Sección preparada por la Comisión Internacional del Comité Nacional del Partido Obrero
En Bolivia circula la especie de que el nuevo gobierno no podría -ni debería- expropiar a los pulpos petroleros y gasíferos que saquean la nación; al contrario, estaría obligado a llegar a un “entendimiento” con ellos. La razón sería que Bolivia no cuenta ni con la tecnología ni con los recursos necesarios para explotar las reservas existentes o descubrir otras nuevas. No sólo Evo Morales sino cualquier gobierno boliviano, en un futuro previsible, estaría obligado a “convivir” con las petroleras imperialistas. Uno de los que más impulsan esta posición es Hugo Chávez.
La especie omite un hecho fundamental: en el mundo no sólo existen las Repsol o las Total; también existen las empresas petroleras estatales. Una empresa estatal boliviana, que se reapropie de las reservas petroleras y gasíferas, podría coaligarse con las petroleras estatales latinoamericanas -como PDVSA o Petrobras- para explotar, en conjunto, los recursos de América Latina. Las estatales de Venezuela y de Brasil bien podrían aportarle a la estatal boliviana la tecnología (y hasta la financiación inicial) para que Bolivia pueda emanciparse del saqueo de las privadas. Pero los que se oponen a esto son precisamente Venezuela y Brasil.
¿Por qué Lula y Chávez, PDVSA y Petrobras se oponen a la expropiación de los pulpos en Bolivia y anticipan que no colaborarán con YPFB en caso de que esos pulpos sean expropiados? Porque si colaboraran con una YPFB que hubiera expropiado a las multinacionales, pondrían en riesgo sus propios negocios con ellas.
Por distintas vías, PDVSA y Petrobras se han convertido en canales de asociación con los grandes intereses petroleros internacionales. Petrobras está privatizada; una parte de su capital pertenece a los fondos de inversión; su política es manejada por la Bolsa. PDVSA, por su parte, ha establecido un contrato de asociación con Repsol para la explotación de la cuenca del Orinoco; este contrato es el modelo al cual el gobierno de Chávez pretende ajustar todas las concesiones a las empresas extranjeras, que ya extraen el 30% de la producción venezolana (una proporción que viene aumentando sistemáticamente).
El proyecto de Petrosur, el cartel de las estatales petroleras de América del Sur que promueve Chávez, plantea una asociación con el capital extranjero. Por eso rechaza a una YPFB que eventualmente expropie a los pulpos, pero le da la bienvenida a la argentina Enarsa, que no es más que una pantalla de la entrega del Mar Argentino a Repsol.
En función de estos intereses, Chávez, Lula y Kirchner intervienen como un factor contrarrevolucionario en la crisis boliviana.