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Introducción


La caída de Cavallo, a fines de julio pasado, cristalizó en términos políticos las modificaciones que se fueron produciendo en las relaciones sociales de fuerza a partir del Santiagueñazo, en diciembre de 1993, y del derrumbe del plan' económico, que tuvo lugar antes de la crisis mexicana, o sea que comenzó entre agosto y octubre de 1994. Ni la victoria electoral de Menem, en mayo de 1995, ni la derrota de las tres grandes luchas del año pasado, a saber, las gigantescas huelgas y movilizaciones rionegrinas y las huelgas y luchas en Córdoba y Jujuy, fueron suficientes para que la burguesía pudiera revertir la situación prerrevolucionaria que se había ido creando. Bastante entrado 1996, la ‘pueblada9 tucumana de mayo y el levantamiento neuquino en Cutral Co-Plaza Huincul, demostraron que el conjunto del régimen menemista se encontraba agotado. Aesto se agregó un importantísimo reanimamiento político entre los obreros de la industria automotriz e incluso entre los metalúrgicos de Matanza, Córdoba y Avellaneda-Lanús. Es pertinente hablar de ‘régimen’, y no simplemente de gobierno, porque el menemismo ha significado un conjunto de instituciones y de instrumentos de poder completamente excepcionales, que va más allá de la herencia jurídico-estatal de las dictaduras militares, y que representó la vía para imponer una entrega sin precedentes de la economía estatal y un ataque histórico a los derechos conquistados por la clase obrera. Los centenares de decretos de necesidad y urgencia; la manipulación completa del poder judicial; la delegación de poder efectuada por el Congreso; la legitimación de las medidas expropiatorias representadas por el plan Bonex, de enero de 1990; todo esto caracteriza al menemismo como un régimen político de características específicas – que concentra la suma del poder político en un marco ficticiamente constitucional. Con el apoyo de los partidos de la oposición, gran parte de estas atribuciones violatorias del régimen representativo fueron incorporadas a la reforma constitucional de 1994.


 


Al igual que la crisis mexicana, el hundimiento del ‘plan Cavallo’ señala las descomunales limitaciones del proceso económico internacional tomado en su conjunto, y que fue publicitado bajo el apologético rubro de ‘neo-liberalismo’. Es que más allá de las contradicciones propias de cada una de las economías nacionales, puso de manifiesto la crisis de la acumulación capitalista mundial, que tiene como uno de sus principales pivotes la colonización financiera de los países atrasados. El desarrollo del comercio internacional, que registra tasas de crecimiento del cinco por ciento anual, aunque la mayor proporción de este crecimiento está constituido por transacciones inter-empresas, que han localizado sus plantas en diferentes países; este desarrollo comercial contrasta con el virtual estancamiento de la producción mundial, que sólo crece a una tasa anual del uno por ciento, y contrasta, por sobre todo, con la tasa de crecimiento del endeudamiento internacional público y privado, asi como con el crecimiento de la valorización de los capitales en la Bolsa, del orden de más del 50% anual. Un reciente estudio ha señalado que el valor de Bolsa de las compañías capitalistas es un ciento por ciento mayor al del valor comercial de sus activos físicos y de organización. Es inevitable que esto conduzca a quiebras industriales crecientes y, a término, a la quiebra del capital ficticio cotizado en las Bolsas.


 


En Argentina se da el caso curioso de que la caída de Cavallo no es atribuida ni al hundimiento del ‘plan’ ni al desarrollo de las luchas obreras y populares. Esta ‘interpretación’ sólo deja lugar a que se la atribuya a luchas de camarillas o a que se la minimice. La izquierda argentina, que no solamente no previo esta caída sino que pronosticó que era imposible, coincidió con esta posición generalizada de la burguesía y de los mentideros políticos, razón por la cual demoró luego casi dos meses en admitir, con reservas, que se había modificado la situación política en su conjunto. El cumplimiento masivo del paro general del 8 de agosto no podía dejar lugar a dudas a este respecto, salvo que se atribuyera la inspiración de las masas a factores extra-sociales o incluso naturales.


 


El ascenso popular ha tenido diversas manifestaciones, en especial en la movilización de los docentes y de los estudiantes, y en el desarrollo del movimiento de los desocupados. Los primeros, vilipendiados por sus propios dirigentes como un sector desmoralizado y desmovilizado, tiene ahora la posibilidad de quebrar otro pilar del menemismo: la ‘reforma educativa’. Se trata de una cuestión eminentemente política, porque está claro que si al hundimiento del 'plan Cavallo’ se suma el de la 'reforma', como efectivamente debería ocurrir dada la relación entre economía y educación y entre ésta y la lucha popular; si se produce esto el régimen menemista no demoraría en caer. Esta es precisamente la razón por la cual la oposición y la burocracia del sindicato docente se encuentran procurando que los gobiernos provinciales acepten una suerte de cogestión para aplicar la ‘reforma’, algo que ha recibido el semi-apoyo del diario La Nación.


 


Con relación al movimiento de desocupados, en la provincia de Neuquén ha creado una especie de doble poder con los municipios, que viven jaqueados por la amenaza de ser ocupados. El movimiento cobró un inusitado desarrollo en Córdoba y en ciudades importantes de Buenos Aires, como Zárate y San Nicolás, o en el partido de La Matanza.


 


Aunque procura disimularlo, la burguesía aborda la nueva situación política dividida, tanto en relación a la política como a la economía. La mayoría aboga por una cogestión con el Congreso y un recule del gobierno por decreto; la minoría vinculada a la banca internacional, plantea acentuar las características de este último. En lo económico, la burguesía industrial está reclamando proteccionismo e incluso la devaluación de la moneda, en tanto que la banca presiona por la aceleración de la privatización de la salud y de los bancos estatales; ambas reclaman acabar con los convenios colectivos, pero divergen sobre el rol que se debe asignar a la burocracia de los sindicatos.


La UCR y el Frepaso parecen haber comprendido que se puede presentar una situación que los lleve a un gobierno de coalición; esto se aprecia en el planteo de que “el gobierno se rectifique”. También se ha comenzado a discutir la relevancia de la nueva figura de ministro coordinador para un gobierno de coalición. La UCR y el Frepaso indicaron su disposición a co-gobernar en una reciente decisión de ofrecer quórum en la cámara de diputados para aprobar un paquetazo impositivo del gobierno. Este hecho mostró también la división dentro del partido justicialista.


 


El gobierno reposa ahora en una alianza entre Menem y Duhalde, que amenaza romperse, sin embargo, todos los días. Algunos informes de las consultoras internacionales señalan que si esto ocurre, se producirán simultáneamente la caída de Menem y la devaluación del peso. Duhalde, por su lado, está buscando un acuerdo con la burocracia de la CGT y con la oposición. El bloqueo del sector parlamentario de Duhalde a la designación senatorial de Ramón Saadi, impulsada por Menem, ha sido la última manifestación de una confrontación que puede acabar en ruptura. Duhalde es algo más que un gobernador, ya que se encuentra a la cabeza del principal pulpo financiero internacional; a partir del Banco de la Provincia de Buenos Aires, controla la principal administradora de fondos de pensión y de accidentes de trabajo, y pretende incursionar en la privatización de la salud. Esto la ha puesto en choque con importantes pulpos aseguradores internacionales, como el caso de Liberty.


 


Una peculiaridad del ascenso obrero actual, es que ha incorporado al sector que hasta las últimas elecciones siguió votando por Menem. Que esto habría de ocurrir con bastante rapidez fue señalado en el acto de clausura de la campaña electoral del Partido Obrero, el 11 de mayo del año pasado. Las masas entran, a esta etapa, con gigantescas reivindicaciones reprimidas durante cuatro años por los ataques capitalistas y la euforia especulativa del consumo. Enfrentan, además, constantes ofensivas capitalistas, que no admiten recular ante el cambio de las condiciones políticas, aunque no ocurra lo mismo en el plano de los gobiernos provinciales, por ejemplo, que han debido proceder a concesiones en los casos de Neuquén, Santa Cruz o Córdoba.


 


Esta circunstancia permite destacar otra característica de la política argentina, que consiste en la completa negativa de la burocracia sindical y de los partidos de izquierda a plantear una lucha reivindi-cativa. Uno y otro se limitan a protestar contra las medidas gubernamentales, pero se niegan a una agenda propia de las masas. Resistieron hasta dónde pudieron al reclamo de un seguro al desocupado, que rechazaban con la especie de que es necesario 'trabajo para todos’, porque ‘el trabajo dignifica’. Se niegan a reclamar aumentos de salarios, lo cual en el caso de los docentes constituye un freno a su lucha por acabar con la 'reforma educativa’. Se oponen virulentamente a la reivindicación de paritarias, es decir, de un pliego reivindicativo sindical en materia salarial y de condiciones de trabajo, lo cual impide decir qué opone el movimiento obrero a la 'flexibilidad laboral y salarial’. Esta oposición a los planteamientos reivindicativos lleva a la burocracia y a la izquierda a formar un bloque con la oposición patronal en nombre de modificar "la política económica”.


 


La cuestión reivindicativa es fundamental en la presente etapa, porque responde a hondas necesidades de las masas, abre una perspectiva de lucha y, por lo tanto de organización, y opone la agenda de las masas a la del Estado en los planos fundamentales. La campaña del Partido Obrero contra el convenio Fiat-Smata ha demostrado la completa justeza de la política reivindicativa, como lo prueba la crisis laboral que se ha abierto en la industria automotriz, que hasta ahora ha tenido como grandes manifestaciones a la derrota electoral de la burocracia en las principales fábricas, a la lucha reciente de Renault contra los despidos y a la ocupación más reciente aún de Cormec, que de hecho plantea la confección de un convenio colectivo de trabajo por medio de paritarias.


 


La otra característica de fondo de la situación está constituida por la crisis potencialmente terminal del menemismo y, con ello, de la posibilidad de un descalabro económico general. Se plantea, entonces, la cuestión del poder, en condiciones en que las masas se encuentran totalmente alejadas de cualquier pensamiento independiente sobre el asunto, es decir que siguen o concluirán siguiendo a la burguesía. Nuevamente en este punto la izquierda ha demostrado estar ajena a cualquier responsabilidad política independiente, al extremo que siempre se opuso a la consigna Fuera Menem-Cavallo, en nombre de un “abajo el plan económico" – como si este 'plan' fuera algo meta o para político. Es necesario llamar la atención de los explotados sobre el agotamiento del gobierno y la necesidad y probabilidad de su reemplazo, porque esto los ayudará a prestar atención a los planteamientos de los partidos políticos y a diferenciarse de los capitalistas. Como la clase obrera todavía necesita estructurarse políticamente, en una situación de crisis de poder, el Partido Obrero propone el planteo de un congreso de las organizaciones de las masas para elaborar el programa de una salida popular y los medios políticos para efectivizarla. La contradicción entre la madurez alcanzada por la crisis de conjunto y la extraordinaria inmadurez de las masas y de sus organizaciones, tiene así una salida, que no se limita a la frase vacía y paralizante de hablar de una situación que ya sería revolucionaria.


 


Al igual que lo que ocurre en muchos países donde la experiencia de los movimientos nacionalistas de masas ha sido muy fuerte, en Argentina existe una profunda incomprensión acerca de la necesidad de un partido obrero revolucionario. Las organizaciones políticas de izquierda actúan en forma ‘movimientista’, es decir, como factores de presión en las organizaciones populares constituidas, la mayoría de las cuales son además profundamente burocráticas y gozan de un saludable desprestigio. Se da así la ‘paradoja’ de que se desprecia a las organizaciones de masas existentes en su función reivindicativa, que las ha hecho precisamente organizaciones de masas, y se las sobrevalora en su función política, como si en este aspecto no fueran otra cosa que una correa de transmisión del Estado y de la burguesía, que operan por medio de la burocracia sindical.


 


La estructuración plena del partido revolucionario es la cuestión estratégica fundamental que plantea la situación actual. Es la lección fundamental que se desprende del último gran ascenso obrero — de 1969 a 1976.


 


En las páginas esta edición de En Defensa del Marxismo, el lector encontrará artículos relevantes publicados en Prensa Obrera, es decir en el calor de los acontecimientos, sobre la nueva etapa política en Argentina. Una nueva etapa que se desenvuelve en toda América Latina — como lo demuestran las movilizaciones cada vez más intensas, en Bolivia; la ola de ocupaciones de colegios, en Uruguay; y, por sobre todo, la insurrección de masas en Colombia.

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