“Los muchachos cordobeses” de Federico Zapata

Una “elite política” con aspiraciones nacionales, defensora del capital agrario y proimperialista

El libro “Los Muchachos Cordobeses, cómo se construyó un peronismo diferente (y que podría aportar a la Argentina del futuro)” del politólogo Federico Zapata (Editorial Capital Intelectual 2023) cuenta cómo el Partido Justicialista (PJ) llegó y se mantuvo en el gobierno desde que fue electo en 1999, como parte de la corriente de la “renovación peronista”. La obra realiza un recorrido histórico-político describiendo de qué modo se habría construido una identidad de Córdoba, y de qué manera José Manuel De la Sota, y Juan Schiaretti supieron interpretarla para gobernar “una sociedad no peronista, pero no antiperonista”. 

Federico Zapata de 43 años, transerrano de San Javier, recibido de la Universidad Católica de Córdoba, afirma que su primera formación política provino del marxismo, dice haberse entusiasmado, en su momento, con el Kirchnerismo al punto de formar parte de los equipos técnicos del Ministerio de Economía, integró el equipo que diseñó el Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva. El “conflicto con el campo” fue determinante para que rompiera con el PJ nacional. 

El autor realiza un libro en modo de ensayo político sobre el partido político que gobierna Córdoba desde hace décadas al que califica como una “invención política original que funcionó a contramano del guion político dominante de la política nacional pos 2001. Un animal singular que nació en los 80, formó sus cuadros políticos técnicos en los 90 y finalmente llegó al poder en 1999. Desde entonces los muchachos cordobeses diseñaron una morfología interna y un modelo de relacionamiento con la sociedad opuesto al que organizó la galaxia peronista en la larga hegemonía kirchnerista”. 

¿Esto fue realmente así? Es necesario tener en cuenta que el actual PJ Cordobés es el resultado de derrotas políticas. En ese sentido, el autor cuenta brevemente una de ellas, cuando José Manuel De la Sota fracaso en su intento de ser candidato a presidente tras la masacre del Puente Pueyrredón, con las muertes de Maximiliano Kosteki y Dario Santillan, el movimiento piquetero enfrentó el ajuste y la continuidad de Eduardo Luis Duhalde en el poder. El bonaerense imposibilitado de continuar gobernando eligió a Néstor Kirchner en lugar “del gallego”, que se había postulado. 

Otra derrota sufrida fue con Sergio Massa, en las elecciones PASO del 2015, cuando armaron un espacio denominado Una Nueva Alternativa (UNA). De la Sota participó de esas internas en una fórmula junto a Claudia Rucci, la hija del burócrata sindical. Años después, Cristina Kirchner acordó el ingreso del actual Ministro de Economía al Frente de Todos, y restándole fuerzas a una proyección nacional para el PJ cordobés. 

Así las cosas, tuvieron que aferrarse, todavía más, a los intereses de los capitalistas que dominan la provincia; en palabras de Schiaretti: “El que se mete con los productores cordobeses sabe que se mete con Córdoba, el que se mete con el Gobierno de Córdoba sabe que se mete con todos los productores”. 

“Ethoscordobes”

Zapata asegura que “los muchachos” peronistas supieron interpretar un “Ethoscordobes”, una cultura política singular de una provincia que fue echando raíces cuyo eje sería una democracia de los farmers (denominación en inglés de chacareros), para una vía de desarrollo capitalista desde abajo. El sujeto transformador serían los inmigrantes “colonos” que supieron establecer una matriz productiva de desarrollo económico en la provincia. El autor le da una centralidad a patronales del campo y de la industria que por su identidad también serían trabajadores. 

En el libro se menciona a Lenin en función de lo que Zapata entiende del desarrollo del capitalismo en el campo cordobés. Con independencia de la lectura que el politólogo realiza del líder bolchevique, hay que decir una verdad de Perogrullo: en la actualidad la producción agraria está manejada por pulpos y grandes corporaciones, quienes marcan la orientación productiva y de defensa del capital agrario. Esto tuvo y tiene hasta una expresión práctica en la Mesa de Enlace, el conjunto de las patronales representadas en la Sociedad Rural, Confederaciones Rurales (CRA) y Federación Agraria, Coninagro. 

Zapata describe, y resalta una producción farmers a la que correspondería una democracia farmers, y en la realización de esa vinculación habría una vía desarrollo para Córdoba. (Era la época de los gobiernos del radical Sabattini). Un recurso similar al que muchas veces se escucha decir al gobierno en remarcar la dependencia del campo. 

Sin embargo, hoy en la provincia que tiene alrededor de 3,5 millones de habitantes, según el último Censo Nacional Agropecuario (2018), la población rural asciende a 48.969 personas, es decir un 1,3% del total de población. El actual desarrollo capitalista del campo y la concentración de tierras no redunda en una fuente de creación de puestos de trabajo. En tanto que la situación salarial de los obreros rurales es una de las más delicadas de todo el país. En este cuadro, el empresario del campo ya no vive en el campo. 

Con la denominacion de produccion Farmer Zapata embellece a los Monopolio de los Pool sojeros. Sucede que la estructura del campo cambió sustancialmente, y está dominado por los pool de siembra. Esto hace que los pequeños productores, propietarios, están sometidos al gran capital que opera en el campo. Esto desde el punto de vista electoral tiene un peso indudable pero de ahí a plantearlo como base de una democracia de los farmers es otra cuestión. 

Es necesario tener en cuenta que Córdoba tiene más de ocho millones de hectáreas en producción agropecuaria, es una de las mayores productoras de granos per cápita. Además lidera la producción lactea y cárnica. El modelo agrario, según Zapata “desde abajo”, provocó una reducción de hasta un 44% de las tierras de pequeños productores, arrasando en un 95% del bosque nativo. Y esto es producto de una producción orientada fuertemente hacia el monocultivo. Esto provocó que las tierras coticen al valor de la olioginosa. Así las cosas, el resto de la producción tiene una condición determinante, que encarece relativamente el precio referenciados en dólares. Hay una unidad de intereses capitalistas profunda, que es enteramente orientada por los grandes capitalistas “del campo”, que son los que se llevan la mayor tajada, en detrimento de productores agro ecologicos. 

El politólogo realiza un repaso por lo que sería un legado contestatario de los jesuitas, aborda el pensamiento federal democrático de Juan B. Justo, la visión que Sarmiento tenía de la provincia; el papel de la inmigración; la creación de un “conservadurismo progresista”; el surgimiento de pequeños productores en la formación de una Córdoba que es descrita como una “Isla democrática”. El PJ conducido por De la Sota y Schiaretti supo tener en cuenta todos estos elementos, “placas tectónicas”, de la identidad provincial para dar forma a un “cordobesismo”, un modelo de gobierno dirigido por una “elite política”. 

Así las cosas, Zapata afirma que la clave del ascenso y mantenimiento en el poder de “los muchachos” tiene que ver con que “a diferencia de la receta kircherista (peronizar la sociedad) el peronismo cordobés se hizo cordobés antes que intentar que la sociedad se hiciera peronista”. Según el autor, De la Sota y Schiaretti le imprimieron un rumbo diferente al que tomó el PJ a nivel nacional. Esa perspectiva singular del “modelo cordobés” en el cuadro de crisis del peronismo a nivel país, le permitiría tener una centralidad a Martin Llaryora, el próximo gobernador. Sucede que mientras provincias significativas, para el PJ, como Santa Cruz, Chaco, Santa Fe, cambiaron de signo político en el gobierno; el peronismo cordobés conservó el poder, e incluso se ilusiona de una proyección nacional de su “modelo”. 

En ese sentido, la campaña electoral que desplegó el PJ cordobés se esfuerza en poner a la gestión que tienen en Córdoba como un modelo para superar la crisis del país. Sin embargo, la realidad marca que la provincia ostenta altos índices de desocupación, precarización laboral, jubilaciones bajo la línea de pobreza, según el Indec, incluso la propia estadística gubernamental no puede soslayar que el pueblo trabajador está sumergido cada vez más en la pobreza. En el libro Zapata omite estadísticas sensibles. 

Sin embargo, en palabras del autor “el peronismo cordobés fundó una práctica política que, a diferencia del peronismo nacional dominante, en los últimos 20 años, no se asentó en el dominio verticalista de una jefatura sino sobre la educación de una elite colectiva pluralista, articulado sobre una fórmula sucesoria política que permitió incorporar cambios con continuidad”. Para Zapata los años de gobierno del peronismo cordobés serían el de un PJ republicano, con un “modelo” de desarrollo, para la provincia y por qué no para el país. Veamos cómo es que el politólogo argumenta su punto de vista.

“Democracia de los farmers”

Zapata afirma que en “algún sentido, en Argentina, la reforma agraria se hizo sin una bala”. Esto habría sido posible gracias al Código Civil de Dalmacio Vélez Sarsfield (sancionado en la presidencia de Sarmiento en 1869), y leyes de arrendamiento que hicieron posible la existencia de pequeños propietarios que fueron progresando. Esto resulta determinante en el pasaje de “la Córdoba confesional a la Córdoba moderna”.

Cabe mencionar que el autor omite que la expropiación de tierras iniciada por Rosas, en el marco de las autonomías provinciales; y continuada por Roca, el ejército nacional disparó miles de balas para implementar un acaparamiento de hectáreas en beneficio de familias vinculadas al poder. La “distribución” de la que habla el politólogo se hizo una vez efectuado un despojo de las tierras ocupadas por los pueblos originarios, así se sentaron las bases de la gran propiedad terrateniente, que el Código Civil no alteró, en esencia. La rebelión de los Chacareros conocida como “el grito de Alcorta” (producida en 1912), fue entre otras cosas, un alzamiento contra el marco político y legal de reparto de la tierra. Pero el autor habla de que “entre 1875 y 1890 el país experimentó una revolución”. 

Zapata sostiene que como “los salarios de peones en la pampa gringa eran altos. Este hecho motivó que los inmigrantes comenzaron primero como peones para luego volverse colonos. También implicó que con motivo de ahorrar mano de obra (que escaseaba), los colonos desarrollaron un temprano espíritu de modernización tecnológica y asociativismo. Además, los colonos, a base de esfuerzo, lograban abandonar en pocos años el oficio de peón para convertirse en productor agropecuario”. De esta manera, para Zapata se habría producido un ascenso social gracias a un “proceso de colonización plenamente capitalista”. En Córdoba este proceso, aunque arrancó de manera más tardía en relación a lo acontecido en provincias como Santa Fe, tomó un ímpetu al transformar el viejo latifundio ganadero en pequeños y medianos arrendamientos destinados a la producción del trigo y el maíz. 

Zapata habla de que los productores que se asentaron en Córdoba tuvieron un “espíritu farmers” que experimentaron un ascenso social, cimentado en lo que denominó un “credo cordobés” que tuvo como base un “q liberal y garibaldina de los colonos: fuerte vocación del ahorro y su contraparte, la inversión de capital, agresivo espíritu capitalista emprendedor, asociativismo cooperativo autoorganizado, pragmatismo y republicanismo político”. Esta cita contiene las seis notas que conforman la armonía profunda del carácter cordobés, según el autor. 

La reforma universitaria ocurrida en junio de 1918 detonó un despertar en las juventudes de Córdoba y Latinoamérica, el autor la define como “un movimiento social de resistencia en contra del poder que detentaban el obispado, la vieja aristocracia y los jesuitas (…) se entroncó naturalmente con la renovación de Amadeo Sabattini”. Es llamativo que Zapata limite la influencia de lo que también se denominó primer Cordobazo, por la implicancia de la rebelión en la unidad de estudiantes y trabajadores. Además, el movimiento tuvo trascendencia internacional, y entre los ejes de debate girará en torno a democratizar la universidad para transformar el país. 

Con la concepción de Zapata, los valores de democracia y republicanismo encontraron representación en Amadeo Sabattini, dirigente de la UCR, que gobernó Córdoba entre 1936 y 1940.Así tuvo lugar en la provincia el nacimiento de lo que el autor denominó una “isla democrática, una dimensión de la identidad cordobesa”. La docta en contraste con el país “le rendía culto al juego democrático”, impulsada por el gobernador radical y la perspectiva de un Estado barato. 

El peronismo, el campo y la industria.

Si a la “distribución” de la tierra, con las características mencionadas por el autor, se agrega la existencia de una corriente migratoria de colonos provenientes del norte de Italia que producirán una economía con base en “pequeños productores”, con una “cosmovisión” de trabajo familiar capaz de impulsar la producción, y la perspectiva de un “desarrollo capitalista desde abajo”. Esa orientación producida en el campo será susceptible de entrar en conflicto con el peronismo, que, según Zapata, planteó en sus inicios un “desarrollo agropecuario desde arriba”. Una concepción del “peronismo fundacional” en el que “el sector agropecuario tendría dos funciones centrales en la nueva estrategia de desarrollo industrial anclado en el mercado interno (…) Desde el punto de vista político, y como corolario de los pilares sociales y económicos, el peronismo funcionó como el canal de expresión y representación de un nuevo clivaje: pueblo (trabajador industrial sindicalizado) frente a la oligarquía (sectores dominantes ligados a la economía agropecuaria”. 

Zapata no desarrolla la relación del “peronismo fundacional” con el campo, cuáles serían los “conflictos”, y de qué manera se sobrellevaron. Huelga decir que bajo el peronismo no hubo reforma agraria y por lo tanto una nueva distribución de la tierra. En este punto, lo más progresivo fue la sanción del estatuto del peón rural, una concesión arrancada por la clase obrera en un contexto de relación de fuerzas a favor, tras la segunda guerra. 

En cuanto a la industria el autor aborda el nacimiento de la industria cordobesa, que en el marco de un proceso de sustitución de importaciones fueron claves para el surgimiento de una producción fabril. En ese sentido, describe cómo se reunían las condiciones para una industrialización de la provincia mediterránea: contaba con “mano de obra calificada, y un empresariado dinámico y emprendedor”. Zapata entiende que se desarrolló una “industrialización guiada por el Estado, crecimiento del mercado interno, e intervención del Estado en las relaciones entre el capital y el trabajo, es decir entre empresarios y sindicatos”. 

Sin embargo, más allá de un desarrollo relativo de algunas ramas de la industria, esta chocó con los limites insalvables de una clase dominante incapaz de promover el crecimiento industrial del país a fondo, por si sola; de hecho, Zapata reconoce que “como sub producto de la balanza de pagos motivada a raíz de la sequía de 1949, el gobierno crea en 1952 Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), que posteriormente sería la base para la industria automotriz. La creación de esta empresa fue una punta de lanza de un desarrollo fabril”. En esa línea se menciona la creación de IKA, la fábrica automotriz que se creó en conjunto entre “el Estado y capitales extranjeros y nacionales”. 

Los tres modelos de córdobas de las que habla Zapata.

Zapata describe proyectos que desafiaron el “tronco identitario de la democracia de los farmers”. En ese sentido, menciona el proyecto de una “Córdoba Católica”. El autor reconoce que el viejo catolicismo cordobés, marginado desde los tiempos de los conservadores progresistas, volvieron al centro de la escena política con el primer gobierno provincial peronista. Pero la ruptura del gobierno nacional con la iglesia tuvo epicentro en la provincia. El autor señala que la base del conflicto con la iglesia tenía que ver con la pérdida del control de la educación por parte del clero. 

La “Córdoba católica” buscó amalgamar una “tradición hispánica católica con la modernización económica liberal”, esta perspectiva no logró desarrollarse al suspender “la isla democrática”, muy arraigada; el planteo no pudo echar raíces por sobre la democracia de los farmers. Finalmente, el autoritarismo suscitó una reacción que el autor denominó “Córdoba Socialista”. 

La Córdoba socialista de la que habla Zapata irrumpe con todo pos Córdobazo, que tuvo un proceso previo signado por el desarrollo de un movimiento obrero. En este punto, el autor afirma que la creación de fábricas cambiaron la fisonomía de la sociedad y por lo tanto de la clase obrera. En este punto, diferencia a los trabajadores cordobeses de los bonaerenses en cuanto a su identidad. Así las cosas, la “Turín Argentina” tendría como protagonistas a trabajadores “instruidos”. Además, producto de un ascenso social, los hijos de los farmers ingresan a la Universidad, produciéndose una vinculación entre trabajadores y estudiantes, a tal punto en que “el tornillo que sonaba en Fiat tenía repercusiones en la Facultad de Ingeniería”. 

La descripción del proceso de lucha que el movimiento obrero cordobés realizó tiene pos muerte de Santiago Pampillon un “símbolo que galvanizó la alianza obrero-estudiantil”. Zapata entiende que en los plenarios de La Falda (1957), Huerta Grande (1962), el surgimiento de la CGT de los argentinos, como elementos que fueron configurando “un contrapoder contra el orden establecido”. El autor omite que el peronismo en las vísperas de Cordobazo se movía entre un colaboracionismo directo y la parálisis. Por eso, los dirigentes sindicales que participaron del Cordobazo y del paro nacional del 30 convocado por ambas CGTs lo hicieron a la rastra de la iniciativa de la base obrera 

Con esos antecedentes, Zapata también soslaya que entre los cantos y consignas de la jornada se escuchó un “luche, luche y no deje de luchar por un gobierno obrero, obrero y popular”. Se trata de otra omisión, no menor. Sucede que el Cordobazo implicó una ruptura abierta de las bases obreras con la burocracia sindical peronista, que se constata en la recuperación de comisiones internas y gremios a manos de conducciones clasistas, en todo el país. En este marco, la experiencia de los sindicatos clasistas de Sitrac-Sitram marcarón una perspectiva de lucha e independencia política de la clase obrera. 

El Viborazo que el politólogo peronista describe es producto del proceso anti burocrático que tuvo en los clasistas un elemento clave. En ese sentido, el libro “Sitrac-Sitram, la lucha del clasismo contra la burocracia sindical” describe “la penetración imperialista” que “ha convertido a la oligarquía y a la gran burguesía nativa en socias menores de los monopolios internacionales”. Destaca al “proletariado, columna vertebral y dirección de la lucha por la liberación”. Y marca como “objetivo final” la construcción del socialismo; edificando “una sociedad sin clases, que suprima toda explotación del hombre por el hombre”. Resulta llamativo que el autor elogie al “petiso Páez” (uno de los dirigentes de los mencionados sindicatos clasistas) sin mencionar la lucha por la independencia en los sindicatos. En ese sentido, convocado por el Sitrac-Sitram junto a otros gremios recuperados, se realizó un congreso nacional de sindicatos combativos, cuyas conclusiones centrales marcaron definiciones de una vanguardia para luchar contra la burocracia sindical y el Estado. El Viborazo fue un golpe de muerte al gobierno golpista que tuvo que recurrir a la vuelta de Perón y la convocatoria a elecciones para contener el avance de una lucha obrera y popular en ascenso. 

Zapata sostiene que con la vuelta de Perón la ortodoxia peronista salió de la marginalidad, y derrocó al gobierno provincial; un golpe que se denominó Navarrazo, en abierta alusión a Antonio Navarro, el jefe de la Policía de Córdoba que dirigió el levantamiento derechista que derrocó a Obregón Cano, esto fue avalado por “el general”: un “anti Cordobazo”. Además, al Comando Libertadores de América lo denomina la Triple A cordobesa. Cabe tener en cuenta que José Manuel De la Sota fue secretario de Gobierno de la intendencia de la capital cordobesa de José Domingo Coronel quien asumió luego del levantamiento derechista, y la instauración del interventor provincial fascistoide Lacabanne.

Siguiendo al texto, se dice que con el golpe del 76 “la etapa de la Córdoba combativa se cerraba”; pero cabe agregar que las huelgas de junio y julio del 75 desbordaron al gobierno de Isabelita y López Rega que se había jugado a descargar la crisis económica sobre el pueblo trabajador con un ajuste brutal conocido como “Rodrigazo”. Fue la primera huelga política de masas contra un gobierno peronista empecinado en que la crisis la pague la clase obrera, la huelga general tuvo origen en las plantas de Ford Pacheco, y se extendió a todo el país, en Córdoba trabajadores de plantas automotrices y autopartistas ganaron la calle. Esta huelga general, con la experiencia vivida por los clasistas, puso de manifiesto una marcada tendencia hacia la independencia política en la clase obrera, una conciencia de clase, opuesta a un “ethos cordobés” policlasista, forjada en los “azos” que se desarrollaron en todo el país. Así las cosas, las clases dominantes tuvieron que recurrir a una dictadura fascistoide, que aniquiló miles de luchadores populares para enfrentarla. Lo señalado importa y mucho en momentos en que Javier Milei, y Victoria Villarruel son voceros principales de una política negacionista del genocidio. 

Zapata habla del proyecto de una “Córdoba mediterránea del federalismo empresarial”, que “se configura en este periodo”, y que a diferencia de la “Córdoba católica” y la “Córdoba socialista”, “busco complementar (no superar) a la democracia de los farmers y el ethos cordobés”. Este modelo, tiene origen en lo que hoy se conoce como Fundación Mediterránea constituida en 1977. Este reagrupamiento de los capitalistas de la provincia es visto de manera progresiva por el autor del libro. En ese sentido describe su surgimiento, su apego por la singular identidad que tendría la provincia. Pero, otra vez omite algo clave, el papel que jugaron integrantes de la entidad empresaria en la dictadura militar. Lo que el politólogo pasa de largo, y para peor escribe: “El nunca más fue mucho más que un lema de época, la sociedad que salió de ese laboratorio construyó un consenso transversal: nunca más radicalización y nunca más violencia política”. 

Pero, Zapata no tiene en cuenta lo revelado en el juicio al general Menéndez a cargo de la represión por parte del III Cuerpo de Ejército y sus cómplices. Castro Garayzábal, uno de los mentores de la Fundación sostuvo que en agosto del 76 se terminaron los problemas. En este punto es necesario tener en cuenta que “los abogados de H.I.J.O.S. y Familiares sumarían otra revelación, al informar que en el Colegio de Escribanos de Córdoba existen actas notariales en las que consta que la empresa IKA-Renault habría entregado listas con las direcciones de sus trabajadores a las autoridades militares”. En respuesta a una nota de Menéndez exigiendo a la empresa que “en el término de 72 horas” provea esa información por “requerimientos de seguridad”, la IKA-Renault entregó las listas, pero hizo certificar ante escribano que algunos obreros “no actualizaron” su domicilio o “no asistieron” ese día al trabajo. Así, la prolijidad burocrática de la multinacional automotriz generó una valiosa evidencia. En esa lista figuraban con sus domicilios Hugo Osvaldo López, Carlos Alberto Velázquez, Jorge Oscar Rodríguez, Maximino Sánchez y René Rufino Salamanca –el secretario general del Sindicato de Mecánicos de Córdoba secuestrado el mismo 24 de marzo de 1976–. “Todos están desaparecidos”, sintetizó Alexis Oliva, (Periodista, docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC) en el portal del sindicato de prensa de Córdoba, Cispren.

En Córdoba, en plena dictadura militar, se desarrolló la Fundación Mediterránea, integrada por empresarios como Astori, Pagani-Arcor, Roggio, entre otros; quienes fueron acercándose al poder central para lograr un lobby en favor de las empresas del interior que la UIA no defendía. El reagrupamiento de capitalistas fue creciendo en influencia en el rumbo político y económico de la provincia y del país. En 1977 Domingo Cavallo llegó al Instituto de Estudios Económicos (IIERAL), fue un paso previo a convertirse en un alto funcionario de la Dictadura Militar, ocupando el puesto de director del Banco Central, bajo las órdenes de Martínez de Hoz.

El proyecto de la “Córdoba mediterránea” toma impulso con el golpe de 1976. El posterior juicio y sentencia contra los genocidas no debe servir para ocultar la responsabilidad de los empresarios y de la iglesia. La actual renovación de la “democracia de los farmers” es una continuidad de intereses sociales y económicos entre la dictadura y los gobiernos sucesivos. Pero el autor sostiene que en 1983 la “Nueva Córdoba no se construiría sobre una tábula rasa, sino que buscaría con el río profundo de su identidad mediterránea, y enterrar para siempre los proyectos que habían puesto en crisis la democracia de los farmers”. 

De sus tiempos de “formación marxista” el autor olvida que “las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho, en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”. 

De La Sota, Schiaretti, un peronismo “societalista”, “anfibio”.

Las elecciones de 1983 fueron un duro golpe para el PJ en todo el país, y fueron claves para el surgimiento de la corriente renovadora del peronismo que llevó de candidato presidencial a Cafiero, quien perdió la interna con Carlos Menem. En ese espacio se integró José Manuel De la Sota. Si en la primera elección a gobernador, tras la vuelta a la democracia, la fórmula peronista integrada por Raúl Bercovich Rodríguez, y Alejò Simò dirigente de la UOM, perdió por alrededor de 16 puntos de ventaja frente a la UCR; en las fórmulas posteriores las conducciones burocráticas de los sindicatos dejaron de estar en el binomio gubernamental como era “tradición” en el PJ. En su libro, Zapata describe ese proceso como parte de la lucha de “los renovadores” contra la ortodoxia peronista, un proceso de lucha por la conducción del partido que dieron desde el llano hasta construir una “nueva elite contra hegemónica”, que ganó la conducción del peronismo de Córdoba para luego disputar el poder en la provincia. 

Zapata describe las experiencias militantes y de vida de De la Sota y Schiaretti, que venían de ramas de militancia distintas y que llegaron a confluir en una corriente que le dio una morfología diferente al peronismo, un nuevo partido en palabras del autor. Para llegar a ese objetivo, los renovadores aplicaron una “regionalización”, que consistiría en un “federalismo puertas adentro”, de tal manera de crear “un liderazgo territorial colectivo” en oposición a todo verticalismo “propenso a favorecer cuadros políticos dóciles (…) incapaces de construir representatividad”. Así surgió una mesa de conducción que adhirió a una “Pluralización”, que el autor la describe como un “mercado de competencia”, es decir que “a mayor competitividad en los territorios, mayor acceso a la cúpula provincial del partido”. De esta manera surgió un peronismo con controles y contrapesos de tal manera que la elite política en ascenso fue “compartiendo el poder”. 

El nuevo peronismo, siguiendo a Zapata, no tendría como centralidad el Estado, “sino en las coaliciones”. Es decir “el poder productivo del Estado para contribuir al desarrollo capitalista, en lugar de oponer Estado y mercado, los muchachos cordobeses optaron por una acción conjunta. De esta manera, el poder residía para los renovadores en edificar sobre lo expuesto”. De esta manera, Zapata afirma que esta “Societalización” permitió poblar el partido de hombres y mujeres como Roberto Urquìa de la Aceitera General Deheza (AGD) uno de los monopolios agroexportadores más fuertes del país, Enrique Gastaldi de la Fundación Mediterránea. Zapata dice que el peronismo “se pensaría como una unión de fuerzas sociales”. 

De esta manera fue operando una “trasmutación” en el peronismo del “peronismo como corporación sindical al peronismo como corporación política”. Esto supuso una profesionalización, y por lo tanto el ingreso de técnicos, así se fue institucionalizando un “partido del orden y el poder”, que fue cambiando de sellos para ganar elecciones provinciales desde 1999 a la fecha. 

Zapata presenta a los renovadores como contra hegemónicos, y hasta que se enfrentaron al menemismo. Pero la rivalidad en corrientes internas del peronismo no puede suponer un programa de gobierno alternativo al de Carlos Saúl Menem. En este punto vale recordar que los muchachos cordobeses llevaron en 1999 a la intendencia a Germán Kammerath, sobrino del riojano, y afiliado de la Ucede, acusado de colaborar con la dictadura; que el pueblo trabajador lo enfrentó mediante la movilización popular. Kammmerath terminó su mandato acosado por la movilización popular, años después fue condenado por corrupción. 

Además tanto De la Sota como Schiaretti fueron funcionarios bajo el menemismo, el primero llegó a embajador en Brasil, en tanto que el actual gobernador de Córdoba manejó la Secretaria de Comercio e Industria del Ministerio de Economía, y posteriormente fue interventor de la provincia de Santiago del Estero, luego de la rebelión popular conocida como “el Santiagueñazo”. La llegada de los muchachos cordobeses al poder, citando a Zapata, fue con “los recursos y la experiencia en gestión que el periodo menemista les facilitó”. 

Zapata afirma que “el peronismo cordobés se pensaría como una unión de fuerzas sociales. Como el partido de los sectores productivos dinámicos de la provincia y como el canalizador del federalismo empresarial mediterráneo”. Un esquema de poder en el que se deja de lado la “columna vertebral” del movimiento, para pasar a edificar un gobierno al servicio de la burguesía provincial. Y en ese sentido, el primer gobierno de De la Sota sentó las bases de previsibilidad. Por eso se encararon las “reformas del Estado” que incluyó una reforma de la constitución provincial. 

En efecto, en 1999 los muchachos cordobeses impulsaron una Constituyente que modificó la carta magna provincial, que introdujo cambios significativos, entre ellos la modificación del poder legislativo. Tras la reforma, se pasó a un sistema de elección de un representante por departamento, y representantes por distrito único, de esta manera el sistema de representación proporcional D´Hont quedó parcialmente modificado. Así, la Unicameral perdió capacidad de controlar al ejecutivo. También se modificó el poder judicial, tras la reforma, a través del parlamento, el gobernador tiene injerencia en la designación de “los miembros del Tribunal Superior de Justicia y demás tribunales inferiores, y a los miembros del Ministerio Público”, según el artículo 144 de la norma. 

De esta manera se fue gestando una capacidad de control del ejecutivo por sobre las instituciones. Además, el primer gobierno de De la Sota vino con una serie de reformas en las que se encontraba la privatización de la empresa provincial de energía (EPEC), este objetivo no se cumplió gracias a la lucha de los trabajadores de Luz y Fuerza, que le provocaron una derrota al PJ. Se trató de una lucha importante en la que Zapata no pone el acento. 

El conflicto con el Campo y la ruptura con el Kirchnerismo. 

Zapata sostiene que hasta lo que se conoce como “conflicto con el campo”, la relación entre el PJ cordobés y Néstor Kirchner fue de “mutua conveniencia”. Así acordaron las listas legislativas en el 2005 y en el 2007, para esta última elección quien encabezó la lista unificada del peronismo fue el poderoso capitalista Roberto Urquía, una síntesis de una orientación común que entró en crisis con lo que se conoció como el “conflicto con el campo”. 

Para Zapata “el conflicto con el campo marcó la primera herida profunda que el kirchnerismo le asentaría a su relación con Córdoba. Pelearse con el campo en el 2008 no implica batallar contra una selecta oligarquía, sino darle la espalda al grueso del territorio federal”. El autor también sostiene que la mirada del gobierno nacional “estaba teñida de prejuicios y una concepción del desarrollo anacrónica”, realizando una defensa cerrada del conjunto de las patronales del agro. 

Sin embargo, el Lock-out de las patronales del campo contra la política impositiva del gobierno, expresada en la sanción de la 125 implicó un quiebre del capital agrario con Néstor Kirchner, quien al llegar al gobierno se puso como objetivo “recuperar la burguesía nacional”, este planteo tuvo un corte. Sucede que el gobierno nacional esencialmente pretendía hacerse de recursos para pagar la deuda externa y superar una amenaza de ‘defol’, las patronales del campo buscaban acaparar una mayor parte de la renta que generaba el alza fenomenal de los precios internacionales. Se trataba de una pelea entre capitalistas detrás de la cual no había ningún interés progresivo para la clase obrera. La resolución del conflicto produjo una división de aguas en los partidos. En este enfrentamiento el PJ cordobés se alineó con las patronales del campo. 

Años después, para Zapata se produce una “antikirchnerizacion definitiva de la sociedad cordobesa, tras el amotinamiento policial del 3 y 4 de diciembre del 2013, que derivó en saqueos a comercios y supermercados”. El autor del libro describe los hechos responsabilizando al gobierno nacional de lo sucedido. 

Siguiendo a Zapata, el reclamo de las patronales del campo, y el motín policial terminó por impulsar al peronismo cordobés “para salir a colonizar la nación”. Es que los reclamos de las patronales agrarias no solamente apuntaban contra el cobro de las retenciones. Para expresar esos reclamos De la Sota, en el 2015, armó una alianza electoral con Sergio Massa que se denominó Unidos por una Nueva Argentina (UNAE) el actúal Ministro de Economía, en ese entonces anti K, ganó la interna, y José Manuel tuvo que posponer su candidatura presidencial. Sin embargo, años después volvería a insistir y en esa perspectiva se encontraba militando hasta los últimos días de su vida. Según trascendidos De la Sota abrió un diálogo con Cristina Kirchner a los efectos de unir a todo el peronismo para enfrentar a Mauricio Macri en las presidenciales del 2019. El fallecimiento de uno de los líderes del PJ provincial truncó esa posibilidad, de la que el autor del libro no hace mención. 

El PJ del modelo cordobés. 

Zapata habla de una consolidación del modelo cordobés entre el 2015 y el 2023. Y en ese sentido, nombra medidas como ejemplo de un desarrollo productivo. En esa línea mencionó el impulso a la producción y consumo de los biocombustibles, y bioenergías. Además, describe un “súper plan de la obra pública”, en el que se encuentran las autovías, entre otras medidas. Hay que decir que lo recaudado por el inmobiliario rural y otros tributos financia un fondo de obras y programas para los empresarios del campo. También gran parte del endeudamiento público provincial está relacionado al financiamiento de las obras para el “campo”. Pero todo ello no alcanza para explicar solo las causas de la pobreza en Córdoba, que están íntimamente vinculadas con una precarización laboral, desocupación, pérdida del poder adquisitivo, valor de salarios y jubilaciones. 

Además, la provincia registra un aumento de precio de la tierra y de los alquileres. Los presupuestos provinciales que año tras año se aprueban en la legislatura no modifican el cuadro de problemas anteriormente descritos, sino que esos problemas estructurales se sostienen en el tiempo. La generación de fuentes de trabajo en Córdoba está prácticamente paralizada, en el mejor de los casos. La afirmación surge de acuerdo con la última medición del Indec que arrojó un 8,3% de desocupación, apenas un 0,4% por debajo del registro realizado el año pasado por el mismo organismo. La tasa de desempleo cordobesa es una de las más altas del país. El empleo informal en Córdoba se ubicó en 33,7% al cierre del segundo trimestre del 2023, un 1,3% más que el promedio nacional. Esto es lo que explica que la supuesta mejora laboral es sobre la base de un aumento del trabajo no registrado, con remuneraciones cada vez más lejos de la canasta familiar.

Quienes gobiernan y la oposición patronal no tienen un programa para generar fuentes de trabajo garantizando los derechos laborales de la clase obrera. Muy por el contrario, coinciden en impulsar reformas que apuntan a bajar ingresos y en solidificar un cuadro de precarización laboral. Zapata no analiza los problemas mencionados, y describe medidas que tomó la gestión provincial en estos últimos años a las que alaba, como por ejemplo las escuelas PROA, o los PPP, medidas de gobierno que tienen en común una orientación de precarización laboral. 

Además, el gobierno provincial ya impulsó reformas a las jubilaciones estatales y una modificación del estatuto docente; un ataque de magnitud a las condiciones laborales de toda la docencia de Córdoba. Sin duda esta medida, junto a una política salarial de ajuste, terminó por hacer reaccionar a un colectivo docente que viene enfrentando a la burocracia sindical Kirchnerista de la lista Celeste que vino pactando con las gestiones de “los muchachos cordobeses”. Lo señalado se expresó en la derrota de la lista Celeste en la seccional capital del sindicato docente, UEPC, a manos de una dirección combativa de izquierda. Cabe agregar que el libro también omite un desarrollo en la relación del PJ cordobés con el movimiento obrero. Un elemento clave para imponer pautas salariales a la baja. Por eso, el nivel general de los haberes en Córdoba no sobrepasa los valores nacionales, aun cuando se trata de una provincia rica. 

Conclusiones

Zapata sostiene que los muchachos cordobeses parten de “una nueva conceptuación de la democracia, nueva conceptualización del Estado, una nueva conceptualización de la matriz de acumulación, un peronismo a la vanguardia de los procesos políticos”. Así las cosas fundaron un “modelo”, es decir una “estrategia de crecimiento y desarrollo” que “se constituiría reproduciendo en el poder lo que había dado resultado en el llano, la construcción consciente de una elite de poder diferenciada. En segundo lugar, la búsqueda de un régimen gubernamental singular (…) para acelerar la transición tecno-productiva en la provincia”.

El autor marca la importancia que tienen los capitalistas y en particular el campo para Córdoba. Esto va en la línea de lo que suele reiterar Schiaretti cuando dice que “el progreso de la provincia estuvo, está y estará vinculado al complejo agroalimentario… Cuidar Córdoba es cuidar el campo cordobés”. Tal vez en función de la defensa de esos intereses Schiaretti planteó un gobierno de “Unidad Nacional” con el (ex) espacio derechista denominado Juntos por el Cambio, en medio de la campaña electoral. La integración finalmente no se realizó a nivel nacional, pero bien vale señalar que en la provincia hay un gobierno de coalición con elementos provenientes de diferentes partidos políticos patronales, desde el PRO, la UCR, pasando por el PS, el Movimiento Evita, y sectores provenientes del ex Frente de Todos. La conformación de este tipo de coaliciones echa claridad sobre el programa común que defienden los partidos capitalistas en la provincia. 

Habría un peronismo republicano para un modelo de producción y desarrollo. En palabras de Zapata los muchachos cordobeses edificaron “una elite no construida sobre un liderazgo monolítico, sino plural, colectivo que nunca puso en riesgo la continuidad del poder, la continuidad del orden, y de esa manera resolvió el problema de la sucesión política al interior del peronismo”. 

Además, hay otro elemento ausente: es una mención a la deuda externa de Córdoba en dólares. Una hipoteca que pesa sobre las finanzas provinciales, que fueron contraídas esencialmente para favorecer a los capitalistas que dominan la provincia. El peronismo cordobés destina un súper endeudamiento de la provincia y el alza de la recaudación a los grandes negocios y obras que necesita el capital, como sucede con el corredor bioceanico y la autovía de Punilla, o el fondo de 500 millones de pesos que se acaba de anunciar para subsidiar al biocombustible. Es la misma orientación de endeudamiento en beneficio del capital que teóricamente llevaría adelante Sergio Massa, al servicio del FMI.

El libro de Zapata fue en la perspectiva de la campaña que “Hacemos por Córdoba” realizó en las últimas campañas electorales. Juan Schiaretti participó del debate presidencial con un discurso con el que buscó mostrar su gestión en el gobierno de Córdoba como una perspectiva de salida a la crisis del país. En ese sentido, presentó una delimitación basada en mostrarse “antigrieta”; puso el acento en el eje “interior vs Amba”, y una serie de supuestos beneficios que ya tendría el pueblo trabajador. Pero, la “verdad de la milanesa” es que el PJ cordobés subordina los intereses de trabajadores y jubilados al interés del gran capital agrario e industrial. Este libro de Zapata termina siendo un panegírico en función electoral de Schiaretti y Cía.


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