Resumen
El “Villazo” fue una huelga general liderada por los trabajadores metalúrgicos en la ciudad de Villa Constitución y que tuvo alcance a nivel nacional. Además de ser impulsado y dirigido por el activismo de las principales fábricas metalúrgicas, las organizaciones de izquierda desempeñaron un rol importante en el “Villazo”, que se sumó al proceso abierto por las rebeliones populares conocidas como el Cordobazo y el Rosariazo. No obstante, tanto los debates en su interior como el fracaso en crear una coordinación nacional son elementos que expresan la crisis de dirección que vivió el movimiento obrero argentino durante aquella etapa, que fue el preludio del posterior al golpe militar en 1976.
Las luchas del movimiento obrero argentino durante la década de los setenta ocupan una de las páginas más importantes, no sólo de la historia argentina sino también del continente americano. La combatividad de la clase obrera argentina en esta etapa, su estructura, sus estrategias y formas de organización, puede compararse con otras experiencias como, por ejemplo, el caso del movimiento obrero chileno y el uruguayo.
El “Villazo” fue una huelga protagonizada por el activismo metalúrgico, principalmente estructurado en las organizaciones de izquierda, que adquirió un carácter de masas al incorporar al conjunto de la ciudad de Villa Constitución. La huelga tuvo un carácter político al enfrentar a la “patria metalúrgica”, compuesta por las patronales del sector, el gobierno peronista y la burocracia sindical de la UOM. La vuelta de Perón (1973) tuvo como principal propósito eliminar la tendencia en la clase obrera, que se abrió con el Cordobazo (1969). Por lo tanto, las acciones de los trabajadores en Villa Constitución no sólo estaban circunscriptas a la defensa de sus condiciones de trabajo o a escalar posiciones en su sindicato de modo particular, sino más bien debemos enfocarlas dentro del desarrollo de una alternativa revolucionaria en la clase obrera argentina como marco general.
Analizaremos el proceso que desarrollaron los trabajadores de Villa Constitución de acuerdo con las diversas tendencias que se desenvolvieron en su interior. La primera, planteaba una perspectiva en favor de la “liberación nacional”, es decir que la recuperación de las organizaciones gremiales no solamente dependía de enfrentar a las patronales y la burocracia sindical, sino que debía propugnar la conformación de frentes populares con sectores de la pequeña burguesía y de la burguesía nacional, ya que su principal enemigo se encontraba en el imperialismo. Bajo esta corriente se encontraban principalmente Agustín Tosco, René Salamanca, Alberto Piccinini y Victorio Paulón. El segundo planteo partía de la construcción de un partido propio como el principal instrumento para que la clase obrera pudiese conquistar el poder político y emprender una transformación social bajo sus propios intereses. Esta corriente se denomina “clasista” y podemos citar un sector importante de activistas mecánicos que conformaron la lista que recuperó el Smata Córdoba en 1972 y 1974, respectivamente, varias internas fabriles en el conurbano bonaerense, y su principal expresión fue la de los sindicatos metalmecánicos del Sitrac-Sitram (1970-1971).
Las vísperas del “Villazo”
En 1970, en Acindar se quiso presentar una lista independiente para el cuerpo de delegados. La CGT de Rosario lanzó un paro de 38 horas para el 6 de marzo que tuvo un fuerte acatamiento. El 9 de marzo de 1970, los operarios de la fábrica fueron a la huelga por la reincorporación de 16 activistas, entre ellos algunos delegados, y por aumento salarial y mejoras de condiciones de trabajo. La lucha de los trabajadores de Acindar entroncaba con una sucesión de conflictos en toda la región santafesina, incluyendo a Rosario. El 16 de marzo culminó la huelga, ante la decisión de la CGT de Rosario de levantar el paro regional para el 17 y el 18 del respectivo mes. La decisión de la CGT rosarina aisló a los trabajadores de Acindar. Además, particularmente en aquella fábrica hubo una presión patronal y burocrática para intimidar a los trabajadores con amenazas de despidos y ofrecimiento de dinero. Paralelamente, la policía local intimidaba las asambleas, y hubo amenazas y allanamientos de los hogares de algunos activistas.
La derrota de la huelga permitió al activismo extraer varias conclusiones:
Es importante establecer un balance serio y completo de lo ocurrido en Villa Constitución (…) En primer lugar ocurrió una derrota del objetivo fundamental de la lucha: defender su dirección de fábrica, impidiendo los despidos de los delegados. Pero la organización fue mellada, no quebrada. (…) La derrota se debe a la capitulación de la CGT de Rosario que, al levantar el paro, aisló a la huelga para convertirse en una lucha de carácter provincial. (…) La UOM de Villa Constitución repartía un volante instando a los delegados y trabajadores a arreglar para que “reine la paz y la tranquilidad en Villa Constitución” (…) Debe destacarse la organización del “Comité de Lucha” que promovió las movilizaciones y le arrancó a la directiva de la UOM el paro general de 24 horas, que fue apoyado por todos los gremios y el comercio en la ciudad (…) La huelga puso a prueba la disposición militante y de organización del activismo fabril, y la capacidad de extensión de la huelga mediante un trabajo de base de ese activismo en el resto de los gremios (…) La huelga muestra que el activismo se encuentra políticamente muy por encima de la burocracia de la UOM[1].
Al igual que en la provincia de Córdoba, el activismo se fue forjando a partir de la experiencia que arrojaba el papel de la burocracia sindical y su connivencia con la patronal y el gobierno dictatorial[2]. Este activismo fue concluyendo que, para recuperar la comisión interna de la fábrica, debían desenvolver un planteo hacia el propio sindicato, que se encontraba intervenido por el secretario nacional:
Queda la semilla, que va a ir tomando cuerpo con una organización mayor (…) Un grupo de compañeros empezamos a organizarnos muy despaciosamente, en forma clandestina, hasta alcanzar un determinado nivel de organización con el objetivo de llegar a disputar las elecciones de cuerpo de delegados, de Comisión Interna de fábrica, fundamentalmente de Acindar, y con miras en un futuro, elegir autoridades en nuestro sindicato. Así nació el Grupo de Obreros de Acindar (Goda), que luego se llamó Grupo de Obreros Combativos de Acindar (Goca) y ése fue el primer paso en cuanto a organización[3].
Entre 1971 y 1972, un grupo de activistas conformaron el “Movimiento de Recuperación Sindical” (MRS). Primero actuaron de manera clandestina y sortearon las presiones, tanto de la empresa como de la conducción sindical, y en diciembre de 1972 presentaron una lista para las elecciones al cuerpo de delegados en Acindar. El programa de la lista era muy amplio, con consignas en favor de la democracia sindical, el salario, salubridad y otros; sin embargo, el principal punto era “la independencia del sindicato de los partidos políticos, de la patronal, del Estado y los credos religiosos”[4].
Las elecciones se realizaron bajo un clima de polarización con la presentación de dos listas de candidatos en la casi totalidad de las secciones de la planta. Las elecciones para cuerpo de delegados dejaron un saldo de 42 delegados para el MRS, 23 delegados oficialistas y 18 delegados independientes.
El 15 de enero de 1973 se desarrollaron las elecciones para la comisión interna de Acindar y nuevamente se presentaron dos listas: la de los interventores y el MRS. El escrutinio colocó un triunfo rotundo a la lista del MRS por prácticamente el 60% de los votos. La recuperación de la comisión interna de Acindar fue un golpe a la burocracia sindical de la UOM, donde los trabajadores repudiaron en las urnas la intervención de la seccional, así como la entrega de sus conquistas y condiciones de trabajo. También constituyó un revés a los planes de racionalización y productividad de la empresa, sobre todo, porque el triunfo simbolizaba la recuperación de un puesto de combate para la clase obrera -como parte de una tendencia nacional- frente a la política de enfeudar los sindicatos por parte del gobierno nacional.
El “Villazo”
El gobierno de Perón estableció su programa sobre dos ejes: “pacto social” -es decir el congelamiento de los salarios por debajo de los índices inflacionarios- y la represión, ante el accionar de las bandas terroristas y toda una legislación para garantizar la represión oficial. Sin embargo, este feroz ataque a las condiciones de vida y las libertades democráticas se iba a encontrar con la enérgica respuesta del movimiento obrero.
A fines de 1973, el activismo metalúrgico de Villa Constitución ganó el cuerpo de delegados y la comisión interna de la acería Acindar, con Alberto Piccinini encabezando la lista. De la misma manera, comenzó a visualizarse la necesidad por ampliar su accionar hacia el conjunto de los trabajadores metalúrgicos de la zona -es decir, buscar la recuperación de la seccional. En las fábricas de Metcon y Marathon, un pequeño grupo de delegados presionó por elecciones y por el desplazamiento de la comisión interna, que apoyaba la intervención en la seccional. De esta manera nació la Lista Marrón, cuyo propósito era la recuperación de la seccional del gremio metalúrgico.
Durante los meses de febrero y marzo, las tres fábricas se movilizaron hacia la sede sindical, reclamando el llamado a elecciones para la seccional. La respuesta del gobierno de Perón y de la UOM Nacional -dirigida por Lorenzo Miguel- fue el mantenimiento de la intervención del sindicato y la postergación de las elecciones, mientras se desarrollaban normalmente en las otras seccionales. La decisión buscaba ampararse en la ley de Asociaciones Profesionales, que el gobierno peronista había promulgado en 1973.
La respuesta de la directiva nacional del sindicato metalúrgico fue la expulsión de la comisión interna de Acindar. Los trabajadores respondieron inmediatamente con la ocupación de la fábrica, lo que contó con el apoyo de operarios de Metcon y Marathon. Las ocupaciones con asambleas llegaron a albergar alrededor de siete mil metalúrgicos y el activismo conformó un “Comité de Lucha”, que se constituyó en la dirección del conflicto. Este movimiento no se circunscribió a los operarios metalúrgicos. A las medidas se sumaron trabajadores ferroviarios, portuarios, e incluso comerciantes de la región, convirtiendo la huelga en una rebelión popular. Las organizaciones de izquierda jugaron un papel importante en la coordinación de las acciones de apoyo a los trabajadores de Villa Constitución.
El 12 de marzo de 1974, el conjunto de los establecimientos metalúrgicos, textiles y portuarios declararon el paro en solidaridad con los trabajadores en huelga. Asambleas de ferroviarios y docentes declararon el paro y la movilización en un acto a realizarse en la plaza central de Villa Constitución. El acto, con más de diez mil asistentes, confirmó el carácter de pueblada obrera del “Villazo”.
La firmeza y la organización de los trabajadores, junto con el apoyo masivo del pueblo de Villa Constitución y localidades como Rosario y San Lorenzo, así como de otros gremios, obtuvieron un triunfo rotundo: la reincorporación de la comisión interna de Acindar, la destitución de los interventores y el compromiso del llamado a elecciones en la seccional en el término de 120 días. En el mismo sentido, se acordó la constitución de una comisión normalizadora integrada en forma mayoritaria por delegados electos en asamblea y el compromiso firmado por parte de la empresa, el gobierno y el sindicato de no tomar ninguna represalia por la ocupación.
El informe del Comité de Lucha, compuesto principalmente por los activistas de Acindar, Marathon y Metcon, extraía la siguiente conclusión:
Los obreros hemos ido aprendiendo esto en largos años de opresión, y la soledad de estos tránsfugas, que sólo cuentan con sus poderosos aparatos, se ha visto ahora con toda crudeza; bastó que se los enfrentara con decisión para que estallara el odio acumulado de todo el proletariado. Pero nos hemos preguntado muchas cosas, compañeros, al recibir la solidaridad no sólo de los obreros sino de otros sectores de la población, y nos hemos ido dando cuenta, en medio de estas jornadas, de que existe un descontento general por una serie de problemas no resueltos que nos afectan a nosotros, pero que también perjudican a todos los trabajadores y al pueblo. A las injusticias que siempre han dividido a los ricos y a los pobres, a los de arriba y a los abajo, se ha agregado un pacto social que pretende cargar sobre las espaldas de los trabajadores la solución de los graves problemas del país. Para no aumentarnos los sueldos y mejorar nuestras condiciones de vida y de trabajo se eliminan las paritarias para que los patrones sigan tranquilamente acumulando riquezas a costa nuestra. Para silenciarnos y evitar nuestra protesta por esta situación, se nos reprime y se forman bandas de asesinos y terroristas[5].
El “Villazo” constituía un proceso de movilización y de intervención de la clase obrera en la línea de las jornadas del Cordobazo y el Rosariazo en 1969.
El plenario de Villa Constitución (1974)
El triunfo de las ocupaciones de fábricas en Acindar, Metcon y Marathon en Villa Constitución; el triunfo en la seccional Smata de Córdoba por parte de la Lista Marrón, encabezada por René Salamanca; y el reguero de luchas salariales en gráficos, bancarios, pintura, en algunas de ellas obteniendo importantes aumentos de sueldo, hirieron de muerte al congelamiento salarial impuesto por la política del Pacto Social y la represión desatada por el gobierno de Perón.
Sobre esta base, las comisiones internas de las tres fábricas de Villa Constitución convocaron para el 20 de abril de 1974 al Plenario Antiburocrático Nacional. Allí convergieron todas las tendencias de la izquierda, sindicatos y comisiones internas combativas a lo largo del país. El plenario estaba convocado sobre la base de los siguientes puntos:
1) solidaridad con la lucha de los obreros metalúrgicos de Villa Constitución, por el cumplimiento de lo pactado, y con todas las luchas de la clase obrera y el pueblo;
2) por la democracia sindical. Contra la burocracia y la ley de Asociaciones Profesionales;
3) contra la ley de Prescindibilidad;
4) contra el congelamiento salarial. Por un salario básico de 250 mil pesos y la constitución inmediata de las paritarias;
5) contra el matonaje sindical. Por el castigo a los responsables de atentados y asesinatos cometidos contra organizaciones y activistas obreros y populares.
En referencia a la lucha de Villa Constitución, el plenario votó, por unanimidad, la siguiente solicitada:
“Los sindicatos, comisiones internas, cuerpos de delegados, listas y agrupaciones abajo firmantes, reunidos en el plenario antiburocrático realizado en Villa Constitución, en vista de los compromisos contraídos por las empresas y el Ministerio de Trabajo en las actas del 16 de marzo, exigimos: Primero, el inmediato reconocimiento de la normalización de los cuerpos de delegados y comisiones internas de Acindar y Marathon. Segundo, la entrega de la seccional de la UOM de Villa Constitución a los representantes elegidos democráticamente dentro de los 120 días de la firma de actas. Tercero, el reconocimiento de los representantes por fábrica, nombrados en asamblea para actuar en el proceso de normalización y el nombramiento por parte de la UOM de un delegado normalizador. Cuarto, el cumplimiento del compromiso de no tomar represalias contra los participantes del conflicto (…) La lucha de los obreros metalúrgicos de Villa Constitución por la normalización y recuperación de su sindicato cuenta y contará con toda nuestra solidaridad y nuestro apoyo, porque expresa la reivindicación elemental de todos los trabajadores de elegir democráticamente a sus representantes, derecho que los obreros de Villa Constitución han sabido defender con su decisión y firmeza, que es un ejemplo para todos los obreros del país[6].
Los debates al interior del plenario giraron en torno de la construcción de una organización independiente, por parte del movimiento obrero, para derrotar la ofensiva del gobierno y la burocracia sindical, y a profundizar la tendencia abierta por las luchas desarrolladas hasta el momento. El plenario se dividió en dos posiciones: la primera fue la que expresaron los representantes del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Política Obrera, de construir una Coordinadora Nacional Clasista que aglutinara al conjunto de los sindicatos tras las banderas de la movilización y la independencia de clase. Estas corrientes concurrieron con sus delegaciones con mandatos y discusiones en sus respectivas fábricas, como lo prueba el caso de Miluz, Matarazzo, EMA, entre otras. El planteo podemos resumirlo en la intervención de Jorge Fischer, miembro de la comisión interna de la fábrica Miluz en zona norte (Buenos Aires) y miembro de Política Obrera:
Nosotros creemos que el primer punto que debe plantear este plenario es la defensa incondicional de la lucha de los compañeros de Acindar (…) Para esto, es fundamental que de este plenario surja una Coordinadora Nacional en defensa del triunfo de Acindar, en defensa de las comisiones internas y de los cuerpos de delegados combativos, en defensa de los activistas que pelean en las fábricas por los derechos de los trabajadores[7].
La segunda posición, orientada por el Partido Comunista, el Peronismo de Base, Alberto Piccinini, Agustín Tosco y René Salamanca, proponía limitar al plenario a aprobar una serie de declaraciones. En referencia a la intervención del propio Alberto Piccinini:
Venimos de soportar cuatro años de intervención, atropellos y maniobras (…) Y recorremos el único camino que reconoce la clase obrera para conseguir todos sus objetivos: marchar todos juntos, sin sectarismos, sin diferencias de color político (…) Sabemos que hay muchas intenciones buenas, que se quieren formar frentes y coordinadoras, pero eso no sale de un día para otro (…) Por eso le pedimos que no se busque dividir a la clase obrera de Acindar[8].
Agustín Tosco intervino en la misma dirección:
Compañeros y compañeras asistentes a este plenario antipatronal y antiburocrático (…) tenemos que ganar esta batalla dentro de la guerra del pueblo por su liberación: porque aplicaremos este impacto más poderoso a estos enemigos de la clase obrera y del pueblo argentino (…) Aquí hemos hecho un acto de unidad, se ha escuchado hablar a compañeros de distintas tendencias partidarias; evidentemente aquí hay peronistas, hay radicales, hay socialistas y comunistas, hay independientes (…) Todos: peronistas, radicales, socialistas, comunistas, estamos unidos para defender a la clase obrera[9].
Tanto Tosco como Salamanca y Piccinini hicieron valer su autoridad y el plenario concluyó suscribiendo al llamado de un plan de movilizaciones entre el 29 y el 5 de mayo, que finalmente no se concretó. Ellos aducían que no “estaban las condiciones para romper con el gobierno de Perón”[10]. El documento votado al final del plenario sólo hablaba de continuar coordinando y apoyando las luchas en curso, no hay una sola palabra dedicada al “pacto social”, lo cual revela las fuertes presiones de las agrupaciones peronistas sobre él.
El Partido Comunista concurrió al mismo plenario con total oposición a su realización, ya que lo consideraba como una “distracción” de la “tarea fundamental del gremio metalúrgico que es su propia movilización”[11]. La agrupación Peronismo de Base justificaba su posición argumentando que “la experiencia de 18 años nos obliga a descartar toda propuesta superestructural de dirección por arriba para la clase obrera”[12].
La concurrencia al plenario fue de alrededor de 5.000 personas, con una gran participación de delegaciones obreras. Alrededor de 500 trabajadores metalúrgicos de la zona se hicieron presentes, sorteando las presiones patronales, las intimidaciones de los interventores de la seccional y de las agrupaciones sindicales peronistas que respondían a la burocracia sindical de Lorenzo Miguel. Por ejemplo, la agrupación 20 de Junio sacó un volante con el argumento que el plenario formaba parte de una “extendida conspiración comunista en contra del país y de Perón”[13]. Los argumentos anteriormente esbozados por las agrupaciones sindicales orientadas, tanto por el Partido Comunista como por el Peronismo de Base, expresaban su rechazo a que los trabajadores de base concurriesen en masa al plenario.
La semana posterior al plenario se organizó una nueva asamblea para resolver los pasos a seguir, y su concurrencia fue de alrededor de 3.000 operarios. Este dato refuta la tesis de que la concurrencia al plenario, de alrededor del 10% de los trabajadores, fuese tal porque los obreros metalúrgicos de Villa Constitución “se negaron a participar (…) convirtiendo el acto en una estudiantina”[14]. Esta tesis no aborda dos cuestiones fundamentales a la hora de analizar la evolución de la conciencia de la clase obrera. La primera, es que la participación de 500 trabajadores de la región es la expresión del crecimiento en la influencia del activismo sobre franjas de trabajadores, para sumarlos a un planteo general y establecer una ruptura con las corrientes políticas burguesas. Esto lo reflejaba un delegado de Acindar:
Los sucesos en Córdoba demuestran aún más la necesidad de una unidad nacional de todos los sectores antiburocráticos y combativos (…) No podemos hablar de Reconstrucción Nacional mientras no consigamos nuestras reivindicaciones. La única reconstrucción nacional verdadera sólo podrá realizarse con la clase obrera en el poder[15].
La segunda, es la negativa de varias organizaciones políticas -como el Partido Comunista, el Peronismo de Base y la Juventud Peronista Trabajadora- en impulsar la ruptura política del proletariado de la región con el régimen burgués, llamando a los trabajadores de Villa Constitución a no participar del plenario del 20 de abril de 1974.
Podemos establecer varias conclusiones en torno del plenario: una, es que constituyó un punto de reagrupamiento para el activismo de la región en el marco que permitió sortear todas las trabas impuestas por las patronales metalúrgicas y la burocracia sindical, además que estableció nacionalizar la lucha de los metalúrgicos de Villa Constitución; otra, son los límites políticos del activismo obrero a la hora de impulsar no sólo una coordinadora nacional sino de delimitarse políticamente del gobierno nacional. El plenario no se opuso a la política de pacto social debido a las fuertes presiones de las agrupaciones independientes y peronistas.
No estamos ante la presencia de debates en torno de qué táctica es más efectiva a la hora de obtener un triunfo en un conflicto determinado, sino más bien es la manifestación de una divergencia política cuyo trasfondo expresaba una diferencia programática: la independencia de la clase obrera como condición para construir una alternativa política propia. Esto planteaba principalmente delimitarse del papel político del propio Perón, cuya figura era “el centro político, el único real con que la burguesía puede contar contra los trabajadores”[16]. En este sentido, el plenario de Villa Constitución fue un retroceso en relación con el congreso del Sitrac-Sitram[17].
Triunfo de la Lista Marrón
Luego de la huelga del pueblo de Villa Constitución, las elecciones para la seccional de la UOM fueron declaradas para el 25 de noviembre de 1974. Para los comicios se presentaron dos listas. Por un lado, se encontraba la Lista “Rosa-Tercera Posición”, apoyada por la conducción nacional del gremio metalúrgico, y su principal lema era “vote a Perón, vote a la Rosa”. Los referentes de la lista se caracterizaban por haber apoyado las medidas de intervención de la seccional y también del secretariado nacional del sindicato, que proveyó a la lista de todo un aparato de propaganda y materiales. Por el otro lado, se presentó la Lista Marrón – “Movimiento 7 de Setiembre”, que ingresaba a las elecciones con la experiencia del proceso huelguístico en su haber. La Lista Marrón era la expresión de la unidad de todas las corrientes antiburocráticas y representaba los intereses genuinos de los trabajadores metalúrgicos. El programa de la Lista Marrón constituía un pliego reivindicativo que podemos resumirlo en: 1) aumento de salarios; 2) vigencia de las paritarias; 3) reconocimiento de las secciones insalubres; 4) control obrero de la producción; 5) mejoramiento de las condiciones de la planta; 6) cumplimiento del convenio en las empresas contratistas y talleres chicos; 7) sindicato regido por asambleas y la rotación de los puestos de dirección. En el mismo sentido, la lista se declaraba “antipatronal, antiburocrática y antiimperialista”[18].
Las elecciones se desarrollaron entre el 25 y el 29 de noviembre de 1974. Aquella semana de votación estuvo marcada por la presión y la intimidación de las empresas y de la burocracia sindical hacia el conjunto de los trabajadores. También se desplegaron las fuerzas policiales a partir de llegada a la ciudad de un escuadrón de motos Pumas, quienes patrullaron durante todo el día por las inmediaciones del local del sindicato.
El resultado electoral significó el triunfo para la Lista Marrón, la cual obtuvo un 64% de los votos emitidos (2.623 votos), contra el 36% para la Lista Rosa (1.473 votos). La recuperación de la seccional del sindicato metalúrgico a manos del activismo constituyó un golpe al intento gubernamental de regimentar al movimiento obrero a través de la ley de Asociaciones Profesionales y de la represión a partir de la participación de organizaciones para-estatales. El triunfo de la Marrón no sólo era la expresión de la política de frente único del activismo contra la alianza conformada por el gobierno peronista, empresas y burocracia sindical, también apuntaló la conformación de una CGT regional con los gremios de ferroviarios, portuarios y de Comercio. No obstante, la dirección de la CGT Villa Constitución tendrá que enfrentar una contradicción: ¿cómo desarrollar una lucha por el reconocimiento y la obtención de la agenda reivindicativa de la central, manteniendo una delimitación con el gobierno peronista? La dirección de la CGT estaba encabezada por referentes sindicales que suscribían principalmente al PRT, Organización Comunista Poder Obrero (OCPO), JTP-Montoneros y Peronismo de Base. Es por ello que la agenda reivindicativa de la CGT local comenzó a inclinarse por un programa cuyo eje era el “respeto de las instituciones y de la soberanía popular”[19]. Esta pretendía ser una respuesta a la amenaza de intervención de la regional por parte de la directiva de la CGT nacional, pero manteniendo el principio de la “unidad nacional”. Esta caracterización política va a propiciar una postura conservadora por parte de la seccional de la UOM en la región, cuya evidencia será la falta de preparación del colectivo obrero para los acontecimientos que se avecinaban[20].
La represión sobre Villa Constitución
Acatando la orden dictada por Perón antes de su fallecimiento, de “terminar con las organizaciones de base”[21], se dio lugar a una nueva escalada represiva sobre las organizaciones de izquierda y antiburocráticas[22]. En marzo de 1975, bajo la presidencia de Isabel Perón, con el apoyo explícito de Lorenzo Miguel, secretario nacional de la UOM, se dio el asalto a los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución en el “Operativo Serpiente Roja”[23]. La propia presidenta justificó el operativo, destinado a terminar con el “complot subversivo tendiente a paralizar la actividad productiva, con epicentro en Villa Constitución”[24]. El “Operativo Serpiente Roja del Paraná” contó con el arribo de alrededor de 5.000 mil efectivos policiales y del Ejército, además de 250 efectivos de la Triple A para actuar especialmente sobre Villa Constitución. La Directiva nacional de la UOM aportó 200 “culatas” para actuar como fuerza de choque y amedrentamiento sobre los trabajadores.
El Comité de Lucha, que había surgido durante el “Villazo”, volvió a iniciar sus actividades. A partir de la elaboración de boletines y folletos, denunciaban el accionar del gobierno, las patronales y la burocracia sindical de la UOM. Llamaban al pueblo argentino a solidarizarse contra la represión y a contribuir con el fondo de huelga.
En las barriadas se organizaron comités que impulsaron medidas de solidaridad y apoyo, como la recaudación de alimentos y ollas populares. También es de destacar el apoyo de los profesionales del Sanatorio Cruz Alba, quienes brindaron atención gratuita a los trabajadores, mientras la UOM se negaba a entregar las correspondientes órdenes médicas. La solidaridad no sólo del pueblo de Villa Constitución sino de las regiones vecinas y de las organizaciones, comisiones internas, sindicatos y centros de estudiantes fue muy importante. En la región del cordón industrial de San Lorenzo, varias fábricas decidieron ir al paro y el sindicato petroquímico sacó un comunicado de apoyo a los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución.
Por ejemplo, los trabajadores de autopartistas automotrices en la provincia de Córdoba, como Thompson Ramco, Grandes Motores Diesel y Perkins, cumplían paros de una hora por turno en apoyo a los obreros de Villa Constitución y llamaban a impulsar una Asamblea General para el 29 de marzo, para considerar medidas de fuerzas más enérgicas. En la zona norte del Gran Buenos Aires, el operativo represivo sobre Villa Constitución tuvo un fuerte impacto. En varios establecimientos, los activistas obreros organizaron fondos de huelga y enviaron delegaciones hacia la región santafesina para brindar apoyo[25].
La huelga de los trabajadores de Villa Constitución no sólo sufrió el accionar represivo del gobierno y la presión agobiante de las empresas a partir de los despidos masivos; además, evidenció el aislamiento por parte de la burocracia sindical peronista para que el conflicto no pasase de los cauces locales y confluyera en una huelga nacional, lo cual aceleraría la crisis política del gobierno de Isabel Perón.
Los límites del Comité de Lucha
La resistencia obrera al “Operativo Serpiente Roja” hizo aflorar una serie de contradicciones al interior del Comité de Lucha. La Directiva nacional de la UOM apostaba a quebrar la huelga a partir del desgaste, fomentando las disensiones al interior de la dirección del conflicto. Por un lado, mantenía preso a un sector importante del Comité de Lucha; por el otro, buscaba abrir las negociaciones con promesas de normalización una vez levantada la huelga.
El interventor de la seccional sindical, Alberto Campos, convocó a un congreso de delegados regionales para tratar orgánicamente la solución del conflicto para el 15 de abril. La convocatoria se producía el mismo día de un acto-asamblea organizado por el Comité de Lucha, en la plaza central de Villa Constitución. Esta coincidencia dio lugar a un debate en el seno del activismo. Un sector propugnaba el levantamiento del acto y la asistencia al congreso del interventor para buscar una salida al conflicto. Esta posición era desarrollada por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST)[26]. Otro sector planteaba que levantar el acto implicaba desmovilizar. Este sector -conformado principalmente por las organizaciones PRT-ERP, Montoneros- sostenía la necesidad de mantener el acto organizado por el Comité de Lucha, para así boicotear el del interventor Alberto Campos. Esta medida colocaba a la huelga en función de la correlación de fuerzas y no en el carácter de la dirección del conflicto y el papel del gobierno nacional, las fuerza políticas y la dirección sindical, tanto de la UOM como de la CGT. Es decir, al defender el carácter “espontáneo” del pueblo de Villa Constitución no se tenía en cuenta el carácter político de la represión, cuyo objetivo era liquidar la tendencia independiente que se había propagado por toda la región. Una tercera posición, en referencia al 15 de abril, fue planteada por un grupo de activistas nucleados en Política Obrera (PO). Estos sostenían la necesidad de mantener y realizar el acto para luego concurrir masivamente al congreso convocado por Alberto Campos, a fin de presionar a la burocracia sindical y desenmascararlos definitivamente. Esta posición partía de la caracterización de que se debía acompañar la evolución de la fuerza obrera hacia la ruptura política con el peronismo. En esta perspectiva, PO planteaba que era necesaria la organización de un plenario nacional convocado por el propio Comité de Lucha, en sintonía con el realizado en la misma ciudad el año anterior, pero en este caso para defender las conquistas obtenidas[27].
Podemos identificar una segunda contradicción dentro de la dirección del Comité de Huelga en las diferencias en cuanto al accionar de las organizaciones guerrilleras. El ataque a efectivos policiales y la ejecución de funcionarios públicos y de las empresas por parte de estas organizaciones no contaban con el aval del Comité de Lucha. Si bien en muchos casos eran personajes odiados por los trabajadores (por ejemplo, el comisario Telémaco Ojeda), su ejecución le otorgaba al gobierno y a las fuerzas de seguridad la vía para poder profundizar la militarización y la represión en toda la ciudad.
El debate en torno de este problema no era menor, porque las actividades de las organizaciones guerrilleras tendían a desplazar la dirección al propio Comité de Lucha. Esto puede evidenciarse en la propuesta de Luis Segovia, uno de los miembros del Comité de Lucha y militante del PRT, de “replicar ojo por ojo y diente por diente a los atentados fascistas perpetrados por la Triple A”[28]. El 23 de marzo, la agrupación Montoneros ejecuta a Telémaco Ojeda, subjefe de la policía de Villa Constitución, como parte de un plan de atentados hacia representantes de Acindar y de la represión gubernamental. En un comunicado se atribuyen el hecho con la siguiente frase: “A quienes nos combaten con políticas les responderemos como auténticos dirigentes peronistas, a quienes nos combatan con la fuerza les responderemos violentamente, cuando y donde más les duele: Perón o Muerte”[29].
Las organizaciones guerrilleras actuaron en desmedro de la evolución y elaboración colectiva de los trabajadores. Su accionar no consistía en una mera cuestión táctica, sino que era la fiel expresión de una posición programática, donde el colectivo obrero se debía subordinar al accionar de un aparato cuyo contenido político ofrecía un “frente en común” con sectores de la burguesía nacional. Esto se podrá visualizar con la “Multisectorial” en Villa Constitución.
Como respuesta a ello, se reorganizaron los “comités barriales”, tanto en Villa Constitución como en sus regiones aledañas (inclusive en las cercanías de Rosario). Los comités tomaron algunas iniciativas, cuyo principal objetivo fue organizar la “autodefensa” de los trabajadores frente a la represión, organizar piquetes de custodia de los depósitos de víveres y, en los barrios, por la noche, se efectuaban apagones de luces para impedir la entrada de los grupos terroristas. El funcionamiento de los comités fue gracias a la participación mayoritaria de las mujeres que establecieron un férreo control en las redes de abastecimiento y de dirección a la hora de la implementación de las actividades votadas en cuanto a la organización de las guardias y la seguridad de los activistas perseguidos.
Del “Bloque de los 8 a la “Multisectorial”
En plena ola represiva, el 22 de marzo de 1974 salió una solicitada en el periódico La Opinión, firmada por la UCR, el Partido Comunista, el Partido Intransigente, el Partido Revolucionario Cristiano, el Partido Socialista Popular, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y otras organizaciones. La misma planteaba: “El propósito de no ahorrar actitudes y esfuerzos para mantener y consolidar el proceso institucional del país, en el régimen de la democracia y en la práctica de la convivencia y el diálogo constructivo”. Es decir, establecía un apoyo al gobierno sin atenuantes. Este “Bloque de los 8” pretendía contrarrestar la ofensiva represiva desatada sobre los trabajadores y activistas a partir de los mecanismos institucionales. Lo que no tenía en cuenta este agrupamiento era el reforzamiento de la legislación y la utilización de las instituciones, por parte del gobierno, para iniciar una serie de intervenciones contra los sindicatos combativos. Con la muerte de Perón, el 1° de julio de 1974, el “Bloque de los 8” volvió a reunirse y pronunciarse “en defensa de las instituciones”.
Durante el “Operativo Serpiente Roja del Paraná”, las fuerzas políticas que componían el Comité de Lucha (OCPO, PRT, PST), junto con otras organizaciones (como la UCR, el Partido Intransigente, el Partido Demócrata Cristiano (PDC), el Partido Comunista, Vanguardia Comunista y la JTP), conformaron una “comisión multipartidaria” en Villa Constitución[30]. Si bien repudiaron la intervención represiva del gobierno, la comisión no pasó de las declaraciones y solicitadas en los diarios locales sin generar un salto cualitativo en la organización y la movilización de los trabajadores. La negativa a la movilización era sostenida principalmente por el PDC y la UCR[31]. Incluso la “comisión multipartidaria” actuaba por encima del Comité de Lucha, subordinando la dirección de la huelga a sus decisiones. Esta situación era fruto del debate dentro del activismo en la zona, tal cual lo comenta este operario de Villber:
La posición del Comité de Lucha en esa reunión multipartidaria debe ser una sola y es tratar de llevar a la práctica la movilización. A través de un acto público en la que cada partido político ponga en la calle todas sus fuerzas militantes. Es decir, que los partidos políticos, toda su estructura partidaria y todas sus fuerzas militantes tienen que ponerla en la calle para quebrar este aislamiento (…) Creo que ésta debe ser la posición del Comité de Lucha[32].
La posición de la organización Política Obrera (PO) era la de conformar un “frente único de partidos y organizaciones combativas” en apoyo y movilización por Villa Constitución. Es decir, era un llamado a aquellas fuerzas de izquierda para que rompiesen con la “comisión multipartidaria” para organizar “comités unitarios” en todos los frentes fabriles y para organizar la movilización. La “multipartidaria” no sólo constituía una suerte de “frente popular”, con partidos como la UCR que, a nivel nacional, apoyaban la represión gubernamental con el objeto de eliminar la “guerrilla fabril”, sino que su conformación era un bloqueo para la constitución de una coordinadora nacional donde la defensa de la huelga de Villa Constitución fuese un factor de reagrupamiento del activismo y la construcción de una alternativa política a escala nacional.
El levantamiento de la huelga
El 17 de mayo de 1975, después de 61 días de lucha, en una asamblea de alrededor de 2.500 trabajadores se aprobó por unanimidad la propuesta del Comité de Lucha de levantar la huelga. Las consecuencias de la misma fueron múltiples. En primer lugar, la resistencia al operativo obligó al gobierno nacional a abrir un camino de negociación, el conflicto se dilató hasta agotar las reservas de lucha. Este posicionamiento por parte del Estado se manifestó en el último documento redactado por el Comité de Lucha:
Estos dos heroicos meses de lucha no fueron suficientes para lograr la satisfacción de todos nuestros puntos, pero hemos logrado importantes victorias. El gobierno se ha reunido varias veces y sus ministros se han visto obligados a anunciar públicamente la rápida libertad de numerosos compañeros. La burocracia de Lorenzo Miguel, después de 50 días de silencio cómplice, debió aflojar y anunciar que la seccional quedaría en manos del cuerpo de delegados. Y las patronales nos manifestaron que pagarían el aumento y no habría represalias[33].
El 19 de mayo, los obreros metalúrgicos se presentaron a trabajar y allí se enteraron que Acindar había impuesto 500 despidos, además del descabezamiento de las internas combativas. La represión sobre Villa Constitución, lejos de culminar, prosiguió con el asesinato de una decena de trabajadores a manos de las bandas parapoliciales. Por lo tanto, la promesa de la patronal de que “no habría represalias” resultó un engaño. Pero no la implementación del “plan Rodrigo”, dada la profundidad de las reservas en la clase obrera argentina.
En segundo lugar, la resistencia obrera al operativo represivo había reducido la producción en varios complejos fabriles, especialmente aquellos ligados a la industria automotriz. En un comunicado de la Asociación de Fabricantes de Automotores (Adefa) se afirmaba:
La paralización por causas ajenas a la industria terminal de automotores (…) ha creado un panorama de desalentadoras perspectivas (…) Los conflictos de público conocimiento no sólo se limitan a las fábricas de la zona de Villa Constitución, sino que afectan a un sector numeroso de industrias ubicadas en el norte de la provincia de Buenos Aires y en el sur de Santa Fe.[34]
En tercer lugar, la huelga abrió una crisis al interior de la burocracia sindical, donde Lorenzo Miguel oscilaba entre la represión y la negociación. Esto le valió la crítica dentro de la UOM de Victorio Calabró, quien era partidario de mantener la línea represiva. En una entrevista al diario Clarín, del 28 de marzo de 1975, José Rodríguez, titular del Smata, se refirió a las dificultades que estaba provocando la huelga a la industria automotriz en Villa Constitución:
Una producción tan vital para el país, como es el acero, no puede quedar parada sin que se tomen las medidas conducentes para superar la contingencia. Ni los grandes países del mundo con mucha mayor producción que la nuestra pueden darse ese lujo. Esto ha traído como consecuencia “que Ford ingrese desde Brasil 8.800 blocks para motor. La Chrysler está importando carters desde España (…) Todo ello es perjudicial para la balanza de pagos (…) si es necesario, esa actividad será controlada y conducida por el Smata.
Además, José Rodríguez se jactaba de haber intervenido la seccional Córdoba de su sindicato de manera diferente a la seccional de la UOM en Villa Constitución[35]. La crisis de la burocracia sindical metalúrgica y al interior de la CGT se puede evidenciar en la intervención de un activista de Villber, durante la asamblea realizada el 9 de mayo en Villa Constitución:
Salimos de la fábrica como leones. Y no vamos a entrar sino como leones. Nuestra firmeza ha derrotado todas las maniobras -Iriondo, Campos, la represión. También hemos dividido al enemigo. Que los que ahora dicen estar de acuerdo con lo justo de nuestro reclamo se pronuncien públicamente y que pasen a los hechos. Es la movilización la que ha logrado todo esto y la que va a imponer el triunfo. Sólo sobre esta base las negociaciones nos van a ser favorables[36].
La crisis política de la burocracia sindical metalúrgica, una de las que poseía mayor peso en el proletariado argentino, no era un dato menor. Expresaba su fracaso como un factor de contención del movimiento obrero.
En cuarto lugar, a pesar de la crisis política en el conjunto de la CGT y del gobierno nacional, el activismo no pudo estructurar una tendencia nacional en defensa de la huelga de Villa Constitución. Esto no quiere decir que no se hayan realizado actividades de solidaridad y apoyo provenientes de comisiones internas y seccionales sindicales opositoras y combativas, sino más bien que el activismo estuvo preso de sus propias divergencias políticas. Esto se manifestó en las diferencias al interior del Comité de Lucha y en su subordinación a la “comisión multipartidaria”, pero también en la negativa a impulsar coordinaciones nacionales con otros frentes en huelga, como subtes, terminales automotrices en la provincia de Córdoba, las metalúrgicas en el Gran Buenos Aires y otros.
Por último, la respuesta obrera al “Operativo Serpiente Roja del Paraná” abrió una nueva etapa en la organización de clase obrera. El activismo en todo el país tomó nota de lo sucedido y comenzó a tomar medidas preventivas frente a la represión:
“El desenlace de este proceso ratificó la necesidad vital de establecer una coordinación obrera permanente que presentara una barrera a nuevos embates reaccionarios (…) De esta forma, y aleccionados por la cercana y traumática experiencia de Villa Constitución, a comienzos de mayo de 1975 comenzaron a producirse los primeros encuentros entre núcleos de activistas (…) Se multiplicaba y potenciaba la efectividad de cada conflicto particular. El embrión de coordinadora entraba así en escena” (Löbbe, La guerrilla fabril. Clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975-1976), p. 109, 2006).
Pero, sobre todo, la experiencia de Villa Constitución fue un puntapié a las condiciones para la irrupción de las coordinadoras en las huelgas de junio y julio de 1975, demostrando la profundidad en la combatividad del movimiento obrero argentino. Por ejemplo, las huelgas tendrán un enorme impacto en el cordón industrial santafesino y particularmente en Villa Constitución -luego de la dura represión y los despidos-, su acatamiento fue total. No obstante, en las coordinadoras interfabriles también se expresó la “crisis de dirección” que caracterizó la etapa. Luego de las huelgas de julio, y en el marco de un “vacío de poder” luego de la renuncia de la mitad del gabinete de Isabel Perón, en un plenario de las coordinadoras –en cuya dirección predominaban principalmente el PRT y la JTP- se decidió votar una declaración cuyo contenido programático era “el respeto a la soberanía popular” en el marco de la “defensa de las instituciones”[37]. Ante esta situación de impasse, la burguesía nacional, los partidos del régimen, la cúpula de las Fuerzas Armadas y la burocracia sindical comenzaron a preparar la salida golpista, que contaba con el apoyo directo de la Embajada norteamericana[38].
Conclusiones
El “Villazo”, como una huelga encabezada principalmente por los operarios metalúrgicos, refuerza la caracterización que el período entre 1969-1976 era de transición política. Es decir, por un lado, se encontraba el gobierno peronista, la burocracia sindical y la burguesía nacional, en conjunto, para aplicar un programa económico y político como parte de un “cambio de frente” en el escenario internacional. Fueron apoyados por la Embajada norteamericana, como parte de la política imperialista de seguridad nacional frente a la crisis capitalista y con el objetivo de reprimir los levantamientos populares en el continente americano; por el otro, se encontraba la clase obrera, que planteaba una salida totalmente antagónica a los intereses patronales y cuya combatividad quebró el equilibrio del régimen capitalista en la Argentina.
El “Villazo” siguió la línea del Cordobazo y del Rosariazo; es decir, la tendencia independiente de la clase obrera que enfrentó al régimen burgués que conducía al deterioro de sus condiciones de vida. Los intentos de la burguesía nacional por desviarla mediante la “vuelta de Perón” fueron un fracaso. El propio Perón debió organizar y recurrir a las bandas terroristas (AAA) para reprimir al movimiento obrero. Su retorno debe caracterizarse como el último recurso democrático por parte de la burguesía nacional para eliminar la tendencia clasista al interior de la clase obrera argentina.
El proceso huelguístico en Villa Constitución no sólo repercutió en la crisis nacional sino que aceleró la crisis política en el peronismo y visualizó su rol como una corriente burguesa en el interior del movimiento obrero. La polarización electoral entre la Lista Rosa y la Lista Marrón en las elecciones de la UOM es muy significativa, dado que se dividieron las aguas entre quienes se apoyaban en la dirección nacional del sindicato y los que representaban los intereses genuinos de la clase obrera. Los metalúrgicos de Villa Constitución formaron parte de la misma tendencia de los obreros cordobeses, del cordón industrial santafesino y de los principales centros fabriles del conurbano bonaerense. Pero, sin embargo, no podemos dejar de observar que en el Plenario de Villa Constitución en 1974 comienzan a visualizarse las mismas divergencias que se desenvolvieron en el congreso del Sitrac-Sitram en agosto de 1971. La negativa de las organizaciones presentes (salvo el PST y Política Obrera) de organizar una coordinadora nacional estaba destinada a mantener los lazos con las organizaciones peronistas, cuyo eje principal era: “no romper con Perón”. Estas divergencias programáticas volvieron a aflorar durante la huelga de resistencia frente al “Operativo Serpiente Roja del Paraná”, en torno de la estrategia que debían seguir los huelguistas.
En este trabajo pretendimos demostrar que la derrota en Villa Constitución no ocultó la profunda capacidad huelguística que anidaba en la clase obrera desde el Cordobazo. Luego del “Operativo Serpiente Roja”, la Argentina, y particularmente la provincia de Santa Fe, se verá sacudida por una huelga general que, por primera vez, se presentaba a un gobierno peronista. Pero, por el otro lado, expresó la crisis de dirección en el movimiento obrero, que se pudo evidenciar en los diversos debates en torno del Congreso del Sitrac-Sitram en la provincia de Córdoba (1971), el Plenario en Villa Constitución (1974) y en las resoluciones de las coordinadoras interfabriles luego de las jornadas huelguísticas de junio y julio de 1975. Esta situación será el preludio de la llegada de la dictadura militar en 1976, cuyas consecuencias fueron la persecución y la eliminación física del activismo sindical, así como el retroceso en las condiciones de vida de los trabajadores en la Argentina. Las instalaciones de Acindar fueron uno de los centros clandestinos donde se llevó a cabo esta masacre.
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[1]. “¿Qué pasó en Villa Constitución?”, Boletín de Vanguardia Metalúrgica N° 3, abril de 1970, pág. 3. Esta agrupación era orientada por Política Obrera (PO).
[2]. En 1970, en la provincia de Córdoba, los trabajadores de las plantas de Fiat expulsaron a la burocracia sindical en una asamblea y eligieron su propia dirección, la cual lograron consolidar a partir de la ocupación de las fábricas. A mediados de año se desarrolló una huelga con ocupaciones de fábricas en el conjunto de las autopartistas y terminales automotrices. La peculiaridad es que la huelga fue organizada por el “Comité de Acción”, compuesto por delegados y activistas de izquierda en el gremio del Smata. La burocracia sindical del gremio mecánico, encabezada por Elpidio Torres, culminó negociando con las empresas y aisló al “Comité de Acción”. La derrota de la huelga dejó 400 despidos, entre ellos los activistas del “Comité de Acción”. La huelga representó un punto de inflexión en el colectivo obrero, fortaleciendo la idea de que había que expulsar a la burocracia sindical de las fábricas y recuperar el gremio para colocarlo en manos de los trabajadores. Para un mayor análisis, ver Carlos Mignon: Córdoba obrera. El sindicato en la fábrica. 1968-1973, Buenos Aires, Ediciones Imago Mundi, 2014.
[3]. Entrevista a Alberto Piccinini, miembro de la Lista Marrón y secretario general de la UOM Villa Constitución, en revista Luchas obreras argentinas, Año II, N° 7, marzo de 1985, pp. 87-88.
[4]. “Nuestras propuestas para la fábrica”, volante mimeografiado del Movimiento de Recuperación Sindical, enero de 1973.
[5]. Informe del Comité de Lucha, marzo de 1974.
[6]. Solicitada votada por el Plenario Antiburocrático en Villa Constitución, el 20 de abril de 1974.
[7]. Extraído de “40 Balas. El caso Fischer-Bufano”, documental dirigido por Ernesto Gut y Dionisio Cardozo (2015).
[8]. Archivo de la Memoria (ex Esma), audio “Acindar”, Buenos Aires, Argentina.
[9]. Idem anterior.
[10]. En primer lugar, Agustín Tosco no estuvo a favor que el clasismo se estructurara en una coordinadora nacional e incluso como alternativa política. Esto se evidenció en su negativa a formar una fórmula presidencial con Armando Jaime (de la CGT Salta) en las elecciones presidenciales de 1973. En segundo lugar, junto al PRT conformaron el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), que se trataba de una “versión radicalizada” del frente popular, cuya estrategia “para no sectarizarse” era la negativa a pronunciarse por el “gobierno obrero”. Dicha negativa era oponerse a una delimitación programática con la figura de Perón, sentando una expectativa de una “unión nacional” con un sector de la burguesía nacional como condición imprescindible para la conformación de una “patria socialista”.
[11]. Volante del Partido Comunista en Villa Constitución, del 19 de abril de 1974.
[12]. Con Todo Nº 1, mayo de 1974.
[13]. “Se terminó la función”, Boletín N° 2 de la agrupación 20 de Junio, 17 de abril de 1974.
[14]. María Cecilia Cangiano: “¡Y Villa se volvió marrón!, en Ernesto Jorge Rodríguez y Oscar Videla (comp.) “El Villazo: la experiencia de una ciudad y su movimiento obrero”, Villa Constitución, Rosario: Propuesta Gráfica, 1999, pág. 136.
[15]. Entrevista a un delegado de Acindar, Política Obrera N° 193, 3 de mayo de 1974
[16]. “Esta política aglutina el conjunto de la burguesía contra las masas y está dirigida por el gobierno y Perón. La contrarrevolución esta agrupada hoy alrededor del gobierno y subordinada a su política. En Política Obrera N° 179, 11 de diciembre de 1973.
[17]. En agosto de 1971, los sindicatos mecánicos cordobeses del Sitrac-Sitram convocaron a un congreso con el objetivo de conformar una tendencia nacional clasista. Al congreso se hicieron presentes un importante número de comisiones internas, cuerpo de delegados, sindicatos, además de activistas y agrupaciones sindicales de izquierda y combativas. El documento presentado por la dirección de los sindicatos abría el camino para construcción de una alternativa para el movimiento obrero en cuanto colocaba sobre el debate la delimitación con el nacionalismo burgués, la reivindicación del clasismo como fruto del Cordobazo (29 de mayo de 1969) y la necesidad de un partido de la clase obrera. Sin embargo, dicho congreso fue boicoteado por dentro y por fuera. Los sectores de la JTP, el PC y los sectores independientes -como el gremio de Luz y Fuerza Córdoba, encabezado por Agustín Tosco- llamaron a no participar del congreso. Otras agrupaciones, como el PCR y el PRT, directamente no votaron la declaración final, cuyo agregado más importante era el “gobierno de las organizaciones obreras”. La dilatación de los debates y las presiones de sectores de izquierda como del peronismo (Peronismo de Base) culminaron en la decisión de la Directiva de los sindicatos de retirar el documento final. Sólo las agrupaciones sindicales orientadas por Política Obrera votaron el documento final. El aislamiento al que va a ir quedando el Sitrac-Sitram, tanto por la orientación de las agrupaciones que actuaban en su dirección como de la CGT Regional, dará pie a la intervención de su sede por parte de la dictadura militar a fines de 1971. La intervención y represión militar de los sindicatos mecánicos de Fiat fue la expresión del “Gran Acuerdo Nacional” entre el general Lanusse y el propio Perón. No obstante, el Congreso del Sitrac-Sitram constituyó un punto importante en el desarrollo de una conciencia política de la clase obrera en favor de sus propios intereses y delimitación con las corrientes políticas de la burguesía.
[18]. Programa del Movimiento Metalúrgico “7 de Setiembre” – Lista Marrón, 9 de setiembre de 1974.
[19]. Folleto de la Comisión de la CGT regional, febrero de 1975.
[20]. Un delegado metalúrgico planteaba: “Los trabajadores recordamos nuestras últimas asambleas, cuando nuestro compañero Piccinini nos advertía y recomendaba evitar el ausentismo y seguir trabajando normalmente para evitar estos hechos, que inexorablemente se dieron” (en Rodríguez y Videla, 1999, p. 65).
[21]. La Nación, 23 de enero de 1973.
[22]. La represión de la clase obrera santafesina formaba parte de un plan, cuyo ideólogo era el propio Juan D. Perón, quien lo llevó a la práctica en el momento en que puso sus pies otra vez sobre suelo argentino. A partir de la masacre de Ezeiza, el apoyo al golpe policial en Córdoba conocido como el “Navarrazo” y la ampliación de la legislación en materia represiva, heredada de los gobiernos dictatoriales que lo precedieron, dio lugar a un “operativo” conocido como el de “Anticordobazo”. Su objetivo era justamente eliminar a la vanguardia obrera y popular que se estructuró a partir de mayo de 1969.
[23]. En el mismo momento del asalto a Villa Constitución, el ejército intervino al sindicato azucarero del Ingenio Ledesma, en la provincia de Jujuy. Meses más tarde comenzó en la provincia de Tucumán el “Operativo Independencia”, donde el Ejército, con la excusa de terminar con la guerrilla, descargó sobre la población rural un operativo represivo con secuestros, tortura y asesinato de dirigentes sindicales y políticos.
[24]. El objetivo del operativo era el “permitir el derecho al trabajo de los habitantes, eliminando al complot y sus ramificaciones que se extienden a lo largo de toda la zona industrial de la ribera del Paraná”, en La Razón, 21 de marzo de 1975.
[25]. Varios activistas y miembros de comisiones internas fueron arrestados en el marco del operativo represivo y puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Entre ellos podemos citar a Néstor Correa, miembro de la comisión interna de EMA, y Fernando Sánchez, militante de Política Obrera. En el caso de Fernando Sánchez, fue liberado antes del golpe de 1976, siendo luego secuestrado y desaparecido.
[26]. El 22 de abril de 1975, en un suplemento del periódico Avanzada Socialista N° 144 (órgano del PST) afirmaba que el año anterior la normalización de la seccional de la UOM en Villa Constitución “se ganó por la mediación de la señora Lili Perkins, enviada personal de Isabel Perón”. Para el PST, el triunfo de los obreros pasaba por presionar sobre los organismos del gobierno nacional y la exigencia a la Directiva nacional de la UOM como de la CGT que interviniesen en favor de los trabajadores. Ambas entidades habían declarado públicamente su apoyo al “Operativo Serpiente Roja” y en contra del “complot” contra el gobierno nacional de Isabel Perón.
[27]. Política Obrera N° 226, 16 de abril de 1975. PO planteaba que debía desarrollarse una agitación nacional sobre el gremio metalúrgico para organizar a las seccionales, comisiones internas y cuerpos de delegados, acciones de solidaridad por Villa Constitución, para abrir un canal de intervención unitario y minando las bases de la burocracia sindical.
[28]. Estrella Roja, 25 de marzo de 1975, órgano del “Ejército Revolucionario del Pueblo” (ERP).
[29]. “Parte de Guerra N° 3”, comunicado de la agrupación peronista Montoneros, 23 de marzo de 1975.
[30]. Avanzada Socialista N° 141, 5 de abril de 1975.
[31]. El 4 de abril se desarrolló una convención partidaria de la UCR a nivel nacional. La delegación proveniente de la provincia santafesina planteó como moción sumarse a la movilización por el pueblo de Villa Constitución. La moción fue rechazada, tanto por Ricardo Balbín como por Raúl Alfonsín, principales exponentes del Partido Radical.
[32]. Entrevista a un obrero de Villber, en Política Obrera N° 226, 16 de abril de 1975.
[33]. Solicitada del “Comité de Lucha” en el diario La Capital de Rosario, 19 de mayo de 1975. En esta solicitada se declara el levantamiento de la huelga.
[34]. La Razón, 5 de abril de 1975.
[35]. José Rodríguez afirmaba que a “Salamanca no lo sacó la policía, lo echo el gremio”, refiriéndose al asalto del local sindical por 200 matones armados y la persecución y amedrentamiento del activismo a través de la Triple A. En La Razón, 17 de julio de 1975.
[36]. Política Obrera N° 229, 14 de mayo de 1975.
[37]. Programa del 2° Plenario General en la provincia de Buenos Aires, 20 de julio de 1975.
[38]. En enero de 1976, Política Obrera declaraba: “Un golpe militar que emerja del desarrollo de esta crisis no tendrá el carácter de la ‘Libertadora’ ni del onganiato: se tratará de un golpe de liquidación de todo el régimen de libertades democráticas y de ilegalización del movimiento obrero, con métodos de guerra civil”. Extraído del “Documento político de base”, revista Política Obrera N° 1, enero-febrero 1976.
* José Barraza ([email protected]) es militante del Partido Obrero, profesor y licenciado en Historia, ocupa un cargo como adscripto en la cátedra de Historia contemporánea en la Universidad Nacional de Córdoba. Autor de Entre ejes y fundiciones. Empresarios, burocracia sindical y clase obrera en la industria automotriz en Argentina (2016).