El centroizquierdismo ha convertido en rutina acompañar las “cumbres” con una “otra cumbre”. En Mar del Plata el organizador de las dos fue el mismo: el gobierno de Kirchner. Los partidarios de Kirchner aportaron las principales figuras y contingentes de la “otra cumbre” y el gobierno el dinero y los funcionarios de confianza para controlar su desarrollo.
Pero el que paga la orquesta, elige la música. Por eso, la “otra cumbre” no habló de la política fondomonetarista de Kirchner, Lula o Tabaré Vázquez o de la ocupación militar de Haití. El pago de la deuda externa, los acuerdos con el FMI y la miseria de los pueblos de Argentina, Brasil y Uruguay fueron ocultados. La “otra cumbre” ni siquiera fue una movilización política: sus organizadores se limitaron a organizar una serie de “talleres” y una “movida cultural”.
La estrella de la “otra cumbre” fue Chávez. En su discurso abogó por una “integración latinoamericana” cuyo modelo es Petrosur, la “petrolera estatal latinoamericana” que agruparía a la venezolana PDVSA, la brasileña Petrobras y la argentina Enarsa; estas dos últimas son testaferros de los fondos inversores internacionales o dé pulpos petroleros extranjeros. Enarsa es una pantalla para la privatización del Mar Argentino. El Alba alega pretensiones muy vastas pero tiene miras muy cortas. Los extensos elogios de Chávez a la “Alianza para el Progreso” de Kennedy fueron un guiño hacia los demócratas de los Estados Unidos.
Aún más notable en la “otra cumbre”, fue la subordinación política de la izquierda a los representantes políticos de la burguesía nacional.
El PC y el MST, en sus distintas versiones, apoyaron sin matices las deliberaciones de la “otra cumbre”, se negaron enfáticamente a denunciar su carácter oficialista y hasta aportaron sus propios “talleres”. Todos ellos se encolumnaron ordenadamente detrás de los D’Elía, los Bonasso y el gran cartel con las figuras de Kirchner, Chávez, Lula, Tabaré y Castro. En los días posteriores, sus periódicos prodigaron elogios desmesurados a la “otra cumbre” y hasta al “socialismo del siglo XXI”, la frase de marketing de Chávez. Llegaron a reflotar la vieja y fracasada consigna del “frente de países deudores” que propugnaban en ios ‘80.
La integración de América Latina es, en primer lugar, la integración política de sus explotados en una lucha común por la expulsión del imperialismo y por la completa reorganización anticapitalista del continente. Las burguesías nacionales del continente han demostrado, de sobra, su incapacidad para llevar adelante esta lucha. El proletariado y los explotados de las ciudades y el campo se enfrentan a la tarea de la revolución social.