Marxismo y Liberación Negra: una historia de las raíces sociales y los programas en juego en la rebelión norteamericana

“Ciudadanos, amigos: ¿Qué representa para el esclavo americano el Cuatro de Julio? Respondo, un día que le revela más que ningún otro del año la gran injusticia y la crueldad de que es víctima constante. Para él, vuestra celebración es falsa; vuestra tan cacareada libertad, una licencia inmunda; vuestra grandeza nacional, una vanidad sin igual; vuestros cantos de alegría están vacíos, desprovistos de corazón; vuestra denuncia de los tiranos, una desfachatez impúdica; vuestros gritos de libertad e igualdad, un hueco sarcasmo; para él, vuestros rezos e himnos, vuestros sermones y acciones de gracias, con toda su pompa religiosa y solemnidad, son mera ampulosidad, fraude, decepción, impiedad e hipocresía -una delgada cortina para cubrir crímenes que avergonzarían a una nación de salvajes. Actualmente no hay nación en la tierra que peque de prácticas más chocantes y sangrientas que el pueblo de los Estados Unidos”.

Frederick Douglass, esclavo liberto y activista abolicionista, 4 de julio, 1852

“Tenemos que estudiar la historia de la esclavitud y su rol e impacto en el desarrollo de nuestro país porque si no, no podemos entender a nuestro país. Como dijeron los Padres Fundadores, fue un mal necesario sobre el que se construyó la unión”.

Tom Cotton, senador republicano por Arkansas, 26 de julio, 2020

“#AbolishAmerica (Abolir EstadosUnidos)”

Trending Topic en Twitter de Estados Unidos, 4 de julio, 2020

Luego de dos meses, ni la represión abierta, aplicada generosamente, ni las concesiones parciales y simbólicas, ni un proceso electoral que permitirá votar otro presidente en tres meses han logrado desmontar el proceso de rebelión popular en curso en Estados Unidos.

Esto ya demuestra que es un proceso que tiene raíces profundas. Se han liberado fuerzas contenidas tanto tiempo, que responden a contradicciones tan estructurales, que las clases dominantes no tienen todavía un plan claro para derrotar el proceso de lucha que se despliega con vigor en las calles norteamericanas.

La opresión general que cae sobre los trabajadores bajo el capitalismo se ha agravado por la crisis capitalista. Los choques de clases que se agravan han confluido con una explosión de reclamos contra la opresión de clase. El hecho detonante refiere a la brutalidad policial y, en particular su uso sistemático contra los negros y otras minorías raciales, pero no hace falta escarbar mucho para ver que se ha puesto en marcha un conjunto muy amplio de reclamos políticos, sociales y económicos. En este estallido, los problemas de clase y raciales aparecen profundamente entrelazados. Al mismo tiempo, asistimos al primer verdadero hecho de masas multirracial de la historia de Estados Unidos, a pesar de que la bandera central del proceso de lucha, Black Lives Matter, refiere solo a un conjunto de los explotados.

Esta rebelión nominalmente racial está mostrando su profundidad, expresándose en los lugares de trabajo, acelerando un reanimamiento del movimiento obrero sin antecedentes en casi un siglo. El último connato serio de rebelión interna en el imperio, en 1968, fue, por el contrario, en el curso de un profundo reflujo del movimiento obrero organizado. Al cuestionamiento del control de las patronales se le suma otro desafío indiscutible a la propiedad privada: movimientos masivos de huelgas de inquilinos, cuando el desastre económico y sanitario coloca a millones en condiciones de ser desalojados. Este movimiento racial, si fuera tal cosa, es indudablemente anticapitalista.

Para quienes pretenden analizar las distintas relaciones sociales de explotación que atraviesan una sociedad como categorías estancas, este desarrollo debe aparecer como un verdadero enigma. Pero en la vida histórica de la nación y de sus clases, en su larga lucha, es imposible establecer esa distinción.

Estados Unidos, la potencia mundial que personifica la implantación del capitalismo como forma de dominación global, con una universalidad que ningún otro imperio de la historia podría reivindicar para sí, tiene una historia que solo puede ser entendida comprendiendo la opresión especial de distintos pueblos y las funciones económicas y sociales que les fueron asignadas en el desarrollo de la nación.

La fragmentación de la fuerza de trabajo norteamericana está lejos de ser un accidente histórico. Es una política activa de su clase dominante, que movilizó recursos humanos y materiales enormes para construirse como potencia mundial. Cualquiera que analice la composición y procedencia de la población de Estados Unidos y de los recursos humanos de los que dispone en cualquier ámbito, en este momento y en cualquier otro de su historia, sabrá que la acumulación de riqueza, de capacidad técnica, cultural o de cualquier otra índole que pueda existir en Estados Unidos son creaciones estrictamente internacionales. La división de la clase obrera norteamericana ha dado un mayor margen de maniobra a su clase dominante, superexplotando a una parte de los trabajadores, mientras una aristocracia obrera, generalmente blanca, pudo gozar de privilegios relativos, fruto de los beneficios de la explotación, no sólo de las minorías domésticas sino de la dominación económica, militar y política establecida sobre el mundo colonial y semicolonial.

La crisis capitalista ha profundizado el sufrimiento de todos los explotados, pero en las proporciones y bajo las formas que la opresión se ha desarrollado históricamente en el país. Por eso, las tensiones que incubaron todas las razas, todos los explotados, reventaron primero por los reclamos de una fracción, cuyas condiciones de vida, ya muy bajas, se volvieron realmente intolerables en la profunda crisis económica y sanitaria. Quebrar esta estructura particular de opresión es imposible sin enfrentar el desarrollo capitalista sobre el que se ha asentado el ascenso de Estados Unidos como potencia imperial.

El esclavismo como característica fundacional de Estados Unidos

“No hay país en la historia mundial en el que el racismo haya tenido un papel tan importante y durante tanto tiempo como en los Estados Unidos[1]”. Le lleva siglos de ventaja como enclave colonizado basado en la explotación racial y el exterminio a países como Sudáfrica e Israel.

A diferencia de Colón y los conquistadores españoles, los colonos del estado origina de Virginia eran incapaces de obligar a trabajar para ellos a los pueblos originarios. Luego de una hambruna que casi mata a todos los colonos en el invierno de 1609-1610, en 1617 lograron enviar una primera cosecha de tabaco a Inglaterra, para gran provecho económico. En 1619, Virginia se sumó como destino del tráfico de esclavos capturados en Africa, que se dirigían hasta el momento a las colonias españolas y portuguesas de América del Sur y el Caribe. Pasados los ochenta años del inicio del tráfico, los 170 mil esclavos africanos en Virginia componían la mitad de la población.

El esclavismo no tenía un carácter complementario, sino que fue una condición fundante de la economía de la colonia inglesa precursora de Estados Unidos. No fue un hecho pacífico la implementación de semejante sistema de explotación. Mientras se ejercía contra los esclavos una violencia cotidiana para disciplinarlos, estos protagonizaron por lo menos 250 revueltas mientras existió el régimen de esclavitud.

La declaración de la independencia de las trece colonias respecto de Inglaterra no fue un paso para la libertad de esclavos africanos y pueblos originarios. Todo lo contrario, los rebeldes norteamericanos denunciaban a los ingleses por incitar a ambos contra sus dueños en sus intentos de someter a las colonias. Un párrafo de la declaración propuesta por Thomas Jefferson, que condenaba el rol del rey de Inglaterra en la promoción del comercio esclavista, fue tachado de la versión aprobada, lo cual muestra el carácter limitado de su aseveración de que “todos los hombres son creados iguales”.

El carácter del Estado federal de la nueva república fue definido en su Constitución, escrita por los propios representantes de las nuevas clases dominantes: “la mayoría de los redactores de la Constitución tenían algún interés económico directo para el establecimiento de un gobierno federal pujante: los fabricantes querían tarifas protectoras; los prestamistas querían acabar con el uso de dinero en metálico para la devolución de las deudas; los especuladores inmobiliarios querían protección para invadir los territorios indios; los propietarios de esclavos necesitaban seguridad federal contra las revueltas de esclavos y los fugitivos; los acreedores querían un gobierno capaz de recaudar dinero en base a un sistema impositivo nacional, para así pagar los bonos[2]”.

El siglo XIX vio un vertiginoso proceso de expansión territorial en el continente de la nueva nación, a costa del exterminio sistemático de los pueblos originarios, violando tratado tras tratado y de una cruel guerra expansionista contra México, llegando en 1850 a asentarse sobre California en las costas del Océano Pacífico. La ideología que guió esta expansión fue un discurso racista de que Estados Unidos era un pueblo providencial que debía subordinar, o civilizar a pueblos salvajes, vagos e improductivos en cumplimiento de un “destino manifiesto” divino que preordinaba el ascenso de Estados Unidos. Esta doctrina está en el fondo de la política de Estado y la cultura dominante del país al día de hoy.

Fue también una etapa de expansión veloz de la esclavitud y de su importancia económica. Entre 1790 y 1860, el sur pasó de producir mil toneladas anuales de algodón a un millón. El sur esclavista fue el proveedor privilegiado de la industria textil de la famosa revolución industrial de Manchester en Inglaterra. En el mismo período, la población esclava pasó de 500 mil a 4 millones. La importación de esclavos fue ilegalizada en 1808, pero esto apenas fue una formalidad. Se calcula que luego de la ilegalización fueron importados un cuarto de millón más de esclavos africanos.

Liberación y compromiso: génesis de los Estados Unidos modernos

Hasta vísperas de la guerra civil norteamericana, la tensión entre el esclavismo para exportar materias primas al mercado mundial capitalista del sur y el capitalismo industrial que se desarrollaba en el norte buscaban un equilibrio en el diseño del Estado nacional. En 1845, Texas fue sumado como estado esclavista, pero no así California, sumada como Estado libre en 1850. Como compensación, en 1850 se votó la ley de Esclavo fugitivo, que daba un marco federal a la caza de los esclavos que huían en forma cada vez más organizada del sur esclavista.

La guerra estalló entre norte y sur por las incompatibilidades económicas y sociales de dos proyectos nacionales contrapuestos. Insertarse en el mercado mundial como proveedor de materias primas o como potencia industrial implicaba otra estructura de Estado federal y otra política en todos los aspectos. El programa de la burguesía norteña requería un reparto masivo de tierras gratuitas a colonos, un mercado libre de trabajo, una tarifa proteccionista para la industria y un banco nacional. El estatus de los esclavos negros no era una reivindicación suya. La movilización social que requirió la guerra, sin embargo, puso en juego fuerzas que no fueron previstas por los jefes del norte.

Los cuatro años de guerra, entre 1861 y 1865, dejaron 600 mil muertos sobre una población de 30 millones. Los esclavos huían masivamente de las plantaciones hacia las filas del norte en cuanto tenían oportunidad. Sólo el carácter sanguinario y prolongado de la guerra civil obligó a Abraham Lincoln a avanzar con la emancipación de los esclavos y su reclutamiento al ejército del norte como herramienta para socavar a la confederación secesionista y derrotarla. La ley de Confiscación de haciendas de 1862, dirigida exclusivamente contra los dueños de esclavos que se levantaran contra la Unión, se incumpliría sistemáticamente por años, hasta que el fragor de los combates fue precipitando los hechos. La rendición del sur estuvo precipitada por la conclusión de que para seguir peleando debían incorporar también ellos a los esclavos a sus cuerpos militares, como proponía el general confederado Robert E. Lee, asegurando una modificación en su status social.

Todos los revolucionarios de la época siguieron con inmensa atención el desarrollo de la Guerra de Secesión. La Primera Internacional se fundó en parte en las relaciones internacionales de quienes se movilizaron en Europa por el triunfo del norte republicano. Karl Marx dejó elaborada su posición en una serie de artículos en tiempo real para The New York Tribune y Die Presse de Viena.

“Marx veía la Guerra de Secesión como una segunda revolución americana (…) una revolución burguesa y democrática que podía ser precursora de una revolución comunista en Europa. Su pronóstico no era desacertado, como lo probó la Comuna de París, la insurrección obrera que estalló en Francia pocos años después del final de la guerra civil norteamericana.”

“Para Marx, ‘deshacer el poder esclavista y liberar a los esclavos no necesariamente destruirían el capitalismo, pero crearían condiciones mucho más favorables para organizar y concientizar a los obreros, sean blancos o negros’. De ese modo, la guerra crearía nuevas posibilidades para la clase obrera americana, negra y blanca.”

“La guerra civil tenía además importantes implicaciones económicas relativas a la tierra y a la propiedad. La emancipación de cuatro millones de esclavos, sin compensación para sus ‘propietarios’, significaría, en términos económicos, la mayor expropiación de propiedad privada en la historia hasta entonces. Marx participaba de la esperanza de los abolicionistas y de los republicanos liberales -y de manera general de los socialistas- de que en el Sur ocupado, las políticas de reconstrucción de la posguerra se encaminarían, más allá de la creación de nuevos derechos políticos para los antiguos esclavos, hacia una real revolución agraria que destruiría las antiguas plantaciones esclavistas y redistribuiría las tierras. El programa de los republicanos-radicales, que encabezaba el vicepresidente estadounidense Wade, prometía conceder 16 hectáreas (forty acres) y una mula a los esclavos liberados. Ese programa quedó archivado cuando ascendió al gobierno, luego de la muerte de Lincoln, el ala más conservadora del partido republicano”[3].

Sin tierra en sus manos, los negros no se volvieron hombres libres. La servidumbre seguía siendo un hecho, aunque formalmente se los hubiera liberado. El Congreso nacional, a instancias de Lincoln, devolvió la propiedad expropiada a los terratenientes esclavistas que pelearon con los rebeldes a sus propias familias y herederos, no a los esclavos emancipados.

La etapa inmediata luego de la guerra, llamada de reconstrucción, vio sin embargo un desarrollo de libertades civiles y políticas de los negros en el sur, que contaron con numerosos representantes electos y leyes que planteaban su acceso igual a todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo proyectos novedosos de educación pública. Sin embargo, la estructura moderna de Estados Unidos no deriva de esta etapa progresiva, sino del acuerdo de supresión de estas libertades entre la burguesía del norte y la oligarquía del sur. La campaña terrorista del Ku Klux Klan y otros grupos similares había sido el arma principal para plantear sus términos en la negociación. Perpetuaron una campaña masiva de asesinatos, violaciones, quema de hogares, escuelas e iglesias de la comunidad negra.

En 1877, el candidato republicano Rutheford Hayes logró apoyo sureño en el colegio electoral a cambio de un nuevo compromiso histórico entre industriales del norte y terratenientes del sur. Se retiraría el ejército del sur, dejando tierra liberada a los linchadores. La burguesía industrial victoriosa en la guerra dirigía la política central del Estado federal, pero dejaba incólume la disciplina racial y lanzaba un programa económico de subsidios agrícolas para los productores del sur.

La ley de Derechos civiles de 1875 que ilegalizó la excusión de negros de hoteles, teatros, ferrocarriles y otros servicios públicos fue anulada en 1883 por el Tribunal Supremo. Para 1900, todos los estados del sur habían colocado en sus constituciones la eliminación legal de los derechos políticos de los negros y la segregación.

“El año 1877 marcó la pauta para el resto del siglo: pondrían a los negros en su sitio; no se tolerarían las huelgas de trabajadores blancos, las elites industriales y políticas del Norte y del Sur se harían con el control del país y organizarían el mayor ritmo de crecimiento económico de la historia de la humanidad. Y lo harían con la ayuda -y a expensas- de los trabajadores negros, blancos y chinos, de los inmigrantes europeos, y del trabajo de las mujeres. Les recompensarían de forma diferente según su raza, sexo, nacionalidad y clase social, de tal forma que crearían diferentes niveles de opresión -un hábil escalonamiento para estabilizar la pirámide de la riqueza[4].” La fragmentación de la clase obrera ha sido y es una herramienta poderosa de la burguesía norteamericana. A pesar de la combativa actividad del movimiento obrero norteamericano naciente, que conmovieron el mundo entero (¡los mártires de Chicago!), los sindicatos nacientes no afiliarían a trabajadores negros o les impondrían que lo hagan en secciones separadas. La central AFL no aceptaría negros en sus filas. La IWW y la CIO, ya en el siglo XX, sí lo harían, pero sin organizar reclamo alguno por la opresión especial que sufrían, si no ignorando el problema.

Ascenso imperial

Las décadas finales del siglo XIX vieron, junto al desarrollo de una enorme revolución técnica, el proceso de concentración de la clase dominante, generando trusts y monopolios que controlaban los precios en toda una rama de la economía entre unas pocas manos. Esa concentración no sólo se hizo a costas de la superexplotación y de los precios inflados sino de desfalcos millonarios al Estado federal. Los escándalos de sobornos y sobreprecios en la instalación de los ferrocarriles transoceánicos dio el título de “barones ladrones” a los grandes magnates que hicieron su fortuna en la etapa, los John D. Rockefeller con Standard Oil, J.P. Morgan con la U.S. Steel y otro pequeño puñado de millonarios. El capital necesario para instalar una empresa se volvía inaccesible sin tener acceso al crédito bancario, fusionando el capital financiero con el industrial. Se había terminado la época del capitalismo de libre empresa y libre competencia.

Se fueron dando todos los rasgos que llevarían al revolucionario Vladimir Lenin a caracterizar en los primeros años del siglo XX al imperialismo como una etapa de declinación capitalista, marcada por el ascenso del monopolio, el capital financiero y la conquista del mundo por un puñado de grandes potencias. Esto tuvo también su correlato en la transformación de Estados Unidos en una potencia expansionista a escala global.

Con la masacre de los guerreros del pueblo lakota en 1890 en Wounded Knee se dio por consolidada la expansión interna definitivamente. Los ojos de la burguesía norteamericana se dirigieron entonces decididamente al exterior. Esto no era un hecho completamente nuevo. Entre 1798 y 1895, la armada de Estados Unidos había protagonizado 103 intervenciones en el extranjero para imponer la defensa de sus intereses económicos. Pero en 1898 se dio un salto en calidad con la guerra contra España, despojando a esta de unas últimas posesiones coloniales que el retroceso imparable del atrasado país europeo no le permitía defender.

“La guerra hispano-norteamericana fue un elemento clave en la conformación y emergencia del imperialismo yanqui, que ocupó en el lapso de dos años la isla de Cuba, Puerto Rico (sometida hasta hoy), la isla de Guam [en el Pacífico], Hawaii y las Filipinas. A comienzos de siglo forzó la independencia de Panamá con respecto a Colombia para poder ocupar en forma permanente las inmediaciones del canal interoceánico. Entre 1900 y 1933, las tropas americanas fueron enviadas cuatro veces a Cuba, dos veces a Nicaragua, seis veces a Panamá, siete veces a Honduras y a la república negra de Haití desde 1915 hasta 1934. Tan grandiosa historia de pillaje y esclavización jugó un papel central en el reparto del mundo por parte de las potencias imperialistas y en la emergencia de una nueva etapa del capitalismo mundial.[5]

Formalmente, Cuba se independizó de España, pero bajo una ocupación militar estadounidense que se mantuvo hasta que se incorporara una enmienda constitucional que hiciera explícita la tutela yanqui sobre su gobierno. La decisión de mantener la posesión de Puerto Rico pero sin darle status de estado ni plenos derechos políticos a sus habitantes colocó inexcusablemente a Estados Unidos en la posición de potencia colonial.[6]

Comunismo y autodeterminación

La fundación de la Tercera Internacional luego del triunfo de la revolución rusa y el fin de la Primera Guerra Mundial debió dar cuenta de la bancarrota de la vieja Segunda Internacional socialdemócrata, cuyas direcciones nacionales más importantes se encolumnaron detrás de las clases dominantes de sus propias potencias imperialistas beligerantes.

La nueva Internacional se nutría de los avances de Lenin y otros militantes bolcheviques para la comprensión del carácter imperialista de la nueva etapa del capitalismo y de cómo este había podido usar parte de las ganancias extraídas a los oprimidos de su país y del mundo para dar privilegios parciales a un sector de la clase obrera de las metrópolis, una aristocracia obrera. Este sector privilegiado es la base social de la asimilación de un sector del movimiento socialista al Estado de las potencias imperiales.

Las tesis de la nueva Internacional comunista se apoyaban especialmente en la sublevación de las naciones y pueblos oprimidos contra las potencias imperialistas como prueba decisiva para separar a los revolucionarios de la vieja socialdemocracia reformista y como clave para avanzar en la toma del poder. La autodeterminación de los pueblos oprimidos por el imperio zarista había sido un elemento decisivo, junto al reclamo campesino por la tierra de la base de apoyo con la que el proletariado revolucionario ruso pudo derrotar a las viejas clases dominantes.

En línea con esta comprensión, los dirigentes comunistas rusos como Lenin y Trotsky eran profundamente críticos de los izquierdistas norteamericanos que, arrastrando la actitud de sus organizaciones de origen, como el viejo Partido Socialista o los anarcosindicalistas de IWW, no levantaban ningún trabajo especial ni consignas respecto de la opresión de los negros en Estados Unidos, limitándose a la idea de que las necesidades de los trabajadores de todas las razas se realizarán bajo el socialismo. Bajo el ideal altruista de estar por encima de la división en razas, los revolucionarios rusos olían la adaptación al statu quo racista, y lo hacían ver.

La insistencia en este sentido dio lugar en el cuarto congreso de la Internacional Comunista en 1922 a la votación de una resolución sobre el tema de los pueblos de raza negra. Las “Tesis sobre la cuestión negra” consideraban que por el lugar que ocupaban los negros de Estados Unidos, estos jugarían un papel importante en la rebelión de todos los pueblos africanos contra la opresión colonial e imperialista. Desde ya, ataba el resultado de la pelea de los pueblos negros por su liberación con el esfuerzo de la clase obrera y el conjunto de los pueblos coloniales oprimidos.

Avanzaba en considerar que “el problema negro se ha convertido en una cuestión vital para la revolución mundial. La Tercera Internacional, que ha reconocido la ayuda invalorable que podían aportar a la revolución proletaria las poblaciones asiáticas en los países semicapitalistas considera esencial la cooperación de nuestros camaradas negros oprimidos para la revolución proletaria que destruirá la potencia capitalista. Es por esto que el cuarto Congreso deben aplicar especialmente al problema negro las ‘tesis sobre la cuestión colonial’ (…) El cuarto Congreso reconoce la necesidad de sostener toda forma de movimiento negro que tenga como fin socavar y debilitar el capitalismo o el imperialismo, o detener su penetración”[7].

Aplicar las tesis sobre la cuestión nacional significaba identificar las demandas nacionales o democráticas cuya realización no podía venir de las direcciones burguesas de los pueblos oprimidos, sino del apoyo y la lucha en común con el proletariado. El apoyo en la lucha contra la opresión imperialista y colonial, como la vía de desarrollo de la revolución socialista, como parte de un movimiento continuo o permanente, en la expresión de Marx que León Trotsky retomó para desarrollar la estrategia revolucionaria desde 1905 en Rusia.

La asimilación de estas tesis hizo que el Partido Comunista de Estados Unidos se destacara efectivamente en toda una etapa por un esfuerzo para organizar una presencia militante entre la comunidad negra.

En 1928, la Internacional Comunista estalinizada votó una interpretación forzada del planteo de apoyar la autodeterminación del pueblo negro, reclamando la escisión de una nación negra separada en los estados sureños con mayoría de población negra de manera artificial, sin relación con los reclamos concretos del movimiento negro. Esta política se desarrolló durante el tercer período ultraizquierdista de la IC, aunque nunca logró un impacto popular. El PC norteamericano sí jugó un rol importante en esta etapa en la defensa de un caso emblemático al que dieron el carácter de una verdadera campaña internacional, los chicos de Scottsboro, ocho negros adolescentes condenados por un caso de violación de jóvenes blancas completamente inventado. El PC, en un giro conciliador promovido por la burocracia de la URSS, presionó a parte de los acusados que se declararan culpables para lograr un acuerdo de absolución para otros de los acusados[8].

La militancia negra que había ganado un lugar importante en el comunismo norteamericano rompió casi enteramente con el partido en su próximo giro, hacia el frente popular y al gobierno del New Deal de Franklin D. Roosevelt. La subordinación a una colaboración con el Partido Demócrata de la segregación racial en el sur era un camino muerto seguro.

En el movimiento trotskista norteamericano que se levantó contra la estalinización y fue pasando por distintas formas organizativas (Communist League of America, Workers Party, Socialist Workers Party) hubo una fuerte demora en encarar un trabajo especial en el movimiento negro. León Trotsky fue consultado en varias ocasiones por los dirigentes norteamericanos, y por CLR James, trotskista negro de las Indias Occidentales, quien será un importante organizador y teórico de la cuestión negra. Sus intervenciones en estas charlas son una fuente clave para rescatar la posición del comunismo revolucionario sobre la cuestión negra en Estados Unidos. A pesar de los casi noventa años pasados, que vieron grandes desarrollos en el movimiento de liberación negra, los planteos de Trotsky mantienen una extraordinaria vigencia y hasta se anticipa a características que ha tomado el movimiento negro en su desarrollo posterior.

En la entrevista sobre el tema en Prinkipo, Turquía, en 1933 Trotsky planteó respecto de la posición de los trotskistas norteamericanos de centrar sus demandas en “iguales derechos” para el pueblo negro: “El punto de vista de los camaradas norteamericanos me parece poco convincente. La ‘autodeterminación’ es una demanda democrática. Nuestros camaradas norteamericanos promueven frente a esta demanda democrática la demanda liberal. Esta demanda liberal es además complicada. Entiendo lo que significa ‘igualdad política’. ¿Pero cuál es el significado de igualdad económica y social dentro de la sociedad capitalista? ¿Significa una demanda a la opinión pública para que todos disfruten de la protección igualitaria de las leyes? Pero eso es igualdad política. La consigna ‘igualdad política, económica y social’ suena ambigua y por ende es equivocada[9].”

Sobre la aplicación de la consigna de autodeterminación, Trotsky precisaba: “Nosotros, por supuesto, no obligamos a los negros a convertirse en una nación; si lo son, entonces esa es una cuestión de su conciencia, es decir, qué desean y por qué luchan. Nosotros decimos: si los negros quieren eso, entonces nosotros debemos combatir en contra del imperialismo hasta la última gota de sangre, para que ellos ganen ese derecho, dónde y cómo quieran, de tomar un pedazo de tierra para ellos. Que hoy no sean mayoría en ningún estado no importa. No se trata de la autoridad de los estados sino de los negros. (…) Para los trabajadores de los estados del Sur la demanda liberal de ‘igualdad social, política y económica’, indudablemente significaría sin duda un progreso, pero la demanda por ‘autodeterminación’ sería un progreso mayor. Sin embargo, con la consigna ‘derechos iguales’ pueden ser engañados mucho más fácilmente (‘según la ley, usted tiene esta igualdad’).”

“Cuando lleguemos al punto en que los negros digan ‘queremos la autonomía’, ellos tomarán una posición hostil al imperialismo norteamericano. En esa etapa, los trabajadores estarán mucho más decididos que la pequeña burguesía. Los trabajadores verán entonces que la pequeña burguesía es incapaz de luchar y no llega a ninguna parte, pero también reconocerán que los trabajadores comunistas blancos luchan por sus demandas y eso los empujará, a los proletarios negros, hacia el comunismo.”

“La ‘autodeterminación’ de los negros es parte de la cuestión de la revolución permanente en Estados Unidos. Los negros, a través de su despertar, de su demanda por autonomía y mediante la movilización democrática de sus fuerzas serán empujados a pensar en términos de clases. La pequeña burguesía tomará la demanda por ‘derechos iguales’ y por ‘autodeterminación’, pero demostrará ser absolutamente incapaz en la lucha; el proletariado negro propagará a la pequeña burguesía en la dirección de la revolución proletaria. Ese es, quizá para ellos, el camino más importante. Por eso no veo ninguna razón por la que no debamos avanzar en la demanda de ‘autodeterminación’.”

“¿Qué podemos perder en este tema yendo más lejos en nuestras demandas que lo que los negros mismos van en este momento? No los intimamos a que se separen del Estado, pero tienen el pleno derecho de auto-determinación cuando así lo deseen, y los apoyaremos y defenderemos con todos los medios a nuestro alcance para que ganen este derecho, como lo defendemos para todos los pueblos oprimidos.”

Cuando el movimiento negro se reconoció como una comunidad separada de los intereses que contiene el Estado yanqui y que debía lograr su liberación contra el aparato de dominación de este, efectivamente su hostilidad al imperialismo que lo oprime domésticamente llevó al movimiento a una concepción internacional de su lucha, de unidad de intereses con los explotados del mundo que luchan contra el imperialismo. El enfoque de pelea por “igualdad de derechos”, que Trotsky crítica como un enfoque de reformas formales ambiguas, ha sido el que desarrolló el ala de movimiento de derechos civiles que se integró al Estado yanqui de la mano del Partido Demócrata, y el de la izquierda que ha disuelto la lucha por la liberación en la concepción posmoderna de políticas “identitarias”.

Trotsky no se negaba, sin embargo, a apoyar los reclamos democráticos elementales. “Yo también creo que la demanda por “iguales derechos” debe mantenerse y no estoy en contra de esta demanda. Es progresiva en la medida en que no se ha realizado. (…) Los negros todavía no se han despertado y aún no están unidos con los trabajadores blancos. El 99,9% de los trabajadores norteamericanos son chauvinistas, son verdugos con relación con los negros y también respecto de los chinos. Es necesario hacerles entender que el Estado norteamericano no es su Estado y que ellos no tienen que ser los guardianes de este Estado. Los trabajadores norteamericanos que dicen: ‘los negros deben separarse si lo desean y los defenderemos en contra de nuestra policía norteamericana’, esos son revolucionarios, tengo confianza en ellos. El argumento de que la consigna de ‘autodeterminación’ los aleja de la conciencia de clases es una adaptación a la ideología de los trabajadores blancos”. 

“El trabajador norteamericano es indescriptiblemente reaccionario. (…) Creo que debido al inaudito retraso político y teórico, y al inaudito avance económico, el despertar de la clase obrera ocurrirá muy rápidamente. La vieja cobertura ideológica estallará, todas las preguntas surgirán de inmediato, y dado que el país es económicamente tan maduro, la adaptación de lo político y lo teórico al nivel económico se logrará muy rápidamente. Es posible entonces que los negros se conviertan en la sección más avanzada. (…) Entonces ellos serán la vanguardia. Estoy absolutamente seguro de que, en todo caso, lucharán mejor que los trabajadores blancos.”

Estos comentarios previeron el rol de vanguardia radicalizada que jugaría el movimiento negro, unos treinta años después, y analiza genialmente la base material del desprecio de generaciones de izquierdistas yanquis por el problema negro, incluso como lo vemos al día de hoy, con argumentos autoproclamados “marxistas”.

Trotsky rescató que el planteo de auto-determinación ya se había expresado, de manera distorsionada, en los planteos separatistas del movimiento de “regreso a Africa”, liderado por Marcus Garvey. “Lo que dijo sobre el movimiento Garvey es interesante, pero demuestra que debemos ser cautelosos y amplios y no basarnos en el statu quo. La mujer negra que le dijo a la mujer blanca: ‘Espera que Marcus llegue al poder y ustedes serán tratados como lo merecen’, simplemente expresaba su deseo de un Estado propio. Los negros estadounidenses se reunieron bajo la bandera del movimiento Regreso a Africa porque les parecía una realización posible de su deseo de un hogar propio. ¿En realidad, querían ir a Africa? Era la expresión de un deseo místico de un hogar en el que estuvieran libres del dominio de los blancos, en el que ellos mismos pudieran controlar su propio destino. También era un deseo de autodeterminación. Alguna vez fue expresado por algunos en forma religiosa y ahora toma la forma de un sueño de un estado independiente[10].”

En el debate con CLR James y los compañeros del SWP, Trotsky apoyó el proyecto, no concretado, de impulsar un movimiento negro autónomo, con participación de los militantes del SWP, para armar un movimiento de lucha de masas.

Potencial y límite de la igualdad formal

El ascenso del movimiento negro en los años ’50 y ’60 tuvo una primer etapa ligada a la lucha por los derechos civiles -o sea, lograr el fin de la segregación y los derechos políticos. El punto de partida del ascenso fue un fallo de la Corte Suprema contra la segregación escolar en el distrito de Topeka en 1954. Grupos moderados de reclamo por los derechos civiles, como el NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), habían estado trabajando décadas en este tipo de presentaciones y consiguiendo a veces fallos favorables, que de todas maneras requerían una enorme pulseada para hacer efectivos.

El verdadero movimiento se puso en marcha Montgomery, la capital de Alabama en 1955, luego del famoso arresto de la trabajadora negra Rosa Parks, por no cederle el asiento a un hombre blanco en el colectivo e irse a la parte de atrás reservada a los negros. El boicot de la comunidad negra de la ciudad que siguió a la empresa de transporte debió enfrentar arrestos, ataques violentos y bombas contra sus centros comunitarios. Al año siguiente, la Corte Suprema sacó un fallo declarando ilegal la segregación en la línea de transporte. En el curso del movimiento se destacó como líder el reverendo protestante Martin Luther King Jr., que junto a su organización, la Southern Christian Leadership Conference, le dio al movimiento una fuerte impronta de acciones no violentas, de reclamo por la integración a la vida ciudadana de Estados Unidos y de búsqueda de apoyo al ala progresista de los funcionarios del Estado en su choque con las autoridades racistas del sur. Los fallos y leyes más de una vez fueron impuestos por fuerzas federales sobre las autoridades locales, aunque siempre luego de dejar expuestos a quienes llevaban los reclamos a la represión estatal y paraestatal.

“El inicio de la guerra de Vietnam potenció al movimiento por los derechos civiles. Como había sucedido durante la Guerra Mundial, los negros debían soportar las cargas más pesadas de la aventura bélica imperialista. No solo eran proporcionalmente más los negros que eran reclutados en el ejército, sino que una vez allí eran asignados a las tareas más riesgosas y morían en gran número. En la metrópoli eran los que más sufrían los aumentos de precios y los recortes en los programas sociales generados por la guerra.[11]

Cada protesta, cada “Freedom Ride”, excursiones multirraciales de activistas a los focos de conflicto del sur, estaba expuesta a nuevos hechos represivos, detenciones y violencia racial. Mientras tanto, el movimiento de lucha ganaba renombre mundial. En 1963 se realizó la masiva marcha por derechos civiles a Washington. La respuesta inmediata fue una bomba en una iglesia en Birmingham, Alabama, que mató a cuatro pequeñas niñas negras.

La respuesta de la opinión pública nacional e internacional llevó a que el Congreso vote la Civil Rights Act en 1964 y la Voting Rights Act de 1965, que hicieron ilegal cualquier forma de segregación o discriminación racial, y que dieron plenos derechos electorales a los negros. En 1964, en la apoteosis del movimiento por los derechos civiles, Martin Luther King recibe el Premio Nobel de la Paz.

Una cosa, claro, era tener el derecho a votar y ser votado, y otra ejercerlo. La campaña “verano de la libertad” para empadronar votantes en los estados sureños por parte de las organizaciones de derechos civiles fueron enfrentadas violentamente por el KKK, que asesinó a tres de los voluntarios que fueron a empadronar a Mississippi. El Partido Demócrata del presidente Johnson, que había aprobado las reformas civiles en el sur, seguía manejado por los herederos del esclavismo, que reivindicaban abiertamente el supremacismo blanco. La campaña del “verano de la libertad” conformó un partido político local, Mississippi Freedom Democratic Party, que pidió ser reconocido en la convención del Partido Demócrata y fue rechazado por instrucción del propio Johnson, quien privilegiaba preservar la relación con la tradicional estructura racista de su partido.

Pero sobre todo en los poblados ghettos de las grandes ciudades del norte y el oeste, la situación de los negros no estaba viviendo mejoras reales en función del fin de la segregación racial en el sur. El siglo XX había sido un largo éxodo de la población negra del sur y el campo, cuya explotación cada vez empleaba menos mano de obra. Entre 1916 y 1940, un millón y medio de negros habían ido al norte. En las sucesivas migraciones de 1940 a 1970 se irían 4 millones más. Para 1970, el 50% de la población negra estaba en el norte y el 80% en las ciudades. La “igualdad de derechos” legales fueron una bandera de lucha que cualquier revolucionario estaba obligado a apoyar. Y para quienes sufrían la segregación fue una conquista efectiva. Pero los límites de esta conquista quedarían de manifiesto de manera rápida, mostrando que la lucha de la comunidad negra por su autodeterminación efectivamente seguía planteada.

La furia desatada y sus voceros

Malcolm X -principal vocero mediático de la Nación de Islam (Nation of Islam, NOI), grupo fundado en 1930 y dirigido por Elijah Muhamad, que combinaba el separatismo del movimiento de Marcus Garvey, el impulso a formar un capitalismo negro y una versión libre de la religión musulmana- fue la principal voz que expresó la creciente insatisfacción con el eje en reformas para lograr la igualdad civil y las tácticas de resistencia pasiva que las organizaciones de derechos civiles le habían impreso al movimiento negro. La separación que promovían los musulmanes negros se extendía de tener empresas con dueños negros a la separación de varios estados para formar una nueva nación. Se trataba de una organización con rasgos autoritarios, oscurantistas, machistas y anti-científicos. Respondían al odio racial de las clases dominantes blancas con la versión de que todos los negros son santos y los blancos diablos. Su condena de la opresión racial y su carácter duro y disciplinado eran enormemente atractivos para los jóvenes negros de las grandes ciudades e incluso dentro de las cárceles, donde se adhirieron a la NOI el propio Malcolm, así como el futuro dirigente de las Panteras Negras, Eldridge Cleaver.

Malcolm X había estado haciendo él mismo una evolución ideológica, dejando de limitarse a ser un vocero del discurso religioso-racial de Muhamad y llevando su agitación política más lejos que lo que este autoproclamado profeta y su organización estaban dispuestos a sostener. Sus discursos y apariencias televisivas le habían dado una plataforma para una enorme agitación política que recorría desde el rol de la opresión racial en la historia de Estados Unidos al rol de opresión doméstica e internacional, así como un contrapunto sistemático con la política integracionista de los movimientos de derechos civiles[12].

Luego de un escándalo por un cometario respecto del asesinato del presidente John F. Kennedy (Malcolm X dijo una frase equivalente a que cada uno cosecha lo que siembra, refiriendo a la violencia y odio que promueve el Estado yanqui) Elijah Muhamad lo suspendió como vocero de la Nación.

El giro político fue marcándose cada vez más. En 1963 planteaba que los blancos no están “condenados” por su raza, sino por la continuidad de la opresión negra. También redefinió su posición como la búsqueda de la auto-determinación de la comunidad negra, no la búsqueda de la conformación de un Estado separado. Con la ruptura formal con Muhamad y la NOI en 1964 abandonó completamente la idea de abstencionismo político que guiaba la prédica de estos. Planteó la necesidad de un frente único de las organizaciones negras, dejando de lado el estilo pendenciero que promovía Muhamad. Se sumó a campañas contra la segregación racial, trabajando junto a organizaciones de derechos civiles, aunque sin acordar con el programa integracionista. Planteaba la necesidad de que el nacionalismo negro se estructurara como una fuerza política.

En 1964 lanzó una organización sin eje religioso, la Organization of African-American Unity, para canalizar su nuevo planteo militante. Propone preparar la intervención electoral del pueblo negro independientemente, tanto del partido Demócrata como del Republicano, diciendo que la libertad debía conquistarse por cualquier medio que fuera necesario, los votos o las balas. Planteó la formación de unidades de autodefensa de la comunidad negra que pudieran responder y derrotar la violencia racista.

Planteó la posibilidad de colaborar con gente de cualquier raza: “No nos interesa si sos cristiano o judío o lo que sea. Si estás harto de las condiciones que sufre el pueblo negro en este país y querés jugar un rol activo, entonces nos interesa ayudarte a organizar”. En otra oportunidad, cuando le preguntaron si aceptaría un miembro blanco, respondió que a John Brown, un abolicionista blanco que lideró una insurgencia armada contra los esclavistas en años anteriores a la guerra de secesión, lo incorporaría. Fue orador en actos organizados por el SWP en Nueva York, que estaban organizando una gira nacional suya cuando fue asesinado.

Su diferencia con la política de Luther King y las organizaciones integracionistas era más profunda que nunca. Realizó un lapidario balance de la marcha sobre Washington convocada por King y sus aliados, en la que participó como observador. “Los negros estaban en las calles. Hablaban de cómo iban a marchar sobre Washington… Que iban a marchar sobre Washington, desfilar ante el Senado, desfilar ante la Casa Blanca, desfilar frente al Congreso y parar, detenerse ahí, sin dejar proceder al gobierno. Era el pueblo llano en la calle. Eso aterraba a los blancos y también asustaba enormemente a la estructura del poder blanco en Washington. Eso es lo que consiguieron con la marcha de Washington. Se unieron a ella, se convirtieron en parte de ella, tomaron posesión de ella… Se convirtió en un picnic, en un circo. En nada más que un circo con payasos y todo. Dijeron a los negros a la hora que debían llegar a la ciudad, dónde detenerse, qué pancartas llevar, qué canciones cantar, qué discursos podían hacer y luego les dijeron que se marcharan de la ciudad antes del anochecer”. Denunció que las organizaciones reformistas conscientemente usaron la marcha como “válvula de escape para canalizar las frustraciones” de los negros, cuando era generalizada la discusión de potencial violencia y explosiones sociales.

En diciembre de 1964, un mes y medio antes de su asesinato, explicaba que había abandonado la idea de un Armagedón racial con fecha fija, pero que sí entendía que “finalmente habrá un choque entre los oprimidos y los que oprimen, entre los que quieren libertad, justicia, igualdad para todos y los que quieren continuar con los sistemas de explotación, pero no creo que la base de esto sea el color de piel”.

Louis Farrakhan, luego sucesor de Muhamad al frente de la NOI, había dicho que “un hombre como Malcolm merece la muerte”. Su asesinato, en un acto público el 21 de febrero de 1965, a manos de un pistolero de la Nación de Islam, tenía fuertes indicaciones de complicidad oficial. Han surgido luego evidencias de un seguimiento intensivo hacia el dirigente por la CIA, el FBI y la policía neoyorquina. Tuvo cuatro ataques previos contra su vida sin que se tomara medida alguna de protección. En el lugar de su muerte se encontraba un policía encubierto, Gene Roberts, que luego infiltró las Panteras Negras y fue identificado como agente en un juicio subsiguiente. Un documental lanzado en 2020 demostró tan contundentemente que dos de los tres detenidos que fueron inculpados por el FBI eran inocentes, que el caso fue reabierto este año[13]. La maquinaria del Estado que encarceló, infiltró, dividió y asesinó a toda una generación de luchadores estaba presente en el asesinato de Malcolm X.

La explosión que, según Malcolm X, se sentía en el aire no tardó en llegar. En 1965, Watts, un barrio negro de la ciudad de Los Angeles, estalló en rebelión y fue el inicio de una seguidilla de rebeliones en los ghettos de todo el país, que expresaban el enorme descontento con la pobreza, la desocupación, la brutalidad policial cotidiana contra la comunidad y el envío creciente de conscriptos a pelear a la estancada guerra en Vietnam. En 1966 se alzaron Chicago, Nueva York, Baltimore, San Francisco y Cleveland. En 1967 hubo 164 rebeliones de distinta gravedad.

Estas rebeliones, que evidenciaban el profundo malestar de la comunidad negra a pesar de las reformas de igualdad formal implementadas, pusieron en una crisis política profunda al movimiento de derechos civiles. El Student Non-Violent Coordinating Committee (SNCC), organización juvenil que había sido parte de todo el proceso de reclamos contra la segregación, se encaminó de un proceso de radicalización hacia un nacionalismo negro, lanzando la consigna de Black Power. Las rebeliones incluso impactaron en las convicciones del veterano reverendo King, que en 1968 relacionó por primera vez la pobreza de los negros del ghetto con la opresión impuesta por Estados Unidos sobre otros países del mundo, denunciando la guerra en Vietnam. King planeaba instalar un acampe frente al gobierno en Washington, por las urgentes demandas de la comunidad negra. King, que venía siendo vigilado y hostigado por el FBI, fue asesinado en su hotel cuando fue a apoyar una huelga de trabajadores de recolección en Memphis, en 1968. El asesinato del premio Nobel de la paz, del dirigente negro que más esfuerzos había hecho por mostrarse amigable al establishment, fue la señal para que se generalicen los motines y los saqueos con más fuerza aún, simultáneamente en 120 ciudades, que vieron desplegada la Guardia Nacional para reprimir las protestas.

En 1968, la crisis económica, las enormes dificultades de la guerra en Vietnam, donde las cruentas batallas desatadas por la Ofensiva Tet, encarada a principios de año por el Vietcong, desmintieron las versiones exitistas del gobierno. El ascenso del movimiento estudiantil junto al movimiento negro, y el movimiento de mujeres, confluyendo en el reclamo contra la guerra, desataron una enorme crisis política, a pesar de que el movimiento obrero siguió en un reflujo y no tuvo una participación organizada en esta etapa de ascenso popular[14].

Panteras Negras: la organización y el programa

El Partido de Panteras Negras por la Auto-Defensa, una de las muchas organizaciones de nacionalismo negro surgidas de la radicalización del movimiento, fue la que mejor expresó el quiebre profundo entre esa generación de militantes negros y todo el régimen político yanqui. Su enfoque no se limitaba a enfrentar el racismo y la segregación, sino al capitalismo y al lugar de opresor imperial de Estados Unidos. La revolución cubana y la lucha contra el colonialismo francés en Argelia eran una enorme influencia en la formulación anti-imperialista que iba tomando el movimiento y las Panteras en particular[15].

La organización, fundada a fines 1966 por los estudiantes universitarios Bobby Seale y Huey Newton, se declaró parte de una revolución mundial contra el imperialismo yanqui. “A diferencia de los activistas de derechos civiles, que abogaba por plenos derechos de ciudadanía dentro de los Estados Unidos, su Black Panther Party (BPP) rechazaba la legitimidad del gobierno de Estados Unidos. Las Panteras veían a las comunidades negras dentro de Estados Unidos como una colonia y a la policía como un ejército de ocupación. En un ensayo fundacional, en 1967, Newton escribió: “porque los negros quieren determinar su propio destino, se les inflige constantemente la violencia del ejército ocupante, representado por el departamento de policía. Hay una gran similitud entre el ejército ocupante en el sudeste asiático y la ocupación de nuestras comunidades por la policía racista”. A principios de 1968, la BPP era una organización local de Oakland, la ciudad obrera de fuerte población negra que comparte la bahía con San Francisco, dedicada centralmente a organizar una vigilancia armada y uniformada (aprovechado la legislación que permitía tanto llevar armas registradas como observar la realización de procedimientos policiales) del accionar policial en la comunidad. Para fin de año habían abierto locales públicos en veinte ciudades en ambas costas. Para 1970 tenían organizaciones en 68 ciudades, ocupando en su breve pero intenso ascenso el lugar del centro del movimiento revolucionario en Estados Unidos[16].

La organización tomaba algunos elementos marxistas y reivindicaba un amplio elenco de dirigentes y teóricos revolucionarios de Lenin, a Mao, el Che Guevara, Malcolm X y el Frente de Liberación Nacional de Argelia. Es del teórico anti-imperialista Frantz Fanon, miembro del FLN, de quien más toman su política. No reivindican a la clase obrera como sujeto revolucionario y consideran que el lumpenaje tiene un alto potencial revolucionario.

Su programa central era una plataforma de diez puntos que partía de la definición de libertad para su pueblo como la autodeterminación de la comunidad negra, votada en un plebiscito solo de la comunidad negra, el derecho al trabajo, a la vivienda, a una educación acorde con las necesidades del pueblo negro, el fin del servicio militar para los negros, el fin de la violencia y asesinatos policiales, la liberación de todos los presos negros y el juicio de todo negro acusado de un crimen a futuro por un jurado de miembros de su comunidad. Un punto que condenaba el robo de la comunidad por los blancos fue reemplazado luego por “el robo de los capitalistas” y detallaba la necesidad de cobrar las reparaciones prometidas en el siglo XIX a los esclavos liberados de cuarenta acres y dos mulas, con el cálculo de los intereses pendientes, para ser distribuido colectivamente en la comunidad. Argumentaban que si Alemania fue obligada a dar pagos a Israel por los 6 millones de judíos muertos, los racistas norteamericanos, que han asesinado a 50 millones personas de color, deben pagar igualmente su parte.

Su práctica política, aunque ponía un fuerte eje en el armamento de la comunidad negra como base para su protección, cosa que en Estados Unidos tiene un amplio marco legal, no organizaba acciones ofensivas armadas contra el Estado ni las fuerzas de seguridad, al modo de los grupos foquistas o guerrilleristas que actuaban en muchos países del mundo en esos años. El eje de su práctica política en los barrios se desarrolló alrededor de la defensa frente a la brutalidad policial. Sumado a eso, desde 1969 implementaron un variado y complejo conjunto de proyectos barriales, autofinanciado con donaciones y aportes recogidos en la comunidad y de simpatizantes políticos externos. El que logró más desarrollo fue programa de desayunos gratis, que en su máximo desarrollo funcionaba en 36 ciudades. Solo en la zona de Oakland y San Francisco alimentaban a 12 mil niños. Otros proyectos importantes eran distintas clínicas autogestionadas; laboratorios de investigación de problemas que afectaban particularmente a la comunidad negra, como la anemia por células falciformes; repartos gratuitos de alimentos, zapatos y ropa; grupos de apoyo para dejar las drogas; servicios de ambulancias barriales; micros comunitarios para organizar visitas de familiares a las cárceles, un sistema de escuelas “de liberación” propias con una currícula reformulada y brigadas para impedir desalojos de vecinos del barrio.

Más que internacionalistas, se definen como “intercomunalistas”, reivindicando la confluencia de organizaciones que representen las distintas comunidades organizadas. Promovieron la organización de grupos modelados en las Panteras Negras en las comunidades de inmigrantes asiáticos, entre los puertorriqueños y los pueblos originarios. Reclamaban a los activistas blancos que se vayan a organizar a sus comunidades para la lucha, promoviendo frentes únicos, como el que realizaron con el Peace and Freedom Party que llevó al pantera Eldridge Cleaver como candidato a presidente, pero rechazando la pertenencia a una organización común.

El concepto de autodeterminación de las comunidades del BPP no planteaba la formación de un nuevo estado en América ni atarse al destino del movimiento de liberación panafricano, sino la confluencia en la derrota y desmantelamiento del imperio mundial de Estados Unidos. Huey Newton, afirmado como principal dirigente del BPP, escribió: “Consideremos a los negros americanos. Relacionados sólo históricamente con Africa, no tienen elementos reales para reclamar territorio ni en Estados Unidos ni en Africa. Los negros americanos solo tienen las costumbres sociales y culturales que han evolucionado de siglos de opresión. En otras palabras, los negros de Estados Unidos forman no una colonia dominada, sino una comunidad oprimida dentro de fronteras comunes. ¿Qué, entonces, quieren decir las palabras ‘nacionalismo negro’ concretamente para el negro de Estados Unidos? Sin constituir nada que se asemeje a una nación en la actualidad, ¿deben los negros de Estados Unidos de alguna manera tomar (o posiblemente que les sea ‘concedida’) tierras de Estados Unidos y esperar proclamar una nación soberana? De cara al poder actual que ejerce Estados Unidos sobre el mundo entero, tal nación solo puede ser una fantasía que puede llevar a la extinción de una raza”.

La concepción de Newton sacaba conclusiones críticas de la posición conservadora de la burocracia estalinista de la Unión Soviética, a la cual le asignaba una responsabilidad enorme por el fortalecimiento del imperialismo yanqui: “El primer error de Rusia vino en la forma de un análisis incorrecto: que el socialismo podía coexistir pacíficamente con las naciones capitalistas. Esto fue un golpe a las comunidades de todo el mundo, que llevó directamente a incapacitar la posibilidad de los pueblos a oponerse a la agresión capitalista/imperialista (…) Los rusos han permitido esto por inocencia o traición. Más allá de cómo sucedió esto, han dañado a capacidad del tercer mundo para resistir[17]”.

El rápido ascenso militante de las Panteras lo puso inmediatamente en la mira de la represión estatal. En el proceso de su rápida división y disgregación jugó un rol enorme la infiltración, el asesinato y el encarcelamiento de sus filas. Su dirección estuvo dislocada desde un primer momento por el encarcelamiento, el asesinato y el exilio. Cuando luego del escándalo de Watergate, comisiones parlamentarias investigaron el desempeño de las fuerzas de inteligencia, desclasificando muchos archivos, se conoció la existencia de un masivo Programa de Contraespionaje (Cointelpro), operado por el FBI y dirigido contra opositores políticos internos. Entre 1956 y 1971, Cointelpro tomó 295 medidas contra grupos negros. Estas incluían cartas falsificadas para generar conflictos internos, robos y pruebas de que habían organizado el asesinato del dirigente de las Panteras en Chicago, Fred Hampton. Organizaciones de izquierda, como el SWP también fueron un blanco importante.

En esas investigaciones se dio a conocer un famoso comunicado interno del director del FBI, J. Edgar Hoover, de 1968, que coloca como primer objetivo de Cointelpro “prevenir la coalición de grupos negros nacionalistas combativos (…) una coalición efectiva de grupos negros nacionalistas sería el primer paso hacia una verdadera ‘Mau Mau’[18] en Estados Unidos, el comienzo de una verdadera revolución negra”. Llama, en función de esos efectivos, a impedir el desarrollo de líderes de estos movimientos, a “localizar a potenciales generadores de problemas y neutralizarlos”, a descreditar a las organizaciones frente al público y a golpear su arraigo en la juventud.

En julio de 1969, Hoover planteaba públicamente que “el Partido de Panteras Negras representa, sin duda, la mayor amenaza la seguridad interna del país”. Hoover se aseguró de que la tarea de disrupción del BPP hiciera especial hincapié en interrumpir el programa de desayunos infantiles, para golpear la inserción de las Panteras en la comunidad.

La victoria electoral del derechista Richard Nixon, que prometió imponer la ley y el orden contra la rebelión popular, fue la señal para que las fuerzas represivas organizaran, una tras otra, irrupciones armadas sobre las centrales del BPP. La orden vigente de Huey Newton fue la de defender con armas cada hogar o local en el que ingresaran las fuerzas de seguridad.

En el terreno de un choque militar con el Estado, llevado adelante por partes separadas, en las cuales las fuerzas de seguridad elegían el momento de golpear y lo preparaban sistemáticamente, se llevó adelante un blitz aplastante contra la organización. El planteo de encarar la ofensiva como un problema militar y no de generar una movilización democrática en su apoyo (como lo había sido la campaña por la libertad de Huey Newton, que fue la consigna con la que se expandieron en todo el país) aparece a la distancia como un error político pagado muy caro.

Dividido y sometido a una presión inmensa, el BPP implosionó. Tuvo indudablemente un impacto político masivo y dejó un gran legado, en el momento no logró liderar una movilización que quebrara el operativo represivo lanzado.

Los logros de 50 años de “capitalismo negro”

Las clases dominantes se dieron una política decidida para que no se vuelva a repetir una irrupción de las masas negras de esas dimensiones. En una reunión de los movimientos moderados NAACP y Core (Congreso de la Igualdad Racial) en la Casa Blanca con el Chase Manhattan Bank y la familia Rockefeller se anunció un plan para desarrollar un “capitalismo negro”. Se cuidó de promover más caras negras en los medios de comunicación. En el curso de los años ’70, algunos miles de negros fueron electos a cargos públicos, en general quienes habían militado en el ala integracionista de los derechos civiles o sus continuadores políticos, integrados como ala del Partido Demócrata. Esta inclusión homeopática ni modificó donde reside el verdadero poder económico, social y político en el país ni mejoró las condiciones sociales del resto de la comunidad.

Han pasado cincuenta años desde que el ala integracionista de la dirigencia negra se ha vuelto una presencia permanente en los cargos del Estado. Hoy existen más de 7 mil funcionarios electos negros. En los últimos 25 años, personas negras llegaron a los cargos máximos, empezando con los secretarios de Estado que sirvieron bajo George W. Bush, Condoleezza Rice y Colin Powell, y siguiendo con los dos términos presidenciales de Barack Obama.

¿Cómo se ha modificado la situación de la comunidad negra en estos 50 años de participación minoritaria de la dirección del Estado de funcionarios surgidos de su seno?

Los negros ganan en promedio salarios de un 60% menos de los de los blancos no hispánicos. Esto compone una mejora con relación a 1970, cuando el promedio era de la mitad. Pero la diferencia dejó de achicarse en 2000, cuando el indicador volvió a desmejorar. De todas maneras, la estadística tomada por el Censo solo mide a quienes tienen un ingreso fijo, no contabilizando a desocupados o subocupados. Un 35% de los jóvenes negros estaban desocupados previo a la pandemia. Durante junio, a pesar de que se pidieron casi un millón y medio de nuevos seguros de desempleos, de conjunto, la desocupación bajó casi un punto y medio, según los últimos datos oficiales. En el mismo periodo, la desocupación negra no se recuperó sino que siguió creciendo.

Mirando la diferencia en los bienes declarados, tenemos una imagen más nítida. El capital promedio de un negro es un décimo del de un blanco no hispánico. Esta relación se mantiene fija desde 1990. En 2014, cuando la pobreza en la comunidad negra había descendido al 27%, seguía triplicando la de la comunidad blanca[19].

Los ghettos, instalados en las ciudades del norte por un bloqueo informal a que los negros pudieran establecerse en otros barrios durante las migraciones masivas de la segunda posguerra, siguen existiendo. La medición de segregación racial urbana mejoró, pero solo parcialmente, del 93% en 1970 al 70% en 2010. Un nivel muy alto a 55 años del fin de la segregación legal.

Desde el año 2000 viene creciendo el indicador de estadounidenses que viven en barrios donde más de un 20% vive bajo el nivel de pobreza. Los niños negros viven en esos barrios en una proporción de siete a uno con los niños blancos. Son los barrios con menor acceso a la salud y a la educación, y los que tienen un hostigamiento mayor de las fuerzas policiales.

El impacto sanitario de esta diferenciación social es que un adulto negro tiene el doble de probabilidad de morir de un problema cardíaco, o de tener diabetes, y el 50% más de tener problemas de presión sanguínea. El mayor número de negros sin seguro médico (12,2 a 7,8%) en un país sin servicio de salud pública, combinado a su presencia concentrada en los trabajos considerados esenciales, dio lugar a su extrema vulnerabilidad a la pandemia[20]. El resultado de toda esta segregación y opresión racial real es que las muertes por coronavirus son cinco veces más comunes entre negros y pueblos originarios que entre blancos (y cuatro veces más comunes entre aquellos de ascendencia hispánica). En el contexto de la pandemia yanqui, de ya 150 mil muertos, un cuarto de los de todo el planeta, es una verdadera masacre social.

Dos indicadores importantes se han agravado desde el fin de la segregación legal. El nivel de empleo entre hombres negros en 1972 era de un 80%, previo a la pandemia estaba en 63%. El nivel de encarcelamiento de hombres negros se ha triplicado entre 1960 y 2010. Las cárceles de Estados Unidos son hoy probablemente el punto de más seguro contagio de Covid-19 en el planeta.

La casta de funcionarios de Estado negros está reclutada de entre los sectores de la comunidad que han podido progresar de manera aislada, aprovechando la limitada movilidad social bajo la forma de ascensos profesionales, empresariales, académicos o militares que es posible, luego del fin de la segregación legal en los ’60 y más tarde favorecida, en cuotas simbólicas, con legislación de discriminación positiva que favorece una integración de minorías en distintas esferas.

Este cuerpo de funcionarios ha dado apoyo en estas décadas al enorme desarrollo dado al complejo policial y carcelario con el argumento de la lucha contra el crimen y la guerra contra las drogas. Este reforzamiento ha reemplazado a la segregación legal como forma de opresión de la comunidad negra y también de la opresión de la juventud y los trabajadores en general. La ley de Crimen de 1994, que promovió que el encarcelamiento masivo diera un salto bajo la administración de Bill Clinton y el entonces senador Joe Biden, que estuvo entre sus principales impulsores. La mayoría de la bancada negra en el Congreso votó, en 2014, la prórroga del programa que da armamento militar de las fuerzas armadas a los departamentos policiales locales, y hace tan poco, como 2018, la Protect and Serve Act, que reforzó la inmunidad legal de los policías cuando ejercen la violencia contra civiles[21].

Un promedio de mil civiles son asesinados cada año por la policía. Es tres veces más probable que un afroamericano sea muerto por la policía que un blanco, alcanzando a ser la causa de muerte de uno cada mil miembros de esa comunidad. El asesinato policial es la sexta causa de muerte más común de jóvenes negros. Casi la totalidad de los asesinados están bajo la línea de la pobreza.

La policía yanqui efectúa 10 millones de arrestos anuales. Su población carcelaria es un 25% de la del mundo entero. Es, por lejos, el país con una mayor parte de su población encarcelada. La cantidad de presos se ha quintuplicado desde los años ’70, marcando una enorme militarización de la sociedad, dirigida casi exclusivamente a la clase trabajadora. Los negros son los más condenados por crímenes comunes y reciben condenas más largas, lo cual los lleva a componer un tercio de la población carcelaria, mientras son un 13% de la población general.

La impunidad también es enorme. Según datos de mappingpoliceviolence.org, de 7.663 casos de civiles muertos por fuerzas policiales en Estados Unidos entre 2013-2019, solo en 95 casos hubo juicios y en 48 casos, condenas. Los sindicatos policiales son un enorme entramado de influencia política y económica, que ha operado sistemáticamente para defender estas condiciones de impunidad.

Una víctima especial de este Estado carcelario son los militantes del movimiento negro que no tomaron el camino de integración al Estado. Diecinueve Panteras Negras, como el periodista Mumia Abu-Jamal, están cumpliendo condenas hace cuatro décadas por causas fabricadas. Otros presos provienen de movimientos similares de otras comunidades, como Leonard Peltier, preso político que pertenecía al American Indian Movement, preso desde 1976. Los cálculos de presos políticos en la actualidad en Estados Unidos oscilan entre 60 y 100, incluyendo activistas de etapas recientes[22].

Junto al propio gobierno de Donald Trump, esta dirección de la comunidad negra, sostenida desde su lugar en el Estado y el apoyo del gran capital y de sus partidos, es la gran derrotada por la actual rebelión. Las comunidades negras han repudiado masivamente los resultados de su política de “reformas progresivas”.

Ya el surgimiento del primer movimiento de Black Lives Matter, bajo el gobierno de Barack Obama, ponía de manifiesto cómo su administración dejó intacto el aparato policial racista.

Ahora ha quedado desmentida definitivamente la versión sobre la moderación política de la comunidad negra, que todos los analistas electorales repetían hace tres o cuatro meses. Esa política no es la del pueblo negro sino la del aparato demócrata, ligado a la burguesía negra, las iglesias, sistemas de universidades y escuelas propias. Este aparato se movilizó de manera decisiva para darle la candidatura demócrata a Joe Biden, un representante innegable del establishment capitalista. En particular, fue clave el apoyo de Jim Clyburn, diputado por Carolina del Sur, miembro de la bancada de diputados negros y jefe de la bancada demócrata en la cámara. Clyburn es parte de la aceitada maquinaria del Estado imperial, llegando a oponerse a la existencia de la universidad gratuita, diciendo que la privatización permite a la comunidad negra desarrollar sus propias universidades, haciendo caso omiso de los enormes niveles de deserción académica por razones económicas que eso conlleva en su comunidad. Es verdad que Bernie Sanders, el precandidato autoproclamado revolucionario y socialista, así como las organizaciones que lo apoyan, han hecho muy poco para ganarse el apoyo de la comunidad negra. Pero la rebelión ha mostrado que la sumisión y adhesión al statu quo que la ingeniería electoral, los medios y las encuestas asignaban al “electorado negro” no tiene nada que ver con el estado de ánimo real en las comunidades de trabajadores del país, y en particular las negras.

Hay en marcha un operativo político para restablecer la contención. El operativo de alineamiento del activismo que está en la calle en la campaña de Biden pretende restablecer los lazos del Partido Demócrata con el activismo, para enterrar cualquier filo de transformación profunda que pueda emerger de este choque. Se han anotado en el tren de campaña de Biden todos los izquierdistas del campo: Sanders, del Partido Demócrata, incluidos sus apoyos intelectuales, como Naomi Klein y Noam Chomsky. En los últimos días se ha sumado también una figura de peso en la historia del movimiento negro como Angela Davis, ex militante de BPP y del PC, presa política en los años ’60 y hoy una importante intelectual feminista. Davis fundamentó esto, no en aprobar la política de Biden sino en que debe elegirse el candidato “más fácil de presionar por el movimiento anti-racista”. Algo parecido había dicho Chomsky, “lo mejor que puede decirse de Biden es que políticamente es un envase vacío”. Lo oblicuo de los elogios muestra que no es tarea fácil ganar al activismo a este apoyo. Biden trata de colaborar con el operativo hablando lo menos posible en su campaña, haciendo perfil bajo mientras Trump se desgasta día a día. Sin embargo, cualquiera que mire su trayectoria política sabe que, lejos de ser un envase vacío, es un representante del gran capital imperialista, de su Estado policial, intervenciones militares imperialistas, privatismo y rescates al capital. El apoyo en nombre a su supuesto carácter presionable, lejos de condicionarlo, lo fortalece para defender estos intereses. Múltiples voces del movimiento negro radicalizado denuncian esta intención, entre ellos el preso político Mumia Abu-Jamal, que envió una carta desde su prisión, llamada “Los peligros de la reforma”, que alerta de todas las maniobras parlamentarias para desmovilizar y concluye con una frase de Huey Newton: “Queremos libertad, no otra reforma”.

Vidas negras

Los millones que han tomado las calles del país en el movimiento más grande y más extenso de la historia del país son parte de muchas organizaciones. La mayoría no pertenece a organización alguna. Pero hay una bandera que se ha visto de punta a punta, hasta en la última acción, a nivel nacional e internacional, Black Lives Matter. Esta consigna es también el nombre de una organización, surgida del levantamiento de Ferguson en 2014, que es todavía relativamente pequeña y con presencia en 14 ciudades de las 550 donde hubo movilizaciones. En 2014 conformó también el Movement for Black Lives (MBL), una coalición de 150 organizaciones sociales y políticas locales de militantes negros, que tiene expresión en todo el país a través de sus componentes variados.

Existe en Black Lives Matter, fundada por tres mujeres negras, Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi, dos de las cuales se identifican como LGBTI, un fuerte eje en que el liderazgo del movimiento tenga un protagonismo de mujeres, negras, LGBTI. El discurso tiene un ángulo con un eje cultural, basado en las experiencias y vivencias personales, y planteos de género. Al mismo tiempo, hay un planteo de reconstrucción del movimiento de liberación negro y de intervención política[23]. Conviven en el MBL grupos que, como la mayoría del activismo en Estados Unidos, se organiza en grupos temáticos (“single issue”) que se nuclean por afinidad, y con funciones y demandas específicas, con organizaciones que tienen programas más acabados y una acción política más integral. Hay planteos anticapitalistas y hay también eje en que la plata quede en negocios de la comunidad, sea en variantes de cooperativismo o directamente de promoción del empresariado negro. Hay un fuerte eje en acciones directas, muchas veces con ángulos de impacto mediático y un uso muy ágil de las redes sociales.

En muchos casos reivindican la etapa no violenta del movimiento de derechos civiles como modelo político a seguir. Gran parte de su discurso estuvo centrado en toda una etapa en defender la consigna inicial de que las “Vidas Negras Importan”, no como un desprecio hacia los que no estén incluidos en esa reivindicación sino como el reclamo del fin de una opresión particular, incluso como parte de una lucha más general contra la opresión.

En la coalición conviven organizaciones de reciente fundación, con veteranos del movimiento de liberación negra o sus discípulos políticos. Algunos miembros son organizaciones no gubernamentales, a veces condicionadas por límites legales o por sus fuentes de financiamiento. Han tenido reuniones para “articular” con las diputadas de izquierda del Partido Demócrata, y sobrevuela la idea de promover una participación electoral, aunque no haya definiciones concretas de apoyo a los demócratas. Han tomado un amplio programa de reivindicaciones sociales, comparable en varios puntos con la plataforma del Black Panther Party, incluso yendo más lejos en el planteo de abolición general de las fuerzas policiales y las cárceles. En el curso de la rebelión popular, desde el propio MBL la consigna que más se destacó no fue la abolición de la policía, sino su desfinanciamiento, ángulo en el que coincidió la izquierda del Partido Demócrata y que rápidamente fue tomado como posta por diversas administraciones municipales demócratas, como los gobiernos de Nueva York y Los Angeles, para hacer un reordenamiento contable de sus presupuestos y aparecer como aplicando el programa del movimiento.

Distintos componentes de la izquierda negra más radicalizada tienen vasos comunicantes con elMBL. Estos grupos están nucleados alrededor del sitio Black Agenda Report y la Black Alliance for Peace. Son completamente hostiles a la integración al Estado norteamericano y al Partido Demócrata. Plantean que la desfinanciación de la policía es un camino trunco y reivindican el control comunitario como única salida. Tienen un planteo de oposición profunda al Estado yanqui como opresor imperialista. Todos ellos buscan apoyo en distintos gobiernos que tengan choques con Estados Unidos, abriendo expectativas en denuncias en foros internacionales, incluso en Naciones Unidas, de parte de Venezuela, Irán, China o distintas naciones africanas.

La Black Alliance for Peace se define como una organización de base obrera, anticapitalista, anti-imperialista e internacionalista. YahNé Ndgo, vocera de la Black Alliance for Peace y miembro de Black Lives Matter en Philadelphia, planteó en el canal Press TV, el 2 de junio, que la lucha negra contra la opresión implica “ejercer el poder y el control sobre sus propias vidas. Somos una nación dentro de la nación. Queremos nuestro propio Estado-nación y el fin de la guerra de Estados Unidos contra la gente africana que se libra dentro del país y en el extranjero”. Ajamu Baraka, cabeza de la Black Alliance for Peace, fue candidato a vicepresidente por el Partido Verde en 2016.

La activista Monifa Bandele, del Movimiento de Base Malcolm X y miembro de la mesa política del MBL, reivindica que la dimensión y profundidad del movimiento de lucha no es espontánea, sino que tiene un origen en seis años de trabajo organizativo. “Lo que estamos viendo en junio de 2020 es el resultado de seis años de trabajo para montar una infraestructura de dirección negra, a escala nacional, que nos dé la posibilidad de hacer escuchar nuestra voz frente a un hecho de repercusión nacional, como el asesinato de George Floyd[24]”. En términos políticos, planteó la necesidad de ganar más influencia sobre el bloque demócrata, apoyando a candidatos que defiendan planteos vinculados con los reclamos del movimiento, defendiendo esta política porque “nuestro pueblo está en el Partido Demócrata” y dejando para futuro el debate de la creación de una organización independiente.

Aunque el discurso de BLM no tiene una elaboración del sentido de clase de la opresión capitalista, en el curso de la rebelión de 2020, el Movement for Black Lives ha promovido en distintas fechas acciones huelguísticas. La del 19 de junio, día emblemático como aniversario del fin de la esclavitud, tuvo como acción más significativo un paro de los 29 puertos de la costa oeste, impulsado por las seccionales combativas del gremio ILWU, que se reivindican explícitamente clasistas. La jornada de “paro por vidas negras” del 20 de julio tuvo un alcance más limitado por el carácter conservador y propagandístico que le dio la burocracia sindical del gremio de empleados de servicios SEIU, el principal convocante. Pero hasta la necesidad de la burocracia sindical de reacomodarse muestra el alcance del movimiento en los lugares de trabajo y en los propios sindicatos.

Entre el anti-imperialismo y el lobby parlamentario reformista, el futuro político de la coalición de organizaciones que están en el centro de la rebelión está abierto y será objeto de luchas políticas y un proceso de diferenciación que ya está en marcha.

Una brújula para la izquierda

La rebelión popular, con centro en los reclamos contra el racismo y la represión se suma a un ascenso huelguístico y un crecimiento organizativo y electoral de la izquierda (sobre todo dentro del Partido Demócrata, pero no únicamente; el grupo trotskista Socialist Alternative logró este año reelegir a la concejal de Seattle, Kshama Sawant). Sin embargo, no sólo esto no ha dado lugar a un salto en el protagonismo de la principal organización norteamericana de izquierda, los Demócratas Socialistas de América (DSA), sino los parece haber colocado en un lugar incómodo políticamente.

La organización, dedicada de lleno a la campaña electoral, no jugó rol alguno en la rebelión. Sus militantes claro, estuvieron presentes en las protestas. Y esto es importante, porque DSA, una organización “paraguas” a la que pertenecen distintos grupos, tiene más de 50 mil militantes. Pero DSA es laxo y descentralizado para cualquier tarea que no sea una campaña electoral. Lo suficientemente laxo para que nadie pueda responsabilizar a sus candidatos por los resultados de las luchas en curso, digamos. Lo cierto es que la organización no ha jugado un rol político independiente en la rebelión ni en la acción obrera frente a la pandemia.

Su candidato a presidente, derrotado en la primaria demócrata, Bernie Sanders, se ha colocado completamente a la derecha del movimiento, no solo oponiéndose a la abolición de la policía, sino reclamando que se le conceda a sus agentes un aumento salarial generalizado[25].

En este contexto, se ha vuelto de nuevo al debate interno en el DSA por la falta de una política para intervenir en el movimiento contra el racismo. Las críticas han aparecido recurrentemente en los años recientes, y propios y ajenos lo relacionan a una enorme dificultad para crecer entre las minorías raciales. El grupo dirigente de DSA, centrado alrededor de la revista Jacobin y la fracción Bread and Roses, se opone a la adopción de una lucha contra la opresión racial, aunque por razones formalmente izquierdistas.

En un artículo de Jacobin de 2018, que oficia de la posición oficial sobre el tema, Eric Blanc y Jeffrey Gong dicen que como el problema político central es la disolución del concepto de clase en la sociedad norteamericana y que la política identitaria, de hacer eje en el género, la raza y otras formas de opresión específica, es una herramienta usada por las clases dominantes para negar la opresión de clase, lo que corresponde es privilegiar las consignas capaces de movilizar a “toda la clase”.

Critican a la concepción de poder negro, diciendo que “por más militante que fuera su discurso, seguía basada en la creencia liberal de que la desigualdad económica puede ser resuelta segregando a la clase obrera en unidades diferenciadas racialmente”[26].

“Frente a la posición de que los revolucionarios deben luchar tanto contra la opresión de clase como contra la racial, dicen que “‘hacer ambas cosas’ es leer equivocadamente el balance de poder en Estados Unidos hoy: institucionalmente, desde la izquierda, no tenemos más que una fracción del ya diminuto movimiento obrero para respaldar nuestra plataforma y nuestro análisis”, dicen desde Jacobin. Al ser tan fuerte el progresismo liberal, que tendría dominado los reclamos “identitarios”, mejor dedicarse a reclamar planteos universales, como el acceso al cuidado de salud, el New Deal verde o el salario mínimo. Todas campañas que DSA promueve como proyectos parlamentarios, como plataforma para hacer votar más funcionarios electos.

En la lucha de clases es imposible optar por qué forma de opresión desafiar. O se las enfrenta de conjunto o nos adaptamos a parte de ellas y, por ende, a todo el régimen. Están profundamente relacionadas. Y en la agitación de cada una de ellas puede desatarse el hilo que lleve al estallido.

Los escribas de Jacobin piensan que puede haber una política para resolver “la desigualdad económica” de los trabajadores que no esté asentada en la sublevación contra el imperio. La idea de reformas gradualistas, como camino para terminar con el capitalismo, es la más liberal y menos realista de las políticas que pueda tomar la izquierda, por más “marxistas” que sean los argumentos dados.

No habrá momento posterior para volver sobre la opresión racial que pueda ser elegido a conveniencia. Las oportunidades históricas, los estallidos sociales, son hechos irreproducibles, únicos. Los revolucionarios deben dejar todo para intervenir en ellos.

La “propiedad” sobre las demandas raciales que se le asigna a las corrientes burguesas están desmentidas por la rebelión en curso. Los que desearían que la rebelión pudiera suspenderse para retomar sus campañas electorales son los verdaderos liberales, los de Jacobin. Para el que tenga alguna duda, su sitio en julio promociona preparar un número de su revista impresa centrado en que “dejaron las campañas de Bernie”. Es inconcebible defender que eso sea el eje de la situación política en Estados Unidos, conmovida no sólo por la rebelión sino por un gravísimo rebrote del coronavirus y una crisis política al rojo vivo, que incluye el recurso del gobierno a formas de represión ilegal y en común con milicias paraestatales. Un electoralismo indisimulable.

El abstencionismo frente a los reclamos contra la opresión racial no es el terreno exclusivo del DSA. El ultraizquierdista Socialist Equality Party, que dirige el sitio World Socialist Web Site (WSWS), rechaza la importancia del movimiento, al que caracteriza como “protestas”. Considera que el eje en opresión racial es parte de una manipulación de política identitaria y está en una campaña para defender figuras de próceres, cuyas estatuas están siendo volteadas por las protestas y que fueron dirigentes del proceso independentista, como George Washington o Thomas Jefferson[27]. Un exponente del izquierdismo sectario que piensa que no intervenir en movimientos ambientales, por los reclamos de la mujer, de la comunidad LGBTI o contra la opresión racial sería una concesión a la ideología burguesa o pequeño burguesa, que se desenvuelve mayoritariamente en esos movimientos. Al revés, desarrollando un programa revolucionario podemos disputar la dirección de las masas con esas orientaciones. Nunca desde el abstencionismo estéril. No se puede, de todas maneras, negárseles coherencia a los seguidores de WSWS. Sus credenciales de sectarios extremos las tienen bien ganadas, oponiéndose a las huelgas de inquilinos[28] y a los abandonos de tarea en Amazon[29], en ambos casos con el argumento de la influencia de la izquierda del Partido Demócrata en los movimientos de lucha.

La conmoción de las masas en Estados Unidos demanda un programa revolucionario que pueda concentrar las enormes energías liberadas por las masas en lucha. No se trata de elegir entre los múltiples aspectos de la catástrofe generada por el capitalismo, sino de poder unificar a quienes las sufren en una conclusión y una acción común.

Poder negro o liberación negra ha significado y significa cosas distintas para distintos militantes y organizaciones a lo largo de años de lucha y hoy en día. Algunos se refieren a niveles de autodeterminación comunitaria en el marco de la derrota del Estado imperialista y el socialismo, otros refieren a un Estado-nación separado y otros se remiten a la pelea inmediata por reformas que aminoren la opresión sufrida. Los revolucionarios de todos los países tenemos la obligación de defender la autonomía y el derecho a la autodeterminación de la comunidad negra y pelear por ella en los términos que ésta resuelva pelear por ella.

El primer punto de cualquier programa revolucionario para el proceso que vive en Estados Unidos es generalizar las asambleas populares, las asambleas por barrio, lugar de trabajo y estudio y que la unificación de los criterios de la lucha y las salidas políticas sean debatidas allí. Una coordinación de delegados electos en asamblea le daría una coordinación al poderoso movimiento de lucha que se ha desarrollado hasta en la última esquina del país.

Desmantelamiento de las fuerzas de seguridad, todas responsables de graves crímenes contra la población. Control comunitario de la seguridad. Libertad inmediata de todos los presos políticos.

Protocolos de seguridad en los lugares de trabajo bajo control de los trabajadores, garantizando que solo se realicen las tareas realmente esenciales y en condiciones seguras. Licencias pagas por enfermedad propia o de familiar.

Prohibición de despidos y suspensiones. Salario mínimo igual a la canasta familiar. Reparto de las horas de trabajo entre toda la población laboral sin afectar el salario para terminar con la desocupación. Que se quiten los límites de tiempo al cobro del seguro de desocupado.

La reparación económica posible es la colectiva, para las víctimas de la esclavitud y la segregación, así como de los trabajadores, de los inmigrantes, de los pueblos originarios. Necesita la nacionalización de los bancos, cuyo rescate ha sido pagado reiteradamente por el pueblo, para poder financiar la constitución de sistemas de salud y educación públicos, gratuitos y universales, bajo control obrero y popular, así como un plan de vivienda para terminar con el hacinamiento de los ghettos.

Ningún desalojo. Moratoria para las deudas hipotecarias y estudiantiles. Congelamiento de alquileres.

Desmantelamiento del aparato militar, de espionaje y diplomático de Estados Unidos, responsable de enormes crímenes contra la humanidad. Devolución del territorio de la base de Guantánamo en Cuba y de todas las bases en el extranjero. Disolución del FMI y el Banco Mundial, y desconocimiento de las deudas contraídas con esos organismos. Que se termine inmediatamente el bloqueo a Cuba y Venezuela.

Por un gobierno de los trabajadores.


[1] Howard Zinn: La otra historia de los Estados Unidos, HIRU,  p. 28.

[2] Zinn, p. 83.

[3] Pablo Heller: “Marx y la guerra de la secesión”, Prensa Obrera N° 1.370, 3/7/2015.

[4] Zinn, p. 224

[5] Hernán Díaz: “La independencia de Cuba y el expansionismo norteamericano”, En defensa del Marxismo N° 20, mayo de 1998.

[6] Rafael Bernabe: “Rebelión en las colonias: Puerto Rico  1898”, En Defensa del Marxismo N° 20, mayo de 1998.

[7] Tesis sobre la cuestión negra, en Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, Pasado y Presente.

[8] Richard Fraser:  Tom Boot, Revolutionary Integration, Red Letter Press, Seattle, 2004.

[9] Esta    cita y las   subsiguientes de “The Negro Question in America”, en Leon Trotsky on Black Nationalism & Self-Determination, Pathfinder Press, New York, 1967.

[10]    “Self-determination of American Negroes”, en Leon Trotsky on Black Nationalism

[11] “La lucha popular en los Estados Unidos en los años sesenta y la Ofensiva del Tet” en 1968, un año revolucionario, Pablo Rieznik, et al, EFFL, Buenos Aires, 2015.

[12] Las posiciones reflejadas y las citas tomadas de Malcolm X: as they  knew  him, compilado por David Gallen, Ballantine Books, New York, 1992.

[13]  https://www.npr.org/2020/02/11/804933076/malcolm-x-doc-prompts-reexamination-of-iconic-leader-s-assassination-investigati

[14]  “La lucha popular…”.

[15] “La lucha popular…”.

[16]  Joshua Bloom, Waldo E. Martin: Black against empire, University of California Press, 2013, p. 2.

[17]  Ambas  citas en Mumia Abu-Jamal, We want freedom: a life in the Black Panther Party, South End Press, Cambridge, 2004.

[18]  Por la guerrilla que combatió por la independencia de Kenia.

[19] “Measuring deprivation”, The Economist, 3/6/2020.

[20] “Measuring racial progress”, The Economist, 4/6/2020.

[21]  https://www.blackagendareport.com/black-caucus-sells-out-its-constituents-again-cops

[22]   https://www.theguardian.com/us-news/2018/jul/30/black-panther-radicals-still-in-jailhttps://afgj.org/politicalprisonersusahttps://www.streetsheet.org/what-is-a-political-prisoner-and-does-the-u-s-have-them/

[23] Una selección de entrevistas representativas con integrantes de Black Lives  Matter y el MBL del año 2014 en Nuevo Activismo Negro, compilado por Ezequiel Gatto, Tinta Limón, Buenos Aires, 2016.

[24]   https://www.blackagendareport.com/george-floyd-protests-were-result-years-organizing

[25]   https://nypost.com/2020/06/10/sanders-doesnt-support-defunding-police-wants-to-pay-cops-more/

[26] Blanc, Eric; Gong, Jeffrey:  “How class should be central”, Jacobin, 21/11/2018.

[27] “Democrat’s denunciation of America’s revolutionary heritage provides an opening for Trump”, WSWS, 7/7/2020.

[28]  “Millions of Americans cannot pay their rent”, WSWS, 4/5/2020.

[29] “May 1 general strike at Amazon”, WSWS, 2/5/2020.

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