Del tercermundismo al realismo periférico


Con el título "El realismo de los estados débiles", subtitulado "La política exterior del primer gobierno de Menem frente a la teoría de las relaciones internacionales", publicado bajo los auspicios de The Center for International Affairs Harvard University, Carlos Escudé procura estableceruna teoría para el comportamiento de los países periféricos en las relaciones internacionales, a la luz —fundamentalmente— de la experiencia argentina en la materia. Describe la nocividad de la importación acrítica de teorías formuladas para los países poderosos, basadas en la necesidad de desarrollar la seguridad para el mantenimiento de su poder político, originado precisamente en su potencial económico. Descalifica a su vez la consideración sobre una supuesta estructura anárquica de la política mundial —a la que califica de jerárquica— e identifica como falacia una creciente interdependencia global.


La teoría del “realismo periférico" —dice Escudé— es una teoría ciudadano-céntrica, es decir, que persigue el bienestar de los ciudadanos de un país periférico privilegiando, a través de un "estado comercial”, el desarrollo económico al fortalecimiento político y militar. A su vez, establece la inconveniencia de políticas exteriores “idealistas" pero costosas. Plantea abstenerse de confrontaciones riesgosas con grandes potencias cuando éstas se involucran en políticas dañinas a ciertas buenas causas de orden universal, si no afectan al país periférico en cuestión. Y más aún, abstenerse de involucrarse en confrontaciones políticas improductivas con grandes potencias, aún cuando esas confrontaciones no generen un costo inmediato. Finalmente, se pronuncia por el alineamiento (o bandwagon with) con las políticas globales de una potencia hegemónica o eventualmente una coalición de potencias, estableciendo cuidadosos cálculos de costos, beneficios y riesgos.


 


El interés que despierta, en principio, la formulación de la teoría de Escudé, reside precisamente en que, como afirma en la página 154, “afortunadamente, la mentalidad predominante en el mundo actual hace posible (en medida variable) que la mayoría de los estados adopten el perfil de política exterior del Estado Comercial". Por lo tanto, del mismo modo que el liberalismo de Adam Smith o David Ricardo intenta dar una formulación científica al desarrollo de la burguesía como clase dominante, a través de las relaciones de producción capitalistas, Escudé procura una formulación de leyes generales que expliquen la realidad del desenvolvimiento político de los países débiles, en el cuadro de las relaciones internacionales.


 


Es evidente que, a diferencia del optimismo que caracterizaba a los liberales del capitalismo ascendente, Escudé espera bien poco de la implementación de su teoría, cuando dice: “El realismo periférico no es Realismo Mágico… no es una panacea que pueda generar riqueza por sí sola o modificar estructuras sociales regresivas”, o cuando abre el paraguas para plantear que"… el hecho de que la política exterior sea ciudadano-céntrica no es una garantía de que el resto de la gestión de gobierno lo será”. “Y como tal es independiente de todo planteo de política económica o social basado en los intereses del ciudadano”.


 


La particularidad que rodea la formulación de Escudé reside en que mientras los políticos burgueses reniegan públicamente de hacer comentarios concordantes, por considerarlo completamente impopular (Cafiero, Alvarez, Bordón, Terragno, etc.), en nombre de “los márgenes de maniobra” o de “la creciente interdependencia global”, se advierte que sus planteamientos prácticos, es decir políticos, se orientan decididamente en esa dirección. Con la peculiaridad de que, cuanto más nacionalista o tercermundista es su pasado, más ahínco ponen en su política “realista periférica”.


 


Con la percepción que únicamente exhiben los artistas, el obeso e hilarante humorista Alfredo Casero ha sintetizado magistralmente esta ‘conversión' de los nacionalistas-centroizquierdistas-tercermundistas, en una consigna que concentra su pasado y su presente: "Los Estados Unidos, jamás serán vencidos".


 


Como con toda teoría, para su crítica es necesario establecer el contexto histórico de su emergencia, así como analizar las categorías metodológicas utilizadas en su construcción. El rigor en este punto es esencial para determinar su adecuación a la realidad, sus perspectivas de desarrollo y si se ajusta al cumplimiento de los fines de los que manifiesta ser tributario.


 


Apogeo y decadencia del tercermundismo


 


La situación política internacional —con posterioridad a la finalización de la IIa Guerra Mundial y el triunfo de los aliados— era en extremo inestable, la miseria generada como consecuencia de la enorme destrucción perpetrada, empujaba a las masas a la lucha por sus reivindicaciones sociales. La resistencia al nazismo había recaído en manos de los militantes de los partidos obreros en Francia, Italia, Grecia, Yugoslavia, etc., mientras que la burguesía de esos países había sido abrumadoramente colaboracionista. A su vez, esto se combinaba con una desarticulación del sistema colonial de las grandes potencias, como producto de la quiebra y destrucción de capitales en las metrópolis. La conformación de las Naciones Unidas, como expresión de los acuerdos políticos entre la burguesía norteamericana, la burocracia stalinista y las burguesías europeas (fundamentalmente inglesa y francesa) se lleva a cabo bajo la constatación de esos dos fenómenos. Es la burocracia stalinista la encargada del desarme de la resistencia y de la regimentación política de los trabajadores europeos. La iglesia cubre con un manto de piedad a la burguesía fascista, procurando la constitución de los partidos demócrata cristianos, mientras EE.UU. destina sus esfuerzos a la ocupación militar y el Plan Marshall. Los gobiernos de colaboración de clases —en el marco de las relaciones de producción capitalistas— dan lugar a un nuevo crecimiento económico, restableciendo la tasa de beneficio del capital, pero a la vez dan lugar a la obtención de importantes conquistas sociales por parte de los trabajadores, a costa de su burguesía, que debía echar lastre para contener al proletariado.


 


Mientras, en los países periféricos se desarrolla una verdadera conmoción, que da lugar a inmensas luchas sociales, una de cuyas expresiones es el triunfo de la revolución china en 1949 v los procesos revolucionarios que se operan en Corea e Indochina.


 


La creación del Tercermundismo, como concepción política, es el producto de una relativa autonomía política adquirida por las raquíticas burguesías de los países atrasados —como consecuencia de la decadencia de las viejas potencias coloniales, alentada, en parte, por EE.UU., que de este modo podía iniciar un proceso de desplazamiento de aquéllas en el dominio de los negocios con los países del Tercer Mundo y, a su vez, proceder al fortalecimiento de los aparatos de estos Estados dependientes, para contener las luchas de las masas obreras y campesinas de los países de la periferia. La posición política de la burocracia stalinista fue decisiva para la cristalización de estas burguesías como clase dominante en los países atrasados, basándose en la tesis de la revolución por etapas, para lo cual los partidos comunistas debían apoyar a las burguesías nativas en la lucha por la independencia nacional. Naturalmente, esta posición permitió, en lo fundamental, el cumplimiento de los objetivos políticos y económicos de los EE.UU.; aunque en algunas circunstancias esta política obligara a los partidos comunistas a encontrarse en la trinchera opuesta — allí donde el accionar de las masas produjera un desborde del cuadro político acordado entre el imperialismo y la burocracia soviética.


 


Estos son los casos de Corea y Vietnam. El acuerdo político de las grandes potencias, que da paso a la conformación de las Naciones Unidas, no podía desenvolverse si no se encuadraba en su interior a las burguesías de los países del Tercer Mundo, aun cuando éstas no tuvieran la menor injerencia en las decisiones fundamentales que, de este modo, quedaban reservadas a los integrantes del Consejo de Seguridad. Las burguesías de los países atrasados eran plenamente conscientes de la jerarquía de la organización a la que ingresaban, pero a su vez procuraron, en la medida de sus posibilidades, hacer uso de un margen de maniobra en su provecho, explotando las contradicciones entre las burguesías de los países centrales entre sí y con la burocracia soviética en el plano económico y político.


La política de la burocracia stalinista es decisiva, si pensamos el papel divisionista que jugó entre la clase obrera de Europa y las masas de los países atrasados, cuya expresión más alta es el apoyo brindado a la burguesía francesa en Argelia.


 


Todo este cuadro se desenvuelve en un ciclo expansivo del capital, lo que a su vez genera la exportación de capitales y el desarrollo de inversiones extranjeras en el llamado Tercer Mundo, que ofrecía una mayor rentabilidad allí donde el movimiento de masas estuviera férreamente controlado. Los Sad-dam, los Stroessner, los Batista, son una consecuencia de la necesidad política del gran capital. Del mismo modo, todos los planteos desarrollistas son una consecuencia teórica que abona la necesidad de contar con un instrumento favorable en este plano. Los planteos del tipo Alianza para el Progreso, por parte de la burguesía norteamericana, tiene su correlato en los planteos cepalianos por el lado de las burguesías de los países atrasados.


 


Desde luego, se podrán encontrar una serie de matices en el pensamiento de la época, pero ninguno se puede sustraer al marco general en que se dan todos los desarrollos en teoría política casi hasta la finalización de los 70.


Aquí cabe preguntarse cuáles son las modificaciones que se operan en la realidad política mundial, que dan lugar a que comience todo un desenvolvimiento teórico en los 90 contrario a las concepciones tercermundistas y de las cuales Escudé es tributario.


 


El primer elemento es que se agota el ciclo expansivo del capital, lo que da lugar a una fenomenal emisión monetaria en dólares y una declinación casi total de las "inversiones productivas" del gran capital en los países del Tercer Mundo. Un segundo elemento, consecuencia del anterior, es el progresivo endeudamiento de los estados periféricos y sus burguesías nacionales con el capital financiero internacional. Otro tanto sucede con los países de Europa del Este, la URSS, China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba. El desarrollo posterior de este mismo fenómeno es el enorme déficit presupuestario que comienzan a acumular los estados de los países desarrollados, como producto del salvataje que deben operar sobre los grandes bancos, agobiados por sus carteras de incobrables tanto de las grandes industrias de los países centrales, castigadas por la crisis de sobreproducción, como por las deudas incobrables de los países del Tercer Mundo (Plan Brady).


 


El reaganismo en EE.UU. y el thatcherismo en Inglaterra son la punta de lanza de un proceso de ataque a las conquistas obtenidas por los trabajadores en los países centrales, con posterioridad a la II Guerra Mundial; tarea que en Francia recaerá sobre Mitterrand y en España sobre los hombros del PSOE de Felipe González. A su vez, la burocracia stalinista, presionada por el fenomenal endeudamiento contraído, comienza un proceso de restauración capitalista al interior de los estados obreros burocratizados, procurando consumar el accionar contrarrevolucionario iniciado en la década del 20. (El autor debería haber leído la abundante literatura trotskista sobre la naturaleza y perspectivas de la burocracia soviética para que su conducta no le resultara “impredecible"). Debido al agotamiento político de los gobiernos dictatoriales en los países del Tercer Mundo, el gran capital auspicia un cambio de guardia, que permita a las debilitadas burguesías de las naciones atrasadas renovar su control sobre las masas oprimidas por la vía de la constitución de gobiernos electos.


 


Ese y no otro es el sentido de la política sobre “derechos humanos” desplegada durante todo un período desde los centros del poder mundial, cuya direccionalidad también apunta a la burocracia stalinista, como elemento de presión política para acelerar el proceso restauracionista en el Este.


 


En el terreno de la filosofía aparece el renovado anuncio del fin de las ideologías, como expresión de la decadencia de la clase dominante y de las relaciones de producción existentes. En tanto, desaparece casi en su totalidad la investigación básica en ciencias y decrece en los últimos años profundamente la investigación tecnológica (ciencia aplicada), como consecuencia del acortamiento de los tiempos de superación y en consecuencia, de sustitución, de un descubrimiento por otro, lo que impide el recupero de las inversiones realizadas en ese lapso. El progreso no podrá, por lo tanto, ir de la mano del capitalismo, cuya condición necesaria es el beneficio del capital. Efectivamente, la teoría del "realismo periférico" es la nueva teoría que viene a sustituir a la caduca teoría tercermundista, reflejando la nueva realidad de las burguesías de los países periféricos, la pérdida de sus márgenes de maniobra y la necesaria aceptación de las condiciones generales de dominación del capital financiero internacional. El concepto de “Estado comercial” podría asimilarse a “agente de negocios” del gran capital en la periferia.


 


Esto es estrictamente cierto para la alta burguesía argentina, que luego de contraer una abultada deuda con la gran banca internacional, transfirió su deuda al Estado para luego recomprar títulos de deuda externa devaluados, que pagan un interés en dólares de acuerdo a su valor nominal, y utilizar parte de ellos para quedarse con activos del Estado a valores ridículos. Por supuesto, esta burguesía local es partidaria del pago puntual de los intereses de la deuda externa argentina, y en ese sentido, socia menor del capital financiero internacional.


 


Pero la burguesía argentina es sólo un ejemplo de un fenómeno que acontece en la totalidad de los países atrasados, por encima de sus particularidades. Escudé puede sentirse orgulloso de haber producido una teoría exportable, pero sería aconsejable, para que tal operación le resultara rentable, que arbitre los medios con la mayor celeridad, de modo que su colocación en el mercado no se vea superada por la vertiginosidad de los acontecimientos.


 


El método es todo


 


La afirmación de Escudé, en el sentido de que es posible una política exterior centrada en el interés o bienestar de los ciudadanos que no sea acompañada por una política económica de igual signo, constituye un grave error metodológico. La política es inseparable de la economía, del mismo modo que la política exterior e interior de un gobierno determinado son la prolongación una de la otra en distintos ámbitos.


 


Los clásicos del liberalismo son los que precisamente hacen este aporte a las ciencias sociales. Sólo el marxismo produjo en la historia una superación del liberalismo, pero tomando y redefiniendo la economía política como un todo. Los desarrollos posteriores del pensamiento burgués separan la economía de la política como una demostración de la incapacidad de superarla crítica marxista.


 


Al separar las ciencias sociales y políticas de la economía, éstas pierden su carácter científico, cayendo con frecuencia en el empirismo, el idealismo o el puro impresionismo.


 


La ley de leyes de cualquier gobierno es la ley de presupuesto, porque en ella se concentran las políticas hacia el exterior y el interior, la asignación de recursos por área, etc. En ella se definen las proporciones destinadas al pago del crédito externo e interno, la naturaleza de las inversiones a realizar, las partidas para educación, salud, investigación, defensa, etc., COMO UNA UNIDAD, porque aquello que se destina con un propósito, necesariamente no puede afectarse a otro.


 


Esto, que parece una obviedad, sin embargo no es tomado por el autor, aun cuando le parece recomendable que los estados periféricos adopten el carácter de “comerciar, lo que en un sentido podría traducirse como fundamentalmente orientado por el interés económico. Más aún, Escudé fue —según la solapa del libro— asesor del ministro de Relaciones Exteriores entre 1991 y 1992. ¿Cómo puede escapársele que tanto Cavallo como Di Telia no son hombres de tradición diplomática sino con vasto currículum en el terreno de la economía? ¿No se interrogó Escudé el significado de ia designación como canciller del hombre que estatizó la deuda privada contraída con el exterior y que luego haya tomado las riendas del Ministerio de Economía?


 


Dime a quién designas y te diré qué vas a hacer. El rasgo fundamental de la política exterior del gobierno de Menem —y consecuentemente también interior— es el cumplimiento del pago de la deuda externa. Someter la aprobación del presupuesto al FMI y fijar como jurisdicción, para que arbitre sobre los diferendos con el capital financiero, los tribunales de Nueva York. Si sumamos a esto todas las políticas destinadas a complacer a los EE.UU., se debería poder afirmar que el riesgo país debería disminuir para la Argentina; sin embargo, la tendencia es inversa. ¿Dónde están las inversiones extranjeras que han producido crecimiento económico y bienestar? La extranjerizaron de la economía ha consistido en la transferencia de activos preexistentes a precio vil, con el argumento fundamental de disminuir el endeudamiento con el exterior. El primer operativo se llevó a cabo, pero el endeudamiento se duplicó. ¿Quién paga? ¿O cómo se paga lo que se paga? El gobierno sostiene que ha habido crecimiento del PBI en los 4 años de gobierno, pero esto se llevó a cabo con decrecimiento de la mano de obra ocupada (los desocupados y subocupados ascienden hoy al 30% de la población económicamente activa); como consecuencia de la inflación operada desde el congelamiento salarial impuesto a partir de la convertibilidad, los salarios disminuyeron en su capacidad adquisitiva más del 30%, los salarios diferidos (jubilaciones) no cuentan más con aportes patronales y los salarios indirectos por aportes patronales a las obras sociales disminuirán según el presupuesto para 1996, en 620 millones de dólares. Igualmente, en ese presupuesto se reducen las partidas para educación.


 


Esto se completa con los aumentos de los impuestos al consumo, que pagan tanto ocupados como desocupados. ¿Queda claro quién paga? La adopción del “realismo periférico” no ha producido bienestar alguno, sino —por el contrario— una fenomenal regresión en las condiciones de vida de las masas. El deslinde de responsabilidades, "el realismo periférico no es una panacea…", encuentra su complemento en la amenaza de “los costos de confrontación" eventualmente superiores.


 


En sólo dos líneas, Escudé revela una completa incomprensión de la situación política mundial, cuando dice: “Generalmente hay más inversiones posibles que dinero para invertir". Pero si así fuera, por qué tantos países que hacen buena letra como la Argentina padecen una situación similar. El retorno de 34.000 millones de dólares fugados y ahora depositados en los bancos de la city porteña no ha aumentado el crédito, por la sencilla razón de que los bancos se niegan a prestar a las empresas por su alto grado de insolvencia, pero como se ven obligados a pagar las tasas pasivas, el gobierno paga un importante interés por los encajes en el Banco Central, con el objeto de evitar una nueva crisis bancaria. Asistimos efectivamente, a una crisis capitalista de la mayor profundidad conocida de excedentes de capitales y sobreproducción. La realidad es exactamente la inversa de lo que Escudé afirma.


 


Las cuestiones de defensa: el misil Cóndor y Malvinas


 


Escudé considera muy adecuada la política seguida por el gobierno de Menem en el área de defensa y —en general— con respecto a las fuerzas armadas, en la línea de colocarse bajo el ala de una gran potencia (EE.UU.), para —en última instancia— evitar “conflictos potenciales" o confrontaciones que dificulten el objetivo de lograr una sociedad orientada por el bienestar de los ciudadanos y la democratización de la vida política. Sin embargo, tales propósitos se ven completamente contradichos por los acontecimientos. Ni el desmantelamiento del misil Cóndor, ni la privatización — a manos de la Lockheed— del Area Material Córdoba (en la linea de satisfacer los intereses de seguridad de los EE.UU.), así como de otros sectores de producción bélica dependientes del Ministerio de Defensa, impidieron que en Buenos Aires se desarrollaran acontecimientos como los atentados a la Embajada de Israel o contra la AMIA. Desconocemos cuáles son las vinculaciones de estos sucesos con la política exterior del gobierno de Menem, pero al menos sabemos que ha sido incapaz de preverlos e ineficaz para combatirlos. ¿Lo sucedido en Río Tercero no es dependiente —con sus enormes connotaciones para la seguridad de los 'ciudadanos'— de la política de “defensa” del “realismo periférico” menemista y sus rigurosas apreciaciones de “costos y beneficios", aunque en el plano de los “riesgos" se hayan cometido algunas “imprecisiones”?


 


La participación de Menem como mediador en favor de la paz entre Perú y Ecuador, y con el envío de “tropas de paz" a Yugoslavia, parecerían condecirse con los enunciados "éticos” del "realismo periférico". A su vez, la venta de armas producidas a bajo costo — por las disminuciones de personal en las fábricas y la prescindencia de gastos 'superfluos' en seguridad laboral— y vendidas a Ecuador y Croacia (simultáneamente con las gestiones por la “paz”), parecen ajustarse por completo al concepto de “Estado comercial" y al sano espíritu mercantil; bastaría que el periodista de Clarín premiado por su investigación nos dijera que la información de la operación de venta de armas se filtró por una gotera del paraguas de una gran potencia que nos cobija, para comprender en su totalidad los beneficios del alineamiento pregonado desde la teoría.


 


La pérdida de potencial de agresión por parte de las fuerzas armadas está referida en el diseño del gobierno de Menem, a las posibilidades operativas “extramuros”, sobre todo por las implicancias para las inversiones petroleras en Malvinas, pero de ningún modo esto ocurre “dentro de casa”. Los indultos a los genocidas del proceso, la creación de la Secretaría de Seguridad y grupos de elite, y el hecho de que el 69% de los salarios del Estado correspondan a organismos de seguridad, así como la fabricación de napalm, revelan hasta qué punto las tendencias profundas de la política de defensa del menemismo se orientan hacia la represión de las masas que salen a la lucha en la defensa de sus condiciones de vida.


 


La nueva ley sobre las modalidades de reclutamiento de las Fuerzas Armadas, es necesario recordarlo, es una respuesta defensiva del gobierno frente a la repulsa generalizada que causó la muerte del soldado Carrasco y, posteriormente, de los dos soldados muertos en el Regimiento de Granaderos. El mismísimo Comandante del Ejército —hombre con sensibilidad de balletómano— salió a echar lastre con críticas al pasado accionar de su fuerza para frenar las confesiones públicas de los arrepentidos de ayer, ofreciendo sus oídos y sus anchos hombros comprensivos y, por sobre todo, para que no apareciera a la luz pública la cadena de complicidades y encubrimientos de los crímenes de hoy. Pero, mal que le pese a Escudé, la ley no anula la conscripción, sino que establece que ésta queda subordinada al cumplimiento del cupo de personal rentado ingresado por “su propia voluntad", aunque esta “voluntad” o ¡vocación! esté orientada por una desocupación y subocupación que alcanza el 30% en la totalidad de la población económicamente activa. Las cifras entre la juventud llegan a registros de escándalo.


 


Pero más allá de esta descripción de los acontecimientos, es necesario señalar que un ejército profesional, en su totalidad, tiende a desarrollar más agudamente su característica de corporación extraña y separada de la sociedad y, en última instancia, supuestamente más dispuesta a intervenir contra el pueblo en caso de “conmoción interna generalizada”, como contempla la Ley de Seguridad.


 


El destino reservado a las fuerzas armadas en la teoría del "realismo periférico" es el de una Guardia Nacional Mercenaria dispuesta a intervenir contra el pueblo argentino o, eventualmente, como 'gurka' del Departamento de Estado.


 


Malvinas


 


Sorprende que la crítica hecha al ex canciller Caputo no se aplique a la política actual de la Cancillería sobre Malvinas. Escudé sostiene que era inadecuado “hacerle sentir el costo de la Base Militar a Inglaterra", porque ésta terminó concediendo a los kelpers la atribución de llamar a licitación de pesca en el área, con lo que puede financiar los costos de la base. Pero los acuerdos pesqueros son un poroto comparado con las implicancias que puede llegar a tener el acuerdo petrolero suscripto por el menemismo. Si se cumplieran algunos pronósticos de las prospecciones que dicen que alrededor de Malvinas habría reservas petroleras equivalentes a las del Mar ¿el Norte, Argentina se encontraría en presencia de un monstruo, en condiciones de desarrollar una política expansiva capaz de vulnerar cualquier política de defensa que se conciba para la Patagonia. Pero, mientras que para los acuerdos de pesca las empresas licitantes podían prescindir del OK de Buenos Aires, a la industria petrolera, por la envergadura de las inversiones requeridas y los tiempos para su recuperación, se le hacía imprescindible que Argentina formara parte de los acuerdos, bien que guardando las formas para que no peligrara la soberanía británica sobre Malvinas. El gobierno de Menem se ha prestado a esto por el 3% y la oposición burguesa ha puesto reparos de montos y de detalles, sin denunciar la posibilidad de congelar la situación. El gobierno argentino se puso del lado de los intereses de las petroleras con inversiones en la Argentina, que presionaron en favor del acuerdo.


 


La malvinización de las relaciones exteriores argentinas por parte de los militares del proceso como del menemismo, tiene en común su profundo aventurerismo, sin medirlas consecuencias para el pueblo argentino, encandilados por algún éxito efímero inmediato que les dé un respiro a su crisis política.


 


Sobre la estabilidad del mapa


 


Escudé da por sentado en su obra que no es razonable pensar en anexiones territoriales por la tendencia presente al desarrollo de “Estados comerciales”, y da como ejemplo que EE.UU. no anexaría a México, ni Brasil rivalizaría por Uruguay y Paraguay con Argentina, mencionando también el ejemplo de la CEE, que se orienta a la integración económica en términos de cooperación.


 


En realidad, precisamente por la falta de oportunidades de inversión, la competencia económica adquiere cada vez mayor virulencia, hasta transformarse en guerras comerciales o guerras militares por procuración, donde los contendientes tienen detrás los intereses de grandes potencias (Yugoslavia).


 


La crisis económica mundial tiene como consecuencia tendencias a la atomización, como expresión de la rivalidad de intereses entre las burguesías de distintos países y aun al interior de éstos, vía intentos de autonomía o segregación. Esta corporización de los intereses en las políticas de los Estados no lleva a la cooperación, sino a la competencia; la atomización es sólo la contrapartida de las tendencias anexionistas, allí donde una potencia requiera disponer del control más pleno para la protección de los intereses que representa. Curiosamente, ésta puede ser la suerte final de las relaciones entre México y EE.UU.


 


En el Viejo Continente —a su vez—  la posibilidad de la moneda única en la CEE está cada vez más lejana, por la imposibilidad de la mayoría de los Estados miembros de cumplir con las exigencias necesarias para su concreción, en gran parte por la debilidad de los gobiernos para imponerle a las masas el retroceso de sus conquistas sociales, para ajustar los deficitarios presupuestos estatales.


 


Es decir que, como consecuencia de la crisis mundial, asistiremos a bruscos cambios en la situación de los estados y de las delimitaciones territoriales, lo que avivará las rivalidades nacionales y el florecimiento de tendencias armamentistas y militaristas, no sólo en los países periféricos sino aún en los desarrollados. El desarrollo de las 'milicias' en EE.UU. y la evolución política de la derecha republicana indican una tendencia a la fascistización.


 


El valor de las palabras


 


Escudé no puede sustraerse a la moda predominante entre los intelectuales y dedica extensas páginas a una apreciación semiológica sobre el “discurso en las relaciones políticas internacionales", preconizando el abandono de "la falacia antropomórfica”. Pero, a su vez, introduce planteamientos a través de las 'palabras' para denominar el cuerpo de valores con que analiza la realidad, manifestándose a favor de “presupuestos democrático-libera-les sobre los que deberían basarse las relaciones entre los individuos y el Estado", contrario al "típico modelo socialista-colectivista y del modelo alemán del Volksgeist, según los cuales el individuo vive para servir al Estado”.


 


Como en estas sucintas palabras están expresados los valores que llevan al núcleo de la teoría “ciudadano-céntrica" del "realismo periférico”, avanzaremos sobre su significado.


 


El individuo


 


“El individuo" se trata de una abstracción sin contenido alguno. Los seres humanos nacen vinculados y son esas vinculaciones las que los caracterizan en su vida. Son hijos de alguien, que a su vez tiene una profesión, en algún lugar del planeta y habla una lengua, participa de valores comunes con otros seres humanos, pertenece a una clase social, etc.


 


Por lo tanto, hablar de “las relaciones entre el individuo y el Estado" es precisamente una negativa a abordar la naturaleza del Estado y sus relaciones con los seres humanos, según su origen de clase, nacionalidad, sexo, etc. Se trata de una formulación encubridora del carácter de clase del Estado, porque éste no se relaciona de la misma manera con los “individuos” como Macri, que con los “individuos” que trabajan en las fábricas de Macri.


 


Individuo o colectivismo


 


Al caracterizar como colectivistas al socialismo y al nazismo, la inclinación de Escudé por el “sano mercantilismo” se transforma en un contrabando ideológico.


 


Es obvio que Escudé, cuando habla de socialismo, se está refiriendo al stalinismo, del mismo modo que cuando habla de Volksgeist habla del nazismo, tomando a ambos como ejemplos de colectivismo. Pero, ¿por qué razón una organización social puede caracterizarse como “colectivista"? En mi opinión, estas razones son: el interés de los integrantes de la “colectividad” y la aplicación de mecanismos "colectivos” de decisión política. Ni el nazismo ni el stalinismo son colectivistas, ya que quienes gobiernan con mano de obra esclava (campos de concentración), aplastamiento de nacionalidades, persecuciones raciales y políticas, no defienden el interés de la colectividad. A su vez, tanto el nazismo como el stalinismo son la negación de la aplicación de mecanismos “colectivos de decisión política. Por el contrario, expresan un alto grado de concentración de los ámbitos de decisión, llegando por la vía del culto a la personalidad al gobierno de un “individuo”.


 


El nazismo, como el stalinismo, son expresiones políticas contrarrevolucionarias que traducen la concentración económica del capital financiero y sus limitaciones expansivas al plano de la política, con sus secuelas de militarismo y destrucción por la vía de la guerra.


 


Por el contrario, todas las revoluciones han producido el efecto inverso, han ampliado los intereses sociales representados como consecuencia, a su vez, de una ampliación de la participación social en las decisiones políticas. Esto es aplicable a las revoluciones burguesas contra la nobleza y a las revoluciones obreras.


 


Elites vs. ciudadanos


 


La teoría del realismo periférico procura establecer una racionalidad ciudadano-céntrica en oposición a los privilegios de las elites del Tercer Mundo. Pero así como el individuo es una abstracción sin sentido, el ciudadano es algo bien concreto y ubicable como sujeto histórico. Si el ciudadano es alguien que tiene derechos políticos reconocidos en un Estado determinado, el antagonismo entre elite y ciudadano es inexistente, ya que quien pertenece a la elite posee abundantes derechos políticos reconocidos, y más aún, ciudadano y elite desde su origen tienen un significado equivalente, ya que en la Grecia antigua, el ciudadano era un señor con derechos políticos en una sociedad esclavista, es decir, en la que otros seres humanos no tenían derecho ni sobre su propia vida, porque ese derecho estaba reservado para una elite integrada, precisamente, por los ciudadanos. Ciudadano, en este caso, es un equivalente de opresor, negrero y esclavista. Si el significado de ciudadano pudo tener sentido en las revoluciones burguesas, en oposición a los privilegios de la nobleza, en la actualidad su función es ocultar las contradicciones de clase en el seno de la sociedad capitalista. Hace muchos años, Marx demostró las limitaciones insalvables de la democracia burguesa en términos de progreso de la humanidad.


 


En la Argentina de Menem, los derechos de los ciudadanos asalariados son aplastados todos los días, en tanto que los de los ciudadanos Soldati, For-tabat, Antelo, son tenidos en alta consideración. Por otra parte, algunos señores que no son ciudadanos argentinos, como Camdessus y John Reed, evidentemente tienen más derechos que nadie en la Argentina.


 


Conclusiones


 


La teoría del “realismo periférico" se corresponde con la evolución política de las burguesías de los países atrasados, en el marco de la crisis mundial capitalista: con su imposibilidad de superar el atraso agrario, desarrollar la industria en la escala de los países avanzados y establecer la democracia política. Es una teoría de la resignación de una dase social, que advierte la verdadera naturaleza de sus limitaciones. Pero, a la vez, que no resigna sus privilegios, ofreciéndose como gestora de los negocios de burguesías más poderosas.


 


Naturalmente, con la implementa-ción de esta teoría, las masas de los países atrasados están condenadas a la miseria extrema. El bienestar de los ciudadanos, pregonado desde la teoría, se circunscribe a una elite privilegiada y la concentración del poder político en pocas manos es una expresión de la estrechez de las posibilidades de negocios existentes.


 


La superación del atraso y de los privilegios, como de las contradicciones nacionales, únicamente podrá desarrollarse sobre la base de la estructuración política a escala mundial de la única clase social capaz de desplazar a la burguesía imperialista del poder político, y anular las contradicciones de clase y el modo de producción capitalista, que obstaculizan el progreso de la humanidad: el proletariado.


 

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