La última batalla de Lenin fue contra Stalin

En el mejor de los casos, la ideología burguesa insiste en reducir a la mayor revolución proletaria de la historia a una aventura irrepetible. Un evento que sólo puede explicarse a partir de factores excepcionales propios de Rusia y de 1917. Sin embargo, su argumento más efectivo, que se despliega tanto hacia la derecha como a la izquierda, es la simple asociación de la revolución rusa con la dictadura de Stalin. 

Tanto la historiografía burguesa como la estalinista se encargaron de tejer un hilo de continuidad entre Lenin y Stalin, siendo este último quien habría ejecutado la voluntad del primero. Así, al analizar la experiencia soviética, sus detractores se desesperan por reducir todo al estalinismo y dar por concluida cualquier discusión sobre la viabilidad histórica del socialismo. Muchas veces, la propia izquierda sale de garante de estos mismos argumentos, prefiriendo asociarse a versiones estatistas del capitalismo o negando incluso toda experiencia revolucionaria previa en nombre de un programa difuso. 

El XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956 hizo semipúblicas las últimas batallas dadas por Lenin contra la degeneración burocrática de Stalin entre fines de 1922 y principios de 1923. Nikita Khrushchev, por medio de un informe secreto, dio a conocer el contenido de una serie de artículos, notas y el propio testamento de Lenin tras la muerte de Stalin. 

Nos proponemos analizar en un primer momento, el contenido y alcance que tuvo la batalla de Lenin en el final de su vida contra Stalin. En una segunda parte se analizará el bloque que conformaron Lenin y Trotsky en esta última batalla. 

La enfermedad de Lenin y la NEP 

La prolongada enfermedad que afectó a Lenin hasta su muerte tuvo su aparición en medio de un viraje decisivo para la existencia del Estado Soviético: la Nueva Política Económica (NEP). Ya desde fines de 1921, el estado de salud de Lenin limitó considerablemente su intervención política. Sus apariciones públicas en esta etapa fueron limitadas, pero todas ellas sostenidas en una misma dirección. El objetivo central era convencer, movilizar y preparar al conjunto de la militancia frente a las nuevas tareas que abría la NEP que, a un año de ser definida, no terminaba de hacer pie. 

Tras la guerra civil, la principal preocupación era el hambre y el creciente estancamiento económico, lo que exigía un reemplazo de ciertos métodos de “comunismo de guerra” que regían para el campo (cambio de la requisa por un impuesto a los campesinos), la necesidad de crear ciertos incentivos mercantiles y atraer capitales para la conformación de sociedades industriales mixtas. La apertura y el consecuente dinamismo económico requerían el perfeccionamiento de la alianza obrero-campesino y del Estado soviético para concretarla. 

En definitiva, el partido y la dictadura proletaria debían comprender que sin un retroceso político ordenado, que permitiese restaurar las fuerzas productivas tras la guerra civil y la derrota de los alzamientos revolucionarios en Occidente, las dificultades para la revolución serían impredeciblemente mayores. En el informe del XI Congreso del Partido Comunista Ruso realizado en marzo-abril de 1922, al tiempo que Lenin señaló los modestos pero auspiciosos progresos económicos a través de la NEP, enfatizó en las dificultades que se presentaban en este terreno, mayores aún a las que existieron en el plano político-militar. 

Hasta este momento el partido se venía manejando con firmeza frente a los problemas internos, sosteniendo la prohibición de fracciones como un medio para evitar la disgregación política en tiempos de extrema crisis económica. Si bien la guerra civil ya había culminado, la conspiración internacional y local aún acorralaba al flamante Estado. Del mismo modo, la transitoria NEP necesitaba de un homogéneo consenso interno para obtener resultados prácticos.

A un mes de culminar el XI congreso partidario, Lenin es sometido el 23 de abril a una operación de extracción de una bala que se encontraba alojada en su cuerpo tras el atentado ejecutado por Dora Kaplan en agosto de 1918, como parte del terrorismo desplegado por los eseristas (socialistas revolucionarios) a poco de conquistarse el poder soviético. Pocos días después de someterse a esta intervención quirúrgica, el 26 mayo de 1922 sufrió un primer accidente cerebrovascular que lo dejó parcialmente hemipléjico: parálisis en la mano y en la pierna derecha, sumado a dificultades para hablar. Lenin no perece, pero queda fuertemente debilitado en un reposo que lo alejará completamente de los asuntos políticos y de la dirección partidaria durante más de cuatro meses. 

Su reposo permanente y su debilitado estado de salud hicieron que las especulaciones crezcan dentro del Comité Central y, sobre todo, en el Buró Político hegemonizado desde su ausencia por Stalin. 

El ascenso de Stalin y el aparato

Tras el desarrollo de la guerra civil, a partir de la creciente hambruna y la conflictividad campesina, la base social del Estado Soviético sufrió ciertas transformaciones. La clase obrera intervenía parcialmente en la creación socialista, y en palabras de Lenin el sentido proletario de la dictadura se encontraba más en las líneas trazadas por la vieja guardia bolchevique que en la intervención directa de los propios obreros. Muchos de los mejores cuadros del proletariado habían perecido en la guerra civil, mientras que otros fueron elevados al grado de funcionarios, por lo que terminaron peligrosamente separados de las masas. Los campesinos que habían jugado un rol decisivo en la revolución y en su enfrentamiento contra el Ejército Blanco, desconfiaban del Estado Soviético a partir de los métodos del comunismo de guerra. 

Como vemos, la base social de la dictadura proletaria resultaba por demás heterogénea a cinco años de la revolución. La centralización política, económica y militar de un gran aparato estatal (formado por funcionarios reciclados del pasado zarista y nuevos administradores con escasa experiencia) fue una necesidad que luego se volvió un acuciante problema. En la Revolución Traicionada, Trotsky agrega que “la desmovilización del Ejército Rojo de cinco millones de hombres debía desempeñar en la formación de la burocracia un papel considerable. Los comandantes victoriosos tomaron puestos en los soviets locales, en la producción, en la educación, e introdujeron persistentemente en todas partes el régimen que había asegurado el triunfo en la guerra civil. De este modo, las masas fueron eliminadas poco a poco en la participación efectiva de la dirección del país.” (Pág. 97 y 98) 

Tampoco pueden desconocerse las presiones propias de la situación internacional que contribuyeron a la consolidación de la burocracia soviética. Las sucesivas derrotas de la clase obrera europea fortalecieron aún más las tendencias de autoconservación de la dictadura proletaria rusa, significando esto el robustecimiento de su aparato estatal. Así como en el futuro “los dirigentes de la burocracia promovieron las derrotas proletarias. Las derrotas proletarias promovieron el ascenso de la burocracia”. (ídem, Pág. 98)

Poco a poco la joven burocracia estatal adquirió mayor autonomía. Ya no sólo ubicándose por encima de la clase obrera, sino actuando como un árbitro que operaba entre el proletariado y los sectores pequeños burgueses que entraron en juego con la NEP. Paralelamente, el aparato partidario estrechó cada vez mayores vínculos con los vicios de la burocracia estatal. “Durante el año 1922 resulta evidente que el aparato del partido está cobrando un enorme ascendiente sobre el conjunto de la organización y por ende sobre toda la vida del país y que, en definitiva se encuentra en vías de sustituir al propio partido de la misma forma que el partido sustituyó a los soviets.” (“El Partido Bolchevique”, Broué, Pág. 196) 

Es cierto que la burocracia estatal y partidaria adquirieron una dimensión inusitada tras la postración del líder bolchevique, sin embargo este problema se venía acrecentando desde hace tiempo. Lenin advirtió al final de su vida cómo los vicios administrativos del Estado comenzaban a penetrar las filas del partido. Su preocupación sobre este aspecto lo llevó a discutir límites, nuevas condiciones y períodos de prueba, como un medio para evitar el ingreso de “carreristas” a las filas comunistas. Al mismo tiempo, si bien se fomentaba el ingreso proletario por sobre los elementos pequeñoburgueses, Lenin desconfiaba de los obreros que durante varios años llevaban a cabo tareas rutinarias y administrativas en el Estado.

En cualquier caso, hasta fines de 1922, Lenin enfoca el problema burocrático sólo en el marco de la herencia zarista que presionaba sobre las nuevas fuerzas soviéticas. Trotsky en cambio, junto con otros dirigentes alineados con diversos grupos de oposición, advertían sobre la creciente burocratización partidaria y el predominio del aparato en las decisiones, señalando incluso nombres propios y responsabilidades. Para el futuro líder de la Oposición de Izquierda “la degeneración del partido se convirtió en la causa y consecuencia de la burocratización del Estado” (Trotsky, “La revolución Traicionada”, Pág. 101). 

La emergencia burocrática fue correctamente leída por la cúpula del partido (gestora del aparato) como la fuerza social decisiva del Estado. Como cabeza se ubicó Stalin a partir de su gris y perseverante trabajo administrativo. “Antes de que él hubiera previsto su camino, la burocracia lo había adivinado. Stalin le daba todas las garantías deseables: el prestigio de un viejo bolchevique, un carácter firme, una visión estrecha, vínculos indisolubles con la maquinaria política como la única fuente de su influencia personal.” (Ídem, Pág. 100) En los años de guerra y crisis internas, Stalin supo conformar una sólida carrera que le otorgó poder y relaciones con dirigentes y secretarios de distintos niveles del Estado. Estos atributos junto con la confianza de Lenin, lo pusieron al frente de dos comisariatos del pueblo: Nacionalidades e Inspección Obrera y Campesina. Su ascenso pisaba en terreno firme. 

Las limitaciones físicas de Lenin para el XI Congreso le permitieron asistir solamente al informe de apertura. El aparato tenía las manos libres y Stalin lo sabía. Un grupo mayoritario de veteranos del partido se unió bajo la figura de Stalin, quien de forma cada vez menos silenciosa asumió el control del Buró acompañado por Zinoviev y Kamenev, la troika. El sistema de nombramientos de secretarios a dedo por el Buró Político se agravó, limitando aún más la capacidad de elección de la base. Los opositores, ya sea a partir de viejos recelos de tiempos de guerra civil o nuevas y explícitas denuncias al aparato, serán trasladados en nombre del Comité Central a lugares donde resulten inofensivos: puestos menores o alejados del centro del poder político.   

Tras más de cuatro meses de alejamiento, el 2 de octubre de 1922 Lenin vuelve al trabajo. No sólo él es consciente de sus limitaciones físicas, sino que comprueba que todo un sector del partido se valió de ellas para ocupar la dirección. Lenin reconoció esta tendencia burocrática ascendente y el peso que tenía Stalin en la cúspide del poder, siendo la última palabra de todos los asuntos decisivos.  

De repente, la deriva burocrática del partido y el dominio del aparato se le presentaron a Lenin con absoluta claridad. Diversos puntos de discusión y decisiones profundamente desacertadas, que tomó la dirección en su ausencia, le permitieron ver a Lenin la profundidad del problema. Hasta el 12 diciembre de 1922, momento en que se retiró a la habitación de la antigua servidumbre zarista del Kremlin por una nueva recaída, dedicó su energía a combatir las tendencias abolicionistas que existían respecto al monopolio del comercio exterior y que actuaban por medio de maniobras.  

Un segundo ataque deja a Lenin aún más incapacitado el 14 de diciembre de 1922. A partir de ese momento, el reposo y los cuidados se intensifican, limitándose aún más su intervención política por indicación médica. Pese a sus afecciones, inicia la escritura del famoso Testamento Político. En un esfuerzo por dar su última gran batalla política, Lenin se enfocará contra la política y el poder de Stalin en los últimos días de su vida. Sus cañones apuntan ahora contra la intervención que el secretario general junto con Dzerjinski y Ordjonikidze llevaron a cabo en Georgia, comprobando no sólo la falsificación de los informes sobre este punto a lo largo del último año, sino también el carácter de chauvinismo gran ruso del Comisariato del Pueblo para las Nacionalidades. 

Lenin sólo tiene autorizados cinco minutos para dictar a sus secretarias cartas, notas e instrucciones de acción. Las indicaciones médicas están sometidas a la vigilancia del Buró Político a cargo del propio Stalin, éste sabe que la desconfianza de Lenin ha crecido tras el conflicto del Cáucaso y que su persona está completamente cuestionada por el postrado jefe revolucionario. En estas últimas semanas de trabajo, Lenin logra hacerse un cuadro completo del gran problema burocrático que tiene al frente y la necesidad de sacar conclusiones velozmente ante el deterioro cada vez más progresivo de su salud. En ese marco tienen lugar sus notas sobre el problema del aparato estatal y la burocracia partidaria, acusando a Stalin de las deficiencias del comisariato de Inspección Obrera y Campesina. 

La intromisión de Lenin en los asuntos georgianos saca de sus carriles a Stalin, al punto que insulta y ofende Krupskaya, por no limitar el reposo y de este modo la intervención política de su esposo. Completamente enojado, Lenin amenaza con romper relaciones personales con Stalin, exigiendo a su vez que ofrezca una disculpa a su compañera. El 4 de enero de 1923, Lenin dicta una nueva nota que completa su Testamento, aquí la recomendación es por demás explícita: “desplazar a Stalin de su cargo” (Lenin, Obras Completas, Tomo XXXVI, Pág. 14).   

El asunto del Monopolio del Comercio Exterior

La discusión de Lenin sobre la abolición del monopolio comercial data de 1921. A fines de este año, Miliutin como delegado soviético en Riga propuso el fin del monopolio del comercio exterior, presumiblemente influenciado por el espíritu aperturista y una mala comprensión de la NEP. Lenin didácticamente había explicado el sentido político que tenía el impulso de cierta apertura comercial, aclarando al mismo tiempo que cualquier injerencia en el monopolio del comercio exterior significaría un golpe demoledor contra el Estado Obrero. El economista bolchevique Bujarin no era el único que sostenía la necesidad de atenuar el monopolio del comercio exterior e incluso abolirlo, sino que Stalin también se había convencido de ello. 

En un primer momento, Lenin logró confirmar con una serie de decretos las políticas monopólicas. Los rumores de abolirlas se hicieron sentir en el extranjero y muchos agentes comerciales especularon con esta situación, aguardando para comerciar directamente con agentes privados. Cualquier debilidad o muestra de debilidad alimentaba a los enemigos del Estado, por lo que Lenin indicó a Stalin que sean descartados todos los proyectos de reforma del monopolio comercial. El flamante secretario general del partido aceptó la proposición de Lenin, siendo condescendiente y al mismo tiempo manifestando sus reparos. 

El 22 de mayo de 1922 el Buró Político adopta la indicación de Lenin y a los pocos días éste sufre el segundo ataque. Ante su ausencia, la camarilla tuvo cuatro meses para dar lugar a sus verdaderas consideraciones y, a espaldas de lo acordado con el presidente del Consejo de Comisarios del pueblo, se introdujeron una serie de derogaciones del monopolio del comercio exterior. Al tomar conocimiento de esta situación, Lenin interpretó esto como una vil traición. Si bien sus críticas son explicitadas contra Bujarin, a quien acusa de dejar “a la industria rusa totalmente indefensa y conducirá al libre comercio” (Lenin, Pág. 466) y contra el comisario de finanzas Sokolnikov, quien “siempre intentó demostrar que el monopolio no nos conviene” (Pág. 364), Lenin encuentra en Stalin al mayor responsable de la maniobra del CC. Remarca que hubo un consciente apresuramiento en el pleno para resolver sobre este punto, dedicando escaso tiempo a la argumentación y resolviendo un tema tan serio en pocos minutos.  

Lenin pide rediscutir en el CC este punto bajo insistentes notas. Consciente de su imposibilidad de concurrir a las reuniones de la dirección, se entrevista con Trotsky con quien tiene pleno acuerdo sobre el asunto. Remite una carta a Stalin el 15 de diciembre de 1922, dirigida a todos los miembros del CC. En ella se destaca una línea: “He llegado a un acuerdo con Trotsky acerca de la defensa de mis puntos de vista sobre el monopolio del comercio exterior (…) estoy seguro de que Trotsky sostendrá mis puntos de vista tan bien como yo” (Ídem, pág. 469-470). 

La jugada de Lenin fue exitosa: el 18 de diciembre el CC tuvo que retrotraer los proyectos de derogación del monopolio comercial. La unidad de Lenin y Trotsky como un bloque frente al Buró Político inauguró el primer episodio de esta batalla. En pocos meses, Lenin asumirá mayor consciencia del carácter que posee la burocracia partidaria y cuál es la raíz de los manejos del CC. Stalin advertirá los peligros que trae consigo la asociación de los dos principales dirigentes de octubre en una carta remitida a su nombre.   

El chauvinismo ruso en Georgia

Georgia se convierte en república soviética en el año 1921, a partir de la intervención del Ejército Rojo en unidad con los propios comunistas georgianos y la clase obrera local, en su mayoría de origen ruso. Al frente del Comisariato del Pueblo para las Nacionalidades se encontraba el georgiano Stalin, a quien Lenin había confiado su dirección. 

En 1921, las necesidades económicas existentes a lo largo de todo el territorio liberado del zarismo, lo llevan a Lenin a idear un proyecto de Federación Transcaucasiana. El objetivo era conformar la unificación política de Georgia con las dos repúblicas caucásicas restantes: Armenia y Azerbaiyán, declaradas independientes un año antes. Esta unidad iba a significar un progreso en términos de comunicaciones y comercio exterior. Sin embargo, las resistencias no se hicieron esperar. Ya sea a partir del profundo sentido de lucha e independencia nacional que había asumido no sólo la población georgiana sino también el propio CC comunista, como a partir de los métodos empleados desde Moscú. Sergó Ordjonikidze, principal enviado de Stalin en la región, despertó el defensivo abroquelamiento partidario. La mano de hierro con la que actuaba lo convertía en un virtual procónsul de Rusia. 

Si bien el propio Lenin reconoció a fines de 1921 la necesidad de aplazar el proyecto federativo en función de darse un tiempo para convencer a la población georgiana, el enfrentamiento entre el CC del Partido Comunista Georgiano y Ordjonikidze no se detuvo. Se exaltaron aún más las posiciones independentistas, por un lado, y las de opresión rusa, por el otro. Con la colaboración de las dóciles direcciones comunistas armenias y azeríes, el Buró Político moscovita definió la formación de la Federación e inició una campaña de calumnias e injurias contra la dirección comunista georgiana, encabezada por Polikarp Mdivani y Filipp Makharadze. 

El conflicto se agravó en agosto de 1922 cuando los georgianos rechazaron el proyecto de Stalin, que implicaba la incorporación del resto de las repúblicas no rusas como partes autónomas integrantes de la Federación Rusa. El rechazo no provino sólo de Georgia, pero fue el CC de los comunistas de este país el que más enfáticamente se opuso a esta disposición. La respuesta de Stalin no admitía dudas: se negaba a la dirección comunista de la flamante república caucásica hacer públicas sus divergencias con Moscú y al mismo tiempo se ordenaba aceptar dichas resoluciones.   

La mayor parte de estas políticas de imposición del Buró Político ruso sobre el Cáucaso se dan en medio del reposo obligado de Lenin. Al volver al trabajo y tomar conocimiento de los hechos a fines de 1922, Lenin inicialmente apoya las decisiones tomadas por el Comisariato del Pueblo para las Nacionalidades, aunque con ciertas dudas sobre cómo fue su proceder y reconoce al mismo tiempo el apresuramiento de Stalin a la hora de abordar el tema federativo.

Desautorizando el proyecto de Stalin que había despertado la ira de ciertas repúblicas soviéticas no rusas, Lenin concibe la formación de la Unión de Repúblicas Soviéticas, donde prime la igualdad de condiciones bajo un Comité Central ejecutivo de toda la Federación. Reformula y corrige el proyecto original presentado por el “especialista” en asuntos nacionales, que no hacía otra cosa que reafirmar la hegemonía e imposición política de la Federación Rusa. Stalin traga saliva, no reconoce públicamente su desacuerdo y termina aceptando sus enmiendas.  

Lenin se entrevista con su amigo Ordjonikidze y también lo hace con Mdivani. Si bien aún respaldaba la intervención del secretario general, había crecido su desconfianza hacia el Buró Político tras el comportamiento de la camarilla en el problema del monopolio del comercio exterior. Poco a poco Lenin es puesto en conocimiento de diversos eventos denunciados por los georgianos, entre ellos la golpiza que Ordzhonikidze propinó al dirigente Kabanidze, junto con la persecución y traslado de varios comunistas georgianos como represalia del Comisariato de la Nacionalidades. 

La comisión investigadora impulsada para esclarecer lo sucedido en Georgia, dirigida por Dzerzhinski, señalaba a los dirigentes comunistas locales como los únicos responsables. Lenin exigió nuevos informes por la vía oficial, a cargo de Rykov, reproduciendo por completo las palabras del Buró. Su paciencia se agotó y sin dudarlo se introdujo de lleno en el tema georgiano y sentó posición contra la actuación de Stalin y sus secuaces. Sin rodeos, ve el problema y señala a los responsables, siendo a su vez crítico de su propia intervención en este asunto: “Creo que soy muy culpable, con respecto a los obreros de Rusia, por no haber intervenido con suficiente energía y decisión en el problema de la ‘autonomización’…” (Lenin, Obras Completas, Tomo XXXVI, Pág. 484)  

En la nota dictada el 30 de diciembre de 1922, Lenin ve en la golpiza de Ordzhonikidze la punta del iceberg de una desviación aún más profunda: “evidentemente toda esta política de la ‘autonomización’ fue radicalmente errónea e inoportuna.” (Ídem, Pág. 485) “Aquí jugó un papel fatal el apresuramiento de Stalin y su pasión por lo puramente administrativo, así como su encono contra el famoso ‘socialismo nacionalista’. Por lo general, el encono desempeña en política un papel de los más bajo” (Ídem, Pág. 485-486). 

En una nota escrita al día siguiente, Lenin analiza el contenido político que posee la posición “internacionalista” del comisariato de Stalin. “Es indispensable distinguir el nacionalismo de una nación opresora y el de una nación oprimida, entre el nacionalismo de una nación grande y una nación pequeña. (..) Por eso el internacionalismo de las naciones opresoras, o así llamadas “grandes”, debe consistir, no sólo en el respeto de la igualdad formal de las naciones, sino también en una desigualdad que compense, por parte de la nación opresora, de la gran nación, la desigualdad que prevalece efectivamente en la práctica. Quien no comprenda esto no ha entendido tampoco la actitud verdaderamente proletaria en relación con el problema nacional: sigue siendo esencialmente pequeño burgués en su punto de vista, y, por consiguiente, no puede dejar de caer en el punto de vista burgués” (Ídem, Pág. 487). 

Las reprobaciones a Stalin y el repudio a Ordjonikidze fueron cada vez más explícitas. “El georgiano que considere con desdén este aspecto del asunto, que negligentemente lance acusaciones de ‘socialismo nacionalista’ (cuando él mismo es no sólo un verdadero, un auténtico ‘socialista nacionalista’ sino además un vulgar Derzhimorda1Nombre de un personaje de la comedia “El Inspector” de Nikolái Gogol. Derzhimorda era un policía grosero y prepotente gran ruso), viola en verdad los intereses de la solidaridad proletaria de clase.” (Ídem, Pág. 488) Caía el barniz internacionalista y poco a poco se dejaba ver la vieja capa de pintura del nacionalismo gran ruso, paradójicamente impulsado por dos georgianos contra Georgia. 

Era inaplazable acceder a la verdad de los hechos del Cáucaso. Mientras los informes originales fueran vetados por el propio Stalin, quien tenía un celoso control de todo lo referente al caso georgiano e instaba a desistir en la búsqueda a sus secretarias, no quedaba otro camino que conspirar. Como se observa en el Diario de sus secretarias, ante tantas falsedades e intrigas Lenin optó por la conformación de una comisión investigadora clandestina, de la que no sólo participaron sus secretarias Fotieva y Gliasser, sino también Gorbunov, secretario del Consejo de Comisarios del Pueblo.

Lenin no podía detenerse sólo en señalamientos de los errores, sino que en sus dos últimos meses de vida buscó resarcir a las víctimas y desplazar a los responsables. “A los camaradas Mdivani, Makharadze y otros. ¡Queridos camaradas! Sigo vuestro asunto con todo mi corazón. Disgustado por la rudeza de Ordjonikidze y la connivencia de Stalin y Dszerjinsky, preparo notas y discursos para vosotros.” (Lewin, “El último combate de Lenin”, Pág. 47) Ante el progreso de su enfermedad, acude nuevamente a Trotsky y le encomienda por nota: “Te ruego con insistencia que te encargues de la defensa del asunto georgiano en el Comité Central del partido. Este asunto se encuentra actualmente bajo la ‘persecución’ de Stalin y de Dzerzhinsky, y no puedo fiarme de su imparcialidad, sino todo lo contrario.” (Ídem, Pág. 46) 

La lectura de Stalin de esta carta en el CC, confirmaban la orientación que había definido a partir del asunto del comercio exterior. El líder del partido, aún diezmado por su enfermedad, se disponía a ir a fondo en un bloque contra Stalin, poniendo en jaque el predominio del aparato y el interés del secretario general por apuntalar su sucesión. 

El Rabkin y la simbiosis burocrática del Estado y el Partido   

Hasta el XI Congreso partidario la mayor preocupación de Lenin sigue girando principalmente en torno al virus del faccionalismo interno. La burocratización en todo momento es asociada a ciertas rémoras del pasado, no observando aún el problema burocrático del propio partido. 

Una extendida oposición (ya sea por el problema de la NEP, de la intervención de los sindicatos o la democracia interna partidaria) señaló con preocupación el robustecimiento del aparato en el XI Congreso. Yevgueni Preobrazhensky fue uno de los más incisivos en denunciar la emergencia de la burocracia, mientras que en las páginas del Pravda Lev Sosnovsky hizo públicos los desplazamientos y expulsiones de dirigentes en 1921. Estos, junto con otros bolcheviques, estaban en lo cierto al afirmar que el problema del burocratismo partidario se había profundizado tras el X Congreso, consecuencia de la abolición transitoria del derecho al faccionalismo. 

Como vimos anteriormente, el problema de la burocratización del partido no puede analizarse sin tomar dimensión del peso que había adquirido la burocracia del Estado Soviético para 1922, desplegándose como base social tras el fin de la guerra civil. En ese marco, el problema del nombramiento compulsivo de dirigentes adictos y el desplazamiento de los críticos era resaltado por los opositores como parte de un aparato despegado cada día más de las bases y de los marcos de discusión democrática del Estado y el Partido.  

Lenin respondía a estas críticas y señalamientos de una burocracia partidaria, mediado por cierto resquemor con los opositores y las facciones que amenazaron con paralizar el partido en el pasado reciente. Hasta el viraje adoptado a fines de 1922, el rompecabezas de la burocratización era un problema “externo” que deviene de una estructura estatal con resabios del pasado zarista e ineficiencias propias de un proletariado inexperimentado. Los comunistas no dirigen el Estado, sino que éste (su aparato) dirige a los comunistas, repetía Lenin. Si bien desde hace años reconocía múltiples fallas en la relación del partido con el Estado, la burocratización hasta ese momento era señalada como un peligro latente y no una realidad.

Frente a estos problemas de burocratización estatal Lenin planteaba la necesidad de montar una celosa vigilancia. Es así que depositó su confianza en la formación en 1920 del Comisariato del Pueblo para la Inspección Obrera y Campesina (Rabkin), dedicado al control de los organismos gubernamentales y demás instituciones soviéticas. El secretario de este comisariato era Stalin. 

Durante el prolongado reposo de Lenin, tras el primer ataque sufrido, el Buró Político adquiere un poderío sin igual hasta ese momento. El CC ya no se reúne cada dos meses y es el Buró el que toma todas las decisiones. El Comité de Control presidido por Solz, es un apéndice del Politburó en toda la línea. El nombramiento de Stalin como secretario general no parece ser un hecho decisivo, mientras que sí lo fue el poder acumulado por éste a la hora de ser nombrado. 

Como vimos, al regresar al trabajo en los últimos meses de 1922, Lenin se enfrenta a la dirección partidaria por el asunto del comercio exterior y el ocultamiento de los hechos georgianos. A partir de este momento, la denuncia de Lenin a Stalin y su camarilla es integral, comprendiendo cabalmente el ascenso y la simbiosis de los principales miembros de la burocracia estatal y el aparato en la cima del partido. La denuncia al Rabkin será la última y poderosa carta que Lenin despliega en su batalla contra Stalin. Los elogios anteriormente dirigidos al bolchevique georgiano al frente del comisariato pasaron a ser duras querellas, en sintonía con planteos que Trotsky había realizado con anterioridad.

Si bien ya había señalado el problema del arribismo, hasta no ver la descomposición del Rabkin no termina de ajustar su caracterización sobre la burocracia del partido. En las últimas cartas y notas dictadas entre diciembre de 1922 y marzo de 1923, se destaca su crítica al funcionamiento del Rabkin y su secretario, junto con un planteo de reformas urgentes en las instituciones estatales conjuntamente con la de los órganos de dirección partidaria. 

En la nota del 26 de diciembre de 1922 señala: “Creo que algunas decenas de obreros que sean miembros del Comité Central pueden, mejor que nadie, ocuparse de verificar, mejorar y modificar nuestro aparato estatal. La Inspección Obrera y Campesina, sobre la que recayó esa función al principio, demostró ser incapaz de cumplirla y sólo se la puede utilizar, en ciertas condiciones, como apéndice, como auxiliar de esos miembros del Comité Central” (Lenin, Obras Completas XXXVI, Pág 477). Lenin afirma que este comisariato se consolidó como un nutrido aparato de más de doce mil funcionarios que “no goza en la actualidad de la menor autoridad. Todos saben que no hay instituciones peor organizadas que las de nuestra Inspección Obrera y Campesina, y que en las condiciones actuales nada podemos esperar de este comisariato del pueblo.” (Ídem, Pág. 526) Sin rodeos, en el último artículo que publicó en el Pravda, titulado “Mejor poco, pero mejor” y fechado el 2 de marzo de 1923, afirma que “tenemos burócratas, no sólo en las instituciones soviéticas, sino también en las del partido.” (Ídem, Pág. 530)  

Las reformas anunciadas en sus últimas cartas implicaban una mayor injerencia de los comunistas en los órganos de control estatal, al mismo tiempo que los órganos de control del partido ampliarán el número de sus miembros para establecer así una sensata vigilancia del Buró Político. El CC con veinte miembros debía ser ampliado a unos cien dirigentes con el objetivo de evitar escisiones y eliminar el elemento personal en la toma de las decisiones. Lenin pensaba en un nuevo funcionamiento del principal órgano partidario, a partir de una convocatoria bimestral a espacios de deliberación y resolución plenaria. 

Sus reformas buscaban limitar el poder absoluto de la camarilla burocrática, en línea con las preocupaciones descritas en el Testamento: “el camarada Stalin, convertido en secretario general, ha concentrado en sus manos un poder ilimitado, y no estoy seguro de que siempre sepa usar este poder con demasiada prudencia” (Lenin, Pág. 474). La reforma plantea que: “Los miembros de la Comisión Central de Control (…) sin contemplaciones controlarán que ninguna autoridad, sin excepción, ni la del secretario, ni la de cualquier otro miembro del Comité Central, le impida hacer preguntas, verificar documentos, y, en general, estar informado de todas las cosas  y ejercer el más estricto control de adecuado manejo de lo asuntos” (Ídem, Pág. 521) 

En el Rabkin se reemplazaría la predominancia de los “administrativos” por una vanguardia obrera y campesina, que si bien no contaría con una demostrada experiencia, era la mejor garantía para enfrentar los vicios burocráticos a mediano plazo. La empresa definida por Lenin era osada, incluso advertía que “provocará infinidad de objeciones (…) de los peores elementos viejos de nuestro aparato estatal” (Ídem, Pág. 513), pero era entendida como el mejor medio para combatir a la propia burocracia y finalmente promover una vez más la intervención consciente de la clase obrera en las decisiones partidarias/estatales.  

Hasta el 7 de marzo de 1923, día en que sufre un nuevo ataque que lo deja inhabilitado de por vida, Lenin impulsó la batalla política contra Stalin y la burocracia partidaria. Ante la pregunta sobre qué hubiese pasado si Lenin no terminase postrado, Trotsky da una respuesta concreta, alejada de la mistificación y el relato de superhombre que luego instaló el estalinismo. “Si Lenin hubiese vivido más tiempo, el avance del poder burocrático hubiese sido más lento, al menos en los primeros años. Ya en 1926, Krupskaya decía a los oposicionistas de izquierda: ‘Si Illich viviera, seguramente ya estaría en prisión’. Las previsiones y los temores de Lenin estaban aún frescos en su memoria y no se hacía ilusiones sobre su omnipotencia respecto a los vientos y las corrientes contrarias de la historia.” (Trotsky, Pág. 101)

Tras su muerte el 21 de enero de 1924, Trotsky retomará la lucha contra la degeneración soviética y la burocracia estalinista, sabiendo que con la ausencia de Lenin las dificultades serían aún mayores.  


Bibliografìa: 

Broué, Pierre; “El Partido Bolchevique”, Alternativa, Buenos Aires, 2007.

Carr, Edward Hallet; “La Revolución Rusa. De Lenin a Stalin (1917-1929), Alianza Editorial, Madrid, 2014.

Lenin, “Testamento Político y Diario de las Secretarias de Lenin”, Anagrama, Buenos Aires, 2011.

Lenin, Obras Completas (tomo XXXVI), Cartago, Buenos Aires, 1971. 

Lewin, Moshé, “El último combate de Lenin”, Lumen, Barcelona, 1970.  

Trotsky, “La revolución traicionada y otros escritos”, IPC, Buenos Aires, 2014.

Trotsky, “Mi Vida”, Antídoto, Buenos Aires, 1990.

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