Buscar
Close this search box.

Resolución política de la Conferencia Latinoamericana de la CRCI


1- América Latina está inmersa en la crisis capitalista internacional, que mina en forma sustancial las bases económicas y sociales del conjunto de experiencias continentales, sean nacionalistas o centroizquierdistas, sean burguesas o pequeño burguesas, o de los pocos países que aún están al margen de ellas. De esta manera, confrontará con nuevos desafíos históricos a las masas que han protagonizado y aún protagonizan esas experiencias.


 


2- En el período 1999/2003, América Latina fue afectada por un ascenso revolucionario, que tuvo su centro en un conjunto de países – Bolivia, Ecuador, Venezuela, Argentina. Este ascenso también estuvo vinculado con la crisis del capital mundial, que se había manifestado con la devaluación venezolana, el 'tequila' del '94 y la recesión industrial de Argentina en 1995/96, y finalmente la crisis asiática y rusa (1997/8), que golpearon con fuerza a Brasil y a Argentina. La política de privatizaciones en masa provocó una serie de levantamientos populares, desde el Caracazo de 1989, el Santiagueñazo del '93, la serie de insurrecciones en Ecuador, a partir de 2000, las rebeliones en Bolivia contra la privatización del agua, y finalmente la insurrección de octubre de 2003, el levantamiento popular en la Argentina en 2001, el levantamiento en Venezuela contra el golpe militar – abril 2002 y contra el lock-out patronal posterior, 2002/2003. Se produce un viraje político de enorme amplitud, caracterizado por la descomposición de los partidos burgueses tradicionales, la emergencia de gobiernos de la pequeño burguesía nacionalista, indigenista o centroizquierdista. Tiene lugar un apresurado cambio de frente de la pequeña burguesía, precipitado por el avance explosivo de las contradicciones de los explotadores y sus gobiernos con las masas.


 


3- Las experiencias nacionalistas han vuelto a fracasar en la tentativa de estructurar un Estado nacional independiente e iniciar un proceso de industrialización capitalista autónomo. Las nacionalizaciones parciales no solamente no han creado, ni hubieran podido crear, una burguesía nacional, ni han logrado estructurar una etapa de transición bajo la forma de un capitalismo de Estado. En lugar de una burguesía nacional han creado la 'boliburguesía' o el 'capitalismo de amigos'. Las nacionalizaciones fueron compensadas a los capitalistas extranjeros (incluso por encima del valor en Bolsa de sus capitales, en las vísperas de la bancarrota bursátil mundial), o sea que no apuntaron a concentrar un fondo de inversiones con fines industriales, ni tampoco revolucionaron la gestión económica, como hubiera sido el control o la gestión obrera colectivas de la propiedad nacionalizada. Esto habría implicado la estructuración política del proletariado y, por lo tanto, el gobierno de los trabajadores. Las nacionalizaciones han dejado al margen a los bancos, y por lo tanto un aspecto decisivo de la gestión del capital. Las nacionalizaciones asumen un carácter revolucionario cuando transfieren el capital acumulado por la oligarquía financiera a la nación y estructuran a los explotados como poder político. La utilización de los recursos fiscales para compensar a los capitales nacionalizados bloquea, en cambio, la posibilidad de un desarrollo independiente y obliga a la nación a mayores sacrificios; el capital extranjero que es forzado a salir de la esfera industrial, retorna bajo la forma de capital financiero, aplicando las indemnizaciones a la compra de deuda pública. El nacionalismo ha utilizado las nacionalizaciones para impedir la organización independiente del proletariado por medio de la tutela estatal. En Venezuela, el gobierno empeñó todas sus energías en estatizar al movimiento sindical. Asimismo, las nacionalizaciones parciales (en realidad pseudo-nacionalizaciones) han servido al Estado para cooptar a numerosos sectores sindicales y a la izquierda. En los países atrasados y sometidos, las medidas parciales de nacionalización pueden ser relativamente progresivas si el proletariado las aprovecha para acentuar su organización de clase y su independencia política. Es necesario hacer la crítica radical al fetiche de las nacionalizaciones burguesas, porque en la mayor parte de los casos sirven para reciclar al capital internacional de las ramas con tasas de beneficio declinantes hacia otras más rentables. En oposición a las nacionalizaciones burguesas parciales, reivindicamos la expropiación del capital por medio de la acción revolucionaria del proletariado. La crisis mundial ya está forzando a los gobiernos nacionalistas, por ejemplo al chavismo, a nuevos arreglos con el capital internacional en el área decisiva del petróleo, para atraer nuevos fondos y tecnología. Lo mismo ocurre con el gobierno del MAS boliviano. La crisis capitalista mundial, que sirvió como acicate para el surgimiento de movimientos y gobiernos nacionalistas o de centroizquierda, es ahora el látigo que acelera su declinación y coloca a las masas ante la necesidad de dar un salto político cualitativo. La historia vuelve a colocar a América Latina ante el mismo desafío histórico que, hace cuarenta años, se saldó con una serie de derrotas. La crisis mundial en curso hace emerger de nuevo en la superficie la cuestión de la crisis de dirección de la clase obrera.


 


4- En el período 2003/2009, los gobiernos nacionalistas lograron contener el ascenso de masas y neutralizar las conspiraciones golpistas de la derecha. Una cosa y la otra se alimentaron recíprocamente. A partir de fines de 2002, el resurgimiento del comercio y la producción y una abultada caja fiscal, gracias al ciclo internacional favorable, sirvió a los gobiernos latinoamericanos para lubricar los antagonismos sociales. Esta contención condicionó el alcance de vastos movimientos de masas, como la movilización estudiantil de los 'pingüinos', la gran huelga de los subcontratados de Co- delco en Chile, o la rebelión popular en Oaxaca y la lucha contra el fraude en las elecciones presidenciales en México.


 


La llamada estabilización de los procesos nacionalistas implicó el reflujo de los trabajadores y el reforzamiento de la regimentación estatal. Esto vale asimismo para Brasil y para Uruguay, donde las victorias electorales de la izquierda reforzaron un período de reflujo de los trabajadores, más allá de algunos atisbos de resistencia de una minoría de sindicatos. El ascenso al gobierno del nacionalismo y del frente popular (ambos configuran una colaboración de clases) no fueron el prólogo de una insurrección proletaria sino el instrumento para confundir y neutralizar, en especial, a la clase obrera. Para que ocurra lo contrario es necesario que exista antes una sólida independencia de clase y un partido fuertemente delimitado de la izquierda democratizante y de colaboración de clases. El nacionalismo que despotrica contra el FMI y el centroizquierdismo que lo complace, tienen sin embargo en común la función esencial del colaboracionismo clasista. La diferencia entre unos y otros es un reflejo de las distintas estructuras sociales de los países en los cuales actúan y de la posición particular de la pequeña burguesía intelectual en ellas. Unos y otros recurren con fuerza a la asistencia social para apuntalar al Estado, no a la modificación radical de las condiciones de trabajo y de vida de las masas, y para ese fin asignan los recursos fiscales cuando son superavitarios. Las "misiones", en Venezuela, tienen la contraparte de las "bolsas familia" en Brasil. La pequeña burguesía ha su-plantado el lugar de la clase obrera en la dirección de los explotados a través de un complejo mecanismo. En Brasil tomó el control del PT; en Bolivia, los productores cocaleros y las direcciones indigenistas se pusieron al frente del movimiento popular que históricamente había seguido a la clase obrera y a la COB. A pesar de su enorme debilidad social, la pequeña burguesía intelectual ha sabido explotar su posición de bisagra. El papel más extraordinario lo ha cumplido en Cuba, donde fue la protagonista de todos los movimientos revo-lucionarios de su historia; los sectores más combativos de la clase obrera cubana han estado alienados con la dirección de la pequeña burguesía en todo el último medio siglo.


 


5- Las pequeño burguesías gobernantes, sean nacionalistas o centroizquierdistas, no han operado en medio de un vacío internacional, sino que, por el contrario, en los momentos decisivos encontraron sustento y orientación en la diplomacia internacional, en especial de los países vecinos, con vasos comunicantes con el imperialismo. Bajo la batuta de Lula, Venezuela, Bolivia y hasta Ecuador evitaron el salto a la guerra civil y tejieron los compromisos de los nacionalistas con la derecha. Las cancillerías de los países imperialistas y latinoamericanas (Brasil, Argentina, Europa, Estados Unidos) actuaron de común acuerdo para que los nacionalistas y los indigenistas contuvieran los procesos populares. Quedó planteada, de hecho, una colaboración política, inestable y plagada de choques, entre el imperialismo y los gobiernos nacionalistas. El gobierno de Lula fue la pieza maestra de esta coexistencia, porque antes había probado su capacidad para neutralizar a la clase obrera industrial más importante del continente: la de su propio país.


 


6- Los elencos nacionalistas y, en general, de la pequeña burguesía, no se han destacado solamente en Bolivia y Venezuela; se han expresado en Nicaragua, Honduras, El Salvador y hasta México – donde no solamente se produjo una escisión del PRI y el nacimiento del PRD (que integra el Foro de Sao Paulo), sino también el EZLN y el florecimiento de tendencias de izquierda en el PRD. El guerrillerismo centroamericano ha concluido gobernando con el gran capital; las FARC se encuentran en plena operación de respaldo a un frente entre el Polo Democrático y el Partido Liberal. El foquismo y el guerrillerismo a ultranza (o sea fuera de las condi-ciones concretas de la lucha de las masas y de la situación política) se ha reducido a una realidad espectral.


 


La masa campesina e indígena que hoy está en el centro del escenario político de Bolivia tiene un contenido social contradictorio: tendencias conservadoras e incluso históricamente reaccionarias en cuanto a su organización social y la defensa de la pequeña propiedad y, por otro lado, un fuerte impulso de lucha contra la gran propiedad agraria y los monopolios internacionales. Esta masa colocó su expectativa (ilusiones) en las posibilidades transformadoras de la Constituyente. La pequeña burguesía académica o urbana ha impuesto a la masa indígena el programa del llamado capitalismo andino, una variante degenerativa del aprismo, que postula el entrelazamiento de la pequeña comunidad agraria indígena con el capital internacional y el Estado (a diferencia de Marx o Mariátegui, que planteaban la transición de la comunidad a la cooperación socialista por medio de la revolución proletaria). De este modo ha sido burlado el reclamo de la revolución agraria y la propiedad capitalista terrateniente ha recibido todas las garantías de subsistencia en el "nuevo" orden fijado por la Constitución pactada con la derecha (incluidos los terratenientes brasileños que 'colonizan' el oriente boliviano y el Matto Grosso paraguayo). La izquierda boliviana 'marxista' ha ignorado el ascenso del indigenismo. Mientras denuncia de palabra al gobierno de Evo, se emparenta ideológicamente con el indigenismo y le copia sus consignas.


 


7- La crisis mundial ya está golpeando con toda su fuerza al Brasil, donde los despidos se cuentan por centenares de miles y el desempleo bate récords históricos. Los superávits comerciales enormes pertenecen al pasado, y en los últimos meses el país ha registrado déficit fiscal. Los subsidios del gobierno de Lula al gran capital, industrial y financiero, suman miles de millones de dólares de "renuncia fiscal" y están comiendo las reservas en divisas. Eso plantea la perspectiva de una crisis financiera (cesación de pagos) y de una catástrofe social. Las centrales sindicales han sido incapaces del plantear una respuesta a la debacle capitalista o aún una movilización parcial en los sectores más afectados.


 


La CUT, completamente burocratizada e integrada al Estado, se transformó en los últimos años en gestora directa de la acumulación capitalista y de la explotación, a través de la dirección de los fondos de pensión (AFPs) y de los fondos estatales. Ha impuesto un brutal aumento de los impuestos compulsorios sobre los salarios, que engordan el bolsillo de la burocracia sindical. Este proceso de integración supera todos los precedentes registrados en Brasil y aún en América Latina. La caída de la Bolsa está quebrando a los fondos de pensión, y los despidos minan las bases económicas de la burocracia cutista, cuya crisis y división es manifiesta.


En la Embraer (interior de San Pablo) se produjeron 4.200 despidos, luego vetados por la justicia ordinaria. La Conlutas no debería, bajo ningún concepto, aceptar la reducción salarial y de la jornada laboral para revertir los despidos. La ola de despidos debe ser enfrentada con la consigna del reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario (escala móvil de horas de trabajo).


 


Está planteada la estructuración de un plan de lucha nacional contra los despidos, por el salario, y para "que la crisis la paguen los capitalistas" – y por una alternativa obrera y campesina independiente frente a la crisis.


 


La liquidación del PT – supuesto partido de gobierno- avanza a grandes pasos. Lula ha estructurado como base política y social de su gobierno a las ONGs y a los funcionarios encargados de gerenciar los "programas sociales" (en especial la Bolsa Familia), cuya extensión plantea ampliar, precisamente en el mismo momento en que la reducción de los ingresos fiscales mina sus bases.


 


Está planteada una monumental crisis política en la sucesión presidencial de 2010. Lula y su aparato (incluida su pre-candidata Dilma Roussef), la encaran planteando una coalición frentepopulista "sin orilla derecha", frente a las candidaturas burguesas. El PSOL, con su candidata Heloís a Helena, busca cerrar la crisis con un programa burgués (reducción de la tasa de interés y devaluación) y sacrificando todo vestigio de independencia de clase, en alianza abierta con partidos burgueses y clericales. Este aliancismo derechista es la natural consecuencia de un 'partido de tendencias' que repudia la organización revolucionaria de los trabajadores y la lucha por la conciencia socialista de la clase obrera para reemplazarla por los acuerdos de caciques. Para el PSTU se plantea la alternativa de defender la independencia clasista o sacrificarla en nombre del "frente de izquierda" encabezado por el PSOL – y dominado por la alianza con la sombra de la burguesía.


 


A partir del Estado, con la modificación de la legislación sindical y laboral, y la acción directa de burócratas y grupos represivos paraestatales, el gobierno del PT ha encabezado una ofensiva de destrucción del principal movimiento sindical independiente de América Latina. La crisis mundial y la creciente resistencia obrera han llevado esa ofensiva a una crisis, que se manifiesta cada vez más en los sindicatos y en los partidos de izquierda. La crisis brasileña abre la posibilidad de una vigorosa intervención revolucionaria, y posee una proyección continental y mundial inmediata.


 


8- La integración de América Latina a la economía mundial se reforzó muy fuertemente en los últimos cinco años, pero con características aún más unilaterales que en el pasado. En Brasil, el ingreso de capital financiero a la Bolsa impulsó la 'burbuja' de crédito más alta de la historia (su economía está entre las diez más apalancadas del mundo). La caída del comercio internacional y de los precios del mineral de hierro, de la soja, del gas, del petróleo, coloca a estos países al borde de la bancarrota. Las performances extraordinarias de Petrobras, en el campo de la exploración pre-sal, han quedado por ahora en la nada, porque el costo de extracción es incluso superior al actual precio internacional del barril de crudo.


 


9- La última década ha brindado otro testimonio de que la burguesía es incapaz de unificar América Latina. El Gasoducto del Sur, el Banco del Sur, el Mercosur, el Alba, no han sacado a América Latina de la órbita explotadora del capital financiero internacional, y hasta no llegaron a ver la luz. Brasil y México han tenido que apelar al socorro de la Reserva Federal para evitar su desintegración monetaria. En lugar del Alba, el gobierno de Cuba ha puesto sus expectativas en un deshielo comercial con Obama, el cual está siendo secundado en esta tarea por el capital y la diplomacia de Brasil. La bandera de la integración de América Latina funciona ahora como bisagra para llevar a las Farc a un compromiso con Uribe, en los términos estratégicos de éste; para el reintegro de Cuba al circuito del capitalismo; y para contener la fuerte crisis que despunta en Venezuela, Argentina y Bolivia.


 


La unidad de América Latina solamente será posible como consecuencia de la alianza obrero-campesina, con el método de la revolución permanente.


 


El fracaso del nacionalismo devuelve toda su actualidad a la reivindicación de la unidad socialista de América Latina, de una federación de Estados obreros del continente. Es necesario concretizar esta reivindicación en la agitación cotidiana. Por ejemplo, la defensa de la salida de Bolivia al mar o contra el saqueo de los recursos gasíferos o hidroeléctricos de Bolivia y Paraguay respectivamente por Brasil y Argentina.


 


10- La revolución cubana ha entrado en una nueva fase. Con Obama, el imperialismo quiere poner fin al último estribo de la 'guerra fría'. La crisis mundial refuerza la presión del capital para que se abra el mercado cubano, como plataforma de competencia en el mercado mundial. No por nada, la cabeza de la ofensiva para levantar el bloqueo es la Cámara de Comercio de los Estados Unidos. La dirección del Estado cubano no oculta su simpatía por el "modelo chino", o sea un régimen capitalista transitorio bajo la batuta de la burocracia formada por el Estado anticapitalista. Una restauración del capitalismo en Cuba confrontaría una etapa internacional diferente a la que precedió la restauración capitalista en el Este, por un lado, por la crisis mundial; por el otro, por la revitalización de los movimientos de masas desde la insurrección boliviana de 2003.


 


11- La crisis latinoamericana se desarrolla en el cuadro más general de la crisis política del imperialismo norteamericano, que se expresó claramente en el derrumbe del gobierno de Bush y en el giro político operado por el imperialismo con el ascenso de Obama a la presidencia. La combinación de la crisis norteamericana y latinoamericana fue obligando a Bush, luego del fracaso del golpe contra Chávez en Venezuela y de la caída de Sánchez de Lozada en Bolivia, a operar en América Latina a través de la mediación de algunos gobiernos del continente, en particular del de Lula. Esto se expresó en el acuerdo establecido por Bush y Lula acerca de los biocombustibles, que es manifestación de un acuerdo político más general. Esta tendencia se fortalece con la asunción de Obama y el acentuado papel continental jugado por Brasil.


 


La Unasur, una vieja aspiración de la burguesía brasileña para promover en el continente a su industria armamentista y a sus contratistas, se está convirtiendo en un instrumento de esta diplomacia concertada. El acuerdo político entre Uribe, Chávez y Correa para la colaboración en el desmantelamiento de las Farc – establecido en la cumbre latinoamericana de Santo Domingo (con el respaldo de Lula, Kirchner y Bachelet)- cimentó el ingreso de Colombia a la Una- sur. En este armado continental, el punto crítico es Chávez.


 


Como 'articulador' de este armado continental, Lula defiende los intereses de la burguesía brasileña y del capital invertido en Brasil. Esto lo ha llevado a chocar sucesivamente con los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Paraguay. La estrategia de concertación que anima el imperialismo está constantemente socavada por las agudas crisis políticas en los distintos países del continente.


 


La 'cumbre de las Américas', a realizarse en los próximos días en Trinidad Tobago, dejará en claro el giro operado en la política norteamericana hacia América Latina. El tema central – el 'gran test', según el gobierno brasileño- será el encaminamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Brasil se presenta como la voz cantante del bloque latinoamericano que reclamará en la cumbre el cese del embargo. Para preparar esta reunión, Lula se reunió especialmente con el canciller cubano, que llegó a Brasil luego de reunirse en La Habana con un contingente de congresistas norteamericanos.


 


12- Los fondos del narcotráfico constituyen una de las mayores fuentes de financiamiento de la gran banca, más aún en un momento de desaparición del crédito por la crisis internacional. Sin el lavado de dinero por parte de los grandes bancos, el narcotráfico no podría operar. Esta actividad está bajo el control del capital financiero y el imperialismo. La DEA y otros organismos contribuyen al control político y represivo en América Latina por los centros de poder del capital financiero. El narcotráfico es un método de opresión política y desorganización social. A través de los aparatos de seguridad penetra en los barrios empobrecidos y se constituye en un factor de presión que empuja a los jóvenes a la descomposición. Es, por lo tanto, un elemento de desmoralización de la clase obrera; además, en países como México y Colombia, la penetración narcotraficante en el aparato estatal es un factor de las crisis políticas.


 


13- La huelga de Sidor, en Venezuela, en mayo de 2008, fue la mayor oportunidad que tuvo la clase obrera de Venezuela (y quizá de América Latina) para lanzar un sindicalismo independiente del Estado. La huelga destruyó los planes de estatización sindical del ex ministro Rivero y precipitó la nacionalización, como un recurso político para controlar al movimiento obrero. Propósitos similares tiene la creación de cooperativas o empresas de gestión social. El nacionalismo se sirve de las estatizaciones y las empresas sociales para enchalecar la lucha de clases.


 


Chávez se ha lanzado a un decidido ataque contra la oposición derechista. Por la vía de la acción administrativa o la judicial, busca arrebatar las posiciones que perdió en las pasadas elecciones regionales y acorralar a la oposición derechista. Estos golpes dejaron a la oposición sin política. Mientras pretende seguir en un régimen representativo formal, Chávez le niega a la oposición cualquier lugar en ese régimen.


 


Chávez intenta fortalecer su poder personal cuando arrecia la crisis económica. La caída de los precios del petróleo ha creado un agujero fiscal del orden del 25 por ciento. La caída del ingreso de dólares por las exportaciones petroleras y la fuga de divisas (unos 26.000 millones en 2008), promueven las presiones por la devaluación del bolívar. El gobierno pretende evitarla porque, con una inflación del 30 por ciento y muchos artículos de primera necesidad importados (dos tercios de los alimentos, por ejemplo), abriría el camino de la hiperinflación y a una crisis política de proporciones. La crisis presupuestaria pone en crisis las nacionalizaciones y a la propia PDVSA.


 


El gobierno adoptó un conjunto de medidas contra los trabajadores. Elevó el IVA, que es una confiscación de una parte del salario del trabajador (incluidos los que están en negro y hasta de las changas que puedan realizar los desocupados). Anunció un aumento del salario mínimo del 20 por ciento en dos cuotas (cuando la inflación oficial es del 30 por ciento y la de la canasta alimentaria es del 40 por ciento). También se autorizó al Estado a duplicar su endeudamiento interno, lo que constituye un gran negocio para la banca privada venezolana.


 


Ante los primeros coletazos de la crisis, el chavismo profundizó su política de regimentación y estatización del movimiento obrero y sindical. Congeló los convenios de cientos de miles de trabajadores (salud, docentes, empleados públicos). Chávez realizó una muy fuerte advertencia contra los obreros huelguistas y hasta amenazó con militarizar a los trabajadores de las empresas estatales que vayan a la huelga por el salario, contra los despidos o por cualquier otra reivindicación. Hasta anunció que ordenaría a los servicios de inteligencia espiar a los dirigentes y a las organizaciones sindicales.


 


La clase obrera de Venezuela necesita a sus organizaciones sindicales para defenderse frente a los ataques de los capitalistas y, también, de los ataques del propio gobierno. Frente a la regimentación y la estatización de los sindicatos, reivindicamos la más plena independencia de las organizaciones obreras respecto del Estado y de los partidos patronales. Proponemos desarrollar una campaña por una UNT independiente, que podría tomar la forma de un Congreso de sindicatos, tendencias sindicales, delegados y activistas por la plena defensa de la vigencia de los convenios colectivos y la independencia política de los sindicatos.


 


El problema esencial en Venezuela es la estructuración política del proletariado en oposición al nacionalismo burgués. Planteamos a todas las tendencias de oposición políticas y sindicales que rechazan la regimentación de los sindicatos y plantean la defensa de la independencia política del proletariado a plantearnos la construcción de un partido obrero socialista revolucionario, con un programa de independencia de clase, de reivindicaciones anticapitalistas frente a la crisis (prohibición de despidos, estatización de las empresas que cierren o despidan, salario igual a la canasta familiar, derogación de los impuestos al consumo) y un planteo estratégico de oposición al nacionalismo burgués (control y gestión obrera colectiva de las empresas estatizadas; nacionalización de la banca; plan económico único debatido por los trabajadores y aplicado bajo su control; gobierno de los trabajadores; unidad socialista de América Latina).


 


14- La ilusión de que América Latina quedaría al margen de la actual bancarrota capitalista está definitivamente enterrada. Ya han comenzado en diferentes países las primeras manifestaciones de resistencia obrera y popular a la crisis capitalista, como las huelgas en Argentina, la huelga de los empleados públicos de Chile o las movilizaciones de los campesinos paraguayos por la tierra.


 


La consigna '¡Que la crisis la paguen los capitalistas!' se presenta como la reivindicación elemental en defensa de las condiciones de vida de los trabajadores y explotados: ni suspensiones ni despidos, que se repartan las horas de trabajo, que se expropie a los patrones que paralicen la producción y la actividad se mantenga bajo el control de los propios trabajadores, que cese el pago de la deudas usurarias del Estado con el gran capital y los subsidios al lucro patronal, que se corte la fuga de capitales mediante la nacionalización del sistema financiero y del comercio exterior. En las condiciones del actual derrumbe '¡Que la crisis la paguen los capitalistas!' se comienza a plantear como consigna en las movilizaciones que emprenden los trabajadores latinoamericanos. Es la bandera de un frente de lucha que se planteará una y otra vez frente a la tentativa de descargar sobre nuestros trabajadores y nuestros pueblos la bárbara reestructuración de un capital en ruinas y un medio para impulsar el desarrollo de la organización independiente del movimiento obrero y los ex-plotados, un frente anticapitalista: asambleas, encuentros, congresos de delegados y representantes de los explotados para luchar por la defensa imprescindible de nuestras vidas. Por una coalición obrera y campesina para enfrentar el derrumbe capitalista.


 


15- La delimitación del nacionalismo y del frente popular es la condición para construir partidos revolucionarios, y estos partidos son la condición para una lucha consecuente por la independencia del proletariado. La bancarrota mundial del capital y el estallido de las contradicciones del nacionalismo pone la lucha por la liberación nacional de América Latina, de nuevo, en el proletariado, y en la alianza de éste con los campesinos. Es necesario aprovechar el derrumbe del capital y la lucha de masas que habrá de suscitar, y el derrumbe del nacionalismo, para llamar a los obreros más avanzados y combativos a agruparse en torno a un nuevo eje histórico: el socialismo revolucionario y la construcción de partidos obreros revolucionarios. Estos partidos deben recoger la experiencia histórica en su programa, solamente así serán partidos de combate. El partido es el programa, no puede tener por base sólida la invocación a la lucha inmediata, que sólo provee resultados efímeros. La lucha por el poder es una actividad de preparación política sistemática.


 


16- El fracaso del nacionalismo y de la pequeña burguesía y la crisis mundial capitalista llevarán a miles de despidos y suspensiones, planes de austeridad, acuerdos con el FMI. Los Estados imperialistas no están en condiciones de propiciar golpes militares "restauradores", están forzados a operar por medio de sucursales centroizquierdistas desde el momento que son ellos mismos los que están enfrentando procesos de crisis agudas y movilizaciones de masas. La política de compromisos del imperialismo apunta a trasladar la crisis capitalista a los trabajadores y los explotados.


 


La cuestión de fondo es afrontar la crisis de dirección. Es más necesario que nunca combinar la lucha a muerte contra el imperialismo con la independencia respecto de los movimientos nacionalistas y de la pequeña burguesía. La capacidad para ocupar la primera línea contra el imperialismo y para preparar en forma sistemática a la clase obrera para asumir la dirección de la movilización revolucionaria, mediante un trabajo paciente de delimitación política, respecto de la pequeña burguesía y el nacionalismo, es la clave de la victoria. La historia puede saltar etapas, pero la vanguardia revolucionaria no puede saltarse las etapas de la evolución de la conciencia de los trabajadores. Atravesamos el mismo problema político y metodológico que se le planteó a la vanguardia obrera en 1968/73: estructurar a la clase obrera y a las masas en forma independiente. Tenemos planteado el desafío de superar el nivel de conciencia política y actividad independiente alcanzado por la vanguardia obrera de aquel período (cordones industriales en Chile; huelga política de masas y coordinadoras fabriles en Argentina; huelga general contra dictadura en Uruguay; Asamblea Popular en Bolivia).


 


Es necesario desenvolver una tarea tenaz de propaganda, agitación, divulgación del programa revolucionario y organización.


 


 


Buenos Aires, 12 de abril de 2009


 


 


 


 


Anexo a la resolución política de la Conferencia Latinoamericana de la CRCI


 


El propósito de este anexo es trazar una aproximación a las tareas que tenemos planteadas.


 


1- Uruguay: Cuando todavía faltan dos meses para las internas que definirán los candidatos presidenciales, ya se delinea una temprana polarización entre José Mujica (Frente Amplio) y Luis Alberto La- calle (partido blanco).


 


En las internas del Frente Amplio, Mujica – respaldado por el MPP y el PC- enfrenta a Danilo Astori – respaldado por Tabaré Vázquez y la mayoría de su gabinete. Mujica se presenta como una versión uruguaya, tardía y devaluada, del chavismo; Astori se presenta como la continuidad del actual gobierno y como afín a Lula y Ba- chelet. La disputa abierta en la interna del FA es brutal; distintos funcionarios del gobierno anticiparon que no votarían por Mujica en la segunda vuelta y hasta que dudan de hacerlo en la primera. La violencia de este enfrentamiento y la incapacidad de Tabaré Vázquez para imponer su sucesor son la expresión de la enorme crisis política del Frente Amplio.


 


Otra manifestación de la crisis política del FA, esta vez por izquierda, es la emergencia de agrupamientos y personalidades salidos del Frente Amplio (o tributarios de éste) que, por primera vez, aparecen dispuestos a enfrentar al candidato frenteamplista en las elecciones. Por ejemplo, la "Asamblea Popular", (integrada por el 26 de Marzo y otros grupos que han salido del FA). El Partido de los Trabajadores, oposición socialista al Frente Amplio, ya presentó candidatos y lista propia en ocasión de las presidenciales que ganó el FA. Está planteada la necesidad de un frente electoral de la izquierda.


 


La conferencia electoral del PT, realizada en marzo, lanzó un llamamiento a discutir la presentación de una lista electoral común. La cuestión central es el programa. ¿Qué programa opondrá la izquierda frente a Mujica? ¿La versión 'izquierdizada' del nacionalismo chavista que reivindica el 26 de Marzo y del cual el propio Mujica se presenta como representante o un programa anticapitalista? ¿Oponemos a Mujica su propio programa o un programa propio de los trabajadores? En el primer caso, la izquierda se presentaría como una versión 'radical' del FA; en el segundo, podría abrir el curso para un reagrupamiento obrero independiente. El programa es decisivo a la hora de caracterizar el frente que eventualmente se forme y la posibilidad de que los revolucionarios uruguayos participan en él.


 


Junto con una clara definición programática anticapitalista, el frente de izquierda debe asumir una clara posición de voto para la segunda vuelta de las presidenciales. "Asamblea Popular" esquivó toda definición al respecto, una clara indicación de que piensan votar a Mujica en el ballotage. Sin una indicación clara de que la izquierda no votará ningún candidato de los partidos patronales en la segunda vuelta, el frente de izquierda quedaría reducido a ser un lema (externo) o una colectora del Frente Amplio.


 


2- Chile: Como consecuencia de los golpes de la crisis mundial, el desempleo crece aceleradamente. El índice oficial, del 7 por ciento, no considera a los contratados, a los subocupados y a los agrícolas. En el último cuatrimestre de 2008, fueron despedidos más de trabajadores. En Valparaíso, el gran puerto chileno, el desempleo llega al 14 por ciento (el doble del promedio nacional), anticipando el derrumbe de las exportaciones. En otras cinco ciudades, el desempleo supera el 10 por ciento. El precio del cobre – la columna vertebral de la economía- cayó más del 60 por ciento; se anticipan grandes despidos en esta industria, así como en la madera, otros de los rubros de exportación. En muchos casos, cuando se trata de trabajadores calificados, los despedidos son recontratados, con salarios sustancialmente inferiores. Los analistas anticipan que en diciembre, cuando se realicen las elecciones, la desocupación duplicará los números actuales. La crisis mundial ha liquidado el sistema previsional privado, esfumando los aportes de millones de trabajadores.


 


Frente a esta masacre social ni el PC, ni la CUT, bajo su orientación, plantean una sola consigna de acción. Han anudado un pacto con la Concertación para establecer listas comunes en las elecciones parlamentarias de diciembre y comprometer su apoyo en una eventual segunda vuelta presidencial. El PC y la coalición Juntos Podemos desenvolvieron una política de freno a la movilización popular para obtener del gobierno una reforma electoral que le permitiera retornar al parlamento y apuntar la reconstrucción de una Unidad Popular con un ala del PS. En función de esta política aislaron los levantamientos estudiantiles y las huelgas mineras, procesos de lucha de una envergadura inédita en los últimos años. El pacto del PC con la Concertación es la manifestación de un proceso de conjunto, de crisis y agotamiento de la Concertación y del régimen político con el que han gobernado durante casi veinte años demócratas cristianos, socialistas y radicales, un proceso que va a agudizarse bajo los golpes de la crisis mundial.


 


El pacto apunta a preservar la "gobernabilidad" de la Concertación en la línea de la reconstrucción del frente popular. El PC busca resolver, mediante una mayor integración al Estado, su propia situación interna, que registra fuertes tendencias a la desintegración en el último período; al mismo tiempo, esta integración al Estado va implicar para el PC choques con su base popular.


 


La CRCI impulsa un proceso de fusión de las organizaciones chilenas presentes en esta Conferencia latinoamericana. Esto es, la apertura de un proceso de debate orientado hacia la organización de un congreso de fundación de un partido común. Con acuerdos estratégicos firmes, las disidencias no tienen por qué impedir el desarrollo de la organización partidaria en la cual los pensamientos divergentes no impiden en la acción común.


 


3- Bolivia: El CRCI ha producido una elaboración sistemática sobre este país, que se expresa, en forma concentrada, en las resoluciones que dieron base a esta Conferencia, lo que incluye el debate contra las (crónicas) posiciones abstencionistas en Bolivia. El indigenismo proyectó la Constituyente para darle forma jurídica a un Estado plurinacional compatible con el "capitalismo andino". Este es el contenido histórico de la Constituyente y su contenido de clase. La oligarquía de la Media Luna – y hasta los pulpos petroleros- , tiene otro enfoque del Estado nacional: un "federalismo" de tinte secesionista. La crisis constitucional expresó esta contradicción, que solamente fue ignorada por la izquierda compuesta de sectas. La Asamblea tuvo que reunirse en un cuartel luego de sufrir una toma por asalto en Sucre; en respuesta, los campesinos asediaron a Santa Cruz de la Sierra. Al final se arribó a un compromiso que desconoció lo elaborado hasta ese momento por la Constituyente, estableciendo el respeto a la propiedad agraria y de los monopolios a cambio de un reconocimiento de la potestad, esencialmente fiscal, del gobierno nacional. Producido este compromiso, antes del referéndum, la oligarquía y la derecha se dedicaron a jugar sus roles respectivos de oficialismo y oposición. El núcleo de nuestro debate con las corrientes que llamaron a la abstención en el reciente referendo sobre la "nueva" Constitución es el siguiente: la abstención tiene un contenido político concreto, quien llama a la abstención deja de lado rechazar, a través del No, a una Constitución reaccionaria y al pacto del MAS con los "cívicos". No por casualidad, el POR, siguiendo una práctica de sesenta años, también llamó a la abstención. La posición tiene un hilo de continuidad con la enarbolada por las sectas frente a la Asamblea Constituyente, a la que llamaron a desconocer siendo que las expectativas por concretar sus reclamos de tierra y autonomía llevaron a las masas a movilizarse y provocaron una gigantesca crisis política que concluyó en un compromiso con la derecha. Los abstencionistas en Bolivia han batido todos los récords: absten-cionistas en las elecciones presidenciales, en los referendos sobre la autonomía, en la Asamblea Constituyente. Así se dejaron pasar las etapas más importantes de la crisis. Dieron como prueba de la inuti-lidad de intervenir en la Constituyente, su completa inacción posterior, pero es una prueba contra ellos mismos, desde el momento que la AC no funcionó porque era una bomba de tiempo que concentraba las expectativas abiertas por una lucha de más de diez años del movimiento indígena y campesino por sus reclamos históricos. La AMR y la totalidad de la izquierda boliviana – incluidos el POR y el PTS- miraron esta crisis política desde afuera. Los abstencionistas esbozan ahora un frente único para las elecciones de diciembre.


La Conferencia se pronuncia contra esta perspectiva que llama a un frente único de los impotentes, una selección de los aliados en función de su capacidad para mantenerse ajenos a los acontecimientos y a las luchas. Se piensa en las elecciones en el molde vaciado por el MAS y la derecha, lo que no es otra cosa que recoger las migajas del 'sistema'. No se puede reclamar un frente circunscripto a los que renunciaron a intervenir durante todo el último período en lugar de disputarle al MAS la autoridad sobre las masas obreras, campesinas e indígenas. Llamamos desechar a los grupos abstencionistas y parasitarios, e ir hacia donde están las masas que siguen al MAS para orientarlas en la lucha por sus reivindicaciones, y en todo caso hacer acuerdos de independencia frente al gobierno y a su política, con sus corrientes más combativas, o sea las que traducen deformadamente el descontento de las masas. Llamamos a desechar el neutralismo político y a poner todos los esfuerzos en la construcción de un partido obrero socialista y revolucionario.


 


4- México: Esta Conferencia hace suyos los términos de la respuesta de la Comisión Internacional del PO al GAR de México. Caracteriza que el EZLN es una organización democratizante, no revolucionaria, limitada desde el origen por sus planteamientos, que excluyen la toma del poder. Sostiene que el indigenismo no es revolucionario como tal, pues expresa una defensa de relaciones pre- capitalistas y sólo puede jugar un papel revolucionario si es agente de la revolución agraria y aliado del proletariado. Un partido revolucionario es siempre socialista, o sea que critica el orden presente desde el punto de vista del socialismo internacional.


Cuando se relaciona con masas precapitalistas, algo absolutamente imprescindible en nuestra América India, el partido se empeña en aliarlas al proletariado, no en cultivar sus prejuicios. Frente a la cuestión indígena levantamos la posición de la Revolución Permanente: liquidación del latifundio, dictadura del proletariado. El indigenismo es la base ideológica de movimientos pequeño burgueses declaradamente capitalistas, como los que encabezan Evo Morales y García Linera, su vicepresidente (un teórico de la autogestión indígena), y el ecuatoriano Correa, que es un indigenista clero-cristiano. Por otra parte, rechazamos el abstencionismo electoral invocando la debilidad de la democracia burguesa en México. No se trata de la participación electoral en función de imposibles transformaciones sociales producidas desde el Estado. El problema es, siempre, la intervención política. Un partido que pretende influir a las masas no puede declinar actuar invocando la existencia de una democracia de bajo rango, en la que actúan las principales fuerzas políticas del país. Es lo que opinamos desde la teoría y por sobre todo desde la experiencia práctica. En cuanto a la construcción del partido, nos pronunciamos por un "partido para la lucha", a condición de que sea un partido basado en un programa socialista (dictadura del proletariado), porque de otro modo "la lucha" puede convocar a las fuerzas más heterogéneas política y socialmente. Para unir a los que luchan está el frente único, pero la función de una organización que se reclama trotskista es desenvolver el programa de la IV Internacional. Un agrupamiento de fuerzas para la lucha es muy progresivo a condición de que no sustituya al partido, porque en este caso la confusión política neutraliza su rol combativo.  


 

Temas relacionados:

Artículos relacionados