Malvinas: “Un acuerdo de caballeros”


En la mañana del martes 3 de octubre, tuvo lugar el primer fruto tangible del acuerdo petrolero firmado hace dos semanas entre Argentina y Gran Bretaña. En una coqueta oficina londinense, el Consejo de Gobierno de las Falkland —el gobierno de ocupación colonial de las Malvinas— convocó a una licitación para la exploración y explotación gasífera y petrolífera en las aguas adyacentes a Malvinas sin que el gobierno menemista opusiera la menor objeción. De la convocatoria participaron representantes de los grandes pulpos petroleros internacionales: Shell, British Petroleum, Union Texas, British Gas, Repsol (española), Japan International Oil Corporation y, también, la YPF de Argentina.


 


El corazón del acuerdo petrolero argentino-británico era precisamente ése: que Argentina no obstaculizara la convocatoria de los kelpers. El menemismo dio así su consentimiento para que el “Consejo de las Falkland ejercite unilateralmente un acto práctico de soberanía” (según la definición de la cancillería británica).


 


En ausencia del acuerdo, las compañías petroleras —y sus representantes diplomáticos—ya habían dejado saber que ninguna se arriesgaría a realizar las inversiones necesarias para determinar la existencia de petróleo en las aguas de Malvinas. Hace ya cuatro meses, cuando “los dos países parecían seguir un curso de colisión en la cuestión petrolera” (1), John Martin, un alto ejecutivo petrolero designado por el Consejo de las Falkland para supervisar la licitación, había advertido que “será muy difícil avanzar con las licencias sin el acuerdo de Argentina (ya que) las compañías no tendrán confianza en ninguna armazón política a menos que Argentina acuerde” (2).


Argentina ha renunciado a la soberanía de las Malvinas porque le otorga “seguridad jurídica* al ocupante colonial. Como enfatizó Andrew Gurr, presidente del Consejo de las Falkland, “los términos de lo acordado en Nueva York ‘contienen todas las garantías y seguridades necesarias’ para los kelpers” (3).


 


El acuerdo va todavía más lejos porque establece la formación de un ‘área de cooperación’ para la explotación petrolífera conjunta en aguas ubicadas entre las Malvinas y el continente. Para la conformación de esta zona, Argentina aporta 10.000 kilómetros cuadrados de sus aguas territoriales mientras que Gran Bretaña aporta 10.000 kilómetros de aguas que domina en virtud de su ocupación colonial de las islas. Esta "cooperación” reconoce a Gran Bretaña como “estado ribereño en el Atlántico Sur’’ que es la base para su reclamo jurídico de soberanía.


 


El acuerdo eterniza la dominación colonial sobre las islas porque, como reconoce la prensa inglesa, “Gran Bretaña no va a entregar así nomás lo que puede ser un enorme recurso económico” (4). Las islas podrían lograr su autosuficiencia económica e incluso militar. Voceros de la administración colonial ya hicieron saber que destinarían parte de los fondos que se recauden al mantenimiento de la impresionante base militar de Mount Pleasant, la mayor y con más poder de fuego de todo el Cono Sur. “Bill Luxton, un importante miembro del Consejo de las Falkland está convencido de que (el hallazgo de petróleo) aumentará la autosuficiencia de las islas y el sentido de una identidad separada de la Argentina” (5). Nunca será suficiente recordar la conclusión fundamental de uno de los diarios londinenses: “el hallazgo de gas o petróleo en torno a Malvinas servirá para enterrarlas aspiraciones de Argentina para controlar las islas”.


 


El gobierno menemista ha entregado la soberanía nacional sobre las Malvinas para satisfacer la presión del gran capital internacional. En la primera fila se encuentran YPF —es decir, los especuladores de Wall Street que manipulan sus acciones— y su asociada, la British Gas. Ambas han tendido un gasoducto a Chile y se han asociado para la explotación petrolífera y gasífera en el área malvinenese y en las aguas territoriales argentinas. YPF y British Gas han intercambiado estudios geológicos e investigaciones; la británica en las Malvinas, la "nacional'’ en el área de San Julián, en el Mar Argentino cercano a la “zona de cooperación.


 


También las compañías norteamericanas realizaron “una fuerte presión" (6) para la firma del acuerdo. Para forzar un acuerdo estas empresas habían “congelado” su participación en el llamado “plan Argentina”, para la exploración y explotación petrolífera en las aguas del Atlántico sur bajo el dominio argentino. Algunas de estas compañías ya han planteado la posibilidad de “u ni tizar”—un procedimiento utilizado habitualmente para yacimientos interconectados—las concesiones que obtengan por medio del “plan Argentina' y las que obtengan en la lindante “área de cooperación” establecida por el acuerdo argentino-británico.


 


“Los funcionarios argentinos se persuadieron de renunciar a su amenaza de iniciar acciones legales contra las compañías petroleras después de considerar el impacto negativo que esto puede tener sobre las inversiones futuras” (7). El gobierno argentino es un rehén de la Bolsa.


 


La cuestión de las regalías


 


El acuerdo no establece reparto de regalías —ni en el *área de cooperación” ni en las que liciten unilateralmente los kelpers. Sin embargo, es “deliberadamente vago en la cuestión de si Argentina puede imponer impuestos a las compañías en las aguas reclamadas por Gran Bretaña… los gobiernos alcanzaron un acuerdo tácito que permitirá al otro país cobrar regalías de la explotación petrolera en aguas disputadas mientras oficialmente niegan a la otra parte el derecho de hacerlo” (8). Los kelpers anunciaron que cobrarán regalías de sólo el 9% —contra el 12% que se cobra habitualmente— dejando la puerta abierta para que Argentina cobre el 3% restante por el uso de las instalaciones costeras, que utilizarían la mayoría de las compañías. Para cobrar este 3%, Argentina deberá modificar su legislación interna que esteblece regalías del 12%. Los impuestos corporativos que paguen las petroleras por la explotación —del 32,5%— quedarán por entero en manos de los kelpers.


 


Un vocero de la cancillería británica declaró que “Gran Bretaña no le reconoce a Argentina derecho a cobrar regalías a las compañías que operan en las islas… pero si las compañías que operan en la Argentina y quieren participar en la licitación quieren pagar impuestos a la Argentina, es su decisión” (9). El principal negociador argentino del acuerdo, Guillermo González, declaró por su parte que “Argentina no reconoce el derecho de Gran Bretaña a organizar la licitación… Sin embargo si compañías argentinas quieren participar en una licitación que no reconocemos, es una decisión de negocios… González dejó en claro que Argentina cerrará los ojos a la participación de compañías en la licitación del gobierno de las Falkland mientras paguen impuestos a la Argentina” (10).


 


La “ambigüedad constructiva” del texto firmado —según las palabras del vicecanciller Petrella— o el “acuerdo de caballeros” —según las de Di Telia— revelan la existencia de un acuerdo de fondo entre el menemismo, los británicos y los kelpers que supone la continuidad de la dominación británica sobre las islas. El 3%, ése es el precio por el cual el menemismo vendió la soberanía.


 


Oposición proimperialista


 


Los argumentos con que los radicales y los frepasistas se oponen al acuerdo están enderezados a la "insuficiencia” de las ventajas financieras obtenidas. Juan Carlos Olima, ex vicecanciller menemista y miembro prominente del Frepaso, por ejemplo, afirma que “en principio, la soberanía queda igual” (11)… pasándole el lampazo al reconocimiento de hecho de la soberanía británica que significa la asociación política y comercial argentina con el ocupante colonial.


 


Raúl Aleonada Sempé, radical alfonsinista, protestó porque “algunos elementos positivos (del acuerdo) como, por ejemplo, el reconocimiento de disputa” (12), “se diluyen” como consecuencia del “desequilibrio” que significa una repartija del 75/25% de las regalías. Con un reparto del 50/ 50%, entonces el radical Aleonada Sempé estaría dispuesto a dar las hurras.


 


Los “opositores” que levantaron las posiciones más proimperialistas, lógicamente, fueron los “progresistas. El radical Storani y el frepasista Caputo criticaron que el acuerdo no establece el reparto de regalías. “¿Qué pasa si una compañía que participa en la ronda británica paga su 9% pero rechaza pagarnos nuestro 3%? ¿Qué oportunidad tenemos de querellarla? (13), se pregunta Storani. Más directo, Caputo criticó que deje librado el reparto de “recursos que pueden tener un valor varias veces superior a nuestra deuda externa” a un simple “acuerdo de caballeros”. Según Caputo, los “derechos nacionales” que no están adecuadamente garantizados son … “nuestro derecho” sobre el 3%. Por eso no tuvo empacho en reconocer que apoyaría el acuerdo si éste fijara por escrito el reparto de las regalías (programa de Grondona).


 


Después de asegurar sus negocios (¡el 3%!) y los de sus “asociados” el menemismo entregó la soberanía argentina. La “oposición” lo critica porque no asegura suficientemente el cobro del 3%. La entrega definitiva de la soberanía nacional es la política oficial de la burguesía argentina, sin distinción de partidos.


 


 


NOTAS:


1. Financia! Times. 4/10/95


2. Financia! Tunes. 22/6/95


3. Clarín. 1/10/95


4. The Independen!. reproducido por Ambito Financiero. 29/9/95


5. Financial Times. 4/10/95 (i. Idem


7. Idem


8. Idem


9. Financial Times, 3/10/95


10. Idem


11. Página 12, 28/9/95


12. Idem


13. Financial Times, 4/10/95

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