Socialismo a la china


Los dirigentes del partido comunista de Cuba no se pierden en ambigüedades cuando insisten en calificar como un “derrumbe del socialismo” a la desintegración de los regímenes burocráticos en Europa oriental. Tampoco se expresan confusamente cuando excluyen de esta hecatombe a la URSS, donde aun tienen la esperanza que los llamados “sectores duros” o “conservadores” retomen el control de la situación, inclusive de ser necesario mediante un golpe de Estado por ahora hipotético (1). Para el castrismo (como para su retrasado eco porteño, el partido comunista) los movimientos obreros de la URSS son simplemente contrarrevolucionarios, debido a que con sus organizaciones y sus luchas asestan los golpes más importantes contra el monopolio político y el privilegio social de la burocracia. Afirman que esos movimiento obreros “le hacen el juego” al capitalismo, pretendiendo ignorar que la destrucción de la planificación económica, el saqueo de la economía estatizada en beneficio de la acumulación privada y la restauración del capitalismo son tendencias propias de la burocracia gobernante, que se han manifestado incluso con todo su potencial antes de la irrupción de las masivas huelgas obreras y de las grandes movilizaciones nacionales. Los castristas y sus copiones locales escamotean que todas las leyes privatizantes aprobadas por el soviet supremo de la URSS contaron con el voto masivo de sus amigos “duros”. También escamotean que los principales beneficiarios de las privatizaciones parciales que se han producido hasta el momento, tanto en la URSS como en Polonia y en Hungría, han sido los ex-gerentes “comunistas” de las empresas estatales, quienes usaron para ello sus “conexiones” con los “tradings” capitalistas internacionales y los fondos mal habidos que tenían acumulados en el país y en el exterior. El acaparamiento “comunista” de las privatizaciones ha llegado a un extremo tal, que en Hungría el humor popular asegura que el comité central del viejo PC sigue vivito y coleando, sólo que ahora es un “consejo de administración”, en tanto que en Polonia, el anticomunista Walesa se ha visto obligado a lanzar una campaña de demagogia anticomunista, para desviar la ira popular que se ha desatado contra numerosos propietarios ex “comunistas”. Al poner un signo igual entre socialismo, de un lado, y burocracia y desigualdad social, del otro, el castrismo y sus corifeos atacan las huelgas obreras contra el despotismo y la miseria, e incluso fingen ignorar que la organización independiente del proletariado en la URSS es el único (ú-ni-co) obstáculo potencial a una restauración capitalista.


 


Fidel Castro asegura que Cuba seguirá siendo un baluarte del socialismo. ¿Pero qué significado tiene esta afirmación? En términos rigurosos solo puede querer decir que Cuba pretende impulsar la revolución mundial. El “socialismo en un solo país” es simplemente un espejismo, en razón de que las fuerzas productivas de cualquier país considerado aisladamente son insuficientes para la creación de la riqueza social que supone el socialismo. Pero el gobierno cubano ha reiterado que no existen, a su modo de ver, posibilidades revolucionarías socialistas por más de cincuenta años; que las posibilidades del capitalismo se han ampliado; y que la política cubana es la integración económica y política con los regímenes políticos latinoamericanos. ¿En qué consiste, entonces, el “socialismo cubano”, al cual Fidel Castro se mantendría “irreductible” según la prensa mundial?


 


En realidad, todo indica que el partido comunista de Cuba aprecia el socialismo no desde el punto de vista de la lucha de clases proletaria internacional, sino desde un ángulo geopolítico nacional. Se trata, por lo tanto, no de un planteamiento socialista sino nacionalista. Fidel Castro juzga los acontecimientos internacionales según los efectos que éstos tienen sobre el comercio cubano y sobre su capacidad militar. A la luz de esto, el castrismo demuestra una marcada preferencia por el “viejo orden” y , contra lo que opina la mayoría, un evidente realismo hacia el “nuevo”.


 


¡Pero la crisis cubana es el producto de aquel “orden viejo” ! Los propios dirigentes castristas atribuyen la crisis económica de Cuba a la copia del “modelo soviético” que han importado sin pensarlo dos veces, sin que hubieran importado para el caso los reiterados reclamos de originalidad que se adjudica a sí mismo el régimen cubano. Es decir que en este aspecto habrían actuado como un Honnecker, cuya caída en desgracia han sufrido mucho, esto aunque en los foros internacionales no objeten los elogios “a la caída de los muros”. La relación entre la crisis cubana y aquel viejo orden, está probada por la temprana fecha de la política de “rectificación”: 1986/ 87 — mucho antes del derrumbe del muro y del comercio “socialista”. Ya para esa fecha Cuba tenía una deuda externa relativamente elevada, aproximadamente 6.000 millones de dólares, que le bloqueaba el acceso al crédito internacional y a las importaciones. El mismo proceso habían sufrido los países “hermanos”. La utopía de una autarquía económica que, combinada con la coexistencia pacífica, asegurara para siempre el statu-quo burocrático estaba hecha trizas. El final de este nuevo fenómeno de “plata dulce” trajo a la superficie una crisis aguda del régimen burocrático en Cuba (no resultante de la de la URSS, como se pretende, sino paralela en términos de causas históricas).


 


¿Qué respuesta está elaborando Fidel Castro para esta crisis?¿Un régimen indefinido de austeridad y racionamiento? ¿Una política de fortaleza sitiada?


 


El descubrimiento de China


 


Una reciente declaración de Fidel Castro, reivindicando nada menos que el “socialismo” chino, puede servir para elaborar una respuesta. Esta declaración cobra incluso una importancia especial si se toma en cuenta el largo enfrentamiento entre los partidos comunistas de ambos países, a partir de cuando Cuba comenzó a girar en la órbita soviética y China en la norteamericana. Pues bien, para Fidel Castro “no se puede firmar el acta de defunción del socialismo (en el mundo, LO) porque en China viven 1.100 millones de personas bajo el socialismo”. El centroizquierdista Página 12 (23/6), que transcribe este concepto en un reportaje, un mes después no ha encontrado aún la oportunidad de comentarlo.


 


El planteo de Fidel Castro es desde todo punto de vista excepcional, porque se produce dos años después de la masacre de Tienanmen y se refiere a un régimen que ha ido más lejos que nadie (sí, más lejos que Polonia o Hungría) en su transformación en colonia del imperialismo. A partir de aquí debería entenderse que para Castro el socialismo es igual al capitalismo más partido único o más el mantenimiento del monopolio político por el partido único y por la burocracia. La declaración es importante también porque está referida a un aliado de EEUU y de Japón en el continente asiático.


 


Pero está claro que después de la masacre de Tienanmen, el régimen político chino es un régimen de guerra civil contra las masas, una dictadura apoyada en forma directa en el aparato policíaco-militar. A la fina sensibilidad de Fidel Castro con respecto a los sentimientos populares, no puede habérsele escapado que su afirmación desprestigia al socialismo miles de veces más que cualquier cosa que haga Yeltsin, que por otra parte se declara anticomunista (algo que seguramente fue toda su vida). Pero Fidel Castro está hablando aquí especialmente para los burócratas y para el imperialismo.


 


Las afirmaciones de Castro son, por supuesto, aún más significativas porque a través de la dictadura china se está procesando el intento más osado, más profundo y más prolongado de restauración capitalista en todo el planeta.


La penetración imperialista en China ha ido mucho más lejos que las “tímidas” (en comparación) medidas pro capitalistas de Gorbachov y Walesa. La burocracia estableció hace ya más de diez años “zonas francas” en las regiones costeras (algo que Gorbachov no pudo hacer en el Báltico) hacia las cuales fluyen miles de millones de dólares de capitales estadounidenses y japoneses (amén de una fracción de los “ahorros”—robos— de la burocracia). Estas “zonas” se han convertido en el corazón económico del país y en el motor de su “integración al mercado mundial” (la provincia de Guangdong, por ejemplo, con apenas el 8% de la población, produce más de un tercio de las exportaciones chinas). El “entrelazamiento” con los intereses capitalistas que se forjó a la sombra de estas inversiones, ha convertido a los burócratas en guardianes de un orden social progresivamente capitalista. La acumulación capitalista de los burócratas ha crecido como consecuencia de ello, y así lo revela el hecho de que el comercio mundial de la seda esté dominado por un consorcio propiedad de la familia de Deng Xiao Ping, el “hombre fuerte” chino (O Estado de Sao Paulo, 2/7/89).


 


Esto explica la diferencia de trato que el imperialismo mundial dispensa a China por referencia a la URSS e incluso a los demás países de Europa Oriental. En efecto, Gorbachov puede asistir a las reuniones del G-7 y Walesa puede comer con la reina de Inglaterra … pero no hay inversiones, ni “auxilio financiero” ni ventajas comerciales para ellos. En cambio, la banca no ha cesado de otorgarle créditos a la burocracia china y el presidente Bush le impuso al Congreso —incluso a costa de una crisis— la renovación a China del status comercial de “nación más favorecida”. El mismísimo Wall Street Journal se puso del lado de Bush en esta crisis contra los pulpos que reclamaban protección contra las importaciones chinas y contra los liberales que protestaban por la represión, defendiendo precisamente la penetración de las mercancías y capitales norteamericanos en China y de las posibilidades del comercio exterior de… Hong Kong (Editorial, 3/6. “Revocar el trato preferencial, dice, va a perjudicar profundamente al Hong Kong de libre mercado, el cual maneja el 70% de las exportaciones chinas”).


 


Otra manifestación del carácter de la evolución social de China, es el acuerdo suscripto entre la corona británica y la burocracia china, que le transfiere a ésta el control de Hong Kong a partir de 1997. ¿Cómo explica Fidel Castro que el imperialismo, que desató largas guerras para no “perder” a los paupérrimos Nicaragua y El Salvador, entregue su colonia de Hong Kong, corazón comercial de Asia, territorio con mayor proporción de capital por metro cuadrado y “el mayor monumento en Asia para el beneficio del comercio” (The Wall Street Journal, dixit).


 


El acuerdo sobre Hong Kong revela el enorme grado que ha alcanzado la asimilación de la burocracia china al imperialismo. Las principales compañías estatales chinas, por ejemplo, son socias de las principales empresas de Hong Kong (como los teléfonos, su línea aérea o la hotelería) luego de haber comprado parte de sus paquetes accionarios con las divisas de su comercio de exportación, por un monto que supera los 10.000 millones de dólares. “De ser cierto esto —dice el International Herald Tribune (13/7)— China se transformaría en el mayor inversor extranjero en la colonia, por delante de EE.UU. y Japón” (!!). El autor de este artículo saca de todo esto una conclusión que si Castro no la desconoce por lo menos se la calla: “Para los empresarios comunistas (!!!) chinos la tentación de Hong Kong es obvia. Las pequeñas compañías municipales o provinciales escapan a la intratable burocracia continental, ganan acceso a la alta tecnología, aprenden los métodos de los negocios modernos y, no menos importante, consiguen la oportunidad de hacer mucho dinero”.


 


¿Qué se puede objetar a esta descripción del pasaje social de la burocracia al capitalismo? En todo caso muestra un proceso considerablemente más avanzado que el de la URSS. ¡Y esto ocurre, señores echegarayanos, porque la clase obrera china, a diferencia de la soviética, ha sufrido una derrota; porque no hay huelgas; y porque el monopolio de los “comunistas” chinos es más sólido (mucho más) que el de los moscovitas. ¿Y ustedes abogan por el reforzamiento de ese monopolio, con el objetivo de salvar al “socialismo”? Al revés, y cuanto más débil es la burocracia; cuanto menos garantía puede dar al capital; cuanto más huelgas y sindicatos independientes hay; cuando ocurre esto, menores son las posibilidades de una restauración capitalista y del propio capitalismo.


 


¡Pero también (¡y sobre todo!) “Las compañías más grandes y sofisticadas, agrega el IHT, como la CITIC, la China Resources o la China Merchants (la compañía naviera estatal); también están buscando beneficios”. “Pero sus grandes inversiones en las compañías de primer nivel tienen el beneficio adicional de permitir a Pekín mantener sus ojos sobre la elite de los negocios de Hong Kong en los años previos a 1997. Para los dirigentes empresariales, capitalistas, especialmente para aquellos cuyos intereses van más allá de 1997… tener al Banco de China en su directorio es como tener una garantía de Pekín”. ¡La burocracia es presentada por los propios capitalistas como la garante social de su propiedad y de su derecho a la explotación! En estas condiciones, la burocracia obrera se transforma en burocracia capitalista y sus núcleos “empresariales” tienden a convertirse, progresivamente, en capitalistas. Claro que un proceso de estas características lleva en sus entrañas la guerra civil, algo que estalló en varias oportunidades en China, obligando a la burocracia a recules y reajustes.


 


Pero insistimos: el “secreto” de estas relaciones privilegiadas de la burocracia china con el imperialismo reside en que mientras en China las masas están aplastadas por una burocracia terrorista, en la URSS los trabajadores manifiestan en las calles, van a la huelga, levantan reivindicaciones políticas y ponen en pie sus propias organizaciones independientes del Estado. Movimientos como el encabezado por los estudiantes chinos ponen en jaque aquellas relaciones. La práctica confirma que las libertades democráticas y de organización que conquistan las masas con su lucha son una valla al retorno al capitalismo, y no una pasarela hacia él. La restauración —por las violentas contradicciones sociales que engendra— es inviable sin el concurso de una dictadura contra las masas, una conclusión a la que tuvieron que llegar los “libreempresistas” soviéticos que volvieron de Chile rescatando el “modelo pinochetista” de libre mercado.


 


El “modelo chino” (y no la perestroika gorbachoviana) ha demostrado ser una vía más segura para el capital. Esto es, precisamente, lo que le da su importancia a los elogios de Castro.


 


La política castrista


 


Antes de fin de año deberá reunirse el 49 congreso del PC cubano para trazar un balance de la política de “rectificación” iniciada en 1987 y establecer un curso de acción frente al agravamiento de la crisis política y social. Al respecto, uno de sus dirigentes, Arturo Rodríguez, viceministro de Educación Superior, aunque se declaró “inflexible ante la posibilidad de que en Cuba se propicie el pluripartidismo”, afirmó que “la necesidad obliga a Cuba a reorientar su comercio exterior y sus producciones con el objetivo de encontrar un lugar en el mercado mundial con el fortalecimiento del capital extranjero” (La República, 14/7). La proyección hacia el suelo cubano de la reivindicación de China por parte de Castro, cobra en estos conceptos toda su dimensión. La fórmula castrista será partido único más capital extranjero. ¿Qué dirá el “magnánimo” Wall Street Journal con respecto a la versión caribeña que está apoyando en Asia?


 


Los países latinoamericanos, Argentina en primera fila, que le reclaman a Cuba la democratización” de la isla, apuntan a este proceso capitalista, de ninguna manera a un desmantelamiento del estado que podría provocar una terrible guerra civil. Después de todo, la Chamorro gobierna, no con el estado somocista, sino con el estado sandinista.


 


Wayne Smith, representante de Estados Unidos en La Habana desde hace quince años, le dijo a Página 12 (21/7) que en Cuba “hay cambios significativos”. “Se produce un flujo importante del capital privado extranjero y se han firmado contratos para 55 empresas mixtas. En comestibles se introducen cada vez más mecanismos de mercado”. Al mismo tiempo, “no hay alternativas políticas” a Castro. “Es un error pensar que todos los reformistas quieren derrocar a Fidel. Los reformistas tienen miedo a un futuro desconocido”. El yanqui, él también, prevé un “socialismo a la china”: penetración capitalista más partido único.


 


El régimen de partido único delata la existencia de un régimen burocrático cristalizado. El PC es una simple extensión del aparato estatal, que le transfiere sus métodos característicos (jerarquías, mandonismo, obsecuencia). La pretensión de la “rectificación” de separar al partido del estado en el marco del partido único está condenada al fracaso.


 


“Entre el paquete de medidas que aprobaría el próximo congreso figura la inclusión del voto secreto y directo para elegir a los miembros de la Asamblea del Poder Popular, quienes no tendrán que ser obligatoriamente miembros del PC” (Página 12, 10/7), pero esto en nada podría alterar el monopolio del poder por parte de la burocracia y del PC. La medida pondría a éste en la picota y confesaría vergonzosamente su responsabilidad en la crisis, al mismo tiempo que pretende seguir justificando su “papel dirigente”. Se trata, no de una contradicción sino de un contrasentido, que esconde un potencial enorme de estallido político.


 


Es necesaria la libertad partidaria sobre la base de la defensa de las conquistas de la Revolución.


En el plano económico, la “rectificación” impulsó el ingreso de capitales externos mediante la formación de empresas mixtas. Bajo el paraguas de una ley que asegura a los inversores externos reducciones impositivas y tarifarias y la posibilidad de tener una participación superior al 50%, se produjo un masivo ingreso de capitales, con destino fundamentalmente al turismo (al punto que el 70% de las construcciones hoteleras se realizan con capital externo).


 


Pero frente a la crisis cambiaría, la dirección castrista está dispuesta a ir más lejos. “Los contratos recientemente firmados incluyen cláusulas que garantizan la libertad de remitir ganancias (en un país que sufre escasez de divisas) y que no se nacionalizarán los consorcios extranjeros” (Clarín, 9/3). En estas condiciones, la francesa Total obtuvo un contrato para explorar y explotar la cuenca petrolífera costera. “(El próximo congreso), informa Página 12 (10/7) desde La Habana, ampliará ( el ingreso de capitales externos) a otras áreas e incluso al canje de deuda externa por inversión, para recuperar las posibilidades de acceder al crédito entre los grandes bancos europeos” ¡Esta alternativa capitalista ciertamente no la tiene aún la URSS, ya que su estado de desintegración es incapaz de asegurar el equilibrio de las cuentas monetarias que exige una política de inversiones extranjeras por medio de títulos de la deuda externa!


 


Pero todo este planteamiento de política (económica) deberá coronar políticamente (en el plano del Estado), pero a la china. Es así que el corresponsal de Página 12 (10/7), informa que “como contrapartida a los cambios internos, se dice que en la cumbre de Guadalajara Cuba encontrará un puente tendido por las principales naciones del continente… para propiciar un acercamiento con EEUU”. La “estación terminal” de la “integración” es, no hay otra, la Casa Blanca. Bush, por su parte, condicionó su asistencia a la URSS a que reduzca aún más su comercio con Cuba para arrancarle a ésta mayores concesiones y garantías. El PC cubano en la reunión de partidos de izquierda, en México reclamó “el ingreso de Cuba a la OEA”.


 


Revolución política


 


La revolución cubana enfrenta así una disyuntiva histórica, capital para los explotados de América Latina. En lugar de las pavadas de autosatisfacción de los panegiristas y de los viajeros con estadía completa, mostramos las contradicciones brutales provocadas por el régimen burocrático y el alcance de las políticas oficiales en curso. En oposición a las catástrofes que preparan el imperialismo con su presión y la burocracia con su incapacidad, prepotencia y derrotismo, señalamos el camino de la revolución política, es decir, la recuperación del poder por las masas. En lugar de una política de concesiones sin límites al capital extranjero planteamos la dictadura del proletariado (significa expropiación de los derechos políticos y de los privilegios de la burocracia); libertad partidaria para los que defienden las conquistas de la revolución; libertad e independencia sindicales; eliminación de las prohibiciones burocráticas al pequeño comercio; libertad económica para los consumidores; planificación económica democrática; alianza internacionalista de la clase obrera mundial.


 

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