La crisis de 1873 y la Gran Depresión


Con la apropiación, por parte del capital, de la esfera de la producción (superando su confinamiento anterior a la esfera comercial y financiera), surgió en el horizonte histórico un nuevo tipo de crisis económica. En el período pre-capitalista, los desastres naturales, tales como heladas, inundaciones, sequías, plagas y epidemias, o incluso la guerra, provocaban la caída en la producción, generando escasez y miseria generalizada. Eran "crisis por sub-producción”.


 


Entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, los países industriales de Europa, que dominaban la industria textil, en especial Francia e Inglaterra, verán surgir "crisis mixtas". Ellas se distinguían de las primeras por no estar totalmente determinadas por la coyuntura agrícola, aunque el "mercado de cereales" todavía ejercía una fuerte influencia sobre la dirección y el ritmo de la actividad económica en su conjunto, y de la industria ligera, de una manera particular. Algunos autores consideran a la crisis de 1848 como la última de su clase. El propio Marx, al analizar la revolución de 1848 en Francia, vinculó el estallido de la circulación con la crisis del comercio mundial de 1847.


 


El primer gran momento para el descubrimiento de los componentes de crisis específicamente capitalistas llegó con la Revolución Industrial que, con sus características originales, introducirá una serie de alteraciones en el capitalismo. Los primeros en ocuparse de ellos fueron los economistas clásicos, cuyo campo de observación fue, concretamente, Inglaterra y Francia. Para la mayoría de los economistas clásicos que dominaron el pensamiento económico en la primera mitad del siglo XIX, las primeras crisis industriales observadas aparecían como accidentes de naturaleza coyuntural en el transcurso de la acumulación de capital.


En la obra de Adam Smith, por ejemplo, no está presente el problema de los puntos necesarios para que la producción se amplíe. En su concepción, todo el producto anual bruto es igual a la suma de salarios, ganancias y rentas. El ahorro está destinado a convertirse, en el mismo período en que se forma (un año), en una demanda de bienes de inversión. En suma, no hay sustracción de renta a ser usada en el futuro. En esas condiciones, la sobreproducción no encontraba un lugar teórico específico.


 


Desde la perspectiva de la economía política clásica, en la "ley de Say," el equilibrio es el estado natural de la economía; la producción podría crear su propia demanda, y cualquier desequilibrio sólo podía venir de afuera del sistema. La "ley de Say" sólo tendría validez en un sistema de oferta y demanda perfectas, sin la posibilidad de ahorro individual de los capitalistas. Entretanto, los efectos más notables de las innovaciones técnicas fueron la reducción de los costes y el aumento del volumen de producción, pero no necesariamente el aumento de la tasa de ganancia. Siendo la ganancia considerada como una renta de la clase dominante, los factores que la propiciaban adquirían relevancia. Cualquier alteración en los beneficios podría ejercer una gran influencia en los acontecimientos.


Dentro de esa perspectiva, el problema de la tasa de ganancia surgió como el primer elemento teórico causante de las crisis modernas. David Ricardo, representante de los intereses de los industriales frente a los propietarios rurales de Inglaterra durante la Revolución Industrial, intentó explicar el problema a partir de factores externos al sistema industrial, a través de la "ley de rendimientos decrecientes": la ganancia dependería de la proporción de trabajo social requerido para la subsistencia de los trabajadores (la diferencia entre los salarios y el valor del producto) y el coste de producción de los productos en general. La tasa de ganancia dependería de esas dos cantidades. Cualquier cambio en el beneficio sólo podría ser hecho trastocando la proporción entre los salarios y el valor del producto bruto.


 


Como las innovaciones técnicas redujeron los costos de producción, cualquier alteración sólo podría venir del aumento o reducción del costo de los artículos de subsistencia. Para aumentar los beneficios era necesario bajar los salarios, lo cual sólo podría hacerse si los productos de subsistencia también fueran rebajados (principalmente por medio de las importaciones, que perjudican los intereses de los propietarios de la tierra).


 


Más allá de eso, la riqueza para él consistía sólo en valores de uso o, según Marx, "convirtiendo la producción burguesa en mera producción para el valor de uso (…) considera la forma específica de la riqueza burguesa algo puramente formal que no alcanza el contenido del modo de producción. Así también niega las contradicciones de la producción burguesa, las cuales se tornan evidentes en las crisis". La crisis de 1816, considerada la primera crisis industrial, trajo consecuencias a la discusión de los postulados clásicos y para el avance del conocimiento sobre estos fenómenos. Tuvo su centro en el Reino Unido, causada por el fin de las guerras napoleónicas. Durante los conflictos, determinadas ramas industriales, principalmente las ramas ligadas con la fabricación de material bélico y logístico (siderurgia y textiles), experimentaron un gran desarrollo. Sin embargo, con el fin de las hostilidades y la desmovilización subsiguiente, las empresas en estos ramos pasaron a no tener más demanda asegurada. Por otra parte, los exportadores ingleses, que durante el período de conflicto habían acumulado grandes cantidades de productos coloniales, se encontraron después de 1815 en una Europa empobrecida, incapaz de absorber el inventario.


 


Fue apenas el primer caso. En 1816, 1825, 1836, 1847, la economía de los países más industrializados (Inglaterra) y también de otros que pasaban por la revolución industrial, conocieron una serie de accidentes recurrentes, con una frecuencia de aproximadamente diez años. En la segunda mitad del siglo XIX, crisis industriales acontecerán en los países más desarrollados, en 1857, 1865, 1873, 1882-84 y 1890-93. Lo que afectaba la actividad era la sobreproducción y el exceso de productos industriales. También en la agricultura, ya mecanizada, no había escasez, pero sí un exceso de productos invendibles y perecederos.


 


La atención comenzó a fijarse en la crisis. Con la industrialización inglesa se establece la distinción entre empleados y desempleados. El desempleo cíclico ya había golpeado a Inglaterra en el siglo XVIII, pero sólo en el siglo siguiente se tomó conciencia del hecho, calificándolo de "ciclo económico".


 


Si durante cierto período las crisis aparecían como un fenómeno anormal y sin explicación, la concepción cíclica las integraba en un movimiento pendular que afectaba los ritmos económicos. La crisis pasaba a ser "normal", integrada al ciclo; era esto lo que debía ser estudiado en la forma de 'trade cycle' o 'business cycle'. Sismondi y Malthus fueron los primeros en notar las crisis como algo más que un fenómeno coyuntura! Sismondi advirtió, sobre todo, la contradicción fundamental del capitalismo entre valor de uso y valor de cambio: la creciente acumulación "restringe cada vez más el mercado interno, en virtud de la concentración de las riquezas en manos de un pequeño número de propietarios, y la industria cada vez más forzada a procurar salidas para sus productos en los mercados extranjeros, donde los aguardan perturbaciones aún mayores". Malthus criticó a Ricardo, y aceptó, como Sismondi, que las crisis pudiesen ser causadas por factores intrínsecos al capitalismo. De la misma forma, entendía que la producción creciente, junto a la acumulación, no crearía automáticamente su propia demanda, analizando el problema a través del principio de la población, argumentando que la clase obrera sería siempre excesiva en relación con los medios de subsistencia.


 


Según Marx, los estudiosos ingleses mostraron una profunda intuición porque veían en la caída de las ganancias un serio obstáculo para la acumulación. La comprensión de la realidad social, con todo, estaba limitada por las condiciones históricas -sus principales representantes se posicionaban favorablemente por la expansión de la economía burguesa. La producción social poseía también un carácter marcadamente agrario, y era igualmente de gran importancia económica el comercio ultramarino. El capitalismo no había desarrollado su forma económica plena, caracterizada por la producción industrial en gran escala y por la lucha de clases, cada vez más acentuada entre capitalistas y trabajadores. Así, a pesar de dedicar su atención a los antagonismos de intereses de clase, como lo hace conscientemente Ricardo, colocaban en el conflicto de intereses entre capitalistas y terratenientes la contradicción central de la economía capitalista. Los antagonismos de clase -como también la división del trabajo, las clases sociales, el mercado y la acumulación- fueron vistos como una ley natural de la sociedad, no sujetos a determinaciones históricas.


 


Marx cambió el enfoque de la interpretación de los clásicos pasando de la esfera del consumo (la economía política clásica significaba la única producción como la creación de valores de uso) a la esfera de las condiciones de inversión y producción (creación de valores). En el volumen III de El Capital sostiene que "el volumen de las masas de las mercancías producidas por la producción capitalista es establecido por la escala de esa producción y por el imperativo de la expansión continua de ella, y no por una órbita predeterminada de la oferta y la demanda de las necesidades por satisfacer". Con eso, Marx rompió con la noción de equilibrio económico estático resultante de la Ley de Say, que tornaba imposibles las crisis de carácter endógeno, y principalmente las de producción, para él la forma natural de las crisis capitalistas. No sólo eso: Marx estableció también la vinculación de la crisis económica con una revolución política, o, en palabras de Engels (en su introducción a la reedición de Las luchas de clases en Francia, en 1895): "Marx extrajo, con toda claridad, de los mismos hechos, lo que hasta entonces no fuera sino deducido, semi-apriorísticamente, de materiales insuficientes, esto es, que la crisis del comercio mundial, ocurrida en 1847, era la verdadera madre de las revoluciones de febrero y marzo".


 


La crisis de 1848, la primera en influir los trabajos de Marx y Engels, fue en cierto modo la última y tal vez la peor catástrofe económica del Antiguo Régimen. Sin embargo, en ella se encontraban presentes, simultáneamente, elementos del capitalismo moderno. La siguiente crisis se produjo en 1857 y estaba relacionada con el desarrollo de grandes cantidades de oro en circulación en los mercados mundiales, elevada en alrededor de un tercio entre 1848 y 1856, debido al descubrimiento de depósitos minerales en California y Australia. Las tasas de interés sufrirán una fuerte caída, condicionando el movimiento internacional de capitales y mercancías. La crisis comenzó en los Estados Unidos, que había recibido una gran cantidad de población inmigrante y una gran cantidad de capital invertido en la especulación de tierras y ferrocarriles. El primer síntoma de la crisis aparece con la quiebra, en julio de 1857, del banco The Ohio Life Insurance and Trust Company, dedicado a especular en ferrocarriles, causando pánico financiero en la bolsa norteamericana, que se extendió a las bolsas de valores de Europa, y afectó a sectores de la industria siderúrgica y textil, causando desempleo. En 1859 sus efectos se habían reducido, el aumento del desempleo se había detenido y los precios empezaron a subir nuevamente.


 


Las crisis capitalistas tendían a ser mundiales. El locus histórico de la crisis era el mercado mundial, que es la base de existencia del capitalismo aunque éste lo ha precedido históricamente. La lógica del capital es el desarrollo dialéctico (contradictorio) de su génesis histórica. Dice Marx: "No hay duda de que las grandes revoluciones de los siglos XVI y XVII, así como los descubrimientos geográficos y sus consecuencias sobre el comercio y el desarrollo del mercado de capitales, constituyen un factor que aceleró el paso del modo de producción feudal al capitalista… La base de este último es el propio mercado mundial. Por otro lado, la necesidad inmanente del capitalismo de producir una escala cada vez mayor requiere de una extensión permanente del mercado mundial, de modo que no es más el comercio que la revolución de la industria, sino todo lo contrario".


 


Del auge a la crisis


 


A partir de la década de 1870, los mecanismos que vinculan los precios agrícolas y la crisis industrial desaparecerán definitivamente. La escasez de alimentos será sustituida por la sobreproducción relativa. Comenzarán así las crisis modernas, ordenadas por su propio ritmo cíclico interno. Aunque cada crisis tiene características específicas, de modo general ellas se hacían notar por la contracción brutal de la economía, por la dificultad de la eliminación de la producción industrial, por la caída de los precios, las quiebras de muchas empresas, la quiebra del mercado de valores, el desempleo y la reducción de los salarios; en definitiva, las tensiones sociales.


 


En el siglo XIX, la mundialización del capital fue ampliando el alcance y la profundidad de las crisis comerciales y financieras. La crisis económica iniciada en 1873, con el crack de la Bolsa de Viena, alcanzó dimensiones mundiales para llegar a la economía inglesa, centro indiscutido del capitalismo mundial. De inmediato, el crack "austriaco" fue seguido por quiebras bancarias en Austria y luego en Alemania; la industria pesada alemana acababa de conocer, debido al esfuerzo provocado por la guerra franco-prusiana (con la construcción de vías férreas y barcos), un fuerte crecimiento, que se atascó con la elevación de los costos y la caída de rentabilidad; la producción de hierro fundido cayó un 21% en 1874, y su precio tuvo una caída del 37%. El desempleo provocó el regreso de muchos nuevos trabajadores industriales al campo.


 


Luego de 22 años de prosperidad (con algunas interrupciones) entre 1851 y 1873, el capitalismo conoció una crisis de grandes proporciones, su primer crisis contemporánea, que originó una larga depresión, hasta 1895. Para Maurice Dobb, "lo que fue conocido como la Gran Depresión, iniciada en 1873, interrumpida por saltos de recuperación en 1880 y 1888, y continuada hasta mediados de la década de 1890, se convirtió en una línea divisoria entre dos etapas del capitalismo: una etapa inicial y vigorosa, próspera y llena de optimismo aventurero, y más tarde otra apocada, vacilante y, algunos dirían, mostrando ya las marcas de la senilidad y decadencia".


 


La crisis en su inicio fue financiera y estalló en Viena, con la caída de la bolsa de valores, seguirá con quiebras de los bancos de financiamiento austriacos, alemanes y norteamericanos. En los Estados Unidos, la depresión se relacionará con la especulación ferroviaria. La aparición simultánea de dificultades, tanto de un lado como del otro del Canal de la Mancha y del Atlántico, ilustra la integración de las economías industriales en materia comercial, y más profundamente traducida a los movimientos de capitales.


 


En 1873, la crisis no tiene, en principio, un carácter agudo en Gran Bretaña, pero en tanto la prosperidad industrial se interrumpe en ese país se inicia un largo período de depresión. El número de quiebras aumentó constantemente en Inglaterra. En 1878 muchos grandes establecimientos bancarios decretaron la suspensión de pagos; las quiebras bancarias, en lugar de preceder a la crisis industrial, se produjeron en el transcurso de la depresión. Los precios cayeron, las exportaciones inglesas se redujeron en un 25% entre 1872 y 1879, y el desempleo aumentó en una forma sin precedentes en el país pionero de la Revolución Industrial.


 


La rentabilidad cayó abruptamente. La realización del valor producido por cada empresa se tornó más difícil, la competencia era feroz, la situación de las empresas se volvía cada vez más precaria. Así, cualquier cosa podía desencadenar en crisis: un rumor en la bolsa, un mercado perdido, una empresa o un banco que interrumpe los pagos, eran suficientes para activar un engranaje incontrolable. Pero la "chispa" apenas dejaba entrever un fenómeno profundo, determinado por la sobreproducción y por la caída tendencial de la tasa de ganancia. En palabras de Marx, en el Libro III de El Capital, la acumulación, la sobreproducción y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia son dos caras de una moneda: la "caída de la tasa de ganancia y la aceleración en la acumulación son sólo expresiones diferentes de un mismo proceso, ambos indican el desarrollo de las fuerzas productivas. La acumulación acelera la caída de la tasa de ganancia, causando la concentración de trabajo en gran escala y, en consecuencia, una composición mayor de capital. Por otro lado, la disminución de la tasa de ganancia acelera la concentración de capital, su centralización mediante la expropiación de los pequeños capitalistas, de los productores directos sobrevivientes que conservan algo para ser expropiado. La acumulación como masa se acelera, mientras que la tasa de acumulación disminuye junto a la tasa de ganancia".


 


Se desarrolló una nueva era tecnológica, determinada por las nuevas ramas industriales. Surgirán nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo, turbinas, motores de combustión), una nueva maquinaria basada en nuevos materiales (hierro, aleaciones, metales no ferrosos), y las industrias sustentadas en las nuevas ciencias, como la química orgánica. También en una época de mercado de consumo doméstico, iniciado en los Estados Unidos y desarrollado por el aumento de los ingresos de las masas trabajadoras, impulsado por el crecimiento sustancial de la población en los países desarrollados. De 1870 a 1910, la población de Europa creció de 290 a 435 millones, en Estados Unidos de 38,5 a 92 millones. Llegó el período de producción en masa, incluidos algunos bienes de consumo duraderos.


 


La "depresión del comercio" fue, ciertamente, universal. Sin embargo la producción mundial, lejos de estancarse, continuó en aumento entre 1870 y 1890. El crecimiento del comercio internacional continuó siendo impresionante, aunque ahora con tasas menos vertiginosas que antes. Fue precisamente en esas décadas que las economías industriales estadounidense y alemana avanzaron a pasos agigantados, y la revolución industrial se extendió a otros países, como Suecia y Rusia. Muchos de los países ultramarinos recientemente integrados a la economía mundial conocerán un salto en su desarrollo. En palabras de Hobsbawm, "lo que estaba en cuestión no era la producción, sino su rentabilidad".


 


La era liberal había sido la del monopolio industrial inglés, dentro del cual las ganancias están garantizadas por la competencia de las pequeñas y medianas empresas. La era "post-liberal" se caracterizó por una competencia internacional entre las economías industriales nacionales rivales (la inglesa, la alemana, la norteamericana); una competencia feroz por las dificultades que las empresas enfrentaban dentro de cada uno de estos países (en el período de la depresión) para obtener ganancias adecuadas. La competencia dio lugar a la concentración económica y al control del mercado. Todo esto reforzaba las crecientes rivalidades


políticas, fundiéndose en la lucha por territorios y la caza de "esferas de influencia", que fue llamada imperialismo.


 


La nueva estructura de organización económica fue, después, denominada "capitalismo monopolista". La crisis abrió espacio para la monopolización creciente de las economías nacionales, y permitió la intensificación de la expansión imperialista, afilando la tensión entre las principales potencias capitalistas. Los límites del liberalismo económico aparecerán definitivamente. La teoría del laissezfaire triunfó en tanto perduraron las condiciones históricas favorables a la adopción de una política y una economía liberales. En Gran Bretaña de mediados del siglo XIX, más que cualquier otro país del mundo, estas condiciones estarán presentes, hasta que la gran depresión de 1873-1896 los golpeó, como había alcanzado a todos los países o colonias integrantes del sistema económico capitalista. La expansión geográfica del capital y la exploración de los mercados extranjeros que da inicio al imperialismo capitalista, fue, para Europa, la solución a la crisis.


 


El neo-colonialismo


 


Más allá de una tendencia al proteccionismo económico (con la excepción importante de Gran Bretaña) se desarrolló una nueva suerte de conquista colonial, en dirección de Asia y África. La conexión entre estos fenómenos tomó algún tiempo para establecerse. En la década de 1890, Friedrich Engels, en el prólogo de la primera edición de los volúmenes II y III de El Capital, trató de situarlo en el contexto del desarrollo histórico general del capitalismo: "La colonización es hoy una efectiva filial de la Bolsa, el interés por el cual las potencias europeas parten al África, es entregarla enteramente a sus empresas". Es decir, no era una colonización como las anteriores. El ritmo de expansión (560 mil km2 por año) tampoco tenía precedente.


 


La base del proceso fue la madurez del capitalismo metropolitano. En el siglo XIX, el capitalismo se convirtió en el modo de producción dominante, destruyendo formas pre-capitalistas en varios países europeos de modo desigual. La depresión de 1873-1895 no fue una caída, pero sí una desaceleración. El capital penetró también en los países con escaso desarrollo industrial, conservando su soberanía nacional (la ya mencionada Rusia, o la mayoría de América Latina), sino también otras regiones -Asia y África, sobre todo- que se convertirán en colonias. Por último, penetraron en territorios vacíos, o vaciados por medio de genocidios, en las Américas. Sobre la base del desarrollo del comercio mundial (cuyo volumen se multiplicó por diez entre 1848 y 1914) el movimiento fue desigual y contradictorio: en los países adelantados la industria avanzó, especialmente la pesada; los países se urbanizan, la renta nacional progresa, así como el porcentaje de los trabajadores industriales. En otros países la "modernización" llegó a un ritmo más lento, y en algunos casos con estancamiento e incluso regresión. El violento movimiento de re-colonización del planeta permitió al capitalismo (europeo, principalmente) salir de la Gran Depresión. Pero el "remedio" ampliaba las contradicciones a escala inédita.


 


Para Bujarin, el imperialismo era "la reproducción ampliada de la competencia capitalista". Al comenzar el siglo XX, más de la mitad de la superficie terrestre, y más de un tercio de la población mundial, se encontraba en las colonias. El 56% de la superficie estaba colonizada por potencias cuya superficie apenas superaba el 12% total de las tierras emergidas, esto pese a que las potencias incluyen dos naciones de dimensiones continentales (Estados Unidos y Rusia). En los territorios directamente colonizados habitaba más del 34% de la población de la tierra, sin incluir la de las llamadas semicolonias (China, Argentina o Brasil, por ejemplo).


 


Las bases económicas del imperialismo


 


Dentro de Europa, el antiguo monopolio industrial de Inglaterra se debilitó en el último cuarto del siglo XIX, ya que otros países metropolitanos, por medio de las políticas arancelarias proteccionistas, se habían transformado en Estados capitalistas independientes que competían exitosamente con Inglaterra en las ramas de producción más importantes. En los albores del siglo XX asistimos también a la formación de asociaciones monopolistas de capitalistas en todos los países de capitalismo desarrollado; y al creciente monopolio mundial de unos pocos países ricos, en los cuales la acumulación de capital alcanzará proporciones gigantescas.


Se constituye un "enorme excedente de capital" en los países avanzados. En un famoso folleto, publicado en 1916, Lenin resumió: "Lo que caracteriza el viejo capitalismo, el cual dominaba plenamente la libre competencia, fue la exportación de mercancías. Lo que caracteriza al capitalismo moderno, donde impera el monopolio, es la exportación de capital". Entre 1848 y 1875, las exportaciones (de mercancías) europeas se habían más que cuadruplicado, mientras entre 1875 y 1914 sólo se duplicarán.


 


El capitalismo genera un "exceso de ahorro", las oportunidades de inversión eran más raras en los países capitalistas. La alternativa de invertir en el extranjero, donde la tasa de ganancia del capital era mayor, era lo "mejor" para los capitales excedentes en las metrópolis, para invertir en espacios económicos vacíos con mano de obra y materias primas baratas y en abundancia. Marx llegará a la conclusión de que se producía un movimiento de capitales desde los países más adelantados hacia los más atrasados, en la búsqueda de mayores tasas de beneficio. Se generaba una tasa de beneficio medio internacional, en el que las tasas de ganancia de los países ricos están por debajo de la media internacional y la de los pobres por encima, de lo que era la base de los superbeneficios de los monopolios.


 


Según Lenin, el capital monopolista expresaba las leyes básicas del movimiento del capital en condiciones históricas específicas: "Este cambio se debe al desarrollo, expansión y ampliación de las tendencias más profundas y esenciales del capitalismo y de la producción de mercancías en general. El intercambio comercial crece, aumenta la producción. Estas marcadas tendencias fueron observadas a lo largo de los siglos en todo el mundo. Pero, en cierto nivel de desarrollo del intercambio, en un cierto grado de desarrollo de la gran producción, el movimiento del comercio determinó una internacionalización de las relaciones económicas y de capital; la gran producción adquirió tales proporciones que los monopolios sustituyeron a la libre competencia". La tendencia de los movimientos de capitales fue definida por la diferencia en la tasa de ganancia de región a región, de país a país. Hasta que, finalmente, la división económica y política del mundo se completó, incluyendo las últimas zonas no ocupadas. Entonces comenzó la lucha por la redistribución entre las asociaciones monopolistas y sus Estados, en busca de nuevos mercados y fuentes de materias primas: "Las etapas de reparto pacífico fueron sucedidas por el impasse en que no hay nada que distribuir. Los monopolios y sus Estados proceden entonces a una repartición por la fuerza. Las guerras mundiales inter-imperialistas se transformarán en un componente orgánico del imperialismo".


 


Para que eso suceda, fue necesaria una fusión inédita entre el capital (monopolista), el interés privado y el Estado, supuesto representante del interés público, subordinando el segundo al primero, transformando cualitativamente la función del Estado en un proceso en que la apariencia invertía la esencia, pues se manifestaba como la "estatización de la vida social": el Estado absorbiendo las funciones antiguamente desempeñadas de modo independiente por la "sociedad civil", se transformó en un monstruo multitentacular, proceso que fue estudiado por Nikolai Bujarin en Elimperialismoy la economía mundial (donde el teórico bolchevique utiliza la imagen del "nuevo Leviatán" para referirse al Estado imperialista).


 


El monopolio industrial cambió la composición y la organización de la clase obrera, así como su composición política. La organización del movimiento obrero acompañó, rápida pero tardíamente, la concentración económica. Los sindicatos formados en la expansión de finales de la década de 1880 reclutarán a los trabajadores de todos los niveles de cualificación, y adoptarán muchas formas de organización. Muchos sindicatos se fusionaron para formar "sindicatos gigantes" (dos de los cuales incluirán alrededor de una cuarta parte del total de miembros de los sindicatos británicos). La clase obrera se transformó en una fuerza social incontenible, en una manera sin precedentes. La política en las metrópolis capitalistas cambiaría definitivamente debido a este hecho.


 


Fue en el apogeo del imperialismo británico que surgió en Inglaterra, antes que en Europa continental, el primer movimiento reformista de políticos socialistas, a saber: el abandono de la vía revolucionaria para oponerse a la explotación capitalista. El gradualismo reformista de la "Fabian Society", por ejemplo, se contraponía explícitamente al socialismo revolucionario marxista. Los fabianos participarán en numerosas luchas por la mejora material y moral de la clase obrera. Pero harán esto apoyando explícitamente la política imperialista de Inglaterra, que era, supuestamente, benéfica a la economía inglesa en su conjunto y, por lo tanto, también para las clases populares. Junto con los trade-unions (sindicatos), la Fabian Society fue un punto de apoyo para la creación del Labour Party en 1906.


 


Inglaterra no pudo, durante el período de auge económico de 18901914, responder al desafío de la "segunda revolución industrial". Su industria estaba vinculada con los viejos productos, no con los nuevos. En el mismo período, el sistema financiero se desarrolló de forma similar al industrial y comercial. Inglaterra perdió importancia en relación con el período 1870-90, en que Londres dominaba absolutamente los mercados financieros; París había desaparecido, y Berlín no era todavía un candidato para centro financiero internacional. Nueva York, capital financiera de los países deudores, todavía estaba poco desarrollada en ese sentido.


En los veinte años siguientes, al contrario, las grandes instituciones se desarrollarán en los principales países europeos y en los Estados Unidos. El sistema oro se extendió a todas las naciones. En esos años asistimos a la transformación de un sistema monetario internacional basado en la certeza de la paz, por otro que expresó la esperanza de la explosión de una guerra de dimensiones mundiales.


 


Debates teóricos


 


En ausencia de una teoría marxista general sobre la época, ya que no faltaban autores liberales como Hobson, la tarea correspondió a Rudolf Hilferding. El la formuló en su Capital financiero, de 1910, donde analizó de modo pionero la nueva figura del capital, resultante de la fusión entre el capital bancario y el capital industrial. Respecto de la crisis, Hilferding sustentó la idea de que, si se produce en las proporciones correctas, la producción podría crecer indefinidamente sin que ello conduzca a una sobreproducción de mercancías. Las crisis no podrían explicarse por subconsumo. Hilferding atribuye especial importancia a los movimientos acumulativos como a los efectos de los desequilibrios parciales de los diferentes cambios de precios, los momentos de atraso y los factores institucionales. Observó, por ejemplo, el efecto de aumentos irregulares de la oferta, los cuales deben ser atribuidos a largos plazos de maduración de las inversiones, y que multiplican, a su vez, el peligro de inversiones exageradas cuanto más dure el desequilibrio entre la oferta y la demanda. Ya había, en la obra de Marx (en la teoría sobre la plusvalía) fragmentos claros que vinculaban la sobreproducción con el consumo: "El excedente se deriva precisamente del hecho de que la persona promedio no puede consumir más que una cantidad media de los medios de subsistencia; ya que su consumo no crece en proporción a la productividad del trabajo". La demanda de un "equilibrio dinámico" del capitalismo a partir de los esquemas de reproducción de Marx no se justificaba teóricamente, sin embargo, a partir de ellos.


 


La Gran Depresión reposicionó el problema del estatuto teórico de la crisis en la teoría económica. Para Fritz Sternberg, "en el capitalismo, el problema de la


reproducción en escala ampliada no puede separarse del fenómeno de la crisis. Es evidente que la crisis hace su aparición como resultado de la reproducción ampliada. Cuando tiene lugar la reproducción simple -como ocurrió durante siglos en estamentos económicos precapitalistas (tanto en Egipto como en la India, China y Europa en la Edad Media)- quiere decir, cuando el plustrabajo es absorbido por el consumo personal de la clase de los señores, la crisis, que es específica del capitalismo, resulta imposible. Cuando se producían desequilibrios en el proceso económico, éstos se originaban en factores extra-económicos".


 


Entre tanto, en medio del auge económico producido por la consolidación del imperialismo, M. J. Tugan Baranowsky sostuvo que: 1) El sistema capitalista no se enfrentaba a problemas de realización y que, por lo tanto, podía reproducirse de manera ampliada de modo indefinido; 2) Puesto que no existían problemas de realización, las crisis y los desequilibrios debían ser interpretados como simples "desproporciones"; 3) Si el sistema se desarrollase, debían ser consideradas falsas las otras teorías de la crisis que Tugan creía reconocer en la obra de Marx; a saber, la teoría de la caída tendencial de la tasa de ganancia y la teoría del sub-consumo. Aunque muy criticado, Tugan tuvo una influencia decisiva en toda una generación de economistas marxistas, al deducir el equilibrio tendencial del capitalismo de modificar los esquemas de reproducción ampliada de Marx. La posición de Tugan encontraría partidarios incluso muchos años después.


 


Para Otto Bauer, sólo la anarquía de la producción (la ausencia de un plan) sería responsable por las crisis. En Kapitalismus und Sozialismus nach dem Weltkrieg, de 1931, escribió: "Ninguna profundización de las investigaciones sobre la situación, de los análisis de mercado, la planificación dentro de cada fábrica, puede detener esa fuente, de la que emana una gran cantidad de elementos antieconómicos; al menos en cuanto la propia sociedad no dirige sus aparatos productivos, y no regula su renovación y ampliación con base en un plano social, uniformemente repartido para cada año y proporcionalmente redistribuido a cada una de las ramas de producción". Años más tarde, en Zwischen Zwei Weltkrieg, de 1936, vincularía la caída de la tasa de ganancia con la tasa de plusvalía: "Cuando la tasa de plusvalía ya no aumenta, o no aumenta lo suficientemente rápido como para compensar el incremento de la composición orgánica del capital, comienza a descender la tasa social de beneficio. Tan pronto como los capitalistas descubren que la tasa de ganancia desciende, los dividendos de las empresas por acciones comienzan a caer, se presenta el desastre financiero. La crisis es verificada apenas cuando comienza a descender la tasa de ganancia, luego ella tiene que descender debido a que el aumento de la composición orgánica del capital no puede ser ya compensado por el aumento de plusvalía".


 


Para la economista polaca Natalie Moskowska, más radical en ese punto de vista, en Das Marxzche System, de 1929, la caída tendencial de la tasa de ganancia simplemente no existía. Pero, independientemente de citas aisladas, la estructura interna de la argumentación de Marx sobre las crisis se refería a la caída de la tasa de ganancia, que a su vez deriva de las contradicciones de la reproducción del capital. Lo máximo que sería posible decir en este plano, es que la economía capitalista está en equilibrio cuando la producción de bienes de producción causa una demanda de bienes de consumo igual a la demanda de bienes de producción, causada por la producción de bienes de consumo, lo que tiene un valor puramente lógico.


 


En los artículos de Die Neue Zeit, de 1901-1902, Karl Kautsky, máximo ideólogo de la Internacional Socialista tras la muerte de Engels, atacó las teorías de Tugan-Baranowsky, sin atacar, sin embargo, la "teoría de la desproporcionalidad" (como causa fundamental de las crisis). Este autor señaló que toda la producción tiene como objetivo final la producción de bienes de consumo. El equilibrio, en sí mismo, carecía de significado práctico, ya que "los capitalistas y los trabajadores que explotan, proporcionan, con el crecimiento de la riqueza de los primeros y del número de los segundos, lo que constituye ciertamente un mercado para los medios de consumo producidos por la industria capitalista; el mercado crece, sin embargo, menos rápidamente que la acumulación de capital y el aumento de la productividad del trabajo. La industria capitalista debe, por lo tanto, procurar un mercado adicional fuera de su dominio en las naciones no capitalistas y en los grupos de población en la misma situación. Encuentra tal mercado y se expande cada vez más, pero no con la velocidad necesaria… De esa forma, cada período de prosperidad, que sigue a una significativa ampliación del mercado está destinado a una vida breve, y la crisis se convierte en un fin necesario".


 


Llegaría, entonces, una época en que "la sobreproducción será crónica para todas las naciones industriales. Incluso entonces, los altibajos de la vida económica son posibles y probables; una serie de revoluciones técnicas, que desvalorizan la masa de los medios de producción existentes exigen la creación a gran escala de nuevos medios de producción, el descubrimiento de nuevos yacimientos ricos en oro, etc. Incluso pueden, por un tiempo estimular el ritmo de los negocios. Pero la producción capitalista requiere una expansión ininterrumpida, rápida, para que el desempleo y la pobreza de los trabajadores, por una parte, y la inseguridad del pequeño capitalista, por el otro, no lleguen a una tensión extrema. La existencia continua de la producción capitalista perdura incluso en ese estado de depresión crónica, pero se vuelve completamente intolerable para la masa de la población; ésta es forzada a procurar una salida a la miseria general, y sólo puede encontrarla en el socialismo". Esbozada esta teoría de una "depresión crónica" como futuro del capital, Kautsky no fue más allá.


 


Imperios en colisión


 


La principal consecuencia del imperialismo fue intensificar los conflictos entre las potencias europeas. Hasta 1870, la única potencia realmente mundial era Inglaterra, que poseía un imperio que comenzó a formarse en el siglo XVII, con una marina cada vez más eficiente, y una política económica liberal a partir de mediados del siglo XVIII. La condición histórica que diferenciaba al país era que la burguesía había hecho una revolución victoriosa, que le permitió crear condiciones institucionales favorables. Después de las revoluciones del siglo XVII, Inglaterra se consolidó como un imperio colonial.


 


Desde 1870, cuando Italia y Alemania concluían su unificación nacional, la competencia internacional y las relaciones entre los países se tornaron más complejos. Surgirán grandes bloques de poder. Los Estados, llevados a una concurrencia política creciente con los vecinos, establecerán alianzas para evitar el aislamiento. La primera alianza internacional fue la austro-alemana de 1879, que se transformó en la Triple Alianza en 1882, con el ingreso de Italia. Francia, aislada, buscó sus propios aliados: primero Rusia, con la que firmó una alianza en 1894, y en seguida, en 1904, Gran Bretaña. Finalmente, el acuerdo anglo-ruso de 1907 hizo surgir la Entente Cordiale. Los bloques beligerantes de la Primera Guerra Mundial estaban ya formados.


 


Las potencias llegadas tardíamente en la carrera colonial enfatizarán, política e ideológicamente, la idea de su superioridad nacional. En 1894 se creó la Liga Pan-germánica (All-Deutscher Verband). Comenzó por reivindicar los territorios en que se hablaba alemán, o un dialecto germánico: teoría de la Muttersprache (lengua materna) y, después, de los territorios que en el pasado habían sido "alemanes" (teoría de la "Gran Alemania"). Ya se manifestaba también la teoría de la raza selecta.


 


Los conflictos inter-imperialistas no se limitarán a las potencias coloniales dominantes. La principal rivalidad anglo-francesa ocurrió en Indochina. Los ingleses buscaban asegurar su imperio en la India, avanzaron al este (Birmania), y a Malasia, al norte. Los franceses, intentando llegar a China, ocuparon sucesivamente Camboya, Cochinchina, el Golfo de Tonquin y Laos; a medida que se instalaban, sus intereses se fijaron en la exploración de recursos naturales: minerales, carbón, seda, arroz, etc. Los rivales se enfrentaron en Siam (Tailandia), disputa resuelta por los acuerdos de 1896 y 1907 que establecieron áreas de influencia en la región.


 


La rivalidad anglo-rusa, a su vez, había sido una constante en la cuestión relativa al Imperio Otomano. Esa rivalidad se reflejó en Asia, debido a la decisión de Rusia de expandirse al Asia Central (Turquestán) en la década de 1880, aproximándose así a las fronteras de la India, principal colonia inglesa. En respuesta, Inglaterra impuso un cuasi protectorado sobre Afganistán, que se constituyó así en un Estado tapón entre dos potencias. La tensión llevó a la inminencia de una guerra anglo-rusa, provisoriamente sofocada.


 


La rivalidad ruso-japonesa por la supremacía en el Pacífico eclosionó en la guerra de 1905, ganada por Japón. La guerra concluyó con el tratado de Portsmouth (New Hampshire, Estados Unidos), el 5 de agosto de 1905. Los Estados Unidos inauguraron, con la mediación del presidente Theodore Roosevelt, su ascenso como potencia con aspiraciones mundiales. En su intervención en la guerra hispano-americana (1898), con la ocupación de las Filipinas, en la represión de los Boxer en China (1902), y en su arbitraje en el conflicto ruso-japonés, se diseñaban las bases del imperialismo norteamericano. La victoria sobre Rusia permitió a Japón, a su vez, ascender a la categoría de potencia mundial: su gobierno invirtió en la industria militar, el imperialismo japonés se desenvolvió aún más.


 


En Europa, desde Alemania, Francia agitaba la cuestión de Alsacia- Lorena preparando a su opinión pública para una guerra (el trasfondo fue una disputa franco-germánica por el norte de África). Inglaterra, principal potencia colonial, pretendía mantener el statu quo, apareciendo como defensor de la paz (británica). Rusia abogaba por una cuestión nacional, con un ojo en el inminente desmembramiento del obsoleto Imperio Otomano. Italia, potencia menor, reivindicaba territorios del decadente imperio de los Habsburgo (austríaco), y algunos despojos del propio Imperio Otomano (la Entente le ofreció Trentino, Trieste y Valonia).


 


La tendencia a la guerra mundial no era, por lo tanto, más aleatoria que la propia crisis económica. La contradicción entre el desenvolvimiento mundial de las fuerzas productivas capitalistas y el estrecho marco de los Estados nacionales era la forma en que la crisis capitalista asumía dimensiones mundiales. La guerra "europea" sería, por lo tanto, la primera guerra mundial. La tendencia básica de la crisis del capital (la sobreproducción de mercancías y de capital) tiende a ser equilibrada por la exportación de capital: con el entrelazamiento creciente entre monopolios y Estado, la competencia capitalista, en el plano mundial, se transformaba en una competencia entre Estados y en su consecuencia lógica: la guerra.


 


Cuando la guerra de hecho estalló, no era por lo tanto en terreno virgen que Lenin afirmaría: "La guerra europea, preparada durante decenas de años por los gobiernos y los partidos burgueses de todos los países, reventó. El crecimiento de los armamentos, la intensificación de la lucha por los mercados, en la actual fase de desarrollo imperialista de los países capitalistas avanzados, los intereses dinásticos de las monarquías más atrasadas -de Europa Oriental- tenían que, inevitablemente, conducir a la guerra, y dirigirla. Apoderarse de territorios, y subyugar a las naciones extranjeras, arruinar la nación competidora, robar sus riquezas, desviar la atención de las masas trabajadoras de las crisis políticas internas de Rusia, de Alemania, de Inglaterra y de otros países, dividir y engañar a los trabajadores con la mentira nacionalista, diezmar a su vanguardia para debilitar al movimiento revolucionario del proletariado; tal es el único contenido real, o verdadero significado de la guerra actual. La burguesía alemana se encuentra a la cabeza de un grupo de naciones beligerantes. Engaña a la clase obrera y a las masas laboriosas, asegurando que hacer la guerra para defender la patria, la libertad y la cultura, para liberar los pueblos oprimidos por el zarismo, para destruir al zarismo reaccionario". La guerra mundial sólo podría ser entendida como revuelta de las fuerzas productivas sociales contra el marco, vuelto históricamente estrecho, de las relaciones capitalistas de producción y de los Estados nacionales, que abría la era histórica de la revolución socialista.


 


 


Este libro se terminó de imprimir en abril de 2010 en Impresora Balbi SA, Av. Crisólogo Larralde 5820, Wilde Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina


 

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