1955/1969: Las crisis políticas y la izquierda

 

La derrota del gobierno “nacional y popular” ha abierto una transición política que reúne características que ya han estado presentes en crisis históricas pasadas. En todas ellas, la izquierda del momento desarrolló estrategias definidas que reforzaron salidas sociales y políticas contrarias a los intereses del proletariado, tanto los históricos como los inmediatos. Se trata ahora de que la historia no se repita.

Cuando el peronismo se retiró sin lucha (y antes)

En 1955, la Libertadora desalojaba al peronismo del poder. Se abrió en ese momento un período de lucha de la clase obrera que se desplegaría con particular fuerza en el período 1955/59. Huelgas, trabajo a reglamento, recuperación de comisiones internas. Este vivo proceso de intervención de la clase obrera no debe confundirse con la acción petardista —alentada por Perón en nombre de la “resistencia civil” y ejecutada por comandos asociados a la vieja burocracia sindical. En este período histórico se produjo también una deliberación política, en particular en la izquierda. Más precisamente, en la década que va hasta el 69 hubo una reconfiguración política que se hizo visible en el Cordobazo.

Los investigadores tienden a dar importancia al proceso de luchas obreras, pero muy poco al proceso político de búsqueda de una alternativa política del activismo. Durante el período de resistencia obrera a la Libertadora, dice un analista, “pudo haber habido influencia sindical (de la izquierda), pero no hubo superación del peronismo” ¿Podía haberla? “La gente acompañaba la lucha contra la burocracia (y hasta cierto punto) pero el paso político hacia el socialismo no se daba”, contesta1 (negrita nuestra). Para otro investigador, durante la llamada Resistencia Peronista “la relación entre los trabajadores y el peronismo se consolidó notablemente” y aunque el peronismo no fuese un partido obrero con un programa anticapitalista actuó “estrechamente unido a las reivindicaciones y avatares inmediatas de la clase obrera. subordinándose su ala política a su ala sindical”, y al punto de parir “un nuevo activismo sindical, el de la línea dura, que no hizo de los pactos con el régimen militar el eje de la política; las 62 organizaciones, con base en el proletariado industrial, fue su máxima expresión”.2

Esta línea de análisis no explica, sin embargo, un dato fáctico que esos mismos analistas reconocen: que en aquel período los grupos trotskistas existentes tuvieron un período de crecimiento, para algunos, notable; o sea, la existencia de una oportunidad política para la izquierda revolucionaria en el período.

El punto es ¿con qué preparación política llegó la izquierda a la retirada sin lucha del peronismo en el ’55 y como actuó luego, en ese período 1955/65 que constituyó un corte histórico en la historia de la izquierda argentina?

¿Cómo llegó la izquierda al ’55?

Es sabido que el Partido Comunista y el Partido Socialista actuaron como furgones de cola de la Unión Democrática y el imperialismo yanqui, al punto que constituyeron la izquierda gorila por excelencia desde 1945 hasta la Libertadora, por lo menos. Por fuera de esos partidos actuaban dos corrientes trotskistas: el Grupo Cuarta Internacional (GCI), luego Partido Obrero Revolucionario trotskista (POR (T), desde 1954), dirigido por J. Posadas; y el Grupo Obrero Marxista (GOM), luego Partido Obrero Revolucionario (POR, desde 1948), conducido por Nahuel Moreno. En otro orden estaba la revista Octubre, dirigida por Jorge Abelardo Ramos, de temprana disolución política en el peronismo; y el grupo Frente Obrero, la Unión Obrera Revolucionaria,3 que se disolvió en 1951.

Esos incipientes grupos trotskistas se alinearon en torno a las dos variantes planteadas en la crisis del ’45. El GCI sostuvo que “Perón se apoya en las masas y para nada sobre la policía y el Ejército”. A la inversa, según Moreno (POR), el 17 de octubre “fue una movilización fabricada y dirigida por la policía y los militares, y nada más”, una posición que sostuvo hasta bien entrado 1949.4 Es decir, Moreno debutó políticamente enfrentando al peronismo y, consecuentemente, llamó a votar en 1948 y 1951 al PC y al PS.

El GCI (Posadas) sostuvo desde 1950 la consigna de Partido Obrero basado en los sindicatos, dirigidos por una burocracia sindical estatizada. Llamaba a la ruptura de esa dirección sindical con el Partido Peronista para hacer de la CGT un partido obrero, aunque era una dirección cooptada por el Estado. El GCI consideraba que la victoria de los nacionalistas revelaba “la conciencia política que el proletariado latinoamericano está demostrando, sobre todo después del final de la Segunda Guerra”.5

Aún antes de esa experiencia, la izquierda trotskista orientada por Nahuel Moreno desenvolvió su confianza en que el proceso objetivo se ocuparía de abrir una brecha entre la burocracia sindical y Perón y, por ese atajo, lograr la construcción de un partido obrero de masas y consumar la independencia política de los trabajadores. El primer banco de experiencia fue el Partido Laborista de 1945, considerado por esta corriente “la mayor posibilidad que tuvieron los trabajadores de organizarse en forma independiente”.6 La historia no deja mentir: el Partido Laborista no fue más que un aparato de subordinación de un ala de la burocracia sindical —en gran parte proveniente del Partido Socialista— integrada al bonapartismo militar. No una expresión de independencia política sino de sometimiento al nacionalismo burgués. Le sirvió a Perón como herramienta electoral en 1946 y pudo disolverlo sin costo político alguno tres meses después de la victoria en los comicios de ese año.

En el ingreso a la fase crítica de su segundo gobierno, Perón buscó ampliar las bases políticas del régimen e intervino activamente, entre otras iniciativas, en la escisión del Partido Socialista. En febrero de 1952 se reunió con Enrique Dickman, uno de los dirigentes históricos del PS, que pasó a colaborar activamente con el gobierno —un año después va a encabezar una misión “socialista” a Chile para preparar un inminente viaje de Perón. La Justicia, férreamente controlada por el régimen, otorgó a esta fracción varios activos del PS y el derecho a utilizar la palabra “socialista”, que dejó de ser monopolio del viejo tronco partidario. Así nació el Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN) cuya orientación era rabiosamente oficialista —las ediciones mensuales de La Vanguardia son un testimonio inapelable, al punto que saludó la evolución (entreguista) de la política petrolera del peronismo ¿Quiénes formaron el PSRN, fuera del núcleo socialista originario? El POR, además de militantes provenientes del extinguido PORS (Esteban Rey, Enrique Rivera) y un paso fugaz de Abelardo Ramos. Para llegar a esta instancia, sin ocultar que el PSRN era “una tendencia del movimiento peronista”, el POR giró 180° en 1953/54, y pasó a apoyar al peronismo: “Nos consideramos parte de hecho del frente único antiyanqui que fue el peronismo”,7 lo que abriría todo un ciclo de seguidismo. Moreno pasa de considerar al peronismo “un movimiento reaccionario de derecha” a un frente único antiimperialista y a integrarse en él a través de una tendencia que se asumirá peronista. Moreno explicará su ingreso en el PSRN en función de la “construcción de un partido centrista legal”; sabemos conscientemente que esa organización es lo opuesto de una proletaria bolchevique”.8 El POR se disolverá en la Federación Bonaerense de ese partido y editará un periódico propio, La Verdad.

El PSRN había apoyado la candidatura del almirante Alberto Teisaire como vicepresidente de Perón en 1954, a raíz de la muerte del anterior vice. En las elecciones de ese año, el PSRN obtuvo sólo 22.516 votos, un resultado que sus propios mentores consideraron un fracaso estrepitoso. La dirección del “partido centrista legal” coronó su actuación política sometiéndose absolutamente a la rendición de Perón frente a la Libertadora y la Federación Bonaerense no le fue en zaga: cuando Perón anunció su renuncia en agosto de 1955, la Federación planteó que el gobierno debía pasar “a manos de la clase obrera a través de uno de los senadores de la CGT”.9 La renuncia de Perón era el objetivo del golpe.

A partir de 1957, Palabra Obrera —tal el nombre del grupo orientado por Moreno— resolvió hacer entrismo en el peronismo. Su periódico se declarará órgano del peronismo obrero revolucionario y se colocará “bajo la disciplina del General Perón y del Consejo Superior Justicialista”. Nahuel Moreno justificaría esa política invocando a Marx: “Nuestra innovación fue que por primera vez un grupo marxista hizo entrismo en un partido burgués, si exceptuamos la experiencia de Marx y Engels dentro de la democracia alemana en 1848”.10

Palabra Obrera entró en el peronismo como peronista, mientras Marx y Engels “entraron en calidad de comunistas, considerándose la extrema izquierda de la democracia. Nunca cesaron de criticar, de la manera más violenta, no sólo los errores del partido liberal alemán, sino los de la democracia, tanto que desde los primeros meses perdieron todos los accionistas (del periódico)”.11

Segundo: ¿Cuál es el balance que extrajo Marx de su experiencia? “El problema que surge es saber si el camino escogido por Marx era el más adecuado para la construcción del partido obrero —señala uno de sus mayores biógrafos. Las conclusiones a las que llega en función de crítico de su propia obra demuestran que no.…”.12

Los documentos morenistas sorprenden hasta el día de hoy. En 1960, cinco años después del golpe, Palabra Obrera proclamaba que “el programa de Perón contra el ejército permanente, por las milicias obreras, por las guerrillas en sabotaje, por las expropiaciones y el control obrero de la producción son fuentes programáticas del nacionalismo revolucionario”.13 O “sólo un loco puede discutir el formidable rol que Perón juega dentro de nuestro movimiento. Cuando Palabra Obrera asegura estar bajo la disciplina del General Perón y del Consejo Superior Peronista no hace más que constatar este hecho histórico: la dirección indiscutida, el líder inefable del peronismo es el General Perón”.14

Un balance de la etapa

La totalidad de la izquierda argentina no peronista, con excepción del grupo Praxis, llamó a votar la fórmula presidencial Arturo Frondizi-Alejandro Gómez en 1958, acatando la orden de Perón, mientras un aluvión de más de 600.000 votó en blanco (unos 860.000 si se computan los nulos) en un padrón de poco más de seis millones que repudió aquella orden. El pacto Perón- Frondizi había sido gestionado por John William Cooke. Ceñida al entrismo, Palabra Obrera dijo: “Acatemos la orden de votar a Frondizi, pero críticamente para salvar la unidad del movimiento (peronista), del bloque obrero y de las agrupaciones”, en su edición previa a la elección. En la transición histórica de 1955-60, la izquierda y el trotskismo no se presentaron como alternativa política, fueron furgón de cola del peronismo y de la burguesía.

Sin embargo, en enero de 1959, la ocupación del frigorífico Lisandro de la Torre contra su privatización quebró el pacto Perón- Frondizi, y puso de manifiesto el potencial de desarrollo para una izquierda revolucionaria.

El 1° de noviembre de 1958 había tenido lugar la huelga petrolera iniciado en Mendoza, que planteó el rechazo de los contratos petroleros (Marcelo Alvarado, uno de sus dirigentes, fue el primer militante de Política Obrera en la provincia). La burocracia peronista del Supe la denunció por su carácter político y la levantó a cambio de un puesto en el directorio de YPF Ante la huelga ferroviaria lanzada el 9 de octubre, las agrupaciones peronistas llamaron a carnerear y fueron desobedecidas por las bases. El paro general convocado por la burocracia para el 11 y 12 de diciembre fue levantado ante la promesa de aplicar la ley de Asociaciones Profesionales. En la huelga general por el Lisandro de la Torre, las 62 se acoplaron a la huelga general cuando ésta era un hecho —18 de enero del ’59— y la levantaron cuatro días después junto al MUCS (PC) por su política de compromiso con el gobierno.

La izquierda

A modo de síntesis: mientras el activismo se empeñaba en una lucha que apuntara a la victoria de los trabajadores y, en perspectiva, a colocarlo como un factor político en el cuadro de derrumbe del gobierno desarrollista,15 el peronismo obró como ejecutor del entierro de esa perspectiva. Coronó esta trayectoria con la retirada sin lucha frente a la victoria electoral en 1962. Esta era la corriente a la que hacían seguidismo los grupos trotskistas. La mayoría de las corrientes de la izquierda sostenía que la potencialidad revolucionaria de la clase obrera estaba dentro del peronismo, que el peronismo era, por lo tanto, potencialmente revolucionario y cualquier política revolucionaria debía formularse a partir de este supuesto.

El grupo Praxis combatió el entrismo subsiguiente en el peronismo.16 Llamó a votar en blanco en 1958 contra el pacto Perón-Frondizi. El debate por el retorno de Perón dividió aguas en la política argentina y en la izquierda. En 1956, en la revista Estrategia, Milcíades Peña (en ese momento en Palabra Obrera), sostenía que el retorno de Perón sería el punto de partida de una revolución. Praxis señalaba que Perón sólo retornaría para contener una situación revolucionaria, como ocurriría trece años después. Política Obrera sostuvo esa posición en uno de sus primeros documentos, cuando Perón intentó volver a la Argentina en 1964 (fue bloqueado en Brasil), confirmando que no regresaría porque la burguesía no lo necesitaba. En marzo de 1964 había salido el primer número del periódico Política Obrera.

Una digresión necesaria. La “tesis” según la cual el peronismo reorganizó al movimiento obrero en condiciones de clandestinidad durante el período 1955/59, es una patraña. Nahuel Moreno llegaría al punto de considerar la “resistencia” peronista frente a la Libertadora como “su oposición de clase revolucionaria”.17 El movimiento sindical peronista se reorganizó no en base a su papel en la resistencia real del movimiento obrero sino en función del pacto Perón-Frondizi y la sanción de ley de Asociaciones Profesionales.

Del ’65 al ’68: el laboratorio del clasismo

Una foto de la asunción del general Juan Carlos Onganía como presidente de facto, el 29 de junio de 1966, muestra un escenario de unanimidad política pocas veces visto en la historia argentina. Están presentes representantes de la Sociedad Rural, de CRA, de la UIA, de la CGE —la burguesía “nacional y popular” en la figura de José Ber Gelbard, compañero de ruta del PC, y junto a él los enviados de cámaras empresariales extranjeras. En primera línea y en pleno, la dirección de la CGT. Fuera de la foto y en el exilio de Madrid, Perón declaraba que “el gobierno militar surgido del golpe, ha expresado propósitos muy acordes con los que nosotros venimos propugnando desde hace más de 20 años” y llamaba a “desensillar hasta que aclare”. José Alonso, burócrata de las 62 de Pie, identificadas rabiosamente con Perón, saludaba la llamada Revolución Argentina porque “caía un régimen de comité y se abría la perspectiva de un venturoso proceso argentinista”.18 La unanimidad incluía al peronismo revolucionario, referenciado en esas 62, que guardó silencio junto al resto de sus dirigentes “deseosos de no entorpecer algún posible curso popular”.19

En todo el período posterior a la Revolución Libertadora, la burguesía había sido incapaz de integrar al peronismo a un régimen político parlamentario estable. Política Obrera caracterizó el golpe como “una síntesis reaccionaria del peronismo y la Libertadora”. Del gobierno peronista tomó la tendencia a estatizar y controlar el movimiento sindical, pero dejó de lado todo tipo de concesiones a la clase obrera y más aún, buscó liquidar las conquistas vigentes. De la Libertadora tomó la proscripción política del peronismo, pero incorporó la integración estatal de la burocracia sindical.

El gobierno fue en su origen una alianza del nacionalismo católico (vinculado con la burguesía industrial), con el capital financiero. Su naturaleza se desnudó prontamente ante las masas, con la feroz represión en la Universidad de Buenos Aires (“Noche de los bastones largos”, 28 de julio de 1966), el nombramiento de Álvaro Alsogaray como embajador en Estados Unidos (18 de agosto), el asalto a la Universidad de Córdoba (7 de setiembre), el arbitraje obligatorio, el cierre de ingenios en Tucumán y el despido en masa de ferroviarios y portuarios (octubre, noviembre y diciembre 1966).

A fines del ‘66, con el nombramiento de Adalbert Krieger Vasena como ministro de Economía, se operó una mutación “neoliberal”. Hacia mediados de 1967, Perón y el Presidente radical Arturo Illia insinuaron la constitución de un frente burgués opositor, en nombre de “respetar la voluntad popular”.

Vísperas del Cordobazo: “Ha caducado el partido”

El período que va de 1965 a 1969 fue el laboratorio en que se incubó el clasismo y la huelga política de masas que hirió de muerte a la dictadura militar, abrió un ascenso imponente contra la burocracia sindical y fue una divisoria de aguas en la historia política del movimiento obrero.

Fue el período, además, en el que disputaron, en el seno de la izquierda, en la Argentina y en América latina, dos concepciones sobre la revolución: el foco armado y el partido, la revolución por etapas y la revolución permanente. La inmensa mayoría de las organizaciones de izquierda que habían surgido a principios de los ‘60 había asumido la teoría del foco.

En su sigiloso abandono del entrismo, del que salió con apenas algunas decenas de militantes, Palabra Obrera constituyó en mayo de 1965, junto al FRIP,20 una organización nacionalista pequeño burguesa, afincada en el noroeste, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). No hubo un balance crítico de la experiencia de disolución política en el peronismo ¡que había durado siete años! Para el PRT unificado, la realidad había cambiado.

El peronismo se había transformado en la oposición burguesa al régimen y no, como era antes, “de hecho, la oposición de clase revolucionaria”. Frente a esto llamaba a que la CGT se convierta en el partido político de los trabajadores, que no sería un partido nacionalista burgués como el peronismo sino “un partido de nuevo tipo”.21

En marzo de 1967 se realizó el III Congreso del PRT, que llamó a construir “los brazos armados de la OLAS”, denunció las críticas de Política Obrera al foquismo de la OLAS (las calificó de “pedantes”), sostuvo que los sindicatos estaban superados y que “el intento del Partido del Trabajo (maoísta) y de Política Obrera (de constituir el partido obrero revolucionario) es una utopía”.22 Esta fue la posición de la corriente morenista en la transición política decisiva del ‘60/’70. En este período se formaron las primeras unidades combatientes del PRT. Debe advertirse que el FRIP era nacionalista y no partidario del foco al momento de entablar relaciones con Moreno, y fue éste el que incidió en ese vuelco. Cuando Mario Santucho, sin embargo, elaboró un documento llamando a organizar la acción armada, Moreno respondió con otro texto que reconocía la viabilidad de la lucha armada “para algunas regiones de América Latina”, pero no en la Argentina, donde la lucha sindical y política debía “combinarse con las acciones armadas fuera del país”.23 Una posición incoherente. Con esa “tesis”, Moreno perdió el control del comité central del PRT y en minoría fundó el PRT La Verdad.

El IV Congreso del PRT orientado por Santucho, en febrero del ‘68, ratificaría la línea del foco armado, indicando “la prioridad de la guerrilla rural” frente a un movimiento obrero “estancado” (escribía eso poco más de un año antes del Cordobazo). El PRT propugnaba el “frente patriótico”, que se expresaría más tarde en el apoyo al frente Illia-Perón, que Política Obrera caracterizaría como “el reformismo y los fusiles”. Si bien la clase obrera era reconocida como “la clase más revolucionaria”, el punto reafirmado una y otra vez era que “el sector de vanguardia indiscutido de la clase obrera es el proletariado azucarero tucumano… y el campesinado pobre”.

Cordobazo, foco y partido

El Cordobazo representó la derrota del foquismo, desde el punto de vista de su caracterización y pronósticos políticos. La conciencia insurreccional “no necesita ser importada por grupos pequeño burgueses aislados”, había sostenido PO, que, por otra parte, había también pronosticado desde antes del Cordobazo que éstas se orientarían a la salida de “todos al mismo tiempo”.

Obligado por este desacople, el PRT-El Combatiente caracterizó al Cordobazo como espontáneo, ignorando que desde hacía dos años, por lo menos, la clase obrera de Córdoba y la juventud debatían la necesidad de una movilización de conjunto contra la dictadura.


Jens Christian Rath es dirigente del Partido Obrero. Colaborador habitual de Prensa Obrera y En defensa del marxismo, es autor también de El convenio Fiat-Smata (1996, junto a Julio Magri), Trabajadores, tercerización y burocracia sindical. El Caso Mariano Ferreyra (2011) y La revolución clausurada, Mayo de 1810-Julio de 1816 (2013, junto a Andrés Roldán).

Notas:

1. Astarita, Rolando; Reflexiones sobre el peronismo de izquierda, rolandoastarita.wordpress.com/

2. Camarero, Hernán; Una experiencia de la izquierda en el movimiento obrero Razón y Revolución, N° 3, invierno 1997.

3. La UOR quiso ser una continuidad del Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS), que había sido a su vez un intento fallido de la dirección de la IV Internacional por unificar administrativamente al trotskismo argentino. Poco después, el PORS estalló en una decena de fracciones. La UOR fue fundada por Miguel Posse (Oscar) y allí militó Mateo Fossa, dirigente del sindicato de la madera y presidente del Congreso de la CGT que aprobó los estatutos de la central obrera en 1936 (Fossa se entrevistó con Trotsky, en México, en 1938). En la UOR estuvo también el llamado “grupo de los yugoslavos”, que orientaba el obrero de esa nacionalidad Medunich Orza (nota del editor).

4. Revolución Permanente, revista, 21/7/49 y En Defensa del Marxismo, ídem, N° 2, 1991.

5. Voz Proletaria, 23, 23/12/1950.

6. González, Ernesto: Qué es y qué fue el peronismo. Revista de América N° 5 – mayo/ junio 1971.

7. Moreno, Nahuel: 1954, año clave del peronismo, Palabra Obrera, Buenos Aires, 1954.

8. Ídem anterior.

9. Ídem anterior.

10. González, Ernesto, Qué es y que fue

11. Riazanov, David: Marx y Engels, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1962.

12. Ídem anterior.

13. Palabra Obrera, declaración política 28/6/.1960.

14. Moreno, Nahuel: 1954, año clave.

15. La fracción radical de Arturo Frondizi se declaraba “desarrollista”, y en 1963 tomaría el nombre de Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) (nota del editor).

16. Ver Rath, Christian; “El MIR (Praxis) y Silvio Frondizi en la historia del movimiento obrero argentino”; En Defensa del Marxismo 45, Rumbos, Buenos Aires, octubre 2015.

17. Palabra Obrera 388, junio l, 1965.

18. Citas de los diarios de la época, compilados en El Onganiato, de Gregorio Selser; Samonta, Buenos Aires, 1972.

19. Galasso, Norberto: Cooke, de Perón al Che, Ediciones Tiempos Nuevos, Buenos Aires, 2005.

20. Frente Revolucionario Indoamericano Popular, fundado en Santiago del Estero por los hermanos Mario y Francisco Santucho (nota del editor).

21. Palabra Obrera no. 388, junio 1, 1965.

22. La Verdad, agosto 1968. Textos y documentos del PRT ERP. Archivo personal.

23. Moreno, Nahuel; Dos métodos frente a la revolución latinoamericana, www.marxists. org.ar

 

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