A cinco meses del comienzo de la guerra

La guerra de Ucrania ha terminado de hacer añicos la tesis de que se había erradicado el peligro de una conflagración bélica mundial. Con la globalización, la apreciación reinante en los mentideros de la burguesía era que se podía abrir una era de cooperación mundial que desterraba la amenaza de un enfrentamiento global y que dejaba atrás el fantasma de la Primera y Segunda Guerra Mundial. La disolución de la URSS y el giro de China a partir de la apertura de su economía excluían del tablero mundial, según esta óptica, la emergencia de una guerra fría y menos aún caliente. El enemigo comunista había sido vencido. El capitalismo había probado su supremacía. La constitución de la Unión Europea (UE) era la constatación de que las rivalidades nacionales que habían desgarrado al viejo continente eran sustituidas por un ámbito de coordinación y complementación entre las naciones que lo integran. A esta tesis se le agregaba la observación de que la sofisticación y el poder destructivo alcanzado por el armamento excluían la posibilidad de una nueva guerra mundial.

Toda esta construcción ha saltado por los aires, ya que asistimos a un giro hacia un escenario bélico. La guerra de Ucrania no es un calco de los conflictos que vimos en otras partes del planeta las últimas décadas: Medio Oriente, Corea, Libia y otros países de África. Esta vez, la guerra tiene como teatro de operaciones al viejo continente, o sea, a uno de los corazones del capitalismo y, por otra parte, los contendientes son actores principales del mapa político mundial. Con anterioridad, estos mismos actores estuvieron involucrados, pero en forma indirecta a través de la asistencia a terceros países (guerras por procuración). 

En el actual conflicto bélico, Zelensky es simplemente un peón de la Otan. Es una ficción hablar de que la Otan no está interviniendo en forma directa en las hostilidades. Su presencia no solo está dada por la entrega de armamentos y el sostén económico que le está dando a Ucrania —sin lo cual no hubiera podido sostener el enfrentamiento con Rusia—, sino que, asimismo, algunas de las operaciones, por su carácter, solo estaban en condiciones de ser implementadas por personal perteneciente a las potencias de la Otan. La sofisticación alcanzada por el armamento moderno habilita que sea manejado a distancia del enemigo. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con el asesinato de los generales rusos o la destrucción del buque insignia de la Armada rusa en el Mar Negro que requieren de una infraestructura y adiestramientos que están fuera de la órbita y de la capacidad que tienen las fuerzas militares ucranianas. Un reciente y muy interesante artículo en The New York Times pone el dedo en la llaga y señala el involucramiento directo de Estados Unidos en las acciones militares:

La línea divisoria entre lo que se considera guerra y lo que no es muy tenue, por lo que es mucho más difícil identificar en qué momento pasamos de un estado al otro. 

Esto se debe a que en parte los avances tecnológicos, como la guerra de drones y los ciberataques, que permiten cometer en otros países actos que en otras circunstancias se considerarían acciones de guerra (asesinar adversarios, destruir edificios, afectar instalaciones nucleares) sin que un solo soldado estadounidense abandone su territorio. También tiene que ver la función ejecutiva: aunque el Congreso no ha hecho una declaración formal de guerra desde 1942, varios presidentes han aprovechado las amplias facultades otorgadas a George W. Bush en 2002, que le permitieron autorizar el uso de la fuerza militar1Kristian, B. (21/06/2022). ¿De verdad EEUU no está en guerra en Ucrania? The New York Times. https://www.nytimes.com/es/2022/06/21/espanol/opinion/guerra-ucrania-estados-unidos.html.

La invasión de Rusia, que debe ser condenada sin vacilaciones, no debe encubrir la responsabilidad primordial que le cabe a las potencias de la Otan.

A la hora de una caracterización, corresponde señalar que asistimos a una guerra imperialista. Ucrania es simplemente el pato de la boda de una disputa que no tiene nada que ver con las aspiraciones y necesidades de los pueblos. Ni Occidente es un exponente de la libertad, la democracia y los derechos humanos, ni los intereses nacionales de Ucrania, ni Rusia encarnan la causa antiimperialista. 

El carácter y la responsabilidad de la guerra no caben deducirlas a partir de quién tiró la primera piedra. Son muy oportunas las reflexiones de Lenin quien salió a impugnar esta tesis vulgar que fue enarbolada por la socialdemocracia cuando dio la espalda al internacionalismo: 

“Tal vez la más primitiva de todas sea la teoría de ‘quién empezó’. Hemos sido atacados y nos defendemos; los intereses del proletariado exigen que se rechace a los perturbadores de la paz europea. Es una repetición de las declaraciones de todos los gobiernos y de las declamaciones de la prensa burguesa y amarilla de todo el mundo… Plejánov adorna incluso esta vulgaridad tan manoseada con las jesuíticas apelaciones a la “dialéctica” que nunca le faltan a este autor: para tener en cuenta la situación concreta, dice, es preciso, ante todo, hallar al que empezó y sentarle la mano, aplazando para otra situación las demás cuestiones (véase el folleto de Plejánov Sobre la guerra, París, 1914 y la repetición de sus razonamientos por Axelrod en Golos, núms. 86 y 87). Plejánov ha batido el record en el noble arte de sustituir la dialéctica por la sofistería. El sofista toma uno de los “argumentos” por separado; pero ya Hegel decía con toda razón que se pueden encontrar “argumentos” absolutamente para todo. La dialéctica exige un análisis completo del fenómeno social concreto en su desarrollo, y que lo exterior y aparente sea reducido a las fuerzas motrices esenciales, al desarrollo de las fuerzas productivas y a la lucha de las clases. Plejánov saca una cita de la prensa socialdemócrata alemana: los propios alemanes, dice, reconocían antes de la guerra que Austria y Alemania eran las promotoras y con eso basta. Plejánov calla el hecho de que los socialistas rusos habían denunciado en muchas ocasiones los planes de conquista del zarismo con respecto a Galitzia, Armenia, etc. Plejánov no hace el menor intento de referirse a la historia económica y diplomática, aunque no sea más que la de estos tres últimos decenios; pero esta historia demuestra de un modo irrefutable que la anexión de colonias, la expoliación de tierras ajenas, el desalojamiento y la ruina del competidor más afortunado han constituido precisamente el eje principal de la política seguida por los dos grupos de potencias que hoy están en guerra”2Lenin, V. I. (1915). Obras, Tomo V (1913-1916), La bancarrota de la II Internacional. Marxists internet archive.org. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas05-12.pdf.

La invasión de Rusia, que debe ser condenada sin vacilaciones, no debe encubrir la responsabilidad primordial que les cabe a las potencias de la Otan. Ucrania ha pasado a ser una semicolonia del imperialismo. La penetración del capital internacional, acompañada de los planes del FMI, ha convertido a ese país en tierra arrasada, de modo tal que se transformó en el país más pobre de Europa. Este proceso se inscribe en el avance imperialista en toda Europa del Este que ha ido de la mano de la expansión de la Otan y que es un tiro por elevación contra Rusia y China. La alianza militar, recordemos, fue creada en la Guerra Fría para combatir la amenaza comunista representada por la Unión Soviética. Si nos guiáramos por esa premisa, con la implosión de la URSS y la posterior restauración capitalista, la Otan no tendría razón para seguir manteniéndose, pero en lugar de ello, estamos frente a un nuevo impulso en su desarrollo. Lo que motoriza este fenómeno es que la Otan es un engranaje vital para llevar adelante, hasta sus últimas consecuencias, la restauración capitalista, lo que supone no  solo una colonización económica, sino también, política en las ex economías estatizadas. Esto implica someter a Rusia y China a una tutela directa por parte de las metrópolis occidentales, lo cual resulta incompatible y colisiona con las aspiraciones de la elite dirigente de ese país y la burguesía autóctona que se ha ido configurando en ambas naciones. Es muy instructiva la última reunión de la Otan en la que se identificaron como “enemigos estratégicos” tanto a Rusia como a China. Fue sugestiva la presencia de Australia, Japón y Corea del Sur, con los cuales Washington viene de conformar una alianza militar en el Pacífico (alianza Quad). Aparece sin tapujos la intención de impulsar en Asia una réplica de la Otan o, directamente, una suerte de extensión de esta.

La posibilidad de una integración pacífica del ex espacio soviético y del “gigante asiático” al mercado mundial capitalista, por lo tanto, ha quedado completamente desmentida por la realidad. La restauración capitalista que viene promoviendo el gran capital concibe la integración de ambas naciones en un lugar subordinado y esto plantea la alteración de los regímenes políticos tanto de Rusia como de China. Aunque luego trató de suavizarlas, las declaraciones de Biden llamando a voltear a Putin y desalojarlo del poder, está lejos de ser un exabrupto. Por el contrario, obedece a una orientación estratégica.

Las expectativas de las cliques restauracionistas de encontrar un modus vivendi han encontrado límites insalvables. La invasión rusa es una tentativa, hasta cierto punto desesperada, por defender ese statu quo, aunque esa empresa resulta a las claras inviable. El Kremlin y los oligarcas rusos pretenden defender su lugar en la restauración capitalista, o sea, su propia tajada y apetitos. La movida militar se inscribe en este contexto y no tiene, por lo tanto, nada de progresivo. Estamos frente a una guerra que enfrenta a las potencias capitalistas hegemónicas con una potencia relegada a un segundo orden. La intervención de Putin no tiene nada que ver con los combates de los pueblos contra la dominación imperialista. La tradición en la que se inspira el presidente ruso es la de los zares, como él mismo se encargó de enfatizar, pretende devolver a Rusia la grandeza alcanzada con Pedro el Grande. No hay ninguna defensa de las aspiraciones sociales ni nacionales del pueblo ucraniano, ni siquiera del Donbás. La nomenclatura rusa esta inhabilitada para actuar como una fuerza liberadora cuando en sus propias fronteras viene llevando una sistemática política de ataque a las condiciones de vida del propio pueblo, con una feroz represión contra las protestas populares y una opresión nacional contra las naciones que han permanecido bajo su órbita y zona de influencia. En ese sentido, actúa a imagen y semejanza de la política colonial y hasta sanguinaria que caracteriza a las grandes metrópolis imperialistas, como lo prueba la intervención de Moscú en Chechenia y, más recientemente, en Kazajistán.

La autodeterminación del este ucraniano es utilizada como una pantalla para sus propias aspiraciones expansionistas o como prenda de negociación en sus tironeos con Occidente. Bajo la tutela rusa, la autonomía de las provincias ucranianas separatistas que han pasado a ser anexadas y reconocidas como provincias rusas, no pasaría de una ficción, una suerte de protectorado sometido a los dictados de Moscú. Estamos frente a un desguace de Ucrania entre ambos bandos en pugna en función de intereses ajenos a los del pueblo ucraniano, que está siendo sometido a un derramamiento de sangre inmenso. Una de las variantes, por cierto, que no hay que excluir, es que el conflicto concluya con un reparto de Ucrania. En ese caso, la paz sería la envoltura de una salida reaccionaria, aunque esa paz ni siquiera sea garantía de algo duradero en el tiempo como ya ocurrió con arreglos anteriores que, como el de Minsk en 2015, tuvieron un carácter precario y fueron la antesala de nuevas confrontaciones militares. Esto es lo que está presente en este conflicto si tenemos en cuenta el alcance estratégico de la escalada imperialista en desarrollo. 

Grietas de la Otan

Han transcurrido cinco meses desde el estallido de la guerra. Luego del fracaso original de tomar Kiev y adueñarse de Ucrania, Rusia logró progresar militarmente en el este ucraniano, pero el conflicto está lejos de cerrarse. Ha logrado tomar el control de ciudades importantes: Mariúpol, Severodonetsk, Berdiansk, Lisichansk. Todo parece indicar que la guerra se va a extender y no se ha de excluir un conflicto prolongado, que sometería a ambos bandos a un gran desgaste y donde se pondría a prueba sus capacidades de sostenerlo. Existe el peligro de que la guerra entre en un estancamiento sin que nadie pueda sacar una ventaja decisiva y, más aún, en la medida en que se prolongue se haría cada vez más difícil que se circunscriba a las fronteras ucranianas. 

Entretanto, la guerra está haciendo sentir sus efectos en todas las partes involucradas, pero Occidente es la región más afectada. Aunque hubo una coincidencia en el último cónclave de la Otan de redoblar la escalada contra Rusia, existen diferencias marcadas entre sus integrantes y las grietas que empezaron insinuarse meses atrás no se han atenuado. El debate gira en torno a cuánto estirar la guerra y si una posible fórmula de entendimiento debería contemplar o no concesiones territoriales a Rusia. 

Las diferencias sobre los objetivos de la guerra afloraron en su momento en el Foro Económico Mundial de Davos, cuando el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger planteó que Ucrania tal vez tenga que ceder parte de su territorio en un acuerdo negociado, aunque agregó que “idealmente, el punto de acuerdo debería ser un retorno al statu quo” anterior a la invasión, incluida la anexión rusa de Crimea en 2014 y la adquisición de zonas de Donbás.

“Más allá de ese punto, seguir con la guerra ya no tendría que ver con la libertad de Ucrania, sino que se convertiría en una nueva guerra contra la propia Rusia”3Cantelmi, M. (03/06/2022). Henry Kissinger y ¿la “victoria” China en la guerra de Ucrania? Clarín. https://www.clarin.com/mundo/-habla-kissinger-habla-guerra-ucrania-habla-china_0_ZBRPPBFP4D.html, concluyó Kissinger. Las recomendaciones del veterano estratega apuntan a evitar el riesgo de que una escalada de mayor amplitud, como la que parece abrirse paso, pudiera empujar a Rusia a una alianza permanente con China. Una aproximación de este carácter implicaría un salto en la dependencia de Moscú respecto a Pekín. La guerra, paradójicamente, podría terminar reforzando la influencia y el peso del “gigante asiático” que los círculos dirigentes norteamericanos exhiben como el “enemigo principal” de EEUU. Habría que agregar que una caída de Putin, podría encumbrar a fuerzas políticas mucho más hostiles a Occidente que el actual mandatario. Los dos partidos más fuertes no son pro-occidentales, sino de la extrema derecha encabezada por Vladimir Zhirinovsky, por un lado y los comunistas, por el otro. 

En contraste con ello, la Casa Blanca es partidaria de llevar más lejos la ofensiva. Washington pegó un giro cuando los militares rusos sufrieron un revés en sus planes originales y fracasaron en la toma de Kiev. El gobierno de Biden ha visto una oportunidad de debilitar a Putin —e incluso tirarlo abajo—, consolidar la alianza atlántica de la Otan, y también, ¿por qué no?, propinar un tiro por elevación contra China.

En sintonía con la Casa Blanca, el planteo del ex veterano canciller mereció el rechazo del presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, quien acusó a Kissinger de “apaciguamiento”.

Como advierte The New York Times en un reciente artículo: “Los diferentes objetivos, por supuesto, hacen que sea aún más difícil definir cómo sería la victoria, o incluso una paz confusa. Y presagian un próximo debate sobre qué posición tomarían Zelensky y sus aliados occidentales si las negociaciones para poner fin al conflicto finalmente se ponen en marcha. Si Zelensky aceptara algunas concesiones, ¿Estados Unidos y sus aliados levantarían muchas de sus aplastantes sanciones, incluidos los controles de exportación que obligaron a Rusia a cerrar algunas de sus fábricas para construir tanques? ¿O eso arruinaría sus esperanzas de paralizar las capacidades futuras de Rusia?”4Sanger, Erkanger y Schmitt. (27/05/2022). ¿Cómo termina? Surgen fisuras sobre lo que constituye una victoria en Ucrania. Clarín. https://www.clarin.com/new-york-times-international-weekly/-termina-surgen-fisuras-constituye-victoria-ucrania_0_z7n0cfh34a.html

El secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin, expresó, con una franqueza que sorprendió a sus colegas, que Washington aspiraba a más que una retirada rusa. Quería que sus fuerzas armadas sufrieran daños permanentes: “Nuestro objetivo es la derrota estratégica de Rusia”, sentenció hace poco más de un mes atrás desde Varsovia la embajadora de Estados Unidos ante la Otan, Julianne Smith”5Sanger, Erkanger y Schmitt. (27/05/2022). ¿Cómo termina? Surgen fisuras sobre lo que constituye una victoria en Ucrania. Clarín. https://www.clarin.com/new-york-times-international-weekly/-termina-surgen-fisuras-constituye-victoria-ucrania_0_z7n0cfh34a.html

La escalada dispuesta por la Otan y que lidera EEUU incluye multiplicar por ocho la llamada “fuerza de despliegue rápido” en Europa, que se va a concentrar a lo largo de las fronteras con Rusia y que va a pasar de 40.000 a 300.000 hombres y el envío de misiles de avanzada, en la cual figuran los poderosos HIMARS, un arma de última de generación y de gran precisión que ya ha empezado a operar y hacer sentir su potencial contra las posiciones militares de Rusia, afectando sus fuentes de aprovisionamiento y su logística. La expectativa de algunos analistas militares es que este armamento podría establecer un vuelco en la guerra y habilitar una contraofensiva del ejército ucraniano en el este que hoy se ha visto forzado a retroceder ante la embestida rusa. Habría que agregar que este armamento tiene un alcance de 80 kilómetros y podría estar en condiciones de hacer blanco en territorio ruso fronterizo con Ucrania. Si bien Biden, en un artículo publicado en The New York Times, salió al cruce de esa posibilidad: “no alentamos ni permitimos que Ucrania ataque más allá de sus fronteras”6Sanger, Erkanger y Schmitt. (27/05/2022). ¿Cómo termina? Surgen fisuras sobre lo que constituye una victoria en Ucrania. Clarín. https://www.clarin.com/new-york-times-international-weekly/-termina-surgen-fisuras-constituye-victoria-ucrania_0_z7n0cfh34a.html, lo cierto es que los límites del accionar militar se hacen cada vez más difíciles de acotar. A lo expuesto, cabe agregar la incorporación a la Otan de las naciones que se declaraban “neutrales” como Suecia y Finlandia, y de un modo general, el rearme generalizado de todos los países que alcanza cifras récord. 

Hay que tener presente que la intervención, cada vez más beligerante, de la Casa Blanca está dictada por la propia crisis política en EEUU. El presidente estadounidense está urgido de exhibir algún éxito en materia internacional que le permita compensar, aunque sea en parte, la marcada pérdida de capital político de su gobierno que está a los tumbos, acosado en el frente externo por la retirada humillante en Afganistán y el malestar en el plano interno de una economía que se va desinflando y una inflación récord y, encima, la pandemia que ha adquirido un nuevo impulso. Los funcionarios del gobierno son muy conscientes de que un desenlace de la guerra favorable a Putin va a ser aprovechado por los republicanos para pasarle la factura, infligirle una derrota en las elecciones de medio término de fin de año y asestarle un golpe del cual será muy difícil poder levantarse.

Europa

Mientras Washington aumenta la apuesta, Francia, Italia y Alemania, las principales potencias de la UE, pretenden poner un freno: no quieren una guerra larga o estancada en punto muerto.

El presidente Emmanuel Macron planteó que una futura paz en Europa del Este no debe implicar una humillación innecesaria de Rusia, y podría incluir concesiones territoriales a Moscú. La postura contemporizadora del primer ministro italiano, Mario Draghi, que acaba de presentar la renuncia quien viene abogando por un alto el fuego no fue suficiente para salvar la coalición del gobierno. Una de las piedras de la discordia giró en torno a la ayuda militar a Ucrania abordado por el parlamento italiano y que fue rechazada por una franja importante del Movimiento 5 Estrellas liderada por Giuseppe Conte.

La intervención cada vez más beligerante de la Casa Blanca en la guerra de Ucrania está dictada por la propia crisis política en EEUU.

Esta postura ha provocado una fractura interna dentro de la UE pues distintos líderes de Europa central y oriental (Estonia, Polonia) han adoptado una posición más afín con la política norteamericana. De todos modos, la línea sostenida por Washington viene de sufrir un golpe fundamental con la renuncia de Boris Johnson, quien es el principal partidario y motor en Europa de la profundización de la escaldada actual El extremo opuesto es Hungría, cuyo mandatario, Viktor Orbán, sigue manteniendo relaciones estrechas con Moscú.

Esta división ha obligado a la UE a revisar los planes originales e ir a un ritmo más lento con el embargo, permitiendo incluso que Hungría siga aprovisionándose normalmente del gas ruso. Entretanto, los países líderes de la UE intentaron abrir una línea de negociación por su cuenta al margen de Estados Unidos, con Rusia y que incluye a Ucrania pero, no lograron avanzar. El gobierno Putin especula que la prolongación del conflicto socavaría más a sus adversario que a sí mismo, y que estaría en condiciones de dividir a sus enemigos.

La expectativa de Biden de cohesionar a las demás potencias capitalistas bajo su alero amenaza convertirse en su contrario, acentuando los choques interimperialistas y divisiones de la clase capitalista. Ni siquiera está asegurada la unidad interna de la propia burguesía norteamericana. Once senadores republicanos y 57 representantes estadounidenses votaron en contra del colosal paquete de ayuda de 40.000 millones de dólares para Ucrania. Una señal temprana de fragmentación de la cohesión en EEUU, que aflora nítidamente en la prensa del país. Mientras el Washington Post aboga por una acentuación de la ofensiva, The New York Times es partidario de abrir una negociación y explorar un acuerdo, admitiendo algunas de las pretensiones territoriales por parte del régimen ruso

Rusia

Rusia ha logrado, como indicamos, un progreso en el plano militar en el este y el sur de Ucrania. Las sanciones comerciales no han logrado el perjuicio que se pronosticaba. Aún hoy, pese a las represalias económicas y gracias al flujo de ingresos provenientes del gas y el petróleo que aún se mantiene a través de la explotación de la dependencia a la importación de ambos recursos que tiene Europa, y tras una intervención del Banco Central ruso, Moscú logró una revaluación del rublo que pasó a tener una cotización más elevada que antes del comienzo de la guerra. Esto permitió relajar los rígidos controles dispuestos por Putin en el arranque del conflicto.

Aunque Occidente no pudo colocar de rodillas al gobierno de Putin, Rusia está lejos, sin embargo, de haber quedado indemne. Está creciendo el  déficit presupuestario federal, alimentado por los gastos militares y las medidas destinadas a paliar los efectos de las sanciones occidentales. El ministro de finanzas del país estimó que habrá un agujero de 1,6 billones de rublos en el presupuesto ruso a finales de este año. El PBI de Rusia se reduciría, según las estadísticas oficiales, un 7,5% en 2022. El Banco Mundial sitúa esa cifra en el 11,2%.

Los acuerdos que ha logrado Rusia con otras naciones (China, India) para colocar sus productos no son suficientes para compensar la caída de las exportaciones a Europa—su principal cliente— y el abastecimiento que proviene de Occidente, menos aún, para importar lo que necesita. Según algunos especialistas, sería un “éxito” que el país consiguiera mantener sus exportaciones al 80% de su nivel anterior a la guerra. Además, existen importantes problemas logísticos para llevar la mercancía a nuevos lugares. Actualmente, no existe la infraestructura necesaria (oleoductos, puertos, carreteras, etc.) como para desviar grandes cantidades de suministro de Europa y entregarlas en otros lugares, tardarán años en construirse. A su turno, las importaciones disminuirán este año en términos físicos un 26,5% y en términos de valor un 17,1%; el gobierno está perdiendo ingresos por aranceles, derechos de aduana e impuestos sobre el valor agregado.

Cabe advertir que los acuerdos con China e India tienen límites como resultado de las presiones que vienen ejerciendo las potencias de la Otan. Si se examinan los registros del intercambio entre Rusia y China, no hay un salto en el abastecimiento del “gigante asiático” a suelo ruso. Pekín ha sido muy cuidadoso en no transgredir las sanciones impuestas por la Otan. China viene haciendo malabares para mantener un delicado equilibrio en la guerra sin condenar la invasión, pero, al mismo tiempo, intenta mantener distancia con Moscú: son demasiados los lazos económicos y comerciales que ha tejido con Occidente como para ponerlos en juego a partir de una asociación más estrecha con Putin. 

Aunque Moscú está obteniendo beneficios del aumento de los precios del petróleo, la producción rusa está disminuyendo. A mediados de mayo, la producción diaria de petróleo era 830.000 barriles menos que en febrero, a lo cual se agrega el hecho de que debe vender su petróleo en los países asiáticos con grandes descuentos.

En este contexto, una guerra larga puede terminar siendo un búmeran. Si bien Putin confía en que la prolongación del conflicto lo beneficie más que a sus enemigos, pero la capacidad y recursos de Rusia son infinitamente inferiores al bloque occidental y hay que ver hasta cuando Rusia es capaz de soportar la fenomenal sangría que implica la guerra en todos los terrenos. No olvidemos que, en caso de extenderse el conflicto, la recesión empezará a dejar sus huellas en forma más pronunciada y a presionar a la baja los precios y la demanda de combustible y, por consiguiente, se minarán los ingresos de Rusia y su capacidad de extorsionar a sus rivales.

Por lo pronto, Moscú ha pagado sus avances militares a un alto precio. A fines de mayo, el Ministerio de Defensa británico estimaba que casi 20.000 soldados rusos habían muerto en dos meses de combate, la misma cantidad que en diez años de guerra en Afganistán (1979-1989). “Contando los heridos, desaparecidos y prisioneros, eso representa pérdidas totales de cerca de 60.000 hombres”, precisa Philippe Gros, experto en la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS). Esta hemorragia se ha ensanchado este mes “Y las fuerzas rusas y sus aliados -mercenarios y separatistas- no superan probablemente los 150.000 hombres”, agrega. (…) “Por falta de un número suficiente de infantes para atacar las posiciones ucranianas tras el diluvio de artillería, el Ejército ruso tiene cada vez más dificultades para ejecutar su estrategia de conquistar pueblo por pueblo”, precisa Gros. Esta insuficiencia pasaría a ser más notoria en caso de una prolongación de la guerra y se incrementaría la resistencia las fuerzas ucranianas a partir del apoyo masivo de los occidentales y se iniciara una contraofensiva.  “En los años 2000, Moscú había apostado por la profesionalización: menos soldados, pero un nivel de competencia y de capacidad técnica más elevada. Pero es precisamente ese personal, difícil de reemplazar, que está perdiendo el Kremlin”

En el plano material, el Pentágono indicó en mayo que Rusia ya había disparado 2125 misiles, es decir dos tercios de sus reservas; había perdido un millar de tanques, 350 piezas de artillería, más de 50 helicópteros y unos 30 cazabombarderos. Peor aún, las sanciones internacionales complican la renovación de esos stocks. Los dos principales fabricantes de tanques rusos —Uralvagonzavod Corporation y Chelyabinsk Tractor Plant— tuvieron que interrumpir sus actividades en marzo, por falta de componentes occidentales.

Esa penuria conduce a Rusia a buscar soluciones poco ortodoxas. Para reparar sus equipamientos militares, Moscú utilizaría por ejemplo semiconductores de lavaplatos y heladeras.

Durante la década de 2020-2030 Rusia tenía la pretensión de dotar a sus fuerzas armadas de una gama de armamentos capaces de hacer una guerra de alta tecnología. “Pero todos esos proyectos están ahora fuera de su alcance”, asegura Vincent Tourret. “Cualquiera sea el resultado del conflicto, el sector militar ruso necesitará décadas para recuperar sus capacidades militares de antes de la guerra”, concluye7Corradini, L. (17/06/2022). Guerra en Ucrania: el escenario en el terreno se vuelve más favorable para Putin, pero a un precio elevado. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/guerra-en-ucrania-el-escenario-en-el-terreno-se-vuelve-mas-favorable-para-putin-pero-a-un-precio-nid17062022/#:~:text=%E2%80%9CDurante%20la%20d%C3%A9cada%20de%202020,alcance%E2%80%9D%2C%20asegura%20Vincent%20Tourret.

Una medida de los serios problemas que enfrenta Rusia lo tenemos en la producción de los Lada el automóvil de la era soviética que se ha modernizado en las tres décadas del giro capitalista ruso: “Hoy, debido a las sanciones por la guerra lanzada sobre Ucrania, ese vehículo sale de las fábricas de Toliatti, mil kilómetros al sureste de la capital moscovita, sin airbag, sin sistema antibloqueo de frenos o control de estabilidad y pretensores en los cinturones de seguridad. Tampoco GPS o cámaras de estacionamiento. Privado de incorporar los insumos que antes llegaban desde Occidente, este vehículo con esas carencias es la síntesis casi perfecta de la realidad presente rusa: sigue existiendo, pero precarizado y costoso8Cantelmi, M. (01/07/2022). La debacle del auto Lada ruso, exhibe hacia donde la guerra lleva a Rusia. Clarín. https://www.clarin.com/mundo/rusia-salvavidas-esteroides-musculatura-otan_0_gEatBUSKMD.html

La retirada masiva de las empresas extranjeras del mercado ruso, la desaparición de los compradores extranjeros y los problemas de producción por la falta de componentes y piezas de recambio han llevado a que muchos trabajadores hayan sido despedidos o colocados en horarios a tiempo parcial, lo que oculta el alcance real del desempleo y el subempleo. Para evitar un colapso del mercado laboral, el gobierno ha impuesto diversas restricciones que limitan la capacidad de los empresarios de despedir trabajadores, pero sí están habilitados para hacer rebajas salariales. Según algunos analistas, a medida que estos límites expiren en los próximos meses y se agraven las dificultades económicas, el desempleo aumentará en verano y otoño. Algunas grandes empresas ya han manifestado su intención de despedir entre el 10% y el 20% de su plantilla9Cantelmi, M. (01/07/2022). La debacle del auto Lada ruso, exhibe hacia donde la guerra lleva a Rusia. Clarín. https://www.clarin.com/mundo/rusia-salvavidas-esteroides-musculatura-otan_0_gEatBUSKMD.html.

Putin confía en que la prolongación del conflicto lo beneficie más que a sus enemigos, pero la capacidad y recursos de Rusia son muy inferiores a los del bloque occidental y hay que ver hasta cuando es capaz de soportar la sangría de la guerra.

Este panorama echa leña al fuego al descontento que ya anidaba en la población y que el régimen —represión y censura mediante— ha procurado ocultar. Algunas grietas ya empiezan a aflorar. Una de las secciones locales del PC que es la oposición “oficial”, leal y admitida por el régimen ha cuestionado la guerra y llamado a encontrar una fórmula de acuerdo. Ninguno de los países aliados a Moscú —con excepción de Bielorrusia— que integran la llamada OTSC, un acuerdo de defensa mutua inspirado en el pacto de Varsovia de la época de la Guerra Fría, ha respaldado la invasión rusa y ha rechazado el envío de tropas. Por otra parte, trasciende, a pesar del hermetismo, la tensión y roces al interior de los estamentos superiores de poder. No hay que perder de vista, tampoco, la resistencia de los oligarcas rusos, que ven que la guerra, y con más razón su extensión en el tiempo, conspira contra sus negocios. La invasión, en definitiva, puede convertirse en un salvavidas de plomo.

Crisis capitalista

Los avatares de la guerra son imposibles de entender al margen del vínculo que une la guerra con la crisis capitalista. La dependencia energética que tienen con Rusia los países de la UE es muy pronunciada y por más que se hable de su sustitución por fuentes alternativas de suministro, no se lograría a corto plazo e, incluso, tampoco en un plazo más prolongado.

El anuncio de Moscú de interrumpir el suministro del gasoducto Nord Stream 1 que provee hoy la mitad del fluido que consume Alemania y otro tanto de otros países europeos ha creado zozobra en todo el continente en momentos en que se aproxima el invierno, mientras se están discutiendo medidas de emergencia que incluyen restricciones severas y racionamientos drásticos del consumo. Es la confesión de que no hay sustituto al abastecimiento ruso. Esto se une al drama de los alimentos que plantea una catástrofe alimentaria sin antecedentes.

La ruptura de la cadena de suministros está llevando a una paralización y dislocación de la producción y, al mismo tiempo, a una disparada de los precios, empezando por los alimentos y la energía. La guerra ha acelerado la tendencia a un escenario de recesión con inflación, que ya estaba insinuándose, previamente, con el desarrollo de la bancarrota capitalista, potenciada también por el estallido de la pandemia. La guerra está haciendo estragos y afecta con especial virulencia a Europa, con más razón, en la medida en que el teatro de operaciones bélicas se desarrolla en su territorio.

Este cuadro de situación ha encendido luces de alarma en la burguesía europea cuyos negocios y márgenes de rentabilidad están siendo afectados. Son emblemáticas al respecto las declaraciones del CEO de Volkswagen quien exhortó a cesar la guerra y llegar a un entendimiento con Rusia. La automotriz alemana tiene una de sus filiales en Rusia, pero además tiene temor por la onda expansiva de la guerra, especialmente por el precedente que introduce en materia de sanciones y que en el futuro podrían aplicarse especialmente contra China. La empresa alemana tiene allí su principal filial que produce la mitad de los automotores totales de la empresa y que es un mercado superior al de Alemania y la UE juntas.

En este cuadro, asistimos a un creciente malestar y descontento por las penurias y privaciones que se registran en la población europea. A nadie se le puede escapar que una situación así es el caldo de cultivo para las reacciones populares y también para los giros políticos. Un caso, por cierto, ilustrativo, lo tenemos en Gran Bretaña a través de la sensible reducción del poder adquisitivo de la población, hasta el punto tal que hay sectores que se han visto forzados a saltear comidas y pasar a comer solo una vez por día. Esto ha empezado a tener una traducción en el terreno de la lucha de clases. Hay que remontarse 30 años para atrás en la historia del Reino Unido para hallar una huelga de la envergadura de la que acaba de darse en el transporte ferroviario. 

Este escenario se está llevando puesto a los gobiernos de Europa, empezando por el gobierno conservador de Boris Johnson, seguido por la dimisión del primer ministro italiano. Macron no ha quedado exento de este proceso al retroceder electoralmente en las recientes legislativas y perder la mayoría en el Congreso.

Esta onda expansiva no se detiene en Europa, sino que se está propagando por todo el planeta. A lo largo y ancho de la geografía mundial, tenemos grandes rebeliones que estremecen la vida de sus respectivos países y cuestionan el régimen político. Las imágenes de la población ocupando y permaneciendo en el palacio presidencial en Sri Lanka, la isla ubicada frente a la costa oriental de la India, han recorrido el mundo. En América Latina, en Ecuador, la sublevación encabezada por la CONAIE que representa al colectivo indígena, pero que fue acompañada por otros sectores de los trabajadores puso en jaque al gobierno de Lasso y arrancó una victoria de sus reivindicaciones. A renglón seguido, tenemos las imponentes protestas en Panamá. Mozambique, la antigua colonia portuguesa ubicada en África, se vio conmovida por fuertes protestas que pusieron bajo las cuerdas al gobierno. 

Todas estas manifestaciones tienen como común denominador común las demandas contra el aumento intolerable de los precios de los combustibles y de los alimentos que está haciendo estragos en la población. La crisis energética afecta, en especial, a los países no petroleros con alzas de los combustibles que llegan, y hasta superan, al 100%. Muchos países emergentes importan gran parte de los alimentos. Tal es el caso de Mozambique que depende de los granos que provienen de Rusia y Ucrania. Naciones, como el caso de Egipto están en la misma situación, lo cual prepara el terreno para explosiones sociales similares.

Guerra a la guerra 

El estallido de la guerra en Ucrania ha sacado a relucir divergencias estratégicas en el seno de la izquierda, incluida aquella que se identifica como “radical”. Es claro que la posición ante la guerra ha sido siempre una piedra de toque para las organizaciones del movimiento obrero y socialista en el terreno internacional. 

Un amplio sector de la izquierda internacional se ha alineado detrás de la Otan y coloca todo el peso de su denuncia en la condena a la invasión rusa encubriendo la responsabilidad primordial de las potencias imperialistas en el conflicto. 

Estas posturas están en la misma sintonía que las movilizaciones que se desarrollaron inicialmente en Europa, que apoyan la embestida militar de la Otan contra Rusia y reclaman incluso más medidas punitivas. La última movilización en Madrid, aunque en forma confusa, constituye un avance en relación a estos planteos regresivos en la medida en que la denuncia y el dedo acusador se dirigieron a la Otan, cuestionó la ofensiva en curso y los anuncios que se conocieron en la capital española dirigidos a incrementarla. Los estragos y penurias de las masas provocadas por la guerra están dejando sus marcas, hacen su trabajo de topo y comienza a colarse el descontento de la población. 

Una minoría de la izquierda internacional, por otro lado, se coloca en la vereda opuesta. O sea, en el campo de Rusia, apoyando la invasión de Putin a Ucrania porque —aducen— estaría enfrentando a la coalición de la Otan. Asemejan la invasión de Putin con una cruzada antiimperialista. “La caracterización de una guerra imperialista tiene implicancias prácticas y políticas muy claras: el enemigo fundamental de cada pueblo está en su propio país. En este caso, la emancipación nacional y social de Ucrania es una tarea que requiere no solamente la lucha contra el ejército de Putin sino también terminar con el gobierno de Zelensky, que actúa como agente directo de la Otan”10Informe internacional para el XXVIII Congreso del Partido Obrero. (01/06/2022). https://po.org.ar/declaraciones/informe-internacional-para-el-xxviii-congreso-del-po/.

La izquierda internacional debe llamar a luchar contra la guerra y contra los gobiernos que la llevan adelante, por medio de la unidad de los trabajadores.

A la lucha fratricida y al desguace que se alienta desde ambos bandos, le oponemos la lucha por una Ucrania unida y socialista. La izquierda debe llamar a luchar contra la guerra y contra los gobiernos que la llevan adelante por medio de la unidad internacional de los trabajadores; en primer lugar, de Ucrania y de Rusia, por la caída de sus respectivos gobiernos y por gobiernos de trabajadores, en el marco de la lucha por la unidad socialista de Europa, incluida Rusia. Es necesario, a su vez, desenvolver una enérgica campaña internacional contra la escalada armamentista de las principales potencias que ha puesto en la agenda, objetivamente, la cuestión de una nueva guerra mundial. “[La guerra] es la corroboración más contundente del carácter catastrófico de la época y el carácter explosivo que encierran las contradicciones capitalistas y la tendencia inevitable del capitalismo a resolverlas a través del uso de la fuerza. La catástrofe capitalista abre las puertas a las guerras, pero también a la revolución social. Lejos de abrirse paso un sendero de estabilidad, lo que tenemos por delante es un periodo proclive a la creación de situaciones revolucionarias”11Informe internacional para el XXVIII Congreso del Partido Obrero. (01/06/2022). https://po.org.ar/declaraciones/informe-internacional-para-el-xxviii-congreso-del-po/.

Todo indica que marchamos a un salto en la confrontación militar. La escalada en curso no ha logrado superar el impase capitalista y las tensiones y rivalidades nacionales. La guerra está provocando un dislocamiento de la economía mundial que va de la mano de una catástrofe energética y alimentaria sin precedentes. Nadie queda indemne, ni de un bando ni del otro.

La evolución y el desenlace de la guerra dependen y están condicionados a los avatares de la lucha de clases nacional e internacional. No se puede reducir a una cuestión técnica ni de estrategia militar. La guerra pone en máxima tensión el tejido y organización social; pone a prueba la capacidad de las fuerzas sociales dirigentes y los estados para pilotear esa circunstancia. Ingresamos, en definitiva, en una fase convulsiva atravesada por un agravamiento de la crisis económica, las crisis políticas nacionales e internacionales y la guerra, por un lado; y una acentuación de las tendencias a una polarización social y política, por el otro.

Esto pone a la orden del día la creación de partidos de combate que sean una herramienta para intervenir en todas las facetas de la lucha de clases, que apunte a transformar la clase obrera en alternativa de poder y avanzar en un reagrupamiento de fuerzas de carácter revolucionario, o sea, la refundación de la IV Internacional.

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