Un nuevo escenario internacional

De la crisis y el coronavirus a la rebeliĆ³n en el imperio

Estados Unidos no sĆ³lo es el epicentro de la pandemia y de la crisis mundial sino que se ha transformado en uno de los grandes centros de la rebeliĆ³n. El hecho de que el ojo de la tormenta se concentre, ni mĆ”s ni menos, que en el corazĆ³n del capitalismo marca la situaciĆ³n mundial y condiciona todo el proceso econĆ³mico y polĆ­tico a nivel global.

Hay que rastrear 50 aƱos para atrĆ”s, para encontrar una rebeliĆ³n con alguna semejanza en Estados Unidos, como lo fue en los fines de los ā€™60, la gran lucha por los derechos de la poblaciĆ³n negra, pero ni siquiera la nombrada tiene las dimensiones de la actual. El paĆ­s estĆ” estremecido: se habla que entre 15 y 26 millones de estadunidenses han ganado la calle y el dato es que, esta vez, la protesta se caracterizĆ³ por un protagonismo de la poblaciĆ³n blanca, fusionada con la negra, y no simplemente con un acompaƱamiento, como ocurriĆ³ medio siglo atrĆ”s.

Un levantamiento asĆ­ es la expresiĆ³n de una crisis de fondo. El repudio a la opresiĆ³n racial y la violencia policial, que viene provocando reacciones recurrentes en la historia norteamericana, empalma ahora con la situaciĆ³n que han creado la pandemia y la crisis capitalista. La conjunciĆ³n de ambos elementos viene haciendo estragos en la vida norteamericana y es un elemento crucial para entender el estallido actual.

DepresiĆ³n mundial

La economĆ­a mundial ha ingresado en una depresiĆ³n, lo cual supone un proceso de contracciĆ³n prolongada, que va unido a cierres y quiebras, una deflaciĆ³n de precios y desempleo masivo. La situaciĆ³n actual tiene todos estos ingredientes. Es sĆ³lo comparable con la crisis de 1929, e incluso supera a esta Ćŗltima en la velocidad en que se viene desenvolviendo. La desocupaciĆ³n se acerca en la actualidad al 25%, una cifra semejante a lo ocurrido en el crack del ā€™29, pero ese pico reciĆ©n se alcanzĆ³ en el ā€™33, cuatro aƱos mĆ”s tarde, mientras que, esta vez, fue en un par de meses.

En la crisis financiera de 2008, con todo lo severa que fue, el PBI mundial retrocediĆ³ alrededor del 3% en 2009 y se recuperĆ³ al aƱo siguiente, aunque con un crecimiento famĆ©lico desde entonces hasta el dĆ­a de hoy. La crisis se concentrĆ³ en las metrĆ³polis, en tanto China siguiĆ³ creciendo, actuando como factor contrarrestante.

El dato distintivo del colapso actual es que vamos a una retracciĆ³n de otras dimensiones, que puede llegar al 20% del PBI. Esta vez, ademĆ”s, se plantea un escenario de quiebras masivas, que es lo que se logrĆ³ evitar en 2008 con los rescates estatales. Dicho mecanismo impidiĆ³ que la crisis hiciese su trabajo clĆ”sico de depuraciĆ³n del capital sobrante, que le estĆ” reservado en el marco de un rĆ©gimen donde reina la anarquĆ­a. Pero esta postergaciĆ³n de ningĆŗn modo fue inocua, sino que fue creando las condiciones de un colapso mĆ”s amplio y profundo, cuyo estallido ya estaba madurando previo a la pandemia, del cual habĆ­a numerosas seƱales. El derrumbe actual, con la evaporaciĆ³n y desvalorizaciĆ³n masiva de capitales en pocas semanas (casi 30 billones de dĆ³lares) nos vuelve a recordar la vigencia de la ley del valor y cĆ³mo es imposible escapar a ella.

El escenario actual es diferente al de doce aƱos atrĆ”s: 1) los sucesivos rescates y estĆ­mulos no han logrado revitalizar la economĆ­a que se ha ido desinflando hasta llegar al umbral de una recesiĆ³n; 2) los Estados no tienen los medios que tenĆ­an en 2008; 3) asistimos a un endeudamiento pĆŗblico y privado que no tiene antecedentes, lo que coloca al borde de la quiebra a los propios Estados; por primera vez las deudas soberanas han alcanzado al 100% del PBI mundial, lo cual retrata un rĆ©gimen social y econĆ³mico entero hipotecado; 4) se intensifica la guerra comercial, que no solo impide una acciĆ³n concertada entre los Estados sino que agudiza las dificultades para enfrentar la pandemia y la crisis capitalista; 5) China, esta vez, no estĆ” en condiciones de jugar el papel de locomotora que desempeĆ±Ć³ en la crisis de 2008 -la crisis ha arrastrado al gigante asiĆ”tico, que ha pasado a ser uno de los paĆ­ses mĆ”s endeudados del planeta; 6) la crisis se extiende a los paĆ­ses emergentes, que es uno de los eslabones mĆ”s dĆ©biles y explosivos de la cadena capitalista mundial.

No nos debe sorprender que, frente a este panorama, cada vez mĆ”s economistas, como por ejemplo ni mĆ”s ni menos que Martin Wolf, columnista estrella del Financial Times, el principal diario financiero del mundo, advierten que vamos a una depresiĆ³n de caracterĆ­sticas inĆ©ditas, que puede extenderse por un tiempo prolongado.

El coronavirus no ha creado la crisis, sino que ha oficiado como un detonante y acelerador de una crisis previa, que ya estaba en pleno desarrollo. La economĆ­a mundial avanzaba a una recesiĆ³n, con niveles nulos de crecimiento en Europa y JapĆ³n, una pronunciada desaceleraciĆ³n en China y un desinfle en la economĆ­a yanqui. El boom bursĆ”til previo al actual estallido no se compadecĆ­a con esta pendiente negativa de la economĆ­a real.

La economĆ­a mundial se venĆ­a sosteniendo con un endeudamiento sin precedentes. El FMI estima que la deuda global, tanto pĆŗblica como privada, es de 235% del PBI, aunque hay estimaciones muy superiores.

Las tendencias a la recesiĆ³n previas al estallido de la pandemia tenĆ­an como telĆ³n de fondo a la crisis de sobreproducciĆ³n y sobreacumulaciĆ³n de capitales, que se venĆ­a extendiendo a todas las esferas de la actividad econĆ³mica, empezando por la industria. Las tendencias deflacionarias reinantes expresaban la declinaciĆ³n en los niveles de rentabilidad. La tendencia a la caĆ­da de la tasa de ganancia estaba en la base de la huelga de inversiones, que se encontraba en un punto muy bajo, que ni siquiera es suficiente para compensar la depreciaciĆ³n de las maquinarias y la infraestructura. El capital no encontraba una explotaciĆ³n redituable en el Ć”mbito de la producciĆ³n, lo cual ponĆ­a un freno al proceso de acumulaciĆ³n capitalista.

Esta tendencia se ha potenciado a partir de la pandemia. Una parte importante de la inyecciĆ³n de fondos y emisiĆ³n en el curso de 2020 ha ido a abultar los mercados financieros y no a sostener la producciĆ³n y la inversiĆ³n que se han derrumbado literalmente. A la capacidad ociosa, producto de la recesiĆ³n, se suma ahora la quema de fuerzas productivas por racionalizaciones y achiques, ademĆ”s de las quiebras.

El Estado no es un ente al margen de la organizaciĆ³n social capitalista, estĆ” condicionado por ella y, por lo tanto, no se sustrae a su crisis. En el lapso transcurrido en estos doce aƱos, desde Lehman Brothers hasta ahora, hemos pasado de la crisis del capital a la crisis soberana. De ser una de las cartas para atenuar la crisis, la injerencia de los Estados ha terminado siendo un factor de su agravamiento. De modo tal que el rescate actual estĆ” lejos de poder revertir el gigantesco impasse capitalista, sus tendencias de fondo y el ingreso de la economĆ­a mundial a una depresiĆ³n. Con mĆ”s razĆ³n, si tenemos presente el cuadro de guerra comercial. A diferencia de 2008, prevalece una total ausencia de coordinaciĆ³n frente al colapso actual. La sintonĆ­a que exhibĆ­a el G20 ha sido reemplazada por las decisiones unilaterales que adoptan las potencias.

ĀæCrisis pasajera?

Si nos atenemos a lo expuesto, quienes plantean una crisis ā€œpasajeraā€ vinculada con el coronavirus equivocan el diagnĆ³stico. El FMI acaba de corregir sus pronĆ³sticos respecto de la evoluciĆ³n de la economĆ­a mundial para abajo. Dicho organismo contempla caĆ­das en Estados Unidos cercanas al 10%. En Italia y EspaƱa se calcula un 12%. Esto se extiende a los paĆ­ses emergentes, donde Argentina encabeza dicho pelotĆ³n. En pocos meses, la retracciĆ³n de la economĆ­a mundial superĆ³ el retroceso del PBI de doce aƱos atrĆ”s. Ni siquiera se salva China, que, por primera vez, tendrĆ­a un crecimiento que se acerca a cero.

Es cierto que los niveles de desempleo en Estados Unidos se revirtieron. Se recuperaron unos 7 millones de empleos, pero esta cifra estĆ” lejos de dar vuelta el cuadro que llegĆ³ al pico de 40 millones. No olvidemos, por otra parte, que esos Ć­ndices son engaƱosos, pues no incorporan trabajadores informales indocumentados o trabajadores suspendidos, cuya situaciĆ³n podrĆ­a ser la antesala de despidos. Tampoco tiene en cuenta a los trabajadores que han cesado de buscar trabajo.

Por lo pronto, marchamos a un escenario convulsivo si tenemos presente que el gobierno federal avanza para poner fin al subsidio semanal de 600 dĆ³lares por desempleo a fines de julio, con el argumento de que eso oficia como un escollo para la que los trabajadores vuelvan al trabajo. Esta medida reducirĆ­a los beneficios para 31 millones de trabajadores en un 61 por ciento. Un reciente informe, realizado por el Economic Policy Institute (EPI), desmiente las aseveraciones oficiales y seƱala que: ā€œDe los 32,5 millones de trabajadores que estĆ”n oficialmente desempleados o sin trabajo debido al virus, 11,9 millones de trabajadores, o 7,2 por ciento de la fuerza laboral, estĆ” sin trabajo, sin esperanza de ser llamado nuevamente a un trabajo anteriorā€. Los demĆ³cratas plantean una continuidad, aunque en forma tramposa, pues la condicionan a un proceso de reinserciĆ³n laboral, lo cual es una extorsiĆ³n a volver a trabajar y poner en riesgo su salud y su vida en momentos en que en Estados Unidos estĆ” llegando a un nuevo rĆ©cord de infectados, que superan los 50.000 diarios.

El lĆ­der de la mayorĆ­a republicana del Senado, Mitch McConnell, ha sido enfĆ”tico en subrayar que cualquier proyecto de ley nuevo que incluya el beneficio ā€œnunca pasarĆ” al Senadoā€, lo cual viene de ser respaldado por el presidente Donald Trump. Esta amenaza va unida a una crisis de vivienda, pues la suspensiĆ³n de desalojos, que se dispuso por 120 dĆ­as, tambiĆ©n expirarĆ” a fines de julio.

Este dato seƱala que estamos lejos de una recuperaciĆ³n, ni siquiera de que la economĆ­a retorne al estallido anterior a la pandemia. Pero, ademĆ”s, importa seƱalar que incluso los puestos de trabajo que se recuperen, van ir de la mano de menores salarios y una mayor precariedad laboral. El diario Washington Post seƱalĆ³ que el doble de trabajadores estadounidenses ha recibido mĆ”s recortes salariales durante la pandemia que en la crisis de 2008. El promedio de reducciĆ³n salarial es del 10%, aunque hay casos donde llega al 50%. Recordemos que, tiempo atrĆ”s, la burguesĆ­a agitaba las aguas contra la presiĆ³n alcista de los salarios, que asociaba al aumento del empleo. Aunque la realidad es que apenas representĆ³ un magro 3%. Ahora, el panorama de desempleo masivo, es utilizado como un ariete para provocar un retroceso del salario, que no volverĆ” a sus niveles anteriores.

Lo que ocurre en Estados Unidos es una tendencia general. La OrganizaciĆ³n Internacional del Trabajo calcula la pĆ©rdida de 400 millones de puestos de trabajo. Por otra parte, aproximadamente 2 mil millones de trabajadores informales en todo el mundo -que representa el 60% de la fuerza laboral mundial- “cerca del 80 por ciento han sido afectadosā€. Esto habla de los alcances de la depresiĆ³n, que desmiente la tesis de que enfrentamos una crisis pasajera, cuando se supere el brote.

Todo este panorama amenaza amplificarse por los nuevos casos de coronavirus, lo que algunos comentaristas han empezado a denominar como ā€œuna segunda olaā€ de la pandemia. Lo concreto es que estamos en presencia de una curva ascendente de contagios en paĆ­ses que venĆ­an de haber salido de la fase mĆ”s crĆ­tica de la pandemia y habĆ­an empezado a normalizar sus actividades. HabrĆ” que ver los alcances, pero lo innegable es que va a afectar la actividad econĆ³mica y plantea cierres, sean parciales o totales, de la economĆ­a. En Estados Unidos se han sobrepasado los picos mĆ”s altos a los que habĆ­a llegado en estos meses. Esto empalma con el crecimiento explosivo en otros rincones del planeta, entre los que sobresale AmĆ©rica Latina.

Rescate

Si se examinan los gigantescos planes de estĆ­mulos, superiores a 2008, parecerĆ­an contradecir el estrechamiento de los mĆ”rgenes de maniobra de los Estados que seƱalamos mĆ”s arriba. Pero atenciĆ³n, que esto estĆ” activando una bomba de tiempo. Con la capacidad de endeudamiento saturada, la tendencia general es a echar mano a una emisiĆ³n gigantesca. El hecho de que no se traslade a los precios (como consecuencia de la recesiĆ³n reinante), no impide que esto produzca una desvalorizaciĆ³n pronunciada del dĆ³lar y del euro, y el riesgo de un abandono de ambas monedas y una huida hacia al oro, que es una seƱal caracterĆ­stica e inconfundible de las grandes crisis bajo el capitalismo. Ambas monedas dejarĆ­an de funcionar como medios de pagos internacionales y reservas de valor. Una emisiĆ³n del calibre que se insinĆŗa terminarĆ­a por acelerar un descalabro del sistema monetario y de las relaciones econĆ³micas internacionales.

Sugestivamente, llegarĆ­a a su fin un ciclo que debutĆ³ con la inconvertibilidad del dĆ³lar dispuesta por Nixon en 1971. Esta medida, que determinĆ³ que el dĆ³lar perdiera toda relaciĆ³n con el oro, fue la seƱal de largada para un empapelamiento a mayor escala, que ha perdurado hasta el dĆ­a de hoy. El hecho de que se haya prolongado en el tiempo, ha creado la fantasĆ­a de que se puede apelar indefinidamente a este recurso y sortear la crisis, aunque sus apologistas se olvidan de seƱalar los temblores que ha provocado en esta etapa y, por sobre todo, las consecuencias gravosas que tuvo en estas dĆ©cadas para las masas, a travĆ©s de la desvalorizaciĆ³n de los salarios, como consecuencia de la inflaciĆ³n. El colapso actual amenaza romper con este encanto de que se puede crear riqueza al margen del trabajo y vuelve a colocar en el sitio que le corresponde a la ley del valor.

Diversos analistas han empezado a encender las alarmas sobre los lĆ­mites del rescate y tambiĆ©n sobre sus riesgos. ā€œNo se quiere ver que todo tiene un lĆ­mite y que esas inyecciones de liquidez de la FED de una u otra forma las vamos a pagar y muy caroā€ (Estrategia de InversiĆ³n, 21/6). La emisiĆ³n no puede ser ilimitada y la FED estĆ” intentando cerrar el grifo. Pero abre el flanco de un nuevo crack bursĆ”til. Pero el remedio de dejar que la canilla siga abierta puede ser peor que la enfermedad. Preventivamente, frente a una perspectiva de depreciaciĆ³n de la divisa norteamericana, ya hay bancos centrales en el mundo que estĆ”n desprendiĆ©ndose de sus reservas en dĆ³lares y comprando oro, lo que explica, en parte, la suba de su precio en este Ćŗltimo perĆ­odo. Por otra parte, una desvalorizaciĆ³n del dĆ³lar traerĆ­a aparejado un rebrote de la inflaciĆ³n y el aumento de las tasas de interĆ©s, lo que podrĆ­a ser letal para una economĆ­a que estĆ” sometida a un endeudamiento que supera el 100%, tanto en el Ć”mbito pĆŗblico como privado.

Como resultado de las masivas medidas de rescate corporativo, que ascienden a mĆ”s de 3 billones de dĆ³lares, el nivel de la deuda del gobierno de Estados Unidos estĆ” aumentando rĆ”pidamente. Y treparĆ­a al 130%, el nivel mĆ”s alto desde la Segunda Guerra.

El aumento de la deuda significa una mayor oferta de bonos del Tesoro. En lo inmediato,, los bonos de Tesoro vienen valorizĆ”ndose como refugio de valor frente a inversiones mĆ”s volĆ”tiles, pero, de persistir esta oferta gigantesca, la tenencia serĆ” que bajen su precio y que aumenten sus rendimientos (los dos tienen una relaciĆ³n inversa). Esto, a su turno, ejercerĆ” una presiĆ³n al alza de los tipos de interĆ©s en los mercados financieros en general. La desvalorizaciĆ³n de los bonos ya se constata en la Ć³rbita corporativa y tambiĆ©n en los tĆ­tulos pĆŗblicos, no solo de las naciones emergentes sino ya en algunas de las metrĆ³polis, como en Italia, a la que la consultora internacional Moddyā€™s viene de bajarle la calificaciĆ³n.

Esta operatoria correrĆ­a en la misma direcciĆ³n que la polĆ­tica monetaria expansiva de flexibilizaciĆ³n cuantitativa (QE) que ya se vienen aplicando. En los Ćŗltimos meses, las tenencias de activos financieros de la FED se han expandido de 4 billones de dĆ³lares a mĆ”s de 7 billones, lo cual es jugar con fuego.

Una de las preocupaciones que comienzan a asomar es la de una crisis bancaria. Esto corrige las primeras lecturas sobre el colapso actual y sus alcances, porque se hablaba sobre la supuesta solidez de los bancos, en contraste con lo ocurrido en 2008. Como se recordarĆ”, en esas circunstancias, uno de los eslabones mĆ”s endebles de la cadena fueron las instituciones financieras y por eso la crisis debutĆ³ en ese sector y se llevĆ³ puesto al banco de inversiĆ³n Lehman Brothers. Ahora, segĆŗn diversos analistas, no ocurrĆ­a eso, pero la FED acaba de informar, luego de la realizaciĆ³n de las pruebas anuales de ā€œestrĆ©sā€ (solvencia) a las instituciones financieras, que ā€œlos bancos mĆ”s grandes de la naciĆ³n estĆ”n sanos, peroā€¦ que ā€œpodrĆ­an sufrir pĆ©rdidas al estilo de 2008 si la economĆ­a languideceā€. Y agrega el comentario: ā€œuna recesiĆ³n econĆ³mica prolongada podrĆ­a afectar a los bancos mĆ”s grandes del paĆ­s, con pĆ©rdidas de hasta 700 mil millones dĆ³lares en prĆ©stamos deterioradosā€.

Consecuentemente con ello, la FED ha decidido limitar los pagos de dividendos de los grandes bancos y prohibirĆ” las recompras de acciones en forma preventiva. La Reserva Federal descubriĆ³ que los prestamistas mĆ”s grandes del paĆ­s tuvieron dificultades para pilotear los efectos de la recesiĆ³n sin precedentes.

No solo viene la tormenta desde Estados Unidos, en Europa tambiĆ©n se estĆ”n cuestionando las reaperturas por la incidencia del coronavirus y se estĆ”n discutiendo limitaciones a la libre circulaciĆ³n en la zona euro. Pero mĆ”s allĆ” de ello, estĆ” tambiĆ©n en la lupa el sistema financiero, cuya sustentabilidad estĆ” seriamente comprometida. Es conocido el caso de la banca italiana, una de las mĆ”s endebles, con una cartera de crĆ©ditos en las que un cuarto de ella es morosa o incobrable, en una economĆ­a que hace quince aƱos que estĆ” estancada y, ahora, sufre el flagelo de la depresiĆ³n.

Pero tampoco escapa la poderosa economĆ­a alemana, cuya banca estĆ” en una situaciĆ³n financiera extremadamente delicada. Como, por ejemplo, el emblemĆ”tico Deutsche Bank, recordemos que estuvo a punto del default y fue apuntalado por el Estado alemĆ”n. Un nuevo manto de incertidumbre se cierne, ahora, a partir de la las dudas sobre la confiabilidad de los informes contables y financieros de las firmas alemanas a causa de los terribles casos de falsedad y corrupciĆ³n.

Un blanco principal de sospechas son las propias instituciones financieras que han estallado con el escĆ”ndalo de Wirecard. Dicha compaƱƭa es una de las principales empresas financieras de Alemania. Se dedica a procesar los pagos con tarjeta de crĆ©ditos (Visa, Mastercard) y los pagos en lĆ­nea de cadenas de supermercados (Aldi, Lidi). Es propietaria de un banco y pasĆ³ a ser una empresa integral de servicios de cobro para sus clientes. Se trata de una empresa lĆ­der en tecnologĆ­a financiera, que pasĆ³ a rivalizar con las grandes corporaciones de las finanzas mundiales. Su valuaciĆ³n de mercado llegĆ³ a los 28 mil millones de dĆ³lares, que se vino a pique en estos dĆ­as.

Wirecard se ha sumado a potenciar la desconfianza en el marco regulatorio alemĆ”n, tras las dudas generadas por otros escĆ”ndalos, como los de Volkswagen, Bayer y Deutsche Bank, todos ellos considerados ā€œbuque insigniaā€ de la solvencia y potencia de las industrias alemanas. La adulteraciĆ³n de los nĆŗmeros debe ser tomado como un termĆ³metro de que la economĆ­a mundial se encuentra en un gran concurso de acreedores, lo que pretende ser disimulado mediante el fraude y el maquillaje contable.

Hay quienes pretenden aferrarse al boom bursĆ”til como un sĆ­ntoma de una pronta salida de la crisis, una vez superado el brote. Este optimismo incluye al propio Trump, quien ha salido a proclamar el comienzo de la recuperaciĆ³n yanqui.

Pero no se puede soslayar la evidencia de una Ć­ntima conexiĆ³n entre la inyecciĆ³n de dinero, que viene promoviendo la Reserva Federal estadounidense, y el movimiento que se viene registrando en las bolsas. Ese vĆ­nculo se verifica en el auge pero tambiĆ©n en los primeros tropezones, pues bastĆ³ que la Reserva Federal contrajese las compras de activos financieros para que se produjera un nuevo cimbronazo y cayera un 3%.

Aunque la bolsa retomĆ³ su curva ascendente, salta a la vista que los mercados estĆ”n pendientes de la inyecciĆ³n de liquidez por parte del Banco Central norteamericano y, de un modo general, de los bancos centrales de las principales economĆ­as del mundo. Lo cual habla de la endeblez del boom accionario, cuya apreciaciĆ³n esta directamente asociada al plan de estĆ­mulo dispuesto por las potencias capitalistas. En ese marco, no hay que descartar un nuevo derrumbe. Lo cierto es que la valorizaciĆ³n accionaria de las empresas que cotizan en Bolsa no se compadece con su desempeƱo en la economĆ­a real, donde lo que impera es una retracciĆ³n histĆ³rica en los niveles de venta, producciĆ³n y consumo.

Guerra

La guerra comercial, derivada del impasse capitalista, viene oficiando como estĆ­mulo para que se aviven todas las tensiones interimperialistas, por un lado, y la tentativa del imperialismo, empezando por el norteamericano, por colonizar China y el ex espacio soviĆ©tico, avanzando en el proceso de restauraciĆ³n capitalista.

Nouriel Roubini, el economista que se hizo famoso por pronosticar la crisis financiera de 2008, plantea el riesgo de ā€œrenovados conflictos entre Estados Unidos y sus principales antagonistas (China, Rusia, IrĆ”n y Corea del Norte) en la forma de guerras asimĆ©tricasā€. El acuerdo logrado entre Estados Unidos y China (a principios de aƱo) -segĆŗn Roubini- no pasa de una tregua precaria y destaca que ā€œla guerra frĆ­a bilateral (entre ambas naciones) sobre tecnologĆ­a, datos, inversiĆ³n, moneda y finanzas ya estĆ” aumentando vertiginosamenteā€. La ā€œguerra frĆ­aā€ que viene abriĆ©ndose paso entre Estados Unidos y China podrĆ­a transformarse en ā€œguerra calienteā€, un eufemismo para hablar de un conflicto bĆ©lico (ver ā€œLa economĆ­a mundial que se vieneā€, PO NĀ° 1.597, 11 de junio).

No olvidemos que el capitalismo americano viene atravesando una decadencia histĆ³rica como potencia, como se observa en el retroceso en el lugar que ocupa en la industria y el comercio mundial. Esto se ha agudizado aĆŗn mĆ”s con la bancarrota capitalista. La guerra comercial no solo busca revertir un desequilibrio en el intercambio comercial sino cortar de cuajo la producciĆ³n y competencia china en la industria de punta.

La pandemia potencia todas las tensiones, pues el derrumbe actual, tan rĆ”pido y vertiginoso, aviva los choques entre las propias potencias capitalistas, que pugnan por sobrevivir a expensas de sus competidores, trasladĆ”ndoles el costo de la crisis. La intensificaciĆ³n de la guerra del Medio Oriente y su reapertura en el norte de Africa, con la guerra en Libia; el conflicto de Ucrania, que sigue latente; la prolongada guerra en AfganistĆ”n, que continĆŗa desangrando el paĆ­s; el conflicto con Corea del Norte, que sigue sin una resoluciĆ³n, no son una sumatoria de conflictos regionales, sino que tienen un alcance internacional. En dichos focos se van ventilando las profundas y violentas contradicciones interimperialistas y la batalla estratĆ©gica por el sometimiento de Rusia y China. Lo mismo ocurre con la presiĆ³n sobre el rĆ©gimen de NicolĆ”s Maduro. La injerencia y presencia militar imperialista, en primer lugar de Estados Unidos, en dichas regiones es un tiro por elevaciĆ³n contra Rusia y China. Los planes del PentĆ”gono apuntan a reforzar un cerco contra ambos. La carrera armamentista se viene acelerando.

Lo cierto es que la tensiĆ³n entre Estados Unidos y China crece. Durante los Ćŗltimos meses, Trump no ha ahorrado acusaciones contra el rĆ©gimen chino, a quien responsabiliza por el ocultamiento del brote y de su posterior propagaciĆ³n por el planeta. La presencia de tres portaviones de Estados Unidos en el PacĆ­fico ha provocado alarma en China. Se trata del mayor despliegue militar estadounidense en la regiĆ³n desde 2017, cuando el entonces reciĆ©n asumido presidente Donald Trump encabezĆ³ el enfrentamiento de su paĆ­s con Corea del Norte por el programa de armas nucleares, diseƱado por el rĆ©gimen de Pyongyang.

Esto coincide con la reactivaciĆ³n de otro foco de tensiones entre China e India en la frontera en los altos del Himalaya. El enfrentamiento, que tuvo como saldo veinte militares indios muertos, serĆ­a el primer incidente fronterizo con muertos entre las dos potencias en mĆ”s de cuatro dĆ©cadas. La cantidad de vĆ­ctimas se estima muy superior, incluidos del lado chino. Esto viene de la mano de un reforzamiento del despliegue militar de ambos bandos. El enfrentamiento surge en el marco de una antigua disputa por el territorio fronterizo en Cachemira, una zona conflictiva que, a su turno, ya viene siendo blanco de conflictos y guerras entre India y PaquistĆ”n, el tercero en discordia. Como telĆ³n de fondo estĆ” la escalada de tensiones entre PekĆ­n y Washington, pues el rĆ©gimen indio viene oficiando como uno de los principales aliados de Estados Unidos en el continente asiĆ”tico. Como contrapartida, PaquistĆ”n, su rival histĆ³rico en la regiĆ³n, se ha recostado sobre China y ha permitido que se abra paso por su territorio, la ā€œruta de la sedaā€, el mega-emprendimiento por el cual China pretende tener una vĆ­a de circulaciĆ³n de sus productos hacia Asia y Europa.

La presencia de la flota norteamericana estƔ relacionada tambiƩn con el control del mar de China Meridional, donde hay zonas cuya soberanƭa Pekƭn se disputa con otros paƭses. El gobierno chino reclama como propio casi la totalidad del Mar de China Meridional y ha construido en la disputada zona, desde ciudades a pistas aƩreas o instalaciones turƭsticas o de potencial uso militar.

Consecuentemente con ello, la Casa Blanca viene agitando las aguas contra el expansionismo chino. En la misma onda, Washington ha empezado a insinuar la posibilidad de reconocer a TaiwĆ”n como naciĆ³n independiente -considerado por PekĆ­n como una provocaciĆ³n-, dando marcha atrĆ”s con los acuerdos establecidos que reconocĆ­an a la isla como parte de China continental.

Esta nueva escalada bĆ©lica tiene mucho que ver con su frente interno, donde Trump se encuentra cada vez mĆ”s acorralado, en medio de la rebeliĆ³n desatada como consecuencia del asesinato de George Floyd. No es la primera vez que el magnate saca de la galera alguna iniciativa en el plano internacional, con la esperanza de exhibir un logro y liderazgo en la polĆ­tica exterior que compense el aislamiento progresivo que viene sufriendo. De todos modos, hasta ahora el balance en la materia no le ha sido muy favorable, como se ve en el empantanamiento en Medio Oriente, AfganistĆ”n y su fallido acercamiento con el rĆ©gimen norcoreano.

No se nos puede escapar que la demagogia nacionalista y la ofensiva militar son funcionales a la tentativa por avanzar en un orden represivo y policial, y de mayor regimentaciĆ³n polĆ­tica interna que hoy viene siendo desafiada en las protestas que se replican en todo el paĆ­s. Todo indicarĆ­a que hoy esta tentativa no pasa de una expresiĆ³n de deseos condenada al fracaso.

Si es vĆ”lido el pronĆ³stico de una depresiĆ³n, la perspectiva es una acentuaciĆ³n de las tendencias bĆ©licas. No olvidemos que las depresiones preparan el terreno para las grandes conflagraciones mundiales. El crack del ā€™29 desembocĆ³ en la Segunda Guerra. Entramos, en el marco de este nuevo colapso, en un escenario atravesado por crisis polĆ­ticas, guerras y levantamientos populares.

China

China estĆ” lejos de estar inmune a este escenario. Las crecientes represalias de la Casa Blanca estĆ”n haciendo sentir su impacto. Uno de los principales blancos es la empresa china Huawei, una de las tecnolĆ³gicas lĆ­deres. Las medidas que el gobierno de Donald Trump impuso el aƱo pasado a dicha compaƱƭa fueron reforzadas en mayo con una nueva limitaciĆ³n que, segĆŗn algunos analistas, puede poner en peligro el futuro de la empresa. El departamento de Comercio de Estados Unidos anunciĆ³ que exigirĆ” que los fabricantes extranjeros de chips y semiconductores que usen software o tecnologĆ­a estadounidense, para fabricar productos que venden luego a Huawei, deberĆ”n solicitar antes una licencia para hacerlo. Para sortear las medidas anteriores, aprobadas por Washington, la empresa china estaba recurriendo a compaƱƭas no estadounidenses para obtener los componentes que Washington le negaba. Esto pone de relieve, a su vez, la distancia que aĆŗn separa a China de las principales potencias. El atraso en materia de chips y semiconductores, segĆŗn algunos analistas, serĆ­a de diez aƱos, lo cual da cuenta de su dependencia tecnolĆ³gica del gigante asiĆ”tico.

China no estĆ” en condiciones de oficiar de locomotora de la economĆ­a mundial, como ocurriĆ³ cuando estallĆ³ la crisis financiera de 2008. Esta vez, el gobierno no tiene la capacidad de apelar al enorme paquete de estĆ­mulo que puso en prĆ”ctica en 2009, que comprendĆ­a un gasto pĆŗblico de alrededor de medio billĆ³n de dĆ³lares y una expansiĆ³n del crĆ©dito, por un total equivalente al 16% del PBI. En tĆ©rminos porcentuales superĆ³ los rescates dispuestos por las principales potencias capitalistas, incluido Estados Unidos. En ese entonces, China oficiĆ³ de locomotora de la economĆ­a mundial y su demanda fue la que estuvo en la base del aumento de los precios internacionales de los commodities y el perĆ­odo de bonanza experimentada por una serie los paĆ­ses de emergentes y latinoamericanos. Pero esto concluyĆ³ hace varios aƱos y China ha sido arrastrada al torbellino de la crisis mundial, como lo prueba la brusca desaceleraciĆ³n que su economĆ­a viene experimentando. El rĆ©gimen ha tratado de mantener en pie y evitar la quiebra de empresas, en especial de la Ć³rbita estatal, cuya continuidad estĆ” seriamente comprometida como consecuencia de la crisis de sobreproducciĆ³n y sobreacumulaciĆ³n capitalista que afecta a todo el planeta, a travĆ©s de un endeudamiento creciente, que se ha vuelto una bomba de tiempo. La relaciĆ³n entre la deuda total y el PBI se expandiĆ³ del 173% en 2008 en alrededor del 300% en 2019. Este financiamiento no ha servido para sacar del pantano al sector productivo y una parte creciente del mismo ha terminado siendo desviado a la especulaciĆ³n inmobiliaria -hasta el extremo de la creaciĆ³n de ciudades fantasmas-, burbujas bursĆ”tiles y de activos financieros.

En consecuencia, el gobierno y el Banco Popular de China (PBoC) han dispuesto planes mĆ”s modestos en comparaciĆ³n con los rescates anunciados en las grandes metrĆ³polis. El gobierno ha dado algunas exenciones fiscales para las empresas y ha proporcionado fondos adicionales para que los bancos presten a las empresas en dificultades. La polĆ­tica monetaria se ha vuelto algo mĆ”s flexible al reducir las tasas de interĆ©s de los prĆ©stamos.

Pero dado el estado de la economĆ­a mundial y el condicionante en la que entra China en esta coyuntura es altamente dudoso que tales medidas sean capaces de revertir la declinaciĆ³n ya en desarrollo. A lo sumo, se estima que el ritmo de crecimiento podrĆ­a alcanzar un 1,5%, que, hablando de China, representarĆ­a un verdadero colapso.

Esto ya estĆ” teniendo una traducciĆ³n en el nĆŗmero de desocupados. Los empleos precisos y los datos de desempleo para China son algo vidrioso por la manipulaciĆ³n de las estadĆ­sticas y engaƱoso, ya que su fuerza laboral comprende trabajadores migrantes del paĆ­s, que no son registrados fielmente en los cĆ³mputos gubernamentales.

La tasa oficial de desempleo urbano se situĆ³ en un mĆ”ximo histĆ³rico del 6,2% a finales de febrero, y cabe esperar que aumente aĆŗn mĆ”s en los prĆ³ximos meses, incluso si la economĆ­a vuelve a un crecimiento positivo. Por lo pronto, en los dos primeros meses de 2020, el paĆ­s vio destruidos unos 5 millones de puestos de trabajo, en el marco de una fuerza laboral total de 900 millones de personas en edad de trabajar. El gobierno se enfrenta a un problema importante para el nĆŗmero rĆ©cord de graduados universitarios en la bĆŗsqueda de empleo, que ahora llegan al mercado laboral. El rĆ©gimen chino se fija el objetivo de proporcionar al menos 10 millones de empleos urbanos mĆ”s cada aƱo. Pero, segĆŗn Wang Tao, economista de UBS (sociedad suiza de servicios financieros), incluso cuando el mercado laboral se recupere, el empleo no agrĆ­cola caerĆ” en 14 millones este aƱo.

 Antes de estallar el coronavirus, China ya venĆ­a sufriendo una brusca desaceleraciĆ³n y un desempleo creciente en medio de una amenaza de quiebras, que el rĆ©gimen chino no estaba en condiciones de evitar. Este panorama amenaza echar leƱa al fuego al descontento que ya viene abriĆ©ndose paso a travĆ©s de un crecimiento de la conflictividad laboral.

Esto ha acentuado las contradicciones de la burocracia dirigente china, que oscila entre medidas favorables a una mayor apertura econĆ³mica, por un lado, y recurrir al intervencionismo estatal para pilotear un descalabro econĆ³mico y evitar que la situaciĆ³n social se desmadre, por el otro.

El conflicto desatado en Hong Kong es un indicador de este proceso, pues pone al rojo vivo que cada vez se hace mĆ”s incompatible el principio de ā€œun paĆ­s, dos sistemasā€. La Asamblea Popular Nacional, el Ć³rgano legislativo mĆ”ximo del rĆ©gimen chino, viene de aprobar una ley de seguridad que refuerza las atribuciones represivas del Estado en ese territorio semi-autĆ³nomo. La medida estĆ” dirigida, en primer lugar, contra los movimientos de protesta que vienen desafiando la autoridad a PekĆ­n y ha dado lugar a movilizaciones multitudinarias, que rechazan la ofensiva represiva y reclaman mayor autonomĆ­a polĆ­tica, y en rechazo del gobierno local de Carrie Lam, jefa del gobierno de Hong, considerada como una simple extensiĆ³n del gobierno chino.

La preocupaciĆ³n de PekĆ­n no son sĆ³lo las protestas en Hong Kong, sino su impacto en el continente, en momentos en que la pandemia y sus consecuencias econĆ³micas agudizan el disconformismo popular. Estados Unidos ha aprovechado para meter su cola y no se ha privado de utilizar, como una arma mĆ”s en la guerra comercial en curso, la resoluciĆ³n de quitarle a Hong Kong el estatus de ā€œnaciĆ³n mĆ”s favorecidaā€ (que, entre otros Ć­tems, otorga beneficios arancelarios), apostando a golpear a la burocracia y los capitalistas chinos, que usan a la isla como intermediaria de negocios. Es un arma de doble filo, que podrĆ­a lesionar intereses norteamericanos que operan en el lugar (ver nota ā€œHong Kong en la miraā€, prensaobrera.com, 31 de mayo).

La pandemia ha agudizado todas las contradicciones econĆ³micas y sociales ya preexistentes. La economĆ­a china se contrajo un 6,8% en el primer trimestre, una caĆ­da mayor de la que estimaban diferentes consultoras internacionales. Se trata del primer retroceso del PBI desde que Beijing comenzĆ³ a informar datos trimestrales en 1992 -o sea, en casi treinta aƱos.

La expectativa de una recuperaciĆ³n choca con la contracciĆ³n severa de la economĆ­a mundial. Las exportaciones cayeron en marzo un 6,6%, despuĆ©s de desplomarse un 17,2% en enero y febrero. En el perĆ­odo reciente, el gobierno chino ha tratado de hacer que la economĆ­a estĆ© mĆ”s basada en el consumo interno. Sin embargo, las ventas minoristas cayeron un 16% en marzo.

Esto puede poner en tela de juicio la ā€œestabilidad socialā€, que siempre ha sido materia de preocupaciĆ³n del Partido Comunista chino (PCch) y, en especial ahora, pues el rĆ©gimen de Xi es consciente que la continuidad en el tiempo de su mandato depende de ello, con mĆ”s razĆ³n cuando el crecimiento, lejos de atenuar las desigualdades sociales, las ha potenciado. Y, a caballo de ellas, ha ido en aumento el clima de descontento y de hostilidad en las filas de los trabajadores.

Va a ser difĆ­cil que China pueda sustraerse a la liquidaciĆ³n de una franja de empresas, cuya viabilidad ha pasado a estar cuestionada por la bancarrota capitalista. ā€œLa contracciĆ³n del PBI entre enero y marzo se traducirĆ” en pĆ©rdidas permanentes de ingresos, que se reflejarĆ”n en quiebras de pequeƱas empresas y pĆ©rdidas de empleosā€, analizĆ³ Yue Su, de la Economist Intelligence Unit (La Vanguardia, 16/4).

En medio de un endeudamiento explosivo, ya antes que surgiera la pandemia, el rĆ©gimen chino fue cerrando el grifo, lo cual ha empezado a provocar quiebras, un escenario por cierto novedoso en la economĆ­a del paĆ­s. Durante aƱos, antes de que una compaƱƭa china cayera en bancarrota, su deuda era comprada por bancos estatales u otro tipo de acreedores, o se articulaban sistemas para inyectar capital y rescatarlas. Esto dio lugar a la multiplicaciĆ³n de las empresas ā€œzombisā€, que perdieron miles de millones de yuanes al aƱo, pero seguĆ­an operando gracias a estas ayudas.

La elite dirigente china se empeĆ±Ć³ en mantener los empleos y la actividad econĆ³mica. El temor fundado de la dirigencia estaba asociado a la reacciĆ³n popular, que podĆ­a desatar la pĆ©rdida masiva de puestos de trabajo. Lo cierto es que el descontento ha ido en aumento entre las filas de los trabajadores. La creciente conflictividad laboral tiene que ver con este escenario, donde se empieza a constatar una proliferaciĆ³n de cierres de empresas. SegĆŗn un artĆ­culo del diario The Wall Street Journal, los tribunales de todo el paĆ­s aceptaron cerca de 19.000 solicitudes de bancarrota corporativa en 2018, mĆ”s del triple que dos aƱos antes. Una cifra que marcĆ³ un pico y que, en 2019, se ha suavizado pero igualmente sigue siendo relevante.

Esto comprende compaƱƭas del sector pĆŗblico, pero tambiĆ©n del sector privado. Este Ćŗltimo ha sido afectado mĆ”s que nadie por la guerra comercial con Estados Unidos, que ha provocado una oleada de quiebras y en la que el Estado ha decidido mantenerse al margen. Los analistas creen que la desaceleraciĆ³n econĆ³mica del gigante asiĆ”tico tambiĆ©n ha tenido que ver en esto.

La decisiĆ³n de poner un freno a la ayuda estĆ” vinculada tambiĆ©n con las crecientes presiones internacionales, que venĆ­an denunciando que los subsidios otorgados a las empresas hacĆ­an que China vendiera a precios de dumping (por debajo de sus costos reales) y abriera paso a una competencia desleal. Pero mĆ”s allĆ” de estas tensiones, dicha presiĆ³n internacional apunta a poner fin al proteccionismo industrial y financiero aĆŗn reinante y abrir la economĆ­a china a la penetraciĆ³n del capital extranjero. Los jerarcas chinos vienen dando pasos en esa direcciĆ³n, pero no de acuerdo con los ritmos ni a las aspiraciones del capital internacional, cuyos intereses, por otra parte, entran en choque con los apetitos de la propia burguesĆ­a china en formaciĆ³n. La apertura, asimismo, se ha visto condicionada por la presencia de la clase obrera, que es una amenaza latente, cuya irrupciĆ³n podrĆ­a poner en jaque los planes del gobierno. El gobierno de Xi Jinping tiene que pilotear la transiciĆ³n en medio de este escenario convulsivo, condicionado por la lucha de clases. De ser uno de los factores contrarrestantes de la crisis mundial, ha pasado a transformarse en una de las palancas de su agravamiento. Esto crea las condiciones para una intervenciĆ³n de mayor amplitud de la clase obrera china. Aunque con sus marchas y contramarchas, esta enorme fuerza laboral ya viene despabilĆ”ndose estos Ćŗltimos aƱos, como lo prueban la multiplicaciĆ³n de huelgas y conflictos laborales. Su despertar definitivo augura un giro determinante en la lucha de clases mundial.

Las contradicciones aquĆ­ descriptas ayudan a clarificar el debate sobre si China es un paĆ­s imperialista y, de un modo mĆ”s general, en torno de la naturaleza del Estado chino. MetodolĆ³gicamente, es necesario volver sobre la nociĆ³n acerca del imperialismo, desde el punto de vista marxista. El imperialismo, parafraseando el cĆ©lebre libro de Lenin, es la fase superior del capitalismo -es decir, no constituye un nuevo modo de producciĆ³n sino una etapa dentro del mismo rĆ©gimen social capitalista; es decir, sigue teniendo como fundamento la misma estructura social y un mismo sujeto, la burguesĆ­a.

En este plano, la burguesĆ­a china no se ha terminado de consolidar como clase dirigente. Ocupa todavĆ­a un lugar subordinado respecto de la burocracia estatal, encarnada en el PCch (Partido Comunista) y, en el Ćŗltimo perĆ­odo, en el liderazgo de signo bonapartista de Xi Jinping, quien controla los resortes fundamentales polĆ­ticos y econĆ³micos del paĆ­s. El desarrollo econĆ³mico de China se apoya fuertemente en la gran capacidad de arbitraje estatal, una herencia del perĆ­odo revolucionario. La burocracia china consiguiĆ³, con mucho mĆ”s Ć©xito que la soviĆ©tica, preservar el aparato estatal frente a las tendencias a la disgregaciĆ³n que surgieron de la etapa de la restauraciĆ³n capitalista. El Estado ha hecho pesar histĆ³ricamente su autoridad para imponerle a la enorme clase obrera china condiciones de explotaciĆ³n muy duras, que fueron la base del desarrollo industrial exportador. Aunque una ola muy importante de huelgas en el perĆ­odo precedente achicĆ³ distancias salariales.

A la hora de hacer una caracterizaciĆ³n, la cuestiĆ³n del sujeto no es un rasgo mĆ”s, ocupa una centralidad irremplazable. Constituye un error perderse en algunas caracterĆ­sticas (la presencia china en Africa, las inversiones chinas en terceros paĆ­ses, en particular de la periferia) que, tomadas aisladamente, divorciadas del cuerpo principal, nos llevan a una apreciaciĆ³n errĆ³nea. Mal se puede hablar, entonces, de imperialismo, cuando la burguesĆ­a no ha logrado catapultarse como el actor y la fuerza principal.

Lo que corresponde decir es que la restauraciĆ³n capitalista en China aĆŗn estĆ” inconclusa. La burguesĆ­a fue creciendo a la sombra del Estado chino pero, en la actualidad, dicha tutela se ha convertido en un obstĆ”culo para su desarrollo. La burguesĆ­a busca desembarazarse del proteccionismo y regulaciĆ³n estatal (muy marcada en la industria y las finanzas), asĆ­ como de la interferencia que ejerce el Estado, incluso en el Ć”mbito de las empresas privadas, lo cual es un freno y, en Ćŗltima instancia, resulta incompatible con el proceso de acumulaciĆ³n capitalista. La restauraciĆ³n capitalista estĆ” aĆŗn mĆ”s rezagada en el campo chino, en el cual, la concentraciĆ³n de la tierra en manos del capital plantearĆ­a una expulsiĆ³n masiva de centenares de millones de campesinos y, por lo tanto, el riesgo de una conmociĆ³n social de enormes dimensiones, que las autoridades chinas, por ahora, han optado por evitar. La falta de desarrollo capitalista en el campo es otra asignatura pendiente no menor en el desarrollo de una burguesĆ­a china.

La burguesĆ­a china es una clase aĆŗn en formaciĆ³n, que debe lidiar con la presiĆ³n cruzada de dos gigantes, el imperialismo mundial y la clase obrera china. La burguesĆ­a mundial estĆ” pugnando por una apertura de la economĆ­a china, pero en su propio provecho, lo que supone confinar a China a la condiciĆ³n de una semicolonia. Derrotar esta pretensiĆ³n, excede la capacidad de la burguesĆ­a china, que deberĆ­a apoyarse y poner en movimiento a la clase obrera, lo cual abrirĆ­a el terreno para la recreaciĆ³n de tendencias revolucionarias (o sea, las bases para una revoluciĆ³n social y polĆ­tica), retomando el rico legado que poseen los explotados chinos en su historia. El destino de China estĆ” inscripto, como nunca, en la dinĆ”mica revoluciĆ³n-contrarrevoluciĆ³n, en un escenario de creciente polarizaciĆ³n, no solo a escala de China sino a nivel mundial.

Europa: de la crisis a las nacionalizaciones

La burguesĆ­a europea estĆ” explotando la depresiĆ³n para implementar una reestructuraciĆ³n histĆ³rica de las relaciones de clase.

Entre los sectores mĆ”s afectados se encuentran las lĆ­neas aĆ©reas y las industrias manufactureras asociadas. Un informe del 17 de junio de la firma de asesorĆ­a financiera Allianz, plantea que nueve millones de personas en las “cinco grandes” economĆ­as europeas -Alemania, Gran BretaƱa, Francia, Italia y EspaƱa- corren un mayor riesgo de perder sus empleos en el prĆ³ximo aƱo, cuando cesen los planes gubernamentales que han proporcionado a las empresas una parte de salarios para empleados durante toda la pandemia.

El informe establece que cerca de un tercio de la fuerza laboral de estos cinco paĆ­ses, 45 millones de personas, depende actualmente de esquemas temporales de pago de salarios del gobierno, que terminarĆ”n. Se predice que, incluso con estos esquemas implementados, 4,3 millones de personas adicionales perderĆ”n sus empleos el prĆ³ximo aƱo.

Los sindicatos han procurado detener la pĆ©rdida de puestos de trabajo y el cierre de empresas a cambio de rebajas salariales y flexibilizaciĆ³n de las condiciones de trabajo. Pero esto no ha detenido la sangrĆ­a. Los sindicatos que, de un modo general, vienen llevando una polĆ­tica de colaboraciĆ³n con las patronales y el Estado, han dejado pasar esta ofensiva, desactivando y desorganizando la resistencia de los trabajadores.

Pero, pese a este desangre al que se expone a los trabajadores, la crisis se agrava. El colapso ha terminado por superar holgadamente los primeros pronĆ³sticos. Estamos frente a una insolvencia de las empresas que se viene extendiendo con una velocidad sin precedentes y plantea la amenaza de una quiebra en cadena. En este contexto, la UniĆ³n Europea estĆ” abriendo las puertas a una suerte de nacionalizaciĆ³n generalizada de empresas en apuros, grandes y pequeƱas, coticen o no en la Bolsa. El Estado pasarĆ­a a tener una participaciĆ³n en el capital de las empresas.

Estamos frente a un giro respecto de la polĆ­tica que la ComisiĆ³n Europea venĆ­a sosteniendo, que se circunscribĆ­a a facilitar las actuaciones de los Estados miembros a la hora de garantizar liquidez a las empresas (esencialmente mediante avales pĆŗblicos a prĆ©stamos), conceder subsidios salariales, suspender o aplazar el pago de impuestos, u otorgar ayudas directas a los consumidores por los servicios cancelados a raĆ­z de las medidas de cuarentena.

Una de las cosas que no puede pasar desapercibida es que quienes vienen motorizando este nuevo esquema son las naciones lĆ­deres, empezando por Alemania y Francia. Esto nos da una medida del alcance del derrumbe de la economĆ­a europea y -agregamos mundial- que estĆ”n ingresando en una depresiĆ³n, sĆ³lo comparable con el crack del ā€™29. La crisis financiera de 2008 fue severa, pero no llegĆ³ tan lejos, y afectĆ³ especialmente al eslabĆ³n mĆ”s dĆ©bil de la economĆ­a europea. Ahora ha estremecido a las principales economĆ­as del continente y estĆ” en juego la sobrevivencia de corporaciones estratĆ©gicas.

Este proceso de salvataje ya ha comenzado sin esperar la aprobaciĆ³n de la nueva normativa. Italia, junto a EspaƱa, uno de los dos paĆ­ses europeos mĆ”s castigados por la pandemia, ya anunciĆ³ la nacionalizaciĆ³n de la compaƱƭa aĆ©rea Alitalia. El ministro alemĆ”n de Finanzas, Olaf Scholz, anunciĆ³, a su turno, un plan de rescate: 200.000 millones de euros en garantĆ­as del Estado que el banco pĆŗblico KfW (Kreditanstalt fĆ¼r Wiederaufbau -Instituto de CrĆ©dito para la ReconstrucciĆ³n) ha puesto a disposiciĆ³n de las empresas en crisis por culpa del coronavirus, mĆ”s otros 400.000 millones en avales. AdiĆ³s al schwarze null (rigor fiscal). Alemania ha dispuesto un programa de liquidez garantizada de hasta 1.000 millones de euros para cualquier empresa que terminara 2019 sin nĆŗmeros rojos, pero que haya resultado perjudicada por el coronavirus. El gobierno de Angela Merkel prevĆ© que soliciten las ayudas unas 100.000 empresas. En cualquier caso, las patronales ya han pedido al Ejecutivo de BerlĆ­n que la garantĆ­a ascienda al 100% del prĆ©stamo e incluso que se les exima de devolverlo. TambiĆ©n ha acudido al rescate de dos de las principales marcas de ropa deportiva del planeta, Adidas y Puma.

Por su parte, Francia, que ya es accionista de referencia en empresas clave de diferentes sectores estratĆ©gicos, como las energĆ©ticas Engie y AA, la teleco Orange, la automovilĆ­stica Renault o la aerolĆ­nea Air France-KLM, ha reiterado que harĆ” lo que sea preciso para salvaguardar a sus empresas mĆ”s emblemĆ”ticas. La expansiĆ³n de la epidemia no solo hundiĆ³ en la tormenta a las pequeƱas empresas sino tambiĆ©n a los grandes grupos. Los gigantes de la industria automĆ³vil, Renault y PSA (Peugeot), enfrentan serias dificultades, mientras Air France-KLM suspendiĆ³ la casi totalidad de sus actividades. Las capitalizaciones bursĆ”tiles sufrieron un serio repliegue y las caĆ­das en las ventas de automĆ³viles registraron niveles de hasta el 80% el mes pasado.

AquĆ­ mete la cola la guerra comercial, pues se abre el terreno para absorciones hostiles de las empresas europeas por parte de la competencia forĆ”nea. Esto incluye la amenaza que viene de las corporaciones norteamericanas, pero tambiĆ©n de China. Por lo pronto, los paĆ­ses europeos han comenzado a dar marcha atrĆ”s con los compromisos para la instalaciĆ³n del sistema 5G en el continente por parte del gigante asiĆ”tico. Las nacionalizaciones representan una acciĆ³n preventiva para neutralizar ese riesgo.

La nueva normativa prevĆ© que las naciones compren las acciones de las empresas en aprietos a precios de mercado, lo cual es engaƱoso, pues la decisiĆ³n del Estado implica automĆ”ticamente una revaluaciĆ³n del capital corporativo que, sin ese socorro, se hubieran desplomado hasta llegar a precios de remate. El Estado apuntala una valorizaciĆ³n ficticia de empresas con una inyecciĆ³n de fondos pĆŗblicos sideral, que es el que se sustrae y se niega a la hora de hacer frente en todos los planos a las crisis sanitaria, econĆ³mica y social. Si se examinan las ayudas que se han puesto en marcha, se advierte que los recursos destinados a la poblaciĆ³n mĆ”s afectada (asalariados, precarizados, autĆ³nomos y cuentapropistas, que estĆ”n privados de ingresos a partir de la extensiĆ³n de la pandemia) son residuales o marginales en relaciĆ³n con los que se aplicaron al salvataje empresario.

Viene al caso seƱalar que la emergencia del Estado no es inocua respecto de las condiciones laborales, pues va de la mano con avances en la flexibilizaciĆ³n de las condiciones de trabajo e incluso de rebajas salariales. Ni siquiera se garantizan los puestos de trabajo. Las primeras vĆ­ctimas son los trabajadores contratados y tercerizados, que se extiende, luego, a la planta principal, muchas veces en forma encubierta con retiros voluntarios. No se nos puede escapar que la crisis en curso es utilizada por las patronales europeas para avanzar en una reforma laboral en regla, que empieza, en muchos casos, aplicĆ”ndose a travĆ©s de convenios por empresa o gremio.

Esta nacionalizaciĆ³n es el punto de partida para luego proceder a una reprivatizaciĆ³n de las empresas, una vez hecho el saneamiento a medida de las exigencias de los capitalistas. La ComisiĆ³n Europea ha sido clara en que la intervenciĆ³n del Estado sĆ³lo va a concretarse a pedido de los accionistas y que dicha participaciĆ³n tiene un alcance transitorio hasta que la situaciĆ³n se normalice y se recupere la empresa. ā€œLa ComisiĆ³n advierte de que la presencia pĆŗblica en el capital deberĆ­a ser una opciĆ³n de ā€˜Ćŗltimo recursoā€™, dado su carĆ”cter ā€˜altamente distorsionador de la competencia entre empresasā€™. Bruselas tambiĆ©n aboga por una permanencia temporal, lo mĆ”s corta posible, del Estado como accionistaā€.

La UniĆ³n Europea acaba de anunciar un rescate, que ha sido catalogado por la prensa como ā€œhistĆ³ricoā€. DespuĆ©s de muchos tironeos, los paĆ­ses miembros han aceptado la mutualizaciĆ³n de la deuda -o sea, que sea la propia UniĆ³n Europea la que asuma el endeudamiento con la cual se va a financiar este paquete. A diferencia de auxilios anteriores, esta vez no estarĆ­a condicionado a planes de ajustes y un monitoreo directo por parte de la ComisiĆ³n Europea. No obstante, habrĆ” que conocer la letra chica del acuerdo. Ha trascendido por algunos medios que se instaurarĆ­a un llamado ā€œfreno de emergenciaā€, que permitirĆ­a que cualquier gobierno de la comunidad pueda objetar los planes de gastos de algunos de los otros socios. De todos modos, esto fue saludado por el lĆ­der espaƱol de Podemos, Pablo Iglesias, como un cambio de actitud de la UE, omitiendo que las pautas y marco general de la misma, que consagra condicionamientos severos a sus integrantes, se mantiene incĆ³lume y no deja de ser un Ć³rgano sometido a la tutela del capital financiero y el peso determinante de las principales potencias del continente, en primer lugar de Alemania.

Los nuevos anuncios no disipan las violentas tensiones que se viven en el seno de la UniĆ³n Europea. El capital germano no se priva de utilizar la emergencia actual para avanzar en una penetraciĆ³n y colonizaciĆ³n mayor de las naciones del sur del continente. Ni quĆ© hablar que estos enfrentamientos echan leƱa al fuego a las tendencias cada vez mĆ”s agudas a la desintegraciĆ³n de la UniĆ³n Europea.

La envergadura de la crisis en curso excede la capacidad de los Estados para hacerle frente, con lo cual no se estĆ” en condiciones de impedir un escenario de quiebras, aunque se lo estĆ” intentando neutralizar. Probablemente, asistamos en breve plazo -y ya estĆ” ocurriendo- a un encarecimiento del costo del endeudamiento de los eslabones mĆ”s dĆ©biles de la cadena. El anuncio de Moodyā€™s, de bajarle la calificaciĆ³n a la deuda italiana, es un anticipo de lo que se viene. La emisiĆ³n del Banco Central Europeo no puede ser ilimitada y la ayuda de la UniĆ³n Europea, como acabamos de describir, ya dista de ser una canilla libre.

Giro polĆ­tico

La rebeliĆ³n popular de Estados Unidos tiene enormes consecuencias, tanto en el plano interno como en el internacional. Estamos en presencia de un movimiento que pone en cuestiĆ³n al conjunto del rĆ©gimen polĆ­tico y social. El odio e indignaciĆ³n que provocan la opresiĆ³n racial y la violencia policial se enlaza con el creciente descontento que provocan las crisis econĆ³mica, social y sanitaria. La misma ha afectado mĆ”s que a nadie a la poblaciĆ³n negra y las minorĆ­as, que vienen siendo blancos de una discriminaciĆ³n en todos los planos y que reĆŗnen a los sectores mĆ”s postergados y carenciados en dicho paĆ­s.

El alcance de la lucha en curso se destaca por su empalme con la creciente conflictividad obrera. Las huelgas y protestas obreras se han multiplicado, sin antecedente cercano por las condiciones de trabajo, con el agravamiento de la pandemia. HabrĆ­a que remontarse al aƱo ā€™30 para registrar un ascenso parecido. El verdadero salto cualitativo ha sido la existencia de huelgas y protestas obreras, como parte de la rebeliĆ³n contra los asesinatos policiales. Esto marca una tendencia de la clase obrera organizada a confluir en esta lucha.

La rebeliĆ³n ha logrado poner entre las cuerdas a Trump, lo que jamĆ”s pudo hacer el Partido DemĆ³crata, quien fracasĆ³ en esa empresa. El magnate logrĆ³ sortear las acusaciones comprometedoras contra Ć©l, incluido el juicio polĆ­tico. MĆ”s que un mĆ©rito, eso proviene de la pusilanimidad de sus contrincantes, que siempre se cuidaron bien por evitar que se ponga en juego la gobernabilidad y en mantener bajo control las protestas y la movilizaciĆ³n popular.

Estamos en presencia de un creciente aislamiento polĆ­tico de Trump. Su control del Partido Republicano estĆ” fuertemente cuestionado. A la declaraciĆ³n del ex presidente George W. Bush, de que no apoyarĆ­a la campaƱa de Trump, siguieron derrotas internas de los candidatos favorecidos por Trump en las internas de Virgina, Carolina del Norte y Kentucky.

Todas las encuestas difundidas marcan un crecimiento de la ventaja de Joe Biden y todo indicarĆ­a que existen grandes probabilidades de que pierda estados que fueron clave para su victoria en 2016, como Florida, Michigan o Wisconsin. Biden estĆ” subiendo en los sondeos, no por mĆ©ritos propios sino porque canaliza el declive de su adversario. Cada vez mĆ”s sectores de la clase dominante han decidido soltarle la mano a Trump. La permanencia del magnate en el poder es un factor revulsivo. Este escenario ha terminado por barrer el ensayo bonapartista, intentando armar un rĆ©gimen de poder personal, con el que arrancĆ³ su mandato.

Estados Unidos ingresa, por lo tanto, a una transiciĆ³n convulsiva. Hay un esfuerzo por encausar el descontento hacia las elecciones, pero el relevo demĆ³crata tiene patas cortas, pues estĆ” lejos de dar una respuesta a los problemas de fondo que han llevado a este levantamiento. La envergadura de la crisis excede holgadamente el manejo de un hombre del establishment, como Biden, que no se caracteriza por su estatura polĆ­tica como estadista. El ā€œAmĆ©rica firstā€ de Trump no ha logrado detener, en estos cuatro aƱos, un declive en la capacidad de dominaciĆ³n hegemĆ³nica de la burguesĆ­a norteamericana a nivel global en tĆ©rminos econĆ³micos, una pĆ©rdida de posiciones militares y un descenso de la pĆ©rdida de la autoridad polĆ­tica de su Estado sobre las masas de su paĆ­s.

La crisis polĆ­tica que atraviesa Estados Unidos es patrimonio comĆŗn de las democracias de Occidente. No hay paĆ­s en Europa cuyo rĆ©gimen no estĆ© en aprietos (Gran BretaƱa, Francia, Italia EspaƱa).

En el caso de Francia, la crisis se ha unido a tambiĆ©n la reacciĆ³n popular. El paĆ­s galo ha pasado de la protesta de los ā€œchalecos amarillosā€ a la huelga del transporte, secundado por otros gremios contra la reforma jubilatoria. El sello distintivo en relaciĆ³n con la rebeliĆ³n estadounidense es que, inconfundiblemente, el protagonismo estuvo en manos de la clase obrera que arrastrĆ³ detrĆ”s suyo a estudiantes y otras capas populares. Si bien el movimiento no logrĆ³ culminar en una victoria, el gobierno de Macron acusĆ³ el golpe de la cual no ha logrado reponerse; en las recientes elecciones, el oficialismo viene de sufrir una fuerte derrota polĆ­tica.

Esto no implica un proceso rectilĆ­neo, pero las oscilaciones y giros en el tablero polĆ­tico a escala internacional tienen como hilo conductor la crisis del sistema de dominaciĆ³n polĆ­tica tradicional de la burguesĆ­a.

Progresismo al rescate del capitalismo

En este contexto, el desarrollo de la izquierda demĆ³crata en Estados Unidos, nucleada mayoritariamente en los demĆ³cratas socialistas, merece un balance. La izquierda demĆ³crata ha tenido un desarrollo estos Ćŗltimos aƱos. La victoria de Alexandra Ocasio-Cortez en las primarias de Nueva York, que se extendiĆ³ a la victoria de otros candidatos izquierdistas para diputados, es un termĆ³metro de radicalizaciĆ³n polĆ­tica. Pero la orientaciĆ³n de los mismos es a enchalecar al movimiento de lucha atrĆ”s del Partido DemĆ³crata, uno de los pilares del sistema polĆ­tico norteamericano. Los demĆ³cratas socialistas ya sufrieron un baldazo de agua frĆ­a con la decisiĆ³n de Sanders de bajarse de la candidatura y pasar a apoyar a Biden, ex vicepresidente de Obama, que, como se sabe, es un hombre de confianza del establishment. En lugar de colocar las energĆ­as en desarrollar una perspectiva independiente, el acento de esta izquierda estĆ” puesto en acompaƱar la campaƱa electoral del ex vicepresidente, lo cual conduce a un callejĆ³n sin salida, a una frustraciĆ³n de las aspiraciones populares. Esto pone al rojo vivo la cuestiĆ³n crucial de la independencia polĆ­tica. SĆ³lo rompiendo con el rĆ©gimen polĆ­tico de la burguesĆ­a yanqui, y sus partidos DemĆ³crata y Republicano, los trabajadores pueden desenvolver una lucha comĆŗn contra el Estado capitalista y abrir un nuevo rumbo. Los intereses sociales de los explotados plantea la conformaciĆ³n de un partido independiente.

Esta misma reflexiĆ³n puede extenderse para el progresismo a escala general, quien acaba de alumbrar la llamada ā€˜Internacional Progresistaā€™, liderada por Yanis Varoufakis y el senador demĆ³crata Bernie Sanders, avalada por mĆ”s de 40 intelectuales de todo el mundo, entre los que destacan Noam Chomsky y Naomi Klein, asĆ­ como dirigentes polĆ­ticos, como KatrĆ­n JakobsdĆ³ttir, del Movimiento de Izquierda-Verde y actual primera ministra de Islandia.

El Grupo Puebla, en su reciente encuentro virtual, que congregĆ³ a lo mĆ”s graneado del progresismo latinoamericano, saludĆ³ y decidiĆ³ sumarse a la iniciativa. En el convite fueron de la partida Lula, Dilma Rousseff, el exvicepresidente boliviano GarcĆ­a Linera, el exmandatario ecuatoriano Rafael Correa y el ex candidato presidencial por el PT brasileƱo, Fernando Haddad, que es uno de los cuarenta firmantes que dieron nacimiento a la Internacional Progresista.

La nueva organizaciĆ³n advierte que ā€œhay una guerra global en marcha contra los trabajadores, contra el medio ambiente, contra la democracia, contra la decenciaā€, plantea unir las fuerzas progresistas ante “el avance del autoritarismoā€. Y llama a defender y sostener ā€œun Estado de bienestar, los derechos laborales y la cooperaciĆ³n entre paĆ­ses, ademĆ”s de consolidar un mundo mĆ”s democrĆ”tico, igualitario, ecologista, pacĆ­fico post-capitalista, prĆ³spero y pluralista, y en el que prime la economĆ­a colaborativaā€.

Si hay un comĆŗn denominador en lo que se refiere a este arco tan variado del progresismo mundial, es que estĆ”n lejos de haber logrado promover un rumbo superador respecto de la polĆ­tica neoliberal en la experiencia polĆ­tica que les tocĆ³ protagonizar en sus respectivos paĆ­ses. Tampoco lo estĆ”n haciendo ahora. MĆ”s bien han terminado adaptĆ”ndose al orden social establecido. En la actualidad, tenemos a Bernie Sanders, luego de su frustrada carrera presidencial, llamando a cerrar filas en el Partido DemĆ³crata y promoviendo la candidatura de Joe Biden. Se trata de un callejĆ³n sin salida para los millares de trabajadores y jĆ³venes que abrazaron la postulaciĆ³n del senador socialdemĆ³crata. La polĆ­tica de Sanders es llamar a colaborar con los grupos de trabajo de Biden, en la elaboraciĆ³n del plan de gobierno, como si fuera posible insuflarle un contenido progresista a la gestiĆ³n del candidato demĆ³crata, un hombre de confianza del establishment, y transformar por dentro un partido que es uno de los pilares del imperialismo yanqui. Mientras se habla del estado de bienestar, el dirigente polĆ­tico norteamericano acaba de votar el paquete de medidas de estĆ­mulo propuestas por Trump, que implican un gigantesco rescate del capital, mientras se dispone una ayuda residual para los trabajadores.

Lejos de representar una transformaciĆ³n del rĆ©gimen polĆ­tico y social, el progresismo no saca los pies del plato. Un ejemplo muy elocuente es el de Islandia, donde el Partido Verde de la primera ministra cogobierna el paĆ­s en coaliciĆ³n con el partido conservador de centroderecha, que se ha reservado para sĆ­ ministerios estratĆ©gicos. La centroderecha estuvo en el poder hasta 2017, cuyo gobierno estallĆ³ en medio de una gigantesca crisis polĆ­tica, cuando se revelaron actos de corrupciĆ³n que comprometĆ­an al entonces primer ministro. El progresismo ha terminado salvando el sistema polĆ­tico y reconstruyendo la gobernabilidad a travĆ©s de un pacto con los representantes tradicionales del neoliberalismo.

No se puede perder de vista la conducta de Varoufakis, de la coaliciĆ³n Syriza, cuyo gobierno capitulĆ³ ante los dictados de la UniĆ³n Europea y su memorĆ”ndum de ajuste, violentando el mandato popular que rechazĆ³ las imposiciones que planteaba la Troika. La tentativa de conciliar las aspiraciones del pueblo griego con la permanencia en la UniĆ³n Europea se revelĆ³ completamente infundada. El dirigente griego hoy se arrepiente de esta postura y seƱala que lo correcto hubiera sido abandonar la UE. Pero, ĀæcuĆ”l serĆ­a la salida superadora? Recordemos que Varoufakis, en el apogeo de Syriza, seƱalĆ³ que la crisis capitalista “no era el mejor ambiente para polĆ­ticas socialistas radicales”. ApuntĆ³ que “no estamos preparados para superar el colapso del capitalismo europeo con un sistema socialista que funcione”.

El exministro de Syriza no ha abandonado esta premisa. El cambio que propone consiste en suplantar su antiguo europeĆ­smo por una variante nacionalista con mayor intervenciĆ³n del Estado, pero siempre en el marco del orden social vigente. Pero el estatismo burguĆ©s no es mĆ”s que una tentativa extrema de rescate del capital, que ha ido siempre acompaƱado de un ataque en regla contra los trabajadores. Por lo pronto, un retorno al dracma traerĆ­a aparejado un severo golpe a los salarios, que quedarĆ­an nominados en la moneda local depreciada frente al euro, en tanto que las deudas seguirĆ­an fijadas en la divisa europea, haciendo todavĆ­a mĆ”s gravosa la hipoteca que pesa sobre el paĆ­s. En el actual contexto, Grecia perderĆ­a la libertad de acceso al mercado europeo, sin poder usufructuar las ventajas de una moneda devaluada en momentos en que marchamos a una depresiĆ³n sin antecedentes y se potencia la guerra comercial y las polĆ­ticas proteccionistas.

El impasse capitalista ha acelerado las tendencias a la desintegraciĆ³n de la UniĆ³n Europea. No se trata de volver a las fronteras nacionales sobre las antiguas bases, lo cual resulta cada vez mĆ”s inviable, cuando las cadenas de valor estĆ”n como nunca integradas, y la dependencia e interconexiĆ³n entre las naciones se han hecho mucho mĆ”s estrechas que en el pasado, sino en reconstruir integralmente Europa sobre nuevas bases sociales a partir de la unidad socialista del continente.

La Internacional Progresista habla de ā€œpostcapitalismoā€, de modo de escabullir el bulto. Desterrada la perspectiva del socialismo, que excluyen, la salida que se ofrece, aunque se lo pretenda disimular, no es otra que el viejo plato recalentado de la sociedad capitalista, la cual podrĆ­a regenerarse, segĆŗn su punto de vista, adaptando formas de mayor equidad social y de democracia polĆ­tica. Se trata de un capitalismo imaginario, pues el capitalismo real, no el que surge de sus cabezas, viene descargando el peso de sus crisis y bancarrota sobre las masas. Tiende a barrer con los derechos laborales y conquistas de los trabajadores, obtenidos en la etapa precedente. Las reformas laborales y jubilatoria son patrimonio comĆŗn, tanto de los gobiernos neoliberales como ā€œnacionales y popularesā€. La pandemia ha puesto de relieve como nunca el antagonismo entre la defensa de la vida y la salud de la poblaciĆ³n, y una organizaciĆ³n que se basa en el lucro capitalista.

El Estado de bienestar, cuya defensa pregona esta Internacional, es incompatible con el orden social capitalista vigente. Esto va de la mano de las tendencias a reemplazar la democracia por regĆ­menes bonapartistas, de poder personal, que gobiernan por encima de las instituciones republicanas, como un recurso excepcional para pilotear la crisis y la polarizaciĆ³n social que se viene abriendo paso.

En oposiciĆ³n al neoliberalismo, la receta que proclaman los promotores de esta iniciativa serĆ­a una mayor intervenciĆ³n del Estado. Pero hacen la prevenciĆ³n de que “el tema es si el Estado se utiliza para rescatar al neoliberalismo o para llevar adelante una reformaā€. Se presenta como si el Estado fuera una entidad en disputa, por encima de la organizaciĆ³n social, cuando es un engranaje e instrumento central del rĆ©gimen capitalista, que actĆŗa bajo la tutela de la clase dirigente y constituye una maquinaria que oficia de correa de transmisiĆ³n y vehĆ­culo de sus intereses. El uso de los fondos pĆŗblicos para las necesidades sociales -y no para el rescate del capital, como ocurre ahora- plantea la cuestiĆ³n del poder y, por lo tanto, que la clase obrera sea la que asuma la conducciĆ³n polĆ­tica de la naciĆ³n.

Lo mismo vale cuando se habla de ā€œcooperaciĆ³n entre los paĆ­sesā€, como si se pudiera abstraer el hecho de que la guerra comercial se origina como resultado de la crisis mundial capitalista en desarrollo. Las tensiones y rivalidades entre las corporaciones y las naciones se vienen agigantando en forma proporcional al impasse capitalista. La integraciĆ³n capitalista, como lo testimonian la UniĆ³n Europea o el Mercosur, estĆ” haciendo aguas. La cooperaciĆ³n de los pueblos, la superaciĆ³n de las divisiones nacionales sĆ³lo puede ser obra de la clase obrera, como parte de una transformaciĆ³n social bajo su liderazgo.

Los desafĆ­os de la izquierda

La Internacional Progresista ha recibido el apoyo del Grupo Puebla, que reĆŗne a los representantes mĆ”s prominentes del progresismo latinoamericano. Pero no se puede soslayar el hecho de que estas fuerzas polĆ­ticas han pasado por ser gobierno y conducido el destino de sus paĆ­ses durante dĆ©cadas.

El progresismo latinoamericano ha sido incapaz de enfrentar al neoliberalismo. Ha tratado de salvar su pellejo, adaptƔndose a las exigencias del capital internacional, y aplicando Ʃl mismo los ajustes, pero eso no ha sido suficiente para evitar su caƭda.

El Grupo Puebla, en su corta existencia, ha demostrado sus lƭmites para transformarse en una alternativa. Alberto FernƔndez, uno de los dos presidentes en ejercicio que integra dicho nucleamiento, permanece en el Grupo Lima, junto a sus pares derechistas de AmƩrica Latina, que vienen conspirando activamente para tirar abajo a NicolƔs Maduro. El gobierno argentino ha reconocido y dado las placas correspondientes al cuerpo diplomƔtico nombrado por el gobierno golpista de Jeanine AƱez. La polƭtica exterior de nuestro paƭs ha estado subordinada al rescate de la deuda que se viene desarrollando en el marco de las negociaciones con los bonistas y el FMI, y que estarƭa en los umbrales de un arreglo.

Un dato distintivo del gobierno del mejicano LĆ³pez Obrador son las llamativas buenas migas con el autoritario Donald Trump. El presidente mejicano ha renovado el tratado de libre comercio a la medida de las exigencias de Estados Unidos y convirtiĆ³ a su paĆ­s en un Estado tapĆ³n contra las caravanas migratorias que buscan un escape al hambre y a la pobreza que asolan el continente. El combate contra el narcotrĆ”fico ha sido utilizado como pantalla, una vez mĆ”s, para reforzar el corrompido aparato militar y policial.

La tendencia al compromiso con el imperialismo por parte de los exponentes latinoamericanos de la Internacional Progresista debe ser tomado como un alerta por todos los luchadores. No estamos frente a un espacio polĆ­tico que se desenvuelve dentro del campo de apoyo a las recientes rebeliones populares, sino de uno que nace con la funciĆ³n polĆ­tica de contenerlas. Mientras que, en 2019, el movimiento de lucha avanzĆ³ contra todos los gobiernos, con independencia de su filiaciĆ³n ā€œneoliberalā€ o ā€œprogresistaā€, los miembros de este nuevo nucleamiento internacional -en especial en AmĆ©rica Latina- actuaron para salvar la gobernabilidad.

La bĆŗsqueda de un punto de equilibrio entre al necesidades populares y el orden social capitalista se ha revelado infundada. Si hay algo que ha demostrado carecer de “realismo” es la pretensiĆ³n de revertir las tendencias a la polarizaciĆ³n social, que se han acentuado como nunca. La pandemia, a su turno, lejos de atenuar los antagonismos sociales, los ha exacerbado. No existe una estaciĆ³n intermedia entre el neoliberalismo y la revoluciĆ³n social.

La polĆ­tica de colaboraciĆ³n de clases se ha revelado como un escollo central para conducir la lucha de los trabajadores y las masas a una victoria. La izquierda mayoritariamente ha terminado siendo arrastrada como furgĆ³n de cola de esta polĆ­tica. Ha hecho un seguidismo al PT brasileƱo, como es el caso del Psol, al nacionalismo bolivariano o terminado haciendo causa comĆŗn con la derecha en nombre de la democracia. Esto vale para la izquierda radical europea, integrada a Podemos de EspaƱa o en el Bloco portuguĆ©s que, en la actualidad, son parte de la coaliciĆ³n gobernante de sus respectivos paĆ­ses. Lo mismo se puede hacer extensivo respecto de la experiencia del NPA francĆ©s, donde estĆ” lejos de jugar como un motor de la lucha de clases y no ha superado las caracterĆ­sticas de un sello, encima, devaluado, pues se ha venido abajo en votos y en militantes. Los ā€œpartidos ampliosā€ no son mĆ”s que acuerdos superestructurales de diferentes tendencias, a las cuales lo Ćŗnico que las mantiene unidas es la expectativa de obtener algĆŗn cargo o posiciĆ³n parlamentaria. El ā€œentrismoā€ o que se trate de una ā€œcuestiĆ³n tĆ”cticaā€, con la cual las corrientes de izquierda justifican la permanencia en su seno, es simplemente una excusa para disimular su deriva electoralista y su renuncia a la construcciĆ³n de partidos obreros revolucionarios. Se ha venido dando aliento al movimientismo, promoviendo alianzas y nucleamientos con fronteras de clase amorfas y difusas, en lugar de una estructuraciĆ³n polĆ­tica independiente de los trabajadores. Tenemos, asĆ­, la experiencia de frentes comunes con la centroizquierda, defensores del orden capitalista imperante, liderados por representantes inconfundibles de la burguesĆ­a, como Pino Solanas o Luis Juez, en el caso de Argentina, o la experiencia en curso en el Frente Amplio de PerĆŗ.

La nueva situaciĆ³n que atravesamos en el mundo vuelve, mĆ”s actual que nunca, la cuestiĆ³n de la estrategia de la izquierda. Y en ese marco, la batalla por partidos revolucionarios que abracen una estrategia del poder obrero, que es la base granĆ­tica y la Ćŗnica vĆ­a posible para reconstruir una internacional revolucionaria, la IV Internacional.

Programa y salida

El levantamiento popular norteamericano introduce un salto cualitativo en la situaciĆ³n internacional, pues la rebeliĆ³n tiene lugar en las propias entraƱas del imperio, lo que condiciona todo el escenario internacional. Ni quĆ© hablar de la irradiaciĆ³n polĆ­tica que ejerce por la centralidad que ocupa en todos los movimientos de lucha del mundo.

No se nos puede escapar que el derrumbe de Trump, bajo el impacto directo de la iniciativa popular, golpea toda la derecha latinoamericana. Representa un golpe a todos los regĆ­menes mĆ”s reaccionarios, que se han recostado en el magnate para gobernar. En primer lugar, el fascista Jair Bolsonaro quien, como ningĆŗn otro mandatario, estĆ” asociado en el imaginario popular a la figura de Trump, y se extiende a todos los presidentes que integran el Grupo de Lima, empezando por SebastiĆ”n PiƱera y siguiendo por la bolviana AƱez.

Es un golpe tambiĆ©n a todos los compromisos y planes de ajuste y ataque a los trabajadores que los gobiernos derechistas, como los nacionales y populares, vienen pactando con el FMI, amoldĆ”ndose a las presiones y los condicionamientos que ejerce el imperialismo sobre su ā€œpatio traseroā€. La rebeliĆ³n en Estados Unidos tiene un punto de contacto y recoge el hilo de las rebeliones que estremecieron a LatinoamĆ©rica y que tuvieron su rĆ©plica en otras geografĆ­as del planeta y, como tal, es una bocanada de aire fresco y un aliento para la rebeliĆ³n latinoamericana, cuyo ciclo estĆ” lejos de estar cerrado.

La rebeliĆ³n norteamericana ha vuelto a colocar sobre el tapete quiĆ©n paga la crisis y pone en el orden del dĆ­a una batalla global de la clase obrera por un programa de defensa de sus condiciones de vida: prohibiciĆ³n de despidos y suspensiones, subsidio al desocupado y licencias pagas, reparto de las horas de trabajo sin afectar al salario. Los antagonismos de clase se ven todavĆ­a mĆ”s nĆ­tidamente con la pandemia. Mundialmente, la burguesĆ­a viene planteando subsidios y la defensa de sus beneficios, mientras pretende descargar el peso del actual flagelo sobre las masas. Es necesario invertir la fĆ³rmula, colocando en primer lugar las necesidades sociales y el interĆ©s popular. MĆ”s que nunca, los trabajadores deben intervenir y no dejar en manos de las patronales y del Estado capitalista el manejo del tema. Y, por lo tanto, el control obrero en todos los lugares de trabajo y producciĆ³n, para asegurar las normas de higiene y el cumplimiento de los protocolos de prevenciĆ³n contra la pandemia.

El cuadro de recesiĆ³n que se potenciĆ³ con el coronavirus acelera la amenaza de cierres de empresas y despidos masivos. Frente este escenario, es necesaria una respuesta comĆŗn de los trabajadores, exigiendo la nacionalizaciĆ³n de toda empresa que cierre o despida, y su puesta en funcionamiento bajo control de los trabajadores.

La nacionalizaciĆ³n de algunas empresas, sectores de la economĆ­a y la banca, que promueve el Estado, es una medida extrema de salvataje del capital. El ā€œestatismoā€ capitalista apunta a rescatar al capital quebrado a expensas de las masas. Pero, al mismo tiempo, esto va a hacer mĆ”s visible que la resoluciĆ³n de la crisis es de carĆ”cter polĆ­tico y estĆ” concentrada en el Estado. La crisis capitalista pone agudamente al rojo vivo la necesidad de una planificaciĆ³n de conjunto de los recursos, y el uso y el destino que se da a los mismos -o sea, la cuestiĆ³n del poder, la lucha por gobiernos de trabajadores.

El punto de partida para desenvolver esta perspectiva, insistimos, es la independencia polĆ­tica. Y abrir paso, sobre esta base, a una nueva direcciĆ³n del movimiento obrero, de modo de poner a los sindicatos y las organizaciones populares como herramientas de lucha de clases al servicio de una salida polĆ­tica de los trabajadores.

Temas relacionados:

ArtĆ­culos relacionados

Deja un comentario