“Brasil autofágico, aceleración y contención entre Bolsonaro y Lula”

Opuestos complementarios de la crisis capitalista: un espejo para pensar la actualidad argentina

“Brasil Autofágico” es un importante aporte de los científicos sociales Daniel Feldmann y Fabio Luis Barbosa dos Santos. Este trabajo publicado en los últimos meses del gobierno de Bolsonaro (lanzado en español por la editorial Tinta Limón) es un intento por construir un marco explicativo general de los procesos políticos de América Latina, en relación a los gobiernos progresistas y los gobiernos de derecha. El análisis de los autores nos invita a pensar la formación del bolsonarismo como consecuencia del fracaso el progresismo de PT de Lula, en el marco de la crisis estructural capitalista, donde ambos tipos de gobierno vienen a responder a esa crisis sin construir una alternativa política que cambie el rumbo económico de Brasil. El bolsonarismo es para los autores un tipo de política opuesta, pero no contradictorio del lulismo: la política de “aceleración” impuesta sobre la “contención”. Espiral acumulativa de la corrosión social que vuelve a la política de “contención” cada vez más limitante.

En tiempos donde con la extorsión del balotaje en Argentina pretenden que demos apoyo político a Sergio Massa, el candidato de la unidad nacional de los ajustadores, o el reaccionario de Javier Milei, este libro es un aporte para pensar el fracaso de los gobiernos autodefinidos como nacionales y populares, la imposibilidad de estos de cambiar el rumbo de la crisis que se posa sobre las espaldas de los trabajadores y la responsabilidad en la conformación de propuestas de ultraderecha como la de Milei.

Los autores entienden el modelo de desarrollo social latinoamericano en una etapa de desociabilización autofágica, entendida como la corrosión del tejido social producida por la convergencia entre la erosión del mundo del trabajo y la degradación de los servicios públicos estatales. Este proceso llevó según los autores a la individualización del problema del trabajo, donde aparece el principio de competencia como el ordenador de las relaciones sociales. Es decir que al vaciarse las mediaciones entre la reproducción del capital y la reproducción de la vida ambas se mezclan en una simbiosis violenta denominada “Capital humano” de acuerdo con la cual, los individuos incorporan la noción de valor en el gobierno de su vida, transformándose en emprendedores de sí mismos. Este principio es denominado “razón neoliberal”, donde el estado sólo debe optimizar el ambiente ideal para la libre competencia.

El objetivo de este trabajo es comprender cómo y porqué las políticas progresistas fortalecieron una lógica económica que profundizó las fracturas sociales. Una primera respuesta que dan los autores es que las políticas progresistas llegaron al límite de las posibilidades de inclusión en los marcos de una dinámica social capitalista que lleva a la exclusión a escala masiva. Los cambios de gobiernos progresistas a gobiernos de derecha aparecen ante el agravamiento de la crisis social que se expresan en el agotamiento de las gestiones progresistas, donde los capitalistas ven invisibilizado al progresismo como un medio de gestión del orden y para los sectores populares pierden la confianza en estos gobiernos. 

La hipótesis del libro es que el progresismo está sepultado como expectativa de cambio. En la fase de crisis actual de capitalismo caracterizada por la corrosividad del tejido social aparecen nuevas formas políticas donde se combina el cristianismo, las redes sociales, la policía militar y el crimen organizado, el capital financiero, el extractivismo, “todo junto y mezclado”. Sugieren en ese sentido que la tentativa progresista de contener la crisis social en el marco de la crisis estructural capitalista implica recurrir a prácticas y dispositivos que aceleran el proceso de corrosión social, a lo que denominan “contención aceleracionista”.

La conformación del PT, aseveran los autores, vino a representar un proyecto de democracia popular recuperando la idea de desarrollo capitalista, cuyas orientaciones las van a adjetivar de neodesarrollist. Un proyecto basado en transformar a Brasil en la economía principal de la región Sudamérica, con la expansión de empresas explotadoras de recursos primarios, de carne a hidrocarburos, como Petrobras o constructoras, cuya expansión se fundamentó en la políticas de créditos y con el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social y las políticas del ministerio de exterior. 

La crisis del 2013 en Brasil, la explican mediante tres componentes: lo social, lo económico y lo político. Lo social se manifiesta en la rebelión de junio del 2013 que -según los autores- expresa el fin de la regulación estatal lulista. En cuanto a lo político las denuncias de corrupción retratan un espectáculo mediático, al mismo tiempo que estalla la crisis económica en el 2014 que termina en recesión en el 2015 y 2016, con el desplome del lulismo cuando las clases dominantes cambian de estrategia.

El agotamiento del PT, afirman los autores, es el agotamiento de lo que llamamos la Nueva República, el periodo que se instaura luego de la dictadura que tiene como referente fundamental la Constitución Ciudadana de 1988, momento en que se abrió la esperanza y expectativa de inclusión e integración de la población a una ciudadanía salarial: derechos sociales y trabajo estable. En ese momento el partido que representó ese programa fue el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasilera) de Fernando Henrique Cardozo cuyo fracaso no le permitió volver al poder hasta el 2022 integrados en la fórmula presidencial junto a Lula, con uno de los cuadros más importantes de la oposición tucana, Geraldo Alckmin.

Explican los autores que el crecimiento económico fruto del alza de las comodities, facilitó la creación de políticas focalizadas que mitigaron la pobreza, pero no significó un desarrollo de las fuerzas productivas, sino la profundización del modelo de economía de exportación primaria. En este marco el deslizamiento hacia la derecha resultó de la conjugación de distintos factores sociales, políticos y económicos que se pueden percibir con una dramática en común en Latinoamérica. En lo económico, se constata un agravamiento de la crisis, inflación, recesión, desaceleración del boom de los commodities. En lo social, el progresismo fue puesto en jaque por los sectores de poder y los sectores populares. En lo político la perpetuación del progresismo en el poder causó un agotamiento en la derecha expresado principalmente en denuncias por corrupción.

Se explica el derrocamiento del progresismo por la dinámica que el mismo progresismo fue incapaz de modificar las relaciones sociales de producción. En lugar de encauzar las fuerzas sociales rumbo a un cambio, el progresismo actúa como una barrera de contención de desechos, que nunca dejaron de acumularse y en algún momento desbordan, haciendo surgir alternativas de gobiernos de “aceleración” y ataque directo a las masas.

Afirman los autores, que el laboratorio de militarización durante los años petistas, estuvo acompañado de una “participación ciudadana” propiciando la participación desmovilizadora en consejos y conferencias. La coerción y los servicios sociales fueron la lógica del petismo para mantener la pacificación ciudadana. Los militares, los bancos, Temer, el cristianismo conservador, las constructoras, el emprededurismo y la pasividad, fueron todos alimentados y cultivados durante el gobierno del PT.

Si durante el gobierno del PT muchos brasileros se alimentaron mejor y compraron mas y los negros y pobres iban a la universidad, estos hechos sustentan la popularidad del lulismo, ahora bien, la paradoja que fue la ilusión de la integración salarial, termino ante el fracaso por la propia lógica de descolectivización del trabajo ante una desaceleración de la economía. 

El caso brasileño demuestra que la alternancia de gobiernos no es una dinámica cíclica de contención y aceleración, reducida a un eterno retorno a polos opuestos, sino que se trata de una dinámica acumulativa que resulta de una espiral de degradación social hacia una barbarie. El bolsonarismo aparece con un discurso que admite la guerra de competencias y pone al estado como un factor que permita la libre competencia, como lo hizo durante la pandemia. 

Para los autores la política está en sintonía con el capitalismo actual, un sistema que sobrevive a bases de crecientes inyecciones de capital ficticio, necesarias para mantener en movimiento el engranaje de la reproducción social truncado y que lleva a la putrefacción del sistema social. Finalmente, el libro concluye en el llamamiento a la rebelión, una rebelión que rechace la lógica del mal menor, cuestionando las bases del sistema capitalista para construir una alternativa emancipatoria para las mayorías populares. 


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