y, excepto en Gran Bretaña, en un idioma extranjero. Después de un lento comienzo, que llevó a muchos observadores a señalar que Europa había perdido el tren de Internet, el capital europeo se ha lanzado a la conquista de su espacio propio en la red. No casualmente Europa está viviendo en estos momentos la misma euforia especulativa con las acciones Internet que acaba de pincharse en Estados Unidos (40). A diferencia de Estados Unidos, los grandes bancos europeos están directamente involucrados en el negocio de Internet (el español Bilbao Vizcaya, por ejemplo, es co-propietario, junto con Telefónica, del portal Terra).
Un reciente informe de la consultora norteamericana Yankee Group muestra cómo el capital europeo lucha por abrirse paso en la red. Señala que la tasa de crecimiento del número de usuarios es más alta que en Estados Unidos como consecuencia de que la masiva construcción de redes de fibra óptica a través de Europa ha permitido bajar sustancialmente los precios de la conexión y ha aumentado la demanda. En Francia, por ejemplo, el número de usuarios se ha triplicado en apenas un año. Esta red europea no está siendo construida por "los tradicionales proveedores de servicios de Internet" (muchos de ellos norteamericanos) sino por las empresas telefónicas como Alcatel (de Francia), Deutsche Telekom (de Alemania) o Telefónica (de España). Sin embargo, el dato relevante que muestra la progresión del capital europeo en la red es que "en 1998, más de la mitad de todo el tráfico europeo de Internet provenía de los Estados Unidos; a fines de 1999, las dos terceras partes del tráfico permanecía dentro de la región, con nudos de comunicación como Amsterdam o Frankfurt que intercambiaban nueve veces más información con otros países europeos que con los Estados Unidos" (41).
La batalla es tan feroz que incluso pulpos tan poderosos como AOL "no han podido desbancar a las empresas dominantes locales y manejar la Internet europea" (42).
La alemana Deutsche Telekom, alerta una revista de negocios norteamericana, "quiere dominar Europa en portales, servicios de conexión y telefonía móvil" (43). Con una capitalización de 40.000 millones de dólares (mayor que la del Dresdner Bank y cuatro veces superior a la de la línea aérea Lufthansa), la división Internet de la Deutsche Telekom (llamada T-Online) cuenta con 4,2 millones de suscriptos y es el mayor proveedor europeo de servicios de conexión. Otro punto de peso: Deutsche Telekom ha desarrollado la mayor red de negocios bancarios on line de Europa. Pero lo que la convierte en un rival de cuidado para los norteamericanos es que "a diferencia de sus rivales como AOL, Deutsche Telekom tiene un precioso vínculo con la telefonía móvil, lo que podría convertir a T-Online en un monstruo de la moda que viene, la Internet móvil" (44).
Los alemanes cuentan con la enorme potencia financiera de la Deutsche Telekom (cuya capitalización bursátil supera a la de las norteamericanas AT&T y Yahoo! combinadas) para desarrollar una vía de acceso móvil a Internet que aplastaría a sus rivales atados a los cables telefónicos o de TV: "Competidores como AOL no tendrán otra alternativa que usar estas redes si quieren alcanzar a sus propios consumidores y unirse a la bonanza de la Internet móvil" (45).
En la batalla por la dominación de la Internet europea (y, en particular de la Internet móvil), la Deutsche Telekom enfrenta a otros gigantes europeos: la británica Vodafone, que ha pisado su propio patio trasero al adquirir a la alemana Manesmann, o la Ericsonn, que se ha aliado a Microsoft para desarrollar la tecnología del acceso móvil a Internet.
Pero el capital europeo no está simplemente peleando una batalla de retaguardia para preservar su continente de la penetración norteamericana; está luchando para monopolizar Europa como una base de lanzamiento hacia los Estados Unidos: T-Online ya anunció su intención de comprar empresas de Internet y de comunicaciones en los propios Estados Unidos.
La compra de la alemana Manesmann por la británica Vodafone fue abiertamente resistida por el gobierno alemán, que respalda a la Deutsche Telekom, mientras que el gobierno de Blair se encontraba entre sus mayores impulsores. Detrás de AOL y de sus intereses se encolumnará el gobierno norteamericano. En el cuadro de la caída de las Bolsas, la lucha entre los grandes grupos capitalistas por la dominación de Internet *es decir, por el único mercado que crece sostenidamente en la economía capitalista* se trasladará al plano político, como lucha y choque entre Estados, y será un factor adicional de agravamiento de la lucha comercial y financiera interimperialista.
Notas:
1. Corriere della Sera, 21 de marzo de 2000.
2. Le Monde, 19 de noviembre de 1999.
3. The New York Times, 19 de enero de 1999
4. The Washington Post, 8 de enero de 1999.
5. Les Echos, 20 de enero de 2000.
6. Idem anterior.
7. Le Monde Diplomatique, agosto de 1998.
8. The Wall Street Journal, 26 de enero de 1999 (diferenciado L.O.).
9. Luis Varela, "Con la palanca en la mano", en Clarín, 15 de abril de 2000.
10. Suein Hwang, "¿Llegó el fin del financiamiento para los sitios de e-commerce?", en The Wall Street Journal, 5 de abril de 2000.
11. Financial Times, 6 de enero de 2000.
12. Se denomina pirámide al esquema financiero en el cual los beneficios de los primeros inversionistas son pagados con los ingresos de fondos de nuevos inversores (y no con el rendimiento que produce el capital invertido). El esquema puede reproducirse hasta que el retiro de inversores (provocado por el temor a la deuda acumulada o por cualquier otro motivo) derrumba todo. El derrumbe de uno de estos esquemas llevó a la revolución en Albania, en 1986.
13. Buenos Aires Económico, 7 de marzo de 2000.
14. Idem anterior.
15. The Economist, 26 de febrero de 2000.
16. Luis Oviedo, "El lugar de Internet en la crisis capitalista", en En Defensa del Marxismo, N° 24, junio/agosto de 1999.
17. Ver Luis Oviedo, "Japón: la depresión económica y la economía mundial", en En Defensa del Marxismo, N° 25, diciembre 1999/febrero 2000.
18. Luis Oviedo, "El lugar de Internet en la crisis capitalista", en En Defensa del Marxismo, N° 24, junio/agosto de 1999.
19. Business Week, 17 de enero de 2000.
20. Clarín, 2 de abril del 2000.
21. Business Week, 17 de enero de 2000.
22. Clarín, 2 de abril de 2000.
23. Business Week, 17 de enero de 2000.
24. Idem anterior.
25. Idem anterior.
26. The Economist, 26 de febrero de 2000.
27. Business Week, 17 de enero de 2000.
28. El artículo completo puede leerse en http://www.seattle-weekly.com/features/9828/features.Howard.shtml
29. Mark Leibovich, "Servicio sin una sonrisa", en The Washington Post, National Weekly, 13 de diciembre de 1999. Reproducido por Le Monde Diplomatique, febrero de 2000.
30. Luis Gurevich, "¿Internet va a cambiar el mundo?", en En Defensa del Marxismo, N° 7, julio de 1995.
31. The Washington Post, National Weekly, 13 de diciembre de 1999. Reproducido por Le Monde Diplomatique, febrero de 2000.
32. Financial Times, 11 de enero de 2000.
33. Idem anterior.
34. Idem anterior.
35. Business Week, 24 de enero de 2000.
36. Idem anterior.
37. Página 12, 5 de abril de 2000.
38. The New York Times, 7 de abril de 2000.
39. Financial Times, 7 de abril de 2000.
40. Algunos ejemplos ayudan a ilustrar la envergadura de la fiebre especulativa que ha atrapado a Europa: la empresa italiana Tiscali ha alcanzado una valuación bursátil superior a la de la Fiat y el portal español Terra (de Telefónica) ha multiplicado su valor varias veces en unos pocos días de oferta bursátil.
41. Financial Times, 23 de marzo de 2000.
42. Business Week, 13 de marzo de 2000.
43. Idem anterior.
44. Idem anterior.
45. Idem anterior.