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Balance de las elecciones argentinas: La tercera vía (muerta)


El electorado argentino sabe ponerse a la moda. En un solo día logró copiar las dos tendencias políticas que prevalecen en Europa: la tercera vía seudoizquierdista de los Blair y de los Jospin, por un lado, y el derechismo fascistizante de los partidos que, en las últimas dos semanas, han emergido en Suiza y Austria, por el otro. Si cada uno de esos platos es de por sí indigesto, la pretensión de mezclarlos en una única olla puede ser explosiva.


 


Tanto en Europa como en la Argentina, lo que ha encandilado al electorado es la mediocridad del planteo que se le ha ofrecido. Jospin en Francia ha propuesto añadirle alguna cuota de sociabilidad a lo que él llama el capitalismo salvaje, y que se conforma con otorgar subsidios a las empresas que tomen nuevos trabajadores. Ya pasado su primer aniversario, la tasa de desempleo en Francia, del 11%, no ha bajado ni un poquito, pero sí ya ha comenzado un nuevo gran choque entre las clases como consecuencia de los despidos masivos en el pulpo Michelin, una manifestación de masas de las Apymes galas en defensa de la libre empresa y una contramanifestación popular convocada por el partido comunista, que se cuidó en subrayar que era contra los patrones y no contra el gobierno, y de la cual estuvieron ausentes con aviso los sindicatos. Mientras tanto, la producción y exportaciones de Francia han estado aumentando, simplemente debido a la desvalorización del euro, la nueva moneda europea.


 


En Gran Bretaña, Blair ha logrado, en cambio, disminuir la desocupación, pero en su caso como consecuencia de no haber hecho absolutamente nada para ello. Se ha limitado a dejar hacer una bicicleta financiera que ha provocado una euforia en la City de Londres y una nueva onda especulativa en el mercado inmobiliario. El resultado de esto es que la pobreza ha crecido a un nivel récord. Al alemán Schroeder le ha ido infinitamente peor, porque en este país la desocupación crece y la producción no sube, y las empresas se tercerizan explotando la mano de obra barata del Este europeo.


 


Blair y Jospin han entrado en la escena política para rescatar a sus respectivos estados, luego que los Chirac y Thatcher entraran en colapso. Y hasta Schroeder se encuentra seguro en el mando, por ahora. Tanta agua debe pasar todavía hasta que un gobierno derechista pueda volver al gobierno.


 


Por casa


 


En la Argentina, además de mezclar las modas europeas, hemos desarrollado dos variantes de las mismas. La más torpe la encarna el Chacho Alvarez y el Frepaso, quienes aseguran que los males sociales se acabarán apenas se le ponga un coto a la corrupción. Entre la plata de la coima y los fondos reservados del menemismo, existe la masa suficiente, dicen, para revertir la tendencia económica depresiva en la Argentina. Lo que esta gente ignorará hasta que la vida se los lleve a la eterna morada, es que si el choreo prevalece sobre la inversión la razón es que la tasa de ganancia del primero es mayor que la de la segunda, y que la única forma de revertir las opciones es aumentando la tasa de beneficio. Es por eso que proponen completar la reforma laboral menemista, derogando las indemnizaciones y acentuando la flexibilidad laboral. La explotación no es un problema contable que podría resolverse asignando el dinero a una cuenta diferente. Es una relación social que está sometida a una embestida constante de los intereses antagónicos de la burguesía y la clase obrera.


 


La variante más financiera y menos literaria de la tercera vía nacional, la encarnan De la Rúa y su equipo económico. Estos dicen que la reversión de la tendencia económica actual y la atenuación de la desocupación habrán de venir de una reducción del déficit fiscal, porque esto haría retornar a los capitales extranjeros, este retorno haría bajar los intereses y esta baja haría aumentar las inversiones y la producción, reduciendo la desocupación. Por eso proponen más ajuste y más impuestos. Es decir que la promesa de un mundo feliz empieza por hacerlo más infernal de lo que ya es. Pero tampoco todo esto saldrá como está prometido, por la simple razón de que no es el déficit fiscal sino el privado (deuda externa privada y remisión de utilidades al exterior) lo que causa la carestía financiera y porque esta carestía financiera es internacional, no ya nacional, como lo prueba el alza constante de las tasas de interés en los Estados Unidos ¡66% de aumento en los dos últimos años!


 


Y bueno, la mayoría de los electores coincidió en querer un gobierno honesto, transparente, opaco pensando que si se cierra el circo menemista habrá pan. La experiencia habrá de ser muy dura con esto que ni es casi una ilusión sino una monumental ceguera.


 


El gobierno de la Bonaerense


 


Dientes postizos, risa forzada. Ruckauf no es un personaje peligroso sólo desde que aseguró que, detrás de la piadosa Férnandez Meijide, se escondía el anti-Cristo. Ya había hecho sus buenas porquerías con los grupos de tareas del miguelismo bajo los gobiernos nacionales y populares de Perón, de Isabelita, de López Rega y de Luder. Más recientemente, aseguró que la culpa de la desocupación la tenían los bolivianos. Ahora se destapó como uno de la Bonaerense. Pretender hacer un co-gobierno de honestidad administrativa con este personal político ya está demostrando que De la Rúa y el Chacho empezarán su ciclo con el pie izquierdo. Para peor, el lazo de unión entre la nueva vía y la vía antigua es el resucitado Coti Nosiglia y otros aparatos de la Ucr alfonsiniana. De modo que no cabe esperar el cierre del circo y de las mesas de dinero del menemismo sino la suspensión apenas de algunas funciones (y quizás ni esto).


 


La fuerza de estos gobiernos re-re-truchos no reposa en la solidez de sus respaldos sociales o históricos; descansa en la falta de una mira política propia del pueblo explotado. Esto ha quedado de manifiesto más acusadamente el 24 de octubre, precisamente porque en los meses precedentes hubieron luchas de mucha importancia y crisis políticas de relevancia todavía mayor. Mientras esta situación no encuentre una vía de superación, deberemos convivir con el escándalo y el tedio, con la entrega y el retroceso social, con las luchas y la traición de las organizaciones encargadas supuestamente de apoyarlas. Pero la superación no necesariamente deberá ocurrir en forma gradual; es casi seguro que no ocurra gradualmente. Los pasos minúsculos serán acompañados por enormes saltos y precisamente debido a esta perspectiva es que deberán hacerse los mayores esfuerzos para impulsar cada avance de organización y de lucha por mínimo que sea (o que parezca ser).


 


Para los ruckaufistas, en las elecciones se produjo una semi-victoria de la Alianza, no una victoria completa, debido a que el peronismo conservó la mayoría de las provincias, incluida la de Buenos Aires. Es cierto. Pero precisamente por esto, la derrota nacional del peronismo no podía haber sido más completa. Porque la única razón para que un partido pueda ganar en los estados federales y sea aplastado a nivel nacional es que carece por completo de una perspectiva o de una estrategia. De aquí en más, la crisis nacional se cobrará su precio mucho más con las provincias que con el gobierno nacional, lo que producirá, sea el derrumbe de sus administraciones, sea la confrontación constitucional con el Ejecutivo.


 


"Unidos o dominados", pontificó Perón, sin saber que sería el peronismo el que se encargaría de reducirnos al peor status de dependencia desde la época de la colonia, o quizás lo dijo, gran conocedor del paño, como advertencia a sus propias huestes. De cualquier modo, la década menemista demostró que el peronismo es un cadáver insepulto. La elección de uno de la Bonaerense demuestra que su olor a podrido ya es nauseabundo.


 


La agonía del peronismo durará tanto tiempo como demore el despertar político de nuestras masas.


 


El gabinete


 


Los diarios nos tienen medianamente informados de las negras intenciones del nuevo gobierno.


 


Sabemos, por ejemplo, que se quiere bajar de 2.400 a 1.500 pesos los sueldos sujetos a impuesto a las ganancias. Como el costo de la canasta familiar es de 1.200 pesos, alcanzaríamos el récord de gravar lo que debería ser el salario mínimo. Es bueno recordar que todos los sueldos sin excepción son alcanzados por el 21% del IVA.


 


Sabemos también que se buscará eliminar la indemnización por despidos para los contratos vigentes por tiempo indeterminado, mientras se aspira a extender en el tiempo el régimen de pasantías y la vigencia de la contratación precaria.


 


Hemos sido informados de que ya se encuentra en el Congreso el proyecto de ley que permite despedir empleados públicos y establecer la flexibilidad laboral en la administración del Estado. Lo mismo ocurre con el proyecto de derogación del Estatuto del Docente, un atropello que ya ha sido respondido con un paro general de maestros en la Capital.


 


Se está negociando la posibilidad del despido en masa en las administraciones provinciales.


 


Hay muchísimo más en carpeta, pero a los explotadores les interesa, además, el gabiente. De la composición de éste dependerá la determinación para imponer el programa que está en carpeta.


 


¿Quiénes son?


 


José Luis Machinea, promovido por el pulpo Techint desde que fue el jefe de Investigaciones Económicas de la UIA, bajo la responsabilidad de Roberto Rocca, su mandamás. Se entiende, entonces, el empeño del nuevo gobierno en la llamada "profundización de la reforma laboral". La superexplotación es la bandera fundamental de este grupo.


 


Fernando de Santibañes, líder del comité de asesores, es calificado por el periodista Julio Nudler en Página 12 como "el más estrecho colaborador de De la Rúa" (6/11). Fernando de Santibañes labró su fortuna mediante negociados extraordinarios bajo el gobierno de Alfonsín y el paraguas de Coti Nosiglia. "Es un liberal absoluto" que metió en el gobierno a otro más absoluto aún: Ricardo López Murphy. Así ya tenemos una guerra en puerta, porque este último representa a capitales financieros enfrentados a muerte con el "polo productivo" que maneja Techint.


 


Para secretario general de la Presidencia, De la Rúa no tiene nada mejor que a su propio hermano, Jorge. "Es amigo personal del juez federal Ricardo Bustos Fierro", dice la revista Urgente, "famoso por su fallo a favor de la reelección" y también candidato al juicio político. Pero Jorge es también abogado de Manuel Antelo, el presidente de Renault, procesado por contrabandista. Poco antes de las elecciones, ingresó en la casa de gobierno de Córdoba, acompañando al embajador de Francia, para reclamar el cese del juicio contra el pulpo francés. Un lobbysta del capital extranjero será, entonces, el encargado de organizar la agenda del próximo presidente. El debut no podría haber sido mejor para un gobierno de defensores de la independencia de la Justicia.


 


El efecto Llach


 


Asesor del Episcopado, colaborador de la revista católica Criterio, consultor de la Fundación Mediterránea, acólito de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, viceministro de Cavallo. He aquí un hombre para el gabinete de De la Rúa. Nada menos que en Educación. Se trata de Juan Llach.


 


Hace ya tiempo que Llach viene merodeando los ambientes de la Alianza. Fernádez Meijide acaba de declarar que la asesoró a ella misma, en la campaña para las parlamentarias del 97. En debates organizados por el diario La Nación, Llach y otros tribunos de las altas finanzas se codearon con los especialistas en educación de la Alianza.


 


Llach es cavallista. Otro prócer de Cavallo acaba de ser nombrado por Ruckauf como presidente de la principal institución bonaerense, el Banco Provincia. Nos referimos a Ricardo Gutiérrez.


 


Llach no es moco de pavo. Habla bajito, pero esgrime un gran garrote.


 


Es partidario de concesionar las escuelas públicas. Su arrendatario recibiría la parte correspondiente del presupuesto educativo; pactaría por su cuenta las condiciones laborales y salariales con los maestros; y podría, en ciertas condiciones, cobrar aranceles. Es lo que Rodríguez Saa se propone hacer en San Luis con el aclamado apoyo de Llach. El clero, de parabienes.


 


Llach también sostiene que el gobierno nacional debería condicionar la coparticipación federal a las provincias, a la aplicación de un porcentaje de ella a la educación. Con esto, el Estado nacional dejaría de asumir cualquier responsabilidad por ella, incluso cuando la crisis fiscal impide a las provincias atender sus gastos. Es lo que también reclama el Banco Mundial.


 


Como cuadra a un economista piadoso, Llach ha puesto sus energías de estudioso en la familia. Su conclusión, previsible como ninguna, es que la familia se debe autofinanciar. Nada de salud o educación gratuitas, ni tampoco derecho a la jubilación. Por todo esto tendrá que pagar. De este modo, ella no solamente será la célula de la sociedad sino de la economía. El sistema impositivo podría así aplicarse a los hogares, no a las personas, lo que permitiría gravar todos los ingresos de sus miembros, medidos por sus gastos.


 


Las ganancias de capital, los intereses y las rentas financieras, en cambio, deberían seguir desgravadas, para no trabar el movimiento del capital.


 


Al lado de López Murphy, hace un dúo impecable; con el banquero y amigo de De la Rúa, Fernando de Santibañes, un terceto maravilloso; con Rodríguez Gavarini, un cuarteto que haría la envidia de la Mona Giménez. Este es el gabinete que parió la pareja de centroizquierda, De la Rúa-Alvarez.


 


Pero además, De la Rúa nombró un Comité de Vigilancia en la Rosada integrado por representantes de Loma Negra, IBM, BankBoston y Citicorp. Estos se encargarán, además, de auditar el Pami, la Anses, la Afip y el Banco Nación.


 


Ni Menem se atrevió a colocar un Consejo de Supervisión de los pulpos internacionales en el aparato del Estado. El gobierno asume de esta manera un carácter de dependencia del gran capital, especialmente extranjero.


 


Frepaso


 


¿Pero de qué se quejan Alfredo Bravo, Mary Sanchez, Marta Maffei, Leopoldo Moreau y hasta los más circunspectos dirigentes de la CTA cuando ninguno de ellos ha levantado la voz contra el Consejo de Supervisión de las multinacionlaes? De la Rua ya había mostrado la hilacha en la administración de la Capital; su gabinete in pectore era una variante del que está surgiendo. Cuando en 1994, los jefes del Frepaso llegaron a la conclusión de que si querian llegar al gobierno debían pactar con el establishment, comenzaron una caminata que no admitía fronteras. Primero fue Bordón; después la aceptación de la ley de convertibilidad; despues De la Rúa, y así de seguido sin solución de continuidad. El libro de quejas ya está cerrado.


 


¿Y acaso, en materia educativa, la política de la Alianza, del Frepaso, de Ctera y de la CTA no coincide, es-tra-té-gi-ca-men-te, con Llach? La aceptación de la derogación del Estatuto del Docente por parte de la burocracia de Ctera significa aceptar la flexibilización laboral de la educación. La CTA acaba de aceptar la ley de Empleo Público, que autoriza el despido de estatales en función de su supuesto nivel de rendimiento laboral. La provincialización de la enseñanza significa aceptar el desentendimiento del financiamiento educativo del Estado nacional. La aceptación del régimen polimodal de la reforma educativa significa aceptar el limitacionismo y la selección contra los estudiantes. Todo esto se alcanza a la maravilla con el sistema de escuelas concesionadas y con la privatización educativa. La Ley de Educación Superior ha introducido el financiamiento privado de la universidad y la posibilidad de su arancelización. ¿De qué se quejan? Los quejosos han trabajado arduamente para lograr que un Llach dirija la educación.


 


Los quejosos no tienen futuro y sólo nos pueden llevar al desastre. De ellos no saldrá un plan de lucha, porque para ello deberían romper con todo el armado político que les permitió mantener o acrecentar puestos, prebendas y manejos.


 


Los trabajadores tienen que entender el nombramiento de todo este gabinete antiobrero, no como una desvirtuación de los principios de la Alianza, sino como una intención de establecer un régimen de ofensiva contra los intereses populares. La Alianza no quiere quedar en la posición de piloto automático, como quedó Menem a partir de las huelgas del 96 que voltearon a Cavallo y de las luchas de mayo de este año que paralizaron los recortes educativos. Quiere recuperar la iniciativa que Menem tuvo entre 1991 y el 95.


 


Pero a De la Rúa le hará falta más que un ministerio del FMI y del Vaticano para reestablecer un régimen de ofensiva. Deberá superar las contradicciones crecientes que la crisis ahonda entre los capitalistas; por ejemplo, entre los bancos y la industria. Deberá hacer frente a la necesidad de salida que tienen las masas, con cuatro millones de desocupados y salarios de hambre.


 


La constitución del gabinete de la Alianza constituye una declaración de guerra contra los trabajadores. La voluntad electoral del pueblo es una cosa; la manipulación política en favor de los peores intereses anti-obreros, otra.


 


Que los quejosos de Franja Morada, Ctera, CTA, Frepaso llamen a asambleas para que las bases decidan, no ellos, que se relamen con la queja. ¿Y el MTA? ¿Y los anti-miguelistas de la UOM? El nombramiento de un gabinete del Consejo Empresario y de Cavallo y la Fundación Mediterránea, es una declaración de guerra contra todos los trabajadores y contra todas las organizaciones.


 


El Partido obrero, a prueba


 


El Partido Obrero sufrió un revés electoral.


 


Los hechos desmintieron nuestros pronósticos políticos, que preveían una duplicación de los sufragios (y hasta una triplicación) con relación a los resultados de las elecciones pasadas, aunque nuestra tendencia electoral a mediano plazo ha seguido creciendo. Si se comparan los votos obtenidos el 24 de octubre con los de las parlamentarias de hace dos años, el PO retrocede 35.000 votos, de 150.000 a 115.000 sufragios. Este recule se concentra en la provincia de Buenos Aires y en Córdoba, donde perdimos 50.000 votos. Esto quiere decir que en otros distritos hubo algún progreso, en especial en la Capital Federal y Tucumán, donde pasamos de 15.000 a 24.000 votos y de menos de mil a 3.500 votos, respectivamente. Si el cotejo se realiza con las últimas presidenciales, de 1995, cuando el PO obtuvo poco más de 30.000 votos, los resultados del 24 significan un incremento de un poco menos del 300% (incluso respecto de los 50.000 votos de 1989 se manifiesta un crecimiento). Si bien toda la izquierda ha sufrido un retroceso electoral el domingo pasado, el PH nos ha quitado el primer lugar que habíamos logrado en este campo en 1997, aunque seguimos al frente del resto de los llamados partidos de izquierda considerados individualmente (FR e IU son coaliciones de partidos y grupos políticos; tomarlos como una unidad política significa que se han disuelto cada uno de sus integrantes).


 


Pero un pronóstico desacertado constituye, en política, un asunto serio, porque supone que ha habido una inadecuada caracterización política y que esto podrá manifestarse, por lo tanto, en una orientación más o menos equivocada del trabajo político. ¿En qué consistiría, entonces, la naturaleza del desacierto de la caracterización de la situación política del Partido Obrero?


 


Para realizar una crítica de sus caracterizaciones, el Partido Obrero tiene, sobre todas las demás organizaciones, la inigualable ventaja de que ha dejado documentadas sus posiciones en Congresos anuales y en la política fijada por los editoriales de su periódico y su revista.


 


¿Ha sido desacertada, entonces, la caracterización a la que arribamos en nuestro último Congreso, a principios de julio, de que la situación política del país era "excepcional"? ¿No fue correcta la afirmación de que se combinaban en el país una tendencia a la rebelión de abajo con una tendencia a la división y a la desorientación por arriba? ¿Partió de aquí el error de prever un crecimiento de la influencia electoral y de la organización partidarias que se apoyaba en esa caracterización?


 


Desde antes de principios de julio, sin embargo, la plaza del aguante en Corrientes y los cortes de rutas de las patronales habían constituido indicios típicos del acierto de aquella caracterización. Con el correr de los días, esa tendencia, en muchos aspectos, se profundizó. En Tucumán, una verdadera rebelión popular provocó nada menos que la virtual caída del gobierno de Bussi y desbarató además el intento del gobernador electo del peronismo, primero, y del subsiguiente acuerdo radical-peronista-bussista, después, de imponer una superley que establecía despidos masivos y rebajas de salarios y una entrega de la suma de los poderes públicos al gobierno que asumió el 29 de octubre. En Neuquén, se desarrolló durante algunas semanas una huelga conjunta de estatales y docentes e incluso funcionó un cuerpo de delegados de ambos sindicatos. Ya en el plano directamente político, se agravaron las contradicciones de la campaña política del peronismo, que en definitiva explicarían el derrumbe de Duhalde el 24.


 


Ahora bien, en forma paralela a lo anterior, tenían lugar también otros fenómenos que contradecían la tendencia a una polarización de la lucha de clases. El PJ registraba importantes victorias provinciales, en particular en Santa Fe y en Córdoba, e incluso lograba triunfar un elemento tan desprestigiado como el neuquino Sobisch. En los editoriales de Prensa Obrera se caracterizó que estos resultados no llegaban a contrarrestar la tendencia de conjunto y, en definitiva, sostenemos que tampoco habrán de lograrlo las victorias de De la Rúa y de Ruckauf el último fin de semana. Pero incuestionablemente, con todas las limitaciones que el futuro próximo se encargará de mostrar, las elecciones provinciales pusieron en evidencia la enérgica acción de los partidos patronales y del imperialismo para contener la evolución de las masas dentro de sus propios confines políticos. En todas las provincias, se dejó para después de las elecciones nacionales la adopción de medidas de ajuste que pudieran desatar una fuerte reacción popular; los casos más claros se produjeron con Sobisch en Neuquén y aun más con De la Sota en Córdoba; e incluso, en Tucumán, el superajuste fue postergado para noviembre.


 


Un proceso de contenido similar y que, por cierto, condicionó al conjunto del proceso político, se manifestó en el campo huelguístico. Ni en Tucumán, ni en Corrientes, ni en Neuquén, se produjo el salto hacia la formación de un polo dirigente de la huelga, ni tampoco, consecuentemente, a la huelga indefinida. Esto fue objeto de un cuidadoso análisis en nuestros editoriales. Desde el punto de vista subjetivo, ni la burguesía perdió la confianza de que podría controlar los acontecimientos, ni los explotados pudieron arribar a la conclusión de que debían buscar una salida fuera de los senderos tradicionales. El 24 de octubre, cuando era ya un hecho el reflujo huelguístico en Tucumán, un 48% de los electores votaron por la lista de diputados del PJ de ¡Julio Miranda! Si el Partido Obrero le hubiera adjudicado un mayor peso a este bloqueo que se manifestaba en la conciencia de todas las clases, seguramente habría considerado (no lo consideró) que al menos una de las alternativas de las elecciones podía ser su propio retroceso electoral.


 


La evolución que vaya adquiriendo la conciencia de las masas constituye el asunto más serio en un período de características "excepcionales". Este es el punto central del presente balance. Pero que la subjetividad de los trabajadores pase a ser una cuestión central prueba, precisamente, la excepcionalidad del momento histórico. La inadecuada apreciación de este componente de la situación política indica de por sí una inadecuada relación del Partido Obrero con el movimiento de las masas, incluso una insuficiente penetración en sus filas. Pero la penetración en las masas sólo es tal cuando se realiza por medio de un programa. Solamente un programa puede darle a las masas la fuerza que le falta (conciencia y organización) para derrotar a la burguesía. Sólo una penetración en las masas de carácter principista, es decir, basado en la delimitación de los intereses históricos antagónicos entre las clases, puede permitir la construcción de un partido obrero que sea realmente revolucionario.


 


Un impresionismo colectivo


 


Las victorias de De la Rúa y de Ruckauf y el "resultado satisfactorio" que la prensa le adjudica a Cavallo no son un testimonio de que la situación política de la Argentina sea estable. De aquí en más se pondrá de moda, aunque por poco tiempo, la necesidad de gobernar por consenso, con el argumento de que hay que conciliar el triunfo nacional de la Alianza con los provinciales del PJ o la victoria a la gobernación de Ruckauf con la mayoría de la Alianza en la Legislatura. Pero una cosa es la estabilidad que se origina en la ausencia o atenuación de los conflictos entre las clases, y otra es la que se deriva de la neutralización de las fuerzas en pugna. Empantanamiento no es sinónimo de estabilidad y sí un pasaje seguro a la exacerbación de la crisis política. Que la capacidad de acción de cada fuerza se encuentre limitada por las contradicciones con la fuerza rival, llevará a la larga a que el próximo gobierno no consiga desarrollar una capacidad de acción adecuada a los problemas que enfrenta. Esta última variante, la del empantanamiento, es la que prevalece en la Argentina en la actualidad. Si estas condiciones se mantienen, De la Rúa podrá gobernar un tiempo mayor o menor, pero siempre dará la impresión de encontrarse a una distancia no muy lejana del abismo. Situaciones como ésta habrán de dar lugar a diversas impresiones de caos, pero la gobernabilidad todavía no estará cuestionada. Para ello hará falta un cambio radical en el punto de vista de las masas.


 


Durante la campaña electoral, la explosividad potencial o latente de la situación política se manifestó en la inusitada atención que la prensa le dio al voto en blanco, al 501 o a la certeza de que "la gente está cansada de los políticos". Cuando se abrieron las urnas, se comprobó que esa supuesta tendencia de rechazo al sistema se había agotado en sí misma. La asistencia electoral fue una de las más altas desde el 83, los votos en blanco de los más bajos y el repudio a los políticos se limitó a un registro ciertamente original: por primera vez, que se sepa, los votoblanquistas cortaron boleta al revés, pues lo hicieron más para presidente (De la Rúa) y menos para los diputados. La aversión a los políticos asumió, de este modo, un carácter literal: se limitó a los que se sientan en las bancas y cobran las dietas. Demostró, de paso, el carácter confusionista del voto en blanco, ya que nada menos que el 66% de los que no quisieron meter las boletas de diputados sí lo hicieron para el conservador-clerical que encabezó la Alianza. Los izquierdistas que identifican al voto en blanco nada menos que con la revolución son, por lo tanto, unos simples farsantes.


 


La izquierda democratizante y el PH (y Mussa y Patti) hicieron un eje casi excluyente en destacar una sensación de defraudación del electorado respecto de los partidos oficiales. No se explicaba entonces por qué las encuestas no registraban una intención de voto a favor de estos autoconsagrados intérpretes del sentimiento popular. Pero la sensación de defraudación política no es igual o siquiera parecido a un cambio radical del punto de vista de las masas en relación con la situación política y con las fuerzas políticas que están presentes en ella. El llamado fastidio con la política y con los políticos, por sí mismo, puede y suele convertirse en un factor favorable al desarrollo reaccionario de la subjetividad popular (supone un retorno a un período pre-parlamentario) y de ningún modo constituye un paso hacia la conciencia de clase o revolucionaria, ni tiene que ver con esta conciencia.


 


Semejante desarrollo reaccionario se infiltró incluso en la campaña de Izquierda Unida, dado que Patricia Walsh reiteró en más de una oportunidad que el carácter "extrapartidario" de su candidatura obedecía a que el fastidio con los políticos incluía también, según su bloque, a los políticos de la propia izquierda. Es decir que IU hizo el planteo de "construir unidad" (son sus propias palabras) en términos apolíticos, o sea fuera de una perspectiva de poder, es decir reaccionaria desde el punto de vista de la lucha de clases del proletariado. La reducción de la subjetividad popular a un fastidio con la política, o sea con la democracia, puede ser manejado de manera electoralista (como lo hace la izquierda democratizante cuando aboga por las manos limpias o proclama sus intenciones honestas) o de manera fascistizante (como lo hacen, aunque sólo hasta cierto punto, un Patti, un Mussa y hasta un Ruckauf) e incluso de manera petardista (lo que no quiere decir revolucionaria).


 


Pero es un hecho de que el sentimiento de que el electorado se zarparía y abandonaría a los partidos tradicionales fue manifiesto en la Capital, lo cual creó seguramente una cierta sensación de que la izquierda, por ejemplo, y el Partido Obrero podrían hacer una gran elección. Fue, efectivamente, el distrito donde el corte de boletas para la izquierda fue mayor. Los votantes de Capital por el PO hicieron pública su intención de voto en diversos medios de prensa, lo cual sí es un progreso de la conciencia revolucionaria, ya que el elector abandona la actitud pasiva y adopta la del propagandista o agitador. En la Capital, una parte del frepasismo se repartió entre De la Rúa y la lista de diputados del PH o IU, es decir que éstos fueron reconocidos como apéndices de izquierda de la Alianza. El microclima izquierdista en la Capital puede ser un indicio de la evolución futura del electorado. Será necesario seguir con atención la evolución de esta tendencia.


 


Derechización y situación política


 


Una elección donde ganen De la Rúa y Ruckauf, pierda la Fernández Meijide y retroceda la izquierda, significa un pronunciamiento hacia la derecha. Una combinación entre el FMI y el clericalismo liberal de De la Rúa, de un lado, y el clericalismo de derecha y los servicios de Ruckauf-Cavallo-Patti, del otro, no es precisamente lo que se llamaría una evolución hacia la izquierda. Patti boicoteó la distribución de sus boletas en cerca del 70% de las mesas bonaerenses para favorecer la elección de Ruckauf. Pero es necesario evitar que esta manifestación a la derecha ocasione otra irrupción de impresionismo político.


 


Cuando las masas no logran superar sus frustraciones por intermedio de las instituciones representativas y de sus propias organizaciones y direcciones, suelen darle la espalda al parlamentarismo o confiar en un demagogo, siempre que éste no cuestione, al menos en el momento actual, la necesidad que tiene y que manifiesta el imperialismo de seguir con la ficción de la democracia. La demagogia de Ruckauf apunta a la solución represiva de la inseguridad cuidadana y a la defensa de los aparatos, en severa crisis, de seguridad (y de chantaje) del Estado. Curiosamente, al lado del opaco De la Rúa se ha consagrado el histriónico Ruckauf. El cogobierno de ambos deberá conciliar al Congreso nacional y a la policía bonaerense. El capítulo del gatillo fácil está muy lejos de haberse cerrado.


 


El período democrático ha sido generoso en manifestaciones de derechización política. Ahí están para recordarlo Ruiz Palacios, de Chaco; Ulloa, de Salta; y, por supuesto, los tres mosqueteros de la dictadura Bussi, Rico y Patti. Reflejan la convulsionada situación política y los constantes cambios de frente de las propias masas, que ven cómo se empantanan sus luchas para salir de una situación social desesperante. Hay que decir que el Partido Obrero, después de que fueran tumbados Romero Feris y Bussi, había considerado cancelada por un tiempo la posibilidad de un escenario político de estas características. Pero éste se hizo parcialmente presente el 24 en la Provincia de Buenos Aires.


 


Esta derechización del escenario político, el cual importa políticamente por breve que pueda ser su duración, confirma el carácter "excepcional" de la situación política del país. Pero ninguna caracterización adecuada puede agotarse en ese señalamiento ni, menos, limitarse a deducir en forma lineal las implicancias políticas que pudieran derivarse. Estamos seguros de que la experiencia ruckaufiana habrá de terminar a corto plazo y con peores resultados que los que conoció Bussi, pero para ello será necesaria una acción política adecuada a estas circunstancias. Las contradicciones de la nueva situación política bonaerense deben estallar no por sí mismas sino como consecuencia de una actividad real de las masas; esperar a que la fruta madure significa aceptar que caiga en el regazo de otro. Hay que emplazar al poder del Estado bonaerense a que dé solución perentoria a la gravísima situación de las masas de la provincia y es necesario desarrollar desde ya la agitación y la organización contra la iniciativa que buscará retomar la represión. Ruckauf ya ha comenzado a mostrar sus cartas con el anuncio de que pondrá a un policía en la jefatura de la Bonaerense.


 


La experiencia principal del país se procesará, por cierto, en torno de la furiosa política fondomonetarista de De la Rúa. Ya se encuentran agendados paros docentes y de médicos, que tienen que ver con el próximo ajuste. La política del gobierno nacional agudizará en forma extraordinaria las crisis provinciales. Se plantearán crisis de poder dentro del propio Estado, sean constitucionales como extra-constitucionales. Por eso, De la Rúa no puede privarse del apoyo del Frepaso, incluso después de las catastróficas derrotas de Fernández Meijide y de Pinky. Aunque el escenario político se derechizó, la gobernabilidad del próximo gobierno fondomonetarista será cuestionada desde la izquierda, no desde la derecha. El Frepaso continúa siendo imprescindible para la estabilidad política del nuevo gobierno y más todavía lo es el apoyo de las burocracias sindicales, en especial del Mta y de la Cta.


 


El grado de agudización de la crisis dependerá, aunque sólo en parte, de la evolución de la crisis internacional. Es que incluso una reactivación de los mercados mundiales, luego de la crisis asiática, lejos de sacar a la economía argentina de la actual recesión podría provocar una acentuación de la crisis, si esa reactivación internacional acentuara la competencia entre los pulpos y entre los países más fuertes y si provocara además, una desestabilización de los mercados financieros más comprometidos, como es el caso de la Bolsa de Nueva York.


 


Del Frente del Sur a De La Rúa (1)


 


Las elecciones del 24 de octubre coronaron un proceso que debe ser apreciado de conjunto. Esto permitiría comprender, también, cómo se orientó la izquierda en el escenario que culminó con la victoria de De la Rúa.


 


El ascenso de la Alianza se fue estructurando a medida que se pusieron de manifiesto, primero, las limitaciones del régimen menemista y, después, su agotamiento.


 


Las contradicciones del menemismo se plantearon como consecuencia de su propia política. Así, al abismo creado con las masas se sumó el hecho de que la burguesía misma comenzó a rebelarse contra su propio gobierno. El final del remate de las joyas de la abuela, la disputa por los recursos menguantes del Estado, las restricciones y fracturas provocadas por la crisis económica y por los apetitos de la camarilla del riojano dividieron al frente oficial.


 


La necesidad de una reorientación en los métodos de gobierno y en la gestión estatal se aceleró a medida que la descomposición y la corruptela generalizadas se extendían a los aparatos de seguridad y a la cúpula del poder. En este terreno se fue definiendo una salida que asegurara, a su modo, el orden vigente.


 


La bandera formal o, si se quiere, la zanahoria de la arquitectura alternativa al menemismo fue la lucha contra la corrupción y por la transparencia. Esto oxigenaría el manejo del poder y la economía de mercado, lo que permitiría plantear las reformas pendientes: privatización de la asistencia social, de la salud, de la educación e incluso de la Justicia (conciliación judicial, privatización del cobro a los morosos impositivos, incluso el Consejo de la Magistratura, con representantes de los estudios de abogacía). La cantinela de la honestidad desviaría la atención de las masas de la reivindicación directa de sus reclamos más sentidos y elementales.


 


Por esto mismo, se presentó la obra de saqueo y superexplotación del menemismo como un modelo cuyas bases podían ser preservadas, renovando el equipo gerencial. A este programa de moralidad, honestidad y justicia se remitía el verso original, de que "otro país es posible", que unió a la mayoría de la izquierda en el 93-95 en lo que luego sería el Frente Grande y el Frepaso. ¿No está claro que el Frepaso fue, desde mediados de la década, la vanguardia ideológica o programática del planteo que acaba de triunfar el 24 de octubre?


 


Lo único que faltaba era anclar semejante proyecto en el sistema político para asegurar su confiabilidad a los amos del poder. Por eso el Frepaso entregó primero su comando a Bordón y, más tarde, al radicalismo. La bancarota electoral de la UCR en 1955 facilitó su pasaje a esta tercera vía, pues de lo contrario corría el riesgo de desaparecer. Para garantizar la travesía, se entregó la jefatura del contubernio a un representante del clericalismo semiliberal, convertido al credo de la Internacional Socialista de los masacradores en Kosovo.


 


Que todo este reacomodamiento era una necesidad de la burguesía lo revela el coqueteo permanente de Beliz y Cavallo con el Frepaso, al cual no vacilaron en calificar de "fuerza innovadora". El citado Cavallo fue más lejos que el propio Frepaso cuando llamó a poner en comisión a todo el Poder Judicial para garantizar el orden republicano.


 


En este punto, la pregunta es: ¿contribuyó la izquierda a la delimitación de todo este proceso político? ¿Combatió por estructurar una alternativa política independiente de toda esta maniobra? ¿Se fijó un programa y una estrategia propios?


 


Las organizaciones obreras y la izquierda


 


El papel de las centrales sindicales, no ya en las elecciones sino en los innumerables conflictos y luchas que tuvieron lugar este año, ha sido abyecto. Ninguna se molestó por las luchas de Corrientes, Neuquén y Tucumán; en esta última, todas ellas se incorporaron al pacto de la superley del nuevo gobernador Miranda. Más todavía que los políticos atorrantes y que sus instituciones truchas, la política de todas las burocracias sindicales apuntó a estrangular las luchas obreras y a llevar al proceso político, como consecuencia de ello, al molino del FMI aliancista y del derechismo clerical-policial del peronismo. El balance, en el caso de la Cta, no hubiera podido ser más deplorable, pues si bien logró su objetivo de que De la Rúa llegue a la Presidencia, pagó el precio de la derrota de Fernández Meijide; de Mary Sánchez primero y Pinky después; y en la inmensa mayoría de las provincias, en algunas de las cuales, como Neuquén, había hecho fuertes inversiones políticas, no sólo en el Frepaso sino en la Ucr y en su candidato Pechi Quiroga.


 


El caso del Mta es todavía más grave, esto porque se tragó lo del retorno a la justicia social que Duhalde sacó de la galera a último momento, y apoyó al bloque de fuerzas que determinó la victoria del gatillo fácil Ruckauf. La invulnerabilidad que mostró esta camisa de fuerza de las burocracias frente a las grandes luchas que precedieron a las elecciones fue otra manifestación fundamental de la dificultad de las masas para imponer sus propias exigencias reivindicativas y para evolucionar políticamente.


 


La izquierda democratizante (nos referimos en especial a IU y a FR) forma parte del bloque dirigido por la burocracia sindical aliancista (la Cta) y del proyecto de ésta de constituir una "central alternativa" de características policlasistas, es decir anti-sindical, integrada al Estado y basada en la atomización de la negociación de los convenios y de la representación de las bases obreras. Por eso, la izquierda democratizante apoyó el freno aplicado a las luchas populares en el período previo a las elecciones e incluso en las elecciones sindicales, como el PC a De Gennaro, en Ate, o el Mst y Patria Libre a la burocracia del sindicato docente de Neuquén, con su abstencionismo. Desde el punto de vista político, no buscó proyectar la independencia de clase que se manifestaba en estas luchas, pues abolió el mismo concepto de independencia de clase en su campaña electoral. Solamente en Córdoba improvisó, a último momento, la consigna "meta trabajadores en la Legislatura", pero esto para promover la candidatura de Monseñor Primatesta Bazán, el entregador de las luchas contra Angeloz y contra la privatización del agua, que buscaba una banca provincial porque se ha quedado sin sindicato.


 


Es decir que la consigna fue usada con un contenido anti-obrero. De modo que, cacareando todo el tiempo sobre la unidad, una, y sobre un patriotismo que no distinguía entre derecha e izquierda, otro, IU y FR fueron, claro que dentro de sus limitados horizontes y posibilidades, factores activos en el retroceso del subjetivismo obrero. En las dos oportunidades en que coincidieron, en Santa Fe y en Córdoba, IU y FR llevaron entre sus principales candidatos a patrones y a burócratas sindicales en algunos casos, incluso, cuando ya no tenían sindicato.


 


Sobre el final de la campaña electoral, descubrimos, tardíamente, que esta izquierda es partidaria de la devaluación del peso, es decir, partidaria no de un ajuste sino del gran ajuste contra las masas, y no sólo de la Argentina sino de los países capitalistas que compiten con la Argentina en el mercado internacional. La posición devaluacionista los ha convertido en grupo de presión de los exportadores (incluida la progresista Coninagro); de los afectados por la competencia extranjera (incluidas las Apymes); y del sector de la banca que teme su absorción por los bancos extranjeros (Credicoop y la banca cooperativa, a la que pertenece el ex diputado del Frente Grande y del PC, Floreal Gorini). Aunque IU, o mejor dicho Patricia Walsh, se pronunció reiteradamente contra la devaluación, lo cierto es que los candidatos patronales que presentó en Santa Fe y Córdoba actúan en entidades empresariales devaluacionistas y que IU los reivindicó, no como luchadores que hacen del capitalismo un hobby sino como capitalistas que defienden el mercado interno, o sea que lo quieren proteger mediante la devaluación.


 


Pero cualquier obrero se da cuenta perfectamente de que una campaña político-electoral que, desde el campo de la izquierda, reivindique la devaluación del peso, o sea la confiscación de las masas y la agudización de las rivalidades nacionales, constituiría simplemente una traición alevosa. Por eso, IU y FR se empeñaron en ocultar esta circunstancia cuando pactaron sus unidades populares en Santa Fe y Córdoba.


 


Este episodio devaluacionista del tramo final de la campaña electoral, ilustra la contradicción que encierra una política de unidad de la izquierda revolucionaria y obrera con la izquierda democratizante. Desde 1996, el PO se empeñó en la unidad de la izquierda, la que fue sistemáticamente rechazada por los democratizantes con alegatos arbitrarios y que incluso fue calificada como electoralista de lo que pueden dar testimonio los discursos del 1º de Mayo de 1997 en el acto común que tuvo lugar en la Plaza de Mayo. En este mismo acto, reclamamos la participación de dirigentes de las direcciones obreras de base que se encontraban en lucha en ese período (Atlántida, TDO, Transportes Halcón, Fiat Concord y otros). Los que hoy se reivindican como campeones de los referentes sociales expulsaron literalmente a esos luchadores de las reuniones preparatorias del acto. Es que la izquierda democratizante se interesa por los luchadores sociales cuando necesita disimularse detrás de ellos, usarlos demagógicamente, o sea para fines reaccionarios o de aparato, no para impulsar un libre desarrollo de la vanguardia obrera. La re-formación de IU, la tercera en diez años, lejos de constituir un paso de unidad fue un acto faccionalista para imponer desde un bloque sin principios sus condicionamientos electoralistas (o sea puestos) a los demás partidos de izquierda. Lo testimonia lo publicado por Patria Libre acerca de las discusiones para decidir si Reyna o Walsh debían ser los candidatos de la unidad, y de cuya lectura surge un panorama bochornoso de apetitos subalternos.


 


Para superar esta contradicción entre el carácter democratizante, y por momentos más que eso, o sea burocrático, pro-patronal o devaluacionista de la izquierda argentina, de un lado, y la conveniencia e incluso necesidad de una unidad de izquierda para luchar contra los partidos patronales y del FMI, es necesario que esa unidad proceda por medio de la discusión pública, abierta y, en caso de elecciones, por medio de la elección democrática de los candidatos. ¡Es lo que hemos venido proponiendo desde 1985! En oportunidad del Frente Mas-PO de ese año, el Mas pidió en un acta que no hubiera asambleas comunes y que el PO no asistiera a las asambleas abiertas que realizaba el Mas. La discusión organizada y la lucha práctica común es la única forma de lograr una unidad de la izquierda que merezca ese nombre y la única que puede ayudar a remontar el retraso subjetivo de las masas y a reagrupar a su vanguardia. Que de esto se trata. Un avance en la representación parlamentaria de la izquierda que no sirva para el desarrollo del espíritu de combate y de organización independientes de los explotados sería otro lazo más en el cuello de su sometimiento. Es lo que ocurre con la unidad de izquierda en Europa y con el frente amplio de Uruguay. Dos administraciones consecutivas de Montevideo por parte de la izquierda unida uruguaya sólo han servido para profundizar las privatizaciones y para no resolver problema alguno de las masas, sino para agravarlos. Los arreglos de aparato sólo sirven al lobby devaluacionista y a los burócratas desplazados que buscan una segunda oportunidad.


 


La izquierda y el Frente del Sur


 


La verdad es la siguiente: la salida derechista del centroizquierda sólo pudo progresar mediante la incondicional adhesión de las centrales sindicales opositoras y de todas las izquierdas unidas que, primero, parieron al Frepaso con el Frente del Sur y luego dieron su total apoyo al verso de la central alternativa pergeñada por el aliancista Víctor De Gennaro. Al mismo tiempo, las burocracias de la CTA y el MTA hicieron lo imposible por abortar la tendencia a la huelga general; no digamos ya por estructurar un polo político propio de las organizaciones de masas de los trabajadores. La Marcha Federal, el Comité de Enlace, que incluyó además al PTP, concluyeron en la nada; la Ctera se transformó en una consultora impositiva. Hubo un esfuerzo tenaz por expropiar cualquier significado propio de la resistencia de las masas y llevarla al molino de la salida derechista.


 


La izquierda tradicional no es más que la viuda de este proceso. Si no pudo prenderse en la parada, navegó políticamente en las aguas del centroizquierda. Hasta el día de hoy, el PC caracteriza a la CTA como una "alternativa de los trabajadores" y es en la dirección de De Gennaro donde milita Patria Libre. Por eso rechazaron, con total complicidad de la CTA, en el acto común que convocamos el 1º de Mayo de 1997, la conformación de un frente político reivindicativo de la izquierda y las direcciones sindicales antiburocráticas que buscaban un camino propio. Nos referimos a los trabajadores del transporte, a los mecánicos, a los obreros gráficos, que no pudieron darle una fisonomía de lucha al acto y a la conformación de un comando común de los trabajadores y sus partidos, por la negativa de la izquierda. Al revés, Izquierda Unida llevó como principal candidato, en las elecciones de Córdoba, a un enterrador de luchas, Bazán, el aliado de Primatesta en la emergencia de Angeloz-Mestre y responsable igualmente de la derrota de Fiat-Cormec y de la lucha contra la privatización del agua. Así, hoy, Bazán es secretario general de la CTA, al lado de su secretario adjunto que fue candidato por el Frepaso.


 


Por eso, cuando Izquierda Unida pretende apropiarse de la bandera de la unidad, procede como una encubridora. Porque sí que lo fue, pero del Frente del Sur que llevó al Frepaso, no de la unidad real de la izquierda. Además, se armó en el sigilo para oponer a la unidad de toda la izquierda sus propios apetitos. Este planteo unitario incluyó la nominación de candidatos propios… ocho meses antes de las elecciones de octubre pasado.


 


El conjunto de la izquierda democratizante es responsable de la salida centroizquierdista antiobrera del pasado 24 de octubre.


 


IU afirma que es la única partidaria de la unidad. Para corregir este estrabismo, bastaría leer la prensa de Patria Libre, que informó en su momento, minuciosamente, que IU no admitía ninguna unidad que no fuera encabezada por Patricia Walsh, quien se caracterizó a sí misma como candidata virtual, o sea imaginaria. Es decir que se puso como obstáculo la intangibilidad de candidatos imaginarios. La formación de Izquierda Unida, a mediados de 1997, fue un acto divisionista, pues apuntó a bloquear la unidad de la izquierda toda pretendiendo hacer valer sus exigencias. De hecho, Izquierda Unida ha disuelto al Mst y al PC como organizaciones públicas diferentes, toda vez que actúan como un bloque cerrado frente a cualquier oportunidad de unir a la izquierda.


 


El Partido Obrero, ya desde 1985, puso al frente otro método: una discusión política para delimitar posiciones, es decir no para dividirnos ni tampoco para mezclarnos sino para dejar en claro acuerdos y divergencias, y procedimientos democráticos o de bases para elegir los candidatos. En el frente que suscribimos con el Mas, en 1985, por cada tres candidatos del Mas seguía uno del PO; en los frentes con el Mst, en 1993, detrás de un candidato del Mst venía uno del PO (primero Zamora, despues Altamira); y en el frente con el Mst y con el Mas, en 1994, estuvimos terceros (primero Ciaponi, segundo Zamora, tercero Altamira). Esto, por lo que hace a nuestra soberbia personalista. Pero también hay que decir lo otro: en PO mandamos al frente a la dirección del partido, no la preservamos en campanas de cristal, no nos escondemos detrás de extrapartidarios mientras bajo cuerda nos aseguramos la posibilidad de arrebatar el puesto codiciado de diputado; y la dirección del PO va al frente cuando se trata de la polémica (que ella siempre firma), de las elecciones… y de la cárcel, como en 1989, entre otros.


 


Si Reyna fue candidato desde julio de 1998, Walsh desde octubre de 1998 y Altamira desde agosto de 1999, ¿por qué la acusación contra nosotros de que queremos copar el espacio? Lo que hemos logrado lo conseguimos en la lucha misma: hace mucho que estamos por delante de los partidos que integran IU y el FR en términos electorales, organizativos, militantes y de intervención política. El PO creció mientras el Mas-Mst y el Partido Comunista se desmoronaron. Esto es un hecho, no una posición ideológica.


 


¿Cuáles son entonces las divergencias que impiden una unidad política y también en las elecciones? IU y el FR son composiciones democratizantes y nacionalistas; lo proclaman sus candidatos y dirigentes todos los días. Aspiran a recrear el Frente del Sur, que sirvió de plataforma a la carrera de Chacho y Meijide. Para eso plantean un frente de izquierda-centro (Echegaray), con las Apymes, con los carreristas abandonados por el chachismo, etc. No quieren comprometer esta política en discusiones públicas y en elecciones de incierto resultado para seleccionar candidatos. Por eso las han rechazado. Por eso abogan por un movimiento único de la izquierda, pluralista, donde, o cualquiera dice cualquier cosa y nadie hace algo salvo para lograr una banca, o cuando alguna facción se consolida le pueda pisar la cabeza a las restantes.


 


Para el PO, es diferente. Para el PO, vale, como una de las variantes, pagar el precio de actuar en un frente que no levante nuestras banderas, siempre que eso sea clarificado, primero por medio de un debate que deslinde posiciones y que sirva como factor de orientación para la masa que sostiene al frente. Segundo, que una vez cumplido ese requisito, la decisión sobre candidaturas y, por lo tanto, la exposición de las políticas, fuera decidida democráticamente por la base. El PO está convencido de que esta metodología sirve a la clarificación y a la movilización, y que el desarrollo de estos factores confirmará el acierto y la aceptación de nuestra política, en última instancia. ¡Qué sectarios que somos! ¿No?


 


La cuestión de la conciencia es la cuestión del partido


 


Un retroceso electoral no pone a prueba, por sí solo, a un partido revolucionario. Se podría decir incluso algo más: los retrocesos forjan la madurez política y el temple militante de semejante partido. Ni siquiera se puede decir que los retrocesos operen fatalmente como un refuerzo de las presiones sociales o políticas negativas o antirrevolucionarias, porque también un ascenso, en especial si es electoral, podría provocarlo, por ejemplo al desatar presiones de cooptación política al aparato del Estado. No se debe olvidar que el reformismo histórico (la socialdemocracia alemana) debutó como revolucionario, organizando contra viento y marea un partido obrero en condiciones de proscripción y represión, pero que se fue envileciendo en forma paralela a su enorme progreso organizativo y electoral. Algo similar ocurrió con Izquierda Unida desde que en 1989 consagrara a Zamora como diputado y obtuviera cerca de 600.000 votos. Las características derechistas del PC se han acentuado y ya dice abiertamente que, en lugar de un frente de izquierda, postula un frente de "izquierda-centro" (Echegaray en el lanzamiento de la campaña de IU). El Mst se ha convertido en un apéndice político del PC. Significativamente, Walsh y Reyna coincidieron en la campaña electoral en que no debían hacerse "planteos ideológicos" (programa de Nelson Castro). De conjunto, han quedado reducidos al liliputismo organizativo, al punto que casi no lograron reclutar fiscales para las elecciones y que evitaron con todo cuidado la realización de actos públicos como método de campaña político-electoral.


 


Pero, entonces, ¿en qué sentido el revés electoral y el inadecuado pronóstico político "ponen a prueba al Partido Obrero"? En el siguiente sentido: Para un partido que pretende desarrollar una fuerte organización revolucionaria socialista sobre la base de un programa y sobre la base de una metodología que toma en cuenta, como factor fundamental, a la experiencia de las masas y al desarrollo de su conciencia de clase, los desaciertos de análisis y previsión respecto de los resultados del domingo constituyen una advertencia. Hemos abordado con relativa superficialidad la cuestión del desarrollo de las masas, la cual, sin embargo, exige una atención absoluta. Lo del 24 es, incluso, un problema menor; lo que no es menor es el proceso político que enfrentamos de ahora en más, que sólo podrá ser superado asimilando la crítica a nuestras caracterizaciones. Aunque ya no es el momento de abordarlo, la insuficiencia de nuestra apreciación del desarrollo de las masas en el plano político, subjetivo, de la conciencia de clase, es seguramente el factor que ha hecho más lento y dificultoso el desarrollo del Partido Obrero en los últimos veinte años. Las elecciones del 24 han obrado como un catalizador de una larga experiencia teórica y práctica.


 


Un principio revolucionario dice: "la historia puede saltarse etapas, pero el partido revolucionario no puede saltarse las etapas del desarrollo de la conciencia de clase". Por eso, consideramos como un activo, y no sólo en la reciente campaña electoral, haber adoptado como eje la reivindicación de meter a todos los trabajadores en las fábricas y repartir las horas de trabajo. Para las masas, que no cuestionan todavía al capitalismo, eso significó plantear un método anti-capitalista para satisfacer un derecho típicamente capitalista: el derecho a ser explotado a cambio de un salario. Lejos de un planteo circunscripto al electorado de izquierda o, para el caso, circunscripto a cualquier electorado, el eje de la campaña del PO fue una consigna de conjunto, con alcance estratégico, que sólo puede ser resuelta por una lucha general y que responde a la necesidad más apremiante de las masas.


 


La consecuencia de este abordaje de la campaña electoral ha sido inmensa. El Partido Obrero realizó más actos públicos que nadie; tuvo una importante concurrencia en la inmensa mayoría de ellos; ganó numerosos fiscales para el control de las elecciones; fue un factor programático en la campaña al punto que su consigna pretendió ser copiada, y deformada, por muchos otros, incluso Duhalde; incorporamos muchos obreros al Partido; por primera vez, nuestro electorado defendió en forma pública su voto. Nos viene a la memoria una afirmación que reitera en cada elección la organización trotskista francesa Lutte Ouvrière: crecimos electoralmente, pero no ganamos militantes. El PO, al revés, retrocedió electoralmente, pero nunca como ahora se han incorporado obreros a la organización. Fue, entonces, la consigna más adecuada al momento que atraviesan las masas desde el punto de vista de sus necesidades y conciencia. Otra cosa fue creer que a partir de esta reivindicación estaban reunidas las condiciones para un desplazamiento político enérgico de una parte de esas masas. El Partido Obrero enfrentará con éxito "la prueba" a la que ha sido sometido si supera sus limitaciones para ayudar a la evolución política de la clase obrera, a partir del bajísimo nivel presente de ésta e incluso del propio retroceso de ella con relación a las luchas que protagonizó recientemente; pero todo esto para asegurar y profundizar la caracterización que el PO hace del actual período histórico y de la actualidad de la estrategia política de la revolución socialista y de la refundación de la IVª Internacional.


 


¿Pero por qué hablar de "prueba"? Por una razón metodólogica de la mayor importancia; no somos una secta. Las sectas se cotejan con sus propias premisas; les alcanza con haber actuado lógicamente a partir de algunos postulados. Para el Partido Obrero, esto es idealismo de la peor especie, por supuesto que un pasaje sin retorno al fracaso y un peso muerto para el desarrollo de la vanguardia obrera. El PO se mide con la realidad histórica; fuera de esto, "todo lo que (parece) sólido se desvanece en el aire".


 

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