Una nueva etapa de la crisis del sionismo y de la lucha en Palestina


Israel en la estrategia imperialista


 


"Uds. no deben tener ninguna ilusión; ningún lugar central activo está reservado para Israel en el cuadro de la estrategia regular que EEUU implementa después de los acontecimientos en Irán y en Afganistán. Pero de esto no hay que deducir que Israel ha cesado de representar un bien apreciado a los ojos de la administración americana. Al contrario, desde el punto de vista de los EEUU, la importancia de Israel es muy grande, no en tanto que participante activo en el desarrollo ligado a la crisis actual, sino como el último bastión que procura a la administración americana la certeza que, si, y cuando sus cartas estén quemadas entre sus aliados musulmanes, ella podrá aún apoyarse en Israel y encontrar en este país un partidario leal frente a cualquier circunstancia". Quien se expresa de esta manera y arenga a los israelíes es el profesor americano Nadav Safran, él mismo, viejo israelí y uno de los autores del famoso "Documento Brooking”, elaborado por un equipo de especialistas del Medio Oriente para definir la estrategia americana en esta región (“Yedioth Aharonoth” -18/1/80). La misma actitud fue expresada de manera todavía más cruda por la gente del Pentágono, en expresiones orales, en sus programas de viajes por la zona, durante los cuales escamotean la escala en Israel o al escoger la utilización de bases de la aviación egipcia antes que de la israelí.


 


Pero este “frío cálculo” del imperialismo contiene en sí un riesgo fundamental: no que Israel deje de ser su leal servidor incluso en los momentos más difíciles, por el contario. La entrega sin tapujos de Israel al imperialismo ha sido expresada nuevamente por Ezer Weizman quien, en circunstancias de su último viaje a los EEUU, como Ministro de Defensa ha declarado que el ejército norteamericano podía utilizar las bases israelíes sin necesidad de pedir autorización. Los dirigentes sionistas buscan con frenesí probar “la importancia estratégica" de Israel y son incapaces de percibir el rol demoníaco que les reserva la estrategia americana: el de llevar adelante el combate de la última oportunidad contra todos los pueblos de la región “cuando todas las cartas estén quemadas”. El riesgo para el imperialismo, que representa al mismo tiempo^ una formidable palanca para la movilización de las masas oprimidas, es que es muy posible que incluso antes de que se presente tal situación, la carta de triunfo israelí esté ya perdida.


 


El fundamento de esta ilusión es que el cambio de status de Israel en el dispositivo imperialista es un factor de crisis profunda dentro mismo de Israel. No hace falta profundizar mucho a fin de verificar el congelamiento del monto de la ayuda americana a Israel, e incluso si se tienen en cuenta los 200 millones de dólares que Weizman ha logrado obtener como préstamo de último momento, el significado no puede ser más que una disminución real del valor de la ayuda si consideramos la inflación del dólar.


Consecuencia, es la primera vez en muchos años que Israel se ha visto obligada a reducir sus compras de armamento yanqui y de retrasar algunos de sus proyectos armamentistas. Pero estos no son más que los fenómenos más evidentes y no los más importantes. Lo que interesa es el aspecto político del proceso: desde el “plan Rogers” de 1970 hasta las discusiones sobre la autonomía”, donde, según todos los observadores, “los americanos sostienen en un 90 por ciento las posiciones de Egipto”. El imperialismo yanqui busca obtener concesiones de los países árabes y reforzar entre estos a sus aliados utilizando la amenaza israelí, pero asegurando so re todo un repliegue y concesiones por parte de Israel.


 


El dilema en el que se encuentra la burguesía israelí, en el conjunto de sus fracciones, entre por un lado a inserción en la estrategia imperialista haciendo concesiones so re aquellos que considera como intereses vitales y, por otro, e riesgo de una desviación en relación a esta estrategia con la posibilidad de una confrontación con los países ara es sin e beneficio del sostén yanqui, este dilema provoca una crisis profunda cuyas raíces hay que buscarlas en el año 19 y que se evidenció a partir de 1973. Esta crisis tuvo ya un rol fundamental en la erosión del llamado Frente Laborista y en su caída y se manifiesta hoy día en la parálisis y el desmembramiento progresivo del Likud desde su ascenso al poder.


 


La parálisis y la falta de seguridad de la burguesía israelí, paralelas a la quiebra del apoyo americano, se expresaron en su incapacidad de movilizarse y movilizar tras ella a la población judía del país, en la campaña de provocaciones del estilo de la guerra fría que desarrollan los gobiernos imperialistas en sus países contra la revolución iraní y contra la presencia de tropas soviéticas en Afganistán, viejo caballo de batalla israelí está suficientemente cansado como para regocijarse antes de un combate en el cual no está seguro de participar. (En su lucha contra la iraní, el imperialismo yanqui se apoya fundamentalmente en Irak y en Egipto). Las consecuencias de esta crisis interna en relación a la capacidad de funcionamiento estratégico de Israel se manifestaron en el hecho de que durante meses el gobierno se mostró incapaz de entablar una discusión sobre la situación en la zona luego de los acontecimientos iraníes. Cuando a fines de diciembre de 1979, el debate, por fin, comenzó, se remitió esencialmente a… la entrega de armas americanas a la Arabia Saudita y a Egipto, y, sobre esta misma cuestión, el gobierno no logró adoptar una Posición unitaria, qué decir de una verdadera iniciativa política!


 


El carácter militarista y expansionista que se deriva de la naturaleza misma de la burguesía sionista se manifiesta en relación a su incapacidad de encontrar el mínimo consuelo en los acuerdos de "paz" con Egipto. El primer ministro egipcio mostró su asombro y preguntó por qué entonces Israel se oponía al reforzamiento del potencial militar de Egipto "si tenemos relaciones pacíficas y estas armas no están dirigidas contra ustedes”. La posición contraria en Israel no hace más que confirmar dos hechos fundamentales: primero, que el rol de Israel para el imperialismo fue siempre el de una fortaleza militar, inclusive contra Egipto cuando las condiciones políticas internas cambien en ese país; segundo, que la burguesía israelí veía de muy mala manera la pérdida de su status tradicional de "socio más seguro” en relación a las otras fuerzas de la región, en particular Egipto.


 


Mientras tanto, la cuestión palestina, sigue siendo un factor político central en la zona, impidiendo toda posibilidad de integración pacífica de Israel al Medio Oriente. Los yanquis buscan resguardarse por todos lados: alcanzar en las apariencias cualquier solución a la cuestión palestina que elimine toda la carga explosiva revolucionaria e impida a las masas palestinas alcanzar triunfos que reforzarían su confianza en ellas mismas y podrían reforzar su lucha y la de todas las masas de la zona; y, al mismo tiempo, sonsacar concesiones a los israelíes sin por ello poner en cuestión la estabilidad interna y a la potencia militar de Israel. Como hemos visto, ninguno de estos objetivos puede alcanzarse sin asestar golpes suplementarios a las masas palestinas -y contra las masas judías— en Palestina. Esta es la razón por la cual el proceso de “acuerdos” diplomáticos en la zona se ve constantemente postergado. Mientras se desarrollan las negociaciones sobre una nueva división de Palestina, y mientras la explosión definitiva no se haya producido, resulta más cómodo para los yanquis, para Sadat y para Israel, que el ejército israelí sea el responsable directo de la opresión de los palestinos en Palestina y en el Líbano del Sud.


 


La crisis de la burguesía


 


La guerra de 1973, el golpe recibido por el ejército israelí en sus comienzos y su necesidad de recurrir a un puente aéreo americano, demostraron la dependencia militar de Israel respecto a los EEUU. Los 7 años que transcurrieron después demostraron aún más la dependencia política de la burguesía israelí en cuanto al imperialismo; las relaciones con los EEUU representan el factor central de las discusiones en el seno de los diferentes partidos sionistas y entre ellos. El régimen de Likud vivió su luna de miel con el primer viaje de Beguin a los EEUU, pues mantuvo la fachada de un acuerdo, y posteriormente, con la visita de Sadat y la firma de los acuerdos de Camp David. Sin embargo, detrás de estos breves “períodos felices”, continuaba el proceso de decadencia interno y externo en la situación política de Israel. Seis años después de la guerra del 73, a fines del 79, los EEUU, sometidos a la presión de su propia crisis económica, se negaron a pagar las cuentas en crecimiento permanente de los gastos militares y de la colonización israelí, empujando de esta manera a Israel a una crisis económica sin precedentes.


 


Beguin, el "hombre fuerte” tan temido por la burguesía, pero a quien ésta recurrió frente a la incapacidad de la llamada Coalición Laborista y de sus partidos en mantener la confianza popular, se convirtió en sólo dos años en el primer ministro más débil de toda la historia del país. La incapacidad de todas las fracciones gubernamentales de presentar una perspectiva para salir de la crisis condujo a la parálisis de sus diferentes fracciones en el seno del gobierno. Beguin permanece en el centro de una coalición paralizada que observa la disminución de sus fuerzas a medida que su objetivo es impedir que sus diversos componentes se dispersen en todas direcciones.


 


Mientras tanto, la coalición que sostiene el "arreglo" que había comenzado a estructurarse en el seno del gobierno, se disgregó. El Partido Democrático, sucesor de Democracia y Cambio, demostró su nulidad desde los primeros contactos para su integración al gobierno, incluso entre sus propios socios y hoy día es ridiculizado y desdeñado por todos. Los Liberales, el partido de la Confederación de Industriales y Comerciantes, que no representa en este país más que los intereses de la pequeña y mediana industria (no así los de la Histadrut ni de los 3 grandes bancos que dominan en conjunto la mayor parte del mercado), a quienes Beguin había confiado la cartera de Finanzas, fracasaron rotundamente con su política de "mercado libre” en un país donde la burguesía no ha logrado nunca mantenerse erguida sobre sus propios pies. Weizman, que en un comienzo estaba destinado a dirigir la nueva coalición, fue progresivamente aislado al interior del Hérout y terminó por renunciar al gobierno, como lo había hecho antes su colega Dayan. David Levi, el hombre que dirige el aparato del partido Hérout, que en un primer momento se alineó entre los partidarios del “arreglo”, se apresuró a manifestar su lealtad a Beguin y a unirse a él contra los opositores que en adelante tomaron la delantera en su partido. Esta derrota de los "realistas”, de aquellos reconocidos como los más ligados a la administración yanqui y los más decididos a reducir las divergencias con ella, no es obra del azar. ¿Constituye acaso una falta de preparación o una coyuntura desfavorable? Nosotros pensamos que no. La burguesía sionista se encuentra imposibilitada de retroceder en forma ordenada hacia las fronteras de 1967. No hay y no va a haber un De Gaulle israelí, porque la “pequeña Israel” no es una metrópoli imperialista y porque cuando los opositores al “arreglo” reclaman permanentemente a los partidarios del repliegue territorial: "si nos retiramos de Naplouse, ¿por qué no de Haifa? ”, no hacen más que expresar la verdadera realidad del sionismo. La ocupación es una ocupación por todos lados. La ocupación de Palestina se verifica en Naplouse y en Hebrón, pero también en Haifa y en Nazareth. Mientras esta ocupación exista, Israel deberá, en tanto que Estado-ocupante, vivir de las guerras y, en primer lugar, contra aquellos mismos a quienes Israel impuso su ocupación: los palestinos.


 


Por su parálisis y por su pérdida de iniciativa, el gobierno se encuentra prisionero entre las manos de bandas de tránsfugas y de desequilibrados. La Agoudat Israel, un increíble residuo de castas medievales del judaísmo, no para de “encarecer” el precio de su sostén al gobierno para fortalecer el carácter teocrático del Estado y no teme menospreciar y humillar a sus “socios”. De la misma manera, pero con mayor influencia política se comporta el Goush Emounim (Bloque de la Fe), mezcla de nacionalismo racista y de metafísica religiosa fanática, hoy día punta de lanza de la colonización sionista en los territorios conquistados en 1967. Mientras que el Partido de la Resurrección no cuenta con ningún sostén efectivo, muy poco en el seno de la burguesía, y ciertamente no más del 2 o 3 por ciento del electorado, el gobierno se deshace en elogios a esta organización, que representa a sus ojos el “idealismo” sionista y la confianza en el futuro sionista, empujados hasta el absurdo por la locura ciega en esta perspectiva, que tiende a desaparecer frente a todos aquellos que miran la realidad de frente. El general Sharon, representante oficial del Bloque de la Fe en el gobierno, se comporta a .su interior como un jefe de segunda mano y toma sus propias iniciativas sin preguntarle la opinión a nadie. El Bloque de la Fe no sostiene al gobierno, pero "está dispuesto a no dejarlo caer” mientras éste último le proporcione las monumentales sumas de dinero que le permitan materializar sus proyectos de colonización y su plan de autoarmamento. Sus colonizadores se preparan a la vista de todos a una guerra civil que iniciarán en los "territorios ocupados” en el caso de un repliegue israelí, se arman hasta los dientes y preparan verdaderos stocks de armas a la vista y paciencia de todo el mundo. La Agouda y Sharon personalmente no trepidan en servirse de la Caja del Estado, ya quebrada y medio vacía, para llenarse sus propios bolsillos cuando la ocasión se presenta.


 


Así como el Likud, desde su acceso al poder, fue inmediatamente contaminado por la crisis del régimen de la llamada Coalición Laborista, ésta última, desde la oposición, a medida que se aproxima la posibilidad de su retorno al poder, se asemeja cada vez más al Likud en vías de desagregación. Como al interior mismo del Likud , la única oposición a los acuerdos de “paz” de Camp David, proviene de la derecha: Alón se abstuvo en ocasión del voto sobre los acuerdos con Egipto debido a la evacuación de las colonias de implantación en el valle de Rafah y Péres acusó a Beguin … de preparar el terreno al establecimiento de un estado palestino… Los "Laboristas” y la burocracia de la Histadrout que le es fiel, aceptaron el Plan Horowitz de saneamiento de la economía a través de un descenso brutal del nivel de vida de la población como una necesidad imperiosa de la burguesía. Como el Likud, los "Laboristas” están carcomidos por conflictos internos permanentes, por una guerra de todos contra todos entre sus diversos diques y fracciones, sin que ninguna sea capaz de plantear una perspectiva política susceptible de despertar algo de la confianza, aunque no sea más que aparente. ¿No es acaso grotesco constatar que la alternativa propagada por los dirigentes "laboristas” en las discusiones Sadat-Beguin sobre la "autonomía” de Palestina en los territorios ocupados en 1967 sea el susodicho "Plan Hussein”, que fracasó desde hace largo tiempo y que fue rechazado por el propio interesado, sabiendo muy bien que no hay solución diplomática sin la participación directa de la OLP en las negociaciones?


 


Todo programa político de la burguesía israelí plantea como condición primordial quebrar a las masas palestinas y someter a las masas judías. Para perpetrar la ocupación, así como para hacer de un eventual retroceso a las fronteras de 1967 el último repliegue posible, es necesario desarticular no sólo a las masas palestinas de Cisjordania y de la banda de Gaza sino también a las del interior de Israel de antes del 67 y de toda la zona. Para prepararse a una confrontación con los países árabes sin el sostén americano o para hacer de Israel una fortaleza armada hasta los dientes en caso de repliegue territorial, resulta imperioso disminuir radicalmente el nivel de vida de los obreros —árabes y judíos— que pagarán en dinero antes de hacerlo en sangre, el precio de la militarización y de la guerra. Este descenso del nivel de vida no puede efectivizarse sin quebrar organizativa y moralmente a la clase obrera.


 


La supervivencia del gobierno Beguin proviene antes que nada de los éxitos iniciales del Plan Horowitz, por cuya consecución toda la burguesía está dispuesta a unirse. El informe del ministro de Asuntos Sociales Katz sobre el agravamiento de la desigualdad social, la demagogia de la dirección de la Histadrut y el retardo del ministro David Levi en la aprobación del programa gubernamental de acrecentamiento de la desocupación, ejemplifican el miedo de la burguesía frente a la "agitación social” —es decir, frente a la reacción de la clase obrera y de los barrios pobres— que puede, no sólo hacer fracasar el Plan Horowitz sino también, en caso de que triunfara, hacer que la clase obrera tome conciencia de su propia fuerza frente a la crisis y al derrumbe de la burguesía. Aquí, nuevamente, al igual que en la cuestión del “arreglo” político en la zona, los moderados en el seno de la burguesía no son los “realistas” pero expresan sus temores frente al agudizamiento ineluctable de la crisis y a los enfrentamientos con las masas que ponen en riesgo su propia existencia.


 


1979: un año de alza de la lucha y de derrotas parciales


 


Palestina es uno de los raros países del mundo colonial que no ha ni siquiera obtenido la independencia formal, y es por eso que la cuestión de la liberación nacional, más aún que en la mayoría de los países oprimidos, se plantea como la tarea central inmediata de la revolución socialista. Pero, luego del aplastamiento de la “revuelta árabe "de 1936-39, y a través de la expulsión física de la mayoría de la población palestina en 1948 y el establecimiento de una zona de dominación con una mayoría judía, el sionismo logró infligir tales golpes a las masas palestinas que fue necesario esperar 20 años luego de la creación del Estado de Israel para que la cuestión palestina reencuentre su lugar central en la región. Los dirigentes sionistas creían que la cuestión palestina estaba ya muerta y enterrada, llegando incluso a compararla con la cuestión india en los EEUU (Dayan declaró entonces: “Había una Palestina, ella no existe más. Si los palestinos hubieran querido ser una entidad nacional, tuvieron la ocasión en 1948. Pero prefirieron entonces integrarse al reino hachemita y renunciar a su singularidad política palestina propia.


Así fue definitivamente enterrada la Palestina política”). Vino entonces la guerra de conquista de 1967, donde los sionistas contribuyeron con sus propias manos al renacimiento de la cuestión palestina y a la retoma del combate. Nueve años después, con huelgas y manifestaciones de masa en Cisjordania que duraron más de 6 meses, con la huelga general del “día de la tierra", el 30 de marzo de 1976, que por primera vez incluyó a los palestinos que permanecen bajo dominación israelí después de 1948, la lucha de liberación nacional en el interior de Palestina llegó a picos que comenzaron a recordar los de 1936.


Nosotros habíamos considerado el período del “día de la tierra" como la apertura de una crisis prerrevolucionaria en Palestina, en tanto la crisis del sionismo dejaba de concentrarse en los problemas internos de la burguesía, y la iniciativa pasaba del lado de las masas; analizamos el momento de esta crisis como consecuencia de la crisis revolucionaria y de la guerra civil en el Líbano, donde los palestinos habían demostrado en las primeras fases toda su potencia.


 


La traición vergonzosa de la dirección de las masas en el Líbano, el Frente Progresista de Kamal Joumblatt y la OLP, condujo, como se sabe, a la masacre de Tell-a-Zaatar y de Jishr-el-Basha y al aplastamiento de la revolución en el Líbano a manos de las fuerzas conjugadas de las Falanges fascistas, de Israel y el sionismo y del régimen del Baath sirio. Anta la ausencia de una dirección capaz de promover una perspectiva revolucionaria para las masas en Palestina, se produjo un retroceso generalizado de la lucha por la liberación nacional en Palestina durante la segunda mitad de 1976. Pero, ya en esa época, dijimos que las masas palestinas sometidas a la dominación israelí no habían sido aplastadas como las masas del Líbano, y previmos que este reflujo sería temporario y que el próximo epicentro de la lucha contra el “arreglo" imperialista estaría en el interior mismo de Palestina.


 


Los meses iniciales de 1979 mostraron los primeros signos de relance del combate en Cisjordania y en Gaza, la fuerza de las masas se manifiesta por el rechazo total y general del "plan de autonomía” y casi no se encuentra un solo dirigente feudal o burgués local que se arriesgue a aprobarlo. Pero, mientras que la firma de los acuerdos de Camp David fueron recibidos con una reprobación general pero silenciosa, los acuerdos de paz de Israel y Egipto en la primavera de 1976 provocaron una serie de asambleas de masas en los territorios conquistados en 1967.


 


En el interior de Israel, los primeros meses de 1979 estuvieron marcados por una retoma del combate: los estudiantes árabes radicales decidieron a fines del 78 organizarse en el cuadro de un movimiento a escala nacional., el "Movimiento Nacional Progresista”. Las autoridades replicaron con la expulsión de 6 estudiantes árabes de la Universidad de Jerusalem por vía de la aplicación de las leyes de urgencia, que los obliga a quedarse en sus pueblos, lo que provoca la reunión de un mitin de protesta en el local de los "Hijos del Pueblo" (nacionalistas de izquierda). Durante el mismo período, el "Comité de defensa de los presos políticos” retomó su actividad, y el Rakah (PC), que evita siempre toda coincidencia con los elementos nacionalistas para manifestar su compromiso en el mantenimiento de la existencia del Estado de Israel, se vio obligado a participar en la organización de una manifestación en Jerusalem por la liberación de los presos enfermos. Durante un gran mitin en Nazareth, bastión del PC, de preparación de la conmemoración del “Día de la tierra”, los "Hijos del Pueblo”, los estudiantes radicales y otros nacionalistas, se manifestaron por primera vez de manera organizada y potente, contra el “Comité de defensa nacional de las tierras árabes” (compuesto de notables locales y copado por el PC), levantando la consigna de Huelga General. En el “día de la tierra” del 79, mientras que el PC organizaba sus asambleas tradicionales, tuvo lugar en el pueblo de Taibeh una manifestación dirigida por los "hijos del Pueblo", y el servicio de orden del PC tuvo que usar la fuerza física y los golpes para impedir su participación en la asamblea.


 


Sin embargo, estas movilizaciones en la primera mitad del 79 fueron limitadas. En una gran parte, eran iniciadas por cuadros salidos de la movilización revolucionaria del 75 y 76, que retomaron fuerzas luego del reflujo y fueron confortadas por el triunfo de las masas iraníes al derrocar el régimen del Cha, a principios del 79. Los habitantes del pueblo de Mailiaho llevaron por su lado una lucha de masas, pero aún de carácter esencialmente defensivo, contra la apropiación de sus tierras. Los beduinos del Neguev también se opusieron de manera desesperada a la toma de sus tierras que, si bien representan una parte infinitesimal del Neguev se revelaron de golpe de una importancia esencial para el nuevo dispositivo militar después del retiro del Sinaí. El pueblo de Oum-el-Fahem manifiesta su oposición a la "visita" del rabino fanático Kahans, demostrando en esta ocasión una forma de lucha más alta: una manifestación unitaria bajo la dirección común del PC y de los "Hijos del Pueblo”, que erige barricadas en la entrada del pueblo, obligando a la policía a prohibir el acceso del rabino para evitar los enfrentamientos. (Hay que subrayar que en este caso la policía actúa como un verdadero agente de Kahans, llevando luego al intendente del pueblo a la comisaría más próxima para confrontarlo con el rabino, que vino a "encuestar sobre su lealtad con el estado”!).


 


El viraje en la lucha vino en noviembre del 79, teniendo como fondo la profundización de la crisis interna de la burguesía israelí. En primer lugar, se produjo la decisión del Tribunal de justicia sobre el desmembramiento de la colonia Elon Moreh del "Bloque de la Fe”, haciéndose eco de la campaña americana de presiones sobre el gobierno israelí. Por primera vez quedó en evidencia de que existe la posibilidad real, de que, bajo el golpe de su propia crisis, el sionismo se vea obligado a recular sobre cuestiones esenciales de la opresión de los palestinos, como son la expropiación de las tierras y el establecimiento de las colonias. Luego vino la provocación de la expulsión de Bassam-a-Chaqua, intendente de Naplouse. Esto fue cocinado por los opositores al "arreglo" en el seno de la burguesía y el ejército, que orquestaron una fuga de supuestas palabras de a-Chaqua con el objetivo de presentar a Weizman como el responsable de la agravación de la situación en Cisjordania, lo que obligó a este último, con el fin de mantener su credibilidad como principal encargado de la represión a los ojos de la burguesía, a utilizar inmediatamente la manera fuerte (contraria a toda su política precedente, cuyo eje era la tentativa de apoyarse en los notables locales para asegurar el mantenimiento del orden). Pero la reacción de las masas palestinas fue todavía más fuerte que lo previsto. Una huelga general paralizó Naplouse durante más de una semana, hasta llegar a transformarse en una huelga general de toda la Cisjordania. Se sarrollaron igualmente mítines de solidaridad y manifestaciones en el interior de las {tonteras del 67, en los pueblos árabes y las universidades. En el miting de Oum-el-Fahem, en el local de los “Hijos del Pueblo”, varios oradores, y entre ellos el representante de la Liga Obrera, declararon: “movilizándonos podemos llegar a impedir la extradición de a-Chaqua. Lucharemos hasta el regreso de todos los refugiados palestinos expulsados de sus tierras".


 


La gran victoria obtenida al impedir la extradición del intendente —por primera vez desde la ocupación israelí sobre la base de una formidable movilización de masas— fue la expresión de las nuevas relaciones de fuerza creadas, y daba por sí misma un gran impulso a la voluntad de lucha de las masas palestinas.


 


La situación después del asunto a-Chaqua se concretó en dos nuevos puntos: la tentativa israelí de controlar la Compañía de Electricidad Arabe de Jerusalém y el estable-miento de una nueva colonia de implantación sobre el monte Kabir. En estos dos casos, la iniciativa estuvo entre las manos de la fracción del gobierno israelí que trata de anexar de hecho la Cisjordania y está dispuesta para ello a arriesgar una explosión del “arreglo” bajo tutela americana, y un enfrentamiento decisivo con las masas. Desde el anunció del proyecto gubernamental sobre la Compañía de Electricidad, la movilización de las masas volvió a manifestarse inmediatamente y una huelga general de un día fue organizada por iniciativa del “Comité de Orientación Nacional”, que es de hecho la dirección reconocida hoy por las masas palestinas de Cisjordania, que identifican con lo que es realmente: una correa de transmisión de la OLP.


El carácter de este Comité es por otra parte muy especial. No teniendo ninguna representatividad oficial ante las autoridades sionistas de ocupación de Cisjordania, cada uno conoce su existencia y sabe que es reconocido por las masas palestinas “del interior” como su dirección nacional. Formado únicamente por notables locales salido de los feudales y de la burguesía comerciante, extrae su autoridad del hecho que se identifica políticamente con la OLP y de que todas las fuerzas políticas, ya sea las diversas tendencias nacionalistas o el PC local, le dan su apoyo. Semitolerado hasta hace muy poco por la administración de ocupación israelí, es constantemente el juguete de los antagonismos internos en la burguesía israelí, arrinconada entre la tendencia que representa Sharon y el “Bloque de la Fe”, que busca la confrontación y asestar un golpe definitivo a las masas palestinas en lo inmediato, y la tendencia que representa Weizman, principal responsable hasta su renuncia, de los “territorios ocupados”, que busca apoyarse en parte sobre él, para asegurar el mantenimiento del orden en Cisjordania. (No hay que olvidar que una gran parte de los miembros del “CON” esta formada por los intendentes y dirigentes de las municipalidades elegidos en 1975, bajo la férula del gobierno militar israelí, en las elecciones fraudulentas sobre la cual El Fath se calló prudentemente la boca y que el “Frente de Rechazo” había llamado a boicotear abiertamente). En fin, no hay que olvidar que, en su papel de portavoz local de los intereses de la dirección de la OLP “en el interior”, el Comité de Organización Nacional, está sometido a las perspectivas generales de aquella que como se sabe tienen su eje en la obtención de una solución diplomática, que permita la creación de un Estado palestino al lado del Estado de Israel, y que no cuestionaría para existencia de este último, ni los intereses globales del imperialismo en la región. Burgués por su composición y su política, sometido a los intereses diplomáticos de la OLP, elemento esencial del mantenimiento del orden en el futuro Estado palestino, el “C.O.N.”, hoy a la cabeza de faff m¡iBag obreras y campesinas de Cisjordania, no es el representante de las aspiraciones políticas y sociales auténticas de esas masas, cuya potencia revolucionaria le am^ sino de los burgueses y feudales locales. Esto se pudo verificar en el caso a-Chaqua. En la lucha contra su expulsión, una parte de esta “dirección nacional” de los intendentes y jefes de municipalidades intentó organizar una retirada en el comienzo de la movilización.


Con la aprobación del Fath, ciertos intendentes buscaron impedir la renuncia colectiva en reacción a la decisión de extradición de a-Chaqua. Luego, cuando la movilización llegó a su punto culminante, propuso al gobierno militar, a través del abogado Elias Khouri, una transacción: ¡La no expulsión de a-Chaqua contra el mantenimiento de la colonia de Elon Moreh! Pero en estos dos casos existía potencialmente una dirección de recambio, la del “Frente de Rechazo”, capaz de continuar la lucha y desenmascarar a los traidores —de tal manera que finalmente, esta “dirección nacional”, constatando la potencia de la movilización de las masas, eligió abandonar su proyecto, para mantenerse a la cabeza de la lucha hasta su victoria.


 


La implantación de la colonia sobre el monte Kabir demostró el sometimiento del gobierno a los dictados del “Bloque de la Fe" y al mismo tiempo su temor a las masas palestinas. Después de *haber aceptado la implantación de la colonia, ordena el traslado de todo el material de construcción por helicópteros, para no tener que pasar, por la ruta que atraviesa el pueblo próximo de Dir-el-Katab, por miedo a la reacción de la población. Ante la debilidad del gobierno militar del lugar y del gobierno israelí en general, dos campos bien delimitados se presentan: el de las masas palestinas dirigidas hoy por el “C.O.N.” y enfrente el de los colonos, que se arman de manera autónoma y se preparan a la guerra civil bajo la dirección del “Bloque de la Fe” y del “Partido de la Resurrección”.


 


Mientras que se relanza de lo mejor la movilización de las masas palestinas por ^liberación nacional, en el frente de clase la iniciativa quedó en ese momento esencialmente como el hecho de los sectores obreros relativamente privilegiados y mayoritariamente judíos, que luchan por la defensa de sus intereses económicos y sociales, sin elevarse desde el punto de vista de sus reivindicaciones al nivel político. Los obreros palestinos, aplastados bajo el peso de la opresión nacional, forman una gran parte de las capas más desfavorizadas de la clase obrera, numéricamente minoritarios en el seno de la clase (30 a 35 por ciento, pero 80 por ciento en ciertos sectores industriales como la construcción); no logran en ningún momento manifestarse en tanto clase y de manera autónoma, ni en la lucha contra la rebaja brutal del nivel de vida orquestado por el gobierno, y que los afecta directamente, ni en el seno de la movilización popular por la liberación nacional.


 


Desde el punto de vista económico, la táctica del precedente ministro de Finanzas, apareció de más en más como una seguidilla de concesiones y tentativas de evitar la confrontación con todos los sectores que hubieran demostrado una real voluntad de lucha, al mismo tiempo que resarce a la burguesía, utilizando cada vez más frecuentemente la máquina de billetes, lo que hizo que en el espacio de un año la tasa de inflación aumentara del 40 por ciento a 150 por ciento anual, (esto llevó a una destrucción de la infraestructura económica y a una pauperización inmediata de las mismas capas de la clase que habían llevado adelante las luchas).


 


La debilidad del gobierno, y la posibilidad demostrada de obtener triunfos a través de las luchas, han alentado la organización de diversos sectores asalariados, pero esto se limitó siempre a sectores particulares, que intentan obtener conquistas para ellos mismos. Las enfermeras que después de largos años han sido las primeras en salir al combate sacaron la lección de sus huelgas precedentes vendidas por la histadrut y pusieron en pie su propio órgano sindical, que en varios mítines y huelgas repetidas obtuvo un contrato colectivo, por el cual las enfermeras luchaban desde hacía años (4 turnos de guardia de 6 horas, semana de 36 horas sin reducción de salario). Los trabajadores de Solel-Boneh, la empresa de construcción más grande del país (propiedad de la Histadrut), formaron por primera vez en la historia de los obreros de la construcción un Comité de Acción fuera del Comité Obrero existente elegido bajo control de la Histadrut. Organizando huelgas y manifestaciones, este comité obtuvo también satisfacción sobre su "cuaderno de reivindicaciones”. Sin embargo, en Solel-Boneh, a pesar del enorme porcentaje de trabajadores árabes, y a pesar de la movilización y la participación de esos trabajadores en la lucha, el Comité se formó sólo con viejos obreros que gozan de la seguridad en el empleo, todos judíos sin excepción, lo que demuestra en sí mismo los límites políticos de esta movilización obrera; con la aplicación del Plan Horovitz, todos los beneficios obtenidos en las huelgas del 79 perdieron rápidamente su valor.


 


Durante esta primer parte del 79 y hasta agosto, los problemas de vivienda y de la miseria de los barrios pobres van a provocar las luchas más potentes en el seno de las masas judías. El ritmo de aumento del costo de los departamentos precede en medio año al de la inflación general, la crisis económica se hace más sensible primero en la rama de la construcción y la vivienda. La compra de un departamento se volvió absolutamente imposible sin ninguna posibilidad de crédito para la mayor parte de las masas judías, lo que produjo una baja de la “demanda” (según el término de un curso de economía burgués), y una reducción suplementaria de la construcción por las empresas inmobiliarias, se produjo incluso la paralización parcial de construcciones en curso (todo ello según las estadísticas oficiales), con el objetivo de mantener el nivel alto de los precios. (Ahora se puede ver el mismo fenómeno en numerosas ramas de la industria de consumo corriente, que reducen su producción como resultado de la baja del nivel de vida).


Pero los puntos más altos a los que llegaron estas luchas, incluso las ocupaciones por la fuerza de departamentos vacíos, los barricamientos de rutas, las manifestaciones, los choques violentos con las fuerzas del orden, no han llevado a concesiones verdaderas de parte del gobierno. El movimiento, que había comenzado con la esperanza de presionar al gobierno, llegó en agosto a levantar la consigna de “abajo el gobierno de los promotores inmobiliarios”, pero sin por ello acercarse a este objetivo.


Finalmente, las luchas de los barrios pobres se hundieron por falta de perspectivas y porque la clase obrera no las tomó organizadamente a su cargo.


 


Durante este período, la incapacidad de obtener concesiones significativas de parte del gobierno y, por ende, la falta de perspectiva de las luchas sectoriales centradas en la “presión", han hecho renacer la necesidad del pasaje a formas nuevas de organización, que permitan arrastrar al conjunto de los “sectores” y, en primer lugar, a la clase obrera en tanto que clase hacia un enfrentamiento generalizado con el gobierno.


 


Las nuevas condiciones que conducen hacia esta confrontación aparecieron a partir de noviembre cuando paralelamente al vuelco en la lucha de liberación palestina, el ministro de Finanzas tuvo que renunciar y fue reemplazado por el siniestro Horowitz, que puso inmediatamente su plan en aplicación.


De golpe, se terminó la política de concesiones limitadas hacia la clase obrera, y fue decretada una disminución drástica y nunca conocida de los subsidios acordados a los productos de primera necesidad, preludio de la verdadera naturaleza del Plan Horowitz: una regresión sin precedentes del nivel de vida de los obreros. Este ataque al nivel de vida de la clase obrera, que tiene su raíz en las necesidades políticas de la burguesía y en la crisis consecuente, representa un atentado sin comparación posible con lo que los trabajadores se habían habituado a considerar hasta el momento como conquistas seguras y su reacción será un test esencial para la clase en el futuro.


 


1980: Hacia batallas decisivas


 


Los síntomas que se multiplican de la crisis interna en Israel, empujan a algunos personajes, que no se pueden tachar de antisionistas a la conciencia de que se trata de una sociedad que marcha a grandes pasos hacia su propio fin. Nahum Goldman, uno de los más importantes dirigentes históricos del sionismo, acaba de declarar: “Los árabes, no sólo de la OLP, sino también los de los países moderados, han endurecido su actitud. Cada vez se sienten más seguros de ellos. Piensan que Israel morirá de hemorragia interna y se disolverá sin pasar por una guerra, y puede ser que ellos no estén dispuestos en el futuro a aceptar una paz”(“Le Nouvel Observateur”, 19/7/80). Pero la comprensión de las razones profundas de la crisis del sistema de dominación sionista, y en gran parte del ritmo del proceso de derrumbe del Estado de Israel, está ligada a la comprensión del dispositivo internacional y regional al cual se encuentra vinculado. Sin embargo, en el ghetto judío de Palestina, el aislamiento físico y cultural del mundo hacen que esta comprensión de los sucesos externos sea todavía más difícil.


 


La crisis económica mundial, prevista hace tiempo, es un hecho establecido. El último informe de la OCDE prevee una baja del PBI, en sus países miembros del orden del 1 por ciento para la segunda mitad del 80, y una baja en la producción industrial del orden del 5 por ciento. En el marco de esta crisis, y de la exacerbación de la concurrencia en los mercados mundiales de exportación, los proyectos del ministro de


Finanzas israelí, concernientes al restablecimiento de la economía a través del crecimiento de las exportaciones, aparecen como totalmente ridículas. En cuanto al último informe sobre Israel del FMI, que es cualquier cosa menos un organismo filantrópico, aconseja a los probables inversores extranjeros de no hacerlo en ese país a un plazo mayor de 5 años, lo que dice mucho sobre las perspectivas que se dibujan en el seno de los grandes bancos internacionales.


 


A pesar de la baja en el nivel de vida y las restricciones presupuestarias, se prevee que el déficit de la balanza comercial israelí llegará este año a 4,4 miles de millones de dólares. Hay que considerar este fenómeno, también a la luz de la situación internacional, en un momento en que, durante los diez últimos años, los países pobres acumularon deudas hacia los países ricos y los grandes bancos internacionales, que llegan a cientos de miles de millones. Estas deudas astronómicas no pueden crecer indefinidamente, y vemos el ejemplo de Turquía que llegó al borde de la bancarrota económica, que sólo pudo ser evitada gracias a una operación europea de salvataje. Brasil utiliza en la actualidad todas sus entradas por exportaciones para pagar a sus acreedores. Israel, con una deuda monumental en relación a su tamaño, y con el gran bocado que significa la ayuda financiera que viene del presupuesto americano, no podrá escapar, de un lado a la dependencia cada vez más grande y, del otro, a las dificultades de obtención o de préstamo de sumas suplementarias que le son necesarias para financiar sus necesidades militares, para hacer frente a sus deudas y para su desarrollo. La amenaza de una cesación de créditos, o de una incapacidad de adquirir los productos de primera necesidad, incluso las materias primas para el funcionamiento de su industria (materias primas de las cuales Israel está totalmente desprovista), puede concretarse en las circunstancias de un derrumbe del mercado internacional del crédito. Es en este cuadro económico, y en el de las nuevas relaciones establecidas con el imperialismo americano (tal como ha sido analizado), que se desarrolla la crisis de dominación del régimen sionista sobre Palestina.


 


A comienzos del año 80 se han planteado las primeras luchas contra el Plan Horowitz. Los comités de los barrios pobres de Jerusalem fueron el primer canal por el cual explotó la cólera popular, llamando abiertamente a derrocar al gobierno : luego crecieron como hongos una serie de movimientos espontáneos, que reunieron esencialmente a los habitantes de los barrios miserables y a los jóvenes, de los cuales el más importante, y el que logró estructurarse mejor fue el movimiento llamado “Departamentos inmediatamente”, que manifestó así la profundidad de la crisis de la vivienda en Israel.


Pero el fenómeno sin duda más importante de comienzos de año fue la organización común estructurada por 12 grandes comités obreros: la Unión de Marineros, la Compañía de Electricidad, la Industria aeronáutica, los puertos de Haifa y Ashdod, las industrias químicas del Mar Muerto, los técnicos de Roentgen, los trabajadores terrestres de El Al y el personal de aeropuertos. Estos comités establecieron un secretariado común, que organizó a partir del 27 de enero una huelga de 24 horas. Juntos acordaron un amplio “cuaderno de reivindicaciones", que comprende entre otras, el rechazo a la congelación de los contratos colectivos por un año suplementario y a los planes de despido, en una palabra: contra el “Plan Horowitz”.


 


Pero estos dirigentes obreros, en su mayoría habituados desde hace años a ocupar su lugar de capa privilegiada en el seno de la clase obrera, tuvieron siempre el hábito de trabajar en común con la Histadrut a fin de obtener conquistéis parciales. Están asustados de la formidable potencia que han reunido tan fácilmente entre sus manos y del significado profundo de la utilización de esta fuerza en la nueva realidad, capaz de provocar una enorme explosión de toda la clase obrera. Esta es la razón por la cual se han limitado al rol de un grupo de presión sobre la Histadrut, y rechazan conscientemente ensanchar su base e incluir nuevos comités obreros. Con la ayuda de estos 12 comités, o a pesar de su voluntad, una Conferencia Nacional Abierta puede dar hoy una respuesta de la clase a Horowitz y a Hechel (secretario general de la Histadrut): la lucha por la huelga general ilimitada, contra los despidos y por la escala móvil de salarios y un aumento inmediato de los salarios para todos compensando las alzas de los precios.


 


En cuanto a la huelga de los maestros que se producen después, tuvo la gran ventaja de demostrar que una verdadera movilización permitía el retroceso del gobierno y la obtención de la satisfacción de las reivindicaciones. Las particularidades esenciales de esta huelga fueron que no estuvo dirigida “desde arriba”, sino que se debió a la iniciativa de la base, que no tomó en cuenta la decisión del Tribunal de prohibir la huelga, y que movilizó a los maestros, también a los padres de alumnos y a los mismos alumnos, por la victoria de la huelga, en mítines y manifestaciones. Luego, para evitar el hecho de enfrentar nuevas movilizaciones de esta envergadura, y frente a las nuevas huelgas que estallaban en grandes fábricas como Amcor u Ordan, Horowitz tuvo que retroceder sobre algunos puntos esenciales de su plan.


Rápidamente la economía israelí retomó su ritmo de crucero de 10-15 por ciento mensual de inflación, y el ministerio de finanzas se decidió a efectuar cortes suplementarios en el presupuesto de la defensa nacional. Sin embargo, los enormes cortes en los presupuestos de bienestar (educación, salud, etc.), la anulación de las subvenciones a los productos de primera necesidad, y el desempleo creciente, tocan duramente a los obreros más explotados y a los habitantes de los barrios miserables, que hasta ahora no han logrado organizarse.


 


Lo que está claro es que a pesar de la debilidad de los instrumentos organizativos, existe una gran voluntad de combate en el seno de la clase Obrera: se manifestó en la huelga general contra los despidos en el pueblo de Ofakim, en decenas de huelgas (a veces Contra la voluntad del comité obrero), en paralizaciones espontáneas. Para permitir a cada obrero, árabe o judío, el tomar parte inmediatamente en la organización de esta lucha, la Liga Obrera, en colaboración con otros militantes obreros, llama a la formación de un movimiento por un Partido Obrero —un movimiento al cual podrá sumarse cualquier obrero sin condiciones políticas previas, y en el cual podrá confrontarse con la tarea urgente de la organización de la clase a través de la clarificación de la vía política independiente que permita llegar a eso. En esta necesaria clarificación política, la Liga Obrera propone su propio programa. “La vía de la Revolución Socialista en Palestina”, como programa de fundación y de organización para ese movimiento por un Partido Obrero.


 


Las capas más fuertes de la clase obrera son las únicas que hasta el momento han podido obtener el estallido del frente burgués. Pero el problema central que la clase obrera debe afrontar en su conjunto, que frena su organización contra los ataques al nivel de vida, ha sido y es la opresión particular de que son víctimas los obreros palestinos. Hasta ahora, ni en las fábricas u obrajes, ni en las movilizaciones populares por la liberación nacional palestina, estos obreros han intervenido en tanto que clase, tan grandes son los obstáculos que se alzan ante esta tarea. En efecto, nada podría conmover tanto las bases del sionismo y profundizar su crisis como la organización de los obreros palestinos sobre una base independiente de clase. En cuanto a las organizaciones nacionalistas burguesas y pequeño burguesas palestinas, rechazan muy conscientemente esta perspectiva. Pero con la profundización de lucha por la liberación nacional en Palestina, la confianza creciente que tienen los obreros palestinos en su propia fuerza puede llegar a manifestarse en las fábricas, y darle a la lucha obrera una nueva capa dirigente, liberada de las influencias ideológicas del poder. A través de la lucha de los barrios miserables, con la marginalización de un número creciente de jóvenes obreros y semiobreros que no se reconocen en el Estado de Israel (cuya expresión más política fue la de Eli Avraham, joven obrero salido de un pueblo pobre que sigue en prisión desde hace 6 meses por su rechazo a enrolarse en el ejército), se puede ver que, entre las masas judías, las capas más explotadas buscan también el camino de la lucha. Nuestra tarea es unificar esta energía revolucionaria de los oprimidos, con la fuerza de que dispone la clase obrera a causa del lugar que ocupa en la producción, sobre la base política de la revolución socialista en Palestina y en primer lugar el cumplimiento de las tareas democráticas de la liberación nacional palestina. La organización política y sindical de los obreros, de todos los obreros, y en particular de las capas más oprimidas de la clase, es en la crisis actual más necesaria y más posible que nunca. Es la cuestión clave para la sociedad entera.


 


La nulidad de pensamiento, la mezquindad, las pequeñas cuentas del día, son las características esenciales de los dirigentes de todos los partidos burgueses en Israel, que manifiestan así la ausencia de esperanza de toda una clase. Las discusiones sobre la autonomía de Cisjordania no salieron todavía de las cuestiones preliminares de procedimiento, al no estar el gobierno de Beguin preocupado más que en ganar tiempo. Igualmente, la “opción jordana” desarrollada por el partido llamado Laborista no es más que una auto-ilusión. En su conjunto muestran la incapacidad del sionismo de tomarle la medida a los problemas fundamentales de su existencia en Palestina: el “pecado original” que precedió su nacimiento, y el hecho que las luchas palestinas, a pesar de las derrotas, no hayan sido quebradas y siguen siendo un factor político central en la región. Más aún, en el cuadro del debilitamiento del sionismo, la lucha de las masas palestinas se refuerza justamente en los territorios que se encuentran bajo dominio sionista.


 


Como lo habíamos indicado más arriba, la diferencia fundamental entre la crisis del 75-76 y la actual, es que en ese entonces el centro de la lucha y la movilización palestinas estaba en el Líbano, y hoy ha pasado al interior mismo de Palestina. Ya en esa época existía la crisis del sionismo, pero luego se agravó enormemente. En 1976, el sionismo aparecía como un solo frente ante todas las cuestiones concernientes a los palestinos, hoy, la crisis de la burguesía permite obtener victorias parciales y representa un factor directo en la toma de confianza y la iniciativa de las masas. Sin embargo, el problema clave, ya presente en el 76, sigue siendo el mismo: las masas palestinas sometidas a la ocupación israelí, no pueden vencerla por su sola fuerza, necesitan de sus aliados y del sostén de las masas árabes de los países vecinos, y de las masas judías. En ese sentido, y a pesar de que el centro de la movilización esté, sin ninguna duda, en las masas palestinas, el destino de la revolución socialista se jugará en gran parte en lo que pase en el seno de las masas judías, y en las relaciones que se establecerán entre ellas y las masas palestinas. En este aspecto, opuestamente a lo que pasó en el 76, cuando el período del “día de la tierra” se desarrolló sobre un fondo de calma social relativa y de retroceso de las huelgas, económicas, las condiciones de la crisis del sionismo y el ataque draconiano contra el nivel de vida de todas las masas, crean ahora una posibilidad mucho mayor para que la confluencia entre las luchas de las masas palestinas y judías no sea únicamente de coyuntura temporal (como fue el caso en noviembre del 79) sino también de una coordinación política consciente. Uno de los signos avisores más alentadores de este objetivo es la nueva organización de los barrios miserables de Jerusalem, que bajo la dirección de los Panteras Negras movilizó a sus habitantes contra el establecimiento de las colonias, que se efectúa a cargo del presupuesto de bienestar social. En sus manifestaciones expresaron violentamente su odio hacia los colonos privilegiados. El caso de Eli Avraham, que expusimos más arriba, es otro signo, así como la publicación de la “carta de los 27”, en la cual jóvenes israelíes declaran su rechazo a participar en las acciones del ejército de mantenimiento del orden contra la población palestina. Esos son fenómenos mucho más importantes que el de “Paz ahora”, que moviliza jóvenes pequeño burgueses, completamente aislados de la masa judía explotada, y más aún de las masas palestinas, y que se confina en el rol de “consejero” del gobierno, y se encuentra ahora en su declinación.


 


Luego del pico de movilización logrado con la huelga general de la población de Cisjordania en noviembre del 79, que llegó a impedir la extradición de a-Chacua, la impotencia demostrada por el gobierno llevó a una fuerte intensificación de la represión por parte de las milicias privadas de colonos: la muerte de un adolescente y de una joven en Kal-khoul, progroms con incendios de departamentos y coches, para llegar finalmente a la tentativa de atentado contra tres dirigentes de municipalidades locales, como resultado del cual Bassam a-Chacua y Karim Khalaf perdieron sus dos piernas. Sin la sombra de una duda estos atentados no se han podido realizar sin un sostén proveniente del interior mismo del aparato represivo.


De hecho, la base del armamento de los colonos y de su milicia privada es perfectamente oficial: ello se hace bajo el ala protectora del ejército, en el cuadro del comité de seguridad de las colonias judías de Cisjordania. A partir de allí, el gobierno ha desarrollado rápidamente una política de mano de hierro, incluso al punto de actuar en contradicción con sus propias leyes a fin de expulsar los intendentes de Hebron y Kalkhoul y el cadi de Hebron. En estos últimos meses, la acentuación repentina de la violencia de la represión por parte del ejército de ocupación, el asesinato de varios alumnos en las manifestaciones, las restricciones a la difusión de la prensa y a la actividad de los dirigentes políticos en los territorios ocupados, muestran que el plomo se ha abatido de nuevo sobre la marmita en ebullición que es Cisjordania, con la evidencia de que el ejército ha retomado su rol represivo. Pero esta ruptura de una situación de parálisis hacia una acentuación de la represión no es más que un callejón sin salida.


 


Durante este tiempo, mientras la efervescencia se “deslizaba” al interior de las fronteras del 48, entre la población palestina, tampoco aquí la política de mano de hierro quedaba sin respuesta. Es así que las manifestaciones del “día de la tierra” de 1980 fueron las más importantes desde 1976. En los pueblos de Taibeh, Kfar Kana y Arabeh, un frente organizado por los nacionalistas de izquierda, bajo la dirección de los “Hijos del Pueblo”, se llegó a imponer por primera vez en las movilizaciones. Luego de los atentados contra los intendentes de Cisjordania, tuvieron lugar mítines y manifestaciones de solidaridad en los pueblos que hasta el momento no tenían ninguna tradición de lucha, demostrando así la profundidad de la movilización en la base. Los decretos de relegamiento promulgados contra los dirigentes del Movimiento Nacional Progresista, de los “Hijos del Pueblo” y de los dirigentes del Rakah (PC), además de ser incapaces de bloquear el movimiento en lo inmediato, ratifican el hecho de que el sionismo ya no es capaz de mantener la máscara de democracia, incluso en el interior de los territorios conquistados en el 48, sobre los cuales fue establecido el Estado de Israel. El ejemplo más grave de esta política de mano de hierro, es el de “ley Tamir”, votada por todos los grandes partidos sionistas, en julio del 80, que prohíbe toda manifestación, incluso oral, de sostén o de indentificación con la OLP. Pero en la actual situación de crisis, esta espiral de la escalada de represión no podrá detener el proceso de integración de los palestinos que quedaron en Israel en el 48 con la lucha de liberación nacional; al contrario, ella no podrá más que acentuarla.


 


Hoy, entre las masas palestinas, el objetivo es mantener y reforzar la movilización de masas contra la ocupación y la opresión bajo todas sus formas, en un esfuerzo permanente de búsqueda de las vías de una organización independiente de los obreros y de la movilización de sus aliados en el seno de las masas judías más oprimidas. Es por eso que nosotros levantamos las consignas del “Frente Único por la Defensa del Pueblo Palestino” y de “Partido Obrero”. Sobre toda cuestión sobre la cual se desarrolle un ataque del gobierno o de los grupos fascistas contra los derechos democráticos y nacionales de los palestinos, proponemos una movilización de masas, por medio de mítines, manifestaciones y huelgas unitarias, y llamamos a todas las organizaciones nacionales palestinas y a las organizaciones obreras a participar en estas movilizaciones, a ampliarlas, guardando cada uno su propia autonomía política y pudiendo desarrollar sus propias consignas y sus propias posiciones, pero luchando todos en la unidad contra la opresión. Al mismo tiempo, a través de una lucha común contra la explotación en los lugares de trabajo es como puede establecerse el vínculo de clase entre los obreros palestinos y los judíos, que permitirá a estos últimos abrir sus ojos y comprender cuál es su enemigo común: el régimen sionista, y cuál es la solución común: una Palestina Unificada y Democrática, un Estado obrero y campesino.


 


Julio 1980


 

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