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EE.UU.: los trotskistas entre la crisis y la guerra


En 1917, el ingreso de Estados Unidos en la guerra mundial fue, junto con la revolución rusa, el factor fundamental de cambio en las relaciones políticas mundiales. A pesar de que EE.UU. no estuvo directamente implicado en el conflicto y se encontraba dividido internamente en función del origen nacional de su población e impedido de comerciar con los imperios centrales debido al bloqueo británico, el país triplicó su comercio exterior entre 1914 y 1917, no sólo como abastecedor de alimentos a los "aliados", sino también de manufacturas, armas y municiones (desde octubre de 1914 la banca americana fue autorizada a realizar préstamos a la Entente: en 1917 la deuda "aliada" con EE.UU. había llegado a 2.700 millones de dólares, cifra enorme para la época). La guerra submarina alemana, que amenazaba la función de EE.UU. como proveedores, definió su intervención en la Primera Guerra Mundial.


 


EE.UU., potencia mundial


 


La victoria aliada pasó entonces a ser un hecho previsible, como lo era también la transformación de EE.UU. en la principal potencia del planeta: entre 1914 y 1918, el PBI de EE.UU. aumentó el 15%, la producción minera el 30%, la producción industrial en general un 35%. Para alcanzar esos resultados, EE.UU. perdió "solo" 50.000 soldados (28 veces menos que Francia). Para Fritz Sternberg la intervención americana en la guerra fue "una empresa colonial en gran escala llevada adelante en territorio extranjero".


 


La guerra proporcionó también el argumento que las clases dominantes yanquis necesitaban para "limpiar" al movimiento obrero, con dos objetivos fundamentales: el cada vez más influyente SPA (Socialist Party of América, que había obtenido el 6% de los votos en las elecciones presidenciales, en 1912), y los IWW (Industrial Worker of the World, que organizaban las luchas del proletariado de reciente inmigración). El chovinismo es el gran pretexto: un senador demócrata llama a los IWW "Imperial Wilhelm´s Warriors" ("Guerreros del Emperador Guillermo" -de Alemania). Fueron aprobadas leyes "contra el espionaje" y aplicadas en gran escala contra los activistas obreros de origen extranjero.


 


Los IWW, sin embargo, no organizaron movimientos contra la guerra: la "green corn rebellion" de Oklahoma (agosto 1917), por ejemplo, no fue obra de ellos. En septiembre, no obstante, 165 dirigentes de IWW fueron culpados por "conspiración por insubordinación militar": en 1918, 15 dirigentes fueron condenados a veinte años de prisión y 30 mil dólares de multa (Bill Haywood, entre otros), 33 a diez años de prisión y 35 a cinco.


 


Al mismo tiempo se produjeron linchamientos y asesinatos, como los de Frank Little y Joe Hill (recientemente se formuló la hipótesis de que quien más adelante sería el novelista Samuel Dashiell Hammett, atacado por el maccartismo por su vinculación con el Partido Comunista, tomó parte del linchamiento de Frank Little; Hammett era, en esa época, operador de la agencia privada de detectives Continental, que acostumbraba proveer provocadores a la patronal). La declinación de los "wobblies" se debió más a la represión de que fueron objeto, que al surgimiento del Partido Comunista Americano (PCA), como se dijo.


 


Orígenes del "wilsonismo"


 


El SPA, a diferencia de los IWW, hizo campaña contra la guerra, y obtuvo, gracias a eso, un éxito electoral (21% de los votos en Nueva York, 34% en Chicago…); los de la derecha militante destrozaron 1.500 de sus 5.000 locales, el boicot oficial y el fin de las franquicias postales asfixió sus periódicos, su dirigente Eugene Debs (candidato presidencial en 1912) fue condenado en septiembre de 1918 a diez años de prisión.


 


Paralelamente, el presidente Woodrow Wilson, reelecto en noviembre de 1916, formuló inmediatamente sus famosos "14 puntos", decisivos para la política mundial posterior: fin de la diplomacia secreta, libertad de navegación, fin de las barreras comerciales, desarme general, autonomía para las nacionalidades del Imperio Austro-Húngaro, entre otras reivindicaciones. La guerra, en su óptica, se hacía "por la democracia" y "contra la guerra", por una "paz sin victoria".


 


Alrededor de los "14 puntos" se reagrupó, en Europa, la vieja socialdemocracia, después de la bancarrota de la II Internacional en agosto de 1914: el "wilsonismo" marca el inicio de una alianza estratégica entre los dirigentes políticos del establishment norteamericano, apoyados por el sindicalismo conservador (en especial la AFL de Samuel Gompers) y la socialdemocracia europea.


 


El "wilsonismo" se transformó así, como dice Arno Mayer, en la gran arma "democrática" para evitar la expansión de la revolución soviética; la primera experiencia de utilización de una política "democratizante" a escala mundial para contener la "revolución comunista".


 


Bolchevismo e imperialismo norteamericano


 


Trotsky fue, entre los dirigentes de la URSS, el primero en llamar la atención sobre el nuevo papel económico y político de EE.UU. en el mundo, papel que dominaría la historia del siglo XX. Afirmó al respecto, en un discurso pronunciado en la Internacional Comunista: "Los nuevos papeles de los pueblos están determinados por la riqueza de cada uno de ellos. La evaluación de la riqueza de los diferentes Estados no es muy precisa, pero nos bastarán cifras aproximadas. Tomemos Europa y los EE.UU. tales como eran hace cincuenta años, en el momento de la guerra franco-alemana. La fortuna de los EE.UU. se estimaba entonces en 30.000 millones de dólares, la de Inglaterra en 40.000 millones, la de Francia en 33.000 millones, la de Alemania en 38.000 millones. Como se ve, la diferencia entre esos cuatro países no era grande. Cada uno de ellos poseía de 30.000 a 40.000 millones, y, de estos cuatro países más ricos del mundo, los EE.UU. eran el más pobre. Ahora bien, ¿cuál es la situación actualmente, medio siglo después? Hoy Alemania es más pobre que en 1872 (36.000 millones); Francia es dos veces más rica (68.000 millones), e Inglaterra también (89.000 millones); en cuanto a la fortuna de los EE.UU., ésta se eleva a 320.000 millones de dólares. Así, pues, de los países europeos que he citado, uno ha vuelto a su antiguo nivel, otros dos han doblado su riqueza y los EE.UU. han pasado a ser once veces más ricos. He aquí por qué, gastando 15.000 millones de dólares para la ruina de Europa, los EE.UU. han alcanzado completamente el fin que se proponían.


 


"Antes de la guerra, América era deudora de Europa. Esta última constituía, por decirlo así, la principal fábrica y el principal depósito de mercaderías del mundo. Además, gracias sobre todo a Inglaterra, era el gran banquero del mundo. Estas tres superioridades pertenecen actualmente a América. Europa queda relegada a segundo término. La principal fábrica, el principal depósito, el principal banco del mundo son los EE.UU."


 


Al mismo tiempo, notó que la nueva posición de EE.UU. convertía a este país en el depositario de todas las contradicciones del desarrollo pasado del capitalismo a escala mundial. "Se dice en el arte militar que quien envuelve al enemigo y lo corta, queda a menudo cortado él mismo. En la economía se produce un fenómeno análogo: tanto más someten los EE.UU. bajo su dependencia al mundo entero, tanto más cae él mismo bajo la dependencia del mundo entero, con todas sus contradicciones y conmociones en perspectiva. Hoy, la revolución en Europa supone la quiebra de la Bolsa americana; mañana, cuando las inversiones de capital norteamericano en la economía europea hayan aumentado, significará una conmoción profunda… La potencia de los EE.UU. constituye precisamente su punto vulnerable: implica su creciente dependencia respecto de los países y continentes económica y políticamente inestables. América se ve obligada a fundar su potencia en una Europa inestable, esto es, en las revoluciones próximas de Asia y de Africa. No puede considerarse a Europa como un todo independiente. Pero tampoco América es un todo independiente. Para mantener su equilibrio interno, los EE.UU. tienen necesidad de una salida cada vez más amplia al exterior; ahora bien, esta salida al exterior introduce en su régimen económico elementos cada vez más numerosos del desorden europeo y asiático." (1)


 


La clase obrera de Estados Unidos


 


Es en este cuadro interno e internacional que deben comprenderse las características peculiares de la clase obrera norteamericana, en especial la ausencia de partidos fuertes de izquierda y el fracaso del promisorio Partido Socialista (SPA) de inicios del siglo XX. Para Selig Perlman, el carácter inmigrante de la clase obrera norteamericana fue una de las principales razones del fracaso del socialismo en ese país: "La mano de obra norteamericana continúa constituyendo una de las clases trabajadoras más heterogéneas que existen, en los aspectos étnico, lingüístico, religioso y cultural. Con una clase trabajadora de semejante composición, hacer del socialismo y del comunismo el 'ismo' oficial del movimiento significaría -aunque las demás condiciones lo permitieran- expulsar deliberadamente del movimiento obrero a los católicos, que tal vez fueran la mayoría en la Federación Americana del Trabajo (AFL), ya que su expresión irreconciliable con el socialismo es una cuestión religiosa de principios. Consecuentemente, la única 'conciencia' aceptable para los trabajadores norteamericanos en su conjunto es una 'conciencia del empleo' con un objetivo 'limitado' de 'control de salarios y empleos'…"


 


El carácter "extranjero" de la clase obrera norteamericana a comienzos del siglo XX funda sus raíces en el papel mundial del capitalismo norteamericano. Entre 1870 y 1929, el producto industrial de EE.UU. se cuadruplicó: masas enormes de capitales y tecnología de avanzada explican en parte ese éxito. Pero también lo explica la excepcional disposición de fuerza de trabajo, primero de origen rural (debido a las mayores dificultades de la pequeña producción agrícola); después, y sobre todo, gracias a la inmigración. La llegada de extranjeros fue de 700 mil (1820-1840); 4,2 millones (1840-1860); 2,81 millones (1870-1880, en la década siguiente a la "Guerra de Secesión"); 5,43 millones (1880-1890), y 3,69 millones (1890-1900). Este movimiento alcanzó su pico con el siglo XX: 8,8 millones (1900-1910) y 5,74 millones (1910-1920).


 


En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el 60% de la mano de obra era de origen extranjero. En la siderúrgica Carnegie, por ejemplo, en 1907, de 14.360 peones, 11.700 provenían del este europeo. En 1910, en Lawrence (Massachussets), sólo el 14% de los 86.000 habitantes eran de origen norteamericano (2). El origen de la clase obrera norteamericana fue uno de los elementos de la tesis acerca de la incompatibilidad histórica entre los EE.UU. y el socialismo, que sustentaba Werner Sombart, supuestamente basada en las "diferencias entre las políticas y las prácticas de los movimientos de los trabajadores de Europa y América" (3).


 


Etnica y política


 


Si el origen inmigrante reciente y la heterogeneidad étnica tuvieron un peso indudable, esto no puede ser transformado en factor absoluto. Muchas objeciones ya fueron levantadas con relación a esta tesis: "Los inmigrantes fueron adoptando ciertas manifestaciones externas de la cultura norteamericana; comenzaron a trabajar como los norteamericanos e hicieron huelga como ellos, y según muchos historiadores, la hacían con la misma eficacia que los nativos. Fueron adquiriendo, gradualmente, una cultura híbrida, en algunos casos con sorprendentes resultados; por ejemplo, el periódico Ameriska Donovina aconsejaba, en 1936, a los yugoslavos votar a favor de los demócratas, porque los republicanos habían liberado a los negros, sus principales competidores por los puestos de trabajo."


 


Por otro lado, "se describió al radicalismo como un fenómeno extraño que nunca prosperó debido a la desunión étnica y que acabó por debilitarse con la asimilación de los inmigrantes. No obstante, Bryan, Debs y Haywood eran norteamericanos, de familia norteamericana. Por otro lado, el economista John R. Commons argumentó que la presión de la inmigración (ilimitada) podía desembocar en la miseria y radicalizar al proletariado norteamericano. Otro punto de vista de Commons consiste en que la clase obrera norteamericana no buscaba la acción revolucionaria, porque se encontraba en situación de inferioridad numérica (de 1 a 2) en relación a las clases media y alta… Otra explicación del fracaso del socialismo en EE.UU. consiste en que la amplia convicción de que cualquier hombre capaz podía llegar a algo en América tenía cierta base objetiva; lo que impidió el desarrollo de los movimientos de protesta en base a la lucha de clases fue la posibilidad extraordinariamente favorable de un ascenso social. Se puede objetar esta teoría argumentando que un alto grado de movilidad social parece haber sido una característica de todas las sociedades industriales" (4).


 


A medida que profundizamos en la cuestión, los factores "étnicos" y "nacionales" quedan cada vez más mediatizados por los factores políticos. El movimiento obrero "apolítico" y "amarillo", representado por la AFL (American Federation of Labour, Federación Americana de Trabajo) se encontraba en crisis en la década de la "prosperity" (1920), bien antes de la crisis de 1929 y del consecuente desempleo en masa.


 


La lucha contra el sindicalismo


 


Desde 1920, año en que alcanzó el máximo de afiliados de su trayectoria, el retroceso de la AFL fue constante. El número de conflictos disminuyó en forma notable: de más de 4.000.000 de huelguistas en 1919 bajó a 330.000 en 1926; de 1927 a 1931 la media anual de huelguistas fue de 275.000. Las derrotas de las movilizaciones obreras desmoralizaban a las bases y a los líderes.


 


Fueron muchos los medios empleados contra el sindicalismo. La complicidad de los tribunales de justicia brindaba la posibilidad de la interpretación distorsionada de las leyes. Se aplicaban contra los obreros leyes como la "Ley Sherman", originalmente sancionada para evitar las prácticas monopólicas. El método no era nuevo, pero la frecuencia con que fue utilizado hizo que prácticamente no hubiese huelgas legales y en los cuales los dirigentes no corrieran peligro de ir presos. La falta de legislación laboral también permitía la política de open shop (taller abierto), donde cada fábrica tenía derecho a contratar obreros que no pertenecían a los sindicatos, y a la práctica de los contratos de no afiliación (yellow dogs contracts), que legalmente impedían a sus firmantes la afiliación a los sindicatos.


 


El fin de la inmigración en 1924 no tuvo como objetivo la satisfacción de la vieja propaganda de la AFL sino asentar sobre bases internas, de hecho más controlables, el mercado de la fuerza de trabajo; pero, sobre todo, se trataba de evitar la contaminación de la clase obrera por inmigrantes portadores de la ideología comunista, que fueron protagonistas de las revoluciones europeas.


 


En el ámbito económico, esta medida esclarecía también sobre un nuevo cambio en el aparato productivo provocado por la automatización: requería una creciente cantidad de personal muy calificado, en detrimento de la mano de obra no especializada. Si en 1910 se necesitaban 60 ingenieros por cada 10.000 obreros, y en 1920, 70, en 1930 se necesitaban 110 ingenieros para el mismo número de obreros. Esto implicaba una disminución del capital variable destinado al pago de salarios en beneficio del capital fijo invertido en máquinas, lo que se traducía en un creciente desempleo. Así se explica que, aún considerando la prosperidad general del período, los desempleados nunca bajaron de 1.600.000.


 


El desempleo, combinado con la división del proletariado en múltiples parcelas, fue la principal arma que usaron los monopolios. La minoría negra desempeñó aquí un papel significativo. Las corporaciones encontraron en los negros una reserva de mano de obra que bien podía ser usada contra el movimiento obrero.


 


Los negros resistían con dificultad jugar este rol. En primer lugar, en su nueva condición, en las ciudades, disfrutaban de inmensas ventajas con relación a su vida anterior; y como herencia de su esclavitud, veían al patrón como su benefactor y amigo, y al trabajador blanco como su enemigo natural. La inmensa mayoría desconocía todo sobre el sindicalismo y la solidaridad de clase.


 


El anacronismo de la AFL


 


Pero, de todas las motivaciones, fue la actitud racista de la AFL la que empujó a los negros a romper con el movimiento obrero. En forma explícita o no, los sindicatos de oficio actuaban de modo discriminatorio, y la AFL aprobaba tal actitud. Desde 1890 se había negado a condenar las prácticas racistas de sus gremios y, además se esto, trataba de organizar a los negros separadamente, en sindicatos débiles por ciudad, dependientes de la misma federación y sin conexión con los gremios locales. De este modo, los negros no podían sentir solidaridad con semejantes sindicatos, y su oposición resultó tanto mayor cuanto más grande fue su conciencia de clase (5).


 


Fue la oposición de la AFL a los monopolios de la industria pesada lo que llevó a una situación crucial. En la medida en que la Federación representaba formas atrasadas de producción, y su teoría condicionaba en cierto modo su actividad, pasó a operar como un freno al desarrollo del aparato productivo. La suya era una oposición a la racionalización del trabajo, a la introducción de novedades técnicas que reducían costos, a una mayor y más perfecta automatización.


 


La decadencia de la AFL, que experimentó una disminución del número de afiliados de 4.000.000, que a comienzos de la década del 20 a 2.500.000 en 1932, y la proliferación y el crecimiento de sindicatos por empresa, desvinculados entre sí y enteramente al servicio de la patronal, que llegaron a abarcar a más de 1.500.000 obreros, tienen su mejor explicación en la necesidad del capitalismo de liquidar los sindicatos que, según la afirmación de Gramsci, aún luchaban "por la propiedad del trabajo contra la libertad industrial… El sindicato obrero norteamericano es más la expresión corporativa de la propiedad de los oficios calificados que cualquier otra cosa, y por eso su destrucción, orquestada por los industriales, tiene un aspecto progresista".


 


A principios de la década del '20, los militantes comunistas intentaron una reelaboración de la práctica sindical desde el seno de la AFL. Lanzaron un programa de organización de las fábricas que superaba la distinción entre oficios y la separación con los trabajadores sin especialización por medio de la unión entre ellos. Para no chocar con la burocracia, esa fusión debía ser voluntaria. Ese programa no tardó en ser torpedeado por la dirección de la AFL (6).


 


Orígenes del trotskismo en Estados Unidos


 


Después de la represión contra los socialistas durante la primera gran guerra, fueron hechas diversas tentativas para construir un partido de izquierda con influencia de masas. En 1919, hubo un movimiento de verdaderas raíces obreras para crear el NLP (National Labor Party), pero fracasó.


 


En 1920, los impulsores del NLP se fusionaron con los llamados "progresistas": el Farmer´s Labor Party así creado, desapareció sin embargo después de fracasar en las elecciones de 1920. En 1923, los sindicalistas de Chicago, con Fitzpatrick, crearon el Felp (Federated Farmer Labor Party): 'capturado' por los comunistas, el nuevo partido se transformó después en un 'satélite' del PC, sin influencia. Los que lo abandonaron se incorporaron tiempo después al partido 'populista' creado por el senador republicano La Follette.


 


Las dificultades del joven PC norteamericano provenían no tanto de su composición "étnica", sino más bien de su inicial orientación ultra-izquierdista, que rechazaba el trabajo legal y la acción dentro de los sindicatos de la AFL. En sus memorias, el pionero del trotskismo de EE.UU., James P. Cannon, y también uno de los fundadores del PC, dice: "Después de dar por terminada la pelea con los ultraizquierdistas sobre la legalización, el partido salió abiertamente. Había adquirido ya, como dije, completa hegemonía sobre la vanguardia proletaria del país. Era considerado en todos lados y propiamente, como el grupo más avanzado y revolucionario del país. El partido comenzó a atraer a algunos sindicalistas nativos. William Z. Foster y otros sindicalistas, un grupo considerablemente grande, ingresaron en el Partido Comunista, un poco exótico pero dinámico. Toda la orientación del partido comenzó a cambiar. De la querella subterránea, las disputas fuera de la realidad y los ajustes en la doctrina, el partido se volcó al trabajo sobre las masas. Los comunistas comenzaron a ocuparse de los problemas prácticos de la lucha de clases. El partido comenzó gradualmente a volverse 'sindicalizado' y dio sus primeros pasos vacilantes en la AFL, la organización dominante y prácticamente la única de los trabajadores en ese momento.


 


"Mientras llevábamos adelante la batalla por la legalización del partido, peleábamos también por corregir su política sindical. Esta batalla también fue exitosa; la posición sectaria original fue rechazada. Los comunistas pioneros revisaron sus tempranos pronunciamientos sectarios que habían favorecido el sindicalismo independiente. Ahora dirigían toda la fuerza dinámica del Partido Comunista dentro de los sindicatos reaccionarios." En el IV Congreso de la Internacional Comunista, Trotsky había apoyado a los "anti-sectarios" del PC norteamericano.


 


La aparición del stalinismo, en la URSS y en la Internacional, tuvo como resultado, no obstante, abortar ese promisor comienzo: "La serie de nuevas luchas fraccionales que empezaron en el año 1923, aproximadamente seis meses después de la liquidación de la vieja discusión sobre la legalización, continuaron tiempo después casi ininterrumpidamente hasta que los trotskistas fueron expulsados del partido en 1928. La lucha se encarnizó hasta la primavera de 1929, cuando la dirección de Lovestone, que nos había expulsado, fue expulsada también. Luego, la stalinizada Comintern frenó las luchas fraccionales expulsando a todo aquel que tuviera una actitud independiente y eligiendo una nueva dirección que saltara cada vez que sonara la campana."


 


En el VI Congreso de la Internacional Comunista, Cannon, uno de los delegados del PCA, consiguió una copia de la "crítica al proyecto de programa", redactada por el ya exiliado Trotsky: "Maurice Spector, un delegado del partido canadiense, estaba también en la comisión de programa y consiguió una copia. Dejamos los encuentros de juntas y las sesiones del Congreso se fueron al demonio mientras leíamos y estudiábamos ese documento. Después supe qué tenía que hacer, y él también. Nuestras dudas fueron resueltas. Estaba tan claro como la luz del día que la verdad marxista estaba del lado de Trotsky. Hicimos un bloque allí y después Spector y yo volveríamos a casa y comenzaríamos una lucha bajo la bandera del trotskismo.


 


"No comenzamos la pelea en Moscú, en el Congreso, aunque ya estábamos convencidos. Desde el día en que leí aquel documento me consideré enseguida, sin una simple vacilante duda, un discípulo de Trotsky." (7)


 


El 27 de octubre de 1928, delante de la Comisión Política y de la Comisión de Control del PCA, Cannon, Max Schachtman y Martin Abern declararon su total apoyo a Trotsky y a la Oposición de Izquierda. Fueron inmediatamente excluidos del partido, fundando poco después la CLA (Communist League of América), que de inmediato comenzó a publicar The Militant.


 


Crisis y concentración del capital


 


Después de la Primera Guerra Mundial hubo un aumento general de la demanda, que concluyó en 1920, cuando los precios comienzan a caer, en EE.UU. la caída es del 50% para el trigo, 40% para el algodón, y 80% para el maíz (en Canadá la caída es del 70%). La crisis agrícola golpeaba sobre todo a los pequeños y medianos agricultores: la renta agrícola cayó del 16% al 9% de la renta nacional. La migración hacia las ciudades se acentúa, los precios industriales aumentan debido a la política proteccionista (generalizada en todos los países industrializados): el marasmo agrícola es en los años '20 un factor de desequilibrio de la "prosperity".


 


Crece también la concentración del comercio minorista: la Great Atlantic Pacific Tea pasa (en 6 años) de 5.000 a 17.500 locales; las cadenas de negocios venden el 27% de los alimentos, el 30% del tabaco y el 27% de la ropa. Al final del proceso, ocho grupos financieros detentan el 30% de la renta nacional: la banca Morgan (General Electric, Pullman, U.S. Steel, Continental Oil, ATT, etc.); Rockefeller (6.600 millones de dólares en activos), Kuhn y Leeb (10.800 millones), Mellon (3.300 millones), Dupont de Nemours (2.600 millones)…


 


Se constituyen también redes de acuerdos internacionales: Dupont de Nemours e IG Farben de Alemania, General Electric con Siemens y Krupp (también alemanes), General Motors y Opel (ídem). En 1929, en vísperas de la gran crisis, 200 sociedades detentan el 50% del capital comercial e industrial, el 20% de la riqueza nacional: apenas 2.000 individuos las controlaban.


 


En la industria, los métodos de Taylor ("taylorismo") hacen aumentar la productividad entre 25% y 30%. El costo de la mano de obra cae, por tanto, a pesar del aumento de los salarios reales (crecen 22% en promedio entre 1922 y 1929): la política de salarios altos en las industrias más concentradas amplía el mercado de consumo y es defendida por Henry Ford (afirma que "un nivel normal y estable de salarios y ganancias es una señal de malestar de los negocios").


 


En la década del '20 también se generaliza la venta a crédito, que abarca ya al 15% del comercio minorista en 1929 (50% de los electrodomésticos, 60% de los autos, 70% de las radios). La publicidad se transforma en un departamento separado de la producción, consumiendo, en 1929, el 2% de la renta nacional: el consumo se uniformiza, las necesidades y los gustos se transforman en standards y necesidades "nuevas " son creadas (autos, cosméticos).


 


La investigación explota, acompañando el crecimiento de la producción: en 1927, más de mil sociedades ya poseen laboratorios propios, el "taylorismo" es enseñado en las business schools. EE.UU. creará en la década del '20 el capitalismo que se generalizaría en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial.


 


La política gubernamental favorece la concentración, a pesar de la existencia de una "ley contra los trusts" (poco aplicada): los impuestos al capital son cada vez más reducidos, la Federal Trade Commission, creada para combatir la "cartelización", cae en el olvido completo.


 


Expansión mundial y concentración


 


En la década del '20, EE.UU. se transforma en el gran acreedor mundial, suscribiendo más de 5 mil millones en títulos extranjeros. Al mismo tiempo, emplea 3 mil millones de dólares en inversiones directas en el exterior (602 millones, sólo en 1929): se crean filiales de sus grandes empresas en el extranjero, se forman sociedades que solamente operan en el exterior (American Foreign Power, ITT, etc.) lo que junto a las participaciones en empresas extranjeras, constituyen los elementos de ese proceso.


 


Con 400 millones de dólares invertidos en Francia, 400 millones en Italia, 300 millones en Suecia, 250 millones en Bélgica, 200 millones en Noruega, 280 millones en Dinamarca y 170 millones en Polonia, en 1925, EE.UU. sustituye a Inglaterra como el gran centro financiero internacional (y concentra más de la mitad de los stocks de oro). Trotsky entonces apunta: "La inflación en oro es tan peligrosa como la monetaria. Se puede morir de exceso como de escasez. Con oro en exceso, los dividendos caen, así como los beneficios del capital: la expansión de la producción se torna irracional. Producir y exportar para acumular oro es como tirar mercadería al mar. He aquí por qué EE.UU. precisa cada vez más invertir sus recursos en exceso en América Latina, Europa, Asia, Australia, Africa. Así la economía de Europa y del resto del mundo se torna parte de la economía de EE.UU."


 


La década, no obstante, era expansiva: la producción de carbón aumenta 20%, el petróleo 80%, la electricidad 100%. La producción industrial pasa de un índice de 58 (1921) a 99 (1928), la renta nacional de 59.500 millones de dólares a más de 87.000 millones en el mismo período, con saltos espectaculares en algunos sectores: la industria del automóvil (5,3 millones por año: 26 de los 35 millones de autos del mundo están en EE.UU.), que emplea más del 7% de los asalariados, paga casi el 9% de los salarios (sin incluir los puestos de trabajo en estaciones de servicio, talleres, garajes, etc.) y es responsable por casi el 13% del valor agregado de la industria; la industria de material eléctrico triplica su producción, con la radio pasando de una facturación de 10 a 412 millones de dólares (1922-1929); la construcción aumenta un 200% (la mitad en Nueva York); la química se duplica; la industria del caucho aumenta un 86%; la del hierro y el acero, un 70%.


 


La concentración aumenta aun más rápido, con 89 fusiones en 1919 y 221 en 1928. En 1926 la US Steel controlaba el 30% de la producción de acero; en 1903 hay 181 fabricantes de autos, en 1926 sólo 44: los tres principales (Ford, General Motors, Chrysler) controlan el 83% de la producción. La distribución de la renta acompaña el proceso: un 1% de la población detenta el 14,5% de la renta nacional; el 5% el 26%; entre 1923 y 1929 el PBI aumenta el 23%, pero el rendimiento del capital aumenta un 62%. ¿Hasta cuándo duraría la bacanal capitalista?


 


La gran crisis


 


La orgía de los beneficios estallará el "jueves negro" del 24 de octubre de 1929: las cotizaciones del Stock Exchange de Nueva York se desploman un 50% en un solo día. La onda expansiva afecta al país y al mundo entero por un largo período: en 1932, la producción mundial había caído el 33% en valor; el comercio mundial el 60%; el Buró Internacional del Trabajo contabilizaba 30 millones de desempleados en todo el mundo (cálculo modesto).


 


La "prosperity" mostró finalmente su fragilidad y su carácter cada vez más especulativo: el valor global de las acciones pasó de 27 a 67 mil millones de dólares entre 1925 y 1929, con una suba de 20 mil millones solamente en los nueve primeros meses de 1929 (algunas "carteras de inversiones" se valorizaron el 700% en pocos meses). A comienzos de octubre, algunos inversores comenzaron a apostar "a la baja", el movimiento se extiendió y a fin de mes el pánico se generalizó; quien puede, vende, y muchos pequeños inversores se suicidan. Las acciones estaban sobrevalorizadas, el crecimiento reciente había sido especulativo (para algunos, como Louis Frank, esto aplazó dos años la explosión de la crisis).


 


Se habían acumulado enormes desequilibrios: entre la capacidad de producción y el consumo; en los intercambios con el resto del mundo (sobre todo con Europa); la acentuación de la crónica crisis agraria. Para John K. Galbraith "la actividad económica dependía cada vez más del consumo suntuario de una minoría de privilegiados y de su propensión a invertir". El resto del mundo, por ejemplo, sólo compraba 12% de los autos producidos por EE.UU. Crisis de sobreproducción, entonces. Marcel Roncayolo resume así la situación: "La prosperidad norteamericana no encuentra sustento, en un mundo cuya expansión había sido muy inferior a la de EE.UU. Además, aquélla era dependiente de los préstamos norteamericanos: bastó cerrar la canilla para expandir la crisis y, al disminuir el poder adquisitivo externo, profundizar la crisis en EE.UU."


 


Los síntomas de la crisis ya habían aparecido a comienzos de 1929 (leve caída de la Bolsa de Nueva York) y en septiembre ("crack" de la Bolsa de Londres). En agosto, la tasa de interés fue llevada del 5% al 6%, en una tentativa de reducir el volumen de crédito; ya era demasiado tarde. Y si algunos (Mellon) veían en la crisis un medio de "limpiar" el mercado de las empresas no competitivas, nadie la imaginaba tan profunda y larga. Para Fritz Sternberg, al contrario, "con su expansión agotada, el capital europeo buscaba un nuevo eje de equilibrio, como el norteamericano, cuya expansión territorial había llegado al límite: la expansión externa no era suficiente para compensar el impulso productivo. Ninguno de los dos sabía cómo resolver esos problemas; la tentativa de equilibrar, la base de los beneficios del capital y de su expansión externa, mediante el aumento de la productividad y el consumo, se reveló un fracaso, cuyo resultado fue la crisis".


 


Pauperización, desempleo, revuelta


 


Los bancos restringieron los créditos y retiraron sus propios depósitos: miles de empresas fueron a la quiebra (22.900 en 1929; 31.800 en 1932). La venta a crédito casi desapareció; la producción industrial cayó un 45% (69% en las industrias de base). Resultado: los beneficios se derrumbaron (2.900 millones de dólares en 1929; 1.670 millones en 1930; 667 millones en 1931; 657 millones en 1932). La renta nacional cayó de 87.400 millones de dólares en 1929 a 41.700 millones en 1932; la masa salarial, de 50 a 30 mil millones. Los precios cayeron un 30%, promedio (50% los precios agrícolas); la renta agraria cayó 57% entre 1929 y 1932.


 


El desempleo se disparó: 1,5 millón en 1929: 4,2 millones en 1930; 7,9 millones (16% de la fuerza de trabajo) en 1931; 11,9 millones (24% de la población económica activa) en 1932; 12,8 millones en 1933, cuando alcanzó al 25,2% de la mano de obra. El capitalismo se evidencia como un régimen destructor de las fuerzas productivas, incompatible con la sobrevivencia física de la mayoría de la población. Se estima que los desempleados en el mundo son 10 millones en 1929 y 30 millones en 1932 (cifras que se duplican si se considera el subempleo): en Alemania hay 2,5 millones de desempleados en 1929, 4,7 millones en 1931, 6 millones en 1932…


 


En Toledo (EE.UU.) hay 75 mil obreros en marzo de 1929; 45 mil en enero de 1930. La Ford (Detroit) cuenta con 128 mil obreros a comienzos de 1929; 100 mil en diciembre; 84 mil en abril de 1930; 37 mil en agosto. El presidente Coolidge afirma: "La solución para el desempleo es el trabajo" (!); Henry Ford apoya: "Hay todo el trabajo necesario para los que quieren trabajar". Y los trabajadores sufren, no sólo por el desempleo, sino también por la reducción de los salarios y de los horarios de trabajo (en la General Motors se reducen un 29%).


 


Y no hay seguro de desempleo, sólo caridad. Surgen las "hoovervilles" (por el nombre del presidente Hoover), verdaderas villas de emergencia de "excluidos", y las "ollas populares"; se llenan los "refugios" para los sin techo; en Chicago, una enorme masa de pobres "cirujea" la basura y la reaprovecha. En 1932, se estima que un millón y medio de jóvenes son parte de "bandas de nómades", sin destino. La subalimentación produce un auge de la tuberculosis; los matrimonios disminuyen un 30% y los nacimientos un 17%; hay 10 millones de chicos deficientes.


 


El "sindicalismo" se revela insuficiente para enfrentar esos problemas: el 6 de marzo de 1930 se movilizan un millón de desempleados (100 mil en Nueva York; otro tanto en Detroit). La iniciativa la toma el PC. Este partido crea el "Consejo Nacional de Desempleados". El SPA, por su lado, crea la "Alianza Obrera"; y, fundamentalmente, el ex-pastor A. J. Muste crea la "Liga Nacional de Desempleados" (con 10 mil miembros sólo en Seattle, que llega a ser llamada "ciudad soviética"). Muste se fusionará más tarde, como veremos, con los trotskistas, después de dirigir la huelga de Toledo (1934).


 


En ciertas regiones se produce una pequeña "guerra de guerrillas": ataques a depósitos de alimentos, defensa contra las expulsiones. En Dearborn hay una "marcha del hambre" de obreros desempleados de la Ford, con 3 muertos y 23 heridos graves. En julio de 1932, en Washington, se produce la "marcha del subsidio", con 25 mil ex-combatientes de la Primera Guerra Mundial, reclamando una pensión prometida por el gobierno. La marcha es brutalmente reprimida por las tropas al mando del general Douglas Mac Arthur, asistido por el entonces coronel Dwight Eisenhower y el entonces mayor George Patton…


 


El "New Deal"


 


El capitalismo americano, hasta 1930, había conseguido apartar al grueso del proletariado de la militancia de clase; de este modo no corrió riesgos, a causa de la ilusión del "american way of life". Pero con la depresión que siguió a la crisis de 1929, el panorama cambió. Los millones de desempleados aumentaban sin cesar y el fantasma comunista, tan agitado en la década anterior, podía tornarse una realidad, al montarse en la ola de desesperanza y amargura y plantear seriamente el problema del poder como una cuestión de clases enfrentadas. La política del presidente republicano Hoover de dejar que la crisis se solucionase por sí misma, podía entenderse como un último y tremendo esfuerzo de los grandes bancos y de la industria pesada por controlar totalmente la economía nacional, aprovechando una depresión que no controlaban.


 


Ese intento, sin embargo, además de hacerce a costa de importantes sectores capitalistas, era demasiado peligroso. Desde tiempo atrás, un importante sector del Partido Demócrata estaba convencido de la necesidad de una intervención estatal en la economía. Así se comportó el sector más lúcido y dinámico de la burguesía, que se impuso en las elecciones presidenciales de 1932.


 


Franklin D. Roosevelt comenzó a gobernar y a forjar su "Nuevo Trato" (New Deal) bajo la depresión. La oposición, vencida políticamente, no advirtió que era la única política alternativa frente a la revolución social. El objetivo central del New Deal fue salvar al sistema de su colapso. En esencia, ese programa no existió. Toda su acción se apoyó en una serie de marchas y contramarchas impuestas por la experiencia diaria. Con todo, en todas esas idas y vueltas hubo dos constantes: una fue el rol protagónico que desempeñó el Estado en las medidas económicas que propiciaba; la otra, el acento que se puso permanente en el problema social del país.


 


Era un hecho nuevo e insólito en la historia norteamericana que los más altos niveles estatales se interesaran por la suerte de los desposeídos. No se trataba de una revolución ni de altruismo. Roosevelt y su equipo percibían que había llegado la hora de que el capitalismo debía ceder algo de su inmensa riqueza para poder subsistir. Más precisamente, el New Deal debía responder a un núcleo bastante definido y restringido de intereses; pero como estos intereses se beneficiaban del aumento del nivel de consumo de los sectores populares, la política de Roosevelt debía orientarse a alcanzar tal aumento y, una vez logrado, mantenerlo en la medida de lo posible.


 


A lo largo de su primer mandato, legisló sobre salarios, precios, seguros sociales, horarios de trabajo. Financió programas de socorro y obras públicas que dieron trabajo a 4 millones de desempleados. Estas medidas le granjearon la adhesión de las masas. Pero a medida que esta política se definía y se aliviaba la situación de los sectores populares, también fortalecía a la oposición, que desató entonces una ofensiva. Esta tenía a su favor varios elementos centrales: 1) Las cifras millonarias gastadas en socorro y obras públicas, mientras el hambre subsistía y seguía habiendo millones de desempleados. Es verdad que hubo un alivio en el primer año del New Deal (de 24,9% de desempleados, se pasó al 21,7% en 1934); sin embargo, en la médula de la crisis, en 1935, esta tendencia a la baja se detuvo, en el 20,1%. 2) Fracasaba la política de relocalización de la industria a través de la Ley Nacional de Recuperación Industrial (Nira). En 1933, la industria también se había recuperado, pero en 1935, casi un tercio de su capacidad permanecía ociosa. Para peor, la fase ascendente del ciclo económico no se aproximaba, y los industriales no invertían. Es decir que para la suerte de oposición encabezada por las grandes finanzas, los principales problemas seguían existiendo.


 


La salida natural era movilizar a la clase obrera para luchar por sus derechos a organizarse sindicalmente, negado durante tanto tiempo. Se daba, por lo tanto, un objetivo preciso y sin contenido político, a las luchas obreras y se cercenaba y controlaba a las masas con organismos que podían ser fácilmente "institucionalizados". En un punto, tal solución coincidía con los objetivos concretos del New Deal: la mayor parte de los obreros trabajaban en fábricas de la industria pesada; al fomentar su organización, el gobierno golpeaba en el corazón de su principal opositor.


 


La CIO


 


Así, "en ese clima de apoyo estatal al movimiento obrero, en 1935, John L. Lewis, del United Mine Workers (sindicato de los mineros), se retiró de la AFL y formó la CIO (Committee of Industrial Organizations, Comité de Organizaciones Industriales), que defendía el criterio de organización sindical por ramas de la industria y no por oficio (como lo hacia la AFL). Esta división pone en evidencia la existencia de sindicatos por industria, como el de los mineros, a los que la AFL no reconocía, a pesar de que existían en su seno. Esta tendencia a la conformación de ese tipo de sindicatos dentro de la AFL, que Lewis encabezaba y que luego formará la CIO, responde a la existencia en la base obrera de importantes cambios, en la organización, la combatividad y la militancia, que tuvo reflejos claros en las huelgas de 1933-34.


 


"Roosevelt, al buscar el apoyo político del movimiento obrero, especialmente con la Ley Wagner, da un gran respaldo a la formación de la CIO. Dentro de la CIO y respondiendo a la política de frente popular que instaura en 1935, el PCA tendrá un lugar importante en su liderazgo y organización. Este apoyo del movimiento obrero es una de las bases de la reelección de Roosevelt como presidente en 1936." (8)


 


Daniel Guérin describe así la situación: "Las tres letras CIO pasarán a brillar en la conciencia obrera como un ente mágico, que encarnaba todas las aspiraciones, todas las esperanzas, toda la confianza de millones de trabajadores por fin revelados a sí mismos. Las repitieron y cantaron como si hubiesen bebido un filtro. El sindicato se transformó en el centro de la vida de todos esos seres humanos durante tanto tiempo subyugados y frustrados. No era sólo una fría oficina de negocios, encargada de negociar cuestiones de salarios, como la AFL; era un lugar, una escuela, un lugar de diversiones y de alegría. Los trabajadores norteamericanos, a quienes la sociedad capitalista había hecho individualistas, egoístas, cínicos, 'duros', descubrieron un tesoro desconocido: la camaradería." (9)


 


Cuando surge la CIO, el PCA no es la única organización de izquierda en EE.UU. El SPA había recuperado el número de militantes de 1908, pero con menos bases obreras (aunque conservaba posiciones sindicales entre los textiles y en el vestido). La CLA, de los trotskistas, atravesaba un período de aislamiento. Y casi no realizaba actividades públicas.


 


Pero hay un crecimiento espectacular del CPLA (Committee for Progressive Labor Action) creado en 1929 por A. J. Muste, a partir del Labor College de Brookwood, que intenta crear en la AFL un polo a favor de la democracia sindical, el clasismo y el "sindicalismo por industria" (no más sindicatos por oficio o empresa); el sindicato de los profesores, por ejemplo, defiende al CPLA contra la dirección de la AFL (10). Después de un período de aislamiento, los trotskistas (CLA) se fusionan con el grupo de Muste para fundar, en 1934, el WPUS (Partido de los Trabajadores de Estados Unidos).


 


El crecimiento de los trotskistas


 


La CLA, aunque aislada, tiene lazos con el movimiento sindical: su dirigente James P. Cannon, ex fundador del PC, viene de la escuela de los IWW, y arrastró a la CLA buenos militantes obreros. A. J. Muste, por su lado, fue uno de los primeros organizadores de los desempleados, sobre todo en el Medio Oeste y en Virginia occidental, lo que le permite dirigir victoriosamente la huelga de la Auto Lite en Toledo (Ohio), en 1934. En el mismo año, Muste busca una proyección política para su trabajo sindical, y crea la AWP (American Workers Party). Desde los tiempos del CPLA los trotskistas intentan aproximarse a Muste.


 


A fines de 1934 se produce la fusión. Los trotskistas tenían una autoridad ganada por haber dirigido dos huelgas de alcance nacional, las huelgas de los teamsters (camioneros) de Minneapolis. En esa ciudad, la AFL era débil (los patrones no reconocían el sindicato); los trotskistas eran el viejo núcleo del PC que bien conocido, se había pasado con armas y bagajes a la CLA: dirigían el "local 574" de la AFL.


 


En la primera huelga (mayo de 1934) la patronal fue obligada a reconocer al sindicato. En julio, con la tentativa de los patrones de "volver a la situación anterior", explotó la segunda huelga. Duró cinco semanas y enfrentó con combativos piquetes a la policía, hasta obtener la victoria (11). Los trotskistas aparecen frente al AWP de Muste como una corriente militante, no como un grupo de discutidores sin noción de la militancia práctica.


 


El PC hace una campaña contra la fusión CLA-AWP, que fracasa, y en diciembre de 1934 se produce la unificación. Los seguidores de Muste son conquistados por las ideas trotskistas; el naciente Workers Party estaba bien implantado en diversos núcleos obreros del país.


 


Pero su existencia será efímera: en EE.UU., Trotsky aconseja a sus seguidores entrar en el SPA, que experimentaba un fuerte crecimiento. Una táctica semejante a la seguida por los trotskistas europeos, pero con resultados muy superiores: no hay escisiones ni a la hora de la entrada ni de la salida del SPA. Los trotskistas conquistan a las Juventudes Socialistas y a numerosos trabajadores marítimos y de la industria automotriz. La salida del SPA se produce casi conjuntamente con el surgimiento de la CIO, a fines de 1937; a principios de 1938, se crea entonces el SWP (Socialist Worker´s Party) con importantes núcleos obreros (12).


 


Por la independencia de clase


 


Dentro del SPA, los trotskistas defienden la independencia de clase contra la política de "Frente Popular", en estos términos, expuestos en un folleto de 1937: "Hasta ahora, los resultados más conocidos de la estrategia de Frente Popular emergieron durante la campaña presidencial de 1936. Desde el punto de vista de su composición social y del contenido político de su programa, Roosevelt era un candidato del Frente Popular. Nadie pone en duda que se trata de un defensor del capitalismo democrático, pero la masa del proletariado, los campesinos y los estratos bajos de las clases medias lo apoyaban sólidamente. Los ideólogos frentistas se encontraban en el campo de Roosevelt, algunos abiertamente y otros, como el Partido Comunista, a través de una fórmula ambigua y de segunda mano." (13)


 


Con la fundación del SWP, se fortalece toda la perspectiva de la IV Internacional, defendida por Trotsky. Esto le resultará una palanca fundamental en el intento de convencer a sus partidarios de proclamar la nueva Internacional: "Eso fue demostrado en la Convención de Chicago (del SWP), donde la resolución por una nueva Internacional fue votada unánimemente. Las dos corrientes presentes, el antiguo Worker´s Party y los 'socialistas nativos', que estaban representados de modo equivalente, mostraron la unidad en esta cuestión decisiva. Los 76 delegados y 36 observadores, venidos de 35 ciudades en 17 Estados, llegaron a la decisión unánime después de considerar ampliamente la cuestión y de una larga discusión previa a la convención. Aunque las cuestiones nacionales más discutidas, lo fuerón inspiradas por los principios que les imprimió la cuestión internacional.


 


"Esa victoria significativa de la IV Internacional en América (EE.UU.) no dejará de tener influencia en la arena internacional. El breve período de lucha en el interior del Partido Socialista llega a un fin definitivo. La sección americana de la IV Internacional se presenta ahora como un partido independiente, con fuerzas más que duplicadas, sin pérdidas ni escisiones, y con una unidad más firme que antes. La política de principios probó en este caso ser también la más eficiente en las cuestiones prácticas." (14)


 


Trotsky y la intelectualidad


 


Paralelamente, crecía la influencia de Trotsky, entonces exiliado en México, en los medios intelectuales de izquierda de EE.UU., desilusionados con la política del PC norteamericano y por las purgas comandadas por Stalin en la URSS. En julio de 1937, Dwight Macdonald invitó a Trotsky a colaborar en la Partisan Review, que durante un período será considerada una revista "trotskizante", lo que le acarreará la furias del PCA y de los intelectuales vinculados (Louis Fischer, Dashiell Hammett, Lillian Hellman, entre otros).


 


Trotsky acepta, aunque hizo reservas respecto a la actitud política general de los "intelectuales independientes" de la Partisan Review: "Mi impresión general es que los editores de la Partisan Review son personas cultas e inteligentes, pero no tienen nada que decir. Buscan los temas que no chocan con nadie, y que tampoco sirven para nada. Nunca vi a un grupo de características semejantes obtener éxito o influencia y dejar una marca en la historia del pensamiento." (15)


 


Finalmente, Trotsky se negó a participar en un libro colectivo titulado Lo que está vivo y lo que está muerto en el Marxismo, junto con algunos autores que consideraba "cadáveres políticos" (Karl Korsch, Harold J. Laski, August Thalheimer, John Strachey): "En el invierno de 1937-38, Eastman, Serge, Souvarine y otros, levantaron el problema de la responsabilidad de Trotsky en la represión de Kronstadt. Trotsky respondió, defendiendo la violencia revolucionaria, con el libro Su Moral y la Nuestra. John Dewey intentó dar una lección de moral a Trotsky, subrayando la contradicción entre medios y fines, a través de la cual acusaba a todo el marxismo revolucionario." (16)


 


La influencia de Trotsky sobre la intelectualidad de izquierda norteamericana se desarrolló más allá de su falta de éxito inicial, pero no llegó a tener el carácter tormentoso que alcanzaron las relaciones entre quien era considerado el más intelectualizado de los líderes bolcheviques con la intelectualidad en general, como ocurrió, por ejemplo, en las relaciones de Trotsky y los surrealistas franceses.


 


CIO y Labor Party


 


La preocupación fundamental de Trotsky es, lógicamente, el movimiento obrero. El surgimiento de la CIO no es sólo un "viraje", sino un índice de la crisis general del capitalismo: "¿Cuál es la razón de la emergencia de la CIO? Es la decadencia del capitalismo norteamericano. En Gran Bretaña, sólo el inicio de esa decadencia dio lugar a los grandes sindicatos por industria. Pero esos sindicatos sólo aparecieron en escena en EE.UU. al momento de asistir a la nueva fase de la decadencia del capitalismo o, más exactamente, podemos decir que la primera crisis de 1929-33 da el empuje inicial y desemboca en la creación de la CIO. Pero apenas se había organizado, la CIO tuvo que enfrentar la segunda crisis, la de 1937-38, que continúa profundizándose. ¿Qué significa esto? Los sindicatos precisaron de mucho tiempo para organizarse en EE.UU., pero ahora que existen seguirán la misma evolución que los sindicatos ingleses. Eso quiere decir que en las condiciones actuales de decadencia del capitalismo serán forzados a volcarse a la acción política. Creo que es la cosa más importante."


 


Trotsky propone entonces al SWP la lucha por un Labor Party (Partido Laborista); encuentra resistencias en los militantes que terminaban de crear, con gran esfuerzo, el SWP como "partido revolucionario". Trotsky respondió: "¿Pero no debemos entonces hacer avanzar sólo una de esas consignas? Al contrario, debemos hacer avanzar las dos. La primera, 'por un partido laborista independiente', prepara el terreno para nuestro propio partido. La segunda consigna prepara a los trabajadores, los ayuda a avanzar y abre el camino a nuestro partido (…) En ese partido laborista haremos aprobar nuestras consignas de transición. No todas de una vez, evidentemente, pero una después de la otra, a medida de las situaciones que se nos ofrezcan. Es por eso que no veo ninguna razón fundamental para rechazar esa consigna." (17)


 


Desde el comienzo de la década del '30, Trotsky venía acompañando los cambios que se procesaban en el proletariado norteamericano: "Desde 1933, la historia de la clase obrera norteamericana se caracteriza por el activismo y la combatividad, con heroicas tentativas de organización y huelgas en las industrias claves (siderúrgica, automotriz, neumáticos), así como en los servicios públicos y entre los marítmos, donde el sindicalismo nunca había echado raíces. Con las huelgas surge la solidaridad y la conciencia de clase. Esas huelgas abarcan a decenas de miles de obreros y a diversas industrias, así como a la capa inferior de la pequeña burguesía, que sustenta la lucha física de los huelguistas contra los rompehuelgas, las milicias privadas, la policía y la guardia nacional." (18)


 


Las condiciones políticas, sin embargo, eran peculiares: "Hay una gran diferencia entre América y Europa, donde la cuestión del partido de los trabajadores era considerada una necesidad, por la vanguardia y por amplios sectores de las masas, lo que no sucede en EE.UU. En Francia, la agitación es sobre quién gana a los trabajadores, el PC o el PS… en EE.UU., la cuestión es que la clase obrera precisa un partido propio, su primer paso en su educación política." (19)


 


En EE.UU. la falta de tradición política independiente hacía que la lucha se limitara al plano sindical: el ascenso de la CIO no se tradujo al plano político. El SWP tuvo serios problemas en ese plano, su lucha sindical no encontraba correspondencia en la lucha política, y concluía como una especie de "ala izquierda" de la AFL. Esto lo aislaba de los sectores más oprimidos, en especial de los negros, sobre lo que Trotsky advirtió en abril de 1939: "Los viejos sindicatos, la AFL, son organizaciones de la aristocracia obrera. Nuestro partido pertenece a ese medio, no se apoya en los sectores más oprimidos, en especial los negros. Es un síntoma inquietante que no se ocupe de la cuestión negra. La aristocracia obrera es la base del oportunismo y de la adaptación al capitalismo; los más oprimidos y explotados, por el contrario son el sector más dinámico de la clase obrera." (20)


 


En la década del '30, el SWP no consiguió quebrar esa característica, razón por la cual, como Cannon reconoció, se aisló casi totalmente del movimiento de la CIO, que agrupaba a la mayoría de los trabajadores no calificados. La situación mejoró con el pacto Hitler-Stalin (1939), que quebró la alianza PC-"progresistas" en la CIO; los sindicalistas "rooseveltianos" pasaron entonces a atacar al PC, que también perdió prestigio entre su masa de seguidores. Los "progresistas" ven a los trotskistas como un "aliado táctico" contra el PC, y les abren las puertas de los sindicatos, lo que el SWP no llega a aprovechar debidamente. En sus memorias, Cannon admite que los trotskistas se mantuvieron prácticamente al margen del movimiento de la CIO.


 


La lucha del SWP


 


Una conclusión radical respecto de lo que ya se dijo es la siguiente: "A pesar de las advertencias de Trotsky, los trotskistas se adaptaron al canto de cisne de los rooseveltianos, diferenciándose poco de ellos. No los atacaban, y no trabajaban con los obreros stalinistas desilusionados con el PC; eso significaba alinearse totalmente con la burocracia sindical y dejar al PC la posibilidad de recuperar su imagen frente a su base." (21)


 


La conclusión parece unilateral, puesto que implicaría una completa absorción del SWP por la burocracia sindical, lo que no ocurrió. En 1939, el SWP alcanzó su apogeo con una enorme manifestación contra el nazismo en Nueva York, que fue descripta así en su prensa: "Además de los cincuenta mil manifestantes que respondieron el llamado del SWP para una manifestación obrera contra la concentración nazi, las estimaciones de la propia policía le sumo cincuenta mil espectadores. Estos últimos, con pequeñas excepciones, demostraron su solidaridad con los objetivos y consignas de los manifestantes. Con una brutalidad que recuerda la de los antiguos cosacos, 1.780 policías del prefecto LaGuardia, la mayor cantidad de efectivos nunca usados contra una manifestación, intentaron con sus caballos y armas, sin éxito, asustar a los trabajadores e impedir la manifestación. Desde las seis de la tarde hasta las once de la noche, los trabajadores mantuvieron fuertes choques con los policías." (22)


 


La crítica de Trotsky respecto del trabajo entre los negros fue tomada por el SWP, que aprobó en su conferencia de fundación una resolución específica, preparada por el conocido historiador e intelectual negro C. L. R. James, nacido en las Antillas inglesas y más tarde autor del clásico estudio Black Jacobins, sobre la revolución de la independencia de Haití: "Los negros americanos, por siglos el sector más oprimido de la sociedad americana, son potencialmente los elementos más revolucionarios de la población. Su designio, por su pasado histórico, es pasar a ser, bajo la dirección adecuada, la vanguardia de la revolución proletaria. El desprecio por el trabajo negro y por la cuestión negra fue, en el pasado, un síntoma inquietante (en el partido). El SWP debe reconocer que su actitud frente a la cuestión negra es crucial para su desarrollo futuro. Hasta hoy el partido se basó en los trabajadores más privilegiados y en intelectuales aislados. Hasta no encontrar la vía hacia las grandes masas, de las que los negros constituyen un sector tan importante, el conjunto de las perspectivas de la revolución permanente permanecerán como una ficción y el partido estará condenado a la degeneración." (23)


 


Eso fue aprobado por el SWP en 1938, cuando tales afirmaciones eran únicas en la izquierda norteamericana: estábamos aún lejos de las luchas de los años '60 y de los Black Panthers…


 


New Deal, guerra, Labor Party


 


Las resoluciones sobre la fundación del SWP establecían claramente la perspectiva del conflicto mundial y sus causas: "Seis años después, el New Deal, como programa primario de gastos y subsidios gubernamentales, demagogia liberal y concesiones sociales para campesinos y trabajadores, concluye en un colapso definitivo. La intolerable crisis económica continúa. El ciclo de los negocios se niega a emerger más allá de cortos e insatisfactorios períodos. La impracticabilidad de una solución en base al New Deal, y la fatuidad de las soluciones propuestas al viejo estilo republicano de la Cámara de Comercio, son evidentes. Al tiempo que las medidas internas fracasan y no ofrecen salidas, la burguesía de EE.UU. se vuelca a las medidas externas, a la guerra" (24) (itálicas nuestras).


 


Simultáneamente, se ubicaba la perspectiva del "endurecimiento" interno, que se confirmará más allá de la propia guerra (a través del maccarthysmo): "El colapso del New Deal y los insuperables y ascendentes conflictos internos del capitalismo americano, ponen de modo cada vez más claro para la burguesía la necesidad de abandonar la democracia parlamentaria y jugar la carta fascista como único medio para conservar su poder y privilegios. Los mismos factores llaman la atención de los desempleados, pequeños hacendados, clases medias y proletarios desmoralizados por la demagogia de las organizaciones fascistas." (25)


 


Trotsky también llamaba la atención, en esa época, sobre la posibilidad de un "fascismo americano", lo que le valió, así como ocurrió con los planteamientos del SWP, el mote de exagerado y catastrofista; claro que esto sólo tres décadas después, lo que confirma que en la base de esa crítica se encuentra más bien una apología retroactiva de la "democracia americana" de la segunda posguerra (basada, a su vez, en la carnicería de la Segunda Guerra Mundial y en la represión maccarthysta) que una apreciación histórica objetiva.


 


Esto confirma que, independientemente de sus limitaciones, el SWP fue la fracción política más conciente de la izquierda norteamericana en todo el período de la crisis y de la guerra. Sólo no se confirmó la perspectiva de la organización de un "partido de trabajadores", bien que el Comité Nacional del partido indicaba cuáles eran los elementos objetivos que alimentaban esa posibilidad: "La participación política organizada de los trabajadores en la Labor Non-Partisans League representa una ruptura profunda con la escuela de práctica política de Gompers, aunque pueda parecer idéntica a aquella en la superficie. En el pasado, la burocracia sindical se limitaba a endosar a tal o cual 'amigo' en las fórmulas políticas capitalistas. En las presidenciales de 1936 y en casi todas las elecciones municipales y estaduales desde entonces, vimos por primera vez un esfuerzo sistemático por organizar y movilizar la fuerza política de los trabajadores como una fuerza separada. Ese nuevo movimiento, representado por la LNPL, debe ser caracterizado como una etapa en el desenvolvimiento del movimiento obrero contra el servilismo completo a los partidos del gran capital y por un partido independiente de los trabajadores." (26)


 


La oposición en el SWP


 


En el partido persistió una minoría descreída de la perspectiva inmediata del Labor Party, que se expresó en el Comité Nacional a través de un proyecto de resolución presentado por Hal Draper, entonces dirigente juvenil: "La dirección del LNPL continúa hasta el presente la política de adulación a los viejos partidos capitalista, a través de la política de 'preservar a los amigos y castigar a los enemigos'. No es improbable que continúe en ese rumbo. Es más probable (que esa perspectiva) defendida por los líderes de la LNPL se desvanezca en una reorientación con elementos de los viejos partidos, con la ruptura de un ala izquierda de los demócratas (y elementos republicanos) que forme un movimiento por un tercer partido, un frente burgués democrático… La base de masas para ese partido serán los sindicatos afiliados a la LNPL, apoyados por los generales sin tropa de la izquierda demócrata que, junto a los líderes de la LNPL, serán la faceta de izquierdista de la dirección del tercer partido." (27)


 


Con Max Schachtman (hasta entonces una especie de 'ideólogo' del SWP) y el ya mencionado James Burnham, la "minoría" llegó a tener mayoría en la dirección partidaria. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939), se opuso a toda la perspectiva adoptada por el SWP bajo la influencia de Trotsky -incluida la "defensa incondicional" de la URSS contra cualquier ataque imperialista- lo que tuvo influencia en la IV internacional, a través de la configuración de una corriente llamada "anti-defensista" (a la cual adhirió, entre otros, el brasileño Mario Pedrosa, "Lebrun", entonces miembro del Comité Ejecutivo Internacional de la IV Internacional).


 


La "fracción Schachtman-Burnham", que Trotsky calificó de "oposición pequeño-burguesa", terminó negando el conjunto del programa marxista, incluyendo su fundamento filosófico dialéctico materialista (recordemos que la intelectualidad neoyorquina que simpatizó con Trotsky negaba, ni más ni menos, que la "filosofía marxista": en un famoso artículo, Edmund Wilson calificó la "tríada dialéctica" de "misticismo religioso", tema que retomó en la conclusión de su famoso Rumbo a la Estación Finlandia). Trotsky respondió detallada y públicamente a todas las objeciones, inclusive las filosóficas, de esa "oposición del SWP" en escritos que, reunidos bajo el nombre de En Defensa del Marxismo, configuran la última gran obra del revolucionario ruso antes de su asesinato (28).


 


Ernie Haberkern hizo una presentación bastante benévola de esa "oposición" y de su principal dirigente: "El pacto Hitler-Stalin, en 1939, confundió a todas las tendencias políticas, pero fue destructivo para el movimiento trotskista. Trotsky ya había anticipado tal alianza del régimen de Stalin con algunos de los bloques de poder, cuya elección (el Eje o los Aliados) sería determinada por consideraciones del momento, no por cuestiones de principios. Pero Trotsky también esperaba que Stalin acompañara esa alianza con concesiones a los capitalistas del bloque escogido. Pero el pacto Hitler-Stalin fue acompañado por ataques contra la clase capitalista de Polonia e intentos en el mismo sentido en Finlandia.


 


"La cuestión era si nosotros, trotskistas, apoyaríamos o no ese régimen que expropiaba a los capitalistas e incorporaba nuevas áreas al nuevo régimen colectivo. Este último era nuestro lado. Schachtman se puso a la cabeza de todos los que optaban por un 'Tercer Campo' de la clase obrera y los oprimidos, contra los viejos regímenes capitalistas y la nueva clase explotadora. No era propiamente un innovador o precursor de esa posición, porque tanto el viejo trotskista Joseph Carter como el líder de la Juventud Socialista, pasado a los trotskistas, Hal Draper, ya la habían defendido y fueron sus teóricos: Schachtman trató de hacer bloque con ellos. Con su prestigio como portavoz americano y mundial del movimiento trotskista, no obstante, la posición comenzó a ser tomada en serio. Schatchman era también un brillante polemista y publicista, cuya personalidad lo transformaba en un formidable adversario." (29)


 


Haberkern atribuye a Trotsky un pronóstico que éste no hizo (que Stalin reforzaría el capitalismo en una Polonia o en una Finlandia invadidas) y una caracterización igualmente apócrifa: en En Defensa del Marxismo, Trotsky cita los ataques de la burocracia stalinista contra la clase capitalista polaca como argumento contra el "neutralismo" de Schatchman y Burnham, no en defensa de la burocracia, sino para mostrar que en el conflicto estaban en juego intereses de los trabajadores.


 


Max Schachtman rompió con la IV Internacional y con el SWP (tras pesadas acusaciones contra el "burocratismo" de James P. Cannon) y fundó un efímero Worker´s Party, antes de reingresar en el SPA de Norman Thomas, bien diferente de aquél de Eugene Debs de la década del '10. La ruptura de la "minoría" del SWP se produjo en abril de 1940: Schachtman, Burnham y Abern se llevaron consigo un tercio del partido, la mayoría de la juventud (con Hal Draper), la revista New International y el diario Labor Action (30).


 


Schachtman participó, aun así, del II Congreso Mundial de la IV Internacional, celebrado en París en 1946. En 1945 el Worker´s Party había ganado una minoría del SWP, encabezada por Félix Morrow y Albert Goldman (ex abogado de Trotsky), pero también había perdido una fracción que reingresó al SWP, liderada por "Johnson" (C. L. R. James). En 1947 hubo intentos, fracasados, de reunificación WP-SWP. El grupo de Schachtman se transformó después en la International Socialist League, antes de volver al Partido Socialista. Posteriormente, evolucionó hacia la derecha, defendiendo no sólo a la burocracia de George Meany en la AFL-CIO, sino también la participación de EE.UU. en la guerra de Vietnam (Schachtman murió en 1972).


 


James Burnham hizo el mismo recorrido mucho más rápido: en 1940, después de retirarse rápidamente del Worker´s Party y de renunciar públicamente al marxismo, ganó notoriedad mundial al publicar Managerial Revolution, en el que defendió la idea de una "revolución de los gerentes", que para Burnham se habían transformado, sustituyendo a los capitalistas, en una "nueva clase dominante": Burnham daba los ejemplos de la URSS stalinista y de la Alemania nazi. La tesis era una copia (para algunos, un simple plagio) de las ideas expuestas por el ex militante del Partido Comunista Italiano Bruno Rizzi en La Bureaucratisation du Monde, publicado en París en 1939 y rápidamente retirado de circulación, debido a la invasión nazi. En los años '50, Burnham, profesor en la Universidad de Columbia ya era un "Cold Warrior" (un "guerrero" de la "guerra fría"), de los más audaces, autor de la teoría del "containment" (contención de la URSS). La "oposición" del SWP en 1939-40, por lo tanto, terminó en la derecha (con excepciones, como Hal Draper).


 


La derechización de la CIO


 


El SWP pagó un duro precio por la "normalización" y derechización de la CIO que, una vez consolidada (3.727.000 afiliados en 1937, contra 3.440.000 de la AFL) inició un movimiento de reaproximación con sus antiguos "enemigos"; John Lewis, rompiendo con la AFL en 1936, había dado un paso adelante con relación al "gompersismo", sin superar, sin embargo, sus propias limitaciones políticas.


 


Para el ya citado Guérin, "los fundadores de la CIO -Lewis Hillman, Dubinsky- no hicieron sino poner un chaleco de fuerza a un movimiento nuevo y de izquierda que se venía desarrollando. No tuvieron un éxito total, porque un número importante de revolucionarios, con el consentimiento de ellos mismos, penetraron en la nueva organización, y en ella construyeron trincheras tan sólidas que después les fue imposible desalojarlos. Pero alcanzaron su objetivo esencial: crear una nueva AFL de tendencia moderada y evitar la formación de una nueva central sindical combativa y roja" (31).


 


La "normalización" de la CIO aisló políticamente al SWP. En noviembre de 1937, John Lewis y Homer Martin intervinieron contra los huelguistas de Pontiac; la gran prensa llamó entonces a Lewis Labor Stateman. En 1940, Murray declara que raramente apoya a las sit-down strikes, mientras Walter Reuther, en la General Motors, llama "a aceptar el peor de los acuerdos, por el bien del país".


 


Los "progresistas" no protestaron: Reuther abandonó el SPA para apoyar al gobernador Murphi para el Senado; Philipp Murray invitó al Congreso de la SWOC al prefecto de Chicago (Kelly) -autor de la "Masacre del Memorial Day" de 1937- en el cuadro del apoyo a la segunda re-elección de Roosevelt (32).


 


Por detrás de ese proceso se encuentra la nueva crisis del capitalismo norteamericano, a partir de 1937. El índice de producción industrial, de 110 en 1929, había caído a 58 en 1932. Con su política inflacionaria Roosevelt fomentó la recuperación: el índice saltó a 87 en 1935, a 103 en 1936, a 113 en 1937. Pero, a partir de agosto de ese año, la recesión reapareció: la producción cayó el 27% en cuatro meses. Esta situación sólo será superada con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y con la aprobación del mayor presupuesto de defensa de EE.UU. en tiempos de paz; sólo la guerra dio, por lo tanto, un fin a la crisis iniciada en 1929. Los desempleados, de 10 millones en 1934-35 pasaron a 8 millones en 1936-37, pero superaban otra vez los 11 millones en 1938, y aún eran 10 millones en 1940. El cuadro sólo será revertido en 1942, después del ataque japonés a Pearl Harbor, cuando la máquina bélica comenzaría a funcionar a todo vapor.


 


En 1940, Roosevelt se presenta nuevamente como candidato presidencial. La Segunda Guerra Mundial hará que su elección sea un éxito más allá del "éxito" (bastante dudoso) de la política del New Deal. El apoyo a la guerra era muy grande, a diferencia de lo sucedido con la Primera Guerra Mundial, y a pesar de la existencia de líderes sindicales como John L. Lewis, que se oponen a la entrada de EE.UU. en la guerra. La figura de Hitler, y el odio que despierta, por su política interna hiper-reaccionaria, es decisiva para este cambio. Roosevelt aísla y reduce el espacio de los principales líderes de izquierda de la CIO antes de iniciar el rearme de 1940-41.


 


EL SWP y la II Guerra Mundial


 


Para completar el cuadro del SWP en la década del '30, digamos que la ruptura de Schachtman-Burnham no fue la única. Antes de ésta, hubo otra, liderada por Hugo Oehler, que recibió importantes apoyos: "La fracción de Oehler fue apoyada por otros dos grupos. Una de esas fracciones encabezado por Muste, cuyo grupo en su momento con su fusión había creado el SWP… otra fracción con (Martin) Abern, que ya se oponía a Cannon en la Liga Comunista (CLA), basado, más que en principios diversos, 'en la manera en que las cosas son hechas', y criticando los métodos antidemocráticos de Cannon." (33)


 


Las fracciones de Oehler y Muste-Abern terminaron enfrentadas y en posición hostil a Trotsky, quien las calificó de "ultra izquierdistas". Oehler intentó organizar otro movimiento internacional (recibió el apoyo de Liborio Justo en Argentina y de cierto "L. Rodrigues" en Brasil) que fracasó (el movimiento fue llamado "IV Internacional Revolucionaria").


 


Con el comienzo de la II Guerra y la participación de EE.UU. a partir de 1941, el SWP, siguiendo la propuesta de Trotsky, pasó a defender la "política militar proletaria", entendida como una reivindicación "de transición": que el movimiento obrero organizara su propio entrenamiento militar, con sus propios jefes y disciplina, reclamando inclusive presupuesto estatal para ese fin. A diferencia del resto de la izquierda y de las direcciones obreras, el SWP rechazó cualquier apoyo a la guerra y cualquier "tregua sindical" en ese sentido (el PCA se distinguió por su boicot a las huelgas durante la conflagración).


 


En 1941, el SWP fue por eso objeto de un proceso judicial, con la prisión de sus principales dirigentes. En el juicio, éstos defendieron públicamente su política, adaptando sus formulaciones a la situación existente en EE.UU. Esa "adaptación" les valió la acusación de "pacifismo" de parte del trotskista español (ya exiliado en México) Grandizo Munis, y de " pro imperialismo" por el trotskista argentino Liborio Justo (hijo del presidente argentino entre 1932 y 1938, Agustín P. Justo) (34). Para el SWP, al contrario, la actitud de sus dirigentes fue ejemplar, y las actas del juicio, bajo el título Socialism on Trial, pasaron a ser material de educación política para las futuras generaciones de militantes (35).


 


En reediciones de ese texto, Cannon respondió a las críticas de Munis, no así a las de Justo (que fue respondido, de modo bastante despectivo, por "Marc Loris", o Jan Van Heijenoort, militante francés residente en EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial, como miembro del Comité Ejecutivo Internacional de la IV Internacional. Después de la guerra, "Van", desvinculado de la política, pasó a ser una autoridad mundial en lógica matemática). Después de un período en prisión, los dirigentes del SWP fueron absueltos en el proceso judicial.


 


Desde el punto de vista de las relaciones de clase en EE.UU., la Segunda Guerra Mundial incorporaría modificaciones decisivas. "El período entre 1941 y 1945, dominado por el esfuerzo bélico, fue tan importante para la configuración definitiva de la nueva estructura de gestión laboral como lo había sido el período entre 1936 y 1940. Desde el punto de vista empresario, las compañías hicieron grandes progresos durante la guerra, progresos que serían críticos en años posteriores. Después de 1941, muchos patrones utilizaron la disciplina de tiempos de guerra para intentar recuperar parte de la iniciativa y control que habían entregado a los sindicatos industriales en el final de la depresión. Promovieron el arbitraje de muchos conflictos por reivindicaciones, confiando en sacarlos de la fábrica por nuevos mecanismos para proceder frente a las reivindicaciones. Aumentaron tremendamente el número de personal de supervisión, esperando contrabalancear las nuevas prerrogativas sindicales con relación a las reivindicaciones y la antigüedad con un mayor peso de la dirección y el control ejercidos sobre la mano de obra.


 


"Muchos patrones utilizaron la oportunidad concedida por la War Time Labor Distributes Act (Ley de Conflictos Laborales en Tiempos de Guerra) y por la War Labor Board (Junta Laboral de Guerra) para centralizar la maquinaria legal que mediaba los conflictos que se producían en el ámbito productivo entre empresas y sindicatos, de forma que muchas empresas incrementaran su ritmo de producción aprovechándose del esfuerzo de guerra para justificar la aceleración." (36)


 


Para la izquierda norteamericana, una nueva etapa política, más dura que la de la década del '30, se iniciaría después de la Segunda Guerra Mundial.


 


 


Traducción: T. M. Texto traducido del portugués. Las citas de los textos en español se tomaron directamente de sus originales, salvo cuando se indica lo contrario. (Nota del traductor).


 


 


NOTAS:


 


1. Leon Trotsky. Europa y America. Buenos Aires, El Yunque, 1974, p. 238-239 y 266-267.


 


2. Marianne Debouzy. Travail et Travailleurs aux États-Uni. Paris, La Découverte, 1990.


 


3. Walter Galensoni. "Why the American Labor Movement is not socialist". American Review, vol. I, Nº 2, invierno 1961.


 


4. Willi P. Adams. Los Estados Unidos de América. México, Siglo XXI, 1986, p. 199 y 242.


 


5. Cf. Daniel Guérin. La Descolonización del Negro Americano. Madri, Tecnos, 1968.


 


6. Rodolfo Hodgers. El Movimiento Obrero Norteamericano entre la Crisis y la Guerra. Buenos Aires, CEAL, 1986.


 


7. James P. Cannon. La Historia del Trotskismo Norteamericano. Buenos Aires, Rebelión, p. 14 y 24.


 


8. Maria J. Billorou. "Entre la crisis y la prosperidad". En: Pablo Pozzi et al. Trabajadores y Conciencia de Clase en los Estados Unidos. Buenos Aires, Cántaro, 1990, p. 262-263.


 


9. Daniel Guérin. Estados Unidos 1880-1950. Buenos Aires, CEAL, 1972, p.83.


 


10. Gilles Vergnon. "Le SPA au début des années 30". Cahiers Léon Trotsky Nº 27, Paris, septiembre 1986.


 


11. Un anónimo militante de la huelga recuerda: "La militancia de Minneapolis de la CLA tuvo gran responsabilidad en la victoria. Sus miembros eran activos en los sindicatos desde hacía mucho tiempo. Y ellos actuaron continuamente de acuerdo con los intereses de los trabajadores. El programa adoptado era permanentemente sometido a las bases. Toda crítica o propuesta era bienvenida. La Liga dio lo mejor de sí al sindicato y a la huelga. Se puede admitir que cometieron errores, pero fueron pocos y benéficos" ("The 1934 Minneapolis strike". Revolutionary History, vol. II, Nº1, Londres, primavera 1989).


 


12. A su salida del SPA, los trotskistas afirmaron: "La expulsión del ala izquierda del Partido Socialista es un punto decisivo y culminante. Bajo el impacto de las catastróficas derrotas de la clase obrera en Europa central, en 1931/34, y de la terrible crisis del capitalismo, el moribundo SPA adquirió nueva vida con la incorporación de millares de jóvenes y militantes de izquierda rechazados por la política aventurera del PCA. Su presión bastó para provocar una división en la organización, en la medida en que la vieja guardia se aislaba. Los Bourbons derechistas, repitiendo las viejas fórmulas social-demócratas, se rehusaba a sacar las obvias lecciones de los acontecimientos internacionales, y preferían mantenerse como una pequeña Sociedad Fabiana que sostenía un par de máquinas electorales, intentando al mismo tiempo convencer a la burocracia sindical de contruir un Labor Party" (New International, enero de 1938).


 


13. James Burnham. The People's Front: the New Betrayal. Nueva York, 1937. En los años '50, Burnham, profesor en la Universidad de Columbia, se transformó en uno de los ideólogos de la "Guerra Fría".


 


14. James P. Cannon. "The new party is founded". New International, febrero de 1938.


 


15. Leon Trotsky. "Carta a Dwight Macdonald", 20 de enero de 1938. Oeuvres, vol. XIV, p. 99.


 


16. Cristiano Camporesi. Il Marxismo Teorico negli USA 1900-1945. Milán, Feltrinelli, 1973, p. 112.


 


17. Leon Trotsky. Discusiones sobre el Programa de Transición. In: Programa de Transição, Lisboa, Antidoto, 1978, p. 122-126.


 


18. Leon Trotsky. "Sur les États-Unis d'Amérique" (julio 1936). Oeuvres, Paris, 1980, vol. 10.


 


19. Idem, vol. 18


 


20. Leon Trotsky. "Discussion with Johnson". In: Tim Wohlfort. The struggle for marxism in the US. Fourth International, vol 1, n3, 1965. "Johnson" no era otro que el intelectual y militante negro antillano C.L.R. James.


 


21. Michael Rodinson (ed.). The SWP, the union bureaucracy and the working class. Class Struggle Nº 4, noviembre de 1972.


 


22. Socialist Appeal, Nueva York, 24 de febrero de 1939.


 


23. "The SWP and negro work". SWP Founding Documents, 1939.


 


24. Socialist Appeal, Nueva York, 23 de mayo de 1939.


 


25. Idem, 7 de julio de 1939.


 


26. SWP. Internal Bulletin, junio 1938.


 


27. Idem, julio 1938.


 


28. La edición más completa tal vez sea León Trotsky. Défense du Marxisme. URSS, marxisme et bureaucratie. París, EDI, 1976 (edición original: In Defense of Marxism. Nueva York, Pioneer Publishers, 1942).


 


29. Ernie Haberkern. Max Schachtman, slp, 1998.


 


30. J-J. Marie. Introducción. En: León Trotsky. Défense du Marxisme. París, EDI, 1976, p. 50.


 


31. Daniel Guérin. Op. Cit. , p. 89.


 


32. Cf. Pierre Broué. Le Mouvement Syndical aux États-Unis. París, UNEF-IEP, 1974.


 


33. Chris Bambery. "The politics of James P. Cannon". International Socialism 2:36, Londres, outono 1987.


 


34. Liborio Justo. Los titulados trotskistas del SWP y el supuesto CEI con sede en Nueva York no son más que descarados agentes de Wall Street en el seno del movimiento obrero de la IV Internacional. Buenos Aires, mayo de 1943.


 


35. Hay una versión en español: James P. Cannon. Wall Street enjuicia al Socialismo. Nueva York, Pathfinder Press, 1981 (1ª edición, 1945).


 


36. David M. Gordon. Trabajo Segmentado, Trabajadores Divididos. La transformación histórica del trabajo en los EEUU. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1986, p. 236.


 

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