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La crisis extraordinaria de la economía argentina


Durante varias semanas, desde marzo pasado, el columnista del diario La Prensa, Juan Carlos Casas, apabulló a sus lectores con evidencias de una poderosa reactivación económica. "Cavallo enterró la recesión", proclamaba triunfante Casas (1). Por cierto, Casas era tan sólo el vocero más ‘extremista’ de los 'expertos' que día a día, junto a Domingo Cavallo, afirmaban que la crisis económica había terminado y que “la recuperación ya estaba entre nosotros”.


El domingo 30 de junio, sin embargo, Casas se despachó, sin transición, hacia el otro lado. Sin la menor mención a lo que escribió en las 8 semanas anteriores, el columnista afirmaba ahora que “la recesión no parece haber terminado…”, que una encuesta de Mora y Araujo “confirma el humor sombrío del grueso de la población”, que aunque el desempleo habría caído al 16% (ya el domingo 30 se sabía que era del 17,1%) “esto habría ocurrido más que por la creación de nuevos puestos, porque muchos desocupados dejan de buscar trabajo, desanimados por tanto esfuerzo inútil”.


 


Más revelador es el siguiente dato: “Aun entre los afortunados (sic) que tienen trabajo, su espíritu no está en paz pues la encuesta revela que el 49% cree probable su pérdida en los doce meses siguientes (44% lo cree poco probable)”.


 


Sobre la situación fiscal, el otrora optimista Casas dice ahora que la re-caudación cae y los gastos crecen, y que la diferencia se cubre con deuda. “Pero las deudas generan gastos de intereses importantes que ya tienen peso significativo en el presupuesto al tiempo que impiden que baje la percepción (sic) del riesgo argentino. Situaciones que normalmente pueden perdurar indefinidamente, siempre que el PBI y consiguientemente la recaudación, y Ia monetización, crezcan más rápidamente que la deuda y sus intereses. Algo que está por verse en la Argentina”.


 


En el final, Casas es lapidario con la llamada confianza inversora que en las semanas anteriores había reivindicado a los cuatro vientos: “el resultado es que entre los países que tienen calificados a los bonos del gobierno, los argentinos tienen el dudoso privilegio de tener la peor calificación, tras Brasil”.


 


¿Ciclo económico?


 


El error común de todos los que anunciaron una fuerte reactivación, se encuentra en la caracterización que hacen de la crisis. La tesis capitalista oficial es que la caída de la economía, desde mediados de 1994 y en 1995, alcanzó un piso, y que necesariamente debe retomar un crecimiento impetuoso, porque el llamado ‘efecto tequila' demostró la fuerza de la convertibilidad y de la paridad cambiaria, lo que ofrece un marco de garantías impresionantes al capital extranjero.


La verdad es, sin embargo, que el ‘plan Cavallo’ había entrado por la senda de la recesión mucho antes del ‘efecto tequila ’, como consecuencia de sus propias limitaciones. En sólo tres años, el ‘plan’ había agotado los recursos de las privatizaciones y de los créditos internacionales de corto plazo, aumentando en forma considerable la elevada deuda externa, así como el endeudamiento interno, principalmente con los bancos. La disminución de las posibilidades especulativas y el aumento de la tasa de interés en EE.UU., pusieron el plan al desnudo, porque le negaron la fuente de financiamiento externo. Tampoco es verdad que hubiera salido fortalecido del ‘efecto tequila', ya que provocó una caída del PBI, en 1995, del 10%, y porque tuvo que ser socorrido por créditos internacionales públicos, del orden de los 15.000 millones de dólares. Al día de hoy, además, sigue siendo un secreto el monto de recursos perdidos por el Banco Nación y el Tesoro Nacional, como consecuencia del “fondo fiduciario" que se puso en marcha para rescatar al sistema bancario.


 


Es, por cierto, groseramente superficial reducir el análisis económico a una estadística de ciclos y, peor, reducir el análisis de estos ciclos al ‘pálpito’ de ‘techos’ y ‘pisos’, ‘recalentamientos’ y ‘enfriamientos’. La descomunal quiebra económica del 95 condiciona fuertemente la reactivación, porque se necesita ahora una fuerte recomposición de la tasa de beneficios antes de que pueda insinuarse siquiera un ciclo de inversiones nuevas y porque será necesario depurar a muchos deudores quebrados antes de retomar un nuevo ciclo de créditos. Esto sin mencionar que la bancarrota generalizada de 1995 no fue más que la refracción de una crisis de alcance internacional.


 


Lo primero que llama la atención de los datos de la producción industrial de los últimos meses es la debilidad de la recuperación frente a la profundidad de la caída de 1995. Según estudios últimos, las cifras oficiales de una caída de la producción del 4,4% no serían ciertas. “En el Estudio Broda están calculando que entre el primer trimestre del '95 y el cuarto del mismo año el PBI cayó casi 10 puntos, lo cual ubica a la recesión del año pasado como la más profunda de los últimos 25 años" (2).


 


Este 10% negativo "superó todas las previsiones", porque como reconoce El Economista, los más osados habían pronosticado una recesión no mayor "de los 2 ó 3 puntos de caída”, argumentando para ello que la convertibilidad, los cambios ‘‘estructurales" y la "globalización financiera y comercial" habían creado un nuevo marco económico.


 


El PO, en cambio, pronosticó que el ‘plan Cavallo’ no era más que “una 'operación de pase' por la que el Banco Central recibe dólares a crédito, pues se hace contra la entrega de pesos que rinden una tasa de interés varias veces superior a la internacional. El peso se ha convertido en un título de vencimiento diario cuya cancelación no tiene lugar mientras la ‘operación de pase' se renueve. Cuando esto deje de ocurrir, volverá la hiperinflación y la depresión"(3). ¡Depresión!… fue exactamente lo que ocurrió.


 


En relación a esta depresión, las leves subas de la producción industrial en abril y mayo no marcan todavía una tendencia. Pero, peor aún, esas subas no son el resultado de una evolución espontánea del ciclo capitalista, sino de las rebajas de impuestos y de la reducción de los aportes patronales, del 30 al 80% según las regiones, que se decretaron a comienzos de año precisamente para promover la reactivación.


 


Se estima que entre menores impuestos y aportes hay un subsidio adicional a la clase capitalista de 300 millones de pesos por mes. La estrategia de Cavallo consiste, se ha dicho, en reactivar sacrificando las cuentas fiscales (4). Pero si suponemos que esos subsidios ya mermaron en unos dos mil millones de pesos las arcas del Tesoro, este gasto supera holgadamente los incrementos de la ‘reactivación’.


 


La envergadura de la crisis, señalamos en Prensa Obrera 496, (30/5/96), la mide justamente esta ‘insensibilidad’ de la producción a los subsidios. Esto lo reconoce, ahora, el Informe del Banco Río: “Desde el punto de vista del trazado de las perspectivas macroeconómicas, el interrogante reside en la viabilidad de un esquema de reactivación basado en el deterioro fiscal".


 


Es probable, incluso, que la producción automotriz de 1996 sea inferior a la de 1995, a pesar de los mayores envíos a Brasil por la compensación de déficits pasados. “Hasta hace 3 ó 4 semanas, los empresarios del sector se inclinaban por un año 1996 con una venta global cercana a las 400.000 unidades, pero ahora todos se preguntan si esa cifra va a ser posible” (5). Antelo, de Ciadea, acaba de decir a Ámbito que no hay que esperar una producción mayor a 300.000 unidades.


 


“En nuestras estimaciones, el déficit fiscal para 1996 ascendería a 4.900 millones…” (6), dice Broda, pero se queda corto, ya que el déficit mensual ronda los 600 millones. La recaudación de junio, con los vencimientos de ganancias y bienes personales, resultó un fracaso, porque se obtuvieron 500 millones por debajo de lo previsto. Por esta razón, Cavallo pidió al Congreso un aumento del Presupuesto, es decir, autorización para seguir tomando deuda para cubrir el bache fiscal.


 


Sin embargo, no existen en la burguesía criterios comunes para hacer frente a esta bancarrota fiscal. Por ejemplo, algunos sectores de la burguesía financiera plantean “que no debe descartarse totalmente que resulte necesario revertir la débil situación fiscal mediante un mayor esfuerzo de recaudación, aún a costa de la reactivación” (7). Esto significaría dejar de lado la reducción de los aportes patronales, lo cual choca con los intereses de la gran burguesía industrial. O aumentar los impuestos a los combustibles.


 


Hasta ahora, ese déficit fiscal se está cubriendo con nueva deuda. En 1995, la deuda creció en 10.000 millones de pesos y crecerá otro tanto en 1996, esto luego que entre 1991 y 1995 “la deuda documentada creció en casi 27.000 millones"(8). Recordemos que entretanto, se remató la casi totalidad de las empresas públicas por menos de 20.000 millones de dólares, en gran parte en bonos desvalorizados.


 


“En lo que va del año el gobierno se endeudó en 6.208 millones de dólares… Eso significa que durante los primeros 5 meses, el gobierno ‘logró’ ubicarse a un paso del techo de 6.662 millones de dólares de endeudamiento adicional autorizado en la ley de Presupuesto. Aun así, el equipo económico sigue programando nuevas emisiones de deuda” (9). No se incluye aquí el descuento de los pagarés que firmaron los deudores que se acogieron a las moratorias impositivas y previsional.


 


Cavallo sostiene alegremente, que la deuda pública argentina es baja en relación a la de otros países, medida en relación al producto bruto. Este método de análisis prueba simplemente el agudo analfabetismo de la economía burguesa oficial, ya que compara categorías heterogéneas. La deuda representa un movimiento financiero, en tanto que el PBI es el cálculo del valor agregado por la economía durante el año. El PBI no puede ser usado como garantía nacional de una deuda, ya que ningún acreedor aceptaría que se le pagara con la producción del país, que no sabría si puede vender y que compite con la de otros países. Esa garantía sólo puede ser cubierta con recursos financieros equivalentes, por ejemplo, al saldo del comercio exterior, que en el caso argentino apenas llega al 10% de las amortizaciones e intereses anuales de la deuda externa.


 


Por otro lado, mientras la deuda pública de EE.UU. o Alemania está suscripta en sus propias monedas, dólares y marcos, la de Argentina no es en pesos sino en dólares, y aunque un economista explique que “Eso hace que en esos países las comparaciones puedan ser estables en el tiempo sin importar en absoluto cuál es el tipo de cambio vigente o la tasa de devaluación” (10), la verdad es otra, a saber, que esos países garantizan su deuda con la facultad de emisión de sus bancos centrales o con la posibilidad del Estado de recaudar coactivamente los recursos necesarios en su propia divisa. Si, en cambio, en esos países hubiera devaluacio-nes, se desataría una fuga de capitales que los llevaría a la bancarrota. Ocurrió en la crisis del 30 y recientemente, en 1971, cuando Estados Unidos decidió la inconvertibilidad del dólar al oro. En Argentina, finalmente, si la deuda es baja en relación al PBI, ello se debe simplemente a que el PBI está inflado.


 


Comercio exterior


 


Una limitación a las posibilidades de reactivación se encuentra en la ausencia de un boom exportador como el del año pasado. En 1995, las mayores exportaciones se debieron a la intensidad de la depresión interna, a la excepcional demanda de Brasil y también a la devaluación del peso como consecuencia de la devaluación del dólar en el mundo. Ahora, el dólar se revaluó el 10%, y por tanto también el peso, y Brasil no es la aspiradora de compras del año pasado.


 


En el primer cuatrimestre, las exportaciones aumentaron solo el 4%, con el agravante de que se beneficiaron las ventas de productos primarios y, en el caso de los cereales, el aumento se debe al mayor precio y no al volumen, porque el saldo exportable de este año es inferior al del año pasado. ‘‘La producción de granos… es calculada en 41 millones de toneladas, inferior en 3,49 millones a la precedente” y "el volumen exportado descenderá a 25,3 millones de toneladas (un 13,8% menos)” (11).


Si bien es cierto que el aumento de los precios internacionales de los granos aumenta la rentabilidad agraria, esto perjudica a la demanda interna del resto de la economía. Además, “la firmeza actual del mercado de trigo comienza a mostrar algunos indicadores bajistas, el precio de futuro está cayendo. Para octubre, cuando ingresa la cosecha del hemisferio norte, los precios caen 90 dólares por tonelada para las cotizaciones de la nueva cosecha" (12). “La euforia vivida hasta hace dos meses quedó en el olvido", tituló La Nación (17/6/96), en referencia a la “tendencia bajista de los granos".


 


El aumento del precio del maíz, alimento de los pollos, tiene un resultado contradictorio, porque aunque aumente el valor de las importaciones avícolas de Brasil, sería "el golpe de gracia" (ídem) a los polleros argentinos. A su vez, la “vaca loca” provocó un derrumbe de los precios y de las exportaciones de carne, que se estima en 200 millones de dólares.


 


El 40% de las exportaciones argentinas va a Brasil, donde hay un proceso recesivo, acompañado de medidas para frenar las importaciones, como es patente en los casos de textiles, juguetes y electrodomésticos.


 


Más serio, “si 14 de las principales 15 naciones están o bien en recesión o bien en crecimiento lento, se ve con claridad cuán problemática es hoy la salida exportadora, al no ser esos países una ‘locomotora de demanda' que incentive las exportaciones de países pequeños como la Argentina" (13). La crisis mundial pone un límite a las pretensiones de la burguesía argentina por resolver la suya en el marco del ‘plan Cavallo'.


 


Por eso, los pronósticos más optimistas señalan que "el año que corre finalizará seguramente con un superávit comercial aunque seguramente modesto y apoyado por el boom temporal de los granos" (14).


 


Quiebras


 


"Los créditos irregulares en el sistema bancario llegan al inicio de 1996 a la cifra de 15.822 millones, lo que a su vez representa nada menos que un 30,5% del total de préstamos al sector privado no financiero" (15). En relación al año pasado, "mientras los créditos aumentaron 3.274 millones, los créditos irregulares experimentaron una suba de 4.126 millones" (16). En consecuencia, todo el aumento crediticio "corresponde en realidad a préstamos de dudosa cobrabilidad…". (17).


 


Por eso, los bancos se lanzaron a pedir la quiebra de los deudores morosos: 805 pedidos sólo en los tribunales de la Capital Federal. “Los mismos bancos estimaron que esta cifra debe multiplicarse por cuatro en el interior del país, donde la crisis de las Pymes es mucho mayor” (18). En mayo, “el número de quiebras alcanzó un nuevo récord para los últimos cinco años" (19).


 


Pero el problema no es sólo de Pymes. El grupo Soldati, “admitió no tener demasiado en claro cuáles eran las posibilidades de recuperar los 300 millones de dólares de inversión…” en el Tren de la Costa, que corre “el riesgo de convertirse en el mayor fracaso comercial de Sociedad Comercial del Plata”(20). La petrolera Astra fue vendida porque “la compañía ve limitado su nivel de inversión a su capacidad de endeudamiento, una posibilidad cada vez más recortada por la deuda que debió tomar para participar en los procesos de privatización…" (21).


 


En general, en el caso de las grandes empresas, "las ganancias de las compañías correspondientes al primer trimestre de 1996, disminuyeron 65,5% respecto del mismo período del año anterior, de acuerdo a una muestra de 122 empresas que cotizan en la Bolsa de Comercio" (22). De una ganancia de 736 millones en enero-marzo de 1995 se pasó a 253 millones en el primer trimestre de 1996, sin contar “la desvalorización de activos por 360 millones ni las ganancias de Ipako y Garovaglio de 80 millones por la venta de Polisur”.


Aun así, parte de esas ganancias se debe “a la suba en el precio de los bonos" (ídem), lo que significa que no responden a la actividad productiva de las empresas, y que tienen un carácter ficticio que las puede hacer desaparecer en cualquier momento.


 


En el caso bancario, el carácter ficticio de los resultados es aún superior. Durante 1995, “hubo un crecimiento de 4.612 millones en la cartera de títulos públicos financiado en buena medida por la caída de 3.274 millones en las tenencias de efectivo liberadas como consecuencia del reemplazo del sistema de encajes por el sistema de requisitos de liquidez” (23).


 


En consecuencia, los precios de los títulos fueron inflados por el Estado, que proveyó a los bancos de los fondos para que compraran títulos, los cuales pueden ser contabilizados, en parte, no a su valor de mercado sino al nominal más los intereses, (“investment account").


 


Las quiebras y la caída en las ganancias (y hasta pérdidas, como en el caso de Acindar, Celulosa, Baesa, Colirín, Indupa, Metrogas, Polledo, Della Penna) explican por qué los bancos no dan créditos y prefieren prestarle al Estado y especular en la Bolsa. Mientras los depósitos crecieron desde noviembre de 1995 en 7.000 millones, sólo 1.000 millones fueron prestados al sector privado: los otros 6.000 millones fueron a la compra de títulos y acciones (24). Es más, aunque los bancos recuperaron los depósitos perdidos en 1995, esto oculta el hecho de que el movimiento de fondos de los bancos con el exterior es, en lo que va del 96, negativo, porque cancela deudas, lo cual fue compensado hasta ahora por el ingreso de fondos provenientes del crecimiento de la deuda pública (25).


 


Por consiguiente, el 'boom' bursátil, de los últimos meses no se explica por la ‘reactivación’ en puerta sino por la falta de oportunidades de inversión y de créditos. La creciente cantidad de títulos públicos y acciones en poder de los bancos agrava la situación bancaria. Si el ‘boom’ bursátil no se sostuviera o se produjera una suba en la tasa de interés, que derribase el valor de los títulos, la delicada situación bancaria se haría insostenible.


 


Desplazamiento


 


Una manifestación de esta crisis es el desplazamiento de la gran burguesía nacional de las principales áreas económicas y su retracción estratégica a manos del capital imperialista. “Luego de diversificar, los holdings locales se concentran estratégicamente", dice El Economista, (21/6/96), en un intento de maquillar la realidad.


 


Según el mismo Economista, "Alpargatas tiró por la borda el tradicional esquema que aglutinaba 4 negocios diferentes (calzado, textil, construcción y pesca). La compañía pasó de una sociedad comercial a ser una sociedad inversora, con acciones en diferentes empresas que se especializan en negocios independientes. El objetivo explícito de la reorganización fue que los eventuales aliados de Alpargatas no se vean afectados 'de rebote' por resultados negativos de otras actividades".


 


No obstante, “el tequila sorprendió a Alpargatas luchando por sobrevivir con una deuda altísima en un mercado hiper- competitivo. Desde entonces sigue hincando el diente a la estructura de la empresa: se quedó con la mitad de las plantas donde trabaja la mitad de la gente. Y aún siguen desprendiéndose de activos. El Banco Santander, desde que Alpargatas no pudo completar el año pasado el pago de una obligación negociable, tiene a la venta el 20% de su sector calzados" (26). Esto no es una concentración estratégica, sino un repliegue general.


 


La petrolera Astra fue comprada por el grupo español Repsol, el cual amenaza ahora las posiciones de Comercial del Plata, del grupo Soldati, quien afronta una delicada situación por el desastre financiero del Tren de la Costa. Sucede que Comercial del Plata y Astra eran socios en la distribuidora de combustibles Eg3, por lo que ahora Soldati tendrá que vérselas con Repsol. “Cualquier propuesta de capitalización por parte de la compañía española podría licuar rápidamente la posición accionaria de Comercial del Plata dentro de Eg3, sobre todo por la falta de liquidez que posee el grupo liderado por Soldati" (27). Lo que sucede es que Soldati tiene “una abultada deuda financiera de 615 millones de dólares. Para reducirla se desprendió de su tenencia de Telefónica por casi 100 millones, de Philco y de Durlock. Tienen el cartel de venta del 20,8% de Telefé, del 15% de Central Térmica Güemes, del 55% de AgorCross (agroquímica) y del 15% de Transener" (28). También se desprendería de la participación en el Ferroexpreso Pampeano.


 


El Grupo Peñaflor (vinos, cervezas, Cepita, Carioca, agua mineral), “con el objetivo de reducir las deudas y buscar alternativas para manejar sus finanzas, contrató los servicios del Bankers Trust” (29). Dice que "no van a entregar el management (gerenciamiento) o el control de la compañía”, pero ya comenzaron “a vender un porcentaje de Bieckert”.


 


Molinos Río de la Plata salió a endeudarse por 400 millones, ante “el inminente vencimiento de obligaciones negociables emitidas en 1993 que vencen a fin de año" y que no puede pagar (30). Este endeudamiento de 400 millones de dólares representa nada menos que el 40% de un capital infladamente calculado en mil millones, lo que significa que la propiedad de la compañía puede pasar en cualquier momento a manos de los acreedores. Bunge y Born, en 1988, “tenía 40 empresas y 14.000 empleados. Ahora posee apenas 2 compañías con 6.200 trabajadores” (31). La ‘estrategia’ del pulpo fue concentrar sus negocios en Molinos, con los resultados que están a la vista.


Gatic. Menem y Cavallo intercedieron ante el Banco Nación y el Banco Provincia para que “le concedan a la empresa de Eduardo Bakchellian —la licenciataria de Adidas, Gatic créditos blandos por 30 millones de dólares para que regularice sus cuentas con la DGI" (32). ‘“Ni loco le voy a prestar plata del banco. Gatic está en la lona y ya nos debe mucha guita. Es un disparate, respondió Rodolfo Frigeri, presidente del Banco Provincia” (33). “La compañía arrastra una deuda bancaria de 102 millones, debe otros 17 millones a la DGI y 34 millones en garantías bancarias… mientras su deuda comercial podría llegar a los 60 millones" (34).


 


Macri. Luego de haberse concentrado fuertemente en el negocio automotriz, y como resultado de su desvinculación de Fiat, y la posible adquisición de Sevel por parte de Peugeot, el grupo relativizó la importancia del negocio automotriz y le prestó mayor atención a otras divisiones. En este nuevo esquema, Macri deposita esperanzas en Sideco (ingeniería y construcción), Itrón (informática) y Coragri (holding de alimentos)" (35).


 


Esta es la radiografía de grupos que aún se consideran exitosos. En el camino quedó Garovaglio y Zorraquín-lpako, que pasó de tener intereses en el sector bancario, de electrodomésticos y de latas a convertirse en una cáscara vacía. Llegó a controlar 43 empresas y ahora no tiene otros activos que dinero en efectivo"(36)


 


También Acindar quiso diversificarse para salir de la crisis de la siderurgia, pero sólo logró enterrarse más. Vendió su participación en Anticipar AFJP, en Central Térmica Guemes y en Siderar. Vendió las oficinas de la Capital y " de 6.300 personas que tenía en 1991 quedarán 3.000 a fin de año" (37). Aun así, en el primer trimestre de 1995 perdió 5,4 millones, quebranto que trepó a 28,8 millones en el primer trimestre de 1996 (38).


 


No le fue mejor Iberia con Aerolíneas, por lo que ahora decidió vender Austral. “La relación activo/pasivo es de 1 a 6" (39), lo que significa que por cada peso que tiene debe 6, y "además todos los meses paga entre 18 y 30 millones destinados a cancelar intereses" (40).


 


Otras industrias que conocieron fuertes desplazamientos de la burguesía nacional fueron las de alimentos, como la compra de Terrabussi por el pulpo Nabisco, la penetración extranjera en los supermercados o la compra de ingenios y cañaverales por el monopolio Coca Cola.


 


La venta de grandes empresas de capitalistas nativos a grandes corporaciones extranjeras traduce un proceso de pérdida de posiciones claves, dentro de la industria, de la gran burguesía nacional. Ahora, el FMI y los grandes banqueros se proponen privatizar el Banco Nación, lo que colocaría al propio Estado y a la burguesía nacional sin resortes financieros propios o el socorro necesario ante una crisis económica.


¿Por qué se produce este proceso?¿Adónde se dirige la gran burguesía y por ende el gobierno menemista? Los grandes grupos económicos nativos (Macri, Techint, Acindar, Pérez Companc, Astra, Fortabat, Roggio, etc.) surgieron en la década del 40, principalmente como contratistas del Estado, beneficiados con créditos ‘blandos’ y precios 'duros' que los distintos gobiernos capitalistas honraron al pie de la letra.


 


Este proceso se afianzó con el desarrollismo, que lo amplió al petróleo, con la cesión de áreas de YPF a Pérez Companc, Astra, Bridas, etc., que revendían a YPF el crudo que extraían, a precios garantizados varias veces superiores a los costos de la petrolera estatal. Lo mismo hicieron los proveedores de ENTel y de todas las empresas públicas. Martínez de Hoz completó el cuadro cuando puso a las empresas públicas como garantía de la deuda externa.


 


De este modo, la bancarrota de las finanzas públicas, de 1950 a 1990, no es más que la historia de la confiscación realizada por los grandes grupos económicos aliados al Estado capitalista.


 


Con la asunción de Menem, se rescató la deuda externa mediante la malversación del patrimonio público, en las denominadas privatizaciones. Los mismos grupos que se estructuraron gracias a los contratos leoninos y a la deuda pública, lucraron con las privatizaciones destinadas a resarcir esos contratos: los Pérez Companc, Soldati, Techint, Macri, etc., en alianza con grupos extranjeros, aparecieron en cuanto remate había. Se desprendieron de los desvalorizados títulos de la deuda a cambio de suculentos activos y negocios. Los Techint, Perez Companc, Roggio, Soldati y Pescarmona parecieron dominar, de este modo, el panorama económico y político del país.


Sin embargo, este mismo proceso abrió una nueva situación. Techint, por ejemplo, un conglomerado siderúrgico, se metió a operar un ramal ferroviario y a extraer petróleo. Macri, en lugar de invertir en la industria automotriz, se diversificó al peaje en rutas. Peréz Companc, de petroquímica y petróleo, pasó a tener posiciones en teléfonos y supermercados. Soldati pasó del petróleo a la explotación de un tren-“shopping”. Acindar, a administrar una AFJP.


 


Pero estos grupos no aportaron casi capital propio para 'diversificarse', sino que se endeudaron con bancos o grupos financieros del exterior.


 


De este modo, la llamada gran burguesía nacional abandonó posiciones industriales estratégicas para compartir la explotación de un conjunto de servicios, donde asumió una posición intermediaria-compradora. No aportó tecnología, ni siquiera recursos propios. Fue una mera intermediación, a partir de la cual adquirió llave en mano los equipos necesarios para operar con mayor deuda o, alternativamente, tercerizar el manejo operativo. En algunos casos, compraron empresas sólo para revenderlas, y embolsar la diferencia, como una simple operación financiera o inmobiliaria.


 


También se desplazó de una posición industrial a la calidad de rentista, con la compra de títulos públicos y acciones o la formación de AFJPs. La constitución del Mercosur valorizó los capitales de la región (es decir, las expectativas de beneficios extraordinarios), lo que llevó a los grandes pulpos imperialistas a copar posiciones regionales y a forzar el repliegue de la burguesía nacional. Así, Fiat decidió tomar el control directo de la producción y le retiró la licencia a Macri. Renault podría hacer lo mismo con Antelo, de Ciadea.


 


La depresión económica, desde mediados de 1994, precipitó el desenlace de la crisis de muchos grupos económicos ‘nacionales’. De este modo, el ‘plan Cavallo’ fracasó en dar un impulso estructural a la burguesía nacional, a pesar de todos sus incentivos. El único beneficio que el 'plan' le ofreció a la patronal nativa en este terreno, fue la posibilidad de ceder sus posiciones a cambio de un precio superior al desvalorizado precio de compra, pero considerablemente por debajo del que correspondería a la expectativa de beneficios monopólicos extraordinarios de ese capital.


 


Ahora, la gran banca y el FMI plantean, para renovar el crédito a la Argentina, la privatización del Banco Nación, lo que dejaría al Estado Nacional y a una gran parte de la burguesía terrateniente e industrial sin su palanca financiera y sin uno de sus principales medios de endeudamiento con el exterior (avales bancarios). Aunque Menem dijo que el Banco Nación no se toca, la banca imperialista tiene la sartén por el mango, aunque doblegar cualquier resistencia podría convertirse en el eje de una crisis política si la recesión se profundiza, o en el caso de una crisis de los mercados de exportación.


 


En el Informe al V Congreso del PO, de enero de 1992, se señaló que la participación de grandes pulpos nacionales en el botín de las privatizaciones no traducía un fortalecimiento de la burguesía nacional. Señalamos al respecto que estos grupos se ‘diversificaban’ por medio de las privatizaciones, abandonando en la mayoría de los casos posiciones en la industria por actividades de servicios. Además, la compra de activos y empresas públicas con deudas, hipotecaba el futuro de esos grupos.


 


Una conclusión del Informe de enero de 1992 era que la política de Cavallo, destinada a beneficiar a la burguesía nacional, no podría contrarrestar “las consecuencias de la crisis mundial ni la bancarrota económica de Argentina. Ofreció acuerdos sectoriales; valorización de los capitales accionarios; obtención de créditos en el exterior a tasas de interés inferiores a las del mercado nacional; congeló salarios e impuso la ‘ley de empleo’; eliminó los aportes jubilatorios patronales; se apresta a modificar la legislación sindical; autoriza cancelar deudas con bancos oficiales mediante títulos desvalorizados de la deuda externa; ha liquidado competidoras como Somisa o entregado bocados grandes como las empresas petroquímicas del área de Defensa; pero todo esto sólo ha servido como vía de escape a una bancarrota inminente del capital nacional, de ningún modo para potenciarlo como un factor independiente en el mercado mundial" (41).


 


Lo que debe quedar claro, en cualquier caso, es que si la crisis amenazara con privar a la burguesía nacional de sus beneficios especulativos, intermediarios o ficticios, antes de volverse contra el capital extranjero recurrirá a todos los medios económicos del Estado para producir nuevas confiscaciones contra los trabajadores, como las emisiones clandestinas de moneda, inflación, devaluación y mayor desconocimiento de la legislación sindical y social.


Las crisis en torno a las gigantescas corruptelas de IBM- Banco Nación y DGI, así como en relación a los juicios del Estado, o los choques con las ART, tienen como telón de fondo este proceso de desplazamiento de la burguesía nacional.


 


Perspectivas


 


La evolución de la situación económica está determinada, más allá de las alzas y bajas coyunturales, por un elevado grado de insolvencia capitalista, quiebras y desplazamiento de la burguesía nacional. Por consiguiente, está planteada una mayor destrucción de capital y fuerza de trabajo, por la vía de mayores quiebras y el desempleo.


 


En estas condiciones, el ‘convertible’ Ricardo López Murphy plantea dos cuestiones centrales: “se necesita un cambio de precios relativos que aumente la rentabilidad y la inversión, así como la exportación. Eso está asociado a una baja del precio de los servicios y a un incremento de la tasa de ganancia" (42). Plantea conseguir mayores modificaciones a las leyes laborales y reducciones salariales, para “facilitar el proceso antedicho”. “Si ello no alcanzara, en todo caso, disminuye el trauma de la corrección necesaria e inevitable", es decir, la devaluación.


 


De este modo, se completa el pronóstico del V Congreso de enero de 1992: la crisis del ‘plan’ Cavallo conducirá a la depresión y a la inflación. Entre esas dos fases nos encontramos. La crisis política no sólo es el reflejo del hundimiento del 'plan' sino de la falta de acuerdo en el gobierno y en la clase capitalista sobre cómo enfrentarlo.


 


 


 


 


Notas:


1. La Prensa. 9/6/96.


2. El Economista. 14/6/96.


3. Informe al V Congreso, enero 1992.


4. Ámbito Financiero. 22/5/96.


5. Clarín. 14/6/96.


6. El Economista. 3/5/96.


7. Informe Banco Río. mayo-junio.


8. Banco Río. ibídem.


9. Clarín. 11/6/96.


10. Ámbito Financiero.5/3/96.


11. El Cronista. 10/5/96.


12. El Cronista. 24/5/96.


13. Ámbito Financiero. 4/6/96.


14. Alberto de las Carreras, en La Nación. 7/6/96.


15. La Nación. 5/5/96.


16. ibídem.


17. ibídem.


18. Ámbito Financiero. 16/5/96.


19. Ámbito Financiero. 3/6/96.


20. El Economista. 17/5/96.


21. Noticias, 11 /5/96.


22. Banco Rio. ídem.


23. Banco Rio. marzo-abril 1996.


24. Ámbito Financiero.


25. Prensa Obrera. N° 501.


26. Clarín. 12/6/96).


27. Ámbito. 12/6/96.


28. Página 12. 8/6/96.


29. El Cronista. 12/6/96.


30. Clarín. 31/5/96.


31. Página 12. 8/6/96.


32. Página 12. 2/6/96.


33. Página 12. Idem.


34. Noticias. 15/6/96.


35. El Economista. 21/6/96.


36. Página 12. 8/6/96.


37. Página 12. Idem.


38. Informe Banco Río. mayo-junio 1996.


39. Página 12. 30/5/96.


40. ibídem.


41. Informe al V Congreso, pág. 20.


42. Ámbito Financiero. 12/6/96.

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