Por qué el documento de CFK es reaccionario

El documento emitido por Cristina Fernández de Kirchner, titulado “Argentina en su tercera crisis de deuda”, merece ser desmenuzado. Especialmente por el ascendente que la expresidenta aún mantiene entre amplios sectores de trabajadores e incluso entre una parte de la vanguardia obrera y popular. La crítica al documento de CFK apunta a poner al descubierto el relato construido en torno a lo que se presenta como los “logros indiscutidos” o “puntos fuertes” de los gobiernos kirchneristas, por un lado, y el contenido reaccionario de sus planteamientos políticos y programáticos, por el otro.

Deuda y privatizaciones

En la historización que se realiza en el primer capítulo del documento, CFK hace distintas denuncias a la última dictadura militar y a los sucesivos gobiernos de la democracia.

CFK señala que el gobierno de Alfonsín “aceptó sin beneficio de inventario la deuda externa heredada” de la última dictadura militar. Pero ¿y los gobiernos kirchneristas? CFK cuenta la mitad de la historia cuando reivindica que, bajo el gobierno de Néstor Kirchner, se logró la reestructuración de la deuda argentina “logrando la quita de capital e interés más importante de la historia”. Omite señalar que todo lo que el Estado argentino se “ahorró” en materia de quita, lo terminó pagando en materia de “cupón PBI”: un bono otorgado como forma de compensación a los mismos tenedores de la deuda reestructurada. El bono rendiría en tanto la economía del país creciera, y como la Argentina venía de un colapso capitalista que había hundido su PBI a pisos históricos, era evidente que iba a asistir a un rebote. La tergiversación del índice inflacionario del Indec, que introdujo Guillermo Moreno mediante patotas contra los trabajadores, contribuyó a que los bonos “cupón PBI” otorgaran mayores rendimientos a sus tenedores, ya que el crecimiento del PBI, inflado por la inflación real, se corregía con una “inflación oficial” de una tasa más baja a la real. De pasada, la “inflación oficial” colaboraba a establecer en las negociaciones paritarias techos salariales más bajos.

CFK reivindica en su documento el pago al contado de 10 mil millones de dólares al FMI, donde se aceptó “sin beneficio de inventario” una deuda heredada de un gobierno asesino que fue echado por una rebelión popular. El pago de esa deuda representó el despilfarro de un tercio de las reservas del Banco Central. También “sin beneficio de inventario”, CFK aceptó una deuda heredada de la dictadura militar: la mantenida con el Club de París. La deuda defaulteada fue renegociada por el ministro de Economía de CFK, el “izquierdista” Axel Kicillof, que reconoció intereses y punitorios que sumaban otros 10 mil millones de dólares.

Cuando CFK cita a Dujovne como palabra de autoridad para confirmar el “desendeudamiento” de la Argentina incurre en un fraude. Como se puede observar en el gráfico de abajo, la deuda bruta del Estado argentino, en 2004, era de 192.294 millones de dólares (con el 75,7% en moneda extranjera); mientras que, en 2015, esa deuda ascendía a 240.665 millones de dólares (con el 69,3% en deuda extranjera). A su vez, se puede ver claramente que de 2005 a 2015 existe una tendencia creciente de la deuda pública en términos absolutos. Solo existe una leve caída de 2009 a 2010, coincidiendo con el año en el que CFK echó mano en las reservas del Banco Central (por el orden de los 4.500 millones de dólares) para pagar deuda pública, precipitando la salida de su entonces presidente Martín Redrado. Este crecimiento neto de la deuda pública se produjo a pesar de que Argentina fuera una “pagadora serial” de deuda. La propia CFK reconoció haber pagado, desde 2003 a 2012, 173.733 millones de dólares (ver https://www.youtube.com/watch?v=tDmIZoEM1DE). Dujovne, y el macrismo más en general, se apoyaron en el relato kirchnerista para habilitar el brutal proceso de endeudamiento que llevaron adelante con posteridad. Es decir, el relato kirchnerista fue “funcional” a la política de la derecha.

Fuente: Ministerio de Economía

Es cierto que la relación entre la deuda y el PBI se redujo sensiblemente de 2004 a 2015. Pero también es cierto que, durante la última presidencia de CFK, de 2011 a 2015, ese porcentaje tuvo una tendencia siempre ascendente, pasando del 38,9% al 52,6%. A su vez, vale señalar que la relación deuda-PBI, en tanto un gran porcentaje de la deuda pública se encuentra en moneda extranjera, puede dispararse bruscamente de la mano de una fuerte devaluación del peso. La crisis con los holdouts (fondos buitre), que empujaron a la Argentina fuera del mercado de créditos internacional, fue lo que motivó a CFK a buscar el acuerdo colonial con el Club de París, a pagarle una jugosa indemnización a la vaciadora Repsol (por el orden de los 6.000 millones de dólares) y a acordar con el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). Fue una clara línea de sometimiento a las presiones del capital financiero internacional y el imperialismo. La designación de Scioli como candidato del kirchnerismo en 2015, bajando la candidatura del otrora “progre” Randazzo, estaba inscripta en esa orientación estratégica. (Hoy, apuntemos de pasada, Scioli y Randazzo tributan al gobierno de Milei). En síntesis, la “crisis de deuda” de la Argentina, que representa el eje del documento de marras, se viene incubando desde hace largo rato. Naturalmente, con el macrismo la crisis de deuda dio un salto cualitativo, contando para eso con el apoyo de Massa y otros sectores del peronismo; luego se profundizó bajo la gestión de Alberto, Cristina y Sergio; y promete agravarse a límites insostenibles bajo el gobierno de Milei.  

Es importante apuntar que, en materia social, los gobiernos de Néstor y Cristina nunca lograron perforar un piso de pobreza del 25%. Cuando Cristina concluye su segundo mandato la informalidad laboral ya abarcaba al 40% de la fuerza de trabajo. Los jubilados, a pesar de que habían sido nacionalizadas las AFJP, tenían jubilaciones de pobreza ($6.000). Es que los recursos del Fondo de Garantía y Sustentabilidad, lejos de ser utilizados para garantizar la recomposición de las jubilaciones, eran destinados para el pago de la deuda. De hecho, en 2010, CFK vetó la ley del 82% móvil (ver https://www.youtube.com/watch?v=m88gEbOjhy4). Todo este deterioro social, que se incrementó bajo el gobierno de Macri y volvió a dar un salto bajo el gobierno de los Fernández y Massa, fue lo que pavimentó el camino para el ascenso de la experiencia libertaria. La pretensión de Cristina de desligarse del fracaso de la última gestión peronista representa un atropello a la inteligencia popular. Cristina designó por twitter a Alberto Fernández como candidato presidencial y compartió fórmula con él. La pretensión de justificar el recrudecimiento de la crisis social bajo el gobierno de Alberto por la crisis pandémica omite señalar que -durante ese mismo período- los banqueros, los agroexportadores y los grandes capitales de las industrias automotriz, alimenticias, etcétera, hicieron ganancias extraordinarias.

Cuando CFK aborda las privatizaciones menemistas realiza una operación de rescate. Reivindica el primer modelo, cuando las provincias mordían parte de la tajada de la entrega petrolera. Es justamente a lo que apunta cuando señala que “en el modelo inicial de la privatización de YPF las provincias productoras de hidrocarburos participaban como propietarias de parte del capital accionario”. Es necesario recordar que CFK, como diputada provincial de la legislatura de Santa Cruz en 1992, presentó un proyecto de declaración señalando que resultaba “urgentemente necesario el tratamiento legislativo y la definitiva sanción del trámite parlamentario nacional 78-s-1992 ´Yacimientos de Hidrocarburos del Estado Nacional, transferencia del dominio público a las provincias en cuyos territorios se encuentran´”. Aunque CFK omite señalar la complicidad del propio matrimonio Kirchner en la privatización de YPF y Gas del Estado, en su documento reivindica abiertamente “un modelo de asociación público y privado”. Ya como presidenta, CFK fue quien habilitó en 2013 la reprivatización de YPF introduciendo a Chevron en el negocio petrolero nacional, mediante una represión de largas horas en las puertas de la legislatura neuquina, garantizándole al monopolio petrolero yanqui cláusulas secretas. De la mano de Chevron se instauró el fracking en la explotación petrolera nacional y, un par de años después, se procedió a la destrucción del convenio colectivo de trabajo de los obreros petroleros.

“Restricción externa” e inflación

Para CFK la crisis de la Argentina es una “cuestión de modelos”. Según Cristina, el “modelo industrialista” en el que ella y su fuerza política se inscriben, enfrenta como problema principal la “restricción externa”. Esta, siempre según Cristina, se produce cuando “los dólares ingresados al país por la exportación de productos primarios no alcanzan para financiar la importación de bienes de capital e intermedios necesarios para el desarrollo de la producción industrial”.

Sin embargo, durante el período que va de 2003 a 2015, la Argentina tuvo un superávit comercial de 126 mil millones de dólares (ver: Balanza Comercial Argentina. Años 1910-2022 elaborado por el Indec). Este saldo positivo se da incluso a pesar del fraude de la subfacturación de exportaciones y la sobrefacturación de importaciones que el control privado del comercio exterior permite. Es evidente, entonces, que la crisis de la balanza de pagos no proviene del saldo negativo de la balanza comercial sino del saqueo capitalista de la Argentina. Hablamos, por ejemplo, de la llamada “formación de activos externos”, más conocida como “fuga de capitales”. Al día de hoy, distintos cálculos ubican la formación de activos externos en alrededor de los 500 mil millones de dólares. Es decir, el equivalente a todo un PBI o a la casi totalidad de la deuda pública argentina. Hablar de “restricción externa”, haciendo caso omiso de la fuga de capitales, representa un ridículo. Solo bajo el gobierno de Néstor Kirchner se fugaron 17.250 millones de dólares. En el primer gobierno de Cristina Kirchner la salida de divisas alcanzó los 70.135 millones (nada que envidiarle a la fuga ejecutada bajo el gobierno de Macri, que superó los 86 mil millones) y en su segundo mandato, cepo mediante, la fuga fue de 14.775 millones. Es decir que, de 2003 a 2015, la fuga de capitales superó los 102 mil millones de dólares (ver este artículo de Ámbito en base a informes del BCRA). En este mismo período, las remesas de utilidades que las empresas extranjeras que operan en el país hacen a sus casas matrices rondaron los 24 mil millones de dólares y el pago de deuda pública, como ya señalamos, fue de 173 mil millones hasta 2012 y superó los 200 mil millones al término del mandato de CFK.

La crisis inflacionaria de la Argentina está asociada, justamente, a todo este proceso de saqueo capitalista. El problema inflacionario no se circunscribe a la “emisión de pesos”, a secas, como sostienen los libertarios. Tampoco es cierto que el déficit fiscal, per se, genere inflación. Sin embargo, tampoco es cierto que la emisión no tenga completamente nada que ver con la inflación y que no acarree ninguna consecuencia, como sostienen CFK y el kirchnerismo. Si el déficit fiscal de un país es cubierto, por ejemplo, con toma de deuda, ese mecanismo no genera inflación. En cambio sí la genera cuando el déficit es cubierto con emisión. El problema, en definitiva, es la emisión de pesos sin respaldo en reserva de valor, sea en oro o en “moneda fuerte”, es decir en dólares (ver: Debate sobre inflación con “libertarios” de Rolando Astarita). Naturalmente, existen múltiples factores que también influyen en el proceso inflacionario de un país y que plantean un desarrollo de otro alcance. Por ejemplo, el proceso inflacionario de las principales metrópolis en los últimos años no estuvo generado por la “demanda excesiva” o los aumentos salariales, como han sostenido los economistas keynesianos, sino fundamentalmente por una crisis en la oferta capitalista, como resultado de la interrupción de la cadena de suministros por la pandemia y, más en general, por la huelga de inversiones productivas (ver El enigma de la inflación de Michael Roberts). Pero es claro que, en la Argentina, el vaciamiento financiero está en la base de la crisis inflacionaria.

Evitar el saqueo que se procesa vía fuga de capitales, remesa de utilidades al exterior o pago de la deuda externa (tanto pública como privada), requiere la implementación de medidas de fondo que los gobiernos kirchneristas nunca estuvieron, ni de cerca, dispuestos a tomar. Por ejemplo, nacionalizar el comercio exterior, estableciendo un monopolio único estatal que corte con el fraude de la sobrefacturación y subfacturación de importaciones y exportaciones; nacionalizar todo el sistema bancario, para evitar la fuga de divisas y centralizar el ahorro nacional; o repudiar la deuda usuraria, rompiendo con el sometimiento del país a los preceptos del imperialismo. Pero este conjunto de medidas económicas-políticas solo podrían ser adoptadas por un gobierno revolucionario de la clase obrera.

Programa y estrategia

Si los análisis de CFK en materia de deuda, privatizaciones e inflación fueron relatos y manipulaciones, el desarrollo programático que expone en su documento es directamente reaccionario.

Quizá, el elemento más esclarecedor de que el programa enarbolado por CFK en su documento es completamente reaccionario sean los elogios Miguel Ángel Pichetto en Radio Con Vos el sábado pasado (Ver Pichetto valoró el documento de Cristina Kirchner: “Las conclusiones son interesantes para tener en cuenta”). Es que CFK planteó como “ineludible discutir seriamente un plan de actualización laboral”. CFK arremetió contra los convenios colectivos de trabajo reclamando su “actualización”, ya que “muchos de los cuales datan de décadas atrás”. Esto, en momentos donde el DNU de Milei pone en cuestión la ultraactividad de los convenios. En nombre de aggiornarse a las “nuevas formas de relaciones laborales surgidas a la luz de los avances tecnológicos” Cristina abre la puerta a que su fuerza política acompañe y colabore con la exigencia patronal de avasallar los convenios colectivos y, más en general, con los derechos laborales de los trabajadores. CFK envía un tiro por elevación a la docencia que lucha en defensa de su salario cuando plantea que “sectores medios y medios bajos hacen un esfuerzo por enviar a sus hijos a escuelas de gestión privada para que tengan clases todos los días”.

CFK también planteó la “integración de las empresas del Estado tanto de la participación del capital privado como de las provincias (…) como así su cotización en bolsa”, defendiendo un “régimen de asociación pública y privada virtuosa”. Este planteo apunta a colocar los recursos del Estado al servicio de la acumulación privada. La cotización en bolsa plantea el giro de utilidad por parte de los accionistas, que reclaman máximos beneficios, aunque sea a costa de la flexibilización laboral y la depredación ambiental. El caso de la asociación YPF-Chevron ha sido un ejemplo muy claro en ese sentido. CFK también propone “un régimen de incentivo a las grandes inversiones”, es decir, exenciones impositivas y subsidios a grandes grupos empresariales.  

Cuando aborda el problema de la seguridad, CFK nunca plantea la complicidad y el entrelazamiento de las fuerzas policiales con el crimen organizado, como problema nodal a enfrentar para terminar con la inseguridad ciudadana. Por el contrario, reclama la “video vigilancia” y nunca cuestiona el “protocolo anti-piquetes” de Patricia Bullrich. Tiene lógica el silencio de CFK sobre la avanzada represiva del gobierno de Milei contra la protesta social. Es que la expresidenta, tal cual lo desarrollamos en este artículo de Prensa Obrera, ignora todo el proceso de lucha desenvuelto por el sindicalismo combativo, el movimiento piquetero, las asambleas populares y de la cultura contra la Ley Ómnibus, el DNU y el conjunto del plan Milei.

Sucede que la estrategia que enarbola Cristina está muy lejos de basarse en el desarrollo y desenvolvimiento de la lucha obrera y popular contra el plan Milei. Muy por el contrario, desde el momento en el que subtitula “2023-2027. Un showman-economista en la Rosada”, Cristina anticipa su voluntad abierta y explícita de que el libertario concluya sus cuatro años de mandato. Con independencia de los efectos nocivos que esto acarrearía para los trabajadores y el pueblo argentino. No solo eso, con los guiños políticos ofrecidos a la burguesía en sus planteos programáticos, que Pichetto reconoce y recoge, CFK ofrece una vía de colaboración con el oficialismo libertario a través de los gobernadores y el Congreso.

Comentarios finales

Hemos dejado de lado, en nuestra crítica, algunas afirmaciones más que polémicas de la expresidenta. Como por ejemplo su reivindicación del carácter “socialista” de los kibutz, lo cual es un completo sin sentido, mientras mantiene un ensordecedor silencio frente al genocidio que el Estado de Israel está ejecutando contra el pueblo palestino. También hemos dejado de lado la afirmación de que estamos en un “mundo multipolar”, cuando es evidente que la crisis que atraviesa el imperialismo norteamericano está muy lejos, por el momento, de dar lugar a una potencia que le haga sombra -por más que China haya contado con un desarrollo extraordinario en las últimas décadas-. Es evidente que la guerra en Ucrania y el armamento sistemático de Taiwán por parte del Estado norteamericano se inscriben en la tentativa del imperialismo yanqui de avanzar en una completa colonización de los ex estados obreros.

Como señalamos inicialmente, hemos tratado de concentrarnos en lo que serían los “puntos fuertes” del relato kirchnerista. Desenmascaramos el relato del “desendeudamiento” bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y pusimos en evidencia su sometimiento al capital financiero; mostramos la complicidad del kirchnerismo en los proceso de privatización de los 90 y su actual rescate; desarmamos el relato en torno a la “restricción externa” de la que sería víctima nuestro país y mostramos cómo la Argentina es, en realidad, víctima de un saqueo capitalista voraz que explica, en gran medida, la crisis inflacionaria permanente. La mayor parte de estos análisis está presente y con un mayor desarrollo en el libro de Gabriel Solano Por qué fracasó la democracia. Radiografía del saqueo capitalista de la Argentina en los últimos 40 años. Desenmascaramos, finalmente, el carácter completamente reaccionario del programa y la estrategia enarbolada por CFK, que le ofrece una línea de colaboración al gobierno de Milei en función de una agenda dictada por la burguesía.

La vanguardia obrera y juvenil, que en el curso de los últimos meses está dando importantes muestras de voluntad de lucha contra el gobierno ultra reaccionario de Milei, debe tener una mirada crítica del documento de CFK y, más en general, un balance crítico de fondo de las experiencias nacionalistas burguesas en Argentina y América Latina. La lucha a fondo contra el gobierno de Milei debe ir de la mano de la construcción, en simultáneo, de una alternativa obrera y socialista. La derrota de Milei no debe ser el prólogo del retorno del peronismo al poder, debe ser la antesala de la instauración de un gobierno de los trabajadores en la Argentina.


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