A fines de diciembre pasado se realizó la Conferencia del Comité Paritario, donde éste decidió constituirse en “IV Internacional-Comité Internacional”. La Conferencia aprobó unas “Tesis para la reorganización (reconstrucción) de la IV Internacional”, varias resoluciones políticas y los estatutos, y también eligió una dirección internacional.
Sobre esta base quedaron oficialmente disueltas las tres corrientes que componían el CP: el CORCI, la TLT y la FB. También se resolvió que en cada país las organizaciones pertenecientes a las tres corrientes debían unirse para conformar una única organización.
En la Conferencia sólo se debatieron y votaron aquellos puntos en que previamente las tres corrientes se habían puesto de acuerdo, lo que explica que todo se hubiese aprobado por “unanimidad”. Si este procedimiento es un repudio a lo más elemental del centralismo democrático, lo que raya con el cinismo es que el Comité Internacional sostenga que su formación se debió “precisamente para romper con todos los procedimientos, 'caucus' (referencia al congreso del SU donde los delegados de las tendencias mayoritarias no tenían libertad de voto y estaban subordinados a los acuerdos alcanzados por sus direcciones en los bastidores) y demás, mediante los cuales el revisionismo y sus aliados optan por la utilización de medidas administrativas…” (Prefacio a las "tesis” del CI, pág. 5). Pues exactamente esto fue esta conferencia “abierta” del Comité Paritario.
Este funcionamiento “por acuerdos” sigue rigiendo en la nueva organización internacional. La dirección internacional fue elegida sobre una base tripartita y, de acuerdo a los estatutos, las resoluciones que ésta adopte deben ser aprobadas por los 3/4 de los votos (lo que significa el acuerdo obligado de las tres corrientes, o, dicho de otra manera, que cada fracción tiene derecho a veto).
Aunque sus protagonistas sostienen que se ha dado un paso hacia el centralismo democrático, los estatutos aprobado son lo opuesto, es decir, de un riguroso federalismo burocrático. La dirección sigue actuando “por acuerdos” de tendencia y no existe un control independiente de ella, ya que es la dirección la que elige la "comisión de control”, no existe el derecho de tendencia y/o de fracción y, mientras ningún punto los estatutos regla las divergencias entre las secciones y la dirección, si se establece que ésta puede excluir a aquéllas según ' propio arbitrio.
La Conferencia se autoproclamó "Conferencia Mundial Abierta” de todas las fuerzas que se reclaman del trotskism0 Con esto el CP simuló cumplí V ^ objetivo que, según sus protagonistas, motivó su creación, esto es, abrir una discusión organizada entre todas las corrientes y organizaciones que se reclaman del trotskismo, con la finalidad de reconstruir la IV Internacional.
En verdad, la Conferencia ni siquiera reunió a las organizaciones del ex-Comité Paritario, pues previamente fueron expulsadas tres organizaciones de América Central (OST de Costa Rica, OSI de El Salvador, OSR de Panamá), que constituían lo más importante de una de las fracciones —la TLT. La razón de esta expulsión es que sostuvieron, entre otros planteamientos, que el CP debía convocar una real conferencia abierta, organizar una discusión amplia y democrática, y no desnaturalizarla con una reunión cerrada del CP, como lo impusieron el CORCI y la FB.
Se llegó al extremo de calificar a la Conferencia de “Abierta” por el hecho de que estaba presente un observador del SU (Secretariado Unificado); se llegó a afirmar que ‘‘por la primera vez en 30 años”, ‘‘desde la explosión de la IV Internacional en 1951-53, nunca fue posible reunir todas las corrientes que se reclaman del trotskismo en una misma sala” (Informations Ouvriéres, Nro. 981, 3/1/81). En varias ocasiones la ‘‘conferencia” se despeñó por la pendiente de la demagogia barata, como en este caso. La impostura diplomática suplanta la caracterización política. Esto no impidió al observador del SU tratarlos casi como una banda de delincuentes políticos.
La cháchara alrededor del SU se debe, en realidad, a que el Comité Paritario, y ahora el Comité Internacional, se han constituido con el propósito de llegar a una unidad sin principios con el SU. “El Comité Internacional está dispuesto, en todo momento, a emprender con el SU las modalidades de preparación en común de un congreso mundial con vistas a la reunificación de la IV Internacional para su reconstrucción” (1.0 Nro. 981, 3/1/81).
El Comité Internacional, como se ve, se ha constituido con una metodología contraria a la del bolchevismo, y con una finalidad liquidacionista, pues procurar un acuerdo sin principios con el SU significa destruir el objetivo de reconstruir la IV Internacional, tarea que exige, prioritariamente, una profunda clarificación política.
El Comité Internacional está constituido, en lo básico, por dos organizaciones (la OCI, de Francia y el PST de Argentina) cuyo rasgo común fue el haberse ubicado, en las dos últimas décadas, en polos políticos formalmente opuestos: el sectario, el primero, el oportunista, el segundo. Para l OCI, por ejemplo, los movimientos nacionales de contenido burgués que se desarrollan en los países atrasados, forman un único bloque reaccionario con el imperialismo opresor. Para el PST, por el contrario, los partidos “democratizantes” de la gran burguesía de esos países, que tienden a actuar en concierto con el imperialismo (UDP boliviana, Robelo y Chamorro en Nicaragua, radicalismo y peronismo en Argentina) tienen un carácter progresivo, por lo que deben ser apoyados. Otro ejemplo es la caracterización que desenvolvió cada uno sobre la etapa abierta con la reconstrucción económica de Europa, en el plano mundial; para la OCI se trataba de un período cuyo rasgo dominante era la destrucción absoluta de las fuerzas productivas, la imposibilidad de intentos democráticos formales por parte de la burguesía, sea la imperialista, o la semicolonial, y la definición de todas las clases fuera del proletariado como integrantes de una “masa reaccionaria”; para el PST, asistíamos al período de mayor progreso histórico de la humanidad, de gran perspectiva para los procesos democratizantes y de inmensas posibilidades para transformar a las direcciones pequeño burguesas en la dirección de la revolución socialista.
Esta reseña prueba hasta qué punto esta unificación sin delimitación política previas es una maniobra puramente burocrática, más que eso, una aberración. Lo que dominó las consideraciones del PST y de la OCI fue el hecho de que ninguno de los dos pudo obtener del SU el objetivo de aparato que era – para la OCI – absorber (unificación mediante) a la sección francesa del SU, y –para el PST – su control indisputado sobre las secciones latinoamericanas del SU. Así como la paz entre ciertos países se basa en que no tienen fronteras comunes, la asociación entre el PST y la OCI se debe a que, en sus países, no tienen organizaciones rivales (incidentalmente, esto se comprueba en las enormes dificultades que han tenido para unificar a sus secciones en Perú, Brasil y España).
Como es de imaginar, una unificación aberrante no puede dejar de reflejarse en las “tesis” que adornan esa unificación. El texto está presidido por dos preocupaciones: a) amalgamar las posiciones de los dos grupos – lo que resulta en una yuxtaposición escandalosamente contradictoria; b) hacerle la guerra al SU mediante una diferenciación y acusaciones indiscriminadas, que concluyen dejando al SU con una calidad teórica superior. El resultado de esto es un texto literariamente insoportable, y lo que es por supuesto más importante, ferozmente revisionista de las posiciones trotskistas. Lo que prueba que el oportunismo y el sectarismo son polos opuestos sólo superficialmente, y que en la realidad se engendran mutuamente, porque la línea que los preside es la preservación y el exitismo organizativo y no la inserción profunda en la lucha de clases de las masas explotadas.
En síntesis, estas “tesis” constituyen un documento teóricamente inservible pero políticamente valioso, porque permite ver a qué extremos de descomposición política conduce la ausencia de los principios revolucionarios y su sustitución por la maniobra organizativa.
Una "actualización" del Programa de transición
Los autores de las “tesis” son unos esmerados defensores de la “actualidad” y de la vigencia del Programa de transición. Lamentablemente, no encontraron mejor camino para demostrar esta devoción que enmendándole la plana a los planteos fundamentales del programa.
El planteamiento estratégico del documento parte de afirmar que el Programa de transición no acertó en prever el "más espectacular de los problemas” de la posguerra, a saber, que, como norma general y exclusiva “las direcciones pequeño burguesas, burocráticas y contrarrevolucionarias” se han visto obligadas a romper con la burguesía, expropiarla y tomar el poder. “Dicho de otro modo: en esta posguerra, la variante que Trotsky definió como ‘altamente improbable’ fue la única que se produjo” (Tesis 1, pág. 7, ed. colombiana, en castellano). Para las Tesis, “esto (la ruptura con la burguesía) se convirtió en el hecho dominante en el curso y después de la Segunda Guerra Mundial…” (Tesis XII, pág. 25).
Es cierto que, en la posguerra, ninguna organización de la IV Internacional tomó el poder. Pero no es a esto a lo que se refieren las “tesis”. Lo que éstas sostienen es que, en las condiciones revolucionarias excepcionales de las que habla el Programa de transición, la norma (y no la excepción resultante de una combinación de factores históricos) de conducta de los partidos pequeño-burgueses o pertenecientes a los aparatos stalinistas y reformistas, en la posguerra, fue romper con la burguesía y proceder a su expropiación. Si esto es cierto, estamos en presencia de dos novedades: 1) los partidos trotskistas no tienen viabilidad; 2) reformistas y stalinistas no están en el campo del orden burgués, sino en el de la revolución proletaria, con sus propios métodos.
Pero es evidente que constituye una deformación histórica afirmar que el “hecho dominante” de las últimas 4 décadas fue la ruptura del stalinismo, la socialdemocracia. etc., con la burguesía. En verdad, esas direcciones hicieron lo imposible por salvar al sistema imperialista antes, durante y después de la segunda guerra mundial. Este es el real rasgo central de la posguerra. El stalinismo, no sólo ahogó las revoluciones europeas en la década del 30 (Alemania, Francia, España), preparando la carnicería imperialista de la segunda guerra y poniendo en peligro al Estado obrero soviético, sino que durante la guerra y en la posguerra, ahogó las revoluciones en las metrópolis imperialistas (Francia, Italia, Grecia, etc.). Junto a las direcciones nacionalistas, pusieron un freno a las revoluciones en las colonias y semicolonias. Fue lo que aconteció en Egipto. Argelia, Angola, Bolivia, Indonesia y en innumerables países. En condiciones de una colosal presión revolucionaria, de dislocación del sistema capitalista mundial y de la dominación imperialista estas direcciones jugaron todo su papel contrarrevolucionario.
Forma parte del carácter aberrante de estas tesis el hecho de yuxtaponer al planteo fundamental de que la variante “única” fue la revolución proletaria ejecutada por contrarrevolucionarios, la repetida afirmación, en otros lugares del texto, de que el stalinismo salvó al capitalismo mundial en la crisis revolucionaria de 1943-48. Cómo se reconcilia esto en la mente de los autores es un problema de ellos. Pero en las tesis esta conciliación se opera de una manera simple: allí donde la conclusión es que la línea general del desarrollo político es la ruptura de los partidos contrarrevolucionarios con la burguesía, la caracterización del papel de conjunto de los aparatos mundiales contrarrevolucionarios no es mencionada; allí donde lo que se pretende es explicar la reconstrucción y el “boom” económico de la posguerra, lo que se omite es el papel jugado por las grandes revoluciones del período. Esta incoherencia metodológica tiene su explicación: las conclusiones están preestablecidas, con independencia de un análisis de conjunto. Esto explica el contrasentido de las conclusiones: que los partidos que se apoyan en las masas insurrectas serían contrarrevolucionarios y que las traiciones de la burocracia, y no el temor a la revolución, serían la causa del progreso económico y de las concesiones económicas a las masas en la posguerra. El resultado de este embrollo son las tesis perfectamente revisionistas fundadas en consideraciones aisladas.
Bien. No es, pues, extraño que las “tesis” del CI señalen que la perspectiva es que este tipo de direcciones dirijan los próximos procesos revolucionarios. Lo que esas direcciones no podrían hacer es implantar “la dictadura revolucionaria del proletariado”, esto porque estarían condenadas a implantar estados obreros burocráticos. De este galimatías se desprende que la necesidad de partidos revolucionarios se plantea para la etapa de la revolución política, esto como norma general. En la lucha capitalismo sólo podemos jugar como fuerza supletoria, ya que las masas van hacia las organizaciones tradicionales que construyen Estados burocratizados. Se pretende hacer un aporte, pero se llega a la misma conclusión de Michel Pablo: hay, primero un gran período de Estados burocráticos y el papel de los trotskistas no es dirigir sino impulsar.
Ahora bien, los acontecimientos de la posguerra demostraron que la existencia del partido revolucionario es necesaria para el derrocamiento de la burguesía. En primer lugar, porque debido a la inexistencia de los partidos e Internacional revolucionarios, el capitalismo pudo sobrevivir a las condiciones revolucionarias creadas desde la segunda guerra mundial. Ocultar esto, o sea la traición de stalinistas, socialdemócratas y nacionalistas durante los últimos 40 años, es ocultar la esencia de los problemas políticos del proletariado. Al plantear que el proletariado necesita del partido revolucionario sólo para tomar el poder en los Estados burocráticos, el CI abandona la caracterización de contrarrevolucionarios de las direcciones stalinistas y socialdemócratas pues, cualesquiera sean sus políticas reaccionarias presentes deberán oscilar hacia la ruptura con el capital ante situaciones excepcionalmente revolucionarias.
Pero en segundo lugar (y sobre esto no extenderemos más adelante), la necesidad de partidos revolucionarios fue demostrada por las propias revoluciones victoriosas, como la cubana y la china, pues, en ambos casos, sus direcciones se enfrentaron o se apartaron de las orientaciones de los aparatos contrarrevolucionarios. Para llevar a la victoria a la revolución cubana el movimiento castrista tuvo que romper, en momentos decisivos, von los planteos del PC cubano (y sobrepasar su propio programa). Lo mismo ocurrió con la dirección maoísta, que se apoyó en las masas insurrectas contra el gobierno nacionalista, en lugar de pactar con éste contra aquéllas (como había planteado Stalin). La aproximación empírica exitosa de estas direcciones a la revolución, es la más contundente prueba de la necesidad de la construcción de partidos revolucionarios (no empíricos) conscientes, es decir, basados en el programa de la IV°, para luchar victoriosamente contra el capitalismo.
En un reciente artículo de crítica al CP, Ernest Mandel —diligente del SU— sostiene que la llamada variante improbable del Programa de transición sólo es posible en los países atrasados donde la burguesía es débil, donde se encuentra en un estado de descomposición social avanzado, y donde el proletariado es minoritario y poco concentrado. Esto, según Mandel, explicaría la victoria de las revoluciones yugoslava, china, cubana y vietnamita, con direcciones de origen stalinista o pequeño burgués, pero que no podría repetirse en los países imperialistas o en los países semicoloniales con una burguesía y un proletariado fuertemente estructurados (E. Mandel, “Quatriéme Internacionale” Nro. 2, octubre-diciembre 1980).
Mandel transforma a la variante histórica “altamente improbable” de Trotsky, en una variante altamente probable para los “países débiles” y en una imposible para los “fuertes”. En el primer caso, Mandel coincide con el CI y abre, con ello, ilimitadas esperanzas no sólo en el nacionalismo pequeño burgués, sino también en el stalinismo de los “países débiles”. La' variante “altamente improbable”-deja de ser una mera posibilidad que recubre a las más diversas naciones y se transforma en un número ilimitado de variantes específicas casi seguras. Pero es justamente en los “países débiles” donde la historia de la _ posguerra ha confirmado con mayor frecuencia que el nacionalismo de contenido burgués y el stalinismo son incapaces de. llevar la revolución a su completa victoria ( ¡Bolivia! ¡Argelia! ¡Irán! ¡Zimbabwe! ¡Egipto! ¡Guatemala!). Más todavía, no existe ningún caso de una dirección pequeño burguesa o stalinista que haya derrocado a la burguesía como una reacción circunstancial ante presiones poderosas, pero con el objetivo de mantenerse en el terreno de la propiedad privada, que es el tipo de variante excepcional que examina el Programa de transición -y en la que se tiene en cuenta la propuesta de Lenin a los mencheviques de que tomen el poder, en 1917, así como la posibilidad de gobierno obrero que se dio en Alemania – en 1920- entre las dos fracciones socialdemócratas, el PC de Central Obrera. Lo que ha ocurrido en China y Cuba, por ejemplo, no fue una ruptura circunstancial de sus direcciones con la estrategia y el programa del stalinismo en el primer caso, y con la pequeño burguesía como clase, en el segundo, pues. se empeñaron en un curso de revolución permanente en el plano nacional y hasta cierto punto, en el internacional. Esta evolución supera por completo el problema que le puede plantear a la pequeño burguesía la debilidad de la clase de los explotadores nativos, y que puede- resultar en una serie más o menos extendida de nacionalizaciones, en la amplitud de la reforma agraria, o en la participación obrera en la gestión estatal. La expropiación del capital apoyándose en las masas insurrectas es otra cosa, pues toca a la realización de un aspecto fundamental del programa bolchevique-trotskista y plantea de un modo abierto los problemas de la superación de la crisis de dirección del proletariado. La acusación fundamental que dirigimos, en este terreno, contra los revisionistas de la dirección de la IV°, desde 1948, es haber capitulado vergonzosamente ante el nacionalismo burgués, mediante la política del “apoyo crítico”, y el haberse adaptado ante el maoísmo y el castrismo, renunciando a la lucha por el programa de la IV° que se planteaba en esas revoluciones, justificando todas las inconsecuencias de esas direcciones, incluidos los compromisos de carácter contrarrevolucionario con la burocracia del Kremlin. La IV Internacional debe defender resueltamente a los gobiernos obrero-campesinos estructurados a partir de la ruptura de los partidos tradicionales con la burguesía, frente a la agresión local o imperialista. Pero no puede identificarse o apoyarlos políticamente sin comprometer las perspectivas de la IV° y de la revolución en el país y mundial. Un viraje empírico de partidos de origen extraño al proletariado revolucionario conscientes enormemente progresivo, pero se trata sólo de un viraje, no de la asimilación consciente de la estrategia de la revolución permanente, y este hecho elemental, es un factor que compromete el porvenir de la revolución.
La afirmación de Mandel de que en los países “fuertes" debe excluirse por completo la posibilidad de gobiernos de partidos stalinistas o reformistas circunstancialmente independientes de la burguesía, no se funda en ningún argumento serio. Esta posibilidad no depende de la estructura social del país sino de factores políticos específicos. La variante que contempla el Programa de transición ya había sido señalada en el 3° Congreso de la III° Internacional, y estaba precisamente referida a Europa. Mandel tira por la borda la caracterización de los partidos tradicionales como obrero-burgueses u obrero-contrarrevolucionarios, es decir, partidos que por su programa y dirección son enemigos de la revolución, pero que deben esforzarse por mantenerse en el terreno de las luchas prácticas de la clase obrera. Si se reconoce esta contradicción se deduce la posibilidad, “altamente improbable”, de que se vean forzados a tomar el poder en condiciones de ascenso revolucionario de masas. Esta eventualidad no disminuye, sino que refuerza, la necesidad de partidos trotskistas, para que tal hecho se convierta en un breve episodio en el camino hacia la dictadura del proletariado. Detrás del “revolucionarismo” de Mandel con relación a los partidos tradicionales de los países “fuertes”, se esconde el abandono de la política de trabajar entre las masas obreras que siguen mayoritariamente a esos partidos, lo que el SU sustituyó por la formación de “nuevas vanguardias” con la ultraizquierda -dentro de las cuales los trotskistas no debíamos hacer cuestión de nuestra “etiqueta” (como llamó al programa y banderas de la IV°).
Por una vía extremadamente tortuosa, las tesis del Comité Internacional entroncan con las viejas posiciones de la corriente morenista. Donde ahora se dice que la línea general del desarrollo político conduce a revoluciones dirigidas por partidos contrarrevolucionarios que ponen en pie Estados burocráticos, tiempo atrás se decía: “Cualquier país, cualquier clase brutalmente explotada puede, por el programa y el método de la revolución permanente, plantearse la acumulación primitiva socialista y adquirir el desarrollo económico, cultural y técnico moderno” (N. Moreno, la Revolución Latinoamericana, pág. 76). Como corolario se agregaba que “…así como hemos descubierto que no solamente la clase obrera puede acaudillar la revolución proletaria, lo mismo podemos decir de los movimientos políticos: no sólo los obreros pueden organizar y dirigir las primeras etapas revolucionarias, pueden hacerlo los movimientos y organizaciones democráticas o agrarias” (ídem, pág. 77). La problemática es la misma: la línea general es que la revolución socialista es tarea de otras clases y partidos, lo único que está cambiado es el énfasis moral, ya que anteriormente se hacía la apología y seguidismo de esos sectores en lugar en que hoy se les pone el sanbenito de “contrarrevolucionarios”.
Las “tesis” sostienen claramente que no os necesario el partido revolucionario en la lucha contra la burguesía; “el as-' censo revolucionario es tan grande que la burguesía puede ser expropiada sin partido revolucionario” (Tesis XII, pág. 26) (¿qué es esto sino puro posadismo?). Las condiciones de tipo especial señaladas por el Programa de transición se convierten aquí en norma internacional (“el ascenso revolucionario”). Pero si esas direcciones pueden llegar a expropiar a la burguesía mundial: ¿En qué se apoyarán sus burócratas una vez que haya sido eliminada la presión imperialista? Por esta vía vamos al Estado revolucionario pleno. En el casi millón de espacios de las tesis” se dedica, con todo, un renglón a decir que el CI no cree que los contrarrevolucionarios expropien a toda la burguesía mundial. ¿Pero qué mejor que esta salvedad para demostrar que a eso conduce todo el planteamiento del CI?
Repetimos que, con estas posiciones, el CI retoma enteramente las tesis fundamentales del pablismo. El llamado pablismo, corriente que conquistó la dirección de la IV° a fines de la década del 40 y que sigue hoy a la cabeza del SU, fue el primero en sostener que la expropiación del capitalismo en Europa del Este y la revolución yugoslava planteaban una nueva línea de desarrollo de la revolución mundial. El stalinismo se habría transformado, a pesar suyo, en un factor revolucionario -esa sería su tendencia- porque se orientaba a la formación de Estados Obreros. Entre el capitalismo y el socialismo, se abría un período histórico caracterizado por la fuerza revolucionaria del stalinismo, que daría lugar, sin embargo, dado su carácter burocrático, a Estados obreros deformados. El rol de los trotskistas quedaba así relegado a la etapa pos-derrocamiento del capitalismo para implementar o convertir los Estado:; obreros deformados en revolucionarios.
Exactamente es lo que afirma ahora el Comité Internacional, al sostener que los partidos revolucionarios trotskistas están reservados para la lucha por la “dictadura revolucionaria del proletariado” y que las tareas del derrocamiento del capitalismo serían cumplidas por el stalinismo, socialdemocracia y nacionalismo.
Las revoluciones fabricadas por el stalinismo y el imperialismo
Si la norma no fue la ruptura delas direcciones llamadas tradicionales con la burguesía, lo que sí es redondamente cierto es que en Cuba, Yugoslavia, China y Vietnam direcciones de origen pequeño burgués o stalinista acaudillaron gigantescas revoluciones que expropiaron al capital.
Para las "tesis", en estos casos no estamos en presencia de revoluciones sino de lo contrario, de un arreglo contrarrevolucionario del stalinismo con el imperialismo. “El imperialismo se impuso con la ayuda del stalinismo, re-estabilizar el funcionamiento de la economía capitalista en los países imperialistas el stalinismo se concentró sobre los eslabones más débiles de la cadena capitalista mundial, allí donde la crisis era más aguda allí donde la actividad revolucionaria de las masas era mayor en los países limítrofes del Este y en China, para frenar ó aplastar la movilización independiente y revolucionaria de las masas… Así, a escala mundial, la expropiación del capitalismo en los países del Este de Europa, China y Yugoslavia Corea v Vietnam del Norte aparece como el resultado de una combinación inesperada en el marco de la crisis más importante del sistema imperialista mundial, de una concesión forzada del imperialismo a la burocracia contrarrevolucionaria stalinista para poder restablecer el capitalismo en Japón y en Europa Occidental, con la ayuda de esa misma burocracia…" (Tesis IX pág. 18). En síntesis, la revolución china no aplastó al imperialismo sino a las masas, y su victoria ayudó a restablecer el capitalismo en Japón. Si se aplica el mismo método a Cuba se concluye que fortaleció al imperialismo norteamericano. (Los autores de las “tesis” parecen creer que decir un disparate es hacer gala de dialéctica… salvo que se refieran a la dialéctica del disparate). Las ‘tesis’ olvidan que si es cierto que la burocracia del Kremlin intentó frenar esas revoluciones, fracasó —por eso el triunfo de la revolución china fue una derrota política^ para Moscú. Para el CI, hay que concluir, la derrota del imperialismo yanqui en Vietnam fue una concesión forzada de Washington a Moscú. Aquí tenemos otra característica común al pablismo, quien había reemplazado la categoría de la lucha de clases mundial por la del enfrentamiento entre los campos imperialista y “socialista”. Era esta última la contradicción decisiva -ia lucha de las masas sólo servía como punto adicional de apoyo para la burocracia de Moscú. Todo el esfuerzo de Moscú y Washington por salvar a Chiang, en China, y a Thieu, en Vietnam. es pasado por alto. La burocracia rusa arranca, con la “ayuda” de las masas, una "concesión forzada” al imperialismo yanqui Según la interpretación que las “tesis” hacen de la posguerra, la burocracia de la URSS intercambió China, digamos, por Italia y también por Francia, o quizás por Japón (¿Y a Cuba, se la apropió a cambio de qué?). Aquí tenemos lo que se podría llamar la concepción “manijera” de la historia, donde las revoluciones se intercambian como figuritas. No, la burocracia rusa estuvo contra la revolución china como contra la italiana y la francesa, y la desigualdad de los resultados se debió, entre otros factores, a que la implantación de los agentes del Kremlin en el partido chino no tenía, ni de lejos, la envergadura que la existente a la cabeza del PCI o del PCF.’
Las “tesis” se pierden en delirantes razonamientos y concluyen minimizando el papel del stalinismo en Europa. Qué es eso de que el stalinismo se “concentró” sobre China ("eslabón débil”) y no en Italia? Es exactamente al revés, fue en Italia que logró hacer abortar la revolución y no en China El Plan Marshall, eje de la reconstrucción económica de Europa, no fue una respuesta a la traición burocrática sino, precisamente el temor a la revolución proletaria en el viejo continente (1948). En tanto que un ataque indirecto a los Estados Obreros, llevó a la burocracia a ejecutar la expropiación del capital en los países ocupados militarmente. El CI planea en las nubes, escribe "tesis”, pero no se digna a echarle siquiera una ojeadita a la realidad.
Uno de los ejes centrales de nuestra polémica de años contra la OCI francesa fue señalar que no se sabían ubicar en el abe de la lucha de clases, esto es, ‘‘distinguir la revolución de la contrarrevolución” (Ver "Destrocemos la provocación de Just y Lambert” edic. PO, febrero de 1979, por Rafael Santos).
En esto caen las “tesis” del CI, que ubica a los grandes triunfos revolucionarios como inmensas tragedias del proletariado mundial.
Deliberadamente, las “tesis” equiparan la expropiación del capitalismo en los países de Europa Oriental, que fue ejecutada mediante una virtual anexión militar de esos países por la burocracia del Kremlin, con la de China, Yugoslavia, Cuba y Vietnam, que fueron el resultado de una victoria revolucionaria. En el primer caso se trató de una acción defensiva de la burocracia rusa frente al imperialismo, llevada adelante con métodos burocrático-militares, es decir…violando simultáneamente los derechos políticos de las masas y la autodeterminación de las naciones ocupadas. Fue una medida revolucionaria con métodos contrarrevolucionarios. A escala mundial, europea y de los propios países ocupados, la política del Kremlin fue de desmoralización política de la clase obrera. Luego del “golpe” de 1948 en Checoslovaquia, por ejemplo, el partido comunista italiano sufrió el mayor retroceso electoral desde 1946.
Las victorias de las revoluciones china, cubana o vietnamita, por el contrario, fueron un factor de impulso de la lucha de clases mundial. La expropiación del capital se realizó por la presión imparable de las masas.
Es cierto que existen rasgos comunes entre China, por ejemplo y Europa Oriental. Tampoco en este último caso la burocracia rusa se planteó, originalmente, la expropiación del capital, a la cual fue llevada por toda la crisis revolucionaria heredada de la debacle de los regímenes hitleristas. De otro lado, las medidas de expropiación del capital en China, fueron efectuadas cuando el nuevo Estado ya había conseguido un cierto grado de centralización burocrática y militar. Por lo demás, esto mismo ya había ocurrido en Rusia en 1918, pues las primeras expropiaciones se dieron por parte de un Estado con un relativo grado de deformaciones burocráticas. En un sentido extremadamente general, las revoluciones rusa y china, así como la anexión militar-burocrática de Georgia por el ejército rojo de los bolcheviques y la ocupación de Europa Oriental por el stalinismo, tienen el rasgo común de extender el área geográfica de la revolución mundial. Pero la analogía cesa aquí, pues la lucha revolucionaria se distingue de la acción burocrático-militar, en el hecho de que transforma la conciencia revolucionaria el proletariado mundial, que es el único factor histórico que puede acabar con la explotación capitalista y con la explotación del hombre por el hombre.
Treinta años después de la revolución china, los autores de las tesis no han comprendido que la IV° Internacional se construirá junto a las masas revolucionarias, a partir de la experiencia de estas, mostrando en la práctica la validez del programa trotkista, y no condenando en bloque la insurrección de millones de seres humanos, para preservar su propia verdad sectaria y su propia personalidad de grupejo mesiánico. Una de las mayores contradicciones de la crisis mundial posterior a la segunda guerra es que, salvo dos o tres excepciones, los únicos que se reclaman del gran programa de la IV° son un conjunto de grupejos sin principios ni destino.
Revoluciones proletarias que son burguesas y viceversa
Todos los sectarios que han sido paridos en las filas de la IV Internacional desde la muerte de Trotsky, han buscado justificar la necesidad del partido bolchevique-trotskista, no como el resultado de las propias tendencias del proletariado, de su vanguardia y de la lucha moderna de clases en su conjunto sino por consideraciones subjetivas y especulaciones metafísicas. Esto es la consecuencia aberrante del hecho de que durante más de un cuarto de siglo las organizaciones que se reclaman del trotskismo no hayan “hecho la revolución” en ningún lado y de que tampoco hayan logrado insertarse en el seno del proletariado de ningún país.
El Comité Internacional no se hace al respecto ningún problema. A la pregunta de por qué la notable falta de éxito del trotskismo, el CI responde: no hay en todo esto ninguna anormalidad, contradicción o irregularidad; todavía no se produjo en el mundo la revolución que nos toque dirigir; con posterioridad a 1917 sólo hubieron revoluciones de “febrero", y, como se sabe, los bolcheviques dirigen sólo revoluciones de “octubre”. ¡El que dude de la capacidad de los “trotskistas” comete un enorme error semántico! No hay problema, no hay contradicción, porque ni el uno, ni el otro, existen. En lugar de la resolución práctica de los conflictos terrenales de la revolución, el CI nos propone una nueva interpretación de los hechos.
Ahora bien, ¿qué es la revolución de febrero?
Según los autores de las Tesis, “febrero es una revolución obrera que enfrenta a los explotadores imperialistas, burgueses y terratenientes ligados a la burguesía. Desmantela (sic) el aparato de estado burgués sin todavía destruirlo (sic) o reemplazarlo… la diferencia entre febrero y octubre reside en el factor subjetivo. En resumen, la revolución de febrero es inconscientemente socialista, mientras que la de octubre lo es conscientemente” (Tesis XII, pág. 25).
La burrada que está dicha aquí sirve para medir el intelecto de sus autores. La diferencia entre febrero y octubre no es subjetiva sino objetiva; febrero dio lugar a un régimen burgués operando en condiciones de doble poder, octubre dio lugar a un régimen proletario. Entre uno y otro hay una diferencia de régimen político y no una diferencia de política o de gobierno dentro del mismo régimen. ¡La revolución subjetiva que se opera en el proletariado entre febrero y octubre no quiere decir que estos dos acontecimientos históricos se diferencien subjetivamente! Por otro lado, si febrero se caracteriza —según ellos mismos— por no destruir el estado burgués, ¡cómo pueden caracterizar de febrero a las revoluciones cubana, china, vietnamita, yugoslava, que sí lo destruyeron!!
La característica de febrero es que, a pesar de los métodos de movilización proletarios (surgimiento de los soviets), “ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y organización” (Lenin, Tesis de Abril). El rasgo principal de Octubre, en cambio, es que el proletariado desaloja del poder a la burguesía.
Lenin es claro al respecto. "En el país está madurando claramente una nueva revolución, -dice en septiembre de 1917- una revolución de otras clases (en comparación con las que realizaron la revolución contra el zarismo). Entonces fue una revolución del proletariado, el campesinado y la burguesía, aliada al capital financiero anglo francés, contra el zarismo.
“Ahora está madurando una revolución del proletariado y de la mayoría del campesinado —exactamente de los campesinos pobres— contra la burguesía, contra su aliado (el capital financiero anglo-francés) y contra su máquina gubernamental, encabezada por el bonapartista Kerenski” (subrayado del autor, del Diario de un publicista, Lenin, 22/9/1917). La revolución de febrero es una revolución burguesa, la de octubre es proletaria.
La razón de esta peculiar combinación de clases en la revolución de febrero se debió a que si bien el proletariado estaba profundamente interesado en la liquidación del zarismo, no sólo lo mismo ocurría con la pequeño burguesía agraria sino que la propia burguesía necesitaba desembarazarse de la autocracia. Trotsky señaló que Febrero fue una revolución burguesa que, por haberse producido históricamente tarde por sus contradicciones (sobre todo la dualidad de poderes), debía, dar paso ya sea a la revolución proletaria o a la consolidación contrarrevolucionaria de la burguesía (“Lecciones de Octubre”). La revolución de febrero es, por lo tanto, a la vez, la introducción a la revolución de octubre y su negación.
La idea de que el febrero ruso fue una revolución proletaria contra todas las demás clases, y en especial contra la burguesía, es un puro invento del CI. Si la burguesía y pequeño burguesía se hubiesen alineado con la contrarrevolución en febrero, el proletariado nunca le hubiera podido ceder el poder. Las “tesis” sostienen que “todas las revoluciones actuales son socialistas por el enemigo que enfrentan: la burguesía y su aparato de estado…” (Tesis XII, pág. 26).
Con esto asimilan las revoluciones en los países imperialistas a las de los coloniales. De un plumazo, las tesis de la revolución permanente se esfuman. Ni qué hablar de la relación entre la lucha contra el imperialismo y la revolución proletaria.
El punto de partida del movimiento revolucionario en los países atrasados no es el choque con la burguesía nativa sino la lucha contra el imperialismo y la reacción nativa. La revolución no debuta como un movimiento puro del proletariado contra la burguesía: fracciones de la burguesía coquetean con la revolución y buscan llevar la revolución a sus fines. Fue lo que Lenin y Trotsky señalaron respecto al “febrero” ruso; fue lo que aconteció en enero de 1959 en Cuba; ahora en Nicaragua. La incapacidad de la burguesía o pequeño burguesía obliga al proletariado a ponerse a la cabeza de la revolución y transformarla en socialista. En esto consiste la permanencia de la revolución: se transforma de democrática en socialista o, dicho de otro modo, los objetivos de la democracia plantean la revolución proletaria. El carácter socialista de la revolución se distingue por la clase social, el proletariado, capaz de realizar los fines democráticos de la revolución combinándolos con los socialistas.
Las "tesis” dicen que “retomando a Hegel y a Marx” las revoluciones de febrero son socialistas "en sí”, mientras que la de octubre de 1917 "lo es para sí” (Tesis XII, pág. 25).
Las revoluciones socialistas "en si” no existen. Como clase "en sí” el proletariado no se representa a sí mismo sino que se hace representar por otra clase, efectiva o potencialmente hostil. Pero la revolución socialista significa que el proletariado asume el destino histórico en sus manos. En febrero, el proletariado ruso se sometió a otras clases y por eso no hubo allí ninguna clase de revolución socialista, ni en sí ni para sí, ni consciente, ni inconsciente.
Las “tesis” afirman que revoluciones como las de febrero son una antesala a las de octubre. Falso. Pueden ser también la antesala de la contrarrevolución.
El febrero alemán (noviembre 1918) no introdujo a octubre sino a la contrarrevolución democrática, primero (invierno de 1919), y a la fascista, después (invierno de 1933). (Ídem en Bolivia, cuyo febrero se produjo en marzo de 1952).
La diferencia fundamental entre el febrero ruso y las revoluciones china y cubana es que el primero dio lugar a un régimen burgués, las otras dos a Estados obreros. La analogía de Cuba y China es con el octubre ruso, no con el febrero. Si en China y Cuba triunfó una revolución de febrero, entonces sus regímenes políticos son burgueses.
Si se examina la revolución cubana se puede ver que ésta tuvo también su febrero y su octubre. En enero de 1959, un gobierno de coalición con la burguesía cubana se hace cargo del poder. En octubre la coalición se destruye. El gobierno revolucionario que emerge de esta situación es independiente de la burguesía y está apoyado en las masas armadas. Si el octubre cubano no requirió, como en Rusia, una segunda revolución, ello se debió a que la lucha política en el seno de la dirección pequeño burguesa revolucionaria se resolvió en favor del ala dispuesta a llevar hasta el final la ruptura con la burguesía. Esta posibilidad de que la segunda revolución fuese pacífica fue prevista por Lenin, quien en agosto-setiembre de 1917 exhortó a los mencheviques a romper con la burguesía y tomar el poder.
Las “tesis” afirman que la revolución nicaragüense “abrió objetivamente posibilidades de una nueva Cuba en Centroamérica” (pág. 21).
Ahora bien. Si la revolución nicaragüense fue, según el CI, una revolución de “febrero”, “inconscientemente socialista”, y lo mismo fue la revolución cubana, lo que nos están diciendo aquí es la burrada de que una revolución de “febrero” podría transformarse en una… revolución de "febrero”. Nicaragua puede evolucionar, sí, hacia una nueva Cuba, o sea transformarse en Octubre por medio de la ruptura con la coalición burguesa y la expropiación del capital.
El CI comete el fantástico error de afirmar que el rasgo esencial de la revolución proletaria es la existencia de soviets. Trotsky ya había denunciado este “fetichismo” en relación a la revolución alemana (1923), donde los soviets estaban ausentes y la clase obrera se organizaba en comités de fábrica. En Bolivia (1952) el doble poder obrero estaba representado por los sindicatos y las milicias. El desarrollo de los soviets es un indicador del desarrollo alcanzado por la revolución proletaria en un país respecto a la de otro. Pero lo que define el carácter de la revolución es el régimen que engendra. El Estado obrero de Lenin y Trotsky no dejó de serlo cuando los soviets dejaron de desarrollarse, se paralizaron, y el poder político quedó en manos del aparato del PC, con el auxilio del ejército rojo.
La victoria de la revolución en China, Cuba, Vietnam consistió precisamente en que no concluyeron en sus febreros; de haber sido así hoy estaríamos hablando, no de la revolución china sino de la contrarrevolución china.
Para las “tesis”, revoluciones como la china y la cubana…“son abortos”!! Tiene "algunas características del ser que no nació, como la expropiación de la burguesía…” (págs. 47-48) ¡Esto es extraordinario! ¡Algunos rasgos, la destrucción del capital! Los personajes que engendraron el aborto de estas tesis” parecen no saber que entre un ser humano y un aborto la diferencia está en que uno vive y el otro no. ¡Y las revoluciones china y cubana viven!
Las revoluciones dirigidas por… contrarrevolucionarios
“La acusación capital que la IV Internacional lanza contra las organizaciones tradicionales del proletariado es que no quieren separarse del semi-cadáver político de la burguesía, señala el Programa de transición (capítulo “el gobierno obrero y campesino”).
Si ésta es la acusación capital del trotskismo, cómo caracterizar a las direcciones que han roto con la burguesía, tomaron el poder y, más, consumaron la expropiación del capital.
Para la secta bautizada Comité Internacional nada cambia: si no rompen con la burguesía son contrarrevolucionarios; si expropian a la burguesía también. Existirían de esta manera, dos clases de stalinismo, un stalinismo que se esfuerza por mantener el orden existente a nivel mundial y en cada país, y otro que destruye este orden existente, por lo menos en su propio cuadro nacional.
Aquí se cometen errores de diversos órdenes, que la propia dirección actual de la OCI ya había refutado en el pasado (ver los trabajos de Pierre Broué sobre la revolución cultural china).
Primero. El stalinismo es un accidente histórico único, que consiste en esto: el sometimiento del aparato de la III Internacional y de cada uno de los partidos comunistas a los intereses propios, de casta, nacionalistas, de la burocracia rusa. Desde el momento que algún partido comunista deja de someterse a esos intereses, y contra ellos dirige la revolución en un determinado país, aunque no haya roto formalmente con el Kremlin, deja de ser un partido stalinista en el sentido estricto del término. Sea que se encuentre obligado a defender su propia revolución contra el imperialismo, independientemente de los intereses de la burocracia rusa; sea que se logre constituir en burocracia nacional con intereses propios; tales partidos comunistas dejan de tener la característica básica de los partidos comunistas, a saber, su sometimiento incondicional a ¡a burocracia rusa. La aparición de un fenómeno de este tipo plantea, formalmente, el comienzo de la disgregación del aparato stalinista internacional.
Segundo. La burocratización de un nuevo Estado obrero no significa que se stalinice, esto porque carece de aquella característica fundamental del stalinismo, que es el sometimiento de todo un sector del proletariado mundial, aquél identificado con la Revolución de Octubre de 1917, a la casta social usurpadora rusa. Una política de coexistencia pacífica de esta nueva burocracia estaría mutilada desde el comienzo, ya que carecería de instrumentos en cada país, y en especial en los países desarrollados, para imponer una política de conciliación de clases.
Un partido de origen stalinista o pequeño burgués en el poder puede ir muy lejos en sus acuerdos con la burocracia rusa, pero esto no significa identidad de intereses, sino compromisos temporales —más o menos prolongados. De lo contrario habría que considerar que la burocracia rusa no es una casta chauvinista sino “internacionalista”.
Como se puede apreciar, las consecuencias de una correcta caracterización son muy amplias para la política mundial. En la superficie, la victoria de una revolución dirigida por un partido de origen stalinista puede prestigiar al aparato, stalinista internacional. Pero en la medida que es un factor de destrucción de la coexistencia pactada por el Kremlin y el imperialismo, y en la medida que refuerza el espíritu revolucionario de las masas, incluso de las que siguen a los stalinistas, se coloca en la línea del hundimiento del aparato contrarrevolucionario a las órdenes de Moscú.
Un partido de origen stalinista o pequeño burgués que toma el poder y expropia a la burguesía no es un partido proletario revolucionario, aunque haya actuado revolucionariamente. Por su programa y tradición continúa poniendo una muralla entre la revolución en un país y la revolución mundial; por su burocratismo tiende a bloquear la gestión obrera y el gobierno obrero por la centralización burocrático-militar. Lo que resulta de aquí es un partido centrista de origen stalinista que oscila entre las presiones de la revolución, de un lado, y del imperialismo y el Kremlin del otro. Que concluya con compromisos más o menos estables con éstos, o con uno de los dos, dependerá de la evolución de la lucha de clases en el plano nacional y mundial.
El CI cree, suponemos, que está defendiendo la “ortodoxia" trotskista al meter en la misma bolsa a los PCs verdugos de la revolución en sus países (Italia, Francia, etc.) y a aquéllos que la llevaron a la victoria. La etiqueta de stalinistas seguirá en pie. Pero lo que hacen en realidad es sostener que un partido fiel a la estrategia stalinista puede llevar a la victoria de la revolución. Y esto es una concesión histórica a los enemigos del proletariado mundial y una completa revisión del programa trotskista.
Un partido de origen stalinista o pequeño burgués que se pone a la cabeza de las masas insurrectas, tampoco podría ser caracterizado de contrarrevolucionario “nacional”. En eso podrá transformarse en el futuro, si el reflujo de las masas en el país y el aislamiento de la revolución se mantienen por tiempo prolongado. Calificar de contrarrevolucionaria a una corriente que rompe con el imperialismo y, empíricamente, con la estrategia del stalinismo, y que se apoya en las masas revolucionadas, es quitarle a las palabras todo sentido.
El CI quiere conservar la vigencia del trotskismo y de la IV, no recurriendo a las lecciones de la historia, que demuestran que la victoria de la revolución sólo es posible rompiendo con la burguesía y la conciliación de clases (y que esta victoria es tanto más amplia y segura si el partido que la dirige ha elaborado conscientemente este programa y esta estrategia) sino negando esas lecciones, y macaneando sobre la experiencia revolucionaria de millones de hombres. ¿Qué se puede construir sobre estas bases? La tarea de la IV Internacional no es defender el programa como el evangelio, sino como una vía segura hacia las grandes masas, el proletariado en primer lugar. Que el evangelismo engendra, muchas veces, o encubre la corrupción y el oportunismo está probado por toda la historia de la Iglesia, así como por la del PST o la OCI.
En un esfuerzo supremo de “generalización” el CI afirma que “todas las direcciones burocráticas o pequeño burguesas, izquierdistas, nacionalistas, socialdemócratas y stalinistas, sirven históricamente -de manera directa o indirecta- a la contrarrevolución imperialista”. “Las direcciones pequeño burguesas, incluso las stalinistas, son irrecuperables para la revolución” (Tesis II, pág. 8 y 9).
Castro, expropiando a la burguesía, Perón, organizando las triple A, Noske ahogando en sangre la revolución alemana, Mao y Chiang Kai Shek, el FSLN serian todos agencias de la contrarrevolución. Esta locura no es nueva. Por ejemplo, la OCI francesa compartió en la década del 60 un Comité Internacional con Healy, para quien Fidel Castro era un Chiang Kai Shek; Moreno, entonces metido en el peronismo, caracterizó a la revolución cubana de otra “libertadora” (golpe contrarrevolucionario de 1955 contra Perón), y a Castro de otro Aramburu.
De todo esto se desprende que, para el CI, la única clase revolucionaria es el proletariado y, el único partido revolucionario aquél que se reivindique como trotskista. Lamentablemente para el CI, esto no es así. El proletariado es la única clase consecuentemente revolucionaria, o revolucionaria hasta el fin. El partido bolchevique-trotskista debe ser la expresión concierne y dirigente de este proletariado. Pero la pequeño burguesía también puede ser revolucionaria cuando se levanta contra la opresión nacional y se apoya en los desposeídos del campo. No es consecuentemente revolucionaria o hasta el fin; es democrática nacionalista revolucionaria. De los distintos movimientos propios de la pequeño burguesía, incluido el fascismo, se destaca también el jacobino o revolucionario. Lenin decía en el 2o Congreso de la III Internacional que “nosotros, como comunistas, sólo debemos apoyar y sólo apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en las colonias en el caso de que estos movimientos sean verdaderamente revolucionarias, se cuidó insistir en lo siguiente:
"No se puede pues limitarse a reconocer o a proclamar el acercamiento de los trabajadores de todos los países. Es necesario además perseguir la realización de la unión la más estrecha de todos los movimientos emancipadores nacionales y coloniales con la Rusia de los Soviets, dándole a esta unión formas correspondientes al grado de evolución del movimiento proletario entre el proletariado de cada país, o del movimiento emancipador democrático-burgués entre los obreros y los campesinos de los países atrasados o de las nacionalidades oprimidas (ídem, Tesis 6, II Congreso de la IC).
Esto es el ABC. Pero ¿Podemos pedirle al CI que distinga los colores del arcoíris cuando ni logra hacerlo con el blanco y el negro con la revolución y la contrarrevolución?
El "26 de julio” de Castro y Guevara fue un típico movimiento revolucionario de emancipación nacional. Contrarrevolucionario era Batista. Moreno, en su momento, apoyó a este último, pues decía que era anti yanqui debido a que, supuestamente, había pedido un mayor precio por el azúcar que vendía en los EEUU. Luego apoyó lo peor del castrismo, el foquismo y los brazos armados de la OLAS. (Estos últimos, según nuestro "ortodoxo” superaban la necesidad de construir partidos obreros revolucionarios). La OCI no sólo apoyó, en Argelia, a la fracción nacionalista que capituló ante De Gaulle, sino que excluyó del partido a los dirigentes que se opusieron a ello. De todo esto, las "tesis", ni sombra de autocrítica. En lugar de estudiar de su propia experiencia, el CI pretende enseñar lo que no ha digerido ni asimilado.
Para el CI, “el carácter obrero de estos estados (China, Cuba, etc.) debe ser puesto enteramente en la cuenta de la actividad revolucionaria de las masas…” (Tesis IX, pág. I8) o, que surgieron debido "al colosal ascenso de la posguerra en los eslabones más débiles de la cadena capitalista mundial" (ídem). Detrás de esta tautología se esconde un formidable "blanqueo'’ del stalinismo mundial. Si todo se explica por el "colosal ascenso” en "los eslabones más débiles”, se infiere que en los principales países europeos las revoluciones no triunfaron, no por el rol traidor de la socialdemocracia y el stalinismo, sino porque el ascenso no fue lo suficientemente "colosal” o por la insuficiencia de la movilización de las masas. El ascenso de las masas no habría sido lo suficientemente fuerte en estos países para llevar a las direcciones tradicionales a romper, como habría" acontecido en los eslabones débiles. La responsabilidad del stalinismo queda salvada. No fue en el ascenso pasado (débil), lo será en el futuro (más fuerte).
¿Qué es esto sino la dialéctica del sectarismo y la capitulación, engendrándose el uno al otro?
El CI defiende la teoría de la “masa reaccionaria única"
Todas estas posiciones se emparentan con las de Lasalle, quien consideraba a todas las clases -frente al proletariado- como “una masa reaccionaria”. Para el CI todas las direcciones pequeño burguesas, centristas, burocráticas, nacionalistas, son agencias del imperialismo. También “la burguesía nacional, en los países semicoloniales sigue siendo fundamentalmente un agente del imperialismo en las fronteras nacionales, aun cuando en un momento dado pueda tener fricciones profundas…” (tesis XVI, pág. 33). Las “tesis”, además, ponen al foquismo y a la guerra de guerrillas en un mismo saco y dicen que “tanto las direcciones guerrilleristas oportunistas como la pretendida 'vanguardia' guerrillera que lucha contra ella son contrarrevolucionarias, independientemente de las intenciones de los que la componen” (pág. 38) (esto después de decir la insensatez de que la movilización guerrillera es una “guerra civil proletaria” a pesar de su naturaleza agraria).
Marx criticó a Lasalle por poner un signo igual entre la burguesía liberal y la nobleza, incluso considerando los profundos lazos que entonces unían a ésta con la burguesía. A Marx no se le escapaba que ese signo igual equivalía a una neutralidad ante la nobleza, en los casos de choques entre ésta y la burguesía. Dice Marx: “la burguesía es aquí (en el Manifiesto Comunista) considerada como una clase revolucionaria —en tanto es el agente de la gran industria— frente a los feudales y las clases medias resueltas a mantener todas las posiciones que son el producto de modos de producción perimidos. Feudales y clases medias no forman entonces con la burguesía una misma masa reaccionaria. De otro lado, el proletariado es revolucionario frente a la burguesía…” (y) el Manifiesto agrega que “las clases medias… son revolucionarias… en consideración a su pasaje inminente al proletariado”. Desde este punto de vista, es aún más absurdo hacer de las clases medias, junto con la buguesía, y, para colmo con los feudales “una misma masa reaccionaria frente a la clase obrera” (Crítica del programa de Gotha).
Criticando la misma concepción lasalleana, señala Engels. ‘‘En efecto, al contrario, la revolución comienza por esto, que la gran mayoría de la nación e incluso los partidos oficiales se unen contra el gobierno que permanece así aislado y lo derrumban, y es solamente así que se hace posible fortalecer nuestro poder. Si quisiéramos comenzar la revolución por el fin, esto no nos traerá suerte” (Carta a Bevel, Liebknecht, 28/ 10/1882). Poner a la burguesía y a la pequeño burguesía en el campo de la reacción imperialista, es hacer el juego de ésta.
No es cierto que la burguesía nacional de los países atrasados sea una agencia del imperialismo; esto es válido para una fracción de aquélla, que oficia de agencia directa.
"La llamada burguesía ‘nacional’ tolera todo tipo de degradación nacional -dice Trotsky- mientras pueda mantener su existencia privilegiada. Pero cuando el capital foráneo se propone asumir la plena dominación de toda la riqueza del país, la burguesía colonial se ve obligada a recordar sus obligaciones ‘nacionales’ ” (On China, Revolución y Guerra en China, enero 1938, Pathfinder Press, pág. 584). Precisamente por la presión y dominio imperialistas, la burguesía nacional “no alcanza más que parcialmente el nivel de clase dominante”, para concluir que “la burguesía de los países coloniales y semicoloniales representa una clase semi-dirigente, semi-oprimida” (León Trotsky, en ¿Un estado no obrero y no burgués?, En defensa del marxismo, EDI, pág. 99).
(Digamos de paso que las “tesis”, en otro lugar, y pretendiendo parafrasear a Trotsky dicen que la burguesía nacional es “semi-explotadora” (Tesis XXIII, pág. 45). Falso; la burguesía nacional es enteramente explotadora del proletariado y las masas de sus países; otra cosa es que su dominio sobre el Estado, la economía, está bajo la dependencia del imperialismo mundial, y esté, en parte, oprimida por éste).
Las “tesis” del CI niegan la lucha de clases entre la burguesía nacional y el imperialismo, entre la pequeña burguesía y la burguesía, en.re una nación oprimida y una nación opresora, entre los campesinos y los terratenientes, etc., y la enorme importancia que tiene para el proletariado ocupar el lugar justo y tener una táctica justa en estos enfrentamientos.
Si todas las clases, menos el proletariado, fuesen reaccionarias y formasen un sólido bloque con el imperialismo, la revolución en los países atrasados sería imposible. Otra cosa es señalar que sólo el proletariado puede llevar la revolución hasta el fin, que para esto debe organizarse en forma independiente, que debe disputarle a la burguesía la dirección de las masas de la nación oprimida, pero para esto hay que separarse de las tesis del CI que aíslan al proletariado y lo colocan en una posición reaccionaria, de oposición a las reivindicaciones y al movimiento práctico de las otras clases oprimidas (campesinado, pequeño burguesía), y de las naciones oprimidas.
Estados burocráticos: ¿Una ley general de transición del capitalismo al socialismo?
Las “tesis” plantean lo que consideran la ley fundamental de toda revolución: “la revolución en su primera etapa ve a las masas, a la vez, emprender una lucha de clases que plantea directamente los problemas políticos a nivel del Estado, y al mismo tiempo, víctima de sus ilusiones, dejar sus aspiraciones en manos de las direcciones tradicionales traidoras” (Tesis XI, pág. 24). Elaboran así la teoría de los Estados burocráticos “desde su nacimiento” (prefacio, pág. 5).
Además de no saber distinguir la revolución de la contrarrevolución, identifican la revolución con otra de sus negaciones, la burocratización.
Lo que caracteriza a toda revolución es que las masas toman en sus manos el destino de la sociedad y la transforman revolucionariamente. Para esta gigantesca tarea, subvierten las instituciones políticas existentes, incluso las propias, crean nuevas organizaciones (los soviets, las milicias armadas, los ejércitos revolucionarios) aptas para emprender el derrocamiento de la burguesía. Si algo quiere decir que “las leyes de la historia son más poderosas que los aparatos burocráticos” (Programa de transición), es esto.
De acuerdo a lo que sostiene el CI, la burocracia no es un accidente histórico, el resultado de una combinación especial de circunstancias (aislamiento de la revolución, atraso del país, derrotas del proletariado mundial) sino la forma histórica de la transición del capitalismo al socialismo, determinada por el carácter de las direcciones (aparatos) que dirigen la revolución.
La burocratización de los Estados Obreros es un paso en la negación de la revolución, y no su resultado auténtico. Trotsky señaló que “en la degeneración burocrática del Estado soviético no son las leyes generales de la sociedad contemporánea, del capitalismo al socialismo, que encuentran su expresión sino una ruptura particular, excepcional y temporaria de esas leyes en las condiciones definidas por el atraso de un ¡jais revolucionario y por el cerco capitalista” (En defensa del marxismo, La URSS en la guerra, pág. 108, EDI). Un Estado burocrático desde el inicio sólo puede entenderse como consecuencia, no de una revolución, sino de la anexión político-militar de ese estado por otro ya burocratizado.
Fue el revisionismo (Pablo) el primero que lanzó esta teoría de los Estados burocráticos desde el inicio, previendo siglos de sucesivos Estados burocráticos. Es obvio que una revolución químicamente pura no hubo ni habrá, y es también evidente que la revolución no es un acto sino un proceso ascendente de sucesivas negaciones sociales, culturales, políticas, humanas nacionales e internacionales. El elemento burocrático va adherido al revolucionario hasta su completa extirpación en un proceso permanente. Pero la burocratización del Estado, es decir, la reversión de la revolución por el elemento burocrático no puede establecerse con la victoria de la revolución, sino que será el resultado de la combinación de factores adversos circunstanciales, y es esto lo que también ocurrió en China, Cuba o Yugoeslavia, al no producirse la revolución en los países avanzados, ni extenderse decisivamente en las principales naciones geográficamente contiguas.
En las revoluciones victoriosas de la segunda posguerra un rasgo fundamental fue la excepcional participación de las masas campesinas y la enorme importancia que jugó la cuestión nacional. Por razones diversas, el proletariado, como fuerza social, jugó un papel relativamente opaco. Si estas características se mantienen por un tiempo prolongado es claro que la elevación de una casta burocrática a una posición dominante es inevitable. Las revoluciones puramente campesinas (revueltas) concluyeron, siempre, en el pasado, con la suplantación de una dinastía por otra, es decir, sólo alteraron el origen de la casta dominante. Una revolución protagonizada, fundamentalmente, por las masas agrarias se va a reflejar en intentos por bloquear la hegemonía del proletariado, y esto tanto más cuanto que a su cabeza se encuentre un partido de origen pequeño burgués o stalinista de base campesina. Pero si esa revolución arriba a efectuar una real revolución social en el campo y lucha por la conquista del poder estatal, iniciará un proceso de revolución permanente y deberá movilizar al proletariado. Esto plantea la posibilidad de que el proletariado asuma como clase, directamente, la dirección de la revolución. Un Estado obrero surgido en estas condiciones sólo puede degenerarse burocráticamente en condiciones de aislamiento de la revolución social. En procesos revolucionarios de estas características, el partido trotskista debe apoyarse en las tendencias de la revolución a transformarse en permanente para conquistar la dirección para el proletariado revolucionario.
Al considerar la burocratización de las revoluciones de posguerra el CI cae en el más burdo “Socialismo en un solo país” y en la exageración de las peculiaridades nacionales. En ningún momento aplica el gran análisis de Trotsky, que vio en la derrota de la revolución en el exterior el factor más importante en la degeneración del Estado soviético. La regla de oro del método marxista es considerar cada fenómeno, no aisladamente, sino de conjunto, no fijo, sino en movimiento. La regla de oro del método marxista es considerar que las perspectivas del proletariado y de la revolución proletaria en un país dependen de las tendencias del proletariado mundial. Las “tesis” se convierten en un monumento de estrechez nacionalista.
El imperialismo logró contener la revolución en Asia, en América Latina y, fundamentalmente, en Europa occidental.
La realización plena del programa comunista quedó, entonces, bloqueada en los países donde la revolución fue triunfante. El atraso de estos países agravó las tendencias hacia la diferenciación social. La presión del imperialismo y el stalinismo provocaron la tendencia hacia la centralización burocrática del Estado en países en que el escaso desenvolvimiento de las fuerzas productivas bloqueaba una centralización democrática. El origen stalinista y pequeño burgués de sus direcciones acentuó esta tendencia, ya que las tradiciones y los métodos burocráticos salieron más fácilmente a la superficie cuanto que las condiciones eran hostiles. En estos países se ha cristalizado una burocracia con intereses nacionales propios. Pero aun así, ni China, m Cuba, por ejemplo, se asimilan a la degeneración del Estado ruso. La burocracia rusa es la cristalización de un período ente-ro de derrotas fundamentales del proletariado mundial; la burocracia en Cuba y China han debido coexistir con un período de derrotas tácticas de la clase obrera internacional, dentro de un período cuya línea general ha sido ascendente. Las relaciones entre las masas y los partidos en el poder no son las mismas dentro de estos países; no sólo entre Cuba y China, respecto a la URSS, sino tampoco entre los dos primeros. En el artículo de Broué, antes citado, se ponía entre paréntesis la inevitabilidad de la revolución política en China. Mientras que las reivindicaciones del Programa de transición son enteramente válidas para todos los Estados burocráticos, la capacidad de las burocracias de los países como Cuba y China para enfrentar la presión de un movimiento independiente de masas, no se equipara a la de la URSS y sus satélites.
La burocracia ¿una clase? La URSS ¿un estado capitalista?
Diversos antecedentes probaban que las convicciones del CI, respecto a que la URSS fuera un Estado obrero, estaban flaqueando. La OCI demoró veinte años para reconocer, y a regañadientes, que Cuba era un Estado obrero, y con razones que, bien comprendidas, no conducían a esa conclusión. En 1980, el Comité Paritario, antecesor del CI, tomó partido contra la defensa incondicional de la URSS, en la guerra entre ésta y las guerrillas feudales en Afganistán. Las “tesis” siguen reconociendo a la URSS como Estado obrero, pero sus planteamientos demuestran que están al borde de cambiar de camiseta.
La primera revisión de las tesis es afirmar que, como “la economía mundial, en su totalidad, continúa bajo el dominio imperialista y, en consecuencia, también lo está la de los estados obreros burocráticos” (“tesis” I, pág. 8).
La cita demuestra que el CI logró evolucionar del pensamiento confuso de los salvajes al razonamiento lógico de las primeras civilizaciones. Con el tiempo, quizás, alcancen el estado dialéctico.
La economía mundial está bajo dominio imperialista. La URSS está dentro de la economía mundial. Ergo: la URSS está bajo el dominio del imperialismo. Esto significa que ya no es un Estado obrero. Pero, claro, la URSS no está bajo el dominio del imperialismo.
Que la economía mundial está bajo el dominio del imperialismo es una tautología, pues bajo el socialismo no habrá economía mundial. Que la URSS está dentro de la economía mundial es incompleto pues se estructuró en oposición a ella.
Lo que hay que decir es que seguimos en la época de la economía mundial capitalista. Que la URSS es el resultado de una revolución victoriosa contra el capitalismo. Corolario: la URSS está, a la vez, en contradicción con la economía mundial capitalista y bajo la presión de ésta.
La URSS quedaría bajo el dominio del imperialismo si es derribado el monopolio del comercio exterior. Las embestidas contra éste son cada vez mayores y las grietas se están haciendo ver. Pero todavía hay mucha lucha por delante. La lucha del proletariado polaco es, precisamente una reacción, entre otras cosas a las tendencias de la burocracia a capitular ante la presión de los acreedores internacionales.
La dominación imperialista de los Estados obreros quiere decir que estos han dejado de ser tales y que está planteada una revisión de la caracterización trotskista de ellos.
El CI no se queda solamente en esto, sin embargo.
Según las tesis es revisionismo puro sostener que la burocracia de los estados obreros “sería socialmente parte constituyente de la clase obrera y sólo políticamente podría caracterizarse como burguesa” (Tesis XVI pág. 32). Reafirmando esto, dicen que a diferencia de la aristocracia obrera, “ninguna burocracia, por naturaleza, es parte estructural de la clase obrera” (ídem, pág. 33).
(Preguntamos a Monsieur Just, no era que la burocracia de los sindicatos europeos era obrera cualitativamente distinta, de los sindicatos dirigidos por burócratas nacionalistas, que serían burgueses.) (ver polémica OCI-PO 1978/79).
La burocracia, entonces, no sería socialmente parte constituyente de la clase obrera, sino de la burguesía. Más: "no hay que confundir la naturaleza social burguesa de la burocracia con su localización en el seno de las instituciones obreras” (ídem, pág. 33). Aquí habría que añadir que lo mismo valdría para las burocracias de los Estados burocráticos desde el inicio. Ergo, la revolución en estos países fue dirigida por la burguesía. Pero esta (sabemos por otro lado) es agente del imperialismo. Resultado: la revolución china, por ejemplo, sería una victoria de una fracción yanqui contra la otra. Y la mejor prueba de esto sería que el actual gobierno chino está aliado a Reagan.
¡Qué completo que es un “pensamiento" sectario!
Ahora bien, es un hecho que la burocracia rusa se formó como resultado de una diferenciación del proletariado soviético, de los activistas del partido bolchevique, y no por la recuperación del poder por los funcionarios del zar.
De dónde ha sacado el CI que la burocracia, por naturaleza, no puede ser obrera, sólo dios lo sabe. En ninguna sociedad la burocracia es una clase, no ocupa un lugar en la producción social, sino que se caracteriza por su función de intermediaria en la distribución de la riqueza social y de reguladora de la producción social. Carente de propiedad, considera al Estado como su propiedad privada y busca explotarlo consecuentemente. Pero en la sociedad capitalista esta burocracia debe servir a la burguesía, la que, a su vez, tiene los medios para imponerle el cumplimiento de esta obligación. En el Estado obrero burocratizado, la burocracia debe defender, frente al capital, las conquistas sociales del proletariado, que es la base de sus privilegios. Si lo que define a la burocracia es su función de intermediaria (y reguladora) y no su lugar en la producción, lo que importa, desde un punto de vista de clase, es saber al servicio de qué régimen está actuando. La “localización” no es una cuestión espacial abstracta.
En “La Revolución Traicionada”, Trotsky destaca el parecido de la burocracia rusa con las burocracias de los Estados burgueses, y en especial con la fascista. Pero explica: “La burocracia soviética ha expropiado políticamente al proletariado para defender por sus propios métodos las conquistas sociales el proletariado. Pero el hecho de que se haya apropiado del poder en un país donde los medios de producción más importantes pertenecen al Estado, crea entre ella y las riquezas de la nación relaciones enteramente nuevas. Si estas relaciones, a-un totalmente recientes, se estabilizaran, se legalizaran, se transformaran en normales sin resistencia o contra la resistencia de los trabajadores, ellas concluirían en la liquidación completa de las conquistas de la revolución proletaria. Pero esta hipótesis es todavía prematura. La burocracia ha creado una base social propia correspondiente a su dominación. Está obligada a defender la propiedad del estado, fuente de su poder y de sus ingresos. Por este aspecto de su actividad, ella continúa siendo el instrumento de la dictadura del proletariado” (“Editions Minuit, pág. 166). Si, para el CI, la burocracia rusa es “parte estructural” de la burguesía, lo que para Trotsky (y todavía hoy) era una hipótesis prematura sería un hecho consumado: la burocracia habría creado la base social propia de su dominación, por lo tanto, es una clase explotadora y la URSS ha dejado de ser un Estado Obrero.
Aquí, como en los otros casos, el CI no puede aceptar un planteamiento dialéctico. Para el CI una de dos: o la burocracia es burguesa o no es burocracia. Afirmar que una burocracia de origen obrero que se ha elevado por encima de esta clase, que se apoya en las conquistas de una revolución proletaria para nutrirse parasitariamente, al mismo tiempo que es una correa de transmisión de las presiones del imperialismo mundial; decir esto es, para el CI, sostener que la burocracia se podría reformar haciendo valer su lado obrero (bueno) contra su lado burgués malo). Pero este peligro sólo le puede ocurrir al CI, para quien la dialéctica vendría a ser el contraste entre el lado bueno y el malo de las categorías históricas para superarse por medio del triunfo del lado bueno.
(¿No decía Moreno, precisamente que el peronismo tenía de bueno el haber unido a la clase obrera, y de malo el haberle sometido a una dirección burguesa, y por eso defendía a Perón como “prenda de unidad”?).
La burocracia de estos Estados obreros tiene un carácter social contradictorio, que es el reflejo y el resultado del carácter contradictorio de las sociedades en las que el capitalismo ha sido expropiado. Estos no son ni capitalistas ni socialistas. La burguesía fue expropiada, pero las tendencias a la acumulación primitiva del capital siguen presentes en todos los poros de la sociedad. La economía está estatizada pero el reparto de la riqueza creada acentúa la desigualdad social. La burocracia se alimenta de estas tendencias antisocialistas pero en el cuadro de la estatización. El desarrollo de la desigualdad social y de los privilegios de la burocracia debe llevar, a término, al capitalismo; la burocracia para defender estos privilegios frente a los intentos de restauración capitalista del imperialismo, debe defender las conquistas sociales de la revolución. El proletariado sólo puede asegurar el tránsito al socialismo derrocando a la burocracia.
También los PCs. tienen un carácter contradictorio, de orden diferente al de la burocracia stalinista. Estos están sometidos a la burocracia pero integrada en la política burguesa de sus países. “Tampoco usted puede concebir a la Comintern como un mero instrumento de la política exterior de Stalin…
El Partido Comunista Francés no es sólo una agencia de Moscú, sino que constituye una organización nacional con miembros en el Parlamento, etc.”. (León Trotsky, “Escritos”, Tomo X, volumen 2, 1938-39, Ed. Pluma, pág. 386).
El carácter contradictorio de las sociedades intermediarias entre el capitalismo y el socialismo es el producto especial del desenlace provisional de la lucha de clases, a nivel mundial, entre el imperialismo y el proletariado hasta el presente. Es esta situación lo que reflejan, como categorías históricas específicas, los Estados obreros intermediarios y la burocracia que resulta de ellos. Su superación no se va a dar por la pugna entre sus lados contradictorios, lo que podría resultar en el absurdo de una burocracia revolucionaria o de un Estado burocrático igualitario, sino por la victoria del proletariado mundial contra el imperialismo (y del de los Estados obreros contra la burocracia, como un componente de aquél).
“La función de Stalin, como la de Green (burócrata sindical yanqui) -dice Trotsky- tiene un carácter doble. Stalin sirve a la burocracia v por ella a la burguesía mundial, pero no puede servir a la burocracia sin preservar el fundamento social que la burocracia explota en sus propios intereses. En esta mecida. Stalin defiende la propiedad nacionalizada contra el imperialismo y contra las capas demasiado impacientes y demasiado ávidas de la burocracia. Realiza, sin embargo, esta defensa por métodos que preparan el derrumbe general de sociedad soviética. Es por esto que hay que derribar a la dique stalinista…” (“En defensa del marxismo”, ¿Un Estado no obrero y no burgués? pág. 93, EDI).
Está claro que si la burocracia hubiera resuelto su carácter social contradictorio por sus propios métodos, se habría transformado en una clase social, es decir, habría logrado crear las bases sociales propias de su dominación. Esta es la única conclusión de las “tesis” del CI. De que la burocracia tiene una naturaleza no contradictoria y burguesa.
El carácter socialmente contradictorio de la burocracia no quiere decir que sus aspiraciones y fines sean contradictorios. Esta casta social no es un agregado de contradicciones' pues éstas se presentan en una síntesis concreta. “En tanto que fuerza política consciente, la burocracia ha traicionado la revolución” (“La Revolución Traicionada”). La política de está burocracia en su conjunto, por encima de los vaivenes, es antisocialista y reaccionaria. Es por esto, un agente político de la burguesía mundial en el seno de las organizaciones obreras. Es una fuerza de colaboración de clases a nivel mundial. Y al igual que la aristocracia obrera procura transformar en un régimen permanente la coexistencia entre el orden capitalista mundial y sus propios privilegios.
Ya en oportunidad del apoyo del ex Comité Paritario a las guerrillas contrarrevolucionarias afganas contra la URSS señalamos que se trataba de una posición imperialista, contraria a la defensa de la URSS, y por esto constituía “un principio de revisión del carácter social de la URSS” (“Política Obrera”, N° 307, 1/4/1980, art. “El Comité Paritario con el imperialismo”). No tardaron cinco meses, para deslizarse más a fondo en el “antidefensismo” y en el cuestionamiento del carácter obrero de los estados donde el capital fue expropiado.
Qué es el bolchevismo o cómo reconstruiremos la IV
La historiografía stalinista ha presentado al bolchevismo a su imagen y semejanza: como un caso único, infalible, cuya clave se encontraría en sus métodos de organización. La fidelidad al aparato, el monolitismo, el ahogo de las divergencias, el centralismo, serían los rasgos que caracterizaron al bolchevismo y la tomaron invencible.
Las “tesis” del CI reproducen al pie de la letra esta versión stalinista. “El Partido Bolchevique es un caso único en la III Internacional… cuyas características eran únicas: altamente centralizado, con revolucionarios profesionales controlados por el partido…". Esta falsificación grotesca es una parte esencial de las "tesis” y es toda una llave para comprender la crisis de la IV Internacional.
El CI elimina de un plumazo las características decisivas .del bolchevismo: elaboración del programa revolucionario, sobre la base del estudio del propio país y de la experiencia del movimiento obrero revolucionario nacional e internacional., .penetración en las masas, sobre la base del programa y de la experiencia de éstas; combinación del centralismo con la más una democracia; subordinación de los métodos parlamentarios a la estrategia de la revolución proletaria.
Lenin escribió un texto fundamental para decir lo que es el bolchevismo. Se lee en él: “La primera pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se comprueba? ¿Cómo se .refuerza? Primero, por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de ligarse, de acercarse y. hasta cierto punto, si queréis, de fundirse con las más amplias masas trabajadoras, en primer lugar con las masas proletarias, pero también con las masas trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado de la dirección política que ejerce esta vanguardia, por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas .más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones es imposible la disciplina en un partido revolucionario verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van, formándose solamente a través de una labor prolongada, de una dura experiencia: su formación se facilita con una acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no es un dogma, sino que sólo se forma de manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario” (Lenin, “La enfermedad infantil del “izquierdismo en el comunismo”).
Lo que diferenció al Partido Bolchevique de los partidos de la II Internacional no fueron los métodos de organización toma os en abstracto. La socialdemocracia alemana era más centralizada, más profesional y mejor organizada que el bolchevismo ruso. Hasta 1914, el PS alemán era el modelo organizativo de partido obrero que el bolchevismo ruso quería construir. Recién en abril de 1917, propuso Lenin abandonar el nombre de partido socialdemócrata por el de partido comunista. Lo que escicionará al bolchevismo del resto de la socialdemocracia europea no es un particular método de organización – en esto los bolcheviques seguían a la socialdemocracia alemana – sino al alineamiento de ésta con su burguesía en la primera guerra mundial.
Lo que diferencia al bolchevismo de los partidos de la II Internacional no es el centralismo, sino que el bolchevismo entiende al partido revolucionario como un partido de combate, mientras que el reformismo sometía todas las formas de lucha política, y en especial aquellas que tenían un eje en la acción directa de las masas, a la primacía de la acción parlamentaria.
Es falso que el bolchevismo hubiera sido un puro resultado objetivo de la “situación” imperante en Rusia, que el CI caracteriza como “que no daba margen para una política refromista”. ¡El Partido bolchevique se habría educado y formado sin una lucha teórica y práctica a fondo contra el reformismo!
¿Qué dice Lenin?:
“…El bolchevismo surgió en 1903 sobre la más sólida base de la teoría del marxismo… el bolchevismo, surgido sobre esta base teórica de granito, tuvo una historia práctica de 15 años (1093-1917), sin parangón en el mundo por su riqueza de experiencias. Pues ningún país, en el transcurso de estos quince años, conoció ni siquiera aproximadamente una experiencia revolucionaria tan rica, una rapidez y una variedad tales de la sucesión de las distintas formas del movimiento legal e ilegal, pacífico y tormentoso, clandestino y abierto, de propaganda en los círculos y entre las masas, parlamentario y terrorista. En ningún país estuvo concentrada en tan breve período de tiempo semejante variedad de formas, de matices, de métodos de lucha de todas las clases de la sociedad contemporánea; lucha que, además, como consecuencia del atraso del país y del peso del yugo zarista, maduraba con singular rapidez y asimilaba con particular ansiedad y eficacia la ‘última palabra’ de la experiencia política americana y europea” (Infantilismo).
Los países en donde “el reformismo no tiene margen” constituyen las 4/5 partes de la humanidad, y no por ello fueron la cuna del bolchevismo. Lo que la situación rusa tuvo de peculiar fue concentrar en un tiempo relativamente breve las principales experiencias de la lucha de clases moderna, haciendo posible una asimilación política y teórica profunda, a la vanguardia revolucionaria.
La incapacidad del CI para aprender lo que es el bolchevismo revela mucho sobre lo que es realmente ese CI. Suplantar la rica asimilación política que da lugar al bolchevismo por la noción del centralismo, es propio de la mentalidad de aparato. Exaltar a los profesionales es de un fetichismo fantástico, como si los profesionales sin sólida formación teórica, sin la asimilación profunda de la experiencia política, sin capacidad de sacrificio y heroísmo para ligarse a las masas en cuales-, quiera circunstancias, no fueran otra cosa que simples burócratas.
Por eso, las "tesis” son de una alabanza constante a la "disciplina rígida”, a las "instancias jerarquizadas” y cuando mencionan (al pasar) la democracia, lo hacen como un suplemento apenas del centralismo. Centralismo v democracia son contradictorios, por eso es necesario subrayar que el partido se organiza sobre la base de esos dos principios unificados, en la acción, a través de la fidelidad al programa y a la revolución.
El bolchevismo no se estructuró en el centralismo sino en el centralismo democrático que es la fusión en la lucha del partido revolucionario. “La centralización democrática en la organización del Partido Comunista debe ser una verdadera síntesis una fusión de la centralización y la democracia proletarias. Esta fusión sólo puede obtenerse por una actividad común permanente, por una lucha igualmente común y permanente del conjunto del Partido” (I Congreso de la IC).
Las "tesis” escamotean esto para justificar su propio burocratismo y que se expresa, entre otros, en sus propios estatutos, como vimos anteriormente. "Una centralización formal o mecánica no sería más que la centralización del 'poder* entre las manos de una burocracia empeñada en dominar a los otros miembros del Partido o a las masas del proletariado revolucionario la lucha por la dominación o un antagonismo de autoridades es incompatible con los principios adoptados por la Internacional Comunista, relativos al centralismo democrático” (ídem). La democracia exige: elección de todas las instancias del partido, revocabilidad v salida permanente del BI para to-dos los militantes y derecho de expresión de la minoría.
Del fetiche del centralismo digamos sólo dos cosas. El centralismo del partido bolchevique desapareció virtualmente en 1917-18 cuando el partido quedó totalmente confundido con los Soviets (ver Pierre Eroué -Le parti bolchevique-Minuit). Se reconstituyó por la conciencia política, históricamente probada, de su vanguardia, y por su profunda compenetración con la revolución. Más tarde, el centralismo, vaciado de esa conciencia y de esa compenetración, fue el instrumento de la burocracia thermidoriana.
Sobre los "profesionales” basta releer el "Stalin” de Trotsky, donde éste demuestra el papel de freno que jugaron en la proletarización del partido (1905-07). En 1917, toda una parte de ellos apoyó al gobierno burgués, contra las tendencias profundas de la base obrera del partido (ver Historia de la Revolución Rusa). Los cuadros profesionales del bolchevismo fueron siempre los primeros en refractar las presiones políticas adversas, que eran superadas por la intervención de conjunto del partido, impulsada por Lenin. La disciplina férrea no se conquistó con la receta de un método de organización sino por un programa sometido a la experiencia y a la fusión con las masas en lucha, en todas las fases de ésta, para elevarlas a los objetivos revolucionarios.
Adulterando al bolchevismo, los pichones de burócratas del CI quieren embellecer su propia estampa antibolchevique.
Pero el problema de qué es el bolchevismo trasciende la polémica con estas barrabasadas.
¿Por qué ni la IV Internacional, ni ninguna de sus secciones, reunieron las condiciones necesarias para dirigir la lucha del proletariado al poder?
Mejor todavía: ¿Por qué la IV Internacional, ni ninguna de sus secciones, logró pasar del estado de secta, logró construir una organización que sea realmente un partido proletario?
Una excepción es el POR boliviano cuya preocupación y actividad estuvieron centradas en penetrar en las masas y elevarlas al programa revolucionario. De este esfuerzo salieron las Tesis de Pulacayo (1946), el programa de la COB (1970), la Asamblea Popular (1971) (1).
La IV Internacional se fundó, en 1938, con una experiencia internacional que no tuvo ninguna de las Internacionales precedentes. El programa de la IV° es la riquísima asimilación de las más grandes victorias y de las más grandes derrotas del proletariado internacional. Pronostica con acierto milimétrico la inminencia de la guerra mundial y la inevitable eclosión de una situación revolucionaria como consecuencia de ella.
En lo sustancial la segunda posguerra tuvo las mismas características de la primera; más, en el curso de la 2° guerra se obtiene una victoria histórica, como el aplastamiento del fascismo, que le da un lugar especial en relación a la primera posguerra.
Que la burocracia stalinista saliera con un prestigio mayor de la 2o guerra que la socialdemocracia de la primera, es una diferencia importante, pero para nada decisiva. Así como el stalinismo logró frenar la revolución en los países avanzados, el mismo “éxito" tuvo la socialdemocracia en la primera guerra. En ésta se produjo la revolución de octubre, pero en el curso de la posguerra fue aislada y, como resultado, se degeneró el Estado salido de ella. La segunda posguerra vio la victoria de la revolución china y la expropiación del capital en varios países. El capitalismo logró, igualmente, aislarlos.
En síntesis, no es en las condiciones históricas de la segunda posguerra, en sus “insuficiencias”, donde está la explicación de la no implementación de la IV° en el seno de las masas de algún país, en ese momento, o en los treinta años posteriores.
Analizando retrospectivamente, la principal diferencia, en lo que hace al desarrollo revolucionario, entre la primera y segunda guerras y posguerras, es que en la primera hubo un partido realmente ligado a las masas revolucionarias de su país, con anterioridad. Luego de la muerte de Trotsky, la IV° no tenía elementos que representaran la tradición revolucionaria en ningún país. La posibilidad de una revolución dirigida por los trotskistas era, por lo tanto, remota en relación al 17.
El “Estado Mayor” de la revolución mundial no contaba con la más modesta brigada en ningún país. La tarea planteada era construir esos partidos nacionales, y no pretender colarse en la revolución mundial saltando esta tarea. Cuál fue el trabajo de Trotsky desde 1930 sino dedicar su esfuerzo principal a construir en España y, desde 1934, en Francia, organizaciones revolucionarias ligadas a las masas, capaces de intervenir en todos los virajes de la revolución en sus países. Cuál es si no el gran significado del “viraje francés”, entrar a los PS para construir fracciones y partidos bolcheviques de masas. Qué fue el pablismo y todos sus sucesores, sino el intento de saltar esta etapa: construir partidos en cada país.
Es aquí donde el debate de qué es el bolchevismo cobra su trascendencia. El CI propone partidos “centralizados” y “profesionales” que actúen como agentes teleguiados de París.
Las “tesis” arman toda una discusión para llegar a la conclusión de que no hay razón para que una Internacional deba construirse necesariamente en un momento de ascenso, que fue lo que ocurrió con la IV° fundada en pleno período de derrotas.
Pero lo que estas “tesis” escamotean es que ninguna Internacional puede justificarse o subsistir si no es una expresión del movimiento obrero revolucionario real. Trotsky consideraba que lo era, a pesar del reflujo, y por eso fundó la IV°. Dijo que había surgido de las más grandes derrotas, que lucha y vive. El problema hoy es reconstruir la IV° como expresión del movimiento obrero revolucionario real, y no como un reagrupamiento oportunista o sectario que cacarea sobre la vigencia del programa. Esta es la diferencia de perspectivas entre el CI y la TCI.
Lo que está planteado es pues: 1) elaborar el programa de la revolución en cada país: “todas las cuestiones teóricas esenciales de la revolución” (Lenin, Infantilismo); 2) ligarse a las masas interviniendo en sus organizaciones (cualquiera sea la naturaleza de las direcciones de éstas), principalmente el proletariado; 3) ponerse a la vanguardia de la lucha de todas las clisés, no sólo el proletariado, que entran en choque con el régimen político imperante; 4) elaborar una táctica política acertada, basada en el programa y en el análisis concreto de las situaciones concretas, y ayudar a las masas a que se convenzan por experiencia propia de la justeza de esa orientación política.
Esto es aproximadamente, el bolchevismo. Una tradición de formación de partidos de combate y no de sectas de aventureros.
Socialdemocracia: un ausente que se siente
Resulta particularmente significativo que los autores de las "tesis” no hayan dedicado siquiera un capítulo al análisis y caracterización de la socialdemocracia. Salvo dos o tres párrafos perdidos, la socialdemocracia ni siquiera es mencionada. Después de leer las “tesis” pareciera que la socialdemocracia es una cosa del pasado.
Es significativo esto porque tanto el CORCI como la FB están metidos hasta el cuello en la estrategia de desarrollar “partidos socialistas” y lo plantean sin ninguna delimitación de la II Internacional. Así tenemos que para Polonia plantean reconstruir el viejo partido socialista ligado a la II Internacional; en Bolivia estuvieron dentro del PS de Quiroga Santa Cruz; en Brasil buscaron formar un partido de “convergencia socialista” hasta que la emergencia del PT hundió el “gran” pronóstico; en Argentina se declaran rabiosamente parte de la “familia socialista”; en Francia, la OCI borró toda diferenciación de Mitterrand, al punto que declaran que el carácter de clase del gobierno mitterrandista está por verse; en Portugal estuvieron a la rastra del Partido Socialista, y así podríamos seguir enumerando.
De todo esto en las "tesis” no hay ni una palabra, lo que demuestra que son inservibles para guiar la acción revolucionaria. Se trata, además, de una prueba de oportunismo político, porque el propósito de esta omisión es quedar con las manos libres para todo tipo de maniobras políticas.
En una de las raras menciones a la socialdemocracia, las “tesis” señalan que ésta jugó un papel contrarrevolucionario en la primera posguerra y en la 2o guerra mundial. “Pero enseguida el stalinismo ocupa su lugar de principal agente contrarrevolucionario en las filas obreras, y a él se deben las derrotas ulteriores” (Tesis III, pág. 12). Inclusive plantean la teoría de que “su utilidad para esta misma burguesía ante un ascenso revolucionario es mucho menos importante que la del stalinismo a escala mundial” (ídem).
Recordemos que en otro capítulo se negaba que la burocracia pudiera ser “estructuralmente obrera”, para reconocerse sí, ese carácter a las “aristocracias obreras”, que tradicionalmente fueron la base de los PS.
Se trata, evidentemente, de un embellecimiento de la socialdemocracia. ¿Así que en los últimos años la socialdemocracia no jugó un papel central en la reconstrucción del Estado burgués en Portugal, después de la revolución de 1974, y no es hoy un pilar central en el sostenimiento de la monarquía española? ¿Así que el rol de la socialdemocracia fue secundario en Inglaterra? ¿Así que la socialdemocracia está dispensada de responsabilidad en la reconstrucción capitalista europea de posguerra?
Las "tesis” pretenden minimizar el papel contrarrevolucionario de la socialdemocracia, cuando ésta, no digamos en los últimos 40 años sino en nuestros días, capturó el ascenso obrero europeo (España Portugal, Francia), constituye un factor de primer orden en la contención de la revolución nicaragüense y se plantea como alternativa “institucionalizadora” frente a los regímenes dictatoriales de América Latina.
Este embellecimiento de la socialdemocracia es toda una teoría para al CI, pues las “tesis" señalan que “los aparatos soma demócratas son dependientes de la democracia burguesa o de lo que quede de ella” y que esa sería una diferencia con el stalinismo, para quien “la forma del régimen político burgués es relativamente indiferente” (Tesis XVI, pág. 34). Para ejemplificar esto, las Tesis señalan el apoyo de los PC a la monarquía española, al gobierno de Videla, a Vasco-Gongalvez en Portugal.
Las anteojeras de los autores de las Tesis no podían ser mayores. ¿Y el PSOE no apoya a la monarquía española, tanto o más que el PC ? ¿Y la socialdemocracia portuguesa no sus-tuvo el ascenso del General Eanes, haciendo del parlamento una fantochada del bonapartismo militar? ¿Y los “grupos socialistas”, en la medida de sus escasas fuerzas, no apoyaron el golpe militar de Videla? Todo lo cual demuestra que es falso que la socialdemocracia sea incompatible con las formas bonapartistas o con las dictaduras militares, lo que le conferiría alguna progresividad, como pretende el CI.
En nuestra polémica en relación a los Sindicatos (1978), ya le señalamos a la OCI que era absolutamente falsa la idea de que la socialdemocracia tendría una especie de vínculo uterino que la liga a la “democracia burguesa”. Mostramos que el modelo de la socialdemocracia, el PS alemán, no se desarrolló en un régimen parlamentarista, que los principales líderes socialistas españoles formaron parte de la dictadura de Primo de Rivera, etc. (Ver Respuesta a Just, por Anibal Romero). Trotsky desarrolló la idea de la incompatibilidad absoluta entre la socialdemocracia y el fascismo, pero nunca dijo que habría de luchar, necesariamente, contra él. Todo lo contrario (Et maintenant, enero 1932).
Trotsky, polemizando con los stalinistas, demostró que era falso que la socialdemocracia y el fascismo fuesen “hermanos siameses”, y señaló que la capitulación del primero frente al segundo entrañaría la autodestrucción de la socialdemocracia. De ahí el total realismo de una política de frente único del PC y el PS contra el hitlerismo. Pero lo que no dijo nunca, como lo sostienen las “tesis”, fue que para el PC fuese indiferente la victoria del nazismo. Lógico, esta victoria significa la liquidación de toda organización obrera, y alcanza, del mismo modo, al PC y al PS. El error del CI es que reduce a los PCs al stalinismo moscovita, sin comprender su naturaleza contradictoria de partido obrero-burgués. Pero ni el propio Stalin “buscó” la victoria de Hitler, lo que conduciría a la guerra contra la URSS, sino que llevó al PC alemán a la capitulación ante él, a partir de la estrechez chauvinista y el burocratismo desenfrenado de la casta social dirigente en la URSS.
Trotsky jamás pensó, o podía pensar, que el PC alemán y la URSS degenerada sí fueran compatibles con el fascismo. “Stalin -señaló Trotsky- esperaba que el Partido Comunista Alemán lograra una victoria y es absurdo pensar que disponía de un ‘plan’ para permitir al fascismo llegar al poder. Es una divinización de Stalin” (Escritos Tomo X, volumen 2, 1938-39 / Ed. Pluma, pág. 384).
Todo esto indica que no existe una única vía de integración (la democrática) de la socialdemocracia al Estado burgués sino que esa integración adopta diversos regímenes y que inclusive, puede colaborar con el ascenso del fascismo, aunque esto implique su autodestrucción.
En su ceguera por embellecer a la socialdemocracia, las “tesis” afirman que “la burocracia socialdemócrata se encuentra colocada en las grandes organizaciones obreras, en cada estado nacional, pero no ha conseguido dirigir ningún estado obrero. Cuando ella ha gobernado ha sido en el marco del estado burgués. Por el contrario, la burocracia stalinista se caracteriza por ser parásita de los estados obreros, es decir de una institución infinitamente más poderosa que la más poderosa de las organizaciones socialdemócratas” (Tesis XVI, pág. 33). ¡y los socialdemócratas son parásitos de las organizaciones obreras que existen bajo el capitalismo, más el agregado de la corruptela a que la somete el Estado burgués!
Que la socialdemocracia dirija estados capitalistas le conferiría -según el CI- un carácter más benigno que el stalinismo, porque éste dirige sólo Estados Obreros. Así, se presenta como menos pernicioso para el proletariado el entrelazamiento directo con el imperialismo mundial en cada país.
Por la unidad socialista de Alemania
Las “tesis” consideran que Alemania es el centro (nosotros agregamos, estratégico) de la revolución socialista europea Pero no plantean la “unidad socialista de Alemania .
En el siglo XIX la realización unidad alemana era condición ce la revolución social. Hoy, partida en dos por el acuerdo contrarrevolucionario entre el imperialismo del Kremlin, la revolución social realizará la reunificación nacional, como un momento de la unificación socialista de toda Europa.
La OCI se ha negado siempre a plantear la unidad socialista, porque sería condicionar la “unidad”. Pero este condicionamiento lo establece la realidad; sólo el proletariado en el poder (expulsión de la burocracia en el Este y de la burguesía en el Oeste) realizará la unidad de la nación y del proletariado alemán. La burguesía mantendrá la división o la resolverá mediante una guerra mundial contra los Estados Obreros (esto demuestra que la consigna de “unidad” puede llegar a llenarse de un contenido contrarrevolucionario).
La unión del proletariado alemán para la revolución social exige un sistema de reivindicaciones transitorias que forjen la lucha en común. El CI, que tiene su base en Europa, no aporta nada de eso en las “tesis”. Para desenmascarar la maniobra de la socialdemocracia alemana, que propugna el desenvolvimiento de relaciones intraestatales, como sustituto de la unidad revolucionaria del proletariado, y la del stalinismo, que plantea un acuerdo especial entre Estados soberanos, debe decirse claramente que hay que luchar por la unidad socialista del país.
El comienzo de la lucha del proletariado del lado oriental por sindicatos independientes, por las libertades de palabra y de organización, contra la desigualdad creciente, y la de la clase obrera del lado oeste contra la desocupación, por la apertura de los libros, por el control obrero, por la nacionalización de la gran industria, pondrán sobre el tapete el combate común, lo que al plantear la cuestión de la unidad brindará los medios para realizarla.
Frente antiimperialista, no
Frente democrático, sí
Las “tesis” se pronuncian, inequívocamente, contra la táctica del Frente Único Antiimperialista. Lo hacen en nombre de un montón de consideraciones aisladas y fuera de lugar, cuando lo que tenían planteado era sacar las conclusiones de la experiencia latinoamericana de la última década, así como del papel que las organizaciones, que hoy se nuclean en el CI, jugaron. Nos referimos al Comando Político y a la Asamblea Popular, en Bolivia, a la nefasta política del PST y el POMR respecto del ARI, en Perú, en 1980, y el frente democrático suscripto por el PST en defensa del gobierno de Perón, en 1974.
Según las Tesis, el revisionismo se caracterizó por poner un signo igual entre el frente obrero y el frente antiimperialista, cuando en realidad el “Frente Obrero” estaría en una escala jerárquica superior. Respecto al Frente Obrero -dicen- “hacemos gala de patriotismo clasista”; en el frente no obrero "nuestro objetivo es que la clase rompa”. El Frente Único Obrero tiene “un carácter permanente”, el antiimperialista es apenas una “unidad de acción limitada” (pág. 45).
Quien pone un signo (no igual sino) equivalente entre el Frente Único Obrero y el Frente Antiimperialista no es el revisionismo sino las Tesis sobre Oriente del IV Congreso de la III Internacional. La analogía se refiere a que, bien que las naciones donde se aplican ambos frentes son diferentes (opresoras y oprimidas), y bien que la composición social de ambos es distinta (el Frente Antiimperialista agrupa a una masa mayoritariamente no obrera), ambas tácticas corresponden a un periodo de acumulación de fuerzas y deben ayudar a la penetración del Partido Revolucionario en las masas y a conquistar a la mayoría de ellas para la revolución proletaria.
El Frente Obrero parte del hecho de que la mayoría de las masas, en los países imperialistas, sigue a los partidos contrarrevolucionarios. El Frente Antiimperialista, de que la mayoría de las masas no obreras, e incluso obreras, sigue a partidos nacionalistas burgueses o pequeño burgueses. Postular, en este mismo caso, el Frente Obrero, es decir, con partidos minoritarios, es condenarse al aislamiento y a la inacción. Postular el “patriotismo” en el Frente Obrero, allí donde esta táctica sí tiene vigencia, es firmar un cheque en blanco a los partidos obreros contrarrevolucionarios. Esta concepción se acomoda muy bien a la total ausencia de diferenciación política de la OCI respecto a Mitterrand.
La distinción entre frentes circunstanciales y permanentes es todavía más nefasta. Lo único permanente en la vida y en la política es lo transitorio; no se trata, entonces, de esta tautología sino de los fines y métodos de la táctica frentista. Pero como el CI eleva al Frente Obrero a la categoría de “permanente” y dice que en el Frente Antiimperialista hay que plantearse por finalidad la escisión, mientras que en el Frente Obrero no, se concluye que detrás del “Frente Obrero” se está proponiendo disolverse en los partidos tradicionales.
¿Cuán “circunstancial” es un acuerdo del PST con la UCR argentina en defensa de la '‘institucionalización"? Según nuestros cálculos diez años y aún no estaría agotado. Comienza en 1971 con el planteo de Lanusse de ir a elecciones, sigue con la llamada defensa del gobierno peronista contra la “derecha” 1973-75), sigue, por supuesto, bajo la actual dictadura y continuará hasta la victoria de la revolución proletaria, esto porque las instituciones democráticas argentinas, si se restablecen, seguirán amenazadas de por vida. El “acuerdo circunstancial” se revela como toda una alternativa de poder.
Quedan justificados, con la etiqueta de “circunstancial", “los acuerdos tácticos con sectores pequeño burgueses y aún con sectores burgueses y sus partidos…” “…de unidad de acción democrática” (ídem), que pueden durar decenas de años y que no salen del democratismo formal, es decir, del Estado burgués. Pero mientras pueda existir una oposición formal común tanto de los obreros como de los burgueses, contra una dictadura, por la recuperación de las garantías constitucionales se desarrolla también una lucha de ciases entre los oprimidos del país contra el imperialismo y la burguesía nativa. De lo que se trata es de agrupar a estas masas en lucha a armar un Frente revolucionario común.
Un frente político por la democracia formal que da la espalda a las huelgas, manifestaciones, etc., es un frente reaccionario, que procura encerrar al movimiento de las masas en el campo del orden burgués e imperialista.
De aquí se desprende que con los partidos de la burguesía que no se encuentran sometidos a la presión de las masas en lucha no corresponde armar un frente político común sino sólo acuerdos PRACTICOS (manifestaciones, piquetes, organización de paros, etc.). Al plantear, en contra del Frente Antiimperialista, de un lado el Frente Obrero, del otro lado el Frente democrático las “tesis” se deslizan al Frente sindical y al Frente Popular. Esto fue el Bloque de los 8, con el PST, en Argentina, y la propuesta de un frente a todos los partidos bolivianos con el objetivo de un gobierno de la UDP (en agosto de 1980). Cuando esa propuesta de frente democrático se extiende a los gobiernos proimperialistas (incluido Videla!!!) y al imperialismo para que bloqueen a una dictadura, como la de García Meza, estamos en presencia de un frente democrático-imperialista. (Pero las “tesis” no descienden a analizar su propia política). Así como el frente circunstancial puede terminar durando varias décadas, el Frente Antiimperialista puede no pasar de acuerdos muy breves. Este es un hecho que depende de la lucha y de la situación política. Pero lo que no es puramente ocasional es la táctica del Frente Único Antiimperialista, dirigido a todas las organizaciones que se encuentran bajo la presión de las masas, con vistas a una lucha revolucionaria común.
El comando político de la COB (octubre 1970) duró tres meses, y el POR planteó que, vista la radicalización de las masas estaba agotado, que debía lanzarse la consigna soviética de la Asamblea Popular.
La oportunidad de la táctica del FUA está relacionada con una situación en que el inmovilismo de las masas ya ha sido sacudido, y por ello, se ha abierto la perspectiva, con altos y retrocesos, de una prolongada lucha antiimperialista.
En el Frente Antiimperialista, el partido obrero debe mantener por entero su independencia política. No puede hacer ninguna concesión que comprometa la lucha revolucionaria de las masas, sólo por mantener a los aliados en el frente> común. El partido revolucionario no entra al Frente en calidad de secta, sino de partido, por eso no tiene por finalidad la escisión ni se empeña tampoco en una campaña para que las masas rompan con las fuerzas frentistas aliadas (como propugnan las tesis para escamotear su frentepopulismo). La vigencia de una forma determinada del Frente Antiimperialista (por ejemplo bloque de partidos dirigiendo una lucha de masas o una campaña electoral) y su pasaje a otras (soviets de obreros campesinos, soldados y nacionalidades oprimidas) incluidas las escisiones, depende de la experiencia de las masas mismas y de los cambios de conjunto en la situación política.
La mayor parte del tiempo, los partidos burgueses o pequeño burgueses de las masas explotadas se afanan por llegar a compromisos con el imperialismo y a bloquear toda evolución independiente del movimiento obrero. La consigna del r rente Antiimperialista sólo puede tener, aquí, un carácter de propaganda, para mejor denunciar los compromisos con la reacción foránea, para pronosticar su inutilidad como vía para superar el atraso del país y la miseria de las masas y para mejor acercarnos a las masas proletarias para luchar por su independencia sindical y política.
Dimos los ejemplos de capitulación abierta ante los frentes burgueses derechistas, como el de “los 8 con Balbin, o con la UDP de Sües Zuazo. Pero una experiencia igualmente nefasta fue la que el Comité Paritario en su conjunto desarrollo en Perú, contra la Alianza Revolucionaria de Izquierda, que había evolucionado del antitrotskismo y de la revolución por etapas, al planteamiento del gobierno obrero y campesino y la aceptación de la candidatura de Hugo Blanco. Lograron la proeza de provocar el derrumbe electoral de éste y permitir el copamiento con fuerza del ARI por parte del partido stalinista, del velazquista y de los maoístas de derecha.
Otro ejemplo de cómo entiende el CI la "acción antiimperialista" fue el llamado del PST argentino a apoyar un apagón de vidrieras” en algunas ciudades, por parte de un sector de las entidades empresarias (la CONAE), que exigía lo siguiente: devaluación monetaria, absorción de los pasivos patronales por el Estado, inflación galopante y oposición a los aumentos de salarios —el programa que hoy aplica Viola.
El frente antiimperialista puede asumir formas diversas, que corresponden a la evolución de las masas y a la vigencia de nuevos métodos de lucha y organización. El frente antiimperialista revolucionario puede y debe, en las circunstancias propicias, convertirse en gobierno revolucionario. Si sigue la línea maestra de la táctica del FUA un gobierno de éste será un gobierno depurado de sus elementos burgueses conciliadores, con peso decisivo de los partidos más avanzados y, en primer lugar, del proletario, basado en las masas armadas, y en la destrucción de las instituciones estatales burguesas semicoloniales. Esto no es otra cosa que el gobierno obrero y campesino, gobierno independiente de la burguesía. Pero las “tesis”, que ni remotamente han comprendido que la táctica revolucionaria debe actualizarse permanentemente, según la propia experiencia de las masas y la situación política de conjunto, desde el punto de vista de la correlación de fuerzas en presencia, los métodos de lucha y la organización de las masas, pontifican: compromisos gubernamentales, no. Mientras tanto, luchemos por el retomo de la UDP, en Bolivia, y del frente burgués, en Argentina.
El frente antiimperialista deberá estructurarse en la clandestinidad política, y no en la confusión. Sin comprometer para nada la independencia de propaganda y de acción del partido revolucionario. Deberá abrir el camino hacia las masas y organizar la lucha común de las clases oprimidas. No deberá reducir las grandes reivindicaciones de la democracia: independencia nacional, revolución agraria, soberanía popular basada en el des-arme del gendarme opresor y en el armamento del pueblo, a las reivindicaciones de la democracia formal.
Las “tesis” rechazan todo “frente estable con la burguesía”, pero propugnan el entrismo en las organizaciones nacionalistas “aunque manteniendo la prensa trotskista independiente” (Tesis XXIII, pág. 46).
En el anteproyecto se daba como un ejemplo de esto lo que hicieron “los trotskistas argentinos” con “un entrismo indirecto en la organización sindical del peronismo, las 62 organizaciones” (Tesis XXXIV, pág. 42). Este párrafo fue eliminado; pero eliminar no significa superar, porque el CI no ha hecho la crítica a la nefata trayectoria de la corriente morenista.
De ahí que la concepción morenista esté plenamente vigente en las tesis. Moreno realizó durante 10 años un entrismo, no indirecto sino bien directo, en el peronismo. La supuesta prensa independiente (porque la sacaba él) era Palabra Obrera que textualmente estaba "bajo la disciplina del Gral. Perón y del Comandante Peronista” Ernesto González -dirigente del PST ^ el( en un folleto escrito en 1971, dice que se proclamaron parte del movimiento nacionalista burgués…” (¿Qué es y que fue el peronismo? Revista de América Nro. 5, Mayo-Junio 971). Palabra Obrera publicó y vendió 4 capítulos de Los Vendepatrias de Perón, donde éste hace profesión de fe anticomunista.
Tan evidente fue el sometimiento al peronismo que Ernesto González reconoce que el entrismo “nos llevó a minimizar las vacilaciones y capitulaciones de su dirección burguesa” (ídem, pág. 46). En 1958 llamaron a “acatar la orden” y votar a Frondizi “para no romper la unidad de la clase obrera”, o sea la subordinación obrera a la burguesía. Reconoce también que “Palabra Obrera apoyó críticamente al ala dura…” de las 62 Organizaciones (idem, pág. 43) y que cayeron en el “error” de considerar a Fidel Castro como un Aramburu y a confundir la revolución cubana con la Libertadora (golpe contrarrevolucionario de 1955) (idem, pág. 49). Lo que no dice González es que actuaron así por la obsesión de mantener la fisonomía peronista inobjetable en momentos en que la dirección peronista era pro-Batista.
El entrismo concluyó en un fracaso. Esto es lo que el balance debería hacer; lo contrario de las “tesis” que resolvieron el problema con un “pacto de caballeros”, eliminando l referencia al entrismo de Palabra Obrera pero manteniendo la concepción entrista de éste.
Las tesis plantea también la necesidad de formar “frentes o partidos comunes” con las tendencias centristas salidas de los partidos tradicionales y “saber arrastrarlas… hacia un partido revolucionario común”. Para esto, señalan, se debe parir de “algunos puntos fundamentales de nuestro programa revolucionario, los que corresponden al trabajo común y tienden hacia una organización común” (Tesis XXXII, pág. 57). Se confía la conquista de los centristas, no en la imposición de las líneas maestras del programa, sino en la infiltración, en el copamiento, y, por qué no, en la corrupción económica.
La reivindicación de la Asamblea Constituyente
El CI se refiere a esta consigna de un modo superficial en su “tesis” XXi (pág. 41), lo que sin embargo, alcanza y sobra para poner de relieve que no han entendido la función política de la consigna. Debemos decir, nuevamente, que este superficialismo no es casual: es el resultado de negarse a someter a examen los errores que han cometido en el pasado reciente a estudiar la rica experiencia de los últimos años y a reexaminar las polémicas habidas en el pasado (en especial con PO).
Par las “tesis”, la consigna de la AC es una “concentración” de todas las reivindicaciones agrarias, nacionales y democráticas, lo que en cualquier idioma del mundo quiere decir que es la forma política de la resolución de esas tareas. Esto no le impide decir que lo que la Asamblea Constituyente “concentración” de todas las reivindicaciones agrarias, nacionales y democráticas, lo que en cualquier idioma del mundo quiere decir que es la forma política de la revolución proletaria, es decir, como sinónimo de la dictadura del proletariado.
Las “tesis” no hacen más que decir, alambicadamente, lo que Lambert señaló oportunamente con toda claridad: “… el contenido de la constituyente soberana no es la constitución de la nación burguesa y sí la constitución de la nación liberada por el proletariado" (Informe de convocatoria al 23° Congreso de la OCI, julio 1978).
Es sobre la base de esta concepción que se presentó en Perú una “moción roja” que reclamaba a la Asamblea Constituyente dominada por la burguesía, que asumiera el poder ejecutivo para resolver “las contradicciones fundamentales del pueblo oprimido”. Sobre esta base se le prometía, incluso, el apoyo político al que sería el nuevo gobierno burgués. En un texto que enviamos al POMR defendimos el reclamo de que la Constituyente asumiera el ejecutivo (defensa de la soberanía popular contra el gobierno militar, desenmascaramiento de los partidos burgueses mayoritarios), pero denunciamos la orientación de considerar a la Constituyente la vía de paso al socialismo.
Es falso que la reivindicación de la Constituyente ocupa el primer lugar (“la expresión más elevada”, dicen las “tesis”) en el orden de jerarquía de las reivindicaciones nacional-democráticas. “La tarea central —dice el Programa de transición-… es la revolución agraria… y la independencia nacional… La consigna de Asamblea Constituyente… debe ligarse indisolublemente con el problema de la liberación nacional y el de la reforma agraria… en determinada etapa de la movilización de las masas bajo las consignas de la democracia revolucionaria, pueden y deben surgir los soviets… Sólo ellos pueden llevar a su consumación la revolución democrática y abrir la era de la revolución socialista” (Edit. Fontamara).
La “jerarquía” establecida en las “tesis” no existe. Una guerra nacional liberadora puede hundir el régimen despótico y poner a la orden del día la Asamblea Constituyente. Esa guerra puede engendrar, o viceversa, la revolución agraria. Finalmente, la imposición de la reivindicación de la Constituyente va concitando el interés de las masas, que la burguesía se encarga de frustrar; esto provoca un alzamiento agrario o nacional. Estas combinaciones no se pueden prever, lo que importa es que pongan en marcha la revolución social y el armamento de las masas. Para las “tesis", la Constituyente debería “votar el armamento del proletariado” (pág. 42). Está claro que la consideran un sinónimo de dictadura proletaria.
El valor de la reivindicación de la Asamblea Constituyente es que plantea la vigencia de la soberanía popular contra los gobiernos autoritarios en los países en que la democracia burguesa clásica no llegó a prosperar. Para la burguesía el interés de esta consigna es ampliar las bases de su dominación, o darse medios más firmes para resistir una presión dislocadora del imperialismo. Por eso le interesa que la Asamblea Constituyente “concentre” los problemas del país, es decir, los ahogue; que el problema político de la democracia se desvincule de la revolución social. Para los revolucionarios el interés es el inverso; estimular la acción de las masas, sobrepasar, en la experiencia concreta, el estadio de la democracia formal. La conquista, por medio del voto, de la tierra para los campesinos, del armamento, de la escala móvil, de la expropiación de los monopolios (“tesis”, pág. 42) es una ilusión del CI. Si ésta existe en las masas, la lucha por la Constituyente y en la Constituyente debe servir para superarla. Las “tesis" la comparten.
Frente a este peligro de las ilusiones constitucionales y democráticas, Trotsky señaló:
“1) El Partido debe recordar que, en relación con su principal objetivo, la conquista del poder con las armas en la mano, las consignas democráticas no tienen más que un carácter secundario, provisional, pasajero y episódico…"
“2) El Partido debe, en la lucha por las consignas de la democracia arrancar las ilusiones constitucionales y democráticas de la pequeña burguesía y de los reformistas que expresan sus opiniones, explicando que el poder en el Estado no se obtiene mediante formas democráticas de voto, sino mediante la propiedad y el monopolio de la enseñanza y del armamento…” (León Trotsky, El gran organizador de derrotas, pág. 303, Ed. El Yunque).
El pasaje del CI al democratismo se ve en otros dos aspectos.
Primero. El texto se plantea la relación que debe haber entre la consigna de “abajo la dictadura” y la de Asamblea Constituyente, y la resuelve así: antes de la apertura de una situación revolucionaria hay que plantear "abajo la dictadura”. Luego que la dictadura cayó, la Asamblea Constituyente. De aquí se deduce algo valiosísimo: no plantear “abajo la dictadura" cuando ésta ya no existe.
Los errores se acompañan aquí con una insoportable pedantería; todo está clasificado.
Está fuera de duda que la consigna de fuera la dictadura tiene un gran valor como denuncia de la arbitrariedad imperante; pero en una situación contrarrevolucionaria sólo puede tener un valor agitativo, si es que no se la distorsiona hacia el putchismo. Pero no puede tener un valor de orientación para los trabajadores en condiciones de las masas en reflujo.
Sí lo puede tener la Asamblea Constituyente. A pesar del reflujo, la crisis política no cesa. La lucha interburguesa prosigue. La camarilla gobernante busca alguna legitimación constitucional. Unos y otros buscan atraer a ciertos estratos del pequeño burguesía a su lado. La cuestión constitucional se plantea o se discute. El reclamo de Asamblea Constituyente basada en el sufragio universal y la libertad de organización y prensa, puede convertirse en un punto de agrupamiento de masas. Bajo la cobertura constitucional se pueden organizar centros legales. Las masas franquean un paso que las llevará a luchar por acabar con la dictadura. La consigna, como tal, es incompatible con un régimen autocrático.
Pero afirmar que cuando la dictadura cae la Asamblea Constituyente “cobra su plena virtud” es una pedante anticipación de los hechos. En Alemania, en 1918, fue el instrumento para acabar “democráticamente" con la revolución proletaria. En Cuba y China (1949), ni se planteó. Que la consigna sirva para desenmascarar al gobierno no proletario que pueda surgir en una revolución, depende de muchos factores, por ejemplo hasta qué punto la contrarrevolución no puede agrupar a una parte ponderable de las masas tras esa consigna, en otras constitucionales fue lo que ocurrió con la contrarrevolución popular en Bolivia, en 1946, y en Argentina, en 1944-45.
Darle "plena dimensión" a la consigna “después”, vuelve a mostrar que consideran a la Asamblea Constituyente la forma política acabada de la revolución.
Segundo. Nos hemos enterado que el C I está en contra del planteo de "gobierno de Solidaridad" en Polonia, y que le contrapone la Asamblea Constituyente. No sabemos si esta consigna es apropiada: en Política Obrera hemos planteado la libertad para formar partidos, aunque esté prohibido por la constitución.
Pero este no es el asunto. El asunto es que, aquí, el C I plantea la Constituyente antes, y no después de la caída de la dictadura burocrática. Más, opone frontalmente la Asamblea Constituyente al gobierno de Solidaridad. ¿Qué tenemos que concluir? ¡Qué Kania va a convocar a la Constituyente!
El planteamiento de una oposición irreductible entre la Asamblea Constituyente y el gobierno de Solidaridad conduce, no a plantear la revolución política (proletaria) sino el restablecimiento de la democracia burguesa, es decir, un paso hacia la restauración política del Estado burgués. Y esto es tanto más nefasto en un país donde el peso de la Iglesia domina a una parte del proletariado y a la mayoría de los campesinos. Apoyamos todos los planteos de libertad política contra la burocracia dominante, pero explicando: a) que sólo “Solidaridad” los hará realidad; b) que consideramos al gobierno de Solidaridad la forma más alta de democracia.
El C I se ha “arrugado" todo. Las masas, no sólo en Polonia tienen profundas ilusiones democráticas, por eso les repugna que se instaure un gobierno que represente a una parte del país, los obreros, incluso siendo ellos los obreros. Por eso, los soviets, Solidaridad o quien sea tiene la obligación de reclamar la vigencia de la libertad política. Solo cuando se comprueba que ésta sólo será impuesta por los soviets o Solidaridad, es que la consigna penetra en toda su dimensión. Por eso la consigna de Asamblea Constituyente no es incompatible con los soviets; se articula con estos. En la práctica se niega que haya en Polonia un doble poder.
Las “tesis” sostienen que las consignas de la democracia tienen cada vez mayor vigencia en los países imperialistas (pág. 41).
Es evidente que no encontraremos ningún país que tenga un desarrollo burgués democrático completo. Pero en los países imperialistas la democracia política tomada en su conjunto tiene un carácter reaccionario porque se trata de naciones burguesas consolidadas en la opresión sobre el conjunto del planeta. En los países coloniales y semicoloniales, en cambio, las reivindicaciones de la democracia política tienen un carácter progresivo porque chocan con el dominio del imperialismo. Las “tesis” no hacen la distinción elemental entre países burgueses opresores y oprimidos.
El C.I se ha pasado al democratismo liberal más rampante.
Sindicatos y burocracia sindical
Durante años, la OCI francesa sostuvo la tesis de que los sindicatos de masas dirigidos por direcciones nacionalistas habrían dejado de ser organizaciones obreras. En cambio, los sindicatos dirigidos por stalinistas o socialdemócratas eran organizaciones independientes del proletariado. En el primer caso, se debía luchar por destruir esas organizaciones burguesas, en el segundo, se debía “recuperarlas”.
P.O. mostró que los sindicatos de masas bajo el liderazgo nacionalista, stalinista o socialdemócrata reflejaban distintos grados de integración al Estado y a la política burguesas, y que constituía por lo tanto un embellecimiento de las direcciones stalinistas y socialdemócratas caracterizar a los sindicatos bajo estas direcciones como independientes.
La OCI se declaró neutral ante la intervención militar de la CGT argentina puesto que se trataría de una lucha interburguesa, un gobierno burgués que interviene una institución burguesa. La misma posición asumió cuando la dictadura brasileña intervino el sindicato metalúrgico dirigido por Lula, en 1979. La lógica de la posición de la OCI la conducía a coincidir con las dictaduras más reaccionarias del planeta.
Ahora bien, la historia del morenismo (a partir de 1954, porque antes tenía la posición lambertista) es la opuesta, porque sostenía que la burocracia sindical peronista representaba una alternativa independiente frente a la burguesía y al propio Perón. De ahí que su estrategia de construcción del partido se basaba en que la burocracia sindical peronista construiría un partido obrero. Ya fuera del peronismo, a partir de 1964, siguió sosteniendo esa estrategia, apoyando a cuanto burócrata si peronista levantara una vía de integración con las dictaduras militares independiente de Perón.
La concepción sostuvo el PST después del golpe militar de 1976. Como la dictadura militar desmantelaba conquistas sindicales históricas de la clase obrera, el PST sostuvo que la burocracia sindical estaba obligada a resistir a la dictadura y por lo tanto la conducta de los revolucionarios era estimular esa resistencia. De esta forma, en los años de mayor colaboración y pasividad de la burocracia (formaron comisiones asesoras de los interventores militares y sabotearon todo intento de lucha del proletariado), el PST "descubrió” una progresividad en la burocracia y con esa concepción llamó al activismo al “frente único con la burocracia”, lo que entregó a ese activismo a la delación y al despido.
Ahora el ex CORCI suscribe -en las “tesis”- que “para la Argentina el combate por la independencia de los sindicatos pasa hoy por la reconquista obrera de la CGT” (Tesis XXXI, pág. 56). Años y años polemizando con nosotros, recurriendo a toda clase de faccionalismo, para sostener ahora, sin ninguna explicación ni autocrítica, esta consigna.
Y con qué argumento plantean la consigna: con el de que el aparato burocrático sindical argentino no es una agencia del Estado. ¡Claro que lo es, e incluso de la dictadura!
Así, las tesis del C.I. referente a los sindicatos concluyen de la peor manera: unen al embellecimiento de las burocracias stalinistas y socialdemócratas propias del CORCI, el embellecimiento de las direcciones nacionalistas, en especial del peronismo, característica de la corriente morenista.
Los revolucionarios deben militar allí donde están las masas, no importe quién controla sus organizaciones, para emancipar al proletariado de la tutela de la burguesía y cualesquiera sean sus agentes. Hay que recuperar la CGT argentina porque se trata de la organización sindical, de masas de los obreros, expulsando a la intervención militar y derrotando a la burocracia.
Tampoco bajo el gobierno peronista, la burocracia de la CGT y de los sindicatos era independiente o semiindependiente, pero la lucha por la recuperación de aquéllos era válida porque constituían la organización de masas del proletariado argentino.
Treinta años después: la OCI (CI) abandona las posiciones del PCI francés contra el pablismo
Las "tesis” afirman como norma del desarrollo político revolucionario la toma del poder por partidos stalinistas o pequeño burgueses y la formación de Estados burocráticos desde el inicio (revoluciones de "febrero”). También dicen que los partidos del tipo mencionado continúan siendo contrarrevolucionarios, aun cuando dirigen una revolución victoriosa. El establecimiento de Estados obreros dominados por una burocracia parasitaria no lo presentan como el resultado de condiciones específicas sino como la consecuencia inevitable del tipo de direcciones que encabezaron la lucha que desembocó en la destrucción del Estado burgués.
Pues bien, todo esto es exactamente el núcleo teórico del pablismo, expuesto en 1951, y combatido, exclusivamente, por el Partido comunista internacionalista de Francia -organización de la que desciende la actual OCI. Esto implica que la OCI, y con ella el CI, se ha auto-desheredado de su único, pero valioso, elemento de tradición revolucionaria de lucha contra la liquidación de la IV Internacional. Este completo giro en las posiciones históricas de la OCI debe ser meditado cuidadosamente; de un lado, porque significa un cambio radical en la posición de esta organización en la lucha por las posiciones revolucionarias; en segundo lugar, porque es muy instructivo, ya que muestra con extraordinaria claridad cómo se metamorfosean los principios políticos cuando en lugar de servir como base granítica para construir un partido revolucionario, sólo se usan en la componenda y en la maniobra.
La variante "única” planteada por el CI, Pablo la formuló de la siguiente manera: el pasaje del capitalismo al socialismo "va a tomar probablemente un período entero de varios siglos y va a ser llenado entretanto con formas y regímenes transicionales entre el capitalismo y el socialismo y necesariamente desviándose de las formas y las normas ‘puras’” (del texto ¿Hacia dónde vamos?). Es decir, en el lenguaje del CI, tendremos como norma, "febreros” y Estados burocráticos desde el inicio.
¿Qué decía el PCI al respecto?
En un documento —de junio de 1951— que fue avalado por la mayoría antipablista del partido ("¿Hacia dónde va Pablo?”, cuyo autor es Bleibtreu-Fabre) se dice: “Lo que vemos es que la casta burocrática, que consideramos ser el producto específico de veinticinco años de degeneración del primer estado obrero se supone que es la prefiguración de la 'casta' llamada a dirigir el mundo por dos o tres siglos. Así la noción de casta ha sido archivada, y lo que está realmente envuelto aquí es una clase que no fue prevista por Marx, Engels, Lenin o Trotsky”.
Respecto al asunto más particular de la burocratización de China desde el inicio (Pablo había planteado esto un año y medio después de la victoria de la revolución china), Bleibtreu-Favre, planteaba, en nombre del PCI lo siguiente:
“Si alguien pudiera explicamos en qué coyuntura, en qué siglo, y sobre qué planeta la evolución de China pudiera probarse comparable a la de la burocracia soviética nos gustaría oírlo.
"La noción es sólo admisible si aceptamos de antemano las tesis de Burnham sobre la rápida formación (cuando no la preexistencia) de una burocracia de tipo soviético dentro del mismo curso de una revolución.
"En este caso, esta burocracia no sólo tendría una ideología de valor internacional, sino que tendríamos que acordarle un rol históricamente progresivo. Al contrario, sin embargo, todo nos lleva a creer que el resultado de una revolución —incluso una que está aislada— va a probar ser diferente y distinta del de la URSS, incluso si esta revolución tuviera que degenerar debido a su aislamiento y debilidad. Trotsky demostró, claramente, en oposición a los revisionistas, que la degeneración de la URSS tiene un carácter histórico específico'’ (subrayados del autor).
Lo que está claro aquí es que para el PCI no había Estados burocráticos desde el inicio y que consideraba inadmisible la formación de una burocracia en el curso de una revolución. Pero hay que entender que la posición contraria era la esencia del pablismo, que así lograba justificar su caracterización de que la situación mundial consistía, en esencia, en la oposición entre el imperialismo y lo que llamaba el "campo stalinista”.
Uno de los factores que llevaron a los planteamientos pablistas fue la conducta de los trotskistas chinos que fueron huyendo de las zonas conquistadas por la revolución hasta terminar, lógicamente, en Hong-Kong. Para Pablo esto se debía a que no comprendían la naturaleza dual de la política stalinista, y lo usó como elemento para liquidar las posiciones de la IV° en relación al stalinismo —suplantando la caracterización de socialmente dual o contradictorio, por políticamente dual. El texto del PCI se ve obligado, entonces, a analizar en extensión el problema de la revolución china. La naturaleza de la burocracia y de los PC. Vamos a citarlo entero, y su simple lectura va a mostrar el abismo que existe entre las posiciones revolucionarias del PCI y las del CI. Nuestra posición se entronca en la tradición de la lucha política del PCI.
"¿Cuál fue el error en China?”
“De acuerdo con el camarada Pablo, este error comenzó ‘a continuación de la victoria de Mao Tse-tung'. En nuestra opinión, es un poco anterior.
"Una revolución estuvo desarrollándose en China desde 1946, una revolución en la que los trotskistas debían haber sido parte integral. Abandonados por Stalin, cuyo consejo apuntando a la formación de un gobierno de frente nacional con Chiang Kaishek ellos habían rechazado, y cercados en virtud de que el ejército rojo (soviético) había entregado Manchuria a Chiang, los líderes chinos tuvieron que confrontarse con la más poderosa ofensiva que las tropas blancas hayan jamás lanzado contra el séptimo ejército. La única posibilidad que les quedaba abierta (al igual que la situación que tuvieron que confrontar los líderes del partido comunista de Yugoslavia en 1942-43) fue la movilización revolucionaria de las masas. Rechazando su línea stalinista de los años previos, adoptaron un programa limitado de reforma agraria, que las masas saludaron con gran entusiasmo. Por todos lados surgieron comités campesinos y grupos de resistencia que se organizaron para defender y extender la reforma agraria y para aplastar a Chiang, el representante de los terratenientes. El avance del ejército de Mao fue por sobre todo el producto del masivo reclutamiento del campesinado revolucionario, y del paralelo colapso del ejército campesino de Chiang, que fue contaminado por la revolución y por el hambre de tierras. El propio Partido Comunista chino sufrió un cambio en su composición social, los hijos educados de los campesinos acomodados que constituían la espina dorsal de sus cuadros hasta ese momento (y algunos de ellos tendieron a oponerse a la explosión de violencia (ílementaj desatada por el giro efectuado por su partido), fueron sumergidos por el influjo de nuevos militantes endurecidos en la forja de la revolución misma.
"Así:
“1) El nacimiento de la revolución china fue el comienzo del fin del ‘stalinismo' del PC chino.
"2) El PC chino dejó de subordinarse a las directivas del Kremlin y quedó bajo la dependencia de las masas y de sus acciones.
“3) Su composición social fue realmente modificada.
"4) El PC chino dejó de ser un partido stalinista y se transformó en un partido centrista que avanzaba paralelamente con la revolución.
Esto no significa que el PC chino se transformó en un partido revolucionario ipso facto. Conservó de su pasado una serie de conceptos incorrectos y burocráticos, que vinieron a reflejarse en sus acciones:
-en el tímido carácter de su reforma agraria
-en limitarse al norte de China
-y en el esfuerzo consiente del PC chino para mantener aislado de la revolución al proletariado urbano.
"La dialéctica de la realidad social ha levantado ya ciertas barreras y hay razones para esperar que este curso continuará.
"En todo caso es absurdo hablar de un partido stalinista en China, y más absurdo todavía alimentar la creencia en siquiera el parecido de 'una victoria del stalinismo en China’.
"El error de los dos grupos chinos es precisamente haber fracasado en comprender la realidad social. Identificaron la revolución con el stalinismo, lo que significa identificar al stalinismo con su negación.
"Los camaradas chinos le dieron la espalda al movimiento revolucionario de las masas, retrocedieron cuando fueron confrontados con el avance de aquéllas, y finalmente acabaron en Hong Kong.
“Su mayor error no fue su fracaso para comprender al stalinismo; fue una más seria y diferente falta de comprensión.
"No reconocieron el verdadero rostro de la revolución. Vieron al avance de los ejércitos revolucionarios de Mao como un paso adelante del stalinismo. Fracasaron en entender que lo fundamental es la acción de las clases, que son las clases y no los aparatos las que hacen la historia, y que una vez puestas en marcha la acción de las masas es más poderosa que el más fuerte de los aparatos.
"En varios aspectos el camarada Pablo revive los errores analíticos de los camaradas chinos, aún si sus conclusiones son las contrarias, aunque igualmente desastrosas.
“Comete el mismo error sobre la naturaleza de la revolución china, a la que considera como una victoria —no una ‘pura y simple victoria'— pero con todo una victoria del stalinismo…
"Comparte el mismo criterio errado en lo que respecta a la naturaleza 'stalinista' de un partido comunista. La naturaleza stalinista de un PC está constituida por su dependencia total y directa de los intereses y de la política del Kremlin. La negativa de parte del PC chino a aceptar la existencia legal de la tendencia trotskista —sea fuera o dentro de sus filas— e incluso la represión contra esta tendencia de ninguna manera puede constituir un criterio que ‘demostraría su carácter stalinista y burocrático' (Pablo), pero solamente su falta de comprensión de la revolución permanente, una falta de comprensión que no es específicamente stalinista.
“Comparte la misma falta de comprensión de las relaciones entre las masas, el PC y la burocracia del Kremlin: Pablo pone un signo igual entre la naturaleza dual de los PCs y la naturaleza dual de la burocracia soviética…
"La naturaleza dual de la burocracia soviética es el reflejo y el producto de contradicciones en la sociedad soviética. Se expresa en el bonapartismo del stalinismo cuando es confrontado con fuerzas sociales dentro de la Unión Soviética y a escala mundial. La política de la burocracia no es dual sino, más bien forma un conjunto integral a través de todas sus variaciones; es una política de mantener el equilibrio entre las clases básicas.
"La naturaleza dual del partido comunista significa una cosa un poco diferente y expresa una contradicción diferente, por el hecho de que una burocracia parasitaria de tipo soviético no existe internacionalmente. La dualidad, la contradicción de un PC, viene del hecho de que es un partido obrero en virtud de su base social (una base necesaria para la acción de equilibrio del Kremlin) y un partido stalinista en virtud de su política y de su dirección (una dirección elegida desde arriba sobre la base de su total sometimiento a las órdenes del Kremlin).
“Cuando por una razón u otra esta subordinación deja de existir, el partido deja de ser stalinista, y expresa intereses diferentes de los de la casta burocrática en la URSS. Esto es lo que ocurrió (debido a la acción revolucionaria de parte de las masas) en Yugoslavia bien antes de la ruptura de relaciones; la ruptura sólo la hizo oficial. Esto es lo que ya ha ocurrido en China, y se reflejará inevitablemente en una ruptura de relaciones cualquiera sea el curso que tome la revolución china” (Los subrayados son del autor. El texto está extraído de Trotskysm versus revisionism – A documentary history – volume one, New Park Publ., págs. 52-79).
En un documento de los trotskistas franceses, de octubre de 1953, que hace el balance de “las sucesivas etapas del revisionismo pablista”, ratifica todas estas posiciones, y allí donde las “tesis” del CI afirman que “el revisionismo tiende a destruir la IV Internacional” ( ¡tiende!) (pág. 63) y proponen discutir una “modalidad” de unificación con el SU el documento de balance de Octubre de 1953, decía:
“La salvación de la IV Internacional exige imperativamente la inmediata expulsión de la dirección liquidacionista. Una discusión democrática deberá en este sentido ser abierta dentro del movimiento trotskista a escala mundial sobre todos los problemas en suspenso, enmaiañados o falsificados por la dirección pablista en tres años. Dentro de este cuadro, será indispensable para la salud de la Internacional que la mayor autocrítica sea emprendida sobre todas las fases y causas del desarrollo de la gangrena pablista”.
A dónde va el CI
El Comité Internacional es el fruto de dos “pecados”: de la ruptura sin principios del PST con el SU y de la escisión sin principios del CORCI por parte de la OCI, esto de un lado; y del otro, del acuerdo maniobrero y sin principios del PST con la OCI. Este proceso y estos métodos explican la degeneración política que testimonian las tesis. La maniobra suplanta a la discusión; el agregado indiscriminado de las posiciones de uno y otro reemplaza la claridad; el disciplinamiento prematuro de las diferencias prevalece sobre la necesidad del amplio balance político, capaz de permitir un nuevo impulso teórico y de organización.
Pero aún en engendros anti-natura como el CI, la lucha de clases ejerce su presión implacable. Esto plantea dos alternativas. La primera es que el CI se aferre a salvar a todo precio su unidad burocrática. En este caso tendrá que encubrir los desastres y el mayor apartamiento de la vía revolucionaria de sus tendencias y/o secciones. El resultado de esto será el entrar en un proceso de mayor degeneración política.
La segunda es que la confrontación con la lucha de clases haga entrar en saludable crisis los planteamientos del CI. Esto quiere decir que la discusión se abra paso. En este caso el CI entrará en estado de asamblea o disolución. Una última posibilidad sería que asuman lúcidamente la necesidad de abrir una honesta delimitación y clarificación de posiciones. Los indicios, sin embargo, apuntan hacia la primera alternativa.
Agosto 1981
(1) En relación a Bolivia, las “tesis” rayan en el delirio y la desvergüenza. Sostienen que en 1952 se produjo “una de las revoluciones más perfectas”, que fracasó porque el trotskismo no tomó el poder que estaba a su alcance, y dicen, que esa traición “es tanto o más grande" que la capitulación del stalinismo ante el hitlerismo o la socialdemocracia ante la burguesía durante y después de la primera guerra mundial. Van más lejos aún, y llegan a afirmar que todos los males de la llamada IV Internacional y la fuerza del nacionalismo en Latinoamérica se explicarían por esa traición del trotskismo boliviano.
Para justificar su propia miseria política se la endilgan al POR boliviano, quien habría tenido la llave maestra de la IV Internacional.
La revolución boliviana de 1952 colocó al MNR en el poder en virtud de las profundas ilusiones de las masas en el movimiento nacionalista. El POR boliviano, si bien había logrado una posición importante en el proletariado a mediados de la década del 40 (Tesis de Pulacayo), estaba prácticamente diezmado por la represión de los años precedentes a la revolución, lo que determinó que en 1952 tuviera una gran debilidad organizativa. Tampoco era sólida la formación de sus cuadros, especialmente los sindicales.
La llegada al poder del nacionalismo determinó una crisis en el POR porque militantes pequeño burgueses y algunos de sus cuadros sindicales consideraron que había que entrar o disolverse en el MNR. Esta gente nada tenía que ver con la desviación pablista del mismo tipo, que se produciría en 1954. Es una falsedad total que en 1952, como afirman las “tesis”, el POR “era poderoso" y "había participado como codirección en la insurrección…” (pág. 64). Como Partido, el POR no llegó a estar presente en la insurrección de abril de 1952. En ningún momento se presentó la oportunidad para que los trotskistas bolivianos tomaran el poder. Todo esto está ampliamente analizado en "La Revolución Boliviana” de Guillermo Lora (año 1964).
La OCI francesa reiteradamente ha denunciado al POR boliviano como una organización nacional-trotskista mutilada, porque ésta sostiene que la revolución boliviana sería un gran factor de impulso para reconstruir la IV Internacional. Y ahora esta gente hace al POR el chivo emisario de la no transformación de la IV Internacional en partido de masas en la posguerra y responsable de la subsistencia del stalinismo y la socialdemocracia en la mayor parte del mundo!!
NOTA: El tratamiento que hacen las “tesis” de la evolución de las fuerzas productivas en la época imperialista en general y en el periodo posterior a la segunda guerra en particular, así como las “tesis” de la llamada “revolución inminente” es tanto más erróneo que el conjunto de todas las “tesis”. Más importante aún, ocupan un lugar estratégico en toda la formulación de estas y en el revisionismo del Comité Internacional. Por haber pertenecido PO al CORCI y por la extensión que el tratamiento del asunto requerido, hemos preferido dejar la crítica a estas cuestiones para un próximo número con el objetivo de un desarrollo as amplio.