Exposición realizada en los cursos de formación de la “Alliance des jeunes pour le Socialisme” (AJS), en las Pascuas de 1976.
I. La obra de Freud y sus límites
La obra de Freud es una obra con diversos componentes. En ella se oponen tendencias materialistas, científicas y tendencias idealistas, ideológicas. Es necesario saber que Freud comenzó su carrera intelectual por la química. Después, por razones de éxito social, dificultades por las que atravesó en la Viena de fin del siglo XIX, se orientó hacia la patología, particularmente la patología de enfermedades mentales. En una carta a su amigo Fliess, posterior al descubrimiento del psicoanálisis, Freud dice que está convencido de que en el futuro las perturbaciones de la sexualidad podrán ser curadas por medios bioquímicos, pero que como por el momento no se dispone de estos medios hay que hacer algo. De esta manera, el psicoanálisis sería, en el espíritu de Freud, una solución de espera ante la falta de medios bioquímicos, que algún día, podrían prevalecer. Estamos aquí ante un materialismo médico. No estamos ante un materialismo dialéctico. La sociedad no entra en juego. Es un materialismo de médico de fin de siglo XIX. Pero este materialismo de fin de siglo XIX, entre los médicos de esta época, aparece como infinitamente ilustrado si se lo compara a ciertas producciones y sub-producciones ideológicas actuales, de las que tendremos oportunidad de hablar. Por lo tanto, el psicoanálisis es el desvío al que hubo que recurrir en ausencia de medios bioquímicos destinados a curar las perturbaciones psicosexuales. Para tratar de evaluar la importancia de las tendencias materialistas y de las tendencias idealistas en la obra de Freud, les propongo considerar, en ella, tres períodos.
Los tres períodos de la obra de Freud
1) Un período que va de 1895 a 1914; 1895 a 1900: descubrimiento del psicoanálisis; 1900 a 1914: afirmación del psicoanálisis y construcción también de una sociedad de psicoanalistas; por fin, conquista de un público en Austria, en Alemania y, enseguida, en dirección a los EE. UU.
2) Un período que va de 1914 a 1934: período en el cual el psicoanálisis ya ha triunfado en un cierto número de sectores y donde Freud va a desarrollar su teoría de la estructura de la personalidad.
3) Un último período que va de 1934 a 1939. Es un período trágico: Freud es atacado por un cáncer en la mandíbula del cual morirá; y hay un cáncer de carácter histórico que desborda a la persona de Freud, es el hitlerismo que va a enviar sus tropas a Viena. Freud y sus amigos deberán pagar un rescate muy elevado a los nazis para que pudiera abandonar el país y fuera a morir a Londres.
Si retomamos rápidamente estos períodos: en el primer período, Freud descubre la realidad del siquismo inconsciente, pero la descubre no a través de la especulación, no a través de un desarrollo metafísico. Freud llega a la hipótesis del inconsciente en su experiencia como terapeuta, en su experiencia de médico que trata de curar ciertas enfermedades mentales. Es a partir de los síntomas neuróticos, de los sueños y de los actos fallidos, que Freud se libra a la hipótesis de la existencia de un psiquismo inconsciente, más importante que el psiquismo conciente y que le sirve en realidad de infraestructura.
Y al mismo tiempo, en relación estrecha con su terapéutica, Freud es llevado a descubrir que el contenido de este psiquismo inconsciente es sexual, es decir que está ligado a los estados de una vida sexual que comienza en el nacimiento y no en la pubertad, en tanto que proceso en el cual el individuo se construye como personalidad singular en relación con una cierta búsqueda del placer. Los grandes descubrimientos de Freud aparecen ya en "La interpretación de los sueños", en 1900. Los grandes descubrimientos de Freud son los descubrimientos de este período: es la fundación del psicoanálisis, que representa un avance hacia una asimilación científica de los procesos psíquicos.
La represión, el inconsciente y la sociedad
Es interesante evocar en relación con este primer período, el concepto de represión, porque este concepto va a jugar un rol a través de las distintas etapas de la carrera intelectual de Freud. Cuando Freud encuentra la presencia del inconsciente en el tratamiento de sus enfermos, especialmente en los grandes neuróticos, él se plantea el problema de la génesis de este inconsciente. ¿De dónde viene? Freud, en un cierto número de textos, en la"La interpretación de los sueños", en la "Introducción al psicoanálisis" y en "Los tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad", responde que el individuo, desde su nacimiento, está dotado de un conjunto de pulsiones, es decir, de un equipamiento animal. La sociedad en la que ocurre, en la que estamos insertos; esta sociedad, a través de la organización familiar, ejerce sobre nosotros un cierto número de presiones. Se nos va a forzar en el ejercicio de nuestros instintos alimentarios, excréticos, sexuales, y estas presiones de la sociedad, ejercidas por la madre y por el padre, van a ser interiorizadas; Freud dice, incluso, introyectadas por la personalidad en formación, de tal manera que ya no vamos a necesitar más del gendarme parental, que nos transformaremos en nuestros propios gendarmes. En esta interacción de la sociedad con sus presiones y de la naturaleza con sus pulsiones, Freud hace dialéctica sin saberlo, como todos aquellos que se han dedicado a una práctica científica verdadera. Y esta dialéctica hace que Freud supere el nivel del materialismo puramente médico, porque hace intervenir la relación sociedad-naturaleza. Entonces, el inconsciente es, en el fondo, el producto de la represión, es decir, el efecto de este proceso a través del cual la sociedad obstaculiza, por ejemplo, nuestras pulsiones incestuosas, homosexuales e incluso heterosexuales, pero de una manera tal que no tenemos conciencia. El rechazo es, él mismo, un proceso inconsciente, generador del inconsciente. Por lo tanto, el inconsciente no es enigmático para Freud, no es misterioso. Se podría decir que hay inconsciente porque hay sociedad. La base real del inconsciente es la explotación del hombre por el hombre y la represión de las fuerzas vitales que resulta de esta explotación, aunque Freud no hubiera ido hasta ahí.
La libido y sus dos manifestaciones
Segunda etapa: 1914-1934. Se admite que hay un giro en 1914 en la obra de Freud con el artículo: "Introducción al narcisismo". He aquí rápidamente de qué se trata. En el primer período (1895-1900), Freud dice: hay instinto sexual (libido) y también un instinto del yo, del interés, un instinto de conservación. Bien entendido, todas las obras de este período muestran que la potencia de la libido le gana de lejos a la potencia de este instinto de conservación, de este interés. Pero Freud piensa que existe, yuxtapuesto en el inconsciente a la libido. En 1914, Freud constata que, en efecto, la libido puede manifestarse, y se manifiesta, de dos maneras.
La libido objetal: el sujeto embiste sobre un objeto; aquella en la cual la libido actúa como un boomerang sobre el sujeto. Uno se ama, y Freud constata que la libido del niño es una libido fundamentalmente narcisista.
El amor que el bebé, el muchacho tiene por su madre, es de hecho el amor que tiene por sí mismo a través de la madre. La fase de la pubertad no ha sido atravesada. No hay una verdadera capacidad de inversión objetal; es, de hecho, una sexualidad autoerótica la que está en curso. Entonces, el descubrimiento del narcisismo es una cosa muy importante, porque elimina la hipótesis bastante débil del segundo instinto, la hipótesis del instinto del yo. En realidad, en el inconsciente todo es libidinal. En 1914, Freud ha llegado hasta el final de la explicación por medio de la sexualidad. Pero la libido, si es que tengo derecho a hablar en lugar de Freud, funciona dialécticamente. Comporta una contradicción interna entre su aspecto objetal y su aspecto narcisista. También, a partir del descubrimiento del narcisismo, Freud puede dar una explicación global de la neurosis, cualquiera sea el síndrome neurótico que tenga que enfrentar. Freud puede decir que la neurosis resulta una insuficiencia de la superación del narcisismo infantil. La neurosis es un reflujo hacia el narcisismo infantil, hacia el autoerotismo que se traduce por una incapacidad de inversión objetal. Y es a partir de este descubrimiento que Freud va a llegar a su "segundo tópico", es decir hacia su concepción de la estructura de la personalidad, con las tres instancias que se conocen: el ello, el yo y el súper-yo.
El "ello", el "yo" y el "súper-yo" y la dialéctica naturaleza-sociedad
En realidad, no hay tal cosa como primer tópico y un segundo tópico. En realidad, hay una tentativa de caracterización del psiquismo, que hace intervenir al inconsciente, al preconciente y a la conciencia. Después, hay una tentativa de definición de la personalidad. Entonces, esta tentativa se realiza según las tres instancias del ello, el yo y el súper-yo. Y encontramos en la formación del yo y del súper-yo, la dialéctica naturaleza-sociedad de la cual ya he hablado. Freud dice "arribamos a la vida con un ello". El ello es nuestro equipamiento pulsional, el que no difiere de un individuo a otro, que es el equipamiento pulsional de la especie.
Pero en el contacto con el mundo exterior, es decir, con el mundo social, familiar, se constituye, en la periferia del "ello", una nueva instancia que es el "yo".
Por lo tanto, es claramente la dialéctica naturaleza-sociedad la generadora del yo, de la personalidad en formación. Vamos a ver después que, con Lacan, todo ocurre como si estas banalidades no hubieran sido admitidas, como si se las quisiera rechazar. En realidad, el "yo" se segrega a partir del "ello" en el contacto con la realidad social y Freud, dialéctico una vez más sin quererlo y sin saberlo, es obligado a darse un último concepto para explicar que las normas de la sociedad no son solamente sufridas por el individuo sino interiorizadas, introyectadas. Para explicar esta interiorización hay que recurrir a una tercera instancia, que es el "súper-yo", nacida del ideal del "yo". El "súper-yo" es la sociedad, la socialidad más precisamente, que se ha interiorizado en cada uno de nosotros. Es la parte de la ideología (Freud no lo dice pero se lo descubre bastante fácilmente), es la parte de ideología que tenemos en nosotros. Incluso, si queremos destruir la sociedad burguesa, tenemos un "súper yo" burgués, como otros han tenido un "súper-yo" feudal, esclavista, etc. El "súper-yo" de Freud es una tentativa de explicación a nivel de la psicología y a nivel de la formación de la personalidad individual de lo que Marx había ya descubierto, establecido a nivel del devenir socio-histórico y de las relaciones entre las clases constitutivas de la sociedad.
Un problema va a plantearse a partir de la estructura "ello/yo/súper-yo". O bien se pretende explicar la personalidad solamente a partir de ella, su formación, su desarrollo, sus deformaciones y su patología, como lo hace la mayor parte de los psiconalistas. En este caso, caemos en el psicologismo. O bien recurrimos al materialismo histórico.
A partir de los problemas del segundo tópico freudiano, está la gran cuestión que aún permanece ¿Es que se va a articular el "ello" a la sociedad existente en la cual están aprisionados los individuos? ¿Es que se va a ir hasta el final en la explicación del "súper-yo", particularmente considerando que el "súper-yo" es represivo y que esta represión ha determinado un síndrome neurótico?
¿Es suficiente reubicar el "súper-yo" en su lugar o hay que interrogarse sobre la sociedad circundante? ¿No es acaso la sociedad que es patógena? ¿Es que la multiplicación de las neurosis en el período capitalista agonizante de hoy puede simplemente ser explicada por los "súper-yo" que se desarticulan, o debe ser reportada a la sociedad y a los instrumentos de clase de esta sociedad?
De la ciencia y la metafísica
Aquí se plantea la cuestión principal de la explicación del psicoanálisis por él mismo, por medio del mismo y en sí mismo, de acuerdo a una pretendida autonomía psíquica en la que la mayor parte de los psicoanalistas pretenden no caer, pero a la cual vuelven como el perro de las Escrituras a su vómito, en su práctica y en su concepción verdaderas. Si usted encuentra a alguien que sea diferente, tráigamelo.
En su último período, Freud va a librarse a especulaciones. Una de sus selecciones de artículos se llama "Metapsicología"; es bastante revelador. Freud va a tomar partido con relación a su práctica medical, con relación a sus experiencias de terapeuta, y va a librarse a especulaciones en las cuales va a evocar a Schopenhauer, Nietzche y otros. Freud alcanza en este momento una tercera clarificación de los problemas del inconsciente y la sexualidad.
Según él, dos fuerzas, dos principios actúan a través de los seres vivos, especialmente los seres humanos. Uno de esos principios lo llama Eros, ya no es más la libido, es de cierto modo la potencia de amor, un poco libidinizada; es el Dios Amor de los griegos que le sirve de referencia. El otro es Tanatos, es decir, la muerte.
Freud nos indica que al interior del ser vivo, es decir en el organismo, hay una cierta presencia de lo inorgánico. Claude Bernard había descubierto ya antes que Freud que lo orgánico está hecho siempre de bioquímica, es siempre un hecho físico-químico.
Para Freud, esto da lugar a una especulación de acuerdo a la cual al interior de la potencia de creatividad propia de la vida, es decir, el Eros, hay una potencia de muerte que se traduce por el automatismo de repetición.
Cuando no somos capaces de superar un estadio de nuestra vida psicosexual estamos condenados a la repetición. Y este automatismo de repetición es la muerte en el corazón mismo de la vida y es lo que llevará al síndrome neurótico, incluso la psicosis. Lo que no es vivido con un mínimo de conciencia está condenando una repetición en la opacidad, en el inconsciente. Entonces, desde siempre y para siempre, Eros y Tanatos están en conflicto y, en este momento, Freud cae en la metafísica.
Freud no ha explicado el ascenso del hitlerismo con relación a la burguesía mundial, al capitalismo internacional y al enfrentamiento entre el proletariado y la burguesía; el hitlerismo se transforma, en su pensamiento, en un efecto de Tanatos, un efecto de la potencia de la muerte. Refluimos, por lo tanto, a ideas de carácter metafísico y religioso. El hombre está maldito, esto nunca andará bien y, después de haber subido algunos escalones, uno está condenado a redescender a los abismos.
Estas últimas especulaciones freudianas van a afectar el concepto de represión del que ya he hablado. La represión es el resultado de presiones sociales contra nuestras pulsiones animales, es la dialéctica naturaleza-sociedad. Pero si hay una potencia mortífera de lo inorgánico en lo orgánico, hay otra fuente de represión, que ya no tiene que ver con la relación naturaleza-sociedad y que es una fuente absolutamente incontrolable. No se vincula más con experiencias terapéuticas. Nada la puede justificar en la práctica del doctor Freud. También, esta represión "originaria", anterior a la relación naturaleza-sociedad, va a ser uno de los puntos de referencia favoritos de Lacan en su interpretación rectificadora del freudismo.
Los límites de Freud
Antes de pasar a Lacan, quisiera marcar que los descubrimientos de Freud han tenido límites. Y estos límites hay que precisarlos, sin lo cual se arriesgaría de acreditar al psicoanálisis freudiano una pertinencia que no tiene completamente.
El primer límite con que Freud ha chocado es la sexualidad femenina. Hay que tenerlo en cuenta. La niña es pensada por él enteramente con relación al varón. De una manera general en Freud, la mujer es el hombre menos el pene, lo que que hoy aparece como muy ampliamente falso, insuficiente y mistificador. Es importante ver cómo la concepción de Freud ha tropezado con esto.
Por otro lado, el segundo límite de Freud, que es un límite cultural, es su "eurocentrismo". Freud ha escrito principalmente un libro muy malo que se llama "Totem y Tabú", que está hecho con indicaciones de la etnología colonial de la época, donde se compara a "los primitivos" con los niños y los neuróticos. ¡Desconsolante! Esto muestra que Freud no pudo salir del sistema cultural del occidente judeo-cristiano. Particularmente en la teoría de Edipo, "piedra de toque" del psicoanálisis, según los propios términos de Freud. La teoría del Edipo demanda o reclama hoy, por lo menos, ser repensada y superada en cuanto a la formulación que Freud le ha dado.
El tercer límite es el psicologismo freudiano. Cuando Freud sale de su gabinete, del lugar donde se encuentran el diván y los neuróticos, y cuando pretende esclarecer por medio del psicoanálisis el mundo que lo circunda y su historia, en ese momento Freud cae en el psicologismo y nos da desarrollos ideológicos que no tienen ya nada de científicos.
II. El oscurantismo lacaniano
Es bueno recordar que en vida de Freud, el psicoanálisis, la Sociedad de Psicoanálisis, fue sacudidas por polémicas internas y una sucesión de escisiones. Y es bueno recordar que todas estas escisiones tuvieron lugar con relación a la cuestión sexual, a la explicación sexual de las neurosis y, más generalmente, del funcionamiento del inconsciente y la personalidad.
Es primero la ruptura de Adler, quien va a evolucionar hacia una especie de psicología social reformista, vinculada con la socialdemocracia austríaca y sus acciones políticas.
Las principales corrientes psicoanalíticas fuera de Freud
Luego va a ser la ruptura de Jung, quien va a llegar a una interpretación cuasi teológica de lo que él llama inconsciente colectivo, los arquetipos sedicentes que están presentes en nosotros a partir del devenir subterráneo de las civilizaciones.
Lo que se separó de la problemática de Freud, se reveló mucho menos vivaz, mucho menos creador que el desarrollo de esta problemática. Hubo un tiempo donde uno se reclamaba de Adler o de Jung. Ese tiempo ya ha sido superado y se puede decir que, a título póstumo, Freud ha ganado; y ha ganado porque, efectivamente, los descubrimientos del psicoanálisis y los descubrimientos del inconsciente y de su contenido en materia sexual perduran, siguen siendo un avance hacia un conocimiento científico del psiquismo, en tanto que las especulaciones de Adler o de Jung han dado la espalda a tal orientación.
El psicoanálisis, sin embargo, fue profundamente sacudido por la Segunda Guerra Mundial. Un número importante de analistas era de origen judío-alemán o austríaco. Algunos murieron por el hitlerismo, otros emigraron a Estados Unidos. También el psicoanálisis, después de la Segunda Guerra Mundial, con Freud desaparecido, se transformó en algo diferente al psicoanálisis del tiempo de Freud.
Esto quiere decir que ese psicoanálisis, que tiene por centro principal a los Estados Unidos, se transformó en un psicoanálisis de adaptación a la sociedad capitalista en descomposición. Esta degeneración del psicoanálisis a la americana ha provocado un cierto número de críticas. Y precisamente Lacan, en 1953, pronuncia un discurso con mucho eco en el Congreso Internacional de Psicoanálisis en Roma. Este discurso, que en los medios lacanianos se llama el discurso de Roma, es en suma la fundación del lacanismo; se lo encuentra en los Escritos bajo el título "Función y rol de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis".
Aparición de Lacan
En este discurso de Roma, Lacan se dirige a los dirigentes, a la mayoría americana de la Asociación Internacional de Psicoanalistas y denuncia con mucho sarcasmo el lado "adaptacionista" del psicoanálisis americano. No habla, naturalmente, de burguesía, de degeneración burguesa del psicoanálisis. Dice: el psicoanálisis del otro lado del Atlántico ha degenerado en técnicas de "relaciones humanas", e incluso de "ingeniería humana", del arte de hacer buenas relaciones con fines comerciales, mercantiles, etc.; del arte del condicionamiento de los individuos para que puedan funcionar. Yo digo en el cuadro de la sociedad capitalista. Pero Lacan no va hasta ahí.
Esta denuncia de la degeneración del psicoanálisis del otro lado del Atlántico por parte de Lacan provocó, naturalmente, impresión. Y un cierto número de analistas o de gente que navega en torno al psicoanálisis ve en Lacan al hombre que levantó la bandera de la crítica contra el aburguesamiento "yanqui" del psicoanálisis. Pero las críticas al psicoanálisis habían comenzado mucho antes de Lacan. Y si uno tuviera un cuadro se podría mostrar el rol central del psicoanálisis americano y decir que, con relación a este rol central, hubo tentativas críticas, algunas de las cuales pueden ser calificadas de críticas de izquierda y otras de derecha. Porque se puede denunciar a la sociedad burguesa aspirando no a la sociedad comunista y participando de la lucha del proletariado contra esta sociedad, lo que significa una crítica de izquierda. Y se puede también denunciar a la sociedad burguesa actual diciendo que ella está cayendo al abismo y que hay que volver a una sociedad aristocrática con poder represivo, etc. El fascismo es una crítica de derecha. No es suficiente criticar la degeneración americana del psicoanálisis para ser acreditado como un crítico de izquierda, como un crítico revolucionario o una crítica liberadora. La crítica de izquierda del psicoanálisis fue esbozada alrededor de 1923 por hombres como Reich, Marcuse, y Fromm.
Los "freudomarxistas": Reich y Marcuse
Aunque haya concluido en una impasse, Reich dice en su "Revolución sexual", cosas que son sumamente interesantes. Muestra la expansión de la vida sexual en el período de la Revolución de Octubre y en el período inmediatamente siguiente. Enseguida demuestra que la reacción burocrática staliniana se tradujo en un retorno a la represión sexual, en un retorno a los temas y a las prácticas familiaristas, natalistas, etc.
Pero cuando Reich pretende explicar el fascismo, particularmente el fascismo hitleriano, y ve en el tipo "patriarcal" de la familia alemana la fuente del fascismo hitleriano, cae en el psicologismo. Porque esta familia burguesa, esta familia "patriarcal", en el sentido de Reich, se explica a partir de la dominación de clase de los propietarios feudales y los capitalistas, lo que Reich no hace.
Reich, por el contrario, invierte la relación real. El ascenso, el "resistible ascenso de Hitler", como dirá más tarde Brecht, se transforma para Reich en irresistible, porque en la estructura fundamental de la familia alemana "patriarcal" ya estaba, en germen, el hitlerismo. Ridículo psicologismo, que no permite enfrentar al hitlerismo y que desarma a las masas con relación a él.
Por lo tanto, Reich intentó una crítica de izquierda pero fracasó. Marcuse también intentó una crítica de izquierda, e igualmente fracasó. Llegó, en su estancia en los Estados Unidos, a acusar al proletariado de aburguesamiento y se entregó a los marginales (minorías étnicas, estudiantes, hippies e incluso marginales sexuales), a fin de relevar al proletariado, supuestamente fatigado de la lucha revolucionaria, en la lucha por lo que Marcuse llama la "liberación total". Acá también hay un abandono del terreno del materialismo histórico.
Dicho de otro modo, el freudomarxismo nació de una preocupación legítima: la de articular los descubrimientos de Freud con el materialismo histórico, y los freudomarxistas tuvieron razón en plantear el problema. Lo que ocurre es que no supieron tratar científicamente la cuestión y se deslizaron al psicologismo, ya presente en Freud, en la variante de la ideología burguesa de la que se nutrieron hace algunos años, en Inglaterra, y que se llama el "izquierdismo", y particularmente las formas notoriamente descompuestas de este "izquierdismo".
Precisemos que Lacan no se ubica para nada en este sector. No se sitúa del lado de Reich y de Marcuse. Por otra parte, Lacan no cita casi a Reich y a Marcuse, salvo una o dos veces, y en términos extremadamente críticos. En mi opinión, la crítica del psicoanálisis oficial por parte de Lacan no es una crítica de izquierda como sí lo es la de Reich y Marcuse; es una crítica de derecha y yo diría, incluso, de extrema derecha.
Lacan: una crítica de derecha de base idealista, "estructuralista"
Esta crítica, la del discurso de Roma, se expresa particularmente bien en estas citas sacadas del Seminario XI: "el inconsciente está estructurado como un lenguaje". Es el punto de partida lacanista. Lacan nos dice que desde Freud ha ocurrido algo nuevo: los descubrimientos de la lingüística. Los herederos de Freud deberían, entonces, beneficiarse de estos descubrimientos para interpretar correctamente la herencia freudiana. Aquí viene la cita que acabamos de evocar:
"La mayoría de esta asamblea tiene algunas nociones de lo que yo he adelantado aquí: el inconsciente está estructurado como un lenguaje que se vincula a un campo que nos es mucho más accesible que en tiempos de Freud. Yo lo ilustraría por medio de una cosa que está materializada en un plano seguramente científico en un campo que explora, estructura, elabora Lévi-Strauss, quien le ha puesto el título de pensamiento salvaje". Lacan nos invita, entonces, para comprender el inconsciente descubierto por Freud, a tomar por base el estructuralismo cuya expresión acabada se encuentra en Lévi-Strauss.
Para Lévi-Strauss, hay en el origen de toda realidad humana la potencia combinatoria permanente del espíritu. ¿Qué es este espíritu? Es el punto de partida absoluto. También es misterioso y enigmático, como todos los puntos de partida metafísicos y teológicos.
Usted toma el poder combinatorio del espíritu, y a partir de ahí todo se encadena. Esta es la ideología levisstrausiana. Esta potencia combinatoria es generadora de estructuras que uno encuentra en la lengua, en los sistemas de parentesco y en los sistemas económicos, etcétera. Un sistema económico sería el producto, en un momento dado, de la potencia combinatoria del espíritu, y esta potencia combinatoria del espíritu habría engendrado el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Es siempre la potencia combinadora del espíritu y ella sola la que haría el trabajo en la historia. "El Pensamiento Salvaje" es esta obra donde Lévi-Strauss dice que en el Neolítico no se era menos inteligente que ahora, sino que la potencia dominatoria del espíritu engendraba otras combinaciones. En relación a la continuación de nuestra cita de Lacan, élla es todavía más reveladora.
"Antes que toda experiencia, antes de toda acción individual, antes incluso de que existieran las experiencias colectivas que no son vinculantes sino a las necesidades sociales, hay algo que organiza este campo y que inscribe las líneas de fuerza iniciales; es la función que Claude Lévi Strauss nos muestra ser la verdad de la función totémica y que reduce la apariencia, la función clasificatoria primaria".
Es lo que yo llamaba, porque así la llama Lévi-Strauss, la potencia combinatoria del espíritu, una potencia combinatoria misteriosa que constituye un comienzo absoluto para toda realidad. Y Lacan concluye precisando:
"Desde antes de que se establezcan relaciones que sean propiamente humanas, ciertas relaciones ya están determinadas, están tomadas en todo lo que la naturaleza puede ofrecer como apoyo que se dispone en temas de oposición. La naturaleza ofrece, para decir la palabra, significantes, y estos significantes organizan de modo inaugural las relaciones humanas, las estructuran y las modelan".
Entonces, usted ya está advertido, no tenga la idea absurda de buscar la relación entre el animal humano y su medio; no tenga la idea absurda de buscar en la práctica productiva de la especie humana cualquier cosa que explique lo que tenga que ver con el espíritu. Hay una potencia combinatoria que trabaja, no sabemos en qué se apoya ni de dónde viene, etc. Es el puro misterio y, naturalmente, los hechos humanos, la relación entre los individuos, el tejido de las sociedades, son efectos resultado de esta potencia combinatoria misteriosa del espíritu humano.
En "Materialismo y Empiriocriticismo", Lenin criticaba a algunos ideólogos de 1908 y los estigmatizaba denunciando lo que en ellos venía de Berkeley, el obispo idealista de Gran Bretaña de comienzos del siglo XVIII. Lenin observaba que Berkeley era un obispo anglicano y lo llamaba siempre obispo Berkeley. Yo me permitiría decir hoy que este obispo, en cuestión de idealismo, era un niño de pecho al lado de Lacan.
Ya que para escribir lo que yo acabo de leer, es decir, para explicar que antes de toda relación social, antes de toda existencia psicosocial, real, está la potencia combinatoria del espíritu, hay que ubicarse en la punta extrema del idealismo oscurantista y místico. De tal manera que debemos decir que el obispo Berkeley no era sino un monaguillo al lado de este Papa del idealismo que es Lacan.
El evangelio según San Juan de Lacan …
Por otra parte, en el discurso de Roma, Lacan se las agarra con Goethe. Como es sabido, el Evangelio según San Juan comienza con la famosa afirmación de que "Al comienzo fue el verbo". En su Fausto, Goethe le hace decir a Mefistófeles: "¿Al comienzo era el verbo? No. Al comienzo fue la acción". Y Marx estaba particularmente atado a esta frase, porque efectivamente, Goethe, pensador burgués, pensador que no podía alcanzar los horizontes de la clase obrera y del materialismo dialéctico, había comprendido, sin embargo, que no era la teoría lo que venía primero sino la práctica. Entonces, al comienzo no estaba el verbo sino la acción. Lacan vuelve sobre este punto, en el discurso de Roma, y dice: "contrariamente a la reversión goetheana, primero está la palabra".
Esto significa que la tesis fundamental del lacanismo, a saber, que "el inconsciente está estructurado como un lenguaje", tiene como base no la unidad científica entre la teoría (freudiana) y la práctica (psicoanalítica), sino la vieja fantasía (teológica y metafísica) de acuerdo a la cual el verbo sería el creador de las cosas. ¡Esto es el "modernismo" lacaniano!
A partir de acá, Lacan está condenado a una concepción completamente lingüística del psiquismo y de toda la realidad humana. Nos dice, "el inconsciente es el discurso del otro". Esto quiere decir que, actualmente, yo trato de articular ciertas palabras y de utilizar ciertos términos concientemente, pero que atrás hay un cierto inconsciente. El inconsciente como discurso del otro, significa que habría en mí, yo y el otro. De esta manera, se refluye a una teoría de la alienación desvinculada de toda referencia a la explotación, realidad que ni siquiera se le ocurre a Lacan. La explotación del trabajo social sería en esta perspectiva una de las manifestaciones, entre otras, de la potencia combinatoria del espíritu. Ustedes ven porqué no se detiene en esto.
En un seminario, Lacan vuelve a Hegel, a la dialéctica del amo y del esclavo, pero únicamente en el plano de una figuración simbólica de la alienación. Dicho de otro modo, estamos alienados, estuvimos alienados y siempre estaremos alienados. Es la vieja canción judeo-cristiana que ha acunado a generaciones y generaciones antes de nosotros, que no estamos obligados a aceptar, pero que nos sigue acunando todavía.
… O el deseo precede a la necesidad
Agregaría tres cosas para caracterizar la empresa de Lacan.
Primero, el deseo, porque éste, éste sí que hace destrozos.
No es el deseo lo que causa la conmoción, sino lo que Lacan dice del deseo lo que causa conmoción en cierto sector intelectual, naturalmente en sus "Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad".
Freud, parte de constataciones completamente materialistas. Tenemos hambre, vamos a tratar de comer; tenemos sed, vamos a tratar de beber; y en un momento determinado tenemos ganas de hacer el amor, y bien, vamos a tratar de hacer el amor. Para Freud, está la necesidad que es de origen psicológico, después, la vivencia de esta necesidad y la conducta de realización de esta necesidad. Freud no hace ningún misterio acerca de la necesidad sexual. La necesidad sexual se inscribe en el organismo humano, es decir, en un sistema que, cuando conoce un desequilibrio, tiende a hacer lo que corresponde para restablecerlo. Para Freud esto está muy claro, la necesidad sexual está en la base, y el deseo es la vivencia de esta necesidad sexual.
Ahora, ¿qué hace Lacan de esto? Lacan invierte completamente la relación. Afirma que el deseo es el resultado de la ley del significante. Puesto que el significante no logra jamás significar suficientemente lo que quiere significar, resulta de esto una especie de tensión puramente espiritual. Y esta tensión no se sabe cómo se agarra y pone en funcionamiento nuestro cuerpo. Para Lacan, no es más el deseo el que resulta de la necesidad sexual, sino la necesidad sexual que resulta no sabemos porqué ni cómo del funcionamiento de la ley del significante que da lugar al deseo. En realidad, esto no es tan enigmático, puesto que antes de Lacan estaban los curas, que se expresaban en forma más vulgar que él para decir lo mismo. Y ya hace dos mil años que los curas dicen alguna cosa sobre el deseo.
Ellos dicen que el deseo es una forma de perdición, porque en lugar de desear a tal mujer, lo que se me reclama es desear a Dios y la unión con Dios. Al mismo tiempo, se me invita a considerar que jamás arribaré a saciar mi deseo, porque el único medio sería la unión con el infinito del Creador. Hay toda una cantidad de especulaciones clericales que han llevado a ciertos extremistas a enmascularse en los primeros tiempos del cristianismo. Lacan es esto. Es una especie de beatitud clerical dada en un lenguaje pretencioso, en una jeringoza casi inaccesible, y que finalmente no dice otra cosa que esta pobreza.
Toda la concepción del deseo y de la sexualidad en Lacan, es una concepción de origen clerical; son las formas más oscurantistas del cristianismo que nos son vueltas a dar. A Lacan le gusta decir y repetir en los seminarios: "No hay relación sexual". Para él solamente hay masturbaciones paralelas. Claro, la relación sexual puede degenerar en una doble masturbación, y Reich ha dicho cosas también sobre la precariedad de la relación sexual, sobre los peligros de la repetición, de la monotonía, etc. También dijo que la relación sexual existe, aunque no le guste a Lacan. E insistir sobre la negación de la relación sexual es, en los hechos, invertir de una manera idealista la sexualidad y vincularla a estas sedicentes potencias del significante, a la potencia combinatoria del espíritu, de la cual el deseo sería un resultado y de la cual la necesidad sexual sería solamente uno de sus múltiples efectos.
… O la mujer no existe (simbólicamente)
En otro texto de los Escritos, que se llama "La significación del falus", Lacan se libró a especulaciones sin límites. El significante de los significantes, nos dice, lo habían descubierto los antiguos: es el falo. ¿No hemos caído en el sexismo más vulgar? En realidad, los antiguos es antes que nada la esclavitud. Engels dijo que en el régimen capitalista, la mujer es el obrero del hombre. Esto quiere decir, además, que en el régimen esclavista, la mujer era la esclava del hombre, y que en el régimen feudal, la mujer era la sierva del hombre.
Fundamentalmente, la relación entre los sexos reproduce las relaciones sociales de base, es decir, las relaciones sociales de producción que constituyen a la sociedad. Si se dice "el falo es el significante de los significantes", se reproduce la ideología fálica, falocrática, que está ligada a la división de la humanidad en clases.
Lacan protesta y dice: "es simbólico", el falo es simbólico. En realidad, si ustedes leen este texto, "La significación del falo", verán que Lacan da vueltas alrededor de la cacerola, para finalmente no salir de la idea fundamental de que el hombre vive en la angustia de perder su pene, y que la mujer, la niña, la joven, vive en la desgracia de no disponer en su cuerpo de un pene. Es el aspecto más oscurantista, más reaccionario del freudismo, que se encuentra utilizado a partir de la ideología filosófica de Heidegger.
Lacan dice: "la mujer no ex-iste". La palabra existe, así cortada, viene de Heidegger, más o menos bien traducida por Lacan. Quiere decir que el ser viril se manifiesta en una proyección. Es, pues, un símbolo fálico. Y como la mujer es cóncava, no puede proyectarse. Entonces, no ex-iste. A partir de lo cual, Lacan agrega que la sexualidad femenina es, quizás, el rostro escondido de Dios.
Todas estas banalidades clericales están expresadas en una jeringoza que da la impresión de pensamiento, cuando en realidad no piensan nada. Y lo que saca de quicio es ver que hay gente que estima con razón que las mujeres deben luchar por su liberación y que la relación entre los sexos debe cambiar, y que al mismo tiempo se hunde en las especulaciones lacanianas.
La forma en que escapan a esto es decir: "es simbólico". Ahora, yo digo, ¿simbólico de qué? Ya que desde que hablamos del falo, y no del símbolo "S", me parece que el simbolismo tiene una significación concretamente determinada.
… Y el verbo está siempre al comienzo
Tercero. En fin, Lacan se agarra a la noción de la represión original. Para él, la represión no es el efecto de la presión de la sociedad sobre el individuo y sus pulsiones. No es siquiera el automatismo de repetición, no es siquiera lo orgánico presente en lo orgánico. La represión es el hecho de que el significante no llega nunca a significarse completamente. Es el hecho de que nosotros, criaturas, no somos El Creador. No somos Dios, vieja canción clerical.
En el espectáculo que dio en la televisión, hace un año y medio, Lacan afirmaba: quién os dice que sea la familia la que engendra la represión, y que no haya una represión mucho más fundamental, que engendra la familia. Por esto, él no se estaba refiriendo a la represión de la clase dominante, sino a la represión en los abismos, una represión en las profundidades tenebrosas del inconsciente, tal como él lo imagina.
En fin, la doctrina de Lacan es una doctrina meta-psicoanalítica. Parte del psicoanálisis para llegar a su total ideologización. El lacanismo es una ideología cristiana, clerical, oscurantista, por su referencia al deseo de lo absoluto, al infinito, y por su recusación de la realidad de las relaciones sexuales. Es, al mismo tiempo, una ideología facistizante, porque retoma el tema heideggeriano del hombre como un "ser-para-la-muerte".
El lacanismo siente efectivamente la muerte, la de la burguesía. Es una ideología de la burguesía agonizante en la época de la putrefacción imperialista. Los gusanos pululan en el cadáver, es verdad, pero es un cadáver histórico y no un cadáver misterioso, simbólico, según la "ley del significante". Esta ideología clerical y facistizante no intenta siquiera explicar, con relación a la práctica, la formación y el desarrollo del psiquismo. De entrada, se instala en lo misterioso, en lo enigmático, en la represión originaria, en la "ley" inexpresable del significante. Por supuesto, yo sé lo que me respondería Lacan: todo lo que pertenece a la realidad humana, no puede expresarse en un lenguaje. Es verdad, todo lo que se expresa, se expresa en un lenguaje. Pero nada, absolutamente nada, permite concluir de esto, ni autoriza a concluir de esto, que todo lo que existe es lingüístico.
Hablar de amor y hacer el amor son dos cosas diferentes.
Hablar de producir un objeto y producir este objeto son dos cosas diferentes. El que niegue esta evidencia, tendría que reflexionar, creo, en este aspecto, sobre su estado mental, y más fundamentalmente sobre la naturaleza de la fantasía idealista. En Lacan, esta fantasía va hasta el final: todo es reducido a la expresión, al lenguaje, como en el idealismo de un Berkeley, esta forma extrema y ridícula de la especulación ideológica.
III. Algunos problemas pedagógicos actuales
El lacanismo no es una simple extravagancia. No es sorprendente que Lacan haya producido esto y que haya lacanianos, si se admite que estamos históricamente en lo que Lenin llamó el estadio superior del capitalismo, es decir, el imperialismo, del cual caracteriza los rasgos de parasitismo y putrefacción a todos los niveles, incluso a nivel cultural, y si se admite que vivimos la agonía del capitalismo como decía Trotsky, es decir, la agonía de todo un sistema de civilización, en el cual las fuerzas productivas de la humanidad han dejado de crecer. Hay que constatar que toda la creatividad es la que está cuestionada.
La burguesía, ya no está más, hoy, en condiciones de engendrar nuevos sistemas intelectuales. No puede sino repetir sistemas anteriores, oscureciéndolos. El lacanismo, desde este punto de vista, es un síndrome histórico: el de la sociedad capitalista que está reventando, llevado al extremo.
¿Qué hay que hacer de Lacan? La interpretación de Freud por parte de Lacan representa una reacción tal en toda la línea, que no hay nada para sacar de ella, salvo la significación histórica que reviste para nosotros esta ideología de podredumbre, de la descomposición y de la muerte. En revancha, hay que volver a los descubrimientos de Freud, con la idea de que estos descubrimientos deben ser articulados al materialismo histórico para permitir a los investigadores encaminarse hacia un conocimiento científico de los fenómenos psicológicos.
La cuestión de "los dones" … y el culto de la personalidad
Hay una cuestión frecuentemente debatida entre los pedagogos que muestra que, sin referencia a los descubrimientos de Freud, no se puede resolver la cuestión planteada. Me refiero a la famosa cuestión de los "dones". Ustedes saben que gente como Sève se ocupó de estas cuestiones. Sève dice: "los que afirman que vuestro hijo no está dotado, son reaccionarios". En este punto, tiene razón, porque la ideología de los "dones", la ideología de acuerdo con la cual en el nacimiento existirían "dones" que nos permitirían transformarnos en grandes matemáticos, grandes artistas, en tanto que la ausencia de estos "dones" nos llevaría a barrer la basura, es una ideología monstruosa que la burguesía no cesa de utilizar para la defensa de sus intereses de clase. A lo cual se vincula el racismo, que pretende que ciertos pueblos están dotados y otros menos o nada dotados, al igual que el sexismo, que pretende que los hombres tienen una inteligencia práctica y que las mujeres son buenas para las actividades afectivas o emocionales.
Todo esto son formas de la ideología burguesa devenidas más virulentas en la medida en que la burguesía entró en decadencia, puesto que en el siglo XVIII había pensadores como Diderot o Helvetius que iban en un sentido inverso, negaban estas sedicentes desigualdades de la naturaleza entre los individuos, entre los sexos y entre los pueblos.
Nunca se ha dispuesto, como hoy, de tantos medios pedagógicos para permitir la expansión de la personalidad. Pero nunca tampoco, en la formación de esta personalidad, el despilfarro ha sido tan considerable. Esto se debe a la burguesía podrida, decadente, y no solamente a lo que Sève, en un largo estudio sobre la cuestión de los dones, llama el "poder gaullista".
El psicoanálisis nos aporta alguna cosa en este dominio. Nos aporta el condicionamiento biográfico, al que Sève, en tanto que stalinista, prefiere no referirse, porque no puede referirse a una cosa que sería un aporte como el de Freud, que no entra dentro del cuadro del esquema ideológico staliniano.
¿Qué es el condicionamiento biográfico? Freud nos dice que, a partir del momento en que nacemos, se desarrolla "una dialéctica" entre nosotros y nuestros padres, nuestro ambiente familiar, etc., a través de la cual nosotros nos construimos. Este condicionamiento biográfico interviene en las tres etapas de la sexualidad infantil. Lo que quiere decir es que, nacidos dentro de una misma familia, los niños van a recibir condicionadores biográficos diferentes, porque su lugar no es el mismo en la familia, y que la relación que se da entre los padres y con los hijos no será la misma según los casos, de acuerdo al rango entre los hermanos y las hermanas. De este modo, el condicionamiento biográfico freudiano nos lleva al problema que yo planteaba al comienzo: o bien el psicologismo, o bien una articulación con el materialismo histórico. El condicionamiento biográfico freudiano es un descubrimiento relativo al proceso de la formación de la personalidad. Pero este descubrimiento no alcanza por sí mismo. El condicionamiento biográfico es un condicionamiento en una familia que pertenece a una clase determinada, que hace que las posibilidades del niño se encuentren ya amputadas o atrofiadas desde el momento mismo en que sale del vientre de su madre, en esta familia determinada que pertenece a una clase determinada.
Entonces, Sève, incapaz de integrar los descubrimientos freudianos, oscila entre una "teoría" de la uniformidad del individuo, del igualitarismo abstracto que justifica un cierto rol del individuo en la historia, y ese "famoso culto de la personalidad", que es uno de los conceptos más pintorescos del stalinismo, que pretende explicar lo que nosotros llamamos la reacción burocrática, la degeneración stalinista del partido bolchevique y del Estado obrero de Rusia, por un culto que viene no se sabe de dónde ni porqué, ni cómo, en torno de la personalidad de Stalin, o en torno de la personalidad de algunos jefes, grandes o pequeños.
Esta noción de culto a la personalidad, de la cual Sève no ha efectuado su superación crítica, muestra que a partir del stalinismo es absolutamente imposible plantear los problemas de la articulación entre el condicionamiento biográfico y otros descubrimientos freudianos y el materialismo histórico, como método de análisis, en sus estructuras y en su desarrollo.
Althuser, Foucault, Louran: "En el comienzo fue la institución"
A renglón seguido se plantea la cuestión de las instituciones en su relación con la educación. La educación se desarrolla al principio en una institución que se llama la familia; continúa en una institución que se llama la escuela. La formación y el desarrollo del súper-yo se hacen a partir de la realidad institucional de la familia y de la escuela. O bien uno es marxista y sabe que la realidad misma de la institución pertenece a una superestructura de la sociedad y que, en consecuencia, esta realidad de la institución no puede explicarse más que por la infraestructura, es decir, las relaciones sociales de producción, las clases y la lucha de clases que las expresa; o bien se aísla la institución. Puesto que si Freud lleva en sí un peligro permanente de psicologismo, existen otras teorizaciones ideológicas de la institución, en gente como Althuser o como en Foucault. Estas teorizaciones tratan de la institución separándola de su fundamento, de lo que Marx llamaba la base real de la sociedad, las relaciones sociales de producción, y hacen de ellas una especie de fuerza propia, enigmática en sí mismas. Es acá, repitámoslo, que llegamos a una especie de "o bien, o bien" fundamental. O bien se piensa que la opresión, la represión, son fenómenos resultantes de la explotación de clase del trabajo social; en este contexto se es marxista, o por lo menos se adopta el punto de partida marxista. O bien se cree que la opresión y la represión son fenómenos fundamentales, muy generales, en los cuales la explotación del trabajo es un aspecto, una resultante, un caso particular y en este caso uno le da la espalda al marxismo. Así, la relación maestro-alumno es la que hoy es, porque la base de esta relación es la sociedad de clases dominada por el capital, que es lo que nosotros pensamos. O bien esa relación procede de un "discurso", como dice Lacan, en sí mismo opresivo. Este sedicente carácter opresivo de la enseñanza y del profesor con relación al alumno, existiría independientemente de toda base a investigar en la explotación del trabajo social, en la estructura de clases de la sociedad.
Entre, de un lado, las especulaciones althuserianas sobre los "aparatos ideológicos del Estado", las especulaciones de Louran sobre "el análisis institucional", las especulaciones de Foucault sobre el universo carcelario y, de otro lado, el marxismo, hay que elegir. Ciertamente, los fenómenos de los cuales se ocupan Foucault y Louran existen, pero lo que Foucault y Louran retoman es una concepción no marxista y antimarxista que se ha diseñado ya en todas las tratativas anteriores de concebir a la superestructura más o menos independientemente, o por así decirlo de manera autónoma respecto de la infraestructura.
Denunciar formas de opresión y represión como relativamente independientes del modo de explotación del trabajo social es retroceder más allá del marxismo y participar del distraccionismo ideológico.
De hecho, la insatisfacción de las necesidades de educación, que son inmensas en nuestra época y cada vez más, vividas concientemente como tales, es un dato extremadamente importante. La satisfacción de estas necesidades de educación (cuantitativa y cualitativamente) no puede ser obtenida en el cuadro actual. El modo de producción capitalista obstaculiza absolutamente la satisfacción de las necesidades educacionales fundamentales. En consecuencia, los educadores, munidos de sus aspiraciones y sus ilusiones, buscan una pedagogía "liberadora", como si ella pudiera nacer y funcionar en el cuadro del capitalismo agonizante. En realidad, no vamos a resolver estos problemas por medio de una pedagogía liberadora. Es la Revolución social en el Oeste y la Revolución política en el Este, es la Revolución mundial, destructora del sistema mundial del capitalismo, la que puede abrir la vía a una práctica apta para satisfacer, un día, las necesidades generales y fundamentales de educación que comenzamos a descubrir actualmente.
Esta es la razón por la que hoy, la transmisión de los saberes, la contribución a la formación de la fuerza de trabajo, tan atacada por nuestros izquierdistas y ultraizquierdistas, es, en este período oscurantista y de barbarie burguesa creciente, más importante que las llamadas innovaciones pedagógicas, que las llamadas pedagogías autoliberadoras, que no son, en realidad, más que engaños, que colocan a sus seguidores en la impotencia.
IV. Conclusión
Concluyamos brevemente con las ideas siguientes:
No existen actualmente ciencias humanas, ciencias sociales, ciencias del hombre y la sociedad. Todo esto son ideologías, son expresiones deformadas e invertidas de las relaciones reales de producción, que se enmascaran bajo el nombre de "ciencias sociales", "ciencias humanas", "ciencias del hombre y la sociedad", etc. Lo que existe hoy es el método y las adquisiciones del materialismo histórico. Y seamos justos, lo que existe son algunos descubrimientos puntuales, algunos descubrimientos parciales, efectuados a pesar de las ideologías que se bautizan a sí mismas como "ciencias del hombre", etc. Existen descubrimientos parciales, puntuales, efectuados por tal o cual economista, sociólogo, historiador burgués, pero que no constituyen un conjunto verdaderamente científico. Por otra parte, no hay que entristecerse, porque el materialismo histórico nos muestra que la explotación del hombre por el hombre en el modo de producción capitalista engendra la opacidad de las relaciones de producción reales; engendra, a través de la ideología, la imposibilidad de captar de una manera científica la realidad social en la cual vivimos. Uno se puede reclamar del materialismo histórico, pero eso no quiere decir que logrará disipar, por sí solo y por un esfuerzo solamente intelectual, la opacidad engendrada por el modo de producción capitalista.
No se puede esperar actualmente que por un bello esfuerzo en nombre del marxismo, algunos grandes pensadores hagan una psicología científica o una sociología científicas, una historia o una economía científica, en tanto que el modo de producción capitalista continúe ahí. El materialismo histórico son las bases, es el método, el avance decisivo, pero el materialismo histórico enseña que no es la conciencia la que puede preceder a la práctica revolucionaria. La diferencia entre los marxistas y los no marxistas es que los marxistas saben porqué existe esta opacidad. Sève, hundiéndose en las tinieblas stalinianas, da, en el estudio al cual yo me refería hace poco, ejemplos de la URSS, el país "del socialismo realizado", según él.
En su libro "Marxismo y teoría de la personalidad", el mismo Sève se libra a múltiples contorsiones conceptuales para rechazar, no los subproductos oscurantistas del psicoanálisis, sino el freudismo mismo. Y en una obra ulterior, escrita en colaboración con C. Clement y Pierre Brun, nuestro stalinista no va más lejos.
En realidad, el stalinismo, en tanto ideología de justificación de la burocracia usurpadora y parasitaria, se ha transformado, desde 1933, en lo contrario del marxismo, cuya terminología utiliza fraudulentamente. Esta ideología burocrática esclerotizada puede modificar ciertas formas de su expresión, puede darse las apariencias publicitarias del "rigor" o de la "apertura". Pero es por naturaleza incapaz de distinguir entre los descubrimientos científicos de Freud y sus prejuicios ideológicos, entre el freudismo y el psicoanálisis degenerado de hoy, cuya expresión más acabada es el lacanismo.
Advertimos, contra las maniobras del aparato stalinista y contra el izquierdismo descompuesto, que la educación, su práctica y su teoría, no puede erigirse en sí misma en proceso de liberación individual y colectiva ni en propedéutica a la revolución.
Hacer de la revolución un efecto, una consecuencia de la educación, de lo que algunos llaman ahora concientización, es caer en una visión ideológica de las cosas, en una doctrina de la evangelización de tipo cristiano, contra la cual precisamente el marxismo se opone.
La educación es, en realidad, un terreno de enfrentamiento entre las clases. Es un sector de actividad de las sociedades en las que vivimos. En lugar de soñar con una "educación liberadora", nos corresponde ayudar a los educadores, en tanto que trabajadores, en su lucha contra la burguesía y el Estado burgués.
Frente a las tentativas presentes de la burguesía en vistas del desmantelamiento de la educación pública y de la destrucción de las conquistas educacionales del movimiento obrero revolucionario, los trabajadores de la educación emprenden combates defensivos que, en realidad cuestionan la dominación de clase de la burguesía y la sobrevivencia del Estado. Es acá que se sitúan los verdaderos problemas de la educación y no en las sedicentes innovaciones pedagógicas.
Estas "innovaciones" son la forma ideológica detrás de la cual tienden a disimularse las empresas reaccionarias y oscurantistas de la burguesía y del Estado burgués.
El progreso en el conocimiento de la formación y el desarrollo de la personalidad y en la realización de las aspiraciones pedagógicas más elevadas, pasa, en nuestra época, por la preparación conciente, es decir organizada, de la revolución proletaria.