Cambia la situación mundial


La emergencia en las últimas semanas de grandes manifestaciones y huelgas políticas de masas que han derribado a los gobiernos de sus países o que plantean la perspectiva de su derrocamiento indica que la situación mundial, tomada en su conjunto, está pegando un viraje. El imperialismo mundial aún conserva la iniciativa que conquistó con la derrota de la revolución política en Polonia a manos de Jaruzelski; con la neutralización de la revolución alemana y la absorción de Alemania oriental por Alemania occidental; con la masacre de Tien An-men, por la burocracia china, y con el despedazamiento de Yugoslavia, impulsado conjuntamente por el imperialismo y las diversas cliques burocráticas. Es claro, sin embargo, que el desarrollo de la crisis mundial y la creciente acción de las masas están agotando esta iniciativa y preparando una nueva situación mundial, que reanuda las tendencias revolucionarias del conjunto del período, iniciado precisamente por la revolución polaca y por la caída del Muro de Berlín.


 


La actividad que están desplegando los explotados es excepcional.


En Ecuador, una espectacular huelga general contra el paquetazo fondomonetarista de Bucaram desarrollada en medio de manifestaciones de masas de una amplitud sin precedentes en todos los rincones del país, cortes de ruta y choques con la policía, terminó por voltear al Menem ecuatoriano. La huelga fue la culminación de cuatro semanas de impresionantes manifestaciones y huelgas de los trabajadores de la ciudad, y de huelgas de hambre y bloqueos de caminos y marchas hacia las capitales de los campesinos e indígenas.


 


La amenaza de la huelga indefinida llevó al parlamento a votar apresuradamente la destitución de Bucaram: la "nebulosa institucional" (1) en que entonces cayó el país es el precio que estuvieron dispuestos a pagar la burguesía ecuatoriana, sus fuerzas armadas y el imperialismo para sacar a los huelguistas de la calle.


 


En Bulgaria, después de 30 días de grandes manifestaciones de masas y huelgas en la industria y el transporte, el PS búlgaro (stalino-capitalista) ha debido ceder parcialmente al reclamo de los manifestantes para salvar así la posibilidad de un rescate del FMI. Las primeras manifestaciones comenzaron poco después de principios de año, cuando los stalinistas aggiornados lanzaron un paquetazo descomunal y fondomonetarista: en horas se elevó el precio del carbón, la energía eléctrica, el combustible y los transportes hasta en un 40%; los impuestos municipales fueron duplicados y la moneda volvió a devaluarse, esta vez un 12% (con lo que sumaba un 600% de devaluación en los últimos doce meses).


 


La Unión de Fuerzas Democráticas (UFD, de derecha), que ganó las elecciones presidenciales de noviembre de 1996 pero es minoría en el parlamento, comenzó a reclamar el adelantamiento de las elecciones parlamentarias (que debían realizarse recién en 1998), porque "un nuevo mandato de los socialistas haría estallar al país" (2). Efectivamente, a cada negativa de los stalinistas de convocar a elecciones anticipadas, las masas respondían con nuevas y mayores huelgas y manifestaciones. Así, a mediados de enero, los manifestantes tomaron por asalto el parlamento.


En Yugoslavia, ya van casi dos meses de impresionantes manifestaciones callejeras diarias contra la anulación de las elecciones municipales en las que el dictador Milosevic fue derrotado por la oposición en las principales ciudades. El régimen está cercado por la movilización, cuya cabeza es el movimiento estudiantil; para echar lastre, primero reconoció el triunfo opositor en algunas pequeñas ciudades; luego tuvo que retroceder todavía más y aceptar una revisión general de los resultados electorales. Pese a todo, la movilización no se desinfla al tiempo que Milosevic va perdiendo aceleradamente sustento en dos de sus principales pilares: el ejército, la iglesia ortodoxa y, por sobre todo, el imperialismo, que luego de apoyarlo por todos los medios, ha llegado a la conclusión de que está terminado (3). El régimen se desintegra bajo la presión de la movilización política de los trabajadores y estudiantes, y las contradicciones de la política mundial del imperialismo.


 


En Albania, cientos de miles de exasperados trabajadores, jubilados y desocupados vienen ocupando desde hace semanas las calles de todas las ciudades del país, en lo que es la movilización popular más masiva, prolongada y explosiva que se recuerde en la historia de la pequeña república balcánica. Las manifestaciones, en muchos casos acompañadas de huelgas, han creado "un riesgo cierto de guerra civil" (4) y plantean la perspectiva de la caída del gobierno encabezado por el derechista Sahi Berisha. En su ira, los manifestantes han incendiado comisarías, municipalidades y hasta la sede de la empresa petrolera estatal. Fueron movilizadas tropas del ejército para impedir que el Banco Central albanés y los ministerios corrieran la misma suerte. Uno de los ministros, que pretendió dialogar con los manifestantes, fue golpeado y tomado como rehén durante varias horas. La magnitud de la movilización popular es tal que "el gobierno parece haber perdido el control en algunas de las grandes ciudades" (5).


 


Los manifestantes exigen que el gobierno devuelva los depósitos de las financieras que han quebrado, dejando a más del 90% (6) de la población sin sus ahorros. ¡Más de 1.000 millones de dólares una cifra que triplica el monto del déficit público se han evaporado en manos de los novísimos capitalistas albaneses! Las financieras quebradas mantenían "estrechos lazos con el gobierno" (7) y financiaron sus campañas electorales. En el centro de la estafa se encuentra el holding Vefa, la mayor compañía privada del país, directamente ligada al partido gobernante (8).


 


Bajo la presión irresistible de la calle, el gobierno aprobó una ley que garantiza la devolución de los depósitos pero como no tiene ninguna posibilidad de devolverlos, está planteada su caída a manos de los trabajadores movilizados.


 


Paralelamente a estas grandes huelgas y manifestaciones políticas, se están desarrollando otras luchas que, aunque todavía no cuestionan directamente el poder político es decir, no plantean aún el derrocamiento del gobierno, son el indicador de que en las propias ciudadelas del gran capital se están preparando convulsiones todavía mucho más explosivas que las que ya se están registrando.


 


En Bélgica, la degeneración política y moral de la burguesía y la crisis económica están provocando una situación revolucionaria. En octubre, más de 300.000 manifestantes convocados por organizaciones de base repudiaron el encubrimiento policial, judicial, gubernamental y hasta monárquico de una red de explotadores sexuales de menores que secuestraró y asesinó a dos niñas. El encubrimiento de los pedófilos, la montaña de denuncias de corrupción que pesan sobre las principales figuras del gobierno de todos los partidos, sean de derecha o de izquierda y el excepcional crecimiento de la desocupación, han condenado al régimen belga a los ojos de las masas: "día tras día, se cuestionan todos los engranajes del Estado: la policía, la gendarmería, la justicia y las instituciones políticas" (9).


 


En este cuadro de descomposición política mayúscula y de rebelión popular contra el régimen, la clase obrera ha comenzado a tallar: acaba de tener lugar una gran marcha por el empleo, convocada por las organizaciones de base de una fábrica metalúrgica amenazada de cierre. Concurrieron más de 60.000 trabajadores y estudiantes encabezados por los padres de las niñas asesinadas, obreros ellos también, en lo que constituyó la primera manifestación política de masas contra el gobierno acaudillada por la clase obrera.


 


En Corea, asistimos a todo un mes de batallas callejeras de masas y de huelgas parciales y a una gran huelga general contra una ley de flexibilización laboral que refuerza, además, la ilegalización que pesa sobre el principal sindicato obrero del país. Las huelgas, caracteriza un diario de negocios, "puso al gobierno a la defensiva" (10). La ley sigue en pie y el sindicato ilegalizado ha anunciado el retome de la huelga general en un acto al que concurrieron más de 200.000 trabajadores, luego de haber intentado una componenda con el gobierno. El alza obrera se combina en Corea con una profunda crisis económica y política, que se ha puesto de manifiesto en la quiebra de uno de los mayores grupos económicos del país: la siderúrgica Hambo, vinculada al hijo del propio presidente Kim, y en la amenaza de una quiebra bancaria generalizada.


 


La explosiva combinación de estancamiento productivo, quiebras, caída de los beneficios y de las exportaciones, sobreproducción, desinfle de las Bolsas (asiáticas y europeas) y deterioro de la balanza comercial, fuera del área dólar; y de grandes luchas obreras que, para sorpresa de muchos, está emergiendo en Corea, es apenas el espejo de una situación que se propaga por todo el Sudeste asiático. En Tailandia, en Indonesia, en Filipinas, en la India, huelgas oficialmente consideradas ilegales son cosas de todos los días, al punto que un observador señala que "ni siquiera el poder conjunto de la policía y el ejército puede detener la marea de concientización de los obreros asiáticos" (11).


 


Todo esto sucede en el cuadro de grandes huelgas sindicales, algunas de gran dureza, como las de los camioneros franceses (que obtuvieron una resonante victoria sobre el gobierno y las patronales) y las que libran actualmente los camioneros españoles o los estatales colombianos (y la guerrilla de este país, que combate a las puertas de Bogotá). En los Estados Unidos, un decreto de último minuto de Clinton, que evitó el desencadenamiento de una devastadora huelga de los trabajadores de la United Airlines, sólo demoró lo que habrá de ser una tremenda huelga aérea internacional.


 


La situación aún no se encuentra dominada por la iniciativa de las masas, porque la crisis en los Estados Unidos se encuentra precariamente contenida y porque aún no ha surgido una vanguardia obrera, es decir, con una política independiente. Pero aunque aún deben recorrer un importante camino, las masas están comenzando a derrotar y, más importante, a derrocar con sus huelgas y con sus manifestaciones, a quienes pretenden resolver la crisis capitalista sobre sus espaldas, sean éstos, stalinistas reciclados, demócratas restauracionistas o dictadores civiles latinoamericanos. Este es el cambio que se va procesando en la situación mundial, y que resulta directamente de la incapacidad del capitalismo mundial para resolver o desviar la enorme crisis de conjunto que se manifestó en el hundimiento del viejo orden que emergió en la posguerra, sostenido en la coexistencia entre el imperialismo y la burocracia rusa.


 


Contenido


 


¿Cómo interpretar estas grandiosas manifestaciones políticas de masas? La opinión dominante es que este movimiento tendría un contenido diferente en el Este y en el Oeste. En Europa oriental, asistiríamos a una lucha por la democracia, cuyo objeto sería completar la revolución de 1989. Esta explicación pasa por alto, sin embargo, que en Albania gobiernan los occidentales (y no los stalinistas reciclados) y que en Bulgaria la caída del Muro se completó hace mucho: desde hace más de un lustro, los stalinistas y los derechistas se alternan en el gobierno y lo comparten.


 


Según esta misma explicación en el Oeste democrático, la movilización de las masas sería, apenas, una lucha contra la corrupción. La muestra más evidente de esta ceguera la dio el diputado transformado en presidente del Ecuador, Fabio Alarcón, para quien "el pueblo soporta los sacrificios (es decir, los paquetazos fondomonetaristas) pero no la corrupción" (12).


En esta interpretación interesada, los explotados no se están levantando contra el derrumbe capitalista en Ecuador, en Albania, en Bulgaria o en Yugoslavia y sus terribles consecuencias sobre sus condiciones de vida: la licuación de los salarios por la hiperinflación y los tarifazos, el desempleo, la superexplotación y la entrega nacional.


 


Es imposible desconocer, sin embargo, el único y común contenido de todas estas movilizaciones y huelgas políticas de las masas: el levantamiento de los explotados contra los regímenes fondomonetaristas y sus inevitables corruptelas. Este lazo político y social indisoluble que une a las huelgas y las manifestaciones de Quito, Tirana, Seúl, Sofía o Belgrado, confirma que nos encontramos en presencia de una tendencia sistemática hacia un giro de la situación mundial.


 


Crisis capitalista


 


Pocos se han percatado de que, en el Este y en el Oeste, las masas se han levantado contra lo que es la última panacea del FMI, los planes cavallianos de convertibilidad.


 


En Ecuador, las manifestaciones comenzaron cuando Bucaram lanzó un violentísimo paquetazo, que era apenas el primer paso hacia el programa de convertibilidad que pensaba aplicar con la ayuda no gratuita, por cierto del propio Cavallo. La exportación de la convertibilidad cavalliana al Ecuador contaba con el visto bueno de los acreedores internacionales y, según un muy informado diario financiero, "los inversores (externos) se mostraron felices con el plan pero no precisamente porque Ecuador lo necesitara con urgencia" (13), sino porque abría una nueva veta para la especulación.


En Bulgaria, el paquetazo que lanzaron los stalinistas reconvertidos y que desató las manifestaciones y las huelgas tenía la misma función que el que lanzó Bucaram en Ecuador: preparar las condiciones para la aplicación del plan de convertibilidad exigido por el FMI. Efectivamente, a fines del año pasado los usureros internacionales suspendieron todos los créditos a Bulgaria hasta tanto el gobierno aplicara la convertibilidad además de despedir a 60.000 empleados públicos y cerrar decenas de empresas estatales (14). Los stalino-cavallianos búlgaros pretendían formar un gobierno de coalición con los derechistas para aplicar la convertibilidad en el entendimiento de que "todos los partidos aceptan la propuesta del FMI de implantar el sistema de convertibilidad" (15).


 


Tanto en Ecuador como en Bulgaria, el intento de aplicar la convertibilidad llevó al estallido del país y a la caída del gobierno. Al borde de la catástrofe, Lituania, Letonia y Estonia, los países bálticos que ya lo habían aplicado, anunciaron su apresurado abandono de la convertibilidad.


 


Ecuador, Bulgaria, las repúblicas bálticas: en apenas unas pocas semanas, se ha asistido a tres nuevas y abrumadoras derrotas del exitoso plan Cavallo. ¿Por qué, entonces, el FMI insiste en su aplicación, aun a costa del estallido de los países beneficiados? La razón por la que el imperialismo pretende imponerlos en todo el mundo no es el salvataje de los países atrasados, sino el suyo propio. La seguridad para los negocios especulativos que brinda el tipo de cambio fijo, permite la entrada a estos países dudosos de enormes masas de capitales ociosos que, a su turno, sirven para financiar las exportaciones norteamericanas. En Argentina, esa película ya la vimos; en las tres repúblicas del Báltico, los déficits comerciales son récord.


En resumen, por su necesidad de promover nuevos negocios especulativos y de darle una salida a sus exportaciones, el imperialismo está llevando al estallido a los países atrasados. Todo esto está revelando la envergadura que ha alcanzado la crisis capitalista.


 


Durante las últimas dos décadas, la tasa de crecimiento de las grandes potencias se redujo a menos de la mitad de la que exhibían en las décadas precedentes. Los llamados tigres asiáticos, con sus elevadísimas tasas de crecimiento, parecían inmunes a esta tendencia mundial al estancamiento. La crisis, sin embargo, los ha alcanzado, y en los otrora vigorosos tigres asiáticos se está incubando un nuevo y decisivo agravamiento de la crisis económica. Un reciente informe (16), brinda un pantallazo de la espectacular crisis que se cierne sobre el Asia. Corea está shockeada por la quiebra de grandes grupos económicos, la caída de sus exportaciones y la debilidad de su sistema financiero. En los últimos meses, Tailandia registra sucesivos déficits comerciales y quiebras bancarias, un virtual certificado de defunción para un aspirante a tigre exportador.


 


En toda la región, la balanza comercial (exportaciones menos importaciones) empeoró y las bolsas de la región, con excepción de la de Hong Kong, apenas alcanzan los niveles de 1993 (en el mismo período, Wall Street se valorizó un 50%). La mayoría de los capitales de la región, a pesar de su creciente facturación, "casi no generan beneficios" dice el mismo informe. El excedente de capacidad instalada, es decir, de capitales en electrodomésticos, automotrices, computación, químicos y siderurgia es, simplemente, monstruoso. Como consecuencia, el precio de los chips de computación cayó ¡82%! en el último año y el de los petroquímicos el 38%. Los propios capitalistas pronostican un "baño de sangre" en estas industrias y la desaparición de decenas y decenas de empresas. En algunos sectores, ya ha comenzado un proceso de venta de empresas a firmas norteamericanas.


Todo esto confirma que sus limitaciones sociales, políticas y económicas, propias de su carácter periférico la estrechez de los mercados internos; sus desproporciones y desigualdades; la ausencia de redes financieras propias; de mano de obra altamente capacitada y de recursos para generarla y la consecuente incapacidad de innovación tecnológica; la "incapacidad para administrar operaciones globalizadas" en el lenguaje de aquel informe que venimos citando resultaron insuperables para los tigres asiáticos. A pesar del enorme crecimiento de su producción como consecuencia de la explotación de una mano de obra extremadamente barata no han logrado superar el estadio de enclaves subordinados, financiera y tecnológicamente, al imperialismo.


 


Los tigres han chocado con otro límite insuperable: la propia crisis capitalista mundial. "El mundo, dice el mencionado informe, simplemente no puede absorber toda esa producción". La capacidad para descargar las consecuencias de la crisis sobre las restantes naciones es lo que diferencia a un país imperialista de otro que no lo es: los tigres asiáticos están empezando a sentirlo en carne propia.


 


Pero la crisis se agrava no sólo entre las potencias de segundo orden, sino también en las propias metrópolis imperialistas. En Japón, que desde hace cuatro años no logra superar el estancamiento, acaba de quebrar el segundo mayor banco del país. Los restantes grandes bancos están en una situación de virtual quiebra, como consecuencia de la acumulación de enormes deudas incobrables por el hundimiento de la burbuja especulativa de la década pasada y la depresión que le ha seguido. Con todo, lo más notable de la crisis japonesa y un indicador de su envergadura es que los bancos japoneses han sido incapaces de superar la situación, a pesar de la monumental masa de dinero decenas de billones de dólares con que los ha subsidiado el Estado.


Los récords que está alcanzando la Bolsa de Wall Street se explican por la crisis asiática, que es su contrapartida, pues la necesidad de rescatar a los capitales japoneses, etc., ha provocado una emisión inflacionaria de liquidez que ha inundado a Wall Street. Es por eso que lo que más temen los neoyorquinos es una recuperación japonesa y la consiguiente suba de las insignificantes tasas de interés en Japón. Sin embargo, un agudizamiento de la crisis en Japón podría obligar a una repatriación de capitales nipones invertidos en Wall Street, lo cual provocaría un gigantesco derrumbe bursátil. Este desequilibrio internacional se manifiesta ya en la crisis monetaria. Ocurre que el enorme crecimiento de los valores accionarios en Wall Street (más del 50% en apenas tres años) ha sido cebado por la revalorización del dólar frente al yen japonés y al marco alemán. Para europeos y japoneses, la sobrevaloración del dólar ofrecía enormes ventajas competitivas en el campo comercial pero una marcada desventaja en la competencia por el acaparamiento de los capitales especulativos que circulan por el mundo. Con Wall Street en un récord histórico, la valorización del dólar que sería necesaria para evitar que se pinche la burbuja neoyorquina plantea el derrumbe de las Bolsas de Europa y Japón; si estos últimos intervienen en los mercados monetarios para valorizar sus monedas y, por esta vía, salvar sus Bolsas, con ello destruyen el mecanismo que ha permitido el engorde de Wall Street. En consecuencia, las tensiones monetarias entre las grandes potencias son inevitables.


 


Con un telón de fondo de estancamiento económico, de montañas de deudas, de sobreproducción y de lucha aguda por los mercados, una tormenta monetaria sobre Europa, Japón y los Estados Unidos bien podría ser el detonante de un cataclismo general.


 


Los límites del arbitraje imperialista


 


Las explotados comienzan a levantarse contra los gobiernos fondomonetaristas. Frente a este movimiento, que asume cada vez más un carácter de conjunto, los márgenes de arbitraje del imperialismo se estrechan.


 


En las crisis recientes, cuando la continuidad de los regímenes atacados por las masas se reveló imposible (¡y sólo entonces!), la diplomacia norteamericana impulsó activamente los planteos de recambio de personal en el cuadro del mismo régimen político, llevando al gobierno a las direcciones democratizantes y proimperialistas que se encuentran a la cabeza de las movilizaciones: Alarcón por Bucaram en Ecuador; los stalinistas reciclados por los derechistas en Bulgaria; Milosevic por algún nacionalista serbio, y en el futuro cercano, si fuera necesario, de los derechistas por los stalinistas en Albania.


 


Sin embargo, y a pesar de los poderosísimos medios políticos, económicos e ideológicos a su disposición, las limitaciones del arbitraje saltan a la vista cuando se observa la precariedad de los respiros que logra imponer. En Yugoslavia, toda la intervención imperialista estuvo destinada a evitar la caída de Milosevic, para lo cual contó con la colaboración de la propia oposición pese a lo cual no logró desmontar las movilizaciones estudiantiles contra la dictadura. El mejor ejemplo, sin embargo, es el de Ecuador, donde Alarcón, el elegido por la embajada norteamericana para suceder a Bucaram, ha debido enfrentar, desde el primer día, amenazas de una nueva huelga general, la ocupación de edificios públicos y gobernaciones por parte de los obreros y de los campesinos e indígenas que levantan sus propias reivindicaciones sociales.


 


La defensa de la democracia continúa siendo el principal ángulo de ataque del imperialismo y de los explotadores para enfrentar los reclamos y las movilizaciones de los explotados. Así, en Ecuador, después de la caída de Bucaram, se empiezan a oponer chicanas constitucionales al reclamo de las organizaciones indígenas de conformar un Estado plurinacional, que es la envoltura política de su larga y obstinada lucha por la tierra. Y también en Bulgaria, donde el FMI reclama elecciones anticipadas para que surja un gobierno con respaldo popular, con la autoridad política que no tenían los stalinistas para aplicar la convertibilidad. Pocas veces como en la crisis búlgara ha quedado expuesta de una manera más transparente la verdadera esencia de la democracia: los oprimidos son obligados a elegir quiénes serán sus próximos verdugos.


 


Las direcciones de los movimientos de las masas


 


Una de las particularidades de todas estas movilizaciones es que las direcciones que se encuentran a la cabeza de las masas no son esencialmente diferentes de los gobiernos que las masas quieren derrocar. Así, Alarcón llegó a la presidencia del parlamento de la mano de Bucaram; hasta hace poco tiempo, los opositores yugoslavos pretendían formar un gobierno de unidad nacional con Milosevic; los derechistas albaneses y sus opositores provienen todos, sin excepción, del viejo partido stalinista, y todos ellos, también, ahora son partidarios del mercado y de la ortodoxia fondomonetarista; por su parte, los stalinistas reciclados búlgaros y sus opositores de derecha no sólo son todos ellos stalinistas de la buena época, sino que, además, han cogobernado el país en los últimos siete años.


Este hecho incontrastable el carácter derechista y proimperialista de las direcciones que están a la cabeza de las movilizaciones ha llevado a los escépticos a decir que no pasa nada y hasta adoptar una posición de neutralidad entre los verdugos de hoy y los verdugos de mañana (o, peor aún, a preferir a los verdugos de hoy cuando de stalinistas se trata), lo cual revela su completa impasse política. Porque la realidad es que pasa y mucho.


En primer lugar, constituye no ya un error de apreciación, sino un completo crimen político, identificar a las masas que se movilizan con las direcciones que aparecen a la cabeza de estas movilizaciones. En Yugoslavia, "la prensa ha confundido deliberadamente al movimiento popular de oposición a Milosevic, que tiene su epicentro en la movilización estudiantil, con la oposición política reunida en (el frente) Zajedno. Es evidente, sin embargo, que los estudiantes insisten en distinguirse de los partidos de oposición (El Cronista, 31/12)" (17), al punto que organizan sus manifestaciones por separado. En Ecuador, en Bulgaria y en Albania, los trabajadores salieron a la calle por sus propias reivindicaciones e hicieron tambalear a sus respectivos regímenes y, sólo entonces, aparecieron los opositores proimperialistas.


Las relaciones establecidas entre las masas y estas direcciones son de recelo mutuo. "¿Quién nos garantiza se preguntan los estudiantes yugoslavos que la oposición llegada al poder se comportaría diferente de los actuales gobernantes?" (18). En Quito, una pintada que reza Cuidado Alarcón, te vigilamos (19), revela el mismo espíritu de los explotados ecuatorianos respecto del hombre que ha llegado al gobierno como consecuencia de su movilización. En Sofía, "los líderes de la oposición" reconocen que han logrado apenas una "tenue credibilidad entre los manifestantes" (20).


Los recelos de los estudiantes yugoslavos y de los trabajadores ecuatorianos hacia los líderes políticos del movimiento, y la cautela de los derechistas búlgaros hacia las masas, dice mucho acerca de la relación política establecida entre estas direcciones y los trabajadores movilizados: estas direcciones carecen de cualquier autoridad sólida sobre las masas; no están enraizadas en ellas; no son la expresión real, o incluso deformada, de su movimiento y de sus reivindicaciones. Se limitan a usurpar un vacío político existente y a intentar desviar las movilizaciones hacia la trampa democratizante.


 


La crisis, los choques y las rupturas entre estas direcciones proimperialistas y las masas movilizadas son, por lo tanto, inevitables. El carácter circunstancial, superficial y episódico de las direcciones que aparecen a la cabeza de las masas, plantea agudamente la necesidad de estructurar de inmediato el partido revolucionario en el plano internacional. O sea, pasar de la consigna a la acción y refundar de inmediato la IVa Internacional.


 


Las metrópolis


 


Ciertamente, las manifestaciones y huelgas políticas de masas ocurren en países de tercer orden y no en las principales potencias imperialistas, que son, en definitiva, las que deciden el destino del mundo. En las metrópolis no hay manifestaciones y huelgas políticas de masas todavía.


 


Ya se han mencionado las grandes manifestaciones políticas en Bélgica y las agudas luchas obreras en Francia y en España. La situación alemana se deteriora manifiestamente. En Francia, un sector de la burguesía reclama abandonar la política del franco fuerte, es decir, la política de atar el franco al marco alemán o, lo que es lo mismo, la perspectiva del eje París-Bonn como viga de la unidad monetaria europea. En consecuencia, la perspectiva de esta unidad podría alejarse, provocando una crisis política y militar internacional. En Rusia, el marasmo engendrado por la restauración capitalista está incubando una enorme rebelión popular (que ya se ha expresado en numerosas huelgas). En las Bolsas de Asia y en los mercados monetarios mundiales se prepara una nueva catástrofe financiera internacional.


 


. . .


Salta a la vista que nos encontramos en una etapa de reversión del ángulo político dominante inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín. El mito del triunfo definitivo del capitalismo se ha esfumado. Tanto en el Orientecomo en el Occidente, las masas trabajadoras han recorrido una experiencia concreta: el capitalismo y el mercado han fracasado no sólo en dar satisfacción a sus necesidades más elementales, sino también para impedir el derrumbe de naciones y continentes enteros.


 


Las luchas de las masas en defensa de sus reivindicaciones sociales se convierten, casi inmediatamente, en ofensivas, y éstas, inevitablemente, llevan a plantear la cuestión del poder político. Los explotados han comenzado a aparecer en la escena política y, aunque todavía no imponen su salida a la crisis, están comenzando a voltear a los que pretenden imponer salidas en su contra.


 


Este es el nuevo ángulo político que tiñe toda la escena mundial.


 


 


Notas: 


 


1 La Nación, 8/2/97.


2 . Brecha, 24/1/97.


3 . International Herald Tribune, 18/02/97.


4 . Clarín, 2/2/97.


5 . Financial Times, 2/1/97.


6 . Cronista, 28/1/97.


7 . The New York Times, 3/2/97.


8 . Financial Times, 1/2/97.


9 . Le Monde, 21/11/96.


10 . Financial Times, 4/2/97.


11 . Frankfurter Rundschau, reproducido por La Nación, 28/1/97.


12 . La Nación, 15/2/97.


13 . The Wall Street Journal, 6/2/97.


14 . Financial Times, 5/2/97.


15 . Financial Times, 25/1/97.


16 . Business Week, 2/12/96.


17 . Prensa Obrera, n° 526, 16/1/97.


18 . El Cronista, 31/12/96.


19 . La Nación, 15/1/97.


20 . Financial Times, 25/1/97.

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