XXIV Congreso del Partido Comunista de Uruguay

Una crisis terminal


Introducción


 


El PC uruguayo fue uno de los partidos stalinistas más poderosos de América Latina. Hasta hace unos años contaba con decenas de miles de afiliados, una radio, un diario, un semanario, una revista, y locales prácticamente en cada barrio de Montevideo. El PCU era la fuerza predominante en los sindicatos y en la CNT en las décadas del '60 y '70; y a partir de la reconstrucción de los sindicatos y la central obrera en la década del '80, el PC -que estaba en minoría en los sindicatos de base y el PIT- fue recobrando terreno hasta el Congreso de 1987 donde culmina la 'cenetización' del PIT. En ese año, el PCU parecía una potencia: daba la apariencia de un aparato inmune a las crisis políticas y a la lucha de clases …


 


Sin embargo, fue justamente en ese momento que comenzó el derrumbe.


La dirección arismendista inició un proceso de ’renovación’ para ponerse a tono con la política gorbachoviana. Las tesis políticas de la ’renovación' no eran otra cosa que el plato refritado de la "defensa de la democracia” burguesa, que durante décadas había sido el planteo stalinista.


 


En todo caso, la línea arismendista de ‘consolidar la democracia’ y 'avanzaren democracia’ no era más que una acentuación de la política parlamentarista y oportunista manifestada por el PC en todos los períodos ‘constitucionales’. La declaración de que a partir de 1985, la ‘democracia’ tenía para el arismendismo un contenido 'estratégico' y no ya 'instrumental', como lo habría tenido antes, en realidad venía a encubrir las expectativas del PCU con los golpistas ‘peruanistas’ en 1973 …


 


El PCU acentuó su integración al Estado burgués; en 1989 —tras la ruptura del actual vicepresidente Batalla y del PDC con el Frente Amplio—, la lista 1001 (integrada por el PC junto a sectores burgueses y pequeñoburgueses filo- stalinistas) obtuvo 200.000 votos y el 50% de las bancas parlamentarias del FA.


 


Justamente, cuando parecía tocar el cielo con las manos, el arismendismo comenzó a experimentar una crisis imparable. Comenzaron a surgir todo tipo de fracciones y agrupamientos, críticas a la línea oficial en el periódico, e incluso cuestionamientos a la política del stalinismo durante la huelga de 1973 y la dictadura …


 


La evolución de los acontecimientos en la URSS marcaba por otra parte el ritmo del desbande del PC, al punto de que su estallido se produjo en 1991, apenas una semana después del fallido golpe de agosto contra Gorbachov. Fue en ese momento en que el entonces Secretario General, Jaime Pérez, propuso la disolución del PCU en un partido "socialista democrático", al estilo del PDS italiano.


En menos de un año el PCU se desintegró. Una a una las fracciones ‘renovadoras’ fueron abandonando el partido, ante la dificultad para imponer su política. El PCU, del que habían emigrado la mayoría de los dirigentes ‘históricos’, había quedado reducido a una mínima expresión. El primer diputado de la 1001, el ex-‘progresista’ Rodríguez Camusso, rompió con el FA bajo una fundamentación abiertamente anti-comunista, y volvió al Partido Nacional —integrándose al sector del ex-presidente Lacalle.


 


En las elecciones de 1994, la lista 1001 logró apenas el 25% de los votos de cinco años atrás. El PC solamente conquistó un cargo en el Senado y otro en la Cámara de Diputados.


 


El PCU fue una víctima de su propia política. Unos meses antes había jugado un papel fundamental en el Congreso del FA para viabilizar una alianza con sectores de los partidos tradicionales y el PDC ("Encuentro Progresista"). Uno de los máximos 'teóricos ortodoxos’, Eduardo Viera, fundamentó extensamente a favor de quitar la “nacionalización de la banca" del programa de la coalición. El resultado de esta política fue el fortalecimiento de los sectores de la derecha del Frente Amplio, y la pulverización electoral de la ‘izquierda’ (en particular, el PC).


 


Actualmente, el PCU vive una profunda crisis. Con las finanzas completamente quebradas, incapaz de mantener sus locales, con una prensa quincenal que los militantes no venden, con la negativa de sus afiliados a cotizar para el partido, y con una profunda división en la acción sindical, el proceso de ‘reconstrucción’ del PC por el ala 'ortodoxa' ha concluido en una profunda impasse.


 


XXIV Congreso


 


La convocatoria al XXIV congreso (28, 29 y 30/6) por parte de la actual dirección, no puede abrir ninguna salida para el PC. Al momento de escribir este artículo, no tuvimos acceso a las conclusiones de este Congreso, pero el contenido de los documentos previos que hemos conocido permite caracterizar que ninguna de las corrientes o fracciones que actualmente actúan en el PCU plantea una salida progresiva a la crisis de esta organización.


 


El informe oficial pretende acotar la discusión para evitar el estallido de las contradicciones internas. Por ejemplo, el debate sobre el derrumbe de la URSS y Europa del Este no estará en el orden del día. Cinco años después de la caída de Gorbachov, el PCU aún no ha logrado ‘explicarse’ lo sucedido. Para muestra basta un botón: frente al planteo de la dirección de la ’caída del campo socialista’, y probable- mente sospechando que pretende ser esgrimido como fundamento para una mayor derechización, un Comité barrial (el Luis Mendiola), manifiesta su desacuerdo bajo el argumento de que "Si bien es cierto que hubo desmembramientos circunstanciales en la Unión Soviética y los países del Este consideramos que aparece como un tanto aventurero aseverar la extinción del campo socialista, por más que en el momento actual vanguardice a nivel mundial la concepción capitalista, esto no supone que haya dejado de existir Cuba, Vietnam, Corea y China, pese a sus respectivas particularidades éstas nunca negaron su concepción socialista".


El documento de la dirección no realiza tampoco un balance del Frente Amplio. En medio de una evolución marcadamente derechista de esta coalición, dominada por planteamientos abiertamente patronales y proimperialistas, el informe al Congreso no analiza el programa ni la acción concreta del FA, ni sus perspectivas. Esto es particularmente grave, si se tiene en cuenta que el centro del Congreso es "la conquista del gobierno democrático, nacional y popular" en 1999.


 


Para evitar un análisis concreto de la situación y del Frente Amplio, el método del informe es partir de los documentos de la Conferencia del PCU de 1985, y a partir de allí realizar un ‘balance’ que -por supuesto- tiene por conclusión anticipada la ‘justeza’ y ‘vigencia’ de aquella orientación.


 


En aquella Conferencia fue cuando se levantó la expresión más depurada de oportunismo y parlamentarismo: "La vía al socialismo implica un vasto movimiento de la clase obrera y el pueblo, con el proletariado como vanguardia, en alianza con las capas medias de la ciudad y el campo y la intelectualidad. Ello requiere crear la fuerza social de la revolución, que es el Frente Democrático de Liberación Nacional… nuestro Partido ha trabajado para la construcción de este Frente mediante la unidad obrera y popular, la unidad política y un gran PCU. Hoy en el Uruguay están sentadas las premisas fundamentales para este Frente, que tiene al FA como columna vertebral… Potencialmente el FA se identifica como la base de este gran Frente… La vía uruguaya al socialismo debe verse dialécticamente unida al camino de avance en democracia en el país, de su consolidación, profundización y desarrollo". 


 


“Este proceso de un gobierno popular en la etapa de democracia avanzada es una vía de aproximación en las tareas democrático-liberado- ras del curso revolucionario, hacia la culminación de la fase agraria y antiimperialista, tramo inicial en la conquista del socialismo" (1).


 


En su intento por dar altura ‘teórica’ a este planteamiento, que supuestamente -al igual que la perestroika- sería un retorno al auténtico leninismo, Arismendi ‘re-interpretaba’ la siguiente frase de Lenin de El Estado y la Revolución: "El desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias, la indagación de las formas de este desarrollo, su comprobación en la 'práctica’, etc., todo esto forma parte integral de la lucha por la revolución social. Por separado, ningún democratísimo da como resultado el socialismo, pero en la práctica no se toma nunca por separado, sino que se toma siempre en bloque, influyendo también sobre la economía, acelerando su transformación y cayendo luego él mismo bajo la influencia del desarrollo económico. Tal es la dialéctica de la historia viva”. Esta cita —totalmente dedicada a analizar la dictadura del proletariado, el régimen de los soviets— era utilizada para fundamentar… el tránsito pacífico hacia el socialismo, mediante sucesivos ‘avances democráticos’. Arismendi afirmaba: “Esta reflexión de Lenin es muy profunda. Nos sirvió de inspiración cuando allá por fines de los años 60 y ya a la vista del acontecimiento histórico del nacimiento del Frente Amplio, comenzamos a concretar más la elaboración de la categoría ‘democracia avanzada’, que ya habíamos comenzado a manejar en nuestros congresos. O sea: la ‘democracia avanzada' como una fase del desarrollo social y económico, deriva de la profundización de la democracia; vía de aproximación peculiar que no se identifica exactamente con el concepto de ‘gobierno demo-crático de liberación nacional’, es una transformación económica, social y política y una singular correlación de fuerzas que permite y facilita la ‘indagación de las formas’ y la ‘comprobación en la práctica’ de ese ‘desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias’. 


 


Estas últimas consecuencias debemos entenderlas como un avance hacia las fronteras marcadas por las reivindicaciones democrático-radicales, o sea aquellas que la burguesía no quiere y no puede ya realizar. Por ejemplo, una reforma agraria radical; la nacionalización de los bancos y grupos económicos; la nacionalización plena de los monopolios imperialistas; el contralor a fondo del comercio exterior; el apoyo a las formas múltiples de cooperación y cooperativización en el campo pero también en la ciudad; el control obrero, etc.". Y continúa: "En inseparable paralelismo, supone remodelar las instituciones políticas y el propio Estado, en esta ruta de profundización democrática, a través de reformas cuya hondura se medirá según el grado de participacionismo de la clase obrera y el pueblo, de su protagonismo de masas.".


 


Mientras Lenin se refiere a las transformaciones revolucionarias luego de la toma del poder por el proletariado, Arismendi presenta un tránsito pacífico e ininterrumpido desde la actual ‘democracia’ surgida de un pacto con los mandos militares, hacia el socialismo; con el agregado de una nueva 'etapa', previa al ‘gobierno democrático deliberación nacional’, que sería la ‘democracia avanzada’. La posibilidad o imposibilidad de realizar las ‘reformas’ dependería del ‘grado de participacionismo de la clase obrera y el pueblo, de su protagonismo de masas’, es decir, si no se puede "cumplir con el programa" es por culpa … del poco protagonismo de las masas.


 


Un balance de la experiencia histórica concreta de las masas desde 1985 obligaría a sacar la conclusión de la bancarrota de esta política de parlamentarismo y alianzas con la burguesía ‘progresista’. Sin embargo, el documento para el XXIV Congreso reivindica este planteamiento y 'explica' la crisis del partido en el supuesto apartamiento de estas concepciones de la vieja dirección de Jaime Pérez y Cía. Como monjes que interpretan las ‘sagradas escrituras’, los dirigentes del PC deducen la ‘justeza’ de su política en función de las viejas recetas del arismendismo, sin pararse a analizar el carácter de clase del Frente Amplio y de las ‘alianzas' hacia la derecha que la cúpula del FA viene implementando.


 


La dirección que se hizo cargo del PCU a partir de 1992 resultó de la amalgama de un sector de la vieja dirección arismendista (Eduardo Viera, Casartellí, etc.), junto a sectores más jóvenes (entre los que hay que incluir a la actual secretaria general, Marina Arismendi) que habían levantado cuestionamientos frente al propio Comité Central de Arismendi y Jaime Pérez y pretendía poner en discusión un balance del PCU -en particular en relación a la URSS, al período previo a 1973, e incluso a la actuación de este partido bajo la dictadura militar. El documento oficial representa el triunfo del viejo aparato arismendista, reflejando todo su ufanismo burocrático y su intento por estrangular cualquier balance y debate.


Balance del FA


 


Mientras los documentos del PCU colocaban (y colocan) al FA como el embrión de un “Frente Democrático de Liberación Nacional” que concretaría un programa antiimperialista y democrático (nacionalización de la banca, no pago de la deuda externa, reforma agraria, control estatal del comercio exterior), la realidad del FA es un programa y una política de defensa del régimen capitalista semicolonial.


 


El FA ha abandonado las timoratas medidas ‘nacionalistas’ que levantara en 1971. La coalición defiende el pago de la deuda externa, la ‘integración' al servicio de los monopolios (Mercosur, Acuerdo “4 + 1" con los EE.UU.), el salvataje de la banca y una política de subsidios al gran capital industrial y agrario. En aras de esta política, el FA ha apoyado parcialmente leyes de "ajuste fiscal” que incluye impuestazos contra sueldos y jubilaciones, y lo que es peor aún, la reforma de la seguridad social, es decir, la liquidación de los derechos jubilatorios de los trabajadores. En relación a este último tema, la cúpula del FA propuso enmiendas al proyecto de ley del gobierno blanqueo-colorado que empeoraban dicha ley: por ejemplo, querían elevar la edad de retiro para hombres y mujeres a los 65 años, rebajar la jubilación inicial, etc.


Actualmente, el FA está inmerso en una crisis, ya que los principales dirigentes (y el 60% de su bancada parlamentaria) rechazan una resolución del Plenario de la coalición que pretende -a través de una "reforma constitucional” en 1999- revertir algunos artículos de la ley de seguridad social. El planteo de reforma constitucional no modifica la edad de retiro, ni la rebaja de las jubilaciones, ni el aumento de los años de trabajo efectivamente aportados, y apenas derogaría la conformación de “administradoras de fondos de pensión” de carácter privado.


 


Pero para los Astori, Seregni y Couriel, aun este planteamiento sería ‘demasiado’, al punto de caracterizarlo como "uno de los más grandes errores políticos en (la) historia” del FA (2). Astori afirma que “Esa iniciativa generaría la siguiente imagen: si a las AFAP les pasa esto, mañana a cualquier institución financiera le va a pasar lo mismo. Es decir que en este país se toma una resolución y luego se la deja sin efecto; por lo tanto cuidado con el Uruguay, vayámonos de aquí que no estamos seguros, o no vayamos al Uruguay porque no hay certeza jurídica. Con la tecnología moderna esas resoluciones se implementan a una rapidez asombrosa. Así que en pocas semanas se puede poner al país en serias dificul-tades . Astori se coloca en el terreno de los defensores de la seguridad jurídica para los banqueros y grandes capitalistas, es decir, del sometimiento nacional y de la liquidación de las conquistas obreras en aras de la ‘competitividad’ de los capitalistas. En ese sentido, Astori propone que “si hacemos un plebiscito queremos que sea sólo para que haya AFAP estatales o privadas sin fines de lucro (?!). Pero de ningún modo podemos estar de acuerdo con suprimirla obligatoriedad del ahorro individual, cosa gravísima que propone la moción triunfante". Pero el senador del FA afirma que el mejor camino sería negociar una reforma a la ley: “El planteo seria: "Bueno, señores, el camino para evitar un plebiscito pasa por ver si podemos lograr acuerdos en el terreno legal; acuerdos que ustedes mismos dijeron acompañar cuando se discutió la ley" (3).


El ‘plebiscito' del ala izquierda aparece aquí como una moneda de cambio de la derecha del FA en su negociación por salvar las AFAPs y al sistema financiero.


La defensa del ’mercado financiero’ uruguayo es una constante en la política de los Astori y Cía.: recientemente el senador del FA se destacó por votar una ley de mercado de capitales, incluyendo artículos —rechazados por sectores de los partidos tradicionales que establecían la posibilidad de los ‘inversores’ extranjeros de establecer la jurisdicción de tribunales de otros países para las transacciones de valores en la bolsa uruguaya.


 


Lo notable es que a este Frente dominado por los representantes de los capitalistas y banqueros es al que los documentos del PC colocan como “(la) fuerza estratégica del camino a la revolución y al socialismo" haciendo la siguiente ‘salvedad’: "Esto no significa que todas las fuerzas que lo integran o todos sus integrantes individuales se definan por el socialismo, sino que hoy el camino al socialismo en el Uruguay pasa, inexorablemente, por la concreción de un gobierno con el FA como fuerza vertebral y tiene por ello, para nosotros, carácter estratégico”.


 


Incluso documentos de sectores ‘críticos’ del PCU insisten en esta caracterización, y -por ejemplo, en el del Comité Local Pantanoso Luis Mendiola- llegan a plantear: “Nos preocupa por sobre manera que en nuestro documento (el de la dirección) cuando se menciona la posibilidad real de que en el año 2000 el FA pueda ser gobierno, no se profundice el tema como dando por sentado que la oligarquía y el imperialismo se quedarán de brazos cruzados. Tengamos en cuenta el gobierno legítimamente electo en Chile y sus consecuencias”. El Comité Luis Mendiola no comprende que -a diferencia de 1971, cuando la UP fue aceptada apenas como un recurso transitorio para frenar la revolución socialista, que finalmente fue sustituido por la barbarie pinochetista- el FA de 1996 es una opción perfectamente válida para el imperialismo, en la medida en que tanto Astori, Couriel y Seregni, como Tabaré Vázquez, están absolutamente integrados al régimen proimperialista. Nótese que mientras en la UP y el FA de 1971 los partidos de base obrera (PC, PS) eran la inmensa mayoría de estos frentes de colaboración con la burguesía, el Frente Amplio actual está claramente dominado por corrientes estrechamente ligadas las Cámaras empresariales y sometidas a la política del FMI. Ponerse a debatir cómo enfrentar la ‘resistencia’ de la ‘oligarquía y el imperialismo’ a un futuro gobierno del FA y sus aliados, es permanecer ciegos ante la evidencia de que dicha resistencia deberá venir desde los trabajadores y oprimidos, en la medida en que ese gobierno va a continuar con la política de ‘flexibilidad’, ‘desregulación' y liquidación de conquistas laborales, en función de recomponer la tasa de ganancia de los capitalistas. Astori ya ha anunciado que defenderá la ‘seguridad jurídica' en contra de las luchas obreras que van a apuntar a reconquistar los derechos liquidados por el gobierno blanqui-colorado. El ‘Mendiola’ llega a sugerir la necesidad de prepararse para la eventualidad de tener que responder mediante la lucha armada a la reacción de la derecha (“Creemos que tenemos que tener en cuenta lo antes señalado y discutirlo en profundidad para llegado el caso responder de acuerdo a las necesidades”, “tenemos que dotar a nuestro partido de todos los elementos necesarios para que frente a cualquier circunstancia, seamos capaces de dar respuestas sin entrar en las improvisaciones. Para eso es necesario y vital contar con un partido acerado, tenso y dispuesto a disparar la saeta que mueve las grandes masas en pos de la conquista del gobierno y, si las condiciones generadas así lo exigen, la conquista del poder popular”), cuando todo indica que el FA va a co-gobernar con sectores de la derecha contra las masas explotadas.


 


Esto está indicando las limitaciones del ‘ala izquierda' del actual PCU, que reivindica la necesidad de construir un partido revolucionario, sin percatarse de que es imposible una política obrera y revolucionaria al seno del Frente Amplio.


 


Gobierno y poder


 


El documento oficial retoma las conclusiones del XXIII Congreso (1993) sobre “La necesidad y posibilidad del gobierno del FA y sus aliados, en tiempos históricamente breves". Así, se afirma que “La posibilidad de que el necesario cambio en el gobierno por el acceso a él de las fuerzas progresistas se produzca en la próxima elección nacional quedó demostrada en noviembre del ’94 y los hechos políticos lo ratifican. Obtener el triunfo y comenzar a desarrollar una realidad de gobierno popular, nacional y democrático es nuestro eje estratégico central en la etapa”.


 


Los redactores se dan cuenta que las dificultades no están en la posibilidad de obtener más o menos votos, sino en la política de la cúpula de la coalición, de allí que planteen: "En la perspectiva de conquistar un gobierno progresista en el país, lo esencial es garantizar que se proponga ser popular, nacional y democrático y lo logre. Proponérselo supone una práctica política cotidiana en torno al programa popular y en medio de la lucha reivindicativa, gestando las correlaciones de fuerzas para el triunfo electoral y la posterior concreción de gobierno”. El XXIV Congreso fue llamado a poner todas sus energías en el triunfo de un gobierno que ni siquiera se propone ser ‘popular, nacional y democrático’.


 


Para el documento preparatorio del XXIV Congreso, lo fundamental para evitar la traición al programa ‘popular’ sería el "protagonismo popular": "Cuando las fuerzas progresistas accedan al gobierno se agudizará el enfrentamiento con el neoliberalismo. La forja de la confrontación organizada con la estrategia neoliberal, en todas y cada una de sus expresiones presentes, construye en formas diversas las perspectivas ulteriores. Entender esta confrontación como un acto único aniquila su carácter de acción popular”.


 


“La forma en que se trabaje condicionará si se gana o no el gobierno y también si una vez conquistado el gobierno será posible aplicar el programa popular, nacional y democrático. Esto se relaciona con la construcción de instrumentos y la determinación de correlaciones de fuerzas en los planos internacional, nacional y a la interna del movimiento popular”. Es decir, el FA puede ganar, pero si el pueblo no se moviliza 'no será posible’ aplicar un programa 'popular'. Es decir, se descarga sobre las masas la responsabilidad por las futuras traiciones de la dirección frenteamplista. La responsabilidad sería por no haber logrado las necesarias ‘correlaciones de fuerzas’, cuando es perfectamente claro desde ya que un eventual gobierno del FA y sus aliados va a defender una política burguesa y proimperialista, y que en caso de que el movimiento obrero pretenda imponer sus reivindicaciones vitales, democráticas y antiimperialistas deberá prepararse para derrotar un futuro gobierno Vázquez o Astori.


 


Es notable que en este marco se pretenda resolver la cuestión del poder. “La cuestión del poder, supone superar el control formal del aparato del Estado por su control real, cortando los vínculos de la burocracia permanente y las FF.AA. con los sectores que económica y políticamente han dominado hasta el momento de acceder al gobierno. En tal sentido las fuerzas populares tendrán que tener en cuenta que ese paso puede ser resistido y por lo tanto deben estar preparadas para defender el proceso de cambios hasta sus últimas consecuencias y en el terreno que las circunstancias lo demanden". Nótese que para el partido ‘marxista-leninista’, la cuestión del poder radicaría, no en destruir el aparato burocrático-militar, sino en ‘controlarlo’, en ‘cortar sus vínculos’ con el gran capital y el imperialismo. El PCU pretende que se puede tomar el poder manteniendo el ejército pretoriano y al aparato estatal comprado por los banqueros y grandes capitalistas: "Desde un punto de vista principista las FF.AA. deberían actuaren su marco constitucional (defensa nacional)". Como el PC nunca se autocriticó sus ilusiones en los mandos militares ‘peruanistas’ en 1972-1973, está condenado a tropezar dos veces con la misma piedra. Es así que no plantea ni siquiera una política de depuración de los mandos militares responsables del genocidio más grande de la historia uruguaya. Por el contrario, a través del verso de ‘que se conozca la verdad’ sobre los crímenes y torturas, se defiende la continuidad del aparato represivo: “La democratización de la institución militar impone el sinceramiento respecto del papel desempeñado en la dictadura al aplicar la 'doctrina de la seguridad nacional', la represión, la violación de los derechos humanos, la tortura sistemática y también impone el conocimiento de la verdad sobre los desaparecidos. Sin esas condiciones, su integración a un proceso de cambios profundos en sentido nacional, popular y democrático se vuelve imposible y se corre el riesgo de que sean nuevamente, brazo de los sectores más reaccionarios del país”.


 


El documento de la dirección del PCU cree que ha planteado la cuestión del poder —el gobierno del FA y sus aliados seria ‘una vía de aproximación al poder’—, cuando en realidad no ha avanzado un solo paso en relación a la política que llevó a la derrota de las masas en el período 1968-1973. Nuevamente, se plantea subordinar la acción del movimiento obrero a la expectativa de un triunfo electoral en la próxima elección; nuevamente, se pretende colocar la acción popular como complemento de la gestión del Estado; nuevamente, se apuesta al trillado sendero del parlamentarismo que condujo, una y otra vez a las masas, a la postergación de sus reivindicaciones y al fracaso de sus luchas.


 


Conclusiones


 


Prácticamente, la mayoría de la Mesa Representativa del PIT-CNT está integrada por miembros del PCU. Sin embargo, esto no indica la ‘fortaleza’ de esta organización. Existe una tremenda división en el seno de las agrupaciones sindicales del PC.


En AUTE (sindicato de la energía eléctrica), el principal dirigente del PC -Julio García- propugnaba una lista unitaria junto a los sectores ‘renovadores’ escindidos del PC, lo que fue impedido por las bases de su agrupación. La misma situación se produjo en el Transporte, donde el dirigente Clavijo pretendió concretar una alianza con el ‘renovador' Jorge Silvano -lo que nuevamente fue rechazado por la agrupación del PC. Estos dos dirigentes, junto a Castellanos (Comercio), quien es un impulsor de la negociación de la ‘flexibilización laboral’ en los convenios colectivos, han impulsado un documento que hace hincapié en abandonar toda política de ‘bloques’ en el seno del movimiento sindical y del FA, es decir, avanzar en la integración al ala derecha de la burocracia sindical y de la cúpula burguesa del FA.


 


De acuerdo a algunas versiones, prácticamente todos los dirigentes sindicales del PCU que integran la Mesa Representativa de la central obrera fueron seriamente censurados en el XXIV Congreso. La magnitud de la crisis la da el que haya quedado como ‘responsable’ del trabajo sindical un dirigente que no sólo no integra la Mesa Representativa por su sindicato (gráficos), sino que además renunció a integrar la directiva del SAG.


 


De acuerdo a informes parciales sobre el resultado del XXIV Congreso, los integrantes del Ejecutivo saliente habrían sufrido un ‘castigo’ en las elecciones al Comité Central. La (única) senadora Marina Arismendi -hasta ahora secretaria general- quedó en el octavo lugar con 355 votos. El (único) diputado Pedro Balbi -integrante junto a Arismendi del Ejecutivo- resultó quinto con 396 votos. Por otra parte, habrían recuperado posiciones los integrantes de la ‘vieja guardia’ que defiende la ‘ortodoxia' arismendista: Eduardo Viera quedó en segundo lugar y Vittorio Casartelli fue el tercero más votado.


 


Otro elemento de crisis habría sido el cuestionamiento a otro viejo dirigente -Vladimir Turiansky- por Marina Arismendi, "basándose en que vive seis meses al año en Cuba, pero muchos vinculan la objeción con las posiciones políticas del ex dirigente del gremio de UTE, recogidas por un documento de la agrupación Julián Grimau (AUTE). Allí se sostiene que los comunistas deben reconocer que viven ‘una etapa de retroceso, y que los objetivos deben estar acordes con esta caracterización’. En el mismo documento se afirma que la dirección ‘dista mucho de lo que necesitamos, en cantidad y calidad"’ (4).


 


De todos los informes resulta que habría en disputa como mínimo tres posiciones, todas ellas extremadamente incoherentes y con tendencias a la disgregación. Frente al viejo ‘aparato’—reducido ahora a la mínima expresión—, surge una fracción ‘renovadora’ con peso dirigente en el PIT- CNT, que tiende a la ruptura y a seguir el proceso de todas las alas ‘renovadoras’ anteriores. Una tercera posición la constituyen los agrupamientos y militantes que integran la ‘izquierda’ del PC, que tiene un planteamiento totalmente confuso y carece de dirigentes que la expresen (hay que recordar que se han alejado del PCU ex-dirigentes como Hermes Millán -uno de los principales exponentes de la oposición al ex-secretario general Jaime Pérez-, y como el actual presidente del Sindicato de Artes Gráficas, Aparicio Guzmán, quien rompió con el PCU y con el FA hace ya un año).


 


El PCU ha llegado a una crisis terminal, incapaz de contener las tendencias centrifugadoras que lo sacuden. El planteamiento de la dirección triunfante en el Congreso llama a continuar apoyando a la cúpula derechista del FA, en nombre de la ‘unidad de los sectores progresistas’ y del 'gobierno democrático, nacional y popular’ en 1999, lo que no abre ninguna salida para las actuales necesidades y luchas del movimiento obrero y constituye una hipoteca ilevantable para el futuro de los trabajadores uruguayos, que deberán movilizarse contra los supuestos ‘progresistas’ a los que el PC está aliado -como ya sucede, de hecho, con los trabajadores municipales.


 


La perspectiva para los ‘renovadores’, a partir del actual Congreso -donde fueron prácticamente excluidos del nuevo Comité Central- es el reciclaje en otro aparato político, considerando por otra parte que el PCU ya no tenía ninguna utilidad para esta fracción de la burocracia sindical en la medida que es un aparato completamente quebrado financiera y políticamente. Los antecesores de los actuales ‘renovadores’ se habían reciclado mayoritariamente detrás de la llamada “Confa" —junto al ex-secretario de organización del PCU, Esteban Valenti, quien se quedó con la totalidad de las empresas y el dinero del viejo PC—, y detrás de “Asamblea Uruguay", el grupo político del senador Astori (quien actualmente domina 21 de las 40 bancas parlamentarias del FA).


 


La limitación fundamental de todas las críticas de izquierda en el seno del PC, es su negativa a caracterizar al FA como un frente de colaboración de clases con la burguesía y el imperialismo, lo que exige romper y plantearse la construcción de un verdadero partido de trabajadores y un auténtico frente de izquierda.


 


 


NOTAS:


(1) Conferencia Nacional 1985.


(2) Astori, en Brecha, 7/5.


(3) ídem.


(4) Brecha, 5/7.

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