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Manifiesto del XXVIII Congreso del Partido Obrero

Por una salida de los trabajadores a la crisis. Construyamos un movimiento popular con banderas socialistas

Abajo el pacto con el FMI. Por un paro nacional y plan de lucha.

El XXVIII Congreso del Partido Obrero sesionó el 17, 18 y 19 de junio con la presencia de cientos de delegados y delegadas de todo el país. Sus sesiones se dieron en el marco de grandes movilizaciones del movimiento piquetero contra el hambre, de las huelgas por el salario en las fábricas del neumático y en diferentes gremios del país. También de una ofensiva de todo el arco político patronal contra estas luchas que desafían el ajuste y particularmente contra el Partido Obrero. 

El Congreso debatió las perspectivas abiertas por la guerra, el fracaso del gobierno de Fernández y la enorme crisis nacional en desarrollo, y resolvió una campaña por una salida de los trabajadores y por un nuevo movimiento popular con banderas socialistas, que está planteado por el agotamiento del peronismo, embarcado en un plan de ajuste y un pacto con el FMI. Los delegados y delegadas resolvieron redoblar, por último, la campaña por un paro nacional y un plan de lucha para que la clase obrera intervenga en la situación con todos sus reclamos, desarrollando la unidad entre ocupados y desocupados y reforzando todas las luchas en curso. 

A pocos meses del pacto con el FMI, la prometida estabilidad no existe. Al contrario, el cuadro económico y social es explosivo. La inflación es la más alta en 30 años y apunta al 80% anual. Los grupos económicos remarcan como quieren y el Estado festeja las recaudaciones. Un festival a costa del bolsillo popular para los que se la llevan en pala y para pagarle a los usureros internacionales y al FMI.

Pero nada alcanza para superar la quiebra del Estado nacional. Estamos al borde de un “reperfilamiento” de deuda como el de Macri, cuyas consecuencias conocimos.

Aunque le concedieron todo al capital financiero con el famoso canje de deuda en dólares de Guzmán, el riesgo país argentino vuela y no hay crédito internacional.

Hay una huelga de inversiones cuya contrapartida es la fuga de capitales. Se llevaron en las últimas décadas 400 mil millones de dólares del país y lo siguen haciendo en las narices del gobierno “nacional y popular”.

Por eso el riesgo de devaluación del segundo semestre se adelantó llevando la brecha cambiaria para arriba. Paradójicamente, esto ocurre cuando vuelan los precios internacionales de los alimentos que exporta Argentina. Y como la exportación es un negocio fabuloso de veinte cerealeras, acá pagamos el pan al precio de la guerra en Ucrania, que no tiene nada que ver con el costo de su elaboración.

La promesa de Alberto Fernández de aumentar a los jubilados con la plata de las Leliqs terminó en un bochorno. Le reventaron la movilidad a los jubilados y esas letras del Banco Central ascienden a 5 billones de pesos. Los bancos ganan fortunas que pagamos con inflación.

Para la tribuna, La Cámpora, el Evita y la CGT hablan contra los formadores de precios a los cuales jamás le abrieron un libro para ver las cuentas. Pero el Estado es un gran formador de precios con las tarifas, las tasas de interés, los combustibles, el precio del dólar y los impuestos al consumo.

Le entregaron Vaca Muerta a los Techint y compañía, y no tenemos gas. Entregan el litio y Jujuy; Catamarca y Salta se mueren de hambre.

El descontento popular es enorme y el gobierno se hunde en divisiones internas que solo tienen por objetivo salvar la ropa de unos u otros. Pero todos son responsables.

Y no nos referimos solamente al gobierno peronista. La oposición de Juntos por el Cambio también es responsable de esta crisis y saqueo al pueblo trabajador. Votaron en masa el pacto del gobierno con el FMI.

Es falso que no hay políticas de Estado, están a la vista: sostener el endeudamiento usurario, bancar la fuga de capitales, ajustar mediante la inflación, licuar los ingresos de la población mediante devaluaciones, mantener el régimen de saqueo de los recursos estratégicos con las privatizaciones, degradar sistemáticamente el sistema previsional, flexibilizar las condiciones laborales, reducir los costos desvalorizando el salario y atacando las conquistas sociales. Y la lista podría seguir.

La crisis es culpa del conjunto de los partidos que nos vienen gobernando y de la clase social a la que rinden servicio, la de los capitalistas. Tienen el Estado a su servicio, es un Estado del capital, para sus negocios y para los chanchullos políticos de los que participan de esos negocios.

Planteamos frenar este saqueo. Terminar con el pago de la deuda usuraria y fraudulenta a la banca internacional y el Fondo Monetario, y destinar esos recursos a las necesidades populares. Establecer una banca pública única bajo control de las y los trabajadores. Nacionalizar el comercio exterior, para destinar el ahorro nacional a la industrialización y el desarrollo nacional.

Los de arriba -los peronistas, pero también la oposición macrista- están divididos. La desorganización económica es gigantesca: necesitamos una intervención histórica de las masas trabajadoras.

Hay ya un proceso en marcha en esta dirección: el movimiento piquetero independiente irrumpe con centenares de miles de trabajadoras y trabajadores desocupados y precarizados en todo el país. Pero también las huelgas como las del Neumático en el movimiento obrero industrial, los docentes autoconvocados de distintas provincias o la docencia universitaria, entre otros conflictos fabriles y provinciales, empiezan a mostrar de manera activa el descontento popular.

Luchamos por un paro activo nacional, por un salario igual a la canasta familiar actualizado por inflación mes a mes, por el 82% móvil para las jubilaciones, por un plan masivo de viviendas e infraestructura para generar un millón de puestos de trabajo. Por la apertura universal de los programas sociales y por la duplicación de emergencia del salario mínimo vital y móvil.

Enfrentamos la persecución a las luchas obreras y populares. Vamos por la absolución de Cesar Arakaki y Daniel Ruiz y el desprocesamiento de todos los luchadores, en defensa de la libertad de organización, de huelga y de movilización.

A pocos meses del pacto con el FMI, la prometida estabilidad no existe. Al contrario, el cuadro económico y social es explosivo.

“Fin de ciclo populista” o fracaso de la burguesía y sus partidos

Los empresarios se reúnen frenéticamente porque se dan cuenta que pueden estallar las contradicciones económicas y sociales. Siempre con la presencia del ministro Guzmán, a quien sostienen por ahora por ser el garante del pacto con el FMI.

Después de las caídas de Feletti y de Kulfas, crece un debate en esas reuniones: el gobierno está debilitado, esto no va más, se impone un giro. Y, aunque parezca sorprendente, el latiguillo que la clase capitalista introduce bajo distintas formas es el del “fin del ciclo populista”.

Es sorprendente porque gobiernos neoliberales o autoproclamados como antineoliberales mantuvieron por décadas los hilos conductores de los ’90 que nos llevaron a la decadencia actual. Estamos en el 40% de pobreza. ¿Qué nos están diciendo entonces?

Vienen por nuevas “reformas estructurales”, como las llama el FMI.

-Nuevos ataques al sistema previsional, contra los más de 50 regímenes especiales, elevación de la edad jubilatoria, ataques a la movilidad como ya hizo Macri primero y Alberto Fernández después, rebaja de aportes patronales que desfinancien aún más el Anses, bloqueo de las demandas judiciales ante la confiscación y, por supuesto, nuevos manotazos al Fondo de Garantía y Sustentabilidad de la Anses.

-Nueva y mayor reforma laboral. Tal vez este es hoy el tema top en la agenda de los ataques a la clase obrera. La excusa es que las Pyme e incluso grandes empresas no toman trabajadores por el elevado costo laboral y por la “industria del juicio”. El ataque brutal desde todos lados –Clarín, Grupo América de Massa, C5N de Cristóbal López, Larroque, Máximo Kirchner- a los planes sociales tiene el objetivo de fondo de eliminar toda competencia a los salarios de hambre y a las condiciones del trabajo en negro o mediante el sistema fraudulento del monotributo.

El ataque a los convenios colectivos y las indemnizaciones es un punto central de esta agenda. Lo plantean para los nuevos trabajadores, que son la mayoría. Porque si contamos los que están en negro, los precarizados contratados y los monotributistas, más los desocupados, claramente es una mayoría. Para los que todavía tienen convenio, obras social y derechos jubilatorios, les reservan los planes de retiro voluntario, jubilación adelantada o el simple despido.

Vienen también por la salud y la educación pública, en especial la universidad. Aunque el único que lo diga sea Milei, que cumple el papel de decir lo que los otros harían pero no se animan a decirlo en esos términos. Vienen por tarifazos masivos, siempre asegurando los negocios de Pampa Energía y las demás.

La dolarización que se discute significaría un ajuste sin precedentes. Implicaría una megadevaluación, una hiperinflación, y utilizar los depósitos en dólares para llevarla adelante. Más que corralito, un corralón de aquellos.

La agenda del saqueo ambiental y la primarización incluye al litio, a la megaminería que desató rebeliones en Mendoza y Chubut, y a la explotación petrolera de ultramar resistida en la costa. Es una cuestión clave en la disputa con China, en la pelea geopolítica del imperialismo en América Latina.

Desde luego, semejante agenda y “reformas estructurales” requieren profundizar el régimen represivo que hoy ya tienen con los Berni, con los Bullrich, con los Aníbal Fernández.

En conclusión, lo que llaman el “fin de ciclo populista” son las décadas de gobiernos de ellos mismos, para los mismos intereses de los grupos económicos que saquearon y saquean el país. El fracaso de una clase social y sus partidos, la clase capitalista.

La defensa de las conquistas obreras amenazadas por esta agenda nunca puede quedar en manos del peronismo que viene siendo un agente del ajuste y de la entrega nacional. Menos aún de la burocracia sindical. Es preciso oponer a este programa una salida obrera a la crisis y una perspectiva de lucha consecuente.

Un régimen en descomposición

Este régimen político de saqueo del país y de sus trabajadores está en descomposición. La bronca popular contra los partidos que gobernaron las últimas décadas no deja de crecer. Con total razón la población los identifica como responsables de sus padecimientos. Por eso en las últimas elecciones esos partidos perdieron millones de votos, especialmente el Frente de Todos que está a cargo del gobierno.

El peronismo, que siempre presumió ser la fuerza que representaba a los trabajadores, es quien hoy aplica de modo directo el acuerdo con el FMI. Es el mismo peronismo que ya gobernó con Menem y antes, incluso, formó la Triple A para exterminar físicamente a la vanguardia obrera y popular de los ’70.

Solo la izquierda se planta contra el saqueo de la deuda externa, contra el Fondo Monetario, contra la entrega de los recursos naturales incluyendo la megaminería.

El kirchnerismo, que ahora critica el acuerdo con el FMI, fue quien llevó a Alberto Fernández a la presidencia. En el 2019 Cristina Fernández de Kirchner justificó su elección argumentando que tenía mejor llegada que ella a los grupos de poder. ¡Es decir que lo eligió para hacer lo que está haciendo! El kirchnerismo promete un Frente de Todos sin Alberto Fernández, una nueva capitulación ante la liga de los gobernadores e intendentes del peronismo que apoyó el acuerdo con el FMI y el ajuste en marcha.

La derecha macrista también se divide. Los choques internos tienen que ver con el balance del fracaso del gobierno de Mauricio Macri. Existe un ala que cuestiona el llamado “gradualismo” y plantea que de llegar al poder deberán ejecutar un programa de ofensiva contra los trabajadores desde el primer día. Macri y Bullrich “chocan” con Larreta y la UCR que se declaran partidarios de un acuerdo más de fondo con el peronismo para poder aplicar ese ataque a los trabajadores.

Milei y los llamados libertarios aprovechan este cuadro de divisiones y descrédito de los partidos y coaliciones principales. Encarnan planteos fascistas contra los trabajadores y sectores populares. Quieren eliminar toda protección laboral, la educación y la salud públicas, e incluso son partidarios de eliminar la moneda nacional para transformarnos en colonia directa de los EE.UU. Milei es la reacción contra las mujeres, la diversidad y los sectores más empobrecidos. Llegó al extremo de defender la venta de los órganos, que llevaría a que los sectores más acomodados puedan quedarse con parte del cuerpo de los pobres.

El llamado de Milei a formar un movimiento antipiquetero muestra que su verdadero enemigo no es la casta política sino los trabajadores que se organizan y luchan. Su reciente acuerdo en Tucumán con Ricardo Bussi (el hijo del genocida) y su diputada acompañante Victoria Villarruel (defensora de militares con causas de lesa humanidad) lo demuestran. La temprana división de su entorno también demuestra que se trata de un grupo de aventureros. Su función real por ahora es imponer una agenda antiobrera y proimperialista a ultranza.

La búsqueda de contener la bronca obrera lleva a la integración de todas las alas de la burocracia sindical al gobierno pero tiene un costo enorme para ellos. Los burócratas sindicales se desprestigian aún más al integrarse al gobierno del FMI y su ajuste. Esto vale particularmente para el moyanismo y para la centroizquierda que posaron en distintas etapas como combativos. Tenemos que luchar contra esta burocracia sindical que nos entrega, y por una nueva dirección en el movimiento obrero.

Por un movimiento popular con banderas socialistas para derrotar el saqueo

La Argentina de los Macri, Larreta, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner es la del 60% de las pibas y pibes pobres, los salarios de miseria, la falta de vivienda y la crisis de la salud y la educación. Son los que han gobernado para los grandes empresarios que se llenaron los bolsillos mientras el pueblo retrocede en su nivel de vida.

Son los gobiernos de la violencia de género que crece al amparo del Estado, mientras profundizan la precarización laboral más extrema de las mujeres trabajadoras y de la comunidad LGTBI+. De quienes gobiernan con las iglesias promoviendo el oscurantismo contra mujeres y diversidades y con la policía que hostiga y persigue a la comunidad LGTBI+ y desapareció a Tehuel De La Torre.

Del narcotráfico que copa los barrios con complicidad policial mientras la represión se descarga sobre la juventud. De la destrucción del ambiente para alimentar las ganancias empresariales.

No es el fracaso de la Argentina sino de la Argentina capitalista. Un país que produce alimentos pero millones de personas tienen hambre, un país extenso pero donde millones de familias no tienen vivienda, un país con necesidades de infraestructura y producción pero donde millones de personas están desocupadas o subocupadas.

La defensa de las conquistas obreras amenazadas por la actual agenda de ajuste nunca puede quedar en manos del peronismo.

La guerra imperialista que azota a Europa agrava esta situación con un aumento de los precios de los alimentos o de la energía. Los choques internacionales entre las principales potencias refuerzan la presión en América Latina para que los países se ubiquen en uno u otro campo. La reciente Cumbre de las Américas formó parte de la ofensiva yanqui para alinear América Latina detrás del imperialismo en la guerra que promueve en Europa y en sus amenazas contra China. Las críticas presidenciales ante Biden fueron la coartada para hacer pasar este apoyo del gobierno a la Otan.

Desde el Partido Obrero queremos compartir con los trabajadores una conclusión de fondo: la crisis de la Argentina es la de un régimen social de saqueo y explotación en decadencia que solo puede traer más crisis, retrocesos sociales y guerras.

Las fuerzas políticas que nos gobernaron las últimas décadas, incluida la burocracia sindical, son responsables directos de la crisis que vive el país. Nada podemos esperar de ellos.

Todas las variantes de los partidos capitalistas tienen fuertes lazos con la Iglesia. Se vio en la lucha de la ola verde por el aborto legal. Se ve en los lazos de la burocracia sindical. Por eso dan la espalda a toda la lucha por los derechos de la mujer de los cuales el clero reaccionario es enemigo.

Por esta razón en el Partido Obrero planteamos que tenemos que construir un nuevo movimiento popular con banderas distintas a las del pasado. El peronismo terminó aplicando el ajuste con el FMI porque su estrategia es la defensa del capitalismo decadente. Aprendiendo de la experiencia, el nuevo movimiento popular que debemos crear debe ser independiente del Estado y de los gobiernos, basado en un programa anticapitalista y socialista.

Bien visto, la creación de este movimiento ya está en marcha. Lo vemos en la lucha incansable del movimiento piquetero por pan, techo y trabajo, que adquiere cada día mayor masividad en todo el territorio nacional y se eleva como un organizador de nuestro pueblo. El movimiento piquetero le disputa a los punteros del peronismo las barriadas más pobres, pero lo hace con una política y un método opuestos. Allí donde el puntero quiere la sumisión al poder, el movimiento piquetero organiza para que sean protagonistas los propios trabajadores y vecinos. El movimiento piquetero defiende el debate y la organización democrática de la población, porque solo así los trabajadores pueden ser protagonistas de su propio destino.

Las posibilidades de un movimiento guiado por la independencia política de los trabajadores se expresan en la gran campaña por el paro nacional y el plan de lucha que pusieron en la calle y en la agenda política el Polo Obrero y nuestro partido, acompañados por la Unidad Piquetera y el Plenario del Sindicalismo Combativo.

También lo podemos ver en marcha en el movimiento sindical, con el surgimiento de luchadores clasistas que han conquistado sindicatos, como es el caso de los compañeros del neumático con el Sutna, que están a la cabeza de una gran lucha salarial, o como sucede también con los docentes de AGD-UBA, Ademys, Aten Neuquén, los Sutebas Combativos, la Unión Ferroviaria Oeste o en seccionales y fábricas. La lucha obrera desafía a la burocracia sindical integrada al Estado y plantea una reorganización integral del movimiento obrero sobre nuevas bases políticas.

También está en marcha en diferentes movimientos populares que luchan consecuentemente en el movimiento de la mujer, de la juventud, del ambiente y de la cultura.

La creación de un movimiento popular con banderas socialistas necesita de la unidad de trabajadores ocupados y desocupados, y de la participación activa de todos los sectores populares que luchen contra el saqueo capitalista en curso.

Llamamos al Frente de Izquierda-Unidad, que integramos desde su creación en el año 2011, a sumarse a esta tarea, impulsando la lucha del movimiento piquetero, la acción del sindicalismo combativo y de clase, las iniciativas de lucha independiente de las mujeres, la juventud y todos los sectores populares.

Con esos objetivos, organicemos asambleas para debatir esta perspectiva y tomar las iniciativas que extiendan de manera masiva la influencia del movimiento político obrero y socialista.

La participación electoral e incluso en los parlamentos debe estar subordinada al impulso de la movilización popular y a la construcción de una salida política de los trabajadores. La historia enseña que todas las grandes gestas se dieron en las calles y en abierto desafío a las instituciones del régimen que se enfrentaba.

Esta vez no será la excepción.

19/06/2022

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