En el artículo de O. Coggiola, publicado en En Defensa del Marxismo de octubre, uno de los temas en debate es la progresiva desaparición del proletariado como “motor central del sistema productivo” y aun la eliminación del trabajo asalariado en su conjunto. También en el artículo se cita a Trotsky: “Es imposible para el capitalismo realizar universalmente la tecnocracia”.
Quisiera analizar más en detalle este tema, desde un punto de vista ‘técnico’.
El mito del toyotismo
La refutación más fácil de los argumentos citados (desaparición del proletariado…) sería que en ningún lugar del mundo; en ninguna rama productiva, salvo proyectos experimentales, ha sido eliminado el trabajo humano. Ante esto los defensores de estas tesis lejos de buscar las raíces del problema, fabrican una explicación ecléctica de la *complejidad* de factores intervinientes; entre otros, la presión sindical o la política ‘social’ de las empresas.
Efectivamente, una serie de factores complican el problema. No obstante, cabe la pregunta: de ser considerablemente más rentable, ¿ninguna empresa o grupo industrial ha logrado en el mundo imponer la robotización completa?
Por ejemplo, en Argentina, ¿por qué las automotrices, en lugar de aprovechar la entregada burocrática para reemplazar mano de obra (con sus ‘altos costos laborales´ por tecnificación, han concentrado todas sus baterías en precarizar y superexplotar a la primera?
Si bien la tecnificación completa (erradicación de la mano de obra del proceso productivo) está vedada al capitalismo (al liquidar al proletariado, liquida también á éste en su carácter de consumidor, tomando ociosa una producción automatizada masiva), no lo está para la empresa individual, que no renunciaría a aplicarla de la misma manera que no se priva de contaminar el ambiente o violar las leyes laborales, etc.
Pero bien mirada; la automatización ha sido aplicada en ciertas etapas de los procesos productivos pero no en éstos en su conjunto, sirviendo más bien como complemento 'patrón’ a la manufactura o a la línea de producción. Aun en la industria electrónica, por ejemplo, en la fabricación de microchips, proceso casi automático en lo que a elaboración del componente se refiere, interviene mano de obra en el encapsulado, envasado, etc. Lo mismo se puede decir de la industria química. Hay un solo ejemplo, superficialmente hablando, en el cual la automatización es casi completa: la operación de las usinas nucleares, esto merced a la intratabilidad del producto por operadores humanos directos. Pero sólo superficialmente, porque gran parte de las operaciones son controladas humanamente a distancia (servomecanismos, telemandos), lo que las diferencia sustancialmente de un proceso automático.
En la tarea administrativa, un componente estadísticamente superior de trabajo ha sido tecnificado (computación). Pero aquí también sólo como auxiliar de los empleados, cajeros, vendedores, etc. La implementación masiva de la electrónica sólo ha aumentado la superexplotación de los trabajadores. Especialmente en el comercio, en el ‘emergente’ rubro de los supermercados, junto con la introducción de nuevas cajas, códigos de barras, etc., se ha reducido el ‘tiempo libre’ de los trabajadores (ir al baño, descanso, etc.). Es decir que en el rubro donde las ‘nuevas tecnologías’ se han impuesto en mayor medida, no sólo se ha mantenido la mano de obra sino que ha aumentado de la misma manera que la superexplotación.
Pero volvamos al nudo del debate con la así citada escuela del ‘conformismo catastrófico’: la desaparición pura y simple del proletariado. Y para avanzar ayudémonos con un análisis (muy esquemático, por cierto) de una de las industrias más promocionadas en cuanto a avance tecnológico se refiere.
La industria automotriz
En la Argentina; Volkswagen está instalando, luego de la ruptura de Autolatina, una planta ‘modelo’ en Pacheco (Buenos Aires). Muy mentada es la alta robotización. Efectivamente, toda una sección (montaje de laterales y ensamble de carrocerías) está casi totalmente robotizada. En esta planta ‘model’ la automatización es alta en sólo dos secciones de todo el proceso. Veamos el esquema comparativo del funcionamiento de una planta automotriz (Pacheco) y una totalmente automatizada (se analizan las secciones productivas, no las accesorias: mantenimiento, matricería, etc.).
En la primera, hay un componente alto de trabajo manual, dividido en dos grandes categorías: el operario de línea y el personal técnico (Mantenimiento, etc.), cuyos valores salariales horarios aparecen en el esquema. Hay dos secciones altamente tecnificadas donde el proceso es casi automático. Ante la aparición de un desperfecto, una falla en cualquier lugar de la línea, existe la posibilidad de que los operarios sean destinados a otra tarea, bien corrigiendo los defectos existentes, bien ‘acumulando stock' en otro sector. En el intervalo, el personal de mantenimiento corrige o repara la falla. Al haber menor cantidad de maquinarias, dispositivos, etc., por operación, se disminuye el tiempo de diagnóstico y predicción de la falla. Es decir, mientras se repara el componente capital fijo, el capital variable (mano de obra) es potencialmente utilizable. Este mismo capital variable operario puede sintetizar una serie de operaciones de manera continua. Por ejemplo, la verificación de terminación y acabado en la superficie de las piezas, el operario la hace 'a ojo’ cuando un procedimiento robotizado análogo conllevaría la introducción de nuevas secciones (metrología), que controlarían cada una de las piezas y el ensamblado de éstas luego de cada operación, con una fidelidad inferior al 'vistazo’ del operario. Y luego, máquinas especiales para la reparación, en lugar del operario que controla y repara.
Todo esto multiplicaría la utilización de capital constante, para reducir o anular la mano de obra.
Ahora bien, ante el incremento de la tecnificación, tiende a crecer la probabilidad de falla mecánica, independientemente de que la probabilidad de falla en cada uno de los componentes sea reducida. Por ejemplo, si en una línea o sección el índice de falla promedio es de una cada cien días, y existen 100 componentes o pasos, la expectativa de fallo es de uno por día. En este caso, no existe la posibilidad de rotar u orientar el resto de la producción, ya que unos dependen de otros. Ciertas partes pueden seguir funcionando, pero si determinada operación está parada, se puede avanzar sólo hasta allí. El índice de falla tiene un efecto multiplicador, que conlleva a colocar ociosamente a una proporción mayor de capital (constante). No existe la posibilidad de adaptación ‘plástica’ del operario. El salario del personal técnico crece (concretamente, el montaje y la puesta a punto de las líneas robotizadas, en el ejemplo señalado, lo ejecutan técnicos y operarios alemanes con el jornal promedio señalado); pero no deja de ser secundario: el perjuicio mayor consiste justamente en el parate productivo; la rentabilidad disminuye. Tanto más cuanto mayor es el capital (constante) instalado y menor es la productividad realmente adquirida.
Una manera de evitar (precisamente, de disminuir) el paro productivo es duplicar las líneas, lo que significa duplicar el capital fijo instalado en referencia a la producción deseada, lo que disminuye aún más la rentabilidad. Conste que hacemos la concesión respecto del personal técnico, sin considerar la multiplicación de aún mayor tecnología instalada para lograr una reparación automática.
Una de las plantas automotrices más automatizadas del mundo (Fiat, Sicilia) no baja de 400 operarios.
No obstante, si el producto se realiza como mercancía (puede ser efectivamente vendida), la empresa capitalista optaría en hacer esta inversión, que le garantizaría una rentabilidad superior a la competencia (si ésta no cuenta con el mismo método productivo).
Pero es justamente la expectativa incierta de venta la que bloquea esta variante. Para que el capital constante se amortice, debe transferir su valor a cierta masa de mercancía. Pero la maquinaria puede tener un tiempo de vida técnico, que no necesariamente coincide (es mayor) con el tiempo de vida comercial, de mercado (en el ejemplo, la necesidad de cambiar modelos cada dos o tres años), con el subsiguiente reemplazo o modificación de líneas, etcétera.
En síntesis: la implementación tecnológica integral en gran escala está bloqueada por las características del propio capital, a saber: la caída de la tasa de ganancia y la anarquía del mercado. Actualmente la expectativa capitalista general es de profundización de la crisis, y esto refuerza los ataques contra las conquistas laborales y el objetivo de precarizar al proletariado.
Todas las teorías ‘fordistas toyotistas', son un blanqueo; o mejor dicho, un arrendamiento ideológico a la burguesía, que pretende mostrarse a sí misma interesada en la producción’, cuando en realidad ésta es para ella un mero accidente en la búsqueda de ganancias, abstrayendo (como se señala en el artículo mencionado) el sistema productivo de la distribución y adquisición. Es decir, del sistema capitalista en su conjunto.