Trotsky y la Cuestión Judía Notas


1. En 1921, en un casi olvidado intercambio entre el Gran Rabino de Moscú y León Trotsky, el rabino había exclamado: “Los Trotsky hacen la revolución y los Bronstein pagan la cuenta". El contenido intencionado de esta frase es más rico que cualquier otra cosa que el Gran Rabino intentara decir. Trotsky- Bronstein, como el Dybbuk del famoso cuento del Yiddishkeit, tiene una identidad dual: es la personificación tanto de la revolución socialista mundial, en teoría y práctica, como del predicamento judío de nuestra época. Los Bronstein hicieron la revolución, participaron en las primeras líneas de combate, y los Trotsky pagaron las facturas de las derrotas, de la demora y de la traición de esa revolución. El asesinato del gran líder bolchevique -el único que a ^ tiempo predijo Auschwitz 60 años atrás-, fue la señal de que “es medianoche en el siglo” y que millones de Bronstein morirían en los campos de concentración del imperialismo fascista.


 


2. Haciendo una re-evaluación de su posición, León Trotsky dijo en una entrevista con corresponsales judíos en México, el 18 de enero de 1937:


“Durante mi juventud me inclinaba más bien hacia el pronóstico de que los judíos de diferentes países serían asimilados y que la cuestión judía desaparecería así en forma casi automática. El desarrollo histórico del último cuarto de siglo no ha confirmado esta perspectiva. El capitalismo decadente ha virado en todos fados hacia un exacerbado nacionalismo, una parte del cual es antisemitismo. La cuestión judía ha aparecido en su mayor escala en el país capitalista más altamente desarrollado de Europa, en Alemania. ” (1)


 


El mito dominante de la "ortodoxia marxista” de la Segunda Internacional, cultivado por Karl Kaurtsky y en otra forma por Otto Bauer, era que el progreso del capitalismo coincide con el progreso de la asimilación de los judíos en sus respectivos entornos.


 


Trotsky rompió no sólo con este mito sino también con la total concepción lineal mecánica de la historia propia de la Segunda Internacional e hizo eso en un muy temprano período, como lo prueba la Teoría de la Revolución Permanente (reformulada por Trotsky en 1905 no sólo como un pronóstico de la Revolución Rusa sino como una comprensión teórica profunda de la cambiante naturaleza histórica de la época).


 


No es exacto, como dicen Enzo Traverso y otros, que Trotsky combinaba una "adhesión superficial al marxismo de la Segunda Internacional con una ruptura práctica, no sistematizada con cualquier forma de marxismo evolucionista y positivista”(2). Trotsky abandonó a los Narodnikis para unirse al marxismo, muy joven, y su iniciación al marxismo pasó a través de la tradición dialéctica hegeliana de Antonio Labriola. La reformulación del concepto teórico de la Revolución Permanente en 1905 no fue una ruptura “práctica” de un activista revolucionario sino un desafío teórico, un escándalo y una abominación al también llamado "Marxismo de la Segunda Internacional".


 


Este enfoque teórico era esencialmente, como dijimos, una profunda comprensión del cambio de naturaleza de la época, el amanecer de la era de la declinación capitalista, el imperialismo. Esta comprensión no es un dogma mecánico, metafísico: necesita de una continua profundización, a través de un análisis teórico continuo, cuantitativo y cualitativo, de la cambiante realidad objetiva, a una escala global, desde el punto de vista de clase de la acción revolucionaria de la clase trabajadora y su vanguardia.


 


Es en este contexto del continuo desarrollo de Trotsky de su teoría de la época, que sus puntos de vista sobre la cuestión judía han evolucionado, rompiendo con las ilusiones asimilacionistas de su juventud que él mismo reconociera.


 


3. La mayoría de los marxistas de ese período (y no solamente) compartían las ilusiones sobre la asimilación, junto con todo su adhesión a la democracia burguesa, al progreso gradual, una actitud acrítica hacia la Ilustración, una constante tendencia a ver al socialismo como una continuidad lineal de la Revolución Francesa de 1789.


 


Trotsky rompió con estas concepciones y al mismo tiempo restableció la continuidad, en un nivel más alto, con la concepción del joven Marx de que la cuestión judía no se resuelve con la emancipación política, con la concesión de iguales derechos democráticos bajo del capitalismo, sino con la total emancipación social humana, la abolición de la alienación y de sus manifestaciones en las relaciones monetarias, la abolición “del conflicto entre la existencia individual y el ser de la especie (Gattungswesen)”, el pleno potencial de creatividad y receptividad de la Humanidad (3).


 


4. De este concepto marxista esencial, Trotsky extrajo el nuevo contenido de la época. En contradicción con todos los marxistas anteriores a él, fue el primero en tomar el moderno antisemitismo no como un conjunto de “prejuicios pre-capitalistas" sino, antes que nada, como “la destilación químicamente pura de la cultura del imperialismo” (4), como “la civilización capitalista vomitando el barbarismo mal digerido” (5). Estas dos definiciones demuestran la afinidad entre las posiciones de Trotsky y Walter Benjamín (en sus “Tesis sobre el Concepto de la Historia", de 1940) acerca de la relación entre cultura y barbarie en la historia de la sociedad de clases en general y en el capitalismo en particular.


 


La sociedad capitalista en decadencia procura exprimir al pueblo judío desde todos sus poros.” (6)


Sobre esta base, Trotsky rechaza tanto la estrategia de asimilación como el sionismo, la "utopía reaccionaria” de que la cuestión judía sería resuelta sí los judíos encontraban “condiciones normales de desarrollo dentro de su propio Estado nacional”, bajo la tutela del imperialismo.


La cuestión judía, repito —decía Trotsky en 1937—, está indisolublemente ligada a la completa emancipación de la humanidad. Todo lo demás que se haga en este aspecto sólo puede ser un paliativo y también a menudo un arma de doble filo, como muestra el ejemplo de Palestina" (7).


Es totalmente errónea la visión de que Trotsky, al final de su vida, y frente a la pesadilla nazi, habría cambiado su posición antisionista o que se transformara en un "blando” acerca del sionismo. Es verdad que él dejó abierta la cuestión de una “base territorial" de un desarrollo cultural autónomo del pueblo judío, pero solamente después de la victoria de la revolución mundial y sobre las bases de una economía planificada mundial socialista, la cual aseguraría el destino de todos los pueblos dispersos, Incluyendo a los árabes.


 


6. Podemos tener, ahora, una visión crítica del trabajo pionero del joven trotskista Abraham León sobre La concepción materialista de la cuestión judía, escrito en 1942, poco antes de la exterminación del autor en las cámaras de gas de Auschwitz.


 


En un ensayo previo, habíamos adelantado esa crítica (8).


Para resumirla; Primero, la tesis de León sobre los judíos como un “pueblo-clase” es una elaboración adicional de la tesis de Kautsky sobre un “pueblo-casta" y sufre el mismo reduccionismo económico.


 


((En una crítica adicional sobre este punto, todo el tema sobre las diferencias y desarrollo en la historia entre orden (Stand), casta (Kaste), clase (Klass) como Marx las había analizado y relacionado con el dinero y las contradicciones históricas de clase, debe ser reexaminado. El enfoque de Kautsky es una distorsión todavía dominante en diferentes tendencias con una referencia marxista e incluso trotskista.))


 


Segundo; la idea integral de una estructura de monoclase de un “pueblo" o una nacionalidad es más que problemática.


 


Tercero: la base historiográfica del argumento de León es débil.


 


Cuarto: el judaismo no puede ser reducido a la ideología de un pueblo compuesto solamente o predominantemente por una clase mercantil; tiene todos los caracteres de una Ideología originada y basada sobre las aspiraciones de esclavos emancipados, en una época de transición de la ruptura de la sociedad tribal y de la propiedad comunal y de la emergencia de la propiedad privada y de la sociedad de clases.


 


Como decíamos antes, la cuestión judía no está conectada con una función económica de una casta o clase particular sino con la división de clases de la sociedad como tal. Se desarrolla con ella y encuentra su culminación con la última forma antagonista de la sociedad de clases, el capitalismo.


 


Por último pero no menos importante: de acuerdo con León, el pueblo-clase judío está conectado con las condiciones pre-capitalistas; su desintegración por el capitalismo plantea a los judíos la alternativa de asimilarse o desaparecer. De acuerdo con Trotsky, no es principalmente la desaparición de las condiciones pre-capitalistas, pre-modernas, ni la manipulación de la vieja judeofobia precapitalista por las clases dominantes lo que está detrás del antisemitismo del siglo XX sino el carácter insoluble de las contradicciones modernas del capitalismo en su declinación.


Por esta razón, anticipó el ascenso del antisemitismo no solamente en el país más avanzado de Europa, Alemania, sino también en el país más avanzado del mundo, los Estados Unidos.


7.  Esta última predicción produjo la reacción incluso de algunos de los propios seguidores de Trotsky en esa época, como el fallecido Albert Glotzer.


 


En forma similar, Max Schachtman se escandalizó cuando Trotsky habló acerca del antisemitismo "soviético" bajo el stalinismo. Esta visión desafió la creencia mecánica en que un cambio en las relaciones de propiedades es suficiente para abolir en forma casi automática un fenómeno de raíces profundamente históricas como el antisemitismo, particularmente en países donde el antisemitismo se había convertido en “religión de Estado" (como Trotsky escribió en 1913 sobre Rumania), un elemento indispensable en el crecimiento del Estado para confrontar los problemas de una sociedad estancada, en una crisis de transición, bajo enormes presiones de los países avanzados del Occidente capitalista. (Ver también el ejemplo de la Rusia post-soviética.)


 


Aún hoy los puntos de vista de Trotsky sobre la cuestión judía plantean una serie de preguntas no ortodoxas;


 


• ¿Es posible que ocurra un nuevo Holocausto?


 


• ¿O, dada la tasa de matrimonios mixtos y el ascenso social de los judíos, particularmente en los Estados Unidos y otros países capitalistas avanzados, la asimilación es la perspectiva más probable bajo el capitalismo?


 


• Cincuenta años después de la fundación del Estado de Israel, ¿el sionismo ha probado ser una estrategia exitosa para la supervivencia de los judíos bajo las condiciones capitalistas?


Siguiendo el enfoque y el método de Trotsky, las respuestas serian positiva para la primera pregunta (el Holocausto, en toda su monstruosidad, no es un evento bárbaro excepcional, que obedeció a las peculiaridades de los “alemanes”; su fuente son las contradicciones insolubles del capitalismo decadente) y negativas las dos restantes. ¿Cómo debemos ver los eventos actuales como el ascenso de Haider y el fascismo alpino en Austria y Suiza, o la trampa sangrienta tanto para los árabes palestinos como para los judíos en la Israel sionista y en Medio Oriente? ¿Cuál es el rol del antisemitismo post- soviético en el proceso contrarrevolucionario de restauración capitalista en la ex URSS?


Las respuestas a esta teoría pueden ser sintetizadas en las líneas de Trotsky: O la revolución mundial y el socialismo abrirá la única salida al capitalismo decadente, o la barbarie será el precio a ser pagado por los judíos y toda la humanidad.


 


¡Octubre o Auschwitz!


 


Atenas, 23/24 de mayo de 2000 Seminario Internacional en la Universidad de Buenos Aires, Argentina, 29 de mayo de 2000

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