La movilización popular oaxaqueña ha recomenzado. A pesar de la salvaje represión a la rebelión del año pasado -con más de veinte muertos y desaparecidos y cientos de detenidos- el movimiento popular sigue en pie.
A mediados de julio, al celebrarse la Guelaguetza (una fiesta indígena tradicional, convertida en una atracción turística), la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) y el sindicato de maestros resolvieron boicotear los festejos oficiales y realizar, en una fecha distinta, una “Guelaguetza popular”. La movilización fue reprimida con violencia por el gobierno estadual de Ulises Ruiz con el total apoyo del gobierno federal de Felipe Calderón.
En una acción conjunta, las fuerzas policíacas espéciales del gobierno de Ulises Ruiz y el Ejército Mexicano con la Policía Federal Preventiva, detuvieron a 60 simpatizantes de la APPO (entre ellos, 4 mujeres y 6 menores de edad), asesinaron a Emeterio Merino Cruz e hirieron a 40 manifestantes.
Estos enfrentamientos muestran que el movimiento popular no da señales de ceder y va camino a la reorganización. Luego de la represión de fines de 2006, han tenido lugar tomas de edificios públicos, carreteras, plantones (acampes) y distintas acciones que desafían al gobierno estatal.
Crisis política
La represión del 2006 fracasó en imponerle una derrota profunda y prolongada al movimiento popular. Fracasó, también, en estabilizar al gobierno del odiado gobernador Ulises Ruiz.
El gobierno acaba de sufrir una espectacular paliza en las elecciones para la renovación de la Legislatura estatal, celebradas el domingo 5 de agosto. A pesar de la compra de votos, el ‘acarreo’ de votantes y las intimidaciones a la población (en particular en las aldeas más alejadas de la capital), se registró una impresionante abstención, del 79%. Se trata de un récord histórico, que duplica la habitualmente alta abstención en Oaxaca (que promedia el 40%). Sobre 2,4 millones de votantes habilitados, la lista del gobierno obtuvo (con fraude) apenas 235.000 votos.
La abstención electoral es, habitualmente, un síntoma de apatía y aun de atraso político; más todavía cuando ninguna dirección popular llamó a la abstención o al boicot electoral. En este caso, sin embargo, la duplicación de la abstención respecto de la última elección estadual está indicando, además del repudio popular al gobernador, la división de las camarillas que han gobernado el estado por décadas: “El origen de la crisis de Oaxaca se localiza en la ruptura de los acuerdos políticos en las familias del poder. El frágil modelo que surgió en 1977 con la caída del gobernador Manuel Zarate Aquino llegó a su fin cuando las cúpulas del poder priísta se jalonearon la cobija del poder” (El Oaxaqueño, 5/8).
La abstención masiva es también un golpe a la política del gobierno nacional de Felipe Calderón. La represión federal y el respaldo de Calderón a Ruiz no han cerrado la crisis política del estado; luego de las elecciones, la crisis es más profunda que nunca. Como reconoce el editorialista de un diario local, “No hay gobierno, no hay oposición, no existen acuerdos mínimos, no se percibe un plan de gobernabilidad, no le importa a nadie” (El Oaxaqueño, 5/8).
La APPO y la crisis política
La masiva abstención electoral fue, también, un golpe para la dirección política de la APPO. La APPO había llamado al “voto castigo contra el PRI y el PAN” (los partidos de Ulises Ruiz y Felipe Calderón, respectivamente).
Sin declararlo abiertamente, la APPO llamó a votar al PRD, el partido centroizquierdista encabezado por Andrés López Obrador. Esto, a pesar de que ningún candidato del PRD se pronunció por la libertad de los presos políticos o el cese de la represión en el estado.
La posición de voto de la APPO parece haber sido el resultado de un compromiso político entre dos bloques internos. Los partidarios del PRD y los stalinistas dentro de la APPO pretendían que la Asamblea se integrara a la lista del PRD (que ofrecía dos lugares en su lista a los representantes de la APPO). Otro sector rechazó la participación de la APPO en las elecciones e, incluso, que llamara a votar abiertamente por el PRD.
El llamado a boicotear las elecciones -fraudulentas, realizadas bajo un clima de terror, y que se dirimían entre distintos candidatos de los explotadores- hubiera reforzado enormemente a la APPO a los ojos de los explotados, aun a costa de romper políticamente con el PRD. Las elecciones expusieron las limitaciones políticas de la dirección de la APPO.
Los explotados de Oaxaca no siguieron el llamado de la APPO a castigar en las urnas sólo al PRI y al PAN; también “castigaron” al partido de la centroizquierda mexicana.
La represión no ha doblegado al valiente pueblo de Oaxaca. El mandato de las elecciones del 4 de agosto es claro: ¡Que se vaya Ulises Ruiz!