Durante el mes de febrero, el conjunto de los partidos de izquierda produjo dos declaraciones sobre el crimen del compañero Cabezas y un pronunciamiento contra el tarifazo telefónico, como parte de un temario más amplio, en el cual está incluida la formación de un frente de izquierda para las próximas elecciones.
Por notables que hayan sido estos pasos, cuando se los compara con la completa falta de acción común que existía hasta el momento, no constituyen todavía nada decisivo con relación a la formación del frente. Los pronunciamientos que se sacaron no han servido hasta ahora para dejar constituida una Mesa de la izquierda, como lo propuso el Partido Comunista con el apoyo del Partido Obrero. De las reuniones realizadas hasta el momento sólo participaron consecuentemente el PC y el PO; el resto participó en alguna de ellas o se limitó a adherir a las propuestas por medio de un fax. El uso de la economía informática delata, en este caso, una posición política de obstaculizar el frente de izquierda.
Todo esto pone en evidencia el siguiente cuadro de contradicciones. De un lado, la presión de conjunto que ejerce la situación política ha forzado a los partidos de izquierda a exhibir públicamente una unidad de acción a la que pocos los creían capaces. Esa presión se refiere a la creciente crisis política desatada por el crimen de Cabezas; a la descomposición del oficialismo que revela la ruptura entre el menemismo y el duhaldismo; a las movilizaciones desatadas por el crimen, que empalman con el movimiento de luchas simultáneo con la caída de Cavallo; a la creciente sensación de las masas de que enfrentan una situación de miseria sin salida, y a la cuestión menor, pero significativa, del recule de la UCR ante la exigencia del Frepaso de quedarse con las primeras candidaturas, tanto en Capital como en Provincia. Por último, claro, a la caída de Bucaram por medio de una semi-insurrección popular.
Por otro lado, sin embargo, la izquierda no cree todavía en un frente de izquierda, ni le ve perspectivas por ahora. Hay planteos de unir a la oposición, que ponen en la misma bolsa a los capitalistas que reclaman reorientar la política económica para mejor explotar a los trabajadores, con la clase obrera que necesita un viraje de 180 grados. Otros planteos reclaman incorporar a los protagonistas sociales, entendiendo por tales a los artistas, a los escritores, a los pintores, a los psicoanalistas, etc., con la intención de cazar el voto furtivo de la opinión pública pequeño burguesa en vez de conquistar políticamente a los trabajadores. La acusación de que el frente sería electoralista no debe ser tomada en serio: nadie ha negado hasta ahora la necesidad de disputar a los partidos capitalistas el voto de las masas, ni nadie ha demostrado que la situación política haya llegado ya a tal grado de polarización que permita ignorar los procesos electorales.
Las elecciones tienen, por el contrario, una importancia excepcional para la izquierda, pues ésta debe demostrar en el terreno propio de la democracia burguesa que es una alternativa estratégica, por lo menos para la masa más conciente de los trabajadores. El partido comunista ha descubierto, claro que muy recientemente, que las elecciones serían una forma de legitimización del sistema imperante, de lo que se deduciría, anarquísticamente, que habría que boicotearlas. Pero lo mismo se podría decir de cualquier manifestación institucional o espontánea de la sociedad capitalista, o sea, de la tendencia del presente sistema social a reproducirse a sí mismo. Hace más de siglo y medio que el proletariado ha descubierto que la respuesta a esta realidad no pasa por boicotear la propia vida social, sea mediante el bandolerismo o la destrucción de las maquinarias. Pasa por presentar un programa y construir una organización, es decir, por explotar en forma conciente las tendencias del propio sistema social hacia la crisis y su destrucción.
El temario presentado por el Partido Obrero contiene dos puntos que, como el referido al crimen de Cabezas o al tarifazo telefónico, no pueden ser pasados por la izquierda sin la debida consideración.
El primero se refiere a la situación en Fiat y a la defensa del Sitramf.
Es elemental que este punto tiene un enorme alcance estratégico, porque el progreso del Sitramf y la constitución de una interfabril en las fábricas automotrices de Córdoba, donde perdió la burocracia, servirá para desarrollar una poderosa dirección clasista en la gran industria imperialista o multinacional. Se puede prever, incluso, el alcance internacional que tendría lograr ese objetivo.
El Partido Obrero propuso ese punto para impulsar una acción política y sindical de toda la izquierda, en defensa de los 42 activistas despedidos de Fiat. Una agitación común serviría para impulsar, en el conjunto de la masa cordobesa, un movimiento de solidaridad, incluida la huelga general. Una acción organizativa coordinada ayudaría a poner en pie una interfabril. La falta de iniciativa de acción de la izquierda está ayudando, en cambio, a que el destino de Sitramf quede jugado a las maniobras de la CTA, obsesionada en la construcción administrativa de una central alternativa, es decir, de una central que pueda concebirse, parirse y nacer sin que ninguna lucha perturbe su alumbramiento; o a las novedosas maniobras de la UOM para recuperar a Fiat con autonomía, como sería el caso, ofrecido como ejemplo, de la paralizada seccional de Villa Constitución de la UOM, conducida por Piccinini.
El otro punto del temario que propuso el PO tiene relación con la discusión de un programa de conjunto, algo elemental para una acción común de cualquier carácter de parte de la izquierda. La apertura de la discusión de un programa clarificaría las posiciones y las intenciones de todas las organizaciones con respecto a formar un frente político.
Es necesario pasar a la discusión integral del temario, sin dilaciones.
Pero precisamente porque las perspectivas de un frente de izquierda, que actúe como alternativa al conjunto del Estado capitalista y de sus partidos, están vinculadas con el proceso de derrumbe del menemismo, con la creciente crisis social y con la lucha de las masas, el método fundamental para poner en pie ese frente consiste en ponerse a la cabeza de la lucha contra el régimen menemista. Este es el método fundamental del PO.
Por eso planteamos:
Ante el crimen de Cabezas, fuera Menem-Duhalde y todo el régimen que instiga, ejecuta y encubre el crimen político.
Impulsemos planes de lucha en todos los conflictos, para preparar la huelga general.
Fuera los decretos y leyes fexibilizadoras y represivas del Congreso. Abajo los aumentos telefónicos, fuera los monopolios privatizadores. Fuera Alderete, el Pami para los jubilados. Abajo la privatización y arancelización de la salud y de la educación. Huelga general contra los planes del Banco Mundial.
Ningún despido en Fiat. Huelga general por las reincorporaciones. Fuera Rodríguez y Miguel. Por una dirección clasista para el movimiento obrero.
Fuera el Bucaram argentino. Unidad obrera y campesina de América Latina contra los Menems-Cardosos-Bucarames. Por un frente de izquierda. Por un gobierno de trabajadores.
Llamamos a todos los luchadores obreros y militantes de izquierda a reclamar, impulsar y organizar un Frente de Izquierda y del movimiento obrero combativo.