El 25 de abril de 1974 comenzó una revolución en la nación lusitana cuya manifestación inicial se expresó en el alzamiento de la oficialidad media del ejército portugués, sus tenientes y capitanes, pero que de inmediato dio lugar a la apertura de las compuertas a la irrupción de las grandes masas de explotados que hicieron tambalear y poner en riesgo el régimen capitalista de carácter imperialista-colonial existente en Portugal.
El proceso que hizo madurar la revolución
Portugal desde 1926 era gobernada por una dictadura corporativa, de características fascistas. En 1926 un golpe militar, con el general Manuel Gomes da Costa a la cabeza, terminó con la Primera República, caracterizada por sus continuas crisis y cambios presidenciales y ministeriales, que no garantizaban la estabilidad del régimen capitalista lusitano. Desde la instalación de la Primera República en 1910 hasta 1926 hubo ocho presidentes y 38 primeros ministros, lo cual pavimentó el camino hacia el golpe, organizado por sectores monárquicos y católicos, descontentos a su vez por la naturaleza laica del Estado republicano. El descontento militar, por otra parte, fue abonado por la disconformidad con su participación en la Primera Guerra Mundial decidida por la Primera República. Por otra parte, el envío de 50.000 efectivos del ejército (30.000 bajas y el gasto armamentístico ocasionaron un enorme endeudamiento e inflación), que a su vez aisló al gobierno, abonando la realización del golpe, que fue el resultado de una conspiración entre el ejército con la burguesía agraria y financiera, que durante la etapa que va desde el golpe a 1933 estuvo representada por António Oliveira de Salazar como ministro de finanzas. Precisamente el mismo que en 1933 asume la presidencia para ser reemplazado provisoriamente por Marcelo Das Neves Alves Caetano en 1968 y definitivamente en 1970, a su muerte. Esta dictadura estaba basada en la existencia de un partido único (Partido Unión Nacional), que dominaba un parlamento decorativo, ya que era Salazar con su Consejo de ministros quien tomaba las decisiones apoyado en las bayonetas. Por otra parte, existía una organización juvenil, apéndice del estado corporativo, al que se denominaba Estado nuevo, cuyo nombre era Mocidade Portuguesa, una organización paramilitar, la Legión Portuguesa y una policía política a la que se denominaba Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), encargada de secuestrar y torturar a quienes se opusieran al régimen, tarea para la que contaban con campos de concentración. Se trataba de un régimen basado en el terror. Cabe señalar que el ascenso del gobierno derechista fue apoyado por monárquicos y ultracatólicos, disconformes con la primera república, en un contexto europeo en el que se había producido el ascenso del fascismo en Italia, y del nazismo en Alemania, como así también el ascenso de Franco al poder, luego de la derrota de la Revolución española en 1939.
Un país imperialista-colonial atrasado
Portugal era el país más atrasado de Europa, que combinaba su aplazamiento económico con su condición de potencia colonial, ya que contaba en África con las colonias de Angola, Guinea y Mozambique. La renta per cápita era de entre el 50% y el 70% de la media de Europa. El sector exportador era completamente dependiente del imperialismo británico, al que le vendía vinos de Oporto y de Madeira, corcho y productos de sus colonias. Por su lado importaba carbón, aceites minerales, hierro, tejidos de algodón, alimentos, máquinas y otros artefactos. Eso constituía el 62% de las importaciones. A pesar de haberse abolido los privilegios feudales en 1820, el régimen de propiedad de la tierra era el latifundio en el sur y en el norte predominaba un trabajo agrario de subsistencia basado en el minifundio. No obstante, entre 1960 y 1973 se produce una migración de trabajadores rurales a la ciudad (especialmente a Lisboa y Oporto), circunstancia que hace bajar la proporción de trabajadores rurales con relación a la de obreros fabriles pasando en el campo del 44% al 26% y en las ciudades del 29% a 36%, fortaleciendo así la concentración obrera como fuerza motriz, que poco después va a ser una protagonista de la Revolución de 1974. Esto tiene lugar como resultado de una mayor penetración industrial de los países imperialistas en Portugal, una de cuyas expresiones es su ingreso a la E.F.T.A junto con Gran Bretaña, Suecia, Suiza, Dinamarca y Noruega, sin barreras arancelarias (proceso que años más tarde acabará con la incorporación de Portugal a la Unión Europea). Y a esto se añaden acuerdos con el FMI y el Banco Mundial. Cabe señalar que esta política comercial abrió una crisis entre fracciones de la burguesía lusitana debido a que había una fracción de la misma atada al comercio con las colonias, mientras que el resto privilegiaba realizarlo con naciones europeas con más alto desarrollo. Esto también será un factor en el desenvolvimiento de la Revolución del 74. En este cuadro, la inversión extranjera pasó de 826.000 millones de escudos (moneda portuguesa) en 1970 a 2.726.000 escudos en 1973. Se instalaron grandes industrias imperialistas: I.T.T, General Motors, General Electric, Westinghouse, Firestone, Basf, Hoechst, AEG Telefunken, V.W, Grundig, Siemens, Citroen, Saint Gobain, CGE. Thompson, Rechiney, Royal Dutch, Unilever, Philips, ICI, BLMC, BP, que eran las principales empresas norteamericanas, británicas, francesas, alemanas, holandesas, a las que se agregaban suecas, japonesas, suizas, etc. Esto, además de proporcionar un alta tasa de beneficio al capital imperialista, fortaleció numéricamente a la clase obrera portuguesa, cuyas condiciones laborales y salariales eran deplorables. Para completar el cuadro de concentración económica en manos del gran capital bancario e industrial añadamos que en 1971 siete bancos concentraban el 83% de los depósitos y carteras comerciales, el 0,3% de las sociedades capitalistas acumulaba el 53% del capital en relación a la totalidad, y en 1972 el 16% de las industria producía el 73% del total.
Con respecto a la propiedad agraria la concentración se manifestaba de la misma manera: en 1968 había 1168 explotaciones con más de quinientas hectáreas, el 30,3% de la propiedad con un contraste con la pequeña propiedad que era de 631. 482 minifundios de 4 hectáreas cada uno. Entre 1968 y 1972 el capital financiero aumenta de 7,3 miles de millones a 13,3 miles de millones de escudos.
La poco desarrollada industria portuguesa estaba concentrada en un escaso número de empresas, a saber, Chumpalimando, Espírito Santo, Pinto Basto y Mella que detentaba la propiedad de Uniäo Fabril, con el 20% de la producción industrial, y poseía ciento ochenta y seis subsidiarias que tenían el 10% de la producción nacional total.
La guerra colonial desatada desde 1961 por parte del Estado portugués contra los movimientos de liberación independentistas agudizaron la crisis económica, aumentaron la inflación y el endeudamiento, ya que se ocupó el 40% del presupuesto en los gastos para sostenerla. Hay que decir que el atraso portugués obedeció a que tenía una economía parasitaria basada en la explotación colonial que favorecía a una fracción de la burguesía cuyo empeño en desarrollar la industria era nulo. Lo mismo ocurría con la atrasada explotación agraria, que daba un alta renta a los grandes propietarios. Por otra parte, la burguesía portuguesa obtenía un alta plusvalía absoluta, sin necesidad de invertir en desarrollar su capital constante (tecnología, etc.) ya que pagaba bajísimos salarios.
El hundimiento de la economía portuguesa
Tal como acabamos de señalar, la economía portuguesa se hallaba en un profundo declive que se expresaba en el crecimiento del capital especulativo en relación al capital fijo en la industria. En efecto: en 1966 la inversión industrial era del 17,33%; en 1967 bajaba al 5,7%; en 1968 era del 2,95% y 0,7% en 1969. El déficit en la balanza comercial en 1964 alcanzaba a 7.900 millones de escudos, subía en 1970 a 17.700 millones de la moneda portuguesa y en 1973, año previo al estallido revolucionario, trepaba a 28.400 millones de la misma moneda. Que se iba a un crac financiero era un secreto a voces, ya que en los primeros meses de 1973 el valor nominal de las acciones bursátiles era 32 veces mayor que el valor real que expresaban productivamente. La recesión mundial de 1973, acicateada por la crisis petrolera, hizo madurar la Revolución portuguesa que estaba por venir. Se produjeron dos fenómenos inversos pero concomitantes: entre 1960 y 1973 cerca de un millón y medio de habitantes abandonaron Portugal. Pero al mismo tiempo la clase obrera industrial había crecido numéricamente alcanzando el millón, contribuyendo a esto la proletarización de una franja de la pequeña burguesía, alimentada por el empobrecimiento creciente.
La clase obrera va madurando
El crecimiento de la clase obrera industrial, sumado a las condiciones salariales y de vida que atravesaba (serios problemas de vivienda cuyo origen residía en la urbanización anárquica, hacinamiento, etc.) fueron haciendo crecer la combatividad de los explotados portugueses. Entre 1969 y 1971 la dirección de treinta sindicatos fue ganada por sectores opositores al régimen, luego 44 sindicatos formaron la lntersindical en 1970, por la iniciativa de los sindicatos textil y metalúrgico. A partir de 1969 tuvieron lugar grandes movilizaciones estudiantiles y obreras, pero también de profesionales, como médicos y arquitectos. En junio de 1973 se produce una huelga de trabajadores de transportes aéreos portugueses reclamando por un convenio colectivo, produciéndose violentos enfrentamientos con la policía. Las reivindicaciones que estimulan la lucha obrera son el salario, la semana laboral de cuarenta horas, vacaciones de 30 días pagas, prohibición de despidos sin causa justa y contratos colectivos de trabajo. Hay petitorios, concentraciones en la puerta de las fábricas, asambleas y huelgas. La policía que integraba las temidas PIDE reprimía, pero no lograba su propósito, y en algunas ocasiones las luchas arrancaban reivindicaciones. Por ejemplo, los bancarios, luego de elegir una dirección de lucha en 1969 en Lisboa y Oporto obtienen un convenio colectivo después de una asamblea de siete mil trabajadores. Entre 1972 y 1973 el gobierno de Caetano congeló los salarios por presión de las patronales que se negaban a aumentarlos, en un contexto de una inflación que alcanzó entre el 11,5% y 19,2%. La reacción obrera se puso a andar con acciones de lucha, una de cuyas expresiones se produjo el 15 de abril de 1973, día en que tuvo lugar una imponente manifestación de cuarenta mil trabajadores en Oporto contra la carestía. Fue un preludio de 1974, ya que en los últimos meses de 1973 hubo una oleada masiva de huelgas: desde el otoño a la primavera (septiembre y abril) cien mil obreros realizaron medidas de fuerza. El incremento de los impuestos impactó en el bolsillo de las grandes masas empobrecidas aumentando (los indirectos) un 73% y los profesionales el 53%. Todo estaba preparado para una irrupción revolucionaria.
La guerra colonial y la crisis en el ejército colonial portugués
A lo descripto en el párrafo precedente cabe añadir una cuestión vital: la guerra colonial completamente impopular. Desde 1961 hasta 1974, año de la revolución, estaba teniendo lugar una guerra mediante la cual Portugal pretendía conservar sus colonias africanas (Angola, Guinea, Mozambique), cuya superficie era extensa como el continente europeo. Para ello necesitó enviar un ejército para lo que apeló al reclutamiento de oficiales jóvenes, que tenían la peculiaridad de no ser parte de la burocracia militar profesional tradicional, y que por añadidura tenían un origen social universitario, el resto estaba integrado por soldados de origen obrero y campesino. A esta oficialidad joven la llamaban “oficialidad de complemento”, que por ser de origen universitario estaba influida por la izquierda a su vez afectada por el Mayo francés y la Revolución checa de 1968. Por otra parte, esta nueva oficialidad tenía vedados los ascensos y aumentos salariales que recibían los oficiales del ejército tradicional. Ese fue el caldo de cultivo que hizo germinar en parte el alzamiento de abril de 1974 y que dio lugar a asambleas de la joven oficialidad que elaboraron un programa de reclamos.
Pero esta guerra era pura pérdida para la economía portuguesa. Nuestro periódico Política Obrera del 6 de mayo de 1974 expresaba: “El primitivismo y el carácter parasitario del capitalismo portugués lo hicieron enteramente dependiente de los beneficios de la explotación colonial, que en forma creciente en la última década debía compartir con el gran capital imperialista. Las derrotas del ejército colonial -salvador de la nación burguesa- en Guinea y Mozambique en los últimos años ya no compensaba la sangría financiera impuesta a la burguesía metropolitana para mantener una guerra que estaba en un callejón sin salida. Un cincuenta por ciento del presupuesto nacional se destinaba a la compra de armas y a mantener 220.000 soldados. La sangría financiera redujo las ganancias por la de mayores impuestos a varias de las fracciones capitalistas. Las armas para la guerra colonial fueron entregadas por ingleses, yanquis, alemanes, italianos y sudafricanos. Pero estas no venían solas. El capital extranjero al cual el gobierno abrió por completo las puertas en 1965, de la economía metropolitana y colonial desplazó incesantemente a la burguesía portuguesa. Caetano permitió a los inversores repatriar libremente sus beneficios, constituir sociedades de capital y dirección completamente extranjeras, y le otorgó amplias excepciones fiscales. En 1971 las inversiones externas aumentaron un 91% y representaban ya la cuarta parte de lo que se hacía en el país (Le Monde, 7 de noviembre de 1972). En cuanto a las colonias, “En Angola el algodón es explotado por una filial belga, el ferrocarril pertenece a una compañía inglesa, los yacimientos de hierro son explotados por la Krupp alemana, la producción de café es controlada por la banca francesa, la de petróleo por la Gulf Oil norteamericana y los yacimientos diamantíferos son explotados por un grupo sudafricano asociado a la Banca Morgan (Clarín, 29 de abril de 1974). En Mozambique el petróleo es explotado por dos pulpos yanquis, Gulf y Hund y la represa de Cabo”. Es decir que la burguesía invertía en sostener a su ejército, pero las ganancias se las llevaban las potencias imperialistas. Esto tenía lugar, de acuerdo a un artículo publicado en Política Obrera del 13 de mayo de 1974 en un contexto de considerable retroceso del ejército colonial: dos tercios de Guinea estaban liberados del ejercito portugués y en 1973 fue reconocida por la ONU como república independiente; en Mozambique el 40% estaba en manos del FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique), que estaba por cortar la comunicación ferroviaria con Rhodesia (actual Namibia) y Sudáfrica y Angola, mientras que en Angola progresaba la lucha independentista, pero se desarrollaba solo en la parte oriental.
25 de abril: estallan las contradicciones, comienza la revolución
Las tropas del MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas dirigidas por los capitanes y la oficialidad joven) avanzaban hacia el Palacio del Carmo (sede del Gobierno nacional). La multitud, cuyo odio y hartazgo ya se venía expresando en la etapa previa al 25 de abril saludaba a los soldados a su paso. En Lisboa, Oporto y Coímbra tenía lugar la confraternización entre los soldados y el pueblo, un síntoma de que se abría una situación revolucionaria. Política Obrera del 6 de mayo de 1974 hacía la siguiente caracterización: “El 25 de abril se desencadena la crisis. En sus comienzos, el golpe es alentado por los capitanes no solo contra el Gobierno, sino contra todo el Estado mayor”, reflejando un artículo de Le Monde del 26 de abril de ese año. Y continúa: “El alto mando decide sumarse al golpe, encabezado por Spínola y pone al ejército como muro de contención, ante el temor de que el movimiento de capitanes del ejército y la caída del salazarismo abrieran un curso de intervención de masas”. Luego sostiene (en el mismo artículo): “Entre las masas y el Estado existió siempre un amplio vacío político que los partidos burgueses fueron incapaces de llenar por su capitulación ante el régimen. Solo tuvieron vida política los partidos ligados a la clase obrera, como el socialista y el comunista. Este vacío político y la no representatividad de las fuerzas políticas burguesas, hizo ver al ejército que cualquier crisis seria del régimen fascista podía dejar el terreno libre para el proletariado”. Una caracterización absolutamente acertada ya que eso es lo que efectivamente tuvo lugar en todo el desarrollo de la crisis revolucionaria hasta su epílogo.
Tal como caracterizaba Política Obrera, las masas irrumpían, y lo hacían incesante e incontroladamente. El 29 de abril de 1974 los cineastas portugueses ocupaban la Dirección de los servicios y espectáculos y el Instituto portugués de cinema. Ya el 25 de abril habían fundado un nuevo sindicato (Sindicato de Trabajadores del Film). Este estado de intervención de las masas se generalizaba, situación que llevó al diario Noticias de Lisboa, que reflejaba el punto de vista de la Junta Militar, transcripto por nuestro periódico Política Obrera a decir alarmado: “…la libertad puede subirse a la cabeza” y que “ no deben tolerarse desbordes desde la euforia. (…) si no se mantiene el orden, el poder podría caer en manos de la chusma”. Y el mismo periódico define el contexto en que se realizaban estas advertencias: “La advertencia se produce luego de que estudiantes y trabajadores realizaron los últimos días manifestaciones por las calles de Lisboa, en que se agitaron banderas rojas y se inscribieron leyendas de corte izquierdista”. Es que la burguesía era consciente de su situación y hacía enormes esfuerzos (al principio infructuosos) por liquidar al movimiento revolucionario ascendente y por esos días vigoroso e incontenible. La Razón del 26 de abril, refiriéndose a los acontecimientos del mismo 25 relataba: “Las tropas del ejército efectuaron esta tarde numerosos disparos al aire para contener y dispersar a grupos exaltados que provocaban incidentes en la ciudad. Spínola (viejo general colonialista y salazarista, devenido en líder del ejército) fue llamado por Caetano (hasta el momento presidente del régimen derrocado), quien pidió protección para no caer en manos de la calle”. La “exigencia” de Caetano, fue un esfuerzo supremo por encauzar la rebelión detrás de una jerarquía militar que había sido pilar del régimen fascista (reflejada parcialmente en la película “Los capitanes de abril”). El que en 1974 era nuestro periódico (Política Obrera) concluía sobre estos acontecimientos lo siguiente: “Es este cuadro, fragmentariamente expuesto por la prensa burguesa, el que obligó a la junta militar a avanzar más de lo previsto en lo que se refiere a libertades democráticas”. No cabe duda: porque, por ejemplo, también una manifestación multitudinaria incendiaba el diario La Época, reconocidamente salazarista, del mismo modo que se arrancaba la disolución de la PIDE (policía política del régimen salazarista), de la Guardia Republicana y de la Legión Portuguesa, todas organizaciones armadas de la dictadura que acababa de ser derrocada, y desde luego que también la cárcel a los torturadores, aunque al principio en cuotas mínimas y controladas aún por la Junta de Salvación Nacional y el propio MFA, de los capitanes del ejército, cuestión que poco después sería objeto de reclamos de las masas en lucha.
Con una rapidez extraordinaria se precipitaban los acontecimientos a partir de una resuelta irrupción de la clase obrera y del conjunto de las masas. Ingresaban en huelga trabajadores de UTIC, Philps, Fapae, Transul (transporte). El 30 de abril una gran huelga y movilización arranca a los presos de las cárceles (un gran triunfo ya que los presos civiles, de acuerdo a una decisión del alto mando militar no serían liberados sin antes investigar sus antecedentes políticos: si fueron terroristas, etc.). En ese cuadro Soares (líder del Partido Socialista portugués y Álvaro Cunhal, del Partido Comunista portugués) regresaban del exilio.
El 1º de mayo tiene lugar una imponente manifestación de masas en Lisboa. Una gran marea de manifestantes, 600.000, irrumpe en las calles de la capital, y se caracteriza por la unidad entre obreros y soldados. Se puede sostener, a cincuenta años de producidos los acontecimientos, que se trataba a la vez el corolario del aluvión que comenzaba el 25 de abril y un nuevo escalón hacia la posibilidad cierta de un gobierno obrero, es decir que reflejaba la incesante maduración de las masas portuguesas por deshacerse de la opresión dictatorial y capitalista en un solo acto. Los acontecimientos posteriores no hicieron más que ratificar esa tendencia. Después del 1º de mayo podríamos definir la intervención obrera como fenómenos tales como aludes o terremotos. Luego del Primero de Mayo tenían lugar huelgas de ferroviarios, TIMEX, Bayer, Radio Renascenca, Supermercados AC Santos, Torralta, Firestone, Carris, Astillero Lisnave, Lineas aéreas TAP, en la construcción, farmacéuticas Melka, Renault, Grao Pará, ferrocarriles. Una multitud saqueaba las oficinas de un diario que había apoyado al régimen derrocado de acuerdo a un informe de El Cronista Comercial, transcripto por Política Obrera. Como podemos ver las acciones de masas no tenían apenas un objetivo reivindicativo económico sino que se dirigían al mismo corazón del régimen, en el caso descripto, contra la prensa de la pasada dictadura salazarista, pero también contra su aparato represivo. En efecto: Política Obrera transcribía una nota del diario La Opinión del 16 de mayo de ese año, que decía: “Los diarios hacían impresionantes esfuerzos por contener a los manifestantes con el objeto de que no avanzaran sobre el cuartel de la Guardia Republicana, desde donde fueron sacados los principales jerarcas del régimen derrocado. Una vez que los manifestantes tomaron el local, tuvieron que proteger a los policías que iban a ser linchados por la multitud”. En ese marco, también los trabajadores rurales irrumpían en la escena: formaban comisiones prosindicato en Alentejo. Durante todo mayo, 200.000 textiles abandonaron sus tareas reclamando un incremento salarial del 70%, sucedió lo mismo en el astillero Lisnave en el que 9.000 obreros tomaron similar actitud. Los trabajadores de Pfizer, Sandoz y Bayer fueron a la huelga, lo mismo los electricistas de la capital portuguesa, Lisboa, de igual modo que los choferes y obreros panaderos. La Radio Televisión Portuguesa contabilizó desde el 25 de abril de 1974 hasta el 31 de mayo del mismo año ciento cincuenta y ocho conflictos laborales con una demanda salarial del 42%. En el transcurso de ese período surgen comisiones obreras elegidas en asambleas. Se ocupan viviendas desocupadas por parte de sectores de la población sin techo. De Lisboa y Setúbal parte una iniciativa que toma cuerpo: una coordinadora nacional. En este contexto surge un comité interempresas con influencia de sectores de izquierda y por otro lado la Intersindical cuya dirección estaba en manos del Partido Comunista, y que era mayoría en el movimiento obrero. Pero ¿cuál sería el papel del Partido Comunista Portugués? La Intersindical, dirigida por ese partido, el 23 de mayo llama la atención “sobre las huelgas inoportunas alentadas por la reacción”. El 25 de mayo la misma Intersindical llama a una movilización de apoyo al gobierno provisional. El Partido Comunista en su primer acto en Lisboa criticaba la ola generalizada de huelgas que “favorece al fascismo”. El 26 de mayo Álvaro Cunhal, máximo dirigente del PC, afirmaba que “las huelgas llevan al caos”. Pero lo realmente contrarrevolucionario era que viejos fascistas estaban en el nuevo gobierno y el Partido Comunista en minoría participaba de él, convalidándolo y encubriéndolos. La respuesta de las masas no se hizo esperar: el 27 de mayo comienza una huelga de autobuses y tranvías. Como resultado de esa lucha no se cobraban los peajes sobre el Rio Tajo. Se asiste a un contrapunto de las luchas obreras con las definiciones públicas del Partido Comunista, cuyo propósito es estrangular la acción independiente de la clase obrera, lograr su “disciplinamiento” y desmoralización, característico de la política stalinista que usaba como herramienta el frentismo de colaboración de clases (Frente Popular) que se materializaba en ese gobierno del cual participaba. Y que tenía como estrategia la contención y bloqueo de la revolución obrera en curso. Al día siguiente del 27 de mayo el Partido Comunista acusa “a los elementos más reaccionarios, los cuales con la ayuda consciente de grupos autodenominados de izquierda intentan empujar la situación hacia el caos económico y destruir las conquistas democráticas hasta ahora alcanzadas”. El Partido Socialista acompaña esta perspectiva el 29 de mayo diciendo “No a las huelgas indiscriminadas”. Esto alienta a Spínola a buscar refugio en las direcciones sindicales dirigidas en forma predominante por el Partido Comunista. Lo hace llamando a una reunión a 200 sindicalistas pidiéndoles el regreso a la “normalidad”. Nada de esto va a impedir por un tiempo la continuación de huelgas, movilizaciones y otras acciones de lucha, que van imponiendo ya en el mes de junio de 1974 la obtención de un salario mínimo, la reducción de la jornada laboral, vacaciones remuneradas, etc.
Aunque muy debilitadas, la burguesía y la reacción, amparadas también en la política de los partidos obreros mayoritarios, que retrasaban la maduración y concreción de la lucha por el poder de la clase obrera, continuaban con sus intentos. El 10 de junio, día nacional, algunas decenas de manifestantes agitan la interrupción de la descolonización. Y en ese contexto las embajadas imperialistas conspiran a favor de un golpe palaciego, presionando a Spínola con el propósito de sacar al PC y al PS del gobierno”. Como resultado de estas presiones el 13 de junio va a realizarse una reunión de emergencia entre el Movimiento de las Fuerzas Armadas y la Junta de Salvación Nacional, en la que Spínola propuso un referéndum sobre las colonias en octubre de ese año y elecciones constituyentes para el 30 de noviembre de 1976, con la finalidad de disipar la lucha obrera e intentando postergar, sembrando la ilusión sobre la resolución de las exigencias inmediatas de las masas trabajadoras… más de dos años después. Estas maniobras fueron rechazadas, y también el planteo del PPD (Partido Popular Democrático) que demandaba la implantación del estado de sitio y de Palma Carlos (primer ministro) que reclamaba más poderes contra la indisciplina social. El rechazo da lugar a la renuncia del primer ministro. Todavía la reacción política debía esperar su momento, porque el ascenso obrero se sostenía y se pronunciaba aunque oscilaba entre concesiones e intentonas renovadas de disciplinamiento. Por eso, el 27 de julio de 1974 Spínola reconoce el derecho de las colonias a la independencia. Pero al mismo tiempo la burguesía sigue conspirando mediante el sabotaje económico del capital, a través de la fuga de capitales, con la prohibición por parte del gobierno de las huelgas políticas, de solidaridad e interprofesionales, en un intento de aislar en luchas parciales y solo de contenido económico a las luchas obreras, quitándoles una perspectiva política propia de poder, e impone para la realización de huelgas un preaviso de 37 días y da piedra libre a los lockouts patronales, los integrantes de la policía política (PIDE) presos se amotinan el 28 de setiembre. Es decisivo señalar que en ese momento de la revolución la burguesía intentaba de forma sistemática y sin descanso anular o limitar las demandas democráticas de las masas para mantener a su cuerpo represivo intacto o lo menos dañado que se pudiera. Por eso solo estaban en la cárcel 42 oficiales, habiendo muchos más libres. Y cabe agregar que entre el reconocimiento de Spínola al derecho a la independencia de las colonias y los hechos había una considerable distancia, eran solo una pose tendiente a descomprimir, ya que el 14 de agosto poco más de dos semanas después una manifestación de apoyo al MPLA (Movimiento por la liberación de Angola) fue prohibida y reprimida, y la policía mató a un manifestante. Cada decisión del gobierno era rechazada por la clase obrera en forma activa. La reforma laboral a la que hemos hecho alusión fue rechazada por los trabajadores del transporte que fueron a la huelga imponiendo el control obrero; a principios de setiembre de 1974 siete mil obreros del Astillero Lisnave fueron a la huelga y manifestaban en las puertas del Ministerio de Trabajo contra la ley antihuelgas, reclamando la depuración de las autoridades de la empresa. La actitud de los militares que estaban para reprimir y custodiar es muy expresiva: abren filas a los manifestantes, no reprimen.
Spínola consideró en septiembre que era necesario controlar la situación y decide dar un golpe, alentado por el imperialismo. Es que la política del Partido Comunista y del Partido Socialista le estaban dando oxígeno en nombre de que la relación de fuerzas “no era favorable” a la clase obrera, varias veces desmentida por los acontecimientos protagonizados por las masas desde el 25 de abril. El general presidente comienza por agitar el golpe en setiembre de 1974 a través de un discurso que lo pavimente, especialmente dirigido a la mayoría silenciosa. Durante su alocución, Spínola se refiere a la necesidad de “despertar y defenderse activamente de los totalitarismos extremistas, del abuso de libertad y reivindicación descontrolada y llama a manifestarse en esa perspectiva. El periódico Bandarra (fascista) reivindica a Spínola y al colonialismo. La publicación tiene una sola publicidad, la del Banco Pinto y Sottomayor. La movilización estaba financiada por el Banco Santo y es apoyada por el Centro Democrático y Social y el Partido Democrático Popular. Hay que destacar a modo de reflexión, que hasta ese intento los partidos obreros mayoritarios (PS Y PC) consideraban y defendían a Spínola como un “demócrata”. El Partido Comunista a partir del golpe intentó reacomodarse. Álvaro Cunhal, su máximo dirigente, en un acto que tuvo lugar el 20 de septiembre sostenía: “Si la reacción aguza sus dientes y se prepara a morder, es necesario partírselos antes de que muerda”. Pero entre el dicho y los hechos existía mucho trecho. Así fue: el 24 de setiembre el Comité Central del Partido Comunista portugués reafirmó su apoyo al gobierno provisional y al Movimiento de las Fuerzas Armadas para la adopción de medidas de depuración y declaró: “que sea dado todo el apoyo a las medidas recientemente promulgadas por el gobierno para hacer frente a la embestida de la reacción”. Si consideramos esto como una verdadera perfidia y un acto de cinismo en función de una estrategia contrarrevolucionaria no nos alejamos ni un micrón. Pero lo fundamental fue que la clase obrera tenía los sentidos aguzados y la conciencia sobre los acontecimientos intacta, y en ese momento histórico enfrentó con sus métodos la ofensiva golpista. Los ferroviarios y choferes de buses no transportaron manifestantes golpistas el 28 de septiembre. En las ciudades se levantaron barricadas. En Oporto cien mil manifestantes se manifestaron contra el golpe fascista. Cantaban “Portugal no será el Chile de Europa” (en oposición al golpe de Pinochet en Chile de 1973). Al fracasar la intentona golpista Spínola renunciaba (y se le permitiría salir posteriormente al exilio de la dictadura imperante aún en Brasil) y lo reemplazaba Costa Gomes. Otro personal político derechista se exiliaba a la España franquista.
A modo de recapitulación: tanto la clase capitalista como las mismas fuerzas armadas se encontraban impotentes y paralizadas frente a la incontrolable movilización revolucionaria de las masas. No obstante en el transcurso del proceso revolucionario hubo tentativas y maniobras políticas de todo tipo tendientes a desarmar el ascenso revolucionario, para las cuales como estamos viendo contaban con aliados invalorables como el PC y el PS. Parte de esta tentativa estuvo constituida por la designación de Spínola , poco después del 25 de abril (general del régimen fascista de Salazar y Caetano, agente del capital financiero y organizador de la represión en las colonias portuguesas) como presidente por parte del alto mando con la finalidad de conformar un gobierno de amplia coalición burguesa en la que el ejército aglutine e imponga su autoridad a los miembros de ese frente de partidos del viejo régimen y a los opositores. La designación de Spínola fue saludada por la OTAN, es decir por el imperialismo y por uno de sus órganos de prensa más representativos, el New York Times. El Partido Socialista y el Partido Comunista portugués renunciaron a formar su propio gobierno, y contaban con la fuerza para hacerlo, ya que dirigían las grandes organizaciones de masas, y se integraron a ese gobierno, siguiendo con su estrategia de aliarse a la “burguesía democrática, apoyando y participando de ese gobierno (el PC con tres ministros, uno de ellos el de trabajo, y el PS con dos, en medio de un océano de ministros burgueses). Mario Soares, dirigente del Partido Socialista llamó a dar al mundo una imagen de responsabilidad, de unidad y disciplina (transcripto por el diario Clarín). Entre otras medidas el nuevo gobierno presidido por el general Spínola, adoptó una muy significativa, esto es: que el presidente tendría la facultad de imponer el estado de sitio. Esto implicaba conculcar despóticamente las conquistas que las masas movilizadas habían obtenido en un período muy breve de tiempo. Política Obrera señalaba sobre esta cuestión lo siguiente: “¿En qué momento se ha formado este gobierno? A dieciséis días de que la población de Lisboa se concentrara tras las banderas de los partidos obreros, reclamara aumentos salariales, plenas libertades democráticas, la tierra para los campesinos, derechos políticos y democráticos para los soldados, la administración de las empresas del Estado, de los diarios, etc. En una palabra, cuando las masas portuguesas se situaban en la estrategia del gobierno obrero”. Bajo estas circunstancias, incluidas la exigencia de la independencia de las colonias “el alto mando se negaba a conceder la independencia de las colonias y exigía el cese del fuego sin condiciones”. ¿Qué duda cabe y cabía sobre el rol de la Junta de Salvación presidida por Spínola y el gobierno de Frente Popular integrado por los principales partidos obreros (PC Y PS), en el sentido de que se oponían por el vértice a la estrategia del gobierno obrero? Por eso Política Obrera sostuvo con mucho acierto que: “La entrada de ministros socialistas y comunistas en un gobierno de coalición regimentado por el alto mando significa la obtención por la burguesía y el imperialismo de una importante válvula de seguridad para el régimen capitalista portugués”. Sin embargo, no lograban detener la lucha obrera y sus tendencias revolucionarias. Es que era habitual el cuestionamiento obrero a las decisiones patronales, que se expresaban en el veto de las mismas por parte de los trabajadores. Había un verdadero poder dual. Las manifestaciones, piquetes, huelgas y ocupaciones de fábrica y de tierras eran moneda corriente. Pero la burguesía y las fuerzas armadas intentaron una y otra vez detener este aluvión. Lo mismo había ocurrido con el intento de golpe de septiembre de 1974, cuyo fracaso obedeció a la acción resuelta de la clase obrera. El tercer gobierno provisional no tenía soluciones, intentó un golpe pero fracasó el 28 de septiembre. Es que la degradación económica, los bajos salarios y la inflación empujaron a nuevas luchas obreras. El tercer gobierno encabezado por Vasco Goncalves, lejos de carecer de iniciativa, impulsó un “domingo de trabajo para la nación”. El 6 de octubre de 1974 se realizó una jornada laboral en día domingo sin que los obreros percibieran ninguna remuneración. Los partidos de la clase obrera mayoritarios (PC y PS no la cuestionaron), pero los problemas económicos de Portugal residían en la fuga de capitales, el sabotaje económico de la burguesía, la inflación, los bajos salarios. Desde luego que la maniobra tuvo corto vuelo.
En el transcurso de los meses siguientes se fueron produciendo diversos acontecimientos que pusieron en evidencia por un lado la energía revolucionaria de la clase obrera, pero también el papel contrarrevolucionario y divisionista del Partido Socialista y del Partido Comunista. El 2 de enero de 1975, la Asamblea General con la participación de 7000 bancarios se pronunciaba por la nacionalización de la banca. El 7 de febrero de 1975 miles de trabajadores marchaban en Lisboa contra el desempleo. Simultáneamente la OTAN mandaba tropas a las costas portuguesas. El 9 de febrero de 1975 la primera conferencia de trabajadores agrarios del sur votaba por la liquidación del latifundio y por la tierra para quien la trabaja. El 21 de febrero el Consejo de ministros vota un plan económico que está muy por detrás de los programas que en el transcurso de las huelgas, ocupaciones, asambleas y piquetes venían votando las masas: que el 51% de las minas más importantes, del petróleo, de la petroquímica, gas natural, acero, tabaco, armamento quedaban en poder del Estado. Nada de expropiación ni de control obrero, y ninguna referencia a las demandas obreras, ni de como frenar la fuga de capitales. El Partido Comunista en su congreso tampoco hacía referencia a esas cuestiones. Lejos de eso, ambos partidos, enfrentados por completo a la necesidad de destruir el Estado capitalista e imponer un gobierno obrero, dieron inicio a una puja criminal entre ellos, completamente ajena a los intereses de la clase obrera, inscripta en el marco de una estrategia contrarrevolucionaria. El primer conflicto comenzó en enero de 1975; estaba vinculado a un proyecto de ley que establecía una sola central sindical, un solo sindicato por actividad, etc. Estaba respaldado por el Partido Comunista y la Intersindical que dirigía. El Partido Socialista se oponía en nombre de la libertad sindical e inició una campaña contra el Partido Comunista extendiendo además su crítica al partido único (del stalinismo), a la prensa única, etc. Cabe decir que el MFA apoyaba el proyecto de ley. El Partido Comunista para respaldarlo realizó una movilización con la participación de 100.000 obreros que inclinaba la balanza a su favor.
Es en ese cuadro en el que comienza a tener lugar una división entre los partidos obreros mayoritarios, que meses más tarde va a pronunciarse, va a producirse una débil tentativa, casi un ensayo de golpe cuyo vehículo son los paracaidistas del regimiento de artillería. Atacan un cuartel de la COPCON (cuerpo militar del MFA). El intento fracasa porque en lugar de un enfrentamiento va a tener lugar la confraternización entre las tropas de ambos cuerpos.
Al día siguiente, el Concejo de la Revolución, como respuesta, va a nacionalizar la banca, y los jornaleros ocupaban los latifundios. Pero hubo más respuestas obreras: crecen las fiscalizaciones de empresas por parte de sus trabajadores, las trabajadoras domésticas organizaban su propio sindicato, hay movilizaciones contra el envío de tropas a las colonias, etc.
Pero en el plano electoral el Partido Socialista obtiene un triunfo claro en las elecciones constituyentes del 25 de abril de 1975. Los porcentajes fueron los siguientes: Partido Socialista 38, 87%, PPD 26,8%, Partido Comunista 12,53%. Entre el Partido Socialista de Soares y el Partido Comunista de Cunhal obtuvieron más del 51%, lo que les daba fuerza para instaurar un gobierno de los partidos obreros apoyados en las organizaciones de doble poder que fueron creando las masas en lucha. Pero no. Ambos partidos estaban empeñados en impedir un gobierno obrero en Portugal, fieles a sus respectivas tradiciones contrarrevolucionarias socialdemócrata y stalinista, respectivamente. Cabe señalar también que el PC en Lisboa obtenía el 46% y el PC el 19%. Ese mismo mes, antes de las elecciones constituyentes el MFA había convocado a doce partidos para firmar la plataforma para el “pacto”, que fue aprobada por diez de ellos, incluidos el PC y el PS. Soares sostuvo una reunión con Kissinger, secretario de Estado yanki, para poco después lanzar una ofensiva contra los comités obreros y de inquilinos. Destaquemos que parte fundamental del acuerdo entre el MFA y los diez partidos era que el MFA tenía la prerrogativa de intervenir en todos los poderes. Es decir, convertirse en árbitro con la finalidad de disciplinar políticamente a la clase obrera.
Aunque en lo esencial estaban de acuerdo, por eso habían firmado el acuerdo reaccionario con el MFA, el PC y el PS continuaron con su escalada divisionista. El acto del Primero de Mayo de 1975 fue una expresión clara: cuando Soares quiso subir al palco de oradores, la seguridad del Partido Comunista se lo impidió, con un correlato de una pelea generalizada a golpes. La consecuencia fue una marcha en Lisboa llamada por el PS en repudio. También el PS decidió no concurrir a la reunión ministerial.
No se estaba asistiendo a una controversia o debate en torno a como dar pasos en el sentido de un triunfo revolucionario de la clase obrera. De ninguna manera: Álvaro Cunhal, secretario general del Partido Comunista, decía en un mitin del 16 de mayo de 1975: “La agudización artificial de los conflictos sociales, los intentos de precipitarse sin razones válidas en una nueva oleada de huelgas, constituyen en su conjunto, una gran ofensiva contrarrevolucionaria que deteriora la situación política creando un clima de caos e inseguridad”. Es que el Partido Comunista era un aliado del MFA y defendía esa estrategia contra las expresiones de independencia política de la clase obrera que con su acción hacia madurar la revolución.
Otro escalón en el choque entre ambos partidos fue lo sucedido en julio de 1975 en el diario República dirigido por el PS, que estalló debido a que la línea editorial del PS, que es cuestionada por los tipógrafos del diario que demandan la renuncia de su director. El Partido Socialista moviliza a sus militantes al grito de “República es del pueblo, no de Moscú”.
Por otra parte, va a estimular la acción de la rección derechista y clerical en un frente único de hecho con el PS. Cuando los tipógrafos designan en la dirección de Republica al coronel Pirein, integrante del Consejo de la Revolución, e integrante del MFA, que actuaba junto al PC, el PS abandonaba el gobierno.
Al intentar explicar su salida del gobierno el Partido Socialista enfatizó: “El gobierno de Salvación nacional debía crear un clima de confianza, trabajo y disciplina” y agregaba que “las comisiones de vecinos y trabajadores (como poder popular) no podían convertirse en un poder paralelo al poder estatal”. En rigor, el Partido Socialista estaba en contra de las comisiones de vecinos, de obreros, de inquilinos, etc. Pero no podía suprimirlas por la enorme energía con la que contaban, que por otro lado atraía a sus propios militantes que formaban parte de ellas. Por lo tanto, su estrategia consistía en quitarles su papel revolucionario de doble poder. El texto al que nos referimos no mencionaba expropiar a las grandes empresas nacionales y extranjeras, ni a los latifundios, ni a la banca y el comercio exterior, o imponer el control obrero, porque su finalidad era la inversa y se traducía en su propósito de anular los organismos de doble poder que organizaban las masas.
Por su lado, el PC ratificaba su vocación contrarrevolucionaria en relación con la asamblea constituyente: “La asamblea constituyente tiene como fin elaborar una nueva constitución y no tiene nada que intervenir en la política cotidiana ni en la actividad del gobierno”. De esta forma le quitaba su finalidad revolucionaria al negarle el ejercicio del poder soberano resolviendo medidas de carácter revolucionario buscando el respaldo de las masas en lucha que depositaban en la constituyente la expectativa de que en ella se concreten sus aspiraciones. Política Obrera del 2 de octubre de 1975 señalaba, sobre el papel de esa asamblea constituyente: “… la cuestión central es que la asamblea constituyente soberana elija el gobierno, un gobierno de los partidos obreros, rompiendo sus alianzas con la burguesía”.
En este cuadro, en que ambos partidos obreros mayoritarios paralizaban y desmoralizaban a la clase obrera, preparando una contrarrevolución democrática, como luego sucedió, con el condimento de la virulencia del ataque del PS contra el PC y viceversa. Durante los meses de julio y agosto de 1975 (verano) la reacción en su conjunto, y en particular la católica, levantaba cabeza y realizaba atentados nocturnos contra locales sindicales y del PC quemando banderas, libros y edificios y amenazando a activistas y militantes, intentando crear un clima de terror. La jerarquía católica estaba detrás de estos atentados, como así también, ex miembros de las PIDE y de Guardia Republicana, a las que no se había depurado ni encarcelado y encontraban el momento adecuado para actuar. En realidad, existía un frente único de hecho con el Partido Socialista que se mantuvo en silencio, en lugar de llamar a movilizarse masivamente contra los atentados. Los atentados llegaron a sumar decenas, llegando en su pico del mes de agosto a 158. Luego vendrían nuevos intentos de golpe fracasados.
Los choques entre el Partido Socialista y el Partido Comunista, ajenos a los intereses de la clase obrera también se expresaron en la tentativa de un golpe de una minoría militar apoyada por el Partido Comunista, que de inmediato fue conjurado y aislado por las fuerzas armadas, apoyadas estas por el Partido Socialista de Mario Soares. En la represión a esta débil tentativa de golpe se destacó el General António Ramalho Eanes. Ningún sector de la clase obrera intervino en estas circunstancias. Tampoco el Partido Socialista que simplemente apoyó su derrota con la intervención armada del ejército. Esta coincidencia entre Ramalho Eanes y Soares tendrá su continuidad en la elección presidencial de 1976.
La contrarrevolución vendría de una alianza entre una fracción de las fuerzas armadas en un frente electoral posterior a la constituyente. Fue el resultado de haber dejado morir la lucha por el poder obrero cuando estaba maduro y al alcance de la mano.
La asamblea constituyente había resuelto, en abril de 1976, el llamado a elecciones directas, con el apoyo del Partido Socialista, el PPD y el Centro Democrático y Social (estos últimos de derecha) y triunfa un militar, el general Antonio Ramalho Eanes, cuya misión es ponerle el moño al estrangulamiento de la revolución obrera concretando una contrarrevolución democrática. La candidatura de Eanes (militar que había actuado en las colonias y especialista en la lucha antisubversiva) también fue respaldada por el primer ministro del Gobierno saliente, vicealmirante Pinheiro de Azevedo y por la mayoría abrumadora de la oficialidad. Eanes triunfa con el 61% de los votos. El Partido Comunista y el Partido Socialista ya habían cumplido su función, la de herir de muerte la revolución obrera. Y esa iba a ser la misión estratégica del gobierno presidido por el general Ramalho Eanes. Él mismo lo había declarado: institucionalización de la democracia, devolver el papel de las fuerzas armadas en un Estado de derecho (nada de asambleas de soldados, ni de sindicatos, ni de confraternización con la clase obrera), y se iba a apoyar en el Consejo de la Revolución, expresión política de las Fuerzas Armadas. Cabe señalar que el llamado Consejo de la Revolución cambió de nombre a partir de una revisión constitucional del año 1982, pasando a denominarse Consejo de Estado; parece una formalidad, pero su finalidad consiste en borrar de la vida portuguesa la palabra revolución, y la memoria de los acontecimientos revolucionarios producidos a partir de 1974. La constitución votada en 1976 declaraba que se proponían abrir el camino hacia una sociedad socialista a partir de “asegurar el estado de derecho”. Pero el eufemismo del “estado de derecho” es que se ha encargado de liquidar el camino hacia el socialismo combatiendo a su fuerza motriz y a sus organizaciones obreras y campesinas en lucha. Esa fue la función de la asamblea constituyente. Portugal nunca abandonó la OTAN, organización armada del imperialismo a la que esta incorporado desde 1949, y que no abandonó ni siquiera a partir de los acontecimientos revolucionarios de 1974, debido al papel del MFA, desde los sucesivos gobiernos a partir de abril de 1974 y de los Partidos Socialista y Comunista. Ni siquiera la constitución surgida de esa constituyente plantea la ruptura con la OTAN aunque sí “habla” de la abolición del imperialismo y del colonialismo. Una verdadera farsa y maquillaje. Más aun sobre cómo con mucha rapidez el gobierno de Ramalho Eanes con la colaboración del PS (Mario Soares primer ministro) en 1976 ya comienza a barrer con las medidas progresivas impuestas por las masas en lucha: entre 1976 y 1980 se comenzaron a reintegrar los militares y funcionarios de empresas y universidades que habían sido parte del Gobierno de la dictadura, que habían regresado del exilio, apoyados en la contrarrevolución democrática. Portugal ha modificado la constitución para permitir ciertas reprivatizaciones, en especial durante la década del 90 en materia de telecomunicaciones, seguros y la banca, pero también en transporte público y productos químicos.
El estallido de la Revolución portuguesa de 1974 y la caída revolucionaria del gobierno fascista aceleraron la tendencia a la “transición” en la España franquista y en el Brasil del golpe militar, hacia regímenes continuistas de parlamentarismo burgués pseudo democrático.
En 1974 Portugal vivió un periodo de ascenso revolucionario de las masas obreras de la ciudad y del campo. Las tropas de las fuerzas armadas se unieron a la clase obrera. Se arrancaban reivindicaciones, las masas derrotaron golpes de Estado con huelgas y movilizaciones y así crecían sus organismos de doble poder. Pero la acción deliberada y consciente del stalinismo y la socialdemocracia obturaron sistemáticamente la energía de las masas impidiendo la destrucción del Estado burgués, la disolución de las fuerzas armadas y la policía y la expropiación del capital para instaurar un gobierno obrero y campesino. La tarea fundamental de los explotados de Portugal (y de todos los países del mundo) es la construcción de partidos obreros revolucionarios y de una internacional obrera, socialista y revolucionaria, sobre la base de la refundación de la cuarta internacional.