La Resolución Política Internacional votada por el 28° Congreso Nacional del PO, se iniciaba planteando que “La cuestión fundamental que atraviesa la situación política internacional gira en torno al recrudecimiento de las tendencias a una nueva conflagración mundial”.
Esto ha sido plenamente confirmado por la realidad. No solo que la guerra de Ucrania/OTAN contra Rusia no se ha parado, sino que a meses de cumplirse dos años de su estallido continúa vigente y amenaza no sólo con prolongarse en el tiempo, sino con extenderse geográficamente: amenazas de invadir Bielorrusia y Moldavia, bombardeos con drones en territorio ruso, aumento de las tensiones con Finlandia con la que Rusia comparte un extendida frontera y en el Mar del Norte a lo que habría que sumar el Mar Negro, una vía marítima clave para ambos bandos en el plano comercial, geopolítico y militar. El belicismo imperialista se ha desarrollado en EEUU pero también en la Unión Europea, drástico aumento de los presupuestos militares, envío de armas y mercenarios “técnicos” a Ucrania.
A dos años de iniciada la guerra, la situación de Zelensky aparece comprometida. Putin ha logrado resistir la contraofensiva -e incluso los medios internacionales señalan que habría recuperado la iniciativa en la guerra- y se evidencian claros signos de resquebrajamiento en el frente imperialista de apoyo a Ucrania (restricción de fondos y armamentos, fuertes divergencias políticas dentro de los EEUU sobre la envergadura del apoyo a Ucrania, choques con países limítrofes –Polonia- por cuestiones económicas en torno a la exportación de cereales. Esto puede llevar a revitalizar las tendencia autonomistas de Europa que se constataban previo al estallido de la guerra de Ucrania. No debemos olvidar que la UE fue “forzada” por EEUU a sumarse activamente a la acción político-militar contra Rusia, a expensas y en perjuicio de intereses imperialistas nacionales, en primer lugar de Alemania. Para forzar el alineamiento de Alemania en la guerra el imperialismo yanqui hizo detonar (“anónimamente”) los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que proveían el gas enviado desde Rusia. La interrupción del suministro de gas proveniente de Rusia afectó sensiblemente la competitividad de la industria alemana y favoreció las ganancias de las petroleras yanquis.
Es necesario seguir con atención los avatares de la guerra. Si la OTAN lograra volcar la guerra a su favor, cosa que parece poco probable, le permitirá avanzar en un cambio del régimen político en Rusia y sería un peldaño importante para ir más abiertamente contra China. En caso de que, en cambio, se consolide este avance ruso, puede acelerar una negociación en la que la OTAN debería ceder frente determinadas demandas territoriales Esto obviamente le daría un margen a Putin para pilotear su crisis interna y ver en qué medida puede reinsertarse en la economía mundial severamente resentida a partir del estallido de la guerra. Por supuesto, un desenlace desfavorable de Ucrania sería un golpe no solo para ese país y el gobierno de Zelensky sino para el conjunto del imperialismo.
Pero la multiplicación de las guerras y amenazas militares se extiende mundialmente.
En África la nacionalización de las minas de uranio -controladas por Francia- por el gobierno militar de Níger, y la expulsión de la base militar francesa instalada en su territorio, ha colocado al continente negro al borde de la guerra. Mali, Níger y Burkina Faso han conformado una alianza defensiva para confrontar con las amenazas de intervención militar directa de Francia y de la “Comunidad Económica de Estados de África Occidental” (Cedeao), una especie de OEA latinoamericana, pero bajo dependencia política de las potencias imperialistas que habían colonizado el continente y se vieron obligadas a maniobrar aceptando la “independencia” política pero balcanizando el África e imponiendo fuertes lazos de dependencia semicolonial, incluyendo la presencia de bases militares.
El imperialismo yanqui viene avanzando en forma acelerada en crear una OTAN en el Pacífico que rodee geopolítica y militarmente a China. Ha establecido diversos acuerdos militares con Gran Bretaña y Australia, con Japón, Filipinas y Corea del Sur, con la India, todos apuntados contra China. Y está promoviendo un feroz armamentismo (submarinos atómicos para Australia, anulación de la prohibición del rearme y militarización del Japón impuesta al fin de la segunda guerra mundial, etc.).
Una pieza importante es Taiwan, utilizada como gran base militar frente a las costas de China y fuente de provocaciones sistemáticas. La séptima flota, la más grande de la armada yanqui, que incluye portaaviones, decenas de navíos y submarinos con 40 mil efectivos y centenares de aviones, con base en Japón y Corea del Sur, patrulla el Mar de China como elemento constante de presión sobre Corea del Norte y especialmente, sobre China. Fuertes presupuestos militares norteamericanos son enviados a Taiwán para fortalecer sus fuerzas de combate.
Estados Unidos reconoció en la década del 70 la soberanía de China sobre la isla de Taiwán, pero ahora alienta las tendencias separatistas actuando igual que en Ucrania donde desconoció los acuerdos de Minsk y la neutralidad de ésta para intentar incorporarla a la OTAN, armándola hasta los dientes. Este año, la visita a la isla de Nancy Pelosi representó una ruptura abierta y provocadora del principio de “una sola China” que EEUU respetaba, aunque fuera formalmente, desde entonces.
Las tendencias guerreristas del imperialismo han dado un salto importante con la operación de masacre genocida lanzada por el estado sionista de Israel contra la franja de Gaza. Se trata de una limpieza étnica, de una nueva Nakba (catástrofe, en árabe) como la de 1948 que expulsó violentamente a un millón de palestinos de sus viviendas y territorios para consumar la creación del estado de Israel. Ahora se trata de un nuevo salto en la política expulsiva de los palestinos- y acabar con la resistencia a los planes colonizadores del imperialismo-sionismo en Gaza pero también en Cisjordania que viene avanzando, con la instalación de colonias judías militarizadas apoyadas por las fuerzas armadas sionistas.
No se trata solo una respuesta genocida contra el accionar de la resistencia palestina, sino de parte de un “plan” de “reordenamiento” imperialista para el Medio Oriente. En este contexto, el proceso desatado a partir del 7 de Octubre ha puesto en crisis el gradual ordenamiento imperialista en el Medio Oriente, cortando la diplomacia del proceso de acercamiento de los estados árabes con Israel. La acción de la resistencia palestina constituye un acontecimiento central en el escenario internacional de la lucha de clases, y debe ser anotado como un golpe a la política del Estado sionista de Israel y del imperialismo occidental en la región.
Israel está bombardeando zonas crecientes de El Líbano y aeropuertos de Siria. Otra flota yanqui con la presencia de dos grandes portaaviones y centenares de aeroplanos está estacionada en el Mediterráneo, presta a invadir (como ya hizo en el pasado) El Líbano –dice- en caso de que Hezbollah actúe solidariamente con los palestinos de Gaza. De un modo general, el despliegue militar norteamericano constituye una amenaza contra los países de la región que pudieran involucrarse en forma directa en el conflicto, empezando por Irán. La aviación sionista y la yanqui vienen bombardeando bases militares en Siria, con la excusa de la “lucha contra el terrorismo”. Una nueva flota imperialista se está instalando en el Mar Rojo para atacar a los rebeldes huties de Yemen -que hostigan el tráfico comercial en apoyo a la lucha del pueblo palestino- con la excusa de la “libertad de navegación”.
Es importante incorporar que al igual que Ucrania en Europa, Taiwán se está convirtiendo en la Israel del Pacífico: grandes y poderosas bases militares sostenidas por el imperialismo para intervenir rápidamente en conflictos bélicos “regionales” (Rusia, China, Irán), pensados estratégicamente con vistas a una guerra mundial que avance en los planes de colonización imperialista.
Se multiplican las perspectivas de guerra por todos los confines del globo (Balcanes, etc.).
Aunque se habría arribado a un compromiso y la sangre no parece que llegue al río, sigue latente la amenaza de guerra en el Esequibo, la zona geográfica disputada entre Venezuela y la Guyana (ex colonia de Gran Bretaña). Hace años que hay incidentes fronterizos, denunciados oportunamente por Venezuela como provocaciones yanquis para propiciar una intervención militar imperialista en el marco de la OEA y del llamado “Grupo de Lima”, creado para derribar al régimen chavista. Hoy, la situación se ha complicado porque el descubrimiento de importantes yacimientos de petróleo y gas en el Esequibo y el inicio de su explotación por la ExxonMobil exacerba la disputa con el gobierno venezolano. Guyana ha sido incorporada por el Pentágono a operativos militares marítimos, terrestres y aéreos conjuntos de una veintena de naciones latinoamericanas con la presencia de los tres países que colonizaron las Guayanas (Francia, Holanda y Gran Bretaña) que defienden sus privilegios colonizadores en las actuales semicolonias. Aquí tenemos a la Cuarta Flota yanqui destinada a preservar los dominios imperiales en el Caribe y América del Sur.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China, que va derivando hacia una guerra militar, se refracta con fuerza en Latinoamérica. En los últimos 20 años China ha venido avanzando en influencia económica. Las exportaciones de alimentos y materias primas hacia China han dado un salto y constituyen parte importantísima del PBI de diversos países Y esta tendencia comercial exportadora latinoamericana hacia China es bastante general (Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay).
China también ha avanzado en una política de penetración, usando como proa, en primer lugar, la llamada “Ruta de la Seda”, que consiste, sobre todo, en la búsqueda de oportunidades para que las empresas de construcción chinas realicen importantes obras de infraestructura en los necesitados países latinoamericanos. Un campo especial es el de los minerales. Los Estados Unidos vienen desarrollando una campaña para bloquear estos avances chinos y garantizar el monopolio de las fuentes de materias primas. Estratégicamente, se preparan terrenos para aislar a China en caso de una guerra mundial.
Los choques y diferencias entre diferentes monopolios y los estados que los apoyan ya no logran ser resueltos por procedimientos económicos pacíficos, sino que han derivado crecientemente en medidas extraeconómicas apoyadas en la fuerza militar de las diferentes potencias.
Con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, los ideólogos de la burguesía plantearon que era el “fin de la historia”, que se había acabado la época de guerras, alentada por la “guerra fría”. Vemos todo lo contrario: se ha producido un salto en los choques entre los Estados, cada uno de ellos en apoyo a la competencia salvaje de sus monopolios “nacionales”. La crisis capitalista mundial, azuza las competencias intermonopólicas e antiimperialistas y las guerras.
Las guerras imperialistas
Se avanza hacia una guerra mundial de claro contenido imperialista. La época del imperialismo, es la del dominio del capital financiero que se caracteriza por la fuerte competencia entre monopolios en el reparto de mercados-países a nivel mundial. La agudización de la superproducción de mercancías y capitales, las dificultades para colocar los productos en el mercado y desenvolver en términos redituables el proceso de reproducción y valorización capitalista, la competencia comercial y, finalmente, al uso de la fuerza (golpes, guerras). Para avanzar sobre nuevos mercados, espacios geográficos y áreas de influencia es necesario desplazar a los capitalistas que ya los ocupan. Esta es la causa última de las dos guerras mundiales que hemos conocido: nuevos repartos del mundo impuestos a sangre y fuego.
Pero el escenario de la guerra mundial que se está construyendo tiene características diferentes a las anteriores. La segunda guerra mundial fue también diferente a la primera. A la rivalidad imperialista y la disputa por el reparto del mundo se le unió la tentativa de aplastar la Unión Soviética y restaurar allí nuevamente el capitalismo expropiado con la revolución de octubre de 1917.
La tendencia actual hacia la guerra mundial por parte del imperialismo yanqui (acompañado por la UE y Japón) es producto de la necesidad de una salida a la crisis capitalista que pega un salto con el estallido del 2008, a través de una colonización imperialista abierta de los grandes países donde había sido expropiado al capital: Rusia y China. Es necesario comprender que la restauración capitalista en estos estados obreros fue impuesta a caballo de la acción política directa de las burocracias de origen stalinista. Este era un pronóstico desarrollado desde la década del 30 por León Trotsky (“La Revolución Traicionada”). Fue la consecuencia en primer lugar de la contrarrevolución (Thermidor) llevada adelante por la burocracia stalinista, bajo su teoría de “socialismo en un solo país”. Algo utópico –ya que el socialismo sólo podrá triunfar si se impone internacionalmente dado que vivimos en la época imperialista del mercado mundial. Conscientemente las burocracias stalinistas, ante el temor del avance la revolución política que se desarrolló más o menos deformada en las rebeliones obreras y populares de Berlín, Polonia, Hungría, Checoslovaquia en Europa y la llamada “revolución cultural” en China, se lanzó de bruces a los brazos imperialistas para imponer la restauración capitalista salvaje. Pero lo hizo, en sus términos, colocándose la burocracia misma o personeros de sus clanes de relaciones, al frente de la privatización de las empresas estatales construidas con el esfuerzo y sacrificio de los trabajadores. El imperialismo mundial apoyó este derrotero burocrático y colaboró activamente con el mismo, porque le abrió una primera puerta de penetración de sus capitales para la superexplotación de los trabajadores. Pero con el correr del tiempo las empresas instaladas en particular en China, se convirtieron en competidoras de los monopolios imperialistas radicados en las metrópolis imperialistas, profundizando las tendencias a la sobreproducción. No olvidar que las empresas exportadoras chinas son en gran parte de capital extranjero instalado en China, que producen barato, permitiendo recuperar una alta tasa de ganancia, para reexportar hacia las metrópolis originarias. Pero la restauración capitalista dirigida por Xi Jinping y el PC chino y por el golpe bonapartista de Putin en Rusia, se convirtió en un escollo a una mayor penetración imperialista en todo el territorio de los ex estados obreros. Los gobiernos bonapartistas oligárquicos, defienden a las oligarquías burguesas surgidas de estas privatizaciones (parientes y amigos de las burocracias) intentando controlar el proceso de restauración capitalista restringiendo el dominio sin límites del capital imperialista, preservando sus cotos de robo y superexplotación.
El capital imperialista está dispuesto a llevar a fondo la colonización. No vacilara incluso en intentar romper con la unidad nacional de estos países, para facilitar su labor colonizadora. Es lo que impulsaron en Yugoslavia, donde la unidad nacional impuesta por la revolución contra el nazismo, fue rota azuzando sangrientas guerras entre diversas colectividades (Serbia, Bosnia, etc.), volviendo a dividir (balcanizar) la región. De esta manera, se facilitó que los diferentes imperialismos tuvieran su zona de influencia directa, sometiéndolos a que se transformen en “protectorados”.
Lo que está en juego no es solo la restauración capitalista, sino la restauración capitalista colonizadora del imperialismo. Y esto solo se podrá imponer en forma violenta, a través de guerras internacionales.
¿Podrá evitarse la guerra mundial? ¿Podrá superarse la crisis capitalista mundial?
Son dos términos complementarios y contradictorios. Las guerras estallan como consecuencia del impasse y crisis del régimen capitalista mundial. Si estuviéramos ante una perspectiva de ascenso económico mundial, el fantasma de la guerra se alejaría, porque se produciría –siempre en un marco de competencia intercapitalista, porque eso está incorporado en el ADN del capitalismo que es un régimen regido por la competencia en la búsqueda de ganancias- un campo de desarrollo para todos o por lo menos para la gran mayoría de los capitalistas. Pero la crisis mundial, con su gran sacudida del 2008, prevenida anteriormente por muchas otras crisis parciales, ha abierto un período de retroceso y caos económico al que los capitalistas no logran encontrar una salida estable.
Después de 15 años no se ha logrado superar las consecuencias de la gran recesión del 2008. Estados Unidos particularmente, el más fuerte de los países imperialistas, ha entrado en un círculo vicioso de déficit y endeudamiento. La principal potencia capitalista enfrenta déficits gemelos, tanto a nivel comercial como fiscal. El año pasado el déficit público yanqui se ha duplicado. En la Argentina, una situación de este tipo intenta ser enfrentada ahora, por el gobierno de Milei, con un drástico ajuste presupuestario y un ataque contra el pueblo trabajador. En la metrópoli yanqui esto se ha ido postergando, utilizando la ventaja de su privilegio de haber impuesto el dólar (que solo imprime el gobierno norteamericano) como patrón monetario internacional. Esto hace que los déficits puedan ser financiados en forma barata. El gobierno yanqui lo hace emitiendo y vendiendo bonos del Tesoro norteamericano, que hasta ahora eran considerados casi como una moneda, porque podían cambiarse en cualquier momento sin problemas. El endeudamiento ha ido creciendo como un bola de nieve, llegando en la actualidad a 25 billones de dólares, acercándose al equivalente a un PBI norteamericano, con lo cual cada vez se hace más difícil su sostenimiento en el tiempo. En el curso de este año EEUU lleva pagados unos 659 mil millones de dólares de intereses para financiar la deuda pública En este marco, es natural que surjan cada vez más dudas de su capacidad de financiar la deuda y origina que las principales calificadoras le hayan bajado la nota a los títulos del tesoro. Esto es lo que explica la venta masiva de bonos del tesoro estadounidense que ha ido de la mano de una caída de su valor. La venta de bonos – o la retracción a la compra de nuevas remesas- se extiende a muchos países cuyos bancos centrales poseen en sus reservas una tenencia importante títulos yanquis y que buscan desprenderse de ellas ante su depreciación. Entre los países, figuran los principales tenedores como China y Japón y se extiende a países como Rusia y Japón. Las sanciones impuestas a Rusia que contaba con un importante stock de bonos han contribuido a la tendencia de diferentes naciones a desprenderse de parte de los activos norteamericanos para no quedar expuestos a represalias similares.
No se puede obviar a la hora de hacer un análisis el peso y la influencia que tiene el propio escenario político internacional De la globalización hemos pasado a una creciente fractura y dislocaciones de la economía dominada por la guerra comercial, los choques entre los estados. Estamos en presencia de un resquebrajamiento del orden mundial, que desafía la hegemonía estadounidense, que va de la mano con una decadencia histórica de la primera potencia capitalista del mundo. Los capitales circulan menos y los excedentes ya no se reciclan automáticamente en dólares como antes.
Tanto o más importante, según la apreciación de algunos analistas es la propia crisis política norteamericana, con la amenaza de un cierre del gobierno, los que están minando la confianza en el dólar y en la deuda estadounidense.
El déficit no es sólo fiscal : no se circunscribe a al Tesoro nacional sino que se extiende a la Reserva Federal, Y tiene como fundamento las políticas de rescate que hicieron los Estados de sus burguesías en crisis, para tratar de evitar una ola generalizada de cracks bancarios y quiebras corporativas. Ha sido la Reserva Federal la que ha cargado con la principal cuota de este salvataje al capital, apelando a una gigantesca emisión monetaria. Este cuadro se repite también en la Unión Europea en su conjunto y de cada uno de sus países integrantes en particular
A ese desequilibrio de las cuentas públicas, contribuye la política de reducción de impuestos, dispuesta en especial bajo el mandato de Trump. A esto se le suman los fabulosos gastos armamentistas para sostener la guerra de Ucrania, el armamentismo en el Pacifico asiático y ahora el armamento permanente para sostener los bombardeos sionistas e incursión militar sobre Gaza.
Los costos de la guerra , como ya ocurrió antes con la pandemia, pretenden ser descargados sobre las condiciones de vida de las masas trabajadoras en Europa y EEUU: aumentos de las tarifas de consumo de gas y electricidad, precio de los combustibles, etc. y en el armado de planes de ajuste contra conquistas arrancadas con años de lucha de las masas (reforma jubilatoria antiobrera en Francia, quita de conquistas –salud, desocupación, etc.- obtenidas con grandes luchas en los “estados de bienestar” dirigidos por la socialdemocracia, etc.).
El ajuste contra las masas trabajadoras contrasta con las ganancias de los monopolios capitalistas. Estos han aprovechado, incluso, la pandemia para fijar arbitrariamente aumentos en los precios del petróleo y los alimentos obteniendo ganancias siderales. No es el aumento de salarios ni una “demanda excesiva” el que detonó la inflación -como sostienen los economistas burgueses keynesianos y neokeynesianos-, sino el estrangulamiento y manipulación de la oferta capitalista originada en la interrupción de la cadena de suministros durante la pandemia – que las corporaciones no se han privado de explotar para obtener superbeneficios-y, de un modo más general, la huelga de inversiones y una anemia en el crecimiento económico que es un rasgo distintivo de la economía mundial en las últimas décadas, y que tienen como base la tendencia declinante de la tasa de beneficios .
En este cuadro, la salida de la pandemia desató un cuadro inflacionario que se potenció con la guerra. La carestía llegó en las principales economías capitalistas a dos dígitos, su nivel más elevado en 4 décadas. Para enfrentar esto es que la Reserva Federal llevó adelante una política de subir las tasas de interés de los préstamos bancarios, luego de haber sostenido durante el proceso de “recuperación” de la crisis un sistema de préstamos a bancos y corporaciones baratos, prácticamente a tasa cero. Lo que reforzó la sobrevivencia de las llamadas empresas zombies, que no obtenían utilidades capaces de ir saldando sus deudas y que solo lograban subsistir porque recibían dinero gratis. Ese dinero no fue utilizado para hacer nuevas inversiones productivas, sino para la especulación. Recomprando las acciones, distribuyendo dividendos entre los accionistas o haciendo una bicicleta financiera con el dinero obtenido relativamente regalado. Esta especulación se extendió a la operatoria bancaria. Pero al terminarse con la política del dinero barato y aumentar las tasas de interés de los préstamos de la Reserva Federal, los bancos se encontraron, en crisis: tenían que pagar más intereses a los ahorristas que los que recibían por la tenencia de bonos estatales, que, simultáneamente, se iban desvalorizando. Esto produjo crisis, quiebras y corridas bancarias en primer lugar en los Estados Unidos. Fueron a la quiebra una serie de bancos, especializados en financiar a la más pujante de las industrias yanquis, la tecnológica. El Silvergate Bank, Silicon Valley Bank, Signature Bank y otros colapsaron en marzo del 2023. La Reserva Federal que había asegurado que con sus mayores controles iba a impedir que se crearan nuevas corridas como las del 2008, tuvo que dar marcha con sus programa de restricción monetaria y salir a garantizar todos los depósitos, por encima del tope que disponía la normativa vigente de U$S 250.000 y evitar una corrida bancaria. Pero la bomba no se ha desactivado. Los balances de los bancos rebosan de bonos antiguos, que siguen depreciándose a medida que suben los tipos de interés. Las pérdidas no realizadas en estos instrumentos financieros se estiman en unos 400.000 millones de dólares.
Los grandes bancos que pueden refinanciarse sin problemas pueden conservar estos títulos hasta su vencimiento para evitar incurrir en pérdidas. Pero otros se ven obligados a vender, incluso con pérdidas, lo que agrava aún más la caída de los bonos del Tesoro estadounidense.
Esto vale también para el mercado inmobiliario, cuya caída salpica también a los bancos. En el activo de los balances de los bancos están los préstamos que han hecho a los promotores de bienes raíces comerciales (CRE) (similar al desastre en China). Los pequeños bancos tienen ahora 1,9 billones de dólares en CRE. Pero los precios de los bienes raíces han bajado un 20% y más de 1,5 billones de dólares de estos préstamos se deben renovar en 2025 con tasas de interés más que duplicadas.
Lo que es cierto para los bancos también lo es para los fondos de pensiones, las compañías de seguros y los fondos de inversión. Todos ellos poseen bonos del Tesoro, y todos ellos están viendo cómo su valor se desploma. No olvidemos que uno de los datos emblemáticos de la crisis financiera de 2008, junto a la quiebra de Lehman Brothers, fue el derrumbe de AIG, la principal aseguradora yanqui, que terminó siendo rescatada por el estado norteamericano.
Esta nueva fase de crisis financiera no fue solo yanqui. El importante banco suizo Credit Suisse, uno de los más grandes del mundo, también hizo aguas y tuvo que ser absorbido por el UBS Group AG con fondos prestados por el estado suizo.
Antes había sido sacudida la importante plaza financiera londinense. El Banco Central de Gran Bretaña tuvo que afrontar una corrida contra los bonos gubernamentales, originada en las medidas ultraliberales de la ministra Truss que implementó –intentando emular a la reaccionaria Margaret Thatcher de la década de los 80- una serie de fuertes reducciones impositivas a las grandes corporaciones capitalistas, lo que planteaba el estallido del déficit público y la preparación de una descarga de la crisis sobre los gastos sociales del pueblo trabajador. La conmoción creada por esta loca política aventurera ultraliberal llevó a que el gobierno conservador de Liz Truss cayera a menos de 60 días de su asunción, inaugurando una fuerte crisis política en el marco de movilizaciones obreras de creciente importancia.
En el Informe Internacional para el 28° Congreso, caracterizamos que en “la actualidad, la bancarrota capitalista está tomando la forma de un escenario de recesión con inflación”. Lo que los economistas llaman estanflación. Pero la realidad pareciera que contradice nuestro pronóstico-caracterización. Porque la inflación en Estados Unidos ha retrocedido y los datos de este último tercer trimestre dan un aumento en la producción. Pareciera que las medidas que adoptó la Reserva Federal (aumento de las tasas de interés, etc.) habrían logrado su objetivo de reducir la inflación y sin recesión directa en los Estados Unidos. Pareciera… En primer lugar, investigaciones más exhaustivas han demostrado que el crecimiento de la producción se debió en gran parte a un aumento en los inventarios (es decir mercancías no vendidas, acumuladas en depósitos). La producción habría entonces aumentado, pero esas nuevas mercancías no fueron vendidas: no habría un crecimiento similar en los salarios y las ganancias empresarias. Las ventas finales siguen estando por debajo del crecimiento de antes de la pandemia. Es necesario destacar, asimismo, que la caída de precios NO se ha dado en la misma proporción para la canasta media de los productos básicos que usa la población, que han descendido respecto al pico que han alcanzado en los años recientes pero que siguen siendo mucho más elevados que cuando estalló la pandemia La leche cuesta aproximadamente un 23% más alto que a principios de 2020” (Michael Roberts “Ricitos de oro y la coyuntura de la economía mundial” 6/12/23). Lo que se repite más agudamente aún en el precio de los alquileres y las tasas hipotecarias. El índice inflacionario disminuyó porque los llamados “bienes duraderos” (electrodomésticos, etc.) han estado bajando. Esta inflación que golpea a los bolsillos del pueblo trabajador es el motor de la ola de huelgas salariales en curso, no solo en los Estados Unidos. Muchas de estas huelgas han logrado recuperar parte de los salarios, igualando la inflación más reciente, pero no compensando lo perdido anteriormente. No han sido las altas tasas de interés impuestas por la Reserva Federal la que disminuyó el ritmo inflacionario, sino la “normalización” de las redes de suministro después de la pandemia que aumentó la oferta.
La productividad no crece o lo hace muy lentamente. Durante la última década el crecimiento de la productividad laboral de EEUU promedió sólo un 1,1%, aproximadamente la mitad que durante los 50 años anteriores” (ídem). Lo que ha repercutido en un lento crecimiento de los salarios. Este lento o escaso crecimiento de la productividad (por bajas inversiones patronales) hizo que el crecimiento de los costos laborales fuera trasladado por los capitalistas a los precios, a la inflación. Si no se cambia esta tendencia la inflación no solo no seguirá bajando, sino que amenaza con volver a aumentar. La “novedad” es que la baja tasa de desocupación ha comenzado a moverse para arriba: de un mínimo de más de 50 años de 3,4% en abril al 3,9% en octubre. La rotación en la búsqueda de mejores trabajos para superar los malos actuales ha disminuido drásticamente: los jóvenes conservan sus malos empleos porque no avizoran otros mejores. Es lo que sucedió antes del colapso financiero del 2008 y con la pandemia de 2020.
Pero lo fundamental es que, con sus asimetrías, el crecimiento de las ganancias empresarias, invertidas en la producción, está disminuyendo. Y este es el motor del funcionamiento de la economía capitalista. El 40% de las 2000 empresas principales de los EEUU tienen actualmente ganancias negativas. Lo que se traduce en una disminución aún mayor de las inversiones capitalistas en los procesos productivos. La mayoría de los capitalistas que obtienen ganancias lo hacen en gran medida en el campo de la especulación (recompra de sus propias acciones, burbujas en la Bolsa, etc.). Todos estos elementos son indicativos de los límites de la reactivación del tercer trimestre y preanuncian una tendencia al estancamiento y a la recesión. Pero fuera de esta alternativa en los EEUU, la tendencia recesiva se está imponiendo o acercándose a ella en Europa (Alemania, Francia, Holanda, Suecia, Gran Bretaña). Igual que Japón y Canadá que ya han entrado de lleno en la recesión.
El comercio mundial ha ido retrocediendo. Según la OCDE en el tercer trimestre de este año han vuelto a caer las exportaciones en un 11,9. Las tendencias proteccionistas avanzan en los países del G20. Esta vez China no puede jugar el rol de locomotora reactivadora que tuvo en la crisis del 2008. La tendencia al estancamiento productivo también la está alcanzando. Su superendeudamiento (300% del PBI) le impide adoptar nuevas medidas de esa magnitud y le está provocando importantes crisis corporativas, particularmente notables en el ramo de la construcción (Evergrande) y otros (financiera Zhongzhi, etc.).
No podemos obviar a la hora de hacer un abordaje integral del tema el peso del endeudamiento y de las tendencias recesivas sobre los países atrasados. El aumento de los intereses que cobra el capital financiero imperialista sobre las deudas públicas y la caída del comercio y de los precios de las materias primas (cobre, etc.) que exportan, está creando situaciones sin salida. Está llevando a que los países atrasados NO puedan cubrir sus vencimientos y entren en defaults, que tratan de evitar aplicando fuertes ajustes contra salarios y condiciones de vida de las masas trabajadoras. Lo que produce levantamientos populares. El caso de Sry Lanka en el segundo semestre del 2022 es uno de los más emblemáticos. En este momento hay varios países en esa categoría: para empezar la Argentina, pero también Egipto, Pakistán, Túnez, Etiopía, Ecuador. Hay 21 países que están renegociando con el FMI y/u organismos financieros imperialistas el repago de su deuda pública, que no logran cubrir, y lo hacen con primas superiores al 10% de los bonos norteamericanos. Salvavidas de plomo que hunden más abiertamente a las masas en un futuro de ajuste y miseria y crean las condiciones objetivas para el estallido de revueltas populares y la apertura de situaciones revolucionarias.
Las consecuencias sociales de la continuidad de la crisis capitalista se evidencian de forma catastrófica. En el trienio 2020-23 se han sumado otros 165 millones de personas a las estadísticas de la tasa de pobreza. Los más afectados son la generación joven, que representan la mitad de esta estadística. Este es el telón de fondo de una “ofensiva” capitalista contra las conquistas y condiciones de vida de las masas trabajadoras (pérdida de derechos previsionales, etc.), con el propósito de defender su tasa de ganancia.
La política expansiva en su momento ha sido impotente para sacar la economía de la anemia y de las tendencias deflacionarias y del mismo modo, ahora, la política contractiva está muy lejos de ser un antídoto milagroso contra las tendencias inflacionarias. Pero si ha sido suficiente para abrir todos estos focos de crisis de la deuda aquí expuestos.
Si hay algo en lo que los banqueros están de acuerdo es en que el próximo estallido de los mercados financieros se centrará en el enorme mercado estadounidense de préstamos apalancado. Una de las cuestiones que parece relativamente silenciada es el enorme crecimiento de la llamada “banca en las sombras”. La misma, que se encuentra en gran medida fuera del sistema de regulación financiera, ha tenido un crecimiento explosivo desde la crisis de 2008, con aproximadamente la mitad de los activos financieros mundiales ahora en dicho segmento
El FMI, el Banco Mundial y la OCDE han reducido sus previsiones de crecimiento para este año y el próximo, lo que difícilmente respalda un pronóstico de “aterrizaje suave” a nivel mundial, que viene perdiendo adeptos .Una editorial reciente de The Economist baja el cable a tierra y sale al cruce contra cualquier espejismo que nuble la realidad, que está encabezado por un sugerente título ‘La economía mundial desafía a la gravedad. Eso no puede durar” Y agrega “Los cimientos del crecimiento actual parecen inestables. Si miramos hacia delante, abundan las amenazas ‘. (SWS, 8-11)
No hay perspectivas de que la economía estadounidense pueda salir del creciente problema de la deuda porque, las previsiones de crecimiento económico para el próximo año son anémicas, de alrededor del 2% frente a tipos de interés cercanos al 5%. Bajo esos parámetros la deuda como proporción del PBI está llamada a agrandarse
A partir de lo aquí expuesto salta al vista que no marchamos a un declive sereno de la economía mundial sino un panorama surcado por una enorme inestabilidad y turbulencias financieras, atravesada por quiebras y defaults empresarios y soberanos.
Derechización, volatilidad política y rebeliones populares
La crisis capitalista y la agudización de la lucha de clases, tanto de las explotadas contra los ajustes, como en el seno de las dominantes por defender sus posiciones contra los capitalistas rivales, han llevado a rebeliones populares y a graves crisis políticas que plantearon la cuestión del poder.
La democracia burguesa se ha demostrado impotente para resolver crecientes y violentas polarizaciones, dando lugar a la crisis de los partidos tradicionales de la burguesía que durante décadas tuvieron el control del estado, que da lugar a giros por derecha e izquierda. Una de las manifestaciones es el desarrollo de tendencias ultraderechistas y fascitoides a nivel mundial. Se ha manifestado en el crecimiento electoral y la influencia política-social de la ultraderecha, que en algunos casos ha llegado al gobierno. La ultraderecha ha levantado originalmente, planteos de tipo económico proteccionistas, pero ha ido evolucionando a adoptar posturas ultraliberales, dirigidas a borrar las conquistas de las masas y reordenar socialmente la tendencia a la bancarrota capitalista contra los trabajadores. Las reformas laborales antiobreras, antisindicales y reaccionarias (avasallamiento de los convenios colectivos de trabajo, flexibilización superexplotadora laboral, etc.) van unidas al ataque contra las conquistas previsionales (alargamiento de la edad de retiro jubilatorio, privatización –AFP- del sistema para que su costo sea solventado por el auto “ahorro” descontado del salario obrero).
La degradación de la sociedad capitalista no ha podido ser frenada por los regímenes democráticos que se han ido encontrando con fuertes resistencias obreras y populares. Los ultraderechistas pretenden romper este cuadro con bonapartismos represivos.
El crecimiento del ultraderechismo y de tendencias fascistoides convive con realineamientos y desplazamientos también hacia izquierda. El retroceso del capital político de Macrón y la relativa capitalización que ha podido hacer la conservadora Marie Le Pen no ha podido evitar la aparición en escena de un tercero en discordia con la irrupción de Jean Luc Melenchon con su Francia Insumisa/Nupes. En Gran Bretaña, asistimos a un derrumbe del Partido conservador, de modo tal que si hubiera elecciones, hay una coincidencia generalizada que el partido Laborista ganaría y volvería al poder.
Este fenómeno es aún más marcado en América Latina como el ascenso del Frente Amplio de Boric en Chile, la vuelta al gobierno del PT con Lula a la cabeza, el regreso del MAS al poder, la coalición centroizquierdista que encubro a Petro en Colombia, López Obrador en México y corresponde agregar, aunque la experiencia fue efímera, el triunfo de Perú Libre que llevo a la presidencia a Pedro Castillo. Todos ellos surgidos como alternativa al hundimiento de los partidos tradicionales de la burguesía. Actuaron en gran parte, como desvió de rebeliones populares (18 de octubre en Chile, derrota del golpe en Perú, levantamiento popular en Colombia, fracaso del golpe de Añez y rebelión popular en Bolivia). El hilo común de todas estas experiencias es que son incapaces en crear alternativas superadoras, sino que se transformaron en agentes de los ajustes fondomonetaristas. Habiendo subido como expresión indirecta de las rebeliones populares y las crisis políticas, intentaron llevar adelante –con métodos de demagogia populista- una adecuación de los regímenes a la tendencia general burguesa de ataque y recorte de las condiciones de vida de las masas. Esto planteó grandes desprestigios y ruptura de las ilusiones en las masas sobre estos gobiernos centroizquierdistas, frentepopulistas y/o nacionalistas burgueses, devenidos en instrumentos de la reacción, pero trabados de llevar adelante hasta el final el ajuste reclamado por el imperialismo y el gran capital, por el cuadro de relaciones políticas establecidas con las masas. Este proceso es el que abre el camino al avance de la ultraderecha, apoyada por sectores de la burguesía, que hace una campaña demagógica contra la democracia burguesa acusando a la “casta política” de permitir el hundimiento social. Prometiendo que la aplicación en toda la línea de reformas ultraliberales y antiobreras permitirá abrir un curso de superación social a la crisis.
Estas corrientes de ultraderecha se reclaman y están dirigidas por sectores claramente fascistas. Pero… no tienen condiciones de imponer un régimen fascista que significaría reemplazar el régimen democrático parlamentario por una construcción autoritaria fascista (partido único con exclusión del parlamento, destrucción de las organizaciones sindicales y de organización de los explotados, etc.) El fascismo se impuso en Alemania, Italia, España en las décadas de 1920/40, como expresión de una guerra física contra la clase obrera. Hitler y Mussolini organizaron a la clase media lumpenizada por la crisis capitalista, como fuerza de choque paramilitar para enfrentar y destruir las organizaciones obreras (partidos, cooperativas, sindicatos, etc.) e imponer el “orden”. Lo hicieron como reacción ante la amenaza de la revolución proletaria que había estallado, pero que no llego a tomar el poder y permanecía como un peligro real y latente. En el caso de Franco, fue directamente un golpe militar derechista que con la falange paramilitar culminó con una guerra civil contra la clase obrera. Esta no es la situación actual de la lucha de clases: a pesar del desarrollo de rebeliones populares, estos levantamientos de masas carentes de organización y direcciones revolucionarias, no ponen en cuestión la existencia del estado burgués. En general, la burguesía ha apelado a la contención y colaboración con los gobiernos de turno de la burocracia sindical que conducen las organizaciones obreras. La burguesía privilegia mantener el cuadro “parlamentario” y tratar de que las direcciones obreras oportunistas se asimilen al mismo, incluso con la posibilidad de cooptarlas, para el sostenimiento activo del estado y el régimen capitalista.
Trotsky en su trabajo “Los sindicatos en la época del imperialismo” (1940) explicitó, la tendencia del capitalismo en su etapa de decadencia, a cooptar a las direcciones obreras y regimentar los sindicatos para que se transformen en controladores de las masas impidiendo su estructuración y lucha por sus reivindicaciones contra los ataques capitalistas. La burguesía no quiere privarse de este instrumento: como lo demuestra los compromisos de todas las fracciones burguesas y gobiernos que se turnaron en el poder con la burocracia peronista en la Argentina.
En Brasil, subió al poder el fascista Jair Bolsonaro en el 2019. Pero lo hizo apoyado directamente en las Fuerzas Armadas, luego que éstas garantizaran el golpe que destronó a la presidenta del PT, Dilma Rousseff, dos años antes. No como parte de una movilización abierta de milicias fascistas y fuerzas de choque contra el movimiento obrero. Y no es que éstas no hubieran intentado ser desarrolladas por Bolsonaro y su clan, pero fueron marginales. La irrupción de una fuerza paralela que rivalice con los militares fue vista con recelo por las propias fuerzas armadas. La burguesía brasileña, por otra parte, no hubiera permitido la destrucción de los sindicatos que, bajo la dirección burocrática, actuaron frenando todo intento de resistencia serio de las masas a la ofensiva antiobrera del bolsonarismo. Sin esta “colaboración” del PT, la burocracia de la central obrera (CUT) y Lula que maniataron la resistencia de las masas obreras y campesinas el gobierno de Bolsonaro no habría podido avanzar en sus “reformas” reaccionarias y antiobreras.
Una de las mayores expresiones de las tendencias bonapartistas de derecha ha sido Trump en EEUU. La crisis de la democracia se evidenció nítidamente con su intento de mantenerse en el poder a través de un movimiento golpista que desconociera la elección, donde –aunque por escaso margen- perdió la elección presidencial frente a Biden. El desgaste de Trump vino del deterioro social de las masas (crecimiento de la desocupación, flexibilización laboral, etc.), de su política negacionista frente a la pandemia (que potencio cifras record de mortalidad) y el cambio climático, que fue fuertemente golpeada por el alzamiento de masas contra el racismo y el autoritarismo eclosionados con el asesinato de George Floyd a manos policiales. Movilización que arrastró a decenas de millones a las calles y en la que un rasgo distintivo fue una fuerte fusión entre la población negra y blanca. Las formaciones ultraderechistas existen, pero fueron impotentes para frenar el ascenso de masas. Al igual que Bolsonaro, no pudo imponer un régimen fascista.
Sin embargo, el triunfo del “demócrata” Biden contra el derechista Trump, se está erosionando. Biden es más belicista que Trump, en la guerra de Ucrania y en Palestina. Lo que ha llevado a fuertes dificultades de Biden para que le sigan aprobando los grandes presupuestos de ayuda militar a Ucrania. Al mismo tiempo, se han producido crisis en los “Demócratas Socialistas”, autoproclamados como el “ala izquierda” del Partido Demócrata. Una amplia base de origen árabe/musulmán ha repudiado la política genocida que apoya Biden contra el pueblo palestino de Gaza. Como así también de sectores de la juventud universitaria liberal izquierdista. Las encuestas indican una insatisfacción en amplias masas por no haber recuperado las pérdidas salariales producidas con la inflación. En este cuadro aparece como incierto el resultado electoral de noviembre próximo entre Biden y Trump.
La crisis capitalista, con su consiguiente crisis del sistema político democrático, ha llevado al desarrollo de corrientes ultraderechistas/fascitoides en toda Europa: Hungría, Polonia, Italia, Eslovenia, Austria. Vienen avanzando en Suecia, Finlandia, Países Bajos, Noruega, Alemania. Son fuerte oposición en España y Francia, etc. En aquellos lugares que tomó el poder no han podido instalar regímenes abiertamente fascistas. Un caso emblemático es el de Italia, donde llegó al poder Los Fratelli d’Italia (Los hermanos de Italia) dirigidos por Giorgia Melloni. Los Fratelli reclaman su origen como continuidad del neofacista Movimiento Social Italiano (MSI), continuador del fascismo mussoliniano. Pero al llegar al gobierno renunció a sus planteos soberanistas de ruptura con la Unión Europea y se plegó plenamente a esta. Lleva una política de ofensiva contra condiciones de vida de los trabajadores (anulación del salario mínimo indexado, quita de subsidios a los desocupados, etc.) pero no persigue a la central obrera (CGIL) y los sindicatos, dirigidos por una burocracia colaboracionistas que se postra frente al estado. Y esta ha sido la tendencia en casi todos los gobiernos ultraderechistas europeos. De su ideario fascista han mantenido en pie especialmente una política racista y xenofóbica, particularmente, contra la mano de obra negra y musulmana que ha crecido en Europa y que constituye en algunos países más del 10% de la mano de obra, especialmente en los sectores más explotados. Tomados por las patronales porque sus salarios promedios están casi un 30% por debajo del de los trabajadores blancos nativos, son usados como “chivo expiatorio” para justificar la degradación de las condiciones de vida de la clase obrera. Estamos en presencia de un “antisemitismo” islamofóbico, que introducen las patronales para dividir las fuerzas del movimiento obrero y crear formaciones fascistas que contemplen la integración de la clase media y sectores de trabajadores, acusando a los musulmanes de aprovechar las ventajas del sistema social (salud, subsidios, etc.) sin pagar por su costo. Es bastante parecido a la propaganda xenofóbica que realiza la derecha argentina contra los inmigrantes bolivianos, paraguayos, peruanos, etc., parte integrante de los sectores más explotados de nuestra clase obrera. Igual en los EEUU contra la inmigración mexicana y latina que es fuertemente explotada y perseguida, sufriendo cárceles y deportaciones. Los males sociales del capitalismo serían producto de los extranjeros indeseables que se aprovechan y no del régimen de explotación salvaje.
Pero el hecho de que no exista, en lo inmediato, la posibilidad de instaurar regímenes fascistas (dada la ausencia de inmediatas perspectivas de revolución social) no significa que haya que bajar la guardia. En primer lugar, porque en torno a estas formaciones se constituyen agrupamientos que pretenden atacar las posiciones obreras de conjunto. Hay que enfrentarlos, como lo que son, formaciones que amenazan con establecer regímenes autoritarios fascistas y que son avanzadas reaccionarias y anti obreras de ataque a las masas. Es necesario oponer a sus agresiones, atropellos y provocaciones, la acción directa y un frente único de la clase obrera. Actuar como defensores de los inmigrantes contra las leyes reaccionarias, incluso con medidas de autodefensa, como hacían los bolcheviques en la Rusia zarista para enfrentar los progroms derechistas contra los judíos.
De este avance ultraderechista, al que se suma ahora el de Milei en la Argentina, sectores progres y de izquierda, deducen que estamos ante una derechización del panorama político mundial.
Pero es un razonamiento superficial. Los gobiernos ultraderechistas no pueden resolver los problemas que agudamente plantea la crisis del régimen capitalista. Y esto replantea situaciones de desestabilización, agudización de la lucha de clases y crisis políticas y de poder, que hace que la misma burguesía se incline a desplazarlos y privilegiar, cuando la situación lo requiera, gobiernos de contención social, que impidan la articulación independiente y combativa de la clase obrera y los explotados. Bolsonaro fue derrotado electoralmente por Lula y el PT, al frente de una coalición frentepopulista integrando a las principales figuras de la burguesía. El intento semigolpista del bolsonarismo para desplazar y/o condicionar al gobierno de Lula, a una semana de su asunción, fue aislado por la gran burguesía nacional e imperialista. También cayó Trump frente al “demócrata” Biden. Este último no es menos reaccionario que Trump, solo tiene un diferente dispositivo de fuerzas, para enfrentar la resistencia de las masas.
El cuadro internacional es de gran inestabilidad y volatilidad, con giros y realineamientos pronunciados en el terreno de la lucha política y de clases, en el marco de un escenario convulsivo surcado por grandes conflictos nacionales e internacionales y derrumbe de regímenes políticos, por la multiplicación de guerras regionales pero de alcance internacional que abonan las tendencias a una conflagración mundial Que se combinan a la vez, con fuertes tendencias a sublevaciones sociales y levantamientos populares.
La crisis del capitalismo impulsa el ataque a las conquistas de las masas y el avance de la reacción en todos los terrenos (derechos de la mujer, destrucción de la educación pública). Y está tomando una magnitud peligrosísima para el futuro de la humanidad en la depredación capitalista del medio ambiente. El año pasado fue el más caluroso en la historia de la humanidad. El uso del carbón como combustible sigue en crecimiento, con China al frente de esta tendencia. Las medidas “votadas” en los encuentros internacionales para frenar la polución, en general no han sido aplicadas. Acaba de fracasar la COP 28, que fue copada por representantes de las petroleras, que volvieron a votar que para el 2050 buscarían eliminar el uso de combustibles fósiles, la principal fuente de contaminación. Los gobiernos y los monopolios capitalistas siguen con las manos libres para defender sus ganancias a costa de contaminar el medio ambiente.
Más que una fortaleza de la ultraderecha, el hecho de que la misma haya prosperado, llegado al poder e incluso pueda sostenerse en el gobierno tiene como responsable a las direcciones sindicales y referencias políticas de los explotados. La gobernabilidad del orden social vigente se sostiene en esta política de colaboración de clases
En este contexto, lo que ha primado en la izquierda es una adaptación a las variantes pseudo progresistas, frentepopulistas y nacionalistas burguesas. La Argentina es un ejemplo de esto, evidenciado con la cooptación de parte de la izquierda y los movimientos combativos por el nacionalismo burgués kirchnerista, integrándolos al gobierno. El kirchnerismo siempre se preocupó por bloquear el desarrollo de una oposición de izquierda consecuente a su dominio (“a la izquierda nuestra debe estar la pared” fue una frase preferida de la presidenta Cristina Kirchner). Con la excusa de enfrentar a la derecha, la izquierda oportunista hizo causa común con el gobierno nacionalista burgués que devino en el ejecutor del plan fondomonetarista de ajuste contra las masas. Esto facilitó la propaganda de la ultraderecha que tildó al gobierno K. de “socialista”, procurando colocar un signo igual entre el nacionalismo burgués y el socialismo y cargar sobre sus espaldas el rotundo fracaso de la experiencia pejota kirchnerista. Esta adaptación se extiende a las propias filas de la izquierda que se dice revolucionaria y esta cuestión crucial es lo que está en la base de confrontación de posiciones incluso al interior del propio FIT. La defensa de la independencia política es inseparable de una delimitación implacable con el nacionalismo burgués. Si la izquierda esquiva esta tarea compromete la posibilidad de poner en pie una oposición clasista independiente del régimen burgués y corre el riesgo de ser ella misma arrastrada por el desprestigio y derrumbe del propio nacionalismo. Esto no puede ser eludido a la hora de hacer un balance de los resultados electorales del FIT y más en general de su desempeño en el escenario de la lucha de clases Esta perspectiva de la lucha se plantea a nivel mundial. En Brasil fue enfrentar la falsa disyuntiva política de que la lucha era entre Democracia y Fascismo, apoyando el Frente Popular que constituye Lula. A esta polarización entre alternativas burguesas fue arrastrado el PSOL, que habiendo roto con el PT y el anterior gobierno de Lula, criticando su rumbo antiobrero (una de las primeras reformas previsionales contra los trabajadores, etc.), terminó integrándose al Frente Amplio con el lulismo y ocupando ministerios y secretarías, transformándose en un partido oficialista. También en Chile, donde se constituyó el Frente Amplio con Boric, como alternativa a los partidos tradicionales, terminó siendo el garante del proceso de desmovilización pactado con el gobierno derechista asesino de Piñera, para enfrentar la belicosidad de las masas y contenerla en el plano de un constitucionalismo burgués. Esta política seguidista de sectores que se reclaman de la izquierda, deja sin alternativa revolucionaria y le da oxígeno al accionar de la ultraderecha como opción contra el desastre de la gestión “socialista” de los frentepopulistas.
La unidad de la lucha contra la crisis capitalista y la guerra imperialista
La guerra es la más cruda expresión de la descomposición capitalista. La guerra imperialista es absolutamente reaccionaria. El monopolio imperialista en el dominio de los medios de comunicación se ha transformado en un poderoso instrumento para moldear a la opinión pública internacional. El imperialismo se presenta como el campeón de la defensa de la democracia y de la autodeterminación nacional de los pueblos contra el autoritarismo dictatorial opresor del gobierno ruso de Putin. Es una impostura, porque sabemos que el imperialismo yanqui y la OTAN han sido los verdugos de los pueblos, invadiendo países en defensa de sus monopolios, sosteniendo dictaduras, etc. Tampoco Rusia, dirigida por el gobierno bonapartista de Putin defensor de la oligarquía burguesa es un adalid de la lucha contra el fascismo, como presenta su “operación especial” de invasión de Ucrania. Se trata de una guerra interimperialista, disfrazada por cada bando, con argumentos pseudoprogresistas y pseudodemocráticos. Es una tontería analizar quién disparó el primer tiro en el conflicto bélico para dictaminar la responsabilidad de la guerra. Todas las guerras comienzan con provocaciones y argumentos de que el responsable es el adversario y que lo que se está haciendo es defendiendo la justeza de su causa. Para evitar este burdo justificativo publicitario, los marxistas hemos siempre analizado los intereses de clase que se expresan en el conflicto bélico. No cabe la menor duda de la responsabilidad que le cabe al imperialismo yanqui, colocándose al frente de la OTAN. Desde los sucesos del EuroMaidan y los acuerdos de Minsk, hace casi una década, el imperialismo yanqui fue preparando militarmente a Ucrania, como punta de lanza para atacar a Rusia. Desde la disolución de la URSS, la OTAN no solo no se disolvió, sino que fue sumando a sus dispositivos guerreros a los estados que rompían con la URSS y avanzaban abiertamente con los procesos de restauración capitalista. Fue rodeando con un cerco político-militar a Rusia y Ucrania era el último eslabón de este operativo. La propuesta de incorporar Ucrania a la OTAN, significaba la instalación de bases militares yanquis con misiles con ojivas atómicas a pocos minutos de Moscú. Por una situación similar en la década del 60, los EEUU casi declaran la guerra a la URSS cuando esta colocó misiles atómicos en Cuba.
La izquierda internacional se ha dividido frente a la presión imperialista ante la guerra. Una gran mayoría de esas organizaciones adoptó posiciones de apoyo al bloque imperialista de la OTAN, buscando la derrota de Rusia en nombre del derecho a la autodeterminación nacional que habría sido avasallado por la irrupción de las tropas de Putin en Ucrania. Han caracterizado que se trata de una resistencia nacional de un país atrasado (Ucrania) que defiende su soberanía contra la invasión de un país imperialista autocrático (Rusia). Se trataría de una “guerra de liberación nacional” y se han alineado con este argumento en el bando de la OTAN, con los peores colonialistas imperialistas que habrían devenido ahora en defensores de la autodeterminación nacional de los pueblos. En general las corrientes morenistas (LIT-CI ligada al PSTU brasilero, LIS al MST argentino, UIT-CI de Izquierda Socialista de Argentina), de la diáspora del Secretariado Unificado (NPA de Francia, etc.) y otros, activan fuertemente junto a la OTAN por la derrota de Rusia. Afirman que el imperialismo no interviene físicamente, directamente, en la guerra con tropas. Algo ridículo (y falso): el imperialismo usa como carne de cañón al pueblo ucraniano para llevar adelante la guerra. Zelensky no se habría podido sostener un instante sino fuera por el constante armamento imperialista (y los “técnicos” y mercenarios que lo manejan). Estas corrientes suelen ser más belicistas que el propio imperialismo: le reclaman más consecuencia, el envió de más armas y más letales, incluyendo aviones y misiles, etc.
La Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CT) que dirige el PTS argentino actúa en forma falsamente “centrista” y también se coloca en este bando, al plantear que ellos alientan una resistencia ucraniana “independiente” del ejército armado por la OTAN contra Rusia. Mientras “reivindica” el derecho a la autodeterminación nacional tanto en la zona bajo control de Zelensky, como el Donbas bajo control de los rusos. ¿Qué clase de autodeterminación nacional puede haber en ese cuadro? La posición marxista internacionalista debe plantear el derrotismo en ambos bandos, la fraternización entre las fuerzas ucranianas y rusas, la caída de los gobiernos capitalistas guerreristas, para imponer la paz y avanzar a la constitución de gobiernos de trabajadores. Solo en ese marco, los pueblos podrán decidir los destinos de su autodeterminación nacional, luchando nosotros por la unidad socialista de Ucrania, en el marco del impulso a la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa, incluyendo a Rusia.
Ya Lenin y Trotsky en la primera guerra mundial (y Trotsky en los inicios de la segunda guerra), explicaron la tontería que significaba colocarse en el terreno de intervenir en la guerra imperialista luchando por la autonomía de Serbia contra la agresión de Austria o de la minoría checoslovaca contra el avance de Alemania. No se puede realizar caracterizaciones estáticas siguiendo clasificaciones dogmáticas de manual, sino integrándolas al cuadro político general en desarrollo. Acá, Ucrania no es solo un país atrasado, sino una pieza central del engranaje de la guerra imperialista contra Rusia. La historia inmediatamente precedente y la tendencia abierta hacia una guerra mundial, lo evidencian. Algunas corrientes posan de “dialécticas, inventando la categoría de guerras de “carácter dual”: serían guerras que tienen un componente de “liberación nacional” (y por lo tanto justas que habría que apoyar) y otro componente ligado a los enfrentamientos entre coaliciones imperialistas (que habría que criticar). Para ellas, el rasgo dominante sería el de la lucha contra la “opresión nacional” protagonizada por la invasión rusa, por esa habría que estar en el campo de la lucha contra Rusia, aunque –afirman- con “independencia política”, criticando al gobierno títere de Zelensky y la burguesía oligárquica ucraniana, como también al imperialismo (¿defensor de la autodeterminación nacional?) por sus vacilaciones en no enfrentar con más energía y letalidad la búsqueda de la derrota rusa.
Pero… la realidad es la única verdad. A casi dos años de iniciada la guerra en Ucrania, con miles de millones de dólares y euros volcados al apoyo militar ucraniano, con centenares de “voluntarios” y mercenarios entrenados actuando en sus filas militares, con la inteligencia satelital y electrónica imperialista, medio millón de muertos y heridos ¿no es evidente que Ucrania –“dialécticamente”- se ha ido transformando, cada vez más, en una base militar semicolonial de la OTAN? Tal como lo es el Israel sionista en el Medio Oriente, constituido como base militar armada y militarizada hasta los dientes para actuar contra la lucha antiimperialista en el mundo árabe.
Hay una corriente (CCRI con base en Austria) que ha descubierto -que “dialécticamente” y bajo los principios del “carácter dual” de las guerras- realizando una investigación, que el pueblo de la isla de Taiwán tiene un problema histórico de “autodeterminación nacional”. Y ya ha fijado posición a priori de que en caso de una guerra entre Taiwán y la alianza imperialista del Pacífico dirigida por el imperialismo yanqui contra China, va a estar del lado del pueblo taiwanés. Colonizado y transformado crecientemente en base militar imperialista para la guerra contra China, la CCRI vuelve a colocarse forzando la realidad del lado yanqui. (¿Habría defendido la “autodeterminación nacional” de Taiwan, cuando los ejércitos blancos contrarrevolucionarios de Chinag Kai Shek, desembarcaron allí en 1949 huyendo de la revolución comunista china y fueron defendidos por la flota yanqui?
La “ceguera” de estas corrientes que se reclaman marxistas indica que sus posiciones no son un “error” de caracterización, sino expresión de una adaptación oportunista a la presión de la propaganda imperialista. En varios casos, no se trata de una desviación oportunista nueva. Ya se ha dado en la no movilización contra el golpe de Temer (y las Fuerzas Armadas) que derribo al gobierno de Dilma Rousseff en Brasil; en la convivencia con la ofensiva de los esqualidos contra el gobierno nacionalista de Chávez; en el apoyo inicial a la asonada golpista derechista que derribo a Evo Morales en Bolivia; etc.
Otra ala de la izquierda, minoritaria, con corrientes ligadas a los restos de los PC stalinistas y algún que otro grupo sectario que se reclama trotskista (EEK de Grecia, etc.), se ha colocado en defensa de la acción militar de Rusia, pretendidamente realizada contra los ataques fascistas de Zelensky/OTAN. Apoya las aspiraciones imperialistas de cuño neozarista, de Putin y la oligárquica burguesía restauracionista rusa. Nos oponemos rotundamente a esta torpe caracterización. Frente a la guerra de Ucrania planteamos: Confraternización de los soldados y trabajadores rusos y ucranianos. Abajo la guerra fratricida impulsada por la lucha interimperialista. El enemigo está dentro de las clases dominantes de cada país: Fuera Zelensky y Putin, por gobiernos de trabajadores. Por la unidad socialista de Europa, incluida Rusia. Por la unidad internacional de los trabajadores del mundo. Libertad a todos los presos políticos. Plena legalidad para los sindicatos y partidos obreros y de izquierda.
Caracterización de Rusia y China
El debate sobre si Rusia y China se han transformado en potencias imperialistas es de importancia. Toda clase explotadora sueña con transformarse en imperialista explotando no solo a sus masas trabajadoras, sino también a otras naciones (la “Argentina potencia”, la Turquía de Erdogan, el sub imperialismo latinoamericano de Brasil, etc.).Hemos denunciado que esta restauración es incompleta, porque el imperialismo entiende la misma no como un principio moral en defensa de la democracia, sino como completar su colonización de estas naciones. Preocupa la ligereza de gran parte de la izquierda mundial que consagra el paso de nación atrasada, al máximo nivel de desarrollo capitalista solo como resultado de un crecimiento y expansión, al margen de considerar el sujeto que la realiza, la estructura social y relaciones entre las clases y por sobre todo, la etapa histórica que se realiza. No se puede hacer una caracterización acertada prescindiendo de este abordaje integral.
La llamada ley del desarrollo desigual y combinado ha hecho de China una fuerte plataforma industrial exportadora, en gran parte por inversiones imperialistas, concentradas en su franja costera en el marco de un atraso general. En el campo de China sigue predominando la pequeña propiedad dada en arriendo por el Estado a los campesinos. El campo aporta el 15% al PBI nacional, pero tiene el 33% de la mano de obra total.
Se puede afirmar que China tiene rasgos semicoloniales y rasgos semiimperialistas. La burguesía china, aún el día de hoy sigue ocupando un lugar secundario y subordinado. La dominación política es ejercida por el PCCH, a través del manejo del aparato del estado. Esta dominación viene “heredada” del régimen burocrático impuesto por la revolución china y que ha garantizado la unidad e integridad nacional china, frente a las tentativas de desmembramiento y disolución nacional.
La contradicción entre el estado y la burguesía china atraviesa toda la vida política china en las últimas décadas. La posibilidad de un cambio de régimen que es por lo que aboga el imperialismo y el propio capital privado autóctono, choca con la extrema debilidad de la burguesía china, quien debería lidiar contra las presiones cruzadas y amenazantes no sólo del imperialismo sino de su propia clase obrera. No hay que olvidarse que como resultado de este desarrollo desigual y combinado, asistimos a un gigantesco desarrollo de la clase obrera. Ese arbitraje es ejercido, no exento de enormes sobresaltos y tensiones por el estado de la mano de la burocracia del PCCH. Esto es la que está en la base de la marcada estatización de las relaciones sociales que es un rasgo distintivo del gigante asiático respecto a otras potencias capitalistas. Ni la exportación de capitales, que está concentrada mayoritariamente en países de la periferia, ni” la ruta de la seda” consagra una dominación del capital privado, que se encuentra subordinado al estado. El principal escenario de la guerra comercial no tiene lugar en el mercado mundial sino dentro de sus propias fronteras donde el capital foráneo, que ha penetrado en el país en las últimas décadas pretende consolidar ese proceso y afianzar una presencia gravitante a expensas del estado y de los capitalistas locales.
No podemos obviar en el análisis que la restauración capitalista en China y también en el ex espacio soviético arranca no en un período de ascenso sino de decadencia capitalista. El punto de partida no es poner fin al feudalismo sino desmantelar una nueva organización social producto de grandes revoluciones.
El milagro chino no ha sido inmune a la crisis capitalista mundial. Esto se verifica en una desaceleración económica hasta el punto de que hay quienes señalan que podría precipitarse un aterrizaje brusco. Una advertencia la tenemos en la crisis inmobiliaria que se ha llevado puesta a una corporación gigante como Evergrande que no es más que la punta del iceberg, como lo revela el incumplimiento en el que han entrado recientemente otras empresas inmobiliarias. La economía china está sentada en una montaña de deudas que triplica su PBI. Lejos de sacar a la economía mundial de la crisis, China ha sido arrastrada por ella y se ha convertido en un factor de su agravamiento.
Quienes se han apresurado a proclamar que la restauración capitalista está concluida, no advierten que la bancarrota capitalista condiciona la restauración y es la fuente de tensiones crecientes entre China y el imperialismo. Los choques crecientes en todos los planos (económico, diplomático y en especial el militar) estimulados en primer lugar por EE.UU. revelan que la restauración capitalista no puede ser ni será pacífica.
La burguesía mundial está pugnando por una apertura de la economía china, pero en su propio provecho, lo que supone confinar a China a la condición de una semicolonia. Derrotar esta pretensión probablemente exceda la capacidad de la burguesía y del Estado chino pero lo que sí es seguro es que se abran grietas a partir de las cuales se cuele la clase obrera, lo cual crearía el terreno para la recreación de tendencias revolucionarias (o sea, las bases para una revolución social y política) retomando el rico legado que poseen los explotados chinos en su historia. El destino de China está inscripto como nunca en la dinámica revolución-contrarrevolución en un escenario de creciente polarización no sólo a escala de China sino a nivel mundial.
Una consideración especial merece Cuba. En la isla, las reformas monetarias y cambiarias que se implementaron desde principios de 2021 con la llamada “Tarea de ordenamiento” produjeron la devaluación de la moneda y desataron un proceso inflacionario que golpeó el poder de compra de la clase trabajadora. A fines de 2021 se habilitaron las “mipymes” (micro pequeñas y medianas empresas) para funcionar en la esfera comercial y de servicios. Su capital puede ser incluso de origen extranjero en su totalidad. Aunque aún su participación en el mercado es pequeña, la evolución de su facturación permite prever su rápido ensanchamiento. Pero, además, su influencia social es mucho mayor que su participación en el sector comercial cubano: se estima que las casi 9 mil mipymes que florecen en el sector gastronómico y en el de servicios turísticos emplean alrededor del 40% de la PEA.
Constituyen pues una de las fuentes sociales de las que se nutre el proceso de formación de una burguesía nacional en Cuba. No sólo el exilio cubano, sino la propia burocracia invierten “ilegalmente”, vía testaferros, en las mipymes como modo de burlar la legislación que todavía restringe la posibilidad de la concentración de propiedades. Además, desde el estado se difunde una propaganda épicamente justificadora del “emprendedorismo” que sustituye progresivamente, en busca de conquistar el consenso del pueblo trabajador respecto al proceso restauracionista, la retórica igualitarista que vertebró la comunicación oficial desde 1959. Las reformas, además, se van completando con progresivo aflojamiento del monopolio del comercio exterior a través de permisos de negociación directa para empresas favorecidas por el régimen.
En estas condiciones un nuevo “paquetazo” de ajuste lanzado por el gobierno cubano puede reanimar el proceso de protesta que se abrió el 11 de julio de 2021 y que se ha interrumpido luego de la seguidilla de protestas por los cortes de luz de fines de 2022. Si bien se ha comenzado a desarrollar una “izquierda crítica” esta es aún magra.
Palestina
La lucha del pueblo palestino contra la agresión sionista en Gaza está colocada en el centro de la política internacional. Estamos viendo una sangrienta masacre filmada como un reality en tiempo presente contra el pueblo de palestino en Gaza: 19 667 muertos, 52 586 heridos, 7000 desaparecidos, 1 800 000 desplazados.
También aquí un impresionante aparato de propaganda trata de presentar la resistencia de los palestinos, como la de un grupo terrorista, desfigurando la realidad, con atrocidades inventadas, ocultando la verdad. Dirigida por el sionismo en alianza directa con el imperialismo asistimos a una campaña internacional contra quienes se oponen a esta masacre fascista sionista. Pretenden colocar un signa igual entre condena al sionismo y antisemitismo. El sionismo es una corriente política del pueblo judío (no el pueblo judío) apoyada abiertamente por el imperialismo, para colonizar Palestina, expulsando a gran parte de la población árabe autóctona de su territorio histórico. El estado sionista de Israel se constituyó como una base político-militar al servicio del imperialismo mundial, en particular del yanqui. La historia de sus 75 años de existencia así lo evidencia (participó de la guerra anglofrancesa contra la nacionalización del Canal de Suez, etc.).
En 1948 fueron expulsados, terror mediante, casi un millón de palestinos de sus casas y tierras. Esta política de expulsiones militares con masacres sistemáticas se viene desarrollando desde hace décadas.
Apoyamos la resistencia del pueblo palestino contra la opresión sionista con los medios que esta utilice. El levantamiento del 7 de octubre que tiró abajo transitoriamente los muros del gueto a cielo abierto más grande de la historia mundial, representa un golpe al sionismo y al imperialismo. La propaganda sionista/imperialista ha tratado de justificar el accionar criminal contra el pueblo de Gaza en que es una respuesta al levantamiento dirigido por Hamas. La “culpa” la tendrían los que se resisten a morir como esclavos. La masacre sionista en curso no sería posible sin el apoyo del imperialismo yanqui en primer lugar, que todos los días, envía centenares de bombas para ser lanzadas sobre Gaza. El deber elemental de todo luchador contra la opresión, sea marxista o no, es de solidaridad militante activa con la lucha del pueblo palestino. La mayoría de la izquierda mundial se ha puesto del lado palestino de la trinchera. A diferencia, de la guerra de Ucrania, se están desarrollando grandes y crecientes movilizaciones de solidaridad contra la agresión sionista (Nueva York, Londres, Indonesia, Yemen, etc.). Pero la presión de la propaganda imperialista/sionista trata de crear un clima de macartismo acusando de terrorista antisemita a todo aquel que ose plantarse contra la masacre sionista: persecución a artistas como Roger Waters que manifestaron públicamente su apoyo a la lucha palestina, prohibición en el Reino Unido de usar banderas palestinas, represión callejera en Francia a las manifestaciones a favor de Palestina, persecución penal, política y cultural en Argentina a los luchadores que defienden la resistencia palestina, etc. ¡Abajo el macartismo sionista/imperialista! ¡Plena libertad para manifestar el rechazo a la masacre sionista!
Aún en minoría, se han comenzado a gestar movimientos de judíos a nivel mundial que se oponen a la política criminal del sionismo y apoyan la lucha palestina. Es hora de volver a poner en pie una corriente judía mundial que luche por el socialismo.
Hay, sin embargo, sectores de izquierda que apoyan la existencia del estado sionista de Israel y critican el levantamiento palestino adoptando los argumentos de que son acciones “terroristas” contra el pueblo civil judío de Israel. Pero si alguien merece ese calificativo es el estado genocida de Israel. No se trata de declararse “neutral” en el supuesto enfrentamiento entre dos “terrorismos”, sino de apoyar la legítima lucha de los desesperados y valientes palestinos. Estar del lado de los oprimidos contra los opresores sionistas/imperialistas.
Como socialistas, tenemos grandes diferencias con Hamas, una corriente nacionalista burguesa y confesional, enrolada internacionalmente con el movimiento islamista de los Hermanos musulmanes, que apoya a Erdogan en Turquía y al régimen teocrático iraní. Pero esas diferencias no pueden ser un pretexto para abstenerse y sacarle el cuerpo a la lucha palestina. Apoyamos toda lucha que libren los oprimidos contra la opresión: estamos del lado de la resistencia palestina, tal cual ella se está desarrollando, porque es la resistencia única y real contra el sionismo. En el marco de esa lucha y comprometiéndonos en su triunfo, nos empeñamos por transformar el conflicto en una revolución social, conscientes que esa es la vía para una derrota definitiva del sionismo y el imperialismo y una reconfiguración integral de Palestina y de toda la región sobre nuevas bases sociales. El estado sionista debe ser destruido: la lucha es por una Palestina Única, Laica y Socialista, en el marco de la Unidad Socialista de los pueblos de Medio Oriente. Por el derecho al retorno del pueblo palestino a sus hogares y tierras. La lucha palestina sufre de un aislamiento en el Medio Oriente árabe y musulmán. No de los pueblos que se han movilizado por decenas de miles en las calles, sino de los gobiernos y las burguesías árabes que concilian con el sionismo y el imperialismo contra sus pueblos.
La lucha por Palestina, no es solo contra el régimen sionista, sino por romper la complicidad de las burguesías árabes. El gobierno egipcio de El-Sisi (que acaba de reelegirse con proscripción y fraude en un marco dictatorial) mantiene bloqueada la frontera sur de Gaza impidiendo el ingreso de alimentos, combustibles, medicamentos, en complicidad con el bloqueo sionista. Muchas burguesías árabes sacan hipócritas declaraciones de compungimiento por el sufrimiento del pueblo palestino pero, como El-Sisi, colaboran con el accionar sionista/imperialista. Incluso el régimen iraní no ha tomado medidas enérgicas de apoyo a la lucha palestina y Hezbollah interviene limitadamente desde el Sur del Líbano. Hay excepciones como las de las milicias huties del Yemen que intervienen activamente contra el tráfico marítimo sionista.
Los acuerdos de Oslo que intentaron resolver el “problema” palestino con la creación de dos estados (siguiendo la orientación imperialista de la partición de 1948) han evidenciado su total fracaso. Existe solo el estado colonialista racista del sionismo israelí. La Autoridad Nacional Palestina es un pseudo “estado”, títere del sionismo, que solo actúa como policía interna para aplacar la resistencia palestina. La integrista musulmana Hamas surgió como alternativa de repudio a la laica Al Fatah de Yasir Arafat que capitulo frente al sionismo, aceptando en los acuerdos de Oslo, una “partición” trucha, tutelada por el gobierno de Israel, renunciando al “derecho al retorno”.
No estamos frente a un régimen de apartheid, similar al aplicado en Sudáfrica. El sionista es un régimen de colonización, aniquilamiento y expulsión de la población palestina nativa. El de Sudáfrica era la creación artificial de mini estados (bantustanes) para dividir a la masa trabajadora negra y mejor explotarla. El régimen que impuso el sionismo en Cisjordania (bajo la aceptación de la Autoridad Nacional Palestina) es uno de características policiales/militares represivas, llenas de controles y prohibiciones, al servicio de seguir instalando colonias con colonos militarizados en las tierras donde se va expulsando a los palestinos.
Sectores de la izquierda han planteado también morigerar el accionar de la resistencia palestina para tratar de ganar un aliado en la población trabajadora de Israel. Pero se trata de un estado de colonos y encima altamente militarizada. El gobierno fascista viene de entregar decenas de miles de armas portátiles a los “civiles” para mejor organizar la represión a cualquier disidencia. En Cisjordania se acercan a 500 los palestinos asesinados impunemente por colonos y las incursiones del ejército sionista. No hay ninguna convergencia posible entre la población palestina y judía, si esta última no rompe con el estado colonialista y genocida sionista y apoya incondicionalmente la lucha palestina y su derecho al retorno. Ni en Cisjordania, ni en Jerusalén, gobierna el Hamas, sino la Autoridad Nacional Palestina. Uno de los planes imperialistas es terminar de aniquilar a Hamas en Gaza e instaurar allí al colaboracionismo Al Fatah. Pero, en Cisjordania está creciendo el repudio de la juventud a la Autoridad Palestina colaboracionista y el vuelco hacia la combativa Hamas y demás organizaciones del frente de resistencia palestina. El gobierno sionista lleva detenidos y enviados a prisión a más de 2000 cisjordanos palestinos sospechosos de “simpatías” con Hamas. Y la inteligencia yanqui está promoviendo “nuevos” dirigentes menos quemados, como posible alternativa. Pero el plan del fascista primer ministro sionista, Netanyahu, apoyado en las comunidades ultrareligiosas y racistas judías, es la instalación de nuevas colonias militarizadas para ir colonizando las tierras arrasadas donde han sido expulsados los palestinos gazaties. El sionismo se reivindica “progresista” contra el fundamentalismo islámico, pero se oculta que en realidad el estado israelí es un estado teocrático, donde se pisotea los derechos de las mujeres y donde impera la discriminación social abierta contra la comunidad árabe y palestina que vive dentro de las fronteras anteriores a 1967 y, por supuesto, también de los “territorios ocupados”. Una huelga de 24 horas, decretada por las centrales de trabajadores palestinas en Cisjordania está siendo respondida por el régimen sionista con la expulsión de sus trabajos de alrededor de 150 mil palestinos, mientras gestiona la “importación” de 100 mil hindúes para reemplazarlos. Como hacían los capitalistas británicos en el siglo 19, importando carneros rompehuelgas del continente para quebrar las huelgas en el Reino Unido. La primera Internacional tuvo en el rechazo a estos procedimientos uno de sus motores constitutivos.
Algunas corrientes de izquierda (en Italia, Alemania, etc.) desprecian el accionar de Hamas y de otros grupos nacionalistas enfrentados al imperialismo, acusándolos de divisionistas de las filas del proletariado mundial. Pretenden la “unidad” de la clase obrera palestina con la clase obrera israelí para lucha en conjunto por el socialismo. No aceptan la división entre estados opresores imperialistas y estados oprimidos coloniales o semicoloniales. El desarrollo mundial del capitalismo, con la creación del mercado mundial habría –para ellos- abolido las diferencias nacionales. La lucha contra la opresión imperialista es un gran motor de la lucha de clases mundial. Los trabajadores de las metrópolis imperialistas deben confluir con la lucha de los países oprimidos contra sus burguesías imperialistas. En la lucha nacional antiimperialista confluyen diversas clases del país atrasado y oprimido. La burguesía nacional es una clase explotadora pero también semioprimida por el imperialismo extranjero y eso hace que en diferentes momentos se levante contra esta opresión extranjera. En esa rebelión la clase obrera nativa debe mantener su independencia política, pero participar activa y protagónicamente en la lucha antiimperialista, tratando de convertirse en la dirección de las masas de la nación oprimida. Esto en competencia con el movimiento nacionalista de contenido burgués. La clase obrera no se transformara en caudillo nacional de los explotados por decreto o propaganda, sino por su protagonismo dirigente consecuente en la lucha nacional. Estamos frente a una desigual y sangrienta guerra del imperialismo mundial y el sionismo contra el pueblo palestino. En una guerra de este tipo es legítimo que la resistencia palestina apele a todos los métodos para defenderse. La toma de rehenes ha sido un recurso al que ha apelado la resistencia palestina para exigir la liberación de miles de prisioneros palestinos encerrados en las mazmorras sionistas desde hace años y sometidos a todo tipo de torturas y vejámenes. La responsabilidad por las victimas tanto militares como civiles le cabe al estado genocida de Israel que ha conducido al pueblo palestina a una situación despertante e inhumana a través de décadas de limpieza étnica, terror y exterminio.
Detrás de un reagrupamiento y una perspectiva estratégica en la lucha por la disolución del estado sionista y la instauración de una Palestina Única, Laica y Socialista, impulsamos el frente único de todos aquellos que se oponen a la continuidad de la masacre sionista: Alto el fuego. Retiro de las tropas sionistas y cese de los bombardeos. Tirar los muros y alambradas eléctricas que encierran al pueblo de Gaza. Terminar con el bloqueo: libre ingreso de comida, combustibles, medicinas. Libertad a todos los presos palestinos. Combatir el antisemitismo y la islamofobia: impedir la división de los trabajadores en su lucha contra el capital.
El desarrollo de la lucha de clases
Los ajustes fondomonetaristas contra los pueblos de las naciones atrasadas han provocado una serie de rebeliones. En Latinoamérica han fracasado los intentos golpistas azuzados por el imperialismo en Bolivia y Venezuela. El golpe en Perú que destituyó al presidente Pedro Castillo, originó una fuerte rebelión, en particular de las mayorías indígenas, que fue duramente contenida mediante una fuerte represión con más de 70 muertos, centenares de heridos y presos políticos. El gobierno golpista no ha podido, sin embargo, darse un cuadro de estabilidad y de consenso popular (según las encuestas, el 90% de la población repudia a la presidencia y al parlamento derechistas. Se han producido grandes levantamientos que crearon situaciones revolucionarias (Chile, Colombia, Ecuador) pero que lograron ser contenidos no solo por la represión insuficiente para derrotar a las masas en lucha, sino especialmente por las maniobras políticas, promoviendo la constitución de frentes populares de conciliación de clases que impulsaran el abandono de la lucha de acción directa en las calles, por el desvío electoral y parlamentario. Estas experiencias en curso, han demostrado las limitaciones de las direcciones centroizquierdistas y nacionalistas burguesas que fueron el eje del rearme de los estados burgueses seriamente cuestionados por la movilización popular. Boric con su Frente Amplio y el frentismo popular que constituyó con el PC, sectores del PS fue el principal factor que impidió la caída revolucionaria del gobierno derechista de Piñera. Perú Libre, la lista que llevó la candidatura triunfante de Pedro Castillo, avaló el golpe y hoy día actúa aliado a las fuerzas derechistas/fascistoides de Keiko Fujimori.
En estos procesos, la izquierda que se reclama revolucionaria no logró catapultarse en una alternativa, no solo por su pequeñez al inicio de los mismos, sino en gran medida, por su política democratizante, por su adaptación política al centroizquierdismo y/o al nacionalismo burgués y al electoralismo y parlamentarismo. En Brasil la izquierda acompañó al PSOL en su política de adaptación al frente popular dirigido por Lula hasta el borde del precipicio de integrarlo (y en algunos casos (LIS) cayendo al precipicio mismo). La disyuntiva Fascismo versus Democracia, sirvió para armar frentes populares “democráticos” de conciliación y subordinación de los trabajadores detrás de la burguesía pseudo democrática (hasta ayer golpista). El apoyo a Lula en Brasil, a Massa en la Argentina, etc. Fue levantado como un bloqueo al desarrollo de una izquierda clasista políticamente independiente de la burguesía.
La consigna de Asamblea Constituyente fue levantada en su versión institucional democratizante y en función antirrevolucionaria. Trotsky la defiende como una consigna de movilización revolucionaria, de transición, para ayudar a centralizar la rebelión contra el estado burgués. Una consigna solo realizable, si se derroca al gobierno burgués y se instala un gobierno revolucionario. En cambio sectores de la izquierda han aceptado acuerdos con los gobiernos burgueses para convocar a Constituyentes no soberanas, reglamentadas. El caso de Chile y los acuerdos de Boric y Piñera son de lo más demostrativo. Para sectores como la Fracción Trotskista del PTS, se trata de una consigna permanente que se aplica en forma universal como forma de plantear por vía parlamentaria la modificación progresiva del Estado burgués. En Chile, luego de las dos experiencias “constituyentes”, esta corriente sigue planteando el reclamo de una “verdadera” constituyente soberana como perspectiva estratégica para la lucha popular. En Argentina, hemos tenido al grupo de Altamira (Política Obrera) levantando como consigna de poder central, en su plataforma electoral, el llamado a una Asamblea Constituyente.
A pesar de los bloqueos, la tendencia a la irrupción de movilizaciones de masas, contra los planes ajustadores, producto de la agudización de la crisis capitalista, sigue plenamente planteada (Panamá, etc.). En Brasil, bajo el gobierno conservador de la alianza frentepopulista, encabezada por Lula, se han comenzado a desarrollar movimientos de lucha contra las reformas reaccionarias (docentes, universitarios, etc.), las privatizaciones (trabajadores del subte de San Pablo, etc.) e incluso contra los despidos (trabajadores automotrices, etc.).
En Sri Lanka una sublevación de masas volteó al gobierno que en el marco de un default en el pago de su deuda pública, llevó adelante un ajuste antipopular. Y grandes luchas se han venido desarrollando en Argelia, Sudáfrica, etc.
Pero, lo más destacado del cuadro político de las luchas de masas, es la irrupción del proletariado de los países imperialistas. En Estados Unidos fue la rebelión de la comunidad negra, acompañada por centenares de miles de estadounidenses blancos, la que contribuyó decisivamente a la pérdida de las elecciones de Trump. Ese proceso de radicalización no se detiene con el ascenso de Biden. La crisis social ha puesto combustible al resurgimiento de un sindicalismo combativo (que había prácticamente desaparecido en manos de la burocracia de la AFL-CIO). La sindicalización de algunas sedes de Amazon, de Starbucks, empresas capitalistas militantes del liberalismo antisindical que prohibían la organización de sus trabajadores se une al lanzamiento de las huelgas (actores y guionistas de Hollywood, etc.). Un salto importante ha sido la gran huelga de los trabajadores de las empresas de automotores. Por primera vez en décadas, se encaró una lucha del conjunto de los trabajadores de los grandes monopolios automotrices. Votado por más del 90% de los trabajadores, una nueva conducción sindical que se autoproclama como combativa, fue la que estuvo al frente de esta lucha.
El pliego de reclamos de la UAW incluía un aumento salarial próximo al 40% para los próximos cuatro años y la reintroducción de una cláusula de indexación por inflación; el fin del sistema de dos niveles salariales, por el cual los nuevos empleados perciben menores ingresos; y la reducción de la jornada laboral de 40 a 32 horas semanales, sin afectar el salario, entre otros puntos. Los trabajadores también demandaban que la transición ecológica hacia los coches eléctricos no se haga a expensas de los derechos de los trabajadores. Vale señalar que en Tesla, la compañía de Elon Musk, los obreros ni siquiera se encuentran sindicalizados. Después de 9 semanas de protesta, las patronales finalmente tuvieron que ceder con su intransigencia, aunque la agenda de reclamos que se arrancó es recortada y parcial en relación al pliego inicial.
La modalidad de la huelga fue rotativa. Empezó en tres plantas, una por cada una de las tres grandes compañías automotrices y se fue trasladando a otras instalaciones, con la posibilidad de avanzar hacia una paralización total. De modo tal que siempre fue un porcentaje menor el que estaba haciendo medidas de fuerza, mientras la industria mayoritariamente seguía produciendo. La conducción evitó una paralización total que probablemente hubiera permitido arrinconar más a las patronales y arrancar la totalidad del pliego de reclamos
Los sondeos de opinión indicaron que la huelga automotriz contaba con un respaldo popular cercano al 60%.El presidente Joel Biden se hizo presente en uno de los piquetes de huelga y su rival Donald Trump hizo lo propio días después. Son actos demagógicos, poses de campaña electoral, dado que los gobiernos demócratas y republicanos han sido cómplices del cierre de 65 plantas por parte de los gigantes del sector automotriz en los últimos veinte años. Pero, más allá de ello, es un indicador del clima político reinante en Estados Unidos y las nuevas tendencias que se están abriendo paso en el movimiento obrero hacia una revitalización y renovación sindical
La asunción como secretario general de Shawn Fain de la UAWD (United Auto Workers Democracy) está asociada al desprestigio de la dirección burocrática anterior, debido a los lazos con las patronales y los escándalos de corrupción.
Hay en marcha un proceso de radicalización en la juventud obrera, la llamada “generación U” (por Unión, sindicato en inglés). Que también se manifiesta en la participación juvenil en las marchas contra la agresión sionista en Palestina. La puesta en pie de una nueva perspectiva sindical está unida a la independencia política, tanto de Biden como de Trump. Los republicanos, con el magnate inmobiliario han logrado conquistar una influencia en las filas de los trabajadores aprovechando el descrédito creciente de los demócratas, con los que la organización sindical estuvo alineada históricamente. El porvenir del sindicalismo norteamericano y, más en general, del movimiento obrero estadounidense y sus luchas y reclamos depende de la ruptura de las ataduras con los representantes políticos de la clase capitalista.
En Europa la crisis se ha potenciado con el desarrollo de la guerra imperialista que ha dado un formidable impulso a la inflación y a la carestía que golpea el bolsillo de los trabajadores. Esto ha venido provocando una ola de grandes huelgas por reclamos salariales en Alemania y Gran Bretaña. En este último país, hubo una tendencia clara a la huelga general que, con mucho empeño, la dirección laborista de Starmer logró momentáneamente bloquear. Permitiéndole una sobrevida con pulmotor al gobierno conservador en ruinas.
En Francia hubo una fortísima ola de huelgas y movilizaciones contra la reforma previsional antiobrera que llevó adelante el gobierno Macrón. Aquí es donde más nítidamente tendió a transformarse en huelga política de masas contra el gobierno, planteándose una cuestión de poder. La ultraderecha fascistoide (Le Pen) no pudo (ni quiso) capitalizar el movimiento de lucha general de los trabajadores, manteniéndose a la sombra del gobierno bonapartista que desarrolló una fuerte represión. La centroizquierda, con la incorporación de sectores de la izquierda (división del NPA, etc.) nucleada en torno al Nupes de Melenchon, no se plantó como alternativa a la burocracia de la Intersindical que se empeñó en bloquear la clara tendencia a la Huelga General, con “planes de lucha” espaciados que buscaban el agotamiento y desgaste de la movilización obrera y su no extensión al conjunto de los oprimidos (juventud estudiantil, comunidades de inmigrantes y musulmanas, etc.). La situación fue derivada a la resolución del parlamento con mayoría derechista, “confiando” que la presión popular lograra dividirlo y bloquear la reforma antiobrera. Fue así conducida a un callejón sin salida.
Estos inicios de ascenso combativo de las grandes masas obreras, en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, etc. han servido para indicar el papel clave que juegan las organizaciones sindicales. En detrimento de las teorías anarquistas de que los sindicatos han quedado obsoletos por su copamiento por burocracias sindicales subordinadas a la burguesía y al estado burgués. Los esfuerzos en la lucha por la recuperación clasista de los sindicatos sigue plenamente vigente y como se demostrará en el pasado (Solidaridad en Polonia en la década del 80, etc.) pueden fructificar en forma explosiva. No hacemos ningún fetichismo con las formas sindicales, apuntalamos a todo movimiento real que organice la lucha anticapitalista de las masas (comités de huelga, Coordinadoras de lucha, etc.). También es necesario destacar que se han comenzado a desarrollar movimientos de boicot al envío de armas y al comercio con los regímenes que atacan a los pueblos. En los puertos de Italia, en fábricas de armamentos del Reino Unido, etc. contra las exportaciones al estado sionista de Israel, etc. Es un signo de revitalización de la conciencia internacionalista que hay que apoyar y profundizar, reclamando en todo el mundo la ruptura de relaciones con el Estado racista colonialista de Israel.
La crisis de dirección
La guerra ha tenido el (des) mérito de haber clarificado una división en el seno de la izquierda mundial que pretendía presentarse, como alternativa a la crisis de dirección del movimiento obrero, representada en las viejas direcciones stalinistas y socialdemócratas y los movimientos nacionalistas de contenido burgués.
Frente a la guerra de Ucrania, tenemos a la izquierda alineada detrás de alguno de los bandos en pugna. Mayoritariamente, la izquierda se plegó al bando imperialista en nombre de la defensa de la democracia y la autodeterminación nacional (Una minoría se emblocó con el régimen oligárquico burgués restauracionista de Putin). En el caso dela agresión sionista/imperialista sobre Gaza con aquellos sectores que defienden la existencia del estado de Israel y se oponen abiertamente al levantamiento de la resistencia palestina (¡el SWP norteamericano!, etc.) criticando sus “métodos terroristas”.
En ambos casos ceden ante la presión política-mediática del imperialismo y sus falsos planteos de defensa de la “democracia” contra las tendencias violentas y autoritarias.
Gran parte de la izquierda es estratégicamente democratizante, reniega de la lucha por la dictadura del proletariado (gobiernos de trabajadores) considerando agotada la etapa abierta por la revolución rusa de 1917. Sus perspectivas son claramente electoralistas y parlamentaristas, son neo kautskistas, contrarias a la acción directa revolucionaria. Subordinan los estallidos populares al progreso electoral/parlamentario que permitiría modificar favorablemente las condiciones de vida de las masas, sin necesidad de acabar con el estado burgués. Esta orientación estratégica democratizante deviene en políticas de seguidismo y adaptación al nacionalismo burgués o a la centroizquierda frentepopulista, contrarias a la estructuración políticamente independiente de la clase obrera. Lo que se manifiesta también en el proceso de construcción de la organización de los trabajadores. Se deja de lado la formación de partidos de combate, militantes, contra el capitalismo, que se preparan para intervenir y guiar procesos revolucionarios hacia la lucha por gobiernos de trabajadores. En cambio se proponen “partidos amplios”, de “tendencias” orgánicas, constituidos para intervenir en procesos electorales. Esa ha sido la política de gran parte de la izquierda morenista respecto al PSOL en Brasil donde han convivido durante dos décadas en un partido refractario a la intervención en la lucha de clases, subsumido al electoralismo. También de gran parte de la izquierda francesa (del secretariado unificado, de sectores morenistas, etc.) nucleada en el NPA, creado en oposición abierta a la estrategia de lucha por el gobierno obrero. Ambos fueron partidos de “tendencias” no estructurados para intervenir en la lucha de los trabajadores, sino para la combinación de presentaciones electorales. La crisis capitalista y sus tendencias a la polarización social y política han llevado a rupturas. En el NPA, la mayoría mandelista rompió el partido, para incorporarse más abiertamente al Nupes de Melenchon. Los sectores de izquierda del NPA tuvieron una reacción positiva al no seguir esta ruta de disolución oportunista, pero… en el caso de la guerra de Ucrania se han sumado al campo del guerrerismo imperialista de la OTAN.
En el caso del PSOL, el progreso electoral de esta alianza electoralista centroizquierdista llevó a que se integrará no sólo al frentepopular con el PT de Lula, sino al mismo gobierno aceptando ministerios y un interbloque común parlamentario con la justificación de colaborar así con la lucha contra el fascismo bolsonarista. Aunque tarde, una parte de la izquierda (UIT-CI) rompió con el PSOL, pero también ha quedado prendida al campo imperialista de la OTAN (otros como la LIS siguen dentro del PSOL buscando espacios electorales que le permitan acumular algunos concejales).
La izquierda democratizante no ha jugado un papel dirigente a favor de la independencia política de la clase obrera. En el caso latinoamericano, se opuso “firmemente” a la convocatoria de la segunda Conferencia Latinoamericana de la izquierda. A pesar del éxito de la realización de la primera conferencia en el 2020, con la participación de 50 organizaciones de la izquierda latinoamericana. Esta habría podido jugar un rol de reagrupamiento revolucionario contra los desvíos de los llamados frentes democráticos y/o populares.
Pero la crisis abre también oportunidades revolucionarias. Se han planteado tendencias claras a constituir polos clasistas y revolucionarios, partidarios del internacionalismo proletario. Con la Tendencia Internacionalista Revolucionaria (TIR) y el movimiento sindical combativo SI-COBAS de Italia, hemos sacado una declaración conjunta, internacionalista, de repudio a ambos bandos imperialistas, con la consigna de enfrentar a la burguesía de cada país. La posición frente a la guerra de Ucrania ha impulsado también la ruptura del Partido Socialista de los Trabajadores (SEP) de Turquía con la LIS morenista que se colocó en el bando proimperialista. Hemos publicado un importante y principista documento de esta corriente y avanzamos también en formular un llamamiento común. La agresión sionista contra el pueblo palestino nos ha llevado a un planteo común principista no solo de solidaridad, sino de apoyo a la resistencia palestina, con una decena de organizaciones. Lejos aún de los reagrupamientos de Zimmerwald y Kienthal (por la envergadura de nuestras organizaciones) que como respuesta a la debacle socialdemócrata proimperialista ante la primera guerra mundial se reunieron para defender un punto de vista internacionalista y de independencia de clase, hemos dado primeros pasos en ese sentido. Este es un camino URGENTE, que debemos profundizar, porque el desarrollo del belicismo capitalista lleva a la humanidad hacia la barbarie en todos los terrenos ( la destrucción ,el genocidio ,la catástrofe ambiental, el drama de los inmigrantes, etc.) pero abre también la posibilidad de la revolución (que fue lo que sucedió con las revoluciones rusa y alemana en la primera guerra mundial y la China-y agreguemos la crisis revolucionaria en toda Europa, incluida Francia e Italia-en la segunda guerra). Más que nunca está a la orden del día luchar por poner en pie partidos revolucionarios socialistas, militantes, en cada país, y una Internacional revolucionaria (que para nosotros es la refundación de la IV Internacional).Una creciente lucha ideológica/programática debe ser profundizada y extendida internacionalmente para buscar el reagrupamiento internacionalista revolucionario. Esto, en el marco de campañas de frente único contra la guerra y para enfrentar la ofensiva capitalista que pretende descargar la crisis en curso sobre las condiciones de vida de las masas. No se trata solo de una política de propaganda –esencial para la formación de cuadros revolucionarios- está debe fructificar en el campo de la movilización y la lucha política. Los acuerdos sostenidos (TIR, SEP) se han hecho con tendencias comprometidas –al nivel de sus fuerzas- con la lucha de clases.
El 29°, próximo congreso del PO, debe ser un paso más en este sentido.