A principios de setiembre, los cancilleres de Serbia, Croacia y Bosnia firmaron en Ginebra un acuerdo que estipula el enésimo plan imperialista de partición de Bosnia —éste de autoría norteamericana. Como los anteriores, establece la creación de dos ‘entidades’ de características étnicas —una croata-musulmana; la otra serbia— que se repartirán su territorio en partes más o menos iguales.
Como cada una de estas ‘entidades’ podrá mantener “relaciones paralelas especiales” con otros estados —una con Croacia; la otra con Serbia—, la ‘independencia’ y el4reconocimiento internacional’ de Bosnia que establece el acuerdo no pasa de ser una ficción jurídica. La gran prensa no se hace ninguna ilusión al respecto: “la consecuencia más lógica (de los acuerdos) será la partición y la virtual desaparición de Bosnia” (1). Esta ficción jurídica no se ve alterada por la eventual creación del ‘parlamento’ y de la ‘presidencia’ nacionales establecidos en el acuerdo firmado pocas semanas después en Washington por los mismos protagonistas… porque ambas instituciones serán elegidas y funcionarán sobre una base étnica y no nacional.
A pesar de repetir los linchamientos de sucesivos ‘planes de paz’ ya fracasados; a pesar de la fragilidad de los acuerdos alcanzados y a pesar, además, de que aún no se ha acordado lo fundamental —el reparto de las tierras—, la prensa internacional parece coincidir en que ‘esta vez sí’ hay ‘una esperanza de paz’. La base de tal optimismo es la capacidad de arbitraje que el imperialismo norteamericano ha logrado imponerle a todas las partes beligerantes en los Balcanes.
En el plano militar, el apoyo norteamericano ha permitido que los croatas y los musulmanes pasen a una ofensiva sostenida, alterando por primera vez el cuadro general de estos cuatro años de guerra. Los bombardeos de la Otan, por su parte, han obligado a los serbio-bosnios a aceptar unas negociaciones en las cuales no se encuentran presentes. Mediante las bombas y la ‘diplomacia, Estados Unidos forzó a los serbio-bosnios a 'delegar’ su representación en la persona de Slobodan Milosevic, presidente de Serbia, el hombre que prohibió el ingreso de los dirigentes serbio-bosnios a Serbia, que caracterizó su política como ‘antiserbia’ y que intentó varias veces derrocar a Radovan Karadzic de la ‘presidencia’ de la ‘república serbia de Bosnia’ para reemplazarlo por el general Mladic, jefe de las milicias y ‘hombre de confianza ’ de Belgrado en Bosnia. La ‘delegación’ de la representación serbio-bosnia en sus 'hermanos’ de Belgrado ha sido caracterizada así: “Karadzic capituló … la república serbio-bosnia ya no existe porque renunció a ejercer su soberanía … Milosevic venció (así) el último obstáculo para la paz … A partir de ahora, podrá firmar el plan de paz para Bosnia que reducirá al estado fantoche de Radovan Karadzic al status de entidad serbia en Bosnia”. Esta larga y brutal parrafada contra la dirección serbio-bosnia — que no fue escrita, como podría pensarse, por la prensa occidental sino ¡por la prensa de Serbia! (2)- revéla la envergadura de los ‘entendimientos’ existentes entre Washington y Belgrado. De paso, reduce a la nada los argumentos’ de quienes como el PC argentino defienden a la burocracia serbia, a la que caracterizan como agredida por el imperialismo’.
La 'esperanza de paz’, sin embargo, no ha detenido los combates, ni la ‘limpieza étnica’ ni las masacres de la población trabajadora. La ofensiva croata-musulmana en el oeste de Bosnia está expulsando por la fuerza de sus casas y aldeas a grandes olea das de serbio-bosnios. A las víctimas del terrorismo practicado por todas las partes beligerantes hay que agregar ahora las víctimas del terrorismo aéreo de la OTAN: según diversas fuentes, sus ‘bombardeos quirúrgicos' asesinaron a más de cien civiles y sus 'bombas inteligentes1 han destruido, por lo menos, un hospital en las cercanías de Sarajevo.
¿Qué características tendrá la paz’ que se está cocinando en las capitales imperialistas?
-Consagraría el establecimiento de ‘fronteras étnicas’ y la división artificial de los pueblos balcánicos, convalidando la ‘limpieza étnica' y las masacres cometidas por todos los bandos;
-Consolidaría un conjunto de estados raciales y teocráticos, lo que significará un retroceso histórico para los pueblos de los Balcanes, empujados a retrotraerse a la situación anterior a la primera guerra mundial;
-Consolidaría a los regímenes fascistas de Croacia y Serbia como ‘factores de orden ’ de la región y consagrará la dominación de Serbia sobre Kosovo y Macedonia;
-El fraccionamiento de los Balcanes en un conjunto de pequeños Estados sería una traba insuperable para el desarrollo de las fuerzas productivas, empujando a las masas explotadas a una regresión económica y social sin precedentes
-Consagraría el arbitraje político, económico y militar del imperialismo norteamericano —aliado con Alemania— sobre Europa.
Semejante 'paz’-si es que llega a ver la luz- será una fuente de incontables sacrificios para las masas, de provocaciones chovinistas, de reclamaciones patrioteras y de nuevas guerras.
La ‘paz’ que preparan las burocracias restauracionistas y reaccionarias de Serbia, Croacia y Bosnia bajo el padrinazgo del imperialismo norteamericano tendrá el mismo carácter reaccionario, antidemocrático, proimperialista y antinacional que la guerra que los ahora ‘pacificadores’ vienen librando desde hace cuatro años.
El desmembramiento de Yugoslavia
La desintegración de Yugoslavia franqueó un nuevo paso en el desarrollo de la crisis mundial abierta con la caída del muro de Berlín. Esta guerra no puede atribuirse simplemente al cacareado ‘fracaso del socialismo’—inexistente en Yugoslavia— ni, tampoco, a la existencia de ‘odios ancestrales’, una tesis que simplemente desconoce que durante los cuarenta años de existencia del Estado federal no se plantearon en Yugoslavia cuestiones nacionales a nivel popular, y sí la coexistencia y hasta mescolanza entre comunidades. La guerra tampoco puede ser atribuida, como hacen ciertos ‘trotskistas’ del tipo del Mst, a una supuesta ‘lucha de emancipación’ de los croatas, eslovenos y bosnios contra la ‘opresión nacional’ serbia. Fue el derrumbe económico el que llevó primero a la crisis política de la Federación, más tarde a los choques interestatales y, finalmente, a la guerra.
Yugoslavia fue desde la década del ‘70 uno de los más constantes clientes del Fondo Monetario Internacional. El de Tito fue el primer régimen burocrático en contraer deuda externa y en aplicar las consiguientes ‘reformas’ fondomonetaristas e innumerables 'planes de estabilización' con sus correspondientes devaluaciones de la moneda, incremento de los impuestos y reducciones de salarios. Su sistema de ‘autogestión’ y ‘autonomía’ de las empresas, cuando no directamente las privatizaciones, provocó una enorme anarquía económica y permitió una acumulación privada de capital, que se manifestaba en todos los poros de la economía. A cuatro años del comienzo de la guerra, un connotado vocero del capital financiero recuerda lo avanzado que se encontraba el proceso de restauración capitalista en la Federación yugoslava: “Hacia finales de los años '80, Yugoslavia parecía mejor ubicada que otros países comunistas para hacer la transición hacia una economía de mercado… relativamente próspera y sofisticada, partes de ella se sentían positivamente occidentales” (3). Los conflictos ‘étnicos’ y los reclamos ‘nacionales’ fueron promovidos al primer plano por las camarillas burocráticas cuando comenzó el derrumbe económico del país como consecuencia de la política fondomonetarista y del pago de la deuda externa.
La guerra en los Balcanes es una de las consecuencias del derrumbe del ‘orden mundial’ erigido por el imperialismo y la burocracia soviética al fin de la guerra mundial y en el cual Yugoslavia —una potencia ‘comunista’ yero opuesta a la burocracia de Moscú—jugó un papel particular, por su alineamiento con el imperialismo en hechos decisivos de la lucha de clases mundial como la guerra de Corea. Según el imperialismo, una de las causas de la guerra es “el vacío estratégico (4)” creado por el derrumbe del régimen burocrático soviético: “El colapso del Pacto de Varsovia redujo la importancia estratégica de Yugoslavia para Washington. A Yugoslavia se le dijo en 1989 que ya no era de importancia estratégica para Occidente” (5). Sin embargo, esto es falso: Yugoslavia ya no importaba como tapón contra la URSS, al cual había que sostener a cualquier costa, pero sí como ‘mercado’ potencial y trampolín politico-mercantil hacia el este; cambió su función ‘estratégica’.
El imperialismo mundial impulsó la guerra porque la fractura de la ex Yugoslavia (Estado obrero degenerado) en múltiples ‘cantones’, facilita que se conviertan rápidamente en sus colonias, algo que pasan por alto las tendencias de izquierda que, como el Mst, el Mas o el Pts apoyaron la separación’ de Croacia, Eslovenia y Bosnia en nombre de su ‘liberación nacional’.
Contra lo que sostienen estos ‘trotskistas’ que afirman que la intervención del imperialismo sería apenas un factor secundario en el desencadenamiento de la guerra —por relación a lo que sería su factor determinante, la lucha de los croatas, bosnios y eslovenos por su independencia nacional, el Partido Obrero ha venido sosteniendo que el factor fundamental y decisivo que provocó la masacre de los pueblos de los Balcanes fue la intervención del imperialismo. En primer lugar, porque la penetración del gran capital financiero —bajo la forma de endeudamiento externo y, luego, mediante los ‘ajustes’ y ‘reformas necesarios para pagarlo— provocó la desintegración económica y la creciente disparidad en desarrollo económico de las repúblicas que llevó a la guerra. Y en segundo lugar porque las potencias imperialistas, sin excepción, azuzaron, intrigaron y conspiraron con las camarillas burocráticas, fundamentalmente de Croacia y de Eslovenia, para provocar su independencia'. La tesis morenista según la cual en los Balcanes se estaría librando una ‘guerra contra la opresión nacionales, antes que nada, un embellecimiento criminal del imperialismo, que es la fuerza social fundamental que impulsa la ‘independencia ’ de las repúblicas balcánicas.
Por el contrario, y desde el comienzo de la guerra en Yugoslavia, el Partido Obrero sostuvo que se trataba de “una guerra de aparatos armados, de fracciones burocráticas” (6) donde “cada una de las fracciones burocráticas en pugna está asociada a una o varias potencias imperialistas” y donde “las rivalidades interimperialistas y la pretensión de cada potencia de jugar a favor de las camarillas asociadas a ella, es decir, la lucha por apropiarse de la mayor parte de la restauración yugoslava, empantanaron la guerra hasta convertirla en una masacre sin límites” (7). En resumen, caracterizamos la guerra en Yugoslavia como una “guerra por procuración” (8), donde las fracciones burocráticas actúan como ‘peones’ de la lucha de las potencias imperialistas.
“En 1989/90 —recuerda Gianni De Michelis, ex canciller italiano— hubiera bastado con un plan de ayuda a Yugoslavia de entre 1.000y 3.000 millones de dólares para convencer a Croacia y Eslovenia de renunciar a la secesión. Gran Bretaña lo rechazó”. Ya en ese entonces, aún antes de que las burocracias de Croacia y Eslovenia se plantearan su ‘independencia’ había “fuerzas (estados) que operaban por la disolución de Yugoslavia” (9) … Mientras la Thatcher y otros miembros de la CEE “negaban los medios financieros y el apoyo político para sostener al último primer ministro yugoslavo, Ante Markovic… emisarios democristianos alemanes y austríacos volaban entre Zagreb y Lubliana prometiendo reconocimiento a cambio de secesión”. Hungría, una colonia financiera alemana, firmó con Croacia -antes de que ésta declarara su independencia- un acuerdo secreto (e ilegal) para la provisión de armas (10). “El apoyo alemán a la desastrosa política de reconocimiento prematuro de Croacia fue en parte influenciada por Roma a través de los oficios de la jerarquía de la Iglesia Católica alemana” (11). Este ‘apoyo’, naturalmente, no era desinteresado: Croacia y Eslovenia se convirtieron inmediatamente en semicolonias del capital alemán; la “independencia” fue la culminación de la colonización financiera… que había comenzado mucho antes.
De Michelis recuerda las causas de la 'pasividad’ de la CEE ante la criminal política alemana, de la cual él, personalmente, es uno de los responsables: “dejamos ‘desahogarse’ a los alemanes en Yugoslavia —dice— para hacer pasar a un segundo plano sus pretensiones revanchistas en el Este” (12), sobre los territorios cedidos a Polonia al fin de la Segunda Guerra Mundial. Con esto, reconoce De Michelis, “abrimos el camino a la guerra en Bosnia” (13).
Dinamarca, Bélgica e Italia, según sus propios intereses, apoyaron abiertamente la política alemana. Gran Bretaña, por su parte, apoyó en el último minuto la independencia de Croacia y Eslovenia —a la que inicial -mente se oponía— porque Alemania se comprometió, a cambio, a apoyar su reclamo de incluir una cláusula especial para los británicos en el4capítulo social’ del Tratado de Maastri-cht (por la cual Gran Bretaña podía no cumplirlo si así lo deseaba) (14). Mientras tanto, Francia conspiraba activamente con Serbia, con la cual “históricamente siempre había tenido una buena relación” (15). La intervención del imperialismo norteamericano —que se ha convertido después de cuatro años de masacres, en el árbitro indiscutido de los Balcanes— responde, claro, a las mismas razones: “La creencia de Washington de que el sudeste de Europa está creciendo en importancia estratégica ule cara a Europa Oriental y, particularmente, de cara a Asia Central) es uno de los factores que ha impulsado su retorno con una mezcla de diplomacia y de fuerza que sus aliados nunca podrían enfrentar” (16).
Todo esto alcanza para demostrar la tontería según la cual los ‘odios ancestrales’ o la lucha por la ‘autodeterminación nacional’ habrían desencadenado la guerra en los Balcanes: la crisis de las relaciones políticas y estatales establecidas al final de la guerra por los imperialismos vencedores y la burocracia soviética, y la lucha entre las potencias imperialistas (y las pandillas burocráticas asociadas a ellas) por el monopolio de la restauración de la vieja Yugoslavia, por obtener “ventajas geopolíticas” (17), y por un nuevo ‘reparto’ de Europa condujeron, directamente, a la guerra.
Todas las fracciones burocráticas en lucha en los Balcanes se han subordinado a la intervención imperialista _que comenzó mucho antes del estallido de las hostilidades— lo que define el carácter reaccionario de la guerra por parte de todas las camarillas enfrentadas, cuyo objetivo es la apropiación de la mayor parte posible del territorio de la extinta Federación Yugoslava. La pretensión de que, por parte de las burocracias de Croacia y Bosnia, la guerra tiene un carácter progresivo y ‘liberador’ arrastró al Mst y a las restantes corrientes morenistas a difundir y a defender la política chovinista, antidemocrática y proimperialista de las burocracias de Zagreb y Sarajevo.
La Federación Yugoslava, una conquista histórica
Se habla mucho de la ‘artifícialidad’ de Yugoslavia, simplemente para dar curso a la propaganda nacionalista. Aunque algunas partes se encontraran en la Federación en virtud de la imposición de tratados internacionales (por ejemplo Macedonia, de mayoría búlgara), la unión de Serbia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Montenegro es el resultado de una larga evolución histórica.
La Federación yugoslava —no debe olvidarse, especialmente por quienes se reclaman del trotskismo—nació de la derrota del nazismo alemán —y sus títeres balcánicos— a manos de las guerrillas organizadas por el partido comunista yugoslavo, actuando con completa independencia de la política de Moscú. El desarrollo político que llevó a la formación de la Federación yugoslava fue pronosticado por León Tntskv en ocasión de las guerras balcánicas de principios de siglo, en las cuales intervino como corresponsal de un diario de izquierda ucraniano. Trotsky escribió entonces que “El único camino para salir de este caos estatal y nacional y de la sangrienta confusión de la vida en los Balcanes es una unión de todos los pueblos de la península en una sola entidad política y económica, sobre la base de la autonomía nacional de las partes constituyentes. Sólo dentro del marco de un único estado balcánico los serbios de Macedonia, los sanjak de Serbia y Montenegro podrán estar unidos en una sola comunidad nacional y cultural, disfrutando al mismo tiempo las ventajas de un mercado común balcánico. Sólo los pueblos unidos de los Balcanes podrán rechazar las vergonzosas pretensiones del zarismo y el imperialismo europeo. … La unidad estatal de la península balcánica puede ser lograda de dos formas: desde arriba, por medio de la expansión de uno de los estados balcánicos, el que pruebe ser el más fuerte, a expensas de los más débiles —éste es el camino de las guerras de exterminio y de la opresión de las naciones débiles, un camino que consolida al monarquismo y al militarismo—; o desde abajo, a través de la unidad de los propios pueblos —éste es el camino de la revolución, el camino que significa derrocar a las dinastías balcánicas, y levantar la bandera de una república federal balcánica. … La burguesía balcánica, como en todos los países que han llegado tarde al desarrollo capitalista, es políticamente estéril, cobarde, sin talento y podrida de cabo a rabo por el chauvinismo. Está completamente más allá de sus posibilidades tomar en sus manos la unificación de los Balcanes. Las masas campesinas están demasiado desparramadas y son demasiado ignorantes e indiferentes a la política como para emprender cualquier iniciativa política propia. Por lo tanto, la tarea de crear las condiciones normales de una existencia nacional y estatal en los Balcanes recae con todo su peso histórico sobre los hombros del proletariado balcánico” (18).
La formación del Estado obrero en Yugoslavia unificada significó un incuestionable progreso histórico. Tito intentó nivelar burocráticamente a los distintos componentes estatales de Yugoslavia mediante la distribución pactada de los cargos del Estado, la cohabitación multiétnica en el ejército y la promoción económica de las regiones más postergadas.
La clase obrera yugoslava, desde 1970, comenzó a protagonizar huelgas muy importantes. Un autor yugoslavo describe así sus movilizaciones: “En vista de los abusos de la burocracia no reaccionó el pueblo entero pero sí nuestra clase obrera, que recurrió muy pronto a la forma más clásica de la lucha de clases: a las huelgas… Y desde la primera gran huelga, la de Trbovlje de 1958, hubo hasta 1980 alrededor de unas 3.000 huelgas registradas oficialmente, y muchas más no registradas. Y desde el primer momento quedó bien en claro que el objetivo de dichas huelgas no fue otro que el del restablecimiento de un socialismo verdaderamente democrático…- Las huelgas yugoslavas fueron típicas muestras de disgusto socialista’ (19). Uno de los objetivos primordiales del chovinismo del conjunto de las fracciones burocráticas es, precisamente, romper la unidad de la clase obrera, cavando una fosa de sangre que separe a los pueblos.
Los límites insalvables de esta unificación nacional estuvieron dados por el carácter burocrático del régimen político establecido por el PCY, que rápidamente pasó a defender las posiciones del imperialismo contra la revolución, y a aplicar los planes del FMI, con consecuencias verdaderamente catastróficas. La desintegración económica provocada por la aplicación de los sucesivos ‘planes de ajuste’ (inflación y desocupación ) generaron un extraordinario desarrollo desigual entre los distintos componentes nacionales déla Federación y acentuaron sus-tendencias centrífugas (‘partes de ella se sentían positivamente occidentales' … i. El desplome económico llevó a la hiperinflación y a una crisis política enorme. De los conflictos entre los Estados se pasó entonces a la desintegración abierta.
La evolución nacional de la Federación yugoslava “quedó obstaculizada y truncada como consecuencia de la formación tardía de la Federación, en plena época de descomposición imperialista y de desintegración de las naciones pequeñas, y como Consecuencia del despotismo burocrático, pero no por ello Yugoslavia, deja de tener características de Estado nacional bajo formas federativas. La destrucción de Yugoslavia como objetivó estratégico es reaccionario” (20), porque- ‘‘retrotrae a la región a la desintegración nacional existente antes de la Primera Guerra Mundial” (21).
Las camarillas burocráticas preparan la guerra
Las atrocidades de la guerra balcánica fueron el recurso extremo que utilizaron las distintas camarillas burocráticas para hacer frente al derrumbe económico de la Federación yugoslava. De conjunto, el interés que guió la conversión de las distintas camarillas burocráticas a un seu-do ‘nacionalismo’ fue el apetito de repartirse los recursos económicos (la propiedad) en el proceso de la restauración capitalista; la pequeñoburguesía intelectual y las jerarquías religiosas en cada región brindaron los argumentos medievales y fascistas para esta cruzada, rehabilitando las ideas más cavernícolas sobre la supuesta ‘superioridad milenaria’ del ‘eslavismo’ sobre el ‘croatismo’ y de la Iglesia ortodoxa o del Islam sobre ‘Roma’ o viceversa.
Los stalino-nacionalistas serbios —que dominaban el aparato del Estado federal y, particularmente, su ejército— fueron los primeros en cuestionar las “fronteras nacionales arbitrariamente diseñadas por Tito al fin de la guerra” (22). Su objetivo era transformar a Yugoslavia en una ‘Gran Serbia’, es decir, un Estado unitario —no una federación. Kosovo (una región autónoma de mayoría albanesa) fue la primera en experimentar la oleada de agresiones de Milosevic: el dictador atropelló a la población, le quitó toda autonomía, desconoció sus autoridades locales y pasó a gobernar a través del ejército y sus títeres. A diferencia de las otras regiones involucradas en el conflicto, a la mayoría albanesa de Kosovo jamás se le reconocieron los derechos de participar en forma independiente en la república federada. Según algunos voceros imperialistas (23), Serbia se disponía a invadir Kosovo en la última etapa del gobierno de Bush, lo que sólo fue evitado por la directa ‘intervención diplomática’ del imperialismo norteamericano, que además tiene un destacamento militar instalado en Macedonia.
El interés económico inicial del ‘nacionalismo’ serbio era muy claro: en los últimos años de la Federación, la burocracia serbia utilizó clandestinamente la emisión monetaria central para subsidiar a sus empresas y su propia acumulación privada, provocando una colosal hiperinflación. Los stalinistas serbios no querían un banco central realmente federal: la cuestión del Banco Central llevó al cuestionamiento del Estado central.
La preeminencia de la burocracia serbia en las instituciones federales —ejército, banco central, etc.— y las exacciones y desmanes cometidos por ésta no convierten a Serbia en un ‘Estado opresor’—como pretenden el Mst o el Mas— ni, tampoco, convierten a Croacia, a Bosnia o a Eslovenia en ‘Estados oprimidos’ En la época de la dominación imperialista, la opresión nacional tiene un contenido social concreto: la tendencia propia del capital financiero y de los monopolios de las potencias imperialistas a subordinar y dominar a las restantes naciones —no sólo desde el punto de vista económico sino también desde el punto de vista diplomático, político y militar, es decir estatal. Las tendencias que sostienen la existencia de una ‘opresión nacional’ serbia sobre los restantes estados de la ex Federación no logran, sin embargo, definir su carácter social específico. Una de ellas, el Partido Obrero Revolucionario (Por) español, por ejemplo, sostiene que “la guerra de los Balcanes procede de la política de opresión nacional de los bosnios, croatas, macedonios, eslovenos y albaneses por la burocracia serbia, heredera a su vez de siglos de dominación serbia de los Baleanes’ (24). Es decir, se trataría de una ‘opresión nacional que se habría mantenido con independencia del carácter de clase de los diferentes estados que se han sucedido a lo largo de varios siglos en los Balcanes. Salta a la vista que se trata de una concepción que no tiene nada que ver con el marxismo, sino que recoge lo peor de los prejuicios chovinistas que difunden las camarillas burocráticas de las naciones oprimidas’.
La burocracia croata de Franjo Tudjman (un ex general del ejército federal), todavía en la última época de la Federación, replicó aplicando la misma política que Milosevic: expulsó a los serbios de los puestos claves que detentaban en el gobierno, en los medios de prensa y en las fuerzas de seguridad republicanas, buscó los medios para armar a su república y lanzó una campaña de provocaciones contra la población no croata, especialmente contra los serbios de Krajina. Su objetivo, es la reconstrucción de la ‘Gran Croacia’, que existió como títere de la ocupación nazi en 1942.
La burocracia serbia de Milosevic debió resignarse a aceptar la independencia de Eslovenia, cuando ésta se colocó bajo la protección del imperialismo alemán. Milosevic trasladó entonces la guerra a Croacia, a la que consiguió arrebatarle Krajina y Eslavonia, dos ricas regiones en las que se concentraba la minoría serbia de Croacia. La independencia de Croacia y Eslovenia no significó un triunfo democrático de las masas sino una victoria de las burocracias croata y eslovena sobre la burocracia serbia y sobre sus propios pueblos y, al mismo tiempo, una victoria del imperialismo alemán.
Los apetitos de Milosevic y Tudjman eran, obviamente, incompatibles… a menos que pudieran satisfacerse a costa de un tercero. Tudjman y Milosevic llegaron a un rápido acuerdo para la partición de Bosnia, una pequeña república de la Federación (su superficie equivale a la de Jujuy) donde los distintos componentes nacionales de Yugoslavia se entremezclan de la manera más completa.
Croacia es un escollo insuperable para los ‘trotskistas’ que sostienen que en los Balcanes se libra una ‘guerra contra la opresión nacional de los bosnios y los croatas’. Si al comienzo de las hostilidades entre Serbia y Croacia colocaron a esta última en el campo de las ‘naciones oprimidas’ debieron ‘reasignarla’ rápidamente al de las ‘naciones opresoras’ cuando —después de un acuerdo con Milosevic— las bandas armadas de la burocracia croata se lanzaron a conquistar territorios en Bosnia. No fue ésta, sin embargo, la única voltereta porque debieron ‘reasignarla’ nuevamente al campo de las ‘naciones oprimidas’ cuando la burocracia croata-bajo la imposición de los norteamericanos—armó una ‘confederación’ con la burocracia de Bosnia. Para esta gente, la opresión nacional no es una categoría histórica determinada por la ubicación de la nación en la cadena mundial de la dominación imperialista sino, apenas, una “etiqueta” que puede intercambiarse a gusto, según convenga.
La burocracia musulmana inicialmente defendió la unidad e independencia de Bosnia pero aceptó, también desde el principio, la división de Bosnia en cantones ‘étnicos’, que deberían ‘federarse’ en un Estado bosnio. La burocracia musulmana nunca impulsó la unidad nacional de Bosnia, y por eso nunca fue consecuentemente nacional. En forma atenuada, e inicialmente a la defensiva, la burocracia musulmana comparte la responsabilidad del despedazamiento nacional de Bosnia.
Pero rápidamente, y en el curso de la propia guerra, la burocracia musulmana fue ‘evolucionando’, cada vez más nítidamente, hacia la defensa de una división ‘étnica 'de Bosnia y de su ‘identidad musulmana en 1993 creó un ‘parlamento musulmán’, para desembarazarse de los bosnios —de cualquier origen étnico— partidarios de la unidad de Bosnia. La burocracia musulmana viene impulsando, y desde hace ya varios años, una política de ‘reparto territorial* similar a la de sus rivales de Serbia y a sus ‘rivales-aliados’ de Croacia. No existe ningún rasgo progresivo en la política de esta burocracia, que mantiene una alianza con el imperialismo norteamericano, el cual viene armando sus milicias, también desde hace ya largo tiempo. Según las informaciones coincidentes de todos los medios de prensa, el sector de la burocracia partidario de la unidad multiétnica de Bosnia —el primer ministro Silqjdzic es su vocero— ha sido desplazado a una posición irrelevante; lo mismo ha sucedido con los no musulmanes. El Mst simplemente miente para embellecer y encubrir a la burocracia chovinista musulmana cuando dice que “es cierto que… algunos (mandos) intentan imponer concepciones integristas, pero están fracasando” (25). Tan marcada es la política de ‘reparto territorial' de la burocracia musulmana que para algunos observadores “la victoria (de) aquellos bosnios que, como Izetbegovich (presidente bosnio), favorecen un pequeño estado con identidad musulmana, sobre los idealistas multiétnicos… puede favorecer a un tratado de paz (porque) todas las partes negociadoras comparten la misma visión del mundo. El precio puede ser la partición étnica” (26). La prensa norteamericana informa que incluso los dirigentes musulmanes aceptarían la partición étnica de Sarajevo en dos partes “separadas por un 'Muro de Berlín * (27).
Frente a la invasión a Bosnia por las burocracias croata y serbia, apenas comenzada la guerra, planteamos que “la lucha contra las burocracias secesionistas requiere poner fin al genocidio ínter-racial, rechazar la intervención ‘pacificadora’ del imperialismo, oponerse a la remodelación de las fronteras, y defender el derecho de todos los refugiados a retornar a sus hogares, libres de tropas ocupantes. Un auténtico planteo revolucionario significaría llamar a la unidad de serbios, croatas y musulmanes para conseguir una Bosnia única e independiente, derrocando a las diques burocráticas. La Unión libre y socialista de Yugoslavia es la única opción emancipadora para los oprimidos de la región” (28).
La cuestión nacional yugoslava y el carácter de la guerra
Yugoslavia era una dictadura burocrática, aunque los extremos de represión se hubieran mitigado como consecuencia del debilitamiento del poder central. La solución progresista e históricamente más adecuada a este impedimento al libre desarrollo de los trabajadores y los pueblos que integran la federación yugoslava es la revolución política, es decir, el derrocamiento de la burocracia por el proletariado.
En ausencia de la alternativa de una revolución política, puede aparecer el reclamo de la separación estatal frente al despotismo del poder central. “Pero esto no significa en ningún caso que se deba apoyar la política concreta de separación que siguen las diques burocráticas o pequeñoburguesas que dirigen, por ejemplo, Eslovenia y Croacia. La política de estas diques lleva a estos.
Estados a convertirse en colonias del gran capital internacional, en particular de los alemanes. El marxista debe luchar, antes que nada, por la unidad de la clase obrera de Yugoslavia por encima de las diferencias nacionales. La defensa del derecho a la autodeterminación debe ir acompañada de la denuncia del nacionalismo proimperialista. Si las circunstancias llevan a los trabajadores con conciencia de clase, sea de Eslovenia, sea de Croacia, sea de la propia Serbia, a defenderlo o a impulsarla separación nacional frente a la burocracia, esto debe estar estrechamente ligado a la consigna de la unidad socialista de Yugoslavia -de ningún modo hacer de este separatismo un fin en sí mismo.” (29).
En Bosnia “la 'causa nacional’ que está en juego no es la ‘musulmana’ (ni la serbia o la croata) sino la unidad de estos tres componentes en un marco nacional único, y su federación con los restantes pueblos balcánicos. La ‘cuestión nacional’ bosnia reproduce en pequeño la de la ex Yugoslavia, (e incluso el caso de los serbios en Croacia, de los croatas en Serbia, de los albaneses en Kosovo y Macedonia, de los húngaros en Serbia) (30). No podría haber una ‘guerra de defensa nacional de los bosnios musulmanes’ como plantea el Mst, esto porque una ‘Bosnia musulmana’ ya supone el despedazamiento de Bosnia. Naturalmente que la lucha por la defensa de la independencia y la unidad de Bosnia sólo es posible mediante la unidad de croatas, serbios y musulmanes que habitan Bosnia, contra las burocracias respectivas y contra el imperialismo.
Los diferentes sucesores del morenismo (y también del lambertismo, éstos en Europa) apoyaron desde el vamos el desmembramiento de Yugoslavia, en nombre de la ‘autodenominación nacional olvidando incluso que la Federación era el producto de una guerra revolucionaria librada por todos los pueblos de la ex Yugoslavia contra el hitlerismo y sus dictaduras títeres en la región. Se hicieron, de este modo, portavoces de los intereses chauvinistas de las burocracias stalinistas de las diferentes repúblicas. Pero si la delimitación territorial y estatal de Eslovenia es relativamente sencilla, se complica en Croacia (donde hay un fuerte componente serbio) y no tiene solución en Bosnia, donde todos los componentes po-blacionales están mezclados y hasta relativamente fusionados (antes de la guerra, uno de cada cinco matrimonios bosnio era ‘interétnico’). Esto ha obligado al Mas, al Pts y al Mst a pasar de la defensa de la independencia nacional de cada república, incluida Bosnia, a defenderla independencia de la Bosnia ‘musulmana’, lo que equivale a aceptar su despedazamiento. No es posible luchar por la unidad e independencia de Bosnia si no se lucha por la unidad de serbios, croatas y musulmanes bosnios y si no se lucha, al mismo tiempo, por el derrocamiento de las burocracias de Serbia y Croacia, por la unidad socialista federativa de Yugoslavia.
Para todas las camarillas burocráticas enfrentadas, el objetivo de la guerra es la destrucción de la Federación Yugoslava y de la unidad multiétnica de Bosnia y la apropiación de territorios para cada una de sus ‘repúblicas’. La guerra que libran es, en consecuencia, una guerra reaccionaria, antidemocrática, antinacional y proimperialista.
Sólo sobre la base de caracterizar a la guerra y a todas las burocracias que la llevan adelante como reaccionarias es posible desarrollar una política genuinamente antimperialista. Para los morenistas, por el contrario, como el carácter de la guerra estaría determinado por la lucha por la ‘emancipación nacional, resultarían lícitos los acuerdos que armó la burocracia musulmana con el imperialismo norteamericano para armar a sus milicias, lo que explica que el Mst o el Mas no critiquen estos acuerdos. Una de las funciones de la consigna de 'Armas para Bosnia’ que sostienen en común los grupos morenistas es, precisamente, ocultar el abastecimiento de armas —y los consecuentes acuerdos políticos— de las milicias musulmanas por parte del imperialismo norteamericano. El Por español va todavía más lejos cuando sostiene que ia agitación contra la Onu sirve a los partidarios de la Gran Serbia…”
La 'teoría ’ de la'guerra de liberación nacional’ ha llevado a sus defensores al apoyo incondicional de la política podrida, antinacional y pro-imperialista de la burocracia musulmana y a la completa capitulación ante el imperialismo.
Debemos defender a los musulmanes de Bosnia, no porque su dirección represente la causa de la nación o del progreso, sino porque son víctimas de la barbarie burocrática, y porque esta barbarie burocrática es el enemigo a batir. “Se trata de la misma actitud que tenían los socialistas en Rusia cuando defendían a los judíos contra los pogroms del zarismo; no lo hacían porque el sionismo o el nacionalismo judío fueran progresivos. sino porque defendían el derecho a la vida contra la barbarie de los explotadores” (32).
La guerra en Bosnia
La guerra en Bosnia —desatada por las burocracias croata y serbia para engullirse su territorio— provocó una masacre espantosa: cientos de miles de trabajadores fueron muertos por los bombardeos o simplemente asesinados luego de ser tomados prisioneros; casi tres millones de bosnios de todas los orígenes étnicos —sobre una población de 4,4 millones antes de comenzar la guerra— fueron obligados a abandonar sus hogares y sus ciudades natales, corridos por la limpieza étnica’ practicada por todos los bandos en lucha. En su capital -Sarajevo- se concentra una de las mayores tragedias de esta guerra criminal. Sus 400.000 habitantes permanecen encerrados desde hace tres años en el mayor campo de concentración del mundo. Sin comida, ni luz, ni calefacción, ni agua y bajo las balas de los francotiradores murieron decenas de miles de personas desde que en abril de 1992 la mayoría bosnia de la ciudad quedó sitiada por las tropas serbias.
Con una enorme superioridad militar —preparada conscientemente en el último período de existencia de la Federación (33)— Serbia conquistó rápidamente la mayor parte del territorio bosnio; Croacia, por su parte, también conquistó una importante porción de Bosnia. Apenas el 10% del territorio de la república quedó en manos de la burocracia de Sarajevo.
Desde el mismo inicio de la guerra, las potencias imperialistas plantearon sucesivamente varios ‘planes de paz’ que tenían en común la partición de Bosnia según ‘fronteras étnicas’ que convalidaban las conquistas militares —y las masacres. Apoco de iniciarse la guerra, The Economist estableció el eje fundamental al cual se habría de ajustar la política imperialista a lo largo de toda la guerra: “La verdadera respuesta para Bosnia es amarga… Su destino es quedar dividida entre Serbia y Croacia” (34).
Estos ‘planes de paz’, sin embargo, fracasaron uno tras otro, agudizando la sistemática masacre del pueblo bosnio por las camarillas restauracionistas… lo que llevó a numerosos comentaristas —incluso de la izquierda— a hablar del 'desprestigio', de la ‘debilidad* y hasta del ‘fracaso’ de la ONU. Tales opiniones revelaban el prejuicio de sus autores acerca de la ONU —y su Consejo de Seguridad— como los garantes de la paz y la democracia universal. No notaron, por eso, que “detrás del fracaso de los 'planes de paz’ se había impuesto una política imperialista: la consolidación de las conquistas militares de Serbia y de Croacia como lo planteaba, precisamente, el reparto de tierras del propio 'plan Vance-Owen Para el imperialismo mundial las burocracias genocidas de Belgrado y de Zagreb son su factor de ‘orden’ en los Balcanes, la base insustituible de una ‘estabilización política’ de la crisis. Dejar hacer a los serbios y a los croatas y permitirles el reparto de Bosnia —manteniendo al mismo tiempo la ‘presión’ para evitar que la guerra se extendiera a Kosovo y Macedonia— en resumen, dejar la ‘estabilización' de los Balcanes en manos de las burocracias restauracionistas: ésta es la política imperialista que se ha impuesto a través del fracaso de los ‘planes de paz” (35).
El ‘reparto* de Bosnia —y de Yugoslavia- entre las camarillas burocráticas más poderosas es la conclusión natural de su política de restauración capitalista.
En la primera etapa de la guerra hubo otro factor de la política imperialista de complicidad con los genocidas: la burocracia rusa, uno de los principales sostenes, político, económico y militar de Milosevic. La burocracia rusa, amenazó con vetar cualquier resolución de la ONU que 'hostilizara’ a Belgrado, incluso cuando masacraba a miles de civiles indefensos.
La brutal presión del imperialismo mundial sobre la burocracia bosnia rindió sus frutos. Una ‘asamblea de notables musulmanes’ —el autodenominado ‘parlamento musulmán’— reunido a mediados de 1993, aceptó por amplia mayoría el ‘principio de partición étnica’ establecido por las potencias imperialistas y reclamado por Croacia y Serbia, aunque reclamando mayores territorios. Según un diario de Sarajevo, la convocatoria del ‘parlamento musulmán’ podría ser “histórica para la determinación de la nación musulmana” (36). Según la prensa británica su status restringido fue para sacar del medio a aquellos serbios, croatas y musulmanes que han luchado para preservar la idea de una Bosnia multiétnica” (37). La política de la burocracia musulmana se transformó, así, en contrarrevolucionaria y antinacional.
Estados Unidos en los Balcanes
Contra la opinión generalizada de que los Estados Unidos ‘se desentendían' de la crisis balcánica, desde el mismo inicio de la guerra en Bosnia sostuvimos que el imperialismo norteamericano tenía una política bien definida: “Los yanquis toleran el avance militar de los serbios para intervenir una vez concluida la ‘guerra sucia’ y zanjada la delimitación territorial. Recién en ese momento apuntalarían la reconstrucción de los Estados y el control de las bandas armadas” (38). Su sistemática negativa a enviar las tropas terrestres que le reclamaban sus ‘socios’ de la Otan estaba subordinada a esta política (que exigía un alargamiento de la guerra)… al tiempo que le servía para desgastar’ a sus 'aliados’ Francia y Gran Bretaña, quienes tuvieron tiempo de sobra para demostrar su impotencia frente a la aguda ‘crisis de seguridad' en su propia región.
A mediados de 1993, después de dos años de masacres interminables, con el definido giro de la burocracia musulmana al campo de los partidarios de una ‘partición étnica’ de Bosnia y con la relativa ‘estabilización> de los frentes militares (los serbios y croatas se habían apoderado del 90% del territorio en disputa) el imperialismo norteamericano comienza a desarrollar una política que en el curso de dos años lo convertiría en el árbitro de los Balcanes.
En marzo de 1994 aparecieron los primeros ‘signos’ de esta política cuando L’Express de París recogió una denuncia que desde hacía ya varios meses formulaban numerosos diplomáticos europeos: que los turcos y la CIA montaban ‘operaciones negras’ que “arman desde agosto (de 1993) a una fuerza bosnia (musulmana) reorganizada” (39). Mientras los 'trotskistas’ del tipo del Mst continuaban reclamando el levantamiento del embargo de armas para Bosnia (es decir, poner en manos de la burocracia musulmana los medios militares para llevar adelante su política), ésta ya había ‘resuelto’ el problema. Los acontecimientos comenzaban a realizar palmariamente el pronóstico que formuló el PO en su polémica con las tendencias morenistas de que “la consigna de armas para los musulmanes de Bosnia (era) nada menos que un reclamo de intervención imperialista en la guerra” (40).
Poco antes, a mediados de febrero de 1994, las burocracias croata y musulmana firmaron en Washington un acuerdo de ‘inspiración’ norteamericana para establecer una “federación croata-musulmana” en Bosnia y una ‘confederación’ de ésta con Croacia. La 'federación’ divide a Bosnia en una serie de ‘cantones étnicos’, unidos bajo un co-gobierno central de ambas burocracias. Bajo la ‘fórmula’ norteamericana, se reproducía el enésimo plan de partición étnica de Bosnia, esta vez en dos ‘repúblicas una ‘occidental’ y bicéfala (la 'federación’), y otra ‘oriental’, serbia. La ‘confederación croata-bosnia’, por su parte, “establecerá un mercado común para el libre movimiento de las mercancías y la unión monetaria y aduanera” (41), un ‘molde’ para la restauración capitalista bajo el tutelaje norteamericano.
Para imponer el acuerdo croata-musulmán, “Estados Unidos actuó al margen tanto de Rusia como de la Unión Europea y la Nato” (42), provocando violentos choques con sus ‘aliados'. Más de un año después del nacimiento de la ‘confederación’, la prensa francesa recuerda que “Francia reaccionó muy mal a la iniciativa” (43): la guerra de los Balcanes ya empezaba a mostrar “la dislocación de las grandes potencias” (44).
Desde entonces (febrero de 1994), “Croacia —que ya contaba con el respaldo alemán—estuvo bajo la protección de los Estados Unidos”, que le otorgó apoyo político y económico y rearmó su ejército… a pesar del bloqueo de armas dictado por la ONU. En Bosnia, “Washington destacó consejeros encargados de reorganizar las milicias croatas y musulmanas” (45). “Estados Unidos jugó el papel fundamental de crear y dar aire a la Confederación croata-musulmana, en particular en el esfuerzo de la necesaria cooperación defensiva entre dos aliados que no se quieren, enviando expertos para ayudar a la fusión de los dos ejércitos” (46). En noviembre de 1994, Estados Unidos firmó un acuerdo de colaboración militar con Croacia (ídem) y poco más tarde impulsó a su títere político y militar en la región -Turquía- a firmar un acuerdo similar con Bosnia.
El imperialismo norteamericano, sin embargo, no se limitó simplemente a jugar la ‘carta croata-musulmana’', también tenía en el mazo a Milosevic, el presidente de Serbia, con quien sostuvo negociaciones casi ininterrumpidas desde el comienzo de la guerra. Milosevic —que se comprometió a ‘disciplinar’ a las milicias en Bosnia a cambio del levantamiento de las sanciones económicas contra Serbia— pagó en cuotas su entendimiento con los imperialistas, como lo demuestra su propio bloqueo contra las milicias serbias de Bosnia, que todos los medios diplomáticos caracterizaron como ‘eficaz’… y fue retribuido: las sanciones contra Serbia fueron levantadas parcialmente. El general Mladic, jefe de las milicias serbio-bosnias y acusado de crímenes de lesa humanidad, trabaja en acuerdo con Milosevic (en oposición al ‘presidente’ serbio-bosnio Radovan Karadzic) y hasta sería partidario del acuerdo que Milosevic se encuentra dibujando con los gobiernos imperialistas. Como dijo un ‘alto funcionario’ norteamericano: “Nos guste o no, Milosevic es una pieza clave de la región. Y nosotros tenemos que tratar con él, contra viento y marea” (47).
La existencia de negociaciones entre Milosevic y los Estados Unidos se puso en evidencia cuando los serbios ocuparon los ‘enclaves’ de Zepa y Srbrenica (en el este de Bosnia), dos ciudades musulmanas que se encontraban bajo la ‘protección’ de la ONU, pero cuya continuidad en manos de los musulmanes constituía, en opinión de la mayoría de los diplomáticos imperialistas, un obstáculo a negociaciones de paz ‘serias’.
Pese a que según la prensa europea los ataques sobre las ‘áreas seguras’ de la ONU de Zepa y Srebrenica ‘ parecen haber sido planificados más en Belgrado (capital de Serbia) que en Palé (capital serbio-bosnia)” (48), un vocero del Departamento de Estado norteamericano declaró que la masacre provocada por los serbio-bosnios luego de “la caída de Srebrenica no modifica la posición de los Estados Unidos: la solución diplomática es la única posible” (49). Dijimos entonces que “la ocupación de los enclaves musulmanes dentro de la región controlada por las milicias serbias bien podría ser el preámbulo para la firma de un ‘tratado de paz” (50) que consagre la ‘fórmula’ norteamericana.
El acuerdo de los serbios con el imperialismo yanqui desmantela la tontería divulgada por otro sector de la izquierda, que atribuye un carácter progresivo al régimen de Belgrado, como ocurre por ejemplo con el partido comunista e incluso algunos grupos ‘trotskistas’ (Spartacist de Estados Unidos).
Krajina: el giro de la guerra
El giro que la diplomacia norteamericana le imprimió a la guerra saltó a la vista de propios y extraños en mayo de este año (cuando los croatas reconquistaron Eslavonia occidental de la mano de los serbios) y, sobre todo, con la ofensiva relámpago que le permitió a los croatas recuperar Krajina —la región que los serbios-croatas le habían arrebatado al principio de la guerra— en apenas unos días de campaña. La ofensiva croata siguió en apenas cinco días a la firma de un acuerdo de colaboración militar entre el gobierno de Croacia y el de Bosnia (musulmana). “Observadores estadounidenses y alemanes asistieron a las conversaciones entre los bosnios y croatas… (y) el ataque contó con la tácita aprobación de Occidente” (51).
La conducta del propio Milosevic frente al ataque de Croacia confirmó la marcha de estas negociaciones, cuando los serbios de Bosnia y Croacia le exigían una participación activa en su defensa, Milosevic se limitó a responder con una tibia protesta ante la ONU, cumpliendo precisamente una de las principales exigencias imperialistas, el cese de toda ayuda militar a las milicias serbias de Bosnia y Krajina.
Milosevic responsabilizó por el ataque a los dirigentes serbios de Krajina y Bosnia, a los que acusó de “boicotear las negociaciones de paz” (52) y hasta promovió un auténtico golpe de Estado contra Karadzic, caracterizado por Occidente como “el principal obstáculo a concesiones territoriales por parte de los serbios de Bosnia” (53).
La victoria croata en Krajina provoca una completa reversión del curso de la guerra. A partir de entonces, los serbio bosnios fueron puestos a la defensiva y los croata-musulmanes recuperaron numerosos pueblos y ciudades en Bosnia occidental y cercaron Banja Luka, bastión serbio en la región.
Un giro en la situación
La victoria de los croatas en Krajina marcó un cambio fundamental | en el balance de poder en los Baleares: redibujó el mapa balcánico dejando “a la mayor parte de lo que todavía queda en manos de los serbios de Bosnia virtualmente cercado por tropas bosnio-musulmanas y croatas numéricamente superiores” (54). Pero además provocó, “una alteración de las relaciones de fuerza entre las grandes potencias” (55): le permitió a sus ‘sponsors’ (los Estados Unidos, aliados a Alemania) dictar sus condiciones no sólo en los Balcanes sino en toda Europa. ¿Cómo podría haberse provocado esta “alteración en las relaciones de fuerza entre las grandes potencias” si la guerra no fuera —como sostiene el PO— una ‘guerra por procuración? La tesis morenista de que la guerra obedece a la lucha contra la ‘opresión serbia’— es decir, a factores internos de la Federación Yugoslava— deja de lado uno de los aspectos decisivos de la guerra de los Balcanes: la lucha de las potencias imperialistas por el acaparamiento de nuevos 'mercados’ y áreas de influencia’.
Ante la evidencia de que los norteamericanos coparon las negociaciones después del ataque croata-norteamericano sobre Krajina y que tanto los serbios como los croatas y los musulmanes “sólo toman en serio a los negociadores norteamericanos” (56), la prensa francesa se preguntaba si ‘'¿Francia tiene todavía un rol a jugar en la crisis yugoslava?”.
“La Unión Europea está fuera del juego” afirma la prensa europea, una conclusión que repite —casi palabra por palabra— la prensa norteamericana: “Diplomacia balcánica: Europa está fuera de onda” (57). El arbitraje norteamericano en los Balcanes se ha hecho tan evidente y determinante que el mismo diario no tiene empacho en señalar que “(las negociaciones) tienen un desarrollo similar al proceso de paz de Medio Oriente: Estados Unidos ha tomado en sus únicas manos la conducción del proceso de paz”.
La posibilidad de una alianza del imperialismo alemán con Estados Unidos (lo que implicaba tanto la ruptura de sus ‘relaciones privilegiadas’ con Francia como también del conjunto de los acuerdos con la burocracia rusa que permitieron la ‘absorción de la ex RDA por Alemania Federal, es decir un completo ‘reordenamiento’ de las relaciones internacionales) fue prevista, con notable anticipación, por el Partido Obrero.
En mayo de 1992, el debate del IVo Congreso del PO estableció que, como consecuencia de la crisis mundial, "Alemania y el proletariado alemán se han convertido en factores políticos internacionales, lo que significa un cambio profundo en todo el mapa político mundial.” Se preguntó entonces: “¿Alemania va a mantener una postura de unidad con el capitalismo europeo para competir con Japón y Estados Unidos —y además para tomar la delantera en relación a la colonización de los estados obreros- o romperá el acuerdo con Francia para marchar a un acuerdo con los Estados Unidos con vistas a la colonización conjunta de Europa del Este? Existe una pugna abierta para ver cómo se distribuyen las piezas del tablero imperialista y hacia qué lado se inclinará Alemania… ” (58).
Pocos meses más tarde, en ocasión del derrumbe monetario europeo de setiembre de 1992, cuando para la mayor parte de los comentaristas la crisis monetaria reflejaba un enfrentamiento entre Estados Unidos y Alemania, Prensa Obrera caracterizó (en la línea del debate del IVo Congreso del PO) que"… el problema es, en realidad, más complejo y devastador. Las políticas de Estados Unidos y Alemania tienen algo muy significativo en común: ambas apuntan a desvalorizar al dólar, lo cual mejora la competencia comercial de los Estados Unidos, en particular respecto a Japón, y a revaluar al marco, lo cual lo hace atractivo como moneda de reserva. Un reforzamiento comercial de Estados Unidos y un reforzamiento financiero de Alemania, tienen como principales perjudicados al resto de los Estados europeos de un lado y a Japón, del otro. Alemania se queda con el monopolio del crédito internacional en Europa, en especial con relación a Europa Oriental y la ex URSS. Estamos asistiendo entonces más que a una guerra económica entre Estados Unidos y Alemania, a un acuerdo coyuntural entre ambos, que deberá provocar un reajuste completo de las relaciones económicas y políticas dentro de Europa y con relación a Estados Unidos. La 'unidad’ europea deberá dar paso a la hegemonía alemana y a concesiones comerciales…” (59).
En diciembre de 1994, el peso que había adquirido el eje Estados Unidos-Alemania ya era innegable, acentuando la división entre las grandes potencias encargadas de establecer la política de la ONU. “Esta división —decíamos entonces— traduce las contradicciones crecientes que van oponiendo a Alemania, de un lado, y a Francia e Inglaterra, del otro, con relación a la unidad europea. La primera pretende encabezar una Federación Europea merced a su mayor poderío económico, su mayor penetración financiera y su mayor masa de población; las otras dos resisten desesperadamente esta absorción y en esta resistencia buscan incluso el apoyo ruso. La hegemonía alemana, sin embargo, no tiene posibilidades de desarrollarse sin el apoyo norteamericano, el cual pretende realizar por esta vía su propia hegemonía mundial. La alianza yanqui-germana es la clave de un éxito de la restauración capitalista en Europa del este y Rusia. Estados Unidos apoya los planteos de integración europea de Alemania y ésta apoya las exigencias norteamericanas de integración militar de Europa del este a la Otan. Pero como este planteo excluye a Rusia, los rusos lo denuncian como un retorno a una variante de la ‘guerra fría’. La situación que se ha creado de esta manera, significa la muerte de los acuerdos ruso-alemanes que permitieron la absorción de la ex Alemania oriental, porque esos acuerdos preveían un apoyo privilegiado del capital alemán a la reconversión de la industria rusa. Esta fractura de fondo entre las grandes potencias capitalistas, explica la enorme división de la ONU con relación a la ex Yugoslavia” (60).
Detrás del mentado ‘renacimiento de los nacionalismos’ lo que se está operando en la guerra yugoslava es la lucha por un nuevo reparto mundial entre las fuerzas imperialistas, la cual es un resultado de la desesperada necesidad de mercados por parte del imperialismo mundial, por un lado, y de la descomposición de los regímenes burocrático-stalinistas, por el otro; lo mismo sucede en los restantes conflictos regionales, como los de Macedonia-Grecia, o los de Armenia o Chechenia, que tienen este decisivo punto de contacto con la crisis yugoslava.
La victoria yanqui-croata ha reforzado la posibilidad de la alianza EE.UU.-Alemania de integrar al este europeo a la Otan y dictar, con ello, los términos de la política europea en su conjunto. “¿Ha comenzado un nuevo reparto de Europa?”, se pregunta, tardíamente, el corresponsal ruso de la agencia Novosti (61). Yeltsin ya advirtió públicamente que “la extensión de la Otan hacia el este podría llevar a la guerra en Europa” (62). El ataque yanqui-croata, lanzado a partir de un acuerdo yanqui-serbio, ha desnudado el completo fracaso de la política de la burocracia rusa, que pretendía, privatizaciones y aperturas mediante, ganar un acceso comercial a Europa que la vieja 'guerra fría’ le había impedido. Este fracaso provocará nuevas fracturas políticas en el estado ruso porque ha puesto en evidencia que “su influencia en los Balcanes es un mito” (63).
El giro político en los Balcanes relegó a un plano secundario a Gran Bretaña y a Francia, que habían hecho sin embargo el principal gasto político y militar desde el comienzo de la guerra. El presidente francés, Chirac, recibió con ello una ruda lección, porque habiendo reclamado apoyo militar para que ingleses y franceses pudieran recuperar el terreno perdido por los cascos azules, se encuentra ahora con que esa tarea la resolvieron los yanquis. La prensa norteamericana ya plantea que la incapacidad franco-británica para “resolver una crisis que afecta a la seguridad europea”, los ha condenado a “perder su derecho a tener un voto decisivo en lo que hace Occidente” (64).
La victoria norteamericana en los Balcanes, en resumen, ‘redistribuyó las cartas’ entre las grandes potencias. Existe, sin embargo, un factor de características generales que condiciona este cuadro: la debilidad económica y política de todos los Estados imperialistas, con altos déficits de presupuesto, bancarrotas económicas, desocupación en masa, gobiernos débiles, fuerte resistencia democrática contra los atropellos totalitarios o fascistizantes y aparición intermitente de grandes reacciones de masa de la clase obrera y de la juventud.
La partición de Bosnia
El arbitraje norteamericano se ha potenciado como consecuencia de los bombardeos de la Otan contra los serbio-bosnios; aunque fueron presentados como una medida de protección de los bosnios, los bombardeos “promovieron los riesgos de la división étnica más que nunca antes” (65).
Hace ya un tiempo, la prensa británica señalaba que “Belgrado se quedó al margen cuando Croacia atacó Eslavonia occidental en mayo y Krajina en agosto. Esto no pudo ocurrir sin cierta clase de entendimiento entre Tudjman y Milosevic” (66). La articulación política montada por Estados Unidos en los Balcanes llevó a la prensa a recordar “el acuerdo tácito para la partición de Bosnia que ambos habrían establecido en 1991: “Probablemente Tudjman haya aceptado como parte del acuerdo no recuperar Eslavonia oriental, en manos del ejército serbio. En reciprocidad, Milosevic haría oídos sordos a los pedidos de auxilio de los serbios de Krajina y toleraría cierto avance croata-musulmán en Bosnia occidental. Al mismo tiempo, confía en eliminar (el enclave musulmán de) Gora-zde y, probablemente, incorporar Tuzla y una parte de Sarajevo” (ídem). La intervención croata-musulmana en Krajina “acerca y prepara la partición” (ídem).
“Un alto diplomático norteamericano en Zagreb reconoció que ‘la confederación tiene mucho de esa partición’ ya que los serbio-bosnios no formarían parte de ella” (ídem). En esta dirección, el nuevo ‘plan de paz’ que están promoviendo los norteamericanos coincide exactamente con las pretensiones de Tudjman y Milosevic: propone que los bosnio-musulmanes renuncien a recuperar Srebrenica y Zepa y entreguen Gorazde a cambio de territorios en el oeste. Como recuerda cínicamente un funcionario británico, un ‘plan de paz’ basado en el intercambio de territorios -y por lo tanto, en el desplazamiento de sus poblaciones- es un ‘plan de paz’ basado en la ‘limpieza étnica’ que todos dicen repudiar. A esta altura, resulta claro que el problema para Bosnia no es el bloqueo de armas -que “nunca rigió efectivamente” (67). Como recuerda la prensa británica, “Tudjman nunca abandonó la idea de la partición de Bosnia (y) sus amigos norteamericanos nunca intentaron persuadirlo para que lo hiciera” (68).
Por la Unidad Socialista de los pueblos de los Balcanes
La guerra en los Balcanes delimitó claramente dos campos en la izquierda. El primero de ellos está integrado por las corrientes que tomaron partido por los intereses ‘nacionales’ de alguna de las burocracias enfrentadas, es decir que han defendido una política nacionalista y chovinista. En nombre del ‘derecho a la autodeterminación’ la mayoría de las corrientes morenistas (en Argentina) y el lambertismo (en Europa) se encolumnaron detrás de las burocracias musulmana y croata, revelando su debilidad política frente a las presiones del imperialismo, interesado en la destrucción de la Federación yugoslava.
Otros —como el PC argentino y el Spartacist norteamericano— se encolumnaron detrás de la burocracia serbia ‘agredida por el imperialismo pasando por alto que la burocracia de Milosevic está entregada de pies y manos al imperialismo norteamericano.
En oposición a estos planteos nacionalistas y reaccionarios — que tienen en común la justificación y el embellecimiento de las camarillas burocráticas y el ocultamiento de sus acuerdos e integración con el imperialismo—, los socialistas revolucionarios nos hemos ubicado en el campo de los intereses del proletariado internacional y del proletariado y los explotados de los Balcanes -no de los diferentes Estados.
Estos intereses dictan la necesidad de luchar por la defensa de la integridad territorial y nacional de Bosnia, por la unidad de las masas de la ex Yugoslavia contra las burocracias y el imperialismo y por la defensa de las conquistas socialistas de la revolución, liquidadas tanto por la burocracia de Serbia como por las de Croacia y Bosnia. La reivindicación que corresponde a este interés es la expulsión de las burocracias y del imperialismo y la unidad libre y socialista de Yugoslavia y los Balcanes.
Notas:
1 . Financial Times, 6/9/95
2 . Viv/ne. reproducido por Le Monde, 4/9/95
3 . Financial Times. 2-3/9/95
4 . Idem
5. Idem
6. I nforme al Vo Congreso del Partido Obrero, en En Defensa del Marxismo. N° 4. setiembre de 1992
7 . En Defensa del Marxismo, N° 6
8. Propuesta de Declaración de Principios del Comando Político de Izquierda presentada por el Partido Obrero
9. Panorama. 4/7/93
10. Financial Times, 2-3/9/95
11. Misha Glenny. historiador especializado en el nacionalismo balcánico, en The New York rimes. 30/7
12. Panorama, 4/7/93
13. Idem
14. Financial Tunes. 30/5/95
15. Panorama, 4/7/93
16 . Financial Tunes, 2-3/9/95
17 . Idem
18 . León Trotsky. Escritos sobre la guerra de los Balcanes
19 Nebojsa Popov. citado por Magda y Pedro De León, en Yugoslavia, ¡a otra cara del laberinto trágico. Ediciones Buena Letra. Buenos Aires. 1995
20. Prensa Obrera. N° 335, II/7/91
21. Prensa Ohrera. N° 364. 20/8/92
22. International Herald Tribune. 2-3/9/95
23. Xewsweck, 30/11/92
24. La Aurora. 6/7/95. diferenciado nuestro
25. Semanario Socialista, N° 154. 13/9/95
26. The Economist, 26/8/95
27. The Washington Post, 6/9/95
28. Prensa Obrera. N°383. 23/3/93 2l>. Idem
30. Prensa Ohrera. N°404, 10/10/93
31. La Aurora. 6/7/95
32. Prensa Obrera. N°404, 10/10/93
33. "Por varios meses, antes de la independencia, el comando del ejército yugoslavo fue formando secretamente unidades con serbios nacidos en Bosnia para que no tuvieran que irse cuando Yugoslavia se retirara”, lo que ocurrió en mayo de 1992. Financial Times, 2-3/9/95
34. The Economist, 18/8/92
35. Prensa Obrera, N° 389. 27/4/93
36. La República, 28/9/93
37. Financial Tunes, 28/9/93
38. Prensa Obrera, N° 364, 20/8/92
39. La Nación, 19/3/93
40. Prensa Obivra, N°404. 10/10/93
41. Financial Tunes, 3/3/94
42. El Mercurio, 6/3/94
43. Le Monde, 8/8/95 44. Idem
45. Le Monde, 8/8/95
46. Financial Tunes, 7/8/95 47. Time, 17/7/95
48 . Financial Tintes, 31/7/95
49.Clarín, 13/7/95
50.Prensa Obrera. N° 456, 18/7/95
51. La Nación, 29/7/95
52. The Wall Street Journal, 7/8/95
53. Financial Times, 9/8/95
54. The Washington Post, 23/8/95
55. Le Monde, 8/8/95
56. Le Monde, 20/8/95
57. International Herald Tribune, 22/8/95
58. La crisis mundial (informe al Vo Congreso del PO). En Defensa del Marxismo, N° 4, setiembre de 1992
59. Prensa Obrera, N° 366, 14/9/92 60. Prensa Obrera, N° 434. 15/12/94
61. Cronista Comeivial, 1/8/95
62. The New York Times, 11/9/95
63. Commersant, reproducido por Le Monde, 2/8/95
64. International Herald Tribune, 6/7/95
65. The Washington Post, 6/9/95
66. Financial Tunes, 8/8/95
67. Le Monde, 30/7/95
68. Financial Tunes. 8/8/95