Radiografía del ‘marxismo’ de papel


Indudablemente, la huelga docente de 1997, en Neuquén, fue un hecho que conmocionó al conjunto de la sociedad. Ya se han publicado al respecto varios artículos en la prensa de la izquierda y ha sido motivo de análisis por parte de la intelectualidad de la zona.


 


Uno de estos análisis ha sido publicado en la revista El Rodaballo (1), por el profesor Ariel Petruccelli, un autotitulado “militante de izquierda independiente”. El mismo Petruccelli es autor del libro Ensayo sobre la teoría marxista de la historia, una obra que según su autor viene a cubrir “la ausencia de un trabajo sistemático en el que Marx expusiera los fundamentos de su concepción materialista de la historia, vacío que Engels intentó llenar en algunas obras escritas en los últimos años de su vida…”. (La cursiva es mía).


 


El libro está prologado por Carlos Astarita, para quien la obra “viene a cubrir una carencia. Se trata de la falta de un planteamiento elevado de la teoría del materialismo histórico…”.


 


Es decir que el artículo del profesor Petruccelli sería el análisis de la voz autorizada de “un intelectual socialista revolucionario’’ (ídem).


Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto y en el artículo de la revista El Rodaballo?


 


Un mundo “complejo y ambiguo"


 


Hablando en un sentido figurado, es cierto que muchas veces “el árbol no deja ver el bosque”, pero no es menos cierto que otras tantas “el bosque no deja ver el árbol".


 


La inversión del refrán popular es pertinente para explicar la actitud de muchos intelectuales, quienes al enfrentar la realidad renegando del marxismo se extravían en los detalles, en la división casi infinita de categorías que hacen, y terminan perdiendo de vista lo que es esencial a los ojos: que las actuales luchas de clase se desarrollan en el marco de una crisis capitalista mundial y que el Estado tiene un carácter de clase (burgués). Con lo cual se vuelven ‘realistas’ y resignados ante una realidad que no entienden.


 


Extraviados en los vericuetos de las clasificaciones y subclasificaciones, otorgando a todas ellas la misma capacidad para determinar el rumbo de los acontecimientos (confusión a la que denominan “un punto de vista científico y no panfletario"), terminan por no ver qué es lo determinante y qué lo determinado en una situación concreta.


 


Terminan por afirmar, como hace el profesor Petruccelli, que “la realidad es compleja y ambigua". Una verdad de Perogrullo, que por su


propio nivel de abstracción poco sirve para analizar una situación concreta y más de una vez (como la que nos toca criticar) es utilizada como excusa para justificar las peores fechorías políticas.


 


Y  esto es lo que intenta el profesor Petruccelli: justificar la actuación de la dirigencia de Aten, el sindicato docente neuquino, aquel fatídico 12 de abril de 1997 (2). Pretende hacerlo, además, desde una supuesta autoridad que le conferiría haber estado en una posición crítica en aquella oportunidad.


 


No es casualidad entonces que el artículo en El Rodaballo comience con una cita de Sartre, donde éste critica lo que sería la “simplificación grosera", "la conceptualización de los hechos antes de haberlos estudiado”, “el desdén por los detalles molestos”, en que incurrirían los “intelectuales partidarios”.


 


Errores en los cuales, para Petruccelli, incurrimos todos los militantes revolucionarios en relación con la huelga docente.


 


El texto de Sartre, como la posición de Petruccelli, destilan el clásico tufillo autosuficiente que los autotitulados “marxistas


independientes”, desde su pedestal ‘objetivo’, lanzan contra los "marxistas partidarios”.


 


De modo que la primera gran tergiversación (tanto de Sartre como de Petruccelli) es que se pueda ser un “marxista independiente”, es decir, no puesto a construir una organización política propia de la clase proletaria. Cualquiera sabe, y más debería saberlo un autotitulado marxista, que ni Marx ni los principales dirigentes revolucionarios del marxismo jamás reinvindicaron su independencia. Por el contrario, tanto Marx, como Engels, Lenin o Trotsky pasaron su vida construyendo partidos de la clase obrera. Este solo 'detalle' coloca al texto de Sartre, y a Petruccelli todo, al margen de cualquier planteo marxista.


 


Una vida contemplativa o militante


 


Petruccelli ve una diferencia “que separa al punto de vista estrictamente científico-sociológico del punto de vista específicamente político", caracterizando a este último como “más dogmático" y lo acusa de que “allí donde la ciencia ve una puerta apenas entreabierta, la acción política quiere abrirla de par en par".


 


¡He aquí la madre de todos los borregos (incluidos los “marxistas independientes”)!


 


Nos acusa de ‘tirar’ de la realidad, de pretender transformarla con nuestra “acción”. ¡Sí, sí y mil veces sí! Ese es el papel de un partido revolucionario, ¡un partido de acción!


 


Lo de Petruccelli es la clásica posición del que observa la realidad, no la transforma, sólo la describe (y casi siempre mal). Acusa a la “acción política” de intervenir en la realidad: "abrir la puerta de par en par".


 


Sin pretender ‘abrir la puerta de paren par’ no hay revolución. Toda la obra de los grandes revolucionarios está jalonada de hechos y frases que nos enseñan, por ejemplo, que “no basta con observar al mundo, hay que tranformarlo , o no debemos arrodillarnos ante la realidad sino revolucionarla” etcétera.


 


El llamado a la inacción es otra consecuencia de la clásica muletilla de los intelectuales marxistas independientes", quienes afirman que tener certezas en vez de dudas es poco menos que una arrogancia sectaria, ombliguismo militante, soberbia política.


 


Se lo digo a todos los Petruccelli: tener certezas no es un pecado de vanidad, pero, por sobre todo, tener certezas no significa ausencia de dudas. Sólo que ni la una ni la otra sirven de excusa para la inacción.


 


Dudar de lo que se tiene certeza es una obligación de un revolucionario, pero no se puede salir del atolladero más que actuando sobre la realidad. Lógicamente es más ‘seguro’ sentarse a esperar que pasen los acontecimientos y luego pontificar sobre éstos. Pero eso se lo dejamos a los 'marxistas' contemplativos.


 


Es más, la acción (la “praxis" como disfrutan en denominarla) es una manera “certera” de disipar certezas y dudas y adquirir, a su vez, otras nuevas.


 


Bien podría decirse que, ante la realidad, sólo tengo certezas y dudas de esas certezas. Pero si me siento a observar, la puerta jamás se abrirá 'de paren par’, es decir, no tendré nunca certeza de la certeza ni podré confirmar que estaba equivocado.


 


Ya que tanto le gusta a Petruccelli hablar del “punto de vista estrictamente científico”, vale recordarle que poner en duda lo que se tiene por certero ha sido un acicate para el pensamiento científico, pero que los que tienen un ‘punto de vista estrictamente científico ’ se la han pasado tratando de ‘abriría puerta de par en par’ allí donde apenas había ‘una puerta entreabierta’. Y la experiencia (la “praxis"), la acción, ha constituido el recurso por el cual progresaron y terminaron abriendo la puerta de par en par, para descubrir que tras ella había… otra puerta apenas ‘entreabierta’.


 


Pero, por las 'dudas’, Petrucelli termina reconociendo que “un discurso político claro y contundente bien puede basarse en un análisis profundo, minucioso, matizado”, pero eso sí: la “inteligencia partidaria” de la izquierda “exige unanimidad y disciplina sin una auténtica libre discusión y sin llevar a cabo análisis profundo y matizado alguno".


 


La posibilidad existe, pero Petruccelli no la coloca entre las chances de la izquierda. ¿La colocará entre la derecha o entre los dirigentes sindicales que defiende?


 


Para demostrar sus afirmaciones, toma como ejemplo el análisis de la huelga docente de Neuquén del año 1997.


 


La incultura de los ‘cultos’


 


Para Petruccelli, la huelga neuquina es “una muestra excelsa de las dificultades (casi estaríamos tentados a escribir incapacidad) que tiene el grueso de las organizaciones políticas marxistas, tanto para analizarlas como para intervenir en ellas”.


 


Una vez más el autor recurre a las generalidades. Como el grueso de las organizaciones no son todas, el autor nos priva de saber precisamente a qué organizaciones y a qué política está dirigida su crítica. Carencia que tiene poco de la seriedad científica y el marxismo que el autor reclama para los demás.


 


La izquierda en general es una vaguedad y en relación con la huelga neuquina es un taparrabos para lanzar diatribas al aire y tergiversar los hechos.


 


En primer lugar, se tergiversan y ocultan los acontecimientos dentro de la Lista Rosa. Por ejemplo: Tribuna Docente denunció como traición de la Obregón y compañía su conducta contra los desocupados que tomaron la Casa de Gobierno y fueron salvajemente reprimidos el 2 de octubre de 1995, un año y medio antes del 12 de abril de 1997.


 


Y caracterizamos con tal rigor científico su conducta, que emplazamos a la Lista Rosa a erradicar de sus filas a la Obregón y compañía por pasarse al terreno político de la patronal y tener una conducta antiobrera.


 


En las elecciones de Aten de 1996, Tribuna Docente se presentó por separado y contra la lista que encabezaba la Obregón y compañía, en tanto el resto de la izquierda (MST, MAS) y los nacionalistas de Patria Libre hacían lista común o apoyaban a aquella dirigencia.


 


Nuestro planteo hacia la directiva de Aten Capital, por lo tanto, no era una cuestión sólo de burocratización (como tergiversa Petruccelli) sino de atacar una conducta política de principios antiobreros.


 


No hay ninguna acusación “histérica” de nuestra parte. Esto debería reconocerlo Petruccelli, si quiere “rigor científico”, aunque ello signifique reconocer lo actuado por una “organización partidaria”.


 


Pero toda la verba acusadora contra las “organizaciones marxistas partidarias", desparece del léxico de Petruccelli a la hora de calificar la actuación de Ctera respecto de la Ley Federal de Educación: obraron con “tibieza política y metodológica” nos dice. ¿Eso es todo? Ya sabemos que Petruccelli es contrario a abusar del término traición, pero la conducta de Ctera ¿no le merece, al menos, el calificativo de cómplice? Petruccelli no sólo absuelve a la dirigencia de Aten sino también, de paso, a la de Ctera.


 


Tergiversa también cuando afirma que “el detonante del conflicto fue la sanción por parte del gobierno de una batería de decretos…” y que"… el sindicato sumó como reivindicación de su plan de lucha la devolución del 20% por zona desfavorable…".


 


El reclamo de la devolución del salario era un punto permanente de toda acción de los trabajadores de la educación. Durante 1996 se libró una importante lucha, entregada por la directiva provincial (María E. Figueroa y compañía) y que le costó una caída electoral catastrófica en las elecciones de ese año en la seccional Capital.


 


Y esta tergiversación no tiene otro objetivo que presentar el reclamo de la devolución del salario como un punto “secundario", para justificar que en el acta firmada el 12 de abril haya sido dejado de lado por la dirigencia sindical, como si no formara parte de los reclamos centrales docentes.


 


¡Y pensar que Petruccelli, citando a Sartre, incrimina a la “izquierda partidaria" de hacerse de “ideas previas, de conceptualizar los hechos antes de haberlos estudiado”!


 


Este desentendimiento de la dirigencia de Aten del reclamo salarial también constituyó uno de los ejes de nuestra crítica a la firma del acta del 12 de abril. Es más, dijimos que lo dejaron en manos de la Legislatura “que es enemiga de los trabajadores” (3).


 


Dos años después, los diputados votaron la “legalización” de la rebaja del 20% y no su devolución. Tal como dijimos los “intelectuales partidarios” del PO.


 


Petruccelli dice que, mientras la huelga se desarrollaba, había una “ausencia de una discusión política profunda y el permanente análisis de lo sucedido y de las posibles tendencia futuras”. Otra tergiversación para explicar más adelante, sobre la base de esta actitud despolitizada, que la base docente fue “cómplice" y tiene “su cuota de responsabilidad”.


 


Porque no siempre y en todos los aspectos la realidad es “blanco o negro". Gran parte de los huelguistas recuerdan (y hasta con asombro) que el Partido Obrero repartió hasta tres volantes distintos un mismo día {iban con la hora impresa) precisamente para aportar al debate político profundo y el permanente análisis de lo sucedido y de las posibles tendencias futuras que se debatían en las asambleas y en la asamblea permanente que eran las ocupaciones de los alrededores de la Casa de Gobierno o el puente, etcétera (dando respuesta así a la "ambigüedad y complejidad de la realidad"). Los “militantes marxistas” del PO no “prefirieron el discurso incendiario… al análisis lúcido…" y no sólo vimos en "blanco o negro”, como afirma Petruccelli.


 


Lo que Petruccelli no dice es que a quienes no les importaba ese análisis era, precisamente, a los dirigentes de Aten que desde mucho antes del 12 de abril venían negociando con el gobierno un acuerdo muy parecido al finalmente firmado (recordar el que intentó presentar Marta Maffei cuando estuvo en Neuquén y lo que llevaron a una asamblea en el puente a fines de marzo, y que la base rechazó masivamente).


 


Que el “ímpetu huelguístico decaía” después de la represión en el puente es una afirmación parcial. Es cierto que algunos volvían al aula, pero también es cierto que se sumaban otros que antes no adherían. Cada vez que se debatió y se informó por distrito en las asambleas los datos de adhesión al paro, éstos superaban el 60/70%, en el período que Petruccelli menciona.


 


Lo que sí es cierto, pero Petruccelli lo menciona apenas vagamente y sin nombre y apellido, es que las escuelas religiosas sumadas al paro en un principio, desde que empezó a circular la base del acuerdo se abrieron del paro y comenzaron a presionar a sus docentes para volver a clases. Habían logrado que les devolvieran las horas y cargos de talleres. Finalmente llegaron a dar asueto (cuando ya estaban casi todos trabajando) para que fueran a votar el levantamiento del paro en las asambleas.


 


Por otra parte, no es casualidad que, de los cuatro dirigentes de Aten que firmaron el acta del 12 de abril, tres de ellos tienen estrecha relación con la Curia. La otra (para completar el cuadro) era la Obregón. En el caso de Salaburu, que firmó comprometiendo a todo el gremio, ni siquiera queda el pretexto que era dirigente de alguna seccional. Eso sí, hombre firme del obispado y la Curia.


 


El balance de fuerzas aquel 12 de abril


 


Nunca, en toda la historia de la provincia, un gobierno estuvo tan aisladoy tan en crisis como el de Sapag aquel día.


 


Todo el arco político opositor (menos Massei) llegó a pedir el juicio político def gobernador. La movilización, en un número de 20.000 personas, rodeó la Casa de Gobierno. El lunes se había proclamado un paro nacional por la represión de Gendarmería.


 


En Cutral Co y Plaza Huincul, el pueblo rebelado. Allá, ante la muerte de Teresa Rodríguez, se había corrido a la policía provincial y a la Gendarmería. La Legislatura, después de haber hecho una fantochada como ‘mediadora’, quedó descolocada. La única institución del Estado burgués que tenía ascendencia sobre los huelguistas era la Iglesia. Y vaya si la utilizó para forzarla firma del acta.


 


De modo que la afirmación de Petruccelli de que “hacia el final del período (la pulseada) favorecía ampliamente al gobierno", es otra tergiversación para presentar menos traidora a la traición.


 


Para el autor, quienes acusamos de traición a los dirigentes “no supimos ver la ambigüedad y la complejidad de la realidad".


 


Es más. En la multisectorial que se desarrollaba en el gremio de los judiciales (antes de que llegara la noticia de la muerte de Teresa Rodríguez) nosotros caracterizamos que estaban las condiciones para “torcerle el brazo al gobierno" y reclamamos un plan de lucha de todas las centrales para arrancar todos los reclamos de la huelga.


 


Fueron precisamente los dirigentes que horas después firmaron el acta los que frenéticamente plantearon que "esta huelga no es para derrotar a ningún gobierno".


 


Es por eso que la firma de la rendición de la huelga no es un simple error de apreciación de la situación y menos aún que pudiera mejorarse con la inclusión del “compromiso del gobierno de liberar a los detenidos en Cutral Co, retirar la Gendarmería e iniciar negociaciones con los representantes de los fogoneros”.


 


La firma del acta se coloca en la misma posición antiobrera que tuvieron el 2 de octubre de 1995 y que repitieron en el primer Cutralcazo, cuando la dirección de Aten acusó a los desocupados de “lúmpenes". Se colocaron en el mismo terreno que Sapag. Ni pensaron en derrotarlo mediante la huelga.


 


Llegada la lucha a ese punto, si el que tiene todo para ganar se rinde, es obvio que gana el otro. Esta percepción, y sólo ésta, hizo que muchos docentes, a regañadientes, aceptaran el acta. ¿Quién quiere seguir la guerra cuando los generales se venden al enemigo con armas y todo?


 


Esto Petruccelli lo oculta ignominiosamente y se pregunta, con aire de inocencia: ¿Cómo se explica que un gobierno esté por derrumbarse el sábado por la noche y el lunes a la mañana el activismo docente acepte el acta?


 


Se explica por lo único de lo que Petruccelli no quiere ni oír hablar: la traición.


 


En la concepción de este ‘marxista’ la firma del acta fue un acto de sensatez, porque “sin una izquierda poderosa las crisis políticas son fagocitadas por la derecha” (y en Neuquén no había una alternativa de izquierda).


 


Con este criterio, habría que luchar contra los gobiernos burgueses, pero frenarse justo cuando la crisis política de esos gobiernos burgueses llega al límite. Es decir, hay que joder un poco, pero jamás empujar para que 7a puerta se abra de par en par’.


 


La huelga, a esta altura, no era un “conflicto reivindicativo” como sostiene nuestro “marxista independiente”, sino una huelga de masas que tomó carácter político.


 


Por otra parte, ¿en qué se basa y a quién se refiere Petruccelli cuando afirma que la derrota de Sapag la capitalizaba la derecha? ¿Se refiere al PJ? Pero si Beba Salto estaba junto a Sapag firmando el acta, sonriente y besándose con los dirigentes sindicales. ¿Entonces, a quién?


 


¿No considera Petruccelli que la derrota de Sapag es la derrota de la derecha que según él triunfa si éste es derrotado? ¿O ubica al sapagismo en el terreno del centroizquierda?


 


¿Por qué cree Petruccelli que en estas mismas páginas el artículo sobre esta huelga lo titulamos “Neuquén desenmascara a la izquierda argentina” (4) e incluimos a todos los Petruccelli entre los desenmascarados, aunque algunos en forma tardía?


 


Petruccelli se hace muchas preguntas sin respuesta. Paro también deja algunas preguntas obvias (para un “análisis rigurosamente científico”) en el tintero. Por ejemplo: ¿qué urgencia tenía la dirigencia de Aten en firmar la rendición el sábado por la tarde, cuando el gobierno debía afrontar aún más de dos días de acoso popular (recordar el paro nacional del lunes)?


 


Y, en estas crisis, el desarrollo de los hechos se cuenta en horas, ya no en días.


 


No se lo pregunta porque tendría que concluir que la firma en ese momento, con esa urgencia, la necesitaba el gobierno, no los huelguistas. Lo cual otorga mayor dimensión al grado y perversidad de la traición.


 


Si hiciera esto vería que es inútil especular sobre incluir otros puntos en el acta para hacerla más presentable. Porque, aunque hubieran estado, no hay razón alguna, ni para lo huelguistas ni para los pueblos de Cutral Co y Plaza Huincul, para firmar el sábado por la tarde.


Además, ¿qué clase de hipocresía propone Petruccelli cuando habla de incorporar “el compromiso gubernamental de investigar la muerte de Teresa Rodríguez"? ¿O no sabe lo que saben todos: que a Teresa la mató la policía de Sapag?


 


Sí lo sabe, pero, como él mismo lo dice, el acuerdo sería así ‘más decoroso'. Tal vez habría permitido engañar mejor. ¡Una infamia!


 


Algunas cuestiones anexas


 


En la defensa de Obregón (curiosamente Petruccelli no menciona la figura de María Figueroa que, en aquel momento, era la secretaria general del gremio a nivel provincial), llega a compararla con la actitud de Zinoviev y Kamenev ante la insurrección de octubre de 1917.


 


Primero, Lenin no dejó de criticar duramente la actitud de ambos, pero no perdió de vista ni por un momento que se trataba de dos dirigentes re-vo-lu-cio-na-rios, probados en largos años de militancia partidaria. ¿Qué tiene que ver la una y los otros? ¿Qué tienen que ver el ejemplo ruso con la firma del acta?


 


Petruccelli, que gusta citar a Marx y a Engels (demostrando, al menos, que ha leído mucho), apela al final del artículo a un recurso al que echan mano los renegados del marxismo, que es arremeter en abstracto contra “seguir creyendo en la verdad imperecedera de ciertos textos sagrados". ¿Cuáles textos, qué verdad?. No lo dice.


 


Un “punto de vista estrictamente científico" no puede criticar “ciertos textos" si no dice qué critica.


 


¿Serán los textos donde los fundadores del marxismo sólo dejaron plasmado un planteamiento chato sobre el materialismo histórico?


 


Para contestarnos esta pregunta no habrá más remedio que someter a crítica el libro del autor, donde desarrolla “un planteamiento elevado de la teoría del materialismo histórico que elude las exposiciones inclinadas al determinismo estricto, principalmente en el orden tecnológico" y donde "los textos de Marx se someten a una aguda revisión" (tomado del prólogo del libro).


 


Conclusión


 


La "compleja realidad” le sirve a Petruccelli, ya no sólo para cambiar la traición por “ingenuidad", o “acuerdo menos decoroso", sino que también puede cambiar el factor determinante por el determinado (que nos lleva al inicio de este artículo).


 


Porque la dirigencia de Aten no le preguntó a la base docente, el martes, luego de dos días y medio de mayor desarrollo de la crisis de gobierno y del paro nacional, si querían un acuerdo o no. Primero firmaron (se rindieron) y luego se dedicaron a demoler la voluntad de la base, apelando incluso a maniobras en las asambleas, cuando perdía la moción de aceptación del acuerdo.


 


Después de todo esto, que el mismo Petruccelli describe en su artículo, decir que “las bases también tienen su cuota de responsabilidad" nó resiste el menor análisis. Y remata esta parte con algo que lisa y llanamente es un monumento al descaro: Plantea que para liberar a las bases de su "complicidad” hay que “demostrar que la conducción actuó a espaldas y en contra de sus dirigidos". Es decir, no hubo traición.


Para Petruccelli la conducción actuó de cara y a favor de sus dirigidos.


 


Se habría tratado de una traición aunque las bases, confundidas, hubieran encontrado perfecta la firma del acuerdo. Si no hubo traición, si simplemente fue “una táctica sindical" equivocada, si no había más posibilidades que “un acuerdo más decoroso”, entonces Petruccelli lo que está reclamando es reintegrarse al frente único con la Obregón (critica a quienes “se niegan a oír hablar de la posiblidad de constituir un mísero frente sindical” con aquélla). Reconstituir un “frente sindical" con la Obregón parece ser toda la razón de ser del artículo de Petruccelli, máxime que ahora dirige el gremio y los recursos provinciales de Aten.


 


Una destreza típica de un renegado.


 


Neuquén, 28 de marzo de 1999


 


 


Notas


 


1. El Rodaballo, N° 9.


 


2. Fecha del levantamiento de la huelga docente [NdE].


 


3. Prensa Obrera, N° 535,17 de abril de 1997.


 


4. En Defensa del Marxismo, N° 18, octubre de 1997.


 

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