Después de casi un siglo de sucesivos fracasos, el 20 de diciembre de 1695, una tropa mercenaria, contratada por la Corona portuguesa y los señores del azúcar de la entonces capitanía de Pemambuco, en el nordeste brasileño, aplastaban el último foco de la resistencia armada de los esclavos que pasaría a la historia como el Quilombo de Palmares. Su líder, conocido por el nombre de guerrero africano, Zumbi, fue muerto en un combate heroico y desigual. Su cadáver sería decapitado y su cabeza clavada en una estaca y exhibida en la plaza principal de Olinda, hasta descarnarse totalmente, para mostrar que el gran líder negro no era inmortal y para aterrorizar a los esclavos y prevenir futuras rebeliones.
La represión contra el Quilombo no se agotó con la muerte de Zumbi. La historiografía oficial procuró restar legitimidad histórica a la resistencia negra, con el argumento de salir victoriosos, los quilombolas habrían transformado a Brasil en otro Haití, o sea, liquidado la cultura europea, portuguesa, sustituyéndola por la barbarie africana y condenando al país a un atraso sin perspectivas de redención, concepción ésta que ignora el atraso nacional existente causado justamente por la predominancia y la larga supervivencia de la esclavitud: “De todas las cuestiones, la más indiscutible es el relevante servicio prestado por las armas portuguesas y coloniales, destruyendo de una vez la mayor de las amenazas a la civilización del futuro pueblo brasileño, en ese nuevo Haití, refractario a todo progreso e inaccesible a toda civilización, que Palmares victorioso habría plantado en el corazón del Brasil”(l).
En la década del 40, se inician en el Brasil los estudios dedicados a recuperar la verdad histórica sobre la esclavitud, la situación del negro y de sus luchas. Uno de los pioneros de este género de historiografía, Edison Carneiro, escribe el clásico “Quilombo dos Palmares” donde, por primera vez, es relatada la historia de la epopeya de los esclavos, sobre la base de una documentación rigurosa y un método científico. Escrito en pleno Estado Novo -que fue, entre otras cosas, un régimen de segregación racial-, el libro es prohibido y su primera edición tiene que ser publicada en el extranjero.
En la década del 70, la lucha de los esclavos será estudiada por las tendencias nacionalistas y foquistas, que transforman a Zumbi en un símbolo de la resistencia nacional al imperialismo, de la misma manera que en otros países latinoamericanos lo fueron los líderes de las grandes rebeliones indígenas, como Tu-pac Amaru o Tupac Catari. Los historiadores de este período son Décio Freitas (2) y Clovis Moura (3).
La crisis de la dictadura militar, donde nuevamente se intensificó la opresión del negro, con manifestaciones de abierta segregación racial, llevó al surgimiento de un nuevo movimiento negro como parte de la lucha antidictatorial del movimiento obrero y estudiantil. Esta nueva ola de la movilización política del negro brasileño tendrá mayor envergadura que la del período 45/ 64, expresada en los Congresos negros de la década del 40, inspirados por el propio Edison Carneiro y otros, cuya actividad política se colocaba claramente en los marcos del nacionalismo burgués varguista. El movimiento de fines de la década del 70 llevará a la constitución del Movimiento Negro Unificado, un primer esfuerzo por dar un carácter unificado y nacional a las tendencias políticas del movimiento negro y, por primera vez, de claras características nacionalistas, o sea de afirmación del negro como parte oprimida de la sociedad y de condena de las tentativas de ‘integración racial’ que, en absolutamente nada, modificaron la suerte de la segunda mayor población negra del planeta, mayor que la de todos los países africanos con excepción de Nigeria.
La impasse del incipiente movimiento nacionalista negro -que nunca consiguió definir un programa o crear una verdadera organización política, a pesar de su comienzo vigoroso en la lucha contra la dictadura-, no impidió el crecimiento de una conciencia y una movilización negra, impulsada por la situación general del negro, que forma la capa más miserable de la población, que abarca a la mayoría de los desempleados, de los ‘sin techo*, que gana salarios más bajos que los blancos, que sigue siendo la víctima preferida de la violencia judicial y 1 violencia policial y que tiene bloqueadas todas las posibilidades de ascenso social, comenzando por la propia universidad, donde los negros, que constituyen cerca del 60% de la población del país, constituyen menos del 5% del total de las matrículas.
La gran repercusión de los 300 años del martirio de Zumbi, al que la propia prensa burguesa lo reconoce como un “héroe ignorado por la historia”, incluso con la inédita bendición oficial, es la expresión del crecimiento de las contradicciones sociales y de la revuelta del negro (Fernando Henrique Cardoso, flanqueado por el ex rey del fútbol y ministro de Deportes, Pelé, y la senadora petista, Benedita da Silva, concurrió al municipio de Unión de Palmares, en el Estado de Alagoas, en la sierra de Barriga, próximo al legendario Mocambo de Macaco, centro de la resistencia palmarina, a rendir el cínico homenaje de los opresores a los oprimidos).
Las manifestaciones políticas y culturales de la cultura negra -que se rehúsa a ser enterrada según los deseos de la clase dominante, que se considera más próxima de Europa que de África o de las Antillas-, muestran que el pasado está alcanzando al presente y que la cuestión negra, así como en África del Sur o en los Estados Unidos, se desplaza hada el centro de la crisis política, como consecuencia de la gigantesca crisis capitalista, que acentuó las tendencias a empujar a los sectores más oprimidos y explotados de la población al último grado de miseria y violencia.
La esclavitud africana en el Brasil
La esclavitud africana en Brasil fue una parte fundamental de uno de los mayores emprendimientos mercantiles de los orígenes del capitalismo, la industria del azúcar, superada solamente por la extracción de metales preciosos en la América hispana y, posteriormente, en el propio Brasil.
El atraso brasileño fue una consecuencia directa de la excelencia de las condiciones naturales, que permitían el monocultivo de productos tropicales de gran valor comercial en la Europa de los siglos XVI y XVII. Los objetivos comerciales de la colonización determinaron el monopolio de la tierra, de alto valor como inversión, y la reunión de la mano de obra esclava necesaria para las grandes plantaciones de caña y los ingenios azucareros. De la misma forma en que las tierras relativamente poco fértiles de Nueva Inglaterra terminaron dando lugar a la pequeña propiedad agrícola y a una acumulación de capital nativo, las tierras tropicales del nordeste brasileño, de extraordinaria capacidad productiva, dieron lugar al latifundio esclavista que bloqueó el camino a un desenvolvimiento capitalista propio.
La mano de obra africana fue traída al país por medio de una violencia sin paralelo en la historia de la humanidad, en los célebres navíos negreros, donde se amontonaban seres humemos en una bodega infecta, en viajes de dos y tres meses, que transformaban a una parte de la carga en cadáveres y mutilaba definitivamente a otra, de tal manera que la contabilidad de los traficantes de esclavos siempre preveía una pérdida como resultado del viaje. En los tiempos del embargo al tráfico de esclavos, se volvió común que los navíos negreros arrojaran su carga de miseria humana al mar para evitar la represión de la marina británica.
En las plantaciones de azúcar, la suerte del esclavo africano no mejoraba en nada. Los administradores hacían trabajar a los esclavos hasta el límite de sus fuerzas, y para disciplinar las tentativas de rebeldía hacían uso de las más violentas formas de tortura, que iban desde latigazos hasta las más podridas formas de mutilación, como arrancar dientes, ojos, dedos, orejas y senos, en el caso de las mujeres. La violación de las negras se volvió una verdadera institución, practicada incluso por los piadosos frailes de la Iglesia Católica, lo que dio origen al abominable comercio que los padres hacían con los propios hijos, como ocurrió con el notable líder abolicionista y poeta Luiz Gama, hijo de un comerciante portugués con una esclava y que fue vendido por su propio padre.
Este martirio increíble llegó al extremo de dar lugar a una forma de resistencia pasiva, conocida como banzo, en la que los negros morían de una inanición espiritual, que era en realidad una forma de suicidio por falta de voluntad de vivir. Ese cuadro dantesco de horrores increíbles no impidió que buena parte de la intelectualidad burguesa, inclusive del modernismo del siglo XX, difundiera la extraordinaria versión de que la esclavitud en el Brasil habría sido una dominación “blanda y humanitaria” (Gilberto Freyre) y exaltase el carácter naturalmente “cordial” (Sergio Buarque de Hollanda) del hombre y de la cultura brasileña, lo que habría desembocado en una sociedad que sería un modelo de “democracia racial”.
Se calcula que cerca de 50 millones de almas fueron traídas al Brasil durante los más de 300 años de esclavitud, principalmente de las posesiones portuguesas de Angola, Mozambique, Cabo Verde y Guinea-Bissau.
El salvajismo inaudito del régimen esclavista -que no daba al esclavo ninguna alternativa- despertó una dura y permanente resistencia de los negros, que se traducía en millares de revueltas de todos los tamaños y por todo el país, algunas de las cuales, como las revueltas de los negros islámicos, los malés y hussás en Bahía, a comienzos del siglo XIX, e incluso los levantamientos de esclavos, realizados como parte de la campaña abolicionista, como la gran marcha a Sao Paulo y las rebeliones en Campos (Río de Janeiro), al final del mismo siglo, asumieran la forma de verdaderas insurrecciones contra el régimen esclavista.
Las rebeliones esclavas, sin embargo, asumieron más comúnmente la forma de los quilombos, los cuales, durante los tres siglos de esclavitud, brotaron en todos los estados del país como hongos después de la lluvia, sin exceptuar a los estados más distantes y menos poblados, como los del norte del país o la región amazónica. En los estados originales de la colonización portuguesa, los esclavos rebelados crearon centenares de quilombos, ocurriendo lo mismo en Minas Gerais, Río de Janeiro, Sao Paulo y hasta Santa Catarina, en el sur del país, algunos de los cuales sobrevivieron hasta la actualidad como comunidades que reivindican la propiedad de las tierras de los antiguos quilombos que les dieran origen.
Los quilombos han sido descriptos por muchos historiadores, de manera completamente equivocada, como una forma subalterna de la resistencia a la esclavitud, en la medida en que no tenían una concepción de conjunto, un ‘proyecto político’, etc., sino que se ‘limitaba’ a agrupar esclavos fugados de las plantaciones. En realidad, el quilombo, o sea, la fuga y creación de un foco de resistencia en forma de comunidad productiva, es la forma más tradicional de revuelta de los esclavos en la historia de la humanidad. Al principio de las guerras serviles en Roma, se encontraba el mismo método inevitable: la fuga de los esclavos, muchas veces con la liquidación de los dueños, daba lugar a comunidades fortificadas que, inevitablemente, en la medida en que crecían, eran obligadas a entablar un combate de vida o muerte contra el régimen esclavista para poder sobrevivir.
La atribución de un carácter inocuo a los quilombos como instrumento de destrucción del régimen esclavista, parte de una ilusión óptica. La mayoría de los quilombos fueron focos relativamente aislados de resistencia, porque la revuelta de los esclavos no había podido aprovecharse de una crisis interna del régimen o, para utilizar una expresión conocida, la crisis “por abajo” no se había combinado con una crisis “por arriba”, o también, aunque “los de abajo” ya no pudiesen ser gobernados como antes, “los de arriba” continuaban consiguiendo mantener su dominación como antes.
Justamente, la importancia histórica del Quilombo de Palmares es que muestra que, frente a la crisis del régimen colonial, la revuelta esclava presentaba un alto potencial subversivo en relación al régimen esclavista en su conjunto.
La crisis de las metrópolis y de la colonia
Portugal se constituyó como reino independiente de Castilla recién en 1385, cuando un levantamiento nacional inauguró, con Juan I, la dinastía de Aviz. Con la victoria de las fuerzas portuguesas en la batalla de Aljubarrota, se consolidó el nuevo reino, que conocería su fase de mayor prosperidad a partir de 1415, cuando con la conquista de Ceuta, se inicia el expansionismo portugués que, después de la conquista del pasaje del Cabo de las Tormentas (Africa del Sur) por Bartolomé Dias, alcanzará su apogeo en el reino de Manuel I (1495/1521), conocido como “el afortunado”, durante cuyo reinado se realiza el ciclo principal de las navegaciones portuguesas, con el famoso viaje de Vasco da Gama estableciendo el camino marítimo hacia Oriente. El descubrimiento y el inicio de la colonización de Brasil vinieron a culminar esta obra.
A fines del siglo XVI, la dinastía Aviz inicia su caída, extinguiéndose con la muerte del rey Sebastián I (1557/1578), muerto con buena parte de su ejército en las cruzadas, en la batalla de Alcácerquibir, contra los moros.
A partir de ese momento, debilitada, la nobleza mercantil de Portugal se somete a la Corona española, entonces la mayor potencia europea, en busca de estabilidad política y económica, y así permanecerá desde 1580, con Felipe I (Felipe II de España), hasta 1640, cuando el levantamiento de la aristocracia portuguesa contra Felipe III (Felipe IV de España) separa los dos reinos, estableciendo en el trono portugués a la dinastía bragantina, con Juan IV (1640/1656).
En 1624, los holandeses, a través de la llamada Compañía de las Indias Occidentales, invaden Bahía, centro de la colonia, y son expulsados por una fuerza conjunta hispano-portuguesa. En una segunda tentativa, seis años después, los holandeses consiguen apoderarse de la Capitanía de Pemambuco, segundo centro productor de las posesiones portuguesas, permaneciendo en ella hasta 1654.
Es en este marco, de la que fue probablemente la mayor crisis de la colonia portuguesa, con los holandeses apoderándose simultáneamente de las tierras africanas de Portugal, que se da el crecimiento del Quilombo de Palmares.
La guerra lleva al extremo la debilidad del régimen esclavista, a tal punto que los portugueses ofrecen a los negros la emancipación a cambio de participar en la guerra contra los Países Bqjos y se forma el “tercio” (formación militar tradicional del ejército español de la época) del comandante negro Henrique Dias que, gracias a los servicios prestados, no sólo contra los holandeses sino también contra el propio Palmares, alcanza la condición de hidalgo negro en una tierra de esclavos.
Las formaciones quilombolas de la región de Palmares databan de fines del siglo XVI. Allí se reunían los esclavos escapados de las plantaciones de la región, indios e incluso hombres blancos que, por un motivo u otro, sufriesen la opresión o la persecución del régimen colonial. Durante la guerra contra la ocupación holandesa, las comunidades embrionarias recibieron el refuerzo de un incremento de las fugas y de varías rebeliones que, no era raro, terminaban con la muerte de los dueños y administradores de los ingenios, y la fuga en masa de los esclavos.
A partir de esto, el Quilombo de Palmares ya no era una comunidad única, sino un conjunto de quilombos llamados mocambos, los cuales pueden haber alcanzado una población de cerca de treinta mil personas, un número extraordinario para la época. Según Décio Freitas (4), “conocemos el nombre y la localización de once poblaciones palmarinas. Macaco, sobre la sierra de Barriga, en un punto al sudoeste de la actual ciudad alagoana de Unión de los Palmares, era la mayor y más importante. Poseía 1.500 casas y una población de cerca de ocho mil habitantes. Estratégicamente era casi inexpugnable y por eso vino a convertirse en la capital de la república negra. Le seguía Amaro, 54 kilómetros al noroeste de Serinhaém, con una extensión de seis kilómetros, mil casas y una población estimada en cinco mil habitantes. En las cabeceras del río Satuba y en las inmediaciones de la sierra de Juyara, a una distancia de 36 kilómetros de Macaco, se levantaba Subupira. Medía 6 kilómetros de extensión y se encontraba a distancia de tres montes. Entre los afluentes Paraibinha y Jundiá, cerca del lugar donde más tarde existió la ‘colonia del limoneroestaba la población de Osenga, 20 kilómetros al oeste de Macaco. Zumbi se encontraba a 96 kilómetros al noroeste de Porto Calvo. Acotirene estaba a 30 kilómetros al norte de Zumbi y 180 kilómetros al noroeste de Porto Calvo. Había dos poblaciones contiguas llamadas Tabocas, y Acotirene, al este de Zumbi. Danbrabanga se levantaba a 84 kilómetros de Taboca, en el lugar donde después existió el poblado de Sabalangá, en el camino de la sierra Dos Hermanos, actual municipio de Viosa. Al noroeste de Alagoas, 150 kilómetros, en la sierra del Cafuxi, quedaba Andalaqui-tuche. En las cercanías de la actual ciudad de Garanhuns estaban las poblaciones de Alto Magano y Curiva” (5).
Palmares
La organización social y política de los quilombos dio lugar a innumerables especulaciones y confusiones entre los historiadores de diversas tendencias. Algunos creen que Palmares fue una república, otros una monarquía. Aparentemente, los líderes eran elegidos por un consejo de características militares y había una autoridad personal que sería el rey de los quilombos, lo que da a entender que se trataría de una monarquía electiva, como señalaron algunos historiadores. En el período final del quilombo, este puesto fue ocupado por Ganga Zumba, nombre que para algunos designaría al cargo pero que para otros sería el nombre propio del rey. Lo mismo ocurre con Zumbi, que algunos historiadores consideran como la designación de un cargo militar que correspondería al puesto de general. La historiografía más moderna estableció, de manera relativamente sólida, que ambos personajes existieron realmente y que sus nombres no se refieren a cargos y posiciones políticas.
Lejos de haber sido un aglomerado caótico, los Palmares parecen haber tenido una organización social y política compleja y muy bien estructurada, con instituciones, leyes y costumbres definidas. Más aún, esas instituciones habrían sido rigurosas, reflejando el estado de guerra permanente del quilombo'. “todos los negros fugitivos que conquistaron su libertad, la conserva-van entre los habitantes de Palmares; todos los que se apartaban de los sembradíos quedaban esclavos. Esta política se desenvolvió mejor y se perfeccionó en la defensa externa e interna, en un esbozo de organización de la justicia y de la guerra. Allí el homicidio, el adulterio y el robo eran castigados con la muerte; también eran condenados a muerte aquellos que, ya siendo libres en Palmares, regresaran voluntariamente al cautiverio a casa de sus antiguos señores; menor era la pena en que incurrían los esclavos de Palmares que se evadían. Debía ser así. La suprema ex en la defensa de Palmares era la capacidad de mantener la libertad adquirida: faltar a ese deber era desertar y traicionar la causa común, y la máxima pena debía utilizarse en su defensa, para erguir y sostener a los ánimos dubitativos” (6).
El historiador, hostil a los quilombolas, retrata la extraordinaria tensión de las fuerzas en la lucha por la libertad y el principio constitutivo de la organización del quilombo de manera indiscutible.
Desde el punto de vista económico, los quilombos se habían organizado a través de la producción agrícola y del artesanado -muchos esclavos tenían conocimiento de profesiones técnicas, inclusive había armeros y. metalúrgicos- volcado hacia las necesidades de la comunidad, y realizados comunitariamente; parece no haber dudas del éxito económico del quilombo, retratado en los diversos relatos del intenso comercio entre los habitantes del quilombo y los de las regiones próximas, con los cuales los ex esclavos cambiaban principalmente productos agrícolas y ganado por armas y municiones.
Según Edison Carneiro, “una de las actividades principales de los negros palmarinos era la agricultura. Los hombres del quilombo labraban la tierra, beneficiándose de la experiencia que traían como trabajadores de filas, en las plantaciones y cañaverales de los blancos”.
“El cultivo más importante era el del maíz, que plantaban y recolectaban dos veces por año, descansando después de dos semanas, ‘entregándose sólo al placer’ pero también plantaban, de acuerdo con Bar-leus, arroz, batata, mandioca. La expedición Blaer-Reijmbach (1645) encontró grandes plantaciones, ‘en la mayor parte de maíz nuevo’. Cultivos igualmente importantes eran el de la banana y el de la caña de azúcar. Los holandeses, en 1645, tuvieron que atravesar, en el camino de los Palmares, ‘un denso cañaveral de una extensión de dos millas’ y después de pasar el ‘viejo’ Palmares, anduvieron cerca de una milla y media, ‘siempre por dentro de sembradíos o plantaciones abandonadas’ donde encontraron bananas y cañas para matar el hambre” (7).
El mismo autor señala también que “la expedición holandés a de 1645 encontró cuatro forjas en los Palmares y el gobernador Fernao Coutinho, en 1671, decía que los negros rebelados ya poseían 'ferreterías’ y otros talleres, con las que podían hacer armas, además usan algunas de fuego que se llevaron; y este ser-tón es tan rico en metales y en salitre, que les ofrece todo para su defensa, si no les faltan la industria, que también pueden tener con los muchos que huyen, ya prácticos en todos los oficios…” (8). En contraste con esta situación, señala que “Fuera del quilombo, los habitantes llevaban una existencia miserable, empobrecidos por el dominio holandés y por las continuas contribuciones, más tarde, para la guerra contra los palmares. Especialmente los habitantes de las villas de Alagoas, Porto Calvo, Serinhaém y Río de San Francisco (Penedo)”.
La guerra contra Palmares
Durante todo el período de existencia del quilombo, la Corona portuguesa y, por un período, el gobierno holandés del Brasil, enviaron decenas de expediciones contra Palmares, de las cuales más de 30 tuvieron lugar después de la expulsión de los holandeses de Pernambuco.
Terminado el largo período de guerra contra los holandeses, los señores de los ingenios y el gobierno portugués intensificaron la campaña contra Palmares, recogiendo en la mayoría de las ocasiones resonantes fracasos a manos de los quilombolas, decididos, bien armados y fortificados. Los reductos de los pal-marinos estaban protegidos por las condiciones naturales, en medio de selvas y montañas que dificultaban el acceso de las expediciones represivas, así como el transporte de armamentos y la comunicación con las ciudades.
La primera expedición exitosa, que abre una aguda crisis en el quilombo, fue dirigida por Femao Carrilho, en 1677. Soldado de carrera, Carrilho conquistó la patente de capitán de infantería a través de la represión de los mocambos y quilombos de la región. Después de una serie de incidentes, en que perdió la mitad de sus hombres, la expedición consiguió invadir la población de Amaro, hiriendo al jefe Ganga Zumba, matando a varios importantes líderes quilombolas y haciendo cerca de 200 prisioneros.
De vuelta en Porto Calvo, Carrilho presentó el resultado de su expedición como “destruidos los Palmares y vencidos los negros”, lo que estaba lejos de ser verdad. Sin embargo, el éxito relativo de la expedición provocó una escisión en el interior de los Palmares. El jefe Ganga Zumba decide establecer una negociación con los blancos y procurar un tratado de paz. Una delegación es enviada a la ciudad para negociar con el gobernador general, que la recibe como a una delegación gubernamental. A partir de ese momento, queda establecido un acuerdo en el que el gobierno se compromete a respetar la libertad y la autonomía de los palmarinos, con la condición de que éstos abandonen los Palmares -cuyas tierras fértiles eran codiciadas por los blancos-, estableciendo una comunidad en el interior, en un lugar llamado Ca-caú, que entregasen todos los esclavos fugados no nacidos en los Palmares y depusiesen las armas. El acuerdo final fue firmado en Recife, capital de la Capitanía, personalmente por el propio Ganga Zumba, el 5 de noviembre de 1678.
Zumbi
La mayoría de los quilombolas acabará dando la espalda al jefe Ganga Zumba y continuará la lucha bajo el comando de un nuevo jefe, Zumbi, comandante militar del quilombo.
La incertidumbre respeto de la historia de Palmares son todavía mayores en el caso del famoso jefe negro.
Algunos historiadores sostienen que se llamaba Francisco, que había sido esclavo de un sacerdote que lo educó y le enseñó a leer, a escribir y algún conocimiento de latín para el oficio de monaguillo. Según esta versión, el chico, educado en el catolicismo, habría huido, abandonando sus creencias y adoptando un nombre africano. Es más probable que, como sostiene Dédo Freitas, habría nacido libre en Palmares, estuviera casado y tuviera hijos.
Más recientemente, el antropólogo Luis Mott levantó la hipótesis de que el líder negro habría sido homosexual, lo que provocó una injustificada y reaccionaria respuesta agresiva de varios sectores del movimiento negro.
Lo que es cierto es que alrededor de Zumbi se agrupó la mayoría de los quilombolas y apenas mil personas siguieron a Ganga Zumba a Cacaú. Zumbi retornó a Macaco impidiendo la colonizadón planeada por los latifundistas; y organizó un plan para destruir Cacaú, que se erguía como una amenaza a la lucha contra el opresor blanco.
Contra lo que pensaban los señores de los ingenios y el gobierno colonial, el quilombo todavía estaba lejos de terminar. Serían necesarios otros dieciocho años de lucha.
Los adeptos de Zumbi se infiltraron entre los habitantes de Cacaúy elaboraron un plan para envenenar a Ganga Zumba y, a partir de ahí, lanzar una insurrección que tomase a cargo a la población, llevándola de vuelta a Palmares. Según la versión presentada por Edison Carneiro, los conspiradores llegaron a envenenar a Ganga Zumba, pero la conspiración fue descubierta prematuramente por algunos de los hombres de confianza del antiguo jefe, lo que posibilitó la intervención de las tropas gubernamentales que aplastaron la insurrección, lo que de cualquier manera llevó a la destrucción de Cacaú.
Enfrentando una situación de emergencia, Zumbi estableció en los Palmares una especie de gobierno de salvación pública, o sea, una dictadura revolucionaria, imponiendo la ley marcial, la militarización de todo el quilombo y la pena de muerte para los desertores. Según Décio Freitas, “hay informaciones precisas de que sin pérdida de tiempo Zumbi subordinó toda la vida de Palmares a las exigencias de la guerra implacable que se anunciaba. Desplazó poblaciones enteras a lugares más remotos, incorporó a las milicias y sometió a adiestramiento intensivo a todos los hombres sanos. Multiplicó los puestos de vigilancia y de observación en los bordes de la selva. Despachó agentes para reunir armas y municiones.
Reforzó las fortificaciones de Macaco, a punto de tornarla casi inexpugnable. Finalmente decretó la ley marcial: los que intentaran desertar hacia Cacaú serían pasados por las armas” (10).
El giro en la situación de los acuerdos concluidos por Ganga Zumba con el gobierno colonial ponen en evidencia el valor de Zumbi como líder político y militar, y una determinación revolucionaria que justifica plenamente la comparación con el gran líder de las revueltas esclavas de la Antigüedad, que casi puso al imperio romano de rodillas, Espartaco.
NOTAS:
1. Nina Rodrigues, Os Africanos no Brasil
2 . Décio Freitas, Palmares, la guerra de los esclavos, originalmente Palmares, la guerrilla de los esclavos
3 . Clovis Moura, Quilombos y rebelión negra
4 . Decio Freitas, Op. Cit.
5 . Decio Freitas, La Guerra de los Esclavos
6 . Nina Rodrigues, Op. Cit.
7 . Edison Carneiro, O Quilombo dos Palmares
8 . Idem
9 . Idem
10 Decio Freitas, Op. Cit.