Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 han pasado a un lugar destacado en la historia de la lucha de clases argentina. La rebelión popular que ganó las calles de la capital porteña y de todo el país para echar a volar a De la Rúa fue el destape de una olla a presión que se venía gestando desde hacía varios años, contrario a las tesis de “espontaneidad” erigidas entonces para ocultar el verdadero carácter del levantamiento de masas. Para comprender en esencia qué ocurrió entonces, es importante remitirse a un análisis de los hechos históricos, para de esta manera poder observar con claridad quiénes fueron los expulsados y repudiados, cuáles fueron los factores económicos y sociales que provocaron el estallido y qué papel jugaron el movimiento obrero, sus partidos de combate y la burocracia sindical.
El gobierno de la Alianza
De cara a los comicios de 1999, sectores de la burguesía argentina en franca bancarrota intentan orquestar un cambio de frente que llevaría al gobierno de la Alianza. Un frente entre la UCR y el centroizquierdista Frepaso, encabezado por el radical Fernando De la Rúa. Sin embargo, meses antes de la contienda electoral representantes del gobierno menemista, del duhaldismo y del aliancismo se reunieron con el FMI en Nueva York para delinear el programa a seguir ante un país en aras de la cesación de pagos. En el caso de la Argentina quebrada todos los caminos conducían a la devaluación y a una “transición ordenada” entre tres candidatos de un régimen de unidad nacional contra las masas. Notables coincidencias se reciclan en el tiempo: todo el régimen político del país supeditado a las directivas de Washington.
El caso de Argentina era emblemático en ese cuadro. Hablamos del país no solo más endeudado nominalmente entre sector público y privado (200 mil millones de dólares). Sino también quien mayor porcentaje de su deuda conservaba en bonos, lo cual le agregaba al endeudamiento infernal un plus de volatilidad. De la Rúa llega con la lista de mandados del Fondo bajo el brazo: reducir la coparticipación a las provincias, eliminar el financiamiento presupuestario de la salud y la educación, machacar las jubilaciones, liquidar los convenios colectivos de trabajo y privatizar la banca pública (Banco Ciudad, Nación y Provincia). Casi todos estos puntos se replican en las exigencias que el FMI le pone a la Argentina en 2021 para renegociar la deuda, como las reformas antiobreras y la reducción del déficit fiscal achicando el llamado gasto social.
“La Alianza debuta asesinando obreros” (Prensa Obrera, 23/12/1999) para imponer el programa fondomonetarista. Tras desembarcar en la Rosada el 10 de diciembre del 99, De la Rúa dispone el envío de la Gendarmería Nacional y una intervención federal a la provincia de Corrientes. El mismo día de la asunción del gobierno, decenas de miles de piqueteros habían ocupado el Puente General Belgrano que une a las provincias de Corrientes y Chaco reclamando el pago de salarios largamente adeudados. El 17 de diciembre los gendarmes dirigidos por el gobierno nacional desalojaron dicho puente, y en esa represión asesinaron a dos obreros y provocaron varias decenas de heridos.
La Alianza comienza a descargar el plan de ajuste y sus recetas fiscales sin mayor éxito. Sobre el país pesaba no solo el gigantesco cúmulo de deuda externa propia, sino también un pánico financiero mundial acicateado por el desencadenamiento del efecto dominó de la crisis asiática y sus posteriores quiebras, el aumento del petróleo, el retroceso del euro y una creciente deuda de riesgo internacional en los principales pulpos capitalistas que nadie quería, ante ese escenario, refinanciar.
Entre el 8 y el 11 de julio de 1999, en su X° Congreso, el Partido Obrero discutió la necesidad concreta de conformar un polo clasista (Prensa Obrera, 08/07/1999). Posteriormente se lo comenzó a llamar Polo Obrero. El objetivo era reagrupar los piquetazos que sacudían el país de punta a punta. Un gran movimiento de lucha se desarrollaba, a espaldas de la burocracia sindical que miraba para otro lado con respecto al problema de la desocupación. Un movimiento nacido de las rebeliones populares contra el hambre como el Santiagueñazo, el Cutralcazo y el Tartagalazo. A mediados de agosto de 1999 un plenario obrero de comisiones internas, delegados y activistas forjó el nacimiento del Polo Obrero. Un año después, en julio del 2000, el Polo impulsaba una carta abierta al movimiento obrero reclamando el Congreso de Bases de la CGT, que fue a su turno consiguiendo adhesiones entre los trabajadores en lucha del país.
En octubre del 2000 se produce un suceso crucial: Carlos “Chacho” Álvarez, vicepresidente frepasista de la Alianza, renuncia al gobierno tras una denuncia que sacudió (y salpicó) a senadores radicales y peronistas por aceptar coimas para hacer pasar la reforma laboral. Chacho entregó su cabeza para evitar que el escándalo termine de forma anticipada con el gobierno de la Alianza. “Chacho se va para que De la Rúa siga” titulaba la Prensa Obrera el 12/10/2000. De poco le valió el esfuerzo ya que esto no impidió una crisis en la centroizquierda frepasista, que había aportado a la coalición gobernante otros tantos ajustadores de primera importancia, como el ministro de Trabajo Alberto Flamarique.
Luego de anunciar negociaciones con el FMI en noviembre del 2000, el gobierno aliancista acudió al conocido “Blindaje”. El FMI desembolsó con la participación de un puñado de bancos comerciales locales, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, un préstamo de 40.000 millones de dólares para “aliviar” el impacto fiscal de la deuda externa sobre la Argentina. Un claro remedio peor que la enfermedad, que “permitió” la reestructuración de los bonos de deuda a tasas usurarias con tres años de gracia. A partir de ese momento se profundizó desde el Ministerio de Economía, a cargo de José Luis Machinea, la política de seguidismo a rajatabla de los dictámenes del FMI. Tan solo dos meses después, Argentina entraba nuevamente en cesación de pagos. El fracaso del “Blindaje” fue estruendoso, y ocasionó la salida de Machinea.
El sucesor en la cartera de economía fue Ricardo López Murphy, un liberal ortodoxo que duró tan sólo ¡quince días! en el cargo por el repudio popular que suscitó al llevar adelante una agenda de ataque directo contra la población trabajadora. Era el programa que reclamaba el FMI: el recorte de las jubilaciones, la liquidación del presupuesto en salud y educación, los despidos masivos y las rebajas salariales entre las y los trabajadores estatales, la reducción de la coparticipación a las provincias y otra batería de recortes para reducir el gasto fiscal. El anuncio de la implementación de estas medidas provocó un levantamiento en las universidades y la caída vertiginosa del actual diputado de Juntos por el Cambio.
Cavallo y el fracaso del “Megacanje”
Luego del fracaso del plan de ajuste planteado por López Murphy y su posterior caída, Fernando De la Rúa designó a Juan Domingo Cavallo como nuevo ministro de Economía. Este había sido ministro del menemismo y quien implementó la política de la convertibilidad monetaria que estaba a punto de estallar. La medida fue una especie de golpe de Estado de la propia Alianza para sobrevivir, ya que el electorado que votó a De la Rúa como presidente repudiaba a Cavallo y lo que representaba. “De la Rúa, el Chacho y Alfonsín no han vacilado en llamar a quien fue echado en 1996 por la movilización popular y luego derrotado en las elecciones en 1999 y en el 2000” (“Golpe de estado de la Alianza”. Prensa Obrera, 21/03/2001).La cesación de pagos de la deuda externa para marzo/abril de 2001 era inminente, lo que metió una fuerte presión contra los títulos y bonos del Estado, que fueron vendidos a la baja. La única salida que el gobierno barajaba, para salir de esta crisis, era la reprogramación de los vencimientos de la deuda externa. La que solamente era posible sobre la base de un nuevo ajuste fiscal que garantizara el pago de los nuevos vencimientos. Esta extensión en los plazos de vencimiento de la deuda externa es conocida como “Megacanje”.
Este “Megacanje” resultó en una duplicación de la deuda externa, además de una reducción de 900 millones de dólares en gastos sociales y la emisión de cuasimonedas en muchas provincias del país (Patacón y Lecop). Estas medidas revelaron no estar orientadas a subsanar la crisis económica, sino a dar aire al gobierno y la burguesía para llegar, sin rebeliones populares, hasta las elecciones de octubre y allí poder replantear el problema de la deuda y una reestructuración política.
Movimiento Piquetero: la necesidad de una política de conjunto
A comienzos de 2001 el Ministerio de Trabajo aliancista lanzó una ofensiva contra el movimiento piquetero de la Matanza: estableció el reempadronamiento de 8.400 planes Trabajar destinados al distrito, con el objetivo de reducir el número de planes y ponerlos bajo la órbita de los punteros del PJ y la Alianza, y de esta manera golpear a las organizaciones de desocupados. En un cuadro de recesión prolongado, con una desocupación cercana al 30%, la lucha por los planes y los alimentos se transformó en un problema crucial para las masas. Nuevas y grandes organizaciones piqueteras se desarrollaban en La Matanza y todo el conurbano bonaerense. Las más importantes eran la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) ligada a la CTA y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) ligada al PCR. En tercer lugar se desarrollaba el Polo Obrero que era una organización de menor tamaño pero en franco crecimiento.
Este ataque aliancista fue, a su vez, el golpe final a los “Consejos de Emergencia” de los que formaban parte la FTV y la CCC. El objetivo de estos consejos era el de integrar a las direcciones de los movimiento de desocupados al Estado y así sumarlos a una red de contención de la catástrofe social que se venía desarrollando. El fracaso de los mismos se puede ver en que no lograron dar ninguna respuesta a los reclamos de las y los desocupados en el distrito, ni funcionaron como “contención” ya que no evitaron el surgimiento de nuevas organizaciones independientes de los propios consejos. El caso más emblemático es el del Frente Único de Desocupados (Futrade), integrado por el Polo Obrero, que surgió a partir de las delimitaciones con las políticas de las CCC y la FTV: el rechazo a la integración de las y los desocupados en los Consejos de Emergencia y el rechazo a reducir el programa a planes y bolsones de comida. Los consejos eran utilizados para reducir las reivindicaciones, en sintonía con el ajuste fondomonetarista. Esto obligó a una cantidad de movimientos a luchar por fuera de ellos para poder romper el cerco reivindicativo.
Como respuesta al ataque del gobierno, la CCC y la FTV, convocaron a un corte para el 12 de febrero de 2001 en La Matanza, que luego de 6 días no logró forzar a una negociación con el gobierno nacional ni con el provincial, mientras el Ministerio de Trabajo ratificaba el reempadronamiento. Para salir de este impasse, en el propio corte se votó una movilización al Ministerio de Trabajo. La movilización fue numerosa pero no logró torcer el brazo del ministerio, que no concedió uno solo de los reclamos, asestando un golpe al movimiento. Las y los desocupados y sus organizaciones chocaron contra el pacto político del gobierno de la Alianza y los gobernadores del PJ, orientado en detener el ascenso de una dirección obrera de alcance nacional. El pacto era avalado por la tregua de las centrales sindicales como la CTA, y de esta manera se enchalecó la conducta de las organizaciones más grandes del movimiento. El movimiento piquetero de La Matanza, uno de los más grandes del país, enfrentaba una crisis política.
La FTV de La Matanza convocó a un encuentro de organizaciones de desocupados. El Polo Obrero concurrió a este encuentro y planteó la necesidad de unificar las acciones en cada distrito para quebrar el re empadronamiento, la convocatoria a un Congreso Nacional de Piqueteros y representantes de la clase obrera (que podía convertirse en la referencia nacional de todo el movimiento de lucha en el país), y organizar una marcha a Plaza de Mayo. Con el objetivo de obtener todas las reivindicaciones y también discutir un plan político y económico al servicio de los trabajadores. La propuesta de un Congreso Nacional de piqueteros fue rechazada por la CCC y la FTV que dijeron que era prematura, sin embargo la necesidad del mismo estaba planteada y nuevas luchas y crisis llevaran a que esta convocatoria se concrete.
Los ataques contra las organizaciones de desocupados de La Matanza se fueron profundizando mediante el incumplimiento de los acuerdos establecidos, incumplimiento del pago de planes Trabajar y aprietes de todo tipo. Esto motivó un nuevo corte en mayo de 2001. Las organizaciones cortaron la ruta en Isidro Casanova y las y los desocupados participaron masivamente ocupando 6 cuadras de la ruta y ganando popularidad entre trabajadores y vecinos. La ministra de Trabajo Patricia Bullrich estableció que solo habría posibilidad de negociación si el corte se levantaba, apostando al desgaste del mismo. El resultado fue el contrario ya que los cortes se extendieron territorialmente y crecieron en número. Luego de 17 días el gobierno no logró quebrar el corte y tuvo que aceptar los reclamos (pago de deuda, renovación de planes, recursos para refacción de escuelas y calles, etc.). La asignación de los nuevos planes quedó en manos de un reflotado Consejo de Emergencia. El rol de la burocracia sindical fue el de contener el apoyo al corte por parte de las fábricas y talleres de la zona y no convocar a ninguna medida de aguante.
Las puebladas de junio en Mosconi y Tartagal
Luego de cerrado el “Megacanje” el gobierno tuvo como prioridad poner orden, y para esto buscó encubrir y justificar con la excusa de que se cometían delitos, la represión al movimiento piquetero. Los primeros pasos de esta política se dieron en Salta donde comenzó la caza de los piqueteros. Bajo la acusación de sedición encarcelaron a José Barraza, César Rainieri y Carlos Gil, todos militantes del Polo y el Partido Obrero. Casi en simultáneo fueron detenidos en diferentes partes del país más de 30 dirigentes piqueteros (Jujuy, San Lorenzo, La Plata, Mar del Plata, Lomas de Zamora): la Alianza gobernaba con detenciones y la Gendarmería.
En el marco de la campaña por la liberación de los piqueteros presos en Salta, la Coordinadora Departamental convocó a un paro general de todo el departamento, con un alto acatamiento en Mosconi y Tartagal, para el 5 de junio. El día domingo 17 de junio la Gendarmería ocupó la ciudad de Mosconi. En su avanzada la represión fue a balazos, y en el desalojo de los piquetes asesinaron a 2 compañeros e hirieron a cientos con armas de fuego en lo que podría haber sido una masacre aún mayor. Desataron razias por toda la ciudad con detenciones arbitrarias y allanamientos. Ocuparon el hospital y las radios. Muchos compañeros detenidos fueron torturados y otros se vieron obligados a esconderse.
Pero alrededor de las 10 de la mañana el pueblo salió masivamente a las calles, liberando a los compañeros escondidos, y obligando a la Gendarmería a retirarse. Se concentraron en la plaza central, denominada “La Plaza del Aguante” y desde allí la asamblea permanente reclamó el retiro total de las fuerzas, la libertad de todos los detenidos y el juicio y castigo a los responsables de la masacre. También reclamaron a Moyano y De Gennaro una huelga general en todo el país. El retiro de la Gendarmería se constituyó en una victoria política. La política de terminar con los piqueteros por medio de la represión mostraba sus limitaciones insalvables.
Las Asambleas Nacionales Piqueteras
La realización de la Primera Asamblea Nacional Piquetera fue la expresión de la maduración del movimiento piquetero y la tendencia a convertirse en un factor político. Tan solo 3 meses antes, en los plenarios de La Matanza, se había rechazado la realización de la misma. Prensa Obrera destacaba que “la Asamblea se convirtió en el centro de agrupamiento de todas las organizaciones que han canalizado la rebelión popular y han cambiado la fisonomía del movimiento obrero en los últimos 5 años. Nadie puede discutir su representatividad” (“Una gran conquista”, Prensa Obrera, 26/07/2001).
Esta primera asamblea estuvo cruzada por dos estrategias divergentes: una expresada por el Partido Obrero y el Polo Obrero y otra por la CTA. Esta última planteó poner en pie un “Frente Nacional contra la Pobreza”… con el ARI, el Banco Credicoop y el Polo Social del padre Farinello. Este frente elaboraría políticas “distributivas” para ser refrendadas eventualmente en una “consulta popular” para la cual la CTA ya tenía una agenda de actividades. Evidentemente proponer a semejante asamblea una “consulta” en un tiempo indeterminado y no una huelga general para quebrar las políticas de hambre del gobierno, representaba una capitulación a las necesidades de “déficit cero” establecidas por el gobierno de De la Rúa y Cavallo.
Por otro lado el Partido Obrero planteó que la realización de la Asamblea convertía al movimiento piquetero en un factor político en la situación nacional, y por lo tanto en una alternativa de poder frente a los explotadores y su Estado. Esto en medio del derrumbe capitalista con la cesación de pagos, que inviabiliza las políticas de turno, lleva al fracaso los acuerdos y ajustes, y expone al régimen de conjunto a una situación de la que no puede salir por sus propios medios. En consecuencia en la Argentina estaba planteada la cuestión del poder, porque la subsistencia del régimen de conjunto era incompatible incluso con las más mínimas reivindicaciones de la clase obrera (seguro al desocupado, salario mínimo igual a la canasta familiar o incluso hasta la asistencia a los comedores). El planteo de salida de esta crisis elaborado por el PO fue la sustitución del gobierno nacional y provinciales por Asambleas Constituyentes soberanas, con el poder de llevar adelante un plan integral para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Esa Constituyente solo se conquistaría como resultado de las luchas, la huelga general y las puebladas. Y se realizó un llamado al frente único de todos los trabajadores y sectores medios para imponer estas reivindicaciones.
Esta primera asamblea votó por unanimidad un plan de lucha nacional con cortes de rutas progresivos de 24 a 72 horas con dos objetivos: la derogación del decreto y la ley de ajuste, y la libertad a los piqueteros presos junto con el retiro de la Gendarmería de Salta y el desprocesamiento de todos los luchadores. Se convocó a sumar a todos los sectores en lucha (estudiantes, Aerolíneas y otros), y a coordinar de manera nacional y distrital. El plan de lucha se desarrolló como lo esperado y fue sumando compañeros a medida que avanzaba. En la segunda semana, con los cortes de 48 horas, 40.000 piqueteros se movilizaron a Plaza de Mayo. A medida que avanzaba el plan de lucha el gobierno iba sumando detenciones (100 compañeros detenidos en el transcurso del plan de lucha). Frente a la ausencia total de la burocracia de la CGT el movimiento piquetero se convirtió en el único referente político de las masas explotadas en Argentina.
La Segunda Asamblea Nacional Piquetera, realizada el 4 de septiembre del 2001, fue aun más masiva que la primera, como fruto del éxito de haber podido desarrollar el plan de lucha votado en ella. Incluso participaron compañeros que habían sido liberados gracias a la movilización. Esta Asamblea enfrentó varios desafíos ya que el ataque contra las masas se profundizó mediante la aplicación por parte del gobierno de la política de ajuste del “déficit cero”. Esto planteaba a su vez la necesidad de profundizar el plan de lucha junto con la convocatoria a una huelga general. Habiendo demostrado su poder de convocatoria la Asamblea debía poner en pie una dirección combativa de alcance nacional, aunque para hacerlo debía enfrentar las políticas de las burocracias sindicales oficiales, como por ejemplo de Suteba-CTA, que venía de boicotear la huelga de docentes bonaerenses. El agravamiento de la crisis del régimen ponía sobre la mesa la necesidad de plantear una solución obrera y popular, a los problemas económicos y sociales que atravesaba el país: asambleas constituyentes, nacional y provinciales, para reemplazar al impotente gobierno de la Alianza y de las provincias. La Asamblea finalmente votó la continuidad del plan de lucha con cortes de 36 horas que culminarían con grandes actos piqueteros en las principales plazas de todo el país. Los métodos piqueteros eran utilizados por diferentes sectores que salían a la lucha, y se manifestaban como la mejor herramienta de las y los trabajadores y sectores de clase media para defenderse de la descarga permanente de la crisis bajo sus espaldas.
El diciembre más caliente de la historia
A comienzos de diciembre la continuidad del gobierno estaba cuestionada por el propio FMI y el Tesoro norteamericano. La burguesía devaluacionista conspiraba en las sombras para imponer una salida en sus propios términos. Al mismo tiempo el PJ anunciaba su intención de llamar a una asamblea legislativa. Y como consecuencia de las asambleas piqueteras fogoneadas por la política fondomonetarista de “déficit cero”, la lucha de las y los trabajadores se masificaba y extendía por todo el país. El 2 de diciembre del 2001 el gobierno de la Alianza anunció el “corralito”, que básicamente consistía en la confiscación de los depósitos bancarios de la población. Era la confirmación de la bancarrota económica del país. Una medida desesperada para salvar de la quiebra a los bancos y seguir pagando la deuda como sea. El corralito desquició la vida económica y en particular la vida de las masas. “De inmediato provocó miles de despidos, la indisponibilidad de los salarios, el cese de pago de las jubilaciones, el cese del pago de los trabajadores informales o en negro” (Luis Oviedo, Una historia del movimiento piquetero, 2001). También el cese de la escasa ayuda estatal a las y los desocupados. La consecuencia fue una crisis alimentaria y el comienzo de la rebelión popular.
Si bien el gobierno se caía a pedazos, la oposición no se animaba a tomar medidas por miedo a intensificar una reacción popular que se manifestaba cada vez con más fuerza. Así lo demostraban los planes de lucha de las asambleas piqueteras, las movilizaciones en Neuquén con la ocupación de la fábrica Zanón, las movilizaciones en Córdoba contra el gobernador de la Sota, y la toma del edificio telefónico de la costanera en Buenos Aires. Se presentaba en el movimiento obrero una tendencia a la ocupación de fábricas frente al abandono de la patronal. Como la ocupación de la textil Brukman en CABA el 18 de diciembre de 2001, un día antes del inicio del Argentinazo.
Este fenómeno de la ocupación de empresas y de control y gestión obrera tiene una larga tradición en el movimiento obrero internacional. En el 2001 se generó como dijimos, un movimiento de ocupación de empresas que ocupó fábricas ceramistas, textiles, líneas de transporte y clínicas. Estas se produjeron en un cuadro de vaciamiento de la patronal. Mil doscientas empresas fueron vaciadas. En algunos casos las y los trabajadores tomaron el control total. Un fenómeno relacionado con la rebelión popular y con los métodos de acción directa piqueteros. La brutal crisis convenció a los trabajadores de que no quedaba otra alternativa que aferrarse a sus puestos de trabajo. “En vez de resignarse al cierre, se quedaban en ella y tomaban la resolución ante el abandono patronal de asumir su conducción.” (Pablo Heller, Fábricas Ocupadas, 2004)
El 12 de diciembre Moyano, empujado por sus bases, convocó a una movilización y a un paro de las tres centrales sindicales para el día siguiente. El paro fue contundente pero impotente políticamente. Sobre todo por la negativa de la burocracia de continuar la medida. Los piqueteros volvieron a jugar un gran papel en todo el país. La clase media, los profesionales y comerciantes se movilizaron en conjunto con el paro, pero de forma independiente. Las masas reclamaban una lucha hasta lograr las reivindicaciones, no “paritos aislados”. La rebelión popular seguía su curso con las primeras movilizaciones a los supermercados en reclamo de alimentos.
El domingo 16 de diciembre, en el marco del picnic anual del Partido Obrero, el compañero Jorge Altamira en nombre de la dirección del partido sostenía: “La rebelión popular ha comenzado, que cada ocupación de fábrica, piquete, cacerolazo se convierta en una asamblea popular”. La crisis alimentaria empeoró hora tras hora, el cierre de los comedores escolares por el receso veraniego agravó la situación. El 17 y 18 de diciembre, en las barriadas más humildes de todo el país, comenzaron grandes movilizaciones hacia los supermercados. Un movimiento popular masivo y desesperado. En la inmensa mayoría de los casos se realizaban pedidos de alimentos y las masas sólo avanzaban cuando sus peticiones eran ignoradas. Los gobernadores justicialistas salieron a reprimir en sus provincias dejando un saldo de 28 muertos, cientos de heridos y detenidos. Carlos Ruckauf gobernador de la Provincia de Buenos Aires se cansó de solicitar la ayuda de la Gendarmería y el establecimiento del estado de sitio en el conurbano bonaerense. Finalmente, y como en el Cordobazo, la policía bonaerense se quedó sin balas, lo cual muestra la magnitud que tuvo la represión.
El pueblo dijo basta
El miércoles 19 de diciembre las movilizaciones a los supermercados se multiplicaron llegando a las barriadas de la capital. De la Rúa, desesperado, jugó su última carta. En la noche del miércoles 19 anunció el estado de sitio. El objetivo era dividir al pueblo, poniendo de su lado a los sectores medios con la excusa de la defensa de la propiedad privada, y poder llevar adelante una gran represión en las barriadas populares sublevadas. “Pero fue víctima de un error fundamental, esa clase media, golpeada, hambreada, esquilmada y desocupada. Se había hecho piquetera. Así lo demostró el conflicto de Aerolíneas con cortes y tomas. También los piquetes contra los cortes de luz y la caída de la Franja Morada en la UBA a manos de la Izquierda Piquetera”(Luis Oviedo, Una historia del movimiento piquetero, 2001). La pequeña burguesía eligió un frente con las y los hambrientos “saqueadores” de abajo contra los saqueadores de arriba. Contra los que la estaban expropiando y se estaban quedando con sus depósitos bancarios. Se conformó de esta manera la unidad de “piquete y cacerola”.
En el mismo momento que De la Rúa anunciaba el estado de sitio, un cacerolazo sacudía a la capital. Cientos de miles salieron a golpear sus cacerolas en las esquinas. Comenzó a escucharse el canto “el estado de sitio se lo meten en el culo”. Alrededor de las 22hs del mismo 19 de diciembre, columnas de masas interminables avanzaban hacia el Congreso Nacional, por las calles Rivadavia, Córdoba, Corrientes, San Juan y Santa Fe. Lo mismo ocurría en los municipios del gran Buenos Aires y en las ciudades del interior. Estas movilizaciones buscaba quebrar el estado de sitio, y por lo tanto voltear al gobierno que lo instauró. Pero fueron más allá, las masas invadieron las escalinatas del Congreso y comenzaron a cantar “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Esa noche en Buenos Aires nadie durmió.
El torrente humano siguió avanzando y copó la Plaza de Mayo. En las primeras horas de la madrugada del 20 de diciembre comenzó la represión, la Policía Federal atacó a los manifestantes en la Plaza de Mayo con el objetivo de evitar el “aguante” hasta el otro día. Se produjeron cientos de detenciones y un manifestante fue asesinado en las escalinatas del Congreso. Las bandas policiales y de la SIDE comenzaron su labor asesina, que se profundizó durante la jornada del día siguiente. En las primeras horas del 20 se llevó a cabo una reunión donde Enrique Mathov (secretario de seguridad) y Ramón Mestre (ministro del interior) conspiraron con los jefes policiales para mantener la Plaza de Mayo liberada de manifestantes “cueste lo que cueste”. Estos fueron los ideólogos y máximos responsables de la masacre de Plaza de Mayo y sus alrededores llevada adelante durante la jornada del 20 de diciembre.
Durante la madrugada entre el 19 y el 20 de diciembre renunció Domingo Cavallo como ministro de Economía, pero esto no calmó los ánimos de las masas movilizadas. Por la mañana del 20, la tradicional ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo intentó permanecer en la plaza. Frente a las cámaras de televisión la Policía Montada avanzó contra las Madres a puro machetazo, y se produjo un enfrentamiento a metros de la histórica Pirámide de Mayo. Este hecho brutal aumentó de forma considerable la ira popular. Comenzó nuevamente una gran movilización popular hacia el centro de la ciudad. En todas las esquinas de la plaza la gente se enfrentó a la policía. Irrumpió la gran “intifada porteña”, como la denominaron los medios internacionales. Se levantan barricadas en las calles Diagonal Norte, 9 de Julio y Avenida de Mayo. El microcentro se transformó en un campo de batalla.
El Partido Obrero y el Polo Obrero junto a otras organizaciones de izquierda como el MST, CS, el MAS, y el PTS, también acompañados por el Suteba Matanza y la AGD UBA, se concentraron en el Congreso el jueves 20 a las 12 del mediodía. Esta movilización había sido acordada con antelación por la mesa de la Segunda Asamblea Nacional Piquetera. Pero los otros sectores como la CCC y la FTV no participaron de la misma, por considerar que “se venía la derecha”. La CCC y el PCR después de pasarse haciendo verborragia durante toda la década del ´90 con un “Argentinazo”, cuando llegó el mismo faltaron a la cita y abandonaron al pueblo argentino a su propia suerte en sus horas más heroicas. Luego junto a la FTV llevaron adelante una tregua escandalosa con el gobierno de Duhalde.
La columna avanzó por Avenida de Mayo y al llegar a Santiago el Estero fue atacada por la policía con gases lacrimógenos, balas de goma y de plomo. La gente tuve que retroceder por las veredas y no se registraron heridos graves. Pero luego la columna se reagrupó y avanzó por la calle Paraná hasta la avenida Corrientes. Cruzó el Obelisco y avanzó por Diagonal Norte. Como se producían enfrentamientos más adelante, la seguridad del Partido Obrero (compuesta por una gran delegación de la UJS), se adelantó con el objetivo de proteger a la columna.
En ese cuadro, traspasando el humo de los gases que se acumulaba a unas cuadras, apareció una nutrida formación de la Montada. “Los cosacos de Mestre”, como los apodó la Prensa Obrera, avanzaban al galope desde la Plaza de Mayo, con el objetivo de embestir la columna cercana al Obelisco. De inmediato una lluvia de piedras arrojadas por los laterales de la seguridad comenzó a impactar contra las fuerzas policiales. Los caballos de la Montada se resistían a seguir avanzando. En ese momento los compañeros de seguridad, que se encontraban en el centro de la calle, levantaron los palos y comenzaron a correr hacia adelante gritando. La Montada se dio media vuelta y escapó hacia la Rosada, de forma desordenada y a toda velocidad, mientras era perseguida por los manifestantes. “Es un momento de euforia popular: los manifestantes sueltos, los trabajadores desde los balcones, saludan esta victoria de nuestra columna” (“La columna del Partido Obrero”, Prensa Obrera, 27/12/2001).
La columna intentó por diferentes arterias ingresar a la Plaza de Mayo, chocando con las fuerzas represivas del Estado en varias ocasiones. A las 16hs y desafiando a la represión, el Partido Obrero realizó un acto en el Congreso Nacional, en el cual el compañero Christian “Colo” Rath, en nombre de la dirección del PO, sostuvo: “repudiamos la perspectiva de un gobierno de «concertación» con los gobernadores. Que se vayan todos, Asamblea Constituyente, con constituyentes electos en asambleas populares. El Partido Obrero llama al pueblo argentino a constituir asambleas populares en todas las barriadas, en los lugares de trabajo y de estudio”. En esas horas en la capital, en el gran Buenos Aires y en las principales ciudades del interior de la Argentina se daban nuevas formas de organización de las masas trabajadoras y los sectores medios. Comenzaron a proliferar las asambleas populares donde los vecinos discutían sus reivindicaciones y votaban planes de lucha para obtenerlas.
A las 17hs del 20, los enfrentamientos se profundizaban en el Obelisco y en Avenida de Mayo. Nuevos contingentes de manifestantes se acercaban al centro para enfrentar a las fuerzas represivas. Los motoqueros (repartidores y mensajeros) se sumaron a las fuerzas de la rebelión jugando un importante papel. En diferentes ocasiones cargando contra la policía, realizando tareas de inteligencia para advertir a las barricadas cuando se venía la represión y ayudando a los heridos. Fueron definidos por los testigos como los “patrulleros del pueblo”. Los manifestantes atacaron una cantidad de empresas multinacionales relacionadas con el saqueo al país. La movilización no retrocedía, a pesar de las bandas asesinas de la Federal que estaban matando gente en varias esquinas. El saldo de esa jornada fue 39 muertos, todos emboscados y ejecutados por autos de civil que recorrían el área. Las fuerzas del orden se veían desbordadas por todos los flancos y no paraban de retroceder. Pasadas las 19hs, De la Rúa anunció su renuncia y huyó en helicóptero de la Casa Rosada. Mientras manifestantes ingresaban a la Plaza de Mayo al grito de “en la Argentina no nos roban nunca más”. En las columnas que volvían de Plaza de Mayo se coreaba “qué cagazo, qué cagazo, echamo´ a De la Rúa, los hijos del Cordobazo”. La conciencia de las y los trabajadores estaba pegando saltos extraordinarios.
¿Qué fue el Argentinazo?
Cuando todavía las fogatas de las barricadas no se habían apagado, en los medios de comunicación estalló la discusión de cuál fue el carácter del Argentinazo. Las movilizaciones fueron definidas como “espontáneas”. Con el objetivo de indicar que no existía una dirección concreta o una evolución concreta en la conciencia de las masas. Nada más alejado de la realidad. Las movilizaciones del 19 y 20 de diciembre tuvieron todo un proceso de gestación en las movilizaciones por los derechos humanos y contra el gatillo fácil en la década anterior. Pero sobre todo en la aparición, la propagación y la nacionalización del movimiento piquetero. La clase media urbana comenzó a adoptar los métodos piqueteros con la coordinadora de estudiantes secundarios y el estudiantazo. También contra el gran apagón del ´98. Y con el levantamiento educativo que echó a López Murphy del Ministerio de Economía. Con la huelga de los trabajadores de Aerolíneas, las tomas de edificios telefónicos y con el avance de la izquierda piquetera en los centros de estudiantes de la UBA y la recuperación de la Fuba. Estos métodos de lucha directa no surgieron de la nada, fueron una consecuencia de la agitación de los partidos de combate de las y los trabajadores y en particular del Partido Obrero. El PO intervino en todas las luchas preparatorias, logró la unidad piquetera y estuvo en la primera línea el 19 y 20. Fue la primera fuerza política que planteó la necesidad de echar a De la Rúa y Cavallo y convocar a una Asamblea Constituyente. El “que se vayan” está directamente relacionado con este programa.
Aunque algunos revisionistas plantean en la actualidad que “se han producido más revoluciones sin que las dirija un partido que lo contrario” (“Una revisión de la concepción del partido”, Prensa Obrera, 30/12/19), el problema fundamental de un revolucionario es tener en cuenta cuáles son las condiciones fundamentales para lograr el triunfo. Y hasta el momento todas las revoluciones triunfantes han tenido un partido revolucionario a la cabeza. Por lo tanto podemos afirmar que una de las causas por la cual el Argentinazo no pudo parir un nuevo régimen de las mayorías se relaciona con la escasa fuerza y desarrollo que alcanzó el partido revolucionario en esa etapa.
El resto de la izquierda se dedicó a romper el frente único, como el PCR-CCC y la FTV que se fueron con los gobiernos de turno a cambio de unas escasas dádivas. O el MST en Izquierda Unida que rompió el movimiento de las asambleas populares del Parque Centenario en la Capital Federal, para realizar un acto sectario de Izquierda Unida para exigir elecciones en medio de una situación revolucionaria. Estas mismas sirvieron a la patronal en el 2003 para poder controlar el proceso revolucionario e impulsar una nueva salida capitalista como fue el Kirchnerismo.
El Partido Obrero, junto a una cantidad de organizaciones piqueteras y asamblearias, luchó por un segundo Argentinazo. Para que realmente “se vayan todos” y se convoque a una Asamblea Constituyente, que reorganice el país sobre nuevas bases, y sea la transición hacia un gobierno de trabajadores. En este cuadro el PO obtuvo un gran crecimiento en las barriadas populares de todo el país. Este fue la base para que hoy exista un Polo Obrero masivo y que sigue creciendo. También obtuvo grandes posiciones en diferentes universidades, destacándose los triunfos en la UBA (Fuba y AGD). Y en el conjunto movimiento obrero con Transportes del Oeste, o el Sutna en la actualidad. Muchos de los políticos de la repudiada Alianza, después de años de crisis de la UCR y desaparición del Frepaso, se reciclaron en Cambiemos o Juntos por el Cambio, como López Murphy, Patricia Bullrich, Elisa Carrió y muchos más.
Los kirchneristas que hoy hacen demagogia con el Argentinazo, ocultan que el pueblo también los quería echar a ellos, quienes desde Santa Cruz apoyaron al gobierno de Menem y lo calificaron como “el mejor presidente de la historia”. También apoyaron a Cavallo hasta los últimos días del 2001. Néstor Kirchner llegó al poder nacional como el candidato de Eduardo Duhalde, quien tuvo que llamar a elecciones anticipadas por el asesinato de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en el Puente Pueyrredón el 26 de julio del 2002. El pacto que hoy los mismos kirchneristas, junto a la falsa oposición patronal, pretenden llevar adelante con el FMI, no garantiza ninguna estabilidad y profundiza el ajuste contra las masas y la tendencia a una nueva quiebra. Los libertarios que defienden a Menem y a Cavallo también pertenecen al régimen repudiado en el Argentinazo. Sin dudas la tarea más importante del próximo Argentinazo contra el ajuste en curso será barrer definitivamente con este régimen que sólo tiene para ofrecernos ajuste permanente, hambre, miseria y desocupación. Que se vayan todos, por un gobierno de trabajadores.