El triunfo de los islamistas moderados mostró a su manera el repudio popular a las presiones militares. Crecimiento de los votos fascistas. Bloque parlamentario kurdo. El viejo proyecto de invadir el norte de Irak.EI panorama de la izquierda. Primera experiencia electoral de Lucha Obrera.
La victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado, semiliberal) en las elecciones generales turcas del 22 de julio, eon el 46,5 por ciento de los votos (34 por ciento en 2002), muestra claramente que la mayoría de la población rechaza sin ambigüedades la injerencia militar en la política del país.
Como se sabe, el 22 de abril, tres meses antes de los comicios, las Fuerzas Armadas produjeron una chirinada amenazante con advertencias sobre el “fundamentalismo” y el "terrorismo”, y sostenían su disposición a intervenir -esto es, a golpear- "si fuera necesario… en defensa del secularismo” (Human Rights Watch, 19/7).
En ese estado de cosas, la avalancha de votos en favor del AKP propinó una derrota resonante a los defensores del golpe.
Detrás del partido del actual primer ministro Recep Tayyip Er-dogan, que ganó 341 de los 550 escaños del parlamento, se ubicaron el socialdemócrata sui generis Partido Popular Republicano (CHP), que obtuvo 112 bancas con el 20,9 por ciento de los sufragios y, en tercer lugar, los fascistas del Partido de Acción Nacionalista (MHP), con el 14 por ciento de los votos y 70 lugares en la Cámara. Además, otra novedad de importancia se produjo en ese panorama político explosivo: la irrupción electoral del prokurdo Partido de la Sociedad Democrática (DTP), que consiguió 23 legisladores y cuyo líder, Ahmet Türk, rechazó terminantemente calificar de "terrorista” al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización guerrillera que opera en el norte de Irak por la autodeterminación nacional.
Aquella proclama militar del 27 de abril forzó la convocatoria a elecciones anticipadas, pero la victoria del AKP devuelve la crisis a su punto de partida. Es más, las poderosas contradicciones que presenta todo el cuadro político burgués anuncia que esa crisis conocerá una nueva erupción.
La especie de que el AKP es un partido “fundamentalista” que intenta aplicar en Turquía la “sharia” (ley islámica) constituye una mentira grosera originada en las oficinas de prensa de Kemal Dervis,"zar económico” del país, ex ministro de Asuntos Económicos, miembro de la Convención Europea, funcionario del Banco Mundial y actual administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Por el contrario, desde su nacionalismo burgués de corte islámico, el AKP ha girado continuamente hacia una política decididamente liberal.
La encrucijada kurda
Siempre presente en la agenda de la política turca desde 1984, cuando el PKK comenzó su guerra de guerrillas, la cuestión kurda ha adquirido nueva magnitud desde el estallido de la guerra imperialista en Irak.
Tanto el líder kurdo en Irak, Massoud Barzani, como el presidente del gobierno títere de ese país, Jalal Talabani, colaboran con los invasores norteamericanos y, así, han colocado a Washington ante una nueva contradicción, ahora entre Turquía, su viejo aliado en la OTAN, y sus nuevos aliados kurdos en Irak, a quienes el ejército turco pretende atacar.
En Ankara, el chauvinismo ha sido deliberadamente impulsado por las Fuerzas Armadas y la burguesía más concentrada, especialmente durante los últimos tres años, y el proyecto de una incursión militar en el norte iraquí ha sobrevolado la política nacional casi todo el tiempo.
El primer ministro Erdogan y el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Yasar Büyükanit, sostuvieron un encuentro a puertas cerradas para discutir las consecuencias de la rebelión militar del 22 de abril. Lo conversado allí ha sido mantenido por los dos hombres en el secreto más estricto pero, es muy posible que hayan tratado de acordar los términos de un modus vivendi sustentado en el siguiente intercambio: los militares no atacan al AKP y el AKP consiente que los militares ataquen a los kurdos iraquíes.
Esa operación militar, por cierto, envenenaría en extremo la atmósfera política y, probablemente, derivaría en la expulsión de los legisladores kurdos del parlamento, quienes serían inmediatamente señalados por colaborar con el PKK.
Por supuesto, en tal caso, será obligación de todo marxista defender a esos diputados si sus derechos políticos resultan conculcados.
La izquierda en ruinas
La izquierda turca ha estado muy lejos de las tareas de la hora.
El sector mayoritario de ella ha repetido como loro la línea de los militares en su hostilidad al AKP y al movimiento kurdo. Tal el caso del stalinista ex Partido Maoísta de los Trabajadores, devenido en Partido Comunista Turco tras la liquidación del PC histórico durante los años de la “perestroika” rusa.
Otro sector ha recaído en la política pueril del abstencionismo electoral, como, por ejemplo, el Partido Popular de la Liberación (THKP-C) -otra organización stalinista populista sin raíces históricas profundas- y algunos otros grupos adheridos al maoísmo.
Una tercera franja, altamente sensible a las amenazas de golpe militar y al crecimiento del fascismo, perdió la oportunidad de emplear el proceso electoral para constituir un frente de respaldo a la lucha de la clase obrera y al movimiento turco. En cambio, ellos prefirieron una caricatura del cretinismo parlamentario.
Durante todo el último año, Lucha Obrera ha señalado los vínculos íntimos entre las amenazas de golpe y el crecimiento fascista. Esa prognosis se encontró con una conspiración de silencio por parte de la izquierda. Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos la ratificó con amplitud.
La declaración militar del 22 de abril llevó a la práctica las amenazas de golpe, y el considerable aumento de los votos a “los lobos grises” mostró que el impulso al chauvinismo era política común de militares y de fascistas.
La mayor parte de la izquierda sólo vio la realidad con la proclama militar del 22 de abril e instantáneamente tomó la consigna de organizar un “tercer frente” entre trabajadores y luchadores kurdos, contra la oposición proimperialista y el islamismo burgués. Esa idea había sido difundida insistentemente por Lucha Obrera. Sin embargo, todo quedó en una pequeña promesa.
Lucha Obrera, tras pelear hasta el final por la organización de un bloque de izquierda real, con una plataforma electoral orientada al desarrollo de la lucha de clases y la satisfacción de las demandas kurdas, decidió presentar su propia candidatura en Estambul, en el corazón de la lucha obrera turca. El mensaje dado por esa candidatura fue muy claro: ¡No hay “tercer frente” sin lucha de clases!
El éxito de nuestra campaña -fue la primera vez que LO interviene en elecciones- está dado por el aprovechamiento a fondo de la oportunidad de tomar contacto con numerosos trabajadores, nuestras visitas a los barrios obreros, a las fábricas, y nuestra presencia permanente en las huelgas. Por supuesto, no obtuvimos un gran número de votos, pero llevamos el mensaje de la independencia de clase al corazón del proletariado turco. En ese sentido, la campaña cumplió sus objetivos.
Toda la realidad nacional muestra la necesidad del partido revolucionario de la clase obrera, que luche por la independencia de la clase de cualquier sector burgués. Sólo cuando los obreros y trabajadores turcos entren en cuanto tales en la escena política del país, la crisis podrá resolverse en un sentido progresivo; es decir, revolucionario.