‘La Tragedia de Bujarin’, de Donny Gluckstein (1), es una bien documentada biografía política de quien fuera —hasta su fusilamiento por Stalin en el ‘Tercer Proceso de Moscú’, de 1938— uno de los principales dirigentes del Partido Bolchevique ruso.
“Excepto el propio Stalin, Bujarin fue el individuo que más contribuyó a la victoria del sistema stalinista” (2). El biógrafo, por cierto, no es condescendiente con su personaje.
Como señala Gluckstein, la importancia de Bujarin excede a su papel histórico para alcanzar ciertas cuestiones de actualidad. A mediados de la década del '70, comenzó un movimiento de *re valorización’ de sus escritos de 1924/29 por parte de académicos occidentales y de elementos de la propia burocracia soviética. “Bujarin fue un prominente bolchevique que participó en la Revolución de Octubre y editó el Pravda, el periódico del partido. Después de la muerte de Lenin en 1924 promovió vigorosamente el desarrollo más amplio de las relaciones de mercado … (lo que lo) cubría con la necesaria credibilidad para ser el campeón del nuevo credo del socialismo de mercado” (3). El clímax de la ‘revalorización’ de Biyarin llegó con el ascenso de Gorbachov, quien encontró en Bujarin “una figura con autoridad que pudiera justificar el giro hacia un capitalismo basado en el mercado, desde dentro de las tradiciones del partido comunista”.
Con el golpe de 1991 en la URSS y el hundimiento de Gorbachov, terminaron también las ‘revalorizaciones’: con Yeltsin, la burocracia asumió en forma abierta su objetivo de restaurar el capitalismo en la ex URSS y ya no necesitó de la ‘autoridad’ de Bujarin … Otra vez, como en 1924/29, las teorías de Bujarin fueron un arma de la burocracia contra los trabajadores.
I. Bujarin ultraizquierdista
Hasta fines de 1921, Bujarin fue un notorio ultraizquierdista, algo que sistemáticamente omiten sus ‘revalorizadores’. Negaba la vigencia de la lucha por las reivindicaciones parciales y, en los países oprimidos en particular, negaba la vigencia de las reivindicaciones nacionales y democráticas. En sus propias palabras:
“La época imperialista es una época de absorción de pequeños estados por grandes estados… Por lo tanto es imposible luchar contra la esclavización de las naciones de otra manera que luchando contra el imperialismo, ergo contra el capital financiero, ergo contra el capitalismo en general. Cualquier desvío de la ruta, cualquier promoción de tareas ‘parciales’, de la ‘liberación nacional’ dentro del dominio de la civilización capitalista, significa un desvío de las fuerzas del proletariado de la actual solución del problema” (5). … “El centro de gravedad de la lucha del proletariado debe cambiar de la esfera de la lucha en favor de las consignas democráticas generales a la esfera de las consignas socialistas del proletariado – socialistas en el estricto sentido de la palabra” (6).
Gluckstein señala como la base del ultraizquierdismo de Bujarin sus teorías sobre el imperialismo y el estado. En un artículo publicado poco después de completar El imperialismo y la economía mundial, plantea, por ejemplo, que ‘el proceso de organización suprime gradualmente la anarquía de los distintos componentes del mecanismo económico nacional…” (7); de la imposibilidad de obtener conquistas sociales estables en la época imperialista deduce el abandono de estas luchas.
El internacionalismo de Bujarin asume, algunas veces, características semi-caricaturescas. Trotsky recuerda con relación a la firma del tratado de Brest-Litovsk, que “Bujarin estimaba que era inadmisible cerrar ningún género de convenio con los imperialistas” (8), porque “si cualquier contingente de trabajadores rechaza luchar contra el imperialismo aquí y ahora, está rompiendo las filas del frente común; actúa como un rompehuelgas” (9).
¿Cómo se transformó este ultraizquierdista en el ‘socialista de mercado’ que reivindican sus ‘revalorizadores’? Aunque parezca paradójico, el ‘comunismo de guerra’ jugó un papel en esta transformación, porque Bujarin convirtió lo que era una maniobra dictada por las necesidades de la guerra en la ‘teoría’ general del desarrollo de la sociedad socialista.
Cuando el estado soviético, obligado por las circunstancias, se vio obligado a abandonar el ‘comunismo de guerra’ para retornar a los “métodos comerciales” (10), el ultraizquierdista Bujarin se convirtió en el campeón del ala derecha de la burocracia.
Bujarin y la Nep: “Enriqueceos”
Gracias al ‘comunismo de guerra’, los bolcheviques realizaron la proeza de ganar la guerra civil. Pero el costo fue altísimo: la producción cayó —en 1921— al 20% del nivel de 1913; el sistema monetario estaba desquiciado. El fin de la guerra agudizó la crisis: los campesinos —pasado el temor a la restauración del poder de los nobles y los terratenientes— se negaban a seguir aceptando las requisiciones de granos; el hambre azotaba a las ciudades; la industria nacionalizada estaba al borde del colapso y la clase obrera diezmada por el hambre, el desempleo y la pérdida de sus elementos más activos (en la guerra o integrados al aparato estatal). La rebelión de Kronstad —un antiguo bastión revolucionario—fue la señal de que un giro político era inevitable.
En marzo de 1921, la autorización de la circulación de mercancías en la agricultura —política conocida como Nep (Nueva Política Económica)— tuvo como primer propósito la restauración de las relaciones económicas entre la ciudad y el campo, que permitiera el abastecimiento de las ciudades y la industria. Los éxitos iniciales de la Nep fueron espectaculares: a partir de 1923, gracias al impulso proveniente del campo, la industria se reanimó a paso vivo. La producción se dobló en 1922 y en 1923, y en 1925 recobró el nivel previo a la guerra, lo que significaba que se había quintuplicado desde 1921.
Para Trotsky, “la verdadera esencia de la Nep consiste tanto en la colaboración como en la competencia entre las tendencias capitalistas y socialistas en nuestra economía” (11), que, en última instancia, sólo puede ser resuelta por una lucha a escala nacional e internacional. Bujarin, en cambio, vio en el automatismo de las fuerzas del mercado, establecidas en un marco meramente nacional, la vía para un desarrollo pacífico y sin sobresaltos hacia el socialismo, “un mecanismo auto-regulado de transición hada el socialismo. En lugar del voluntarismo, estableció la noción de que sólo es necesario sentarse y esperar que el mecanismo económico genere el socialismo” (12). Pero la pequeña producción y la circulación de mercancías no son neutrales: engendran a cada paso la anarquía de la producción, la explotación y la acumulación privada, es decir, engendran el capitalismo en pequeña escala.
En 1922, Bujarin planteó desmontar el monopolio estatal sobre el comercio exterior. Según Lenin, “en la práctica, Bujarin actúa como abogado de los especuladores, de la pequeño-burguesía y del estrato superior de los campesinos en oposición al proletariado industrial (13).
En 1923, la Oposición advirtió que si el ritmo de desarrollo industrial continuaba retrasándose, el Estado no podría abastecer al campesino de los bienes que éste requería. Por este camino estaba amenazada la alianza obrero-campesina que cimentaba el poder de los Soviets. La política del Estado soviético debía oscilar entre la necesidad de la industrialización y la de mantener el equilibrio social entre el campo y la dudad. La Oposición, en consecuencia, planteó la necesidad de lanzar un plan de industrialización financiado mediante impuestos a los campesinos ricos y a los especuladores. Trotsky puntualizaba además que ni la industrialización ni la planificación centralizada podrían resolver los problemas provocados por el aislamiento del Estado soviético, los cuales se dirimirían en el terreno de la revolución mundial.
Bujarin, en cambio, fomentaba conscientemente la diferenciación social en beneficio de los campesinos ricos. “La relación entre los kulaks, los ‘nepmen’ y la política de Bujarin era obvia. Mientras la Oposición de Izquierda priorizaba los intereses internacionales de la clase obrera y, a partir de éstos, elaboraba los compromisos impuestos por las circunstancias, Bujarin comenzaba por priorizar la expansión del poder de compra del campesinado. Esto lo llevó inevitablemente a favorecer a aquéllos que comerciaban los mayores excedentes de las granjas más ricas, porque, como él mismo planteó: ‘es patentemente claro que la acumulación está absolutamente confinada a la estructura de las secciones más ricas’.” (14). Para Bujarin, la expansión de la economía mercantil en el campo garantizaría la industrialización del país y el desarrollo del socialismo… aunque fuese ‘a paso de tortuga “Enriqueceos”: la famosa fórmula con que Biyarin alentó a los campesinos ricos a aumentar la producción, es una síntesis perfecta de su política.
En 1925/26, la política bujarinista llegó a su clímax. “Se advertía en todas partes la corriente ascendente del capitalismo” (15). El 60% de los granos comercializables estaba en manos del 6% de los agricultores: los campesinos ricos no sólo podían someter a las ciudades al hambre sino que, además, tenían en su puño el comercio exterior soviético, que dependía de las exportaciones de granos para la importación de maquinarias.
Las consecuencias de la política de Bujarin fueron catastróficas para la revolución. Trostky las resume así: “Impidiéndola industrialización y perjudicando a la gran mayoría de los campesinos, la política de orientación hacia los kulaks reveló sin equívocos sus consecuencias políticas, desde 1924/26: al inspirar una confianza extraordinaria a la pequeño burguesía de las ciudades y el campo, la condujo a apoderarse de numerosos soviets locales; acrecentó la fuerza y la seguridad de la burocracia; aumentó su peso sobre los obreros; provocó la supresión completa de toda democracia en el partido y enla sociedad soviética” (16).
Al dar “libertad a las tendencias capitalistas en la agricultura” (17), la política de Bujarin volvió a plantear el espectro del hambre en las ciudades. Fueron necesarias ‘medidas excepcionales’ -es decir, nuevas requisiciones de granos- para alimentar a las duda-des. En las crisis de 1927 y 1928, las 'fuerzas autónomas del mercado’ se revelaron incapaces de resolver la cuestión clave del desarrollo industrial. La política de Bujarin había llegado a su límite.
III. Bujarin, destructor del Partido Bolchevique
“El segundo capítulo de la Revolución de Octubre no se caracteriza simplemente por el desarrollo del status económico de la pequeño-burguesía en la dudad y en el campo, sino por un infinitamente agudo y más peligroso proceso de desarme político y teórico de la clase obrera” (17). La ‘teoría del socialismo en un solo país’ —es decir por primera vez por Stalin en 1924, después de la derrota del proletariado alemán, pero sistematizada y propagandizada por Bujarin— significa la proclamación de los ‘intereses nacionales’ de Rusia —es decir, de su burocracia- por encima de los intereses de la clase obrera mundial, y el reemplazo del internacionalismo por el nacionalismo.
Según la ‘nueva teoría podría organizarse el socialismo en un Estado nacional aislado a condición de que no se produjera una intervención armada dd imperialismo, lo que constituía una completa ruptura con la tradición política y teórica del Partido Bolchevique.
La ‘fuerza’ de las ideas de Bujarin provenía de la capa social que representaba —la todopoderosa burocracia— y de los medios materiales y represivos a su disposición. La crítica de Bujarin a Trotsky fue acompañada de la ‘crítica práctica’: del alejamiento de los oposicionistas de los puestos de relevancia y, luego, las deportaciones, los arrestos, la reclusión en campos de concentración y los fusilamientos.
En esto, existió una verdadera ‘división del trabajo’ entre Bujarin y Stalin. Gluckstein puntualiza que: “(Bujarin) rivalizó con el secretario general (Stalin) por el papel de cazador de bribas general, persiguiendo toda oposición interna y defendiendo a la burocracia gobernante de la herejía. No hay laureles que redamar por esta conducta, pero es importante enfatizar que en el terreno de la teoría y de la estrategia política, Bujarin nunca fue un vocero de Stalin… En otras palabras, Bujarin no fue engañado; ayudó a Stalin por su propios motivos y con los ojos bien abiertos” (19).
IV. El gran coorganizador de derrotas
Uno de los capítulos más importantes —y más logrados— del libro de Gluckstein es el referido a la actuación de Bujarin como principal dirigente de la Internacional Comunista entre 1925 y 1928. “Las absolutas calamidades que provocó demuestran mejor que nada la ciénaga en que había caído Bujarin” (20). El autor hace notar que sus ‘revalorizadores’ omiten sistemáticamente referirse a la actuación de Biyarin como dirigente de la IC.
La política seguida por Bujarin al frente de la IC fue un factor de primer orden en la degeneración del Estado obrero soviético y en el aplastamiento del proletariado. "… como formación dirigente y privilegiada, (la burocracia soviética) aprenda infinitamente más la ayuda y la amistad de los radicales burgueses, de los parlamentarios reformistas y de los burócratas sindicales, que la de los obreros separados de ella por un abismo” (21).
Las dolorosas catástrofes de la IC en Gran Bretaña y China son la prueba más expresiva del papel de Bujarin como ‘gran co-organizador de derrotas’ del proletariado mundial.
El desastre de la huelga británica y, sobre todo, el de la revolución china, repercutió hondamente en la situación interna de la URSS. La Oposición de Izquierda fue definitivamente derrotada, y sus cuadros y militantes expulsados del partido, encerrados y deportados masivamente; Trotsky fue desterrado al Asia Central.
Distorsión histórica y política
Apartar de 1927/28 —bajo el látigo de la crisis— la burocracia se vio obligada a recurrir a nuevas requisiciones de granos para alimentar a las duda-des. Ante la resistencia de los campesinos ricos, las ‘medidas excepcionales’ se convirtieron en norma y dieron paso, sin que nadie lo esperara, a una ‘colectivización’ forzada de la agricultura. Sin preparación política o técnica, sin medios materiales a su disposición, llevada adelante con medios salvajes, la ‘colectivización’ provocó una verdadera guerra civil en el campo. Paralelamente, y con los mismos métodos, la burocracia lanzó una ‘industrialización’ que implicó un sacrificio devastador para la dase obrera.
Derrotada la Oposición de Izquierda, y como ésta había pronosticado, se rompió el bloque entre Stalin y Buja rin. Trotsky distinguió entre un “ala derecha” (Bujarin) y un “centro" (Stalin) déla siguiente manera: “la actitud de esos elementos (bujarinistas) hacia la Oposición es de un odio orgánico. Esta fracción conservadora, que constituye el más poderoso apoyo de Stalin en su lucha contra la Oposición, es partidaria de ir mucho más lejos a la derecha, en dirección de los nuevos elementos propietarios, que Stalin mismo, o que el núcleo fundamental de su fracción” (22).
A diferencia de la Oposición de Izquierda, la fracción bujarinista no libró lucha política alguna contra la fracción stalinista —a pesar del enorme poder político con que contaba (Bu-jarin era miembro del buró político y editor del diario del partido, mientras que sus aliados dirigían la central sindical —Tomsky—, el aparato estatal —Rikov— y el aparato partidario de Moscú —Uglanov—. Su declaración de ruptura con Stalin (enero de 1929) y su 'Nuevo Programa,’ no salieron del papel. Bujarin y sus aliados derechistas capitularon casi de inmediato; poco después, el propio Bujarin reconoció que “no luché y no lucharé” (23). Los derechistas fueron 'reabsorbidos’ y el propio Bujarin —sumado al coro de glorificadores del 'gran conductor’— ocupó altos puestos en el Estado y el partido hasta el día de su detención, en marzo de 1937. Un año después fue fusilado.
Donny Gluckstein concluye que a partir de la victoria de Stalin sobre las oposiciones de Izquierda y de Derecha, la URSS dejó de ser un Estado Obrero degenerado para convertirse en un régimen “capitalista de estado”, y que su burocracia gobernante dejó de ser una capa social parasitaria para transformarse en una “nueva clase social explotadora”.
El autor no hace ningún esfuerzo por explicar en qué consistiría precisamente ese ‘capitalismo de estado’. A diferencia del rigor sociológico de Trotsky, apela a las ‘frases fuertes’.
Donde más se acerca a una caracterización, Gluckstein señala que “el resultado de la contrarrevolución (stalinista) fue una forma de gobierno sin precedentes en la historia… el régimen stalinista no es una burocracia ordinaria (porque) tiene el control de considerables medios de producción y ahora, en 1928/29, secciones de ella son capaces y están listas para actuar independientemente no sólo de los trabajadores, sino también de los campesinos” (24). El argumento de Gluckstein no demuestra nada. ¿Qué relación guarda con los medios de producción, la'nueva clase social explotadora’, si no es el mero parasitismo del ‘control’, como el mismo Gluckstein reconoce? Trotsky ya había señalado que “bajo ningún otro régimen, la burocracia alcanza semejante independencia… en este sentido, no se puede negar que es algo más que una simple burocracia. Es la única capa social privilegiada y dominante, en el sentido pleno de estas palabras, en la sociedad soviética”. Pero esto, advertía inmediatamente, no la convierte en una “nueva clase social explotadora”, porque “la burocracia no le ha creado una forma social a su dominio bajo la forma de condiciones particulares de propiedad” (25).
Debatiendo la tesis del 'capitalismo de estado’, Trotsky escribió que “En el plano de la teoría, podemos representarnos una situación en que la burguesía entera se constituyera en sociedad por acciones para administrar, por medio del Estado, a toda la economía nacional. El mecanismo económico de un régimen de esta especie no ofrecería ningún misterio. El capitalista, lo sabemos, no recibe bajo forma de beneficio la plusvalía creada por sus propios obreros, sino una fracción de la plusvalía del país entero, proporcional a su parte de capital. En un ‘capitalismo de estado’ integral, la ley del reparto igual de los beneficios se aplicaría directamente, sin concurrencia de los capitales, por medio de una simple operación de contabilidad. Jamás ha existido un régimen de este génerot ni lo habrá jamás, a causa de las contradicciones profundas que dividen a los poseedores entre sí… La primera concentración de los medios de producción en manos del Estado conocida por la historia, la realizó el proletariado por medio de la revolución social y no los trusts capitalistas estatizados (26).
Habiendo definido al “régimen stalinista (como) una forma de gobierno sin precedentes en la historia” y al proceso que lo hizo nacer como “una contrarrevolución”, el ‘capitalismo de estado’ soviético sería la primera formación social en la historia que surge, no de una revolución, sino de una contrarrevolución. Más aún, el ‘capitalismo de estado’ —o “sistema stalinista”, como también lo llama Gluckstein— habría sido la única formación social en la historia capaz de alterar de coiy unto las relaciones sociales existentes —volviendo a convertir a la clase obrera en una clase explotada y transformando a la burocracia en una nueva capa social explotadora— sin alterar las relaciones de propiedad, las que, por lo tanto, habrían dejado de ser—según las conocidas palabras de Marx— “la expresión jurídica” de las primeras. La concepción que sostiene Gluckstein del ‘capitalismo de estado’ revela una completa incomprensión política e histórica: junto a una contrarrevolución, que habría producido una transformación de las relaciones sociales pero no de las formas de propiedad (1928/29), tendríamos ahora (con Gorbachov/Yeltsin) otra contrarrevolución que, al revés, transformaría las formas de propiedad (de 'capitalismo de estado’ al capitalismo privado), pero no las relaciones sociales, ya capitalistas desde 1928.
Según Gluckstein, aunque Trotsky fue el único que vio el carácter de la burocracia como árbitro entre los trabajadores, de un lado, y la burguesía, del otro, y también señaló que la burocracia, como capa social diferenciada, tenía intereses sociales específicos, “el error de Trotsky fue no desarrollar más allá sus análisis cuando la burocracia tomó una dirección completamente inesperada… (Trotsky no comprendió que)… bajo la guía ideológica de Buj arin y el puño administrativo de Stalin, la degeneración (del Estado Obrero) alcanzó el punto en que la cantidad se transforma en calidad” (27).
Debatiendo con la tendencia que caracterizaba a la URSS como un ‘capitalismo de estado’ (que se desarrolló en el SWP norteamericano a fines de la década del '30), Trotsky planteaba así el problema: “¿Pasaron estos cambios (que ha sufrido el Estado soviético durante su existencia) de la etapa cuantitativa a la cualitativa? Es decir: ¿crearon una dominación históricamente necesaria por parte de una nueva clase explotadora?" (28).
“Trotsky también podría ser criticado por subestimar la amenaza de Stalin.(29). Para Gluckstein es falso que la fuerza motriz de la reacción restauracionista proviniera del kulak, cuyo fortalecimiento era el corazón de la política bujariniana. Al contrario, “después de 1928, Bujarin no debe ser colocado a la derecha de Stalin sino entre Stalin y Trotsky” (30).
Pero si Bujarin estaba ubicado en el ‘centro’, ¿entre qué polos oscilaba? ¿Entre el kulak y el proletariado? ¿Entre la burocracia y la clase obrera? ¿Entre los campesinos ricos y los burócratas? Gluckstein no lo define, porque le sería imposible encontrar la menor señal de tal oscilación. Gluckstein presenta a Bujarin como un centrista, a pesar de reconocer que “(en 1928) Bujarin no ha cambiado fundamentalmente sus posiciones” (). Al contrario, “si el gobierno hubiera llevado a cabo el programa (de 1928) de Bujarin, su control de la situación hubiera sido extremadamente tenue y expuesto a sacudidas brutales … (En tales circunstancias) no hubiera sido posible evitar explorar una nueva línea de acercamiento para ganar la buena voluntad de la capa superior del campesinado, abriéndole avenidas de influencia política … Bsgo la influencia del capitalismo internacional, esto abriría el camino a un capitalismo privado integral en la URSS” (32). Si Bujarin hubiera sido el ‘centrista’, como pretende Gluckstein, hubiera debido correrse de la derecha a la izquierda… pero, como puede verse, su programa frente a la crisis planteaba una profundización del curso derechista que había sostenido hasta entonces.
Por el contrario, fue la burocracia stalinista la que abandonó la política ‘hacia los kulaks’ y pegó un giro hacia la industrialización (es decir que protagonizó un zig-zag hacia el programa que venía sosteniendo la izquierda); esto la tipifica como centrista y demuestra el acierto de la caracterización de Trotsky que Gluckstein impugna. Lo hizo con sus propios métodos y objetivos, empíricamente, b^jo los golpes de la crisis… pero esto no hace sino resaltar su carácter centrista. La distorsión histórica que presenta Gluckstein se percibe en que cuando la fracción stalinista pega objetivamente un 'viraje a izquierda’, el autor la presenta moviéndose a la derecha; cuando la fracción bujarinista profundiza su orientación 'hacia los kulaks’, la presenta evolucionando hacia el centro…
“El error de Trotsky fue ver esta amenaza de largo plazo (Bujarin) como más seria que la inmediata y directa contrarrevolución de Stalin. Esto plantea la cuestión de si un bloque con Bujarin, que Trotsky consideró y rechazó, hubiera sido una táctica útil”(33). Aunque no se pronuncia tajantemente, el autor parece sugerir que un ‘bloque 7Voís%-5iyorm'podríahaber-se basado en una comunidad de intereses entre la clase obrera y los campesinos ricos contra la burocracia: “Cuando Bujarin depende los derechos de los campesinos contra Stalin en 1928 — dice— existe una importante diferencia con lo que hizo antes: defender al campesino pequeño-burgués contra la contrarrevolución… el mayor enemigo de la clase trabajadora… no significa ahora debilitar a los trabajadores” (34). Aunque restauracionista, Bujarin sería para Gluckstein no ya un ‘peligro lejano’ sino incluso un ‘aliado’ de los trabajadores y del socialismo, porque ayudaría a ‘debilitar a su mayor enemigo de dase’. Por este camino —que comenzó con la caracterización de la URSS como un régimen ‘capitalista de Estado’- Gluckstein se ha convertido en un ‘revalorizador’ de Bujarin… aunque a diferencia de los gorba-chovianos —que lo reivindicaban por restauracionista—, él lo reivindica como un virtual obstáculo a la restauración … Es claro que un ‘bloque Trots-ky-Bujarin’e staba por coinpleto ‘fuera de agenda’ por una muy sencilla razón de clase: la imposibilidad de conciliar, en un programa común, a una tendencia burocrática y restauracionista con otra proletaria y socialista. La distorsión histórica que produce el autor tiene su raíz en la caracterización que hace de la colectivización stalinista como una contrarrevolución capitalista. Es decir que el 'Thermidor’ no hace su debut en 1923/24, sino en 1928/29. ¿Pero la colectivización stalinista no dio una respuesta a la amenaza de capitalismo integral’ del programa de Bujarin?
La pretensión de Gluckstein de que la política restauracionista de Bujarin sólo representaba un peligro ‘en el largo plazo’ es arbitraria. En primer lugar, porque, como el propio Gluckstein reconoce, nuevas concesiones económicas a los campesinos ricos sólo podían ir de la mano de concesiones políticas, que acelerarían la restauración. En segundo lugar, porque no es posible —como hacía Bujarin— ‘abstraerse del factor internacional’. Tomemos un solo ejemplo, el del pacto Hitler-Stalin, firmado apenas un año después del fusilamiento de Bujarin. Si la política de concesiones económicas —y políticas— a los campesinos ricos que preconizaba Bujarin hubiera seguido su curso, con la firma del tratado el campesino rico habría encontrado en el capitalismo alemán una vía para restablecer rápidamente sus nexos con el mercado mundial, dándole de esta manera yina base económica y política poderosísima a la restauración. Lo mismo podría afirmarse que hubiera sucedido en los territorios soviéticos ocupados por los nazis en la segunda guerra mundial.
La consecuencia de los ‘errores’ de Trotsky—que le adscribe Gluckstein—, es que “sus pronósticos de 1928/29 en adelante se probaron errados casi en su totalidad”. Para probarlo, reproduce a Trotsky: “Una política derechista es posible, llevando a obvias y relativamente rápidas ‘ganancias’ para el capitalismo. Una política de izquierda es igualmente posible, una política sistemática de dictadura del proletariado, construcción socialista y revolución mundial. Lo que no es una política posible ni durable (es) el 'combinacionismo’ centrista mientras mantiene suprimido al partido y continúa reprimiendo a su ala izquierda” (35). Pero esto estuvo lejos de ser un desacuerdo, porque precisamente, después de perseguir sus propios intereses sociales mediante una política derechista, la burocracia pegó un ‘giro’ y pasó a defender esos mismos intereses combatiendo a la derecha. Esto es una prueba adicional de que la fracción de Stalin constituía verdaderamente el ‘centro’.
Gluckstein presenta el enfrentamiento entre Bujarin y Stalin como la expresión del enfrentamiento entre dos formas de propiedad capitalista (privada versus estatal). Pero como en 1928 la Oposición de Izquierda ya estaba derrotada, debería concluirse, siguiendo a Gluckstein, que la transformación del Estado Obrero degenerado en un ‘capitalismo de estado’ se habría producido como consecuencia de la derrota de la fracción que expresaba la tendencia a la restauración capitalista privada, a manos de la que representaba la restauración capitalista estatal… Según Gluckstein, la suerte del Estado Obrero no habría sido decidida por el enfrentamiento a escala internacional entre la burguesía y el proletariado, sino por el enfrentamiento, en un plano estrictamente nacional, entre dos fracciones igualmente procapitalistas. Las contradicciones a que conduce la ‘teoría del capitalismo de estado’ son interminables.
Gluckstein acusa a Trotsky de “no desarrollar más allá sus análisis”. Pero si el autor hubiera ‘desarrollado más allá’ los suyos propios, debería concluir que la restauración del capitalismo en la URSS se produjo, no en 1928, sino en 1923/24, cuando el bloque Stalin-Bujarin (es decir, el frente de los partidarios de la restauración capitalista, con independencia de sus formas) derrotó a la Oposición de Izquierda, o al finalizar el comunismo de guerra. Pero si Gluckstein —sigue considerando al Estado soviético hasta 1928 como un Estado Obrero degenerado, ¿por qué habría de alterar esa naturaleza social la victoria de la fracción stalinista sobre la bujarinista?
Más aún, si Gluckstein continuara 1desarrollando más allá’ sus ideas acerca de que la 'industrialización* es el punto de partida decisivo del nuevo régimen ‘capitalista de Estado', debería colocar a Trotsky no en la 'izquierda' sino en el 'centro’ porque como el propio Trotsky recuerda, la Oposición fue la primera en abogar por un plan de industrialización y por combatir a los kulaks. Si Gluckstein 'fuera afondo’ con su análisis, estaría obligado a presentar a Stalin a la derecha, a Trotsky en el centro y a Bujarin a la izquierda, es decir, la misma disposición de fuerzas que presentó la ‘historia oficial’ de la burocracia gorbachoviana respecto de las tendencias del Partido Bolchevique. O lo que es lo mismo, coincidir con los 'revalorizadores’ gorbachovianos de Bujarin, a los que explícitamente, en la primera página de su libro, se propone criticar.
NOTAS:
12345. Nicolai Bujarin, reproducido por Donny Gluckstein, op. cit
6 . Nicolai Bujarin, reproducido por Donny Gluckstein, op. cit.
7 . Donny Gluckstein, Op. Cit
8 . León TVotsky, Mi Vida, Juan Pablos Editor, México, 1937
9 . Donny Gluckstein, Op. Cit
10. LeónTVotsky, LaRevolución Traicionada, Editorial Crux, La Paz.
11. LeónTVotsky, El desafio de la Oposición de Izquierda, reproducido por Donny Gluckstein, Op. Cit
12 . Donny Gluckstein, Op. Cit
13 . Lenin, reproducido por Donny Gluckstein, Op. Cit
14. Donny Gluckstein, Op. Cit
15. León Itotsky, La Revolución Traicionada, Editorial Crux, La Paz
16 .idem
17 .ídem.
18 . León lYotsky, reproducido por Donny Gluckstein, Op. Cit
19 . Donny Gluckstein, Op. Cit
20. Donny Gluckstein, Op. Cit
21. Leónliotsky, LaRevolución Traicionada, Editorial Crux, La az
22. Reproducido por Donny Gluckstein, Op. Cit
23 .Idem
24 . Donny Gluckstein, Op. Cit
25 . León TVotsky, La Revolución Traicionada.
26 .Idem
27 . Donny Gluckstein, Op. Cit
28 . León Ttotsky, En defensa del Marxismo, Editorial El Yunque, Buenos Aires, 1975
29 . Donny Gluckstein, Op. Cit
30 . Donny Gluckstein, Op. Cit.
31. Donny Gluckstein, Op. Cit
32. A. Erlich, The Soviet Industrializaron Debate, reproducido por Donny Gluckstein, Op. Cit.
33 . Donny Gluckstein, Op. Cit.
34. Idem
35 . Reproducido por Donny Gluckstein, Op. Cit