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Cómo el imperialismo mundial y la burocracia rusa pusieron en pie al Estado sionista

El medio oriente atrajo la codicia de las principales potencias europeas durante la expansión imperialista en la segunda mitad del siglo XIX. La apertura del Canal de Suez lo convirtió en el nudo de las comunicaciones de Europa con la India y Oriente. La crisis del atrasado imperio otomano facilitaba la penetración europea. Francia, Italia e Inglaterra ocuparon el norte de África. Las posesiones europeas de los turcos habian quedado reducidas a una pequeña franja alrededor de Constantinopla en visperas de la primera guerra mundial. El reparto de los restos del imperio otomano (lo llamaban “el hombre enfermo”) fue uno de los motivos de la primera guerra mundial.

Ingleses y sionistas durante la primera guerra

Los alemanes alinearon a los turcos de su lado. Los anglo-franceses, por su parte, celebraron el tratado secreto conocido como Sykes-Picot por el cual Francia se adjudicaba Siria y el Libano, y Gran Bretaña Irak, la Transjordania y el sur palestino, quedando el resto de Palestina bajo dominio internacional, reservándose los británicos el control del puerto de Haifa. La diplomacia zarista aliada de los anglofranceses, pretendía el control de los accesos al Mediterráneo.

Los ingleses prometieron al jerife de La Meca, Hussein, la formación de un gran reino árabe, para lograr su apoyo en la guerra contra los turcos. Esto no evitó que, paralelamente, el gobierno inglés se comprometiera, mediante la declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917, “a emplear todos sus esfuerzos para facilitar el establecimiento de un Hogar Nacional para el pueblo judío en Palestina”. Entre los varios propósitos de esta declaración está el de ganar a la población judía rusa frente a la inminente revolución bolchevique (que se concretará 5 días después de la declaración). Weizman, principal líder sionista telegrafió a los judios rusos para pedir “su apoyo a la causa aliada”, contra las maniobras alemanas y bolcheviques. El embajader británico en Petrogrado, Buchanan le manifestó a una delegación judia: “espero que la juventud judía ya no seguirá a los bolcheviques”.

Su fundador, Herzl, consideraba al sionismo, parte de la expansión colonial europea: “Para Europa formaríamos parte integrante del baluarte contra Asia”. Con ese propósito realizó gestiones ante todas las grandes potencias de la época, incluidos el Kaiser alemán y los ministros antisemitas zaristas; a estos últimos los trató de seducir con la expectativa de una mayor influencia rusa en el medio oriente y de servir de válvula de escape a la rebelde población judía. Los grandes burgueses judíos de Europa Occidental (como el Barón Rotschild) fueron interesados por motivos similares: incrementar la influencia de sus países y a la vez disminuir la inmigración judía desde Europa Oriental hacia la Occidental. Esta sólida confluencia de intereses entre el imperialismo británico y el sionismo va a cimentar una alianza que durará un cuarto de siglo.

Los ingleses lograron ocupar Jerusalem y Damasco con la ayuda de las tropas árabes al mando del oficial inglés “Lawrence de Arabia”. Cuando el hijo del jerife, Faisal, pretendió coronarse rey de Siria, los franceses, cumpliendo sus acuerdos con los ingleses, lo desalojaron por la fuerza, otorgándole los británicos el trono de Irak. El hermano de Faisal, Abdullah, fue coronado rey de Transjordania (que los británicos separaron de Palestina) y en la península arábiga se instalaba la monarquía saudita, todas ellas títeres del imperialismo británico. Faisal, a instancias de Lawrence, firmó un acuerdo con Weizman el 3 de enero de 1919 por el cual “se compromete a garantizar plenamente la ejecución de la declaración inglesa del 2/11/17″, facilitando de este modo la instauración del Protectorado británico sobre Palestina. Este pacto es el antecedente del que su hermano Abdullah alcanzará con Ben Gurion durante la guerra de 1948 para repartirse los restos de la Palestina árabe, esta vez con auspicio anglo-yanqui.

La lll Internacional denunció tempranamente esta conjunción entre el sionismo y el imperialismo. En las tesis sobre la cuestión nacional y colonial escritas por Lenin en julio de 1920 para el Segundo Congreso se afirma: “Como hiriente ejemplo de los engaños perpetrados contra la clase trabajadora de los paises sojuzgados por los esfuerzos combinados del imperialismo de los aliados y de la burguesía de tal o cual nación, podemos citar el asunto de los sionistas en Palestina, donde con el pretexto de crear un Estado Judio, en ese país donde los judios forman una minoria insignificante, el sionismo ha entregado a la población marginada de los trabajadores árabes a la explotación de Inglaterra”.

Palestina bajo el mandato británico

Bajo el manto “protector” del imperialismo británico, la población judía en Palestina se duplicó en 5 años, pasando de 55 mil en 1918 a 110 mil habitantes en 1924. Herbert Samuel, Lord sionista, ex ministro de Su Majestad, fue nombrado primer Comisionado. La crisis económica, sin embargo, detuvo la ola inmigratoria: en 1926 hubo muchos retornos y en 1927 el balance fue de 5.000 retornos contra 2.700 llegadas. Esta inmigración no absorbía más que una ínfima parte de la inmigración judía proveniente de Europa Oriental. Desde 1880 a 1929, 4 millones de judíos abandonaron sus hogares y sólo 120 mil se radicaron en Palestina (EE.UU. en ese mismo lapso absorbió casi 3 millones). La Revolución Rusa, por su parte, dio lugar a una brusca caída de la emigración judía: el antisemitismo disminuyó hasta casi desaparecer y sólo volvió a renacer de la mano del stalinismo, que lo utilizó para atacar a los “judíos” Trotsky, Kamenev y Zinoviev.

El ascenso del nazismo junto a las trabas para la inmigración a Estados Unidos generaron una gran ola inmigratoria. En 1935, la población Judía ascendía ya a más de 300 mil habitantes. Tras esa oleada tuvo lugar la gran rebelión árabe de 1936-9, que los británicos lograron sofocar mediante una impresionante fuerza militar y la colaboración de los sionistas. Hasta ese entonces los disturbios árabes habían sido controlados con la colaboración de las direcciones feudales palestinas, que mantuvieron a lo largo de todo el Mandato británico buenas relaciones con los ocupantes, incluso con los sionistas (con quienes hacían pingües negocios con la venta de tierras). Inglaterra instrumentó durante todo su mandato la rivalidad intercomunitaria para justificar la prolongación de su presencia. Fue así que durante la rebelión, en 1937, una comisión de investigación británica propuso por primera vez la partición del país en un estado judío y otro árabe, reservándose Gran Bretaña la zona de Jerusalem y Haifa, la defensa y relaciones exteriores. La propuesta fue rechazada tanto por árabes como por los sionistas. Estos querían incrementar la inmigración de modo de adquirir mayor preponderancia económica y demográfica con vistas a obtener el control de la totalidad de Palestina.

Fracasada la propuesta de partición y derrotada la rebelión, el gobierno británico publicó un “Libro Blanco” en 1939, por el cual limitaba la inmigración sionista para los siguientes 5 años a no más de 75 mil personas, y también la compra de tierras. En vísperas de la segunda guerra, los ingleses querían contrarrestar la influencia del Eje sobre el mundo árabe: el Mufti, (líder espiritual) de Jerusalem se exilió en Berlín como aliado de Hitler y en 1941 estalló en Irak una revuelta pro-Eje. Los sionistas, por su parte, aunque rechazaron el “Libro Blanco” se alinearon naturalmente contra la Alemania Nazi y hasta formaron brigadas, con aval británico.

Durante la guerra, el sionismo fue virando en su política de alianzas. En el Congreso de Biltmore (Nueva York), en 1942, triunfaron por primera vez las posiciones pro-yanquis. Se aprobó un reclamo en favor de la inmigración ilimitada y la inmediata constitución de un Estado sionista. Los EE.UU. aparecían como la potencia en ascenso durante la guerra y los sionistas obtuvieron del presidente norteamericano Roosvelt el compromiso de que apoyaría estos propósitos. Tal como había hecho Inglaterra en la primera guerra, Roosvelt se comprometió, al mismo tiempo, con los árabes, a “no tomar ninguna determinación sobre Palestina sin consultarlos”.

EE.UU, Gran Bretaña y los sionistas en la posguerra

En la posguerra, la importancia estratégica del medio oriente se acrecentó debido a la explotación del petróleo a un costo extraordinariamente bajo. Mientras que en 1914, la producción alcanzaba los 2,7 millones de barriles, en 1939 había ascendido a 114 y en 1946 a 254. Grandes oleoductos lo transportaban hasta el Mediterráneo pasando por Siria y Palestina. La rivalidad entre las compañías yanquis y las inglesas formaba parte de una intrincada red de tensiones entre las principales potencias imperialistas. Gran Bretaña había salido debilitada de la guerra; EE.UU. fortalecido, buscaba sustituir a las potencias europeas en diversas zonas del planeta.

El imperialismo yanqui vio en el sionismo un instrumento para la penetración en el medio oriente en detrimento de los británicos. Los yanquis reclamaron, invocando “razones de humanitarismo” el inmediato ingreso de 100 mil refugiados judíos, sobrevivientes del holocausto nazi (¡que ellos por su parte se negaban a admitir en los Estados Unidos!). Los ingleses, naturalmente, se negaron, al mismo tiempo crearon la Liga Árabe, en 1945, para controlar el avance norteamericano.

Los sionistas, con el guiño favorable de los yanquis, recurrieron a la inmigración ilegal y al terrorismo. Este último estuvo cuidadosamente controlado, aunque algunas acciones de los grupos menores (el Irgun y el grupo Stern) tuvieron características espectaculares.

De aquí nace la pretensión de los sionistas “de izquierda” y de los stalinistas, de que el enfrentamiento entre sionistas e ingleses durante 1945-7 fue una “guerra de liberación”. En todo momento, la dirección sionista sostuvo que no buscaban derrotar a su antiguo aliado, sino convencerlo de la necesidad de favorecer la instauración de un Estado sionista.

Cuando Inglaterra anunció finalmente el cese de su Mandato en 1947 y la ONU aprobó la partición, los yanquis fueron firmes promotores de la iniciativa. Sin embargo, ante los enfrentamientos que provocó la partición postularon un nuevo “Mandato” de la ONU, que los tendría seguramente como principales beneficiarios. Esta propuesta, en febrero de 1948, cuando las acciones bélicas aun no estaban definidas fue finalmente rechazada por los sionistas, quienes con el dinero girado por los judíos norteamericanos se habían asegurado una masiva provisión de armas checoslovacas. Una nueva potencia aparecía en esos cruciales meses de 1947-8 en Palestina: la URSS.

Resta señalar que el apoyo norteamericano al estado sionista fue decisivo a lo largo de toda su existencia. EE.UU. reconoció al nuevo estado a los pocos minutos de su proclamación, y fueron los primeros en hacerlo “de facto”. Gran Bretaña no rompió por esto sus vinculaciones con el sionismo: como resultado de los acuerdos Abdallah-Ben Gurion, el reino Hachemita de Jordania se anexó la Cisjordania, que quedó de ese modo bajo influencia inglesa. Pocos años después, en 1956, tropas anglofrancesas en coordinación con los sionistas, ocuparon el Canal de Suez. El cielo sionista fue también corredor libre para los aviones ingleses que en 1958 aterrizaron en Jordania y en Irak.

La URSS y el stalinismo con los sionistas

El rol decisivo de la URSS en la constitución del estado sionista ha sido reconocido por las principales figuras del sionismo. El primer ministro Ben Gurion declaró el 7 de noviembre de 1948: “nuestro pueblo nunca olvidará la ayuda que la Unión Soviética dio a las víctimas del nazismo, ni su apoyo consecuente a Israel en la lucha por la libertad e independencia de su solar histórico”.

Bastante tiempo después, Nahum Goldman, entonces presidente de la Organización Sionista Mundial, declararía: “sería un error histórico no reconocer con profunda gratitud la contribución de la URSS a la resolución histórica de las Naciones Unidas en favor de un Estado judío en Palestina. De no mediar la posición de Gromyko, el Estado de Israel quizá no habría surgido”. En su discurso en la ONU, el representante soviético, Gromyko no se limitó a expresar un apoyo diplomático: “sería injusto -dijo- rechazar al pueblo judío (del mundo entero) el derecho a realizar su aspiración hacia la creación de un Estado para ellos”.

Para justificar esta política de la URSS, los stalinistas han “desarrollado” complicados galimatías. Para el historiador stalinista de origen árabe Abdel Kader el sionismo era ni más ni menos que la avanzada socialista frente a la reaccionaria feudalidad árabe. Para Abdel Kader las “formas democráticas” del sionismo colonial, basado en la expulsión y expropiación de la población autóctona, son históricamente superiores a los derechos de las masas palestinas expropiadas, debido al hecho de que éstas estaban dirigidas por clanes feudales ligados al imperialismo. El stalinista criollo Alfredo Bauer (“Historia Crítica de los Judíos”) afirma, por su parte, que la “resistencia ofrecida por los judíos al ocupante inglés… constituía la primera guerra de liberación nacional desencadenada en el Cercano Oriente”, y que lo mismo vale para la posterior guerra contra la Liga Árabe, pues ésta era una agencia de los ingleses. Los palestinos, para el stalinismo, no existían. Bauer llega hasta justificar “la destrucción de varias decenas de aldeas árabes… por ser estratégicamente beneficiosa” aunque haciendo la salvedad de que fue una “actitud injusta y políticamente perjudicial”. Incluso a la masacre de Deir Yassin la considera “un asunto que tuvo un epílogo particularmente trágico”. De allí que califique a la guerra de 1947-8 como “guerra de liberación nacional pero con elementos francos de chovinismo y racismo”. Cuando más tarde la URSS revierte sus alianzas a favor de los árabes, todos estos autores van a comenzar a hablar de la desviación del sionismo.

En realidad, la posición de la burocracia rusa es teóricamente insostenible desde un punto de vista marxista y se da de patadas con la política de la Ill Internacional leninista. Alega para sí, la necesidad de maniobrar diplomáticamente frente al imperialismo inglés en el Medio Oriente. ¡Pero la diplomacia no puede estar por encima de los intereses de la revolución, ni justifica la adulteración de la caracterización de la situación histórica del medio oriente y del carácter de las fuerzas en conflicto! Con la “tesis diplomática” la burocracia rusa había obligado al Partido Comunista de Palestina a avalar, durante el pacto Hitler-Stalin, al Mufti pronazi y a la rebelión de igual signo en lrak. Cuando Alemania atacó a la URSS, nuevo viraje, y el PCP pasó a impulsar, más que los sionistas y junto a ellos, las brigadas con Inglaterra, de modo que el PCP desfiló, al terminar la guerra, tras las banderas sionistas. Con esa misma orientación prosionista continuó el PCP después de la guerra hasta llegar al apoyo a la partición y a la creación del Estado sionista. Los PPCC de los países árabes, quedaron completamente aislados de las masas árabes, porque apoyaron la partición y el derrotismo en los ejércitos de la Liga Árabe que luchaba contra el flamante estado sionista. Todos estos virajes fueron nefastos para el PCP (luego de 1948, PC Israelí), que sufrió varias purgas y divisiones durante la década del 30 y 40.

En los cuarenta años que han transcurrido desde la fundación del Estado sionista, la burocracia rusa nunca dejó de apoyar vigorosamente su “derecho a la existencia”, incluida en esto último todas las ampliaciones territoriales oficiales de Israel, y algunas más.

El apoyo irrevocable al Estado sionista es otro de los crímenes del stalinismo contra las masas oprimidas del mundo.


EE.UU y la URSS votan la creación del Estado sionista

La violenta expulsión de la población palestina y la confiscación de sus tierras y bienes.

El 29 de noviembre de 1947, una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, decidió la finalización del mandato británico sobre Palestina y la partición del país en dos Estados: uno judío, que debía abarcar una superficie de 14.500km2 y otro árabe, con una superficie de 11.000km2. La zona de Jerusalem debía quedar como una entidad separada bajo la administración de las Naciones Unidas. La resolución fue aprobada por 33 votos contra 13 y 10 abstenciones. Votaron a favor EE.UU, la URSS y la mayoría de los países europeos, tanto del Este como del Oeste. En el territorio asignado al Estado Judío vivían aproximadamente un millón de habitantes, de los cuales medio millón eran árabes y otros tantos judíos. En el territorio asignado a los árabes sólo vivían 10 mil judíos sobre más de 700 mil habitantes, mientras que en Jerusalem había 200 mil habitantes divididos por mitades entre las dos comunidades. La partición dividía territorialmente al país en 7 zonas, 3 para cada Estado, además de Jerusalem, en forma completamente arbitraria, de modo de poder incluir a la totalidad de la población judía en el mismo Estado.

Al momento de la partición, la población judía alcanzaba a un tercio del total. Más notable era la desproporción en relación a la tenencia de la tierra. Sin contar el desierto del sur del país (Neguev), las tierras en manos árabes ocupaban más de un millón de hectáreas contra menos de 150 mil de las judías y algo más de 150 mil tierras públicas y vías de comunicación. En el sur, los árabes tenían casi 200 mil hectáreas contra sólo 6500 de los judíos, en tanto había un millón de tierras públicas.

Árabes y judíos en la partición

La reacción de ambas comunidades ante la partición fue, naturalmente, bien distinta, y el enfrentamiento se hizo abierto. Los árabes rechazaron la partición del país y reiteraron su reclamo histórico en favor de la independencia de Inglaterra sin ningún tipo de partición. Los judíos, por su parte, a través del Consejo General Sionista expresaron su aprobación, aunque “lamentando que algunas regiones de extrema importancia” no estuviesen incluidas en el territorio asignado al futuro Estado Judío.

Ambas comunidades se encontraban muy diferentemente preparadas para el inminente enfrentamiento.

Los palestinos no se habían repuesto aún de la derrota de la rebelión de 1936/9. La rebelión había incluido una huelga general de 6 meses de duración, entre abril y octubre de 1936, que fue seguida por una intermitente guerrilla campesina, sofocada por una impresionante fuerza armada británica que contó con la colaboración de destacamentos armados sionistas. Un cuerpo represivo especial fue comandado por el capitán inglés Orde Wingante, que contaba como adjunto a un militar sionista que alcanzaría fama posterior: Moshe Dayan. La rebelión fue el punto más alto alcanzado por la resistencia palestina durante el mandato británico y entre las causas de su derrota se encuentra la conducta traidora de su dirección, en manos de clanes feudales que rivalizaban entre sí y que negociaban bajo cuerda con los sionistas y los ingleses. Estos eran los “efandi”, grandes terratenientes absentistas, que mientras protestaban contra la inmigración sionista y la compra de tierras por la Agencia Judía, eran quienes más se beneficiaban de esas compras pues las vendían a alto precio, permitiendo que luego los sionistas desalojaran a los campesinos miserables (los fellah) que constituían la inmensa mayoría de la población palestina.

La colonización sionista, por su parte, había bloqueado el desarrollo de una clase burguesa y de la pequeña burguesía palestina, y aun de la clase obrera, dado que los sionistas preconizaban el “trabajo judío” dentro de las empresas sionistas y el boicot a los trabajadores y productos árabes, provocando una enorme desocupación entre la masa de fellahs sin tierra.

Todos estos factores explican la falta de cohesión política y militar de la resistencia palestina, que en ningún momento movilizó ni armó a la población. Las acciones militares consistieron en actos terroristas y, las de mayor envergadura, fueron protagonizadas por columnas organizadas fuera del país, como la que ingresó a Galilea (ejército de Liberación Árabe al mando de Fawzi Al Kaiju, veterano de la revuelta del 36/9) y los núcleos dirigidos por Abdel Kader Huseini, pariente del líder de uno de los más importantes clanes y jefe espiritual (Mufti) de Jerusalem. Pero estas fuerzas actuaron descoordinadamente.

Desde la rebelión de 1936/9, los palestinos habían sido sistemáticamente desarmados por el ocupante inglés. Entre 1935 y 1947, fueron confiscados 7600 rifles a los árabes contra sólo 135 a los sionistas.

La comunidad judía palestina (conocida como Yshuv) se venía preparando desde tiempo atrás para constituirse en Estado y consideraron a la partición como una de las alternativas posibles. Hasta el comienzo de la 2da guerra mundial, las corrientes sionistas mayoritarias se habían opuesto al cese del Mandato británico y consideraban que sólo después de alcanzar preponderancia económica y poblacional podrían encarar la constitución del Estado sionista. Pero esta actitud fue cambiando durante la guerra en lo que influyeron varios factores.

Como resultado de la gran persecución hitlerista el número de inmigrantes creció y la población judía alcanzó al tercio del total, siendo evidente que iba ser dificil incrementarla en el cuadro del dominio británico y frente a la resistencia palestina. Algo similar ocurría con la tierra. Se había alcanzado casi un 7% del total, pero había nuevas restricciones para incrementarla. Fue entonces que, en una reunión extraordinaria de sionistas de todo el mundo en Nueva York, en mayo de 1942, se aprobó el llamado “programa de Biltmore”, que exigía la inmigración judía ilimitada bajo el control de la Agencia Judía, el establecimiento de una Estado Judío sobre toda la superficie de Palestina y la creación de un ejército judío. Este programa sólo podía ser realizado por la fuerza, pues era evidente que los británicos no lo iban a aceptar (querían conservar Palestina bajo su dominio), y mucho menos los árabes, quienes serían desplazados por una colonización masiva del extranjero hasta convertirse en una minoría en su propio país.

La segunda guerra también trajo un fortalecimiento económico del Yshuv, que se sintió así más decidido a imponer su trasformación en Estado independiente. Los sionistas contaban además con una mayor cohesión política y mejor preparación militar. La Agencia Judía y el Congreso Sionista funcionaban como organismos paraestatales y las fuerzas de la Hagana era un ejército en potencia. Los sionistas habían comenzado a armarse desde los comienzos de la colonización, al principio para defender sus aldeas y colonias, y luego mediante su participación en la represión de la rebelión árabe del 36/9. Durante la 2da guerra los sionistas lograron la formación de una brigada propia, incrementando su participación militar. Después de la 2da guerra, las organizaciones militares sionistas se fortalecieron llevando a cabo ataques terroristas contra los británicos, tratando de acelerar su partida en el sentido del programa de Biltmore (que marcó a su vez un vuelco del sionismo que abandonó su completa asociación con Gran Bretaña en favor de los EE.UU). Finalmente los sionistas movilizaron a todo su potencial humano mediante levas masivas desde el mismo momento en el que la ONU resolvió la partición.

La guerra del 1947/8

Desde la resolución de la partición, incidentes, escaramuzas y atentados terroristas comenzaron por ambas partes, provocando en los primeros meses centenares de víctimas. A partir de enero, con el ingreso de la columna Al Kauji a la zona de Galilea y luego con la fuerza dirigida por Huseini en los alrededores de Jerusalem, los combates adquieren mayor envergadura. Los principales enfrentamientos se producen por el control de las ciudades: Haifa y Jerusalem (pobladas por árabes y judíos), la zona entre Tel Aviv (judía) y Jaffa (árabe) y por la Galilea. En contra de algunos prejuicios extendidos, la acción de las tropas británicas no favoreció preferentemente a los árabes. A mediados de enero, por ejemplo, los británicos se enfrentaron a la columna de Al Kaiju en la región del lago Hule y también en la carretera Jerusalem-Hebrón. “Un batallón británico, tanques y cazas Spitfire, lograron limpiar la región de Hebrón de los 2 a 3 mil árabes que habían rodeado 4 colonias judías” (Times de Londres, 16/01/48). También colaboraron para evitar el cerco al sector judío de Jerusalem sitiado por los irregulares árabes. Es cierto también que evitaron en una primera instancia la caída de Jaffa en manos sionistas (Jaffa debía pertenecer, en la partición, al Estado árabe, pese a estar enclavada dentro del territorio del proyectado Estado judío).

Los resultados bélicos comenzaron a desnivelarse en favor de los sionistas desde comienzos de abril, a medida que las armas checoslovacas compradas con el dinero de los sionistas norteamericanos fluían generosamente. La batalla por Castel, cerca de Jerusalem, a principios de abril duró varios días y terminó con un triunfo sionista y con la muerte de Abdel Huseini. Pocos días más tarde, la columna de Al Kauji perdía su artillería y los sionistas ocupaban rápidamente toda la Galilea oriental. Tiberíades, Safed y Haifa fueron ocupadas entre el 18 de abril y el 10 de mayo. El 13 de mayo ocuparon Jaffa y el 14 Acre y toda la Galilea occidental. En el último mes antes de la partida británica, los sionistas ocuparon mucho más que el territorio adjudicado por la partición. La ocupación sionista iba unida a acciones ferozmente terroristas contra la población civil, que se vio forzada a marcharse. La más brutal y conocida de estas masacres sionistas fue la perpetuada contra la aldea de Deir Yasin, el 9 de abril, en la que fueron asesinados 254 habitantes incluyendo ancianos, mujeres y niños.

El éxodo palestino, resultado de los métodos de terrorismo contra la población civil aplicado por los sionistas, llevo a más de 400 mil palestinos a abandonar sus hogares en el último mes antes de la partida de los británicos. 100 mil palestinos fueron expulsados de Jaffa, 80 mil de Haifa, 60 mil de la Galilea occidental y otro tanto de las zonas cercanas a Jerusalem en dirección a Tel-Aviv. Las masacres reales como Deir-Yasin y Bet-El Kouri (5/5), o supuestas, y la expulsión militar, fueron las causantes directas del éxodo.

El 15 de mayo, los británicos abandonaron Palestina. Un día antes, Ben Gurion proclamó el Estado de Israel desde Tel-Aviv, reconocido a los pocos minutos “de facto” por los Estados Unidos y tres días más tarde por la URSS, el primer país en reconocerlo “de jure”. A las pocas horas de proclamado el Estado sionista, tropas de los países de la Liga Árabe (Egipto, Transjordania, Siria, Líbano e Irak) penetraron en Palestina, entre ellas, la Legión Árabe transjordana, al mando de oficiales ingleses. Salvo la Legión, las demás fuerzas eran más bien simbólicas, mal pertrechadas y sin coordinación militar entre sí. La Legión como lo reconoció su jefe el oficial inglés, Glub Pacha, tenía instrucciones precisas del gobierno inglés de no penetrar en el territorio asignado al Estado sionista. Hubo entrevistas secretas entre Ben Gurion y el rey Abdallah de Transjordania en favor de su reparto de los territorios adjudicados por la ONU al Estado árabe palestino. Las acciones bélicas no tuvieron inicialmente un resultado definido y los mediadores de la ONU establecieron una tregua que duró desde el 11 de junio al 7 de julio. La tregua fue aprovechada por Israel para establecer un puente aéreo con Checoslovaquia, quien le proveyó de abundante material bélico. A partir del 7 de julio y hasta la nueva tregua del 18 de julio, los sionistas ampliaron su territorio ocupando todo el corredor de Tel-Aviv a Jerusalem. Lydda cayó el 11 de julio y sus 30 mil habitantes fueron evacuados. Tras la ocupación de Ramle, el 12 de julio, fueron expulsados sus 60 mil habitantes.

La nueva tregua va a extenderse indefinidamente. Sin embargo, en octubre, los sionistas avanzaron sobre el sur ocupando la capital del Neguev, Bersheba el 21, Bait Nanum, cerca de Gaza, el 22 y Belt Jibrin, hacia Hebrón poco después. Pese al cese de fuego y a los armisticios que se estaban negociando, ocupó todo el Neguev hacia fines de diciembre, y el 10 de marzo, de 1949, después de firmado el armisticio con Egipto, ocupó el puesto palestino de Um-Rashrash, sobre el golfo de Akaba, al que rebautizaron Eilat.

Cuando se firmaron finalmente los 4 armisticios entre Israel con Egipto, Líbano, Siria y Transjordania, su territorio se había ampliado hasta alcanzar 20.800 km2. El territorio que quedó del proyectado Estado árabe palestino fue repartido entre la Transjordania que pasó a ser el reino Hachemita de Jordania (se apoderó de toda la Cisjordanía) y la franja de Gaza, que permaneció bajo ocupación militar egipcia por 20 años. El intento de crear un régimen palestino autónomo en Gaza durante el mes de setiembre, bajo el patrocinio egipcio, fue contrarrestado por el rey hachemita, que convoco a 5000 notables de la Cisjordania, que le “pidieron” que se hiciera cargo de su territorio. Así, la función de la Legión, dirigida por los ingleses cumplió su cometido: ayudar a la anexión de una parte de Palestina al reino de Jordania, unido por tratados políticos y militares con Gran Bretaña. El acuerdo Ben Gurion-Abdallah culminó el despojo de la tierra palestina.

Expulsión de la población y expropiación de sus tierras y bienes

El éxodo de la población palestina fue el resultado combinado de las medidas para aterrorizar a la población (como Deir Yasin) y de la expulsión masiva que siguió a la toma de las ciudades por los sionistas. La masa de palestinos que abandonó sus tierras y hogares lo hizo a partir de la ofensiva sionista de principios de abril, y en especial a partir de Deir Yasin. Esta masacre fue intensamente propalada por radios y diarios. A medida que las tropas sionistas ampliaban los territorios conquistados (entre julio y octubre), los refugiados de la primera ola volvían a partir de sus nuevos refugios. La totalidad de los habitantes de ciudades enteramente árabes fueron obligados a evacuarlas: fue el caso de Jaffa, Acre, Ramle, Lydda, Nazaret y  Shafa Amr, con una población estimada en 195 mil personas, todas las cuales se encontraban en la zona reservada en la partición para el estado árabe. También fueron obligados a emigrar las poblaciones árabes de ciudades mixtas como Haifa, Tiberíades, Safed y Bersheba así como del sector nuevo de Jerusalem, que quedó en

manos sionistas. En total 863 aldeas árabes fueron ocupadas por los sionistas, gran parte de las cuales se encontraban en el nuevo territorio agregado al Estado sionista en Galilea occidental y en el corredor Jerusalem Tel-Aviv. Del medio millón de habitantes árabes del territorio asignado por la partición al Estado sionista, solo permanecieron 50 mil. De las zonas agregadas se estima que abandonaron el país otros 400 mil, totalizando cerca de un millón los refugiados de la guerra del 48. Es falsa la suposición que los refugiados fueron el resultado de la guerra entre Israel y los Estados de la Liga Árabe, pues como vimos, la mitad de los refugiados ya había sido expulsada antes del 15 de mayo. Algunos autores sionistas llegan a reconocer que “sería más verídico decir que los refugiados fueron la causa de la primera guerra árabe-israelí y no su resultado” (Anthony Nutting, discurso en Nueva York auspiciado por el Consejo judío norteamericano).

El sentido de la expulsión no tuvo que ver con ninguna razón bélica ni siquiera policial. Fue un fenómeno sustancialmente social. Solo mediante la expulsión de la población árabe, el sionismo pudo constituir un Estado “abierto a los emigrantes judíos de todo el mundo”, los cuales ocuparon las tierras y las ciudades de las cuales fueron expulsados los árabes. En el territorio de 20.900 km2 del Estado sionista tal como emergió de la guerra sólo permanecieron menos de 150 mil palestinos (50 mil en la zona de la partición original y menos de cien mil en los nuevos territorios anexados).

Los sionistas jamás permitieron el retorno de los refugiados a sus hogares, pese a reiteradas y, naturalmente líricas, resoluciones de la ONU. Esta posición ya fue expuesta tempranamente por Ben Gurion, Primer Ministro israelí, el 16 de junio de 1948: “Este proyecto (el plan de partición) murió y fue enterrado… la situación en Palestina se regulará por la potencia militar… Jaffa será una ciudad judía… la repatriación de los árabes a Jaffa no es justicia, sino locura”. Hasta noviembre de 1953, ciento sesenta y un aldeas árabes habían sido arrasadas después de su ocupación por los sionistas.

A los árabes que permanecieron en territorio israelí se los transformó en habitantes de segunda. Mientras que por la “Ley del retorno” de 1950 y la ley de nacionalidad de 1852, cualquier judío, fuera cual fuere su nacionalidad o país de origen puede adquirir automáticamente la ciudadanía israelí, los residentes no judíos pueden adquirir la ciudadanía sólo por residencia demostrada, lo cual les fue muy dificil de probar. “Gran número de los árabes que hablan poseído carta de identidad la habían perdido o la habían entregado al ejército de Israel durante o inmediatamente después de la guerra”, afirma el estudioso judío Don Peretz en ‘Israel y los Árabes palestinos”.

El proceso de expropiación de las tierras y propiedades árabes “abandonadas” fue gigantesco, incluyendo las tierras de los propios árabes que permanecieron en Israel. Basta señalar que comprendía toda la propiedad urbana de ciudades enteras y de barrios enteros de otras ciudades y, como señalamos, centenares de aldeas. La tierra árabe que pasó a ser propiedad sionista comprendía 670 mil Ha cultivables, 13,500 Ha de cítricos, 105 mil Ha de olivos, bananos y otros árboles y grandes extensiones de tierras de pastoreo. A esto hay que agregar la propiedad comercial e industrial, que según Peretz abarcaba a 7600 tiendas, oficinas, talleres y almacenes. Y finalmente, muebles, posesiones y efectos personales de cerca de un millón de personas que abandonaron sus casas prácticamente con lo puesto. Un informe oficial israelí reconocía el 18 de abril de 1949 que “los árabes abandonaron grandes cantidades de posesiones en cientos de miles de alojamientos, tiendas, almacenes y talleres”. Henry Cattan, jurista nacido en Jerusalem calcula el valor de lo expropiado a los palestinos en 16 mil millones de dólares de 1948, una cifra absolutamente gigantesca.

El proceso confiscatorio se ejecutó en dos fases. Desde 1948 a 1950 fue la ocupación física y desde 1950, las medidas legales para convalidaría. Así se dictó la ley de “dueños ausentes”, seguida de la de “lotes baldíos o no eficazmente cultivados”, y la que amplió el Concepto de “dueños ausentes” para incluir a los árabes que aun residiendo en Israel, habían sido obligados a mudar su residencia respecto a la que tenían en 1948. Los árabes que permanecieran en Israel también fueron expropiados mediante la ley que facultaba al Ministerio de Defensa a declarar “zonas de seguridad” y expulsar de ellas a sus habitantes árabes, además de las leyes de expropiación (1950), de adquisición de tierras (1953) y la ley de limitación (1958) que obligaba al reclamante de tierras no registradas a demostrar su continua e indisputada posesión de ellas por quince años. El resultado fue que al 4 de junio de 1967, la tierra en manos palestinas dentro de Israel quedó reducida a 20 mil Ha, menos del uno por ciento de la superficie del país. Por el contrario, si después de 70 años de colonización, desde 1880 a 1948, los sionistas sólo habían comprado 150 mil Ha, mediante la confiscación lograron en pocos meses, diez veces más.

El Estado sionista se construyó sobre la expulsión de la población y la completa confiscación de sus bienes, avalado naturalmente por el imperialismo, y por la burocracia rusa.


Publicado originalmente en Prensa Obrera N° 223 del miércoles 27 de abril de 1988 y en Prensa Obrera N° 224 del miércoles 4 de mayo de 1988

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