La globalización como transición al socialismo


1. A comienzos del siglo XX, el imperialismo, su naturaleza, su política económica, su dinámica, se convirtió en el foco del más intenso debate teórico internacional entre marxistas y no marxistas; a fines del mismo siglo, es la globalización la que ocupa el foco en la confrontación de teorías y estrategias.


 


Las principales concepciones en conflicto sobre la globalización son las siguientes:


 


a) La concepción burguesa triunfalista, -que afirma que la globalización representa la victoria final y completa del capital a escala mundial, un nuevo estadio histórico que trasciende al Estado-nación.


 


b) Una visión que rechaza la globalización como un puro mito y busca una respuesta nacional a los problemas planteados bajo su nombre.


 


c) Una visión que considera la globalización, simplemente, como una serie de políticas y conductas especulativas, que deberían ser reguladas por medidas de control sobre el movimiento de los capitales.


 


d) Una aproximación, basada en el análisis de Lenin sobre el imperialismo (pero no limitada a él) que distingue entre los mitos y la realidad de la globalización y la entiende como un proceso real y contradictorio de transición, interconectado con la lógica del capital y la naturaleza histórica de la época transicional de la declinación del capitalismo.


 


Las divergencias teóricas conducen a diferentes orientaciones políticas, particularmente entre las fuerzas que se reclaman del socialismo:


 


a) Están los que sostienen que la globalización capitalista es progresiva y que cualquier resistencia u oposición, no sólo carece de esperanza sino también es nacionalista y retrógrada.


 


b) Un segundo grupo contrapone a la globalización un giro (o retomo) a la defensa del Estado-nación.


 


c) Un tercer grupo busca confrontar algunos de los efectos laterales negativos de la globalización financiera proponiendo reformas contra la especulación incontrolable (por ejemplo, el impuesto Tobin) dentro del cuadro capitalista.


 


d) El último grupo enfatiza que el proceso de conjunto constituye la globalización de las contradicciones del capital, que lleva a su explosión e impulsa transformaciones revolucionarias, la transición mundial, desde esta última sociedad de clases antagónicas hacia el comunismo.


 


Está claro que estas divisiones corresponden y reproducen, a un nivel todavía más elevado, las divisiones políticas en los debates sobre el imperialismo de comienzos del siglo XX, entre:


 


a) La visión del imperialismo como una “todopoderosa fuerza de modernización” a ser defendida por los socialistas (Scheideman).


 


b) La visión del imperialismo como un conjunto de políticas que debían ser enfrentadas en nombre de un retorno a un (inexistente) capitalismo ‘pacífico’ de la era preimperialista (Kautsky).


 


c) La visión del imperialismo como el estadio histórico "más alto y último” en el desarrollo del capitalismo, la época de su declinación y de la transición al socialismo (Lenin).


 


Como en el pasado la discusión sobre el imperialismo, los debates de hoy sobre la globalización son de la más crucial importancia para las perspectivas del socialismo.


 


2. La globalización tiene su origen en la tendencia a la universalidad inherente al capital como un valor que se autoexpande. Marx ya había pronosticado este proceso. En los Grundrísse analiza por qué “es solamente el capital el que crea la sociedad burguesa y la apropiación universal de la naturaleza, y del propio nexo social por parte de los miembros de la sociedad… Es esta misma tendencia la que conduce al capital más allá de los límites y los prejuicios nacionales, e igualmente, más allá del culto a la naturaleza, así como más allá de la tradicional satisfacción de las necesidades vitales y la reproducción de viejos modos de vida, en los que estuvo confinada largamente dentro de límites establecidos y complacientemente aceptados… Pero del hecho de que el capital postula cada uno de estos límites como una barrera que ya idealmente ha superado, no se desprende que realmente la haya superado, y desde que cada uno de estos límites contradice la determinación del capital, su producción está sujeta a contradicciones que son constantemente superadas pero también constantemente planteadas. Además, la universalidad por la cual incesantemente pugna el capital, tropieza con las barreras de la propia naturaleza del capital, barreras que en un cierto estadio de su desarrollo podrán ser reconocidas como la mayor barrera en el camino de esta tendencia, y por consiguiente conducirán a su propia autosuperación” (1 ).


 


La universalidad generada por el capital está siempre en contradicción con las "barreras en la propia naturaleza del capital”, es deforme, desigual, polarizado en los centros metropolitanos privilegiados y en las áreas subdesarrolladas y sobreexplotadas, fragmentado internamente por divisiones sociales, barreras nacionales, jerarquías regionales. Bajo las condiciones del capitalismo, la tendencia a la universalidad se desarrolla unida, en conflicto e interpenetrada con su opuesto, la tendencia a la fragmentación.


 


La transición a la época del imperialismo es este "estadio de desarrollo” del capital donde “la universalidad por la cual incesantemente pugna el capital” encuentra su clímax y, al mismo tiempo encuentra “la mayor barrera" en el propio capital.


 


La globalización no es un fenómeno reciente de los años ‘80 y ‘90, cuando el término se puso de moda y predominó entre las así llamadas “principales corrientes" del pensamiento de Occidente. En realidad, la globalización como internacionaliza-ción de la vida económica, como asiento de la división mundial del trabajo, de un mercado mundial, del carácter mundial de las modernas fuerzas productivas, se volvió dominante desde principios del siglo XX y se desarrolló a lo largo de éste.


 


La periodización de este proceso ha sido planteada previamente (2). Pueden distinguirse tres fases principales de la globalización:


 


a) La fase inicial comienza en el último cuarto del siglo XIX aproximadamente, y finaliza con las explosiones históricas de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Socialista de Octubre de 1917; representa la transición desde el capitalismo de libre competencia al imperialismo, tal como es analizado en el clásico folleto de Lenin.


 


b) Una segunda fase de globalización que sigue al final de la Segunda Guerra Mundial y al establecimiento del sistema de Bretton Woods, que conduce a la expansión internacional sin precedentes de posguerra y a un ‘boom’ capitalista, y lleva a una crisis de sobreacumulación igualmente sin precedentes, al colapso del edificio de keynesianismo internacionalizado de Bretton Woods a fines de los ‘60 y principios de los ‘70, a una ola internacional de levantamientos sociales y turbulencias revolucionarias en 1968/75 y a una retracción económica internacional.


 


c) La tercera fase de globalización viene a enfrentar precisamente la crisis mundial en que ha concluido el ‘boom’ de posguerra. Comienza a fines de los ‘70 y principios de los ‘80 con la “desregulación" y la libre movilidad de los capitales en los mercados financieros globalizados -y se corresponde con lo que es llamado (y fetichizado) durante las últimas dos décadas como “globalización”. Debería ser llamada más bien globalización del capital financiero, en la medida en que el proceso de integración global abarca principalmente la esfera de las finanzas y mucho menos algunas ramas de la producción (3).


 


Deberían añadirse dos observaciones: primero, que la transición desde una fase de globalización a la siguiente está dictada por la imposibilidad de retornara la forma previa de desarrollo, que se había agotado en sí misma. Después de la expansión mundial del capitalismo, de la emergencia de los monopolios y de la hegemonía establecida por el capital financiero, era imposible retornar a las condiciones preimperialistas del capitalismo de librecambio.


 


Igualmente, después del crash de 1929 y de la depresión de los años ‘30 con todas sus consecuencias sociales y políticas explosivas, al finalizar la segunda guerra mundial, resultó imposible para las “grandes potencias" del capitalismo volver al patrón oro y a las condiciones de los años ‘30; fueron obligadas a reconstruir el capitalismo sobre las bases de una convertibilidad fija del dólar norteamericano con el oro (patrón de cambio oro) y del sistema de políticas keynesianas y de instituciones reguladoras de los acuerdos de Bretton Woods.


 


Finalmente, después del colapso del edificio de Bretton Woods y de la aún irresuelta crisis de sobreproducción de capital, es imposible cualquier retorno a las políticas keynesianas; por esta imposibilidad surgió la tendencia al neoliberalismo, así como el vuelo a los cielos de la especulación financiera global, engañosamente llamada "globalización".


 


Segunda observación. En los períodos intermedios, después de! agotamiento de una fase de globalización y antes del comienzo de la siguiente, levantamientos sociales y movimientos revolucionarios antisistémicos, antiimperialistas y anticapitalistas y las luchas por el socialismo dominan internacionalmente el escenario político, incluyendo a los países metropolitanos, particularmente en Europa.


 


Entre el fin de la primera fase de globalización con la Primera Guerra Mundial y el inicio de la segunda fase después de la Segunda Guerra Mundial hay un período de intensas confrontaciones revolucionarias internacionales -aproximadamente desde la Revolución Socialista Rusa de Octubre de 1917 hasta la victoria de la Revolución Socialista China de Octubre de 1949.


 


Durante los años de posguerra del sistema de Bretton Woods de concesiones keynesianas hacia la clase obrera (y del orden geopolítico internacional y europeo establecido en los acuerdos de Yalta) hubo tremendas luchas de liberación en el ex mundo colonial, pero una relativa “paz social" en Europa y en los otros centros metropolitanos.


 


Pero en el período intermedio entre el agotamiento de la segunda fase de globalización con el fin del sistema de Bretton Woods en 1968/71 y el punto de arranque de la tercera fase de globalización financiera en 1978/9, hubo también una ola internacional de tormentas revolucionarias (mayo del ‘68 en Francia, el "otoño caliente” de 1968 en Italia, la revolución portuguesa y la caída de las dictaduras del sudeste europeo en 1974/6, la derrota del imperialismo norteamericano en Indochina en 1975, etc.) que abarcaron por igual a los centros capitalistas metropolitanos y al Tercer Mundo.


 


Ambas observaciones revelan dos aspectos interconectados del mismo proceso mundial: primero, la incapacidad creciente del capitalismo mundial para arbitrar sus propias contradicciones a través de los “viejos" medios y vías, la intensificada tendencia a la inestabilidad sistémica y a las crisis; segundo, la emergencia de tendencias revolucionarias y de movimientos antisistémicos en los períodos de quiebra del equilibrio mundial, que plantean el problema de la superación del propio sistema existente. Ambos aspectos expresan la naturaleza histórica del proceso como una época de transición del capitalismo al socialismo mundial.


 


3. Desde este punto de vista ventajoso queda en claro que la globalización capitalista e las dos últimas décadas del siglo XX no representan un nuevo estadio “postimperialista en la historia del capitalismo, ni su triunfo global definitivo y final; por el contrario, es un intento, dictado por la lógica inherente de las contradicciones del capital, por encontrar una salida a la crisis de sobreproducción y, sobre todo, por revertir la marea revolucionaria que surge de la crisis.


 


La marea revolucionaria fue de hecho detenida y en algunos casos revertida por a ofensiva neoliberal global, tanto en las metrópolis como en el Tercer Mundo. El propio neoliberalismo fue promovido por la "liberalización” y “desregulación" de los mercados financieros y la fantástica sobreexpansión de capital ficticio.


 


La siempre creciente distancia entre la esfera de la especulación financiera global y la “economía real” se ha convertido en astronómica: cada día más de un billón de dólares norteamericanos giran sobre los mercados de monedas extranjeras, de los cuales sólo alrededor de un 15% representan flujos de capitales reales y de comercio de mercancías.


 


Pero a pesar de la ilusoria “independencia" de las finanzas sostenidas por los precios estratosféricos de los mercados accionarios, “el capital financiero se opone al capital productivo como un hermano siamés se opone a su mellizo” (4). En última instancia, el capital ficticio está basado sobre el valor del trabajo productivo, sobre el capital productivo que bombea trabajo excedente impago en la forma de plusvalía de los productores directos.


 


Las enormes cantidades de riqueza en papeles sobreacumulada bajo la forma de instrumentos financieros han dado lugar a una gigantesca pirámide revertida que reposa sobre su vértice, la "economía real".


 


La acumulación de capital ficticio no sólo no ha dado ninguna solución a la crisis de sobreacumulación de capital productivo existente, sino que ha profundizado el estancamiento y ha sostenido las altas tasas de desempleo crónico en los países capitalistas avanzados, particularmente en Europa.


 


El estancamiento del capital productivo en los países centrales y la expansión de las finanzas internacionales intensifican el pillaje imperialista de la periferia, mediante medidas neoliberales draconianas del FMI, “programas estructurales de ajuste”, relocalización de industrias metropolitanas y desindustrialización de los países del Tercer Mundo. El Tercer Mundo es forzado a una mayor dependencia de sus producciones primarias y sus recursos y empresas quedan bajo el control de las finanzas globalizadas para uso especulativo.


 


Mientras el Tercer Mundo es devastado y una parte de él (por ejemplo, el África subsahariana) cae en el abismo del "Cuarto mundo”, vastas áreas de las megaciudades de Estados Unidos y Europa son transformadas en un nuevo “Tercer mundo" dentro de las propias metrópolis, guettos para millones de socialmente excluidos.


 


Esta globalización de la miseria se convierte en la fuente de astronómicas ganancias para una minoría de parásitos ricachones.


 


Las finanzas globalizadas operan principalmente bajo la forma de flujos de dinero de corto plazo que busca rápidas ganancias en actividades especulativas que no producen valor, en otras palabras, en actividades parasitarias para una esfera de la producción que se estanca.


 


Las formaciones capitalistas más representativas no son más las empresas industriales, ni aún los bancos “que controlan el capital empleado por los industriales" (de acuerdo a la definición de Hilferding); sino las firmas financieras como los Fondos de Pensión y otros Fondos de Inversión en el mundo anglosajón, que controlan gigantescas sumas de capital, mayores que las de cualquier gobierno nacional aislado, que integran bancos e industrias como parte de su imperio, posiciones estratégicas en la lucha global de los mercados financieros.


 


Estas instituciones financieras pretenden ser las soberanas de un “valiente nuevo mundo". Su impacto sobre las relaciones sociales, sobre la vida cultural y política, sobre la formación de la conciencia de las masas a escala mundial no puede ser subestimada.


Marx enfatizó correctamente en El Capital que “las relaciones capitalistas asumen su forma más externalizada y fetichista como capital que produce interés. Tenemos aquí M-M’, dinero que crea más dinero, valor que se autoexpande, sin el proceso que efectúan estos dos extremos… este fetichismo automático… en esta forma ya no carga con la marca de nacimiento de su origen” (5). En este sentido, la globalización del capital financiero significa la globalización de la forma más extrema del fetichismo, la distorsión más monstruosa de la conciencia social e individual a escala de masas. Todos los mitos de nuestro fin de siglo sobre el “fin del trabajo", la “invencibilidad del capital globalizado”, la “era postindustrial", el “posmodernismo”, etc., tienen su base material, en última instancia, en esta sobreexpansión del capital ficticio parasitario.


 


El mayor efecto sobre las relaciones de clase e internacionales de la tendencia globalizadora del capital fue la exacerbación de las contradicciones acumuladas dentro de los países donde el capital había sido expropiado y donde la transición al socialismo había comenzado, lo que condujo al colapso de los regímenes de Europa del Este, a la implosión de la Unión Soviética y al giro abierto a la restauración capitalista.


 


Como lo demuestran este último caso, en el nuevo ambiente internacional, cuanto más desarrollado e industrializado es un país bajo la construcción del socialismo, es más vulnerable a las presiones del capital global: un mayor desenvolvimiento de los sectores más dinámicos y de la formación social como un todo, es bloqueado y minado por el control de la economía global y de las fuerzas productivas mundiales por el capitalismo imperialista. Ninguna economía nacional, vinculada o desvinculada del imperialismo, puede ignorar, evitar o sortear las condiciones impuestas por la globalización financiera.


 


4- El dominio del capital financiero globalizado no significa que es invencible, lejos de esto; la desregulación de los mercados financieros y el libre flujo internacional de Gigantescas masas de capital ficticio conducen a la globalización de las contradicciones del capital.


 


La crisis de sobreproducción de capital productivo fue acentuada con una crisis de sobreacumulación global de capital ficticio -que produce una tremenda desproporción entre la masa de capital total y la cantidad de plusvalía disponible, intensificando la tendencia declinante de la tasa de ganancia.


 


La sobreproducción es, como Marx puntualizó agudamente, el “repentino recordatorio de todos esos momentos que son requisitos de la producción basada en el capital”, de los límites que le son necesariamente inherentes (6).


 


La sobreproducción revela la naturaleza contradictoria del capital: de un lado, como valor que se autoexpande, se esfuerza por superar cualquier barrera; y del otro, se restringe a sí mismo por los límites que le son propios, que determinan al capital como producción de plusvalía. “Por su misma naturaleza, por consiguiente, el capital coloca un límite al trabajo y a la creación de valor, el cual está en contradicción con su tendencia a expandirse ilimitadamente… es la encarnación misma de la contradicción" (7).


 


Descubrir “el fundamento de la sobreproducción, la contradicción básica del capital desarrollado”, significa descubrir “que el capital no es, como creen los economistas, la forma absoluta para ello, ni a forma de riqueza que coincide absolutamente con el desenvolvimiento de las fuerzas productivas” (8). En otras palabras, la sobreproducción revela la naturaleza históricamente transitoria del capital, el proceso de su superación a través de sí mismo, de la transición hacia una forma más alta de desarrollo histórico de las fuerzas sociales de producción.


 


La transición dialéctica de una entidad contradictoria es la interpenetración de sus polos opuestos, el incremento de la tensión entre ellos, la agudización de la contradicción que crece hasta su cima, abriendo la alternativa, tanto a la destrucción de esa entidad como un todo, como a una transformación radical, dando lugar a una forma superior.


 


En el caso de la crisis de sobreproducción, la interpenetración y la tensión entre la universalidad y los límites específicos conduce la transición más allá del capital, a la superación del capital a través de sí mismo, a través de la explosión de la encarnación misma de la contradicción”. La alternativa a una forma históricamente superior a la vieja formación social sólo podría ser la destrucción de la entidad en su conjunto, la ruina de ambos campos contendientes, del capital y el trabajo, la barbarie.


 


La globalización del capital financiero ha llevado a su cima la contradicción entre la tendencia a la universalidad y los límites inherentes al capital, incluyendo la contradicción entre el desarrollo mundial de las fuerzas productivas y el Estado nacional. La sobreacumulación financiera global finalmente lleva a toda la entidad a explotar.


 


La crisis del peso mexicano en 1994 y 1995 y la renovada resistencia de masas a los efectos sociales de la globalización capitalista (la revuelta zapatista en México, los movimientos de huelgas de masas en Francia en 1995, las luchas de los trabajadores en Corea del Sur, etc.) fueron los temblores precursores. El verdadero terremoto financiero internacional vino con el crash de 1997 en Asia.


 


No fue un fenómeno regional, producto de la “inconducta del capitalismo corrupto" de la región, ni de una aberración temporaria. Fue la manifestación particular de un proceso mundial: las tensiones, amplificadas por décadas de sobreacumulación de capital ficticio para superar las barreras a la expansión del capital, condujeron a la explosión. La superinflada fábrica de las finanzas globales comienza a desintegrarse.


 


La naturaleza y la dinámica internacional del huracán financiero que barrió Asia en 1997 se manifestó en los dramáticos desenvolvimientos que le siguieron: la insolvencia de Rusia en agosto de 1998, el colapso del Long Term Capital Management (LTCM), el fondo para coberturas más grande del mundo basado en Wall Street, la debacle de la moneda nacional de Brasil a principios de 1999.


 


Especialmente el caso del LTCM muestra que la “madre de todas las burbujas" está en la propia Bolsa de Nueva York. EE.UU., el centro del capitalismo mundial, es también el centro de su crisis.


 


Lejos de ser el “paradigma" de una “economía en expansión", EE.UU. es el país más endeudado del mundo, con la más astronómica deuda, pública, corporativa y de los consumidores acumulada, precisamente a través de la inflación de la burbuja de Wall Street. El masivo flujo de capital extranjero, especialmente japonés, para la compra de bonos de la Tesorería y otros instrumentos financieros ayudó a resolver temporariamente los desbalances de EE.UU. y de la economía capitalista mundial. Ahora con la crisis de Japón, el redireccionamiento de los flujos de capital que retornan a la metrópoli japonesa y el fortalecimiento del yen en relación con el dólar norteamericano después de mayo de 1999, tienen un impacto amenazador sobre la economía norteamericana, y desestabiliza todavía más toda la situación económica mundial (9).


 


La globalización ha creado condiciones de interdependencia en las que ningún país del mundo, aún los económicamente más fuertes, puede permanecer inmune a la creciente crisis internacional. A pesar de sus defensas y capacidad para “exportar" la crisis, Estados Unidos y otros países metropolitanos del mundo capitalista son los centros neurálgicos del sistema financiero globalizado y de la crisis de sobreproducción de capital, “la madre de todas las crisis"; y por estas razones son vulnerables.


 


Los llamados “todopoderosos" mercados globalizados están probando no ser la proverbial “mano oculta" que regula la economía, sino la fuente de la desregulación global de la vida económica y social de la humanidad.


 


5. Los pronósticos rosados de los informes del FMI sobre las perspectivas de la economía mundial para el año 2000 no pueden ocultar la realidad. (¡De cualquier manera, la credibilidad de las predicciones del FMI está profundamente dañada después del fiasco de sus pronósticos para las economías de Asia del este en las vísperas, y aún durante el crash de 1997!).


 


La serie de “ataques al corazón" financieros en los mercados globales desde 1997 en adelante demuestran que la globalización financiera no pudo superar la crisis mundial que siguió al colapso del sistema de Bretton Woods y que ahora pasa a ser el punto central de la crisis.


 


Incluso al supremo beneficio estratégico para el capitalismo del período de la última fase de globalización -la desintegración de la Unión Soviética- pasó de ser el sueño cumplido del imperialismo occidental ser una pesadilla. Inicialmente el colapso le proporcionó una enorme confianza política al capitalismo mundial y el ímpetu para una mayor especulación financiera, basada en las expectativas de una rápida y beneficiosa transición de la ex Unión Soviética y Europa del Este al mercado capitalista. Una década más tarde la situación es caótica y la propia Rusia parece un “agujero negro que amenaza tragarse a Occidente", de acuerdo a la declaración del conocido George Soros.


 


Los dos pilares del orden de posguerra en el mundo capitalista, el sistema de Bretton Woods y el orden geopolítico internacional, particularmente europeo, de los acuerdos de Yalta, han colapsado, el primero en 1971, el segundo en 1989/91. Con ello, ha colapsadotodo el equilibrio en la economía y la política mundiales.


 


El capitalismo de conjunto necesita reestablecer un nuevo equilibrio mundial, sin el cual su reproducción como sistema social está amenazada. Particularmente su forma más desarrollada, el capitalismo norteamericano, basó siempre su equilibrio interno en un equilibrio mundial bajo su hegemonía. Toda la retórica de un “Nuevo Orden Mundial” (incluso el término es una siniestra reminiscencia de la retórica del Tercer Reich) expresa, de una manera distorsionada, las nuevas necesidades sistémicas del capital norteamericano y mundial.


 


Para alcanzarlas, tienen que ser resueltos tres problemas internacionales interconectados: tiene que ser superada la crisis de sobreproducción de capital (y mercancías); tiene que ser reestablecida una nueva interrelación hegemónica entre EE.UU., Europa y Japón en el mundo de la posguerra fría; y las vastas áreas desde Europa central a Rusia y el lejano este, donde el capital había sido expropiado en el pasado, tienen que ser reabsorbidas en el mercado mundial capitalista.


 


Las nuevas condiciones establecidas por la globalización sobredeterminan cada uno de estos problemas.


 


Cada crisis de sobreproducción conduce a la intensificación de la competencia y de las rivalidades interimperialistas. Pero ahora, el antagonismo para resolver la crisis de sobreproducción a expensas de los rivales, se ha convertido en una lucha por la hegemonía sobre la economía global, sobre los mercados globalizados, en lugar de una lucha por la hegemonía sobre territorios (10). Este segundo control, y aún la ocupación militar de territorios, no desaparece (¡hay muchos horrendos ejemplos desde África a los Balcanes!), pero está subordinado a la primera necesidad: sólo el capital que es capaz de luchar y ganar el control de posiciones estratégicas en los mercados globalizados prevalecerá y sobrevivirá. Las megafusiones de empresas y bancos gigantescos en los países capitalistas avanzados son movimientos en el campo de batalla de esta lucha económica global. Al mismo tiempo son la manifestación de la propia crisis, la concentración y la centralización de capital para contrarrestar la tendencia declinante de la tasa de ganancia.


 


La globalización da un ímpetu poderoso a la integración regional y continental y a la formación de bloques multinacionales competitivos, tales como la Unión Europea, el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) y el de Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC).


 


La lucha por la hegemonía sobre la economía global domina y complica las rivalidades entre EE.UU., Europa y Japón en la postguerra fría.


 


Es una simplificación peligrosa y engañosa ver esto como un mundo monopolar, en el que el exitoso Estados Unidos ya habría establecido su "Nuevo Ordon Mundial". Incluso Henry Kissinger tuvo que admitir que hay una aguda contradicción entre la hegemonía político-militar norteamericana y su declinación económica. La globalización financiera y el neoliberalismo, que comienza desde el “Reaganomics”, convirtió a Estados Unidos, del mayor exportador mundial de capital, en el mayor importador mundial de capital, obligado a contrapesar el desbalance de su economía nacional con capital extemo. A pesar de su hegemonía relativa, la economía de Estados Unidos devino más interdependiente respecto a sus rivales y más vulnerable frente a cualquier tormenta mayor en la economía global. Para salvaguardar su hegemonía, Estados Unidos tiene que hacer nuevos acuerdos internacionales con sus rivales, especialmente en el contexto de las nuevas instituciones económicas globales tales como el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio para construir un nuevo sistema de relaciones internacionales “con la Otan como su núcleo” (para usar la infame expresión de las autoridades norteamericanas para la ocupación de Kosovo por fuerzas multinacionales).


 


Para reestablecer sobre nuevas bases su hegemonía mundial, Estados Unidos tiene que ganar, sobre todo, la carrera por la reconquista y el control del inmenso espacio antes llamado "el campo socialista”, y ahora “el salvaje este" por los ávidos hombres de negocios occidentales.


 


6. Ningún equilibrio mundial necesario para la reproducción del capitalismo globalizado puede ser reestablecido sin la restauración de la cadena del imperialismo internacional rota en una serie de “eslabones más débiles" en 1917 y después de la Segunda Guerra Mundial.


 


En los años 1989/91, el imperialismo occidental pensó que esta restauración estaba, finalmente, al alcance de la mano. Una década más tarde, la euforia es reemplazada por el pesimismo y, en algunos casos, por el pánico. La insolvencia de Rusia de agosto de 1998 fue el momento critico para una dramática reapreciación: fue reconocido por los más fervientes sostenedores del neoliberalismo y de la restauración capitalista que la tan publicitada “transición de Rusia al mercado” no sólo no había funcionado bien sino que ¡ni siquiera había comenzado! (11). Un año después de la insolvencia, con la explosión de uno de los más grandes escándalos de lavado de dinero en el Banco de Nueva York, “cualquier ilusión que quedaba acerca de la eficacia del respaldo occidental a las reformas en Rusia se había evaporado”, como expresó la británica The Economist en su nota editorial (12).


 


A pesar de la destrucción sistemática de las estructuras del “viejo" sistema y de los niveles de vida de millones de personas, de la masiva “confiscación" criminal de la propiedad pública, de la invasión de capital extranjero, de las imparables inyecciones de dinero por préstamos del FMI y de la igualmente imparable transferencia de más de 200 mil millones de dólares norteamericanos fuera del país hacia cuentas bancarias secretas en Suiza, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, etc., la "transición al mercado" probó ser un fracaso, una tragedia y una farsa.


 


Ahora los más influyentes y agresivos círculos imperialistas en Occidente, están convencidos que el único capitalismo viable que puede ser restaurado en el “salvaje este" es uno de tipo semicolonial, con el gobierno de una burguesía local compradora.


 


Sobre la base de esta horrenda “hipótesis de trabajo", la Otan se amplió hacia el este, hasta las fronteras con Rusia; lanzó su bárbara guerra en los Balcanes, con su primer objetivo Yugoslavia, aunque no el último; cambió su “concepción estratégica” y en consecuencia su estructura militar para convertirse en una agencia global de intervención y represión, “en una maquinaria imperialista de dominación y contrarrevolución a escala mundial, el instrumento indispensable del infame Nuevo Orden Mundial" (13).


 


La agresión de la Otan en los Balcanes es el primer acto del drama: el inicio de una serie de guerras de recolonización que incluyen la fragmentación de los estados existentes, el establecimiento de protectorados, de fantasmales e impotentes pequeños estados y estados-“guarniciones".


 


El imperialismo en su nueva fase de globalización en crisis ya no es sólo la reacción sino también la barbarie en toda la línea.


 


7. Pero la caída en la barbarie global no es un destino irreversible. Por el contrario: es la manifestación de la declinación histórica del propio sistema capitalista. Cuanto más choca con sus límites históricos, más violento y destructivo se vuelve para la vida y la cultura humanas.


 


Una época de declinación de un sistema social es una época de transición: o la transición se completa exitosamente y se realiza la superación hacia un sistema más elevado, o es retrasada, y aún bloqueada, y entonces esta crisis de transición, especialmente si se prolonga, manifiesta todas las tendencias destructivas a la regresión histórica y a la barbarie.


 


La globalización es tanto una fuerza motriz como una manifestación de la transición. Esto está demostrado por dos procesos esenciales:


 


a) La globalización lleva a y manifiesta la declinación de la ley del valor, la ley básica de movimiento del capitalismo, y por esto, es la más profunda expresión de la declinación del propio sistema: el proceso de la expansión mundial del capital lleva a la interconexión universal de la economía, a la socialización del trabajo que tiende a negar su existencia en la forma de valor (14).


 


b) La globalización lleva a y manifiesta la declinación del Estado-nación, la cuna del capitalismo y su instrumento indispensable de poder económico y político, la superestructura necesaria de las relaciones capitalistas de producción.


 


No hay duda que la forma histórica del Estado-nación está en crisis y sus funciones cambian. Ningún gobierno nacional ni estado nacional puede aislarse de la economía mundial o del impacto del libre flujo internacional de los capitales trasnacionales. Pero al mismo tiempo es equivocado considerar que el Estado-nación está muerto y enterrado —como acostumbran hacer muchos analistas (y apologistas) de la globalización capitalista.


 


Fueron los gobiernos nacionales los que, en primer lugar, iniciaron la desregulación y la liberación de los mercados y dieron al capital financiero su capacidad de acción internacional, como la única vía de salida a la crisis y para el fortalecimiento de las posiciones de cada país imperialista en la economía mundial.


 


En los bloques regionales/continentales, formados bajo la presión de la globalización capitalista, hay normalmente un poder nacional dominante o más de un estado nacional que lucha por su dominación en el bloque. Hay una contradicción real: la internacionalización de la vida económica ha trascendido los estrechos límites del espacio nacional y produce una crisis en el Estado nacional; de otro lado, el Estado nacional y su opuesto, la globalización, se alimentan mutuamente sus crisis pero no pueden abolirse uno al otro en el cuadro del capitalismo.


 


Escribiendo acerca de las compañías por acciones Marx subraya: “Esta es la abolición del modo capitalista de producción dentro del mismo modo capitalista de producción, y aquí tenemos la contradicción autodisuelta, lo cual representa prima facie una mera fase de transición hacia una nueva forma de producción” (15). Lo mismo puede decirse acerca del Estado nacional en el período de globalización del capital financiero: es la abolición del Estado nacional capitalista dentro del sistema mundial capitalista de los estados nacionales, una mera fase de transición hacia una nueva forma de sociedad, el comunismo mundial.


 


Ambas contradicciones -entre la globalización y la declinación de la ley del valor, y entre la globalización y el anticuado Estado nacional- no sólo son insolubles dentro del capitalismo, sino que su propia insolubilidad se convierte en una fuente poderosa de inestabilidad y fragilidad generalizada de todo el sistema en su conjunto.


 


Cada intento del capitalismo por restaurar un nuevo equilibrio mundial se convierte en un nuevo factor de mayor desestabilización y desequilibrio.


 


Más importante aún: a cada paso, la profundización de las contradicciones sociales desencadena tremendas fuerzas sociales de resistencia y oposición a la globalización capitalista. Esta emergencia de una nueva radicalización de los explotados, de los oprimidos y de los excluidos sale a la superficie junto al agotamiento de la globalización financiera, particularmente en América Latina, Europa y Asia, desde mediados de los años '90.


 


En esta nueva fase de la lucha antiimperialista y de clases internacional, las clases gobernantes del capitalismo en declinación se están quedando sin ninguna estrategia económica: la globalización impide cualquier atrincheramiento nacional o evasión nacionalista; el neoliberalismo se ha agotado en sí mismo; un retomo al keynesianismo está impedido por la magnitud de la crisis de sobreacumulación de capital.


 


Precisamente por este callejón sin salida estratégico sale a la superficie la barbarie de un sistema en decadencia histórica. Esto está claramente mostrado en el cínico artículo de Thomas Friedman, en los comienzos de los bombardeos de la Otan contra Yugoslavia (16): “La mano oculta del mercado nunca operará sin el puño oculto -McDonald's no puede florecer sin McDonnell Douglas, el diseñador del F-15. Y el puño oculto que mantiene la seguridad mundial para las tecnologías del Silicon Valley se llama Ejército, Fuerza Aérea, Armada y los cuerpos de marines de los Estados Unidos".


 


Pero este “puño de hierro” que no está para nada oculto no puede cancelar, por la fuerza o por decreto, las contradicciones internas del capital global, sus crisis -o las revueltas de millones y millones de sus víctimas en todos los continentes del mundo. Las mismas fuerzas contradictorias de la transición histórica que empujan al capital a la crisis globalizada en busca de un bárbaro “Nuevo Orden Mundial”, conducen, también, al trabajo vivo a emerger como una subjetividad revolucionaria internacional —una fuerza mundial para cambiar el mundo.


 


¡La globalización demostrará ser históricamente la partera del socialismo mundial del siglo XXI!


 


Atenas, 22 al 26 de septiembre de 1999.


 


(*) Simposio Internacional sobre el Socialismo y el siglo XXI. Realizado en Wuhan, China Popular, 18 al 21 de octubre de 1999.


 


 


Notas


 


1. Marx-Engels, Obras Escogidas, Marx: 1857/61, Progress, Moscú, 1986, vol. 28, págs. 336/7.


 


2. Ver Savas Michael-Matsas, La Ilusión del realismo y el realismo de la Utopia, trabajo presentado en la Conferencia Internacional sobre el Socialismo, en la facultad de Economía, Universidad del estado de Moscú, 22/3 de junio de 1996, y La globalización y la revolución en Europa, presentación en la mesa redonda de la Conferencia de Estudiosos del Socialismo, en 1998, en Nueva York (el primer texto fue publicado en En Defensa del Marxismo N° 19, febrero-marzo de 1998).


 


3. La mondialisation financiero, de F. Chesnais, Syros, Paris, 1996.


 


4. Osvaldo Coggiola, O Debate Marxista sobre as Crises Económicas, USP, Sao Paulo, 1999, pág. 76.


 


5. Karl Marx, El Capital, vol. III, Progress, Moscú, 1997, págs. 391/2.


 


6. Karl Marx, Grundisse, ob.cit., pág. 343. 7 Id.ant., pág. 350.


 


8. Id.ant., pág. 342.


 


9. Ver comentario en Le Monde, 17 de setiembre de 1999.


 


10. Ellen Meiksins Wood. Unhappy Families: Global Capitalism in a world of Nation-States, en Monthly Review, julio-agosto 1999, vol. 51, N° 3, pág. 10.


 


11. Ver la entrevista de Boris Fiodorof, en la CNN, el 4 de octubre de 1998; el ensayo Virtual Economy, de G.Gaddy y B.lckes en Foreing Affairs, sept/Oct-98; la declaración de George Soros de que la transición de Rusia al capitalismo es “un problema insoluble", en la New York Review of Books, 14 de enero de 1999.


 


12. The Economist. 28 de agosto de 1999.


 


13. Savas Michael-Matsas. Otan, Globalización y guerra, discurso en la Universidad de Belgrado, 19 de mayo de 99.


 


14. Hillel Ticktín, The nature of an epoch of Declining Capitalism, y Peter Kennedy, A Critique of existing theories of Thatcherism y A Contribution to a Marxisttheory of Capitalism decay, en Critique, N° 26, 1994.


 


15. K.Marx, El Capital, vol. III, Progress, Moscú 1977, pág. 438.


 


16. New York Times Magazine, 28 de marzo de 1999. Ver también el Editorial de Monthly Review, julio/agosto-1999.


 

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