La intervención de la dirección de la Cuarta Internacional
El lector sabrá disculpamos la transcripción “in extenso” de las citas anteriores, lo cual tiene por objeto la cabal explicitación de las posiciones en presencia en este debate de gran importancia. Compartimos la apreciación de Guillermo Lora: “La discusión habida a partir de 1939 (en Argentina) siempre teniendo como eje el problema de la unificación, y que no tardó en centrarse alrededor del eje de la cuestión nacional, tuvo en su tiempo y sigue teniendo aún, una importancia capital para la Cuarta Internacional en América, en Bolivia y en el mundo entero, pues planteó los puntos cruciales de la revolución de los países atrasados en nuestra época. Es una verdad lástima que las historias de la Cuarta Internacional que circuí no se refieran para nada a este acontecimiento trascendental” (41).
Ni que decir tiene que no fue únicamente esta discusión lo que influyo en la vida de los grupos trotskistas de la época. Sabemos que los procesos de Moscú, con su secuela de infames acusaciones y asesinatos de los viejos líderes del bolchevismo, tuvieron un fuerte efecto desmoralizador sobre muchos cuadros del movimiento obrero y revolucionario, incluyendo militantes trotskistas,. El asesinato de Trotsky (agosto de 1940) asimismo, no solo privo a la Cuarta Internacional de un dirigente irremplazable sino que le quito uno de sus emblemas como movimiento: el de tener a su cabeza uno de los dirigentes de la Revolución de Octubre, expresión viva de su continuidad orgánica del bolchevismo. Se cifraba la esperanza en la rápida conversión de la Cuarta Internacional – con Trotsky a su cabeza – en una fuerza dirigente, al finalizar la Segunda Guerra Mundial y abrirse un período revolucionario. Es posible que, en Argentina, la deserción de Antonio Gallo del movimiento -en Agosto de 1941- esté vinculada a estos episodios, como la de algunos otros cuadros indecisos, o "gastados por el aislamiento, por detrás de los "motivos personales” que frecuentemente se exhiben para justificar tales abandonos. La desvinculación del trotskismo del otro cuadro dirigente del debut de los años 30, Pedro Milessi, está ligada a la primera crisis internacional de la Cuarta luego de su proclamación: la discusión sobre la naturaleza del Estado Soviético, al que la fracción Schachtmann y Burnham en el SWP negaba su carácter de “Estado Obrero degenerado” para identificarlo con una nueva forma de opresión clasista. Estas posiciones "antidefensistas” (así fueron llamadas, pues negaban el principio de la defensa incondicional de la URSS frente a una agresión capitalista) tuvieron alguna influencia en Argentina -por lo menos Milessi será expulsado a causa de ellas de la LOS en Marzo de 1941. El único miembro del Comité Ejecutivo elegido por la Conferencia de Fundación de la IV que las sostuvo (el brasileño Lebrún -pseudónimo de Mario Pedrosa) viajó especialmente al Cono Sur para ganar adeptos, sin mayor éxito, en Argentina (Liborio Justo sostiene que en 1940 se entrevistó con un enviado especial de la "minoría antidefensista” del SWP, quien no lo convenció, sin aclarar si se trata de Lebrún) -con más éxito en Uruguay, donde la futura sección de la Internacional nace como grupo "Antidefensista” ligado a la corriente internacional liderada por Schachtmann ,para modificar después esta posición y afiliarse a la Cuarta.
Estos hechos, sin embargo, parecen haber sólo influido el destino inmediato de algunos militantes, tomados individualmente. La discusión sobre la cuestión nacional, en cambio, influyó decisivamente en la conformación, el agolpamiento o incluso la desaparición de las organizaciones. Ello porque desplazó decididamente el eje del debate de las 'cuestiones internacionales o doctrinarias (el stalinismo, la URSS, la guerra civil española) o de las cuestiones organizativas e incluso personales, hacia los problemas estratégicos inmediatos que debía afrontar el movimiento cuartainternacionalista en Argentina y Latinoamérica. Desde ese punto de vista no podía sino tener efectos saludables. Ya Trotsky había manifestado a Mateo Fossa que la prensa cuartista en Argentina se refería demasiado exclusivamente a problemas doctrinarios ("Están en Argentina, tienen una serie de problemas revolucionarios, hay que tratar esos problemas y resolverlos lo mejor posible. Y no hablar de Trotsky. Resolver los problemas del país, los problemas revolucionarios” -así recuerda Mateo Fossa, 34 años después, las palabras de Trotsky en esa ocasión). (42)
Para 1941, el Comité Ejecutivo de la IV Internacional se había trasladado de Europa (donde el desarrollo de la guerra y la ocupación nazi de los principales países le impedía funcionar) a los EEUU. De hecho, su dirección recayó en los militantes más experimentados del SWP (Cannon, Dunne, Curtiss) y en algunos dirigentes europeos expatriados a Norteamérica con el fin de asegurar la continuidad de la actividad del centro internacional (Marc Loris, que había sido secretario de Trotsky, ischer). El CEI se había dotado de un departamento latinoamericano que enviaba cartas a los grupos del continente que amaban de la Cuarta y elaboraba informes sobre ellos para la dirección internacional. Durante 1941, el CEI interviene abiertamente en la polémica entre los grupos argentinos. Esta polémica ya se había extendido a la mayoría de los grupos latinoamericanos de la Cuarta. Quebracho (que ya en ese momento venia como cabeza de una tendencia internacional contra el “centrismo” de sus oponentes) escribe: “En contra (de la LOR y la “liberación nacional” estaban los titulados ´trotskistas´ del Uruguay, a través de la Liga Bolchevique Leninista, el Partido Obrero Revolucionario de Bolivia (el Centro Revolucionario de Bolivia, sin embargo, escribía… que compartía la posición de nuestros folletos) y el Partido Obrero de Chile. Nos apoyaba… el Partido Obrero Revolucionario de Chile (…) también nos acompaña en la defensa de la ‘liberación nacional’ el Partido Obrero Revolucionario de Cuba”. (43)
En efecto, Justo había sido activo en la difusión continental de sus posiciones. Diego Enriquez, máximo dirigente del POR chileno, llegará a representarse su lucha contra el POI como una batalla contra el "centrismo”, de naturaleza equivalente a la que libraba la LOR argentina contra la LOS, incluso haciendo suyas las críticas a la política "ambivalente” seguida frente a ella por el CEI y el DLA, que ya planteaba públicamente Quebracho. (44)
En cuanto al POR boliviano, Guillermo Lora admite que en ese período su dirección defendía la concepción de una revolución puramente socialista que ignoraba la cuestión nacional, lo que reflejaba la ausencia de claridad sobre el punto en el programa porista, aprobado en 1938. (45)
El único pronunciamiento oficial del CEI de la IV Internacional frente a la polémica será una breve tesis, redactada en Mayo de 1941, referida a la cuestión que más lo preocupaba, a saber, la consigna de "neutralidad” levantada por la LOR. Reproduciremos de ella lo esencial, aclarando que en su introducción calificaba a la discusión de "muy seria” y concerniente al conjunto de países coloniales y semicoloniales:
"En casi todos los países del mundo, lo mismo que en los países semicoloniales, la burguesía está dividida en 3 sectores respecto a la cuestión de su participación en la guerra imperialista: 1) un sector de la burguesía que favorece al imperialismo anglo-americano; 2) un sector que favorece al imperialismo alemán; 3) una sección que desea ser neutral en la lucha entre estos imperialismos. Es sólo bajo circunstancias muy especiales que la burguesía de un país pequeño o semicolonial puede efectivamente ser neutral.
"(…) Para el proletariado o para alguna sección del proletariado sostener la idea de la neutralidad y presentarla como un slogan solamente tendría éxito si él mismo se atara a esa sección de la burguesía esperando y rezando para que la guerra mundial la deje sola. Pese a cualquier intento que se haga para dar a la idea de neutralidad algún contenido que la distinga en su uso por el proletariado del uso que le da algún sector de la burguesía, ella conduce inevitablemente al embotamiento de la distinción entre el partido revolucionario del proletariado y la sección de la burguesía que defienda la neutralidad. (…) El concepto de neutralidad tiende a devenir puramente legalista- Se adopta la idea que una nación neutral puede ser imparcial en una lucha entre dos poderes imperialistas. Imparcial significa que cualquier cosa que se permita a un poder será también permitido para el otro. Está completamente ausente el espíritu de lucha contra los dos campos imperialistas. En su aparente actitud de indiferencia a la victoria de ninguno de ambos campos, no puede ser detectada la actitud proletaria de que ambos campos son en realidad uno y el mismo y deben ser destruidos.
"Ni que decir tiene, por supuesto, que las fuerzas de la Internacional no pueden ser nunca neutrales en una lucha entre un pueblo colonial o semicolonial contra un poder imperialista. Entendemos perfectamente que los camaradas que utilizan el slogan de neutralidad no quieren dar a entender que serían neutrales en tal caso. (…) El slogan de neutralidad c duce en el mejor de los casos a un rol pasivo que no promueve la lucha contra el imperialismo. Un slogan de esa naturaleza» consecuencia, no puede ser aceptado por la IV Internacional.
“Los partidos revolucionarios de los países sudamericanos, secciones sudamericanas de la IV Internacional, deben utilizar slogans que movilicen a los obreros y campesinos de estos países contra todos los imperialismos (…) Atacando no mediante la neutralidad, sino mediante una activa lucha antiimperialista, al imperialismo en general, debe ser precisado hacia el principal peligro imperialista del momento. En este caso el imperialismo yanqui está alineado a todo Latinoamérica detrás de sus propios fines. Debemos atacar sobre todo al imperialismo yanqui. El proletario debe distinguirse claramente de su propia burguesía que juega la neutralidad solo para ganar un lugar para negociar una parte mayor del botín de la explotación imperialista, o para venderse a sí misma por un precio más elevado a uno de los poderes. Hoy es el imperialismo americano quien está siendo ayudado por la burguesía latinoamericana. La ayuda bajo el disfraz de la defensa de la democracia contra el fascismo, debe ser expuesta y atacada por nuestras fuerzas. Debe ser claro que sólo mediante la alianza de las masas latinoamericanas con el proletariado americano podrán ser derrotados tanto el imperialismo americano como las burguesías nativas en sus comunes maquinaciones para guardar a los pueblos latinoamericanos bajo su sujección.
"Como susbstitutos al slogan de neutralidad proponemos: Abajo la guerra imperialista! Abajo el imperialismo yanqui! Contra todos los explotadores imperialistas! Por la unidad socialista de América Latina!” (46)
La declaración está lejos de la consigna de “derrotismo revolucionario” (posición a la que, sin embargo, no critica). Se critica correctamente la consigna de "neutralidad”, como propia de (un sector) de la burguesía nativa: en la Argentina, era defendida por los sectores oligárquicos más ligados al imperialismo inglés, para quien la entrada de nuestro país en la guerra aceleraba su pasaje a la órbita del imperialismo yanqui. Aún neutral, la Argentina se mantuvo durante el período bélico como la principal proveedora de carne a Inglaterra.
Justamente por ese carácter, la "neutralidad” no es una consigna susceptible de movilizar a las masas contra la guerra y el imperialismo. Puramente legalista, es una consigna burguesa que sólo se puede traducir en una actitud de presión hacia el gobierno; es decir, que coloca al proletariado a la rastra de la burguesía nacional. La LOR aceptó retirar la consigna. Es significativo que Quebracho, que se lanzará luego a una violentísima batalla contra el CEI de la IV Internacional, no se haya referido jamás, en los numerosos escritos que le consagra, a esta tesis del CEI, la única oficial sobre el problema.
¿Cuál era la orientación para preparar una movilización in-dependiente de las masas, en esa situación? La del CEI se limita al nivel de generalidades (abajo la guerra, el imperialismo, los explotadores). En cambio, aún dentro de una perspectiva oportunista de presión sobre la burguesía ("neutralidad”), la LOR planteaba que los trabajadores debían aprovechar la guerra para plantear la expropiación de las empresas y bancos imperialistas (la "liberación nacional”). La perspectiva de un movimiento antiimperialista de las masas, dentro del cual los trotskistas debían luchar para dotarlo de una dirección obrera independiente, era uno de los pronósticos básicos del análisis de la IV Internacional referente a la guerra. En el "Manifiesto de Emergencia” frente a la 2da guerra -uno de los últimos escritos de Trotsky- se leía:
"Del hecho mismo de las dificultades y peligros enormes que crea la guerra en los centros metropolitanos imperialistas, ella abre también amplias posibilidades para los pueblos oprimidos. El sonido del cañón en Europa anuncia la hora de su liberación”.
La confusión política del CEI en ese aspecto, era evidente en un fragmento del informe de su delegado que en esos momentos recorría la Argentina (Sherry Mangan):
" el total rechazo de la ‘neutralidad’ por la LOS, no sólo como slogan sino como tema de conversación (talking point), impresiona a este observador pues contiene un gran sectarismo y ultraizquierdismo (…) El deseo de neutralidad de parte del proletariado argentino, los trabajadores rurales, y amplios sectores de la pequeña burguesía, es apasionado y profundo… ese sentimiento popular puede ser usado como punto de partida para una explicación efectiva a los trabajadores industriales y para una explicación efectiva a los trabajadores industriales y rurales de: a) por qué la burguesía nacional no puede por su propia naturaleza ser permanentemente neutral y guardar a la Argentina fuera de la guerra imperialista; b) por qué una actitud pasiva o meramente neutral de parte de los trabajadores implica que están ligados a la burguesía nacional, es no solo inefectiva, sino contraria a sus intereses y a aquellos de los trabajadores de los países beligerantes – que su natural deseo de no ser llevados a la sangría imperialista puede ser mejor expresado y servido tomando una posición activa contra ambos campos imperialistas". (47)
¿Cómo tomar una posición “activa”? Es el problema que la declaración del CEI no resuelve. Su confusión se expresa también en la benevolencia de su crítica a la LOS, respecto a la dureza con la LOR: si la posición de esta última era equivocada (y la crítica del CEI parcialmente correcta), la de la LOS ("derrotismo revolucionario”) era directamente desastrosa; no tomaba en cuenta que la Argentina no participaba en la guerra, ni luchaba contra las presiones del imperialismo por embarcarla en ella.
El gobierno argentino, además, mantenía fricciones con los yanquis a ese respecto (no quería participar). Esta era la otra omisión del CEI: la de la posibilidad de fricciones entre el imperialismo y la burguesía nativa (la declaración sólo habla de las "comunes maquinaciones" de uno y otra). El caso se presentó de manera muy práctica en 1942 en Argentina y Chile, países que no habían entrado en la guerra, luego de la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro. La importancia de estas crisis en las relaciones entre el país oprimido y el imperialismo, es enorme, pues crea la posibilidad de un movimiento antiimperialista de las masas -del cual un sector de la burguesía tratará inevitablemente de tomar la dirección (3 años después -1945- el desarrollo de esa crisis llevó en Argentina al nacimiento del peronismo). La crisis ya era visible en el momento de la declaración del CEI. Luego de la Conferencia de 1942, el imperialismo yanqui amenazó con bloquear —incluso militarmente-a Chile, si éste no entraba en guerra. Frente a la capitulación a regañadientes de la burguesía chilena, el POR -sección de la IV en ese país- planteó:
“Este derecho a la autodeterminación nacional es esencial-mente democrático burgués y no socialista. Pero la ruptura del frente imperialista mundial no es concebible más que abriendo ancha puerta a todos los pueblos sometidos de la tierra para que decidan su propio destino. La propia Carta del Atlántico, que ni Inglaterra ni los EEUU respetan, establece en uno de sus puntos este derecho fundamental. En Chile, la burguesía entreguista y dependiente del imperialismo es incapaz de levantar esta bandera democrática (…) La política externa e interna de Chile DEBE DECIDIRSE EN CHILE y no en los Estados Unidos… en Chile la UNICA CLASE CAPAZ DE LLEVAR ADELANTE UNA POLITICA DE ESTA ESPECIE ES EL PROLETARIADO y no la burguesía gobernante”. (48)
Es visible aquí la influencia de las posiciones de la LOR. Pero la posibilidad de un debate al interior de la Cuarta que clarifique estas cuestiones se verá frustrada. Porque en ese mismo momento, ya Quebracho está llevando resueltamente a la LOR a la ruptura con la IV Internacional.
Polémica entre Quebracho y Marc Loris
En el mismo "Boletín Internacional” en que se publican las tesis del CEI "Sobre el slogan de la neutralidad”, un miembro del CEI, Marc Loris publica una "Carta a los camaradas argentinos” destinada a criticar dos folletos que ya hemos citado: “La Argentina frente a la guerra mundial” del GOR, y “La Internacional y la lucha contra el imperialismo” de Jorge Lagos (LOS). Loris desarrolla claramente los aspectos confusos de la posición del CEI, bien que a título personal. De hecho esto lo conduce a defender los planteos de la LOS contra el GOR.
Frente al párrafo del GOR: "hagamos agitación en favor de la propia Argentina, para que pasen a poder de nuestro pueblo todas las grandes compañías de servicios públicos, empresas industriales, sociedades agrícolas y bancos extranjeros n actualmente nos esquilman y dominan” -Loris no encontrara nada mejor que responder: "¿Y la burguesía nacional? ¿Qué se quiere decir con la fórmula que pasen a poder de nuestro pueblo?” Esto es parte del arsenal fuera de época y superado de todos los demagogos pequeño burgueses”.
Un poco más adelante: “El planteo (del GOR) habla asimismo de la economía argentina como “deformada” por la opresión imperialista. ¿Será cuestión de ‘restaurar’ la economía argentina, de hacerla ‘normal’? ¿En el cuadro del capitalismo imperialista, es posible esperar para ella que siga un curso armonioso de desarrollo?”. Y luego compara al “autor del pan-fleto” con… Sismondi (49), calificando su perspectiva de "reformista”. Frente a esta manifiesta incomprensión del rol del imperialismo en los países atrasados, del diferente lugar ocupa-do en el sistema imperialista por países opresores y oprimidos, Quebracho, lejos de polemizar para ponerla de relieve, se limitará a responder secamente: “no habíamos escrito para que nos leyeran los imbéciles”. (50)
Luego de contar las veces que en el folleto del GOR aparece la palabra "socialismo”, Loris se escandaliza de que en aquel:
"la revolución proletaria es presentada como el instrumento, el medio de la emancipación nacional!!” Loris salpica, finalmente, su “demolición” del GOR con observaciones como “NO, todo esto está lejos, muy lejos, del marxismo… No, no hay aquí ningún lenguaje revolucionario” (sic). Luego pasa a la crítica del “camarada Lagos” -saludándolo previamente por haber “corregido” los errores del GOR, “aunque cayendo a veces en errores clasificables como sectarismo”. Frente a la afirmación de Lagos sobre la inexistencia de restos feudales en Argentina (que para él fundamentaba su estrategia de la revolución puramente socialista) Loris responde que tales restos existen en países como los EEUU o Inglaterra -para luego comentar: “no es cuestión de replantear la revolución proletaria con la revolución burguesa. Pero es propio de la revolución proletaria resolver las tareas democráticas burguesas que las más avanzadas burguesías han sido y son incapaces de resolver”. Loris suscribe, pues, la tesis de la naturaleza similar de la revolución en los países avanzados (aquellos que han cumplido su revolución democrático burguesa) y atrasados (los que no han pasado por dicha revolución). En nombre de que toda revolución -en la época imperialista- no puede concluir triunfalmente sino como revolución proletaria, se niega toda diferencia entre el programa de la revolución en un país metropolitano y en un país oprimido. Algo más, el único momento en que la opresión nacional aparece en Loris, es cuando se ve obligado a criticar la siguiente postura de Lagos: “La guerra entre uno de nuestros países y uno de los sectores imperialistas será una guerra imperialista”. En realidad aquí estaba encerrada toda la polémica entre los grupos argentinos: si la guerra entre un país semicolonial y un país imperialista es una guerra imperialista por ambos lados, ¿qué diablos es el imperialismo?
Loris recuerda a Lagos que una guerra entre una colonia y un país imperialista “puede ser” una guerra de defensa anti-imperialista. Y nada más. (51)
Resulta evidente -en la medida que Loris es, miembro del CEI de la IV- la confusión existente en esa dirección respecto a los países oprimidos. Se distingue -formalmente- entre países opresores y oprimidos, pero luego se lo concluye asimilando. Se niega la necesidad de que el proletariado de los países oprimidos luche por la liberación nacional.
En el movimiento revolucionario, esta posición tiene un antecedente: la planteada en un momento por Rosa Luxemburgo y Piatakov -criticada por Lenin en “Una caricatura del marxismo – que negaba la lucha por la “autodeterminación nacional bajo el supuesto de que ésta sería irrealizable bajo el imperialismo y de que la revolución socialista significa la destrucción de las fronteras nacionales (disolución de las naciones). Lenin respondió que no hay tal “irrealizabilidad” sino que “no solo el derecho de las naciones a la autodeterminación sino todas .as reivindicaciones fundamentales de la democracia son realizables bajo el imperialismo sólo en una forma incompleta, deformada y como rara excepción”. Concluía en que sería por completo erróneo pensar que la lucha por la democracia pueda distraer al proletariado de la revolución socialista, o relegarla, posponerla, etc. Por el contrario, así como es imposible un socialismo victorioso que no realizara la democracia total, así no puede prepararse para la victoria sobre la Burguesía un proletariado que no libre la lucha revolucionaria general y consecuente por la democracia” (1916, Tesis sobre la revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación). Esta cuestión era particularmente importante en lo que se refiere al proletariado colonial y semicolonial pues -para Lenin- “es evidente que en las inminentes batallas decisivas de la revolución mundial, el movimiento de la mayoría de la población terrestre, orientado al principio hacia la liberación nacional, se volverá contra el capitalismo y el imperialismo, y jugará quizás un rol revolucionario mucho más importante que el que podamos pensar” (1921, III Congreso de la I.C.).
Si es correcto plantear que la burguesía de los países atrasados no puede —en la actual era imperialista – liberar a su país ni consumar la revolución democrática, esto no quiere decir que el proletariado no deba plantearse esas tareas. Antes bien, éstas pasan a ser parte del programa de emancipación social de la clase obrera. “Con respecto a los países de desarrollo burgués atrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución integra y efectiva de sus fines democráticos y de emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida” (Trotsky, tesis nro. 2 de “La revolución permanente", subrayado nuestro). Se aprecia que el planteo de Trotsky y el de Loris se oponen por el vértice.
“Integra y efectivamente”, sólo la revolución proletaria puede consumar la liberación nacional, pero esto no quiere decir que otras clases no puedan enunciar esta tarea, o plantearse realizarla “en forma incompleta, deformada”. Así sucede en los momentos en que la burguesía nacional (o sectores pequeño burgueses, o militares) pretenden -y consiguen en mayor o menor grado— arrastrar a las masas obreras y explotadas tras su demagogia nacionalista. Como se vio, el único modo en que la clase obrera revolucionaria puede disputar a la burguesía la dirección de los explotados, no es negando la liberación nacional (“tal renuncia sería sólo ventajosa para la burguesía y la reacción”, señalaba Lenin), sino planteando consecuentemente -revolucionariamente- la cuestión nacional y democrática. La confusión que el planteo del CEI introdujo entre los trotskistas argentinos se mide en el hecho -que veremos más adelante- de que sus principales sostenedores (Ramos, Posadas), pasaron a adoptar posiciones pro-peronistas pocos años después, cuando la emergencia de ese movimiento nacionalista.
Quebracho aprovechará de inmediato las debilidades evidentes del texto de Loris para escupir fuego contra él. En la “Respuesta a Marc Loris” de la LOR burlas e insultos harán pasar a segundo plano la respuesta propiamente política. Luego de tratarlo de “discípulo de Stalin” y de dar rienda suelto a su verborragia de polemista, culminará con una “mojada de oreja”: “He vivido bastante en Union Square (sede del SWP, NDA) para que me asusten misivas como la suya y mi permanencia en aquel barrio de Nueva York me permitió, muy claramente, percibir el concepto despectivo que muchos pseudo-revolucionarios pequeño-burgueses tienen allí por nuestros países latinoamericanos, haciéndose cómplices del desprecio imperialista para los mismos. Usted, Marc Loris, es uno de ellos”. (52)
Otro dirigente del SWP, Charles Curtiss, manifestará su buen instinto exponiendo su desacuerdo con la “Carta…” de Loris -aunque fuera con su tono y no con su contenido- carta privada al delegado del CEI en Argentina, recomendándole la prudencia de que la “Carta…” carecía. (53)
En vano. Aunque el propio Lagos escribiera a Quebracho- “Créame que considero superficial, poco táctica y por ende contraproducente la carta de M. Loris en lo que se refiere a que realiza una crítica de su posición deformándola… Yo comprendo que la posición suya no es la que critica M. Loris” (54); para Quebracho el problema ha dejado de ser los “centristas' argentinos e incluso latinoamericanos, desde ahora sus enemigos serán los “centristas” que dirigen la Internacional.
La creación del P.O.R.S.
Por las cuestiones políticas y organizativas implicadas, el “caso” argentino significaba un verdadero “test” para el CEI en cuanto a su capacidad como dirección de la IV Internacional. El "movimiento” se había desarrollado en Argentina prácticamente sin contactos con la dirección internacional, guardando últimamente apenas un contacto epistolar con su Departamento Latinoamericano (DLA). En un informe de éste al CEI, de Mayo 1940, se leía: “La Comisión América Latina (CAL) ha intentado unir todos estos grupos (se refiere al GOR, a la LOS y a los "regionales”, NDA) en una sola organización, pero hasta ahora sus tentativas han fracasado. Al principio sus divergencias eran menores y sobre todo de orden personal (…) En el número 7 de “Inicial”, apareció un artículo de fondo sobre la naturaleza de la revolución en Argentina, que tiende a demostrar que será exclusivamente socialista. Recientemente el GOR ha enviado una carta a la CAL pidiendo ser reconocida como sección argentina de la IV Internacional. (…). El grupo “Inicial” ha planteado la exclusión del camarada Quebracho como condición para la unificación con el GOR. La CAL le ha enviado un texto expresando su desaprobación de este ultimátum. (…) Las divergencias toman ahora un aspecto político, y por lo tanto nos será mucho más fácil decidir cuál de los grupos expresa las ideas de la IV Internacional". (55)
Ya hemos visto los textos de la primera intervención del CEI en el debate. Hacia la misma época, éste decide enviar un delegado a los países del “cono sud” con el fin de propender a la unificación de los grupos allí existentes. Terence Phelan (seudónimo de Sherry Mangan) llega a la Argentina durante los primeros meses de 1941. Lo hace en calidad de corresponsal de las revistas “Time”, “Life”, y “Fortune”, trabajo que ha conseguido por indicación del CEI, con el objetivo de facilitarle sus desplazamientos por el mundo, para llevar adelante una tarea de contacto entre los diferentes grupos y el CEI. Mangan militaba en el trotskismo yanqui desde 1934.
Su primer contacto estable parece haber sido en Argentina con la LOS, y en particular con el joven responsable de su periódico (Jorge Abelardo Ramos, “Sevignac”). En su primer informe al CEI constatará la impasse en que está metida la LOS en cuanto a sus consignas referidas a Argentina y la guerra mundial -impasse vinculada, digamos, a su política de “transformar la guerra imperialista en guerra civil” y “derrotismo revolucionario” en un país que no participa en la guerra: “Ni un kilo de carne, ni un gramo de trigo, para los poderes impe-rialistas!'—es la consigna del momento de la LOS— que propone aprovechar la guerra imperialista no para expropiar al imperialismo sino para suspender las exportaciones. Phelan se lamenta de la “pobreza” de este slogan, y se pregunta qué pensarían de él los obreros ingleses y franceses. Al mismo tiempo sostiene, sin embargo, que las diferencias entre la LOS y la LOR (ex GOR) no son programáticas, sino de "aplicación” (tácticas). (56)
En contacto asimismo con la LOR, sus relaciones con esta van a tensarse rápidamente. En junio se produce el congreso de unificación del POR y el POI chilenos; que dará lugar al POR, sección chilena de la IV Internacional. Phelan concurre como delegado del CEI y Quebracho, por su propia cuenta, por la LOR. En el curso del Congreso, Phelan da lectura a la “Carta” de Loris ya citada y transmite un saludo de la LOS, grabado en disco. Justo reacciona ofendido, pero aprovecha para plantear sus posiciones sobre la “liberación nacional", cosa que le es agradecida por el Congreso. Cada cual ve en el Congreso un triunfo: Phelan, porque cree haber demostrado que la unificación de los grupos es posible. Quebracho porque aduce que la unificación de Chile ha sido un triunfo de los “revolucionarios” el POR- contra los “centristas” -el POI.
En Argentina, Phelan constata también la debilidad y dispersión de los grupos trotskistas. Desplegando gran energía, viaja por todo el país y convence a los grupos “regionales” – de La Plata, Santa Fe (animado por Narvaja), y Córdoba (donde están Esteban Rey y "Flores”, primitivo seudónimo de Posadas) — de participar en un proceso de unificación. En fin, logra reunidos a todos en un Comité de Unificación al que propone a la LOR, en Agosto, participar.
La LOR acepta, con reservas, pues considera que es preciso proceder previamente a una delimitación de posiciones. El Comité acepta el criterio y propone se presenten tesis por escrito por parte de cada grupo. Así lo hará la LOS. Así lo hará también la LOR, pero de una manera singular. Convencido Quebracho de que no se trata de “limar diferencias” sino de una batalla política en la que sus posiciones deben derrotar a las “centristas”, comienza la publicación de la serie "Documentos para la unificación del movimiento cuartainternacionalista argentino”, empezando por una "Breve reseña cronológica”. En ellos no sólo critica las posiciones, sino también la trayectoria de los grupos adversarios, intentando demostrar la existencia de una corriente centrista desde los inicios mismos del trotskismo en Argentina. Los “Documentos…” serán cinco y la LOR los difunde pública y continentalmente, continuará su publicación imperturbablemente aún después que las tratad- vas de unificación se hayan roto. Esto, que le atraerá las simpatías de otros grupos latinoamericanos (el cubano y el chileno) le acarreará también las iras de los otros grupos argentinos, y las críticas de Phelan mismo, quien, descorazonado, constata que la LOR y la LOS ni siquiera se ponen de acuerdo sobre qué es lo que hay que discutir.
Es indiscutible que en su intervención en las tratativas (si así puede llamárselas) Phelan le atribuyó mucho más importancia a las cuestiones organizativas que a las divergencias políticas, las que trató de minimizar. Su aporte al Comité de unificación consistió en un grueso “Proyecto de resolución organizativa sobre el partido”. Allí afirmaba, polemizando “Nuestro camarada Quebracho ya ha citado varias veces muy justamente el dicho de nuestro gran teórico L. Trotsky: ‘Es la idea la que crea los cuadros y no los cuadros la idea’. Lo que se olvida de citar era el contexto de este dicho, que se refiere a que ya tenemos la idea. Aquella ‘idea’ no es otra que el programa de la Cuarta”. Quebracho retrucó: “¿Basta, para llegar a la unidad, estar de acuerdo con el programa de la IV Internacional? No, no basta. Ese programa no resuelve todos los múltiples aspectos que se refieren a la estrategia revolucionaria en los países sometidos y toca muy ligeramente lo que se refiere al carácter de la revolución en los mismos. De ahí la necesidad imperiosa de completarlo encarando y resolviendo multitud de puntos de fundamental importancia para los países coloniales y semicoloniales que hasta ahora no han sido aclarados en forma definitiva. Y como estos puntos son, precisamente, los que aquí están en discusión, resulta, en consecuencia, que el programa de la IV Internacional en abstracto no es suficiente, sino que hay que llegar a aclarar y ponerse de acuerdo en lo que se refiere a su aplicación en Argentina”. (57)
Phelan utiliza el programa para el objetivo contrario con el cual había sido escrito: no para abrir, sino para cerrar el debate. Poco después de la aprobación del Programa de Transición, Trotsky había saludado a los trotskistas de Nueva York, qué en lugar de ponerse a repetirlo como loros, se habían puesto a estudiar cómo adaptarlo a la situación concreta de los EEUU, y cómo explicarlo a las masas.
Independientemente de la dirección de la Cuarta, una de sus secciones latinoamericanas más importantes -el POR cubano- se interesó en el debate “argentino”, planteando un método más correcto y una posición más concreta sobre los problemas en disputa. Quizá su carta haya llegado demasiado tarde (febrero de 1942?): “…en el problema de los camaradas argentinos hay dos puntos fundamentales que precisar… para una unificación de nuestras fuerzas en ese país: la valoración particular del problema revolucionario argentino, partiendo de nuestros principios marxistas leninistas, para traducir una línea estratégica general en la aplicación de la táctica específica de lucha que corresponde a las condiciones del país y, en segundo lugar, planteamiento organizacional consecuente con el punto anterior. Estimamos que este modo de ver las cosas no ha sido debidamente interpretado por la mayoría de los camaradas, a pesar de la correctísima insistencia de la LOR sobre la necesidad de clarificar primero y unificar después.
“Para nosotros el problema de la liberación nacional, dada nuestra condición semicolonial, es decir, de país donde la mayor parte de las conquistas democráticas no se han alcanzado, es parte integrante del proceso general de la revolución permanente. Está claro que para nosotros liberación nacional no significa en ningún caso el traspaso de las empresas imperialistas a manos de una burguesía nativa, sino la expropiación, por el estado cubano, sin indemnización, de tales empresas. Esto implica, como es natural, la conquista del poder por el proletariado cubano. Y esta conquista del poder no sería la revolución socialista, porque lo que haría sería combinar las tareas democráticas con las socialistas posibles. Sería positivamente la liberación nacional, pero no ejecutada bajo la hegemonía de una burguesía, sino de la clase obrera”. (58)
La posición posee la virtud de tratar de integrar los problemas nacionales y la “revolución permanente”. Se esboza, sin embargo, una tendencia a separar -a “colocar una muralla”- entre la revolución democrática y la socialista, cuando se plantea que la toma del poder por el proletariado no sería la revolución socialista. Justamente, la toma del poder por el proletariado indica que la revolución democrática se ha transformado en socialista, la cual ejecutará “al pasar” (Lenin) las tareas democráticas incumplidas. Quebracho planteará una concepción similar.
Se trata, al menos, de una posición clara frente a los problemas. Veamos, en cambio, la de Phelan, que aun considerando la liberación nacional como un problema secundario, se refirió a ella en su texto al Comité de Unificación:
“La Argentina es un país semicolonial, determinante capitalista (sic) y relativamente avanzado. Este último es primario y fundamental, y el acuerdo sobre eso es decisivo. La revolución democrática, aunque muy avanzada, no se ha completado. Llegada demasiado tarde en esta época de imperialismo agonizante, la burguesía nacional es incapaz de cumplir las tareas restantes de la revolución democrática, incluso la de la ‘liberación nacional’ del yugo del imperialismo.
(…) Indiscutiblemente existe en Argentina un anhelo, vago pero intenso, para la ‘liberación nacional’ del yugo imperialista. Bajo pena de no sólo perder como aliados a los elementos pequeño burgueses urbanos y rurales y aún proletarios que sienten tal deseo antiimperialista confuso, sino también de echarlos en los brazos del sector demagógico nacional fascista de la burguesía nacional, no podemos arriesgarnos a descuidar ese anhelo que correctamente comprendido y evaluado puede servir como importante punto de partida para nuestra propaganda.
“Pero un punto de partida para la agitación no es la misma cosa que una consigna de 'liberación nacional’, es la denominación de un problema no su solución. Convencidos como estamos que solamente la dictadura del proletariado puede cumplir no sólo ésta sino todas las tareas de la revolución democrática tendremos que tomar el mayor cuidado en la selección de nuestras consignas, para evitar toda tendencia a embotar la naturaleza clasista de nuestra solución. Aún más, debemos saber la posición secundaria y transitoria que las consignas referidas a este problema deben jugar dentro de nuestro programa de acción. Sobre todo no debemos, por nuestro interés en este problema, aflojar ni una pulgada nuestra lucha contra la explotación capitalista criolla. En resumen, como principio determinante en todas las cuestiones semejantes, tenemos que subordinar siempre la ‘liberación nacional’ a la revolución mundial proletaria”. (59)
La liberación nacional para Phelan, no es un problema objetivo, planteado por la estructura de1 país y del Estado y su vinculación con el imperialismo mundial, sino subjetivo, un “vago anhelo” de las clases medias y algunos obreros. Su formulación por el partido revolucionario aparece sólo como una concesión a estos sectores, y no como el método para disputar la dirección de los explotados a la burguesía. Los sectores nacionalistas de ésta son identificados con el fascismo: Phelan adelanta así el argumento con el que casi toda la izquierda se embarcará, poco después, con la Unión Democrática.
Trotsky había partido de la economía mundial, definitivamente unificada bajo el capital por el imperialismo, para definir la pertenencia de todos los países a la economía capitalista. Phelan lo invierte, y parte de definir a la Argentina como país capitalista, y a postular el grado de desarrollo de ese capitalismo (“relativamente avanzado”) como un acuerdo de principios. La voluntad de “no embotar la naturaleza clasista de nuestra solución”, y de “subordinar la liberación nacional a la revolución mundial”, son correctas, pero ni Phelan ni el CEI entienden a esta última como Lenin:
“La revolución social no puede sobrevenir más que bajo la forma de un período en el cual la guerra civil del proletariado contra la burguesía en los países avanzados, se une a toda una serie de movimientos democráticos y revolucionarios, comprendido los movimientos de liberación nacional, en las naciones poco desarrolladas, atrasadas y oprimidas”. (60)
Todo el texto de Phelan aparece marcado por el eclecticismo, debido a la voluntad de conciliar, y no de clarificar, las posiciones en disputa.
De todos modos, el Comité de Unificación estallará, al menos en lo que concierne a la participación de la LOR, en una serie de episodios poco claros. En carta privada a Curtiss, Phelan señalará su convencimiento de que Quebracho esta “loco, sin la menor duda mentalmente desequilibrado”, lo que no le impide ver en él al “por lejos, más dinámico talento político del socialismo argentino’, temiendo que su pérdida no lo convierta en “un nuevo Mussolini, destinado al nacionalismo fascista, al estilo Vargas” (alusión al reproche atribuido a Zinoviev contra los socialistas italianos, de haber perdido a Mussolini, “el más grande talento del socialismo italiano”). La correspondencia privada de Phelan revela hasta qué punto los problemas planteados por Justo lo obsesionaban en este sentido. (61) En octubre, disputas violentísimas se producen entre la LOR y Phelan sobre la ausencia de “tesis” por parte de la LOR o quizá por la forma que ha elegido la LOR para presentarlas. Como sea, la LOR decide quedar en el Comité sólo en calidad de “observadora”. Phelan decide simultáneamente que ya ha hecho suficientes concesiones a la LOR. Lo urgente para Phelan es organizar “el partido”. Curtiss escribe a Phelan recomendándole prudencia para no excluir a Quebracho. Phelan responde pidiendo al CEI le otorgue su confianza, “pues nuevas concesiones a Quebracho y los 27 que alega, pueden romper la unidad de los otros 75 que yo he contado” (62). Queda oscuro pues si la convocatoria para el primer Congreso del Partido Obrero de la Revolución Socialista fue aprobada por el CEI, o simplemente tomada por el Comité de Unificación con Phelan, quienes la fijaron para el mes de diciembre. Para Phelan ya se había franqueado la etapa prevista en su “Proyecto…”: “…espero haber explicado lo que quiero decir por la distinción entre puntos principales y puntos secundarios. Si nos encontramos de acuerdo sobre los primeros, es mi firme convicción que debemos proceder de inmediato a la unificación, a través de la discusión organizativa, dejando los demás puntos políticos para la discusión en una serie de boletines internos de la nueva organización. (63)
La LOR continuará publicando sus documentos bajo la divisa (primero de Plejanov y después de Lenin) “antes de unirno5 y con el fin de unirnos debemos delimitarnos previamente de un modo claro y decisivo”.
En diciembre de 1941, pues, el PORS realiza su Congres0 en Punta Lara, cerca de La Plata. Los delegados no superan la treintena. Están presentes la vieja LOS (ya sin Gallo ni Milessi)- los grupos de La Plata, Córdoba, Rosario y Santa Fé. También el grupo de obreros del transporte nucleado alrededor yugoeslavo Medunich Orza. Entre los delegados del grupo platense, el joven estudiante de física Ernesto Sábato, muy conocido más tarde como escritor (64). Phelan interviene activa' mente durante el Congreso, sobre todo en las discusiones organizativas —la carencia de métodos adecuados es lo que ha impedido a su juicio a los trotskistas argentinos crecer. La resolución programática es confiada a Jorge Lagos, y es aprobada por el Congreso. Se elige un Comité Central, cuyo Secretario General es Carbajal (Narvaja). Se nombran dos funcionarios rentados, que deberán permanecer en la Capital: Posadas y Esteban Rey, aunque este último, presintiendo un futuro no muy claro, se niega a transportar su familia desde Córdoba. El secretario de Finanzas será el alemán Kurt Steinfeld, exilado austríaco que se encuentra a la cabeza de un grupo alemán que publica en Buenos Aires un periódico dirigido a los refugiados del régimen nazi. Steinfeld, empleado en la Agencia Overseas News, es práctico en el manejo del dinero y organiza desde hace tiempo en Argentina la huida de militantes (especialmente de origen judío) de la persecución nazista en Europa. La prensa, en fin, es confiada a la responsabilidad de Jorge Abelardo Ramos. El nuevo periódico se llamará "Frente Obrero”- "Organo del PORS”, aunque se presentará en su primer número como continuador de "Inicial”, retomando su numeración. En cuanto a la resolución programática, de la que es dable esperar que refleje el resultado de las discusiones pro-unificación que hemos venido relatando, citemos algunos párrafos: "Bien lo ha comprendido Westinghouse cuando se ha fusionado con Siam Di Telia para explotar el mercado latinoamericano de maquinaria eléctrica, bien lo comprenden la General Motors y la Ford que reabren sus talleres de montaje en el país y pagan tan vastas fábricas. La tan remanida consigna ‘liberación nacional’ que elementos tipo Marianetti presumen realizable por un gobierno popular de Liberación Nacional, se ha concretado por la oligarquía financiera con el apoyo directo del capital yanqui. (6.5)
"La actual no es una ‘deformación’ de la economía capitalista nacional, sino su forma auténtica. La burguesía nacional argentina es incapaz de luchar o de intentar luchar contra el imperialismo y por ello la lucha contra el imperialismo debe ser en primer término una lucha contra la burguesía nacional que detenta el poder político de los explotadores nacionales y extranjeros”.
(…) Preciso es reconocer que la guerra de la República Argentina, cualquiera que sea el sector burgués que detente el poder y uno de los sectores imperialistas, sería una guerra imperialista. (66)
La resolución no sólo mantiene las posiciones anteriores a la discusión, sino que ignora olímpicamente el texto de Phelan. El eclecticismo de éste condujo a que su intervención careciera totalmente de influencia política. Poco después del Congreso, helan volverá a los EEUU, donde pedirá el reconocimiento del PORS como sección oficial de la IV Internacional.
¿Qué clase de industrialización?
La intervención de la dirección cuartista no modificó en nada los planteos del sector trotskista argentino con el cual mantuvo relaciones privilegiadas. Para caracterizar al país, éste se basaba, sin embargo, no en Trotsky ni en la tradición bolchevique de la III Internacional, sino en el teórico socialista argentino que había formulado una caracterización más acabada: el reformista Juan B. Justo (ver Internacionalismo Nro. 3). Para Justo, la incorporación de la gran mayoría del territorio nacional a la producción (agraria) para el mercado mundial, era un ejemplo típico de "colonización capitalista”. No se le escapaba, sin embargo, el carácter atrasado de este capitalismo: ausencia de desarrollo industrial, atraso agrario, predominio de formas políticas antidemocráticas. El eje del desarrollo económico que permitiría superar esas taras era, para él, el capital extranjero: "La entrada de grandes masas de capital extranjero es necesaria e inevitable… Las grandes empresas de construcción, que es necesario realizar para completar la evolución del país y del pueblo trabajador que lo habita, no pueden ser hechas por la clase rica criolla, disipada e inepta… El capital extranjero va a acelerar la evolución económica del país, y con mayor fuerza aún va a acelerar su evolución política y social”. (67)
Este esquema, formulado a principios de siglo y según el cual los países atrasados recorrerían, por influencia del capital externo, un ciclo económico y político similar al de los avanzados, fue retomado literalmente por los trotskistas cuatro décadas más tarde. La diferencia consiste en que daban el proceso como concluido: industrialización del país, asociación del capital extranjero con el nacional, que había fortalecido a la burguesía argentina permitiéndole erigirse como clase plenamente dominante. Fue en esto que se basaron para plantear la "revolución socialista” como la etapa futura del desarrollo. Es indudable que el salto en el crecimiento industrial argentino durante la década del 30 influyó para que sacasen esa conclusión.
Pero, ¿se había realmente industrializado el país?
La Argentina había ingresado plenamente al circuito capitalista internacional, a mediados del siglo pasado, como productora de materias primas (cuero, cereales, carne), para las naciones industrialmente avanzadas. Las primeras grandes industrias que se desarrollaron (frigoríficos y ferrocarriles) fueron un apéndice de la "Argentina pastoril”, es decir, consolidaron a la Argentina como apéndice agrario del desarrollo industrial en los centros capitalistas mundiales. El auge de la economía basada en la estancia y el capital comercial también dio pie para el surgimiento de ciertas industrias que producían para el mercado interno. Era una industria limitada a la rama alimenticia y a otras producciones imprescindibles, no competitivas por razones de costo y distancia con los centros manufactureros mundiales. No se trataba de una industrialización, pues su capacidad de expansión era ultralimitada, y "se produce sin que aparezca la industria pesada en gran escala, que a esa misma altura del siglo XIX iba a caracterizar el ordenamiento de otras sociedades totalmente diferentes entre sí: la estadounidense y la alemana. Argentina perderá sus estructuras locales y regionales de producción y consumo, sin transformarse en potencia industrial”. (68)
El eje del desarrollo económico era, pues, la producción agraria en función de las necesidades de las potencias industriales, y el crecimiento de la industria se subordinaba a ello. El latifundio se consolidó como unidad productiva y la oligarquía terrateniente como clase dominante. Esta conducirá a la economía argentina a subordinarse a la acumulación de capital con centro en las naciones industriales (Inglaterra, sobre todo). Pero éstas, debido a que la acumulación ya desbordaba sus fronteras nacionales, se lanzaban ya a penetrar en los países atrasados, procurando inversiones para sus capitales excedentes. Una inversión sumamente rentable eran los servicios y los títulos públicos de los países atrasados, cuyo desarrollo económico capitalista nacía, así, prisionero del capital financiero internacional. En nuestro país, en 1885, 45 por ciento del capital de los ferrocarriles era argentino contra 10 por ciento solamente en 1890; los intereses pagados por la Argentina al capital extranjero representaban 20 por ciento del monto de las exportaciones en 1881, 44 por ciento en 1884, 66 por ciento en 1886. Este proceso, al tomar al país cada vez más dependiente de sus exportaciones primarias, liquidaba toda base financiera propia para la industria, al propio tiempo, sentó las bases para la dependencia política del Estado. En 1890, en plena crisis financiera, el gobierno vació de divisas al país para pagar la deuda externa: el capital extranjero se apropió de prácticamente la totalidad del excedente nacional. "El centro de poder pareció desplazarse de los productores a los representantes locales de los centros mundiales de decisión (abogados, financistas intermediarios)”. (69)
El esquema lineal de J.B. Justo fallaba, al no tomar en cuenta que el capital, mundialmente considerado, había alcanzado ya su plena madurez. En los países avanzados manifestaba sin disimulo su hostilidad hacia los explotados, y se tornaba chovinista y reaccionario. A los países atrasados concurría en procura de superbeneficios (superiores a la media mundial), para lo cual se aliaba con las clases más reaccionarias, consolidando las formas económicas, sociales y políticas del atraso, sobre las cuales asienta su dominación.
El crecimiento industrial a partir de 1930 fue limitado a reemplazar aquellos productos industriales que ya no podían ser comprados en el mercado mundial como consecuencia de la caída del poder adquisitivo de las exportaciones primarias. Los precios internacionales de los productos argentinos cayeron un 40 por ciento entre 1926 y 1932, mientras que los bienes industriales mantenían su valor anterior. Las causas del desarrollo industrial no eran internas sino externas. "No hubo una voluntad deliberada de los gobernantes ni un desarrollo integrado de la industria como consecuencia del proceso natural de expansión, al estilo de lo ocurrido en las metrópolis. El mercado existía, había una demanda mensurable y conocida que se abasteció hasta ese momento de la exportación y que podía ser satisfecha a través de la producción local”. (70)
El contenido económico de esta "industrialización” no fue el típico de su ocurrencia en los países avanzados: el desplazamiento relativo de la producción de bienes de consumo por la de bienes de producción (máquinas e insumos industriales). Antes bien, la producción de bienes de consumo siguió (y sigue) predominando en forma aplastante en la estructura industrial. Por su contenido social, la industrialización en los países avanzados significó, en el siglo pasado, una transformación de las relaciones de propiedad: la expropiación o transformación de las viejas clases feudales y el desplazamiento de éstas del poder político (revolución democrático burguesa) que sentó las bases de la expansión del capital industrial. En Argentina (y en lo~ países atrasados), la vieja oligarquía se asoció a este proceso de industrialización bastardo, cuyo factor dinámico fue el capital extranjero. La "industria argentina" consolidada en los 30, fue una consecuencia de la crisis industrial en los países avanzados y un apéndice de éstos: ‘‘La enorme masa de trabajadores condenados al ocio y el elevado porcentaje de equipos inactivos reclamaban la apertura de nuevos mercados para recuperar la estabilidad y el nivel de producción de los años anteriores… Así nace la "sustitución de exportaciones” en los centros. Puesto que no pueden enviar equipos completos a los países subdesarrollados porque éstos no tienen cómo pagarlos, les instalan plantas de armado final para enviarles luego partes en forma continua. La estrategia de combate (con otros países imperialistas) exige instalar empresas en otros países y generar clientes cautivos para las exportaciones posibles” (71). La Argentina anticipó durante los años 30 un proceso que se expandiría mundialmente en las décadas posteriores.
Las características distintivas de esta "industrialización” son:
a) El estancamiento de la industria a un nivel primario de desarrollo: en 1937, los establecimientos con menos de 10 obreros eran el 85,5 por ciento del total (la proporción creció posteriormente). A esta base artesanal de la industria hay que agregar que continúan predominando las ramas primarias (aquellas que caracterizaron los albores de la producción industrial): en 1937, "alimentos, bebidas y tabaco” abarcaba el 40 por ciento de la producción, "textiles” cerca del 20 por ciento mientras que "metales, vehículos y maquinaria” no llegaba al 15 por ciento. (72)
b) Como consecuencia de la anterior: la baja productividad general de la industria. En 1937, la productividad por obrero en Argentina era 4,5 veces menor que en los EEUU (proporción que, igualmente, no ha hecho sino crecer). (73)
c) No desplaza el eje del desarrollo económico: la valorización de la tierra y la producción agropecuaria. Esto ya era notado, en 1933, por el consejero comercial de la embajada británica: "por rápido que haya sido el crecimiento de la industria manufacturera… subsiste una larga serie de requerimientos que so o pueden ser satisfechos en el exterior. Casi todos los artículos de primera clase precisan para su producción de bienes e hierro y acero; la ausencia de una industria local de carbón y hierro ha impedido el desarrollo de una industria de producción de máquinas en una escala extensiva. El único medio para la .. Argentina de obtener los productos de ésta en el exterior es exportando sus excedentes de grano y carne”. Pero justamente los precios de esas exportaciones habían caído vertiginosamente; a lo que hay que sumar la dependencia financiera del Estado. El mismo informe señala: "la Argentina poseía grandes reservas de oro. Aproximadamente la mitad de ellas fueron embargadas en 1930 y 1931, principalmente para pagar los servicios de la deuda y para prevenir la depreciación del cambio (74). Al igual que en 189Ó, el capital financiero, con la complicidad del gobierno oligárquico, completaba el abrazo mortal contra el desarrollo industrial autónomo, liquidando su base financiera.
La consecuencia de todo el proceso es la postración política del Estado. La necesidad de preservar el mercado inglés para los productos primarios, lleva al gobierno argentino a firmar en 1933 el pacto Roca-Runciman, en el que a cambio el gobierno argentino hacía toda clase de concesiones a Inglaterra (concesiones aduaneras, monopolio del transporte en Buenos Aires, tipos de cambio preferenciales, cierre del mercado a los competidores de Inglaterra, etc.), es decir, renunciaba a determinar libremente la política del Estado.
La supuesta industrialización de la Argentina fue un ejemplo típico de desarrollo combinado, característico de los países atrasados, en los que se combina la última palabra de la técnica con el atraso agrario e industrial. El atraso industrial no impedía que, ya en 1936, 47 fábricas (0.1 por ciento del total) empleasen el 15 por ciento de los obreros, con lo que el grado de concentración superaba en más de 10 veces al de la industria norteamericana (75). Se trata de una industria que nació monopolizada, sin atravesar la etapa de la libre competencia (que fue el motor de su desarrollo en los países avanzados): el censo industrial de 1935 señala que 671 sociedades anónimas controlaban 2.300 establecimientos que arrojaban en su conjunto más del 50 por ciento de la producción total. Este pequeño grupo de monopolios obtiene enormes beneficios, basados en el atraso agrario e industrial: el primero produce un flujo constante de mano de obra barata del campo a la ciudad, el segundo hace que los precios de mercado sean fijados por el 90 por ciento de las empresas (de base artesanal): la enorme diferencia de costos entre éstas y la gran industria es embolsada por los monopolios. Se trata de una industria que parasita el atraso, exactamente lo contrario de la etapa juvenil del capital industrial en las metrópolis (cuando luchaba por destruir las formas atrasadas de producción industrial -gremios artesanales- y agraria -latifundios feudales).
La industria argentina se expandió dentro de los límites que le fijó el capital imperialista. Lejos de acentuar la independencia económica del país, aumentó su dependencia, agregando a las manufacturas los insumos industriales y bienes de producción que debían ser comprados al exterior. Lejos de afianzar a la burguesía argentina en el control del Estado, reforzó el peso político del capital extranjero, tanto por el peso decisivo de la participación de éste en la industria, como por el aumento de la dependencia del capital financiero internacional.
Todo esto escapó a la gran mayoría de los trotskistas argentinos de la década del 30, que creían exactamente lo contrario- De algún modo, se veían sometidos a la ideología y la propaganda de las clases dominantes (quienes señalaban en la asociación con el capital extranjero un triunfo de la "autodeterminación nacional”). Esta influencia era posible por la ausencia de un programa, que caracterizase al país, a sus clases, e indicase las tareas objetivas de la revolución. La despreocupación con que manejaban ciertas cifras -2 millones y medio de obreros industriales, cuando el censo de 1935 indicaba la muy exacta cifra de 526.594 "empleados en la industria”- revela la ausencia de preocupación por el programa, lo cual los dejaba libra- dos a toda suerte de impresionismos. A falta de un prograiñ3 propio, adoptaron el único que había producido la izquierd3 argentina hasta ese momento (el del socialismo reformista) tratando de sacar de él conclusiones “revolucionarias”. En tal trabajo de adaptación, retrocedieron incluso respecto del programa de Juan B. Justo, pues éste señalaba la incapacidad de la clase dominante criolla para crear un país capitalista "moderno”, mientras los trotskistas la presentaron como una clase burguesa ejemplar, que había cumplido plenamente los objetivos de la liberación nacional y la revolución democrática.
La muerte de la LOR
Luego de creado el PORS, la alternativa política para la LOR es la de continuar el combate por sus ideas, a escala nacional e internacional, con la perspectiva de constituir una tendencia dentro de la IV Internacional. Justo presenta retrospectivamente las cosas como si una tal tendencia hubiera existido ‘‘de hecho”, lo cual quizá no está lejos de la verdad (cf. supra las citas de los POR chileno y cubano). Pero las circunstancias no han permitido que la LOR sea otra cosa que un pequeño grupo vaciado en el molde personal de Quebracho. Y la personalidad de éste -que ya había mostrado sus tendencias megalómanas (76)- no lo predisponía en absoluto a iniciar una lucha de largo aliento desde una posición minoritaria.
Refiriéndose, en Febrero de 1942, al recién nacido PORS, la LOR opinará que es más “digno de lástima que de crítica”. Lo cual no le impedirá sistematizar sus divergencias con él, de las cuales queremos citar algunos puntos: “4)…ante el avance cada día mayor y más exigente del imperialismo en los países sometidos, algunos sectores burgueses de los mismos, para evitar ser aplastados por el imperialismo y luchando por su propia existencia, pueden levantarse contra él, iniciando una acción que nunca llevarán hasta el fin, pero que el proletariado revolucionario, sin abandonar la más intransigente lucha de clases, y sin dejar de señalar que la burguesía tarde o temprano traicionará esta acción, puede acompañar mientras dure, tratando de ganar la dirección de la misma para completarla.
“(…) 6)…" la vanguardia proletaria de los países coloniales y semicoloniales debe plantearse, en primer término, la revolución agraria y antiimperialista, realizada a través de la conquista del poder por la clase obrera y el establecimiento de la dictadura del proletariado.
“7) Que el proletariado en el poder, realizando la revolución agraria y antiimperialista, no podrá detenerse en ella y, de acuerdo con los principios de la revolución permanente, según las condiciones económicas del país y siempre que cuente con la suficiente fuerza o con la ayuda adecuada del proletariado mundial, pasará de inmediato a las tareas socialistas”. (77)
Conviene detenerse en este texto, que significó el punto máximo (y final) de elaboración, por la LOR, de los problemas del programa revolucionario en nuestro país. La concepción de una revolución “agraria y antiimperialista”, o sea, democrática, está tomada literalmente del arsenal teórico del stalinismo del 3er. período (1929-34). La Ira. Conferencia Latinoamericana de la I.C. (Junio de 1929) señalaba: “toda tendencia a crear una economía nacional independiente dentro de los cuadros de la legalidad burguesa, está llamada al fracaso. Únicamente una revolución democrática burguesa dirigida contra el imperialismo y los grandes terratenientes, puede crear las condiciones Para ese desarrollo independiente. (…) la verdadera lucha por la independencia nacional debe realizarse contra la gran burguesía nacional y el imperialismo, de lo que se desprende que el carácter de la revolución en A. Latina, es el de una revolución democrático burguesa. (…) Esa revolución deberá poner en primer plano: la lucha contra los grandes terratenientes, Por la entrega de la tierra a quienes la trabajan; lucha contra los gobiernos nacionales, agentes del imperialismo y por el gobierno obrero y campesino” (Actas del Secretariado Sudamericano de la I.C., editado por “La Correspondencia Internacional”, Buenos Aires, 1929).
Por debajo de las concesiones verbales al febril ultraizquierdismo del “tercer período” stalinista, se advierte la pata de la sota. Se desprecia la “legalidad burguesa” para postular… una revolución que se detiene ante la democracia burguesa. El “gobierno obrero y campesino” no es, como lo fue para los primeros congresos de la IC, una versión popular de la “dictadura del proletariado” (de ser así, se trataría de la revolución proletaria): su contenido está dado por el carácter de la revolución (democrática). El mismo texto agrega: “sería un grave error el sobreestimar el rol de la pequeño burguesía y de la burguesía industrial naciente, como posible aliada de la revolución antiimperialista. En algunos casos podrán ser aliados momentáneos; pero la fuerza motriz de la revolución deben ser los obreros y campesinos”. El destino ulterior de esta concepción es conocido: el aliado "momentáneo” se transformó en “permanente”, y el stalinismo en un aliado permanente de la burguesía nativa. La alianza entre los obreros y los campesinos no debía salir de los marcos de la revolución democrático burguesa.
La crítica trotskista retomó y enriqueció las tesis de la IC: la época histórica en que la burguesía podía dirigir una lucha consecuente por la democracia ha concluido, la lucha antiimperialista de los países atrasados y oprimidos se integra así al proceso de la revolución proletaria mundial. Y precisó: en la medida en que la clase obrera toma la dirección de la lucha antiimperialista, en que realiza la alianza obrero-campesina "luchando irreconciliablemente contra la influencia de la burguesía liberal-nacional”, transforma directamente a la revolución democrática en socialista, convirtiéndola por ello en permanente. Algo más: sólo la revolución proletaria puede hacer triunfar los objetivos de la democracia, pues la burguesía nacional, por su temor a la movilización del proletariado (que también va dirigida contra ella), concluye aliándose con el imperialismo contra las masas.
El programa de la LOR resulta una mezcla de las ideas trotskistas y de la concepción stalinista. Desde el punto de vista trotskista, la vanguardia proletaria no debe plantearse, "en primer término, la revolución agraria y antiimperialista” (burguesa) como un proceso independiente de la revolución socialista, es decir de cualquier revolución efectivamente dirigida por el proletariado. Otra imprecisión de Justo es no caracterizar a las clases dominantes argentinas (sus divisiones, la naturaleza de sus relaciones con el imperialismo, su actitud frente a los problemas nacionales), limitándose a señalar "algunos sectores burgueses pueden levantarse contra el imperialismo”. ¿Cuáles? El gran problema político planteado por esa cuestión —la actitud del proletariado frente a los movimientos nacionalistas burgueses- no está siquiera esbozado. La oportunidad que la emergencia de estos movimientos dan a la vanguardia obrera de plantear un programa de lucha consecuente contra el imperialismo (y, por lo tanto, de disputar la dirección de la nación a la burguesía) es reemplazada por un “acompañarlo mientras dure”, que se desliza hacia la teoría del bloque estratégico con la burguesía nacional.
Justo, posteriormente, evolucionó hacia posiciones nacionalistas: llegó a postular que la emancipación latinoamericana debía dar lugar a una nueva nación que bautizó “Andesia”. Lógicamente, rompió con el trotskismo, lo que ya estaba anunciado en el final del artículo mencionado: “La III Internacional se formó, más bien, de arriba para abajo (…) La IV Internacional, en contradicción dialéctica con la III, se construirá de abajo para arriba, no a la sombra del prestigio de la revolución rusa, sino sobre la base de los principios marxistas, del estudio de la experiencia de aquella revolución y del fracaso de la III Inter-nacional. Por eso damos mucho más importancia a nuestro propio programa que a cualquier reconocimiento del exterior”.
Pura demagogia. Ningún partido revolucionario (ningún partido en general), mucho menos una Internacional, se construye de abajo para arriba. Como el propio Justo gustaba citar: “no son los cuadros” los que crean el programa sino el programa los cuadros”. El programa, al principio, es preservado por una van-guardia revolucionaria, que es la que crea la organización a partir de él. De otro modo, habría que esperar que los explotados vuelvan a realizar toda la experiencia anterior, para volver a llegar a las conclusiones revolucionarias del programa (a las que llegará además, sólo una vanguardia). En realidad, cuando Quebracho escribía “de abajo hacia arriba", debía leerse "de mi hacia abajo”, como lo revela que, cuatro meses después, esta curiosa concepción de la dialéctica aplicada a la construcción de Internacionales, se transformará en la dantesca consigna- “Ni Moscú ni Nueva York!! Cuarta Internacional Revolucionaria!!”, que culmina una carta dirigida por Quebracho a los militantes de la LOR y a sus simpatizantes en el exterior”.
En ella se dirigía al Comité Ejecutivo Internacional: Todos los integrantes del tal PORS han demostrado una flexibilidad de columna vertebral muy apta para actuar entre nosotros como representantes de ustedes. Esa es la ‘sección argentina que Uds. merecen y necesitan”.
Aún si fuera así, lo fundamental es que había habido una convergencia política entre la dirección internacional y los militantes argentinos que ignoraban la cuestión nacional. Pero Justo se negaba a combatirla dentro de la Cuarta. Afirmó, dirigiéndose a sus compañeros: “Nuestra lucha contra el centrismo en este país y en América Latina nos lleva, en consecuencia, a emprender la lucha contra el centrismo en su propio reducto actual, el SWP de los EEUU”. (78)
El delirio del planteo se evidenció rápido. La lucha contra el “centrismo” que debía culminar en Nueva York luego de haber atravesado todo Latinoamérica, no superó en realidad los límites del Gran Buenos Aires. La mayoría de los militantes de la LOR, identificada con Quebracho, la abandonaron. Mateo Fossa hizo explícito que lo hacía en contra de la ruptura con Nueva York” (con la IV Internacional). Justo intentó una pelea de aparato contra la dirección cuartista. El, que había combatido a los "centristas" y por la “liberación nacional” en Argentina, pretendió aliarse con los centristas norteamericanos que habían roto hacía tiempo con la Internacional: Oehler, Stamm y Weisbord (¡el primero rompió con Trotsky oponiéndose a la consigna de la "independencia nacional" de Ucrania socialista!). Fracaso total, pues las fracciones mencionadas desaparecieron al poco tiempo.
Lo poco que quedó de la LOR comenzó a editar un Boletín Sudamericano (5 números aparecieron en un año) destinado a organizar la ruptura de los grupos del continente con los “centristas", quienes se irán transformando paulatinamente en “los agentes de Wall Street”. Lo único que recogerán es una exigua y efímera “Liga Obrera Marxista” de Oruro (escindida de la juventud del Partido Socialista Obrero Boliviano del ex porista Tristán Maroff) que se disolverá al desaparecer la LOR, integrándose al POR, sección boliviana de la IV Internación^. Los POR de Chile y Cuba enviarán, vanamente, cartas a la LOR pidiéndole que reconsidere la actitud adoptada. El periódico de gran tiraje de la LOR -"Lucha Obrera”- será suprimido. Los escasos militantes de la LOR van desertando. En el momento del golpe del 4 de junio de 1943 (frente al cual la LOR produce su última declaración) sólo quedan dos: Quebracho y Santiago Escobar (seudónimo del trabajador gastronómico Enrique Carmona). Este último también se separa para retornar a su provincia natal del Chaco. Liborio Justo, abrumado, también se retira a las islas del Ibicuy, en las que permanecerá durante varios años. Así murió la LOR. (79)
En un lapso muy breve, Quebracho había logrado borrar con el codo lo mejor que había salido de su mano. Sus posiciones habían politizado en un grado no conocido al movimiento cuartainternacionalista argentino, sacándolo en buena medida del terreno de disputas personales en que se desenvolvía. Podemos afirmar, con G. Lora: “tiene el gran mérito de haber señalado que el trotskismo de su época cometía el error de asimilar a la Argentina a las metrópolis imperialistas e ignorar la cuestión nacional. Se debe a él el retorno, al menos en Argentina, a los aportes de Lenin y Trotsky al respecto” (80). Luego, ante el pnmer contratiempo, declaró muerto al movimiento fundado a iniciativa de León Trotsky tres años antes, y pretendió reproducir en escala planetaria el clima que él mismo había repudiado en Argentina poco tiempo atrás. En lugar de confrontar el movimiento (la IV Internacional) con las tareas que se proponía (el programa) ignoró a ambos y se limitó a extender el certificado de "burócratas” a sus dirigentes.
En cuanto al programa —y después de varios años de lucha programática- le bastó lanzar el anatema de “cosmopolitismo”. Ignorando el sentido de las proporciones, se vio como el dirigente de un nuevo movimiento mundial, y cuando todo eso fracasó, se consoló con la idea de que era un profeta adelantado a su tiempo. Sigamos a Lora: “en su momento Quebracho se lanzó a luchar contra los molinos de viento. Tomó la opinión de algunos dirigentes como el pensamiento de los diversos partidos, como si éstos hubiesen agotado la discusión de los problemas planteados en la Argentina”. (81)
Así es. Como el Quijote que quiso superar las hazañas de Amadís de Gaula, Justo quiso superar las de Trotsky sin el talento ni los sacrificios de éste. El último paso lo franqueó, cuando en 1959, en su empecinamiento por “superar” a Trotsky, publicó un libro acusándolo de “haberse puesto al servicio de Wall Street”. La infamia y la patología se mezclan en esta retomada de las viejas calumnias stalinistas. Lo curioso es el argumento político (el único) que Quebracho usó para fundamentar su peregrina teoría: el que Trotsky hubiese defendido -contra el imperialismo- la nacionalización del petróleo mexicano ejecutada por el gobierno del Gral. Cárdenas. Trotsky también tuvo que explicar para un grupo ultraizquierdista -aplaudido por Quebracho- el carácter nacionalista de la medida (el grupo en cuestión sostenía que se trataba de una "maniobra de un sector imperialista contra otro”), a la par que defendía un programa de independencia de clase frente al cardenismo, y por “la administración obrera de la industria nacionalizada”. Podemos compartir, frente a la acusación descabellada, la indignación de Medunich Orza: “Es sabido que toda la reacción imperialista, sea pro inglesa o pro yanqui, acusó a Cárdenas de expropiar las empresas petroleras escuchando los ‘consejos de Trotsky’ (…) Y en definitiva, con errores o sin ellos (Trotsky) quemó toda su vida en la lucha por la emancipación de la clase explotada, que no era lo mismo que el solaz espiritual de un Quebracho”. (82)
Al salir de su "exilio interior”,, Justo se entusiasmó con el rol jugado por el POR en la revolución boliviana, a la que consagró un libro. Vinculado al POR, intentó convencerlo de su postura por una nueva Internacional, contraria a la Cuarta: en esa época publicó “Estrategia Revolucionaria”, en la cual recapitula la lucha que hemos venido relatando, y elimina “sagazmente” una referencia crítica a G. Lora (dirigente porista) contenida en un documento original de la época reproducida en el volumen nombrado. Cuando el POR le reprochó su increíble libro "León Trotsky y Wall Street”, Justo lo volvió a declarar su enemigo a muerte.
Guillermo Lora, que lo conoció en su período de entusiasmo por Bolivia, dijo de él: “El hijo del Presidente Justo preocupado en hacer escándalos en su país y fuera de él con el premeditado objetivo de que la prensa se ocupara de su persona, podía tener algún porvenir (…) Pero Liborio Justo se acabó para la política revolucionaria cuando pretende señalar derroteros a la actividad marxista continental desde su cómodo gabinete (…). El que voluntariamente escapa de la realidad del medio en que vive, el que hace escapismo en todos sus actos, es un cobarde que está impedido de imprimir sus huellas en los acontecimientos (…). El Justo que conocimos fue el batallador de ayer en total decadencia”. (83)
El luchador trotskista se acabó en 1943: su trotskismo fue apenas más que un episodio de juventud. La Quinta Internacional que propuso fundar después no llegó a ser siquiera una curiosidad, salvo páralos que se interesen en megalomanías. Pero, como “lo que escribe la pluma no lo puede borrar el hacha", es justo señalar junto a su desbarranque posterior, que el Quebracho caído en 1943 es, aún sin saberlo, el que mejores servicios le rindió al movimiento trotskista en Argentina.
La muerte del P.O.R.S.
Robert Alexander afirma (84) que el PORS fue reconocido como sección argentina de la IV Internacional, bajo recomen- elación de Terence Phelan. El estudio de la correspondencia entre éste y su “hombre de confianza” en Argentina, Kurt oteinteld, no permite confirmar esa aseveración: sin duda Phelan propuso tal reconocimiento, pero chocó con las reservas del CEI.
Este fue tanto más remiso a conferirle ese carácter, cuanto que desde el inicio mismo de las actividades del PORS, éste comenzó a presentar signos de descomposición. "Frente Obrero”, anunciado semanal, luego quincenal, luego mensual, finalmente vio la luz apenas dos veces durante los primeros seis meses. La primera deserción de importancia es la del propio Secretario General, Narvajas, quien se retira a Rosario diciendo que su cargo puede ser mejor cubierto por Cristalli (Posadas). Si hay que creer a Steinfeld, Narvajas habría esperado un rápido crecimiento, y habría sostenido en discusiones que la invitable derrota de la URSS frente a la invasión alemana iba a favorecer el reclutamiento de los militantes stalinistas. Como sea, desde su reducto natal adoptará una posición escéptica, aun manteniéndose ligado, que lo conducirá poco después al abandono de la militancia. Ramos, quien es acusado de un manejo personalista e incontrolado de la prensa, también renuncia a su cargo. En fin, numerosas querellas estallan alrededor de cuestiones organizativas: convocatoria del CC y del CN, cifras infladas de militantes (acusaciones al CC de considerar en tal calidad a meros simpatizantes), no pago de las cotizaciones por los grupos del interior, lo que impide financiar el periódico, no prepa-ración del siguiente Congreso en los plazos previstos, acusaciones a Steinfeld de manejar el dinero y las rentas como un me-dio de chantaje y presión, confusiones al respecto de la "doble militancia” de los alemanes (en el grupo alemán -IKD- y en el PORS), en fin, expulsiones. Se van produciendo deserciones: "Carlos”, Margarita Gallo, Angélica. El joven Hugo Bressano es separado, y se afilia a la LOR. Para ella escribe un folleto: "Tres meses de vida en el confusionismo. Sobre mi separación del PORS” (15 de mayo de. 1942). Dos meses después es también expulsado de la LOR, no sin que antes Quebracho le sugiera el seudónimo de Nahuel Moreno con el que será conocido posteriormente. Todo esto acontece durante los primeros seis meses de vida del PORS.
Phelan sigue la crisis por correspondencia. Ante el carácter aparentemente organizativo de ésta, no cesa de recomendar remedios organizativos, aconsejando a Steinfeld no "argentinizarse, es decir, no embarcarse en las querellas de camarillas que tipifican la irresponsabilidad organizativa de los militantes nativos de ese país. Le informa acerca del descorazonamiento existente en el CEI acerca del desenvolvimiento de la "sección” argentina. En otra carta a la sección chilena vuelve a quejarse amargamente de esta característica "humana” de los argentinos. Steinfeld informa al CEI (en Junio de 1942) que el PORS está dividido en cuatro "campos”: 1) Cristalli, "Lavalle”, "Irán , Lisardi”, "Victor”, que sostiene que graves errores han sido cometidos durante la unificación, en la que se admitieron a conocidos centristas y reformistas, 2) "Carbajal” -Narvajas- y el grupo de Rosario, que se mantiene a la expectativa, 3)"Friaorini” (Reinaldo Frigerio o "Jorge Lagos”), "Quarrucci” (Esteban Rey), "Sevignac" (Ramos), Steinfeld, Barto y los demás miembros del "grupo alemán”, quienes se colocan en una posición de "resistencia pasiva” a la mayoría del CC (campo 1), contra sus violaciones de la Resolución Organizativa (Ramos redacta un documento solicitando que se convoque al Congreso) y se autotitulan “legalistas”, y 4) Miguel (Oscar Posse), Hugo Spaghetti (Guevara), Margarita Gallo, Medunich Horza, Krause y el grupo de obreros yogoeslavos, Alberti, quienes sostienen que la dirección viola los estatutos y las bases programáticas del PORS, y que es irrecuperable. Phelan manifiesta su simpatía por el "campo 3” y recomienda trabajar con los dos militantes más promisorios: Ramos y Posadas, este último porque es el único que se esfuerza en hacer penetrar al PORS en los medios sindicales. Sostiene que el “campo 4” está demasiado impregnado por las viejas ideas sectarias de Gallo. (85).
Esta situación de inacción se prolonga durante algunos meses. Cuando la LOR comunica su ruptura el CEI pide se hagan todos los esfuerzos por “recuperar” a Mateo Fossa, quien parece no estar decidido a seguir a Quebracho (cuyo nombre clave en la correspondencia es “Juana la Loca”). Steinfeld provoca asimismo un escándalo proponiendo que las páginas de “frente Obrero” se abran a militantes de otras tendencias: por su “trabajo alemán” se encuentra vinculado a partidarios de Brandler, Verdecken, Broodway, Marceau Pivert y otros. Es el CEI el que está más cerca de dar en el clavo cuando se dirige formalmente al PORS pidiéndole que proceda a realizar la sus-pendida discusión sobre la "liberación nacional” y le remita tesis al respecto (en Julio de 1942). La dirección de la Internacional está probablemente impresionada por el tamaño de las acusaciones hechas por la LOR al PORS -los documentos de la LOR llegan regularmente al CEI, no así los del PORS.
Porque es en torno a esta cuestión mayor, por encima de los problemas organizativos, que estallará el PORS. Una primera división provisoria se consagra en 1943, cuando dos “FO” son editados paralelamente: se distinguen mutuamente como "FO grande” y "FO chico”. A la cabeza de este último se encuentran aquellos que en el futuro revisarán radicalmente la concepción de la revolución puramente socialista, que había prevalecido en el PORS: Ramos, Posadas, Niceto Andrés. En el primero se agrupan los que la siguen defendiendo: Posse, Guevara, M. Orza y, pese a las recomendaciones de Phelan, el grupo alemán. A notar que es este sector el que "recupera” a Fossa para la IV Internacional.
La división se ha producido, pues, siguiendo las posiciones políticas más radicales, y no en base a los criterios organizativos defendidos por cada cual. El golpe del 4 de Junio de 1943, y la ilegalidad en que coloca las actividades de izquierda van a terminar de completar la dispersión. Ramos y Andrés evolucionarán por su propia cuenta hasta formar la “Liga Comunista Revolucionaria” primero, y el grupo "Octubre” después, el que adoptará posiciones nacionalistas al punto de permitir la colaboración de Ramos con el gobierno peronista (camino en el que no lo acompañará Andrés). En plena lógica con esta evolución, "Octubre” romperá en 1947 con la IV Internacional. Jorge Lagos ingresará al… Partido Comunista, del que saldrá formando parte de la fracción pro-peronista de Rodolfo Puigros ("Clase Obrera”). Esteban Rey volverá al Norte,^ donde desarrollará por su propia cuenta una labor "entrista en el Partido Socialista. También en 1943, Posadas ingresa, en la Capital, al PS, del que saldrá con un pequeño grupo que formará el "Grupo Cuarta Internacional” (GCI), futura sección argentina a partir del III Congreso Mundial de la IV en 1951. Moreno 'estudiante de derecho, tratará de resumir su experiencia en un folleto, publicado en 1943, titulado "El Partido”, en el que la cuestión será analizada en base a "categorías hegelianas”, y reagrupará a un pequeño núcleo de jóvenes con los que formará el "Grupo Obrero Marxista” (GOM). Alexander señala que Narvajas seguirá manteniendo un "PORS” hasta 1948, cosa bastante improbable. Probablemente se refiera a un grupo “autónomo” rosarino, compuesto por militantes estudiantiles y que también se mantiene ligado al viejo trotskista David Siburu, quien vive retirado en Rafaela. Guevara, militante sindical, volverá a su “autonomía regional” y formará un grupo sindical trotskista conocido simplemente como “Zona Sud” (de Buenos Aires), que seguramente no fue el único en su género. El único sector que mantendrá las viejas posiciones, en base a las cuales fue fundado el PORS, será la "Unión Obrera Revolucionaria” (UOR), animada por Oscar Posse, de la que participará por algún tiempo Mateo Fossa.
El desenlace parcial de la crisis política argentina que fue el golpe juniano, le pegó el golpe de gracia al PORS, que vivió penosamente menos de un año. A fines de 1943, "Owen” (Phelan) preguntaba desesperanzado a un corresponsal argentino si era cierto que del PORS… diez grupos! habían surgido.
¿Terence Phelan, agente del imperialismo?
Sherry Mangan ("Phelan”, "Owen”, "Pilan”) fue un valeroso militante de la Cuarta Internacional. Grueso, algo bohemio bebedor, se especializó en contactos (clandestinos o no) corí los grupos extranjeros cuando el CEI funcionaba en los EEUU de resultas de la guerra. Así, no sólo recorrió América Latina sino que hacia el final de la guerra, aprovechando su calidad dé corresponsal, logró restablecer el contacto con los grupos trotskistas de los países europeos ocupados por los nazis (Bélgica Austria) a riesgo a veces de su propio pellejo Luego también estuvo en Bolivia, logrando acercarse a los militantes del POR encarcelados durante el "sexenio” (1946-1952). Trasladado el CEI a Europa, trabajó junto a éste. Más adelante, volvió a Bolivia estableciéndose en Cochabamba. Allí trabajó en una novela sobre los mineros de Catavi y allí murió su compañera Margarita. El macarthysmo en los EEUU le impidió publicar su novela Murió en Suiza, en 1961, a los 57 años.
Participando en Argentina en las gestiones de unificación, en 1941, un artículo bajo su firma apareció en la revista "Fortune” cuyo eje eran los consejos que daba a los EEUU para mejorar su penetración política en Argentina. El artículo despertó una ola de críticas por su intromisión en la vida del país. Entre los críticos se encontró Quebracho, quien, como bien lo hace notar Medunich Orza, no lo hizo público en aquel momento, y si bastante después, para endilgar a Phelan el sambenito de "agente del imperialismo”, con el que apostrofará después a la IV Internacional en su conjunto, y finalmente al propio Trotsky. Phelan protestó contra la acusación, sosteniendo que se habían deformado sus palabras. Una versión del artículo, corregida por él mismo, apareció en Diciembre de 1941 en la revista "Claridad” -en él las frases no admiten un doble sentido: "La continuación de la guerra en Europa sumada a nuestra posición respecto al Japón en el Asia, nos hace necesitar de la América del Sur al mismo tiempo que nos da la oportunidad de desplazar de ella a otras potencias, especialmente Inglaterra, que están ahora demasiado gravemente ocupadas en otras partes para prestar plena atención a su defensa” (86). Y así por el estilo, Alexander constata sorprendido que el "Militant” del SWP comentó el artículo de "Fortune” como una muestra de la política imperialista del Tío Sam, sin hacer ningún comentario sobre el hecho que su autor es un dirigente del SWP mismo. En su comentario al libro de Alexander, Joseph Hansen, máximo dirigente del SWP durante muchos años, no comentó nada al respecto. (87)
La cosa no terminó allí, pues la acusación fue retomada más adelante por otro grupo en ruptura con la Cuarta ("Octubre” de Ramos), lo que llevó a Kurt Steinfeld a escribir a la sección brasileña, el 12 de Mayo de 1947: "Una publicación trotskista argentina nos denuncia a Terence Phelan y a mí como agentes del imperialismo. Hasta tanto la IV Internacional no haya tomado posición sobre el asunto, sírvanse considerarme como muerto”. (88)
¿Qué había pasado? La única defensa de Mangan hecha por un dirigente "trotskista" que conozcamos, es la de Livio Maitán: "Puesto que se han hecho sobre el mismo graves insinuaciones (!) en el curso de polémicas fraccionistas, sobre todo en la Argentina, quien escribe puede testimoniar que Sherry Mangan transcurrió todos los últimos años de su vida en condiciones financieras muy precarias, cuando no de miseria”. (89)
Hay defensas que matan. ¿Por qué un "agente del imperialismo” (qué "insinuación”!) no puede "haber muerto en la miseria”? Mangan merecía una mejor defensa.
Combinar la tarea de delegado de la IV Internacional con la de corresponsal de la prensa imperialista era una tarea complicada. La escasez de la IV la obligaba a utilizar tal clase de métodos. En sí mismo, este no tiene nada de des honradez. Una dirección revolucionaria debe, además, ser capaz de salir en defensa de tales métodos cuando los calumniadores lo denuncian para destruirla. Incluso en el caso límite en que el militante en cuestión haya "metido la pata”, como fue seguramente el caso Mangan. Si durante la vida o la actividad de éste, era imposible hacer tal cosa públicamente, no existen tales justificativos después. Lo contrario es dejar la puerta abierta a las calumnias que mancillan no sólo la memoria de un militante, sino (lo que es peor) la bandera de una organización. Si no sabe hacerlo, tal dirección está condenada.
Balances del P.O.R.S.
Con la disolución del PORS y de la LOR se cierra una etapa de la vida del movimiento trotskista argentino, que no por azar, coincide con el fin de una etapa de la vida del país. Para los trotskistas la etapa se cierra, qué duda cabe, con un fracaso pues deben recomenzar, organizativamente, prácticamente desde cero. Pero políticamente no, si son capaces de aprovechar las lecciones del período que finaliza. Esta es, sin duda, una tarea que concierne no sólo a los militantes argentinos, sino a la Internacional en su conjunto (en primer lugar a su dirección) pues la construcción del partido revolucionario en un país, para los trotskistas, no es más que la expresión "nacional” de una lucha mundial por su esencia.
Resulta interesante, pues, repasar las opiniones, fragmentarias y dispersas, que existen sobre lo que fue -de hecho o por derecho- la primera sección argentina de la IV Internacional.
Liborio Justo, en medio de la retahíla de epítetos con que obsequia al PORS y a cada uno de sus miembros, deja pasar una idea interesante: "en lugar de arrancar (el PORS) su trayectoria del punto de degeneración en la espiral del desarrollo de la III Internacional, fue a entroncar su línea de partida en las posiciones de la democracia burguesa y la II Internacional, las que estaban en contraposición o habían sido superadas por la Tercera” (90). Recordemos que A. Gallo, inspirador ideológico de las posiciones sobre la cuestión nacional, no sólo reducía su experiencia política anterior a la del socialismo reformista (que se caracterizó, en Argentina y en el mundo, por ignorar la distinción entre naciones opresoras y oprimidas), sino que buscó explícitamente apoyo en sus teóricos nativos para justificar la perspectiva de una revolución puramente socialista. Gallo marcó con sus ideas todo un sector y toda una etapa del movimiento trotskista argentino. Quebracho, en cambio, poseía la experiencia de haber participado en un movimiento de contenido democrático y antiimperialista: el de la Reforma Universitaria. En definitiva, ninguna corriente política de izquierda en Argentina dejó de estar recorrida por estas dos opciones (las numerosas escisiones del PS y luego del PC se reconocen en problemas como el de la neutralidad en la primera guerra, el antiimperialismo, la actitud frente al gobierno de Perón, etc.), el trotskismo no fue la excepción. Una neutralidad "internacionalista” frente a los problemas nacionales no puede ser mantenida: de no ser superada, ella conduce o al proimperialismo o al nacionalismo. Lamentablemente, la historia ulterior del movimiento trotskista lo confirmará hasta la saciedad.
Miguel Medunich Orza, obrero que participó del PORS, sacó muy rápido su balance: "Después de un mes de fundarse el partido, escribimos una carta destinada al CEI de la IV Internacional, en la cual denunciábamos la conducta de Phelan y la orientación errónea que seguía el partido. Afirmábamos en la carta que, si no había posibilidad de rectificar esta orientación y anular las intrigas internas, el partido desaparecería en un futuro cercano. A pedido del compañero Oscar (M.P.) desistimos de mandarla (…) El fracaso del PORS, a la par de las malas condiciones objetivas y subjetivas de adentro y la derrota de la clase obrera en otros países, tuvo por causas fundamentales la inconsistencia ideológica de la clase media, su vacilación constante entre las posiciones revolucionarias y las reformistas …su apego a chismorreos e intrigas personales, como arma en la lucha por el predominio directivo, su desconocimiento increíble de las necesidades elementales de las masas obreras y de la teoría socialista, su desprecio hacia las opiniones obreras… su cinismo, deslealtad, rencor personal y la pretensión de é obediencia incondicional a su mando, la falta de personalidad propia en la mayoría para oponerse a la orientación impresa a movimiento por el bonzo o los bonzos de turno, aunque la sepan errónea” (91). Este reproche a las características de un movimiento compuesto mayoritariamente por intelectuales, está lejos de ser único. Por el contrario, la experiencia de alimentará un "anti intelectualismo” en la posterior etapa del trotskismo argentino, que lo llevará a veces a un tranco desprecio de la lucha por las ideas.
Emparentada con la anterior, veamos la conclusión de Rosadas, cuando se dirige en 1946 al Secretariado Internacional informando la existencia de su grupo: "…debido a la disolución del PORS y sobre la experiencia que él arrojaba, de pre-tender crear un movimiento y un partido sobre, a espaldas y por encima del proletariado, dirigimos nuestra actividad íntegramente a unirnos al proceso diario y permanente del proletariado en la fábrica, talleres, sindicatos, etc. para sacar de allí, en la lucha viva, nuestros militantes y educarlos para crear nuestros cuadros”. (92)
El planteo evade totalmente los problemas teóricos y políticos y trata de resolverlos empíricamente (“ir a las fábricas”). Tiene importancia que los formule quien luego será, no sólo uno de los máximos dirigentes argentinos, sino latinoamericanos y mundiales, de la IV Internacional. Ir a las fábricas, sí… pero ¿con qué programa? Para Posadas eso carecía de importancia.
De Jorge Abelardo Ramos mejor no pedir un balance, aunque lo traicione su recuerdo del Congreso del PORS: "Se trataba de organizar un partido revolucionario, ese partido ideal, intransigente e inquebrantable que templó las aspiraciones de nuestra adolescencia y que hoy todavía constituye el objetivo de nuestra lucha. Al fundarse el pequeño partido el eje de su actuación pública fue su oposición a la guerra imperialista y a la participación argentina en ella” (93). Hemos recontravisto que ese no fue el “eje” del PORS, aunque Ramos especule con la mala memoria para lavar este pecado de juventud. Ramos sacó su balance de manera muy práctica: rompió con la IV Internacional y se convirtió en el suministrador a sueldo de argumentos de "izquierda” al peronismo -y no contra el imperialismo (a cuyo presidente Eisenhower saludó) sino contra la izquierda (contra la clase obrera). Realista, transigente, maduro; y sobre todo quebrantable, Ramos se debió acordar con sorna de ese PORS "ideal, intransigente y (ay!) Adolescente”, os adolescentes” del futuro recogieron la bandera que él, felizmente, no manchó sino que se limitó a abandonar.
Constatando cambios como el de Ramos, Oscar Posse —el único que fue consecuente con el programa del PORS- dio en el clavo a pesar de ello: "Hasta el 4 de Junio de 1943, la idea de que el proletariado debía llegar al poder sobre la base de un programa eminentemente socialista sólo había sido discutida por uno de los grupos que defendía el programa de la IV Internacional en este país, el encabezado por Quebracho (…) El movimiento militar del 4 de Junio tuvo un efecto sorprendente sobre el pensamiento político de muchos trotskistas argentinos (…) La Argentina dejó de ser para ellos un país de rasgos pronunciadamente capitalistas donde el proletariado debía tomar el poder luchando principalmente contra la burguesía, para convertirse en una nación atrasada en la que aún quedaba por completar o terminar la revolución democrático burguesa. Era evidente que este cambio de posiciones estaba estrechamente vinculado al carácter profundamente nacionalista del movimiento militar. Por primera vez surgía en Argentina, al calor de acontecimientos mundiales, un movimiento burgués con pretensiones de convertir a este país en una potencia de primer orden, rompiendo los lazos que lo ataban al imperialismo Aquellos que habían combatido las posiciones de Quebracho por oportunistas, sin asimilarse por eso las más correctas se dejaron llevar por la corriente y se lanzaron a una furiosa revisión de nuestras posiciones”. (94)
Ciertamente que el surgimiento del peronismo había conmovido la idea de que la Argentina era un país "capitalista desarrollado e independiente. Ese esquema excluía un movimiento nacionalista con apoyo de masas pues en tales países el nacionalismo asume formas netamente reaccionarias y antiobrera. Posse se limitó a aferrarse al esquema anterior, incurriendo en la misma sobreestimación de la burguesía argentina, la cual no solo rompía lanzas contra toda dominación imperialista, sino que le aprestaba a transformarse en “gran potencia”. Posse pasó por encima del conflicto con el imperialismo que había suscitado la más grande movilización de masas del siglo. Los otros trotskistas, para sobrevivir, se habían puesto a “revisar furiosamente”. La UOR, dirigida por Posse será la primera en desaparecer de las corrientes trotskistas.
Comentando en 1947 los aportes de Phelan al trotskismo argentino, Nahuel Moreno nos regaló una frase al estilo de las que nos va a acostumbrar su pluma: "Así como la mayoría de las veces la mediocre mercancía imperialista es superior a la mejor mercancía colonial, Phelan, a pesar de sus graves errores organizativos y tácticos, ha sido el único que basándose en los elementos teóricos y en los pocos materiales de los grupos argentinos, sentó los cimientos programáticos generales del movimiento trotskista argentino”. Queriendo quedar bien con Dios y con el Diablo, Moreno sólo consigue tratar de idiota a todo el mundo. Luego de citar los "aportes” de Phelan sobre la liberación nacional -"cuestión secundaria”- que ya hemos visto, Moreno lo critica: "La liberación nacional es la más colosal tarea revolucionaria en los países atrasados y no está subordinada, sino indiscutiblemente relacionada, a la revolución socialista mundial. Sin la revolución mundial no es posible la colosal tarea de liberar a los países atrasados del imperialismo. Por eso, el arma de la liberación nacional es la lucha de clases más intransigente internacional y nacional”. Entonces ¿cuál fue el aporte de Phelan a los "cimientos programáticos”? ¿Y el del PORS? Según Moreno:
"su posición justa sobre el país y la burguesía nacional (…) Señalaron la dependencia de la industria y la burguesía nacional del capital extranjero. La burguesía nacional no puede ni quiere trastocar este estado de cosas”.
Moreno sigue tergiversando. Como hemos visto, el PORS se caracterizaba por presentar a la burguesía argentina como una clase plenamente dominante, que se asociaba libremente con el capital imperialista (por eso no planteaban la "liberación nacional”). Se trata de una ceguera deliberada, pues el propio Moreno cita al PORS:
“A través del proceso de hipotecamiento y endeudamiento de la tierra, de la capitalización de la renta del suelo, del rol cada vez más decisivo que los bancos y las S.A. juegan en la vida del país, los diversos grandes burgueses agropecuarios y urbanos y el capital imperialista se han ensamblado en una ‘oligarquía financiera’ que tiene como órgano económico al Banco Central y como gerencia general al Estado Nacional”.
En consecuencia con ello, el PORS veía en la neutralidad argentina durante la 2da. Guerra un movimiento independiente de su burguesía. La crítica de Moreno consistirá en señalar que detrás de ello estaban los capitales europeos e ingleses:
“No se tiene en cuenta que si quien domina el mercado consumidor v los capitales es el capital imperialista y concreta-mente los yanquis e ingleses, el gobierno no puede llevar a cabo una política independiente de los imperialismos dominantes. (…) Si Norteamérica dentro del país se fortalece, como asegura el PORS, ¿cómo no se manifiesta ello en la política del gobierno argentino? (Perón, NDA)”. (95)
La crítica no vale nada, pues se critica lo que el PORS nunca dijo. Toda la operación de Moreno se reduce a presentar -al igual que el PORS- al imperialismo y todas las fracciones de la burguesía nativa como formando un bloque homogéneo, sólo que con hegemonía imperialista, la que es aceptada con gusto por la burguesía argentina. De este "esquema” -al igual que el PORS- están excluidos todo conflicto nacional o crisis en el Estado debido a la opresión imperialista. El problema del peronismo, Moreno lo resolvió diciendo que Perón era, al igual que cualquier otro burgués, un "agente inglés”, sólo que representando al ejército, la burocracia y la policía. Las enormes movilizaciones contra el imperialismo yanqui en medio de las cuales surgió el peronismo se limitaron a que “los obreros más atrasa-dos se limitaron a sostener un ala del régimen capitalista contra otro” ("Movilización antiimperialista y movilización clasista”, Julio de 1949). Con esta concepción, Moreno se alineó con el gorilismo, pues señaló al peronismo como la "vanguardia de la ofensiva burguesa” (la Unión Democrática, apoyada por el imperialismo, era "menos totalitaria”). No había ni la sombra de un conflicto, siquiera deformado, entre la nación y el imperialismo. Luego de introducir a la "liberación nacional” por la puerta, Moreno la sacó por la ventana. La miopía política del PORS pasó entera a Moreno, con ligeros retoques. Moreno llevó a la práctica lo que el PORS esbozó: el sectarismo atroz frente a los movimientos nacionalistas; el morenismo se convirtió en una secta insignificante durante una década.
Si a la ceguera deliberada se la puede llamar balance, podemos admitir ese nombre para el de Terence Phelan. El 1° de Noviembre de 1944, en Francia, Phelan presenta un informe ante el 1° Congreso del Partido Comunista Internacionalista (que él ha contribuido a organizar), sobre la situación de la IV Internacional fuera de Europa. Para dar una idea i del optimismo exagerado del informe, citamos sus escasas líneas sobre la Argentina (recordemos que Phelan ya sabe que en 1943 el PORS está disuelto): ‘‘En Argentina, en 1941 y después de largas negaciones, una fusión se pudo realizar entre cuatro grupos trotskistas diferentes. Ella condujo a la creación del PORS y terminó de desenmascarar al aventurero Quebracho, quien la última vez que hemos oído hablar de él, estaba por formar una Quinta Internacional de su creación”. (96)
Los militantes europeos hubieran tenido más interés en oír hablar del PORS que de las desventuras de Quebracho, que aquí sirvió de taparrabos a un fracaso político.
Desde luego que una tal consideración no puede ser repetida a los grupos argentinos que el Secretariado Internacional de la IV Internacional trata, una vez más, de unir en 1947: ‘‘Parece que muchos camaradas argentinos consideran que la concepción misma del PORS era defectuosa. La concepción fundamental del PORS fue la de unir todos los camaradas que seria y sinceramente aceptaban el programa internacional de la IV (…) El defecto del PORS estribó no en su concepción del partido sino en el hecho de que esa discusión, condición sine qua non para hacer homogéneo el partido y armarlo ideológicamente NO SE HIZO. El partido no supo darse, por ausencia de tal discusión, un análisis claro de la naturaleza de la Argentina, ni supo forjarse una línea de acción que fuera comprendida y aceptada por la gran mayoría de los militantes. No vale la pena a esta fecha tardía intentar determinar sobre quiénes en Argentina o en otra parte, recae la responsabilidad por la quiebra del PORS (…) en cierto sentido, es la experiencia del PORS la que hay que hacer de nuevo” (97). El progreso aquí consiste en aceptar que la indispensable discusión previa delimitadora no tuvo lugar, pero… resulta significativo ver a una dirección de la Cuarta que se rehúsa a sacar un balance de su propia actividad (borrón y cuenta nueva -no discutamos el pasado). Esto alimentará una desconfianza que será norma en los grupos argentinos, hacia la dirección (o direcciones) de la Cuarta Internacional. La “concepción del Partido” era correcta, el problema es que el PORS carecía de programa, dice el SI. Ahora bien, para Trotsky, el partido es el programa (98). La ‘‘concepción del partido” separada del programa aparece como un criterio de aparato. El mismo que, habiendo presidido la formación del PORS se utiliza en 1947 para proponer a los grupos argentinos unirse… y después discutir. Mal podrían sacar los militantes argentinos las lecciones de su propia historia, si la dirección internacional no los impulsa en ese sentido, dando el ejemplo.
A modo de conclusión
¿Qué puede agregar el autor, la mayoría de cuyas opiniones han ido siendo vertidas como comentarios a las de los actores mismos?
La IV Internacional hizo durante este período en Argentina y era a única vez— la experiencia de que no es el camino más corto el que lleva más lejos, y que la línea de la menor resistencia puede provocar alguna satisfacción inmediata, pero también una amargura mucho más larga.
Durante estos primeros tres lustros, son los problemas del programa (la idea) los que están en primer plano -y en ese carácter los trata este trabajo. El trotskismo logró, es cierto, atraer a algunos obreros, entre ellos a sindicalistas de primer nivel (como pocas o ninguna vez después), pero una “fracción trotskista en el movimiento obrero estuvo lejos de existir. Por eso los problemas de la intervención en el movimiento obrero prácticamente no se plantearon: el movimiento no se alzó a una altura suficiente como para planteárselos. No es el caso en todas partes: en Chile en la misma época las sucesivas organizaciones trotskistas fueron uno de los factores más dinámicos en el movimiento sindical. No es que en Chile los problemas programáticos estuvieran resueltos de una vez por todas – las dispersiones consecutivas del trotskismo chileno demuestran lo contrario.
Dos factores objetivos contribuirán a la debilidad de la inserción obrera en esta etapa: 1) el nacimiento mismo del trotskismo argentino como una fracción ultraminoritaria del ya minoritario (en 1929) stalinismo argentino y 2) la situación general del movimiento obrero, que conoce en este período el reflujo más largo de toda su historia, con escasos picos de ascenso (1933-36). Ello favorecerá indudablemente -por el escaso número y la composición social- el clima de camarillas y querellas personales, pero no al punto de sacar la conclusión (de Quebracho, Moreno y Posadas) de que éste era el único rasgo del movimiento.
Porque al mismo tiempo el trotskismo acercó a sus filas a varios de los mejores militantes e intelectuales de su generación. A los ya nombrados habría que agregar, por ejemplo, a José Boglich, que militó en el PSO y murió en 1943 ó 44, autor de uno de los primeros (y casi únicos) estudios serios de la cuestión agraria en Argentina, desde una perspectiva marxista (99). El problema consistía en armonizar todos esos elementos en una fuerza política, lo que no se consiguió. Lo primero era resolver las cuestiones de principio: carácter de la revolución en los países atrasados, lugar de éstos en el sistema imperialista mundial. La fracción mayoritaria de los militantes de la época, que a fortiori consiguió el apoyo de la dirección internacional, liquidó ambos problemas con la aseveración: “ya no hay más revoluciones democráticas, sino revoluciones socialistas”. Se trataba de un escamoteo, pues a la cuestión concreta del carácter de la revolución en los países atrasados, se respondía con una afirmación sobre el carácter de la época para el capitalismo considerado mundialmente. La revolución socialista es la única posible, pero las hay que surgen del antagonismo maduro entre el capital y el trabajo (en los países imperialistas), y las que surgen de la lucha en los países atrasados contra-la opresión nacional. Al negarse a considerar los problemas de la opresión nacional y el atraso, se ignoraba también la lucha de clases que los subyace, y que hace que las propias clases dominantes se los planteen (éstas eran presentadas formando un solo bloque con el imperialismo). Lo más importante es que se niega a discutir el problema central de la revolución en los países oprimidos: cuál debe ser la actitud del proletariado frente a los problemas nacionales, es decir, los derivados del incumplimiento de la revolución democrática. Como quiera que estos problemas son los que están en primer plano en la política en los países atrasados (los movimientos nacionalistas no hacen sino expresarlos), su ignorancia coloca a los trotskistas en un sectarismo fuera de la realidad, en el mejor de los casos, o alineados con el bando proimperialista, en el peor. Trotsky, al sistematizar la teoría de la revolución socialista, no había ignorado las tareas incumplidas de la revolución democrática: “…la revolución democrática sólo puede triunfar a través de la dictadura del proletariado, apoyada sobre la alianza con los campesinos y dirigida en primer término hacia la realización de los objetivos de la revolución democrática (…) La dictadura del proletariado, que sube al poder en calidad de jefe de la revolución democrática, se encuentra de manera inevitable y repentina al triunfar, delante de objetivos vinculados a transformaciones profundas del derecho de propiedad burgués. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, transformándose por ello en revolución permanente". A la confusión respecto a la teoría revolucionaria, hay que sumar la desorientación para caracterizar el país. En este punto, ciertas características del desarrollo capitalista argentino (por referencia a resto de Latinoamérica) ayudan a confundir. G. Lora las aprecia de este modo: “En Argentina, donde el trotskismo hizo las primeras tentativas de estructuración como programa siguiendo las agudas polémicas alrededor de las tesis de la revolución puramente socialista y de la liberación nacional (en esa época esta última posición sufrió la deformación stalinista que la considera como una finalidad estratégica), la formación de la vanguardia revolucionaria necesita partir (…) del análisis de una realidad que no corresponde, precisamente, a la de una semicolonia clásica y donde la presencia de una importante burguesía industrial induce a ver fantasmas de todo tipo” (100). Sumados a un antistalinismo primario, que pretende polemizar hasta con los términos que éste utiliza (y sobre todo con ellos, más que con sus ideas) que muchas veces es el primer paso hacia el trotskismo, terminan provocando catastrófica confusión.
Sería falso adjudicársela únicamente a los “argentinos”: ella existe, como hemos visto en otros grupos latinoamericanos. Pero sobre todo, ella existe también en la dirección de la Internacional, novel (luego de la barrida por el stalinismo y el nazismo de la dirección de la Oposición de Izquierda) y formada sobre todo por referencia a los problemas de la URSS y de la lucha de clases en Europa y los EEUU. Su confusión frente a los problemas de los países oprimidos se hizo evidente en el caso argentino, donde sostuvo las peores posiciones. Lamentablemente, esta confusión no será superada en los años por venir, y la dirección cuartista oscilará entre posiciones sectarias y de capitulación ante el nacionalismo.
La unificación de los grupos argentinos sin discusión previa fue directamente impulsada por el CEI, quien consideró que no existían diferencias programáticas. “No parece haber una sola diferencia de tal naturaleza como para impedir la unificación de todos los grupos, insistían en Abril de 1941 por carta de J.S.B. Stuard (101). Revelando su falta de voluntad para considerar los problemas, el CEI trató despectivamente las “querellas” entre los argentinos, su delegado trató de cerrar el debate más que de abrirlo, cubrió con su autoridad una unificación apresurada y con alfileres, presentó tal cosa como una victoria política, y el engendro que resultó confirmó aquel dicho de que “el pez se pudre por la cabeza”. El PORS se vino abajo primero en su dirección, y casi de inmediato. La dirección de la IV de 1941 debía ser consciente de que no contaba con la misma autoridad que aquella con Trotsky a la cabeza. Y aunque la hubiera tenido, la IV Internacional, que existía y luchaba, todavía debía construirse. Y no simplemente mediante la acumulación de militantes, sino mediante la delimitación y clarificación políticas. Lo peor es que, cinco años después, se propondrá, explícitamente, “repetir la experiencia del PORS”.
Porque “si se tiene en cuenta que la lucha revolucionaria desgasta y destruye permanentemente los cuadros” (102) se comprenderá que la ausencia de claridad política conduce a la hemorragia de militantes, aunque éstos estén armados de la mejor “Resolución Organizativa". Como una evidencia del fracaso de esta primera etapa de la IV Internacional en Argentina, la mayoría de los que durante ella han jugado un rol dirigente abandonaron la militancia y estarán ausentes en la etapa siguiente: Gallo, Milessi, Justo, Lagos, Narvajas, cuando no presentes en la trinchera opuesta: Ramos.
El primer viraje político importante barrió con la artificial construcción del CEI. Con la consecuencia de que la intervención de las masas que, en Octubre de 1945, produjo la más grande crisis política argentina de la primera mitad del siglo, y que abrió la situación más favorable hasta entonces para el enraizamiento del trotskismo, encontró a los trotskistas más dispersos y desorientados que nunca desde su nacimiento en el país.
La actividad que desplegaron a partir de entonces con todos sus errores y limitaciones, confirmó la vigencia del programa trotskista y de la IV Internacional, en cierto modo a pesar de los trotskistas mismos, con el hándicap suplementario de no poseer un balance de los primeros quince años de su historia y de su primera gran crisis. Todo lo cual los exponía —y los expuso- a repetir los mismos errores, junto con otros nuevos.
A cincuenta años del nacimiento del trotskismo en Argentina, ninguna de estas cuestiones ha perdido actualidad.
27 de mayo de 1980.
41. Guillermo Lora, “Contribución a la historia política de Bolivia- Historia del POR", Ed. Isla, La Paz, 1978, p. 304.
42. "La Opinión" cit.
43. “Estrategia…” 83, 84.
44. "Estrategia…”, 79, 80. Diego Henriquez es el seudónimo del diri¬gente de izquierda chileno Adonis Sepúlveda.
45. Lora, op. cit., 244.
46. “International Bulletin”, Comité Ejecutivo Internacional de la IV Internacional, volumen 1, nro. 6, julio 1941.
47. Idem.
48. “Frente Proletario”, órgano del POR de Chile, nro. 12, Octubre 1942, Santiago de Chile.
49. Sismondi: economista socialista criticado por Marx por proponer eliminar los “lados malos” del capitalismo y no el modo de pro¬ducción como tal.
50. LOR, “Boletín Interno”, nro. 1, “Respuesta a Marc Loris”, Agosto 1941.
51. “International…”
52. “Estrategia”, 158.
53. Carta de Terence Phelan a Charles Curtiss, 28/10/41 en las Sie¬rras de Córdoba.
54. “Estrategia", 157.
55. “Les Congrés de la IVéme. Internationale”, Ed. La Breche Paris 1978, p. 402.
56. “International…”
57. “Estrategia”, 104.
58. Ídem, 102.
59. Nahuel Moreno, “Tesis: diferencias del movimiento trotskista argentino”, en "Revolución Permanente”, nro 2-3 Bs As Octubre 1949. p. 15 y 16.
60. V.I. Lenin, O.C., tomo XX, p. 432, Ed. Cartago, Bs. As.
61. Phelan a Curtiss, cit.
62. Ídem.
63. Moreno, cit. 15.
64. J.A. Ramos, “Crisis y resurrección en la literatura argentina”, E. Coyoacán Bs. As. 1961, pp 73-74
65. Moreno, cit., 18.
66. “Estrategia”, 92.
67. "Juan B. Justo y la cuestión nacional”. Ediciones Juan B. Justo. Buenos Aires, Í980. Prólogo de Gregorio Weinberg
68. Sergio Bagú, “Evolución histórica de la estratificación social en Argentina". Ed. Esquema. Venezuela, 1969, p. 33.
69. Alejandro B. Rofman y Luis A. Romero, "Sistema socioeconómico y estructura regional en la Argentina”, Ed. Amorrortu, Bs As, 1974. p. 111.
70. Jorge Schvarzer, “1925-1955: auge, expansión y crisis”, en “Todo es Historia”, Septiembre 1977, pp. 57 y 58.
71. ídem.
72. Fichas de investigación económico y social, Nro 1, Abril 1964, P- 19.
73. ídem, p. 35.
74. Stanley G. Irving, “Economic conditions in the Argentine Republic", informe del Consejo Comercial del Embajador de Gran Bretaña, Londres, 1933.
75. Félix J. Weil, “The argentine riddle”, New York, 1944, p. 260.
76. Entre otras actitudes extemporáneas, Liborio Justo había considerado importante publicar su autobiobrafía, en 1940, bajo el título de “prontuario”
77. “Estrategia…”95
78. ídem, 117.
79. Enrique Carmona se suicidó en Buenos Aires, bajo las ruedas de un tren, en 1945, a los 25 años. Miguel Medunich Orza con quien estuvo enfrentado a veces, no tiene más que palabras de elogio para la personalidad de este joven trabajador y sindicalista, y sostiene que su decepción política intervino para precipitar su decisión de quitarse la vida.
80. Lora, op. cit. 299.
81. ídem. 303,
82. Orza, op. cit. 52, 53. .
83. Lora, op. cit. 302, 303.
84. Alexander, "Trotskysm…”, 57.
85. Correspondencia Terence Phelan—Kurt Steinfeld, 1942-43. Michigan University,
EEUU.
86."Estrategia”, 106.
87. Alexander, "Trotskysm…”, 56. JosephHansen, “El trotskismo en América Latina” en “Perspectiva Mundial”, Vol. 1 nro. 21 y ss. , New York, Noviembre-Diciembre 1977 (4 artículos).
88. Carta Kurt Steinfeld, 12/5/47, archivos Secretariado Unificado de la IV Internacional.
89. “Apuntes sobre una historia del trotskismo en América Latina”, Livio Maitán, Ed. José Carlos Mariátegui, París 1978.
90. “Estrategia…”, 99.
91. Orza, op. cit, 49.
92. José Posadas al Secretariado Internacional de la IV Internacional, 1/6/46, Archivos
Secretariado Unificado.
93. “Crisis y resurrección…", 73.
94. UOR, “Boletín teórico”, nro 1. Bs As Octubre 1948.
95. "Tesis: diferencias…”, 1920.
96. “Bulletin du Secretariat Europeén de la IVeme. Internationale”, Nro. 1, noviembre 1944.
97. “S.I. de la IV Internacional a Liga Comunista Revolucionaria de la Argentina, 5/6/47. Archivos S.U. Ejemplares prácticamente i- guales de esta carta fueron dirigidos a los otros grupos trotskistas de la época (UOR, GCI, GOM, MOR de Jujuy y Tucumán, animado por Esteban Rey, etc.).
98. En las “Discusiones sobre el programa de Transición”, notas tomadas sobre intervenciones orales de León Trotsky, éste afirma: “La importancia del partido. (…) Ahora bien, ¿qué es el partido? ¿En qué consiste su cohesión? Esta cohesión es un entendimiento en común de los hechos, de las tareas, y este entendimiento en común es el programa del partido. Así como los trabajadores modernos, al igual que los bárbaros no pueden trabajar sin herramientas, del mismo modo el programa es el instrumento del partido. Sin el programa cada trabajador debe improvisar su herramienta, debe encontrar herramientas improvisadas, y lo uno contradice lo otro. Sólo cuando contamos con una vanguardia organizada sobre la base de concepciones comunes podemos actuar." Ver, L. Trotsky, “El Programa de Transición para la Revolución Socialista”, Ed. Avanzada, Caracas, 1975, pp. 55 y 56.
99. José Boglich, "La Cuestión Agraria”, Bs. As., Ed. Claridad, 1937.
100. Guillermo Lora, “Proyecto de informe sobre América Latina”, Documentos del POR, París, 1977, p. 13.
101. "Estrategia…", 97.
102. Lora, "Contribución…", tomo I, p. 27.