Silenciado por los Mitre
Introducción
El lugar de Artigas en el proceso de la independencia de las provincias del Plata durante la primera década posterior a Mayo es decisivo. Fue el líder que encabezó la revuelta en la Banda Oriental en 1811, el que se enfrentó muy tempranamente con las tendencias conservadoras que comenzaron a emerger en Buenos Aires a partir de ese mismo año y hacia llegó a encabezar un amplio movimiento popular policlasista que abarcó desde la Banda Oriental hasta Córdoba y Santiago del Estero. El federalismo de esa década lo tiene como su principal dirigente y fue el impulsor del Reglamento Agrario de 1815, que intentó llevar una política de poblamiento y reforma agraria a la campaña oriental. El Primer Triunvirato, con Rivadavia y Sarratea, y luego el Directorio, lo atacaron con saña feroz y cuando tras la caída de Alvear parecía que se abría una etapa de concordia, el Directorio conspiró con el Congreso de Tucumán para atraer a los portugueses y acabar así con la "anarquía" artiguista. Los sectores más acomodados de Montevideo tampoco vieron con buenos ojos la política agraria del artiguismo, y esto a pesar de todos los esfuerzos de Artigas por mitigar y acomodar esa política a las exigencias de los hacendados orientales.
Si confundir el ideario federal de Artigas con su caricatura rosista es una mistificación, también lo es considerar a Artigas un caudillo oriental, padre de una supuesta "nacionalidad uruguaya” (ver más adelante la historiografía sobre Artigas). Una y otra vez, Artigas rechazó los ofrecimientos de los gobiernos porteños para que segregue a la Banda Oriental del resto del cuerpo de las provincias del Plata.
Por el contrario, fue la política porteña la que prefirió entregar la Banda Oriental a los portugueses antes que convivir con el "anarquismo" artiguista y la que preparó el terreno para la segregación del Uruguay.
El Grito de Asencio
Poco después que la Primera Junta asumiera el poder en Buenos Aires, Moreno tomó a su cargo la elaboración de un Plan de Operaciones. Uno de sus objetivos era sublevar a la campaña de la Banda Oriental, dado que la importante guarnición naval de Montevideo había preservado la plaza para los españoles y frustrado así los intentos de un sector de los criollos de sumarse al movimiento de Buenos Aires. Para Moreno, la sublevación de la Banda Oriental era parte de un plan más vasto que llegaba al sur de Brasil e incluía, naturalmente, al Paraguay. Tal como se señalaba en el Plan, se debía conseguir el enrolamiento "del capitán de Blandengues don José Artigas" por considerarlo el más indicado para impulsar la incorporación masiva de sus comprovincianos, teniendo presente que dicho oficial "por sus conocimientos, que nos consta, son muy extensos en la campaña, como por sus talentos, opinión, concepto y respeto", y que a la par de José Rondeau y algunos otros "harán en poco tiempo progresos tan rápidos que antes de seis meses podrá tratarse de formalizar el sitio de la plaza de Montevideo"1.
En febrero de 1811, con el Grito de Asencio, se sublevan los pueblos de la campaña de la Banda Oriental. Encabezados por Artigas y Rondeau, derrotan a los realistas en los combates de San José y Las Piedras y, junto a algunas tropas enviadas desde Buenos Aires, comienzan el primer sitio de Montevideo. Artigas es ascendido a coronel por el gobierno porteño.
El "Tratado de Pacificación"
Unos meses después se va a producir uno de los hechos más inesperados y menos explicados de estos primeros años de la historia rioplatense, pero que tendrá un impacto decisivo de allí en adelante. A pocos días de instalado, el Primer Triunvirato, bajo la inspiración de Rivadavia (había reemplazado a la Junta Grande), firmó en octubre de 1811 un "Tratado de Pacificación" con el virrey español Elío, asentado en Montevideo. Ese tratado cedía el dominio de la Banda Oriental y de las poblaciones de Entre Ríos a los españoles, comprometiéndose a retirar todas sus tropas de ese territorio. Los españoles, por su parte, se comprometían a levantar el bloqueo naval al puerto de Buenos Aires y debían, a su vez, gestionar el retiro de las tropas portuguesas que, desde julio de habían ingresado en la Banda Oriental con el pretexto de defender a los españoles del asedio patriota, pero con la secreta pretensión de asegurar sus aspiraciones históricas al dominio de la Banda.
El tratado había sido impulsado por la Embajada inglesa en Río de Janeiro. Lord Strangford, el embajador británico, fue su artífice. Ante la negativa de los portugueses a retirarse de la Banda Oriental, lo cual llevó a nuevos enfrentamientos con las fuerzas patriotas en las márgenes del río Uruguay (Paysandú y Santo Tomé), Rivadavia firmó un nuevo tratado, esta vez con los portugueses y nuevamente bajo los auspicios de Lord Strangford, en mayo de 1812, por el cual finalmente los portugueses abandonaron el territorio oriental.
El tratado que entrega la Banda Oriental y una parte del litoral a los españoles marca un viraje de la política porteña, y es importante tratar de establecer sus razones. A partir del tratado se abre una enorme grieta en las relaciones de la dirigencia porteña con Artigas y con el conjunto del pueblo de la Banda Oriental, quienes rechazaron furiosa y vigorosamente ese acuerdo e iniciaron una de las páginas más heroicas y conmovedoras de su historia: la del Exodo Oriental.
¿Qué llevó al gobierno porteño a esa entregada? La situación en España y Europa no representaba en ese momento una amenaza para los patriotas, argumento con el que se suele justificar muchas veces la conducta vacilante de las dirigencias porteñas a partir de 1814. La resistencia a la ocupación napoleónica estaba dispersa y representada por las Cortes liberales de Cádiz. No había, por lo tanto, ninguna amenaza de invasión externa. La presencia portuguesa era enfrentada por las fuerzas de Artigas y era necesario coordinar con las fuerzas paraguayas y de Buenos Aires para liberar la zona.
Todas las referencias coinciden en que fue la diplomacia inglesa la que jugó un rol protagónico, dado que para el gabinete inglés la buena convivencia entre patriotas, españoles y portugueses era conveniente para mantener el frente único contra la ocupación napoleónica de la península ibérica. ¿Pero entregar la Banda Oriental y Entre Ríos sin haber sufrido ninguna derrota militar y ponerse en contra a las poblaciones de esas comarcas, entregadas indefensas al poder español? Y esto, mientras los ejércitos patriotas luchaban en el Alto Perú. La única explicación que queda es que el Tratado tuvo como único objetivo el levantamiento del bloqueo al puerto de Buenos Aires por la flota española, liberando la mercadería que aguardaba en los navíos ingleses. Los comerciantes criollos (y también los británicos, agrupados en el British Comercial Room, Cámara de Comercio Británica) sacrificaban los intereses nacionales en función de sus intereses particulares. Un grupo de investigadores uruguayos2 formula, además, la hipótesis de que el poder porteño fue cayendo crecientemente en manos de un sector particular de la burguesía comercial, que se había especializado en los préstamos al Estado y la especulación con la deuda pública. Para este sector, el funcionamiento de la aduana y el control de sus rentas, que operaban como garantía para el pago de la deuda pública, pasaron a ser su objetivo inmediato y particular. Y mencionan a Sarratea, integrante del Primer Triunvirato, como uno de los principales exponentes de estos comerciantes devenidos en acreedores de la deuda pública. Ya volveremos a encontrarnos varias veces con este personaje en los próximos años y su conducta (como la de Rivadavia) confirmaría esta hipótesis. Hay que señalar que esto nos está mostrando, a su turno, la debilidad del desarrollo de las fuerzas productivas sobre las que se asentaba el nuevo régimen, que llevaba a que los recursos fiscales y el novel sistema de la deuda pública dependieran de las rentas de la aduana.
La “Redota” y el Exodo Oriental
"Artigas y la asamblea de comprovincianos convocada al efecto repudiaron las cláusulas del convenio… pero como la decisión ya estaba firme, no quedaba otra alternativa que levantar el sitio de la ciudad, disolver el ejército y aceptar la hegemonía española sobre todo el territorio cedido. Entonces, se produjo lo insólito. Se llevó a cabo un éxodo total. Una retirada con tierra arrasada", que llevó a miles de orientales, con sus familias, carruajes y enseres hasta la otra banda del río Uruguay, en Salto Chico y luego en Ayuí, territorio de Entre Ríos, donde acamparon durante meses, en un gigantesco campo de refugiados.3
Lo que se conoce como "la Redota" (por derrota) o el Éxodo Oriental fue una gesta que mostró el profundo repudio que generó el tratado en todos los pueblos de la campaña y la desconfianza que se abrió hacia las direcciones porteñas (que perduraría durante años). La figura de Artigas, como líder de esta gesta, se agigantó entre los orientales y fue la base de un movimiento que debutó como nacional (antiespañol) y policlasista. En el Éxodo se mezclaban hidalgos con sus vistosos carruajes, sus familias y esclavos, hacendados con sus capataces y peonadas junto a los carros y caballos de paisanos e indios.
Segundo Triunvirato
El tratado tampoco cayó bien en Buenos Aires. La situación del Triunvirato se complicó, además, por muchos otros motivos (en mayo de 1812, frente a nuevos problemas fiscales, gravó con un impuesto que representaba un veinte por ciento la carne vacuna, principal artículo de consumo popular). Finalmente, el 8 de octubre, un golpe (protagonizado por San Martín, Alvear y la recientemente creada Logia Lautaro), lo desplazó, reemplazándolo por el Segundo Triunvirato. A esta altura, tras los enfrentamientos con los portugueses, el tratado había perdido efecto y se decidió reiniciar el sitio a Montevideo. El Segundo Triunvirato convocó a una Asamblea Constituyente.
El reinicio del sitio dio lugar a fuertes tensiones entre Artigas y Sarratea. Este, designado jefe de la expedición, pretendió imponerles a los orientales y a su líder, Artigas, un sometimiento incondicional y humillante. Intentó dividir a las fuerzas orientales y granjearse el apoyo de algunos de sus mandos medios. El resultado fue que ni Artigas ni los orientales se sumaron al sitio. Sarratea llegó a tramar un atentado contra Artigas y había preparado un bando calificándolo de "traidor a la patria".4 Esto fue desmantelado por Artigas, quien exigió la remoción de Sarratea, lo que finalmente logró. Cuando Sarratea fue reemplazado por Rondeau, el viejo compañero de Artigas en el regimiento de Blandengues, los orientales aceptaron incorporarse al sitio. Así, el sitio ganó en eficacia: el peligro del hambre se sintió fuerte en Montevideo y obligó a los españoles a proveerse en las costas de los ríos (fue en ese contexto que se produjo el combate de San Lorenzo a comienzos de 1813) y a depender para su abastecimiento del apoyo portugués, que mandaba barcos desde Río Grande aprovechando el dominio naval español.
La Asamblea del Año XIII y el rechazo a los diputados orientales
Reunida la Asamblea del año XIII en Buenos Aires, Artigas convocó, el 5 de abril, a su residencia en Las Tres Cruces, en las afueras de Montevideo, a los diputados elegidos por la Banda Oriental. Allí fueron aprobadas las famosas "Instrucciones" a los "representantes del pueblo oriental" que tanto malestar causaron en Buenos Aíres, al punto que, a instancias de Alvear y su grupo, la Asamblea rechazó a los delegados orientales con el absurdo pretexto de problemas formales.
Nuevamente, como con el tratado Rivadavia-Elío, se impone la pregunta: ¿qué llevó a la dirigencia porteña a esa grosera y reiterada agresión a los pueblos de la provincia oriental? Esto más tarde se extenderá al resto del litoral, que hizo causa común con Artigas. Si tenemos en cuenta, además, que la invitación a la Asamblea nunca fue cursada a Paraguay, la amputación se hace más marcada. Y esta vez no fue la fracción de Rivadavia-Sarratea la responsable de la agresión, sino la que comandaba Alvear (y la Logia Lautaro). Ravignani sostiene que "el rechazo fue una maniobra de los alvearistas, tendiente a evitar que los diputados orientales, unidos a los sanmartinianos, que también sustentaban los postulados de Independencia y Constitución, hicieran mayoría"5. No es tampoco la amenaza exterior la que explica este viraje, como ya habíamos visto en el caso del Tratado. Casi parecía lo contrario. Cuanto más seguros se sentían los patriotas porteños frente a la amenaza española, con mayor vigor enfrentaban a Artigas, y sólo cuando se sentían amenazados por el peligro español simulaban una actitud conciliadora que rápidamente endurecían en cuanto el peligro pasaba. Al momento de rechazar a los diputados orientales, en España todavía la primacía la mantenían los liberales de Cadiz, y si bien las victorias inglesas contra las fuerzas napoleónicas anunciaban un eventual retorno de Fernando, no había un peligro inminente. Además, las recientes victorias de Tucumán y Salta habían permitido al ejército de Belgrano volver a penetrar en el Alto Perú alejando el peligro realista.
Debemos rastrear entonces el origen de este enfrentamiento en los planteamientos políticos de Artigas, plasmados en gran medida en las "Instrucciones" y en la amenaza que éstos representaban para el dominio excluyente de la camarilla porteña. En los años siguientes, los enfrentamientos entre ambas fracciones se fueron acentuando, alcanzando características de guerra civil.
Las "Instrucciones" de 1813
Las "Instrucciones" redactadas en abril de 1813 nos muestran la plataforma política de Artigas antes de que la guerra civil estallara abiertamente. Hasta entonces, habían habido duros enfrentamientos (denuncia del tratado con Elío de octubre de 1811, enfrentamiento con Sarratea al comenzar el segundo sitio a fines del año siguiente) pero aún no se había producido el derramamiento de sangre en batallas abiertas en el bando patriota. Al momento de redactar las "Instrucciones", Artigas ya mostraba su gran desconfianza hacia la dirigencia porteña que los acontecimientos posteriores mostraron completamente fundadas.
Los ejes de las “Instrucciones” pueden sintetizarse en nueve puntos:
Inmediata independencia absoluta (en esto es posible que coincidiera en ese momento con San Martín).
República democrática, y participación popular en la elección de los representantes.
Completa autonomía de las provincias (con Constitución y milicias propias).
Organización Confederada manteniendo las provincias la soberanía primigenia y las facultades no delegadas.
La capital debía situarse fuera de la ciudad de Buenos Aires.
División tripartita de los poderes del Estado.
Libertad civil y religiosa.
En aspectos económicos definía que no hubiera ninguna tasa o derecho para los intercambios entre las provincias ni preferencias entre ellas, y la apertura de los puertos de Maldonado y Colonia para el comercio exterior (no mencionaba a Montevideo porque estaba ocupada por los españoles) y, finalmente, reservaba a los gobiernos locales el disponer de los bienes de ciudadanos extranjeros, multas y confiscaciones hasta que cada provincia dispusiera sobre ellos.
Las "Instrucciones" muestran la amplia cultura política de Artigas, basada sobre todo en sus lecturas sobre la Revolución norteamericana. La constitución liberal de Massachusetts fue su principal guía, como él solía comentar. Los planteamientos sociales están ausentes en esta primera formulación del ideario artiguista. Estos se irán desarrollando e incorporando al calor de la evolución de las luchas políticas en los años siguientes y estarán más presentes en el Reglamento Agrario de 1815.
Este conjunto de planteamientos, con los agregados sociales posteriores, van a constituir el ideario del federalismo de la primera década después de Mayo. El llamado "federalismo" de la década siguiente ya fue otra cosa, como veremos más adelante, y uno de los graves errores de los análisis históricos del período es confundir ambos. Los planteos federales chocaban abiertamente con la política y los planteamientos moderados, timoratos, aristocráticos, centralistas, promonárquicos y favorables a algún arreglo con Inglaterra o Portugal del grupo alvearista, mayoritario en la Asamblea (una vez excluidos los delegados orientales y ausentes los paraguayos). Este bloque va a designar al primer director, Posadas (tío de Alvear) a comienzos de 1814, conformando lo que se va a conocer como el partido directorial.
Enfrentamientos con el Directorio
A poco de asumir, Posadas dictó un decreto, el 11 de febrero de 1814, declarando a Artigas "infame, privado de sus empleos, fuera de la ley, enemigo y traidor a la patria", ofreciendo seis mil pesos como recompensa al que lo entregase vivo o muerto. Y organizó una numerosa expedición para una ofensiva general contra Artigas instruyendo a las tropas acantonadas en Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones, para que operaran en forma coordinada 6.
Pero, entonces, "estalló una sublevación general en la provincia de Entre Ríos, mientras que las deserciones raleaban diariamente las filas directoriales". La principal división mandada por un coronel austríaco, Holmberg (veterano de las guerras napoleónicas), capituló ante las tropas entrerrianas tras el combate del Espinillo, mientras que una columna al mando de Ortogués, compuesta por efectivos orientales, derrotó al regimiento al mando del comandante de Entre Ríos. En Corrientes fue depuesto el gobernador, hombre de Buenos Aires, y asumió el mando el artiguista Méndez, reconocido por el Cabildo el 11 de marzo. "En un mes, los pueblos del litoral acabaron con el intento porteño de sofocar por la fuerza el movimiento federal que orientaba Artigas". Los oficiales prisioneros mandaron una carta a Posadas declarando que "ignoraban el por qué se hallaban empeñados en sostener una acción tan sangrienta contra nuestras hermanas tropas las orientales".7 Entre los oficiales apresados en el Espinillo se encontraba el sargento de Blandengues Estanislao López, futuro líder federal y gobernador de Santa Fe.
En los meses siguientes, Posadas simuló una negociación con Artigas, mientras enviaba a Sarratea a Río de Janeiro y a Europa con el objeto de abrir negociaciones con España por intermedio de los ingleses. La victoria del general inglés Wellington sobre las tropas napoleónicas en Vitoria (norte de España) hacía prever el inminente retorno de Fernando VII al trono.
El jefe español de Montevideo, Vigodet, por su parte, pretendió atraer a Artigas al bando realista aprovechando sus choques con Buenos Aires. También el general español, Pezuela, vencedor de Belgrano en Vilcapugio y Ayohuma, le ofreció que "convengamos el modo más honroso de nuestra unión". Todo lo cual fue rechazado por Artigas señalando que "las desavenencias domésticas que separan a federales y centralistas, no han de servir para restablecer el dominio español en estos países".8
Pero no todo eran derrotas y amenazas. La victoria de Brown en el combate del Buceo sobre la fuerza naval española obligó a Vigodet a rendir Montevideo a las fuerzas porteñas al mando de Alvear. Las tropas de Alvear actuaron en Montevideo como tropas de ocupación y cuando a los pocos meses debieron entregarle la ciudad a Artigas, se llevaron a Buenos Aires caudales, imprentas y arsenales9.
El saqueo de Montevideo por las tropas de Alvear fue motivo de permanente reclamo de Artigas en sus disputas con el gobierno porteño y agravó las disidencias de los montevideanos con Buenos Aires, resultado además, entre otras cosas, de la competencia de ambos puertos de ultramar.
La caída de Alvear
Las derrotas -en el norte- frente a los españoles y frente a las fuerzas federales -en el litoral- debilitaron al régimen directorial. En enero de 1815, Posadas presentó la renuncia y fue reemplazado por su sobrino Alvear, el mismo día en que Fructuoso Rivera, entonces uno de los tenientes de Artigas, derrotaba a una nueva invasión porteña en el combate de Guayabos.
Alvear asumió en condiciones críticas. Encaró una negociación a dos bandas. Le ofreció a Artigas la segregación de la Banda Oriental como Estado independiente, lo que fue rechazado de plano por el caudillo oriental. Al mismo tiempo, encargó a su secretario, Manuel García, la conocida gestión de entrega a Gran Bretaña.
Por ese entonces, la influencia de Artigas se había extendido ampliamente. Abarcaba la Mesopotamia (Entre Ríos, Corrientes y Misiones) y en la Banda Oriental, con la incorporación de Montevideo el bando federal, reforzó su posición. En abril de 1815, un pronunciamiento popular obligó a abandonar Santa Fe a las tropas porteñas y eligió gobernador a Francisco Candioti, un fuerte hacendado local que se sumó a la causa federal. Simultáneamente, se vio obligado a presentar su renuncia el gobernador de Córdoba y fue reemplazado por un partidario de Artigas.
Al controlar los federales Santa Fe y Córdoba, Buenos Aires quedaba aislada del norte y de Cuyo. Alvear hizo un nuevo intento por quebrar militarmente al bloque federal, pero las tropas enviadas por él se rebelaron en abril en Fontezuelas, y pocos días después se plegó al movimiento el resto de las tropas acampadas en Arrecifes. Un movimiento popular estalló en Buenos Aires, lo que puso punto final a la gestión de Alvear (renunció el 15 de abril de 1815). También fue disuelta la asamblea que sesionaba desde 1813. Fue designado un nuevo jefe de Estado, Rondeau, quien por estar al frente del Ejército del Norte fue reemplazado como suplente por Alvarez Thomas, que había protagonizado (aunque forzado por sus oficiales) el motín de Fontezuela. Se decidió, asimismo, convocar a un nuevo Congreso con diputados de todo el país (que se reunirá el año siguiente en Tucumán).
La Liga de los Pueblos Libres
La situación a partir de abril de 1815 había dado un viraje. En Europa triunfaba la reacción y la Santa Alianza rediseñaba el mapa del viejo continente. Mientras Fernando VII en España (y Luis XVIII en Francia) era repuesto en su trono, aplastando a los liberales, desconociendo la constitución de Cádiz y emprendiendo la reconquista de sus posiciones americanas; en las provincias del Plata, único baluarte no recuperado por los españoles, la situación se radicalizaba. Se conformó la Liga de los Pueblos Libres, como se denominaba el bloque de provincias que aceptaban el liderazgo de Artigas, a quien llamaban el Protector de los pueblos libres. Levantaban la bandera federal como señal de independencia frente a España (las franjas celeste y blanca cruzadas por una banda roja diagonal) y abarcaba las regiones más importantes del centro y litoral del país. Con San Martín gobernando Cuyo y preparando el Ejército de los Andes, y Güemes en la frontera norte, el aislamiento y debilidad de los porteños alentaba la expectativa de una nueva organización federal.
Artigas eligió no gobernar desde Montevideo sino que dejó al gobierno de la ciudad en manos de un gobernador y del Cabildo. Siguiendo lo propuesto en las "Instrucciones", fundó una nueva capital a orillas del Río Uruguay a la que denominó Purificación, que se convirtió en los años siguientes en la sede del Protector de este peculiar bloque federal que abarcaba la Banda Oriental, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba. Desde Purificación se dictaban las medidas que eran aplicadas en esta vasta región del centro y litoral en la medida en que la avalaran los gobiernos locales, dado que no se llegó a formalizar un verdadero gobierno federal. Se pusieron en funcionamiento los puertos de Montevideo, Colonia, Maldonado y Santa Fe, tanto para el comercio interior como exterior. Los aranceles internos entre las provincias desparecieron. Se fijaron aranceles preferenciales para los productos provenientes de Paraguay (modificando la política porteña, ver más adelante capítulo sobre Paraguay) y se establecieron mayores aranceles a los productos extranjeros para proteger la producción local. Hubo un impulso gubernamental a la educación y la salud pública10.
El Reglamento Agrario de 1815
Seguramente, la iniciativa más importante encarada por Artigas durante su gobierno fue el Reglamento Agrario, dictado en Purificación, en septiembre de 1815. Fue, sin lugar a dudas, la medida más audaz en el terreno social y ponía en juego el recurso clave de la economía de la Banda Oriental: la tierra. Partía de un criterio político: iban a ser afectadas las propiedades de los "emigrados, malos europeos y peores americanos", con el doble propósito de llevar la lucha política contra los realistas a la campaña y preservar las buenas relaciones con los hacendados "buenos americanos". El propio reglamento fue negociado con una delegación de los hacendados asentados en Montevideo.
Artigas aseguró que el objetivo del Reglamento era el repoblamiento de la campaña y la recomposición de los rodeos, afectados ambos por años de guerras civiles y contra los españoles, que despoblaron los campos y diezmaron los rodeos. Por eso se hizo hincapié en que los beneficiarios de las tierras debían ponerlas a trabajar en un breve lapso bajo pena de perderlas.
El Reglamento tenía también un ángulo de resarcimiento social en favor de los más desposeídos, incluyendo a paisanos sin tierras a los que se les impulsaba a afincarse en los campos. Se favorecía a las familias y a las viudas.
Está en debate, también, cuál fue el verdadero alcance efectivo del Reglamento. Algunos estudios han encontrado distintos tipos de situaciones ligados a la diversa correlación política de fuerzas en el campo oriental. Allí donde los grandes y medianos hacendados eran la fuerza motriz principal del bando artiguista, el reglamento se aplicó marginalmente. En cambio, donde los tenientes y capitanes estaban más ligados a los paisanos sin tierras o donde los hacendados militaban en el bando realista, la reforma se aplicó en términos más radicales, incluso hasta más allá de sus aspectos formales. Artigas intentó mediar y arbitrar los casos más tensos, tratando de mantener buenos tratos con los "hacendados patriotas".
Algunos autores11 sostienen que allí donde se aplicó tuvo efectos bastante duraderos (ya que, durante la invasión, los portugueses se cuidaron mucho de dar marcha atrás de golpe con la reforma por temor a encender más los ánimos en su contra) y que la concentración de la tierra se disparó en las siguientes décadas.
El Congreso de Tucumán y la gran conspiración
Tras la entrega de Montevideo a Artigas y los gestos de conciliación que siguieron a la caída de Alvear, la pandilla directorial recompuso sus filas y su estrategia. No estaba dispuesta a permitir que la Liga de los Pueblos Libres, bajo el comando del protector Artigas, cuestionara sus privilegios y el monopolio del puerto único y la Aduana.
Fracasados los intentos de derrotar a los federales por las armas, apelaron a recursos más retorcidos para acabar con lo que empezaron a llamar, en sus conspiraciones, la "anarquía" artiguista. En defensa del "orden" agruparon a todas las fracciones porteñas. Sólo una minoría de antiguos morenistas denunció esta conducta, pero fueron acallados, cerrando sus periódicos y, en algunos casos, castigados con el destierro (Dorrego, entre otros)12.
El gran escenario de la conspiración para aplastar al artiguismo fue el Congreso de Tucumán, cuya convocatoria y composición fue rigurosamente regimentada y amañada para dar lugar a una mayoría incondicional a la camarilla directorial.
Algunos autores13 se interrogan por qué Artigas no marchó sobre Buenos Aires inmediatamente tras la caída de Alvear, con o sin sus tropas, a desenvolver sus planteos políticos, considerando que podría haber obtenido el apoyo de antiguos morenistas y de los habitantes de los suburbios, los "orilleros" que en la década siguiente fueron el principal sostén de Dorrego. Seguramente, temía que esto pusiera en duda el apoyo de los hacendados y del patriciado de Montevideo.
Frente al Congreso que va a terminar reuniéndose en Tucumán, Artigas convoca a un Congreso en Arroyo de la China (actual Concepción del Uruguay), donde reactualiza sus planteamientos políticos retomando el eje de las "instrucciones" de 1813.
Pero la camarilla directorial no pensaba debatir en un Congreso con los planteos artiguistas. En agosto de 1815, las tropas porteñas al mando de Viamonte arrasaron Santa Fe e impusieron a un gobernador adherido a la camarilla. Poco después, las tropas federales recuperaron la provincia, pero los diputados de la Liga de los Pueblos Libres decidieron no concurrir al Congreso.
Los planes directoriales eran otros. Bajo el comando de Tagle y con la participación protagónica de Manuel García y Herrera, desde Río de Janeiro complotaron con los portugueses para facilitar su invasión a la Banda Oriental para acabar con el anarquismo "artiguista".
Del bloque federal, sólo concurrieron al Congreso los delegados de Córdoba, que fueron aislados y perseguidos hasta que algunos terminaron expulsados del Congreso. Los de Salta, que respondían a Güemes, no eran tampoco de fiar, y había también ciertas divergencias con San Martín y, por ende, con los diputados de Cuyo. Así, la camarilla porteña formó su mayoría incondicional con los diputados porteños, algunos agentes designados en el interior y, sobre todo, con la masa de diputruchos del Alto Perú. Como las provincias altoperuanas estaban ocupadas por los españoles, amañaron elecciones con exiliados residentes en Buenos Aires y de ese modo armaron una mayoría sumisa.
Para terminar de disciplinar al Congreso, las sesiones donde se discutió y avaló el complot con los portugueses se efectuaron en forma secreta y con la amenaza de que quien diera a conocer lo allí tratado sería severamente castigado. De esas reuniones salieron las instrucciones reservadas y reservadísimas para García y Herrera, quienes conspiraron, simularon y armaron todo tipo de maniobras para ocultar al pueblo los acuerdos con los portugueses.
La invasión portuguesa a la Banda Oriental
Las ambiciones portuguesas sobre la Banda Oriental estuvieron presentes desde el comienzo de la colonización. La fundación de Colonia por los portugueses primero, de Montevideo por los españoles después y la propia creación del Virreinato tuvieron que ver con esta disputa histórica entre ambos reinos.
La invasión napoleónica a la península ibérica atenuó durante unos años esta disputa bajo la intensa presión británica y de su embajador en Río de Janeiro, Lord Strangford, para quien la armonía entre españoles, patriotas y portugueses facilitaba el frente único antinapoleónico.
La presencia de la corte lusitana en América fue un factor más para encender los apetitos de la casa real portuguesa. Los Braganza se sintieron defraudados por los resultados del Congreso de Viena, que re- diseñó Europa tras la caída de Napoleón. La corte de Río de Janeiro tenía sus propios planes para ocupar la Banda oriental aprovechando las disidencias entre Buenos Aires y Artigas.
La camarilla directorial, conocedora de estas aspiraciones, les facilitó la tarea. Aseguró a los portugueses que no movería un dedo en apoyo de Artigas y que les permitiría, si fuera necesario, perseguirlo por la Mesopotamia y Misiones. Con todo cinismo les hizo saber que se vería obligado ante la opinión pública a aparecer criticando la invasión, pero que sus objeciones sólo eran para la tribuna.
"Era la luz verde para la intervención lusitana”14. En agosto de 30 mil soldados, muchos de ellos veteranos de las guerras napoleónicas, bajo el mando del general Lecor y de Beresford (el de las invasiones inglesas), se lanzaron sobre la Banda Oriental. El 20 de enero de 1817, Lecor entró en Montevideo, siendo recibido por el patriciado de la ciudad, que nunca terminó de digerir la orientación política y social de Artigas. Si bien, durante su año y medio de gobierno, Artigas se esforzó por favorecer a los grandes comerciantes y hacendados montevideanos, nunca terminó de conformarlos. Su última orientación al gobernador Barreiro, cuando ya los portugueses se acercaban a la ciudad, fue abandonarla con sus soldados y destruir sus muros para concentrar la resistencia en la campaña y "para que en algún momento favorable podremos recuperarla con facilidad"15. Barreiro retiró las tropas, pero no derribó los muros. Esto permitió a las fuerzas de Lecor soportar mejor el sitio que las tropas artiguistas, fuertes en la campaña, rearmaron sobre la ciudad.
La campaña era extremadamente desigual. Si algo puede llamar la atención, tantos años después, es la denodada resistencia que ofrecieron los orientales y los misioneros al avance portugués. El hijo indio que adoptó Artigas, Andresito, se destacó como un gran comandante de la defensa, y los indios -charrúas y guaraníes- fueron uno de los sectores que más defendió a su líder hasta el final.
Las relaciones con Paraguay
A pesar de que inicialmente los españoles lograron retener el control de Paraguay, a mediados de 1811 triunfan los patriotas, quienes en octubre de 1811 firman un tratado que vincula a la provincia de Paraguay con Buenos Aires, respetando su autonomía. La relación entre Paraguay y el gobierno porteño se va enrareciendo. "Pero el tajo decisivo es el gravamen de tres pesos fuertes -impuestos desde la ciudad porteña- por arroba de tabaco, violando los términos del tratado de octubre de 1811. La ruptura es un hecho y muy pronto el gobierno de Paraguay comienza a hablar de ‘independencia’. Es en esas circunstancias que José Artigas se acerca a la Junta paraguaya con sus propuestas de alianza e ideales comunes".
Artigas ya se había dirigido a la junta de Asunción en un extenso y medular oficio, el 7 de diciembre de 1811, tras rechazar el Tratado de Rivadavia con Elío y emprender el Exodo Oriental. Artigas volvió a insistir en los meses siguientes, cuando la presencia portuguesa en las Misiones y en la zona de Santo Tomé generó acciones comunes y un apoyo paraguayo frente a los portugueses. Su planteo era en favor de una alianza federal con los paraguayos, que manifestaban ideales comunes de independencia, república y federación16. Recordemos que cuando los diputados orientales fueron excluidos de la Asamblea del año XIII, los paraguayos ni siquiera habían sido invitados. Cuando, en 1814, sus triunfos frente a los porteños y la caída de Montevideo en sus manos habían aumentado enormemente su prestigio, Artigas vuelve a dirigirse a la Junta paraguaya afirmando que ambas provincias "se presentarán en medio de las naciones como dos pueblos destinados a ser depósito de la libertad y de la Confederación".
En Paraguay, las posiciones estaban muy divididas. De los dos cónsules, Yegros era el más próximo a Artigas. A su vez, "no hay duda que en la juventud y en el ejército, el llamado del caudillo oriental provocó ebullente excitación". Pero el otro cónsul, el ascendente Gaspar Francia, se opuso. Su convicción era que para salvar la independencia de Paraguay debía preservarse del huracán político del Plata. Las disidencias se acentuaron. Artigas reclama urgente ayuda contra las tropas porteñas y un lugarteniente de Yegros, Matiauda, decide concurrir con sus tropas y derrota al destacamento porteño. Pero los cónsules le reprochan su conducta y termina incorporándose al ejército de Artigas. Para Francia sería imprudente mezclarse en el conflicto, evitando todo contacto con la guerra civil. Es la no intervención, antesala del aislamiento.
Artigas, entonces, cambia de táctica. Hostiga a Francia, trata de derribarlo y sustituirlo con gente adicta. Cuando estaba en la cima de su poder en 1815, alentó una insurrección conducida por Yegros y Cabañas, que él apoyaría con una inmediata invasión. Pero la conspiración fracasó. Nuevo viraje. Intenta una nueva aproximación por medio del gobernador de Corrientes. Francia ahora ya es el Supremo. Y lo rechaza nuevamente. Artigas manda entonces a Andresito (su hijo adoptivo de origen guaraní) a ocupar La Candelaria. Pero fue rechazado una vez más por Francia.
Aunque el prestigio de Artigas era muy grande en Paraguay, ni siquiera la invasión portuguesa, que se acercó peligrosamente a las puertas del Paraguay, modificó su actitud.
Cuando, derrotado y en el ocaso, solicitó a Francia ayuda para volver a la lucha o, de no obtenerla, asilarse en Misiones con su gente, ambos pedidos fueron rechazados. Francia lo asiló, pero lo confinó en un convento en San Isidro de Curaguaty, donde permaneció hasta la muerte de Francia en 1840. Artigas jamás intentó volver a sus tierras, en desacuerdo con la política llevada a cabo por su antiguo seguidor, Fructuoso Rivera. Carlos Antonio López, sucesor de Francia, lo liberó de su confinamiento y lo distinguió como su consejero en sus últimos años, hasta la muerte de Artigas, en 1850.
San Martín, Belgrano y Artigas
Poco se ha dicho sobre los grandes próceres mitristas, Belgrano y San Martín, en relación con Artigas. Este silencio no es gratuito. La mayoría de las corrientes históricas, liberales o revisionistas, socialistas a lo José Ingenieros, o stalinistas, nac&pop y aun las de izquierda como el PCR, entre otras, mantienen indiscutibles las figuras de Belgrano y San Martín.
Pero su conducta ante Artigas no resiste el archivo y muestra que, frente a la "anarquía", ellos también optaron por el "orden", aunque hubiera que tragarse el sapo portugués en la Banda Oriental.
Es cierto que Belgrano debuta en el ala más jacobina de Mayo, junto a su primo Castelli y asociado a Moreno en su Plan de Operaciones, y en sus campañas al Paraguay y a la Banda Oriental. También es cierto que tuvo choques con Rivadavia y los triunviratos cuando izó la bandera y se negó a replegar al Ejército del norte de Tucumán.
Pero tras su paso por Europa junto a Rivadavia y Sarratea, entre septiembre de 1814 y marzo de 1816, vuelve monárquico y militante enemigo del anarquismo federal. Quizás impactado por la reacción que dominaba Europa (una Europa tan distinta a la que conoció en su juventud después de la Revolución Francesa) y por sus compañeros de viaje, el Belgrano de los últimos años es un fiel ejecutor de la política de la camarilla porteña. En ese carácter comandó la represión al movimiento federal que logró ganar la gobernación de Santiago del Estero de la mano de Borges a fines de 1816. Belgrano, que había reemplazado a Rondeau en el Ejército del Norte, ordenó a Lamadrid que fusilara al teniente coronel Borges de inmediato, acción que mereció del director Pueyrredón, cabeza de la conspiración antiartiguista y filoportuguesa, una condecoración consistente en un escudo con la inscripción "Honor a los restauradores del orden". Belgrano no pudo encabezar la última ofensiva contra los federales de Santa Fe, en 1819, sólo porque ya estaba enfermo.
San Martín no sale mucho mejor parado. Todo lo que puede decirse en su favor es que se niega a que el Ejército de los Andes retorne al país para acabar con los federales. Pero su postura fue siempre contraria a la política del jefe oriental. Incluso cuando Pueyrredón reprimió a los diputados salteños del Congreso y especialmente a Juan Moldes, que había llegado a ser un candidato alternativo a director contra el propio Pueyrredón, contando con el apoyo de Güemes (que también había sostenido a Borges), Belgrano fue quien dio la orden de apresar a Moldes y remitirlo a Chile, donde San Martín lo encarceló.
Las discrepancias de San Martín con Pueyrredón tenían que ver con la continuación de la guerra contra los españoles y con no utilizar el Ejército de los Andes en las guerras civiles, lo cual le va a traer graves consecuencias en el futuro. En relación con Artigas, intentó una mediación fallida a partir de O'Higgings como director supremo chileno, usando a Belgrano como correo para llegar a López y Artigas. Sin éxito: "Belgrano los devolvió (los pliegos), siguiendo órdenes estrictas del director porte- ño"17. Pero sus posiciones frente a Artigas lo condenan. Le escribió a Pueyrredón a fines de 1816: "No estoy porque se declare la guerra a los fidalgos… con franqueza prefiero su vecindad a la de Artigas". Pueyrredón, a su vez, le escribió: "Tiene usted razón, mi amigo querido, en creer que no puede haber un vecino más perverso que Artigas (…) Su intento principal es introducir el desorden en esta Banda Oriental (…) Esté usted cierto que el país lo salvamos si lo libramos de la anarquía; y que debemos contraer todos nuestros esfuerzos a destruirla".
Cepeda y el "nuevo" federalismo clientelar
Las últimas expresiones de resistencia de Artigas frente a los portugueses se combinaron con nuevos ataques de las tropas directoriales contra las provincias federales. Pero los lugartenientes artiguistas de Entre Ríos y Santa Fe, Ramírez y López, que las aplastan en Cepeda en 1820, al final concilian con los porteños, desoyen a Artigas y lo abandonan a su suerte. Artigas se refugia en Paraguay (hasta su muerte en 1850), mientras el Directorio cae definitivamente. Emergen entonces Ramírez y López como los nuevos "caudillos" federales. Pero es sabido que su posición conciliadora con el "nuevo" gobierno porteño, encabezado por el eterno Sarratea, y su traición a Artigas, fue generosamente retribuida por 20 mil cabezas de ganado proporcionadas por un importante hacendado bonaerense en ascenso, Juan Manuel de Rosas.
Nacía un "nuevo" federalismo, clientelar y dependiente de Buenos Aires, antecediendo a lo que más adelante hará Urquiza. Pero ya nada tendrá que ver con el federalismo de las “Instrucciones” de 1813 ni con el Reglamento Agrario de 1815. El uso de iguales términos para fenómenos diferentes no puede menos que confundir a todos. El propio Milcíades Peña, cuando enuncia que "federales y unitarios forjan la civilización del cuero"18, debió haber aclarado que se trataba del federalismo de los Ramírez y López, y especialmente de Rosas, que con sus socios y aliados de los saladeros, estancias y curtiembres, se preparaban para tomar el poder unos años más tarde.
Mezclar al restaurador de las Leyes con Artigas en la misma bolsa de "federales" es una estafa que ayuda a cumplir el sueño de Mitre, que se congratulaba junto a V. F. López de haber "enterrado históricamente" a Artigas.
La disgregación rioplatense
A esta altura creemos que debe estar claro que la disgregación rio- platense (como la denomina certeramente el historiador nacionalista René Orsi19) no fue el resultado fatal de la estructura económico-social heredada de la colonia. Cuando Milcíades Peña polemiza con Abelardo Ramos y otros autores nacionalistas, refuta la tesis de una nación latinoamericana o hispanoamericana preexistente que habría resultado balcanizada en 20 repúblicas por obra del malvado imperialismo inglés20. Como refutación a Ramos y al nacionalismo es correcta. Pero cuando Peña en el mismo texto se refiere al Virreinato, empieza a trastabillar, pues reconoce que "existían allí sólidos elementos de estructura económica que fundamentaban una nación" y que "la revolución abrió las compuertas a las fuerzas centrífugas"21. Esto obliga a preguntarnos, ¿de qué naturaleza son las causas de su disgregación? Se trata de evitar el fatalismo objetivista y hasta geográfico ("No cabe lamentarse de haber contado con campos y vacas como los del Plata, y no con las piedras y bosques de Massachussets"22 argumenta Peña para explicar el atraso argentino).
Tampoco se trata de intentar una historia contrafáctica (qué hubiera ocurrido si…), pero sí de señalar y destacar los esfuerzos de sectores populares como los encarnados por Artigas por superar las limitaciones de la camarilla dominante porteña e impulsar una Confederación rioplatense que pudiera constituirse en una nación. Así también, varias décadas más adelante, y tras un tenaz desarrollo, el Paraguay autónomo emergía como una alternativa de reagrupamiento frente al Estado armado por la oligarquía bonaerense tras la caída de Rosas. En la época de la revolución burguesa, y de esa etapa estamos hablando, las fuerzas y las acciones de las clases y la calidad de sus direcciones también jugaron su papel. La subjetividad está presente en toda etapa revolucionaria, no sólo en la época de la revolución proletaria.
La segregación del Paraguay y de la Banda Oriental debe ser imputada a la política de la camarilla porteña, primero en manos de los comerciantes y acreedores de la deuda pública, criollos e ingleses; y, más tarde, en manos de los hacendados y dueños de saladeros y curtiembres. La alianza de la camarilla porteña con los portugueses para acabar con la anarquía artiguista entre 1815 y 1820, entregándoles la Banda Oriental, fue una antecedente de la alianza del mitrismo con el imperio esclavista brasileño para acabar con el Paraguay independiente y desarrollado 50 años después. El resultado de esas políticas fue la segregación de la Banda Oriental, primero, y el aplastamiento y un brutal retroceso histórico para el Paraguay, después.
El monopolio del puerto único por parte de Buenos Aires está en la raíz de los choques con Artigas, que defendía la multiplicidad de los puertos (Montevideo, Colonia, Maldonado, Santa Fe) y la libre navegación del Paraná y el Uruguay, necesarios para el desarrollo de Entre Ríos, Corrientes y especialmente de Paraguay. El aislamiento paraguayo y su negativa a sumarse al bloque federal en 1814-5 pudo haberlo preservado durante algunas décadas, pero terminó sucumbiendo, argumenta Peña para explicar el atraso argentino, frente a la misma coalición de fuerzas que acabaron con Artigas.
La historiografía sobre Artigas
La historiografía sobre Artigas y la imagen que nos fue brindando, se fue modificando con la evolución política tanto en Argentina como en Uruguay.
Los creadores de la escuela liberal argentina lo ningunearon de tal modo que llegó casi a desaparecer de la historia oficial argentina. Como le escribía Mitre a VF. López: "Los dos, usted y yo, hemos tenido la misma predilección por las mismas figuras y las mismas repulsiones por los bárbaros desorganizadores como Artigas, a quien hemos enterrado históricamente"23. Lograron hacerlo invisible o, en todo caso, transformarlo en una figura "uruguaya" y debía ser estudiado por los historiadores de la vecina orilla. La escuela revisionista lo asimiló sin más trámites al partido federal, y armó su propia genealogía, Artigas, Ramírez, López, Dorrego, Rosas; importando poco para esto las enormes contradicciones entre ellos, y en particular entre Artigas y los demás.
Así, Artigas quedó para la mayoría del pueblo argentino como un prócer "uruguayo" o que poco debería importarnos. Un trato similar reciben Francia y López, que serán silenciados en nuestra historia por ser "paraguayos". La historia liberal oficial los denigró, a la vez que reivindicó a la Triple Alianza que los derrotó en los años ’60 del siglo XIX. Los revisionistas, que denuncian a esa guerra como la de “la triple infamia”, comparten con los liberales el borrar a Artigas, a Francia y a López de la historia "argentina", como si se pudiera explicar lo ocurrido en las primeras décadas posteriores a 1810 sin integrar en una interpretación única lo ocurrido en toda la cuenca del Plata.
En la historiografía "uruguaya" se pueden distinguir tres etapas24. La primera fue construida por los que denigraron a Artigas siguiendo el libreto de la historia oficial mitrista. Fue la etapa de la leyenda negra. Luego vino la leyenda celeste: Artigas pasó a ser el padre de la patria "uruguaya", el prócer de los monumentos, calles y plazas. Era el adalid de la "orientalidad", el creador de la "nación uruguaya". Recién hacia la mitad del siglo pasado, la izquierda uruguaya comenzó un proceso de reivindicación de su figura. Por esos tiempos, tanto historiadores vinculados al PS como al PC, los Tupas e independientes (casi todos ellos confluirán luego en el Frente Amplio -FA-), lanzan la figura de Artigas como líder y modelo de la revolución democrática, nacional y agraria, y postulan un artiguismo del siglo XX.
Artigas es elevado a mito y la izquierda se postula a cumplir su programa 150 años después. Este anacronismo no es inocente. Se buscaba darle vida a una perspectiva pequeño burguesa de la revolución latinoamericana. Si el artiguismo fue progresivo, aun con sus limitaciones, en los albores de la revolución burguesa, pretender hacer artiguismo en el siglo XX o XXI, en la época histórica de la decadencia burguesa y del proletariado como caudillo de la revolución permanente, es reaccionario. El actual segundo gobierno del Frente Amplio, llamando a los oligarcas de toda la zona (especialmente brasileños y argentinos) a explotar masivamente la soja porque allí no hay retenciones, o favoreciendo la llegada de Botnia y fomentando una forestación que degrada los suelos, es la demostración de que la máscara de Artigas no alcanza a tapar la política reaccionaria de sus presuntos seguidores. Lo mismo vale para nuestros historiadores nac & pop que, copiando varias décadas después a la izquierda uruguaya, quieren cubrir con la imagen de Artigas una política de entrega al imperialismo y de promoción de la sojización de campos, puertos e industria.
Balance
Analizar la figura y el movimiento encabezado por Artigas nos permite apreciar la primera década posterior a Mayo con otra óptica. Además del fugaz jacobinismo de los primeros meses -que quedó rápidamente frustrado- hubo otro intento más amplio, que abarcó a masas más significativas y cuya frustración no sólo fue el resultado de sus propias limitaciones, sino de la amplitud de fuerzas que se coaligaron para desmembrarlo, corroerlo por dentro y finalmente derrotarlo.
Nos dice mucho sobre las fuerzas en pugna en esa primera década fundacional. El artiguismo, que nace policlasista, va a tener un devenir contradictorio. Va a mostrar cierta radicalización social, lo cual lo va a aislar más del patriciado montevideano, que siempre lo miró con desconfianza, y va a intentar conciliar con la dirigencia porteña, buscando un acuerdo que se fue haciendo cada vez más imposible. En la cúspide de su autoridad, tras la caída de Alvear, renuncia a entrar a Buenos Aires y levantar a los "orilleros" de los suburbios. La debilidad del movimiento de Artigas estuvo siempre en su falta de apoyo en las dos capitales, Buenos Aires y Montevideo. Recelosas entre sí, competitivas entre sí, ambas le dieron la espalda en los momentos decisivos.
Pero el artiguismo desnudó el conservadurismo y la política antinacional, primero, en forma vacilante, de la Asamblea del año XIII y, posteriormente, del Directorio y del Congreso de Tucumán, ya con más audacia, impudicia e hipocresía. Esto es un juicio inapelable sobre los próceres del Bicentenario, ninguno de los cuales resiste un archivo cuando se los coloca a la luz de su conducta frente a Artigas. La alianza con los portugueses acabó con el artiguismo y con el primer federalismo, pero también carcomió al régimen de comerciantes y especuladores de la deuda que se armó alrededor del Directorio.
Por eso, a fines de la década, junto a la derrota y exilio de Artigas, cayó el régimen del Directorio. La salvación de Buenos Aires dependió por primera vez de un estanciero y saladerista de bajo perfil hasta entonces, Juan Manuel de Rosas, que aportó el ganado para "convencer" a López. Rosas va a ser el protagonista en las siguientes décadas como representante de su clase. La primera década agotó a los dos contrincantes: federales de Artigas y comerciantes y especuladores directoriales. Dejó el terreno libre para la nueva clase social que emergía como la heredera de tierras y ganados, cueros y saladeros. Entonces sí se forjó “la civilización del cuero”.
Notas:
1. “Plan de Operaciones”, en Piñero, Norberto: Mariano Moreno. Escritos políticos y económicos, Buenos Aires, 1915.
2. Sala de Tourón, Lucía; Rodríguez, Juan Carlos y De la Torre, Nelson: Artigas, tierra y revolución, Montevideo, Arca 1967.
3. Orsi, René: Historia de la disgregación rioplatense, 1808-1816, Buenos Aires, A. Peña Lillo, 1969.
4. Reyes Abadie, Washington; Bruschera, Oscar H.; Melogno, Tabaré: El ciclo artiguista, CEAL, Tomo 2, Montevideo, 1968.
5. Ravignani, Emilio: San Martín y Artigas en la historia rioplatense, Montevideo, 1943.
6. Orsi, op. cit.
7. Idem.
8. Idem.
9. Reyes Abadie y otros, ídem.
10. Reyes Abadie y otros, ídem.
11. Sala de Tourón y otros, ídem.
12. Orsi, ídem.
13. Reyes Abadie y otros, ídem..
14. Orsi, ídem.
15. Idem.
16. Reyes Abadie y otros, ídem.
17. Reyes Abadie y otros, ídem.
18. Peña, Milcíades: El Paraíso Terrateniente, Buenos Aires, Fichas, 1972.
19. Orsi, ídem.
20. Peña, ídem.
21. Idem.
22. Idem.
23. Citado en Azcuy Ameghino, Eduardo: Trincheras en la Historia, Buenos Aires, Imago Mundi, 2008.
24. Demuro, Wilson González: De historiografías y militancias. Izquierda, artiguismo y cuestión agraria en el Uruguay (1950-1973), Montevideo, Universidad de la República, 2003.