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Presentación

En el momento en que Marx y Engels tienen que definir, en el “Manifiesto Comunista”, qué es lo que diferencia a los comunistas de los proletarios en general, indican des criterios distintivos: que “destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad” y que “en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.” Éstas ideas han sido sintetizadas en las banderas del internacionalismo y de la lucha por el programa revolucionario; constituyen en realidad dos caras de una misma moneda, en tanto el programa revolucionario del proletariado parte del, y toma forma en él, punto de vista del internacionalismo, es decir de la unidad de la clase obrera y los explotados del mundo contra sus enemigos comunes.

 
Asistimos en la actualidad a un conjunto de explosiones revolucionarias: caída del Sha de Irán, triunfo del sandinismo en Nicaragua, v a una serie de enfrentamientos agudos entre las fuerzas de la revolución y de la contrarrevolución. Al mismo tiempo, nunca ha sido más válida la afirmación central del Programa de Transición de que “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria del proletariado Esto es así no sólo en relación al carácter abiertamente contrarrevolucionario de los aparatos del stalinismo v la socialdemocracia y a la conciliación con el imperialismo de diversas direcciones pequeño burguesas del movimiento de masas, sino fundamentalmente en cuanto a la crisis de la IV Internacional, a la ausencia del partido mundial de la revolución socialista, al trabajo destructor de las diversas corrientes que fraudulentamente levantan el nombre del trotskismo, en particular el Secretariado Unificado y el Comité Paritario.

 
El internacionalismo proletario es un resultado del carácter mundial de la explotación capitalista. El internacionalismo proletario es, de otra parte, la tendencia de todo movimiento de lucha del proletariado, en un cuadro nacional, apenas se manifiesta de un modo independiente. Pero este internacionalismo cobra un carácter genuino, consciente, cuando se transforma en partido, es decir, en partido mundial de la revolución. La unidad mundial de la lucha de clases de los explotados sólo existe realmente cuando está estructurada en una estrategia y organización internacionales. Fuera de esta expresión consciente la unidad mundial de la lucha de clases se expresa unilateralmente, en la unidad política de los explotadores. En ausencia de un partido mundial, la lucha revolucionaria del proletariado se estrangula a sí misma en los marcos locales. Es por esto que en un periodo que se caracteriza por una internacionalización sin precedentes de las fuerzas productivas pueden reaparecer a la cabeza de las masas direcciones políticas que expresan el localismo, por lo tanto, el pasado -como el islamismo, el foquismo, y direcciones pequeño burguesas con base en masas precapitalistas.

 
En ausencia de una dirección revolucionaria las fuerzas internacionales de la reacción consiguen desviar a las masas por medio de esas direcciones que se caracterizan por el antiinternacionalismo visceral. Las formidables explosiones de los explotados que caracterizan a la presente etapa, de un polo al otro del planeta, abarcando a naciones que tienen un grado de desarrollo histórico diferente, nos muestran el dominio de la tendencia particularista sobre la internacional, esto debido a la ausencia del partido mundial. Hablar, en estas condiciones, de la creciente unidad mundial de la lucha de clases es simplemente echar agua al molino de la dispersión. No, la tendencia internacional de la lucha de clases se revierte en su contrario cuando no asume un carácter consciente, “para sí“, es decir, un partido mundial. En este sentido, la situación actual es por supuesto bien inferior a la de 1919 y 1924, cuando la IV° Internacional era efectivamente dirección de los explotados, del proletariado de los países imperialistas y de las masas de los países coloniales y semicoloniales. Lo es también en relación a 1938, cuando los reducidos y aislados núcleos y organizaciones trotskistas conforman la IV Internacional, en base a claras ideas programáticas, sintetizadas en el Programa de Transición.

 
La crisis de la IV Internacional tomó forma de una brutal debacle teórica, que terminó por arrojar por la borda el Programa de Transición para adoptar puntos de vista de clase hostiles a la revolución proletaria. En efecto, si la pérdida de rumbo en materia teórica puede explicarse en términos de las presiones de las clases enemigas sobre los núcleos aislados de trotskistas, aislado sobretodo en el terreno internacional, que emergieron luego de la II° Guerra Mundial, lo decisivo es que acabaron por asimilarse a la gama de direcciones contrarrevolucionarias y conciliadoras del proletariado y las masas, en particular cuando equívocamente re fulgían con el brillo revoluciona-rio. Lo hicieron con el stalinismo, con el nacionalismo pequeño burgués, con el foquismo. Estas corrientes, el pablismo y sus diversas variantes y socios, ya no se caracterizan por tal o cual desviación teórica, sino por su estructuración política en el campo de clase enemigo del proletariado, bajo la forma de la adaptación a esas direcciones.

 
El carácter de nuestra época histórica es el de “guerras y revoluciones”, el de un enfrentamiento mortal entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución, el de las oscilaciones bruscas de la lucha de clases; es un período de declinación histórica irreversible del capitalismo en el cual las masas pugnan por destruir el viejo orden existente que las condena a la barbarie.

 
La progresión de la revolución proletaria no es en ningún caso rectilínea, precisamente porque sus problemas se concentran en la cuestión de su dirección. En 1917, triunfó la revolución proletaria en Rusia gracias a la existencia del partido Bolchevique; en 1919 se funda la III° Internacional como partido mundial de la revolución.

 
La degeneración y destrucción de esta Internacional a manos del stalinismo y la crisis de la IV Internacional marcan nuestra época histórica en este sentido preciso: el proletariado carece de una dirección revolucionaria y los diversos retrocesos que sufre el imperialismo luego de la IP Guerra Mundial no dan lugar a que el proletariado y las masas se eleven a una actividad revolucionaria a escala internacional. Las direcciones circunstanciales de las movilizaciones de las masas utilizan las posiciones conquistadas para tratar de estructurar una política de colaboración con el imperialismo. Claro está que en el caso de los Estados Obreros ello no puede anular su naturaleza social, que choca con las necesidades de reproducción del capital; este choque tiene que refractarse, a pesar de la voluntad de la burocracia, en enfrentamientos circunstanciales con el imperialismo.

 
Es la inexistencia de la dirección revolucionaria lo que ha permitido que el imperialismo y las direcciones contrarrevolucionarias maniobren a fin de contener el movimiento de masas, para ahogarlo y hacerlo retroceder. La huelga general de 1968 en Francia, la lucha antiburocrática de las masas checoeslovacas, el combate heroico y encarnizado de los obreros y campesinos vietnamitas, indicaron, sin duda, una tendencia a la generalización v unificación de la lucha contra el imperialismo y la burocracia, pero este movimiento no podía resolver los problemas que planteaba como cuestiones inmediatas de la lucha de clases precisamente por la crisis de la IV Internacional. Los regímenes burgueses y burocráticos no han alcanzado ningún grado de estabilidad histórica como resultado de este proceso; el proletariado no ha alcanzado sus fines históricos, conoce un transitorio periodo de reflujo (Portugal, España, Francia), pero no ha sufrido ninguna derrota decisiva, aunque algunas muy importantes (Chile, Argentina). Es esta resultante contradictoria la que explica la situación actual.

 
La tarea de los trotskistas, de los revolucionarios, no consiste en hacer la apología de las condiciones existentes para deducir que, pese a todo, la revolución marcha para adelante. Es esto lo que hacen los profetas que anuncian el triunfo para mañana y que descubren la revolución proletaria en cualquier movilización de masas, sin considerar su dirección, sus objetivos, su carácter de clase. La maduración de las condiciones de la revolución proletaria se sintetizan en la construcción de su dirección revolucionaria, nacional e internacional, que se desarrolla en base a la actividad de las masas y que se expresa en tanto su vanguardia se organiza en base a claras ideas programáticas, a la independencia de la burguesía y de las variantes de la pequeña burguesía, para su intervención en el combate cotidiano de los explotados.

 
La TCI se ha estructurado con este propósito. Proclama la necesidad de reconstruir la IV Internacional en base a su programa y se ha dado un método político que corresponde a estos fines. Su función no puede ser la de medrar del pablismo y otras corrientes que falsamente levantan el nombre del trotskismo bajo el pretexto de una discusión con las mismas y de las consiguientes maniobras de unificación. Por el contrario, se trata del combate político más decidido contra estos agrupamientos.

 
La TCI se ha constituido y ha dado pasos efectivos de progresión porque está vertebrada por claras ideas políticas y por una intervención revolucionaria de sus secciones en la lucha de clases. Es así como hemos formulado nuestras posiciones programáticas sobre la revolución nicaragüense, sobre Irán, sobre invasión de las tropas rusas a Afganistán. En esta revista se encuentran los materiales elaborados al respecto por nuestra III Conferencia, así como diversos documentos y posiciones de sus secciones.

 
En tanto la TCI se Propone la reconstrucción de la IV Internacional, sólo puede funcionar ajo los principios del centralismo democrático. Claro está que esto supone tensiones, porque excluye el podrido principio del federalismo y las relaciones diplomáticas, que caracterizan por su propia naturaleza política al SU y al Comité Paritario La TCI se ha dado Estatutos que reglan su funcionamiento y que reproducimos en la revista v ello ha sido posible en tanto eliminó desde el comienzo los rasgos del federalismo. Las posiciones y actividades de cada una de las secciones son sistemáticamente objeto de discusión y resolución por parte de los organismos de la tendencia.

 
Estamos indicando así un eje de desarrollo para todas las organizaciones y militantes que se propongan la reconstrucción de la IV° Internacional, del partido mundial de la revolución socialista. Sin duda que las dificultades son grandes; lo que importa es asegurar este desarrollo a través de un trabajo sistemático. Para los revolucionarios, con su programa y su organización, las alternativas de la lucha de clases constituyen, en definitiva, el pan de cada día.

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