La crisis de Medio Oriente

Las agencias de noticias imperialistas apenas dejan traslucir en sus cables una pálida imagen de la masacre perpetrada por el Estado sionista en el Líbano. Pero aun esa palidez nos da una idea de la catastrófica realidad: 20.000 muertos en su mayoría civiles, decenas de miles de heridos, un cuarto de la población sin vivienda, miles de refugiados palestinos detenidos y llevados maniatados y con los ojos vendados a los campos de concentración israelíes. El “Washington post” -que apoyó la invasión- señalo (19/7) la existencia de 6 “campos de concentración”. Ni a la prensa, ni a los gobiernos capitalistas, se les ocurre calificar de “violación de los derechos humanos” a esta masacre genocida. Los mismos cínicamente denunciaron la “violación de la ley internacional” por la Argentina en las Malvinas, se olvidan de ella para la invasión imperialista-sionista del Líbano.

La guerra en la base del Estado israelí

El pretexto para lanzar la agresión israelí fue que estaba destinada a acabar con el “terrorismo” palestino en la Galilea. Pero como no había acciones militares palestinas desde la tregua pactada en 1978, Beguin tuvo que montar su propia provocación. La excusa para iniciar la invasión fue el asesinato de un embajador israelí en… Londres. Como lo probó documentadamente la OLP éste fue obra de un agente provocador que ni siquiera es palestino (los indicios señalan al Mossad, servicio secreto israelí)

El rol del Estado sionista en el Medio Oriente puede ser definido como el de una máquina militar, equipada y financiada por el imperialismo para golpear y desangrar la lucha antiimperialista de los pueblos árabes. La “tregua” impuesta por Israel y el imperialismo en 1978 a la OLP no había sido violada. Pero para un Estado en constante crisis hasta los éxitos se transforman en obstáculos. La tregua debilitaba la capacidad de provocación de Israel, frente a la creciente movilización palestina en la Cisjordania. El Estado sionista debe apelar a la guerra para superar su impasse y para ello la única salida era el montaje de una gran provocación. La verdadera razón de la invasión no reside sólo en aplastar a la creciente movilización revolucionaria de las masas palestina y de la izquierda libanesa, sino superar el impasse existente frente a la resistencia palestina en la Cisjordania y Gaza.

“The Economist” (17/7) afirma que “la dimisión por Israel de Rashid Shawa, alcalde de Gaza, arroja la sospecha de que “operación Paz de galilea” tienen mucho más que ver con la margen occidental y Gaza que con… el norte de Galilea. Con la guerra Beguin aprovechó la oportunidad para cubrir una feroz represión contra los palestinos de los territorios ocupados por Israel en 1967 (Gaza y Cisjordania) y se acentuó la colonización israelí de esa zona, planteando claramente la perspectiva de anexarlos. Esto confirma la naturaleza agresiva y expansionista del Estado sionista al servicio del imperialismo.

Se perpetúa la crisis política en El Líbano

La invasión barrió con el ejército sirio allí estacionado y arrincono a la resistencia palestina y libanesa en Beirut. La heroica resistencia de Beirut a la maquinaria bélica sionista-imperialista y jugara un rol fundamental en los próximos acontecimientos de la región. Pero también quedará marcada a fuego la impotencia y la traición del nacionalismo árabe a la causa palestina. Mientras Siria firmó un cese de fuego por separado, el resto de los gobiernos árabes no movieron un dedo en defensa de las masas palestinas y libanesas. El propio Arafat denunció la inacción cómplice de estos regímenes. el nacionalismo árabe puesto ante la masacre, la dejó correr. La URSS se negó explícitamente a incrementar su apoyo militar a árabes y palestinos (“Pravda” llegó al cinismo de insinuar que son incapaces de manejar las mismas armas que permitieron la victoria de los vietnamitas, cuando los sionistas-imperialistas han puesto en acción misiles y defensas antiaéreas que, según el “New York Times” han “barrido con una generación de armas aéreas”)

Pero el triunfo militar israelí profundiza la crisis política y aleja la posibilidad de reconstruir el Estado burgués en el Líbano, prácticamente deshecho por la guerra civil que se viene desarrollando desde 1975. Este es un objetivo directo de Beguin: el desmembramiento del Líbano. El propósito de este es no sólo anexionarse los territorios ocupados en Gaza y Cisjordania, sino también parte del Líbano (lo que él llama “franja de seguridad”), colocando en el resto a un gobierno fascista títere de Israel. El “nombramiento” del cristiano Gemayel, líder de las falanges fascistizantes como presidente así lo confirman. Los sionistas quieren tener el mayor control posible y le dan todo su apoyo incondicional al comandante Haddad, un aventurero fantoche de Beguin que mantiene el control político-militar sobre el sur libanés. La invasión ha alejado la reconstrucción del Estado burgués libanés, pues el gobierno que pretende imponer Israel es super minoritario (las falanges y Haddad no representan a la población cristiana, que es de por sí minoritaria, y que se ha radicalizado al contagio con la resistencia palestina y ante los horrores de la represión sionista) y sólo podrá sostenerse mediante una guerra civil contra la mayoría nacional. Israel quiere convertir al Líbano en un protectorado suyo.

Crisis en la política imperialista

La crisis de los regímenes del oriente árabe (Irak, Arabia Saudita, etc) se ha profundizado a partir de la revolución iraní que derribo al Sha, guardia contrarrevolucionario directo del imperialismo en esa región. la inestabilidad política creciente se combina con la crisis económica mundial, en la que los países productores de petróleo se encuentran en el centro. La baja brusca en los precios de petróleo acelera la crisis de los regímenes árabes. La inestabilidad de estos regímenes no sólo abre el camino a la revolución social, sino que pone en juego a todo el sistema financiero mundial amenazando el flujo de “petrodólares”. Por ello una fracción del imperialismo alienta un Gran Acuerdo Internacional entre los regímenes de la región, usando la presión del militarismo israelí (potenciado como nuevo guardián contrarrevolucionario intentando llenar la caída del Sha), para aislar a la revolución iraní y aplastar la resistencia antimperialista árabe, en primer lugar, la palestina. Pero esta perspectiva entra en choque con las medidas que plantea Beguin.

Es necesario en primer lugar dejar en claro que Beguin-Sharon son marionetas del imperialismo, sostenidos y alimentados por éste, siguen sólo sus dictados. por eso en las recientes polémicas Beguin-Reagan, debemos ver el enfrentamiento entre dos alas del imperialismo. Los “delirios” de un Beguin responden a la tendencia de una fracción imperialista orientada a cubrir el enorme vacío político que va desde Israel hacia el Este árabe mediante una superpotencia militar en constante expansión. Mientras la primera fracción imperialista propugna un Estado palestino; la segunda plantea la inexistencia de un Estado autónomo y propone una “autonomía” palestina dentro de Jordania con ocupación israelí permanente sobre la Cisjordania y el establecimiento de un protectorado sobre Jordania. Ambas propuestas reaccionarias condicen a una situación explosiva.

La inviabilidad del Estado sionista

El nuevo éxito militar no hará sino colocar en un impasse mayor al sionismo. Más extiende sus fronteras y sus guerras, mayor es la rebelión antiimperialista que acabará gestando. La resistencia de Beirut mostró el enorme potencial de sublevación nacional existente, que fue acompañado por movilizaciones y huelgas en la Cisjordania y Gaza. Con la guerra Beguin consiguió postergar momentáneamente el estallido de la tremenda crisis económico-social que se venía desarrollando en Israel (la inflación es la mas alta del mundo, luego de la Argentina). Por primera vez se han evidenciado importantes elementos de crisis en el seno de la burguesía judía (disidencias de importantes jefes militares a seguir las ordenes de Beguin, etc.) y entre las masas (manifestaciones pacifistas de miles de personas).

Pero el movimiento judío que plantea la coexistencia del sionismo con el pueblo palestino, no tiene futuro y juega un rol puramente distraccionista respecto al belicismo de los Beguin. Para una real política progresista hay que plantearse el frente único con las masas palestinas por la reivindicación democrática más elemental: un estado no confesional único, regido por las normas del sufragio universal. La provocación y la masacre han probado una vez más ser consustanciales del Estado sionista. Sólo la destrucción de ese Estado, y una Palestina única, laica y democrática, integrará a las masas judías y palestinas a un destino común de lucha por el socialismo.


Acto antiimperialista en solidaridad con la lucha palestina (1982)

Más de 700 compañeros se hicieron presentes en el acto convocado el 25 de agosto en el cine Atalaya por la Comisión de Solidaridad con el Pueblo Palestino para reclamar el inmediato retiro de las tropas sionistas del Líbano, el cese de la injerencia imperialista en la región y apoyar la lucha del pueblo palestino por su liberación. Durante la concentración se leyeron adhesiones de dirigentes de la CGT Avellaneda-Lanús, de la CGT Zona Norte, de la Coordinadora Ferroviaria, de un conjunto de personalidades, de la Sociedad de Estudios Árabes, de la Liga de Solidaridad con Palestina, de la audición “Voz Árabe”, de política Obrera, la Unión de Juventudes por el Socialismo (UJS), la Juventud de Intransigencia Peronista, dirigentes de la Confederación Socialista Argentina, entre otros.

En el acto se hizo presente un representante del Centro de Estudiantes de filosofía y Letras (Crecefyl) quién trajo el mandato de una Conferencia Regional de más de 100 representantes del movimiento estudiantil apoyando la convocatoria al acto y el programa planteado por la Comisión de Solidaridad. En sucesivas intervenciones, el profesor Catella, un dirigente de la Confederación Socialista y un representante de la Juventud Intransigente Peronista denunciaron el silencio orquestado por el imperialismo en torno a la masacre de Beirut, silencio que se hizo patente en nuestro propio país por las tergiversaciones y misiones de la prensa sobre el martirio del pueblo palestino y el cerco informativo sobre las propias actividades de la Comisión de Solidaridad. El orador de la UJS destacó la criminal pasividad frente a la embestida sionista-imperialista en el Líbano de la inmensa mayoría de los estados árabes y en particular de la URSS y señaló la identidad de intereses en la lucha de los trabajadores palestinos y argentinos frente al común opresor imperialista. Un punto fundamental fue destacar la gran conclusión de la gesta de Beirut: la causa palestina tiene un único y gran aliado en el proletariado y las masas oprimidas del mundo y no en las oligarquías árabes o el stalinismo contrarrevolucionario.

Un miembro de la Comisión de Solidaridad cerró el acto, haciendo un vibrante llamado a continuar la movilización.


Ambos artículos fueron publicados originalmente en Política Obrera N° 332 del 11 de septiembre de 1982

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